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El poder de la confesión

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca


se confiesa para salvación.”
Romanos 10:10  (VRV 60).

Las primeras cosas primero.

Antes que nos movamos para aprender cómo se utiliza la


confesión, descubramos qué es la confesión.  Para definirla de
manera simple, la confesión es utilizar la boca para
producir. Es más que solamente decir algo. Significa declarar
una cosa con el fin de establecerlo o confirmarlo. La
verdadera confesión es una proclamación espiritual
autorizada.

Una buena manera de pensar acerca de la confesión efectiva


es en términos de disparar un arma. Un arma que dispara sin
balas suena de la misma manera que disparar balas reales.
Las dos hacen “BUM”. Pero una es efectiva; la otra sólo hace
ruido. Si usted tiene una serpiente en su patio, le puede
disparar sin balas durante todo el día y nunca la matará. Sin
embargo, una bala real se encargará de esa viscosa serpiente
enseguida.

Este es el motivo por el que tantos cristianos han caído


frustrados con la confesión. El diablo (la serpiente) está suelta
en sus finanzas, salud, o familia. Ellos están disparando el
arma de la confesión, están diciendo las palabras correctas,
aunque nada está pasando. ¿Por qué? Están disparando sin
balas. El arma de la confesión no ha sido aún cargada con la
munición correcta.

Esto explica por qué una persona dice, “Ese auto es mío, en el
nombre de Jesús” y lo consigue, mientras que otra dice
exactamente la misma cosa pero aún sigue tomando el
colectivo para ir a trabajar.
Confesión efectiva.

No cometa errores acerca de esto, las palabras son


poderosas. Hebreos 11:3 nos dice “Por la fe entendemos
haber sido constituido el universo por la palabra de Dios”. Lea
los dos primeros capítulos de Génesis y usted verá que esto
es verdad, por ejemplo, Génesis 1:3 dice:

“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.”

Usted verá esa frase, “Y Dios dijo…” repetida otras veces en


los versículos 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26, 28 y 29. Cada vez que
Dios quería crear algo nuevo, Él decía algo. ¡No intente
decirme que las palabras no son importantes! ¡Yo sé por la
Palabra de Dios que ellas son creativas y poderosas!

Pero las palabras deben estar basadas en una fe como


fundamento. Mire en Romanos 10:10:

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con


la boca se confiesa para salvación.”

Considere cuidadosamente el orden de este versículo: es con


su corazón que usted cree, luego es con su boca que usted
confiesa. Nosotros confesamos lo que ya es verdad en
nuestros corazones. Si la confesión es el arma, las palabras,
basadas en una realidad interior ya presente, son las balas. 
Usted habla lo que es real en su corazón, lo que su corazón
realmente posee. ¡Y la pólvora que llena e impulsa aquellas
balas es la sustancia de la fe, por supuesto!  Usted sabe en su
corazón que lo que está confesando ya es una realidad.

Las palabras son creativas y poderosas. 

Así es como todas estas fuerzas y vehículos interactúan para


producir resultados, y esta es la razón por qué es tan
importante tener las cosas en el orden correcto antes de “salir
a disparar palabras de su boca”. Demasiado a menudo nos
hemos apurado para disparar el arma de la confesión sin
hacer lo que es necesario para cargarla con una clara imagen
interior (la bala) y llenar esa imagen con fe (la pólvora). 
Otras veces hemos tenido un arma ya cargada (una clara
imagen interior y fe) pero nos hemos negado a pulsar el
disparador a través del ejercicio de la confesión.
Unir todos estos elementos no es tan difícil como puede
parecer. De hecho, si usted sigue los pasos que hemos
bosquejado hasta aquí, usted ya ha apuntado y disparado.

Edificando una clara imagen interior.

Si usted alguna vez quiere comenzar a ver lo que dice, tendrá


que aprender a crearlo primero en su corazón. ¿Cómo se hace
esto? Haciendo diligentemente lo que hemos aprendido en el
paso previo: meditando las partes apropiadas de la Palabra de
Dios.

Si usted alguna vez quiere comenzar a ver lo que dice,


tendrá que aprender a crearlo primero en su corazón.

Meditar en la Palabra de Dios edifica una clara imagen en su


corazón de aquello por la cual usted está creyendo. Diga, por
ejemplo, que usted necesita sanidad. Si usted comenzara a
meditar en la Palabra de Dios tiene que hablar sobre sanidad,
murmurarlo en voz baja, hablarlo y reflexionarlo.“Por sus
llagas fuimos sanados, yo soy sanado”, con el tiempo una
imagen de usted sanado comenzará a tomar forma en su
corazón. Una vez que esto ocurra, entonces y sólo entonces
usted podrá extraer sanidad de su corazón y llevarla al reino
físico de su cuerpo a través del instrumento de la confesión.

Si usted ha estado confesando que todas sus necesidades se


encuentran en Cristo Jesús, pero le han cortado el teléfono y
la luz, y se están llevando sus muebles, quizás es porque
nunca se ha tomado el tiempo para edificar una clara imagen
de “toda suficiencia” en su corazón.

La confesión de su boca y la meditación de su corazón deben


ir de la mano para que su fe sea soltada y que el poder de
Dios invada su situación. Una no funcionará
independientemente de la otra. Así que antes de comenzar a
confesar la Palabra de Dios sobre su problema, esté seguro de
tener una sólida y real imagen de ello en su corazón.

La confesión de su boca y la meditación de su corazón


deben ir de la mano para que su fe sea soltada y que el
poder de Dios invada su situación.
 

El tiempo lo es todo.

El error más común que cometen los cristianos en el área de


la confesión es fallar al esperar que el arma esté totalmente
cargada antes de accionar el disparador. Dios nos da una
figura del poder de esperar en Josué, capítulo 6, en la cual
Israel está preparándose para tomar la ciudad amurallada de
Jericó. Si usted está familiarizado con el relato, recordará que
Dios instruyó a Josué que hiciera marchar a Israel alrededor
de la ciudad una vez por día durante seis días, y en el séptimo
día, ellos debían marchar alrededor de la ciudad siete veces.
Más aún, Él les ordenó que estuvieran en silencio mientras
marchaban:

“Y Josué mandó al pueblo, diciendo: Vosotros no


gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de
vuestra boca, hasta el día que yo os diga: Gritad;
entonces gritaréis.” Jos 6:10 (VRV 60).

¿Por qué piensa usted que Dios tenía a los israelitas


marchando silenciosamente durante seis días previos hasta
que les permitiera soltar un grito de victoria? Así ellos
meditarían mientras marchaban. Con cada día que pasaba
ellos desarrollaban una imagen interior más clara de aquellas
paredes quedando tiradas en el suelo y esa ciudad bajo el
control de ellos. Para el día séptimo, cuando Josué dio la
orden de gritar, la confesión de ellos estaba tan cargada con
la sustancia de la fe que literalmente derribó aquellas paredes
macizas.

El siete es un número bíblico de finalización o perfección.  Lo


que Dios está diciendo aquí es “No abran su boca hasta
que su meditación de mi Palabra esté completa”. Una
vez que la realidad de la promesa de Dios es más real en su
corazón que las circunstancias externas, usted no puede sino
gritar su victoria. Ahí es cuando las paredes de cualquier cosa
que se le oponga se derrumbará como arena.

He tenido esta experiencia personalmente. Cuando me


diagnosticaron meningitis, lo primero que hice fue poner mis
cintas grabadas y extraer las escrituras sobre sanidad. En ése
momento no estaba haciendo ninguna confesión audaz. Sólo
mantuve mi boca cerrada y meditaba. Meditaba y murmuraba
esas escrituras de sanidad hasta que estuve tan lleno de la
realidad de la sanidad que me salía por los poros.  Entonces,
cuando supe que supe que era real, me paré en el medio de
mi cama y grité, “¡Estoy sano!”.

Mis síntomas no desaparecieron en ese mismo instante, pero


eso no importaba. Yo sabía que estaba sano. Y, por supuesto,
lo estaba. Mi sanidad se manifestó en mi cuerpo muy
rápidamente. La clave fue hacer el duro trabajo de la
meditación antes de moverme hacia el paso de proclamar mi
confesión.

Resumiendo la conexion corazon – boca.

Hijo de Dios, el Señor creó su corazón y su boca para estar


casados. Cuando usted intenta utilizar una
independientemente de la otra, es como un tipo de adulterio.
Eso es precisamente lo que muchos de nosotros hemos
estado haciendo en el área de la confesión.
Volvamos a Romanos 10:9-10, porque esta relación de
corazón y boca nunca se la ve más claramente que en estos
versículos (énfasis del autor):
“que si  confesares con tu boca  que Jesús es el Señor,
y  creyeres en tu corazón  que Dios le levantó de los
muertos, serás salvo. Porque  con el corazón se
cree  para justicia, perocon la boca se confiesa  para
salvación.” (VRV 60).

Dios creó la boca y el corazón para que trabajen como en


equipo. Ellos son “el dúo dinámico”. No intente comenzar con
la confesión hasta que haya establecido la creencia en el
corazón.  Una vez que usted haya realizado ambas recién está
preparado para moverse al próximo peldaño de la escalera de
la fe.

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