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HERIDAS DE SAN IGNACIO

Su madre murió siendo él muy pequeño y su educación corrió a cargo de la mujer de su hermano Martín
(Magdalena de Araoz) y de la mujer del herrero de la casa torre de Loyola, que vivía en el caserío
cercano de Eguíbar (María Garín).

Un personaje, pues, que vive curvado sobre sí mismo, buscando, por encima de todo, «valer más», «ser
más estimado», «ser más valorado y tenido en cuenta». Este vivir de Ignacio para «autoafirmarse»
queda bien plasmado en su empeño por defender a muerte, al servicio de los Reyes Católicos y frente
las acometidas del ejército francés, la fortaleza de Pamplona, contra el parecer de todos

Hasta los quince años lo podemos imaginar correteando primero y corriendo después por aquel valle del
Urola, recorriendo caseríos, participando en cacerías familiares, ayudando a segar campos o a recoger
las castañas que dejaban caer los árboles cuando se acercaba el frío del invierno. Tal vez llegara a subir a
la cima del Izarraitz. Nevado, cubierto de niebla o despejado, el monte vio crecer al benjamín de los
Loyola

1. A los 15 años sus familiares toman una decisión por él. ¿A dónde lo envían y que
supuso para el joven Ignacio esa decisión? ¿En qué ambientes/círculos se moverá
a partir de entonces este joven?

Y cuando llegó el momento de buscar un futuro para el benjamín Ignacio, su padre lo colocó en el
castillo de Arévalo del contador mayor del Reino de Castilla, Juan Velázquez de Cuéllar, en un ambiente
claramente cortesano y caballeresco donde Ignacio vivió de los dieciséis a los veinticinco años. Luego,
desde 1517 hasta 1521, estuvo al servicio del Duque de Nájera, virrey de Navarra.

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