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Educar en la modernidad líquida

Antonio Pérez Esclarín  - www.aporrea.org


16/04/21 - www.aporrea.org/educacion/a301698.html
Bauman en la década de los ochenta en el siglo XX, empezó a intuir que nuestra sociedad
había dejado de ser predecible y progresivamente avanzaba hacia un desmoronamiento y
adaptación, más propio de los estados "líquidos" que sólidos. Acuñó el término de
"modernidad líquida" basándose en los conceptos de fluidez, cambio, flexibilidad, adaptación,
relativismo de valores. Las estructuras fijas e inmutables propias de la modernidad sólida,
desaparecen y fluyen. Hay miedo a fijar algo para siempre. Por ejemplo, el trabajo fijo, el
matrimonio para toda la vida y los votos perpetuos de la vida religiosa están hoy en crisis. Las
cosas no van a durar mucho y tampoco las relaciones sociales. Vivimos en un mundo precario,
provisional, ansioso de novedades. Según el maestro polaco, que inspiró los movimientos de
indignados, la cultura actual ya no prohíbe, sino hace ofertas variadísimas; no tiene normas,
sino propuestas. Es una cultura que busca seducir, atraer, y distraer a través de señuelos. Los
deseos y las necesidades se transforman, y cada individuo cree que el mundo comienza y
termina en sí mismo. Con sus propias palabras; "la cultura de la modernidad líquida ya no
tiene un pueblo que ilustrar, sino clientes que seducir".

De ahí la necesidad de una educación que promueva el pensamiento crítico, el desarrollo de


habilidades comunicativas y creativas, las capacidades para sustentar la disciplina del
aprendizaje continuo y del trabajo en equipo, y sobre todo, la formación sólida en los valores
humanos esenciales, que le permitan a cada persona vivir con autenticidad y trabajar por una
convivencia armónica y solidaria entre todos y con la naturaleza. Esto, entre otras cosas, va a
suponer maestros y profesores muy bien pagados y que entienden que su tarea no es
meramente instruir sino humanizar: formar la cabeza, el corazón y el espíritu, pues la
educación es para enriquecer personas, en el aspecto humano, social y espiritual.

En consecuencia, la formación del carácter es especialmente importante y necesaria en estos


tiempos de modernidad líquida, donde se nos va imponiendo la cultura de lo light, de la que
resultan personas caprichosas, hasta el punto en que ya muchos no se atreven a preguntarse lo
que deben hacer, sino que terminan haciendo siempre y sólo lo que les provoca, o lo que
hacen los demás.

La palabra voluntad procede del latín, voluntas, que significa querer. La voluntad tiene que
ver con el esfuerzo, con la motivación, con el querer o decidir. No educar la voluntad supone
huir del esfuerzo y la superación personal y formar personas esclavas de sus apetencias y, por
ello, objeto de la manipulación política y de la publicidad, las propagandas, las mentiras y los
bulos. Sin voluntad, sin esfuerzo, sin entusiasmo, nadie llega lejos ni logra metas importantes.
Una voluntad recia no se consigue de la noche a la mañana. Aquí también, para lograr la
musculatura de la voluntad se requiere mucha ejercitación. Sólo en el diccionario la palabra
éxito esta antes que trabajo

En nuestro mundo permisivo, suena raro y anticuado hablar de la educación de la voluntad.


De hecho, muchos padres se sacrifican por brindar a sus hijos buena educación intelectual y
física, pero no se preocupan por la formación del carácter. De este modo, estamos levantando
generaciones de niños y jóvenes caprichosos e incapaces de amar, pues el amor supone
capacidad de entrega y sacrificio.

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