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HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA III

¿Cómo caracterizar al capitalismo en América Latina?


ACTIVIDAD 1
A partir de la lectura de los siguientes fragmentos, identificar cuáles son las diferentes interpretaciones
sobre el capitalismo que señala Maurice Dobb.
Dobb, Maurice. Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Siglo veintiuno editores. México, 1999.
Fragmentos seleccionados del capítulo Primero “Capitalismo”.
[…] Por su decisiva influencia sobre la investigación y la interpretación histórica, se destacan nítidamente
tres significados distintos atribuidos a la noción de capitalismo. Si bien en ciertos aspectos se superponen,
cada uno se liga a una visión peculiar de la naturaleza del desarrollo histórico; lleva al trazado de fronteras
temporales bastante diferentes para el sistema e implica un diferente relato causal del origen del
capitalismo y del desarrollo del mundo moderno.
En primer lugar está el significado popularizado por los escritos de Werner Sombart. Sombart buscó la
esencia del capitalismo, no en un aspecto de su anatomía económica o de su fisiología, sino en la totalidad
de los aspectos representados en el geist o espíritu que inspira la vida de toda una época. Este espíritu es
una síntesis del espíritu de empresa o de aventura con el “espíritu burgués” de cálculo y racionalidad. Como
creía que “en diferentes épocas siempre han reinado diferentes actitudes económicas y que este espíritu
ha creado la forma que le corresponde y, con ello, una organización económica.” […]
“En algún momento del remoto pasado el espíritu capitalista debe de haber existido -en embrión, si se
prefiere-, antes de que una empresa capitalista pudiera volverse realidad”. El hombre precapitalista era “un
hombre natural”, que concebía la actividad económica como la simple provisión de sus necesidades
naturales. […] Por contraposición, el hombre capitalista, que “desarraiga al hombre natural” ve en el
amasar capital el motivo dominante de actividad económica y, con una actitud de fría racionalidad y los
métodos de un preciso cálculo cuantitativo, subordina a este fin todos los aspectos de la vida. De manera
más simple definió Max Weber al capitalismo como “existente dondequiera que se realiza la satisfacción de
necesidades de un grupo humano, con carácter lucrativo y por medio de empresas” y a una “explotación
racionalmente capitalista” como una explotación “con contabilidad de capital”; recurrió, además, al espíritu
del capitalismo “para describir la actitud que busca la ganancia, racional y sistemáticamente”.
En segundo lugar, hay un significado que aparece las más de las veces implícito en el tratamiento de
material histórico que virtualmente identifica “capitalismo” con la organización de la producción para un
mercado distante. […] En buena parte esta noción desciende en línea directa del esquema de desarrollo de
la escuela histórica alemana, con su distinción básica entre la “economía natural” del mundo medieval y la
“economía monetaria” que le sucedió. No es raro hallar esto estrechamente ligado a una definición de
capitalismo como sistema de actividad económica dominado por un cierto tipo de motivo, el motivo de la
ganancia; y la existencia, en cualquier período, de un número considerable de personas que para obtener
una renta confían en la inversión de dinero -ya sea en el comercio, la usura o la producción-, es considerada
prueba de que existe un elemento de capitalismo. Así vemos caracterizado al capitalismo por el profesor
Earl Hamilton -el historiador de la revolución de los precios del siglo XVI- como “el sistema en que la riqueza
-exceptuada la tierra- es empleada con el preciso objetivo de obtener un rédito”; mientras, Pirenne parece
aplicar el término a todo empleo “lucrativo” del dinero y declara que “nuestras fuentes, por deficientes que
sean, no nos permiten dudar de que el capitalismo se afirmó desde el siglo XII”. Cuando esta noción se liga
a la de capitalismo como sistema comercial -como producción para el mercado-, tenemos el tipo de
definición adoptado por el profesor Nussbaum: “un sistema de economía de intercambio” en que “el
principio orientador de la actividad económica es el logro de ganancias ilimitadas”. […]
En tercer lugar, tenemos el significado dado por vez primera por Marx, quien no buscaba la esencia del
capitalismo en un espíritu de empresa, ni en el uso de dinero para financiar una serie de transacciones de
intercambio a fin de lograr una ganancia, sino en un modo particular de producción. Como modo de
producción no mentaba el mero estado de la técnica -que denominó estado de las fuerzas productivas-,

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sino el modo de apropiación de los medios de producción y las relaciones sociales entre los hombres
resultantes de sus conexiones con el proceso de producción. Así, “capitalismo” no era simplemente un
sistema de producción para el mercado -o sistema de producción de mercancías-, sino un sistema bajo el
que la fuerza de trabajo se había “convertido, a su vez, en mercancía” y era comprada y vendida en el
mercado como cualquier otro objeto de cambio. Tuvo su presupuesto histórico en la concentración de la
propiedad de los medios de producción en manos de una clase que sólo constituía un pequeño sector de la
sociedad y en el consiguiente surgimiento de una clase desposeída, que tenía en la venta de su fuerza de
trabajo su única fuente de subsistencia. Esta última, por lo tanto, realizaba la actividad productiva, no por
compulsión legal sino sobre la base de un contrato de salario. […]
Lo que diferencia esta definición de otras, es que no basta con que exista comercio y préstamo en dinero, o
una clase especializada de mercaderes o financistas para constituir una sociedad capitalista. No basta que
haya poseedores de capital, por “lucrativo” que sea: tienen que emplear ese capital para extraer plusvalía a
la fuerza de trabajo en el proceso de producción. […]

ACTIVIDAD 2
¿Con cuál-es de las definiciones que anteceden relacionarían las tesis de Immanuel Wallerstein? ¿Por
qué?
Wallerstein, I. El capitalismo histórico. pp. 2-6. Siglo XXI editores, 1988.
“Lo que distingue al sistema social histórico que llamamos capitalismo histórico es que en este sistema
histórico el capital pasó a ser usado (invertido) de una forma muy especial. Pasó a ser usado con el objetivo
o intento primordial de su autoexpansión. …
Siempre que, con el tiempo, fue la acumulación de capital la que regularmente predominara sobre otros
objetivos alternativos, tenemos razones para decir que estamos ante un sistema capitalista…
El capitalismo histórico implicó, pues, una mercantilización generalizada de unos procesos -no sólo los
procesos de intercambio, sino también los procesos de producción, los procesos de distribución y los
procesos de inversión- que anteriormente habían sido realizados a través de medios distintos al mercado…
La economía del capitalismo ha estado, pues, gobernada por el intento racional de maximizar la
acumulación.”

Wallerstein, Immanuel. El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la


economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid: Siglo XXI Editores. Selección de fragmentos Capítulo 2.
“Fue en el siglo XVI cuando apareció una economía-mundo europea basada en el modo de producción
capitalista. El aspecto más curioso de este período primitivo es que los capitalistas no exhibían sus colores
ante el mundo. La ideología reinante no era la de la libre empresa, ni siquiera el individualismo…” (p. 93).
Los aspectos cruciales, desde nuestra perspectiva, son dos. El primero es ver que el «trabajo obligado en
cultivos para el mercado»… es una nueva forma de organización social. Y el segundo, que no existieron, ni
podrían nunca haber existido, dos formas de organización social, capitalista y feudal, una junto a la otra. La
economía-mundo tiene una u otra forma. Una vez que es capitalista, las relaciones que muestren ciertas
semejanzas formales con las relaciones feudales deben ser necesariamente redefinidas en términos de los
principios que gobiernan un sistema capitalista. Esto fue cierto tanto para la encomienda de la América
española como para el llamado «segundo feudalismo» de la Europa oriental.
Véase José Miranda: «El encomendero es, ante todo, un hombre de su tiempo, movido por el deseo de
ganancia y con el objetivo de hacer riqueza. Para sus contemporáneos, el encomendero es el hombre de
acción en el que las ideas y los deseos de un nuevo mundo se reflejan más fuertemente. Es muy diferente
del hombre medieval [...]. A diferencia del señor feudal, no limita sus aspiraciones al mero disfrute de
tributos y servicios, sino que los convierte en fundamento de una ganancia multiplicada [...]. Así, el
encomendero da primacía al elemento de repartimiento capitalista del trabajo en la encomienda, que es el

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único elemento que le puede llevar hasta el objetivo que persigue con tanto ardor: la riqueza». (pp. 121 a
124)
La cuestión es que las «relaciones de producción» que definen un sistema son las «relaciones de
producción» del sistema en su conjunto, y el sistema en esta época es la economía-mundo europea. El
trabajo libre es, en efecto, un carácter definitorio del capitalismo, pero no el trabajo libre en todas las
empresas productivas. El trabajo libre es la forma de control del trabajo utilizada para el trabajo cualificado
en los países del centro, mientras que el trabajo obligado se utiliza para el trabajo menos especializado en
las áreas periféricas. Esta combinación es la esencia del capitalismo. Cuando el trabajo sea libre por
doquier, tendremos el socialismo.
… Lo que está claro es que en el siglo XVI emerge una «era capitalista», y que toma la forma de una
economía- mundo. (p. 166).

¿De qué manera los siguientes fragmentos de Marx contrastan y discuten con la visión de Wallerstein?
Marx, Carlos. El Capital, libro I, Fondo de Cultura, México, 1965, pp. 122-123
“Para convertir el dinero en capital, el poseedor de dinero tiene, pues, que encontrarse en el mercado, entre
las mercancías, con el obrero libre; libre en un doble sentido, pues de una parte ha de poder disponer
libremente de su fuerza de trabajo como de su propia mercancía y, de otra parte, no ha de tener otras
mercancías que ofrecer en venta; ha de hallarse, pues, suelto, escotero y libre de todos los objetos
necesarios para realizar por su cuenta propia su fuerza de trabajo…
… Las condiciones históricas de existencia del capital no se dan, ni mucho menos, con la circulación de
mercancías y de dinero. El capital sólo surge allí donde el poseedor de medios de producción y de vida
encuentra en el mercado al obrero libre como vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición histórica
envuelve toda una historia universal…
Lo que caracteriza, por tanto, la época capitalista es que la fuerza de trabajo asume, para el propio obrero,
la forma de una mercancía que le pertenece, y su trabajo, por consiguiente, la forma de trabajo asalariado.
Con ello se generaliza, al mismo tiempo, la forma mercantil de los productos del trabajo.”

ACTIVIDAD 3
Luego de la lectura de los fragmentos seleccionados de Ruggiero Romano y Eduardo Azcuy Ameghino que
aparecen a continuación:
a) ¿A cuál de las definiciones de capitalismo están adscribiendo los autores?
b) ¿Cuál es, para Azcuy Ameghno, uno de los problemas que emergen del debate respecto al presunto
carácter capitalista de la expansión colonialista española?

Romano, Ruggiero.  “Feudalismo Americano”.  Hispanic American Historical Review N  64 (1), Duke
University Press, 1984, pág. 121-134.    
“Lo que más me interesa es el aspecto económico. ¿Qué es entonces el feudalismo bajo este aspecto? No
creo que se pueda dar una definición directa y taxativa. Es decir, me parece imposible decir (excepto para el
período correspondiente a la Alta Edad Media) “el feudalismo es esto o lo otro”. Creo, por el contrario, que
la economía feudal puede definirse mucho mejor por aquello que no es. Y ésta no es: a) una economía pura
(o esencialmente) monetaria; b) una economía con un mercado interno de gran escala; c) una economía
con libertad de entrada y salida del mercado laboral; d) una economía con libertad para acceder a y retirase
del mercado de bienes.
Si tuviese que resumir esas cuatro limitaciones, yo diría-esta vez en sentido afirmativo-que una economía
feudal es esencialmente una economía natural. Cuando digo esencialmente quiero significar que, para la
mayoría de los casos, ésta existe en un sistema de intercambio natural, tanto en el mercado de bienes como

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en el mercado de trabajo. Y esto no es contradictorio con la existencia de un mercado internacional. Basta
con tener un conocimiento mínimo de la historia económica de la Alta Edad Media para saber que el
feudalismo no es contradictorio con el comercio a larga distancia; huelga decir que los datos sobre el
comercio a larga distancia se remontan al Calcolítico. Estas consideraciones autorizan a hacer un juicio
mucho más amplio. Por mucho tiempo los especialistas-desde Sombart hasta Pirenne y Sapori (por nombrar
sólo a tres de cien)-han tenido un interés demasiado focalizado en el comercio internacional y en su
instrumento básico, la moneda. Todo iba bien si las mercancías y la moneda circulaban. Si no, nos
sumergíamos en las tinieblas del feudalismo. Pero se olvidaba (como todavía hoy se olvida en el contexto
americano) que una ciudad como Venecia o un centro comercial como Nóvgorod no tienen la fuerza
suficiente para conferir carácter capitalista a toda una región económica-y que, en todo caso, estaríamos
en presencia de un capitalismo de tipo usurario o mercantil.
En síntesis, el problema fundamental sigue estribando en la producción y en los medios de producción, en
tanto que la distribución constituye un problema secundario, incluso, tal vez, un epifenómeno.
¿En qué sentido es posible hablar de feudalismo en el contexto americano? Y sobre todo, ¿dónde y cómo
podemos hallarlo? Creo que un punto de partida útil sería el análisis de las características que revestía la
propiedad.
… las mercedes de tierras del mundo hispanoamericano… Esta tierra no tenía valor, en tanto no hubiese
trabajo disponible. De esta manera, aparecían en escena las encomiendas de indios 1 y la esclavitud. La
esclavitud era un concepto claro. Las Encomiendas eran una suerte de concesiones de trabajadores
asignados (encomendados) a un conquistador, quien tenía la obligación de civilizarlos (por ejemplo,
ocuparse de su evangelización). Por su parte, los encomendados debían proporcionar trabajo obligatorio al
encomendero.
Las mercedes y las encomiendas ya parecen tener suficientes rasgos feudales para caracterizar la economía
del siglo dieciséis…
Hubo una enorme capacidad para inventar nuevos sistemas de fijación de la fuerza de trabajo a la tierra en
América en condiciones compulsivas2: dobla y redobla en las minas,3trabajo forzado en el transporte y en
las obras públicas (en especial, las obras viales) 4, pongueaje5. Dejemos de lado las grandes ciudades y los
puertos y vayamos a las áreas rurales y las minas para constatar que la realidad del mundo del trabajo allí
corresponde bastante bien al cuadro que he tratado de pintar tanto para la América del pasado como para
la de hoy (al menos en ciertas regiones). Enormes masas de seres humanos no tienen acceso a o salida de
los mercados de trabajo y mercancías.”

Azcuy Ameghino, E., “El descubrimiento de la Conquista”. En Trincheras en la Historia. Historiografía,


Marxismo y debate. Imago Mundi, Buenos Aires, 2004. Capítulo 2. Fragmentos seleccionados.
“Se trata, en suma, de un conjunto de instituciones basadas en que la transferencia del excedente
-plustrabajo o plusproducto- que no surge como una necesidad puramente económica de los productores
directos (que en general disponen de condiciones para realizar el trabajo reproductor de su vida por cuenta
propia), es impuesta mediante un variado repertorio de compulsiones extraeconómicas. Dicha coacción se
hallaba fundada en distintas y heterogéneas manifestaciones de la fuerza -militar, física, ideológica,
cultural, jurídica, religiosa, basada en la costumbre o la protección, etc. – de los propietarios de las
condiciones de producción, entre los que no debe dejar de incluirse a la Iglesia y en especial a la propia
corona […]

1
Una obra clásica sobre el tema es la de Silvio Zavala, La encomienda indiana (Ciudad de México, 1973), 2° ed.
2
En español en el original. (Nota del T.).
3
Benjamín Vicuña Mackenna, el libro de la plata (Santiago, Chile, 1882), pp. 118-1119.
4
Charles Gibson, The Aztecs under Spanish rule: A history of the indians of the Valley of Mexico, 1519-1810 (Stanford,
1964), pp., 231, 354, 384.
5
Véase José María Arguedas, El sueño del pongo-cuenta quechua (Lima, 1965). Hay otra edición de esta obra,
publicada en Santiago de Chile en 1970, acompañada de un registro sonoro. La lectura fue realizada por el propio
Arguedas, quien tenía una voz inolvidable.

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[…] las tendencias actuales en virtud de las cuales “la historia se ha transformado en una recta de ajuste
ascendente, que nos lleva a ese estado “sublime” en que estamos hoy del desarrollo del capitalismo”. En
esta dirección van resultando eliminados o secundarizados – diluidos en una “larga duración” amorfa y
evolucionista- los saltos cualitativos, las rupturas violentas, los períodos de dislocación y transformación de
los sistemas sociales, es decir, el concepto mismo de revolución.
[…] Enfrentando estos puntos de vista, especialmente los “circulacionistas” donde muchas veces moneda y
comercio se utilizan para fundar la presencia del capitalismo, Romano ha indicado con toda claridad que “lo
que cuenta, de hecho, no es que nos encontremos con capitales invertidos en el nivel mercantil o con
hombres provistos de mucho dinero. El verdadero problema está, quiérase o no, en saber de qué manera
este capital mercantil puede crear una economía capitalista… en esencia las relaciones de producción en el
mundo americano de la conquista -una conquista que se prolonga hasta la actualidad -son de tipo feudal. Y
no se hará desaparecer este sistema por un truco de prestidigitación. […]”

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