Está en la página 1de 2

MITOS Y SUEÑOS DE LOS VOLCANES

En Mesoamérica el mundo fue concebido como un ámbito sagrado. Los humanos, los animales, las
plantas, pero también la tierra, el agua, el cielo y las montañas poseían algo más que su sensible
materialidad: tenían un espíritu, una entidad anímica con la cual era posible comunicarse a través
de los sueños, mediante visiones inducidas por trances extáticos o por medio de la oración y la
actividad ritual. El milenario culto a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl corresponde a esta
cosmovisión y algunos de sus componentes han llegado hasta nuestros días debido a un profundo
mestizaje cultural con el cristianismo traído a estas tierras por los conquistadores europeos. El
antiguo culto a Tláloc, señor de la lluvia, el rayo y las tormentas, estrechamente vinculado con el
culto a Chalchiuhtlicue, señora de los ríos, los manantiales y las lagunas, hoy se ha transformado,
mediante un complejo proceso de aculturación que recoge elementos tanto del periodo colonial
como del México moderno, en un culto a Gregorio Popocatépetl y Rosita Iztaccíhuatl.

En el principio fue el mito…


Los mitos son relatos de carácter sagrado que nos hablan del origen del cosmos y de las cosas y
seres que lo habitan. El mito de la diosa Tlaltecuhtli refiere la existencia de este ser fantástico que
caminaba por las aguas primigenias y en todas las coyunturas tenía ojos y bocas con las que
mordía salvajemente. Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, convertidos en serpientes, la partieron en dos y
con ambas mitades hicieron la tierra y el cielo. Entonces descendieron los demás dioses y para
compensar el daño que se había infligido a Tlaltecuhtli, hicieron de sus cabellos y su piel árboles,
flores y yerbas; de sus ojos pozos, fuentes y pequeñas cuevas; de la boca ríos y cavernas grandes,
de la nariz valles y montañas. Para calmar su llanto y conseguir que rindiera frutos había que
alimentarla con sangre humana.

Este mito de origen permite entender algunos aspectos de los rituales que se llevan a cabo en las
laderas de los volcanes, a más de 4 000 m de altura. Rituales que presuponen la existencia de un
Espíritu de la Montaña, llamado Gregorio Popocate-petzintli, con quien se establece una relación
ceremonial de reciprocidad para obtener de él buenas lluvias que permitan cosechas abundantes.
A cambio, los campesinos, por medio de sus especialistas en el manejo mágico del clima, entregan
flores, música, copal, bebida, comida y eventualmente alguna vestimenta y adornos personales.
Entre la comida que los campesinos de Xalitzintla, Puebla, ofrendan al volcán y a los espíritus de
otras montañas, destaca la sangre de un guajolote sacrificado durante el ritual de petición de
lluvias, sangre que se deposita en un recipiente al pie de las cruces que presiden el lugar sagrado
conocido como El Ombligo. Como su nombre lo sugiere, se trata de un Centro del Mundo, un sitio
desde donde es posible establecer comunicación con el mundo celeste de las deidades y con los
antepasados que habitan en el inframundo. Para preservar su carácter de relato sagrado, el mito
debe mantener un vínculo con una ritualidad que le permite actualizarse constantemente, cuando
ese vínculo desaparece el mito inicia su degradación hasta convertirse en leyenda o cuento.
Actividad:

1. Según el texto ¿De qué forma era posible comunicarse con el espíritu de los volcanes?

2. ¿Cómo podrías definir un mito?

3. ¿Qué pretendían lograr los campesinos con las ceremonias y rituales en el volcán?

Glocker, Julio, “Mitos y sueños de los volcanes”, Arqueología Mexicana núm. 95, pp. 64-69.

También podría gustarte