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En compañía del Delegado Imperial Lin, Feng visitó la sala de reuniones y escuchó con respeto las

teorías sobre los dragones. Luego paseó por los jardines que rodean la casa.
-Gon era ciego. ¿Por qué se descartó la teoría de un accidente?
Lin contestó:
-Es que alrededor del estanque donde el sabio se ahogó se encontró una pista, que solo puede haber
sido dejada por el asesino. Me refiero al corazón de Gon.
Al día siguiente, el emperador salió a dar su paseo diario por el jardín Norte, el cual se encontraba
detrás de la sala de reuniones. Pero al caminar cerca de un gran y cuidado bonsai, casi se lleva un
susto de muerte al encontrarse con el cuerpo sin vida del glotón Sai-Min, y a un lado, su corazón.
Inmediatamente decidió informarle lo sucedido a Feng, quién aún se encontraba durmiendo en la
habitación de huéspedes.
-Asi que la misma pista ¿eh?, a diferencia de que el cadaver no estaba en el estanque -Le respondió
Feng al emperador. -Estoy casi seguro de que el asesino es el sobreviviente de los tres sabios.
-Continuó. Siempre se mostraba tímido a la hora de señalar al culpable.
La conclusión no le sorprendió en absoluto al emperador, quien sin dudarlo ordenó el arresto del
silencioso Xan. Éste, en su defensa, decía ser inocente y no tener nada que ver con los asesinatos.
A Feng no le gustaba estar fuera de su casa más de lo necesario, pero a pedido de Lin permaneció
dos días más en el palacio. Pero el último dia, algo totalmente inesperado ocurrió; un guardia
informó al emperador del fallecimiento del callado Xan en su propia celda.
-Es imposible que se haya suicidado, además, encontraron su corazón fuera de su celda. -Observó
Feng, pensativo. Nunca había estado involucrado en un caso tan complicado.
-¿Y si fueron los dragones? ¿Y si esa es su venganza por revelar su existencia? -Aventuró el
emperador, desesperado por respuestas.
Pero Feng no las tenía.
Otro día pasó, y finalmente rendidos, el emperador y Feng decidieron recurrir al oráculo, quién les
reveló que el asesino no era un dragón, como tampoco era humano. También aconsejó al emperador
cuidarse; posiblemente el responsable de la muerte de los sabios vendría por él.
Y así fue.
Esa misma noche, mientras Lin daba vueltas en su cama, incapaz de pegar un ojo, una fría brisa lo
despertó; apestaba a azufre. Una silueta alta y esbelta se encontraba frente a él. El emperador se
levantó, sobresaltado, y la figura se acercó a él. Lo último que vió, fueron unas zarpas tan afiladas
como navajas, y luego sólo oscuridad.

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