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HUGO ROPERO

Asesinato
de un
periodista
HUGO ROPERO

Fotógrafo, editor y periodista.


Con una extensa carrera en el
medio, fue durante la década del
90 editor de fotografía de la
revista “Noticias”.

Luego del asesinato de Cabezas


fue co fundador y director de
imagen de “El planeta urbano”.
En EEUU, ya en el siglo 21, fue
editor fotográfico en “Acción
deportiva”, una revista de
American Media inc.

Es autor también de “Maldita


droga”, editada por editorial
Norma en el año 2008.
Asesinato
de un
periodista
Prólogo

El trabajo de reportero gráfico es, dentro del periodismo, la rama más peligrosa
del oficio. Tanto los fotógrafos como los camarógrafos son los que están en la
primera línea, son los ojos de la noticia.

La pérdida de un compañero es siempre dolorosa pero tiene en el fondo un


dejo heroico, ese de haber muerto en el frente de batalla. No cabe duda de que
Cabezas fue asesinado por haber hecho aquella foto del empresario postal
Alfredo Yabrán durante la temporada del 96. ¿Pero fue el empresario el que
ordenó el crimen? ¿O matar al fotógrafo era el camino para sacar a Yabrán del
medio en la puja por el correo y los aeropuertos?

La corporación del grupo Clarín junto al resto de los medios hegemónicos, de


los que Perfil formaba parte, habían pintado una imagen de capo mafia en la
figura del empresario. Era lógico e inevitable suponer que si mataban al
periodista que lo había fotografiado toda la opinión pública lo apuntaría a él.
Pero Yabrán era un estratega; jamás hacía algo sin primero medir todas las
consecuencias. Durante el año anterior al crimen, cada uno de sus
movimientos había implicado metros de tinta en las publicaciones políticas del
país, en medio del proceso de privatizaciones y endeudamiento que, a
mediados de los 90, se encontraba en pleno desarrollo. Era muy poco probable
que un hombre que había construido un imperio cuyos pilares eran el
anonimato y la discreción, asesinara a un periodista en plena temporada de
verano, a la vuelta de su casa y de una forma tan cruenta.

Lo que sigue es una cronología de sucesos que rodearon el crimen de José


Luis Cabezas, narrada desde la perspectiva de un colega y amigo. Esto implica
una subjetividad particular, por lo menos en dos sentidos:

En primer lugar, se trata de conocer la cocina de aquello que se presenta como


la realidad. La revista Noticias, como todos los medios de comunicación,
implicaba a un conjunto de personas tomando decisiones a diario, decisiones
guiadas por intereses, que no siempre estaban claros para todos los que de
aquel proceso participaban.

Por último, y fundamentalmente, el siguiente relato se escribe desde el dolor de


haber perdido a un entrañable y talentoso amigo, en medio de una serie de
hechos cuya resolución efectiva se parece muy poco a lo que algunos insisten
en llamar justicia.

Florencia Vera Spinelli


PRIMERA PARTE
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

2 de octubre 2010

Una camioneta del Servicio Penitenciario Bonaerense se detuvo


frente al 2170 de la calle 60 en el barrio platense de Los Hornos
cuando se hacían las seis y media de la tarde. Un hombre delgado,
canoso y con barba de varios días descendió del vehículo y
atravesó rápidamente la vereda. Estaba esposado y lo custodiaban
dos uniformados. El detenido era un ex comisario de la bonaerense
de nombre Gustavo Prellezo a quien la cámara de Dolores había
otorgado ese día el beneficio del arresto domiciliario. Dejaba así la
cárcel el último de los detenidos por el asesinato de un periodista.

Había sido un crimen brutal. Una puesta en escena de barbarie


humana cargada de símbolos mafiosos en la plenitud estival de una
temporada en Pinamar. Un fotógrafo de la revista “Noticias”
asignado a cubrir el operativo periodístico de verano en aquel
balneario fue la víctima. Se llamaba José Luis Cabezas.

La imagen que vi en la televisión del auto humeante y el cuerpo


calcinado con las piernas hacia afuera me había perturbado
demasiado. Sólo se reconocían las botas tejanas que había
comprado en el free shop de Sydney unos meses atrás.

En ese entonces yo era editor de fotografía de la publicación y en


consecuencia su superior inmediato.

El caso movilizó la sociedad en su conjunto. Se realizaron cientos


de marchas a lo largo de todo el territorio nacional en las que se
reclamaba justicia bajo el lema: No se olviden de Cabezas. La
prensa de todo el mundo se hizo eco del hecho.

En nuestro país, la opinión pública manipulada por la hegemonía


mediática cargó como una turba sedienta de culpables contra
Alfredo Yabrán, un empresario postal muy ligado al gobierno y
fóbico a las fotos que se jactaba de ser invisible hasta que “Noticias”
mostró su retrato. Eso habría provocado el enojo de Yabrán y ese
débil argumento bastó para convertirlo en el mentor intelectual y
principal sospechoso del crimen. Luego, tras una investigación de
ribetes circenses, un puñado de rateros de Los Hornos y algunos
hombres de la bonaerense fueron sindicados como los autores
materiales.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Pero el tiempo es devastador y nuestra historia turbulenta. Vinieron


los saqueos, la devaluación, el corralito y hasta tuvimos cinco
presidentes en una semana.

Aquellas condenas ejemplares que habían sido anunciadas con


bombos y platillos se perdieron en el olvido de la opinión pública.
Nadie notó que en menos de diez años casi todos los culpables
quedaron en libertad. Tampoco ningún medio dijo o se preguntó
quién había pagado los costos de aquel juicio con abogados de
primera línea que habían usado todos los artilugios legales que
estaban a su alcance en pos de un grupete de rufianes de poca
monta. O quién había pagado las fianzas de aquellos asesinos que
vivían en la mayor indigencia ¿acaso el empresario que no gustaba
de las fotos o él también había sido usado para fabricar una enorme
cortina de humo?

Estaba claro que ya nos habíamos olvidado de Cabezas.

El escenario político de los noventa era sumamente turbio. La mafia


del oro, el escándalo de las coimas de IBM, la venta de armas a
Ecuador y Croacia, los atentados contra la comunidad judía y la
guerra de las privatizaciones, eran apenas lo que se dejaba ver de
una maraña de corrupción bañada de sangre. Testigos muertos
antes de declarar, la voladura de un polvorín en Córdoba y hasta la
dudosa muerte del hijo del presidente mostraban parte de una
realidad siniestra camuflada en los medios con la caza de ricos y
famosos. Las noticias policiales faranduleras como el arresto de
Maradona o el caso Coppola hacían el espectáculo. Programas
como Memoria o Medio día con Mauro convertían los hechos en
verdaderos circos mediáticos.

El entonces presidente Carlos Menem se jugaba a una re


reelección con pocas posibilidades de lograrla. Comenzaba de a
poco a perder poder y estos espacios codiciados desataron una
feroz guerra política.

José Luis era mi amigo. Un buen tipo. Melancólico, sarcástico,


creativo y atrevido. La primera vez que lo vi fue un catorce de julio.
Entraba agitado a la oficina de fotografía de la mano de la
recepcionista diciendo que traía un material exclusivo. Detrás venía
Carlos Lunghi, el director de fotografía, quien se abalanzó sobre el
negatoscopio muñido de una lupa para ver la tira de slides que
Cabezas traía. En las fotos se veía a un señor de anteojos

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

saludando desde la ventanilla trasera de un vehículo con el vidrio


bajo. Nada del otro mundo si no fuera porque esa era la última
imagen en vida de Miguel Ángel Roig, flamante ministro de
economía de la primera presidencia de Carlos Menem. Había
muerto ese día de un infarto a poco de salir de un cóctel en la
Embajada Francesa. José Luis era en ese momento el fotógrafo de
la sede diplomática. Ese reflejo periodístico le dio un lugar entre los
colaboradores de la editorial. En pocos años se convertiría en uno
de los fotógrafos más importantes del staff.

Es por eso es que me llenó de indignación ver por la televisión a


Prellezo saliendo de la cárcel para cumplir el resto de la condena en
su casa. Eso, sumado al hecho de que nunca se sabrá quien o
quienes fueron los verdaderos responsables del crimen, son las
cosas que me empujaron a contar esta historia desde donde me
tocó vivirla.

1 de enero 1995

El horizonte marino se dejaba ver por momentos, a pesar de la


obstinada negrura de la noche. El agua brillaba iluminada por
destellantes luces de colores bajo los fuegos de artificio y las
ensordecedoras explosiones de los petardos.

Era ya una tradición de todos los fines de año: asistir a La


Pérgola, una playa exclusiva de Valeria del Mar, para ver el festival
de fuegos chinos y fantasías que organizaba el municipio.

Todos los veranos la revista enviaba dos equipos periodísticos a


Pinamar para cubrir las alternativas de la temporada. José Luis era
una pieza fundamental de estos operativos por su capacidad de
organización, su talento fotográfico y un carisma que abría todas las
puertas y hacia que el personaje más amargo posara vestido de
clown.

Ese día el no estaba ahí. Me había pedido permiso para comenzar


el año con su familia en Buenos Aires. Sin embargo se encargó en
persona de dejar precisas instrucciones a Patricio Haimovichi, un
fotógrafo al que algunas veces contratábamos. La tarea era sencilla,

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

no requería de gran pericia ni de altos conocimientos técnicos.


Había que tirar al bulto.

-Sesenta/cinco seis y pum - Le había dicho Cabezas para luego


rematar: - Y no te hagas el artista, muñeco, que necesito que se
vean bien todos los chabones. ¿Entendiste?-

El dato era que a ese festejo concurría todos los años Alfredo
Yabrán. El poderoso empresario postal que se movía sutilmente a la
sombra del poder, con una particular habilidad para no hacerse ver
ni dejar huella. Desde hacía ya un tiempo Domingo Cavallo, el
ministro de economía, había sacado a la luz su nombre y lo
acusaba públicamente de manipular al gobierno, en particular a
Menem. Esto lo había convertido en blanco codiciado para la
prensa, especialmente para los fotógrafos, ya que nadie conocía su
rostro.

Martín Lofeudo fue el elegido de la redacción para acompañar a


Patricio. Apenas si habían tenido tiempo para cenar algo por el
centro, para ellos la misión era importante. Si tenían éxito ganarían
muchos puntos en la revista, por eso minuciosamente fueron
fotografiando todos los grupos de gente que había en el lugar. José
Luis les había dicho que prestaran principal atención a los que se
reunían en unas gradas que se habían armado para la ocasión.

- Creo que los tengo a todos- le dijo Patricio a Martín, quien con
un vaso de cerveza en la mano lo miró sonriente y dijo:

- ¿Estás seguro de que tenías rollo, boludo?

Ambos rieron y se encaminaron hacia el hotel que hacía de


redacción a dejar el material. Todavía no contábamos con la
tecnología digital y se trabajaba con rollos fotográficos de
diapositivas que debían ser enviados a Buenos Aires por avión.
Luego se procesaban en los laboratorios de la editorial, y
posteriormente se escaneaban.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

2 de enero 1995

Buenos Aires estaba desierta. Al éxodo de enero se había sumado


que las fiestas cayeran a mitad de semana. Llegué a la redacción
aquel jueves a la mañana y mi escritorio estaba abarrotado de
sobres con material proveniente de la costa. Era día de cierre y
todos habían llegado temprano. A media mañana Lunghi entró a mi
oficina mientras yo observaba una producción de modelos en
diminutas tangas proveniente de Punta del Este.

- Che Huguito- me dijo, apoyando una mano en mi hombro. Yo


levanté la vista e invitándolo a mirar contesté:

- No se puede creer el lomo que tiene esta mina.

- En cinco minutos abrí una carpeta- dijo señalando la


computadora- y buscá un archivo que se llama Pinamar. Vas a
ver grupos de gente. Hacé varios printers de cada foto
porque… va a venir un tipo a identificar a Yabrán.

- ¿Lo pudieron hacer?- pregunté. Carlos respondió con un gesto


de incertidumbre.

Alrededor de las tres de la tarde se presentó en la redacción la


persona que identificaría las fotos. Héctor D’ Amico, director de la
revista, estaba de impecable camisa a rayas y una vistosa corbata
Hermes color rojo obispo. Recibió al desconocido en su despacho.
Era un tipo de baja estatura vestido con un saco azul marino de
botones dorados y pantalones color crema. Se tomó su tiempo para
observar las fotos hasta que finalmente con un lápiz graso dibujó
un círculo alrededor de la imagen de Yabrán y dijo:

- Acá está, es éste.

D’Amico sin dudar tomó el teléfono y le pidió a Graciela, su


secretaria, que hiciera venir al director de arte. Habíamos
conseguido la foto. Íbamos a ser el primer medio en publicar la
imagen del misterioso empresario. En la redacción se comenzó a
sentir un clima de excitación muy particular. La gente de diseño tuvo
que trabajar durante horas con el photoshop para aislar la imagen
de Yabrán del resto de las personas que estaban en la foto. Pasada
la medianoche el taller nos envió el primer cromalín de la tapa.

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- Con esto rompemos todo- dijo D’Amico mirando la imagen con


ojos de regocijo.

4 de enero 1995

El sol de la mañana acariciaba suavemente los pinos que rodeaban


la residencia de Yabrán aquel sábado de enero. La mucama había
ordenado prolijamente los diarios y revistas sobre la mesa del
comedor.

- ¡Hijos de puta!- dijo al verse retratado en la tapa de Noticias.


Siempre repetía la utopía de que ni en la SIDE tenían una foto suya.
Ahora su imagen pendía de los techos metálicos de todos los
puestos de revistas del país. Gregorio Ríos, su jefe de seguridad,
fue quien recibió la mayor descarga de ira de parte del empresario -
Hacerme esto a mí es como pegarme un tiro- le había dicho. Ríos
se justificó diciendo que aquella noche había mucha gente viendo el
espectáculo y que todos los turistas sacaban fotos. Pero don
Alfredo solo se calmó cuando Wenceslao Bunge, su mano derecha,
le hizo comprender que a la larga esto tenía que ocurrir en algún
momento debido a la exposición mediática a la que el ministro lo
había arrastrado.

Nunca supe quien era ese personaje que marcó la foto de Yabrán
pero sin duda alguien lo había entregado. Si lo querían perjudicar lo
habían logrado. Para su perfil empresario el anonimato era una
herramienta clave. Podía entrar en cualquier despacho sin ser
reconocido, podía fingir ser otra persona, podía sentarse en
cualquier restaurante sin que nadie supiese quien era a pesar del
poder que manejaba.

23 de agosto 1995

Por unos meses la opinión pública desvió su interés del asunto. El


foco de la atención se centraba entonces en el entorno del

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

presidente Menem. Carlos Júnior, su primogénito, había perdido la


vida en un dudoso accidente aéreo. La versión oficial daba cuenta
de que Carlitos no había podido controlar su helicóptero al
enredarse con los cables de alta tensión. Volaba a baja altura
copiando la Ruta nueve hacia Rosario. Sin embargo la aeronave
contaba con un sistema para cortar cables en su parte delantera.
Eso motivó que se pensara en la posibilidad de un atentado. Varios
testigos hablaban de una camioneta que habría disparado sobre el
helicóptero. La misma Zulema Yoma, madre de Carlitos, se puso al
frente de las acusaciones pero desde el gobierno la trataron de
loca.

A poco de que terminara aquel invierno, la pelea entre Yabrán y


Cavallo recrudeció. La privatización del correo los enfrentaba en
una puja de poder millonaria.

Esa mañana el ministro se presentó al congreso y cargó contra el


empresario durante once horas. En esa oportunidad exhibió
documentos que vinculaban a Yabrán y a algunos de sus parientes
cercanos a una red de negocios que abarcaban desde varios
correos privados a los depósitos aduaneros, pasando por carga y
descarga de aviones, transporte y carga de caudales y que llegaba
hasta la fabricación de pasaportes y registros de portación de
armas. También involucró a legisladores, jueces y periodistas en
ese esquema. Habló de “una mafia enquistada en el poder” cuyo
alarmante próximo paso sería la concesión del Correo Argentino al
empresario postal por parte del Estado. Las empresas Oca, Ocasa
y Andreani, atribuidas a Yabrán administraban a esta altura el 37%
del total de un paquete que facturaba anualmente alrededor de 450
millones de dólares (pesos).

- Cavallo habría afirmado que Alfredo Yabrán podría matarlo.

Decía un periodista mirando a cámara en las afueras del recinto.

Gabriel Pandolfo y Carlos Russo eran el vicedirector y el editor de


información general de la revista. Estaban siguiendo las alternativas
de la exposición del ministro a través de uno de aparatos de
televisión instalados en la redacción.

Pandolfo se quitó las gafas y mirando a Russo le dijo:

- ¡Que poder tiene Yabrán para que este haga esta pirueta!

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- Bueno, mirá lo que maneja…correo, aduana, caudales,


seguridad… y me quedo corto. Respondió Russo frunciendo el
ceño.

Pandolfo, entrecerrando un ojo como para hacer memoria preguntó:

- ¿Qué tenemos?... el tipo se fue a Estados Unidos a


operarse… ¿Cuándo vuelve?, ¿Qué sabés?

Russo se puso serio. Pensó antes de responder. Se suponía que


debía estar informado. Miró a los escritorios vacíos de sus
colaboradores y luego de apretar el labio inferior contra el superior
soltó un:

- Nada.

A partir de ahí la gente de redacción se abocó a la tarea de


conseguir alguna declaración de Yabrán. A través de su vocero
Wenceslao Bunge se le hizo llegar un cuestionario que el
empresario contestó en forma escueta en contraposición al
verborrágico discurso esgrimido por Cavallo en el recinto. Don
Alfredo, fiel a su bajo perfil, se desvinculaba de las acusaciones y
respondió casi con inocencia cuando se le preguntó:

- ¿Por qué existen importantes empresarios periodísticos que


temen mencionarlo en sus medios?

- No creo que haya un solo periodista que tenga motivos para


tenerme miedo.

Contando con estas declaraciones D’Amico decidió poner al


empresario nuevamente en tapa. Se volvió a publicar aquella foto
que le habíamos tomado en ocasión de los fuegos artificiales.

Noviembre 1995

El departamento de fotografía era una sala de cinco metros por


ocho aproximadamente. En su interior había un largo sillón en forma
ele en el que los fotógrafos descansaban cuando no estaban de

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

nota. El centro del recinto estaba ocupado por un negatoscopio del


tamaño de una mesa para seis personas en el que cada fotógrafo
preeditaba el material de su nota a medida que este iba llegando del
laboratorio. Mi escritorio estaba del lado de la única ventana que
había. Lo compartía con Pedro Guzmán, mi asistente. Pedrito,
como le decíamos en la editorial, gozaba de una memoria
privilegiada y se involucraba totalmente en el funcionamiento
integral del departamento.

La mañana del 3 de noviembre, mientras que yo ojeaba los diarios y


bebía café, entró Pedrito a fotografía con ojos de urgencia. Parecía
como si el celular lo estuviera arrastrando hacia mí. En el teléfono el
inconfundible acento cordobés de nuestro corresponsal Ramón
Verdú.

- Hugo- me dijo agitado- Estoy en Río Tercero…voló todo a la


mierda. ¿no escuchaste nada todavía?

Le pedí a Pedro que pusiera Crónica TV donde, sin mucha


información, se hablaba de la explosión de un polvorín en la
provincia de Córdoba. Lo cierto era que la fábrica militar de Río
Tercero había desaparecido tras una impresionante deflagración.
Las casas de diez cuadras a la redonda habían sido afectadas en
su estructura. Restos de cartuchos y bombas, algunas sin detonar,
estaban regados por las veredas y los jardines de las viviendas de
la zona. De inmediato enviamos dos equipos al lugar. Era día de
cierre, por lo que fletamos una avioneta privada. Pasado el
mediodía, D’Amico me pidió que viajase para coordinar la cobertura.
Alquilamos otro avión y le pedí a José Luis que me acompañara.

El aeropuerto de Río Tercero era una zona de desastre. Grupos de


familias estaban dispersos por el hall central, cargando colchones
como refugiados. Todos estaban perplejos. Algunos deambulaban
buscando entre la gente a sus seres queridos.

Hacía ya un tiempo se venía investigando una venta ilegal de armas


a Croacia y Ecuador, y enseguida se especuló con la posibilidad de
que la explosión hubiera sido provocada con la finalidad de eliminar
pruebas. José Luis, mientras caminábamos entre rostros
desesperados, me miró con ojos incrédulos y me dijo:

- ¿Puede haber un hijo de puta que haga algo así?

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A los pocos días comenzamos a preparar los operativos del verano


96. Cabezas llevaba ya varias temporadas en Pinamar. Debutó en
el 93 y ahí se enamoró de la recepcionista del hotel. Yo lo gastaba
diciéndole que esas eran cosas de novato.

- El primer viaje que te mando y te enamorás de la primera


minita que te dio bola: ¡La recepcionista! Ja ja!
Pero el amor fue más fuerte. Al poco tiempo se divorció de su
esposa, con la que tenía dos hijos, y finalmente se unió en
concubinato con Cristina, que así se llamaba la chica del hotel.

Esto lo había convertido prácticamente en “pinamarense” ya que la


familia de ella era residente del balneario.

Era obvio que uno de los temas más importantes de ese verano iba
a ser Yabrán y todo lo que estuviese relacionado con él, pero la
revista tenía otras secciones. Todos los editores demandaban
material periodístico de la costa. Vidriera, moda, personajes,
política y espectáculos debían ser cubiertos por tan sólo dos
fotógrafos y dos cronistas.

Ir de temporada estaba lejos de ser un premio. Había que trabajar


mucho de día y de noche. Lo bueno era la posibilidad que había de
lucirse profesionalmente y también la de hacer una diferencia de
dinero con las horas extras.

Enero 1996

A Noticias en ese momento la rodeaban todo tipo de operadores


políticos y lobistas. Siempre estaba la sospecha de que algunos
periodistas recibían sobres para hablar bien de alguien y también
para dejar de hacerlo. Yo mismo rechacé una vez dinero que me
ofreció muy sutilmente el secretario privado de Menem a través de
un colega acreditado en la sala de periodistas de presidencia.
Debido a que fotografía era un centro neurálgico de la revista, ya
que todas las notas pasaban por allí, él pretendía que lo mantenga
informado de todo lo que se investigaba.

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En ese contexto de coimeros y soplones fue que comenzamos a


armar el mapa de la temporada. Si bien en muchos casos la
procedencia de la información podía ser oscura no dejaba de ser
eficaz. Sabíamos que Yabrán tenía un chalet en Pinamar al que,
casi en forma de burla, había bautizado “Narbay”, su apellido al
revés. Por otro lado teníamos información de un hotel de cinco
estrellas en construcción y un club de golf que se le atribuían al
“cartero”, como se refería Cabezas al empresario postal.

Pero también la policía bonaerense estaba en la mira de la revista.


Contábamos con el dato de que un grupo de funcionarios de esta
fuerza se estaban enriqueciendo desmedidamente en la costa. Se
los vinculaba con tráfico de drogas, prostitución, así también como
de liberar zonas facilitando delitos contra lujosas propiedades de
Pinamar, Cariló y Valeria del Mar.

Por lo que la mochila, aquel verano, salía bastante cargada de


origen. A esto había que sumarle lo impredecible. Las noticias que
se producen in situ y hacen el día a día.

Durante la temporada Cabezas descolló. Había alcanzado una


madurez profesional importante. Tenía una manera muy particular
de contar las cosas en imágenes. Sus encuadres se burlaban de la
línea del horizonte y lograba que las modelos volaran o que
personajes de la política y los negocios se caracterizaran para sus
reportajes. El espectro periodístico de su trabajo en la costa había
cubierto una heterogénea gama de notas. Producciones con
modelos top, entrevistas a políticos y gente de la farándula y hasta
un reportaje al empresario postal Oscar Andreani se contaban entre
los que considerábamos como posados, es decir, con producción
fotográfica acordada con el entrevistado. Luego estaban las notas
que se realizaban sin ningún acuerdo fotográfico previo, las de
investigación. Cabezas había fotografiado una serie de propiedades
que se le atribuían a Yabrán y otras tantas a funcionarios policiales.

Cabezas no investigaba. Al igual que en los diarios. los reporteros


gráficos de revistas son un servicio de la redacción. De allí parten
las órdenes, los datos y las investigaciones. El fotógrafo es
solamente el encargado de ilustrar la nota.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

16 de febrero 1996

Ese viernes comenzaba la última quincena de la temporada. El cielo


diáfano y la arena caliente habían atraído a una verdadera multitud
de turistas a la costa. Gabriel Michi, el redactor que formaba el
equipo periodístico con Cabezas, se paseaba por la playa en ojotas,
bermudas anaranjadas y remera blanca. La nariz untada con
protector solar y un sombrero tipo piluso con la leyenda “I love
Pinamar” lo hacían pasar desapercibido, como un bañista más. En
otro sector de la playa José Luis ocultaba bajo una toalla su cámara
lista para disparar. Estaba montada a un pequeño teleobjetivo de
500 mm/f 8 del tipo catadióptrico. Era el mejor equipo para afanar
fotos. Liviano y fácil de ocultar. Su sistema de espejos enfrentados
lograba que la imagen rebotara internamente, en lugar de hacerlo
en forma lineal, reduciendo así su tamaño. A cien metros podíamos
tener a una persona de cuerpo entero sin que esta lo percibiera.
Resultaba ideal para esconderse entre la gente y la confusión.

Ya estaba listo cuando su celular lo sobresaltó. Atendió


nerviosamente y la voz de Michi en el auricular dijo:

- José, está yendo para el mar, va con la mujer.

Cabezas miró hacia las carpas del balneario buscando entre los
pasillos a su presa. Alfredo Yabrán apareció caminando relajado y
distraído junto a su esposa. No parecía distinguirse de las demás
personas. Su único atuendo era un short de baño a cuadros y
hablaba animadamente. José lo encuadró y comenzó lentamente a
buscar el foco y esperar el momento. Le transpiraban las manos y la
frente. Pero la adrenalina que le provocaba ese instante de vértigo
se transformó de pronto en una ráfaga de fotos.

Llamó a la editorial desde la misma playa. En fotografía lo atendió


Pedrito, mi asistente, quien abrió la boca en gesto de sorpresa y sin
pronunciar palabra me pasó el teléfono. Se lo oía eufórico a través
del auricular.
- Hugo- me dijo – Lo hicimos! -

No sabía de qué me hablaba. En ese momento estaba editando el


material de Mar del Plata que recién había llegado.

- ¿Qué cagada hicieron?- pregunté

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¡A Yabrán, boludo! ¡Lo hice a Yabrán! Una pinturita- dijo entre


carcajadas -.

La foto era espectacular. Me quedé un rato observándola cuando


llegó a mi escritorio. El foco crítico del catadióptrico hacía que la
figura del empresario se viera despegada del fondo casi en forma
tridimensional. Llamé de inmediato a Lungui y le dije:

- Carlos, tenemos un fotón!

Esa había sido la frutilla del postre de una exitosa temporada para
Cabezas, pero un nuevo y duro golpe bajo para Yabrán.

19 de febrero 1996

Don Alfredo desayunaba tranquilo en su residencia de verano


aquella tibia mañana de lunes. Estaba a punto de verter un poco
más de jugo de naranjas en el vaso cuando su celular comenzó a
sonar insistentemente.

- Buen día, señor, disculpe que lo interrumpa. - Dijo Wenceslao


Bunge del otro lado en tono preocupado.

- Acabo de abrir un mail enviado por la gente de la revista


Noticias. Adentro tiene un archivo con una fotografía en la que
se lo ve claramente a usted caminando con su esposa por las
playas de Pinamar. En el texto dice que lograron hacer la foto
durante este fin de semana y que si usted le concede una nota
a la revista no la publicarían…

Yabrán se mordió los labios de bronca pero solo dijo:

- Reenvíemelo… más tarde hablamos.

Gregorio Ríos vio tambalear de pronto su puesto de jefe de


seguridad del empresario cuando este mirándolo con ojos de furia le
dijo:
- Si tenían un rifle me mataban. ¿para qué mierda te tengo? Los
periodistas que vienen en verano son siempre los mismos…

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

¿no los conoces todavía?... Me dijiste que estaba todo


despejado… ¿Cómo mierda no vieron tus hombres a esos
pelotudos?

Pero en el fondo sabía que el mismo se había descuidado. Tenía la


suficiente cantidad de hombres en sus empresas de seguridad y el
suficiente dinero como para seguir paso a paso a cada periodista
destinado a Pinamar. Cualquier empresario de poca monta contaba
con equipos de espionaje. Los aparatos para capturar llamadas de
celulares y teléfonos inalámbricos eran los más modernos; las
minicámaras y micrófonos ocultos los más clásicos. A Yabrán no le
hubiera costado nada seguirle los pasos a Cabezas y Michi durante
la temporada. Pero sus verdaderas preocupaciones pasaban por
otro lado. Cavallo arremetía nuevamente. Esta vez con una serie de
carpetas que vinculaban al grupo del empresario con el
“copamiento” de empresas competidoras como Andreani y DHL.
También lo acusaba de ordenar un atentado con explosivos contra
las oficinas de ENCOTESA. Parecía que querían darle un perfil
mafioso y siniestro. Tal es así que Wenceslao Bunge salió al cruce
de estas acusaciones diciendo:

- Yabrán no es violento… juega fuerte.

En ese contexto la foto que lo mostraría como a un simple


veraneante, paseando por la playa en shorts de baño, lejos de
dañarlo favorecería su imagen.

No era el único empresario que rehuía de las fotos. En el archivo


de la revista solo teníamos una imagen que databa de 1977 del
hombre más rico de la Argentina en ese momento; Gregorio Pérez
Companc. Sin embargo este no era requerido por los medios ya que
ningún ministro lo acusaba públicamente de mafioso. Casualmente
ese mismo verano, el 3 de enero, logramos fotografiarlo en ocasión
de una reunión que mantuvo con el primer mandatario en la casa
rosada.

Muchos eran los que decían que el ministro de economía Domingo


Cavallo actuaba como lobista de intereses americanos. Se hablaba
de relaciones “carnales” con los EE UU. Insistía en instrumentar una
ley de patentes que sólo hubiera favorecido a los grandes
laboratorios de aquel país. Ahora se venía la privatización del
correo y Federal Express no quería quedar afuera. Entre los
postulantes locales, además de Yabrán, se encontraban Franco

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Macri y Samuel Liberman. El ministro Cavallo insistía en que la


licitación estaba hecha a la medida del cuestionado empresario
postal.

4 de julio 1996

Los salones del Club Americano lucían cargados de cintas y


ornamentos con los colores de la bandera de los Estados Unidos.
Por los ventanales del décimo piso contrastaba la postal porteña
con la vista del teatro Colón adelante y el obelisco de fondo
iluminados por la luz de gas.

Se celebraba la tradicional recepción para conmemorar otro


aniversario de la independencia del país del norte. Funcionarios y
empresarios de ambos países se habían dado cita en el agasajo.

- Nuestra mayor preocupación está centrada en la participación


de ese sospechoso empresario… Alfredo Yabrán en los free
shops y los aeropuertos.- le disparó Ronald Godard, el
encargado de negocios americanos en nuestro país, a
Gustavo Vivacqua, un funcionario del Ministerio de Economía.
Godard había mantenido, por este tema, una acalorada
discusión días atrás con el jefe de gabinete Jorge Rodríguez,
quien estaba a cargo de la privatización de los aeropuertos.
Por su parte, Elizabeth Freidemberg, representante legal de la
empresa Federal Express en Buenos aires, también expresó
sus reservas para con Yabran durante la comida:

- Nos preocupa la posibilidad de que este señor, que es


propietario… o controla el treinta por ciento del negocio del
correo obtenga con ENCOTESA otro treinta y siete por ciento
del mercado.-

Vivacqua escuchaba atentamente las demandas de garantías en las


negociaciones que reclamaban los americanos pero no le quedó
otro camino que el de hacer de Pilatos:

- Yo les sugiero que Federal Express, UPS, y las otras firmas


interesadas transmitan por escrito sus objeciones al proyecto y

20
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

se las dirijan a Germán Kammerath en la Secretaría de


Comunicaciones de la presidencia… Economía ya no maneja
el proyecto.

8 de agosto 1996

La investigación del atentado contra la AMIA que llevaba adelante el


juez Galeano sindicaba a algunos miembros de la policía de la
provincia de Buenos Aires como partícipes necesarios del brutal
ataque. Esto se sumaba a distintos episodios de gatillo fácil e
inseguridad que se venían registrando con mayor frecuencia en el
conurbano. La sensación general de estar durmiendo con el
enemigo fue lo que motivó que nuestro interés periodístico se
centrara en aquella fuerza.

Carlos Dutil, redactor de información general, saboreaba el humo de


su pipa mientras contemplaba los objetos de una repisa que había
debajo de un espejo ornamentado al estilo barroco. Un pequeño
elefante de pálido y lechoso marfil llamó su atención. La diminuta
escultura sujetaba en la trompa enroscada un billete de un dólar.

Dutil levantó la vista y observó por el espejo lo que pasaba a sus


espaldas. Cabezas estaba sobre una de las sillas del escritorio del
jefe de la policía Bonaerense, Pedro Klodzyck. Este a su vez
posaba con su uniforme de gala, mirando seriamente la cámara. A
unos metros Anthony Walsh, asistente de fotografía, sostenía una
caja de luz montada a una lámpara de flash.

Todos estaban en lo suyo. Dutil, casi como un niño, tomó el billete


del elefante y lo guardó disimuladamente en el bolsillo superior de
su saco. Una expresión gioconda se dibujó en su rostro.

- Ahí jefe, quédese así, ahora míreme un poco sin mover el


rostro, solo con los ojos- decía Cabezas sin quitarse la cámara
de la cara.

El impecable uniforme del hombre más poderoso de la bonaerense


parecía brillar con los destellos de la luz de flash. Dutil se acercó y
dando una bocanada a su pipa preguntó:

21
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¿Juan José Ribelli, el comisario procesado por el caso AMIA,


es su mano derecha?

- Trabajó conmigo, igual que otros dos oficiales que están en su


misma condición.

Klodzyck no se sentía muy cómodo con las preguntas que le


disparaba el periodista, pero la simpatía de José Luis había
doblegado la obstinada seriedad del jefe. Finalmente éste los
despidió obsequiándoles una fina lapicera con ribetes dorados y su
nombre y cargo grabados en uno de los lados.

Se hicieron las diez y media de la noche. Contra los ventanales de


la redacción golpeaba una fuerte lluvia que hacía ver a la calle
Corrientes como pintada en acuarela. Había muchos escritorios
vacíos a esa hora. Sólo faltaba que Dutil terminara de redactar la
nota sobre la bonaerense. En fotografía, Pandolfo, Russo y yo
acabábamos con lo que quedaba de unas pizzas que habíamos
encargado en Banchero. Como muestras del banquete las cajas
empapadas en aceite y con algún carozo de aceituna mezclado con
migajas yacían sobre la mesa del negatoscópio.

Cabezas irrumpió empujando la puerta con una de sus piernas.


Traía en las manos el material fotográfico de la entrevista a
Klodzyck. El laboratorio no estaba en el mismo edificio. Había que
recorrer dos cuadras hasta Sarmiento para buscar los sobres con
las tiras de fotos cortadas y ensobradas. Un cadete se encargaba
normalmente de ese tráfico interno. Pero José Luis no dio tiempo a
que cortaran nada. Él mismo esperó que salieran los rollos de la
máquina. A su lado caminaba agitado y con rostro de entusiasmo
Anthony Walsh, el asistente. José Luis empujó las cajas de pizza
con el codo haciendo que una de ellas cayera al piso y desparramó
las tiras sobre el acrílico blanco. Los cinco nos abalanzamos sobre
el material.

- ¿Te subiste al escritorio del jefe de la bonaerense? ¡Que


guacho! – Le dije entre risas.

A Cabezas le gustaban los encuadres supinos y se divertía


contando como trepaba por los escritorios de personajes de todo
tipo. Dutil dejó de escribir y se nos acercó exhibiendo el dólar que
había sustraído del despacho del funcionario y dijo:

22
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¡Ja ja! Y yo le afané el billete del elefantito.

Russo le disparó una mirada seria y quitándose el cigarrillo de los


labios le contestó:

- Mejor que termines rápido porque te van a venir a buscar y


vamos a ir todos presos por un dólar. Dale… dale, escribí que
no me quiero ir a las diez de la mañana.

Dutil regresó a sentarse frente a su computadora, prendió la pipa y


antes de comenzar a escribir masculló entre dientes:

- Maldita policía.

Pandolfo tomó esa frase como la que resumía el espíritu de la


nota.

- Ese es el título- dijo mientras llevaba el material a la oficina de


D’Amico.

- Aquel no te lo va a dejar pasar- respondió por detrás Russo.

- Yo me encargo.- sentenció Gabriel y apuró el paso


perdiéndose en el pasillo de la redacción.

La nota fue tapa del número de esa semana. El rostro de Klodzyck


con una expresión tan seria como imperturbable inundaba las calles
bajo el título “Maldita Policía”. El artículo de Dutil era devastador.
Daba precisiones de los más turbios negocios que manejaba la
bonaerense. Acusaba además con documentos y fotos a varios
miembros de la cúpula policial de un súbito enriquecimiento ilícito.
Había fotos de lujosos chalets, yates y otras propiedades que
ostentaban personajes tales como los comisarios Mario Rodríguez,
Mario Naldi y Juan José Ribelli. Este último, sindicado como
partícipe necesario en el atentado que sufriera la sede de AMIA en
1994.

Aquella que Duhalde había señalado como “la mejor policía del
mundo” mostraba así su lado más oscuro y terrible. Esto obligó al
gobernador de la provincia a llevar a cabo una importante purga en
las filas de la bonaerense. Al mes de haberse publicado el artículo,
Klodzyck fue separado de su cargo.

23
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Quizás sin quererlo las dos secciones más importantes de la revista


habían generado las condiciones adecuadas para que alguien
pudiera planear el siniestro asesinato. Por un lado, política nacional,
a cargo de Gustavo González, se hacía eco de las denuncias de
Cavallo. Cargaba contra sus denunciados, en especial Yabrán, sin
preguntar ni ahondar demasiado en los verdaderos intereses que
motivaban a aquel ministro que estaba vendiendo las empresas del
país. Noticias había logrado desenmascarar al hombre sin rostro.
Los enemigos del empresario, en especial el ministro Cavallo,
trataban por todos los medios de sindicarlo de mafioso lo que nos
dejaba en una frágil situación de inseguridad. Cualquiera de los que
tenían cuentas pendientes con el empresario, que no eran pocos,
podría atentar contra la editorial o sus trabajadores con la certeza
de que la opinión pública se lo adjudicaría al cartero. Ya habían
ocurrido algunos episodios violentos entre custodios, periodistas y
familiares del empresario debido al asedio permanente de los
medios que trataban de demonizarlo. Estaba claro que si en ese
momento asesinaban a un periodista nadie hubiera dudado en creer
en la autoría de Yabrán. Mucho menos si ese periodista fuese el
reportero gráfico que había logrado fotografiarlo.

Por otro lado, información general, a cargo de Carlos Russo, había


asestado el golpe de gracia a la gestión de Klodzyck denunciando
las maniobras ilícitas de sus más cercanos colaboradores en una
cruzada contra la corrupción. La banda de hampones uniformados
del ex jefe de la bonaerense obedecía a los más estrictos códigos
mafiosos; tanto en sus acciones como en sus mensajes. La
devastadora denuncia de Noticias era merecedora de una vendetta
ejemplificadora. La revista sumaba así a otro peligroso enemigo.

La sed de venganza de unos y la codicia de los otros serían los dos


pecados capitales que de a poco fueron tejiendo la dramática
trama.

Septiembre 1996

Yabrán tenía todos los atributos de un empresario mafioso. Su


vertiginoso y sostenido crecimiento así lo sugería. Había
comenzado como un oscuro empleado de Oca en la época de la

24
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

dictadura militar para convertirse en la cabeza de un imperio postal


en la Argentina menemista. Semejante camino de ascenso hubiera
resultado impensable sin negociados infames y las condiciones
necesarias para tal fin generadas por miembros de una clase
dirigente corrupta. La otrora patria financiera había logrado extender
su dominio sustentándose en una especie de sucedáneo donde el
poder económico y el político eran indisociables. Por eso no hubiera
sido fácil acorralarlo en su terreno. Los hombres de inteligencia que
respondían a los intereses y especulaciones de quienes querían
quitar del medio al cartero comenzaron a trazar su perfil privado
para encontrar un punto débil. No se le conocían vicios, no fumaba
ni bebía alcohol y llevaba una vida ordenada y familiar. Estaba
casado con Maria Cristina Pérez y era padre de tres hijos: Pablo,
Mariano y Melina. Quico, como lo llamaban en la intimidad del
hogar, prefería rodearse siempre de los suyos tras los muros de su
fortaleza en Acassuso. Trataba de pasar lo más desapercibido
posible. Esto último se convertiría en su talón de Aquiles.

El capricho de Menem por lograr su re reelección estaba dividiendo


en su seno al partido justicialista. Las pretensiones presidenciales
de Duhalde no eran compatibles con los sueños de perpetuidad del
primer mandatario. Por otra parte el resto del espectro político del
país estaba tratando de formar alianzas para derrotar al
justicialismo. Pero las estrategias políticas tenían también un lado
oscuro y siniestro lleno de operaciones y escaramuzas. El
empresario postal era una pieza clave en los negocios turbios de
algunos funcionarios del gobierno y en especial de Menem. Si de
alguna forma esto podía ser sacado a la luz acabaría
definitivamente con la ansiada re reelección presidencial. La
estrategia elegida para hacer que Yabrán pisara en falso había sido
la de exponerlo, difamarlo y acosarlo a través de los medios
corporativos. La vidriera era un lugar al que, sin duda, no estaba
acostumbrado.

El caldo de cultivo estaba a punto. El hecho de haber sido la única


revista que logró fotografiar al hombre invisible nos convertía
automáticamente en blancos tácitos. Era obvio que eliminar al
fotógrafo de Noticias durante la temporada de verano en Pinamar
colocaría inmediatamente al empresario postal bajo la lupa de la
justicia. Por esa razón hubiera sido algo realmente absurdo e infantil
el pensar que un estratega como Yabrán podía ordenar semejante
atrocidad en aquellas circunstancias. ¿Pero que había de sus
incontables enemigos? En uno de los frentes estaba Cavallo que

25
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

quería postularse como candidato a presidente en el noventa y


nueve y trataba de armar sus negocios y su propio espacio político.
En el otro flanco estaban todos los grupos de empresas, nacionales
e internacionales, que pretendían adueñarse de los aeropuertos, el
negocio postal y la aduana privada. Por último estaba la clase
política encabezada por Duhalde que quería deshacerse de Menem
a cualquier costo. Para algunos Yabrán era un estorbo para otros
una herramienta desestabilizadora. Llevarlo ante la justicia lo
quitaría del medio en los negocios y serviría para ensuciar a Menem
en el terreno político.

Cualquiera de estas partes o quizás todas ellas en conjunto podrían


haber elucubrado la siniestra idea del crimen. La década del
noventa estuvo plagada de confabulaciones irresolutas. Episodios
de violencia con victimas civiles e inocentes cuyas investigaciones
se perdieron en confusos laberintos judiciales con la complicidad del
oscurantismo mediático. Saber quienes planearon los atentados a la
embajada de Israel, la AMIA, el polvorín de Río Tercero o quien
disparó contra el hijo del presidente echaría luz sobre los
manipuladores y titiriteros que mueven los hilos del poder desde las
sombras. Esos que siempre están en el lugar donde nunca nadie
llega.

No fueron pocas las personas que, con el transcurso del tiempo,


acusaron al comisario mayor Mario “chorizo” Rodríguez de haber
sido el encargado de hacer la logística del homicidio de Cabezas.
No sólo porque sus pretensiones para llegar a jefe de la bonaerense
se habían visto frustradas tras el certero artículo de Dutil en
Noticias, sino también porque era conocida su habilidad para
fabricar “operetas” y “ratoneras” de todo tipo. En la jerga policial se
llamaban de ese modo a los operativos armados de antemano;
encerronas fabricadas donde los delincuentes generalmente eran
abatidos y siempre había “algún prófugo que se lleva el dinero”. Sin
embargo Rodríguez no hubiera sido capaz por si mismo de elaborar
y llevar a cabo un plan tan sofisticado sin la colaboración del sector
político para asegurarle protección jurídica, y el económico para
financiarlo.
Solo había bastado que se unieran las dos partes. Los que iban
contra Yabrán, que disponían de dinero y logística, con los
enemigos de Menem y Noticias, que sumaban en los miembros de
la maldita policía a un grupo armado, con capacidad operativa y con
un alto conocimiento del terreno.

26
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Pedro Klodzyck, el otrora hombre más poderoso de la bonaerense,


padecía de un cáncer terminal y sus secuaces más cercanos
estaban sumariados por asuntos internos e investigados por la
justicia ordinaria. Comprar a un acabado guerrero convaleciente y a
un grupo de mercenarios perseguidos, asegurándoles un buen
retiro, no fue para nada una tarea difícil aún cuando el plan incluía
algunas traiciones.
Klodzyck recordaba muy bien a Cabezas. Todavía sentía esa
sensación de haber sido burlado el día de la entrevista. Pero más
allá del encono con Noticias, personalmente quería darle una
lección a los medios que metían la nariz en los sucios negocios de
la bonaerense. Era el momento oportuno para llevar a cabo una
venganza y el plan para inculpar al cartero le daba la coartada
perfecta.

Octubre 1996

El caso Coppola acaparaba todos los medios. La historia de sexo y


drogas que involucraba al manager de Maradona con el tráfico de
cocaína había desatado un circo mediático rayano con lo delirante.
Samanta Farjat, junto a otras prostitutas que habían sido usadas
como carnada, se convirtieron por unas semanas en la principal
atracción de todos los programas de televisión. Noticias no estaba
ajena a toda esa parodia y debíamos mantener cubiertas todas las
alternativas del caso. Fueron días bastante movidos para mí, por lo
que pensé en tomar un descanso.
Hacía ya dos años que con mi esposa alquilábamos una quinta en
la zona de Pacheco, en la calle Delcase, detrás de la fábrica de
Terrabusi. Era un buen refugio para escaparse del estrés y el
bullicio de la ciudad. Cabezas había venido un fin de semana con
Cristina y ambos quedaron enamorados de ese lugar.

- ¿Cuánto pagas por esto? - me había preguntado.


- Cinco mil pesos por año.

- Queee? Yo pago cuatrocientos cincuenta mangos de alquiler


por mes por un departamento de dos ambientes y encima
tengo expensas.

27
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Al poco tiempo la quinta que lindaba con la mía se desocupó. La


casa no era muy grande pero estaba rodeada de un hermoso
bosque de pinos. José Luis vino a verla y decidió alquilarla. Pero no
para ir los fines de semana, sino que rescindió el contrato de su
departamento en capital para tomarla como vivienda permanente.

Para los primeros días de octubre ya estaban instalados en su


nueva morada. Quizás habían precipitado la decisión por la llegada
de Candela, una hermosa beba que había nacido en agosto de ese
año.

El feriado por el día de la raza caía en lunes y se nos ocurrió


aprovechar ese fin de semana largo para organizar un asado e
invitar a todos los fotógrafos de la revista, que eran más de quince
entre colaboradores y efectivos. Arreglamos para el domingo, por lo
que el sábado fuimos temprano a Unicenter para comprar la carne y
las bebidas. De regreso pensamos que podríamos organizar algún
juego para amenizar la tarde del día siguiente. Elegimos la
búsqueda del tesoro y nos abocamos a preparar las pistas para
luego esconderlas. Parecíamos dos chicos entre los árboles
escondiendo papelitos doblados e imaginando situaciones
graciosas y riéndonos de ellas.

Al otro día la asistencia fue perfecta. Vinieron todos con sus


respectivas compañeras. El clima obsequió un domingo cálido y
cristalino. A media tarde, luego del asado nos reunimos en lo que
quedaba de una vieja cancha de tenis que había en el fondo de la
quinta.

- Che, vení acá, chabón bravo, vos no pusiste- dijo Cabezas


entre risas mientras tomaba del brazo a Anthony.

Cada uno debía poner dos pesos y el pozo recaudado se lo llevaría


quien llegara al tesoro. Yo había hecho de recaudador y con los
billetes en la mano dije:

- Bueno podemos empezar, ya tenemos un suculento pozo.


- De mierda.- remató Cabezas soltando una carcajada.- ¿Están
armadas las parejas? Entonces empecemos.

El grupo se desgranó en segundos. Los más atléticos se le


animaban a los pinos y trepaban hasta las primeras ramas.

28
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¡Acá hay una!- Gritó el bombero Fernández y todos corrieron


hacia él como hormigas al caramelo. A partir de esa primera
orientación se encamino la búsqueda.

Beatriz, la mujer de Lungui, fue quien finalmente encontró la última


pista escondida en un pilar de la entrada.

Al anochecer, luego de que se fueran todos los invitados, José Luis


avivó las brasas que quedaban en la parrilla. Comimos las sobras
del asado hasta que el frío de la noche nos obligó a entrar a la
cabaña. Cristina estaba durmiendo con Candela pero antes de
acostarse había acomodado unos troncos en la estufa. Yo me
encargué de encenderlos valiéndome de unas piñas secas mientras
José Luis procuraba una botella de whisky JB y dos vasos con
hielo. Acomodamos unos almohadones cerca del hogar y nos
sentamos en ellos. Los acordes de Las cuatro estaciones de Vivaldi,
su música preferida, sonaban de fondo dando un toque mágico al
momento.

- Ves Hugo, esto es lo que me hizo dejar ese departamento y


venir a vivir acá. Siempre soñé con una casa con hogar a leña
y lugar para que mis hijos corran felices… Mi hija mayor dice
que me mudé a una plaza…

Sus ojos brillaban como de emoción con los destellos del fuego que
abrazaba lentamente los leños de quebracho colorado.

El feriado pasó y el martes amaneció con una densa neblina. José


Luis atravesó con mucho cuidado la tranquera. La visibilidad era
casi nula. Tuvo que descender del vehículo para volver a cerrar el
pesado portón de madera. De pronto de la bruma apareció un viejo
Ford Taunus color verde botella que se detuvo violentamente
levantando una nube de polvo con la frenada. Dos tipos de ropa
oscura armados con pistolas saltaron casi al mismo tiempo de su
interior. Uno descendió del lado del acompañante y se quedó
parado con los brazos extendidos apuntando con un arma a José
Luis. El otro salió por la puerta trasera y se le vino encima gritando:
- Quedáte quieto, no te muevas!

Un tercero se mantenía al volante listo para salir en cualquier


momento. José Luis estaba paralizado por el miedo. No quería
siquiera levantar la vista para no ver los rostros de quienes lo
atacaban a cara descubierta.

29
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Llévense todo, no me hagan nada- alcanzó a balbucear-

El delincuente le dio un empujón que lo dejó sentado en el pasto.


Luego subió al Fiat Spazio de Cabezas que estaba con el motor
encendido y salió arando. El Ford Taunus lo siguió a corta distancia
hasta que los dos se perdieron en la niebla.

El auto apareció esa misma tarde a las pocas cuadras. Le habían


robado el sistema de audio y el bolso con el equipo fotográfico que
estaba en el asiento trasero. Pudo haber sido un hecho al boleo o
quizás ya lo estaban midiendo. Lo cierto es que ese episodio hizo
reflexionar a José Luis con el tema de la seguridad de su familia.

Durante la semana aquel barrio de quintas quedaba prácticamente


vacío de moradores y Cristina pasaba mucho tiempo sola con su
beba.

A los pocos días volvieron atrás la operación con la inmobiliaria y


regresaron a su departamento de la calle Vidt en barrio norte.

6 de Noviembre 1996

Una lluvia torrencial y persistente escurría de a poco la sangre


regada sobre el pavimento de la calle Pienovi al cien en el partido
de Avellaneda. Esa mañana, más de una docena de hombres
armados habían intentado robar en una sucursal del correo privado
de Andreani. A las once en punto los delincuentes ingresaron al
playón de carga del correo con la intención de alzarse con los
trescientos mil pesos destinados al pago de sueldos. Apenas
entraron al lugar fueron sorprendidos por policías que habían
rodeado el predio y los estaban esperando al mando del comisario
mayor Mario “chorizo” Rodríguez. Lejos de amedrentarse los
malvivientes intentaron huir hacia la calle, pero fue un error. Afuera
estaba el grueso de los uniformados, unos cuarenta efectivos de la
bonaerense. La balacera fue infernal y el hecho se conoció en los
medios como “la masacre de Andreani”. Seis ladrones, un rehén y
dos policías muertos fue el resultado que dejó el frustrado asalto
que automáticamente pasó a convertirse en el episodio con más
víctimas de la historia policial argentina.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Hacía más de un mes que Duhalde había iniciado una demorada


purga en las filas de la bonaerense. Comenzó primero con el pase a
retiro de Klodzyck junto a nueve comisarios generales. Más tarde
ordenó que se iniciara una investigación en torno a un grupo de
cuestionados oficiales de alto rango. El primero en la lista era el jefe
de la unidad regional de Lanús, comisario mayor Mario Rodríguez
alias “El chorizo”. Carlos Dutil había mencionado a Rodríguez en su
investigación publicada en la revista Noticias del 10 de agosto bajo
el nombre de maldita policía. En aquella nota describía la particular
y estrecha relación de Rodríguez con el presidente de la cámara de
diputados, Alberto Pierri y también con el gobernador Duhalde. Sin
embargo durante los últimos días de octubre comenzaron a circular
rumores sobre un posible pase a retiro para Rodríguez. El comisario
mayor pensó que su carrera policial corría peligro y creía que debía
hacer algo para ganar prestigio e imagen dentro de la fuerza y
también en la opinión publica. Fue ahí que decidió montar una
espectacular “ratonera”.

Un par de semanas antes del sanguinario hecho, un sargento de la


bonaerense llamado Domingo Schiliase había participado en una
reunión entre el oficial Arturo Álvarez, un viejo conocido del
“Chorizo”, y un sujeto al que a veces la policía usaba de soplón. En
esa oportunidad el informante les reveló que se estaba armando un
plan para asaltar la sucursal de Andreani en Avellaneda. También
les dijo que los delincuentes lo habían reclutado para que les
consiguiera algunas armas largas y uniformes de la empresa que
iba a ser blanco del robo. El oficial Álvarez creyó que los datos
brindados por el buchón en esa oportunidad eran muy importantes
y decidió llevarlo ante el comisario mayor Rodríguez.

La reunión con el “Chorizo” se realizó en la Unidad Regional de


Lanús. En ese encuentro el informante hizo un pacto con el
comisario y le dio los nombres de las personas que planeaban el
atraco. A cambio de la información Rodríguez le facilitó las armas y
los uniformes que el buchón se había comprometido a conseguir.
Esta era la manera de “combatir el delito” que tenían el “Chorizo” y
la banda de criminales uniformados que se había enquistado en las
filas de la bonaerense. Sumaban estadísticas armando operativos
truchos y ratoneras. Pero en esta oportunidad a Rodríguez las
cosas se le habían ido de las manos ya que entre los muertos se
encontraba un rehén. Un joven de veintidós años cuyo nombre era
Marcelo Vázquez. El mismo sargento Domingo Schiliase,

31
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

mostrándose arrepentido, fue quien contó en su declaración los


detalles del hecho a la jueza de Lomas de Zamora Dra. Silvia
González.

19 de Noviembre 1996

El mate de palo santo enchapado en aluminio se dibujaba muy


distorsionado sobre la carcasa de un termo metálico.

Algunas migajas de bizcochuelo danzaban al borde del escritorio


siguiendo el ritmo de un destartalado ventilador de techo. Pedro “La
liebre” Gómez esperaba reclinado en su sillón de cuero con
apoyabrazos de madera la llegada de Gustavo Prellezo, el
comisario de Valeria del Mar. Klodzyck sabía que el verdugo debía
ser alguien que tuviera una estrecha relación con el entorno de
seguridad de Yabrán. La “Liebre” Gómez sugirió el nombre de
Prellezo, quien había sido su segundo en la comisaría de Pinamar y
con el que había tenido algunas diferencias. La amistad de Prellezo
con Gregorio Ríos, que en algún momento habían alertado a
Gómez de sus desmedidas ambiciones, sería ahora el eslabón
necesario para cerrar la cadena.

Prellezo llegó quince minutos más tarde de lo pactado pero igual la


“Liebre” dibujó su mejor sonrisa al verlo y lo invitó a matear con él.

El policía trataba de adivinar que querría Gómez de él mientras


observaba las burbujas de espuma que se formaban en la yerba
humeante.

- Gustavo- dijo Gómez- te hice venir porque tenemos que hacer


un trabajo y el jefe te pidió a vos especialmente para que
colabores con el grupo.
El grupo al que se refería la “Liebre” era la cofradía cercana a
Klodzyck. Formar parte de esta elite era algo ambicionado desde
hacía tiempo por Prellezo y Gómez lo sabía. Como también sabía
que este se comunicaba periódicamente con Gregorio Ríos.

Gómez dio algunos detalles de la operación a Prellezo. También le


habló de las extras que cobraría si todo salía bien. Pero recién al

32
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

ver un sincero convencimiento en los ojos del oficial fue que abrió el
juego y dijo:

- Vos lo conocés al tipo, es el fotógrafo de Noticias… el que le


hizo la foto a Yabrán en la playa
- Ah! Sí, ya sé quien es.

- Tomá - dijo Gómez y le extendió un papel donde había


anotado el nombre completo de José Luis.

- Necesito que le pidas a Silvia los antecedentes del tipo para


empezar a trabajar.

El comisario se refería a Silvia Velawsky, la esposa de Prellezo, que


también era oficial de la bonaerense y trabajaba en el departamento
de policía de La Plata dentro de la Dirección de Servicios Sociales.
Las instrucciones que le dio Gómez a Prellezo fueron claras. Debía
reclutar a un grupo matones que serían la mano de obra para
ejecutar el crimen. El arma homicida le sería entregada por Jorge
Cabezas en una reunión que se llevaría a cabo pasada la Navidad,
durante la cuál se debían ajustar todas las piezas del macabro
designio.

En este tipo de operativos, la banda de policías trabajaba en forma


celular. Cada miembro sabía cual era su participación y nada más.
Por eso Prellezo no se molestó en preguntar quién pagaba el
trabajo ni cuáles eran los motivos por los que debían matar a
Cabezas.

Con la inclusión de Prellezo la participación policial ya estaba


cubierta.

21 de noviembre 1996

Casi al finalizar un día de cierre, cuando sólo faltaban algunos


detalles para ultimar el número, Pandolfo me llamó a su oficina.
Quería que lo ayudara con la lista de periodistas que irían a la costa
el verano venidero. Hacía tiempo que Pandy, como lo llamábamos
en confianza, andaba detrás de una fotógrafa de mi equipo, Anita

33
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Guilligan, una bonita veinteañera de cabellera rubia y esbelta figura.


Seguramente le había hecho un par de promesas imprudentes y
ahora me pedía que la tratara de ubicar en Pinamar.

- No hay problema, estaba entre los candidatos – le contesté -


Recién lo vi a Cabezas… ¿no querés que lo llame así
cerramos Pinamar?

- Dale, yo pido algo en el bar - contestó mientras digitaba un


número en el teléfono.

En fotografía Pedrito me dijo que José Luis recién había bajado al


café de la esquina.

- Debe estar en el ascensor ¿quiere que lo llame?

- Si llamálo al celu y decíle que venga a lo de Pandolfo que lo


vamos a invitar con algo.

No pasaron más de cinco minutos antes de que llegara Cabezas.


Detrás de él entraba Raúl, el mozo del bar. Traía tres cafés, tres
cocas y tres vasos con hielo. Cuando terminó de acomodar el
pedido miró con ojos cómplices a Pandolfo y este, haciéndole un
guiño, le dijo:

- Cerrá bien la puerta.

Pandolfo tomó uno de los pocillos de café y, ante la mirada atónita


de Cabezas, volcó su contenido en uno de los vasos con hielo.

- ¡Pará! ¿Qué haces? ¿Te volviste loco? -

- ¿No querías un Fernet?- le dijo- Viene así porque a


Fontevecchia no le gusta que se beba alcohol durante el
horario de trabajo.
- ¿Perdón?- dijo con ojos de asombro- son las 10 de la noche,
¿hasta qué hora es eso?

Los tres sonreímos por la ironía.

- ¿Cómo te ves en Pinamar?

34
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Preguntó Pandolfo echándose sobre el respaldo de su sillón.


Cabezas, como hacía siempre, comenzó a presionarnos con el
tema de los viáticos diarios. Decía que si no los mejoraban ese
año no viajaría. El otro asunto que le preocupaba era quien sería
el segundo fotógrafo. José Luis pretendía que fuese Guillermo
Cantón. Le dije que haríamos gestiones con la administración
para mejorar el viático pero preferí no hablar de la fotógrafa en
ese momento y solo deslice un:

- Veremos.

La ventana de la oficina daba a la calle Talcahuano. A menos de


quince metros, de la mano de enfrente, veíamos otras oficinas con
tanta claridad como se veían las nuestras. Algunas, curiosamente,
permanecían activas hasta altas horas de la noche al unísono con
nuestros horarios de cierre. Estábamos muy expuestos y éramos
extremadamente confiados e inocentes. Jamás se nos hubiera
cruzado por la cabeza que podrían estar haciéndonos inteligencia, o
que podían escuchar nuestras conversaciones. Creíamos en la
fantasía de la libertad de prensa que el menemismo nos vendía
junto con el cuento del uno a uno y la estabilidad económica.

Esa noche Cabezas llegó cansado a su casa. Saludó a Cristina y


preguntó:

- Hola pájaro, ¿escuchaste los mensajes?

- No, recién llego, fui al súper y al Laverap - contestó Cristina


desde la cocina. José Luis activó el contestador y la cinta
retrocedió para luego reproducir su contenido.

Pip.
- José Luis, ¿estás ahí?- dijo la inconfundible voz de Norma, su
madre. – Llamáme cuando puedas.

Pip.
- Con esa foto me cagaste la vida a mí y a mi familia- Soltó de
pronto una voz oscura y difusa por el pequeño parlante para
luego rematar:- me las vas a pagar.
Pip.
Cristina se asomó por la puerta desde la cocina y pregunto:

35
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¿Qué fue eso José? ¿Quién era?

- Ni idea- contestó encogiéndose de hombros para destacar su


ignorancia- esperá que lo paso de nuevo.

Cabezas no hizo comentario alguno sobre la llamada. A los pocos


días lo mandé por una semana a Sidney, Australia. El viaje era para
cubrir una serie de eventos a los que la embajada de aquel país nos
había invitado junto a otros medios.

Noviembre - Pinamar 1996

A excepción del comisario Gómez, los policías involucrados


desconocían que el plan era acusar al empresario a través de los
cruces telefónicos hechos por un novedoso programa informático
especializado. Creían que se investigaría como cualquier crimen
con pistas que ellos mismos plantarían y serían los responsables de
investigar. Para eso necesitarían un chivo expiatorio alguien a quien
acusar y usar de coartada.

Jorge Cabezas era un oficial de la bonaerense que prestaba


servicio en el destacamento de Mar del Tuyú. Desde hacía un
tiempo la Dirección de Asuntos Internos venía investigándolo. Las
acusaciones que caían sobre él eran las de enriquecimiento ilícito y
la de canjear vehículos robados por cocaína. Este último negocio no
pudo ser probado ante la justicia. Sin embargo, era de público
conocimiento que Jorge Cabezas tenía vinculación con una banda
de Mar del Plata dedicada a la prostitución y el tráfico de drogas. Su
líder era Margarita Di Tullio alias: “Pepita la pistolera”. Se había
ganado ese mote luego de que liquidara a balazos a tres supuestos
atacantes en un confuso episodio hacía ya mas de diez años.
También era conocida en el puerto de Mar del Plata por regentear
un par de prostíbulos sobre la 12 de octubre.

La relación entre Margarita Di Tullio y el oficial Jorge Cabezas no


estaba hacia fines de 1996 en su mejor momento. No habían sido
pocos los que la oyeron vociferar refiriéndose a su antiguo socio:

- Ese Cabezas me tiene harta, lo voy a hacer cagar.

36
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

La llamativa homonimia no había pasado desapercibida a los oídos


de quienes, por otro lado, estaban trabajando en el plan para
asesinar precisamente a Cabezas. Si “Pepita” tenía un enemigo que
se llamaba Cabezas, solo faltaba que se le pudiera plantar algo que
la involucrara en el crimen de José Luis, como por ejemplo: el arma
homicida para luego hacer circular la versión de que los sicarios de
pepita se habían equivocado de hombre.

Eso fue lo que hizo que Jorge Cabezas pensara en Carlos


Redruello, un buchón que se mezclaba entre hampones y policías
según hacia donde soplara el viento. El oficial sabía que Redruello
conocía a un tal Dominichetti, miembro de la banda de “Pepita” y
con quien este había estado en prisión durante un tiempo. Si
Redruello podía llegar a infiltrarse en el entorno de Margarita di
Tullio habría entonces muchas posibilidades de incriminarla. Por
otra parte al oficial Jorge Cabezas no le importaba salir a la luz
pública mostrándose como “casi víctima” de su ex socia; no tenía
nada que perder. Estaba sumariado internamente y hasta la DEA lo
investigaba. Con la promesa de archivar sus causas y un buen
puñado de dólares habría bastado para convencerlo.

3 de diciembre - Redacción de Noticias 1996

El aire acondicionado había vuelto a colapsar debido al intenso


calor. Eran las tres de la tarde y la térmica llegaba a los treinta y
cuatro grados. Pedro y yo escuchábamos a un fotógrafo que nos
hablaba de las maravillas de unas cajas de luces plegables, ideales
para las entrevistas. Estuvo varios minutos tratando de armar el
artefacto a modo de demostración hasta que de pronto irrumpió
José Luis en la sala y dijo:
- Oíme “Negro”, el chabón ya se murió de viejo para cuando vos
terminás de armar eso. ¡Ja ja!

Miré a Cabezas, recién llegado de viaje y lo primero que noté era


que estaba calzado con unas flamantes y llamativas botas de estilo
tejano.

37
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Pero mirá vos que botitas jaileifes se trajo el tipo- Le dije


mientras me paraba para saludarlo -Mmm… perfumito francés,
a vos no te va nada mal gordito-
José Luis rió y me dijo:

- Free shop de Sidney, papá.

Pedrito seguía la escena parado detrás de mi sillón como


Impaglione en El banquete de Severo Arcángelo. Lo miré buscando
complicidad y le dije:

- Hijos de puta, los mando a conocer el mundo mientras que yo


tengo que estar detrás de este maldito escritorio escuchando
cómo se quejan…. Si al menos me trajeran la botellita de vino
del avión… pero nada… ni eso.

A lo que Pedro remató:

- Son todos iguales.

Pandolfo pasaba para su oficina y cuando vio que Cabezas había


regresado entró a fotografía para saludarlo.

- ¿Qué hacés, ya volviste? – le dijo- ¿Sabés que te vas el


quince con Michi?

Sin esperar la respuesta de José Luis, miró para mi escritorio y


continuó diciendo:

- Hugo, ubicáme las fotos de Cavallo en el Congreso- luego dio


media vuelta y siguió su camino. Cabezas me miró con ojos
inquisidores y preguntó:

- ¿Y… con quién más voy?

- Con Anita… - le contesté en forma ligera, como pretendiendo


infantilmente que no se diera cuenta.

- ¡Uh no! Le falta experiencia. Después tengo que cargar yo con


la piba… ¿Por qué no viene Canton?

- Cantón no puede. Ya lo charlé con Gabriel… mirá Joselo-, le


dije poniendo mi mano en su hombro

38
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Esto también es un negocio y nos conviene que viaje Anita


porque es colaboradora, tiene ganas de aprender y nos sale
mucho más barato. Aparte… ¿vos lo mandarías a Canton de
guardia a Ku a las dos de la mañana porque esta Chiwy del
Corral con menganita? Seguro que no, pero a la piba sí
¿entendés? Menos problemas, menos gasto y las cosas
cubiertas, ¿Ok?

- Ok - dijo refunfuñando y luego continuó:

- Che, mientras estaba de viaje Cristina recibió una llamada de


un tipo que dice que yo le arruiné la vida con una foto, que le
cagué a la familia y que sé yo… hace un tiempo yo había
escuchado un mensaje parecido en el contestador… No tengo
idea de quién pueda ser.

- A lo mejor era el turco Elías, el fotógrafo de Carlos Paz-


contesté con sorna - ¿Te acordás cuándo le sacaste una foto a
Moria Casán en un boliche y se lo veía a él en una mesa del
fondo tomando algo con un gato? -

- Siií, ¿te acordás? La jermu casi lo mata. Ja ja!

Nos reíamos con inconsciencia de lo que vaticinaba la tragedia.


Éramos las piezas de un juego siniestro que se armaba a nuestro
alrededor sin que lo percibiéramos.

Lo vertiginoso de nuestro trabajo no permitía que nos detuviéramos


a pensar. Un fotógrafo de staff realizaba no menos de dos notas por
día, lo que sumaba más de quinientas producciones por año. En
cualquier nota, por más pequeña que fuera, se tomaban como
mínimo setenta fotos, (dos rollos). Esto quería decir que Cabezas
habría disparado su cámara cerca de treinta y cinco mil veces
después de aquella tarde en Pinamar.

39
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

5 de diciembre 1996

Patricio Haimovichi era un guardavida de la costa aficionado al


fotoperiodismo. Había sido él quien fotografiara a Yabrán por
primera vez allá en La Pérgola a principios del noventa y cinco. Me
había venido a ver esa mañana con la idea de incorporarse al grupo
de Pinamar. Él disponía de vivienda en la zona por lo que sólo le
pagaríamos por cada vez que lo necesitáramos.

- Ok – le dije - ¿Ya conocés a Cabezas y Michi no?, ellos van a


manejar el operativo. Dejáles tu celular para que te contacten.
La nota la pagamos ciento cincuenta mangos pero en tu caso
vamos a hacer una excepción -

- ¿Y cuánto me van a pagar?- Preguntó con ojos entusiastas.

- Un carajo – respondí lanzando una risotada.

Luego del asesinato supe que en sus años de cuidar bañistas en la


costa atlántica, Patricio había cultivado amistad con varios
miembros de la bonaerense. Entre ellos estaban los oficiales Juan
Carlos Salva, Sergio Camaratta y Jorge Cabezas. Estos eran
policías de carrera y sabían cómo preguntar para sacar información.
Consciente o inconscientemente, Patricio había pasado a ser un
infiltrado dentro de nuestro equipo.

22 de diciembre - Mar del Plata 1996

Una fresca brisa nocturna cargada de humedad hacía que el asfalto


mojado de la calle 12 de octubre copiara los colores de las
marquesinas de neón del puerto marplatense. Neisis II llamaban las
letras encendidas en un local de vidriera ciega ubicado a escasos
metros de la esquina de Bermejo. En su interior se llevaba a cabo
una fiesta. Habían colocado algunas guirnaldas sobre las sogas,
campanas y timones que hacían a la decoración estilo barco de
pesca tradicional del lugar. La música estaba fuerte y el humo
invadía todos los rincones. Se acercaba navidad y Margarita Di
Tullio había reunido a sus mejores chicas junto con un grupo de

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

amigos en una fiesta privada. Entre los concurrentes estaban su


pareja Pedro Villegas, un agenciero de autos llamado Flavio Steck y
Juan Domingo Dominichetti. Con este último venia Carlos
Redruello, que desde hacía unos días había logrado entrar al
selecto grupo de conocidos de “Pepita”. Con su habilidad para
construir personajes y su sistemática mitomanía les había hecho
creer que era un especialista en el robo de vehículos. La fiesta se
fue convirtiendo de a poco en un verdadero bacanal. Las meretrices
desnudas ofrecían cocaína en platillos calientes a los invitados. Los
privados, hechos con butacas de cabotaje, no daban abasto y en la
barra el alcohol corría como agua de vertiente.

Para las cuatro y media de la mañana todos estaban muy


alcoholizados. Redruello aprovechó esta confusión y fingiendo estar
ebrio salió a la vereda con la excusa de tomar un poco de aire
fresco. Una vez allí, con absoluta lucidez, se dirigió al Ford Escort
de Pedro Villegas que estaba estacionado cerca de la esquina. Con
mucha habilidad forzó la cerradura y se hizo de un revolver calibre
treinta y dos largo que había en la guantera del vehículo. Hecho
esto regresó a la fiesta para no levantar sospecha y se perdió entre
el humo y las luces de colores.

Poco a poco el círculo se cerraba alrededor de la víctima. Los


asesinos habían infiltrado a Redruello en la banda de Margarita.
Contaban ya con un arma y un chivo expiatorio a quien, en
principio, cargarle el crimen. A la vez habían conseguido introducir
un fotógrafo informante en la revista. Pero el plan maestro incluía
también un fino trabajo de inteligencia. La banda policial no era el
único grupo que operaba en torno al crimen. Había que infectar el
aparato de seguridad de Yabrán. Alguien cercano a Ríos debía dar
precisiones a los medios para lograr que siempre hubiera
periodistas por donde el empresario se moviera. El objetivo era
provocar su enojo. Otra de las estrategias sería la de hacer circular
versiones que involucraran la vida privada del cartero. Por ejemplo
la de una supuesta amante o cualquier otro rumor que atrajera la
atención de los medios hacia él para luego amenazarlos.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

1 de enero 1997

Los invitados a la fastuosa fiesta de fin de año que don Alfredo


había organizado en la mansión del águila en Acassuso brindaban y
se abrazaban unos a otros. Las campanadas de un viejo reloj de
péndulo suizo tocaban las doce. Era un momento de euforia general
y todos comenzaron a lanzar cánticos contra el ministro de
economía.

- Le vamo a dar, le vamo a dar, a Cavallo le vamo a dar.

Yabrán recorría el salón brindando y cantando con todos. Cuando


llegó el turno de saludar a Ríos, el empresario lo miró a los ojos en
el momento de chocar las copas. Luego le dio un tibio y breve
abrazo, lo justo como para demostrarle que aún gozaba de su
confianza. Fue ahí que Roberto Archuvi, otro de los hombres de
seguridad, cambió la letra de la canción y comenzó a decir:

- Le vamo a dar, le vamo a dar a los fotógrafos le vamo a dar.

Esto provocó la risa del empresario y eso fue suficiente para que
todos los presentes se unieran al unísono en el canto.

De una manera muy sutil se había logrado exponer el enojo de


Yabrán para con los fotógrafos ante un nutrido grupo de testigos.

3 de enero - Valeria del Mar 1997

Eran aproximadamente las cuatro de la mañana del sábado. Un


Dodge 1500 abandonaba la ruta once para adentrarse por las calles
de tierra circundantes a Valeria del Mar. Al volante y con rostro
cansado venia el comisario Prellezo. Había decidido viajar de noche
porque supuso que la ruta estaría menos transitada. Con él venían
los cuatro sicarios que había reclutado para llevar a cabo el
homicidio. Del lado del acompañante viajaba José Luis Auge, un
ratero y busca vidas de la zona de Los Hornos conocido del policía.
En el asiento posterior lo hacían Horacio Braga, Gustavo González

42
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

y Héctor Retana. Estos últimos eran amigos de Auge y él los había


traído por encargo de Prellezo.

Faltando dos cuadras para llegar al mar se detuvieron frente a unos


departamentos de alquiler para turistas.

- ¿Qué les parece?- pregunto Prellezo mientras los invitaba a


pasar a una de las unidades – No se pueden quejar, bulo,
coche… por lo menos a las minas búsquenselas ustedes.

El policía había pactado con Auge y los horneros que los invitaría a
pasar unas semanas con casa y auto en Valeria del Mar a cambio
de que lo ayudaran a realizar un “apriete”.

El hecho de que los asesinos fueran ajenos a la policía respondía a


que, en caso de haber algún testigo del secuestro, este no pudiera
vincularlos con nadie de la fuerza. Prellezo le había pedido a Auge
que trajera especialmente a Retana en el grupo debido a su
parecido físico con Pedro Villegas, el marido de “Pepita la pistolera”.

5 de enero - Pinamar 1997

José Luis sabía que las mejores condiciones de luz para fotografiar
modelos en la playa se daban después de las seis de la tarde. A
esa hora el sol comenzaba a bajar tornándose rojizo y suave. Junto
a Michi habían elegido La Frontera como locación para realizar una
sesión de fotos con la top model Dolores Moreno.

- ¿Ves la luz? Cuando le pega así vos te quedás quieto como


rulo de estatua- Decía Cabezas con humor mientras trataba de
explicarle a Michi cómo mover el rondoflex, una pantalla
reflectora plegable que se usaba para suavizar las sombras.
Luego tomó su cámara montada en un teleobjetivo de
300mm/f 2,8 y enfocando a la modelo dijo:

- Bueno, a ver linda… corréte un poquito más allá. Michi! girá el


rondo más a tu derecha. ¡Ahí, ahí! No te muevas… Ahora sí,
Dolores, jugá con tu cuerpo.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

La chica de tapa conocía bien su oficio y comenzó a contorsionarse


lentamente sobre los médanos de arena blanca.

Vidriera y personajes eran las secciones que más material


demandaban durante el verano ya que dependían exclusivamente
de la costa. Su editor era el gordo Giordano, un ex periodista de
política devenido a farandulero. José Luis ponía mucha energía en
las notas de personajes. A pesar de ser una de las secciones más
frívolas de la revista era la que tenía mayor lucimiento y se podía
jugar con la estética libremente.

- Sí, ahí. Eso es… te ves como una diosa… no sabés - Decía
Cabezas mientras la modelo, con los brazos al cielo,
desplegaba una fina y transparente tela que jugueteaba con el
viento.

Las tomas continuaron hasta que el sol se ocultó tras la línea del
horizonte. Cuando por la noche José Luis regresó al hotel estaba
agotado. Apoyó sus bolsos de equipo sobre las baldosas de
cerámica roja del lobby y desparramó su humanidad en un sillón de
gruesa madera y almohadones blancos que estaba al lado de la
escalera. Anita Guilligan venía bajando de su habitación en ese
momento. Llevaba puesta una diminuta remera amarilla, calzas muy
ajustadas y unas botas de cuero negro al estilo punk que le
llegaban a las rodillas.

- Hooola! – Exclamó al ver a José Luis - ¿Qué tal esa


creativiii…-

Anita resbaló y no pudo terminar la frase. Continuó su descenso


vertiginosamente golpeando cada escalón con su trasero. Todos los
que estaban en el lobby corrieron a asistirla mientras ella se retorcía
en el piso y lloraba de dolor. El diagnóstico médico fue devastador.
Ana se había fracturado el coxis y eso nos dejaba con un fotógrafo
menos apenas comenzada la temporada.

Por fortuna Daniel Darrás, otro colaborador de la revista, se


encontraba en Villa Gesell por cuestiones personales. Me
comuniqué con él y no dudó un instante en viajar a Pinamar para
efectuar el relevo. El accidente de la fotógrafa había contribuido
también para que Patricio, el reportero/guardavidas amigo de los
policías, se mantuviera más cerca de Cabezas y Michi.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

6 de enero 1997

Gregorio Ríos no era policía. Venía del ejercito y había sido


instruido militarmente durante el proceso. Era un especialista en
coordinar operativos relámpago y grupos de tareas. Seguramente
había fantaseado más de una vez con la forma de deshacerse de
periodistas como Cabezas. Yabrán ya le había advertido que este
verano no quería problemas con los fotógrafos como el año pasado.

- Sacámelos de encima como sea – habían sido, textualmente,


sus palabras.

Por eso caminaba serio esa mañana entre el gentío de la avenida


Bunge. Iba al encuentro de Prellezo, con quien había quedado que
almorzarían juntos en Tante. El comisario ya estaba en el
restaurante cuando Ríos llegó. Como buen policía, se había
ubicado en un rincón desde donde se dominaba visualmente todo el
lugar y cuidando de no darle la espalda a ninguna puerta. Luego de
los saludos formales y de ordenar el primer plato, Ríos, frotándose
nerviosamente las manos, dijo:

- El miércoles viene mi jefe. Necesito que me mantengas al


tanto de los movimientos de la gente de Noticias. Llamáme al
celular a cualquier hora. Vos sabés que don Alfredo es
generoso…

- Quedáte tranquilo Gregorio que a esos turros los tenemos en


la mira. Vos mantenéme informado por dónde te vas a mover y
yo te controlo a los periodistas.

En Pinamar y sus alrededores vacacionaban muchas


personalidades del empresariado y la política. Era normal que los
encargados de la seguridad de cualquiera de estos se comunicaran
o pidieran apoyo logístico a la policía. Ríos lo hacía en forma directa
con Prellezo porque desde hacía un tiempo había entre ellos una
estrecha relación.

Lo que ninguno de los dos sabía era que serían traicionados. Que
el plan para asesinar a Cabezas había sido elaborado a partir de un
sofisticado programa informático llamado Excalibur. Con este
sistema desarrollado por el FBI sería posible realizar todo tipo de
cruces telefónicos. La idea era presentarlo como una novedad a los

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

investigadores después del homicidio. Esto echaría por tierra la


pista de Margarita Di Tulio al no existir ningún llamado sospechoso
que pudiera vincularla. Pero en cambio atraería la atención hacia el
entorno de Yabrán.

11 de enero 1997

El cielo estaba nublado y un viento pertinaz y fresco hamacaba las


ramas de los pinos. Cabezas y Michi habían salido esa mañana a
corroborar algunos datos que venían de Buenos Aires. Se trataba
de la ubicación de lujosas propiedades atribuidas a miembros de la
bonaerense.

- Ahí, pará ahí - dijo Michi señalando un importante chalet que


surgía del follaje. -

- Ja! ¿ésta es la casa de Camaratta? - Preguntó Cabezas -


Mirá que bien viven los ratis… después se quejan de que
ganan poco. Te hago el frente desde acá, ni pienso bajarme
del auto.

El celular sonó estridente e inoportuno. Michi atendió de inmediato


temiendo llamar la atención.

- Hola Gabriel – dijo la vos de Carlos Russo.

- ¿Qué haces Carlos?

- Che, necesito el material de la banda de la costa. ¿tienen


algo?

- Estamos trabajando con eso, mañana temprano tenemos una


entrevista con Gómez y a última hora te mandamos todo.

- Ok, averiguá quién es el sobrino de Klodczyk… o a quién le


dicen “El sobrino”… Dutil cree que es Salvá. Fijáte si lo podés
chequear.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Cabezas continuaba sacando fotos de la casa mientras Michi


tomaba nota de lo que Russo le pedía. Ninguno de los dos había
notado que en el interior de una Fiorino estacionada a menos de
cincuenta metros estaba el oficial Luna monitoreando la llamada.
Luna era el encargado de hacer las tareas de inteligencia sobre
Cabezas. Debía informar de cada movimiento a Prellezo y mantener
al tanto de todo al comisario Gómez.

16 de enero 1997

El zumbido persistente del portero eléctrico sacudía el aire espeso


de la cueva de los horneros en Valeria del Mar. Eran apenas las
ocho y media de la mañana. Auge fue el único que se levantó y casi
como un sonámbulo pudo llegar a la cocina para atender.

- ¿Quién es? – dijo con voz áspera

- Che! Soy yo Gustavo – contestó Prellezo desde la calle –


abríme y despertá a todos que tenemos que ir a Pinamar –

El pedido del policía no era tarea fácil. Los muchachos venían de


varias noches de excesos. Cada uno había llevado su provisión de
drogas a la costa y estaban pasando unos días de fiesta.

Prellezo quería que los horneros conocieran a la víctima. Una vez


que los reunió a todos abordó junto a Auge y Retana el Fiat Uno
blanco en el que había venido e indicó a los demás que lo siguieran
con el Dodge.

Cabezas y Michi irían esa mañana al destacamento de Pinamar


para tener una entrevista con el comisario Gómez. Hacia allá se
dirigían los dos vehículos cuando una llamada alertó a Prellezo
sobre un cambio de planes. Gómez se había trasladado a un stand
de la firma Land Rover en el que una camioneta cuatro por cuatro
que participaba de una exhibición había sufrido un vuelco en la pista
de pruebas. Prellezo dejó su auto en el estacionamiento del predio y
les pidió a Auge y Retana que lo siguieran. Los demás se quedaron
esperando en el otro vehículo. El lugar estaba atestado de curiosos
que se habían acercado para ver el estado en el que estaba la

47
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

camioneta volcada a un costado de la pista. Gómez estaba junto al


intendente de Pinamar Blas Altieri y notó de inmediato la presencia
de Prellezo. A los pocos minutos llegaron Cabezas y Michi. Se
hicieron lugar entre la gente agolpada y las promotoras de la marca
hasta llegar a donde estaban los funcionarios. Saludaron con un
formal apretón de manos al intendente con el que Michi cruzó
algunas palabras. Cabezas tendió su mano para saludar a Gómez
pero este, cual Judas, se inclinó y lo besó en la mejilla mientras
miraba en dirección a Prellezo asegurándose de ser visto.

- Ese es el tipo, el que besó al comisario - dijo Prellezo

- ¿El fotógrafo? – pregunto Auge con cierto asombro

- Si… no pasa nada, es un fotógrafo de cuarta – insistió el


policía restando importancia a la condición de periodista de la
víctima.

Gómez le pidió a Cabezas y Michi que lo esperaran un momento


mientras atendía la diligencia. José Luis aprovechó ese tiempo
para hacer algunas fotos de la camioneta siniestrada

- Tomá esto – dijo Prellezo mientras le ofrecía un atado de


cigarrillos a Retana – andá a pedirle fuego así lo ves de cerca-

- Dale que te acompaño- dijo Auge y ambos se acercaron a los


periodistas.

- Che, ¿tienen fuego?- pregunto Retana

- Yo no fumo – respondió Michi en forma cortante y antipática

José Luis introdujo su mano en uno de los bolsillos del chaleco de


fotógrafo y dijo:

- Yo sí, acá tengo – y sacó un encendedor con el que prendió el


cigarrillo de Retana-

- Qué máquina que tenés! - dijo Auge y luego preguntó - ¿Son


periodistas? –

- Sí, somos de revista Noticias – respondió Cabezas

48
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

La infantil idea de Prellezo era que Michi viera a Retana y lo


asociara luego del crimen con Pedro Villegas, el marido de
Margarita Di Tulio.

Pero el grupo del policía no era el único que estaba trabajando


alrededor de Cabezas y Michi ese día. Un llamado anónimo advirtió
a los periodistas sobre la presencia de Yabrán en un balneario
cercano. Gabriel Michi ambicionaba lograr una nota con el
empresario y por eso le pidió a José Luis que no dejara ver para
nada su cámara de fotos. Estacionaron el auto en la playa sin
percatarse de que eran vigilados de cerca por tres individuos a
bordo de un Peugeot 405 gris topo. Cabezas disimuló el equipo en
una mochila y ambos se adentraron en el balneario en busca de su
presa. Ni bien los periodistas se alejaron, uno de los sujetos que
estaban en el Peugeot se acercó sigilosamente al Ford Fiesta y,
valiéndose de un estilete italiano de acción automática, efectuó
varios cortes en uno de los neumáticos.

- Qué mala leche!- Dijo indignado Cabezas cuando intentó subir


al vehículo y notó que una de las ruedas traseras estaba en
llantas.
-
Cambiaron entre los dos el neumático bajo un sol abrasador.
Cuando terminaron José Luis miro a Gabriel sonriendo y le dijo:

- ¡Che! ¿No tenés otra sorpresita por ahí guardada? -

Pero la verdadera sorpresa lo asaltaría luego. Cuando el encargado


de la gomería con sus manos rústicas y ennegrecidas por el caucho
vulcanizado le mostrara el estado en el que había quedado la
cubierta diciendo:

- Pibe, esto te lo hicieron a propósito… mirá los cortes que


tiene.

Aquel o aquellos sectores que planearon y estaban financiando la


operación tenían su propia gente de inteligencia trabajando en
persuadir a Cabezas y Michi de que Yabrán los tenía en la mira. Se
presentaban ante los contactos e informantes de los periodistas y
haciéndose pasar por hombres del empresario deslizaban
comentarios que sabían que, como en todo pueblo chico, llegarían a
sus oídos. Michi dijo en una oportunidad que gente de Yabrán había
estado preguntando dónde vivía Cabezas en Buenos Aires. Algo

49
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

realmente absurdo y de razonamiento cándido si se tiene en cuenta


que Yabrán era precisamente el dueño de un emporio postal. Con
semejante banco de datos y con la disponibilidad de un verdadero
ejército privado no hubiera necesitado mandar a preguntarle a un
posadero de Pinamar dónde encontrar a Cabezas.

José Luis no me comentó nada del episodio. Michi, en cambio,


informó a D’Amico sobre lo ocurrido y éste no sólo le restó
importancia sino que le pidió, por intermedio de Russo, que
investigara otras propiedades de policías de la costa. A pesar de
que estaban metiendo las narices en el corazón del avispero
podrido de la bonaerense Cabezas y Michi tenían la sensación que
era la gente del magnate la que trataba de amedrentarlos.

El caso Coppola seguía siendo la vedette mediática. La salida en


libertad del empresario deportivo lo convertía en la figura de tapa
de todas las revistas. Esto había hecho que Yabrán quedara en un
segundo o hasta un tercer plano en el requerimiento periodístico de
la costa. Entonces comenzó a circular el rumor de la amante del
cartero.

Un periodista de la sección de política, había traído el dato que


sindicaba a Ada Fonre, ex secretaria de Yabrán, como su amante.
La fuente de la información era incierta por lo que sería muy difícil
de corroborar. Sin duda Ada Fonre, que había trabajado cerca de
Yabrán por más de once años, mantenía una estrecha relación con
éste. Eso no bastaba para tildarla de amante pero sí servía a la
hora de hacer circular rumores y molestar al empresario. Gustavo
González llamó a Pinamar y le pidió a Michi que averiguara algo de
esta mujer que curiosamente también veraneaba por la zona de
Valeria del Mar.

- Lo ideal sería tener una foto de ella- le sugirió.

23 de enero 1997

La tarde se hacía noche y el sol doraba los médanos que de a poco


abrazaban los bordes del camino. El Dodge 1500 de los horneros
circulaba errático por la calle de la costa. Auge manejaba a baja

50
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

velocidad y tocaba la bocina a cuanta mujer veía. A su lado Retana


hurgaba dentro de un pequeño envoltorio de papel glasé para tratar
de extraer con su cédula de identidad un poco de cocaína. En el
asiento trasero Braga y González disfrutaban de las bondades del
THC compartiendo un porro en el sistemático ritual de pasárselo de
uno a otro.

- ¡Boludo!, guarda la merca que nos para la cana – dijo Auge al


ver que un policía de tránsito afectado al operativo sol le hacía
señas para que detuviera la marcha.

- Decíle que laburamos para Prellezo… que no rompa las bolas

El agente le requirió el registro y la cédula verde a Auge. Pero los


horneros no tenían ningún papel que probara que el automóvil les
perteneciera. Eso motivó que el policía se comunicara por radio al
comando para averiguar si existía algún pedido de captura. La
respuesta fue positiva. Era un vehículo robado. Por más que Auge
intentara explicar que eran invitados de Prellezo el agente se
comunicó con la comisaría de Valeria. El oficial Colo, Jefe de
servicio, recibió la llamada y ordeno la inmediata detención de los
sospechosos. En la comisaría los horneros insistían en pedir al
oficial que se comunicara con Prellezo.

- Buenas tardes comisario, habla Colo.

- Sí… ¿Qué pasa? -respondió Prellezo con desgano

- Trajimos detenidos a cuatro masculinos mayores que


circulaban en un rodado con pedido de captura marca Dodge
1500…- Prellezo no lo dejó terminar y poniendo en su voz un
tono de conciliadora autoridad dijo:

- Escucháme Colo, esos tipos están haciendo un trabajo para el


jefe. Dejálos ir, devolvéles el auto y olvidáte del asunto.

Colo cumplió al pié de la letra las ordenes de su superior. Prellezo


guardó el celular y mantuvo en el rostro una mueca de
preocupación durante algunos minutos. – Estos imbéciles casi la
cagan- pensaba mientras dirigía su auto hacia el departamento de
Valeria del Mar. Faltando un día para el trabajo no se podía permitir
ningún error. En el camino se comunicó con Camaratta y armaron
una reunión con los horneros para ajustar los últimos detalles de la

51
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

operación. Ordenaron un delivery de pizza, empanadas y cerveza.


Luego pusieron una radio FM a volumen medio y comenzaron a
planificar los movimientos del día siguiente. Braga y González
serían los encargados de reducir a Cabezas y trasportarlo en su
propio vehículo. Contarían con un revólver de tambor calibre treinta
y dos, (el de Villegas), y un handy para comunicarse con Prellezo.
Un tercer equipo de comunicación estaría en manos de Camaratta.
Este último sería el encargado del apoyo logístico. Hasta ahí había
llegado la información que los policías bajarían a la banda de los
hornos.

- No hagan cagadas.- ordenó Prellezo - Esta noche no salgan a


ningún lado. - Mañana los paso a buscar después del
mediodía.

24 de enero 1997

El vapor perfumado de shampoo y jabón no terminaba de disiparse


dentro del pequeño departamento. José Luis ya estaba vestido y se
disponía a preparar el equipo fotográfico que usaría esa noche para
cubrir la fiesta de cumpleaños de Oscar Andreani. Había dejado el
bolso sobre la mesa del comedor. Sus hijos Juano y Agustina
miraban televisión sentados en uno de los sillones de la sala.
Habían ido a pasar unos días a Pinamar con el padre. Cabezas
decidió que solo llevaría un cuerpo de cámara, un pequeño zoom y
el flash. También cargó un paquete cerrado de diez rollos. Agustina
se acercó para contemplar a su padre preparándose y se proyectó a
sí misma en eso de los oficios. Tirando suavemente del pantalón de
José Luis y con ingenuidad de niña preguntó:

- Papá, ¿a vos que te gustaría que fuera cuando sea grande,


enfermera, maestra o secretaria?

José Luis apoyó el bolso en el piso de madera y se puso en cuclillas


para estar a la altura de su hija. Luego miró con ternura sus
profundos e inquisidores ojos negros y acariciándole las mejillas
dijo:

52
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Eso lo vas a tener que decidir vos y papá va a estar orgulloso


de cualquier cosa que vos elijas-. Luego le besó la frente y
continuó diciendo: -Acuéstense temprano que hoy papi tiene
que trabajar hasta muy tarde.

Cristina había terminado de cambiar los pañales a Candela y se


acerco a saludar a su marido con la beba en brazos.

- Chau José… cuidáte.

- Chau pájaro – respondió él y le sopló el ultimo beso desde la


puerta del ascensor.

25 de enero - Pinamar 1997

Nada se había dejado librado al azar en el imponente agasajo que


ofrecía el empresario postal Oscar Andreani. Las mesas
abarrotadas de exquisiteces ocupaban los laterales de la gran carpa
blanca levantada en los jardines de su residencia de verano.
Decenas de sirvientes mantenían todo el tiempo las copas llenas de
los invitados. Apenas habían pasado la una de la madrugada y el
caudal etílico se notaban en la alegría reinante. En un costado de
la pista José Luis posaba para una foto que otro colega le tomaba
junto a Michi y Andreani.

- Che, poné en foco, muñeco- le requirió Cabezas al fotógrafo.

Luego mirando al empresario e intentando ponerse serio le dijo:

- Bueno déjeme su teléfono y veinte pesos que le mandamos


una copia - Dicho esto soltó una carcajada que Andreani
acompañó riendo hasta enrojecer.

Afuera de la casa, sobre la calle Príamo, los autos estacionados


ocupaban las dos aceras desde Burriquetas hasta Libertador.
Prellezo había ubicado el Fiat Uno sobre la cortada Del Buen
Orden. Desde esa posición se veía la puerta de acceso a la fiesta.
Luego caminó hasta la esquina mientras hablaba con Camaratta
desde su handy. Auge y los otros se quedaron cerca del auto.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Estaban inquietos y algo nerviosos. González se acercó a la casa


de Andreani para ver si podía conseguir un poco de comida. En ese
momento un vehículo con las luces encendidas dobló por la cortada
en dirección a los horneros y entró en el garaje que estaba justo
detrás del Fiat Uno. Diana Solana vivía en esa casa junto a su
marido y una amiga de la pareja que había venido por unos días. El
hombre bajó para abrir el portón y Diana se acercó a Auge que
estaba sentado sobre el capó del Fiat.

- ¿Qué hacen acá? – preguntó con voz firme y segura.

- Somos custodios – respondió Auge mostrando el handy que


llevaba en su mano derecha.

- ¿Custodios de quién? – insistió Diana Solana.

Retana estaba sentado en el asiento posterior del vehículo con la


ventanilla medio baja y desde allí respondió:

- Ya vas a ver de quien…

Prellezo, que venía caminando desde la esquina, notó que la


situación estaba tensa y se dirigió a Diana para tratar de calmarla.

- Estamos mirando la fiesta señora, no se preocupe.

Cuando la mujer se retiró, Auge miro a Prellezo y con cierta


preocupación le dijo:

- Che, a ver si ésta llama a la policía

- Yo soy la policía, tarado.

Pasadas las tres y media de la madrugada algunos invitados


comenzaron a retirarse. Dentro de la carpa Cabezas conversaba
animadamente con un grupo de periodistas.

- Che, José ¿vas a poder manejar con el pedo que tenés? -


preguntó Michi, ya con ánimo de marcharse.

- Vos fumá, chabón, mirá como te hago el cuatro – contestó


Cabezas representando al número cuatro con su mano en vez
de con las piernas.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Bueno, a mí me llevan los chicos de Gente. Mañana al


mediodía mandamos esto… yo te llamo – dijo Michi al tiempo
que saludaba a todos en general.

- Che, si te llama el gordo Giordano decíle que tiene para hacer


una vidriera llena de borrachos… – alcanzó a gritar José Luis
antes de que Michi se confundiera entre los invitados en busca
de la puerta.

Auge observó que el periodista se retiraba del lugar y alertó a


Prellezo

- ¡Ahí sale uno!... ¿Ese no es el compañero?

- Sí… el otro debe estar por salir – respondió el policía – Vamos


a esperarlo en la casa que acá ya hicimos mucha bandera.

Una hora más tarde Cabezas abandonaba la fiesta un poco


entonado. Dudó unos instantes antes de recordar donde había
dejado su vehículo y caminó tambaleante hasta que lo vio
estacionado a unos cuarenta metros sobre Príamo. En ningún
momento notó la presencia de Camaratta, que lo observaba desde
un Peugeot 405 bordó estacionado frente a la residencia. Ni
tampoco la del oficial Salvá que se encontraba en el interior de un
furgón Ducatto detenido cerca de la esquina de Libertador.
Camaratta dejó en el cenicero el cigarrillo que recién había
encendido e hizo una breve seña de luces.

- Ya lo vi – contestó Salvá a través del handy.

Ambos pusieron en marcha los motores y esperaron a que José


Luis emprendiera el camino a su domicilio.

Prellezo estaba esperando en un terreno baldío lindero a la casa de


Cabezas. Había entrado el vehículo marcha atrás para asegurarse
de quedar mirando hacia Rivadavia. A las cinco y siete minutos
recibió la llamada que confirmaba que el fotógrafo se dirigía hacia
allí.

- Prepárense que ahí viene – les dijo a Gonzáles y Braga.

José Luis apareció por la calle Shaw y dio la vuelta en Rivadavia


para estacionarse en la puerta de su casa. Bajó con dificultad del

55
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

vehículo y se esforzó en llegar al equipo fotográfico que estaba en


el asiento del acompañante. Sorpresivamente González se le
abalanzó. Lo tomó del cuello con el antebrazo derecho y le aplicó
un fuerte golpe a la altura del hígado con la mano izquierda. José
Luis intentó zafarse de su agresor pero intervino Braga y
apoyándole el caño del revólver en la frente le dijo:

- Quedáte quieto o sos boleta –

- Tomá las llaves… no me hagan nada - respondió Cabezas


pensando que se trataba de un robo. Braga tomó el llavero y le
dijo:

- Subí al auto y no hagas ninguna boludez…hay alguien que te


quiere hablar.

José Luis accedió y entró al vehículo sin ofrecer mayor resistencia.


Prellezo estacionó el Fiat sobre la vereda de enfrente. Esperó hasta
asegurarse de que todo estuviera bajo control y luego emprendió la
marcha a contramano por Rivadavia. Braga se sentó al volante del
Ford Fiesta y dio un giro para seguir al auto de Prellezo. A José Luis
lo habían sentado en el asiento trasero junto a González que lo
mantenía con la cabeza gacha haciendo presión con su mano
derecha.

De alguna forma a Cabezas lo tranquilizaba la idea de que nadie le


haría daño a un periodista de su categoría y que solo se trataba de
un apriete. No era la primera vez que alguien amenazaba o
amedrentaba a los fotógrafos de Noticias. Recordaba cuando los
custodios de María Julia Alsogaray golpearon a varios compañeros
que hacían guardia frente a su casa y terminaron efectuando un
disparo a una de las cámaras fotográficas que había quedado tirada
sobre el pavimento. Por sus confusos pensamientos también
rondaba la idea de que quizás lo estuvieran llevando ante Yabrán o
Ríos, que la cosa venía por ese lado.

Los dos vehículos pasaron por la rotonda distribuidora de la ruta


once. Prellezo hizo un guiño con las luces al patrullero que estaba
detenido sobre la plazoleta. La suboficial Garen respondió del
mismo modo desde el móvil policial en señal de que estaba todo
despejado. A la altura de Mar de Ajó se desviaron de la ruta y
continuaron su marcha por el trazado de un oscuro camino vecinal
de tierra. Camaratta y Salvá se habían adelantado. Estaban

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

esperando a unos diez kilómetros al frente estacionados junto a un


tercer vehículo que se había sumado a la escena. En él venía un
suboficial del servicio penitenciario provincial apodado “Tribilín”, uno
de los lugartenientes del comisario mayor Mario “Chorizo”
Rodríguez. Los tres autos estaban a la entrada de lo que parecía
ser un principio de excavación hecho por la acción de una pala
mecánica. Una cava de unos seis metros de ancho y cuatro de
fondo mordida a un terreno irregular que la hacía ver más profunda
de lo que en realidad era. Ese había sido el lugar elegido pera llevar
a cabo el crimen.

Del renegrido horizonte asomaron las luces del Fiat de Prellezo


seguidas por una nube de polvo iluminada desde atrás por el auto
de Cabezas. Camaratta encendió las balizas del Peugeot para
indicar el lugar. Prellezo se pasó unos metros para que el Ford
Fiesta entrara primero y de punta. Luego giró en U y detuvo el
vehículo apuntando hacia el interior de la cava. Los otros tres
policías colocaron sus autos a los lados del de Prellezo y
encendieron las luces altas para encandilar a la víctima. Braga ya
había bajado del Ford Fiesta y sostenía abierta la puerta del
acompañante para que Prellezo pudiera colocar un juego de
esposas en las muñecas de Cabezas.

- ¿Qué pasa loco, qué pasa? – balbuceó José Luis mientras lo


bajaban del auto.

A pesar de que las luces lo encandilaban alcanzó a reconocer a


Prellezo.

- ¿Están haciendo un adicional para Yabrán? – pregunto con


algo de ironía. - Mejor que no me toquen porque se les va a
pudrir todo.

Prellezo le propinó un violento golpe en el rostro con su puño


derecho al tiempo que le decía:

- Que Yabrán, idiota. Así que vos nos andás jodiendo con la
maldita policía y la concha de tu madre… después de esto no
les va a quedar más ganas de nada a tus colegas.

“Tribilín” se acercó blandiendo una barreta metálica de unos


ochenta centímetros y comenzó a castigar a José Luis golpeándolo
en todo el cuerpo.

57
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Este te lo manda Kodzyck- le decía y lo volvía a golpear - este


por escrachar al “Chorizo”…

Cabezas cayó de rodillas casi convencido de que ese era el final.


De que lo iban a matar ahí mismo. El oficial Salvá recibió un
llamado a través de su handy que lo alertaba de movimientos de
custodios en la casa del gobernador Duhalde. Miró a Camaratta y
con un breve movimiento de cabeza le dio a entender que no había
más tiempo.

- Reventálo y vamos que se hace de día.

José Luis, con lágrimas en los ojos, miró al policía y dijo:

- Se van a pudrir en la cárcel hijos de mil puta.

Cerró fuerte los ojos y apretó los puños esperando el impacto.


Pensó en sus hijos, en Cristina, en su familia. Solamente quería
despertar de esa pesadilla. Braga accionó el gatillo pero la bala no
salió. Cabezas escuchó el golpe del percutor y el terror hizo que se
mojara los pantalones. Braga probó por segunda vez y el
mecanismo volvió a fallar. Prellezo, fastidiado, sacó su arma
reglamentaria y disparó a la cabeza de José Luis, quién cayó sobre
el lado izquierdo de su cuerpo.

- Dame eso, cagón del orto – le dijo a Braga mientras le quitaba


el revólver de la mano. Luego dio una vuelta al tambor de la
treinta y dos y disparó nuevamente a la cabeza de la víctima.
Esta vez la bala salió al primer intento.

Camaratta, Salva y el penitenciario dejaron la cava y se marcharon


para el lado de Pinamar. Prellezo recogió la vaina servida de su
nueve milímetros y la guardó en el bolsillo del pantalón. Mientras
tanto Braga y Retana trataban de subir el cadáver al auto pero sólo
lograron sentarlo de costado en el asiento del acompañante
dejando las piernas fuera del vehículo. González sacó del baúl del
Fiat un bidón de plástico cargado con combustible y luego de rociar
el cadáver y el interior del Ford con el líquido inflamable intentó
prenderlo con un encendedor. La combustión fue tan sorpresiva y
violenta que lo tiró dos metros hacia atrás quemándole las manos y
dejando su pelo todo chamuscado.

58
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Finalmente Prellezo y los horneros abordaron el Fiat y escaparon


dejando tras de sí una estela de polvo que al disiparse descubría el
dantesco espectáculo de las llamas confundiéndose con las
primeras luces del alba.

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SEGUNDA PARTE
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

En casi todos los puntos de la costa habíamos tenido problemas


durante aquel caluroso enero. La diferencia de criterios entre los
miembros de la plana mayor de la revista se hacia visible y
enrarecía el aire de la redacción. Estábamos en plena guerra de
verano con las principales revistas del medio, Caras y Gente. Todas
habían abaratado el precio de tapa a principio de año para
recuperar el bajón de ventas de más de un trece por ciento que
acumulaban en los últimos meses.

La temporada estival es la época que registra los mayores picos de


venta durante el año. Por ese motivo era menester que el contenido
de las publicaciones fuera vistoso y de alto impacto periodístico.
Pandolfo sostenía que había que apostar a la costa y sacarle
provecho a los operativos de verano. D’Amico por su parte creía
que las notas de autoayuda y bienestar eran más comerciales y que
los operativos resultaban demasiado onerosos. Por ese motivo
habíamos tenido que reducir a menos de la mitad la cantidad de
periodistas destinados a la costa, en especial los afectados a Punta
del Este. Mientras que a principios de enero Caras y Gente exhibían
tapas frescas y vistosas Noticias ponía en su portada el desabrido
dibujo de un corazón que ilustraba una nota sobre lo malo del
colesterol.

Fontevecchia estaba muy enfrascado en la creación de su nuevo


proyecto, el diario Perfil, y había dejado que D’Amico manejara
Noticias a su albedrío. En el fondo, creía que lo que en ese
momento sostenía la venta de la revista era la colección de rock
nacional que se regalaba en formato de CD junto con el ejemplar y
que lo periodístico era fluctuante y relativo. De hecho, los spots
publicitarios de la revista en televisión resaltaban el contenido de la
promoción y no mencionaban nada de los contenidos editoriales.

El 24 de enero, en vísperas del crimen, Noticias salió con Coppola


en la tapa. No era material proveniente de la costa ni tampoco
hablaba del colesterol. Pero era un personaje que todavía vendía a
pesar de la saturación que había causado su mediático caso en la
opinión pública.

No había nada que vaticinara la tragedia.

61
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

25 de enero - Buenos Aires 1997

La ciudad estaba vacía de gente aquel sábado al mediodía. Con el


sol en el cenit pegando en mi cabeza trataba de bajar las bolsas del
supermercado que traía en el auto. El celular sonó tan inoportuno
como siempre y lo atendí como pude sosteniendo la puerta con un
pie y dejando algunas bolsas en el piso.

- Hola Hugo…habla Michi de Pinamar.

- ¿Qué haces Gabriel? ¿todo bien? – Contesté reconociendo de


inmediato su voz

- Chee… no se nada de José Luis desde anoche – me dijo en


tono preocupado – Lo dejé ayer en lo de Andreani… Cristina
me dijo que a la casa no fue y el teléfono me da apagado.

- ¿Por qué no vas hasta la comisaría?

- Estoy con la policía – me dijo y note que su voz se quebraba –


dicen que encontraron un auto quemado igual al nuestro al
costado de un camino por acá cerca.

- ¡Uy Dios, se pegó un palo! – exclamé mientras un sudor frío


comenzaba a correr por mi espalda.

El, sin escucharme, continuó:

- Parece que adentro hay un cadáver esposado... con un tiro en


la cabeza.

Sentí que las piernas se me aflojaban y tuve que sentarme en uno


de los escalones de la entrada al edificio. Michi continuó diciendo:

- Yo me voy con ellos para allá y te vuelvo a llamar –

- Sí, por favor – alcance a responder ya entre sollozos.

Volví a subir las cosas al auto y me fui directo a la oficina. Tenía las
manos temblorosas y casi no podía marcar los números en el
celular para armar una reunión de emergencia.

62
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Pasó poco menos de una hora hasta que la policía de Pinamar


confirmó que se trataba efectivamente de uno de los automóviles
alquilado por editorial Perfil. Deambulábamos con Lunghi nerviosos
entre los escritorios vacíos de la redacción cuando irrumpió Marcelo
Deverre, el coordinador de operativos, y nos dijo:

- Confirmado, es el auto de Noticias nomás… – y se quedo


mirándonos inexpresivamente con sus finos anteojos de
aumento que le agrandaban exageradamente los ojos.

D’Amico llegó como a los diez minutos. Bajó del ascensor hablando
por su celular con la Doctora Pepe, la abogada de la editorial.
Interrumpió la conversación cuando nos vio y se acerco a darnos un
apesadumbrado abrazo. Nos sentíamos devastados, azorados y
aturdidos.

- Marcelo – dijo D’Amico mientras cerraba su celular -


conseguime dos remises para salir ya a Pinamar. Vos, Lunghi,
venís conmigo. En el otro auto va ir la Doctora Pepe, hay que
pasarla a buscar por la casa. Vos, Hugo, encargáte de los
medios.

Los periodistas no estamos acostumbrados a ser la noticia, nuestro


trabajo siempre fue buscarla y difundirla. Pero esta vez la víctima
era uno de los nuestros.

Clarín fue el primer medio en comunicarse conmigo. Norita Mazzini,


una fotógrafa que trabajaba para el diario, me llamó para pedirme
una imagen de José Luis. Yo estaba seguro de que en la editorial
había muchas, pero era sábado y el archivo estaba cerrado.
Entonces recordé que unos días antes de que se fuera a Pinamar
nos habíamos reunido en la casa de Guillermo Cantón a comer un
asado. En aquella oportunidad Guillermo le había tomado unas
fotos a José Luis con Candela en brazos. Cité a Nora en mi casa y
ella valiéndose de un normal y un flash fuera de cámara reprodujo
la imagen en el piso del comedor. Fue el único medio que publicó
en su tapa una foto de José Luis en vida. Los demás aprovecharon
la obscena exhibición del cadáver quemado que ofrecía la policía
permitiendo que toda la prensa se moviera libremente por la escena
del crimen.

En los hechos policiales que acontecen a diario los fotógrafos


pueden ver hasta donde la policía les deja. Rara vez se muestra un

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

cadáver abiertamente sin ninguna restricción. El procedimiento


normal hubiera sido el de cortar la ruta treinta metros antes de la
cava y no permitir el paso a nadie ajeno a la investigación. Pero ese
día los periodistas de todos los medios estaban pisoteando huellas
y pruebas al borde del socavón desde donde tenían una perfecta
vista panorámica al horror. Un “pasen y vean” de estilo circense con
la carga aleccionadora del “esto les va a pasar si siguen jodiendo”.

Por la noche los programas de noticias se abocaron exclusivamente


al crimen y ya deslizaban el nombre de Yabrán entre los
sospechados.

26 de enero 1997

Una vieja camioneta Dodge convertida en grúa se acercaba


lentamente a la comisaría de Madariaga en la mañana del domingo.
En su guinche arrastraba los restos del auto de Cabezas. La
carrocería en llantas y con la pintura resquebrajada por la acción del
fuego raspaba la ruta sacando chispas contra el pavimento. Un
móvil policial que acompañaba al remolque se adelantó y estacionó
frente a la puerta del destacamento. El oficial Salva bajó
rápidamente del vehículo para eludir las preguntas de los
periodistas que buscaban alguna novedad en el caso. Antes de
atravesar la puerta de entrada un agente de inteligencia lo abordó
para preguntarle:

- ¿Encontraron la cámara?

- Sí – respondió sin titubear y sin detener su paso.

- ¿Dónde está?

- Se quemó con el auto.

- ¿Y no quedó nada? Si es de metal… - insistió el agente.

- La tenía entre las piernas… se la llevaron los peritos.

64
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Ni Salva ni ninguno de los policías involucrados quería que


miembros de otra dependencia estuvieran metiendo las narices en
la investigación. Pero las severas irregularidades en todas las
diligencias llevadas a cabo por los policías locales fueron advertidas
de inmediato por los hombres del comisario mayor Víctor Fogelman,
quien había sido nombrado director de la investigación por el
secretario de seguridad. Por otro lado, Menem sabía que este
asunto iba a tocar elípticamente a Yabrán, con quien tenía
importantes vínculos comerciales y del que se decía que era su
testaferro. Por eso le había pedido a Corach, el ministro del interior,
que movilizara a los servicios de inteligencia y todo lo que estuviera
a su alcance para dar con los responsables.

Para el presidente también era sospechoso el hecho de que el


crimen se perpetrara en el camino que usaba habitualmente el
gobernador de la provincia para ir a pescar a una laguna cercana.
De hecho Duhalde fue una de las primeras personas en pasar
frente a la cava mientras el auto de José Luis todavía estaba
ardiendo.

- Me tiraron un muerto - había dicho haciéndose blanco del


siniestro mensaje encubierto.

Pero en el sucio juego de la política es muy difusa la línea entre


quienes son víctimas y quienes victimarios.

El compañero de fórmula con el que Menem había llegado a la


primera presidencia era ahora su más acérrimo enemigo político y
por eso no debía descartarse ninguna hipótesis.

D’Amico llegó a la escena del crimen un poco después de que


retiraran el vehículo. A un costado del camino lo esperaban Pablo
Sirven, Jefe de redacción de la revista, y Carlos Russo, que fumaba
nervioso.

- Estas cosas que están acá, ¿no son piezas del auto?-
preguntó D’Amico mientras caminaba por el interior de la cava.

- ¿Esto no se lo tendrían que haber llevado los investigadores?-


continuó -¿Por qué no hay policías acá?

- Vamos a buscar en qué llevarlas – Sugirió Lunghi sosteniendo


en las manos restos metálicos cubiertos de ceniza y tierra.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

La moto de Jorge Gainza, otro de nuestros fotógrafos, se asomó


desde el borde del cavado levantando tras de sí una oleada de
tierra. Gainza se había enterado de lo ocurrido en Mar del Plata y
decidió viajar por su cuenta. D’Amico, Lunghi y los demás dejaron lo
que tenían en sus manos y abrazaron a Jorge. Lloraron y estuvieron
en silencio durante largos minutos. Luego siguieron buscando
infructuosamente lo que podría ser una pista o algo que los ayudara
a entender lo que allí había ocurrido.

Para el mediodía la noticia de la muerte de Cabezas era el tema


central en todos los canales. Algunos habían levantado la
programación habitual para entregarse exclusivamente al tema.

27 de enero 1997

Yabrán había desplegado los diarios sobre el escritorio y caminaba


nervioso por el despacho de su empresa Yabito, ubicada en Carlos
Pellegrini 1168. Estaba reunido con Wenceslao Bunge, Gregorio
Ríos y su abogado el doctor Pablo Argibay Molina al que había
convocado en forma urgente.

- Me lo quieren encajar a mí a toda costa estos hijos de puta.

Decía señalando a los diarios.

- Decíme, Gregorio, ese comisario amigo tuyo… Prellezo, ¿no te


dijo nada? Esto no es obra de un boludo solitario. Acá hubo
una organización, inteligencia… tienen que haber visto algún
movimiento… algo…

La furia se reflejaba en sus ojos. Sabía que se encontraba en medio


de una peligrosa tormenta que amenazaba con arrasarlo todo. El
abogado argumentó, para tranquilizarlo, que no había nada más
que el imaginario colectivo en su contra. Pero nada palpable que lo
vinculara con el crimen, ninguna prueba.

La redacción de Noticias estaba colmada por periodistas de todos


los medios desde muy temprano. Algunos venían a cubrir la noticia
y otros a solidarizarse con los colegas de la revista que caminaban

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

devastados entre los escritorios. La Asociación de Reporteros


Gráficos había convocado a un camarazo en el obelisco y varios
fotógrafos alistábamos nuestras cámaras para ir. Un movilero de
Crónica TV se acercó a fotografía y le pregunto a Pedro:

- ¿Acá trabajaba José Luis?

- Si trabajaba acá… el señor era el jefe -contestó Pedro


visiblemente apesadumbrado mientras me señalaba. El cronista
preguntó:

- ¿Podemos hablar con usted? Estamos en directo.

- Sí, pasá. Contesté.

Detrás venía un cameraman que no paraba de grabar imagen en


ningún momento. Buscaba detalles como el broche del tablero con
el nombre de Cabezas donde colgábamos las ordenes de trabajo
del día y cosas así.

- Este era el lugar donde José Luis trabajaba todos los días.-
Afirmó el cronista mirando a cámara.

- ¿Usted era su jefe, verdad?

- Sí, así es.

- ¿Usted cree que Yabrán está detrás de este crimen?

- No, no creo… no sé… me parece demasiado obvio. Lo que sí


creo es que alguien quiso hacer mucho ruido. A mí no me
parece que Yabrán, por sus características, vaya a matar al
que lo fotografió y a prenderlo fuego a la vuelta de su casa en
plena temporada. No es un personaje al que le guste
exponerse y con un crimen tan aberrante solo se expondría
más… De hecho usted ya lo da como sospechoso.

Esas primeras declaraciones fueron levantadas por varias agencias


internacionales de noticias. Esa misma mañana, un poco antes del
mediodía, Glenda Umaña desde la CNN comentaba para todo el
mundo de habla hispana:

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- La Organización Internacional de Prensa repudió el homicidio


del que fuera víctima un periodista de la revista Noticias de
Argentina. “Sus colegas creen que este crimen pueda tener
connotaciones políticas”.

Teresa, mi esposa en aquel entonces, esperaba el ciento sesenta


en la parada de Salguero y Días Vélez para ir de compras a plaza
Italia durante esa tarde. Al llegar el micro ascendió junto a dos
personas que estaban en la parada detrás de ella. De soslayo
alcanzó a ver que se trataba de una joven y más atrás un hombre.
La mujer sacó boleto y se sentó junto a ella a pesar de que el
colectivo estaba casi vacío. Recién en ese momento Teresa notó
que la piel de la cara y de las manos de la chica estaba tan
escaldada que daba impresión mirarla. El hombre tenía un traje
oscuro y permaneció parado, como observando oculto tras sus
gafas de sol. Por suerte se bajaron un poco después de cruzar la
calle Córdoba, curiosamente lo hicieron en la misma parada. Mas
tarde, ya en el supermercado, Teresa volvió a cruzar a la mujer
desfigurada por el fuego en la góndola de la carnicería. El hombre
de traje y gafas oscuras también se hizo ver en el lugar. Estaba
claro que se trataba de una intimidación. Teresa comenzó a
ponerse nerviosa y con las pocas cosas que llevaba en el chango
se dirigió hacia las cajas con la intención de marcharse cuanto
antes del lugar. Tomó un taxi frente al centro comercial para evitar
cualquier otro encuentro con esas personas. Al llegar al edificio bajó
presurosa del vehículo y sorteó de un salto los tres escalones de la
entrada. Ya en el palier, cuando cerraba la puerta de vidrio, vio otra
vez a la joven que pasaba por la vereda mirando desafiante hacia
adentro. También observó que el hombre de traje y gafas oscuras
caminaba a paso lento por la acera de enfrente.

- Tengo mucho miedo, ¿Qué esta pasando Hugo?- me dijo por


la noche mientras sollozaba sentada al borde de la cama.

Realmente no sabíamos que pasaba a nuestro alrededor pero


estaba claro que el mensaje había sido: “calláte la boca”. Durante
ese día, en la redacción, había visto muchas caras extrañas entre
los periodistas y sobre el murmullo general se oía todo el tiempo el
nombre de Yabrán. Daba la sensación de que querían instalar a la
fuerza la hipótesis del mentor intelectual en la figura del empresario.
D’Amico parecía obstinado en creer que esa era la única línea a
investigar. Lamentablemente el único que hubiera podido
contradecirlo era Pandolfo pero estaba de vacaciones en México

68
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

desde hacía una semana. De todos modos me comuniqué con su


familia para que alguien le informara lo que estaba ocurriendo.

28 de enero 1997

Cuatro carrozas fúnebres de impecable blanco esperaban desde


temprano en la puerta de la cochería Paraná de avenida Mitre al
4600 cerca de Wilde. El féretro con los restos de José Luis había
sido colocado en la primera de ellas pero los empleados demoraron
unos minutos más hasta acomodar en las otras tres la
impresionante cantidad de coronas que habían llegado durante toda
la noche. Una multitud de curiosos, periodistas y deudos ocupaban
la calzada. A media mañana la procesión se encaminó a paso de
hombre rumbo al cementerio de Avellaneda. El silencio de la
marcha solo se interrumpió unos instantes cuando la tapa del
radiador de una de las carrozas saltó debido al intenso calor y
provocó una espesa columna de vapor. Fue en ese momento que el
celular de D’Amico vibró en su bolsillo avisándole que tenía una
llamada entrante.

- Hola – susurró.

En el otro lado de la línea estaba Pandolfo vestido tan solo con un


short de baño y apoyado en la barra de un bar de Bahías de
Huatulco en México.

- ¿Cómo no me avisaron? Dijo con la voz quebrada por el llanto.

- Me enteré por mi cuñado… él creía que yo ya lo sabía.

D’Amico se alejó unos pasos del grupo con el que venía


acompañando la procesión y le dijo:

- Gabriel, estás en tus vacaciones… ¿Qué podías hacer


enterándote antes?

- No sé, pero no me dejaste elegir. Soy el vicedirector de la


revista, hace tres días mataron a un compañero de trabajo y
yo acá como un pelotudo jugando al mariachi…

69
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- En este momento estamos enterrando a José Luis – contestó


D’Amico con un dejo de fastidio.

- ¿Qué se sabe?– insistió Pandolfo.

- No sabemos nada

- Pensar que fue Yabrán es demasiado obvio. Recibí por fax lo


que salió publicado y…

- Te tengo que cortar – interrumpió D’Amico - Hablemos en otro


momento.

Era evidente que D’Amico había elegido su propia hipótesis y se


aferraba firmemente a ella. Rechazaba de plano cualquier otra línea
de investigación que no fuera la que vinculaba a Yabrán. Cortó la
comunicación y suspiró como aliviado. Estaba más tranquilo con
Pandolfo lejos de la redacción.

29 de enero 1997

El jubileo estival pinamarense se había transformado en un devenir


de rostros temerosos que deambulaban por la avenida Bunge. El
grupo Clarín, con todo su aparato mediático, junto a La Nación,
Noticias y Gente insistían en demonizar al empresario mostrándolo
como un padrino mafioso y sin escrúpulos. Los veraneantes
comenzaron a sentirse inseguros en el balneario. Muchos
decidieron terminar sus vacaciones abruptamente mezclando entre
las prendas del equipaje miedo, bronca y desazón. Otros se
agolpaban frente a la comisaría de Pinamar al grito de “no tenemos
miedo”.

Pocho Gambetta era mi segundo en el escalafón jerárquico. Yo le


había pedido que viajara a Pinamar para coordinar todos los envíos
de material desde allá. Esa mañana el se encontraba preparando
un envío en la oficina de la costa cuando irrumpió Patricio.

- Pocho, tengo un material buenísimo – dijo con la voz cargada


de excitación – La hice a la amante de Yabrán –

70
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¿A quién? – preguntó Pocho sorprendido.

- A la Fonre, la amante de Yabrán.

- Bueno dejámelo que ahora llamo a Buenos Aires.

La redacción de Noticias seguía siendo un caos. Era muy difícil


volver al ritmo normal de trabajo en esas circunstancias. Estábamos
atrasados en los cierres y para peor rodeados de tipos de traje que
parecían ser de los servicios. Circulaban todo el tiempo por los
pasillos y la recepción con rostros serios e inquisidores.

En fotografía nos preparábamos para ir a un almuerzo que


Fontevecchia iba a dar en uno de los salones del hotel Sheraton de
Retiro. Durante la comida se trataría el tema de la seguridad. Pedro
entró apurado a la sala con el celular en su mano y me dijo:

- Lo llama Pocho de Pinamar.

- ¿Qué hacés, Pochito? ¿Cómo están las cosas allá?

- Ojo con lo que hablás que están todos los teléfonos pinchados
me dijo a soto voce.

- Tranquilo – contesté – ¿Qué pasó?

- Vino ese pibe Patricio… dice que hizo unas fotos de la amante
de Yabrán…

- Si fuera por mí que se las meta en el culo. ¿Quién lo mandó a


hacerlas?

- No sé, me dejó el material acá y se fue.

- Ok Pocho, llamáme en diez.

Desde el momento en el que se conoció el crimen empezaron a


circular los rumores de que a Cabezas lo habían matado porque
asediaba al cartero siguiéndolo a todas partes. Si publicábamos las
fotos de la supuesta amante, no hacíamos más que reforzar esa
teoría. Mi pregunta era: ¿Quién le había dicho a Patricio que hiciera
esas fotos? A ninguno de nosotros se le hubiera ocurrido arriesgar a

71
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

un fotógrafo para seguir a una supuesta amante en ese momento


de miedo, congoja e incertidumbre. Comencé a sospechar que a
ese pibe alguien lo estaba operando de alguna forma.

Al medio día una caravana de remises salió de la editorial llevando


a todo el staff de la revista hacia el hotel Sheraton de Retiro. Tres
largas mesas ubicadas en forma de U ocupaban el centro de un
fastuoso salón adornado con alfombras persas y cortinados de
pesado terciopelo rojo. Jorge Fontevechia ocupó la cabecera
flanqueado por D’Amico y Lunghi. De inmediato una docena de
mozos de impecable uniforme se hizo presente portando bandejas
cubiertas con campanas de plata. Fontevecchia esperó a que
sirvieran el primer plato para comenzar con su retórica.

- Todos sabemos que el periodismo es una profesión de alto


riesgo… ya conocen las estadísticas - comenzó diciendo para
luego continuar. - Las cosas a veces no salen como queremos
que salgan. En Estados Unidos, a pesar de la rigurosidad
tecnológica de la NASA, el Challenger explotó en el aire y, a
pesar de la seguridad presidencial, también mataron a
Kennedy. Esta vez le toco a Noticias perder a uno de sus
hombres…

Lamentablemente lo que queríamos oír sobre nuestra seguridad


laboral no estuvo contenido en la esencia de aquel discurso ni
tampoco en la de los otros floridos parlamentos que se esgrimieron
durante aquel almuerzo.

Los dichos de Fontevecchia, en el curso de los hechos, me hicieron


pensar que él tenía una visión de lo sucedido que lo colocaba en el
estandarte del portador de la verdad. El hecho de que mataran a
uno de sus hombres por el compromiso en pos del periodismo
parecía darle un carácter honorífico. El mismo escribiría mas
adelante:

“La máquina de investigación de Noticias la componen alrededor de


cincuenta periodistas. Un diario de los grandes cuenta con más de
doscientos periodistas. Es legítimo preguntarse: ¿Por qué una
redacción de cincuenta periodistas descubre, recurrentemente y a lo
largo de tantos años, informaciones graves que siempre se le
escapan a una redacción que la cuadruplica en tamaño? ¡No se
olviden de Cabezas! No se olviden de reclamarles a los diarios

72
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

coraje para comprometerse en los temas difíciles en el momento


que ocurren y no después…

Por la tarde, en la redacción, un grupo de fotógrafos y yo


comentábamos sobre lo ocurrido en la comida cuando el teléfono de
mi escritorio comenzó a sonar.

- ¿Sí?... ¿Quién es? - pregunte con algo de fastidio.

Del otro lado Anita Guilligan estaba acurrucada y en ropa interior


ocultándose detrás de una cómoda de su cuarto.

- Hugo – dijo con la voz quebrada por el miedo – me están


apuntando con un láser… no sé que hacer.

- Ana, ¿me estás jodiendo?

- Noo… por favor… es en serio – dijo sin poder contener el


llanto

- Cerrá todas las puertas, alejáte de las ventanas y no te


muevas de ahí –

Corté con ella para marcar el interno de Lunghi.

- Carlos – le dije – Anita me llamó llorando, dice que la están


apuntando con un láser que la sigue por toda la casa.
¿Llamamos a la policía?
- No dejá, ya que estamos rodeados de policías y servis,
aprovechémoslos…

En menos de diez minutos cuatro patrulleros se hicieron presentes


frente al domicilio de Ana. Una vez dentro del departamento los
oficiales calcularon desde donde podrían venir los destellos.
Observaron una ventana del piso superior que daba al patio interno
del edificio y concluyeron que ese hubiera sido el único lugar
posible. Cinco policías se movilizaron hacia allí. Cuatro de ellos
tomaron posición entre el pasillo y la escalera. El quinto se arrimó a
la entrada del departamento. Todos estaban con las armas en la
mano listos para lo que pudieran encontrar.

- ¿Quién es? – respondió una voz femenina desde adentro


luego de que el oficial hiciera sonar insistentemente el timbre.

73
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Somos de la policía. Podría salir e identificarse por favor.

Se oyó ruido de llaves y cerrojos hasta que la puerta se abrió. Una


anciana con bata rosada y pantuflas de felpa cuadriculadas miró
sorprendida al oficial desde el vidrio de aumento de sus anteojos.
Más atrás dos niños de entre ocho y diez años se asomaron
curiosos al ver el despliegue de policías agazapados en el pasillo.
Uno de los chicos, mientras reía, apuntó al oficial con una diminuta
linternita láser que el abuelo le había comprado ese día en el
colectivo. Los policías bajaron la guardia, pidieron disculpas por el
mal entendido y se retiraron del lugar mientras hacían comentarios
jocosos sobre lo ocurrido.

En Pinamar, mientras tanto, los periodistas de la revista no estaban


ajenos a la paranoia que todos empezábamos a padecer. Para peor
trataban de buscar información del hecho sin saber que los policías
que investigaban el crimen a su lado eran los verdaderos asesinos.

Durante esa tarde, un poco antes del ocaso, Carlos Russo


estacionó su auto en la cochera del hotel. Debía entrar por unos
instantes para ir a su habitación a buscar una agenda que había
olvidado. Al volver al vehículo notó la presencia de un objeto que
parecía ser una pequeña caja de cartón ubicada justo debajo de la
puerta del conductor. Carlos estaba seguro de no haberla visto allí
cuando estacionó. Pensó que algo podría habérsele caído al
descender. Pero un escalofrío recorrió su cuerpo cuando advirtió
que se trataba del estuche vacío de un juego de esposas de la
misma marca y tipo de las que habían sido halladas en el cuerpo de
José Luis.

30 de enero 1997

El gobernador Duhalde mantenía la postura de ser el receptor del


mensaje. Insistía con que el crimen de Cabezas se lo habían tirado
a él, que era algo así como “su Maria Soledad”. Este papel que
asumía de sentirse el “ombligo del mundo” fue el que lo llevó a
dirigir prácticamente todas las acciones. Elevó la recompensa para
quién diera algún dato útil a trescientos mil dólares e instruyó al

74
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

comisario Fogelman para que investigara todas las irregularidades


de la instrucción “caiga quién caiga”.

Era día de cierre en la revista y estábamos un tanto atrasados. A


media mañana llegaron a mi escritorio las fotos de Ada Fonre que
Patricio había tomado en Pinamar. Saqué unas impresiones y me
dirigí al despacho de D’Amico.

- Acá están las fotos de la amante de Yabrán – le dije con cierta


sorna mientras apoyaba las hojas en su escritorio.

- ¿Te parece que publiquemos esto? ¿Ya compramos que fue


Yabrán? Estas fotos apoyan la teoría del acoso periodístico.
Eso de que José Luis hostigaba al cartero… pero las hizo
Patricio ayer… ¿Vos realmente crees que fue Yabrán?

- No sé… dejámelas ahí… después veo – dijo como para


sacarme de encima.

- ¿Pensaste en la tapa? – pregunté

- Esta Pablo con eso.

- Pienso que debería de ser negra…no sé… estamos de luto


¿no?... Una cosa más… ¿estos corbatudos que están por todo
el edificio…? ¿Qué son? ¿De la federal…?

D’Amico me miró serio y dijo:

- Son de la SIDE… nos están protegiendo.

- … ¿Vos decís…?

Las fotos de Fonre salieron en el número siguiente. No conforme


con esto D’Amico redobló el juego y convenció a Michi para que
pidiera una ampliación indagatoria ante el juez Machi. Debía
declarar que desde hacía un tiempo estaban siguiendo e
investigando a la amante de Yabrán.

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

3 de febrero 1997

El recambio turístico y una agresiva tormenta de verano hacían del


tránsito en la ciudad un verdadero caos. Fontevecchia había
convocado a la plana mayor de Noticias a una reunión en su
despacho para las diez de la mañana de aquel lunes. Con su
característica puntualidad, comenzó la charla sentado en la
cabecera de una gran mesa de madera de caoba sobre la que
había desplegado los primeros monos y bocetos del diario. Pandolfo
entró a la sala con veinte minutos de retraso. Se lo veía agitado y
con el cabello mojado, evidenciando las dificultades que había
tenido que sortear para llegar.

- Discúlpenme – dijo mientras cerraba la puerta a sus espaldas.

- ¿Cómo estas, Pandy? – preguntó Fontevecchia esgrimiendo


una sonrisa aniñada.

- No lo sé… volví el viernes y llamé a todos pero nadie me


contestó… me fui a Pinamar y tampoco encontré a nadie,
salvo Balmaceda que lo vi dos minutos el domingo. Recién
llego… y veo que están hablando del diario.

- Es que llegaste tarde – Respondió Fontevecchia mientras se


colocaba los lentes.

Pandolfo miró el reloj que llevaba en su muñeca y dijo:

- ¿En veinte minutos agotaron el tema Cabezas?.

- Pandy, estás sobreactuando porque no estuviste.

- ¿Te parece…?

Pandolfo tomó de la mesa el número de Noticias y lo abrió en la


página en la que había una foto de D’Amico caminando por el
interior de la cava.

- Estamos haciendo todo mal – dijo - ¿Qué plan tenemos…?

Fontevecchia lo miró con ojos de fastidio y volvió a tomar uno de los


monos mientras le decía:

76
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Gabriel, ese tema ya lo charlamos… el proyecto del diario


Perfil es la mejor respuesta que podemos dar.

Al medio día me asomé a la oficina de Pandolfo para convidarlo a


almorzar. Estaba meditabundo, sentado en su escritorio con los
codos sobre la mesa y la pera sumergida entre las palmas de sus
manos.

- Vení… cerrá la puerta – dijo cuando me vio.

- Te voy a decir algo, porque necesito un testigo… cuando


termine toda esta mierda me voy de este nido de hijos de puta-
esto último lo dijo con la voz cargada de indignación.

- Gracias por lo que me toca. – contesté con algo de ironía.

Me miro serio y preguntó:

- ¿Qué le dijiste a la prensa?


- En pocas líneas, que no creía que Yabrán haya sido el mentor
de este crimen cometido a la vuelta de su casa… para que
después toda la prensa lo apunte a él. ¿Si vos fueras Yabrán,
harías algo así?

- Yo no soy Yabrán… no tengo la más puta idea. Pero… ¿fuiste


vos el que sacó el nombre de Yabrán?

- No, el pibe me preguntó si yo cría que Yabrán estaba detrás


del crimen –

- Y qué le dijiste –

- Que no…ya te dije… ¿sabés que, Gabriel? Creo que hay


mucha inteligencia detrás de todo este asunto… ¿Esta no
sería una buena forma de sacar al cartero del juego? Estamos
en medio de un gran quilombo político. Por un lado Menem y
Duhalde se declararon la guerra, por el otro, Cavallo que está
con la licitación del correo… detrás de las dos cosas está la
figura de Yabrán. ¿Qué mejor para sacarlo del medio que
matar al fotógrafo que lo escrachó haciéndole perder el
anonimato en el que se escudaba?... Sería fácil cargarle el
crimen ¿no te parece? –

77
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Pandolfo se quedó pensativo unos instantes y sin levantar la vista


dijo:

- … Me parece una boludez… -

- ¿Qué cosa te parece una boludez?

- Que Yabrán vaya a matar a un periodista de una revista como


Noticias de la forma que lo hizo tan solo porque le sacó una
foto.

- Y bueno, boludo, estamos hablando de lo mismo.

- Entonces… ¿por qué carajo todo lo que tiene que ver con el
crimen esta rodeado de Yabrán?

- Creo que nos están operando de todos lados Gabriel –

- Pero… ¿Quién tiene la espalda para bancarse un muerto que


era el fotógrafo estrella de Noticias? – dijo Pandolfo mientras
tomaba una lapicera y una hoja de papel para luego continuar:

- Muerto Cabezas… fuera Yabrán. ¿Quién se beneficia?

- Varios – contesté – Cavallo, los que quieren agarrar el negocio


postal, la bonaerense… y de alguna forma Duhalde que se
hace la víctima… entre otros. Nosotros somos menos que
peones en este juego perverso… pero eso sí, al que estoy
seguro que no beneficia para nada es al cartero.

4 de febrero 1997

Habían pasado algunos minutos de las nueve de la mañana cuando


un BMW negro con vidrios polarizados ingresaba al patio lateral del
Palacio de Gobierno de la provincia por la calle cincuenta y uno en
la ciudad de La Plata. Dos hombres, de riguroso traje oscuro,
descendieron del vehículo y entraron por la puerta que daba directo
al ascensor que llevaba al despacho de Duhalde. Uno de ellos era
el comisario retirado José Scopa, quien había hecho de enlace para

78
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

reunir al gobernador con su acompañante, el delegado para


América Latina del FBI, Robert Fernández. Durante la reunión, que
duro más de dos horas, Fernández presentó y expuso las
cualidades del programa Excalibur al que llamó: Una novedad
informática en materia de investigación. Duhalde quedó
impresionado con la variedad de posibilidades que el programa
ofrecía y no dudó en adquirirlo. Luego instruyó a Fogelman para
que dispusiera de un bunker fuera del área de la brigada de
investigaciones y así evitar cualquier tipo de filtraciones de los datos
que pudiera proveer el Excalibur.

Una casa quinta de la localidad de Castelli fue la elegida para


instalar una docena de computadoras y armar desde allí la central
operativa. El hombre del buró de investigaciones americano arregló
también que en los días venideros un grupo de expertos
asesorarían al equipo del comisario inspector José Luis Costa, jefe
de informática de la bonaerense, sobre el manejo del software.

Esa misma tarde Duhalde se encargó de separar de la investigación


al comisario de Pinamar Alberto la “Liebre” Gómez sospechado de
haber liberado la zona durante la madrugada del asesinato. El
policía había declarado a la prensa:

- Los miembros de la revista Noticias fueron quienes


planearon el crimen para poder vender más ejemplares.

Junto a Gómez era separado también el comisario inspector Carlos


Rossi sobre quien caía la acusación de haber cometido serias
irregularidades mientras estuvo a cargo de la instrucción sumaria
durante las horas posteriores al crimen. De esta manera quedaba
allanado el camino para que Fogelman junto a Costa y sus doce
ciberpolicías trabajaran sin obstáculos desde Castelli.

11 de febrero 1997

El movimiento nocturno marplatense se iba extinguiendo poco a


poco a medida que avanzaba la madrugada de aquel martes sin
luna. Varios vehículos de la brigada de investigaciones de Dolores
apoyados por móviles de la policía bonaerense se adentraban por

79
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

las oscuras y tranquilas calles de Punta Mogotes rodeando la


esquina de Cervantes Saavedra y Tripulantes del Fournier. El
objetivo era arrestar a Margarita Di Tullio y Pedro Villegas. Los
agentes sabían con certeza que ambos se hallaban en su casa esa
noche.

Simultáneamente, sobre la avenida Colón entre Alvear y Guemes,


otro grupo de policías se aprestaba a allanar la casa de Luis Alberto
Martínez Maidana. En este caso con testigos civiles ya que se
presumía que en ese lugar se encontraba oculta el arma homicida.

Estaban comenzando a unirse las piezas de la primera parte del


plan. Unos días antes Redruello se había encargado de restituir el
arma usada en el crimen al entorno de “Pepita la pistolera”. Luego
se presentó ante la justicia en calidad de testigo encubierto y
declaró que él sabía quien tenía el revólver asesino. Albergaba
entre sus intenciones la audaz pretensión de embolsarse los
trescientos mil dólares de recompensa. En su declaración
involucraba a José Luis con el tráfico de cocaína y lo acusaba de
extorsionar a Margarita di Tullio. Había dicho también que en varias
oportunidades escuchó a la madama decir “a ese Cabezas lo voy a
hacer cagar”.

La versión esgrimida por este mitómano consuetudinario en su


declaración era rayana con lo absurdo pero el comisario general
Adolfo Vitelli, en su desesperación por resolver el caso, no sólo
había dado asidero a sus dichos si no que puso a disposición de
Redruello un vehículo y dinero con el fin de que este se involucrara
aún mas dentro de la banda. La idea era obtener de este modo
mayor información. Redruello dio luego a las autoridades la
ubicación exacta del arma que el mismo había plantado en la casa
de Maidana.

Durante los operativos llevados a cabo esa noche fueron arrestados


los cinco miembros de la banda y en los allanamientos se les
secuestraron varias armas de fuego entre las que estaba el aciago
revólver calibre treinta y dos.

Al medio día, en la sala de fotografía, la fotógrafa Verónica


Jacobson y yo mirábamos las noticias por televisión. Antonio
Llorente desde Dolores hablaba a cámara:

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- La detención de Margarita Di Tullio, alias pepita la pistolera, su


marido y otros integrantes del clan sería la línea llamada de
“los pepitos” que surgió a partir de las declaraciones de un
testigo encubierto que habría brindado información… -

- ¿No me mandás a Dolores? -preguntó Verónica


repentinamente mientras acomodaba su cámara en el bolso.

Yo tenía claro el calibre de fotógrafa que era ella pero también


sabía lo enrarecido que estaba el aire alrededor del caso. No quería
poner más gente en la zona de riesgo por lo que preferí
responderle con una humorada:

- Vos querés ir porque estas caliente con el gallego Llorente ¡ja


ja!

- Tarado – respondió Verónica y luego se echó a reír. En ese


momento Dutil entró en la sala y saludó a los que estábamos
con una mano mientras que con la otra se quitaba un chupetín
a bolita de su boca.

- Eso de los pepitos no se lo cree ni el juez. - sentenció

En la televisión continuaba el informe de Llorente:

- La investigación gira ahora en torno del Excalibur, un


sofisticado programa que habría sido provisto por el F.B.I. Es
un sistema informático que cruza llamadas y que permitirá
rastrear todas las comunicaciones hechas durante la
madrugada del crimen…
- ¿El Excalibur cruza los llamados?… ¿pero entre quiénes? –
Preguntó Dutil mientras se sentaba en el banco de los
fotógrafos - ¿Qué teléfonos van a tomar de referencia?

- Entre las cuatro y las seis de la mañana no debe haber habido


muchos llamados – respondí - Lo que el programa hace es
cruzar todos esos llamados y rastrear los números para ver de
quiénes son… Ponéle que… “Pepita” y Yabrán se hayan
hablado… salta… ¿Entendiste?

Recién entonces se daba a conocer a la prensa la presencia del


Excalibur en la investigación. Para ese momento, los hombres de

81
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Fogelman ya estaban bastante adelantados en el manejo del


programa.

12 de febrero 1997

El sol caía abrasador sobre los transeúntes que atravesaban la


plaza Lavalle durante aquella calurosa mañana. La cotidianeidad
del paisaje se veía alterada por la presencia de varios móviles de
exteriores y un nutrido grupo de periodistas que se agolpaban
instalados en las escalinatas del Palacio de Tribunales. El rumor
que corría hablaba de que Yabrán se presentaría a declarar como
testigo en un juicio por calumnias e injurias que mantenía el ministro
Cavallo contra el periodista Bernardo Neustadt. El empresario
postal había decidido mostrarse en público. Quería que lo vieran sin
custodias, caminando por la calle como un ciudadano común. A las
diez y media de la mañana se hizo presente. Llegó a bordo de un
vehículo de alquiler sorprendiendo a todos los que allí estaban. De
inmediato fue rodeado por una nube de fotógrafos y periodistas de
televisión que se abalanzaron sobre su persona.

- ¿Les parece que soy un tipo peligroso?... caminando así


libremente entre la gente.

Decía mientras trataba de abrirse paso a través la exaltada


aglomeración de reporteros. En su mano derecha sostenía un
panfleto con la imagen de José Luis y la inscripción “No se olviden
de Cabezas”. La exhibía en lo alto asegurándose de que se viera
bien en todos los medios. Quizás alojando la infantil pretensión de
mostrarse solidario con la causa. Su permanencia en el juzgado no
superó los cuarenta minutos. La salida fue aún más tumultuosa que
el ingreso debido a la cantidad de curiosos que se habían agrupado
en la plaza al oír la noticia de la presencia de Yabrán en Tribunales.
La policía tuvo que hacer un cerco a su alrededor y ayudarlo a subir
al taxi que lo estaba esperando. La animosidad de la gente para con
el empresario comenzaba a tornarse medieval. Fue insultado y
salivado por la turba durante todo el trayecto. Mientras avanzaba
acurrucado entre los policías alcanzó a declarar tibiamente a los
periodistas:

82
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Lamento mucho lo de este muchacho… yo solo soy un simple


cartero…

25 de febrero 1997

Un palco móvil que cruzaba de vereda a vereda había sido


instalado de cara a la avenida Corrientes en su intersección con
Talcahuano. Sobre el se erguía un enorme cartel con la inscripción
“No nos olvidemos” pintada en letras rojas sobre fondo blanco. Se
cumplía un mes de la muerte de José Luis y el sindicato de prensa
había organizado junto la asociación de reporteros gráficos un acto
en su memoria que culminaría con una marcha a Plaza de Mayo en
reclamo de justicia. El fuerte impacto que el crimen había causado
en la sociedad hizo que una multitud se congregara
espontáneamente ese día cubriendo la avenida desde Talcahuano
hasta pasada la esquina de la calle Montevideo. Todos los
integrantes del staff de Noticias ocupábamos el centro del escenario
junto a Cristina, la viuda de Cabezas. Debajo, mezcladas entre la
gente, había un sin número de personalidades de la política y las
artes.

- Qué buen momento para lanzar el diario – le dijo Fontevecchia


en voz baja a D’amico cuando al salir del edificio se percató de
la impresionante cantidad de gente que el caso había
movilizado. Luego Gabriel Michi leyó unas sentidas palabras
alusivas y más tarde se hizo un minuto de silencio que se
extendió por toda la ciudad. Cabildo y Juramento, Rivadavia y
Acoyte, Triunvirato y Avenida de los Incas, fueron algunas de
las intersecciones en las que la gente se había autoconvocado
en silencio. Pasado el minuto los bomberos de todos los
cuarteles porteños hicieron sonar sus sirenas. Antonio
Ormundo, un fotógrafo brasileño que trabajaba con nosotros,
se paró en el medio del palco y gritó con toda su garganta:

- Cabeeezaas…

Al unísono la multitud respondió:

- Presente.

83
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Esa consigna se repitió durante toda la marcha. En las pancartas,


en los afiches, en nuestras camisetas, por todos lados la imagen de
los ojos de José Luis nos miraban como tratando de buscar alguna
respuesta.

Marzo 1997

La forma en que algunos medios trataban la noticia del homicidio


había comenzado a tornarse vulgar y en muchos casos un
espectáculo circense. Todo parecía girar en torno a lo más negro, lo
escabroso. Algunos periodistas se preocupaban por saber si José
Luis respiraba mientras lo consumía el fuego. Otros especulaban
con la cantidad y el calibre de las armas utilizadas para el crimen.
En los diarios se podían ver todo tipo de monografías e ilustraciones
explicando en detalle cada paso de la autopsia o la preparación del
líquido inflamable con el que había sido rociado el cuerpo de la
víctima. La televisión no se quedaba atrás en materia de
sensacionalismo. Por el programa de Mauro Viale desfilaban a
diario testigos truchos, dudosos peritos y todos los policías
separados de la investigación quienes aseguraban estar “pagando
el pato de la boda”. Uno de ellos, el oficial Carlos Salva protagonizó
escenas de pugilato con un tal Pedro Avio frente a las cámaras de
televisión. Avio, un ex policía de la bonaerense, acusó durante el
programa a Salva de ser el líder de una banda de delincuentes
uniformados.

- ¿Por qué e dicen el patrón de la costa?- Inquirió Avio al oficial


bajo la atenta y regocijante mirada de Viale.

- Usted está mintiendo.- Contestó Salva

- ¿Acaso usted no es el ahijado de Klodzcyk – insistió Avio ya


con ánimo de provocación.-

- Yo con mentirosos no hablo más.- Respondió el policía


visiblemente ofuscado -No entiendo su interés en
difamarme… ¿Por qué miente?

84
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

La respuesta de Avio no fue verbal si no que levantándose de su


silla le aplicó un certero puñetazo sobre el pómulo izquierdo del
rostro. Salva respondió la agresión y comenzó un forcejeo con su
interlocutor. Mauro Viale “trataba de separarlos” sin quitar ni un
instante la vista del monitor para asegurarse de que todo esto se
estaba viendo en vivo y en directo.

De todos modos lo más bizarro y grotesco en shows periodísticos lo


presencié por televisión durante una emisión del programa Memoria
en la que su conductor, Samuel Gelblung, presentaba un patético
informe:

- Ahora vamos a ir a exteriores donde hemos preparado un


horno en el que lograremos reproducir la temperatura que
habría tenido el auto de José Luis Cabezas durante el
incendio.-

Decía Gelblung mirando a cámara y con los codos apoyados en el


escritorio.

- En él introduciremos una cabeza de ovino a la que se le


efectuará un disparo a fin de determinar si la bala podría
haberse disuelto en el cráneo del fotógrafo. En instantes… en
Memoria.-

Aquel espectáculo resultó ser inusitadamente bárbaro.

Después de la presentación de la nota un sujeto apareció en


pantalla diciendo ser perito balístico y colocó la cabeza seccionada
de un pequeño ternero sobre una parrilla metálica de las que se
fabrican con la mitad de un barril de combustible. Luego, con un
revólver del mismo calibre que el utilizado en el crimen, le asestó un
disparo a la altura de la sien. Mientras tanto el asistente encendía el
material inflamable que estaba dentro del medio tanque. La
extremidad estuvo sobre el intenso fuego durante más de cuarenta
minutos. Para finalizar, en el último bloque, el supuesto perito quitó
la cabeza incinerada y humeante de la parrilla y la apoyó sobre una
mesada de piedra. Luego, valiéndose de una maza y un cortafierro,
procedió a romper el cráneo en busca de los restos de plomo de la
bala. Todo esto se realizaba en presencia de una escribana que
daba fe cabal de la infame pericia.

85
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

En la revista no queríamos que el caso se “samantisara”, (término


que habíamos heredado del sonado juicio a Coppola ya que una de
sus mediáticas protagonistas se llamaba Samanta), pero
ciertamente eso ya no estaba en nuestras manos.

La investigación, mientras tanto, seguía girando en torno a la


historieta de los pepitos. El 14 de marzo el juez Macchi dictó el
procesamiento de Margarita Di Tullio por considerar a esta la
instigadora del homicidio. Yo no entendía por qué la revista no se
plantaba frente a la cantidad de versiones que circulaban sobre la
vida de Cabezas. Sabíamos perfectamente qué tipo de persona era
José Luis. Compartíamos muchas horas junto a él en la editorial y
algunos, como en mi caso, fuera de la misma. Sabíamos también
que no existía ningún vínculo entre él y “Pepita la pistolera”. Sin
embargo Noticias seguía, al unísono con los otros medios,
publicando los pormenores del caso como si la víctima nos hubiera
sido ajena.

8 de abril 1997

La gran cantidad de flashes que comenzaron a destellar


simultáneamente provocaban un efecto estroboscópico sobre la
figura del Gobernador Duhalde mientras que hacia su ingreso al
salón de los acuerdos. Periodistas de todos los medios se habían
hecho presentes en el palacio de gobierno de La Plata ante la
convocatoria a una conferencia de prensa donde se darían a
conocer importantes novedades relacionadas al crimen.

- Hemos adelantado bastante en la investigación.- Comenzó


diciendo Duhalde.-

- Dieron resultado las medidas que tomó este gobierno al


ofrecer una recompensa y gracias al testimonio de una
persona que intervino directamente en el hecho y que se
confesó ante mí, hemos logrado la detención de cuatro
individuos de la zona de Los Hornos… cercana a La Plata y
estamos a la espera de la captura de un integrante de la
policía bonaerense...-

86
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Pandolfo y yo seguíamos las alternativas de la conferencia por la


televisión de su oficina cuando Michi irrumpió para decir:

- Parece que el policía es Prellezo… Tenemos unas fotos de


cuando hicimos la nota de los robos en la costa… Es el
comisario de Valeria del Mar.-

- Por favor, decíle a Pedrito que las pida en el archivo- le sugerí.

- ¿Vos creés esa versión de Duhalde? Le pregunté a Pandolfo.

- Yo no creo nada…pero nada de nada.- Me contestó sin


sacarse el capuchón de la birome de entre los dientes.

- Me suena un poco más creíble que lo de “Pepita la pistolera”.-


continué – Al tipo lo entrega el viejo por la guita…

- Con la malaria que hay, si me dan cien lucas, digo que fuiste
vos. – interrumpió riendo.

- Siempre sostuve que eras un gran compañero - respondí.

Él continuó diciendo:

- El padre de uno de los asesinos… que casualmente tiene


SIDA… Una variante de El amigo americano, de Truffaut.

En ese momento se asomó D’Amico y dijo:

- Muchachos, por favor, vengan a ver el video de la autopsia.

- Disculpen, pero yo paso. – contestó Pandolfo con gesto de


rechazo.

En la oficina de D’Amico estaban Russo, Sirven, González y el


doctor Moretti, director del departamento legal de la editorial.
Circulaban muchas versiones contradictorias acerca de cuántas
balas tenía el cadáver y si éstas podrían haber sido cambiadas
durante la autopsia. Por tal motivo Moretti había gestionado ante la
justicia para que pudiéramos tener acceso al material fílmico de la
disección del cuerpo. Tuve que vencer la aversión que me
provocaban las imágenes de la manipulación del cadáver devastado
por el fuego. El video mostraba el momento en el que, mediante una

87
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

pinza de cirugía, un médico extraía piezas metálicas del


irreconocible cráneo de José Luis. Luego las colocaba en un frasco
de plástico transparente.

- Con esto no se puede probar nada – sentencié – Esta


filmación no tiene continuidad. -

- ¿Eso que quiere decir? – preguntó D’Amico

- Que no está hecho de una sola toma. Tiene cortes y en los


cortes pueden sacar o poner cualquier cosa… ya lo hacía
Georges Melliés en los albores del cine… ¡Ahí! ¿Ves? Fijáte
que entre el momento en que mete la bala en el frasco hasta
que se lo llevan hay… por lo menos, dos cortes…-

No entendía qué quería lograr D’Amico exhibiéndonos este video.


La bala podría haber sido cambiada en cualquier circunstancia.
Hubiera sido absurdo pretender que una cámara estuviera las
veinticuatro horas siguiendo las pruebas. Creo que en su afán por
mantener la sospecha sobre Yabrán desestimaba cualquier otra
hipótesis. Como se acostumbraba decir en la jerga periodística
“compraba todo tipo de pescado podrido”. Cuanto más embarrada
estaba la cancha más crecían en la opinión pública las sospechas
sobre el empresario postal.

14 de mayo 1997

El alba despuntaba fría sobre los pastizales escarchados que


permanecían ocultos bajo una fina capa de neblina. Desde el
horizonte se veían aparecer decenas de niños que caminaban a la
orilla de la ruta 11 dibujando sus siluetas a contraluz de un cielo que
de a poco iba tornando del escarlata al naranja. El comisario
Fogelman había pedido la colaboración de las escuelas de la zona
para ayudar en la búsqueda de la cámara fotográfica de Cabezas.
Prueba fundamental para verificar la versión de los hechos dada por
la banda de Los Hornos.

La investigación había cambiado el rumbo radicalmente. La parodia


de los “pepitos” terminó siendo insostenible a pesar de la irrefutable

88
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

prueba del arma homicida. Para el comisario Fogelman no había


dudas de que esta había sido plantada en el entorno de la banda.
Por su parte el Excalibur comenzaba a dar cuenta de la existencia
de numerosos llamados entre el jefe de seguridad de Yabrán y
Gustavo Prellezo, a quien acusaban los horneros de ser el autor
material del homicidio. El juez Macchi jugaba entonces un enroque
y Margarita Di Tullio junto a Domingo Dominichetti fueron liberados
los primeros días de mayo. En su lugar eran detenidos el comisario
de Pinamar Alberto Gómez y el oficial ayudante Aníbal Luna. Pero
para Fogelman la obsesión seguía siendo encontrar la cámara de
fotos o, aunque más no sea, alguna de sus partes. Héctor Retana
había dicho en su declaración ante Macchi:

- Después que salimos de Pinamar Prellezo le pidió a González


que rompiera la cámara y la fuera tirando por el camino…
Cuando no la pudo romper más… tiró el pedazo más grande
en un arroyo que pasamos… -

16 de mayo 1997

Camarógrafos y fotógrafos de todos los medios seguían


atentamente los movimientos de un sujeto ataviado con botas de
pescador que muñido de un alambre en forma de horqueta
caminaba concentrado y en silencio en medio de las turbias aguas
del Canal Uno. Recurriendo a los procedimientos más insólitos
Fogelman había pedido la colaboración de Néstor Vinelli, un ex
rector de la Universidad de Lomas y experto en rabdomancia, para
que a través de su ciencia lo ayudara en la búsqueda de los restos
de la cámara. Cada paso en la investigación era rimbombante y
teatral. Todo era rico en imágenes para regodeo de los que
buscaban más sensacionalismo.

A las diez de la mañana el rabdomante marcó un sector del arroyo y


le indicó a los buzos tácticos de la bonaerense el lugar exacto
donde había detectado algo. Los acuanautas llevaban puesto todo
su equipo de trabajo incluyendo tanques de oxígeno y patas de
rana. Un camarógrafo del noticiero del nueve se acercó al oficial a
cargo y le sugirió:

89
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Jefe… ¿No es demasiado equipo para un arroyito de


cincuenta centímetros de hondo?... va a quedar medio
ridículo… nos van a rajar a todos. -

El oficial sonrió, no sin sonrojarse un poco, y ordenó a sus hombres


que sólo usaran el snorkel.

Veinte minutos más tarde uno de los buzos salía del agua trayendo
un objeto metálico en sus manos. Pedrito me llamó a fotografía para
que viera lo que estaban transmitiendo en vivo por un canal de
noticias. En la imagen se veía como el jefe del procedimiento le
mostraba el hallazgo a Verónica Jacobson, nuestra fotógrafa, que
ese día se había sumado al equipo de trabajo de Dolores. Vimos
como Verónica primero asentía con la cabeza y luego comenzaba a
llorar desconsoladamente. Era el cuerpo de la Nikon F4 de José
Luis no cabía duda alguna. Se veían claramente los infantiles
stickers que Agostina y Juano habían pegado en el respaldo de la
cámara de su padre. Todos en la redacción permanecimos unos
minutos en silencio. Creo que el hallazgo del equipo nos había
hecho volver a tomar conciencia de la muerte de nuestro
compañero. Solo se oía la televisión de fondo. En ella Llorente en
primer plano decía:

- La cámara fotográfica desató la euforia de los policías… y el


dolor de los periodistas. Las dos calcomanías que ayudaron a
reconocerla, habían sido pegadas por los hijos de José Luis
Cabezas para que siempre los tuviera presente… Lo
paradójico de esta historia tenebrosa es que los dos niños, sin
proponérselo, habían contribuido con eso a condenar a los
asesinos de su padre…

23 de mayo 1997

Una multitud de periodistas de medios locales e internacionales


junto a más de un centenar de curiosos se agolpaban frente a las
escalinatas de los Tribunales de Dolores aquella mañana de
viernes. El motivo de tal aglomeración era la esperada llegada de
Yabrán y la de su jefe de seguridad Gregorio Ríos. Ambos habían
sido citados a comparecer ese día como testigos en la causa ante el

90
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

juez Macchi. El revuelo comenzó a las diez de la mañana con la


llegada de Ríos. Demoró cerca de quince minutos en recorrer los
cincuenta metros de distancia entre su vehículo y la entrada al
tribunal. Los periodistas se abalanzaron sobre el ex militar que
trataba de avanzar sorteando cables y micrófonos. La pregunta de
todos los cronistas era la misma:

- ¿Usted fue quién dio la orden de matar a Cabezas?

El ex hombre fuerte de Yabrán caminaba mirando hacia los lados


con ojos de terror y solo atinaba a decir:

- Déjenme pasar… tengo que llegar temprano para ver al juez.

En el ingreso al edificio la confusión fue tal que rodaron por el piso


periodistas, camarógrafos y fotógrafos.

Yabrán estaba citado para las primeras horas de la tarde. Algunos


de los hombres de prensa, movidos por la buena voluntad, trataban
de poner cierto orden entre sus colegas.

- Armemos un cordón, armemos un cordón a cada lado para


que podamos organizarnos y todos tengamos la foto.-

Rogaba Mario Koqui, de la Asociación de Reporteros Gráficos, a los


fotógrafos que pugnaban por conseguir la mejor ubicación. D’Amico
había pedido que viajara yo personalmente para dirigir la cobertura.
Alquilé una combi y partí con cuatro de mis hombres hacia Dolores.
Allí nos esperaban Verónica Jacobson y Jorge Gainza con los que
hacíamos un equipo de siete fotógrafos.

- Este Koqui quiere hacer cordoncitos. – dije dirigiéndome al


grupo. – No le den bola… porque cuando aparezca Yabrán…
todos estos monos se le van a tirar encima. Así que
organicémonos nosotros… Vos Vero te vas a parar en la punta
de la escalera, al lado de la puerta de entrada. Encajá el veinte
en la cámara y no te muevas de ahí pase lo que pase… Andá
a tomar posición ya. Vos Jorgito cazá el auto y te vas al peaje
de Dolores. El tipo va a pasar por ahí… de acá a… cuarenta
minutos. Si vos no preguntas boludeces y te vas ya, vas a
llegar en quince…

91
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Todos los medios querían asegurarse la imagen de Yabrán


entrando al tribunal. Uno de los canales de noticias había llegado al
extremo de alquilar una grúa hidráulica y colocar un camarógrafo en
el barquillo para tener una buena vista aérea y quedar fuera del
caos que todos vaticinábamos que se produciría al llegar el
empresario postal.

Entre los cientos de curiosos que se iban agrupando frente al


edificio había personajes de todo tipo y ralea.

- Recién lo vi al Coco Mouriño… esto esta infectado de servis…-


Me dijo Leo Cosín mientras trepábamos a la caja de un camión
volcador que estaba estacionado en la vereda de enfrente a los
tribunales. Mouriño era un legendario matón que en otra época
había sido guardaespaldas del sindicalista Diego Ibáñez pero que
ahora se decía amigo de Yabrán. Mi celular comenzó a sonar.
Atendí y del otro lado estaba Gainza.

- Hugo, lo tengo. Hablé con él… tomó un café en esa estación


de servicio… Minotauro… cerca de Castelli. - Dijo Jorge algo
agitado.

- ¿Había otros fotógrafos?

- No, yo solo. Va para allá en un Mondéo… igual voy a llegar


antes porque ellos van despacio.

- No… no te apurés, seguílo… a ver si lo hacen boleta y no


tenemos la foto.

El empresario era muy prevenido y sabía el caos que provocaría su


llegada al tribunal. Por eso había dispuesto que varios de sus
hombres de seguridad se mezclaran entre la gente. Fueron estos
los que lo rodearon al bajar del vehículo que lo traía y lo escoltaron
hasta la entrada. Le llevó tres largos minutos atravesar la vereda
entre el requerimiento periodístico y los abucheos de la gente que
se agolpaba a su alrededor al grito de

- Asesino, asesino…

Yabrán declaró ante el juez hasta las nueve y cuarto de la noche.


Se retiró sin hacer declaraciones y bajo una fuerte custodia policial.
Se lo veía tranquilo y sonriente. Sabía que los investigadores no

92
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

tenían elementos para inculparlo y por eso se había manejado con


soltura ante Macchi y su secretario.

24 de mayo 1997

La ciudad de Dolores o “el primer pueblo patrio”, como la nombran


orgullosos sus veinticinco mil moradores, fue la primera población
creada por el naciente estado argentino luego de la declaración de
la independencia. Albergó en épocas de Rosas a los mentores de la
revolución de los libres del sur bajo el mando de
Pedro Castelli. Pero la batalla de Chascomús sofocó todo sueño
revolucionario. Castelli fue ejecutado y su cabeza colgó expuesta,
durante años, de un palo colocado en la plaza de Dolores, frente
donde hoy se encuentra el hotel Plaza. El mismo que pasaba a ser
ahora el epicentro periodístico del caso. Los corresponsales de los
principales medios estaban hospedados allí. También circulaban
por sus pasillos abogados, testigos y voceros de los imputados.

Estas mismas instalaciones habían albergado meses atrás a los


protagonistas del caso Coppola. Recuerdo una llamada de Leo
Cosín, nuestro corresponsal, en la que me contaba que escuchaba
las fiestas que hacían los detectives de la policía Gerace y
Diamante con las testigos Samanta Farjat y Natalia de Negri en la
habitación contigua a la suya.

- Nooo… por atrás noo –Oía que gritaban las susodichas hasta
altas horas de la madrugada

Era sábado y el tribunal no trabajaba. La única actividad


programada para ese día era una rueda de prensa a la que había
convocado Bunge, el emisario de Yabrán, para las cuatro de la
tarde.

- ¿Por qué había empleados de seguridad del congreso entre


las personas que ayer custodiaban a Yabrán? – Disparó Verónica
en medio de la conferencia y para sorpresa de todos. Bunge trató
de desviar la respuesta con evasivas pero Llorente fue mas
especifico y le replicó:

93
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- La colega se refiere a los hermanos Mouriño que ayer


mantuvieron un altercado con periodistas antes de que saliera
Yabrán.

Bunge dijo no conocerlos y dio por terminada la conferencia.

La complicidad circunstancial en la rueda de prensa provocó un


acercamiento entre nuestra fotógrafa y el movilero estrella. Algo
ansiado por los dos desde hacía tiempo. Los corresponsales
pasaban largas semanas lejos de sus hogares soportando todo tipo
de presiones y en medio de un clima general que cada vez se hacía
más y más denso. Esa noche Verónica y Llorente se sentaron muy
juntos cerca de la cabecera de una larga mesa que compartían
cronistas, camarógrafos y fotógrafos en el restaurante del hotel.

- Qué bien estuviste hoy en la conferencia de Bunge - dijo


Lorente mientras tomaba tímidamente la mano de Verónica.

En otro sector de la mesa, lejos de los arrumacos, el vino corría


rápido y los efluvios etílicos comenzaban a hacer efecto sobre
algunos periodistas. De pronto Horacio Segovia, un fotógrafo de
nuestro equipo, lanzó un desatinado comentario:

- Cabezas era un reverendo ortiba… nadie se lo bancaba en la


editorial… – Esto provocó un silencio a su alrededor y más de
una mirada de reproche.
- Qué decís tarado – le recriminó un fotógrafo del diario Crónica.

- ¿Qué sabes vos? Si no laburabas con él… en la redacción no


se lo bancaba nadie. – Insistió Segovia con su rostro
enrojecido, quizás producto del alcohol.

- Oíme imbécil… ¿vos no entendiste nada? – Dijo el hombre del


diario visiblemente nervioso. - Estás hablando de un
compañero que asesinaron… que podrías haber sido vos… o
cualquiera de nosotros… La concha de tu madre… - y junto
con esta última frase le arrojó un vaso de cerveza sobre la
cara.

Segovia reaccionó y se trenzaron en un intercambio de golpes.


Sillas, vasos y botellas cayeron por el piso mientras que los otros
colegas forcejeaban con los contrincantes para tratar de separarlos.

94
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

En medio de la confusión Verónica y Llorente se alejaron por el


pasillo que llevaba a las habitaciones.

Junio 1997

Yabrán estaba herido de muerte y de a poco comenzaba a darse


cuenta. La munición en su contra era cada vez más pesada y
certera. Sobre todo en el efecto que producía sobre la opinión
pública. En los primeros días de junio se presentaron ante la
cámara de apelaciones los peritos psiquiátricos José Antonio
Abasolo y Silvia Dulau Dumm de Aguilar. Los profesionales
sostenían que, a pedido del juez, habían realizado un estudio
psiquiátrico al comisario Prellezo. Según ellos, este les confesó que
se había reunido en dos oportunidades con Yabrán y uno de sus
lugartenientes para ver cómo podían coordinar y darle un apriete al
fotógrafo. Días más tarde un estanciero local de apellido Cibert se
presentó como testigo ante el juez y afirmó que Cabezas le contó
que había recibido amenazas por parte del empresario postal
debido a una investigación sobre lavado de narcodólares. Quizás en
busca de tener sus quince minutos de fama o vaya a saber movidos
por que interés aparecían estos personajes a brindar dudosos
testimonios. Pero la base en la que se sustentaba todo el plan era el
Excalibur. Tal como estaba previsto, los cruces telefónicos
revelaron que existía una estrecha relación entre el policía acusado
de ser el autor material del homicidio y Gregorio Ríos, el ladero del
empresario. La sospecha de que Yabrán podría haber sido el
instigador del homicidio cobraba fuerza a través de las sugestivas
llamadas y daba vía libre a la justicia para investigar todos sus
movimientos. A mediados de junio el programa aportado por el
F.B.I. daba cuenta de numerosos llamados realizados desde los
teléfonos de Yabito, una de las pocas empresas reconocidas por
Yabrán como propia, a despachos de funcionarios del gobierno que
otrora habían negado conocer al misterioso empresario. Ciento dos
de esos llamados tenían como destino el despacho del Ministro de
Justicia Elías Jassan. El escándalo comenzó a crecer en intensidad
a medida que el filo del Excalibur avanzaba en dirección a los
funcionarios del gobierno de Menem. La investigación provocó un
vendaval en los despachos oficiales. El ministro del interior, Carlos
Corach, salió a hablar en los medios de una “caza de brujas”.

95
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Duhalde, por su parte, era el que más disfrutaba de los resultados


obtenidos a través del nuevo juguete informático. En medio de esta
debacle política, las mentes criminales no dejaban de agitar a la
opinión pública y comenzaron entonces a amedrentar a los
periodistas más emblemáticos del caso. Santos Biasatti fue
amenazado telefónicamente y, días más tarde, un sujeto lastimó en
un brazo a la hermana de Fernández Llorente a la vez que le
indicaba:

- Decíle a tu hermano que se borre de Dolores.

Pensar que Yabrán estuviera amenazando a periodistas en ese


momento era realmente absurdo. Su situación ya estaba bastante
comprometida como para buscar más exposición y acrecentar las
sospechas en su contra. Sin embargo el sistemático bombardeo de
información manipulada disparado hacia la masa no daba lugar a
otro razonamiento que él que sindicaba al empresario como el
mentor de todos los males.

24 de junio 1997

La avenida Corrientes estaba muy congestionada ese martes a la


mañana. Yo quería llegar antes de las diez a la editorial pero lo veía
difícil. El celular comenzó a sonar y atendí con el manos libres.

- Hola Hugou…- Dijo Anthony Walsh con su inconfundible


acento. – No pude pasar por la editorrial y tengou poco
materrial. –

Anthony era oriundo de Londres. Hacía más de un año que


colaboraba con nosotros. Tenía buen ojo pero era sumamente
tímido y esto a veces lo ponía en desventaja. Le gustaba hacer de
asistente porque aprendía pero también solía hacer muy buenas
notas como fotógrafo. Ese día lo había mandado a una guardia en
la puerta de la explanada de la casa de gobierno. Yabrán había
solicitado una audiencia con el jefe de gabinete Jorge Rodríguez y
se reunirían durante el transcurso de esa mañana. Llamé a Pedrito
y le pedí que mandara un paquete de rollos en una moto a casa de
gobierno.

96
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Es mejor que lo lleve yo… - Sugirió – no vamos a llegar a


tiempo si esperamos la moto. -

- Tenés razón… tomate un taxi… después te doy la plata.-

En plaza de Mayo había gente desde temprano portando panfletos


y pancartas con la imagen de los ojos de José Luis y la inscripción
“no se olviden de Cabezas”. El Frepaso había convocado a un
bocinazo para repudiar la presencia del magnate. A las diez y cinco
Yabrán llegó al lugar en un Ford Mondeo bordó. Desde su arribo
hasta atravesar el portón de rejas tuvo que sortear un verdadero
caos. El vehículo avanzaba lentamente entre periodistas y gente
que le cerraba el paso al grito de asesino. Durante el recorrido no
bajó la ventanilla para hacer declaraciones pero tampoco dejó de
sonreír para los fotógrafos en ningún momento. Sin duda se
esforzaba en mostrar una imagen de tipo simpático y bonachón.

El magnate postal había transitado en muchas ocasiones los


pasillos del palacio de gobierno. La diferencia estaba en que antes
lo hacía en forma anónima, sin que nadie supiese quien era, en vez
ahora su imagen se había convertido en una especie de ícono de la
corrupción.

El tablero político estaba sufriendo un fuerte cimbronazo debido a


los cruces telefónicos obtenidos a través del Excalibur. Le tocaba
ahora al gobierno reordenar sus piezas y Yabrán no era
precisamente un fusible descartable. Su influencia dentro de los
espacios de poder tejía una oscura y enmarañada trama de
ramificaciones.

La reunión con el jefe de ministros se extendió por más de una


hora. Un nutrido número de curiosos, manifestantes y periodistas se
había juntado durante ese lapso en las afueras de la casa rosada
esperando la salida del empresario.

- ¡Ahí sale! - le dijo Pedrito a Anthony cuando notó que el


Mondeo bordó estaba siendo colocado en la entrada al salón de los
bustos.

Yabrán subió de prisa al vehículo y al cruzar la reja de la explanada


todo se descontroló. El auto quedó atrapado durante unos minutos
entre reporteros gráficos que apoyaban los objetivos de sus
cámaras sobre las ventanillas y movileros que pugnaban por

97
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

obtener una declaración del empresario. Entre los curiosos y


manifestantes había activistas que desde temprano estaban
exaltando la animosidad de los presentes hacia el empresario. Esto
provocó que la gente comenzara a arrojar objetos y a pegar patadas
y golpes de puño sobre el vehículo. Uno de estos activistas muñido
de una bujía oculta en su mano golpeó en forma descendente a la
luneta trasera provocando el estallido del cristal. La escena cobraba
así el dramatismo propio de la antesala a un linchamiento.

- ¡Mierda... parece el crimen de Cuenca! – Exclamé mientras


seguía los acontecimientos por la televisión de la sala de fotógrafos.

- ¡Mirá ahí!... ¿ese no es Pedrito? – Preguntó Ana Guilligan


señalando a la pantalla.

Cuando observé bien no lo podía creer. Pedrito, que era muy


correcto y de modales afrancesados, estaba entre los manifestantes
golpeando el techo del vehículo como un enajenado. La imagen de
Pedro descargando su ira contra el automóvil del empresario
recorrió todos los noticieros de ese día. Durante la tarde tuve que
pedirle que se tomara unos días de franco. D’Amico pensaba que si
alguien lo reconocía podía quedar pegada la revista con los
episodios violentos de la mañana.

25 de junio 1997

Carlos Dutil no tenía intenciones de regresar a la redacción durante


esa nublada tarde de miércoles. Debía ir hasta la ciudad de La Plata
para mantener un encuentro con la doctora Elba Témpera, una
abogada que Dutil había conocido en la época en la que estaba
escribiendo el libro Maldita Policía junto al periodista Ricardo
Ragendorfer. Este último había trabajado como redactor especial en
Noticias hasta mediados del noventa y seis. Dutil le había pedido a
Ragendorfer que lo acompañara a la reunión que iba a tener ese
día con la abogada. Quería estar seguro de que todo quedara bien
claro. Ambos se encontraron al medio día en Uruguay y Corrientes
y fueron a un restobar del paseo La Plaza donde almorzaron algo
liviano para luego partir hacia La Plata.

98
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Unos días antes, la doctora Témpera se había comunicado


telefónicamente con Dutil para informarle que Yabrán tenía
intenciones de contratarlo para que investigara el homicidio de
Cabezas. Según la abogada, Wenceslao Bunge le había pedido que
hiciera de intermediaria para contactar a Dutil y hacerle llegar el
ofrecimiento del empresario. La cifra era sumamente tentadora:
cincuenta mil dólares para empezar y una suma igual si durante la
investigación se obtenía algún resultado positivo.

Yabrán en ese momento trataba de hacer todo lo posible para


demostrar su inocencia. De todos modos no era esa la única razón
por la que quería contratar a un periodista del medio que había sido
blanco del brutal asesinato. Ocurría que Yabrán había leído el libro
de Dutil y Ragendorfer y buena parte de los policías mencionados
en aquella investigación periodística eran los mismos que él
acusaba como autores del asesinato de José Luis. Para el
empresario no había dudas de que el crimen había sido planeado y
dirigido por Mario “chorizo” Rodríguez, el comisario del singular
apodo que en lunfardo es sinónimo de ladrón o chorro.
Lo que pretendía Yabrán era que Dutil iniciara una investigación en
torno a Rodríguez y a varios policías que trabajaban bajo su órbita,
entre los que estaban Carlos Stoghe, Norberto Degastaldi, Horacio
Pozal y Daniel Leguizamón. Según Yabrán, estos oficiales y
suboficiales formaban parte de una banda delictiva dentro de la
fuerza y habrían sido ellos los responsables del homicidio de
Cabezas.

Si bien Dutil dudaba de que Yabrán estuviera detrás del crimen, no


por eso podía ponerse en contra de todo el periodismo e irse a
investigar el hecho del lado del cuestionado empresario.
Precisamente ese era el motivo por el que debía hablar con la
doctora Témpera aquella tarde. Estaba decidido a rechazar la oferta
del magnate.

La abogada los recibió en el estudio que tenía en su propio


domicilio y les ofreció café.

- Esto no quiere decir que yo vaya a dejar de investigar el


caso.- Le dijo Dutil a la abogada - Todo lo contrario… Y si de lo que
averigüe descubro que Yabrán es inocente lo voy a escribir… y si
descubro que es culpable también lo voy a escribir.-

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Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

La conversación se truncó en ese momento debido a la violenta


irrupción del esposo de Témpera en la sala. Este, en tono agresivo
y evidenciando un nerviosismo extremo dijo:

- ¡Elba!, Te dije que no operaras más para ese tipo… cortála…


nos van a matar a todos.

27 de junio 1997

La sudestada que sopló durante esa tarde había dejado su huella


de hojarasca y barro sobre el boulevard de la avenida Quinteros.
Los lujosos chalets del barrio River, un vértice de Belgrano llamado
así por la proximidad al estadio Monumental, no quedaron exentos
a las consecuencias de la crecida en la cota de las aguas del Río de
la Plata. Al anochecer la temperatura estaba por debajo de los
cuatro grados y por eso ningún vecino estaba afuera ni se percató
del movimiento extraño en la casa del mil treinta y cinco. La
imponente casona de estilo londinense que se había hecho
construir el senador Eduardo Menem como residencia era el
escenario elegido para el encuentro entre el primer mandatario y su
máximo enemigo político, el gobernador Duhalde. Faltaban tres
meses para las elecciones legislativas y el Justicialismo hervía.
Duhalde sabía que con el Excalibur tenía el as de espada
asegurado por varias manos en esta puja. Sin embargo esa noche
los dos hombres más importantes del justicialismo se pusieron de
acuerdo en que los daños colaterales de esta contienda interna
serían infaustos para el movimiento. El escándalo de los cruces
telefónicos había hecho rodar la cabeza de Elías Jassan, el ministro
de justicia de Menem, y la onda expansiva complicaba a otros altos
funcionarios del gobierno. Las elecciones estaban muy cerca y ya
era tiempo de ponerle fin a la pelea. Por eso decidieron que sería
mejor despolitizar todo lo relacionado a Yabrán y a la investigación
del caso Cabezas. Acordaron también fijar como fecha el día
veintinueve de ese mes para firmar una tregua en la quinta de
Duhalde en San Vicente.

100
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

4 de julio 1997

La revista cerraba la edición los jueves por la noche pero casi


siempre terminábamos el último pliego ya de madrugada. Pandolfo
y yo habíamos tomado como costumbre salir a cenar después de
cada cierre. Íbamos siempre a lugares diferentes para evitar
movimientos rutinarios en caso de que alguien nos estuviera
haciendo algún tipo de inteligencia. Durante la comida quitábamos
las baterías a los celulares porque creíamos que sin fuente de
energía evitábamos toda posibilidad de escucha. La paranoia nos
provocaba angustia, por eso aprovechábamos esas salidas para
pensar en proyectos que nos permitieran salir de todo el torbellino
que envolvía a Perfil. Esa noche fuimos a cenar a La Cátedra.

- Me aprobaron lo de la revista… - dijo Gabriel sonriente


mientras limpiaba sus lentes con un papel tisú.

- ¿Hablaste con alguien del grupo? – pregunté en tono


entusiasta.

- Sí… Silvina me lo presentó a Samuel.

- ¿A Samuel Liberman?... ¿en persona? - dije con sorpresa.

- Sí, estaba también el hijo… Saúl se llama. El pibe es el que


quiere incursionar en los medios de comunicación gráfica…
aceptaron todo lo que les pedí.

- ¿Todo?... ¿lo mío también?

- Sí, todo… lo tuyo y lo de Dutil también… vamos a armar la


redacción en una casa por la zona de Belgrano R… -

- ¿No será mucho, Gabriel?... Me iría… a las diez lucas por


mes… ¡para hacer una revistita mensual de ciento veinte
páginas!… -

- Mirá Hugo… ¿si querés venir?, ya sabes lo que tenés que


hacer…

- Sí… si ya sé… lo que pensaba es… ¿Por qué los Liberman se


fijaron en nosotros habiendo tantos paisanos en el medio…

101
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

¿Este grupo está también atrás del correo… ¿no?... ¿y si nos


quieren sacar del medio?... Somos los únicos dos boludos que
no nos creemos lo de Yabrán…

- No exageres Ropero; no somos los únicos… Dutil tampoco


cree la versión oficial de Noticias.

- Ya lo sé – contesté - …y también se lo están llevando los


Liberman… otro que no cree lo del cartero es Patán
Ragendorfer. - Vos decís que exagero – insistí - del otro lado
del mundo se están cagando a tiros los árabes contra los
israelíes… ¿por qué pensás que acá estamos afuera del
conflicto?

- Porque nosotros estamos acá y el conflicto es territorial y


ocurre a muchísimos kilómetros de aquí.

- Gabriel:… no sé si te acordás que acá volaron dos sedes


judías durante el gobierno de un árabe oriundo de Damasco…
al que le mataron a su hijo primogénito y que “casualmente”
todavía esta en el poder.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- No sé… Yabrán es de origen árabe y hombre de Menem…


entre otras cosas maneja EDCADASA… andá a saber si el
tipo no dejó entrar los explosivos con los que volaron la
Amia… o algo así… y querer chantarle el crimen de José Luis
sea una suerte de venganza.

- Te fuiste al carajo, Ropero.

- Puede ser… no sé… quizás sea un exceso de paranoia… Me


puse mal ayer cuando Patán me contó que Patricio
Haimovichi, el fotógrafo de Pinamar, tenía un celular que yo
desconocía y que el número era correlativo al que usaba ese
buchón de Redruello.

- ¿Ah sí?... Mirá vos… -

- Así es… saltó por el Excalibur… A mí ya me parecía que ese


pibe estaba actuando en forma extraña… pero nunca pensé
que trabajara para los asesinos.

102
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¡Qué hijo de puta!… no se puede creer en nadie – sentenció


Gabriel.

Ambos permanecimos unos instantes en silencio. Quizás


estábamos pensando en lo mismo; en lo difícil que se nos hacía
convivir con nuestra postura en el caso dentro de la redacción. Las
rencillas internas se tornaban cada vez más insoportables. La
sensación era la de que en la revista no había lugar para
disidencias.

- Bueno… ¿entonces te sumás al proyecto? – Preguntó


Pandolfo interrumpiendo el instante de letargo -… ¿O te vas a
afiliar al algún partido neo nazi?

Sonreí y dudé un instante; luego respondí:


- Sí, me sumo… estaría bueno salir un poco de este infierno…

10 de octubre 1997

Un fuerte olor a gas se sentía desde la mitad del pasillo.

- ¡No prendan la luz! – Gritó el encargado del edificio a Lunghi


que junto a Marcelo Deverre lo seguían de cerca.

Eran las tres de la tarde y Anthony Walsh había faltado a las dos
notas que tenía asignadas para ese día. Tampoco respondía a los
llamados telefónicos ni en su casa ni en el celular. Anthony no tenía
familia en Buenos Aires. Su última novia había sido Alejandra
Folgarait, que también trabajaba en Noticias como redactora. Ella le
dijo esa mañana a Carlos que hacía mas de una semana que
estaban distanciados y que ya no convivían; que no sabía nada de
él. Sensibilizado por los hechos recientes Lunghi decidió ir hasta el
departamento que el inglés ocupaba en la calle Sánchez de Loria
para ver si estaba todo bien. Luego de probar con varias llaves el
encargado logró abrir la puerta. Entró y fue derecho hacia la
ventana para ventilar el ambiente; el olor a mercaptano era
insoportable. En el equipo de música sonaba un tema de The Cure.
Lunghi empujó la puerta de la cocina y, en un acto reflejo, se llevó
ambas manos a la cabeza. El cuerpo inerte de Anthony yacía en el

103
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

piso de baldosas claras junto a la tapa abierta del horno. Sobre la


mesada se veía la cinta de embalar que había utilizado para sellar
las hendijas de la puerta mientras preparaba su último escenario.

Pedro me llamó esa tarde para darme la noticia. Yo ya no estaba


trabajando en la editorial. Había renunciado para sumarme al
proyecto de El Planeta Urbano junto a Pandolfo. Dejé todo lo que
estaba haciendo y me fui para Perfil. En fotografía estaba Pedrito
que, ni bien me vio, vino a darme un abrazo con los ojos llenos de
lágrimas. El inglés se había ganado el cariño de todos en la
editorial. Anchony, como le decía Cabezas, era un romántico y se
notaba en la pasión que ponía en sus fotografías. A veces, por las
tardes, se sentaba en un rincón de la sala y escribía.

Me acuerdo que una vez, refiriéndose a que los críticos de la “alta


fotografía” no tenían en cuenta a los fotoperiodistas, escribió:

“Los mismos reporteros gráficos raramente otorgan tiempo a


fomentar su reputación como artistas ya que a la larga no tienen
tiempo o no tienen la inclinación, debido a los cierres y a las horas
imposibles en las que se ven obligados a trabajar"

11 de octubre 1997

Quería acostarme temprano así que suspendí una cena con amigos
que tenía programada para ese sábado a la noche. No estaba de
buen ánimo y además debía levantarme muy temprano para asistir
a las exequias de Anthony que se llevarían a cabo en un cementerio
de Pilar. Sonó el teléfono y atendí desde el inalámbrico que estaba
en la cocina.

- Hola Hugo… - Dijo Jorge Gainza del otro lado en tono


apagado. – ¿Sabés lo que pasó?... –

Me sorprendió su llamado a esa hora. Jorge estaba de viaje con


Dutil en Guatemala haciéndole una nota para El Planeta Urbano a
un grupo de “Médicos sin Fronteras” que trabajaban en las regiones
selváticas de ese país.

104
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¿Qué hacés Jorgito?... ¿Qué pasó?… ¿Viste lo de Anthony?-


Pregunté.

- No… que Anthony – dijo con la voz entrecortada- …se murió


Dutil.

- ¿Quee?... – Respondí creyendo haber escuchado mal.

- Se murió Carlos… hoy a la tarde… Le dio un infarto mientras


jugábamos al fútbol con unos indios… - dijo sollozando.

Parecía una maldición, en las últimas veinticuatro horas habían


muerto dos entrañables colegas. Llamé a Pandolfo y quedamos en
encontrarnos en la redacción de El Planeta Urbano. Ninguno de los
dos tenía la llave de la casona de la calle Pampa por lo que
permanecimos debajo del pórtico a resguardo de una fina lluvia que
había comenzado a caer. Debíamos esperar a que Muzella, nuestro
coordinador llegara con la llave. A los pocos minutos se nos sumó
Jimena Carbonell, una redactora de la revista que también había
trabajado junto a Dutil en Noticias. Nos sentamos los tres en la
escalera de piedra donde nos tocaba un poco la lluvia. La luz del
porche caía pesadamente sobre nuestras cabezas gachas y
algunas gotas mezcladas con lágrimas se escurrían entre las
piedras de la escalera. Era tan grande la carga de tristeza que no
podíamos pronunciar palabras. Finalmente pudimos entrar a la
casa. Estuvimos más de dos horas organizando todo lo
concerniente al papeleo para poder trasladar el cuerpo de nuestro
colega. Al finalizar con todos los llamados telefónicos Gabriel sacó
una botella de Bourbon de un cajón de su escritorio y me pidió que
buscara algo donde servir. Llenó tres vasos hasta el borde y dijo:

- Tomen chicos… estoy seguro que Carlitos hubiera querido que


sus amigos lo despidiéramos así.

Salimos al balcón y a modo de brindis dirigimos los vasos en


dirección a las estrellas. Luego los bebimos hasta el final.

105
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

12 de octubre 1997

La grama color esmeralda, prolijamente cortada, cubría las suaves


colinas adornadas con pinos y cipreses del parque Memorial de
Pilar. La fina y pertinaz llovizna que caía desde la madrugada daba
un toque británico a la marcha lenta del cortejo que acompañaba a
Anthony hasta su última morada. Alejandra Folgarait lloraba
desconsoladamente y su delgada figura parecía quebrarse con
cada convulsión. Los compañeros de redacción y algunos pocos
amigos de la pareja rodeaban la fosa donde lentamente, mediante
un sistema de poleas, los empleados del parque iban haciendo
descender el féretro. Folgarait pronunció algunas palabras de
despedida y luego leyó un poema de Cummings en inglés. Pandolfo
me hizo una seña con la cabeza y ambos nos separamos del grupo.

- Pobre Alejandra… está hecha mierda- Le dije a Gabriel


mientras caminábamos en dirección al estacionamiento.

- En dos horas tengo que ir a Ezeiza a recibir el cuerpo de


Carlitos… - Dijo Pandolfo mirando su reloj. -Vos andá a la
redacción para ver que todo esté bien… Decíle a Rozemblum
que no se olvide de mandar el giro a Guatemala por el féretro
y los gastos de traslado… ¿Dónde lo vamos a velar?

- Ya está arreglado el salón de la Asociación de periodistas para


el velatorio. – respondí.

- Lo que son las cosas… - Dijo Gabriel - ¿Sabés que


pensaba?... durante este año murieron los tres periodistas que
hicieron la nota de la “maldita policía” -

- Es cierto.- Contesté un poco estremecido por la afirmación. -


…Cabezas, Dutil y Walsh…

- Una verdadera maldición… Cuidáte.- Terminó diciendo Gabriel


mientras cerraba la puerta del taxi.

106
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Mayo 1998

El juez Macchi seguía sumando testimonios que remarcaban la


fobia que sentía Yabrán hacia los periodistas. La ceguera de la
justicia, como nunca, era absoluta y tomaba todo lo que pudiera ser
probable sin detenerse a observar lo que podía ser posible. Quizás
porque era conveniente no mirar para ningún lado. Pero sumar ese
tipo de testimonios no alcanzaba a ser prueba suficiente para
imputar al magnate. Prellezo se mantenía en silencio. Sabía que no
debía hablar; que cualquier cosa que dijera comprometería a sus
compañeros de armas y eso violaría los pactos de silencio y
encubrimiento que existían dentro de la fuerza. Pero a medida que
avanzaba la causa el ex policía iba tomando conciencia de que
había sido utilizado de carnada para atrapar al empresario; de que
aprovecharon su cercanía frecuente con Ríos para luego usar el
Excalibur en su contra. Sabía que el juez Macchi solo quería
escuchar de su boca el nombre de Yabrán. La encrucijada del
policía estaba en que si mentía se estaría poniendo en contra a su
amigo Gregorio Ríos y al mismísimo Yabrán y que la represalia a
esa acción podía costarle la vida.

- Yo me voy a bancar la que me tenga que bancar – Fue su


única declaración ante el juez

Como en un estratégico ajedrez, todas las jugadas se habían


pensado con varias movidas de anticipación. En el plan maestro se
había trazado un perfil de cada uno de los actores para generar
mecanismos de presión en su contra si fuera necesario. En el caso
de Prellezo sabían que estaba tratando de recomponer su relación
con Silvia Velawsky de la que se había separado hacía un año.
Vanesa Cecilia, la pequeña hija de la pareja, era el principal motivo
del nuevo acercamiento.

Por su función dentro de la fuerza Velawsky tenía acceso a la


información de los prontuarios y antecedentes de las personas.
Justamente por eso Gómez le había dicho a Prellezo que le pidiera
a Silvia los antecedentes de Cabezas aquella mañana de
noviembre en Pinamar. Ese pedido de antecedentes quedó
registrado a nombre de la oficial en los archivos digitales del
departamento de Policía del día 20 de noviembre del noventa y
siete, (dos meses antes del crimen). Con esa prueba Velawsky fue
detenida y acusada por el juez de haber participado en el homicidio.

107
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

Ahora Macchi tenía una herramienta de presión poderosa. Con la ex


esposa del policía presa, el destino de la hija de ambos sería
incierto. Prellezo no declaró ante el juez pero sufrió un supuesto
quiebre durante un examen psiquiátrico.

Duhalde quería la foto de Yabrán esposado como trofeo de guerra.


Se hacía evidente que lo que había decidido entregar el presidente
Menem durante la negociación con el gobernador de la provincia en
la quinta de San Vicente había sido la cabeza de Yabrán. A partir de
ahí el gobierno de Menem soltó la mano del empresario y se
mantuvo al margen del desarrollo de la investigación. A cambio de
esto no se mencionaron a más funcionarios y los resultados de los
cruces telefónicos pasaron a ser de orden reservada y secreta.

- Silvia Velawsky es un rehén de Duhalde -

Decía el abogado del empresario a los medios. Argibay Molina


había presentado un pedido de habeas corpus preventivo para su
defendido ante el juez Bernasconi. Luego el cuestionado magistrado
del caso Coppola acudió a la corte ante la negativa de Macchi al
reclamo de copias de las fojas relacionadas con Yabrán. La
intención era quedarse a cargo de la causa pero esta maniobra no
dio resultado y todo volvió a manos de Macchi. Finalmente Silvia
Velawsky declaró ante el magistrado. Lo hizo el quince de mayo y
bajo la promesa de que su situación procesal sería morigerada si
inculpaba al empresario postal de ser el autor intelectual del
homicidio. En esa declaración, evidentemente armada por sus
abogados para complacer al juez y no quedar involucrada, dijo que
ella había solicitado un informe de antecedentes de un tal Cabezas
en el departamento de policía por pedido de su ex esposo en
noviembre del noventa y siete. Dijo también que una semana
después sostuvo con su ex una acalorada discusión en la que
Prellezo le había dicho que Yabrán lo había contratado para
asesinar a Cabezas y que era mejor que no abriera la boca. Una
vez conseguido ese testimonio el juez Macchi libró una orden de
captura internacional en contra del empresario.

La investigación del crimen de José Luis jamás existió. Toda la


instrucción no fue más que un campo de batalla donde se
enfrentaron intereses diversos en contra de Yabrán y
consecuentemente de Menem. Testigos falsos, mitómanos,
declaraciones arregladas bajo extorsión, el empleo del Excalibur
como factor de presión político y la complicidad mediática ejercida

108
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

por el monopolio del grupo Clarín fueron las herramientas usadas


para llegar a un desenlace pactado finalmente en despachos
oficiales.

No eran pocos los que comenzaban a sentirse incómodos dentro


del gobierno con la idea de que Yabrán fuese detenido en territorio
de Duhalde. Pero lentamente se iban agotando todas las instancias
judiciales y su captura sería algo inevitable. Si esto ocurría todos los
negocios del empresario quedarían trabados o sujetos a embargos
judiciales e investigaciones. Fue en esas circunstancias que Yabrán
pensó en trazar un audaz plan de fuga. Este consistía en fingir un
suicidio y aprovechar la confusión que esto generaría durante las
primeras horas para salir del país. En el momento en que todos
pensaran que estaba allí, el ya no estaría. Pero para llevar a cabo
un suicidio debía de haber un muerto. Yabrán era uno de esos
multimillonarios que podían comprar cualquier cosa que quisiera.
Desde voluntades hasta la vida misma. Seguramente no hubiese
anotado nunca a uno de sus hijos en la lista del INCUCAI. El tráfico
de órganos de seres descartables es un negocio millonario al que
alguna vez Cecilia Giubileo, la doctora que desapareció de la
colonia Montes de Oca allá por los ochenta, intentó sacar a luz y lo
pagó con su propia vida.

Algunos rumores dan cuenta de que Yabrán habría contratado a un


grupo de mercenarios franceses para que consiguieran a su
“sustituto” y prepararan la escena del suicidio. Este grupo comando
de elite, con base en Porto Seguro (Brasil), se reunía cada vez que
conseguía algún contrato millonario. Eran capaces de crear toda
clase de escenarios ficticios. Una suerte de “simuladores”
internacionales a los que se podía contactar a través de un teléfono
satelital. Yabrán no quería dejar cabos sueltos. Los franceses eran
una garantía de silencio y discreción. Cada vez que terminaban un
trabajo regresaban a Brasil done tenían sendas posadas y
restaurantes a modo de cubierta y nadie conocía sus otras
actividades.

El escenario elegido por los franceses fue una estancia ubicada a


mitad de camino de la ruta que une Gualeguaychú con Concepción
del Uruguay cuyo nombre era San Ignacio. Este campo de más de
cinco mil hectáreas propiedad de la empresa Yabito era lindero a
otro establecimiento llamado “La Margarita” que, curiosamente,
pertenecía a Hugo Anzorreguy, el titular de la SIDE.

109
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

El lugar del hecho quedaría de este modo fuera de la jurisdicción de


Duhalde y esto excluía a la bonaerense de la investigación. Tanto el
procedimiento como la autopsia y el reconocimiento del cadáver
serían realizados por las autoridades competentes de la provincia
de Entre Ríos.

La estancia poseía dos cascos principales. En realidad, se trataba


de dos estancias contiguas. San Ignacio era la primera y tenía su
propio casco. Allí vivían y trabajaban habitualmente más de veinte
personas. El lugar era administrado por un antiguo cuidador de
apellido Gervasoni. Después de esas instalaciones comenzaba el
verdadero bunker del empresario. Se trataba de una casa desde
donde se podía ver el ingreso de cualquier vehículo al lugar. Este
casco había pertenecido a la estancia Guipúzcoa, anexada a San
Ignacio hacía cerca de tres años. Ambas casas estaban separadas
por cinco kilómetros de camino en mal estado.

El domingo diecisiete, Yabrán se comunicó con Marcelo Lozano, un


lugarteniente de su confianza, para indicarle el lugar donde quería
que se encontrara con Leo Aristimuño, el casero del casco nuevo y
la única persona que en ese momento podía llegar al empresario.
Lozano debía traer una escopeta Baikal MP 133 calibre 12.70 de
fabricación rusa que Yabrán guardaba en su mansión de Acassuso
y regresar a Buenos Aires con un paquete de cuatro cartas dirigidas
a la esposa y los hijos del magnate. En ellas les pedía disculpas por
la difícil situación que les estaba haciendo pasar y rogaba
“paciencia para el rencuentro”.

En ninguna de esas cartas escribió la palabra adiós.

20 de mayo 1997

Entre los negocios atribuidos a Yabrán y su entorno estaba el de la


confección de pasaportes y registros de portación de armas. Tenía
además depósitos aduaneros, empresas de carga y descarga de
aviones y hasta su propia compañía aérea. Si agregáramos a esto
un haber de más de tres mil millones de dólares, lejos se estaría de
dar con el perfil de un personaje que esté dispuesto a quitarse la
vida ante un inesperado revés judicial sabiéndose inocente. Era

110
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

prácticamente el dueño de la llave de entrada al país y de quererlo


podía tener diez identidades distintas. El juego de las escondidas
era el que más le gustaba y el que mejor sabía jugar. Él decía que
la mejor manera para ser invisible era la de no estar donde todos
creían que estaba.

Ese día el pasto prolijamente cortado había amanecido cubierto por


la escarcha. Yabrán se levantó temprano y como desayuno solo
tomó unos mates que le acercó Andrea. Alrededor de las diez de la
mañana recibió la llamada que lo alertaba de que las comisiones
policiales de Concepción del Uruguay y Gualeguaychú estaban
listas para allanar San Ignacio. El empresario les había pedido a
Aristimuño y su esposa que le prepararan algo para picar. Unos
minutos más tarde los llamó para decirles que se quedaran afuera
de la casa y recibieran a la policía que ya venía a buscarlo. Le
entregó a su casero un sobre con diez mil pesos y le dijo:

- Guardáte esto por si hay algún gasto imprevisto… sean


fuertes… y gracias por todo chicos.

Una vez que se quedó solo dentro de la casa Yabrán fue directo a
la suite y se cambió la ropa que traía puesta, un jogging azul, una
remera blanca y zapatillas grises, por una camisa de seda gris, un
pantalón negro y zapatos de cuero al tono. Dejó sus prendas sobre
la cama junto al reloj pulsera, la alianza de matrimonio y una
cadena turbillón de oro que siempre usaba. Luego salió por la parte
trasera de la casa. Allí lo esperaban dos hombres en una camioneta
cuatro por cuatro negra. El empresario subió por la puerta del
acompañante y emprendieron la marcha rápidamente en dirección a
los fondos de la estancia. Alrededor del medio día, las dos
comisiones policiales entraron en caravana hasta el casco viejo de
San Ignacio. El comisario mayor Hernán Degruguiller y el comisario
principal Adolfo Alloatti estaban a cargo del operativo. El hecho de
que actuaran las dos departamentales se debía a que la estancia
estaba dividida entre ambas jurisdicciones. Gervasoni recibió a los
policías y los invitó a recorrer el casco viejo y las dependencias
auxiliares.

- El señor hace mas de tres meses que no viene por acá - dijo el
casero después de que los efectivos terminaran con la
minuciosa inspección del lugar.

111
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- ¿A dónde da ese camino? Preguntó Alloatti señalando el


sendero de tierra que llevaba hacia el casco Guipúzcoa. –
¿Hay alguna otra construcción mas allá?

- No… hay un tambo y unos galpones de acopio mas allá…


pero no vive nadie.

El comisario no creyó lo que Gervasoni decía y envió un móvil para


que hiciera un reconocimiento de la zona. A los pocos minutos
Alloatti recibió la confirmación de su sospecha. El principal Chamot
le informaba, a través del handy, que había otra casa importante a
unos cinco kilómetros de allí.

Aristimuño y su mujer, Andrea, recibieron a los policías en los


jardines aledaños a la casona rosada. Negaron que allí se
encontrara su patrón pero tuvieron que franquear el paso hacia el
interior ante la orden de allanamiento que exhibían los uniformados.
Apenas atravesó la puerta Alloatti se percató que alguien estaba en
el lugar. Los restos de queso y salamín todavía estaban sobre la
mesa junto a una botella de aperitivo y otra de whisky escocés.
También notó que las estufas a leña del comedor y la sala estaban
encendidas. Aristimuño intentó convencer al policía de que su
patrón les había pedido a él y a su esposa que ocuparan la casa
grande hasta el verano. Pero el comisario tampoco creyó esa
historia y ordenó a sus hombres que revisaran todo el lugar. La
suite principal estaba cerrada. Alloatti le pidió la llave a al casero
pero este negó tenerla.

- Ahí el patrón guarda sus cosas… siempre se lleva la llave.

- Entonces traiga las llaves de las otras habitaciones… seguro


que alguna abre… si no… vamos a tener que forzar la puerta.

Aristimuño accedió al pedido del policía y le entregó el manojo de


llaves. Alloatti eligió una al azar e intentó introducirla en la
cerradura. De pronto una detonación seca se escuchó del otro lado
de la puerta. El casero se tiró instintivamente al piso y los policías
desenfundaron sus armas al tiempo que se cubrían.

- No tiren que Don Alfredo está ahí. – gritó Aristimuño con el


rostro desencajado por el susto.

112
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

- Por favor señor Yabrán… no complique más las cosas y


entréguese… el lugar está rodeado. – Rogó el comisario con
voz firme. Pasaron algunos instantes de tenso silencio
entonces Aristimuño, con los ojos llenos de lágrimas, suplicó:

- Por favor, Don Alfredo… salga.

Como no se oía nada dentro de la habitación uno de los


uniformados de apellido Seves miró a través de la cerradura.

- ¡Uy no! - exclamó el policía al ver un cuerpo tendido que


asomaba de la puerta del baño.

Leo, suponiendo lo peor, le entregó con el pulso tembloroso una


copia de la llave al comisario Alloatti. Los efectivos lograron entrar
en la habitación y encontraron el cuerpo cadavérico de un
masculino caucásico tumbado boca abajo en medio de un charco
de color púrpura. Aún persistía el olor a pólvora mezclada con ese
hedor ferroso que emana de la sangre todavía caliente. La escopeta
calibre 12.70 asomaba por debajo del cuerpo. El disparo había
desfigurado el rostro de la víctima al punto de dejarlo irreconocible.
La violenta expansión de los gases producto de la combustión de la
pólvora, más una carga de treinta y nueve perdigones le habían
provocado el estallido del cráneo desparramando restos de masa
encefálica por las paredes y el techo del baño. Otra vez el hombre
sin rostro se había borrado la cara. Aristimuño dedujo por la
indumentaria y el cabello canoso del occiso que estaba ante el
cadáver de su patrón y debido a la crisis de nervios que sufrió tuvo
que ser llevado fuera de la casa…

No conocí personalmente a Yabrán. Solo lo vi de pasada aquella


vez que se presentó a declarar en el juzgado de Dolores. No sé que
clase de persona era ni cuales eran sus códigos. Pero si sé que la
década de los noventa estuvo plagada de impunidad y de
maniobras orquestadas en post de intereses políticos y económicos.

El asesinato de José Luis fue otra de esas tantas operaciones de


manipulación a la opinión pública. Se decía que había sido un
crimen perpetrado para silenciar a la prensa. Pero yo,
personalmente, creo que la complicidad y la torpeza de ciertos
sectores del medio fue la que propició las condiciones necesarias
para llevarlo a cabo.

113
Asesinato de un periodista - Hugo Ropero

A eso de las tres de la tarde entró Mussella a mi oficina para


mostrarme el cromalín de tapa de El planeta Urbano. Era una foto
de Bernardo Neustadt disfrazado de Nerón para ilustrar una nota
sobre la ética del poder.

- El viejo boludo este - dijo Mussella - cuando se de cuenta lo


que hizo se muere… Ja!... la Cordero Viedma nos lo va a
agradecer.

- Ya se avivó en el estudio – contesté - mientras le estaba


haciendo las fotos el tipo se puso tenso… Jimena lo chamuyó
un poco y se tranquilizó… Pero yo me di cuenta que tenía
miedo de hacer el ridículo.

En la televisión comenzó a sonar Barras y Estrellas por Siempre, la


característica marcha que anunciaba las primicias de Crónica TV.
ÚLTIMO MOMENTO, rezaban las letras blancas sobre el fondo rojo
de la pantalla, SE SUICIDÓ YABRAN. Mussella y yo quedamos
estáticos esperando a que el cronista diera alguna precisión más
sobre lo que había ocurrido. El informe me había dejado helado.
Subí a la oficina de Pandolfo y noté que también estaba mirando las
noticias.

- ¡Matamos a Yabrán! – Le dije con algo de asombro.

Gabriel se levantó y apagó el televisor con el control remoto.

- Vayamos a tomar un café – dijo mientras se acomodaba el


saco al hombro- …Esa nota… la podría escribir Dalmiro…

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