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LA

JUSTICIA
SOCIAL

DIEGO SALDIVAR ROBLES


INSTITUTO MARGIL
3-2 SECUNDARIA
JUSTICIA SOCIAL

La justicia social es un valor que promueve el respeto igualitario de


los derechos y las obligaciones de cada ser humano en
determinada sociedad.
La justicia social, se enfoca generalmente, a la repartición justa y
equitativa de los bienes y servicios básicos necesarios para el
desarrollo y el desenvolvimiento de una persona en la sociedad
como, por ejemplo, el bienestar socioafectivo, la educación, la salud
y los Derechos Humanos.
La justicia social implica equidad. Se denomina comúnmente la
justicia social como sinónimo de equidad social, pero se diferencian
en términos de las expresiones de la búsqueda de la igualdad.
De manera general, la justicia social implica la creación y aplicación
de leyes que permiten que ella funcione. La equidad social, en
cambio, abarca todo tipo de igualdad, sean ellas escritas o no,
apelando a la justicia moral.

CARACTERISTICAS:
La justicia social se caracteriza por ser uno de los valores sociales
más importantes en la sociedad. La justicia social vela por el bien
común y la convivencia armónica de la sociedad en que se vive.
La justicia vela por el equilibrio entre el bien individual y el bien
común basado en los valores humanos fundamentales. En este
sentido, la justicia social enfoca sus esfuerzos en la búsqueda de la
equidad en las diferentes cuestiones sociales que aún son
necesarias resolver.

Existen criterios discrepantes en cuanto a la utilización del vocablo


justicia social. Algunos autores, como Krotoschin, expresan que
poco o nada se gana “al agregar a la palabra justicia el epíteto
social, no es pensable justicia alguna que no fuera social”. Por su
parte, Castán Tobeñas opina que “no se concibe hoy una justicia
jurídica que no sea social”, porque la nueva función social de la
justicia no entra en pugna con la individual. Según Felice Battaglia,
“es más exacto pensar que la justicia social se hermana
estrechamente con la individual” o, en otros términos, que “la
justicia tiene siempre una doble y complementaria función,
individual y social”. Para Goldschmidt, “al concepto de justicia social
le da su fuerza motriz su contenido y no su independencia
conceptual”. En la unidad del vocablo justicia caben distintas
especies, entre ellas la justicia social; cabría hablar así, de “una
justicia del trabajo, agraria, asistencial, etcétera”. Menéndez-Pidal
señala que en la “investigación, aplicación e interpretación del
derecho social, se plasma la idea de la justicia social”. Es por ello
que Umberto Romagnoli, con gran acierto y agudeza, ha expresado
que los juristas han recibido el adiestramiento necesario para
moverse sobre una cuerda tendida entre muchas esperanzas en las
normas sociales, para que éstas “sean la expresión de la más
avanzada culturajurídica”. Estas normas pretendieron, frente a la
colonización ejercida por el derecho civil, “la construcción de un
campo jurídico autónomo” en el que el Estado adquirió el
compromiso, a través del Pacto Constituyente, de introducir en la
Constitución los derechos sociales, para que, de una vez por todas,
éstos alcanzaran la mayoría de edad y pudieran decirle al derecho
privado: “estuvimos bastante bien juntos, pero ahora es mejor que
vivamos una vida independiente, sin ofender y con respeto, hemos
crecido bastante para encontrar nuestro camino”.

La Organización Internacional del Trabajo aprobó desde 1919 en el


preámbulo del texto original de su Constitución, dos valores
fundamentales en los cuales ha cimentado, por mucho tiempo, sus
esfuerzos y mejores afanes: “Paz universal y permanente, la cual
sólo puede basarse en la justicia social”. La OIT, en la búsqueda
por preservar los valores y promover el cambio, sin renunciar a los
principios fundamentales de su Constitución, invitó a 75
personalidades procedentes de los distintos sectores y regiones del
mundo, con motivo del 75 Aniversario, para que expresaran sus
pensamientos sobre el porvenir de la justicia social. Por tal
circunstancia aparecieron diversas opiniones publicadas en 1994,
en las que aparecen ideas y reflexiones en torno a la idea de justicia
social, acerca del pasado y el presente, como un postulado
universal que mira hacia el futuro con las mismas intenciones de
siempre, es decir, busca la mejoría constante de los hombres que
trabajan. La justicia social está lejos de ser una realidad universal,
las dos terceras partes de la humanidad sobreviven en condiciones
de miseria y precariedad. A pesar de que el camino ha sido largo y
áspero, el trabajo continúa como fuente inagotable de toda riqueza,
base de la “civilización y progreso, de todo tipo de desarrollo” y el
principal elemento de la conservación de la humanidad.

Aspiración y principio del derecho del trabajo, la justicia social se


significa como la aspiración suma de los trabajadores en la
imbricación compleja de las relaciones individuales y colectivas de
trabajo. Se manifiesta y explica como el fin fundamental del derecho
laboral propendiente fundamentalmente, a preservar los intereses
individuales y profesionales de los trabajadores, su dignificación,
bienestar y reivindicación total. En esta virtud se afirma que en su
sentido y dinámica, la justicia social es el camino para elucidar el
rumbo y sobre los avatares del neoliberalismo laboral, afianzar la
tutela y dignificación, no tan sólo de los trabajadores, sino, en forma
incluyente, de todos los grupos marginados, humanos, homogéneos
y económicamente vulnerables. Se trata, claro está, de una
aspiración universal contraria a los principios y tópicos del
individualismo liberal decimonónico. La justicia social como
aspiración suprema propende, en principio, a favorecer y preservar
la existencia decorosa de la colectividad, anteponiendo, por ende,
los valores humanos a toda consideración especulativa, mercantil o
financiera. Se debe buscar por ello, con el bienestar común, el
colmar todos los bienes que precisa el desarrollo y la personalidad,
en este caso, de los trabajadores. Cabe mencionar entonces, el
ejemplo del acceso irrestricto a la salud o a la asistencia para los
desamparados, derecho que corresponde a toda persona humana:
ricos y pobres, obreros y campesinos, niños y ancianos… La justicia
social persigue, en suma, conseguir el bien común.
Para alguna corriente de opinión, la justicia social magnifica una
práctica compleja: la del reconocimiento. Reconocimiento que se
entiende como la praxis de considerar a la persona como sujeto de
derecho, es decir, como un ser que es un fin en sí mismo y posee,
sin duda alguna, una dignidad incontrastable que es precisamente
el fundamento de los deberes y los derechos. La justicia social, por
consiguiente, suprime toda suerte de privilegios que pudiera llegar a
traducirse en una desigualdad de esos derechos. Dentro de este
orden de ideas se infiere, que a no dudarlo, toda persona que no
sea reconocida como sujeto de derechos en el seno de una
comunidad, tampoco podrá ser exigido y menos aún considerado un
sujeto de deberes. De esta forma, en la medida en que los demás
miembros de la comunidad política no reconozcan los derechos de
alguien, éste se encontrará desvinculado de la obligación recíproca
de reconocer los derechos de todos los demás. Por lo mismo,
libertad, dignidad y reciprocidad, amalgamadas en la esencia de la
solidaridad, son el soporte y la esencia de la justicia social.

JUSTICIA SOCIAL EN MEXICO


determinar el nivel de justicia social en México requiere que se
revisen las condiciones de desigualdad y los procesos que están en
operación con el fin de equilibrar la balanza de las oportunidades de
desarrollo en nuestro país.
La baja movilidad social que actualmente experimentamos señala la
existencia de brechas socioeconómicas que generan una
percepción de injusticia que va más allá de la situación real,
afectando así a las aspiraciones de las personas para alcanzar los
niveles de bienestar que anhelan.
i bien no existe un consenso definitivo para una definición pertinente
y objetiva del concepto ‘justicia social’, podemos basarnos en
aquellas dimensiones que son susceptibles a mejorarse para
reducir la desigualdad en el acceso a las oportunidades de
desarrollo de la sociedad: la más relevante en este caso es la
pobreza. De acuerdo a los estándares y las mediciones realizadas
por el CONEVAL, más de 9 millones de personas se encontraban
en situación de pobreza extrema, y otros 44 millones en condiciones
de pobreza moderada en 2016.
Por lo que toca a los sistemas de salud y seguridad social, la
cobertura de estos aún es baja y el acceso a los servicios es
heterogéneo y complicado, particularmente por la informalidad
laboral. Según datos del CEEY, solo el 37% de la población
ocupada cuenta con algún tipo de cobertura de seguridad social.
Cabe destacar que en lo que se refiere a los servicios de salud,
México cuenta con uno de los mejores programas de vacunación
infantil del mundo, pero en los últimos años se ha visto afectado por
la disponibilidad de los insumos necesarios.
En el tema de la educación se han tenido algunos logros
importantes pero continúa existiendo un rezago importante. Los
indicadores de desempeño escolar siguen mostrando deficiencias
en el sistema y aun cuando el acceso a la educación se ha
extendido, las cifras del CONEVAL muestran que había más de 21
millones de personas en situación de rezago educativo en 2016.
También es de suma importancia impulsar e implementar
programas de capacitación a docentes y reestructurar la asignación
de recursos al sistema educativo para elevar la calidad de la
educación en todos los niveles.
Con respecto a las oportunidades de empleo, el problema de la
informalidad sigue presente en combinación con la ausencia de
suficientes empleos de calidad. A pesar de que la tasa de
desocupación en el segundo trimestre de 2018 es del 3.4% de la
población económicamente activa, la tasa de informalidad laboral
continúa siendo elevada: 56.9% de la PEA.
El tema de la justicia social en México es multifactorial y complejo, y
aunque existe progreso en algunas áreas, otras continúan en
situación de rezago y desatención. No podremos decir que en
nuestro país existe la justicia social en un sentido amplio mientras
no se eliminen los factores que inciden en la generación y la
persistencia de las desigualdades, lo que no solo es cuestión de
equidad sino de sostenibilidad. Las brechas socioeconómicas
promueven la ineficiencia e impactan negativamente a la
productividad, causando a la vez un bajo desarrollo económico y
social.

Por justicia social entendemos los códigos relacionados con los


principios para asignar recursos y con los criterios distributivos en
una sociedad. Una dificultad del problema es que pretendemos
estudiar un asunto que tiene una existencia precaria, huidiza, y no
definida. Sin embargo, su importancia radica en que expresa los
cambios habidos en la sociedad y la política en México. En ese
nuevo discurso fragmentado, no siempre congruente o conectado,
La concepción de justicia social del Estado posrevolucionario estuvo
moldeada por el origen popular de la Revolución y por objetivos de
desarrollo. Las concepciones que sostenían los ideólogos
revolucionarios se guiaban por una lógica en la que la igualdad de
oportunidades para todos favorecería el desarrollo, y este a su vez
traería consigo la justicia social. Desarrollo y justicia social eran
vistos como componentes de la misma ecuación: para satisfacer las
demandas de las masas populares que habían hecho la Revolución,
sobre todo las de los trabajadores del campo era preciso impulsar el
crecimiento económico del país, lo cual se lograría con más
facilidad si se daba a los trabajadores la oportunidad y los medios.
En estrecha relación con la voluntad de proporcionar igualdad de
oportunidades a los trabajadores, la concepción de justicia social
estuvo modulada por la actividad del Estado dirigida a conducir el
desarrollo económico por medio de la industrialización vía
sustitución de importaciones y por su función de articulador de
amplias capas sociales. Lo que importa destacar para los fines de
nuestra reflexión, es que el carácter de la justicia social como eje
del discurso legitimador del estado se basaba en la función tutelar
de éste, que garantizó el acceso a los derechos sociales por medio
de lazos corporativos 3 con organizaciones obreras, campesinas, y
de sectores medios y populares urbanos. Con ello, se dio un fuerte
peso a los derechos sociales por encima de los individuales, y la
figura de ciudadano se debilitó en el imaginario social frente a
formas colectivas. Este carácter tutelar del Estado encontró un alto
grado de consenso social e impulsó a la justicia social como valor
clave. Relacionado con esto, había una gran visibilidad pública y
ocupación del espacio público del discurso oficial sobre justicia
social. De este modo, los discursos de otras instituciones -sociales y
partidarias (iglesia y partidos)- o de individuos carecieron de
visibilidad social, y su trascendencia (hacia la sociedad) fue
limitada. Los cambios que se han dado en los últimos años han
traído consigo modificaciones sustantivas en los ámbitos
económico, social y político. Los cambios en el modelo económico
debidos a la crisis del modelo de sustitución de importaciones y a
cambios económicos internacionales, se han combinado con la
creciente heterogeneidad social, producto de la complejidad de la
estructura social, de la creciente diversidad urbana y de la
diferenciación de los perfiles de la población y han contribuido a
debilitar componentes del imaginario colectivo esenciales para el
consenso y a diversificar las prácticas sociales. Los cambios
económicos han erosionado la convicción de que basta la
intervención del Estado para lograr el crecimiento y de que éste es
el responsable fundamental de la economía. En el plano social,
entre las repercusiones de estos cambios se halla la creciente
preocupación de grupos y organizaciones sociales por derechos
específicos -individuales, de género, etc.-, a la vez que el interés
por objetivos de lucha por la democracia y de defensa de derechos
reconocidos pero no respetados, como los de 4 los pueblos
indígenas, así como la satisfacción de necesidades de sectores
desfavorecidos. En el plano político, los cambios electorales han
favorecido la competencia electoral y han generado una dinámica
que presiona por fortalecer la figura del ciudadano. Una de las
consecuencias de estos cambios es que se tiende a construir otros
criterios de justicia y se ha cuestionado el axioma de que la
presencia e intervención del Estado en sí es garantía suficiente de
justicia e igualdad social.

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