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Módulo 1
Las tecnologías tienen vínculo con técnicas (habilidades de aplicación que a la imaginación y
habilidad humana logran desarrollar). No todo esfuerzo de creación se desarrolló hasta llegar a
tecnología, pero fue esa vocación de sofisticar el accionar humano lo que generó distintas
tecnologías, lo que fue reemplazado por la ciencia y relevancia del método científico. Como
actividad humana la ciencia tiene antecedentes en la antigua grecia pero es a mediados del
siglo 19 cuando se sistematiza y profesionaliza.
Las tecnologías se van haciendo, de esta forma, cada vez más intensivas en conocimiento
logrado a través del método científico y a partir de allí se construyen la asociación tan potente
y natural en nuestros días entre ciencia y tecnología. Es el concepto de Investigación y
Desarrollo (I+D) el que sintetiza este proceso, abriendo una creciente perspectiva de inversión
por parte de todas las organizaciones que logran diseñar e implementar bienes y servicios para
resolver necesidades. Comienzan a proliferar los llamados Centros de Investigación y
Tecnología al interior del estado y las grandes empresas. Ello demuestra una atención inédita
en el proceso de descubrimiento y generación de nuevas tecnologías. La ciencia, de esta
manera ya profesionalizada, deja de ser puramente académica para pasar a ser esencialmente
industrial.
Richard Susskind y Daniel Susskind en su libro “El Futuro de las Profesiones” – expansión y
desarrollo de las TICS
La tecnología es una práctica social que, según Pacey (1990) tiene tres dimensiones:
Solo abordando de forma amplia e inteligente las tres dimensiones en un espacio y tiempo
determinado, los procesos de creación y adopción tecnológica suelen ofrecer resultados más
homogéneos y sostenibles. Es decir, concibiendo la dimensión técnica como una plataforma
innovativa, a partir de la cual puede servirse a la sociedad, es factible y deseable que los
aspectos organizativos puedan abordarse y facilitarse en el marco de un sistema de ideas y
valores mayoritariamente aceptados en una comunidad.
Una relación dialéctica entre estas dos actividades humanas que tienen como raíz común al
poder de la imaginación de las personas y las comunidades. La tecnología es producida, como
vimos, para resolver problemáticas y necesidades humanas, a partir de los códigos y prácticas
culturales de cada tiempo histórico. Pero también, son las creaciones tecnológicas, a partir de
la búsqueda incesante de la ciencia y la técnica, las que moldean la cultura de las sociedades
generando nuevas prácticas, visiones y anhelos.
Resistencia a la tecnología, progreso social y tecnología como medio para fines superiores
No han sido pocos los momentos en la historia de la humanidad y no serán los últimos, en los
que sectores sociales tomaron el camino de la resistencia y el activismo en contra de las
innovaciones tecnológicas por afectar prácticas, valores o beneficios, al menos a corto plazo,
de personas y organizaciones. Es emblemático el caso de los luditas, movimiento que a
principios del siglo 19 generó una reacción violenta contra las nuevas maquinarias en los
procesos agrícolas e industriales, especialmente contra la expansión de los telares mecánicos
que reemplazan el trabajo manual y artesanal, dominante hasta ese entonces. La convicción
que los unía era la creencia de que las máquinas degradaban el trabajo humano y, en gran
medida, lo hacían prescindible masivamente. La violencia que adoptaron como método generó
pánico en terratenientes y comerciantes de la Inglaterra de principios de siglo 19.
El 12 de abril de 1811, se produjo la primera destrucción de una instalación industrial, cuando
trescientos obreros atacaron la fábrica de hilados de William Cartwright en Nottinghamshire y
destruyeron sus telares a mazazos. La escalada posterior de este movimiento que
públicamente defendía precios justos, salarios adecuados y calidad del trabajo, generó mucho
temor y la consecuente decisión del gobierno inglés de combatirlos a través de fuerzas
militares y la introducción de la pena de muerte a los responsables de los ataques a las
máquinas y procesos industriales. En definitiva, el miedo y la incertidumbre a las nuevas
tecnologías, que requieren cambios de paradigmas y tareas, fue la razón de fondo que inspiró
a los famosos luditas y a muchos otros grupos sociales en adelante.
De hecho, suele olvidarse que el fundamento central de aquellos luditas que atacaban
instalaciones de maquinarias a comienzos de siglo 19 tenía que ver con el incremento de las
horas de trabajo de las personas estando encadenados a una máquina, lo que, según ellos,
afectaba la libertad y dignidad humana. Incluso, se recuerda que buena parte de los ataques
luditas eran direccionados a máquinas cuyos patrones producían objetos de mala calidad, a
precios bajos y malos salarios. Será una constante en la historia de la humanidad esta tensión
multifacética entre sociedad y tecnología, entre la concepción del “solucionismo tecnológico”
como dinámica imparable que suele erigirse en un fin en sí mismo y la concepción siempre
actualizada de que solo el bienestar de las personas puede y debe ser el fin de toda innovación
tecnológica.
Son diversos y persistentes los focos de tensión que los desarrollos de las TICs generan en
sociedades y comunidades. Por ejemplo, para nombrar solo algunos de alto impacto: la
cuestión de la inclusión de conectividad y dispositivos a los colectivos más alejados o
vulnerables, el conflicto de pérdida de intimidad en redes sociales, desplazamiento de
industrias y empresas tradicionales superadas en costos y acceso por jugadores del dominio de
las tics y tensiones por sobrecarga de información que actualiza la necesidad de analistas y
curadores.
Por otro lado, es central la continua dialéctica entre TICs y prácticas culturales. Por ejemplo, si
tomamos el emergente cultural del aprendizaje a lo largo de la vida en un mundo con cambio
acelerado y múltiples disciplinas y necesidades, observamos cómo son las TICs las que
claramente pueden ofrecer nuevas oportunidades para que las personas puedan hacer
realidad el aprendizaje permanente. Y, al mismo tiempo, vemos cómo el avance de las TICs y
otras tecnologías asociadas abonan la velocidad del cambio haciendo cada vez más necesaria
la cultura del aprendizaje para toda la vida.
Thomas Kuhn, historiador y filósofo de origen estadounidense, consideró que era de vital
importancia dedicar tiempo al estudio histórico para entender la dinámica de esos periodos en
los que la producción científica genera grandes cambios en la organización social y económica,
así como también las ideas y concepciones subyacentes que acompañan dichos procesos que
habitualmente llamamos revoluciones.
En 1962, Kuhn publicó un libro de enorme trascendencia: “La estructura de las revoluciones
científicas”. Allí, el autor expone que la evolución de la ciencia (y, por ende, de gran parte de la
tecnología) no es el resultado de un recorrido uniforme y lineal basado en la pureza del
método científico. Más bien, retomando la idea de profunda tensión entre sociedad y
tecnología, se explica por saltos de cambios paradigmáticos, es decir por cambios en la manera
de pensar.
Esta dinámica de sustitución de paradigmas que Kuhn (1971) relata en su explicación de las
revoluciones científicas, se puede ver con mucha claridad en los procesos de las llamadas
revoluciones industriales o tecnológicas.
Una buena parte de la actividad humana tiene que ver históricamente con la necesidad de
energía para cumplir tareas y actividades. Durante siglos, el trayecto de los hombres estuvo
basado en una matriz energética tremenda e indigna: los esfuerzos físicos.
Energía condicionada por la disponibilidad de agua y vientos ponía un techo cada vez más
evidente al ímpetu y las necesidades humanas en materia de producción, crecimiento y
progreso. El paradigma entraba en crisis y las fuerzas científicas y emprendedoras comenzaban
a movilizarse con pasión para validar nuevas hipótesis, elaborar nuevo conocimiento y
materializar nuevos artefactos.
Es en las últimas décadas del siglo 18, específicamente desde 1760 cuando comienzan a
aparecer nuevas tecnologías que se convertirán en el epicentro de esta primera Revolución
Industrial propiamente dicha de la historia humana. Esos nuevos artefactos se tratan de la
máquina de hilar o el telar mecánico y la máquina de vapor, fundamentalmente. La liberación
que dichas tecnologías comenzaban a generar de las limitaciones del agua y el viento,
rápidamente expandieron la escala de las actividades económicas, a punto tal que podemos
afirmar que es con la irrupción de la máquina de vapor que se pudo dar forma a la empresa
industrial, verdadera novedad frente a los procesos y establecimientos artesanales que
caracterizaban la economía hasta entonces.
Este proceso, que más tarde fue denominado como Revolución Industrial , tuvo su epicentro
en Gran Bretaña, se extendió por lo menos hasta la década de 1830 y fue protagonizada por
una multiplicidad de actores abocados con entusiasmo e imaginación a diversas actividades
económicas, basados en el poder de las técnicas más que del conocimiento científico. De una
sociedad eminentemente agraria, pasamos a una industrial, organizada cada vez más en torno
al peso de los grandes establecimientos que comenzaban a producir bienes y servicios de
forma mecanizada. Ello generaba, cada vez más, cuotas crecientes de empleo. Técnicamente,
entonces, podemos situar en este proceso histórico al nacimiento de la fábrica moderna, a
partir de la organización del proceso productivo que la energía hidráulica y sus artefactos
asociados, comenzaban a permitir. La maquinaria tecnológica será, cada vez más a partir de
este momento, fuente de realizaciones para el bienestar y, al mismo tiempo, de
preocupaciones para la autonomía de las personas y comunidades.
Segunda revolución industrial
Los enormes avances en generar energía y comunicaciones logradas en esa primera Revolución
Industrial debían necesariamente desencadenar una nueva oleada de conocimientos
científicos y tecnológicos necesarios para soportar el crecimiento de ciudades, actividades y
expectativas de personas y organizaciones.
Esta nueva oleada es lo que se conoce como Segunda Revolución Industrial, que puede leerse
como el gran triunfo de la energía eléctrica masiva para las actividades humanas, a través de
los avances en materia de electricidad y petróleo, va aproximadamente desde el año 1870 al
1914. Los motores eléctricos, la lámpara incandescente (Thomas Edison), el sistema trifásico y
la invención de la corriente alterna (creación de Nikola Tesla para superar las limitaciones de la
corriente continua de Edison) son símbolos de esta enorme evolución que encuentra una caja
de resonancia en la primera exposición internacional de electricidad realizada en París en
1881. El mundo ingresaba en una nueva era de dignidad humana y producción masiva por
imperio de la electricidad y la iluminación expandida. En las TICs a través de la invención y
desarrollo de teléfonos, radio, cine y la evolución del telégrafo (ya inalámbrico, capaz de unir
continentes), todos avances logrados en este periodo.
En paralelo, buena parte del esfuerzo expansivo de este periodo tiene que ver con el hallazgo,
extracción y uso más intensivo de un conjunto de materiales que resultaron fundamentales
para el desarrollo científico tecnológico, como acero, zinc, aluminio, níquel y cobre
-especialmente el acero, cuya producción pudo comenzar a ser masiva y a costos accesibles-.
Asimismo, el material más utilizado en construcción de cualquier índole, como el hierro, sufrió
una mejora sustantiva al desarrollar técnicas que permitieron explotar su versión rica en
fósforo, con propiedades que lo harían más y mejor utilizable para proyectos que fueron los
responsables del enorme progreso de la arquitectura (Torre Eiffel en 1889, por ejemplo).
Adicionalmente, los avances en química resultan muy relevantes e introducen productos de
gran usabilidad como explosivos, fertilizantes, mejoras en el papel, materiales plásticos o
anilinas para coloración de productos. , Frederick Taylor, quien le puso marco a todo esto, a
través de su teoría científica del proceso de producción, con su estudio y diagrama de tiempos
y movimientos de las personas para la maximización de la eficiencia en procesos productivos.
El Taylorismo sería por décadas el principio imperante en el management industrial y general.
Y luego, complementado con los aportes del gran Henry Ford, mítico emprendedor de la
industria del automóvil, que daría forma concreta a la cadena de producción en serie, tan
responsable más tarde del crecimiento exponencial de productos de toda índole.
El seno de esta revolución en el que nace lo que podemos considerar como globalización
económica propiamente dicha, dado que, si bien siempre existió el comercio internacional, es
en este proceso en el que adquiere la escala, magnitud y diversidad que permite considerarlo
como uno de los motores del vínculo y progreso de las sociedades, gracias a los nuevos y más
accesibles medios de transporte, producción y comunicación.
También, y quizás como la otra cara de la moneda, es en este momento histórico en el que el
surgimiento de una clase obrera conocida como proletariado se conforma, a partir de la
disminución de actividades agrarias o artesanales. La dinámica de esta revolución productiva
llevó al exceso de horas de trabajo bajo condiciones insalubres y la consecuente carrera por la
dignificación de los trabajadores, de la mano de la sindicalización y reglamentación de
relaciones laborales. Hito de esta secuencia es la famosa protesta de obreros en USA que
desencadenó en el fenómeno de los mártires de Chicago el 1 de mayo de 1886, origen del Día
Mundial del Trabajador.
El siglo 20 comenzó bajo una dinámica de innovación y progreso muy marcada. La combinación
de nuevos conocimientos y tecnologías propias de la segunda Revolución estaban en plena
maduración, con nuevas regiones del mundo cada vez más integradas a las corrientes de
creación de valor y comercio internacional y una constante proliferación de nuevos
establecimientos industriales bajo el mantra de la fabricación seriada y masiva.
De esta forma, llegaron la Primera Guerra Mundial, la crisis económica mundial del 1929, la
terrible Segunda Guerra Mundial bajo la emergencia del nazismo. Es a partir de los años 50, en
pleno proceso de recuperación mundial posguerra, que comienza a organizarse la confluencia
de avances científicos y tecnológicos que darán origen a lo que se conoce como la tercera de
las revoluciones industriales.
Esta revolución industrial de la segunda mitad del siglo 20 es la que puede considerarse como
la Revolución científico tecnológica propiamente dicha, dado que la fusión entre líneas y
exploraciones propias del campo de la ciencia y el diseño y creación de artefactos y sistemas
tecnológicos nunca había sido tan estrecha ni multifacética como en esta ocasión.
Pero será sobre todo la aparición de Internet el eslabón que consolide este proceso y lleve a
esta sociedad del conocimiento e información a su máxima expresión. Imprenta, telégrafos,
teléfonos, radio, televisión, satélites y todas las tecnologías que se fueron desarrollando para
facilitar nuestras comunicaciones e interacciones, esperaban por algo de capacidad ubicua,
transparente y descentralizada, como la tecnología de Internet. Nuevamente la ciencia, a
través de varios expertos del MIT y de una Agencia Gubernamental del área de Defensa de
USA (DARPA), fueron quienes comenzaron a producir conocimiento vinculado a redes de
computadoras y protocolos de información vía paquetes transmisibles. Y es en 1969,
justamente el año en el que el Hombre llega a la Luna, que a través del Plan Arpanet,
financiado por dicha Agencia pública, se logran conectar varios nodos informatizados para
enviar y recibir información en red.
A partir de semejante hito, se desata una persistente secuencia de avances para llegar a la
Internet que hoy conocemos: elaboración de protocolos para extender esa vía de
comunicación (TCP-IP), desarrollo de la metodología del correo electrónico (en 1972 se envía
el primer e-mail), desarrollo de la red de arquitectura abierta (base técnica de Internet como
red de redes), sistema operativo Unix, etc. Para 1985, Arpanet ya era una red de comunicación
e intercambio entre expertos del mundo de la ciencia, la academia y el Gobierno. Se crean
organismos para la gobernanza inicial de este sistema de carácter abierto y expansivo que se
estaba configurando. Finalmente, llegó la World Wide Web (WWW) como la plataforma para
poder mostrar en pantallas los contenidos en red y un nuevo protocolo para hacerlo viable a
través del concepto del “Hipertexto” (http). Así, es en 1991 cuando Internet se convierte en el
medio abierto a la comunidad y en 1993 con el primer programa de software (navegador) para
hacer fácil su uso (Mosaic), la evolución fue imparable y exponencial.
En esta nueva era signada por la computación, Siemens intentó ingresar en el negocio de los
semiconductores, fundamentales para el éxito de la informática a partir de las propiedades del
silicio. Pero la dinámica exponencial de ese negocio y la potencia de los competidores que lo
dominaban, le impidieron dar pasos sólidos y exitosos en el segmento. Es así como en 1958
nace Simatic, que puede considerarse una de las primeras tecnologías en gestionar la lógica de
conexión y almacenamiento de información entre dispositivos de un proceso industrial.
Simatic es el verdadero antecedente de la “fábrica digital” que será el corazón de la cuarta
Revolución Industrial. Le permitió a la compañía dar un paso adelante en su misión de resolver
problemas reales a través de la tecnología.
Según Schwab (2016), esta revolución adquiere una naturaleza distinta a las anteriores,
básicamente por las siguientes razones:
Siguiendo a Klaus Schwab (2016), hay tres grandes grupos de impulsores del creciente
conjunto de tecnologías que se desarrollan, interrelacionan e integran en el marco de esta
revolución industrial:
Por su parte, la tecnología de realidad aumentada cobra valor de forma creciente porque es a
partir de nuestras realidades físicas en las que la tecnología puede agregar capas de
información y contenido virtual que la enriquecen y complementan a través de pantallas y
artefactos especializados cada día más accesibles.
Computación cuántica:
En esta cuarta revolución industrial, los avances en materia de energías alternativas, como
solar, eólica, bioenergía, etc., son enormes y están configurando un nuevo estándar en el que
familias e industrias pueden participar de una red de energía, consumiendo y aportando,
según las prioridades y capacidades de cada uno.
Proveedores como Amazon, Google, Microsoft y otros alojan toda nuestra información y set de
sistemas que usamos para funcionar con costos decrecientes. De la mano de ello, los sistemas
se desarrollan con diversos lenguajes y tecnologías, pero con criterios estandarizados para que
cada usuario tenga libertad en integrarlos unos con otros, armando sistemas de tecnologías
diversas y en función de las necesidades de cada uno. Estamos hablando de las famosas APIs
(Aplication programming interfases), que se han convertido en un verdadero estándar del
desarrollo de software de buena calidad y fuente de expansión sin límites de la penetración de
aplicaciones de software para distintas necesidades.
En esta cuarta revolución industrial, el protocolo 5G aparece como la realización del potencial
de máxima ubicuidad que Internet conlleva desde su nacimiento, incluyendo también a los
nuevos protagonistas de la red: los artefactos que todo el tiempo aportan información
conectados a través del IoT.
Tecnologías de movilidad:
Esta cuarta revolución también incluye nuevas tecnologías capaces de dar respuesta a estas
nuevas necesidades de trasladarse en ámbitos urbanos, trascendiendo un legado de la
revolución anterior: el patrón autocentrista en la movilidad urbana.
El impacto de la Cuarta revolución en el mundo actual
1. Negocios
No hay sectores inmunes al cambio tecnológico y si bien hay muchas maneras y estilos de
incorporar tecnologías, no es una opción no hacerlo, si las empresas quieren seguir siendo
competitivas en los mercados. Y más aún, el verdadero incentivo es hacerlo repensando el
negocio en su integralidad, con foco en el valor agregado que es posible construir para los
clientes en el mercado de la sociedad digitalizada. Es decir, no se trata de comprar tecnología,
sino de diseñar cómo se transforman los procesos de negocios a partir de disponer de dichas
tecnologías. Mientras las empresas establecidas están embarcadas en los llamados procesos
de “transformación digital” e Industria 4.0, las nuevas empresas que nacen digitales tienen la
absoluta libertad y agilidad para diseñar sus operaciones de forma compatible con los
paradigmas y posibilidades de esta revolución. Pensemos en Uber, Airbnb, Apple, Facebook,
Tesla, Amazon, Mercado Libre, Zipcar y tantas otras compañías que nacieron en este tiempo y
pudieron organizar su arquitectura de negocios basados en la agilidad, la integración de los
sistemas, la extrema usabilidad para los clientes a través de artefactos móviles, la capacidad de
funcionar con menor dotación de activos pesados y más alianzas y redes y la omnicanalidad
para promocionar y vender sus productos y servicios a mercados globales. Claramente, en este
tipo de compañías (ya sean nativas o transformadas), la cuestión digital deja de ser un insumo
más de la cadena de valor para funcionar de forma eficiente y pasa a ser un componente
central del modelo de negocios y la propuesta de valor que una empresa define para
encontrarse con el mercado en estos nuevos tiempos.
2. Trabajo / empleos
Intentando ser ecuánimes, podemos decir que gran parte del impacto en este campo tendrá
que ver con la capacidad de gestión que cada sociedad tenga para reorganizar el mundo del
trabajo con semejante aportación de la tecnología, y de la eficacia con que cada una logre
afrontar la transición desde el paradigma anterior al actual. Suele suceder que la penetración
de los nuevos artefactos y sistemas avanzan a pasos firmes, mientras que la preparación de las
empresas y la gente para adoptarlos y apropiarse de ellos corre mucho más lentamente. Más
tecnología implica más necesidad de tareas humanas para trabajar con ellas, configurándolas,
programándolas, manteniéndolas, entrenándolas, aprovechándolas.
3. Política/ instituciones
En ese marco, nuestras actividades y vocaciones suelen ser más efímeras, invitadas al cambio
por la velocidad de las comunicaciones y la cantidad de innovaciones que aparecen frente a
nosotros. Y de la mano de ese cambio incesante, la educación deja de ser un proceso con
principio y fin estandarizado para todos, asumiendo la condición de actividad permanente, a lo
largo de la vida, como gran herramienta humana para seguir la velocidad de los cambios
incorporando las habilidades que se requieran en cada momento y hagan sentido con las
aspiraciones e inclinaciones de cada uno.
Pero para llegar a esta capacidad de gestionar los datos masivamente, la disciplina de la
inteligencia artificial viene transitando un largo camino. John McCarthy, un profesor de
matemáticas en el Dartmouth College de USA, tuvo la audacia de proponer que todos los
aspectos del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia podían describirse en
principio con tanta precisión como para diseñar máquinas capaces de simularlos. Ya estaba en
marcha el campo científico enfocado en detectar patrones y modalidades para emular la
inteligencia humana utilizando tecnologías.
Andrew Moore "La inteligencia artificial es la ciencia y la ingeniería para hacer que las
computadoras se comporten de una manera que, hasta hace poco, creíamos que era solo
posible para la inteligencia humana" (2017) .De allí su riqueza y constante evolución, pues se
trata nada más y nada menos de utilizar tecnologías para emular capacidades humanas, a
medida que la ciencia (especialmente las neurociencias) nos permite entender más y mejor
sobre el siempre enigmático campo de la inteligencia humana.
Ejemplos de éxito
Asistentes virtuales:
Traducción:
La traducción virtual ofrece cada vez más una solución ágil y accesible para todo tipo de
contenidos que necesitamos
Reconocimiento facial:
Medicina:
Una buena clasificación es la que estipula que pueden utilizarse dispositivos de IA para:
Para desarrollar estas aptitudes de forma evolutiva, se requiere que la IA tenga capacidad de
aprender de la experiencia con el uso de los datos y de ir adaptando sus modelos y algoritmos,
en base a las evidencias que se van logrando en la realidad. Es aquí donde aparece un
concepto que lleva la IA a ese potencial superior: el aprendizaje automático o machine
learning.
Las máquinas ya no se limitan a procesar los datos en función de las reglas que el equipo
humano encargado definió previamente en el algoritmo original. Las máquinas ofrecen
modelos científicos que son entrenados con porciones de datos y, cuando están afinados con
lo que efectivamente sucede en la realidad, están en condiciones ya de ejecutar su propio
comportamiento a partir de las interacciones con la realidad. Es decir, un sistema de IA para el
proceso comercial de una empresa reúne todos los datos y prueba un modelo de reglas con
muestras de sus operaciones comerciales. Eso genera sucesivos aprendizajes que van afinando
el algoritmo hasta alcanzar una excelente capacidad de predicción.
Por otra parte, el aprendizaje profundo o Deep Learning es un subconjunto del aprendizaje
automático y se ha vuelto popular en el último tiempo. Representa grandes ventajas en el
procesamiento de datos no estructurados, como imágenes, video, audio y documentos de
texto. Los avances en el aprendizaje profundo han llevado a la IA a muchos dominios
complicados y críticos, como la medicina, los autos sin conductor y la educación.
En consecuencia, con Machine y Deep Learning, los modelos de IA se liberan de sus diseños
originales para adquirir nuevos formatos con el aprendizaje de la experiencia propia de
ponerlos en funcionamiento. Por ello, muchas veces a los mismos expertos que los crearon les
cuesta explicar las decisiones y el funcionamiento interno de un algoritmo, luego de que ha
pasado por varias ruedas de aprendizaje interactuando de forma automática con los datos
reales en cualquier campo. Esto es lo que motiva a muchos analistas o expertos a poner el foco
en alertas acerca de la evolución de sistemas de IA que aprenden solos y no parecen tener
límites.
En el océano de innovaciones que conlleva esta Cuarta revolución industrial, solemos perder
de vista el poder disruptivo que tiene alcanzar el estándar de que las máquinas puedan tener
autonomía para aprender solas. Lo que antes requería de imaginar todas las reglas posibles
para luego programar los sistemas, ahora requiere grandes volúmenes de datos, mucho uso y
las tecnologías de aprendizaje propias del machine learning para que las máquinas puedan
adaptar su comportamiento a las realidades y no dependan del poder de abstracción de
quienes las programan.
Siempre son el Management (capacidad de gestión) y la ética (valores y fines) los elementos
que podrán garantizar que esta edad aumentada en la que estamos y que cada día se
profundiza sea realmente un enorme salto adelante para la Humanidad toda. Podremos hacer
un mundo mejor solo gerenciando la tecnología, sabiendo que la necesitamos y que genera
beneficios, pero pensando que es nuestra responsabilidad, en el marco de las instituciones
nacionales y globales, establecer cuáles son sus límites y cuáles son las palancas para
suspenderla o apagarla si es necesario para preservar personas y sociedades. Y solo con la guía
de marcos o códigos éticos explícitos y debidamente acordados a nivel de empresas, países y
globalmente, podremos aspirar a que irradie en todos los espacios de desarrollo y gestión de la
tecnología un espíritu humanista que nos evite grandes problemas y conflictos con semejante
capital que hemos sido capaces de crear.
En la era de la IA, el debate sobre nuestros derechos y responsabilidades frente a este torrente
de nueva tecnología, se ha actualizado y requiere de abordajes más efectivos. Derechos bajo la
consigna de que siempre las máquinas trabajen para nuestro bienestar, a través de
regulaciones gubernamentales, acuerdos sociales y códigos de ética de las empresas
vinculadas a la tecnología. Responsabilidades para aceptar que la nueva era de
complementariedad entre máquinas avanzadas y personas solo será posible si expandimos las
competencias humanas vinculadas a la empatía y las habilidades blandas, la apropiación y uso
de las tecnologías y la asimilación con entusiasmo del espacio de creatividad e innovación que
tenemos delante de nosotros
Cynthia Breazeal, del laboratorio de medios del MIT, aporta un conjunto de principios que
podrían guiar la IA bajo un enfoque humanista:
La IA debe estar para ayudar a la humanidad: incluso con máquinas cada vez más
autónomas, debemos respetar siempre la autonomía humana. Los robots y
dispositivos de automatización pueden tomar los trabajos más feos, sucios y peligrosos
que hace siglos hacen los humanos, pero siempre habilitando nuevas tareas humanas
en danza con las tecnologías.
La IA debe ser transparente: las reglas que permiten que la IA funcionen deben ser
conocidas por todos los usuarios. Maquinas inteligentes, pero también inteligibles. La
tecnología sabrá mucho sobre nosotros y sugerirá cursos de acción a partir de nuestra
información. Nosotros debemos saber cómo operan para actuar y reclamar si alteran o
manipulan la realidad.
La IA debe maximizar su eficacia sin destruir la dignidad de la gente: la diversidad
humana no debe verse afectada por la automatización y los sistemas inteligentes. La IA
debe protegernos contra sesgos y prejuicios humanos, nunca reproducirlos. Y las
empresas de tecnología, expertas en crear máquinas inteligentes, no deben erigirse en
dictadoras de valores y virtudes del futuro, como si fueran palabra santa.
La IA debe estar diseñada para una privacidad inteligente: solo con el debido respeto y
resguardo de la información personal de las personas podremos edificar la confianza
generalizada para operar con estos sistemas inteligentes a gran escala.
La IA debe contar con un medio algorítmico de rendición de cuentas: los seres
humanos, como ya dijimos, debemos conservar el poder de suspender o apagar los
sistemas inteligentes, si la evidencia demuestra que están infringiendo más daños que
beneficios.
MÓDULO 2
Creación de valor
Suele reconocerse que cuando hay algún tipo de producción de bien o de servicio que alguien
quiere y necesita, siempre se produce creación de valor, siempre que una manifestación del
trabajo humano, soportado por capital y tecnologías, es aceptada y demandada por alguien
que lo ve útil y necesario, existe creación de valor.
Hay creación de valor cuando un proceso combina elementos y recursos, y los mismos logran
un resultado tangible (una bicicleta eléctrica, por ejemplo) o intangible (una nueva
metodología para formar personas para los nuevos trabajos basados en aplicación de
tecnologías, por ejemplo) que resuelve necesidades reales y no en ámbito de las
especulaciones y análisis abstractos.
El problema emerge cuando en una economía son más fuertes los procesos de extracción de
valor que los de creación. O al menos cuando los primeros logran equiparar a los segundos.
Específicamente, el problema se enfoca en el sector financiero y la diversidad de instrumentos
que han creado para que las personas arriesguen y obtengan rentas, las finanzas a través de
los bancos y otros actores propios del sistema son puramente propios del segmento de la
extracción de valor y no del enorme esfuerzo por crearlo.
Las actividades de especulación financiera, que se fueron multiplicando en los últimos años a
raíz de la invención de nuevos instrumentos y derivados financieros, extraen valor a partir del
capital invertido y suelen generar desincentivos para la producción de bienes y servicios.
- qué producir
- cómo producir
- para quien producir
Con mayor o menor regulación o intervención del Estado, los mercados siempre invitan a los
agentes económicos a participar con sus decisiones y estrategias con efecto de resolver estas
tres cuestiones mencionadas, con la natural inclinación de maximizar sus propios beneficios.
Esta tendencia a bajar y eliminar fricciones responde a un ideal muy promovido en la teoría
económica como son los mercados perfectos en los que los precios de equilibrios surgen
claramente de la libre y fluida interacción entre oferentes y demandantes, es decir, la
influencia de alguno de los actores de estos mercados o bien de regulaciones y factores de otra
índole son mínimos y el equilibrio es naturalmente logrado: los oferentes producen las
cantidades demandadas y de allí surgen los precios sin mayor fricción.
En general, en nuestra vida cotidiana vemos mercados que oscilan entre los extremos del
monopolio y la competencia perfecta, dado que es muy difícil que estas configuraciones puras
se puedan dar en la realidad. La realidad de los mercados puede entonces leerse como un
continuo de opciones entre las formas más cercanas a configuraciones monopólicas y las más
alineadas con criterios de libre competencia
Los procesos de creación de valor y el funcionamiento de los mercados que hemos tratado
anteriormente, tan vitales para el funcionamiento de la economía, necesitan desenvolverse en
el marco de un sistema de reglas e incentivos aptos para ello. Este sistema se conoce como el
capitalismo, cuyos orígenes hay que buscarlos en Europa del Siglo XIII.
Los años de rápida expansión del bienestar global después de la Segunda Guerra Mundial, la
caída del muro de Berlín en 1989 que puso fin al sistema comunista y la progresiva entrada de
China a la lógica de los mercados consolidada por su ingreso en la Organización Mundial de
Comercio (OMC) en 2001, constituyen hitos significativos de esta expansión capitalista a escala
mundial.
Pues bien, ¿de qué se trata este extremo al que Dalio hace referencia? Básicamente, al
componente rentista del capitalismo que tiene que ver con la multiplicación del dinero a través
de la sofisticación de los instrumentos financieros y que genera enormes movimientos de
capital en beneficio de quienes pueden y saben aprovecharlo en desmedro de mayorías
excluidas de dichos procesos. Todo ello quedó especialmente de manifiesto en la última crisis
financiera mundial del año 2008 a partir del crack del mercado de hipotecas norteamericano y
la caída de la mítica entidad Lehman Brothers.
Los mecanismos para producir más dinero a partir de grandes sumas existentes que, en lugar
de estar invertidas en procesos de creación de valor, están puestas en derivados financieros
para luego extraer el valor y acumular rentas, pueden socavar las bases mismas del capitalismo
que hemos visto anteriormente. Por ello, el mundo debate hoy cómo introducir mejoras al
capitalismo, poner el foco en su versión más progresista y regular de maneras nuevas su
arrolladora fuerza rentista que tiene ya dimensiones globales (paraísos fiscales, flujos de
dinero e inversiones, etc.)
En este fallo se esconde el origen del problema de las nuevas desigualdades que veremos más
adelante pero que, como dice Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank y los
microcréditos: el dinero termina fluyendo hacia quien más lo tiene y no a quien más lo
necesita y premiando más a los capturadores de rentas que a los creadores de riquezas.
Generar correctivos en este proceso sin afectar el espíritu de inversión y meritocracia que
supone el capitalismo, es el gran desafío del momento y el centro de un verdadero
movimiento global de transformación y mejora del capitalismo en plena vigencia actualmente.
Fue originalmente introducida por el sociólogo Werner Sombart, pero Schumpeter fue quien
fortaleció y popularizó el concepto en su legendario libro “Capitalismo, Socialismo y
Democracia” de 1942. En una economía de mercado, según el autor, es natural que algunas
empresas o negocios ingresen en zona de quiebra al no poder responder de forma eficiente a
los cambios en las demandas y los mercados. Justamente, en esas asimetrías de mercado es en
las que aparecen las oportunidades para el diseño de nuevas soluciones, productos y servicios.
Es muy difícil que una empresa con operaciones y procesos organizados pueda reconvertirse
para capturar rápidamente las nuevas oportunidades. Por ello, es natural aceptar e incluso es
necesario promover el proceso por el cual nuevas empresas capturan los recursos o factores
de producción liberados por las que cierran para poner en marcha nuevos negocios en
condiciones de acertar en las cambiantes aguas de los mercados y generar ganancias a sus
protagonistas. Por ello, Schumpeter (1942) consideró a la destrucción creativa como la esencia
misma del sistema capitalista.
Hay en el análisis del autor un trasfondo vinculado a los ciclos económicos de las economías de
mercado: en los momentos de expansión y alto consumo, las empresas existentes suelen
atravesar procesos de distensión que se traducen habitualmente en menores eficiencias de
producción y distribución. En otros términos, las empresas suelen engordar sus operaciones,
gastar de más y reducir la tensión que supone la productividad y los resultados. Cuando el ciclo
cambia y llegan los eventos de recesión, muchas empresas no pueden acomodar sus
operaciones, se endeudan, pierden la conexión con el mercado y cierran. Siempre aparecen
nuevos emprendimientos y negocios que interpretan con energía y eficacia las demandas del
mercado y pueden iniciar el ciclo virtuoso de satisfacerlas. Así funciona la destrucción creativa
schumpeteriana.
Mientras algunas compañías y modelos de negocios van perdiendo ventas y rentabilidad, otras
comienzan a explorar con innovaciones que van consiguiendo los primeros clientes (early
adopters) hasta poder organizarse como empresas y entrar en un espiral de crecimiento que, a
veces, puede adquirir un nivel exponencial.
1997 Clayton Christensen lanzó su libro “El Dilema del Innovador” , las empresas establecidas,
más allá de los ciclos de la economía, siempre tienen una dificultad mayor para emprender las
innovaciones que el mercado demanda frente a la capacidad audaz y disruptiva de las
compañías más pequeñas y de reciente creación, cuando estas empresas logran producir
disrupciones en un mercado (cambios radicales), sucede el dilema del innovador: la empresa
establecida que se ve amenazada de repente se plantea si lo conveniente es resistir, proteger y
reforzar sus productos y servicios o lanzarse a construir lo nuevo y riesgoso con todas sus
energías y recursos.
El momento adecuado para romper un modelo de negocios que ya dio sus máximos beneficios
y lanzarse a crear el nuevo, que deberá pasar por etapas de alto riesgo, es la clave que el
management tradicional no suele ser capaz de resolver exitosamente.
El término emprendedor viene del francés entrepreneur y fue utilizado por primera vez por el
economista francés Richard Cantillon en 1775 para definir a esas personas que desarrollaban o
compraban artesanalmente algún producto para luego venderlo a precios mayores. Otro
francés, Jean–Baptiste Say, elevó un poco la calificación de entrepreneurs a inicios del siglo XIX
al definirlos como esas personas que son capaces de desplazar recursos de actividades con
baja actividad a otras que prometen mayores oportunidades de productividad y rentabilidad,
es decir, el emprendedor deja de ser solo un comerciante con habilidades para ser un
visionario que desarrolla actividades con mejores proyecciones.
Peter Drucker vinculó el concepto del emprendedor a la condición de que exista innovación, es
decir, sería emprendedor aquel que pone en marcha un nuevo negocio que pueda demostrar
hacer algo distinto a lo establecido, a lo que las actuales empresas ya ofrecen en un sector
determinado.
Hay evento emprendedor cada vez que se produce ese encaje entre problema (o necesidad)
de alguien y la solución que se crea para capturar dicha oportunidad. No hay propuesta de
solución (producto o servicio) sin capacidad de identificar e interpretar un problema que
alguien necesita resolver pagando, Y no hay necesidades o problemas que no puedan ser
cubiertas con alguna creación de producto o servicio que emprendedores y sus equipos son
capaces de crear
Jeffrey Timmons (2007). Según este modelo, el emprendedor es alguien que logra resolver con
éxito tres grandes cuestiones que, combinadas, conforman un nuevo emprendimiento:
En general, entonces, los emprendedores son personas comunes con alto estándar de
sensibilidad para percibir esas problemáticas basadas en necesidades de las personas y las
convierten en oportunidades al reunir recursos y, especialmente, un equipo que permita poner
en marcha un intento viable de solución
Antes de 2009 los emprendedores usaban matrices del management tradicional de empresas
ya establecidas, en ese año Alex Osterwalder creó el Business Models Canvas, una herramienta
visual e interactiva que permite hacer más accesible, grupal y evolutivo el proceso de diseñar y
poner en marcha un nuevo negocio o proyecto: consta de 9 variables:
1. socios clave
2. actividades
3. propuesta de valor
4. relación con clientes
5. segmentos de clientes
6. recursos clave
7. canales
8. estructura de costos
9. fuentes de ingreso
En 2011 Eric Ries con el famoso método denominado “Lean Startup” pudimos tener, por
primera vez, un abordaje sistemático y metódico para que el proceso de poner en marcha un
negocio comenzara a estar más basado en la evidencia que en la intuición, lo que baja
enormemente los riesgos de muerte progresiva de un nuevo negocio. Eric Ries puso en claro
que una startup es una organización diseñada para crear nuevos productos y servicios bajo
condiciones de extrema incertidumbre y, una vez que los crea y los valida en el mercado, pasa
a ser una empresa. Fue categórico en afirmar que el emprendimiento requiere un tipo de
management especialmente pensado para el proceso de creación de un nuevo negocio; y la
metodología Lean Startup fue la solución. Son 5 principios:
Se trata del concepto de Producto Mínimo Viable (MPV), a partir del cual el proceso de
validación y encaje con el mercado puede suceder de la manera ágil y económica que supone
el Lean Startup. Eric Ries logra con este concepto una clara evolución de lo que habitualmente
se conocía como “prototipo”, es decir, una representación temprana del aspecto que tendrá
una oferta. ¿Qué es entonces un MPV? Se trata de “aquella versión del producto que permite
dar una vuelta entera al circuito de crear, medir y aprender con un mínimo de esfuerzo y el
mínimo tiempo de desarrollo”
Cualquier mecanismo temprano que refleje las características del producto o servicio
imaginado de manera fidedigna, aunque precaria aún, con el menor costo posible reúne las
condiciones para ser un MPV y habilitar el circuito de aprendizaje que requiere una startup. De
la mano de este concepto tenemos al “pivote”, que simboliza el cambio que se decide hacer
cuando se advierte que el producto o servicio, ya probado a través de un MPV, no se adapta
bien a las necesidades del consumidor según el aprendizaje validado en el mercado por el
equipo emprendedor. Así, pivotar es lo contrario a perseverar y es el símbolo de la dinámica de
una startup como organización temporal y flexible que busca acertar en el mercado.
Chris Anderson, encontró un término para reflejar la economía digital que se estaba
configurando a partir de la expansión de internet y la rápida proliferación de novedades
tecnológicas complementarias. Ese término fue “Long Tail” básicamente representa una
economía en la que comienza a ser más factible que negocios destinados a nichos específicos
de mercado puedan florecer y ser rentables globalmente. Gracias a Internet y las tecnologías
complementarias, los mercados son composiciones de miles de nichos pequeños pero con
capacidad de convertirse en globales.
Si bien esta economía del Long Tail simboliza en gran medida la proliferación de productos y
servicios digitales puros, es decir, en bits y no en átomos no tiene aplicación exclusiva para
ellos. En empresas con productos o servicios que aún siguen siendo físicos, basados en
átomos, la digitalización en red ha favorecido una fuerte reducción de costes y ha expandido
las posibilidades de promoción y distribución de manera tal que también gozan de la llegada
rentable a nichos del mercado dispersos por el mundo.
Es en esta economía digital que los datos adquieren la categoría de capital fundamental de los
procesos productivos y de servicios. Cualquier empresa u organización puede y debe tener una
estrategia de datos para competir y subsistir en la economía digital. Todos los puntos de
contacto con prospectos y clientes tienen el potencial de generar datos que debidamente
definidos, almacenados y relacionados son cada día más determinantes para la capacidad de
acertar con las propuestas de valor que se diseñan con destino a distintos segmentos de
mercado.
Dos grandes problemas se abren bajo este paradigma de los datos. En primer lugar, la cuestión
de la privacidad: el mundo discute hoy cuál es el límite que la capacidad de generar y capturar
datos puede y debe tener para no eliminar la privacidad de las personas.
Por otro lado, la cuestión de la propiedad de los datos: Las empresas y las redes sociales toman
la información que les damos y construyen planes y modelos de negocios capaces de
usufructuarlos, es decir, de convertirlos en renta a partir de los productos y servicios que
comercializan basados en los datos que los usuarios aportamos sin cargo. Actualmente existen
propuestas de políticas y regulaciones para entregar a los usuarios el poder de sus datos y
recibir pagos o dividendos por los mismos, lo cual genera airados debates y fuertes dificultades
de instrumentación.
En este contexto, lo más preocupante tiene que ver con una derivación de la extrema
capacidad de manejar datos de millones de personas por parte de algunas grandes empresas
propias de la economía digital y que llegan a socavar las bases mismas de la economía del Long
Tail (democratización y diversidad). El símbolo de esta problemática está reflejado en las siglas
GAFA, que hacen alusión a las cuatro grandes corporaciones que lideran la avanzada era de la
digitalización, que son Google, Amazon, Facebook y Apple.
Si la economía digital se expresa en un modelo de nichos dispersos que permiten ser atendidos
por empresas ágiles y eficientes de cualquier parte del mundo, si el acceso de consumidores a
mirar, comparar y comprar se ha multiplicado de forma exponencial, si los datos son los que
mandan y hoy pueden gestionarse de forma inteligente porque disponemos las tecnologías
para ello y si las empresas nativas de la era digital, entre ellas las que operan con modelos
exponenciales de plataformas, son una realidad que define mucho el funcionamiento de la
economía y las empresas de nuestro tiempo, estamos ante un cambio empresarial de grandes
proporciones y no hay empresas inmunes a ello.
El elemento más presente en los desafíos del management actual es lo que se conoce como
“transformación digital” de las empresas, es un cambio en la concepción de los negocios, el
mindset (mentalidad) de los managers y la cultura de los equipos que conforman una empresa,
es decir, tiene que ver con una nueva manera de funcionar hacia adentro y hacia fuera de las
empresas a partir del impacto y los incentivos de la revolución digital.
‘Empresas Biónicas’ creado por el Boston Consulting Group (BCG): El concepto de biónicas
refleja muy bien el epicentro de la economía digital y la consecuente transformación que se
pide a las empresas; es la biología (la humanidad) la que puede y debe ser potenciada por la
electrónica y la tecnología en general para generar adaptación al entorno y mejores
resultados.
Habilitadores tecnológicos:
Habilitadores humanos:
C- Talento digital:
Todo indica que las tecnologías harán las tareas más repetitivas de las empresas. Por
ello, los humanos necesitaremos cada vez más desarrollar capacidades personales,
interpersonales y digitales para operar en sistemas basados en tecnologías. Desarrollar
ese talento expandido es vital para la transformación digital.
D- Organización y cultura dinámica y flexible:
Se apunta a un funcionamiento más de afín a las plataformas que a los organigramas,
con procesos ágiles (Metodología Agile) en toda la organización y liderazgos más
transversales y conversacionales.
Según el enfoque BCG el trabajo de los 4 habilitadores permite lograr avances en
transformación digital y lograr:
Nuevas economías
Buena parte del éxito del capitalismo fue llevarnos a instancias de abundancia en muchas
categorías de bienes y servicios, pero con una creciente inequidad en el acceso a los mismos
por parte de distintas personas y países y con una tremenda carga para el equilibrio del medio
ambiente del planeta.
Tanto fue el éxito y la abundancia que comenzó a fluir que una lógica del crecimiento como
mantra absoluto se apoderó de nuestras reflexiones, aspiraciones y modelos. Es el crecimiento
constante de la economía y las empresas lo que explica el éxito en la gestión. Si no se crece lo
suficiente es porque el sistema está fallando y hay que acelerar y destrabar. Conflictos sociales,
diferencias culturales, cambios tecnológicos, etc., todo tiene su entidad pero siempre bajo la
lógica del crecimiento, en general expresado en las mediciones del Producto Bruto Interno
(PBI) a nivel país. En este marco, Margaret Thatcher, ex Primer Ministra de Gran Bretaña, entre
1979 y 1991 llegó a simbolizar cabalmente esta lógica con su legendario concepto de que no
existía tal cosa como sociedad, sino que existían individuos que persiguen sus fines y funcionan
en libertad.
Tres grandes problemas están asociados a esta lógica del crecimiento llevada al extremo:
Siempre se recuerda que el famoso economista Milton Friedman (1970), exponente central del
liberalismo económico, fue enfático en defender que había una sola responsabilidad social
para un negocio y es la de usar sus recursos para las actividades que incrementen sus
ganancias, dentro de las reglas de libre competencia, sin fraudes ni engaños. Esto quiere decir
que, para Friedman, no hay espacio para pensar en otra cosa que no sea el histórico core de
las empresas: ganar dinero. Ese es el valor central para mejorar el mundo, dado que ello
genera impuestos, trabajo y reinversión de utilidades.
Se trata de las llamadas “empresas sociales” que llevan este planteo de la sustentabilidad al
extremo de proponer un funcionamiento como empresa, pero sin estar movidas por la
rentabilidad, Yunus entiende que es imposible que los países puedan vencer las crecientes
desigualdades sociales con programas públicos de apoyo o redistribución. Por más eficaces y
transparentes que sean, nunca alcanzarán, y la evidencia indica que siempre hay intereses,
obstáculos y limitaciones presupuestarias para llevarlos a la escala que se necesita para vencer
la pobreza. Por ello es que hacen falta millones de empresas sociales que resuelvan problemas
y generen empleo.
Yunus define a las empresas sociales como compañías sin dividendos dedicadas a solucionar
problemas humanos. ¿Es posible hablar de empresa sin dividendos? Yunis cree que sí, dado
que la capacidad central de una empresa es organizar el talento humano para resolver
problemas de forma eficiente percibiendo ingresos por ello. La rentabilidad puede o no estar si
los costos cierran y de acuerdo al propósito de cada empresa, es decir, para el líder asiático no
hay un solo tipo de empresas y la clave para superar los problemas del mundo es expandir la
generación de empresas sociales.
¿Pueden las empresas sociales ser mucho más que una expresión de deseos o realidades solo
aplicadas a casos muy especiales?
Hay dos enormes fuerzas propulsoras de las empresas, nuevas o reconvertidas, con propósitos
declarados de triple impacto: la nueva generación de emprendedores mucho más sensibles
con los problemas humanos y ambientales, y la creciente conciencia de los consumidores que
impacta en sus comportamientos cotidianos y amplifica de forma sostenida el mercado para
las empresas de triple impacto. Estamos asistiendo a un aluvión de sentido capaz de darle al
capitalismo un aporte sustancial para su supervivencia y elevación. Se comienza a conocer
como el cuarto sector, que viene a sumarse a la acción de actores privados (empresas con
lucro), públicos (gobiernos) y sociales (organizaciones comunitarias de todo tipo).
En este marco algunos de los modelos de empresas enfocados en las nuevas economías que
más presencia están logrando en el mundo son: