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1111:1 ciudad de bastante

ilnportancia

Vio la entrada de la cueva sólo por la


l. I,d (Llridad de la luna, la cual pudo mo­
1111 Jll.ílll'amenre liberarse de los nubarrones
IIIHlS. Se acercó. No deseaba continuar, pe­

n~ 1111:1 tuerza irresistible lo atraía hacia dentro.


1..1 llllmedad hacía difícil la respiración. Un
ro !.llllpago iluminó un poco el interior de la
¡ .Ivcrna, pudiendo observar esparcidas esta­
LI( liras y sus sombras. Siguió avanzando en

I't'numbras hasta que la oscuridad absoluta


lile invadiendo el entorno. Volvió a sentir las
",¡¡nas de regresar, pero fue inútil. Aquella
fuerza invisible lo arrastraba. Cuando sus
ojos se adapraron a la falta de luz, comenzó a
llorar dos diminutos puntos amarillentos a lo
lejos. Fue acercándose hacia ellos. De repente,
se dio cuenra de que eran un par de ojos que
reflejaban una mirada diabólica, espeluznan­
re. Pero no podía detenerse. Ya sin control, se
dirigió verriginosamente hacia aquellos ojos.
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Percibió entonces cómo algo peludo pero áspe­


ro lo abrazaba. Sintió un agudo dolor en el cue­ Aunque enclavada en un entorno
llo. Le costaba respirar ya cada instante perdia rural, entre cerros cruzados por cristalinas
más sus fuerzas. Su mente se fue turbando y ya corrientes de agua dulce, exuberante vegeta­
ni siquiera quería huir. Sólo ansiaba que aque­ ción y escasa fauna -a excepción de todo
llo terminase. Pero antes de desfallecer pudo 1ipo de aves-, Montebello era una ciudad
darse cuenta de su situación: su cuerpo se que­ de bastante importancia, dado el número de
daba sin sangre. Sintió que era el fin. sus habitantes, así como por su producción
De pronto, abrió los ojos terrible­ de aves de corral, huevos y vino de alpiste.
mente asustado y le costó comprender que De su ubicación, al pie de uno de los
había tenido una vez más aquella horripilan­ más hetmosos montes, le venía el nombre,
te pesadilla. Su experiencia le indicaba que no aunque también esta población pudiera ha­
era casualidad que se repitiera tantas veces el berse nombrado «Quesogruyere», porque los
mismo sueño. Miró a ambos lados y no en­ cerros que la circundaban estaban horadados
contró nada extraño en la gruesa rama donde por infinidad de cuevas de mayor o menor
dormía. Estiró sus alas y tuvo que bostezar. tamaño, semejantes a ese tipo de queso con
Dirigió su vista hacia la cabaña y por hoyitos. Pero lo que más distinguía y por lo
la ventana pudo contemplar a La Urraca que era conocida Montebello en todo el país,
almorzando. «Debo recordar contarle mi pe­ e incluso ~nternacionalmente, era porque en
sadilla», se dijo. Entonces, decidió seguir esta ciudad se habían creado unas competen­
durmiendo para tratar de descansar y ver si cias deportivas con la participación de aves de
ahora lograba disfrutar de su sueño favorito, distintas especies, que poco a poco fueron ga­
donde se veia a sí mismo de general de un nando en popularida~, hasta convertirse en
ejército. una práctica que se extendió a otras localidades
Volvió a cerrar los ojos, rezando para y, con el tiempo, salió de sus fronteras para
• I
no sufrir de nuevo el maldito sueño. Sueño, comenzar a pracncarse en numerosos paises.
según él, que vaticinaba una horrible tragedia Tanta fama ganaron las competencias
en Montebello. de velocidad de aves en todo el mundo, que
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hasta se fundó la Federación Internacional de El señor Águila vivía solo con su hija
esta especialidad, cuya sede y presidencia re­ ( ;;I\a, quien no era bonita, pero sí muy sim­
cayó, lógicamente, en Montebello. Ahí se p;ít ica. Esa cualidad, unida a que era la hija
celebraba, además, el congreso ordinario de I !el famoso ganador y dueña también de
la organización y la Competencia Internacio­ ( :l'ntella, la hacía ser el centro de atención de
nal de Velocidad de Aves. 1 ;\si todos sus compañeros de colegio.

Precisamente, Montebello y sus ciu­ Para el exitoso entrenador, los últi­


dadanos se encontraban ahora inmersos en II\OS ajustes en la preparación de su halcón
los preparativos para la competencia previa y 1ranscurría'n con toda normalidad, cuando

clasificatoria, de la que se elegiría un repre­ Ivcibió la inesperada visita de dos individuos


sentante para el gran certamen internacional. \'l'stidos de gris, con sombreros del mismo
En ella todos tomaban parte, puesto que los I olor calados hasta las tupidas cejas, caras lar­

que no competían apoyaban a sus favoritos y f',;¡S y huesudas, narices semejantes a picos de

participaban en las jornadas festivas alrede­ .IVl' carroñera y ojillos penetrantes. Al verlos,

dor del evento. 11110 estaba obligado a pensar en dos lechu­

En esta ocasión, nuevamente entre los /;IS. Uno muy alto y otro de baja estatura.

favoritos para ganar esta edición de la Compe­ -Ustedes dirán en qué puedo servir­
tencia Nacional, y con ello el derecho de repre­ Ivs -se ofreció Águila muy educadamente, a
sentar a Montebello en el encuentro internacio­ I'csar de que no le gustó ni un poco el aspec­
nal, estaba el señor Javier Águila, un lO de aquellos visitantes.

experimentado criador y entrenador. Había ob­ -¿ Usted es el dueño del halcón pere­
tenido la Copa Alas Veloces en los dos últimos I',rino inscrito para la competencia? -preguntó
torneos celebrados, donde su halcón peregrino vI individuo más bajo.
nombrado Centella no tuvo rivales. Y como es­ -Sí, soy yo.
te año era éste el ave inscrita por Águila para la -Le queremos hacer una propuesta
competencia que habría de celebrarse en breve, -dijo el otro sin más preámbulo.
muchos lo daban como el aspirante de más -¡Cállate estúpido! _.lo cortó el pe­
fuerza para llevarse todos los premios. queño, dando un ridículo salto para poder
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propinarle una fuerte bofetada- ¡Eso lo te­ -Para que no se ptesente en la compe­
nía que decir yo! 1"llcia -respondió el alto y sacó un abultado
-¡Está bien! ¡Pero no tenías que ·.llhre de su bolsillo.
pegarme! --¡Eso también lo tenía que decir yo!
-c'Ah ' no.t·y
c como qUIeres tu que....t
J • J saltó de nuevo el pequeñín, pegándole al
-¿Qué propuesta es esa? -sonrió el v<,pigado una cachetada con cada mano-o
papá de Cata al interrumpir la discusión de I I'ú sólo sacabas el dinero!

los dos hombres. -¡Yo creo que no, pero no te voy


-Ofrecerle dinero -dijo el bajito. .1 discutir! Sin embargo, no tenías que gol­

-¿Dinero? ¿A mí? ¿Para qué? -se 11l'arme.


sorprendió Águila. -1
.y como qUieres....I
J •

-¡Oigan! ¡Oigan! -el entrenador


.1ITUgÓ el entrecejo y miró inquisitivamente a
los personajes que tenía enfrente, pues no
podía dar crédito a la propuesta que acaba­
han de hacerle.
-¿Ustedes están bromeando, verdad?
El más bajito de los individuos dio
IIll paso adelante y dijo en tono gélido:
-Estamos hablando muy en serio,
s(;ñor, y le aconsejo que acepte ese sobre que
le ofrece mi hermano gemelo.
-¡Fuera de mi casa! -fue la reacción
de Águila.
-Piénselo mejor, señor, porque pue­
de lamentarlo -amenazó el pequeño sujeto
y estiró su brazo para señalar el sobre que sos­
tcnía el otro-o Tome usted...
11

1
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Con un chasquido ~
-¡Fuera de mi casal -repitió el papá
de dedos
de Cata con los dientes apretados y en tono
que no admitía réplicas.
-¡Ya nos vamos, señor Águila -ame­
nazó el hombre bajito- pero tenga la seguridad
de que se arrepentirá de no haber aceptado
nuestra oferta!
-¡Ya nos veremos las caras! -gritó
Todo comenzó muy temprano en el
ellarguirucho-. Muy pronto...
i¡¡dlll1 de entrada al colegio. Faltaba muy poco
-¡Cállate, animal! -volvió a cortar­
rii"lIlpO para la fiesta más importante de la
lo su hermano abofeteándolo varias veces,
, Illdad y todos estaban impregnados del en­
por lo que tuvo que brincar seguido-o ¡Eso
1IIl'iÚSmO que siempre provocaba este aconte­
no lo teníamos que decirl
- 1.pero no temas....r
I
I lI11iento entre los ciudadanos.
Un niño se destacó entre los demás
-¡Es lo menos que... !
, liando llegó al colegio saltando en un solo
Y discutiendo desaparecieron tan
I'it; y silbando como siempre. Pato, al verlo,
inesperadamente como habían llegado.
Águila se quedó unos minutos pen­ \1) llamó:
-¡Canaáto! ¡Canarito!
sando en lo ocurrido, pero como su mente
-¡Hey! ¡Pato «Cara de Gato»! -le
debía estar concentrada en la preparación fi··
nal de Centella para la competencia, llegó a rt;spondió su amigo.
A Pato le dio mucha risa ese nuevo
la conclusión de que aquellos sujetos no eran
apodo y, mientras se acercaba Canarito, miró
más que un par de locos y no le dio más im­
a su alrededor. De repente, cerró los ojos,
portancia al asunto.
apretó los labios, aguantó la respiración, hizo
Fue un error de su parte, que ya ha­
un chasquido con los dedos de ambas manos
bría de lamentar días más tarde.
y... ¡Prácata! Todos los alumnos, padres y
profesores que estaban allí se paralizaron y
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quedaron como maniquíes, en las mismas ¡ '"se:guida y los apretó como realmente debía
posiciones. Una mamá que estaba agachada, '.1'1'; aguantó la respiración, chasqueó los de­
abotonando la camisa de su hijito, dos chi­ ,los y... ¡Prácata! ¡Todo el mundo otra vez a la
quillos forcejeando por una pelota, una niña normalidad! Cada uno en lo suyo, como si
en el aire porque había saltado de un banco, 110 hubiera sucedido nada.

un padre disimulando detrás de una colum­ -¡Vamos a hacerlo otra vez! -se en­
na con un dedo metido en su nariz, una 1II.o.;iasmó Canarito, repitiendo el proceso.
maestra agarrando con una mano la oreja de Pero con él, no funcionó. La gente
un estudiante y con la otra saludando ama­ I ('lltinuaba moviéndose como es usual.

blemente a una colega. El Pato entonces realizó de nuevo la


Ambos niños se hubieran reído con. IlIisma operación y... ¡Prácata! ¡Todos inmo­
todo aquello de no ser por el susto. vilizados una vez más!
-¿ y esto? -preguntó Canarito-. -¡No lo puedo creer! ¡Tú los paras y
No entiendo. ¿Por qué se quedaron así? \10 los muevo! -repetía Canarito, sin dejar

-No sé. Creo que lo hice yo. I Iv silbar como era su costumbre, mientras ta­

-¡Increíble! ¿Cómo lo lograste? I .Iha a la gente comprobando su paralización.

-quiso saber su amigo. -¡Somos únicos! -dijo Pato orgu­


-No sé muy bien. Hice así... 110.0.;0.
El Pato volvió a cerrar los ojos, a -¡Poderosos! -le secundó su amigo.
apretar los labios, a aguantar la respiración, a -Por eso debemos guardar bien el
chasquear los dedos y... ¡Prácata! ¡No pasó ·.l'l:reto. No se lo podemos decir a nadie. ¿De
absolutamente nada! La gente seguía quieta, .Iluerdo, Canarito?
inmóvil. -¡Claro, Pato! Ni una palabra a na­
-¿Cómo hiciste? -lo imitó Canari­ die:. Te lo prometo. Para eso somos amigos ...
'A
to-. e S1.. ..~
I
.:I\migos?
y el niño hizo las mismas acdones de -¡Amigos! -gritó Pato y ambos
su amigo: cerró los ojos, separó los [abios, pe­ 1 Iioearon sus palmas de arriba hacia abajo

ro al darse cuenta de que no era así, rectificó \' dc abajo hacia arriba, toparon sus puños
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cerrados, como el saludo de los boxeadores Il'ro. Manuel Gallo, el inspector sustituto,
cuando van a comenzar la pelea, y termina­ na una persona bonachona, amable y cari­
ron con sus manos derechas bien apretadas, llosa, que caía muy bien a los alumnos; al
golpeándose el pecho de cada uno. lOlltrario, el señor Albatros les provocaba
Canarito se emocionó. ¡Estaba tan feliz IlIiedo por lo gruñón, severo e intransigente.
de tenerlo como su mejor amigo! I'l'ro, de todas formas, tener a un inspector
Recordó las veces que Pato le regala­ ,\sí, inofensivo, delante de uno, era demasia­
ba o prestaba sus cartas magic, su patineta, iY I Ll tentación.

la vez que lo ayudó a salir cuando se cayó en Pasado un rato de diversión, Canarito
aquella zanja! de donde nadie se atrevía a 1 lTró los ojos, apretó los labios, aguantó la res­

sacarlo por lo hedionda que era. pi ración, chasqueó los dedos y... ¡Prácata! La
Frente a él, Pato no se quedaba atrás l',l'nre continuó con sus acciones y quehaceres.
y, emocionado también, recordaba cómo Ca­ En la clase todo transcurrió como de
narito siempre le demostraba su amistad. lostumbre. Esteban Cresta, el pesado Cuatro
¡Cuántas tareas le había ayudado a hacer! ¡Y ( )jos, como le decían, en la primera fila con
cuántas veces compartía su merienda! ¡Con lo \\I.'i gruesos anteojos, ansioso de que la maes­

difícil que era para ese glotón hacer algo así! I r;1 preguntara algo para levantar enseguida la

-Oye, Canarito, es mejor poner a la 1I1,1l10 y así demostrar que estudiaba más que
gente en movimiento y entrar a clases, ¿no te Ilatlíe. Hortensia La Gaviota, leyendo a es­
parece? 1 ol1didas sus revistas de actores y cantantes;

-Sí, es verdad -le respondió su Ilipólito Pico Verde y Estela Pata de Gallina,
amigo-o Pero, ¿y si antes hacemos esto... ? p;ls,í.ndose papelitos de enamorados, El resto,
Canarito fue a pararse delante del .11l'nd,iendo la explicación de la maestra. Bueno,
inspector y comenzó a hacerle muecas, gestos 110 todos. Canarito se entretenía en tirar de la

y todo tipo de burlas. Este era un inspector IIl'nZa a Ester Buche de Plomo. Como Pato
sustituto, porque el verdadero había desapa­ ~l' sentaba a su lado, intentó varias veces
recido dos días atrás, corriéndose el rumor de .I"tenerlo, pero era imposible. Temía la reac­
que tuvo que viajar urgentemente al extran­ 1 j<'m de la acusona de Buche de Plomo. Y no
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se equivocó: 11110 los pelitos de atrás de la oreja. Y no ha­


-¡Maestra! ¡Canarito me molesta hía para qué arriesgarse con éste, a pesar de
demasiado! jY yo no tengo que soportar eso "11 apariencia de buena persona.

porque...! -¡Cálmate! ¿Y si yo me echo la cul­


-¡Ya, está bien, Ester! -la cortó la p:l? -le propuso Pato-o ¡A mí la maestra no
maestra con voz severa, y señalando a Canari­
. .
lile va a castIgar, porque yo soy su mejor

to--:A ti, la próxima vez, te vaya llevar donde ,llllmno en matemáticas!


el inspecto r. -Bueno, si tú estás seguro de eso...
La maestra dio media vuelta y co­ IÓ.srá bien -aprobó Canarito-. Entonces
menzó a escribir en el pizarrón. Quizás por el voy a ponerlos en actividad.
nerviosismo, a Canarito se le cayó el lápiz y, -¡Dale!
al recogerlo, movió sin querer la mesa, que -No, espérate. Se me ocurre una
apretó la trenza contra el espaldar de la silla idea. ¿No te dan ganas de hacer algo diverti­
de Buche de Plomo. Cuando la niña movió do antes, como en la entrada?
su cabeza sintió el tirón. -Puede ser... Tienes razón. ¡Vamos a
-¡Maestra! ¡Me la tiró otra vez! llivertirnos!
En ese momento, Pato recordó su Dicho y hecho, Canarito se subió en­
poder y... ¡Prácata! ¡La clase se paralizó! \'ima de la mesa de la maestra y comenzó a
-¡Me metí en un lío! -le dijo Ca­ , ,llltar y a bailar. Pato lo acompañó unos ins­
narito asustado. untes y después comenzó a intercambiar los
-¿Qué lío de qué? Sólo mueve el \ lIademos de las mochilas de sus compañeros.
asiento para atrás y se zafa la trenza -dijo su Canarito terminó su actuación y se le
amIgo. 1)1 unió otra idea al ver que en el pizarrón,

-¡Eso no es lío! ¡Me van a llevar I'X plicando una tarea, la maestra había escri­

donde el inspector Gallo! lo «MIRAR AL CUADRO ROJO». Entonces,


Bueno, cualquiera se asustaría. Por "ll.litiruyó la letra d por la t en la palabra cua­
menos que eso el antiguo inspector, el señor d ro y borró la r de rojo. Por tanto, la frase
Albatros, les arrancaba a los alumnos uno a '1"n1ó así: «MIRAR AL CUATRO OJO». Acto
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seguido, fue hasta donde estaba el pesado de cuando estaban quietos, les tiznaban las ca­
Esteban Cresta, que se había inmovilizado ras, les atrasaban sus relojes y otras bromas
con su típica carita de yo no fui, y le colocó que inventaron. Por último, Canarito apro­
en la cabeza una cresta hecha con cartulina vechó una de las veces en que Cata -la hija
roja bien ridícula. Los dos amigos lloraban de Águila, el famoso entrenador de aves­
de la risa con lo que hacían. Fueron de esos estaba paralizada y le dio un beso en los la­
mamen tos para recordar toda la vida. bios. Nunca lo había reconocido, pero a él le
Cuando se cansaron, se dirigieron a gustaba mucho aquella niña, algo fea, sí, pero
sus asientos. Canarito actuó del mismo modo agradable y graciosa. Eso fue lo único que a
hasta llegar al ¡Prácata!, y la clase cobró vida Pato no le gustó de las travesuras de su amigo,
de nuevo, en el instante en que Buche de porque, aunque lo ocultaba, también se sentía
Plomo había delatado a Canarito por segun­ atraído por la misma niña. Sin embargo, nin­
da vez. guno de los dos comentó el incidente.
La maestra se puso furiosa, pero se De vuelta a clases, no pasó nada espe­
turbó al escuchar las carcajadas de los alum­ cial, salvo casi al terminar la jornada, cuando
nos, que habían leído la frase en el pizarrón entró el inspector Gallo para informar que la
y visto a Esteban con su ridícula cresta. Le cos­ alumna Cata tenía que presentarse al fmal de
tó trabajo controlar la situación. Ya relajados, clases en su oficina.
Pato aprovechó para echarse la culpa del tirón En general, fue un día fabuloso.
de trenzas y, como lo previeron, fue perdona­ Bueno, hasta la salida del colegio, donde Ca­
do después de un largo regaño. Ilaríto y Pato, reunidos con varios amigos,
Sin dudas, aquel era un día memora­ recordaban las anécdotas de la jornada.
ble. En el recreo jugaron a las escondidas y -¿Quién le puso eso en la cabeza
los dos amigos jamás perdieron. Cuando es­ ;1 Cuatro Ojos? -preguntó Hipólito Pico

taban a punto de encontrarlos, inmoviliza­ Verde.


ban a todos y se cambiaban de escondite. ¡Qué -No sé -respondió Mario Pechuga
manera de gozad También les sacaban las ca­ de Pollo-o Pero fue muy cómico.
misas por fuera del pantalón a sus compañeros -¡Qué bueno el juego de las escondidas
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en el recreo! -comentó Ricardito Poca Pluma. ( .. l/larito regresó donde sus compañeros y
-Ja, ja -se rió Canarito-.Me 1 .110 caminó hacia la calle. Pero antes de re­
1

acuerdo cuando Pato paralizó a la gente y nos ,¡I;lrse definitivamente, Pato sintió pena y
escondimos en... i pliso inmovilizar a todo el mundo para que­

-¡Cállate, tonto! -le gritó Pato. d.lI·se a solas con su amigo y tratar de salvar
Llevó a su amigo hacia un lado y le 1.1 amistad. Cerró los ojos, apretó los labios,
11111
I regañó por no cumplir con su palabta y reve­ .I!',uantó la respiración, chasqueó los dedos
lar el secreto. Canarito se molestó porque le r... ¡Nada! ¡Ya no poseía el don!
había gritado tonto y ordenado callar delan­ Se armó de valor, tragándose su orgu­
te de todos. Entonces, se fueron enfrascando 1111, regresó al grupo y volvió a apartar a
I
en una acalorada discusión que se tornó gra­ ( :allarito. Éste no podía creer lo que le con­
vísima porque, en vez de sus apodos, se lla­ Liba su amigo. «¿Ya no lo harían más?», se
1,,1 maban por Nelson y Patricio, sus nombres preguntó. Como se sentía culpable, le pidió
de pila. lIndón a Pato. .
Allí mismo rompIeron Éste también se disculpó. Entonces, fe­
relaciones. Ij, es, chocaron sus palmas de arriba hacia abajo
\' de abajo hacia arriba, toparon sus puños ce­
11 ados y terminaron con sus manos derechas

h1<:11 apretadas, golpeándose el pecho. No llora­


r! In ni se abrazaron porque les dio vergüenza.
Pato se despidió de todos y se fue
1 ,lIninando bien despacio para su casa, obser­
\',lI1do y disfrutando todo con su buen ánimo.
1\'1"0 no había recorrido ni cinco cuadras
1 liando se le acercó Canarito corriendo de­

',! ·speradamente.

-¡Pato! ¡Pato!
-¿Qué pasa?
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-¡Tengo una cosa muy importante -¡Sí! Después que te fuiste del cole­
que decirte! ¡Dale, congela toda la calle para 1,
1, 11 Idos se retiraron menos Pico Verde y
contarte sin que nadie escuche! n, qlle estábamos jugando cartas magic de­

-No puedo -le recordó su ami­ q j', dl' una columna. En eso llegó un jeep, de
go-. Desde que peleamos no funcionó, ¿no '111'> grandes con vidrios oscuros, y dos hom­
te lo dije? "!L'," muy parecidos, pero uno chico y el otro

-¡lnténtalo otra vez! -insistió Ca­ dli.,irno, se bajaron, agarraron a Cata, que
narito-. ¡Porque ya nos reconciliamos y ,L. , saliendo, y se la llevaron entre sus gritos.
puede ser que funcione! -¿Pero no me dijiste que se había
Pato, no muy convencido, volvió a l' I1 1 todo el mundo?

cerrar los ojos, a apretar los labios, a aguan­ -Sí, todos menos Cata, que la ha­
tar la respiración, a chasquear los dedos y... t d,1 llamado el inspector Gallo a su oficina
¡Prácata! ¡Increíble! ¡La calle se llenó de ma­ \,.Ira regañarla. ¿No recuerdas que hoy entró
niquíes! Una señora cargada de paquetes, un .1 dase para decir eso?

chofer bajándose del auto, una mujer en su -Sí.


balcón con la boca abierta porque el hechizo -Bueno, después salió llorando.
la pilló gritando, dos hombres sobre una esca­ -¿El inspector lloró?
lera colocando un enorme lienzo de acera a -¡No! ¡Cata! Tú sabes cómo es ella
acera anunciando la competencia de aves, un I le susceptible,

perro con la patita levantada orinándole el -¿Y nadie hizo nada?


pantalón al vendedor de verduras... ¡Qué risa -Sí, le dimos un pañuelo.
le daba! -¡No! ¡Me refiero a que si no hicie­
-¡Para de reírte y escucha, Pato! ron nada cuando se la llevaronl
Mira, ha sucedido algo muy grave. -¿Qué podíamos hacer? Cuando
-¿ y por qué me lo dices así? -pre­ reaccionamos, ya se había ido el jeep a toda
guntó su amigo asustándose por el tono, velocidad.
-¡Porque han secuestrado a Cata! -Entonces hay que ir urgente a la
-¡¿Queeé?! IJolicía -opinó Pato.
28

-Yo creo que lo lógico es ir a casa de r/Un ave de heráldica cabeza ~

Cata y avisarle al señor Águila para que sea él


quien llame a la policía, ¿no crees?
-De acuerdo. ¡Vamos!
-¡Espérate! ¿Y esta gente?
-¡Pero Canarito, no podemos ir con
esta gente! ¡Para eso vamos a la policía!
-Me refiero que hay que darle mo­
vimiento a esta gente. El señor Águila regres?-ba de la sesión
- 1'Ah ,eso SI.
'1 de fotos que se hiciera Centella para que su
Canarito hizo todo lo más rápido imagen saliera en diarios, revistas y catálogos
posible y la calle volvió a su ritmo habitual. lk la competencia, con la elegancia y majes­
Las personas sólo vieron, sin darle importan­ tllosidad que lo caracterizaba y con la alcurnia
cia, cómo dos niños corrían desaforados, \ ¡llC le proporcionaban sus títulos. De ahí la

mientras ellos seguían con los preparativos l'lwidia que provocaba entre los concursantes,
de la gran fiesta. Claro, sin saber que una tra­ b cual, al mezclarse con otros defectos, podía
gedia ya se había desencadenado para empa­ c;¡usar mucho daño, como el caso que nos
ñar la celebración. (ll:upa.
Águila arribó a su casa en su viejo au­
tomóvil. Abrió la puerta de atrás y sacó la
1'llOrme jaula donde venía Centella. En el
Illomento de acercarse a la reja del antejardín
\le su casa, fue cuando escuchó los gritos de
( :anarito y Pato que llegaban a toda carrera.
-¡¡Señor Águila!! ¡¡Señor Águila!!
-¿Qué pasa, muchachos? ¿Por qué
I.llltO escándalo? -los recriminó el hombre,
dtjando la jaula en el suelo.
30 31

-¡Es que han secuestrado a Cata! -¿Quiere que llamemos a la policía,


-soltó Canarito muy sofocado. lélll)1' Águila?

-¡¿Cómo?! -reaccionó el entrena­ -¡No! -saltó el hombre casi a gri­


dor poniéndose pálido. 1,-.';- , ¡No se puede llamar a la policía! ¡No

-Sí, dos tipos se bajaron de un jeep '11111'1'0 que le pase nada a mi Catita! ¡Hay

y se la llevaron -explicó Pato. '¡til' esperar a que se pongan en contacto con­

Después de varios min utos calmando l!li¡',t1 a ver qué es lo que quieren! ¡Oyeron
al padre de Cata, que del susto le temblaban bit'l)! ¡Y de esto ni una palabra a nadie! ¿En­
las piernas, lograron incorporarlo y ayudarlo f l' Ildicron? .. Perdón, ¿entendieron?
a entrar en la casa. Los niños se miraron. Entonces, Pato
-¿Y esto? -dijo Águila, asustándose l.' 11<) rápidamente los ojos, apretó los labios,

de nuevo. 1I',1I.IIltÓ la respiración, chasqueó los dedos


-¿Qué pasa? -quiso saber Canari­ i I'rácata! ¡Águila y Centella paralizados!
to, llevando en la mano la jaula con Centella. -¿No crees que se equivoca? -habló
-Que la puerta está abierta y yo re­ 1',llC). .

cuerdo haberla cerrado bien. -Sí, pero rectificó enseguida. Deben


Al penetrar, pudieron observar varios I los nervios.
muebles y adornos volcados. -¿Te pregunto si no crees que se equi­
-Parece que tuvo visitas -comentó I Il .1 al no llamar a la policía? -aclaró Pato.

Pato. -Pienso que no, que tiene razón


- y con malas intenciones -secun­ 11ll1testó su amigo-o Yo haría lo mismo.
dó Canarito. -¿Ponerte nervioso?
Águila se echó en el sofá con las manos -¡No! ¡No llamar a la policía!
cubriéndose el rostro, mientras los muchachos -¡Pero algo hay que hacer! No nos
trataban de ordenar todo. Cuando pensaron l"lIlt-ll1os quedar con los brazos cruzados
que habían terminado, Canarito se sentó al .'1'11' y esperar que pase cualquier cosa.
lado del hombre y le pasó el brazo por enci­ -¿Y si tú y yo nos ponemos a inves-
ma de los hombros. I ií ',,1 I'?
32 33

-¿Qué? -respondió Pato-o ¿Tú jp I'S cierto?


estás loco? Quizás por la seguridad de que si la
-¿Por qué? ¡ i '~.,I ,\l' tornaba peligrosa pararían, o quizás

-Por varios motivos. Uno, el señor I~I\I 110 quedar como menos valiente yarries­
Águila no lo va a permitir. Dos, tenemos que 1I11I que su amigo, pero sobre todo por

pedirle permiso a nuestros padres, y éstos no 11111',,11' que Cata se salvaría sin su ayuda,

van ni a escucharnos; y tres, ¿qué sabemos 1'1It! decidió aprobar eso de convertirse en
nosotros de cómo llevar una investigación 1I1\"'~ligador privado, como en las películas y
criminal? 1 11 1.1'1 novelas policiales.

-Mira, no le decimos nada al señor -Está bien -aceptó.


Águila, tampoco le pedimos permiso a nues­ -¿ En seno.';> Entonces... ¿A m ';>
19O5.
tros padres, que no tienen cómo enterarse. - 1,A'mIgos.I
Además, no nos vamos a meter en ningún lío Ambos se mantuvieron sentados, pero
--agregó Canarito, 1',11011 sus cuerpos para ponerse de frente.

-¡Ya estamos metidos en un lío! Así, chocaron sus palmas de


-Me refiero a que no vamos a hacer .trI·iba hacia abajo y de abajo
nada malo, somos dos personas inteligentes bacia arriba, toparon _
y, si llevamos una lógica, podemos resolver
este problema. Si vemos que la cosa se com­
plica y hay peligros, pues nos detenemos.
-Pero si no somos culpables, ¿para
qué detenernos?
-¡Detenernos! ¡Quise decir: para­
mos lo que estamos haciendo y ya!
-¡ ·Ah'.
-Además, ¡hay que hacerlo por Cata!
No podemos quedarnos sin hacer nada mien­
tras ella está en manos de esos delincuentes.
34 35

sus puños cerrados y terminaron con sus ma­ di' quién puede ser e! secuestrador de su hija?
nos derechas bien apretadas, golpeándose el -No sé, no sé... Aunque se me ocurre
pecho de cada uno. I pl~ pueden ser los dos locos esos que vinie­

-¿Qué vamos a hacer ahora? -rom­ 11111 ayer a proponerme dinero para que no

pió Pato e! alegre momento-o ¿Por dónde p.lrticipara en la competencia.


empezamos? -¿Quiénes? -insistió el niño.
-Yo creo que debemos preguntarle a -Dos hermanos gemelos vestidos de
él -respondió Canarito, señalando al papá 'ris, uno alto y el otro bajito, que me amena­
de Cata-, para que nos diga quiénes piensa 1.lron si yo no me retiraba.
él que sean estos tipos, por qué hacen algo -¡Son los mismos que vimos llevarse
así, qué sabe él, no sé, cualquier cosa que no's .1 Cata! -soltó Canarito dando un brinco.

ponga en mOVImIento. -¿Sí? ¿Lo ven? ¡Son locos peligrosos!


-¿A nosotros? comentó Águila.
-¡Clarol -y es evidente que e! objetivo de ellos
-Pero si los que están paralizados (',\ evitar que usted participe, porque seguro
so n él y Centella. !',;lI1a la competencia con Centella ~dijo Pato
-¡Algo que nos ponga a investigar! IllUY serio-o Por lo que ellos van a participar
Ii' ¡Que nos ponga en movimiento! \' tratarán de ganar de cualquier forma.
-Estoy de acuerdo. -¡Sí, pero también puede ser que al­
-¿En qué? gllno de los inscritos haya contratado a esos
-En que los desparalices, para después ,,"jetos, porque yo no los conozco como cria­
ponernos en movimiento nosotros. dores o entrenadores de aves! -reconoció d
-¡Bien! lu)mbre.
Canarito hizo lo de siempre y... ¡Prá­ -¡Por tanto, si buscamos en la lista de
cata! Centella se sacudió las plumas y e! IlIs participantes quizás podamos encontrar
pobre hombre se limpió una lágrima. IIlla pista! -exclamó Canarito entusiasmado.
-Señor -le habló Canarito-, que­ -Vamos a ver -contestó Águila.
remos hacerle una pregunta: ¿usted tiene idea Se levantó a buscar el pape! con los
36 37

nombres de los inscritos en la competencia, -¡Claro que lo conocen! Es un viejo


avalando, sin darse cuenta, la decisión de in­ I p le' vive casi en las afueras de la ciudad, que
vestigar de los muchachos. -.j(·1l1pre anda con una capa verde y tiene el
-Deja ver... -musitó mientras leía ¡Ido largo y colorado.
de arriba abajo la lista-o No veo un nombre -¡Ah, sí! -recordó Canarito. Y di­
desconocido, un nombre nuevo... ¡No! No I igiéndose a su amigo-: ¿No te acuerdas de

hay nadie- en la competencia que merezca .lIll1d viejo que un día pasó por nuestro lado
sospechas. Aunque las inscripciones aún no 1 liando recogimos un gorrión que se había

están cerradas, la convocatoria cierra mañana. 1 .lÍdo de su nido y se largó a darnos un dis­
Pero aquí están todos los criadores conocidos I 11 rso sobre la reproducción de las aves?

y no creo que aparezca algún nuevo compe­ -¡Verdad que sí! -respondió Pato-o
tidor de última hora. lIno no tenía aspecto de ser malo o mafioso
-Fíjese bien, por favor -imploró (1 algo así.

Canarito-. Tiene que haber alguien. -¡Uno nunca sabe! -sentenció su


-No. Ya les digo, todos son gente .lIll1g0.
conocida y respetable... A no ser... -Bueno, niños, de todas formas lo
-¿A no ser quién? -lo apuró Pato. V;HllOS a saber cuando llamen pidiendo el res­
-A no ser el doctor Perico Iriguyen. 1 ;lIe, ¿no? --dijo Águila sentándose otra vez

-¿QLüén es ése? ¿Un mafioso? ¿Un 1 (>l1 tristeza y sin ánimo-o ¡Ojalá no me pidan

delincuente? -preguntó ansioso Canarito. dinero, porque no sé de dónde lo voy a sacar!


-Que yo sepa, no. El doctor Perico -Usted verá que todo va a salir bien
es un científico medio loco, según dicen, que trató de consolarlo Pato.
ha hecho cruces entre diferentes animales y ha -¡Cómo lo debe estar pasando mi
realizado experimentos genétícos con aves. Iliñita!
Ahora trabaja por su cuenta, porque lo echa­ -Bueno, señor Águila -intentó
ron por loco de la universidad donde estaba. ( :anarito cambiarle los sombríos pensamientos
-No lo conozco -aseguró Canarito. .11 hombre-, ya ordenamos todo. ¿Qué
-Yo tampoco -dijo Pato. qlLiere que hagamos ahora?
38 39

-Nada, hijos míos. Se han portado -¡Parece que los tipos esos pasaron
de maraviHas y no sé cómo agradecerles. por aquí! -sólo atinó a decir Canarito.
-No se preocupe -contestó Pato - j Esto está mal!
por los dos, sonrojándose-o ¿Está seguro de -Sí, pero con una limpieza mejora.
que no quiere que hagamos otra cosa? -¡Me refiero a que cada vez esto se
-Bueno, ¿pueden hacerme el favor !,one peor! -afirmó Pato con algo de mie­
de llevar a Centella hasta el aviario que ten­ do-o Vamos a llevar a Centella para la casa
go en el fondo de la casa? y darle la mala noticia al señor Águila. ¡CÓ­
-¡Cómo no! -y Canarito agarró la 1110 se va a poner ese hombre!

jaula-o ¡Enseguida volvemos! -¡Espérate! ¿Por qué no damos una


Ambos muchachos se dirigieron a vuelta por los alrededores y vemos si hay al­
un barracón, no muy grande, situado a con­ glín pájaro de los de aquí dando vueltas?
tinuación del patio trasero de la casa. Allí, -¿Dando vueltas? ¿Tú crees que los
Águila tenía muchas aves de varias especies, lIlarearon con alguna bebida alcohólica?
tenía la incubadora, jaulas de todos los ta­ -¡No! Digo que puede haber alguno
maños y toda clase de útiles que le servían V( liando por aquí.

para el adiestramiento de sus magníficos -¿Tú lo dices por si los dejaron es­
ejemplares. I :lpar y no se los llevaron?

Incluso estaba criando a dos hijos de -Claro. Además, puede haber una
Centella, uno de los cuales presentaba las hlicUa, una pista...
mismas características de su padre, lo cual -Es verdad. Vamos.
hacía que Águila se sintiera más orgulloso Los niños comenzaron entonces a
que el mismo Centella. I ('visar el patio y los alrededores del bana­

Cuando los niños entraron en el avia­ I ('lI1, sin encontrar nada. Ya iban a abando­

rio, no pudieron contener un grito de asombro. 11:11" la búsqueda cuando Canarito, detrás de
Hasta Centella se alarmó. Todas las jaulas es­ 1I1la gran piedra y entre la maleza, encontró

taban abiertas, había plumas por doquier y .lIgo.


ni un solo pájaro en todo aquello. -¡Mira esto, Pato! -gritó enseguida.
40 41

-,¡Guau! -fue la expresión de su I't... rsonas tan desalmadas! -gimió con ambas
amigo al llegar y ver aquello. Illanos puestas sobre su cabeza.
El cuerpo de un cernícalo yacía tira­ Los niños se quedaron muy impresio­
do allí y, lo más sorprendente, ¡sin sangre! liados por la angustia que reflejaba el rostro
-¿Será una de las aves de aquí? (Id padre de Cata cuando comenzó a revolver
-preguntó Pato. lodos los rincones del barracón y del patio en
-Sí -respond.ió su amigo-o Mira husca de sus aves.
ese arito que tiene en la pata. Es igual al que Buscó y rebuscó tanto que una a una
tiene Centella con las iniciales J .A. las fue encontrando, todas totalmente de­
-Esto se complica cada vez más. sangradas como el cernícalo. Así estaban el
-¿Por qué? ¡Es fácil: J .A. son las ini­ hermoso azor Adonis, los aguiluchos Ícaro y
ciales de Javier Águila! Pegaso"el milano Zaeta y otras muchas aves
-Me refiero a este asunto. Cada vez jóvenes 'que había estado entrenando y pre­
se enreda más. parando para futuras competencias.
-Sí, pero no podemos ocultárselo al -Parece que somos pésimos buscando
señor Águila, ¡vamos a decírselo! -susurró Pato al oído de su amigo-o No
Nerviosos y preocupados por tener encontramos nada y él en unos minutos ha­
que informarle de la mala nueva al padre de su lló cualquier cantidad de pájaros.
amiga, los niños se demoraron más de lo debi­ -¡¿Y los hijos de Centella?! -Águi­
do en confesárselo. Al fin lo soltaron y tuvieron la miró desesperado hacia todos lados-o
que seguir al hombre hasta el patio, pues al ¡¿Dónde están los hijos de Centella?!
enterarse corrió hacia allá como un bólido. Enloquecido, volvió a revolver todos
La desesperación se hizo presa de él los rincones del aviario y del patio, esta vez
cuando se enteró del secuestro de su hija, y ayudado por los niños, pero no hallaron rastro
alcanzó su clímax cuando vio lo que había su­ de los pichones descendientes del campeón.
cedido en el barracón donde criaba a sus aves. -¡¿Los habrán matado también?!
-¡Dios mío, qué he hecho yo para -los ojos de Águila buscaron respuesta en
merecer este castigo! ¡Cómo pueden existir los rostros de los muchachos.
42 43

-No, señor Águila... -Canarito -¿ Usted la revisó bien? -fue lo que


intentó buscar una frase que consiguiera calmar " 11' ocurrió preguntar a Pato.
al entrenador-, posiblemente los hijos de -Si, la estuve mirando y no encuen­
Centella estén vivos. 11
(1 1111 nombre sospechoso.
-Él tiene razón, señor Águila -dijo -No, me refiero a que si revisó las
Pato-, porque de haber corrido la misma I VI 's /TI uertas.

suerte de sus otras aves los hubiéramos hallado. -No... -dijo el papá de Cata y mi­
-¡¿Entonces dónde están?l -inte­ I t 1 ;¡ su alrededor con desolación.

rrogó a los muchachos. Se agachó para recoger el cuerpo de


-No sé... se los deben haber llevado... \( iunis y estuvo contemplando al azor du­
-ahora fue Canarito quien trató de hallar l,lIl1e un rato sin pronunciar palabra, como si

una explicación. ,1' hubiera quedado petrificado con el ave

-¡Sí, eso es -se apresuró Pato a llIuerta entre sus manos.


apoyar la idea de su amigo-, seguramente -¿Le ve algo? -se le acercó Pato y
los que estuvieron aquí se dieron cuenta del 11' puso una mano en el hombro.
valor de esos pichones y se los llevaron sin -No... -respondió mientras una
hacerles daño! Ugrima le corría por la mejilla.
- y si es así -concluyó Canarito-, -Revíselo bien, por favor -dijo
existe la posibilidad de que usted los pueda (:anarito, situándose en cuclillas junto al
recuperar. II()(nbre que sostenía al pájaro.
El señor Águila volvió a mirar a los Pero como Águila no atinaba a hacer
muchachos, pero esta vez su rostro mostraba liada, el muchacho metió sus dedos entre el
inexpresividad cuando musitó: plumaje y comenzó a deslizados suavemente
-¿Qué clase de bestia será la que le t.'ll sentido contrario al nacimiento de las
hizo esto a mis aves? I)lumas, sin encontrar ninguna herida en to­
-No sé... -Canarito no encontró do el cuerpo, ni en las alas, ni en las patas.
respuesta en esta ocasión -para mí, esa bes­ 'Iampoco en la cabeza observó signo de vio­
tia está en la lista de los competidores. lencia alguno, pero al deslizar sus dedos por
44 45

el cuello notó una protuberancia al tacto. Ca­ -¿Qué animal pudo haberles chupa­
narito apartó las plumas de ese sitio con los lit 1 la sangre? -volvió a preguntar Canarito.
dedos de sus dos manos y le dijo a su amigo: y l:1 mismo se respondió-: ¡No creo que por
-¡Mira aquí! ,lililÍ haya algún animal que haga eso!
-¡Tremendo rasponazo! ¿Te dude? -A no ser... -Pato se quedó pensativo.

-también se agachó Pato. -¿Conoces un animal así?

-¡No me refiero a mis dedos! ¡Mira -A no ser... -repitió Pato

para acá! Su amigo se dio cuenta de que una

-¿Qué es? 11 ka le rondaba la cabeza y lo alentó:

-Observa. -¡Vamos, Pato, suelta lo que estás


El aludido miró el sitio del cuello del I l l'llsando!
azor donde Canarito mantenía las plumas se­ -Es una idea absurda -dijo el mu­
paradas con sus dedos y observó dos pequeñas l Il<lcho-, pero estaba recordando a ese viejo

heridas circulares, como si hubieran sido loco...


practicadas con un punzón u arra objeto si­ -¿Viejo loco? ¿A cuál viejo loco?
milar. En sus bordes había rastros de sangre -A ese científico que botaron de la
coagulada. IIniversidad por hacer experimentos.
-¡Por ahí lo desangraron! -exclamó -¿El doctor Perico? ¿Tú crees que él
Pato, (''> el animal que se tomó la sangre? -pre­

-Sí -asintió su amigo-, ¿pero con .',lIl1tó Canarito.


qué? -¿El doctor Perico? -el papá de
-Parece la mordida de un animal ( :ata alzó la cabeza y miró inquisitivamente
-susurró Águila. ,ti Pato-o ¿Tú piensas que el doctor Perico
-¿De un animal? -dudó Canaritro-. haya... ?
Si hubiera sido un animal, habríamos encon­ -¿No es una posibilidad? -el mu­
trado sangre junto a los cuerpos de las aves. ( hacho enfrentó la mirada de Águila.
-O se las hubiera comido -agregó -¿ Una posibilidad de qué, Pato?
Paro con lógica. Canariro lo tomó por la manga de la camisa.
46 47

Pato dudó un instante antes de ex­ -¡Pues, vamos ya! -exclamó Cana­
presar su idea, pero al fin se decidió: I ¡lO entusiasmado.

-¡De que ese científico trastornado Y los dos amigos se dispusieron a ini­
haya logrado con sus experimentos una espe­ 1 i~lI' una aventura sin tener la menor idea de

cie de ave chupadora de sangre! I.IS consecuencias que pudiera traer.


-Eso es imposible -dijo Águila
con seguridad.
-¿Y por qué no?
-¡Porque las aves no tienen dientes
y para hacer lo que le hicieron a mis pájaros
se necesitaron al menos un buen par de col­
millos!
-Él tiene razón -dijo Canarito con
desaliento.
-Nosotros no tenemos idea de lo
que se puede lograr mediante la genética
-continuó Pato- y, a lo mejor, ese viejo lo­
co pudo lograr un bicho raro, un monstruo,
cruzando un ave con otro animal dentado.
-¿Con un cocodrilo, por ejemplo?
Es difícil-opinó Canarito, aunque recono­
ció-: pero posible. ¿Quién sabe?
El entrenador de aves los miró esta
vez con cara de no estar convencido, pero no
dijo nada.
-Aun así -insistió Pato-, ¡creo
que no estaría de más hacerle una visita al
doctorcito ese y así saldríamos de dudas!
49

rl' La leyenda de la cueva

',.llllrt: la Cueva Negra, se contaba la de un


Illllllbre que comenzó a cultivar en ella un
Imngo único y muy apetecido por las aves.
I kspués de cada jornada de trabajo, el hom­
11/ L regresaba al pueblo hablando de sus
,(vances, pero, aJ¡ mismo tiempo, los demás
pobladores notaban que enflaquecía, su piel
"L' iba tornando primero amarillenta y más
Al otro lado del monte que daba larde verdosa, en tanto unas profundas ojeras
nombre a la ciudad había una estrecha cañada Ilegras ganaban espacio alrededor de sus ojos.
entre dos altas peñas, por donde difícilmente Algunos vecinos, preocupados por la
algún vecino del pueblo osaba aventurarse. ..alud del hombre, se le acercaron para acon­
No es que el lugar en sí fuera peligroso, sejarle que dejara de trabajar unos días en la
sino que entre las cavidades existentes habia cueva, hasta que se recuperara. Pero el hom­
una que, con sólo mencionar su nombre, los hre esbozó una sonrisa amarga y les respon­
vecinos de Montebello se quedaban más se­ dió que no pasaba nada, que él estaba muy
rios que una lechuza, la piel se les ponía de bien y que no podía dejar de ir porque así lo
gallina y se les erizaban los pelos de la nuca requería el pacto que había hecho, sin dar
como un faisán. Eso pasaba siempre que se más explicaciones al respecto.
hablaba de la Cueva Negra.
N adie supo y nadie se atrevió a pre­
Era esta una de las más grandes cue­ guntarle nunca qué pacto era ese que no le
vas de toda la región. Al estar abierta en negra permitía descansar un solo día en bien de su
roca basáltica, su aspecto era tan tenebroso deteriorada salud. Pero después de aquella
que desde la llegada de los primeros pobladores conversación, se dijo que el hombre había
comenzaron a contarse horripilantes historias hecho un macabro convenio con Satanás o
relacionadas con ella, las qlle fueron pasando quién sabe con qué otro terrible demonio,
d(' hoca en hoc;-, has\-;l 1l1l{'S\ ros días.
que lo había poseído y lo tenía trabajando
bJlJl' 1:1.'1 tl'vl'lId:lS m~ís difundidas
como su esclavo en la Cueva Negra.
50 51

Transcurrieron varios días desde que pueblo como un sitio maldito, por donde
aquellos vecinos se decidieran a expresarle su ningún vecino debía aventurarse, so pena de
preocupación al hombre, mientras su estado correr la misma suerte qLle el infortunado
físico continuaba deteriorándose. Por las tar­ hombre.
des regresaba de la cueva cada vez con peor Por supuesto, nadie más se atrevió a
color, más enjuto y con andar cansino, como intentar el cultivo de aquellos hongos, a pesar
si sus fuerzas estuvieran a punto de agotarse. de que era un producto muy cotizado entre
Pero la inquietud se apoderó de todos cuando los criadores de aves. El solo hecho de pensar
un día, al caer la tarde, no lo vieron regresar en el horrible monstruo que se decía habitaba
como era habitual. De inmediato, se organi­ la cueva, era suficiente para quitarle las ganas
zó una partida de hombres que, armados de al más valiente.
azadas, viejas escopetas de caza y faroles, se Pasaron los años, la leyenda del
dirigieron a la cañada donde estaba la Cueva chupasangre de la Cueva Negra continuó
Negra. Al llegar, encontraron a la entrada el transmitiéndose de padres a hijos y, aunque
cuerpo sin vida del infeliz y vieron horroriza­ en estos tiempos modernos los avances de la
dos que estaba completamente seco, sin una ciencia y la tecnología apenas dejan espacio a
sola gota de sangre en su cuerpo, como un la fantasía, los habitantes de Monrebello, sobre
rubo de pasta al que le han extraído todo su todo los de más ed.ad, continúan hablando
contenido. Esto fue para ellos la confirmación con respeto y temor de la historia de la vícti­
de que había hecho un pacto con un demonio ma del macabro chupador de sangre.
y que, probablemente, dada la manera cómo No obstante, cada vez se observa más
habían sucedido las cosas y el aspecto que en los jóvenes de Montebello expresiones
presentaba la víctima, este demonio fuera de incredulidad e incluso de burla cuando se
una especie de chupasangre. recuerda el tema en las tertulias familiares.
Así corrió de boca en boca, de genera­ De hecho, algunos se atreven a replicar a sus
ción en generación, la leyenda del chupasangre padres que esas son historias demasiado fan­
de la Cueva Negra. La cañada del otro lado de tásticas e increíbles para ser tomadas como
Montebello se inscribió en la historia del ciertas, sobre todo ahora, en los tiempos
52

Un científico punk
donde el hombre pasea sus robots por Marte
y existe la Internet.
rf '­
Pero si los incrédulos jóvenes pudie­
ran penetrar unos metros den uo de la Cueva
Negra, tal vez cambiarían su opinión al ver la
oscura y tenebrosa figura que vigila la entra­
da con sus ojillos amarillos que centellean en
la oscuridad.
Después de asegurarse de que Águila
se quedara acostado, aunque sin dormir, y
aten to al timbre del teléfono por si alguien
llamaba para dar cuenta de su hija, los dos
amigos partieron excitados a investigar al 10­
1'0 del doctor Perico.
Ya llevaban dos cuadras caminando,
Pato callado y Canarito silbando constante­
mente, cada uno inmerso en sus pensamientos,
l"uando este último paró de chiflar y dijo,
l'omo hablando consigo mismo:
-Seguramente los que entraron en
la casa y en el aviario estaban buscando eli­
minar a Centena. ¡Fue una suerte que Águila
lo hubiera llevado a fotografiar!
-Sí, fue bueno que no estuvieran
l'1l la casa... ¡Espérate, Canarito! -y Pato se

IlUSO una mano en la fren te-o Acabo de re­


I ordar que a esta hora le prometí a mi mamá

1 omprarle una cosa.


54 55

-¿Qué? -¡Te lo dije! ¡Tengo buena memoria!


-Una medicina. -¿y cómo se llama la medicina?
-¿Entonces? -¡Ah, qué sé yo!
-Nada, que vuelo para allá, hago -¿Ves que no tienes tanta buena
eso tápido y voy corriendo para la dirección Illcmoria?
que nos dio Águila. - ¡Bah!. .. ¡Bueno, me voy que ya es­
-¿La tienes anotada? -preguntó IIlY muy atrasado!
Canarito desconfiado. Pato se despidió de su amigo como
-Sí, la anoté porque es una medici­ ."j<.:mpre lo hacían: chocaron sus palmas de
na con nombre raro. .m'iba hacia abajo y de abajo hacia arriba, to­
-¡No! ¡Me refiero a la dirección! ¿La paron sus puños cerrados y terminaron con
anotaste? . . us manos derechas bien apretadas, golpeán­
-No, me la aprendí de memoria. dose el pecho de cada uno. Después del ritual,
-No creo mucho en tu memoria. Pato se marchó corriendo a todo lo que daba.
Repítela, a ver -y Canarito sacó un papeli­ Canarito apuró el paso ajustándose la
to para leer y comprobar que su amigo se la mochila a su espalda y, sin detenerse, recorrió
sabía. el camino indicado en el papel mientras se­
-Tomar la calle Picaflor en direc­ guía pensando en todo lo ocurrido hasta el
ción oeste hasta el final. momento, sin dejar un solo segundo de sil­
_.y;¡
< . bar. Llegó hasta la casita del doctor Perico
-Después que uno pase las últimas todavía exaltado por la idea de estar conver­
casas empieza un caminito de tierra que atra­ tido en todo un investigador policial.
viesa unos campos sembrados de alpiste, ¿no? Observó que la casa del loco que
-se detuvo a respirar, pero antes de que su buscaba era demasiado pequeña y se hallaba
amigo le preguntara, prosiguió-: Al final de herméticamente cerrada. Era obvio que esta­
esos campos, a la entrada del Bosque Tupido, ba vacía y decidió entonces vigilarla desde
está la casa del loco ese. detrás de unos arbustos, mientras esperaba
-Está bien. Acertaste. también a su amigo.
56 57

Unos quince o veinte minutos más direcciones, corno comprobando si alguien


tarde, cuando ya tenía dormidas las piernas lo veía, y se internó en el Bosque Tupido. Así
por mantenerse en cuclillas, vio aparecer por Ic llamaban a aquella zona de aproximada­
el carnina la figura colorida del doctor Perico. mente ocho hectáreas, donde crecían árboles
Canarito lo recordó de su primer encuentro. de variadas especies, uno alIado del otro, de
El anciano era de poca estatura, casi menor cspesos follajes, descomunales troncos y
que el niño, con cejas muy rojas, ojos redondos, cnormes raíces que sobresalían del suelo.
grandes y negros, pelo abundante y colorado, E] niño, al ver que no llegaba Pato y
que llevaba peinado casi al estilo punk, yen­ que se le escapaba el doctor Perico, decidió
vuelto en su capa de intenso verde. Caminaba seguir al viejo por el mismo estrecho sendero
en cortos y rápidos pasos, dando la impre­ que serpenteaba entre las raíces.
sión de que avanzaba a saltitos. Recordó el cuento de Hanse} y Cre­
Abri61a puerta de su casa y desapareció tel, donde los niños iban dejando piedrecillas
dentro de ella. Pero medio minuto después en el carnina para no perderse, y quiso hacer
salía por una puerta posterior. Miró en varias lo mismo para indicarle a Pato, cuando éste
llegara, por dónde había ido. No se le ocurrió
nada mejor que ir arrancando pedacitos del
papel donde tenía la dirección, los que fue
dejando entre las raíces a medida que avanzaba
sin dejar de silbar, aunque bajito, por supuesto,
para que el viejo no lo oyera.
El avance fue lento, por lo dificulto­
so de caminar entre las irregulares raíces y
por la poca visibilidad, ya que sólo unos
cuantos rayitos de sol podían filtrarse entre
la vegetación y llegaban hasta el suelo en di­
ferentes direcciones, formando un entrama­
do de débil luminosidad. Canarito, por lo
58
59

menos en teoría, ya que en la práctica había Entonces puso su pie izquierdo en el


perdido de vista al doctor casi desde el prin­ ,'\egundo tajo. Tres excrementos cayeron sobre
cipio, no cejó en su objetivo y se limitó a se­ su cabeza. No lo podía creer. Volvió a mirar y
guir la senda, con la esperanza de hallar al 110 vio ningún movimiento entre las hojas, ni

huidizo loco. l .."cuchó un ruido que delatara a algún ave.

Así, recorridos 250 ó 300 metros, de Molesto, decidió continuar. Al levan­


improviso se encontró en un claro del bos­ lar su pie derecho para alcanzar el siguiente
que donde desaparecía el sendero. En ese escalón, una lluvia de caca se precipitó sobre
lugar se juntaban muchos rayos de sol en for­ ~l. No le quedó más remedio que bajar y
ma vertical, lo que provocaba una ilumina­ apartarse. De la molestia había pasado al
ción casi teatral, es decir, hecha con toda in­ susto, por enfrentarse a un hecho extraño y
tención por la mano del hombre para evidentemente con malas intenciones. Pero
producir el efecto de irrealidad que Canarito enseguida comenzó a invadirlo el miedo. Co­
percibía en aquellos momentos. mo por arte de magia, pájaros carpinteros,
Recorrió con la vista todo su alrede­ mirlos, palomas, avutardas, patos, zorzales,
dor. Se fijó en un enorme roble con el tronco golondrinas, cóndores, codornices y decenas
inclinado como a 45 grados, en el que habían y decenas de aves más, aparecían y se posaban
practicado pequeños tajos que ascendían has­ en los salientes de los troncos, en las altas
ta las primeras y altas ramas. raíces, en las ramas más bajas y hasta en el
«No hay dudas de que es una especie suelo alrededor de él. Todos con expresiones
de escalera y me servirá para llegar hasta la hurañas y aires de agresividad.
cima, usarla como mirador y ubicar al loco Canarito comprendió que le era im­
ese», pensó. posible huir y su miedo se fue convirtiendo
Dicho y hecho. Se acercó, puso el pie en terror. De repente, se escuchó una voz ra­
derecho en el supuesto primer escalón, cuando jada que retumbó en aquel claro.
de repente sintió algo en su hombro. Se miró y -¿Quiqui én senu?
comprobó que era caca de pájaro. Alzó su vis­ El niño no entendió, pero tampoco
ta, escudriñó el follaje, pero no encontró nada. hizo nada para entenderlo.
60 61

-¿Quiqui én sertu? .. ¿Quiquién ser Al llegar a las primeras ramas pudo


tutu .... ¿Q"
';l Ulen ser tu.
';l
distinguir al doctor Perico que se le acercaba
-¿Yo? -y Nelson se señaló el pecho desplazándose por una pasarela hecha de
con el índice tembloroso de su mano dere­ gruesas ramas.
cha, mirando hacia todas partes por no saber -Hola, yo soy Perico, ¿y tú?
de dónde provenía la voz. -Me dicen Canarito, señor.
-¡Sí, tutúl ¡Ha blabla! ¡Si nono ha­ -¿Y qué haces aquí, además de pasar
certulo, mororir! sustos?
-¿Qué? ~le costaba entender a -Lo... lo seguí, señor.
Canarito. -¿Para qué? Si se puede saber -y el
-jSisisi...! ¡Si no hacer, tú morir! anciano se sentó en un banquillo construido
El niño se asustó aún más con aquella a partir de la talla de un tronco.
amenaza. No podía articular ni una palabra. El niño dudó en responder porque
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para inten­ no sabía si debía o no contarle todo al vieji­
tar responder y, cuando su garganta iba a to. Sin embargo, la bonachona y simpática
emitir un sonido, otra voz distinta, algo cara del doctor Perico, más el hecho de ha­
aflautada, llenó el espacio. berlo salvado momentos antes, pudo más
-¡Bingo! ¡Bingo Silva! ¡Basta de que su resquemor.
bromas y dejen subir a ese muchacho! -Le contaré...
Las risas de los loros, cacatúas, papa­ -¡Un momento! Antes de contar­
gayos, guacamayos y cotorras acompañaron me, lávate la cabeza y limpia tu camisa y tu
esas palabras. Las otras aves movían sus colas, mochila ahí en aquella pileta -dijo el viejo .
graznaban, piaban o silbaban. Algunas, aún señalando hacia la espalda del niño-o Por­
más alegres, se revolcaban en la tierra o les que ese olorcito...
pasaban el ala por encima a sus compañeras. Canarito obedeció y en una especie
Canarito no entendía nada, pero su de estanque de madera, cruzando de un árbol
instinto le indicaba que debía subir por aquel a otro por otra pasarela, se aseó como pudo.
tronco hasta la voz que lo había salvado. De regreso se lanzó a contar toda la
62 63

historia del secuestro, del allanamiento a la ca­ -A Cata y a su papá, dirá usted.
sa de Águila y hasta de los animales desangra­ -No, dije a la ciudad. Las caracterís­
dos. El anciano lo escuchaba con atención y, a ticas de las muertes de esos pájaros de Águila,
medida que avanzaba el relato, su rostro ad­ me hace pensar en algo extremadamente ma­
quiría signos de una profunda preocupación. ligno. Y si es lo que me imagino, estamos
- ...Y pensamos que usted... -el niño ante la presencia de un ser perverso y muy
volvió a dudar. peligroso que amenaza a todos los habitantes
-Era un sospechoso. de esta ciudad.
-Sí. .. eso pensamos. -¿Y qué es lo que se imagina? -qui­
-Escucha, muchacho. Quiero que so saber Canarito palideciendo.
sepas que yo no podría hacerle daño a ningún -No quiero decirlo hasta que lo
animal y menos a las aves, que son mi espe­ compruebe.
cialidad. Yo las estudio, las investigo y hago -¿ y nosotros qué podemos hacer
experimentos genéticos sólo para mejorarlas. entonces?
-Es que... -Ustedes pueden continuar con su
-iEspérate~ Déjame terminar. Como investigación, pero sin arriesgarse. Te repito,
viste, todas las aves me quieren y nos comu­ si es lo que me imagino, resulta peligroso
nicamos perfectamente. Ellas son mi familia. aventurarse a que sean descubiertos. Vamos a
AquÍ, en las copas de estos árboles, tengo mi hacer una cosa, les voy a dar a Bingo para
laboratorio. Ese es mi secreto. Y si me anoté que los acompañe. Él será también el enlace
en la competencia es porque necesito dinero entre ustedes y yo.
pata continuar con mis trabajos. -¿Es su ayudante o algún pariente
-Pero ... suyo?
-¡Espera! Ya habiéndote aclarado lo -No. Te lo voy a presentar -y el
que hago y lo que pretendo para que me anciano puso las manos en su boca, en forma
saquen de la lista de sospechosos, deseo ad­ Jc pantalla y gritó-: ¡Bingo! ¡Bingo!
vertirte que, según lo que me cuentas, un Enseguida, un loro de plumaje verde
enorme peligro acecha a esta ciudad. intenso, cabeza roja y de ojos grandes y negros
(,"Í
65

se acercó dando pequeños saltitos por la pa­ hll" contagiosa que Canarito y el doctor
1.111

sarela. Después tomó impulso y se posó en el 1 I ¡eo no tuvieton más remedio que reír
1,

hombro del doctor Perico. El parecido entre I.Il11hién. En eso estaban cuando se escucha­
el ave y su dueño era increíble. 11)\\ ¡;ritos desde abajo.

-Él es Canarito -le dijo el anciano -¡Canarito! ¡Canarito!


señalando al muchacho. -¡Ese es mi amigo Pato! -saltó el
11 1\ 1chacho-. Lo estaba esperando.
-¿Él es Bingo? -preguntó asom­
brado el niño. -¡Ayúdame! -se escuchó un grito
-¡Bin gosil vava! -contestó dloro. IIds desesperado.
-Sí, Silva también, porque quiso -¡¿Qué te pasa?! -y el niño salió
ponerse apellido. disparado para bajar la original escalera y so­
-¿Fue él quien me hizo la broma? l"(lrrer a su amigo.
,-continuó Canaríto sin salir de su asombro. -Ha berbervis toto cuan doela cer­
-Sisí, sermí -habló el pájaro-o car sese...
Tudis cucul par. -Vio cuando se acercaba _.tradujo
-Este loro es especial. Es el resulta­ Perico.
do de un trabajo genético anterior, en el que _ymi gen tebombom bar dearlo
obtuve un ejemplar más hablador, más pen­ coco moatú.
sante, pero lamentablemente al hablar une y -¡Y lo bombardearon como a mí!
repite muchas sílabas. -comprendió Canarito.
-Sí, me di cuenta, pero se llega a en­ Todos rieron de nuevo.
tender -comentó el niño. El encuentro de los dos niños hizo
-¡Ah! y me salió demasiado burlón. reír también a los habitantes de aquel bosque.
Por tanto, hay que soportarle todas esas bro­ Una vez más, los muchachos chocaron con
mas pesadas -aclaró Perico. alegría sus palmas de arriba hacia abajo y de
-Noser pes adas. Broro magra ci osa abajo hacia arriba, toparon sus puños cerrados
-señaló Bingo y comenzó a reírse pronun­ y terminaron con sus manos derechas bien
ciando las sílabas ja, je y ji, mezcladas. Su risa apretadas, golpeándose el pecho de cada uno.
66

-¡Míqueque rersal udar coco motu­


tú! -chillaba Bingo, lo que provocaba más
risas en los presentes.
Entonces, Pato cerró rápidamente los
ojos, apretó los labios, aguantó la respira­
ción, chasqueó los dedos y... ¡Prácata! ¡Todos
los habitantes del bosque congelados en ridí­
culas posiciones!
-¿Qué es esto tan extraño, Canarito?
¿El viejo loco no es mafioso?
-¡Claro que no! ¡El doctor Perico, el
loro extraño ese y las demás aves son amigos
nuestros! Te cuento...
En cuanto Pato supo de la inocencia
del doctor Perico, además de conocer su
disposición a ayudarlos, Canarito cerró rápi­
damente los ojos, apretó los labios, aguantó la
respiración, chasqueó los dedos y... ¡Prácata!
¡Todos en movimiento!
Una vez que Pato lavó sus ropas
manchadas por las bromas de Bingo y su
pandilla, estuvieron prestos para regresar.
-¿y no llelle varme ayo? -sonó en
tono de reproche la cascada voz del loro.
-¡Claro que también irás, Bingo!
-le dijo su dueño sonriendo.
-¡Silsil vava, mite nerapel lido!
-protestó el pájaro.
68 69

-¡Sí, Silva, discúlpanos! -dijo Pato. quiere ver a nadie por allí en estos días
Fueron hasta el borde de la escalera y contestó el hombrecito.
el científico, con el loro posado en su hombro -Ellalla con ver tino dos enre nacu
I derecho, indicó a los niños un camino sólo ajos -terció Bingo.
I
~!
conocido por él -según les dijo-, que atra­ -¿En serio? -se preocupó Canarito.
vesaba el Bosque Tupido rransversalmente de -No le hagan caso a este pájaro
noroeste a sureste y acortaba el camino hacia -dijo el doctor-·. Lo que pasa es que ayer
la ciudad. pasamos cerca y cscuchamos unos ruidos ra­
-Hay otro más bonito y también ros por su casa.
corto que sale a la antigua parroquia, pero -¿y qué era? -se interesó aún más
tendrían que pasar por donde vive La Urra­ Canarito.
ca, y sé que en estos días está muy extraña. --Era La Urraca golpeando la tapa
-¿ Urraca, la bruja, dice usted? -se de un tarro de basura con un palo, debajo de
asombró Pato. la ceiba donde vive su búho Ataúd.
-¿La bruja Urraca vive por aquí? -¿y qué más vio? -insistió el niño.
11 -también preguntó Canarito. -No mucho. Ella colgó algo así co­
tll
li -¿ Ustedes conocen a La Urraca? mo una caja del alero del techo y después se
I -inquirió el hombrecito en vez de responder. escuchó un chirrido muy fuerte. Ahí me tuve
-No... -fue Pato quien habló-, que ir porque Bingo se asustó y regresó aquí
pero hemos oído hablar de ella. como un cohete.
-Todo el mundo en Montebcllo ha --Minono que rerser re nacu ajo
oído hablar de esa bruja y de Ataúd, su búho -saltó el loro.
-agregó Canarito-, pero pocos la han visto. -¿Qué estaría haciendo esa bruja?
-Pues sí, ella tiene su cabaña por ese -dijo Canarito pensando en voz alta, como
camino, en un claro detrás de unos eucaliptos. le gustaba hacer.
-¿y por qué dice usted que está ex­ -¡Qué sé yo! ¡Cualquiera sabe lo
traña? -quiso saber Pato. que se le ocurre a esa mujer! -sonrió el
-Porque me he enterado de que no doctor, y poniéndose serio añadió~: Bueno,
70 71

váyanse antes de que se haga tarde. Y recuer­ 1\'1'0 quién mejor que un científico, ¿no?
den mantenerme avisado de todo. . El doctor Perico tomó el cadáver del
-¡Claro que lo estaremos informando~ Idjaro que le ofrecía el niño, sacó unos an­
-le respondió Pato. 1~()jOS de su bolsillo y comenzó a examinarlo
- j y más faltando tan poco para la Jctenidameme. Después de detenerse en el
competencia! -añadió Canarito. cuello del pobre animal, su rostro palideció y
-¡Y lo que falta por hacer y lo com­ lln extraño brillo tomó su mirada.
plicado y peligroso de la situación! -concluyó -¡Tal y cómo me lo imaginaba! -di­
el cien tífico. jo en voz baja.
Entonces, el hombrecito despidió a -¿Qué pasa? -se alarmó Canarito.

Bingo con un beso y el ave voló hasta el -La forma en que murió esta ave

hombro de Pato. -respondió el viejo científico mirando al niño.

No bien bajaron unos peldaños, -No lo entiendo, señor -intervino

cuando escucharon el grito del doctor. Pato-o ¿Qué encontró? ¿Qué se imaginaba?

-jMuchacho, tu mochila! -Los agujeros que aparecen en el


-jMi mochila! -Canarito se puso cuello del animalito -y Perico miró ahora a
la mano en la frente-o jPor poco se me olvi­ Pato con aire sombrío.
da lo más importante! -¿Qué pasa con ellos? -se alarmó
Regresaron apurados y el niño sacó el muchacho.
de su mochila algo que se había robado de -Parecen mordidas de algo así como
casa del señor Águila. de un monstruo ...
-¡El cernícalo! -exclamó Pato-o -¡De un monstruo! -exclamaron
¿Cómo pudiste llevarte ese animal? los niños.
-El señor Águila no se dio cuenta -Sí... -los volvió a mirar más
-contestó Canarito-. Además, después se sombríamente aún- ¡De un terrible vampiro!
lo devolvemos. -¡Pero eso es imposible! -dijo Pa­
-¿Y para qué lo trajiste? to-. ¡Los vampiros no existen!
-Porque quería examinarlo bien. -Mira, hij o -explicó Perico-, los
72 73

que no existen son los vampiros que ves en _¿Y? -preguntaron los niños al
peLículas y en la tele. Pero el vampiro es un IInísono.
mamífero quiróptero... -Que nos enfrentamos a un ser ma-
-¡¿Qui qué?! -saltó Canarito. Idico y endemoniado.
-Quiróptero, los murciélagos son
quirópteros -siguió Perico-o Y los vampi­
ros son específicamente de la familia de los
desmodóntidos, es decir, con largos incisivos
que usan mucho por ser criaturas hematófa­
gas.
-¿Hema qué? -volvió a preguntar
Canarito.
-Que se alimentan succionando
sangre -respondió el doctor Perico.
~¿Esos animales existen? -se extrañó
Pato.
-Claro, viven en las selvas de Amé­
rica Central y del Sur.
-Yo pensé que los vampiros eran
seres imaginarios que la gente había inventado
para meter miedo -habló Pato-o Doctor,
¿y por qué dice que este es un terrible mons­
truo?
-Por el grosor de sus colmillos, por
la agresividad, por la rapidez con que destru­
yó a tantas aves en casa de Águila y porque,
si está amaestrado así, quiere decir que le han
hecho variaciones genéticas...
75
,f La dañina sombra de un árbol . .

¡nterés en el señor Águila? -le preguntó el


gordito sin mirarlo.
-No... no sé de qué... -tartamu­
deó Pato.
-¡No te hagas el tonto que nosotros
sabemos que fuiste ... ! -lo interrumpió el alto.
-¡Cállate, bruto! ¡No hay que decirle lo
que sabemos! -lo cortó el de baja estatura lan­
Pato esperaría a su amigo en la placi­
ta situada en la esquina de las oficinas de la zándole un manotazo por encima de Pato, que
recibió parte dd golpe con el codo del hombre.
COCA (Comisión Organizadora de la Com­
petencia de Aves), con el objetivo de vigilar -¡Pero no tienes que pegarme! ------con­
las entradas y salidas de los nuevos inscritos, testó el flaco, tratando de parar el manotazo
por si tenían suerte y descubrían algo. con su brazo derecho.
-Entonces, no abras el pico -le ot­
Sentado en un banco, Pato hacía un
recuento en su mente de lo sucedido hasta el denó su hermano. Y dirigiéndose a Pato,
momento, y al llegar al descubrimiento del cambió la inflexión de su voz hacia una más
doctor Perico, volvió a ponerse nervioso y, irónicamente tierna-: Mira, enanito mío,
por qué no decirlo, con mucho miedo. me parece que tú y tu amiguito están jugan­
do con fuego. Y les conviene parar, porque
De repente, y sin que pudiera verlos
llegar, dos sujetos se le sentaron a cada lado. de lo contrario...
Al mirarlos de reojo se dio cuenta de que -¡Les vamos a soltar a... ! -amenazó
eran las personas que menos deseaba ver en el alto y flaco, interrumpiendo a su hermano.
esos momentos: los gemelos de trajes y som­
-¡Pero cómo le vas a decir eso, im­
breros grises, con sus caras de lechuzas. A su bécil! -y el bajito le soltó varios golpes por
derecha el gordo bajito y al otro lado el largo detrás de Pato, que tuvo que agacharse para
y delgado. evitarlos-o ¡Te dije que te callaras, cretino!
-¡Contrólate, contrólate! ¡No me
-¿Quieres decirme por qué tanto
pegues así! -le gritaba el alto hundiendo su
76
77

cabeza entre sus manos-o Lo que pasa es -¿Y esto qué es? ¡Deténganse!
que yo tengo que hablar también, ¿no? Los gemelos, con un movimiento elec­
Una vez calmada la situación, el gor­ trizante se compusieron enseguida, tomando
do se acomodó en el banco, cruzó su pierna una actitud tranquila, pero innegablemente
izquierda y mirando a su alrededor se dirigió nerviosa a juzgar por sus miradas. Pato levan­
al niño: tó la cabeza y saltó de alegría al ver al recién
-Creo que te conviene decirme qué llegado.
han averiguado. -¡Inspector Gallo! -gritó y se pegó
-¡Pero señor, si no sé de qué me ha­ al hombre, abrazándolo por la cintura.
blan! -respondió Pato con voz de lamento,
rezando por dentro para que llegara Canarito
y así poder paralizar a esos hombres, de ma­
nera que pudieran pensar cómo salir de aquel
peligro.
-¡Vamos, vamos, muchacho! -lo
instó el gordo echándose hacia atrás el som­
brero-. ¿Qué saben? ¿Qué han visto? ...
-¿Sabes dónde tenemos a la niña?
-lo [mitó con sus preguntas el flaco.
-¡Pero cómo le vas a preguntar eso!
¿No ves que ahí le estás confesando que fuimos
nosotros? ---y el gordo, con mucha agilidad,
se paró en el banco inclinándose con las rodillas
en la espalda de Pato y comenzó a pegarle
una larga seguidilla de puñetazos a su herma­
no, que se defendía como podía.
De repente, una voz se impuso por
encima de aquel escándalo.
78
79

-¿Te estaban pegando, hijo mío? I lllOcimienros, por rectitud y por honestidad,
e
-le preguntó el hombre.
n~l yo. Así que hoy me citaron para darme el
-¡No, señor! ¡Era entre ellos! -res­ l ;Irgo.
pondió Pato-.. Pero me estaban amenazando. -¡Qué rico! ¡Felicidades, inspector!
-¡Largo de aquí! -ordenó el inspec­ -¡Gracias! ¡Gracias! -y el inspector
tor dirigiéndose a los gemelos-o jO llamo a ( ;allo se tocó el pecho con su mano, mientras
la policía!
hacía una simpática inclinación con su torso,
Los hermanos se miraron entre sí y como saludando a un imaginario público.
obedecieron sin chistar, no sin antes dirigirle -Sí, es un gran cargo, señor, pero no
al niño una fría mirada de odio.
estoy muy seguro de que lo pueda ejercer
-¡Qué bueno que pasó por aquí, -lo cortó el niño con su grave comentario.
inspector! ¡Me salvó! -le agradeció el niño. -¿Por qué dices eso, hijo mío?
-Sí, fue una suerte que viniera a la Entonces, Pato le contó todos los
COCA ¡Parece que hoyes mi día de suerte! sucesos y toda su investigación hasta el mo­
-¿y por qué, inspector? ¿Qué pasó mento. Para ello tuvieron que sentarse en el
en la comisión?
banco. El hombre no podía creer lo que escu­
-No sé si tú sabes, hijo mío, que Al­
chaba, por lo que a veces lo interrumpía con
batros, tu verdadero inspector, le dijo a la
exclamaciones de asombro. El niño finalizó su
directora del colegio que quería que yo lo
relato con la recién amenaza de los gemelos.
SUStltuyera.

-jPero es muy grave eso que me di­


-No, no lo sabía. ces! ¡Qué lástima que no se pueda llamar a la
-¿y sabías que él también es el juez policía hasta que no se sepa dónde tienen a la
principal de todas las competencias de aves niña y si corre peligro]
de esta ciudad, no?
-Lo que nos falta es una pista -dijo
-Sí, claro, lo hace todos los años. Pato convencido-o O saber dónde se escon­
-Bueno, pues también dejó una den los gemelos, porque ahí tendrán a la Cata;
carta donde le decía a la comisión organiza­ o dónde tienen a ese horrible vampiro, si es
dora que el único que podría sustituirlo por verdad que existe; o saber quién está detrás
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de todo esto y quiere ganar la competenei.1 ~ l llriosos, por lo que Pato no se sentía tan
como sea. ',lI\ilario, aunque se mantenía algo alterado y
. .
-Hijo mío, no sé cómo ayudar. p~­ IIlSIOSO por ver a su amigo.

ro cuenten conmigo para lo que sea necesa­ Poco tuvo que esperar para que llegara
no. { :;lIlarito acompañado por Bingo.
- j Usted podría ser útil con ese car­
Enseguida, Pato corrió hacia él y rea­
go, inspector! -saltó el niño-o Sólo tiene Ij/.aron los movimientos de siempre: chocaron
que decirnos, por ejemplo, quiénes son los ."us palmas de arriba hacia abajo y de abajo
extraños que se inscriben, no sé, quizás... hacia arriba, toparon sus puños cerrados y
-¿Extraños? -lo interrumpió el laminaron con sus manos derechas bien
hombre-o Ahora que dices eso, recuerdo lo apretadas, golpeándose el pecho de cada uno.
raro que me pareció ver en la lista de los úl­ y por el insistente pedido de Bingo, tuvo que
timos inscritos a La Urraca. hacer 10 mismo con las alas ddloro. Entonces,
-¿La bruja Urraca? Pato le informó de todos los acontecimientos
--Sí, y es extraño porque ella nunca que se había perdido, y en un segundo habían
había competido. decidido visitar a La Urraca.
-¡De verdad que es sospechoso eso! -¡Re nacucu ajo no! ¡Re nacuCu ajo
-dijo Pato pensando en ello. no! -gritaba el loro sin descanso.
-Bueno, hijo mío, ahora debo irme. -¡Cállate, Bingo, que no te va a pa­
No te quedes aquí por si vuelven esos delin­ sar nadal -trataban de calmarlo los niños.
cuentes. Recordaron que el doctor Perico les
-No se preocupe, inspector. Estaré había dicho que el camino salía por la antigua
alerta. parroquia y para allá fueron. A veces, Pato en
-¡Ah! ¡Y manténganme al tanto pa­ silencio y el silbido por 10 bajo de Canarito,
ra ver qué puedo hacer! pero en otras ocasiones charlando los tres
Y marchándose Gallo, el niño fue a amigos avanzaban por el camino de tierra
pararse frente a la COCA, donde sus puertas que se internaba en el bosque por la parte
veían pasar de vez en cuando a funcionarios menos tupida.
82 83

-Pensemos en esa bruja, Pato. -¡Yaya llelle gargar! -chilló el loro.


-Sí, lo primero es qué sabemos de ella. Sin darse cuenta, habían llegado al
-¡Queque con ver tirtir enre nacucu daro donde tenía su cabaña La Urraca.
ajos! -repetía Bingo. Vaúos árboles diseminados rodeaban
-Sabemos que no quiere a nadie la choza de la bruja, de cuya rústica chime­
por los alrededores -siguió Canarito sin nea de ladrillos, carcomidos por la erosión y
atender al pájaro en su hombro. el tiempo, salía una columna de humo que la
-Esa es oua cosa sospechosa débil brisa no lograba disipar. Se agazaparon
- contestó su amigo. detrás de un eucalipto. La Urraca se encontra­
-Exacto. Sabemos que también gol­ ba sentada a los pies de la ceiba donde vivía
peaba una lata, que colgó una especie de caja Ataúd. Llevaba una bata negra con capucha,
del alero y que se escuchó un chirrido. ¿Qué por donde sólo sobresalía una ganchuda y
explicación podría tener eso? larga nariz.
-¡Mama gia parara hacerer renana Los niños la vieron mover sus manos
cu ajosl -terció Bingo, pero no logró llamar detrás de una especie de mesita donde se veía
la atención. una enorme vela, un gran caracol de mar,
-No sé -dijo Pato-o Quizás esté cartas, semillas y papeles.
entrenando al vampiro. De repente, se escuchó un sonido
-¿Cómo es eso? continuo, agudo y metálico que fue crecien­
-Fácil. La caja que colgó es una es­ do, y cuando casi iban a empezar a dolerles
pecie de jaula donde tiene al chupasangre ese los oídos a los muchachos, cambió a estruen­
y lo entrena con golpes de lata y sonidos en dosos chirridos intermitentes.
vez de con palabras. -¡Conconmino nocon tartar! ¡Yayo
-jBien, Pato! -exclamó su amigo irirme! -chilló el loro acurrucándose en el
aplaudiéndolo-o ¿Ves que podemos ser tan hombro del niño.
inteligentes como para solucionar este caso? -¿Tienes miedo, Bingo Silva? -apro­
-¡Cálmate, Canarito! Todavía no vechó Canarito para burlarse en venganza a la
hemos resuelto nada. broma que le hizo el pájaro.
84

-Nono seser miemie dado -el ave


trató de justificarse-, minoqueque rerser
ren acu a)o.
-Un renacuajo es lo que pareces en
este momento, todo encogido y tembloroso
como estás -se desquitó Pato.
-¡Vamos, Bingo, que no se diga que
eres un cobarde! -le dijo Canarito.
-Yayo dedea cuercuer dodo... -asin­
tió el animalito con débil voz y la cabeza casi
metida entre las alas-o ¡Mimí nono de cirna
(i amas.1
I
obsevar, cuando el graznido de La Urraca es­
-Sí, no digas más. No te preocupes, tremeció el lugar.
que no dejaremos que te pase nada -lo tran­ -¡Niño! ¡Sal de ahí!
quilizó Pato, pasándole la mano por las plumas. El Pato se quedó congelado sin saber
-Oye, Pato, ¿por qué no te acercas qué hacer. Canarito y Bingo competían a ver
un poco a ver qué hace esa 'bruja? quién temblaba más.
-Está bien. Vaya ir hasta el arboli­ -¡Rápido! ¡Ven acá! -volvió a voci­
to que está allá delante. ferar la mujer.
-¡Agáchate! A los niños no les quedó más remedio
-¿Está mirando para acá? -quiso que salir de sus escondites. Sin embargo, Bin­
saber Pato, poniéndose en cuclillas sin espe­ go no obedeció y fue hasta una rama cercana.
rar respuesta. -Mimí noren acucu ajo... -sólo
-¡No! ¡Que te agaches allá cuando balbuceó al saltar.
llegues al árbol! Y ponte por la parte de la Pato y Canarito se acercaron despacio
sombra donde la bruja no te pueda ver. a la bruja, caminando bien juntos y con sus
Arrastrándose por la tierra, Pato llegó rostros pálidos. Se escuchó un sonido discor­
hasta el árbol. Se incorporó un poco para dante y la mujer se puso de pie.
86 87

-Espérenme aquí. Voy y vuelvo ¿No ves que está enfermo? ¿No ves que agarró
-dijo y fue hasta la cabaña, entrando por la esa alergia por ponerse a la sombra del litre?
puerta trasera. -¿Del qué?
Los niños, enmudecidos, la vieron ir. -Nadie se puede poner debajo de
-¿Qué... qué nos hará? -rompió ese árbol que se llama litre, porque ensegui­
Pato el silencio. da se hincha.
-No sé -respondió Can arito, y -¿En serio? -Canarito no lo podía
volviéndose hacia su amigo, de pronto el sus­ creer.
to se reflejó en su cara y gritó: -¡Te estás -¡Claro! Pero ahora le doy esta pas­
convirtiendo en un renacuajo! tilla y en unas horas estará bien.
-¿Qué? La mujer puso la píldora en la boca
-¡Te estás hinchando! ¡Todo tu de Pato y lo ayudó a beber del vaso. Después
cuerpo se está hinchando como un sapo! tomaron al niño entre los dos y lo llevaron
Efectivamen te, la piel de Pato había dentro de la cabaña, donde lo acostaron en la
comenzado a inflamarse como en una terri­ única cama.
ble erupción. Desde una rama del árbol que se dis­
-¡Me siento mal! -se desesperó el tinguía a través de los cristales de la ventana,
muchacho-o ¡Llama a mi mamá, Canarito! el búho Ataúd los miraba moviendo lenta­
En ese momento La Urraca salía co­ mente su cabeza de un lado a otro.
rriendo de su cabaña con un vaso en la mano. Cuando vieron a Pato medio dormido,
-¡¿En qué lo quiere convenir ahora, La Urraca y Canarito se sentaron en el come­
bruja?! -saltó Canarito como una fiera, ame­ dor a beber un jugo de naranja que ella sirvió
nazándola con sus puños-o ¡No lo va a tocar! amablemente.
-¿Pero qué te pasa, chiquillo? -chi­ -Disculpe, señora, por todo esto
lló la mujer. --dijo con dificultad Canarito-. Es que usted
-¡Paralízala, Pato! ¡Rápido, paralízala, tiene fama.
Pato! -gritó el niño dirigiéndose a su amigo. -Sí, de bruja. Eso es por mi nariz de
-¡Pero estás loco! -dijo la bruja-o gancho.
88 89

- y también por ser huraña y rara. hago con el sintetizador que alquilé!
-¿Yo rara? ¿Quién dijo eso? -¿Sintetizador?
-Disculpe, señora, pero una mujer -Sí, el que manejo desde la mesa.
que vive sola en estos parajes, vestida así y -¿La mesa de allá afuera donde tie­
que se dedica a hacer ruidos extraños... ne la vela y el caracol?
-¿Es por eso que llegaron hasta -Exacto.
aquí? -¡Qué equivocación, madre míal
o.... S'1, tam b"len.
- 1'N' -exclamó Canarito-. y nosotros que pen­
-Mira, no tienes que mentir. Yo lo sábamos que usted...
sé todo. Para eso soy bruja, ¿no? Yo sé quié­ -Sí, ya me imagino por todo lo que
nes son ustedes, qué están investigando y que están pasando. ¡Pero eres muy valiente! Allá
hasta piensan que soy sospechosa. afuera defendiste muy bien a tu amigo y me
-No, lo que pasa... amenazaste con tus puños y todo.
-¡No mientas te dije! -lo inte­ -Disculpe, es que...
rrumpió La Urraca-o Mira, voy a explicarte -Mira, ¿quieres el consejo de una
algo. Esos ruidos que hago son para entrenar bruja?
a Ataúd. Me interesa ganar la competencia -¡Claro!
para poder arreglar esta cabaña que se está -Guarda tu valentía para cuando
cayendo. llegue el momento, porque lo que les espera
-¿Entrenar a su búho dice? es demasiado peligroso.
-Bueno, es la única ave que poseo. -¿Qué sabe usted... ? -rogó el niño,
Pero como es nocturna, es decir, de día sólo acercando su asiento al de la mujer.
duerme, tengo que mantenerla despierta con -Sólo puedo decirte... ¡lo que me ha
esos ruidos. dicho Ataúd!
-Disculpe la pregunta, pero ¿y esa -¿y qué le ha dicho?
caja que cuelga del alero? ¿No es una jaula? -¡Lo que siempre sueña! ¡En las
-¿Qué jaula de qué? ¡Es un bafle cuevas está todo! ¡Y lo que buscan específica­
que puse ahí para amplificar el sonido que mente está en la Cueva Negra!
-¡Qué!
90

Pero La Urraca no pudo continuar


explicando. Unos golpes en la puerta de en­
rf La amenaza del monstruo ..

trada de la cabaña la sacudieron completa.


-¡Qué hiciste vieja loca! ¡Abre ahí!
La voz del doctor Perico retumbó
desde afuera, quien avisado por Bingo, ense­
guida corrió junto a su loro y decenas de aves
hasta la cabaña de la bruja. -Yoyo tete nermu chocho mimi
-¡Tu sol tarre nacucu ajos! -chilló edo... -musitó el loro y las plumas rojas de
Bingo. la cabeza se le erizaron.
Menuda sorpresa se llevaron cuando, -Nosotros también, Bingo -confesó
al abrirse la puerta, vieron aparecer la cara el doctor Perico, y otro tanto ocurrió con su
sonriente de Canarito. melena punk de igual color.
Todos rieron por un buen rato al en­ -Sí, todos estamos muertos de mie­
terarse de lo ocurrido. do ---dijo Canarito-, pero La Urraca nos
Pero la alegría duró hasta que La aseguró que en la Cueva Negra está lo que
Urraca volvió a repetir sus últimas palabras. buscamos.
La sola mención de La Cueva Negra provo­ -Además, falta ya muy poco para la
caba demasiado miedo. competencia -agregó el profesor-, por lo
que debemos salvar a esa niña y descubrir
quién o quiénes desean impedir que Águila
compita con Centella.
Una vez que abandonaron la cabaña
de la bruja, donde quedó Pato recuperándose,
decidieron echar un vistazo a la Cueva Negra,
a pesar de que Bingo estuvo en desacuerdo
total. Se adentraron en la estrecha cañada que
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daba acceso a la oscura caverna. Ya estaban Al cabo de un par de minutos regresó muy
próximos al lugar, cuando escucharon voces excitado:
y una especie de silbato que los hizo detener­ -¡Unmons trutrutruo! ¡Ahí habhab
se y buscar protección detrás de una de las er un mons trutruo!
grandes rocas que abundaban allí. -¿Qué monstruo es ese, Bingo? -le
-¿Quiénes serán? -preguntó Ca­ preguntó el profesor Perico en tono de incre­
narito en voz baja. dulidad.
-Bingo, averigua quiénes están ahí -¡Serpa jarro en norme! ... Pepe erono
-le ordenó el profesor Perico a su loro. serpa jarrro!
-¡Yoyo noquer erer! -se negó el ave -Espérate, espérate, Bingo. ¿Cómo es
moviendo su cabeza. eso de que es un pájaro, pero no es un pájaro?
-Si fueras tan valiente como bro­ -¡Porqueque noten erplu mas!
mista, ya estarías cumpliendo mi orden -le -¿ Un pájaro que no tiene plumas?
reprochó el científico. -Canarito abrió los ojos en señal de sorpre­
-Es tata bibien... -accedió el loro sa, pero enseguida se burló-o ¿Entonces es
avergonzado-, mimi ira verver, pepe ro si­ calvo?
papas arme al gogo de cira mishi josjos -¡Nono! ¡Tete nersu cucu erpo llelle
queyo yomomo rirconho nonor. node pepe los!
-¿Qué dijo? -Canarito no pudo -¡¿Cuerpo lleno de pelos?! -excla­
entender. mó el niño.
-¡Decir a mis hijos que yo morir Al escuchar aquello, el profesor Perico
con honor! -tradujo Perico, y se dirigió al se tornó sombrío y musitó con visible temor:
pájaro-o. ¡Déjate de dramatismo, Bingo, que -¡El vampiro!
ni siquiera tienes novia! ¡Anda a ver quiénes -¡El monstruo chupasangre! -Ca­
están hablando y si1bando! narito se sobresaltó.
El loro levantó el vuelo y dio una vuel­ -Sí, mi amigo -asintió con grave­
ta a prudencial altura, mientras el muchacho dad el viejo de la melena punk-, sin dudas
yel científico lo observaban desde su escondite. ese monstruo que dice haber visto Bingo
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fue quien les chupó la sangre a las aves de -Pero no debemos irnos sin siquiera
Águila. ver qué hacen -opinó Canarito en una
-¿ ~ además de chupar sangre, habla? muestra de valentía.
-hizo Canarito una pregunta importante. -Está bien -aceptó el profesor
-¡Nono! ¡Nose rel momons trutruo Perico-, vamos, pero con mucho cuidado.
qui enha blablar! -se apresuró Bingo en la Esto es demasiado peligroso.
aclaración. Se deslizaron entre las rocas para tra­
-¿No es el monstruo quien habla? tar de situarse en una posición desde la que
¿y entonces quién lo hace? -el niño insistió pudieran observar lo que hacían los gemelos
en saber. con el vampiro. De más está decir que Bingo
-Serdos titi posmu yr aros -dijo el se quedó esperándolos lejos del peligro. Al
loro. fin consiguieron subir a una alta peña, desde
-¿Uno alto y otro bajito muy pare­ la cual tenían una buena visibilidad de la en­
cidos? -saltó el niño. trada de la Cueva Negra y de una explanada
-Sisisí. no muy grande que había delante. Canarito
-¡Ésos fueron los que secuestraron a y Perico sintieron que un sudor frío recorrió
Cata! -exclamó Canarito. sus espinas dorsales cuando vieron al mons­
El doctor se pasó la mano por sus pe­ truo, que en ese momento colgaba desde una
los parados. especie de percha de madera situada junto a
-¿Qué hacemos? -continuó el la entrada de la tenebrosa caverna. El peludo
muchacho. y negro cuerpo era aproximadamente del ta­
-No sé... -vaciló el aludido-, es maño de un águila real, por lo que calcularon
peligroso acercarse con ese monstruo ahí, al que sus alas abiertas debían sobrepasar am­
parecer esos dos tipos lo han entrenado para pliamente un metro de envergadura.
que cumpla las órdenes que ellos le den. -¡No sabía que un murciélago podía
-¡Meme van van chuchu par san ser tan grande! -dijo Canarito con voz casi
gregre a yayo! -dijo Bingo con un temblor imperceptible, pero que denotaba la terrible
que lo sacudió desde el pico hasta la cola. impresión que aquello le causaba.
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-¡Ni yo! -dijo el doctor Perico, -¡Y el gordo le ordenó al vampiro


tanlbién muy impresionado. Pero se sobrepuso que la atacara!
al temor que sentía cuando le preguntó a su En efecto, al salir volando la paloma de
amigo-: ¿Viste ese gavilán que está en una la jaula, el otro le dio la orden al vampiro de
jaula, allá, más al fondo? «¡matal». No más escuchó esa palabra, el mons­
-¡Sí! ¡Es impresionante! -exclamó truo se lanzó a gran velocidad sobre la indefen­
Canarito-. ¡Ése debe ser el que tienen para sa ave y la arrastró con el peso de su cuerpo has­
competir! ... ¡Y hay dos pájaros más encerra­ ta la tierra, donde la aprisionó con sus patas y
dos allá atrás! entre sus alas membranosas para clavarle los
-Parecen dos pichones de halcones colmillos en el cuello y chuparle la sangre.
peregnnos. -¡Qué horror! ¡No quiero ver eso!
-¡Esos son los hijos de Centella! -exclamó Canarito aterrado.
La sorpresa de ver todo aquello cada Escucharon el grito de «¡para!» y el
vez los ponía más nerviosos y excitados. vampiro enseguida dejó 10 que estaba hacien­
-¿Y qué hacen esos tipos ahora? do. Entonces, al grito de «¡vuelve!», retornó a
-preguntó el hombrecito. su lugar, colgado de cabeza en su percha a la
-Por 10 que veo, discutir. entrada de la cueva, muy cerca del niño y el
-No, yo digo además de discutir. hombrecito.
-Parece que le están enseñando algo Perico se volvió muy serio hacia su
al vampiro. amigo, con el rostro contraído por la impresión
-¡Sí, mira -señaló Perico-, el que le causara 10 que acababan de presenciar.
gordo le gritó «¡vuela!». ¡Así es como contro­ Al fin dijo:
lan y entrenan al vampiro! -¿Te das cuenta?
-¡Es verdad! ¿Pero qué hace el flaco? -¿De qué? -preguntó el interroga­
-No sé, está abriendo una jaula... do sin entender la intención del hombrecito.
¿Para qué será? -¡De que están enseñando al vampi­
-¡Ya 10 vi! -señaló Canarito-. ¡Es ro para que ataque en vuelo a las aves que
una paloma que el alto flaco soltó! participen en la competencia!
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-¡No lo puedo creer! ¡Así piensan doctor -respondió el niño-o Necesito que
matar a Centella y ganar con su halcón! usted vaya a casa de La Urraca y, si Pato está
-¡Exactamente] -y el doctor se pasó mejor, aco'mpáñelo a su casa, por favor.
una vez más la mano por su pelo erizado-o -Eso no es problema.
De la misma forma en que mucha gente -Bien, entonces le dice que se ponga
practica la cetrería. en contacto con su tío Pelícano, el prefecto de
-¡¿Ce qué?! -preguntó el niño. policía, y le cuente todo para que atrapen en­
-Cetrería. Es una especie de depor­ seguida a esta gente antes de la competencia.
te en el que se hacen competencias con aves -Muy bien, ¿pero qué vas a hacer tú?
de rapiña, a ver quién mata más rápido y más -He pensado que si me quedo aquí
elegantemente a unas inocentes palomas. y sigo a los gemelos cuando salgan, podrían
-¿Hay gente que hace eso? llevarme hasta donde tienen a Cata, ¿qué le
-¡Claro! Y entrenan igual a sus aves. parece?
¡Tenemos que hacer algo, Canarito! -Es una buena idea, pero muy peli­
-¡Si Pato estuviera aquí, ya los hu­ grosa -afirmó Perico-o Tienes que hacerlo
biéramos paralizado y acabado con ellos! con mucho cuidado.
-¿Qué dices? -No se preocupe.
-No, no me haga caso, doctor. -Te quedas con Bingo, por si acaso.
y ambos regresaron por donde habían -¡Yayo cui cui cui da ara tú!
llegado, pero en esta ocasión con muchas más Se despidieron, no sin que antes el
precaUCiOnes. doctor repitiera lo peligroso de la situación y
Al llegar adonde los esperaba Bingo, los consejos de ocultarse muy bien.
y después de silbar por lo bajito durante el Alrededor de veinte minutos duró la
camino, Canarito comenzó a moverse in­ espera. Los gemelos salieron discutiendo
qUieto. ahora sobre a quién le tocaba llevar un bolso
-Tengo la impresión de que estás que había que manipular con cuidado.
tramando algo -le dijo Perico. Canarito y Bingo los siguieron como
-Sí, se me ha ocurrido una idea, estaba planeado. Pero no fue fácil. Como el
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terreno era irregular, a veces para salvar una Después de un buen rato de camino,
roca tenían que mostrarse demasiado y con arribaron a un pequeño cerro donde se
las frecuentes peleas de los hermanos era po­ abrían las bocas de dos cuevas muy parecidas.
sible que los descubrieran, por lo que el niño Los gemelos entraron en la ubicada a
tenía que lanzarse a tierra lo más rápido posible, la derecha y Canarito intentó hacer lo mismo,
llenándose de polvo y recibiendo golpes y pero Bingo no le dio tiempo.
arañazos. Bingo, en cambio, optó por volar Voló hacia la de la izquierda, graznán­
de piedra en piedra, sufriendo por no poder dale bajito «es pepe rar mú>, y desapareció en
hacer alguna broma de las tantas que le pasa­ la caverna.
ban por su mente. Canarito lo esperó obedientemente
durante un rato. Casi a punto de impacien­
tarse, llegó Bingo posándose en su hombro.
-Tutú popo deren trar.
-¿En ésa? Pero si ellos entraron en la
otra.
-Yayo coco nono cer. Las dose u
unen.
-¡Ah! ¡Qué inteligente es mi lorito!
¡Vamos entonces!
Entraron en la cueva, que era pequeña,
y fueron sin dificultad hasta una bifurcación,
donde tomando a la derecha por una corta
galería llegaron a la otra cueva.
Canarito asomó la cabeza para tratar
de descubrir la prisión de Cata. Pudo obser­
var una cavidad rocosa mucho más ancha y
alta, pero también mucho más arreglada y
adaptada a las necesidades de sus moradores.
102 103

Se veían mesas, sillas, archivos, libros, algunas -¡Cállate, Bingo! ¡Déjate de bromas
herramientas, armas y variados cachivaches. ahora! Mira, tengo una idea. Antes de irnos,
Como adorno, en repisas adosadas a las pare­ me hace falta que vayas y le digas a Cata que
des de la cueva, numerosas aves disecadas. no se preocupe, que la vaya salvar.
Los gemelos estaban de espaldas a él, -¡Tutú es tarlo coco!
sacando una cantina con comida del bolso y -No, no estoy loco, tú puedes fácil­
dándosela en las manos a la niña, que se en­ mente llegar hasta ella.
contraba en una enorme jaula cerrada con -¿Coco momo moco... ? ¿Cómo?
candado. -Te paralizas como una estatua y
Canarito sintió lástima por su amiga. vas desplazándote entre las aves disecadas co­
Se veía algo sucia, demactada y sin ánimo ni mo si fueras una de ellas. ¡Así no se darán
para comer. De todas formas, el mismo cos­ cuenta!
quilleo de siempre comenzó a recorrer su estó­ -¡Tutú es tarlo coco!
mago. «Sí -se dijo-, esa niña me gusta más -¡Hazlo, dale, que estamos apurados!
que un helado de chocolate con almendras». El niño siguió con la vista al loro, que
A él mismo le dio gracia su compara­ desde su hombro había saltado a la repisa
ción, por lo que no pudo aguantar una sonrisa, más cercana, alIado de dos cuervos disecados.
que enseguida se le congeló en el rostro para El ave imitó la misma posición amenazadora
dar paso a una expresión de asombro. de sus vecinos y cuando con el rabillo del ojo
En ese instante, los gemelos se ha­ vio que los gemelos estaban entretenidos co­
bían movido de posición, dejando en el miendo, saltó a otra repisa, cayendo al lado
campo visual del niño a otra persona que de un guacamayo y una cacatúa. Enseguida
acompañaba a Cata en su encierro: ¡el ins­ abrió las alas para imitarlas y así continuó
pector Albatros! avanzando hasta acercarse lo más que pudo a
-¡No lo puedo creer! ¿Para qué se­ la niña. Pot supuesto, provocándole sustos a
cuestraton también al inspector? Canarito, porque al tomar confianza en lo que
-Por queque lespu soso una nono hacía, comenzó a paralizarse con poses ridícu­
tata en el ex pepe diente. las, como bailando, modelando, agonizando,
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haciendo caca y otras que se le ocurrían para


divertirse.
Por fin, en plena pelea de los herma­
nos por ver quién tomaba la última gaseosa
que habían traído, Bingo voló hasta la niña
para darle el recado. Canarito suspiró alivia­
do, cosa que también le duró poco, porque a
Bingo le daba muchísimo trabajo que Cata
lo en tendiera, lo que provocó una tremenda
desesperación en el niño, además de que es­
taba latente el peligro de que los hombres lo
descubriesen.
Al fin, Canarito se dio cuenta de que
la niña había entendido, porque ella giró su
cabeza hacia donde él estaba y, al verlo, sonrió
esperanzadoramente. Al niño se le doblaron
las rodillas de emoción.
Bingo hizo el camino de regreso con
más desplante que la ida, incluso posándose en
la cabeza de un cóndor, poniéndose como si un
águila lo estuviera cargando y besando a una lo­
ra en el pico, mientras levantaba una pata.
-¡Vamos, Bingo! -le dijo el niño al
llegar-o ¡Sé dónde y hasta con quién la tie­
nen! ¡Ya no tenemos nada que hacer aquí!
A veces corriendo, otras caminando
apurado, sólo descansando cuando la sofoca­
ción era inaguantable y silbando a todo
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pulmón, Canarito llegó a su casa, dirigiéndo­ -¿La viste?


se directamente al teléfono de su habitación -Sí, cuando fuimos y agarraste la
y saludando apenas a sus padres. Bingo voló alergia, ¿no te acuerdas?
por fuera hasta la ventana abierta del mucha­ -¡No! ¡Me refiero a si viste a Cata!
cho, para que no lo vieran. -¡Claro!
-¡Aló! ¿Con Pato, por favor?
-¿Y te vio?
-Con él.
-Sí, y parece que se puso muy con­
-¡Con Pato!
tenta -le informó Canarito.
-¡Con él! ¡Con Pato estás hablando!
Un silencio se produjo del otro lado
¡Qué enredo! de la línea. Los celos de Pato comenzaron a
- 1.Ah'.... (la / b'len.
I
.v estas despertarse.
-Sí, fue un momento de confusión._.
-¿Pato? ¿Estás ahí?
-¡No! ¡Me refiero a si ya estás bien
-Claro, no voy a estar allá.
de saludl -quiso saber Canarito. -Oye, ¿y sabes con quién está Cata?
-Sí, por suerte. ¿Y tú? -le preguntó Canarito.
-No, yo no me enfermé. -¿Cómo? ¿Tiene novio?
-¡Que cómo te fue! ¡Cuéntamel -¡No! ¡Te digo que si te imaginas
-Está bien, pero primero dime si le con quién está encerrada!
avisaste a tu tío Pelícano. -No, ¿cómo voy a saber si yo no fui?
-Sí, pero no me creyó. Dijo que ¡Tú fuiste el que... !
esos son Inventos nuestros porque tenemos -¡Con el inspector Albatros! ¡Lo se­
mucha imaginación ~le contó Pato. cuestraron también!
-¡No lo puedo creer! ¡Ahora sí que -¿Queeé?
esto se complica! -¡Lo que oyes!
-¡Pero cuéntame, Canarito! -¡Pero eso es increíble, Canarito!
-¡Ya sé dónde tienen a Cata! ¡En las -Lo mismo dije yo cuando lo vi.
cuevas está todo, como decía La Urraca! -le -¿Dijiste «pero eso es increíble,
hizo saber Canarito. Canarito?» -bromeó Pato.
lOS
~ Dos niños y un loro al rescate

-Sí, pero sin el Canarito -contestó


el amigo.
-¿Averiguaste qué le van a hacer?
-preguntó Pato.
-No. Pero mañana temprano hay
que hacer algo. ¡Por lo menos a ella la saco de
ahí como sea!
-¡La sacamos! -aclaró Pato algo
molesto. Las diez de la mañana era la hora fi­
-Claro, la sacamos. jada para el comienzo del evento. En ese
-Mañana es el día, entonces. momento se reunían todos los competidores
-Mañana es. con sus aves, los técnicos, jueces y el bullicio­
-Chao. so público. Se daba el discurso inaugural de
-Chao. bienvenida y se celebraban las graciosas com­
Ninguno de los dos pudo conciliar el petencias de habilidades con los habitasntes
sueño en las primeras dos horas. La idea de inscritos, antes de hacer el llamado para que
salvar a la niña, la idea de cómo hacerlo an­ los concursantes tomaran posiciones con sus
tes de la competencia y miles de cosas más se aves en la línea de partida.
atropellaban en sus mentes. Y la excitación Por eso, a las ocho de la mañana, ten­
del romance y la aventura los animaba. Por sos, nerviosos y con mucho miedo, Canarito,
lo menos hasta cuando llegaban a pensar en Pato y Bingo recorrían el camino hacia la
aquel terrible monstruoso chupasangre. cueva donde estaban secuestrados Cata y el
inspector Albatros. No lo pudieron hacer an­
tes porque habrían despertado las sospechas
de sus padres.
Tampoco convencieron al tío de Pato,
ni podían denunciat nada a la policía. Sabían
que nadie les creería. Mucho menos sus padres,
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los cuales seguro iban a tratar de sacarlos de Cuando asomaron sus cabecitas para
tantos supuestos peligros, como es lógico. No observar y poder elaborar un plan acorde con
quisieron decírselo al señor Águila para no la situación, lo que vieron y escucharon los
causarle sufrimientos, pero, sobre todo, para dejó boquiabiertos.
evitar una reacción que echara a perder el res­ -¿Le dieron comida al vampiro? -de­
cate. El doctor Perico, además de estar muy da la voz conocida de un hombre, al cual no
viejo, estaría alIado de Águila en la competen­ podían ver por encontrarse en un rincón
cia; La Urraca participando, y el inspector Ga­ donde la débil iluminación no alcanzaba.
llo en su condición de juez principal. -No, como nos ordenó, lleva un día
Por eso, estaban solos en aquella sin comer -contestó el gemelo gordito-o
aventura. ¿Cómo iban a salvar a la niña y al Debe tener ganas de chuparle la sangre a un
inspector Albatros? Aún no lo tenían claro, elefante.
pero sabían que su don especial para parali­ -¿ y Mefistófeles? -contin uó el
zar al mundo a su alrededor era un arma muy hombre.
poderosa en aquellas circunstancias. -Nuestro gavilán está listo para la
Llegaron frente a las dos cuevas y se in­ competencia, señor -respondió ahora el fla­
ternaron por la de la izquierda, la misma que co, que hizo un gesto de defensa ante la rabia
habían usado Bingo y Canarito el día anterior. contenida de su hermano al oírlo hablar.
-¿Qué saben de esos mocosos?
-volvió a preguntar la voz.
-Nada, señor -respondió rápido el
gordo y bajito para adelantarse a su hermano.
-Escuchen bien -rugió el hombre
desde las sombras-o He gastado mucho di­
nero en esta operación, soporté estar entre
niños majaderos para facilitar la captura de
esta chiquilla y ahora vaya ser el juez princi­
pal. En fin, si algo falla, ¡les juro que ustedes
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serán la comida de ese monstruo! Con más miedo por la sorpresa y, por
-¡El inspector Gallol -balbuceó Pa­ tanto, con más precaución, volvieron a
to escondiéndose, cerrando sus ojos y pegando asomarse al salón de la cueva de alIado.
todo su cuerpo contra la pared de la caverna. Vieron a Gallo saliendo con el ves­
-¡Increíble! -lo secundó Canarito tuario y los aditamentos requeridos para su
moviendo su cabeza como un péndulo. función de juez.
-¡Yoyo melo ima giginé! -susurró -¡Tú! -dijo señalando al gordo-o
Bingo en tono de broma, pero los niños ni ¡Ve a buscar al monstruo y escóndelo cerca
caso le hicieron. de mí, por si hace falta usarlo! ¡Después, pre­
-¡Por eso secuestró a nuestro ins­ séntate en la competencia con Mefistófeles y
pectorl -habló Pato como para él. hazlo con toda naturalidad! ¿De acuerdo?
-¡Claro[ -respondió su amigo, -¡Sí, señor! -respondió el bajito.
también muy bajito-o Por eso llamó a Cata -¡Y tú! -le tocó ahora al alto-o
ese día con la excusa de regañarla a esa hora, ¡Te quedas aquí vigilando a estos dos! ¡No
cuando todos se habían ido del colegio. quiero que se te escapen a última hora!
_¡Y después sustituir también a Alba­ ¿Entendido?
tros en la competencia! ¡El plan era perfecto! -¡Sí, señor! ¡No se preocupe! -res­
-siguió pensando Pato en voz no muy alta. pondió el flaco, palpándose las llaves en el
-Con eso y la carta bajo la manga pantalón.
del terrible vampiro... ¡Así cualquiera gana! -¡La otra copia de la llave la tengo
-¡Lo astuto que fue al sacarme toda yo! -le informó el gordo.
la información en aquel banco frente a la -¡No hace falta que él la tenga, jefe!
COCA! -añadió Pato-o ¡Y la actuación -¡Cállate! -le gritó el hermano
que hizo al salvarme de los gemelosl saltando para pegarle por la cabeza-o No
-Bueno, ¿pero qué hacemos? puedes...
-Nada, seguimos vigilando hasta es­ -¡Basta! ¡A trabajar! -ordenó Gallo
perar el momento preciso para actuar -dijo y partió hacia la competencia.
Pato. -¡Sí, señor! -dijo el gordito cortando
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la pelea, y salió apurado también hacia la -¡Yo diría lo mismo de ti!


Cueva Negra. Se dieron las espaldas al mismo tiempo.
El flaco quedó solo con sus rehenes y A ambos se les habían hinchado las venas del
enseguida tomó una actitud prepotente, cuello, se habían puesto muy colorados y re­
paséandose por delante de la jaula de los prisio­ soplaban con fuerza.
neros. Después de un minuto que parecieron
-Creo que ahora es el momento, horas, el que habló fue Bingo, rompiendo el
Pato -le dijo Canarito a su amigo. tenso silencio.
-Sí, ¿cómo hacemos? -¿Yy? ¿Ir nonos en ton ton cesces?
-¡Fácil! Tú, desde aquí, lo paralizas. Aunque no estaban dispuestos a ce­
Yo entro, agarro las llaves de la celda, cargo a der, se dieron cuenta de que no debían perder
Cata y la libero. Después, tú... más tiempo y actuar, si querían ver libres a
-¡Espérate! ¡Espérate un segundo! los prisioneros y desenmascarar a Gallo.
-lo inrerrumpió Pato, pero siempre en susu­ -Tenemos que decidirnos -aflojó
rro-. ¿Por qué tienes tú que salvarla, cargarla Canarito.
y todo eso? ¿Por qué no puedo ser yo? -Sí, pero con la condición de que
-00 yayo -bromeó Bingo. los dos entremos y la salvemos.
-¡Porque a mí siempre me ha gusta­ -¿Y después? ¿Te quitarás del medio
do y porque ayer, cuando me miró, me di o segl!1.iremos peleando?
cuenta de que yo le gusto también! -¿ Después? ¡Que gane el mejor!
-¡Ese argumento no sirve, porque -exclamó Pato, pero titubeando más tar­
yo también he estado enamorado de ella des­ de-o O que sea ella la que decida.
de hace mucho tiempo! ¡Y si ella te miró así -¡De acuerdo! ¡Vamos, paraliza!-y
ayer fue porque pensó que la salvarías! ¡Por Canarito salió disparado hacia la cueva de al
tanto, hasta a Perico, si lo hubiera visto, lo lado.
habría mirado igual! Al verlo llegar, el flaco puso cara de
-¡Lo que te pasa es que estás envi­ asombro, la niña pegó un grito y Albatros
dioso y celoso! dio un brinco.
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Pato se asomó de cuerpo entero y en­ continuación de nuevo a la de la izquierda y


tonces cerró rápidamente los ojos, apretó los así, de una a otra, dieron cuatro vueltas se­
labios, aguantó la respiración, chasqueó los guidas. De repente, al pasar corriendo por
dedos y... ¡Prácata! ¡No hizo efecto! ¡Todos delante de la jaula donde se encontraban los
los presentes siguieron en movimiento! rehenes, los que estuvieron dándoles ánimos
El flaco reaccionó y estallando de ira en cada vuelta, cual público fanático en un
se lanzó hacia Canarito para atraparlo. estadio, Canarito tomó del brazo a su amigo
-¡Corre! -le gritó Pato a su amigo, y 10 llevó hasta un oscuro rincón. Acto segui­
emprendiendo él también la huida por la do, se viró y le dijo a Bingo, en su jerigonza
cueva de la izquierda. para que no 10 entendiera su perseguidor:

Canarito continuó caminando hacia -¡Sisi guetutú!

la jaula unos segundos, pero al darse cuenta El pájaro comprendió enseguida y


de que, no había funcionado el don y que el continuó volando hasta la otra cueva con el
gemelo alto venía hacia él, giró sobre sus ta­ alto y flaco detrás, pensando éste que perse­
lones con un ágil movimiento, evitando por guía al grupo completo, y así se mantuvieron
milímetros los brazos del flaco, que se había dando otras vueltas.
lanzado de cabeza para atraparlo. Después de aplacar la sofocación, pero
-¡Al itas, papa raque tete quie roro! no su miedo y nerviosismo, Canarito le puso
y Bingo voló detrás de los niños a toda las manos en los hombros a su amigo.
velocidad. -Creo que debemos cambiar nues­
El gemelo se incorporó raudo y comen­ tros l11tereses.
zó a perseguir a los niños por la cueva aledaña. -No entiendo.
Canarito y Pato, siempre con Bingo -Sí, mira, estuve pensando y creo que
detrás, salieron al exterior y, al ver la persecu­ no vale la pena pelearnos por nada. Si quieres
ción del flaco, entraron por la cueva derecha. conquistar a Cata, hazlo. Yo me retiro.
El hombre, unos metros más atrás, Pato, entonces, comprendió la acti­
mantenía la distancia. Pasaron entonces a la tud de su amigo y sintió vergüenza. ¡Tenia
de la izquierda, después a la de la derecha, a toda Ila razón!
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-No, Canarito, soy yo quien me olvi­ -Sí, ¿pero ahora cómo hacemos?
daré de Cata. Incluso te ayudaré a conquistarla. -Se me ocurre esto, ¡sígueme y
-¡No! ¡A mí se me ocurrió primero! ayúdame!
¡Tú te quedas con ella! Tomaron la llave del bolsillo del
- 1'N o, tu.
'1
pantalón del alto flaco y abrieron la jaula.
- 1'N o, tu.
'1
Entre los dos cargaron a Cata y la sacaron.
Ambos, a pesar de la complicada si­ Después, al inspector Albatros, que estaba
tuación, soltaron una carcajada. Les dio gracia como si fuera una estatua, lo acostaron en el
estar peleados por algo y ahora pelearse por suelo sobre un saco de tela que encontraron
en un rincón y lo arrastraron afuera. Por su­
10 contrario.
-¿Amigos? puesto, lo pudieron hacer porque el hombre
-¡Amigos! era viejo, delgado y chico. Pero cuando in­
y chocaron sus palmas de arriba ha­ tentaron hacer lo mismo con el gemelo aUto
cia abajo y de abajo hacia arriba, toparon sus y flaco para meterlo en la jaula, la cosa se
puños cerrados y terminaron con sus manos complicó.
derechas bien apretadas, golpeándose el pecho -¿Qué hacemos ahora? ¡No se me
de cada uno. En ese momento escucharon el ocurre nada! -se lamentó Canarito.
chillido de Bingo y los pasos del flaco entran­ -A mí sí -le contestó su amigo-o
do en la cueva en su eterno recorrido. ¡Sígueme y ayúdame!
-Creo que lo debes intentar -dijo Pato había visto una pequeña red em
el mismo rincón donde hallaron el saco y se
Canarito.
-Pues ahí va -respondió su amigo gi­ la echó por encima al hombre. Acto seguido
rándose hacia los recién llegados. buscaron una soga, se la amarraron al cuer­
Entonces cerró rápidamente los ojos, po del gemelo por una punta y estiraron el
apretó los labios, aguantó la respiración, chas­ otro cabo hasta situarse ellos dentro de la
queó los dedos y... ¡Prácata! ¡Ahora sí! ¡Todos jaula.
paralizados! ¡Hasta Bingo en pleno vuelo! Canarito realizó los movimientos de
-¡Funcionó! -gritó Canarito. costumbre y... ¡Prácata! ¡Todos en movimiento!
120 121

Cata y el inspectof boquiabierros por Pero no contó la rápida reacción de


verse libres, Bingo girando en el aire al ver lo Pato. Éste cerró los ojos, apretó los labios,
que sucedía y el alto y flaco haciendo esfuer­ aguantó la respiración, chasqueó los dedos
zos con sus brazos para soltarse de la red. En y... ¡Prácata! ¡Todos congelados otra vez!
ese momento, los dos niños halaron con to­ -¡Mi madre! ¡De la que nos salvamos!
das sus fuerzas y el hombre fue empujado en -¡Sí, señor] ¡De los ojos de ese tipo
dirección a la jaula. Como no podía preocu­ salían puñales]
parse por el empujón, ya que su interés era -¿Y ahora? -preguntó Pato.
liberarse de la red, no hizo nada al respecto y -Ahora a salir de aquí cómodamente
poco a poco fue avanzando hacia la jaula. Pe­ y a encerrar a este criminal.
ro no bien pasó por la entrada, se dio cuenta Cuando terminaron de hacerlo to­
de la situación y se aferró a los barrotes de la do, Canarito repitió los pasos del ritual de
misma, sin importarle ya la malla que lo siempre y... ¡Prácata! ¡A movers'e todo el
envolvía. Entonces, se lanzó hacia los mundo!
niños con una tan terrible expresión Cata y el inspector se les abalanzaron
de maldad y odio, que éstos se pusie­ para agradecer y para enterarse de lo que había
ron a temblar de sólo mirarlo. El sucedido. Para ellos todo había sido muy
gemelo había pensado que si confuso. Bingo gritaba de alegría y se puso a
él los retenía dentro, podría jugar con las aves disecadas. El flaco conti­
salir de la jaula sin nuó intentando soltarse de la red, repartiendo
problemas. maldiciones a diestra y siniestra.
-No comprendo nada -dijo el ins­
pector-. Recuerdo que estábamos dentro de
la jaula y de pronto fuera. Luego, veo a ese
desalmado envuelto y lo arrastran hacia
adentro. De repente, lo veo lanzarse hacia us­
tedes y finalmente aparezco aquí afuera, mien­
tras ustedes tranquilamente pasan la llave de la
122 123

jaula. Es como si me hubiera desvanecido va­ -¡Exacto! ¡Gracias!


rias veces, perdiéndome algunas acciones. -¡Sí, vamos! -se apuró en salir el
-Es... es probable que usted esté Inspector.
muy conmocionado, inspector -trató de -¡Un momento! -lo detuvo Pa­
explicar Pato. to-. ¿Y si lo descubrimos delante de todos y
-A mí no me importa cómo lo hicie­ el hombre saca un arma y el gordo lo apoya
ron -habló la niña-o Lo que me interesa es con otra?
agradecerles a los dos. -Tienes razón -dijo Cata.
y se acercó para darle un beso en la -¡Ya sé lo que haremos! -exclamó
mejilla a cada uno. Los niños se quedaron in­ Canarito-. Tú, Pato, vas con el inspector
móviles y pálidos. No sabían cómo reaccionar, Albatros donde tu tío Pelícano, el prefecto de
un fuerte rojo cubrió sus rostros. Se miraron policía, y así te creerá. Entonces van enseguida
entre sí y recordaron sus promesas, por lo y los toman presos.
que nada dijeron y cada uno por su cuenta se -¿Y tú y Cata qué harán? -dijo
puso a ordenar y limpiar, como si eso fuera lo con suspicacia Pato.
más urgente. -Nosotros iremos a la competencia
La niña comprendió la situación, para que el señor Águila esté tranquilo y allí
también se sonrojó y no pudo aguantar una los esperamos a ustedes.
sonrisa. El inspector movió la cabeza, hizo -¿Seguro?
un gesto con la boca de «para qué preocupar­ -¡Claro que sí, Pato! Recuerda lo
se por esas cosas de muchachos}}, y preguntó: que hablamos. ¡Tienes que confiar en mí!
-¿ Ustedes saben si se suspendió la -y hablándole al oído-; ¡Yo no me inter­
competencia? pondré entre ustedes!
-¡La competencia! -saltó Pato. -Disculpa, Canarito. Tienes razón
-¡Verdad que sí! -lo secundó su -el niño volvió a sentir vergüenza de su ac­
amigo-. ¡Hay que ir para allá y desenmasca... ! tirud. Y siguió susurrando-: Yo debo hasta
-¡Desenmascarar a ese tipo! -lo alegrarme si pasa algo ahora entre ustedes.
ayudó Cata. -¿Entonces? ¿Amigos?
124
Llegó la hora de la competencia

-¡Amigos!
y chocaron sus palmas de arriba hacia
abajo y de abajo hacia arriba, toparon sus pu­
ños cerrados y terminaron con sus manos
derechas bien apretadas, golpeándose el pe­
cho de cada uno.
Bingo, enseguida, voló hacia ellos y
comenzó a hacer lo mismo con sus alas.
Salieron de la cueva hacia la compe­ El estadio de fútbol de Montebello ya
tencia sin hablar, pensando en lo sucedido y estaba repleto. Desde horas muy tempranas,
en cómo se resolverían las cosas, incluyendo todos los habitantes de la ciudad y muchos
en cómo se iban a enfrentar al terrible vampiro venidos de poblaciones cercanas se habían
de la Cueva Negra. Todos, hasta el inspector movilizado hacia la instalación deportiva, con
y Bingo, sintieron cómo el terror se apodera­ capacidad para unas 60.000 personas, deseo­
ba de sus mentes. sos de participar y disfrutar del evento que le
Iban tan ensimismados que ni cuenta había dado connotación internacional al
se dieron cuando se dejaron de escuchar los pueblo. Claro, con excepción de Javier Águi­
improperios, maldiciones y promesas de ven­ la y el profesor Perico Iriguyen, ninguno de
ganza del gemelo encerrado. los asistentes sospechaba siquiera los aconte­
cimientos que venían desarrollándose con
relación a la competencia, ni el peligro a que
se hallaban expuestos debido a los siniestros
personajes que estaban dispuestos a cualquier
atrocidad con tal de alcanzar sus propósitos.
A las diez en punto se escucharon las
notas del himno nacional y el presidente de
la COCA pronunció su acostumbrado dis­
curso inaugural. A continuación, leyó la lista
126 127

oficial de participantes, a quienes dio la bien­ tratando de mantener despierto a su búho


venida y deseó suerte. Ataúd, el papá de Mario Pechuga de Pollo
Así, Águila y Perico conocieron de la con su cuervo Azabache, el primo de Esteban
inscripción a última hora del gavilán llamado Cresta con su mirlo Escarlata y, por supues­
Mefistófeles y, cuando vieron que el gemelo to, el gemelo gordito con su impresionante
gordito era su entrenador, comprendieron gavilán Mefistófeles.
más claramente las razones por las que se ha­ En cuanto al escenario de la compe­
bían cometido tantas villanías para evitar que tencia, fueron retirados los arcos de ambos
Centella compitiera. lados de la cancha y sobre el verde tapiz rec­
Esa misma mañana muy temprano, tangular de juego estaban marcadas unas doce
antes de que el papá de Cata y el doctor Pe­ carrileras, suficientes para que sobre ellas se
rico se trasladaran al estadio, Águila había desplazaran las aves inscritas.
recibido una amenazante llamada en la que Las reglas eran sencillas. En un extre­
una voz desconocida le advertía que no se le mo de la cancha y ante cada carrilera, estaban
ocurriera presentarse con Centella en la línea situadas sendas perchas numeradas sobre las
de salida si quería volver a ver a su hija. que se situaban las aves participantes; mientras
A la ceremonia oficial le siguieron las que en el otro extremo del campo, también en
competencias de habilidades, en las que la cada carrilera, se habían clavado unos postes
pareja de Hipólito Pico Verde y Estela Pata con vistosos colores. A una voz del juez prin­
de Gallina se llevaron el premio en el Baile de cipal, el oficial encargado de la arrancada
los Gansos, en tanto Ricardito Poca Pluma se hacía que un ruiseñor, previamente entrenado
mostraba sumamente veloz repartiendo cartas para ello, emitiera un sonoro trino que era la
para ganar la Carrera de la Paloma Mensajera. señal de partida. Ese era el momento en que
Cumplida esta primera parte, se pro­ los entrenadores ordenaban salir a SllS aves,
cedió a crear las condiciones para el plato las cuales debían desplazarse a todo lo largo
fuerte de la jornada, y los competidores se de sus correspondientes carrileras, llegar al
fueron acercando con sus aves a la línea de otro extremo de la cancha, darle la vuelta al
partida. Entre otros, allí estaban La Urraca poste y regresar a las perchas de partida, todo
128

ello sin salirse de sus carriles, pues de hacerlo


quedaban automáticamente descalificadas.
Por supuesto, el ave que primero posara sus
patas sobre su percha era la ganadora.
La preocupación y el nerviosismo se
hicieron presa de Águila cuando vio que Ga­
llo, el juez principal de la competencia, se
aproximaba también a la línea de partida, se­
guido del juez de arrancada que llevaba en
una jaula al ruiseñor.
Perico, también nervioso, miró al pa­
pá de Cata y le preguntó con ansiedad:
-¿Qué hacemos? ¡Ya van a llamar a
los competidores a la línea de partida!
-Vaya usted, profesor, y ocupe su
puesto con su cacatúa. Yo no puedo hacer
nada hasta saber que mi hija no corre peligro
-respondió Águila con desaliento.
Perico titubeó un instante, pero como
no había otra cosa que hacer, hizo lo que le in­
dicara el atribulado criador, que estaba a punto
de perder el paciente y sistemático trabajo que
había dedicado durante muchos meses al entre­
namiento de Centella para esta competencia.
Águila, con la tristeza en sus ojos, vio
alejarse al profesor con su cacatúa Julieta ha­
cia la línea de partida y perdió toda esperanza
de poder hacerlo él.
132 133

En la carrilera número 1 se hallaba el Por su parte, en cuanto las aves par­


cuervo Azabache del papá de Mario Pechu­ tieron, el gemelo gordo corrió hacia el sitio
ga de Pollo, en la 2 la cacatúa Julieta de Pe­ oculto, pero cercano, donde tenía la caja que
rico, la 3 estaba ocupada por el mirlo Escar­ guardaba al temible vampiro. La abrió y el
lata del primo de Esteban Cresta, en la 4 se repulsivo animal, a quien habían mantenido
alistaba una paloma mensajera procedente muchas horas sin alimentase, mostró sus colmi­
de un pueblo cercano, en la 5 el búho Ataúd llos en señal de que estaba sediento de sangre.
daba cabezazos y La Urraca le tiraba las plu­ -¡Vuela] -le ordenó el gemelo gordo
mas de la cola en un vano intento por man­ yel peludo monstruo salió de su caja, exten­
tenerlo despierto, la 6 pertenecía a un gua­ dió sus grandes alas membranosas como
camayo de vistoso plumaje traído desde la desentumeciéndose, y alzó el vuelo. En ese
capital, en la 7 se encontraba el campeón de instante, su entrenador le ordenó, señalándo­
campeones Centella, en la 8 un joven mila­ le a Centella-: ¡¡Mata!!
no de muy buen porte representando a otra Desde lo alto de las gradas del estadio,
provincia, en la 9 el gavilán Mefistófeles pre­ donde se habían mantenido ocultos sin per­
sentado por el gemelo gordo y en la 10 una der de vista a Gallo ni a su secuaz, Canarito
esbelta garza blanca también de provincias, y Cata vieron aterrados lo que acababa de ha­
en tan to las otras dos restantes carrileras es­ cer el gemelo gordo y se desesperaron.
taban desiertas. -¡Ese sinvergüenza le ordenó al
A la señal de Gallo, el juez de arran­ vampiro que atacara a Centella! -compren­
cada impartió la orden para que el ruiseñor dió el niño.
lanzara el trino de salida, y al instante todas -¿Qué podemos hacer, Canarito?
las aves en competencia levantaron vuelo -exclamó Cata asustada, y se aferró al brazo
desde sus respectivas perchas. Bueno, todas de su compañero.
no, porque Ataúd se había quedado profun­ -¡No se me ocurre nada! -respon­
damente dormido, sin que los tirones de cola dió él con impotencia.
y los gritos frenéticos de La Urraca lograran -¡A misí ocu currir seme al gago!
hacer que despertara. -sonó la cascada voz de Bingo.
134 135

y ante las miradas estupefactas de los están en competencia! -señaló un caballero


nifios, el loro levantó vuelo desde el hombro de de bigote.
Canarito y enfiló al encuentro con el vampiro. Para entonces, las aves participantes
-¡Estás loco, Bingo Silva! -le gritó en la competencia ya habían llegado al otro
el nifio muy asustado-o ¡Regresa! extremo de la cancha y, como se esperaba,
-¡Por Dios, Canarito, le van a chupar Centella era el primero en darle la vuelta a su
la sangre! -gimió Cata, y se volvió a aferrar poste para emprender el vuelo de regreso a su
al brazo de su compañero. percha.
Pero ya Bingo Silva no podía escu­ Fue en ese momento que el halcón
charlos, o no quiso hacerlo, porque voló peregrino de Águila vio la sombra negra que
resueltamente para interceptar al vampiro en se le encimaba y emitió un chillido, al tiem­
vuelo. po que hacía una ágil pirueta en el aire para
Entre tanto, los numerosos especta­ evitar el ataque del vampiro. Eso le hizo per­
dores que atestaban el estadio de fútbol de der impulso, lo que aprovechó Mefistófeles,
Montebello se habían percatado de la presen­ el gavilán entrenado por el gemelo gordo, para
cia de un nuevo animal en el aire, pero como emparejársele en su vuelo hacia la meta.
no podían reconocerlo a distancia ni sospe­ El monstruo chupasangre realizó un
char que se trataba de un vampiro, pensaron rápido giro y volvió sobre su presa, pero ya
que era un ave inscrita que no había llegado Bingo Silva estaba próximo y le gritó:
a tiempo, lo que les hizo lanzar distintas ex­ -¡Al tato! ¡Al toto!
clamaciones de sorpresa y de burla: Como el vampiro no entendió, en
-¡Mira qué pájaro negro más grande vez de detener su vuelo, lo que hizo fue cam­
y feo! -señaló un muchacho. biar de dirección y se abalanzó sobre el loro,
-¡Parece que se le fue el autobús y quien, literalmente, frenó en seco en el aire y
no pudo llegar a tiempo! -comentó una se­ emprendió la huida, desviando la atención
ñora con una sonrisita. del monstruo hacia su presa original.
-¡Pero tiene espíritu deportivo, por­ Desde las gradas] Canarito muy alte­
que aun así va en pos de las demás aves que rado le gritaba alIara que buscara protección
137

entre las columnas metálicas que sostenían


el techo del estadio, pero Bingo no podía es­
cucharlo por la algarabía de la asombrada
concurrencia que, sin darse cuenta aún de
que era un vampiro quien atacara a Centella
y ahora perseguía al loro, gritaba entusiasmada
por el espectáculo extra que estaba presen­
ciando.
También los entrenadores de las aves
que competían se habían percatado de lo que
acontecía, por lo que el profesor Perico, al
ver que ahora era Bingo el perseguido por el
vampiro, abandonó su sitio junto a la percha
adonde debía regresar su cacatúa Julieta, para
correr como un loco por todo el campo según
la dirección que tomaran en el aire perseguido
y perseguidor.
El vampiro ya casi alcanzaba a Bingo.
-¡Alal totól ... ¡Toal toal! -vociferaba
el loro sin parar, cada vez más nervioso-o
¡Taol taol! ... ¡Lato lato!... ¡Lota lota!' .. ¡Olta
oltat... ¡Stop stopt
y cuando el enorme vampiro abría su
boca sacando sus descomunales colmillos para
introducirlos como puñales en el cuello del
loro, Bingo hizo un esfuerzo y pudo articular
la orden salvadora:
-¡¡Alto, alto!!. .. ¡¡Vuelve!!
138 139

Ante la sorpresa del falso inspector mirara a Águila, quien se acercaba al grupo
Gallo y de su secuaz, el gemelo gordo, el chu­ abrazado a su hija Cata, jubiloso por haberla
pasangre cambió de dirección y fue a meterse recuperado y por haber ganado la competencia.
en la caja de donde había salido. -¿Y qué será de ese monstruo? -qui­
En el mismo instante en que el loro so saber Pato, señalando al auto donde se
neutralizaba al vampiro, Centella llegaba una llevaban al vampiro.
vez más primero a su percha, seguido muy de -Pienso ir a la policía para que me
cerca por el cuervo Azabache, que en los úl­ lo den -dijo Perico llegando al grupo-o
timos metros habia conseguido sobrepasar al Creo que lo estudiaré para ver lo que le hicie­
gavilán Mefistófeles, que entró tercero. Luego, ron. Podría ser útil.
le siguieron en orden la cacatúa Julieta, la -¡Claro! Hasta lo podría amaestrar
paloma mensajera, el milano, el mirlo, la gar­ para que trabajara como enfermero extrayendo
za blanca y el guacamayo, mientras el búho sangre en un laboratorio -bromeó Canarjto
de La Urraca roncaba ruidosamente sin ha­ y todos rieron.
ber salido nunca de su percha. -¡Mira, ahí se llevan a ese farsante
No pasó mucho tiempo para que, de Gallo~ -indicó Albatros, cuando la poli­
avisada por Pato y el inspector Albatros, lle­ cía lo introducía con las manos esposadas en
gara la policía al estadio antes de que Gallo un auto patrullero.
pudiera escaparse, siendo apresado e incauta­ -Sí... -fue a decir Pato, pero al ins­
da la caja donde estaba encerrado el vampiro. tante se dio cuenta y exclamó-: ¿Dónde está
-¡Pensamos que no llegarían a tiem­ el gemelo gordo?
po! -exclamó Canarito, y le dio un abrazo a -¡Es verdad! -dijo Canarito mi­
su amIgo. rando en todas direcciones-o ¡No lo veo por
-¿Pero quién ganó la competencia? aquí!
-quiso saber Pato. -jTío Pelícano! ¡Tío Pelícano! -gri­
-¿Quién crees tú? -se abrió la boca tó Pato, yendo hasta donde se encontraba el
de Canarito en una amplia sonrisa e hizo una prefecto-o jEl gemelo gordo se escapó! ¡Se­
seña con su barbilla para que se volviera y guro fue hasta la cueva donde tenían a Cata
140

ya Albatros para salvar a su hermano y huir!


-¡No te preocupes, yo me encargo!
-dijo el tío, y se viró para ordenar a sus
,f El final de los finales ..
hombres- : ¡Vamos, síganme!

Los niños saltaron y gritaron al ver


partir los autos policiales en busca de los ge­
melos. Pero les duró poco la alegría.
-No podrán capturarlos -sentenció
Perico.
-¡Pero la policía está adiestrada!
-se defendió Canarlto-. ¡Además, van en
autos modernos!
-Mira, hijo mío, el auto no les va a
servir de mucho -continuó el hombreci­
to-, porque después tendrán que escalar para
llegar a las cuevas y ya los gemelos les llevan
un buen tiempo de ventaja.
-¿Entonces se van a escapar? -se
desinfló Canarito.
-¡Espérate! -lo detuvo Pato, y diri­
giéndose a Perico le preguntó-; ¿Cuál es la
salida más lógica desde esas cuevas? ¿Hacia
dónde huirán?
-Bueno, a través de los cerros pueden
142 143

llegar a El Paso -respondió Perico, señabndo Pato se acercó a Ataúd y le habló ba­
con su mano hacia un punto detrás de una de jito al oído. De Jíepente, el búho abrió los
las elevaciones. ojos y voló como un avión perdiéndose por
-¿Al Paso? ¿Qué es eso? -volvió a encima del estadio.
preguntar el niño. -¡Por qué no me dijiste antes que tú
-Es un pequeño túnel, formado por podías hacer eso! -le gritó La Urraca a Pato,
dos cerritos, que sale a otro valle donde hay sorprendida por la repen tina reacción de su
un río que desemboca en el mar. Creo que ave-o ¡Hubiera ganado la competencia y yo
ese es el único camino para huir y alejarse de no habría tenido que hacer tanta bulla en
Montebello. todos estos días!
-¡Perfecto! ¡Los atraparemos! --dijo -¡Después le explico, señora! -dijo
Pato-o ¿Dónde está Bingo? __ Pato-o ¡Vamos, Canarito!
~
-Lo tengo descansando allá atrás,
sigue muy nervioso después de lo del vampiro
-le explicó Perico.
-¡Pues buscaremos otra solución!
-dijo Pato-o ¡Canarito, sígueme!
Con mucha seguridad y confianza en la
idea de su amigo, Canarito corrió junto a él
hasta llegar a la percha de partida de Ataúd, que
dormía plácidamente mientras La Urraca, de­
trás del animal, se lamentaba aún de su fracaso.
-¡Señora, por favor! -le dijo Pato-o
¡Necesitamos que nos preste un rato a su búho!
-¡Por mí no hay problema! -contes­
tó La Urraca-o Pero dudo que este flojo, vaga­
bundo, haragán y dormilón pajarraco quiera
moverse.
144 145

y los niños corrieron hacia El Paso a el aire, las bocas abiertas pOt la sofocación y
la mayor velocidad posible, parando de vez empapados de sudor! Parecía la foto de dos
en cuando a tomar aire. Cansados, llegaron corredores de fondo llegando a la meta casi al
. .
al lugar y se parapetaron en la salida hacia el mIsmo tIempo.
valle. -Bueno, ahora se supone que se nos
-¿Me puedes explicar ahora tu idea? ocurra algo, ¿no es así, Pato?
-preguntó Canarito, mientras se echaba -Así es -respondió el niño y se
sobre una roca. sentó en una piedra, mientras giraba su cabeza
-Es muy fácil. Cuando los gemelos varias veces para escudriñar el cielo a sus espal­
salgan del túnel los paralizamos. das-o Podemos comenzar a lanzar ideas.
_.y¡
e . -Bien, podría ser que fuéramos a
-¡Ah, no sé! Ya se nos ocurrirá algo buscar la red en aquella cueva, por ejemplo.
después. -No, llegaría la policía antes, no
De repente, Canarito recordó y pre­ entendería nada al ver estas estatuas y se pon­
guntó curioso: drían a averiguar -dijo Pato-o Yo propongo
-Ven acá, Pato, ¿qué le dijiste a que busquemos una liana en esos árboles
Ataúd? cerca del río y nos situemos con ella estirada
-Eso es una sorpresa. a la altura de sus rodillas, para cuando los
-¿ N o me la vas a decir? pongamos a mover: ¡de cabeza para el suelo!
-¡No! ¡Vas a tener que esperar! -No sirve. Se levantarían como si
.p . r
- 1 ero yo sIempre.... nada y los tendríamos encima en un segundo
En ese instante los gemelos emergie­ -argumentó Canarito-. Yo propongo
ron. del túnel a todo correr. conseguir una enorme plancha de aceta ino­
-¡Ahí están! -gritó Canarito. xidable, de diez milímetros de espesor, y
Pato cerró rápidamente los ojos, parársela delante de sus narices, así cuando
apretó los labios, aguantó la respiración, los pongamos en movimiento, con el impul­
chasqueó [os dedos y... ¡Prácata! ¡Los gemelos so que traen en sus carreras chocarían y se
paralizados en un solo pie, con los brazos por quedarían sin conocimiento.
146 1/1,1

-¡Buenísima idea, Canarito! -¿Estás listo? -preguntó Canarito.


-¿Cómo buena idea, si fue un chiste, -Total y completamente listo.
Pato? ¿Dónde conseguiríamos una plancha -Entonces, allá voy...
de acero así? El niño cerró los ojos, apretó los labios,
-¡Una plancha de acero no, pero un aguantó la respiración, chasqueó los dedos
muro de piedras sí podemos construirlo! y... ¡Prácata! ¡Los gemelos se pusieron en mo­
Sin analizar más la propuesta, los dos vimiento! Y, como estaba planificado, ambos
amigos comenzaron a recolectar rápidamente estrellaron sus caras contra el muro, cayendo
todo tipo de piedras y troncos. Al principio desmayados hacia atrás por el rebote. Para
avanzaron muy fácil, porque la distancia de darle más espectacularidad al hecho, la pared
donde las recogían hasta los gemelos congelados se derribó estrepitosamente hacia el otro lado,
era muy poca, pero a medida que se elevaba el después de oscilar unos largos segundos.
muro tuvieron que caminar con sus cargas lar­ Fue tanta la tensión, que al final los
gos trechos, alejándose río abajo. Así y todo, en niños rompieron en vítores y aplausos para
menos de diez minutos construyeron una pared terminar realizando su acostumbrado ritual
bastante gruesa, con la característica de ser pe­ de amistad con sus manos.
queña frente al gordito y mucho más alta frente -¿Ahora qué hacemos? -dijo
al flaco, ya que las dimensiones dependían de las Canarito.
alturas de los rostros de los hermanos. En medio -Nos sentamos a esperar a la polida.
de todo el trabajo, Pato nunca dejó de observar Digo, si es que viene, porque parece que los
a cada rato el cielo a su espalda. delincuentes estos los despistaron y deben
Agotados, se sentaron a contemplar andar perdidos por esos cerros -le contestó
su obra. Enronces Canarito, más perfeccio­ Paro, mientras miraba una vez más hacia atrás.
nista, quiso darle el toque final y se levantó a -¿Qué pasa contigo, Pato?
colocarle ramitas y manojos de hierbas a la -¿Por qué?
parte superior del muro, haciéndola parecer -Porque llevas una hora mirando
como el exterior de una humilde casita. Los cada minuto para allá -el niño señaló con
amigos rieron satisfechos. su brazo en dirección contraria a El Paso.
148 14':)

-¿Yo mirando? -Deja a los dos conmigo, que con


-¡No te hagas el loco! esto no les será fácil escaparse, y tú sube al
-De verdad, yo... cerrito del túnel a ver si se acerca la policía.
En ese instante los dos amigos sintie­ -¡Permiso! ¿Puedo hablar? -le pre­
ron unas tenazas que los aprisionaban por sus guntó el flaco a su hermano.
cuellos. Eperimentaron un terrible miedo y -Dime.
sus rodillas temblaron. -¿Por qué no eliminamos a estos
-¡No se muevan! -escucharon a niños y continuamos corriendo hacia el mar?
sus espaldas una voz conocida-o ¡Mira a -¡Ves por qué no te dejo hablar!
quiénes tenemos aquí! Estoy seguro de que ¡Porque eres tonto! ¡Agáchate! -y cuando el
tuvieron algo que ver con nuestro accidente alto y flaco lo hizo, el gordito le dio con el ca­
de hace un momento, ¿no es cierto? bo del arma en la cabeza-o ¡Estos niños nos
-¡Claro que es cierto! -dijo otra voz. pueden servir de rehenes si llega la policía!
-¡Cállate, imbéciH No estoy hablan­ -¡Qué buena idea, hermano! -dijo
do contigo. Si no te pego es porque éstos se el alto, mientras se quitaba con la manga de
pueden escapar. la camisa el hilillo de sangre producido por el
-Pero... golpe de la pistola, que le corría por la frente
-¡Pero nada! Ya te dije que si te sal­ ya machucada por el trastazo contra el mu­
vé fue con la condición de que no hablaras ro-o ¿Ahora puedo hablarte de nuevo?
más cuando yo lo esté haciendo. -Dale.
Recuperados del choque, los gemelos -Estos niños ...
habían apresado a los niños y ahora los em­ -¡Espérate! No sé qué imbecilidad
pujaban hacia una gran roca. El gordito los me vas a decir, así que por si acaso... ¡agáchate!
encañonaba con una pistola. Por eso ni pen­ Y cuando el alto y flaco se inclinó, re­
sar en chasquear los dedos y ¡Prácata!, a pesar cibió otro contundente cachiporrazo con la
de ser esa la única forma de salvarse, porque culata de la pistola que lo hizo tambalear y
al ver ese movimiento el gordito podría llevarse ambas manos a la cabeza.
dispararles enseguida. -¿Qué me decías? -le preguntó su
150 1')[

hermano, volviendo tranquilamente a apun­ innumerables gallinas, gallos, pavos, pavos


tar a los niños. reales, faisanes y hasta avestruces avanzaban
-Que ... que por lo que me hicieron en pelotones bien formados. Era la infantería
en la cueva, si no los vamos a eliminar, por lo de las aves de corral. Y por si fuera poco, en
menos podemos hacerlos sufrir para divertir­ contra de la corriente del río llegaba la armada
nos un poco, ¿no te parece? de Montebello con sus patos, gansos, flamen­
-¡Dios mío! ¡Por primera vez dices cos, cisnes, gaviotas, pelícanos y muchas aves
algo inteligente! ¡Eso merece un premio! ¡Ven acuáticas más.
acá, hermano mío! Los gemelos, boquiabiertos, se que­
N ada más se acercó un poco el flaco, daron tiesos como si los niños los hubieran
cuando el gordito comenzó a saltar ridícula­ paralizado, lo que aprovechó Canarito para
mente, pegándole seguido en la cabeza con la arrebatarle el arma al gordo y salir corriendo
. .
pistola y la otra mano, hasta que lo hizo caer. Junto a su amigo.
-¡Parece que tienen problemas! Enseguida, el ejército alado pasó a la
-habló por primera vez Pato, después de acción. Una columna de gallinas se agachó
aprovechar la situación para mirar al cielo. cacareando frente al enemigo, ponían huevos
-¿Qué problema podemos tener? y se retiraban. De inmediato, las aves de ra­
-dijo el gordo abandonando a su hermano, piña llegaban en vuelo rasante, recogían los
que continuó entre quejidos en el suelo. huevos con sus picos, se elevaban a gran altura
-¡Mira para allá! -contestó Pato, y y caían en picada para lanzar los proyectiles
dirigiéndose a su amigo-: ¡Esa es mi sorpresa, que explotaban en los rostros y en los cuerpos
Canarito! de los gemelos, los cuales intentaban guare­
Cientos de mirlos, loros, pájaros car­ cerse detrás de árboles y rocas, sin conseguirlo.
pinteros, zorzales, halcones, buitres, cóndores, Después de finalizar las gallinas, aumentaron
colibríes, palomas y otras muchas especies el calibre de las bombas, ya que fueron las
aladas, se acercaban volando, formando una avestruces quienes suministraban los huevos,
V con el general Ataúd a la cabeza. Era la aunque por su volumen y peso tenían que ser
fuerza aérea del Bosque Tupido. Por tierra, cargados por más de tres aves. Ese bombardeo
153

fue decisivo. Los gemelos se rindieron y, es­


palda con espalda, con los brazos en alto, pa­
rados en medio del camino, rogaron perdón.
Pero el glorioso ejército libertador no
deseaba una tan rápida capitulación. Una se­
gunda escalada, con lanzamientos de misiles
de excrementos salidos de todos los efectivos,
se puso en marcha. Sin embargo, la operación
fue abortada por un enérgico ulular del general
Ataúd, para avisar de la llegada de la policía.
El estallido de alegría por la victoria,
salido de las gargantas de todo el ejército alado,
se escuchó hasta en la ciudad.
Asombrados, el tío Pelícano y sus po­
licías tuvieron que esperar a que las aves se
retiraran para poder apresar a los gemelos
que, apabullados y hediondos, no opusieron
. .
resIstenCIa.
Canarito y Pato se acercaron al búho
Ataúd y sus amigos, ofreciéndoles muchas
muestras de cariño y agradecimiento.
Momentos después, retornaron a la
ciudad con paso rápido, a pesar del cansancio
de la jornada, muy orgullosos por su valentía, al
tiempo que divertidos al recordar y comentar
lo sucedido.
Fueron directamente a casa de Águila
y su hija Cata, para devolverle al exitoso
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criador y entrenador de aves los rescatados padre, conversaba animosamente con él, entre
hijos de Centella, con cualidades suficientes decenas de personas congeladas en distintas
para ser futuros campeones y para contarles pOSlClOnes.
todo lo acontecido. -Oye, Canarito, no quería comen­
La ciudad todavía estaba de fiesta, cele­ tártelo, pero no puedo quedarme callado.
brando la famosa Competencia de Aves. En ca­ -¿A qué te refieres?
da barrio habían instalado kioscos con mucha -Que Cata y tú hacen una pareja
comida y vino hecho de alpiste, el trago favori­ muy bonita.
to de los montebellistas. En escenarios de ma­ -¡Qué casualidad! ¡Eso mismo estaba
dera, instalados en las calles, grupos vocales pensando yo!
amenizaban la festividad con espectáculos muy -¿Entonces, por qué no le dices algo?
típicos de la zona, consistentes en cantar temas -¡Lo que estaba pensando era que
como «La Pájara Pinta» o «Los Pollitos Dicen». tú y ella hacen una linda pareja.
Con ese ambiente en la cuadra de la -En serio, Cananito. Ustedes po­
casa de Cata, los niños contaron la historia drían ...
de la captura de los gemelos. Después, co­ -¿Y por qué no puedes ser tú, Pato?
mieron y hasta bailaron un buen rato. -Porque...
En un momento determinado, Pato y -¡Mira! Ya decidimos diejar eso así.
Canarito se sentaron en la acera en medio del Yo te propongo olvidarnos de ella como pa­
buHicio de tantos y tantos vecinos y amigos. reja y aceptarla como amiga.
De repente, Pato cerró los ojos, apre­ -Sí, puede que tengas razón. Y si
tó los labios, aguantó la respiración, chasqueó algo ocurre entre ella y algulilo de nosonos,
los dedos y... ¡Prácata! ¡Toda la multitud para­ que sea cuando estemos más grandes.
lizada! Una pareja besándose; un hombre, al -¡Claro! Que la cosa se dé sola.
cual se le había subido el vino de alpiste a la -¿T ú crees que ella esté de acuelfdo
cabeza, quedó en el instante en que comenzaba en ser una más de nosotros?
una aparatosa caída; una mujer bailaba imi­ Ambos callaron, pensando en la posi­
tando a un pingüino; y Cata, del brazo de su bilidad de tenerla como una íntima amiga,
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mientras contemplaban los numerosos mani­ pero se dieron cuenta de que sólo ella lo ha­
quíes que los rodeaban. bía hecho.
-Bueno, si me aceptan... Se incorporaron rápidamente y,
Sorprendidos, buscaron con la vista cuando la niña llegó hasta ellos, entre alegres
de dónde había salido aquella voz tan cono­ risas los tres chocaron sus palmas de arriba
cida, hasta que vieron a Cata soltarse del hacia abajo y de abajo hacia arriba, toparon
brazo paralizado de su padre y venir hacia sus puños cerrados y terminaron con sus ma­
ellos. Miraron a todas partes para comprobar nos derechas bien apretadas, golpeándose el
si se había roto el encantamiento y las demás pecho de cada uno.
personas se ponían en movimiento también,
PEPE PELAYO
JUAN MANUEL BATANCOURT (Betán)

Matanzas, Cuba (1952), nacionalizado chileno. Es es­


critor, comedianre, guionista, especialista en humor e
Matanzas, Cuba (1938). Es escritor, periodista,
ingeniero civil. guionista, fotógrafo y humorista. En Cuba, fue
Ha obtenido varios premios en concursos internacio­ fundador de la revista humorística Palante donde
nales por su obra literaria y gráfica. Fue fundador y di­ trabaja en la actualidad.
rector de la reconocida compañía La Seña del Humor Ha publicado libros, además de cuentos y artículos
en su país natal. Actualmente imparte charlas, cursos y en diarios y revistas de innumerables paises. Tam­
talleres sobre Crecimiento Personal, Pedagogía y Mo­ bién ha obtenido más de cuarenta premios nacio­
tivación a la lectura a rravés del Humor. nales y extranjeros en literatura policial y humorís­
Le han publicado una treintena de libros en Cuba, Ar­ tica, dibujo y fotografía. Es guionista de programas
gentina, Uruguay, Ecuador, México, España y Chile,
de radio y de historietas, manifestación anÍstica
entre los que se encuentran: El chupacabras de Pirque y
donde ha ganado un Premio Especial de la ÜIP.
En las garras de Los Mataperros (Alfaguara 2003 y 2005),
Publicó en Cuba el libro Guía para tontos de capirote
en coautorÍa con Berán; Ni un peLo de tonto, Draguito
y eL dragón, Lucia Moñitos y Trinos de coLores (Alfaguara (Letras Cubanas, 1982) y sus cuentos han apareci­
2006, 2007 Y 2008), en coautorÍa con Alex Pelayo. do en numerosas antologías de humor. Ha escrito
Además, de sus libros Pepito, el señor de Los chistes, Pe­ nueve novelas policíacas, dos de ellas ptemiadas en
pito y sus Libruras, Los teatropeLLos de Pepito, Los diáLocos el concurso nacional que anualmente convoca el
de Pepito y Cuentos de Ada (Alfaguara 2002, 2004, Ministerio del Interior de Cuba, en tamo otras tres
2007, 200S y 2003). han sido adaptadas para la radio y una de eilas fue
Es el creador del Concurso Nacional de Humor Infan­ premiada en el Festival Nacional de la Radio 2005.
til en Chile y Uruguay, que lleva el nombre de su per­ En ca-autoría con Pepe Pelayo ha publicado El
sonaje Pepito. chupacabras de Pirque, El secreto de la cueva negra,
En las garras de los mataperros (Alfaguara 2003,
2004 Y2005) Y La maldición del nariztócrata (Hu­
mor Sapiens Ediciones, 2007).
,f ÍNDICE

Una ciudad de bastante importancia... 7

Con un chasquido de dedos........... 15

Un ave de heráldica cabeza.............. ... 29

La leyenda de la cueva..................... 48

Un cientifico punk............................. 53

La dañina sombra de un árboL........... 74

La amenaza del monstruo................... 91

Dos niños y un loro al rescate............. 109

Llegó la hora de la competencia......... 125

El final de los finales........................... 141

Biografía de los autores....................... 158

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