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Las Adicciones

Sus fundamentos clínicos Hector Lopez Editorial Lazos

V. Sobre los fundamentos y los mecanismos específicos de las adicciones

En el marco del psicoanálisis hay autores que oscilan entre establecer una ligazón entre
la intoxicación química y la irrupción de satisfacciones primarias, y otra mas elaborada
que considera a las adicciones como recursos defensivos del sujeto, en el plano del Edipo
y la castración.

Freud en malestar en la cultura no puede ser mas claro, dice allí que ante la insatisfacción
propia del estado de cultura, el hombre puede tomar dos caminos: empeñarse a buscar
vanamente la felicidad, o recurrir a ciertos “subterfugios” para paliar el malestar. Para
Freud la intoxicación no provoca felicidad, ni siquiera pasajera, sino apenas la usencia de
dolor psíquico. Desde el punto de vista económico, se relaciona con fines del principio de
placer en cuanto a la reducción de las tensiones, que con una improbable experiencia de
goce, liberado de la represión.

El fin de la vida para los hombres? Aspiran a la felicidad, o por via negativa, evitar el dolor
y el displacer, o por via positiva experimentar intensas sensaciones placenteras.

Dice Freud “los mas interesantes preventivos del sufrimiento son los que tratan de influir
sobre nuestro propio organismo…el mas crudo pero mas efectivo de los métodos
destinados a producir tal evitacion es el químico: la intoxicación”

Espejismo del goce (C. Calligaris), la supuesta inmersión intrasmisible en lo real del goce,
se reduce a una fantasia habitual del adicto. La dificultad para el establecimiento de la
transferencia, se funda precisamente en la convicción del sujeto adicto de que el analista
nada sabe de la experiencia de la droga que él si conoce, y por lo tanto ¿Cómo reconocer
al sujeto supuesto saber en el analista si el que sabe de ese goce es él? Si el propio
analista avala esta falacia suponiéndole al adicto una experiencia particular de goce,
poene en juego su propia resistencia como obstáculo a la transeferncia.

El estudio de toda adicción requiere de una teoría sobre el goce, pero no implica que la
intoxicación pueda concebirse como un acceso a la experiencia inmediata del goce. El
psicoanálisis nos ha enseñado, a partir de Lacan, que la presencia del goce, cuando el
muro del lenguiaje tiende a derrumbarse, esta muy lejos de lo placentero, y que mas bien
confina con el dolor. Debemos orientarnos hacia el dolor, si queremos saber de que goce
se trata en toxicomanías.

Cuando el analista cree que el adicto goza de la droga, se conduce como el neurótico
cuando supone que el perverso goza libremente del objeto que para el esta vedado. Sigue
desconociendo la irreductible articulación goce-mandato superyoico. Por otra parte, esa
creencia en el goce conduce inevitablemnte a la impotencia del analista, y determina la
dirección que imprimirá en la cura. ¿Cómo hacer que alguien abandone mansamente su
goce? Situar un punto de imposibilidad en el sujeto es la condición para arrancarlo de us
lugar de impotencia y de paralisis ante el goce supuesto del Otro, que no existe. El
analista no debe tener rivalidad con la droga, sino como Sylvie Le Poullichet “no me
preocupa la droga, sino la dimensión del toxico en la palabra”.

Freu en “Über Coca” (1884) introduce la propiedad anestésica de la cocaína, tal


descubrimiento le concede a la cocaína como “cancelación del dolor”

Desde esta primera formulación la droga ya tiene una función primordial de defensa.

Ahora bien ¿Qué es el dolor? Ideas freudianas de “manuscritos de melancolía 1895 y


capítulos VI y XII de proyecto de psicología para neurólogos 1895” y “mas alla del ppio de
placer 1920”, encontramos que el dolor es causado por un exceso de carga no ligada que
produce un traumatismo en la vesicula. El trauma implica siempre una destrucción de las
barreras defensivas por estimulos masivos que provienen del exterior. Los estimulos
internos como las pulsiones, son también, exteriores a la organización de la vesicula.

El adicto que padece un “algo” que es incapaz de evitar pues proviene de una excitacion
pulsional, por donde vemos a la pulsión revelar su condición traumatica que anuda el
goce al dolor.

Diferencias entre goce, sufrimiento y displacer:

Se sufre ante una espera, ante la demora con respecto a la satisfacción; el principio de
realidad pone en suspenso al deseo y lo obliga al desplazamiento por la cadena
significante. El sufrimientop es el tiempo de los rodeos metonímico.
El dolor en cambio, surge cuando no están trazados los rodeos del deseo y la pulsión se
revela en su condición real de trauma.

El displacer, por su parte, tiene como condición la energía ligada del principio de placer-
displacer. Tanto uno como otro, no son sensaciones determinadas por la naturaleza, sino
efectos de discurso que circulan en la cadena significante; el dolor en cambio surge como
real ante la imposibilidad de ligar la energía pulsional a alguna representación ya sea
placentera o displacentera.

Lo que es placer en una instancia (el ello) es displacer en la otra” (para el sujeto), como
“lo que es goce en una instancia es dolor en la otra”

Las pulsiones son escencialmente traumaticas, por lo que deben convertir su energía
libre, en energía relativamente ligada. Su destino natural es la transformación, incluso la
sublimación.

Pero la tendencia pulsional pretende una satisfacción directa que rechaza toda ligadura , y
en esto precisamente radica la imposibilidad del goce.

Por lo tanto, esa cercanía del goce en la dinámica de la tendencia pulsional, lejos de ser
experimentada como placer, es por el contrario, traumatica y fuente de dolor.

El dolor es por lo tanto la forma en que se experimenta la ruptura traumatica de las


defensas y la invasión de lo real del goce. Ante esta situación, el medio mas rápido y
eficaz contra el dolor es la sustancia farmacológica.

La conducta adictiva por lo tanto, solo en lo imaginario representa una “voluntad de goce”,
ya que para ciertos sujetos es mas bien la única defensa al alcance de la mano contra un
goce-dolor que amenaza con aniquilar el principio del placer como regulador del
funcionamiento del aparato psíquico.

Podemos deducir que el problema del adicto es el dolor, por el mecanismo qiue emplea
como defensa: la cancelación.

Este mecanismo es el que se diferencia con el mecanismo neurótico: allí donde el adicto
toma el atajo de la cancelación toxica, el neurótico tolera el desvio que va del sujeto al
Otro por los carriles de la demanda. Donde el adicto recurre a la sustancia (o sus efectos
que el verdadero objeto para el adicto), el neurótico se dirige al Otro. Se trata de la
necesidad de la intoxicación como acting out de la dificultad para establecer la
transferencia. El neurótico habla (demanda al Otro) donde el adicto se intoxica (acción
cancelatoria).

El adicto recurre a klas drogas por que tiene un valor simbolico para él. La droga del
adicto es otra cosa que sustancia: es una creación del lenguaje que atraviesa su realidad
química.

La cancelación toxica (o química) cumple además de una primera función cancelatoria


(supresiva), una segunda que llamare de “restitución funcional”.

Como defensa cancela el dolor, pero como “suplemento” activa la fantasia en un intento
de ligadura que transpone el goce pulsional a lo placentero del fantasma.

Por lo tanto cuando hablamos de cancelación del dolor como mecanismo especifico de las
toxicomanías debemos tener en cuenta que dicho mecanismo se inscribe en una
estructura clínica mas complicada, de la cual el complejo adictivo (compulsión – dolor-
cancelacion) es un efecto sintomático.

Diferenciamos este mecanismo, tanto de la represión, como de la renegacion como de la


forclusion, sin afirmar por eso que la toxicomanía constituya una estructura clínica
diferenciada, pues como mecanismo, puede afectar una parte de la estructura y coexisistir
con algunos de los tres principales.

(Lacan) Se diferencia de la represión en la medida que ésta es técnica del significante.


Una técnica que premite construir un muro de lenguaje frente a lo real. En la cancelación,
ese muro simbolico tambaleante, es reforzado por una barrera química provisoria, de unj
modo suplementario. Si la represión es lo simbolico frente a lo real, la cancelación seria lo
real frente a lo real.

Se diferencia de la renegacion pues en ésta, si bien tambie se trata de interponer un


objeto real como solución ante la falta, este objeto es al mismo tiempo un valor, tiene una
determinación siginificante que lo desrealiza como cosa. La posibilidad de desrealizacion
del fármaco tiene un limite muy preciso, su cualidad química y sus efectos sobre el
sistema nervioso, independientes de todo lo que la subjetividad pueda transformar de
ellos.
El objeto droga no tiene un valor fetiche. Es solo un medio, uno entre otros, donde lo que
importa está en otra parte, en los efectos químicos sobre el organismo. El verdadero
objeto buscado no es la sustancia (polvo, liquido, ampolla) sino la recomposición
fantasamatica que la intoxicación produce, diferente a la condición excluyente del objeto
de la perversión.

Tanto la represión como la renegacion son operaciones que van en contra una
“representación” dolorosa, en cambio la cancelación va contra un dolor que no tiene
representación.

La diferencia con la forclusion no es tan transparente, al punto q algunos autores


consideran a la toxicomanía como una forma de suplencia en una estructura psicótica.

De todas formas la cancelación del dolor no pretende instalar una nueva realidad
definitiva, sino reconstruir la dimensión fantasmatica vacilante mientras dura el efecto
toxico.

Freud relaciona todas las adicciones con una primera que sirve de matriz a las
posteriores: “se me ha ocurrido que la masturbación es el primero y único de los grandes
habitos, la protomania, y que todas las demás adicciones, como la del alcohol, la morfina,
el tabaco, etc, solo aparecen en la vida como sustitutos y reemplazantes de quella.

La condición previa a la toxicomanía puede entenderse, desde este punto de vista


freudiano, como una falla en la soldadura entre la pulsión y el significante, falla que impide
tanto la actividad fantasmatica como la creación metaforica de un síntoma. Ala adicción a
sustancias intenta producir esa soldadura mediante un suplemento especifico para
sostener el fantasma ante el dolor del trauma.

Freud siempre ubico a las adicciones dentro de una serie ordenada de defensas contra la
emergencia de lo real. La serie se construye: alucinación, adicciones, embriaguez,
estados misticos, síntoma, arte, teatro, obras de ficción, humor, etc. Pero cada una de
ellas se trata de mecanismos de diferente nivel, que permiten al sujeto derivar a la
actividad fantasmatica, mediatizar, emergencias dolorosas de lo real pulsional, que
encuentran asi una via artificial e indirecta de satisfacción.

La cancelación como mecanismo especifico de las toxicomanías, se da en el marco de


una estructura mayor que la incluye. Se trata del complejo de castración donde el falo
cumple una función central. Como dice Freud, el complejo nodular de las neurosis. Pero
también lo es de las perversiones y de las adicciones.

La toxicomanía se relaciona con la perversión por la prevalencia del objeto en el deseo, y


con la neurosis por que tal objeto no tiene valor por su realidad misma, sino por su
condición significante, donde la significación debe buscarse en la particularidad que
adquiere para cada sujeto.

Cancelar el dolor con la intoxicación, implica cancelar la realidad, si por tal entendemos la
realidad irreductible de la castración. En la evitación de esta realidad se trata de la huida
ante el deseo del Otro, a cuya insistencia indescifrable, el sujeto responde con la
consistencia de la droga.

Freud dice, ante el dolor que se trata del dolor de exisitir. Como el dolor proviene siempre
de exterior, lo que esta en juego entonces es la realidad. La cancelación opera sobre la
realidad, que como queda dicho esta atravesada siempre por el deseo del Otro, la
castracion

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