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Alvarado Tenorio H. EL-NADAISMO
Alvarado Tenorio H. EL-NADAISMO
EL NADAÍSMO
1958-1974
“En Medellín durante las décadas de 1950 y 1960 se conformó un extraño mundo
que
integró la protesta con la resignación, las más bellas formas artísticas y literarias con
la vida ruda
y repugnante de los bajos fondos, la espiritualidad con el crudo materialismo, lo
esotérico con el mundanal diario…
Era un extraño mundo en el que convivían los cultores del poeta Porfirio Barba Jacob
y los seguidores del profeta Gonzalo Arango con la cultura lumpesca y de barriada
que encontró su expresión en el personaje popular que hacía ostentación del
consumo de marihuana, el camaján, que vestía vistosamente: pantalones verdes o
morados,
bota ceñida y bastante alta (sostenida con cargaderas), camisa con mangas
remangadas, cuello levantado
y chaqueta bastante larga. Caminaba lentamente, con movimiento rítmico de brazos.
Era lo que llamaban un man legal, pero que constituía el terror de los barrios
residenciales,
pues las señoras le atribuían los peores crímenes y depravaciones, contribuyendo a
ello la jerga esotérica de trasposición
de sílabas: misaca (camisa), lonpanta (pantalón), pinrieles (zapatos),
o los nombres de la marihuana: yerba, mona, maracachafa, grifa, bareta,
marimba.
Era la época en que la nota musical de esa subcultura se oía en la Sonora Matancera
y Daniel Santos,
el inquieto anacobero. Para entonces, a comienzos de los años 60,
ya se habían hecho realidad las palabras de otro nadaísta: La marihuana es el opio
del pueblo,
por su bajo precio naturalmente.”
Mario Arango, Algo va del camaján al traquetero, en
Impacto del narcotráfico en Antioquia, Medellín, 1988, págs. 23-24.
Y fue en esos años cuando Gonzalo Arango Arias decidió competir con
los ciclistas de la vuelta a Colombia y los actores de las novelas radiales,
-Lejos del nido y Albertico Limonta-, por un público que sigue siendo una
inmensa mayoría analfabeta, mientras la otra inmensa minoría, la que
supuestamente oía una radio de “música culta”, veía los filmes de la
nouvelle vague en la Cinemateca de Colseguros y leía a Camus, Sartre, de
Bouvoir, Rochefort, Sagan, Miller y otros. Y no habría tenido el éxito que
tuvo si la llamada Gran Prensa, los periódicos de la oligarquía y sus
emisoras de radio y televisión, no se hubieran hecho eco de los
desplantes, bufonadas, patanerías, quemas de libros y efigies de
escritores, y las blasfemias y sacrilegios que cometieron los Nadaístas en
Medellín, Cali, Barranquilla y Manizales. Porque a los directores de los
periódicos y los noticieros también el Nadaísmo ofreció una distracción y
alguna rebeldía en un país que estaba sumido en un baño de sangre que
lo sacaba de otro baño de sangre que venía del confín de los siglos. Sin la
complacencia y socarrona aprobación de Eduardo Mendoza Varela y
Gonzalo González, alias GOG y el mismo Guillermo Cano Isaza, el
Nadaísmo no hubiese existido. Cerca de trescientos artículos de los
Nadaístas fueron publicados en los suplementos literarios de El Tiempo y
El Espectador en esos años triunfales del Nadaísmo y no pocos reportajes
y noticias se encuentran en el cuerpo de los diarios. El estado de cosas
que pretendían derruir los Nadaístas, o mejor Gonzalo Arango Arias, era
ahora quien les bendecía y absolvía y celebraba con ciertas furias que en
últimas eran risas. Y sus fingidas rupturas prosódicas, lo que teje las
ideas, terminaron por ser una ética de la mas perversa lógica: como no
1
Entre los jóvenes escritores y artistas de entonces que figuraron como Nadaístas
recordamos a Alberto Sierra; Amilkar Osorio, o Amilkar U; Armando Romero; Darío
Lemos; David Bonells Rovira; Dukardo Hinostroza, Eduardo Escobar, Elkin Restrepo; Elmo
Valencia o El Monje Loco; Fanny Buitrago; Humberto Navarro; Jaime Espinel; Jorge
Orlando y Moisés Melo; José Javier Jorge o Álvaro Medina; José Mario Arbeláez, o J. Mario;
Juan Manuel Roca Vidales; Malgrem Restrepo, Mario Cataño o Mario Rivero; Pablus
Gallinazus; William Agudelo y X-504 o Jaime Jaramillo Escobar. Refiriéndose a ellos, a
quienes conoció y soportó en la Librería Aguirre de Medellín, dijo Alberto Aguirre (Una
figurita endeble, en Suplemento Dominical de El Colombiano, Medellín, 23 de
Octubre de 1993): “El grupito tenía la sicología del vago, el cinismo del vago, que se
puede tomar, visto desde hoy, como un bohemio intelectual. Pero no, eran vagos. […] La
de los Nadaístas fue una generación que mostró una tremenda incultura. No leían. […]
En realidad no leían. Ellos no hacían sino beber y fumar marihuana. Bebían mucho en el
Metropol. Tomaban mucho trago, trasnochaban y dormían todo el día. No había
realmente una tertulia intelectual, entre ellos o con ellos. Su obra literaria es solitaria.
Del Nadaísmo quedan pocas cosas”.
podían vencer al establecimiento y sus guerras e injusticias, había que
lograrle el mejor partido posible: y entonces los mas sobresalientes
nadaístas fueron los mas grandes delincuentes y criminales que ha tenido
Colombia y que hicieron las mas fabulosas fortunas de nuestra historia.
Algo iba, ciertamente, del camaján al traquetero.
Pablus Gallinasus, Eduardo Escobar, Samuel Ceballos, Elmo Valencia y Jose Mario Arbeláez
El Nadaísmo fue la otra cara de esa moneda que ofreció Mito. Las dos
expresiones de nuestra nacionalidad fueron estrictamente coetáneas.
Pero una significaba la cultura y la otra la barbarie. Mientras Gaitán Durán
publicaba la revista mas importante que haya tenido Colombia, Gonzalo
Arango Arias quemaba libros y se endiosaba a si mismo y servía de
taparrabos de una maldad llamada Frente Nacional. Y el destino de sus
supervivientes fue también melancólico. Los que sobrevivieron de Mito
terminaron en brazos de los gobiernos de lo que mas detestaron. Los
nadaístas son hoy parte del establecimiento, con preclaras excepciones,
repito y concluyo. Y es por todo esto que Germán Arciniegas y Gonzalo
Arango Arias, aparentes extremos encontrados en su tiempo, tienen razón
cuando afirman que:
“El Nadaísmo es un producto natural de una época pervertida. Época
de culturas dirigidas por analfabetos. Entre nosotros, es la consecuencia
inmediata de las dictaduras” (Germán Arciniegas, El nadaísmo es algo, El
Tiempo, julio 1958)
¡Soy otro!
CONVERSACIÓN CON W. W.
"El sapo es una obra maestra de Dios"
Walt Whitman
Viejo, no te burles,
que Dios hizo lo que pudo.
Además, el sapo no es la medida de Dios, evidentemente,
pues el elefante es un monstruo más grande con su larga nariz,
y el hombre un monstruo todavía más grande,
portador a dos manos de su alto falo,
de cuya punta beben las jirafas del crimen,
y quien, no contento con su estatura,
ha levantado estatuas suyas gigantescas sobre altísimos pedestales,
pero entonces se han levantado también estatuas de
Dios igualmente altas y arrogantes,
ya que Él no quiere ser menos que el hombre.
Y has visto en cambio a los sapos u otros animales
levantándose a sí mismos monumento alguno o siquiera una tumba?
Sólo tienen estatuas los animales que el hombre
ha tomado por compañeros, como el caballo,
y eso porque aparece montado encima de él para hacer más alto su
pedestal;
y el perro por la comprensión sexual que hay entre los tres: Dios, perro
y hombre.
Y las figuras de águilas y de leones porque el hombre
siempre ha aspirado a ser un animal feroz y de rapiña;
eso, claro, lo sabemos,
pero la hormiga no reconocería un monumento a su laboriosidad,
ni la abeja un monumento a la hormiga,
y menos la rana: no la nombres,
la pobre rana que se pasa gritando en las lagunas para
decir que está allí,
igual que tú,
y que Dios, que es el que más grita.
EL ESPERADOR
"Estaba yo en un alto monte y ví un hombre gigante y otro raquítico.
Y oí así como una voz de trueno. Me acerqué para escuchar y me habló diciendo:
Yo soy tú y tú eres yo; donde quiera que estés, allí estoy yo.
En todas las cosas estoy desparramado y de cualquier sitio puedes recogerme,
y, recogiéndome a mí, te recoges a ti mismo".
Evangelio Gnóstico de Eva
VISITA DE LA BALLENA
LA BÚSQUEDA
oh tú, por quien el pastor daría sus noventa y nueve ovejas restantes.
Aquí pongo a secar al sol los paños de mi angustia más íntima.
Buscadora de ausentes, mi soledad quiere comerse su propio amargo
vientre.
Y hoy domingo busco en tu nombre antiguo y en tus ojos asiáticos el
tiempo,
mientras los siglos pasados me levantan, con peligro de Dios, en brazo
inmenso.
Pero tus bellos ojos no aparecen... y me voy a cansar.
EL DESEO
UN HABITANTE
I
Lo primero que se perdió fue la infancia,
la infancia que corría con su pie ligerísimo,
la infancia agreste
la camada de tórtolas en aquel sauce viejo,
el verano mordido en las guayabas,
una cocina blanca
y ese cuarto cerrado, "tal como estaba cuando..."
y en donde, la incansable ceniza del tiempo
caía con ala lenta, mota a mota...
¿Sigues estando allí, y ahora,
casa que ayer fue tutelar, fue nuestra?
VII
Mi hombro viudo se encorva y se arropa con frío
mi hombro caminante
proyecta una sola sombra en la cuesta que desciende...
En vano acecho el desertado flanco,
el costado vacío.
Ese paso que resuena en la sombra largamente es el
mío,
es el pie de quien marcha a campo yermo, solitario, y no
ve
más que este caer de muros, de nombres... y de polvo...
AMILKAR-U
(1940-1985)
Es poco y fragmentario, lo que sabemos de la vida de Amílcar Osorio
Gómez [Santa Rosa de Cabal, 1940-1985], el más sofisticado y erudito de
los poetas del Nadaísmo.
Así vivió por años en Estados Unidos hasta la noche que, haciendo gala
de sus pericias con “el camino de la mano vacía”, en un bar de maricas de
New York decidió emprenderla contra un grupo de locas y travestis, que
ofendidos, llamaron a la policía para defenderse de sus furias: no iban
ellas, preciosas damas del Greenwich Village, habituales de Studio 54 y
Crisco Disco en el 408 West 15th Street, irlandesas e italianas, a dejarse
intimidar de semejante morsa descompuesta. Tres patrullas de la policía
se estacionaron en la puerta de la discoteca, sacaron a empeñones al
poeta, pidieron sus documentos y como no los tenía y llevaba más de una
década como ilegal procedieron a repatriarlo. De nada valieron las
gestiones de la escultora judía. Entre un grupo de amigos pagaron los
boletos de vuelta para su amante olmeca, Efrén Mendoza, y de él, que
regresaba a Medellín convertido en el poeta que circula en Vana Stanza y
El yacente de Mantegna, pero sin duda, el mismo que había deslumbrado
al cotarro con La ejecución de la estatua y Súbete todo en mí o La frente
cubierta por el cabello.
Sin que pueda explicarse más que por su trato con Monseñor Trujillo
Arango en Jericó o sus heteróclitas lecturas de juventud, Amilkar-U tuvo
fama de erudito en lenguas como en teorías literarias. Una de ellas, que
partiría de opiniones de Rubén Darío y Edgar Allan Poe, sostenía que la
poesía sólo existe en concordancia con la melodía, correlación rota a
partir de la aparición del comercio como origen de toda riqueza. La
poesía, la música, la pintura y la danza habrían sido instrumentos,
herramientas de las liturgias primigenias, unas veces de carácter moral,
otras, sagrado. Historias fijadas en la memoria colectiva merced a las
repeticiones, aliteraciones, juegos de palabras y rimas que la imprenta
creyó obsoletas y que, el capitalismo salvaje, ignorará hasta hacerlas
automatismos de la vanguardia y el nouveau roman, con sus variantes del
méta-roman, roman du soupçon, o la italiana «scuola dello sguardo».
Amilkar-U creía también que la lectura en voz alta sólo hace viva la
letra del poema evocando imágenes, conceptos, experiencias que yacen
en el fondo de la memoria colectiva de cada oyente. Las artes literarias de
su presente necesitaban de la voz para combatir las nuevas religiones y
resignaciones de los rebeldes vencidos por la cotidianidad. De allí su
conflicto con Gonzaloarango, de allí su “el único intelectual del Nadaísmo
soy yo”, o “Gonzalo era un beato, un escritor mediocre” y “Ginsberg me
aburría mucho, se la pasaba cantando mantras y quemando incienso,
diciendo que quería hacer el amor con Fidel Castro…” “Yo he sido muy
racionalista, lo que más me atrae es el racionalismo”.
En los museos de San Francisco y New York y en su trato con los
innumerables artistas plásticos de las dos capitales de la cultura
completaría sus concepciones de la literatura como un arte visual a partir
del ritmo del texto. Como los modernistas Valencia, Darío, Lugones e
incluso Juan Ramón, para Amilkar-U pintura y poesía eran los otros
extremos de la armonía, porque si la música es análoga a la poesía en sus
emociones cantadas y rimadas, la pintura, la música y la poesía lo son en
acordes y armonías del color. Quien no se inclina hacia la música y la
pintura no podrá ser un auténtico poeta.
Con Vana Stanza, como con Los poemas de la ofensa, la poesía llamada
colombiana por fin rompe definitivamente con las tradiciones españolas,
que perduraron hasta los primeros libros de los poetas de Mito, incluso en
su mejor exponente, Gabriel García Márquez, deudor, sin culpa alguna, de
la peor poesía del mejor poeta de Piedra y cielo, Eduardo Carranza.
Poesía, la de Vana Stanza, para ser dicha en voz alta, en los aposentos
del Renacimiento o en los recintos que guardaban las damas de las cortes
de amor, arte de la voz y el ojo, cadencias y compases para la pátina de
los sentimientos contemporáneos, las separaciones y jugarretas del
destino. Para los fiascos de los nuevos amoríos entre machos, la nueva
especie y género que había invadido sin regreso el mundo del siglo que
nacía entre las ruinas del Muro de Berlín y el fin del comunismo.
BODEGÓN
El cepillo para las uñas del cuerpo
Un racimo de uvas sobre
la mesa de la carpintería
El serrucho para partir la carne
salada de los seis y ocho años
Después de jugar al tenis una cucharada
de aserrín sobre la sopa de hongos
El martillo para quebrantar los ojos
que han caído en el tarro del barniz
Las nueces y un tenedor para llevar
los bocados a la lengua.
BODEGÓN II
La mano
y las naranjas redondas para la palma
Aunque recoge la servilleta
como si esparciera sal para limpiar
la otra y levantar el conjuro
La piel morena de la mano
La piel naranja de la fruta
La sal y la servilleta sobre una mesa
en el comedor iluminado
por los muros de cal blanca
y el timbre del sol
en los carillones del reloj.
Interiores
Bibliografía de Amilkar-U
Vana Stanza, diván selecto [1962-1984], Hernán Buriticá Editor, Medellín, 1984. El
yacente de Mantegna, Editorial de la Universidad de Antioquia, Medellín, 1986.
quien había terminado por distanciarse. No era la primera vez que este hombre increíble se
cebaba con una víctima lírica. Son por lo menos siete los buenos poetas que han conocido los
nudillos del puñetero, desde su amigo Raúl Henao, con quien había viajado de Medellín a
tomarse la capital con sendos lánguidos librillos, y a quien obligó a devolverse a casa con un ojo
negro. Y hasta al director de teatro y artista insignia de nuestra vanguardia, Santiago García,
atacó a golpes en un bar de artistas, acusándolo de "mamerto"”. Y según una carta de Juan
Carlos Céspedes en El Tiempo del 23 de Julio del mismo año: “Roca ha ejercido una dictadura
sobre la poesía colombiana y entre sus rabiosas exclusiones no es de extrañar que las golpizas
hayan aparecido en más de un recital poético.” Un poema apócrifo, publicado en la revista
electrónica Kien&ke reza así:
A Armando Orozco porque María Mercedes Carranza lo quiere más que a mí, y le da trago del
fino, del que tiene guardado con llave en su oficina,
A Eduardo Gómez porque no me presta ese abrigo de dromedario que lleva por todas partes
como un cardenal romano ávido de sexo con condenados a muerte,
A Giovanni Quessep por beber sólo agua de Escocia y dárselas de Dante Alilleri,
A José Luis Diaz Granados por Cantar a Santomafia, y haber fornicado a más de trescientas
mulatitas regalo de Fidel Castro a cambio de información sobre ciertos mamertos del Policarpo y
Casa Verde,
A José Mario por darme de la que sabemos, blanca revuelta con maracachafa,
contando las veces que ha golpeado a botella a los poetas de su país. Hoy
no cabe duda que logró convertir la poesía colombiana en algo muy lejano
e irreconocible de aquellas tradiciones y momentos que alcanzó con León
de Greiff, Aurelio Arturo, Jorge Zalamea Borda, Jaime Jaramillo Escobar o
Giovanni Quessep, tan ligados al uso de ese despreciable, para Roca,
verso de Darío, Lugones, Borges, Neruda, Villaurrutia, Paz, Lorca,
Cernuda, Gil de Biedma o Caballero Bonald. Roca se reconoce en
exclusivo en Jorge Carrera Andrade [“Garza: sombrilla que vuela”],
Gonzalo Escudero [“Traje dominical de las cebras penitenciarias”],
A Nicolás Suescun, que se chuma unos cigarros de medio metro de la que ardía Barba Jacob,
A Oscar Collazos porque es un francés de Guadalupe, muy servicial con los Santos y que
aspira a ser The King of Black Somalia,
A Robinson Quintero y Fernando Linero porque me han elogiado pero sin ganas y me cobran,
A Federiquito Diaz Granados, criado debajo de una mesa de cantina donde su papá bebía
tapetusa y engañaba a la mamá del niño porque no me invitó de primero a la Tertulia de Gloria
Luz, la millonaria dueña de la más grande casa de agio de la capital y amiga de mi viuda de dos
de oro,
A Ignacio Escobar Urdaneta de Brigard porque es el mejor poeta de todos nosotros y nadie ni
lo dice ni lo piensa,
A Victor Lopez Rache por desobediente, le mande a escribir contra uno y se puso de su lado,
Al mulato ese que viene cada medio año de New York y se junta con el otro negro de
Cartagena a hacer cosas raras entre las nalgas de ambos,
Incluso al pálido biógrafo de Tirofijo que no fue capaz de escribir un libro sobre mi siendo que
vivíamos ambos en la más absoluta soledad,
A Juan Gustavo Cobo por gordinflón y samperista, así me haya querido hacer embajador y
cónsul,
A Dario Jaramillo Agudelo porque no me pagó más por los talleres para que guardara silencio
y no le diera más botella así me haga publicar en España, y con su amante pre-pago me regale
millones del fisco nacional,
A Dario Ruiz Gomez porque ensarta autores que cita como una longaniza y no existen,
A Fernando Denis que me está derrotando como quiso el loco Gomez Jattin y entre La Hiena y
Patita de Chuli acabamos con él cuando un bus le dio la buena muerte en Cartagena de Negras,
Gonzalo Rojas, Stefan Baciu, Clemente Padín, Max Jiménez, o el más
espacioso de todos, el esotérico chavista Juan Calzadilla.
A Gonzalo Marquez porque no me sacó sino en una sola foto, él, que se ha hecho tantas con
tantos famosos,
A Luz Miriam Giraldo por plagiaria y porque no me endiosó como hizo con Moreno Duran y el
borracho de La tejedora de coronas de cementerio,
A Ramon Cote porque descubrí que no era Cote sino Caballero Bonald, aunque sigue siendo
Baraibar,
A Alvarito Rodriguez por ser un viejo pendejo, soplando el polvo a unos libros españoles que
le cuida a la hija del pintor Roda,
A la mierda de Mario Rivero, porque apenas me saco diez veces en Golpe de Dados mientras
él se publicó trescientas,
Mis adorados Julian Malatesta que me colgó de un doctorado en Catatumbo College de Kali
Valley,
Chus Enfisema Visor que me da, aunque poquita, alguna guita para pasearme por la Cava
Baja cantando el Cara al Sol con mi hermanito nazi,
Al cantor de la fauna el poeta de los niños y los ratones y las niguas y los ñatos el gran
Horacio Benavides alias Dame Plata Tagore,
que su poesía, además de haber sido traducida al sueco, haya también
sido trasladada a lenguas tan confinadas como el Ainu, Burushaski,
Calusa, Hurrita, Keres o Moroítico, o las africanas Ijoid, Bantú, Hadza,
Cusítico o el Sandawe, que hablan muchos de los poetas que visitan
desde hace dos décadas Medellín. JMR fue, como recuerda la Enciclopedia
Británica, el mejor de los directores que haya tenido un diario bogotano,
gracias al asesinato de su propietario, ordenado por Pablo Escobar.
Durante diez interminables años, con el estoicismo de Palemón el Estilita
sobre esa columna de granito, Roca fue propagando la más subrepticia
poesía de Colombia, mucha de ella fabricada por sus alumnos y
admiradores, en Casa Silva, donde vive hace más de treinta años.
“Escribir poesía – repite en sus talleres-, es ser pastor de abismos;
dedicarse a ella, hacer agujeros en el agua”.
No hay duda que durante los 13 años [850 ediciones] que dirigiera,
a la luz del día o en las sombras de la cantina de Mariela Cruz [El viejo
almacén, Calle 15 nº 4-30] en el barrio La Candelaria, la redacción de
MD de El Espectador, él fue el aparejo que cambió el rumbo de la poesía
colombiana. Roca, con la colaboración de los sindicatos de maestros y una
secta de partidarios de la combinación de todas las formas de lucha
contra el estado, lograron lo que nunca pudo hacer Gonzaloarango:
A mis idolatrados protervos del Festival de Poesia de Medellin porque me dieron gloria, fama
y fortuna,
A ti, Fernando Rendón, alias 3000 Millones, gran poeta, traducido a mil ciento lenguas nuevas
y viejas,
A ti Samuel Vasquez,
A ti Piedad Bonet, gloria de la estatura, gran poetiza de la cama y la mesa, dotora de los
Andes, protetora mia,
A todos vosotros dono los mil trescientos millones de dracmas que me acaban de dar.
JMRV
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La cáfila de obedientes gacetilleros que tuvo a su servicio gratuito en El Espectador estuvo compuesta por Alberto Rodriguez Tosca,
Alejandro Torres, Alvaro Marin, Beatriz Castaño, Carlos Vallecilla, David Jimenez, Diana Gil, Federico Diaz
Granados, Gabriel Arturo Castro, Gloria Erazo, Horacio Benavides, Jaime Aljure, Jaime Echeverri, Juan Felipe
Robledo, Julián Malatesta, Luis Felipe Orozco, Mery Yolanda Sanchez, Nelson Osorio Marin, Olga Marin, Omar
Ortiz, Piedad Bonnet, Romulo Bustos, Samuel Jaramillo, Santiago Mutis Duran y Víctor Lopez Rache.
El ojo de la cerradura no duerme de noche.
El ojo de la aguja ni siquiera pestañea.
La luna del espejo no altera sus fases.
(Cambio de guardia)
Me pregunta
qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
la luz de un frenocomio
que llega serena a entibiar
las más profundas heridas
nacidas de un poblado de días incoloros.
¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted, dulce señora,
es este país una confusión de calles y de heridas.
La entero a usted:
aquí hay palmeras cantoras
pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
hasta Java y Burdeos,
hasta Nepal y su pueblito de Gales,
donde supongo que bebía sombras mi querido Dylan Thomas.
Las mujeres de este país son capaces
de coserle un botón al viento,
de vestirlo de organista.