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Escuela peripatética Círculo filosófico de la Grecia antigua.

Básicamente,
seguía las enseñanzas de Aristóteles, su fundador.

Aristóteles fundó la Escuela peripatética en 335 adC cuando abrió su primera


escuela filosófica en el Liceo en Atenas. El nombre de la escuela procede de
la palabra griega 'ambulante' o 'itinerante'. Esto puede proceder, o bien por
los portales cubiertos del Liceo conocidos como perípatoi, o bien por los
enramados elevados bajo los que caminaba Aristóteles mientras leía.

El más afamado miembro de la Escuela peripatética después de Aristóteles fue


Estratón de Lampsaco, quien incrementó los elementos naturales de la filosofía
de Aristóteles y abrazó una forma de ateísmo.

Como miembros de la escuela Peripatética se incluyen:

 Teofrasto
 Aristoxeno
 Satiro
 Eudemo de Rodas
 Andronico de Rodas

El más grande de los filósofos paganos, nació en Estagira, una colonia griega
en la península tracia Calcídica, en el 384 a.C. Murió en Calcis, en Eubea, en
el 322 a.C.

Su padre, Nicómaco, era médico de la corte del rey Amintas de Macedonia.


Existen razones para creer que este puesto fue desempeñado por los antepasados
de Aristóteles bajo el reinado de varios predecesores de Amintas, de modo que
la profesión de médico era, en cierto sentido, hereditaria en la familia.
Cualquiera que fuese la formación que Aristóteles recibió en un principio,
probablemente estuvo influida por esta circunstancia. Así, cuando marchó a
Atenas a la edad de dieciocho años, su mente estaba ya orientada en la
dirección que tomaría posteriormente, la investigación de los fenómenos de la
Naturaleza.

Permaneció en Atenas como discípulo de Platón desde los dieciocho hasta los
treinta y siete años, y se dice que destacaba entre los que acudían a
instruirse a la arboleda de Academo, contigua a la casa de Platón. Las
relaciones entre el famoso profesor y su ilustre discípulo han dado pie a
varias leyendas, muchas de las cuales presentan a Aristóteles de forma no muy
favorable. No cabe duda de que existieron diferencias de opinión entre el
maestro, que tomó partido por los principios sublimes e idealistas, y el
alumno, que, incluso en aquel entonces, mostraba ya una predilección por la
investigación de los hechos y leyes del mundo físico. Es probable que Platón
afirmara que Aristóteles necesitaba unas riendas más que una espuela, pero no
hay razón para creer que ello abriera una brecha en su amistad. De hecho, el
comportamiento de Aristóteles tras la muerte de Platón, su continuada
asociación con Xenócrates y otros platónicos y sus alusiones en sus escritos a
las doctrinas de Platón prueban que, aunque hubo discrepancias de opinión
entre maestro y discípulo, no faltaba una estima cordial o ese mutuo dominio
de si mismos que podría esperarse de hombres de carácter noble. Además de todo
ésto, en la medida en que presentan a Aristóteles bajo un prisma desfavorable,
se puede rastrear el origen de las leyendas hasta los epicúreos, que desde
antiguo fueron conocidos como profesionales de la calumnia, y si escritores
patrísticos como Justino Mártir y Gregorio Nacianceno proporcionaron amplia
circulación a tales leyendas, debe buscarse la razón no en una tradición
histórica bien fundamentada, sino en la desproporcionada estima en que los
herejes de las primeras épocas del Cristianismo tenían a Aristóteles.

Después de la muerte de Platón (347 a.C.) Aristóteles marchó, en compañía de


Xenócrates, a la corte de Hermias, gobernador de Atarneus en Asia Menor, y
allí se casó con la sobrina e hija adoptiva de éste, Pythias. En el 344, dado
que Hermias había sido asesinado por sus súbditos en una rebelión, Aristóteles
marchó con su familia a Mitilene, y desde allí, uno o dos años más tarde, fue
llamado a su Estagira natal por el rey Filipo de Macedonia, para que se
convirtiera en el tutor de Alejandro, que por entonces contaba trece años.
Tanto si creemos o no a Plutarco, cuando afirma que Aristóteles no sólo
impartió al futuro conquistador del mundo conocimientos de ética y política,
sino que también le inició en los más profundos secretos de la filosofía,
tenemos pruebas tangibles de que, por una parte, el discípulo real se
benefició del trato con el filósofo, y por otra, de que el maestro hizo un uso
prudente y provechoso de su influencia sobre la mente del joven príncipe.
Gracias a dicha influencia, Alejandro puso a disposición de su maestro amplios
medios para la adquisición de libros y la prosecución de su investigación
científica, y la historia no se equivoca cuando atribuye a este trato con
Aristóteles aquellos dones singulares de la mente y el corazón que
distinguieron a Alejandro, casi hasta el fin, entre los pocos que han sabido
cómo utilizar las victorias de manera inteligente y moderada. Alrededor del
año 335 Alejandro emprendió la campaña de Asia; en consecuencia, Aristóteles,
que había desempeñado el puesto de consejero más o menos informal desde que su
alumno accediera al trono, regresó a Atenas e inició allí una escuela de
filosofía. Es posible que, como afirma Gelio, él hubiera dirigido una escuela
de retórica durante su estancia anterior en la ciudad; pero ahora, siguiendo
el ejemplo de Platón, se dedicó a impartir una enseñanza sistemática de la
filosofía y eligió para este propósito un gimnasio dedicado a Apolo Licio, por
lo que su escuela llegó a ser conocida con el nombre de Liceo. También se la
denominó Escuela Peripatética, debido a la costumbre del maestro de discutir
los problemas filosóficos con sus alumnos mientras paseaba (peripateo) por los
caminos sombreados (peripatoi) alrededor del gimnasio.

Aristóteles escribió la mayoría de sus obras a lo largo de los trece años


(335-322) que permaneció como profesor en el Liceo. A imitación del ejemplo de
su maestro, puso en las manos de sus alumnos “Diálogos” en los que las
enseñanzas eran expuestas en un lenguaje un tanto popular. Asimismo, compuso
numerosos tratados (que se mencionarán más adelante) sobre física, metafísica
y demás, en las que la exposición es más didáctica y el lenguaje más técnico
que en los “Diálogos”. Estas obras dan cuenta del buen uso que dió a los
medios que Alejandro puso a su disposición. En particular, muestran cómo
consiguió reunir las obras de los filósofos griegos que le precedieron, y cómo
no reparó en esfuerzos ni gastos a la hora de proseguir sus investigaciones en
el campo de los fenómenos naturales, bien personalmente bien a través de
otros. Al leer sus tratados de zoología es fácil dar crédito a la afirmación
de Plinio cuando dijo que Alejandro puso bajo las órdenes de Aristóteles a
todos los cazadores y pescadores del reino, y a todos los guardas de los
bosques reales, lagos, estanques y todo tipo de ganado; y cuando se aprecia
cuán exhaustivamente conoce Aristóteles las doctrinas de los que le
precedieron, es posible aceptar la afirmación de Estrabón de que fue el
primero en reunir una gran biblioteca. Durante los últimos años de la vida de
Aristóteles las relaciones entre éste y su antiguo alumno real se enrarecieron
considerablemente, debido a la caída en desgracia y consiguiente castigo de
Calistenes, a quien él había recomendado ante el rey. Sin embargo, en Atenas
él continuó siendo considerado un amigo de Alejandro y un representante del
dominio macedonio. Por consiguiente, cuando llegaron las noticias de la muerte
de Alejandro a Atenas y se produjo la declaración que llevó a la guerra lamia,
Aristóteles sufrió forzosamente la hostilidad general hacia los macedonios. La
acusación de impiedad, que se había esgrimido contra Anaxágoras y Sócrates,
fue ahora, con menor razón aún, lanzada contra él. Abandonó la ciudad mientras
afirmaba (según muchas autoridades de la antiguedad) que no permitiría que los
atenienses pecaran por tercera vez contra la filosofía. Estableció su
residencia en su patria, en Calcis, Eubea, y allí murió al año siguiente, en
el 322 a.C. Su muerte se debió a una enfermedad que le había aquejado desde
hacía largo tiempo. La versión de que su fallecimiento fue ocasionado por un
envenenamiento con cicuta, y la leyenda en la que se arrojó al mar “porque no
podía explicar las mareas” carecen de todo fundamento histórico.

Se conoce muy poco sobre el aspecto personal de Aristóteles, excepto aquello


procedente de fuentes manifiestamente hostiles. Sin embargo, no hay razón para
dudar de la exactitud de las estatuas y bustos que han llegado hasta nuestros
días, cuyo origen se remonta posiblemente a los primeros años de la Escuela
Peripatética, que representan su rostro con rasgos angulosos y penetrantes, y
algo por debajo de la estatura media. Su carácter, revelado en sus obras, su
testamento (que es, sin ninguna duda, genuino), fragmentos de sus cartas y las
alusiones de aquellos contemporáneos sin prejuicios, muestran un hombre
magnánimo y de gran corazón, amante de su familia y de sus amigos, amable con
sus esclavos, justo con sus enemigos y rivales, agradecido hacia sus
benefactores - en una palabra, la personificación de aquellas ideas morales
que él bosquejó en sus tratados de ética y que son reconocidas como muy por
encima del concepto de excelencia moral vigente en sus días y entre sus
contemporáneos. Cuando cesó el dominio del Platonismo sobre la esfera de la
reflexión cristiana y las obras del estagirita comenzaron a ser estudiadas sin
miedos ni prejuicios, la personalidad de Aristóteles se mostró a los
escritores cristianos del siglo XIII como lo había sido a los escritores
paganos imparciales de su propia época, sosegado, majestuoso, sin dejarse
dominar por las pasiones y libre de defectos morales graves, “el maestro de
los que saben”.

Filosofía

Aristóteles define la filosofía utilizando el término del ente, afirmando que


la filosofía es “ la ciencia que considera universalmente el ente en cuanto
tal”. Platón la había definido como “la ciencia de la idea”, y tomaba por idea
lo que ahora denominaríamos los fundamentos irreductibles de los fenómenos.
Tanto el discípulo como su maestro consideran que el campo de la filosofía
abarca todo el universo; sin embargo, el primero encuentra lo universal en
las cosas concretas, y lo llama el ente de las cosas, mientras que el segundo
considera que lo universal existe fuera de las cosas concretas, y que se
relaciona con ellas a modo de prototipo o modelo. Para Aristóteles, por tanto,
el método filosófico implica ascender del estudio de los fenómenos
particulares hasta el conocimiento de los entes, en tanto que para Platón el
método filosófico implica descender del conocimiento de las ideas universales
a la contemplación de las imitaciones particulares de esas ideas. En cierto
modo, el método de Aristóteles es a la vez inductivo y deductivo, mientras que
el de Platón es básicamente deductivo. Dicho de otro modo, la tendencia de
Platón a idealizar el mundo de la realidad a la luz de la intuición de un
mundo superior es sustituída en Aristóteles por una tendencia científica a
examinar primero los fenómenos del mundo real que nos rodea y de ahí razonar
hasta alcanzar un conocimiento de los entes y de las leyes que la intuición no
puede revelar pero cuya existencia puede demostrar la ciencia. De hecho, la
noción de filosofía de Aristóteles corresponde, en líneas generales, a lo que
más tarde se ha denominado ciencia, diferenciándola de la filosofía. En el más
amplio sentido de la palabra, filosofía y ciencia, o razonamiento, son
coextensivos: “La ciencia (dianoia) puede ser práctica, poética o teórica”. El
considera ciencias prácticas la ética y la política; poéticas, el estudio de
la poesía y otras artes, mientras que las ciencias teóricas son la física, las
matemáticas y la metafísica. Esta última, que es la filosofía en sentido
estricto, la define como “el conocimiento del ente inmaterial”, y la denomina
“filosofía primera”, “la ciencia teológica” o “la del ente en su máximo grado
de abstracción”. Si la Lógica, o Analítica, como Aristóteles la denomina, es
considerada como un estudio preliminar para la Filosofía, tenemos la siguiente
división de la filosofía aristotélica: (1) Lógica; (2) Filosofía Teórica, que
incluye la Metafísica, la Física y las Matemáticas; (3) Filosofía Práctica y
(4) Filosofía Poética.

1. La Lógica

Los tratados de lógica de Aristóteles conforman lo que posteriormente se


denominó “Organon” y contienen el primer tratamiento sistemático de las leyes
del pensamiento en relación con la adquisición de conocimiento. De hecho,
constituyen el primer intento de reducir la lógica a una ciencia, y en
consecuencia, confieren a su autor el derecho a ser considerado el fundador de
la lógica. Son seis tratados y versan respectivamente sobre:

 Clasificación de las nociones


 Juicios y proposiciones
 El silogismo
 Demostración
 El silogismo problemático
 Falacias

Así, cubren prácticamente todo el campo de la lógica.

En el primer tratado, las “Categorías”, Aristóteles da una clasificación de


todos los conceptos, o nociones, según las clases en las que las cosas
representadas por conceptos o nociones se dividen naturalmente. Estas clases
son sustancia, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión (que no debe
entenderse meramente como una condición mental o psíquica), lugar, tiempo,
posición, y estado. Hay que distinguirlas de los Predicamentos, que son
género, especie (definición), diferencia, propiedad y accidente. Estos últimos
son, sin duda, clases en las que las ideas se dividen, pero sólo en cuanto que
una idea es predicada de la otra. Es decir, las Categorías son, en primer
lugar, una clasificación de los modos de ser, y en segundo, de las nociones
que expresan los modos de ser; los Predicamentos son, en primer lugar, una
clasificación de los modos de predicar, y en segundo, de las nociones o ideas,
según la diferente relación en la que una idea, como predicado, califica a
otra como sujeto. En el tratado denominado “Primeros Analíticos”, Aristóteles
desarrolla las reglas del razonamiento silogístico, y establece los principios
de la inducción. En el “Segundos Analíticos” emprende el estudio de la
demostración y de los primeros principios indemostrables. Asimismo, trata el
conocimiento en general, su origen, proceso y desarrollo hasta el estado de
conocimiento científico. A partir de ciertos pasajes bien conocidos de este
tratado y de sus otros escritos se puede bosquejar su teoría del conocimiento.
Como se ha mencionado previamente, Aristóteles enfoca los problemas de la
filosofía desde un punto de vista científico. El considera la experiencia como
la verdadera fuente de todo nuestro conocimiento, tanto intelectual como
material. “No hay nada en la mente que no estuviera primero en los sentidos”,
es un principio fundamental para él, como lo sería después para sus
discípulos. Todo conocimiento comienza con la experiencia de una sensación,
que tiene como objeto, naturalmente, al fenómeno concreto, particular y
cambiante. Pero aunque el conocimiento intelectual empieza con la experiencia
sensorial, no termina ahí, ya que tiene como fin la esencia inmutable,
abstracta y universal. Esta teoría del conocimiento puede ser, hasta aquí,
resumida en los siguientes principios: el conocimiento intelectual depende
básicamente del conocimiento sensorial, y el conocimiento intelectual es, sin
embargo, superior al conocimiento sensorial. ¿Cómo asciende entonces la mente
desde el conocimiento inferior al superior? ¿Cómo puede el conocimiento de lo
que perciben los sentidos (aistheton) conducir al conocimiento de lo
inteligible (noeton)? La respuesta de Aristóteles es que la mente descubre lo
inteligible en la experiencia sensorial. La mente no extrae,como Platón
imaginara, el recuerdo de ciertas ideas de una existencia anterior a partir de
lo que le recuerda la vista de ciertos fenómenos.

Él atribuye a los fenómenos una facultad específica de la mente, por la cual


ésta hace inteligibles aquellos entes que son imperceptibles a los sentidos,
por estar ocultos bajo cualidades no esenciales. El hecho es que la sustancia
individual (sustancia primera) observada a traves de nuestros sentidos - este
libro, esta mesa, esta casa - presenta determinadas cualidades individuales
( su tamaño particular, forma, color, etc.) que la distinguen de otras de su
especie y que sólo son percibidas por los sentidos. Pero en la misma sustancia
subyace a las cualidades individuales una naturaleza general (por la que es un
libro, una mesa, una casa); ésta es la sustancia segunda, la Esencia, el
Universal, el Inteligible. Así, la mente está dotada del poder de abstracción,
generalización o inducción (Aristóteles no es muy explícito sobre la
naturaleza precisa de esta facultad) mediante el cual descorre, de manera
figurada, el velo de las características particularizantes y saca a la luz, o
permite que se revele, el elemento universal o realmente inteligible de las
cosas, que es el objeto del conocimiento intelectual. En esta teoría, el
conocimiento intelecual se desarrolla a partir del conocimiento sensorial en
la medida en que dicho proceso pueda llamarse desarrollo, por el cual lo que
sólo era potencialmente inteligible se transforma de hecho en inteligible
gracias a la actuación del intelecto activo. El Universal estaba in re antes
de que la mente humana comenzara a trabajar, pero estaba ahí de forma
únicamente potencial, ya que, debido a las cualidades individualizantes que lo
envolvían, sólo era potencialmente inteligible. La teoría de los universales
de Aristóteles consiste, por tanto, en que
El universal no existe separado del particular, como enseñaba Platón, sino que
existe en las cosas particulares

El Universal como tal, en toda su inteligibilidad, es una obra de la mente, y


existe sólo en la mente aunque tiene su fundamento en la esencia
potencialmente universal que existe independientemente de la mente y fuera de
ella.

2. Filosofía teórica

A. Metafísica

La Metafísica o, más propiamente dicho, la Filosofía Primera, es la ciencia


del ente en cuanto tal. Es decir, aunque todas las ciencias giran en torno al
ser, las otras ciencias se ocupan sólo de parte de la realidad, mientras que
esta ciencia contempla toda la realidad; las otras ciencias buscan las causas
próximas y particulares, mientras que esta ciencia busca la causa última y
universal; las otras ciencias estudian el ser en su determinación inferior
(cantidad, movimiento, etc) mientras que esta ciencia estudia el ente en
cuanto tal, es decir, en su más alta determinación (sustancia, causa, bondad,
etc.). Los matemáticos afirman que un objeto entra dentro del campo de estudio
de su ciencia si es circular o cuadrado, o provisto de cantidad de cualquier
otra forma. De manera similar, el físico reclama para su ciencia todo aquello
que esté dotado de movimiento. Para el metafísico es suficiente que el objeto
en cuestión sea un ente. Como el alma humana o Dios, el objeto puede estar
desprovisto de cantidad o de todo movimiento físico; sin embargo, en tanto que
es, ya entra dentro del campo de la metafísica. Por tanto, la cuestión
principal en la Filosofía Primera es: ¿Cuáles son los últimos principios del
ser, o de la realidad en cuanto que es? Aquí, Aristóteles pasa revista a las
opiniones de todos sus predecesores de la filosofía griega, desde Tales a
Platón, mostrando cómo cada respuesta sucesiva a la pregunta anterior resulta
en cierto modo defectuosa. Especial atención le dedica a la teoría platónica,
según la cual las ideas eran los últimos principios del ente. El sostiene que
dicha teoría fue formulada para explicar cómo son las cosas, y cómo se conocen
las cosas; en ambos casos es inadecuada. Postular la existencia de las ideas
separadas de las cosas es únicamente complicar el problema, ya que, a menos
que las ideas tengan algún contacto definido con las cosas, no pueden explicar
cómo las cosas llegan a ser, ni tampoco cómo llegan a ser conocidas por
nosotros. Platón no matiene un contacto entre ideas y fenómenos en una forma
definida y científica, sino que sólo se refugia en expresiones como
participación, imitación, que, si son algo más que metáforas vacías, implican
una contradicción. En una palabra, Aristóteles opina que Platón, al postular
la existencia de las ideas en un mundo separado al de los fenómenos, excluye
la posibilidad de resolver mediante las ideas el problema de la naturaleza
última de la realidad. ¿Cuáles son, por tanto, según Aristóteles, los
principios del ente? En el orden metafísico las determinaciones más altas del
ente son el acto (entelecheia) y la potencia (dynamis). El primero es
perfección, realización, plenitud del ente; el segundo, imperfección,
incompleto, perfectibilidad. El primero es el principio determinante, el
segundo el determinable. Acto y potencia están por encima de todas las
categorías; se encuentran en todos los entes, con excepción de la Causa
Suprema, en la cual no hay imperfección y, por tanto, no hay potencia. El es
en realidad Actus Purus. Todos los demás entes están compuestos de acto y
potencia, un dualismo que es una fórmula metafísica general para el dualismo
de materia y forma, cuerpo y mente, sustancia y accidente, el alma y sus
facultades, el intelecto pasivo y el activo. En el orden físico, potencia y
acto se convierten en materia y forma. A éstos hay que añadir el agente (causa
eficiente) y el fin (causa final); pero como la eficiencia y la finalidad han
de ser reducidas, en un último análisis, a la forma, nos encontramos con dos
últimos principios del ente en el orden físico, a saber, la materia y la
forma. Las cuatro causas genéricas - material, formal, eficiente y final -
serían, en el caso, por ejemplo, de una estatua:

  La causa material, aquella de la cual está hecha la estatua, es el mármol o


el bronce.
  La causa formal, aquella según la cual se ha hecho la estatua, es la idea
que existe en primer lugar como modelo en la mente del escultor, y en segundo
lugar como causa intrínseca, determinante, la expresada en la materia.

  La causa eficiente, o agente, es el escultor.

  La causa final es aquella por la cual se ha hecho la estatua (como, por
ejemplo, el precio pagado al escultor, el deseo de agradar a un superior,
etc.)

Todas ellas son causas verdaderas en tanto que el efecto depende de ellas para
existir o para su modo de existir. La filosofía pre-aristotélica fracasó, bien
al intentar discriminar entre los diferentes tipos de causas, confundiendo el
principio material con el eficiente, bien al insistir en que sólo las causas
formales eran los verdaderos principios del ente, o bien al reconocer que hay
un principio de finalidad y dudar al aplicar ese principio a los detalles del
proceso cósmico. La filosofía aristotélica, al discriminar entre las
diferentes causas genéricas y retener al mismo tiempo todos los diferentes
tipos de causas que intervenían en el pensamiento filosófico anterior, marca
un verdadero desarrollo en la especulación metafísica y se presenta como una
auténtica síntesis de las filosofías jónica, eleática, socrática, pitagórica y
platónica. Un punto que se debería recalcar al exponer esta parte de la
filosofía aristotélica es la doctrina de que toda acción consiste en poner en
acto aquello que estaba contenido en potencia en el material sobre el que
trabaja el agente. Esto es cierto no sólo en el mundo de las cosas animadas,
en el que, por ejemplo, el roble está contenido en la bellota, sino también en
el mundo inanimado en el que el calor, por ejemplo, está contenido en potencia
en el agua, y sólo necesita como agente al fuego para ser puesto en acto. Ex
nihilo nihil fit. Este es el principio del desarrollo de la filosofía
aristotélica que es tan comentado en relación con la noción moderna de
evolución. La mera potencialidad, sin ningún acto o realización - la
denominada materia prima - no existe por si misma en ninguna parte, aunque
entra en la composición de todas las cosas excepto en la Causa Suprema; está
en un polo de la realidad, mientras que ésta última está en el otro. Ambas son
reales. La materia prima posee lo que pudiera denominarse realidad más
atenuada, dado que es pura indeterminación; Dios posee la más alta y completa
realidad, ya que El es, en el más alto grado de determinación . Una de las
tareas de la metafísica, la ciencia teológica, consiste en demostrar la
existencia de una Causa Suprema. Y Aristóteles se embarca en esta tarea en
muchas partes de su obra de la Filosofía Primera. En la “Física”, adopta y
mejora un argumento teleológico de Sócrates cuya premisa mayor es “Aquello que
exista para un propósito útil debe ser la obra de una inteligencia”. En el
mismo tratado él argumenta que, aunque el movimiento es eterno, no puede haber
una serie infinita de entes que mueven y entes que son movidos, y que, por
tanto, debe haber uno, el primero de la serie, que es inmóvil, to proton
kinoun akineton - primum movens immobile. En la “Metafísica” sostiene que el
acto, por su naturaleza, precede a la potencia, y que, consecuentemente,
previo a toda materia y a toda composición de materia y forma, de potencia y
acto, debe haber existido un Ente que es acto puro, y cuya existencia consiste
en el pensamiento sobre si mismo, que es pensamiento (noesis noeseos). El Ente
Supremo imparte movimiento al universo al mover el Primer Cielo; sin embargo,
el movimiento que emana de la Primera Causa es el deseo. En otras palabras, el
Primer Cielo, atraído por el deseo hacia el Ente Supremo “como el alma es
atraída por la belleza”, se pone en movimiento e imparte su movimiento a las
esferas inferiores, y así, en último lugar, a nuestro mundo terrestre. Según
esta teoría, Dios nunca abandona el eterno reposo en que El consiste. Voluntad
e intelecto son incompatibles con la eterna inmutabilidad de su existencia.
Dado que la materia, el movimiento y el tiempo son eternos, el mundo es
eterno. Pero ha tenido una causa. La manera en que se ha originado el mundo no
está definida en la filosofía aristotélica. Parece aventurado afirmar que él
enseñó la doctrina de la creación. Aunque sí se puede afirmar con seguridad
que él estableció los principios que, llevados a su conclusión lógica,
conducirían a la doctrina de que el mundo fue hecho de la nada.

B. Física
La física tiene por objeto de su estudio los “entes dotados intrínsecamente de
movimiento”, en otras palabras, el estudio de la naturaleza. La naturaleza
difiere del arte en lo siguiente: la naturaleza esencialmente se determina a
si misma desde dentro de ella misma, mientras que el arte permanece externo a
los productos artísticos. En su autodeterminación, esto es, en sus procesos,
la naturaleza sigue una forma inteligente e inteligible. “La naturaleza está
siempre luchando por conseguir lo mejor”. El movimiento es una característica
del ente, esto es, la condición por la que un ente en potencia se convierte en
un ente actual. Hay tres tipos de movimiento: cuantitativo (aumentar y
disminuir), cualitativo (alteración) y espacial (locomoción). El espacio no es
ni materia ni forma, sino “el límite primero e inmóvil del continente en
contraste con el contenido”. El tiempo es la medida de la sucesión del
movimiento. Al tratar las nociones de movimiento, espacio y tiempo,
Aristóteles refuta la doctrina eleática de que el movimiento real, el espacio
real y la sucesión real implican una contradicción. De acuerdo con Empédocles,
también Aristóteles enseña que todos los cuerpos terrestres están compuestos
de cuatro elementos o principios radicales, a saber: fuego, aire, tierra y
agua. Estos elementos determinan no sólo el calor natural y la humedad de los
cuerpos, sino también su movimiento natural, hacia arriba o hacia abajo, según
el predominio del aire o de la tierra. Los cuerpos celestes no están
constituidos por los cuatro elementos, sino por el éter, cuyo movimiento
natural es circular. La Tierra es el centro del sistema cósmico; es un cuerpo
esférico, inmóvil y alrededor de él giran las esferas en las cuales están
fijados los planetas. El Primer Cielo, que juega un papel tan importante en el
sistema cosmogónico general aristotélico, es el cielo de las estrellas fijas.
Está rodeando todas las demás esferas y, al estar dotado de inteligencia, se
volvió hacia Dios como atraído por el deseo hacía El y así comunicó a todos
los demás cuerpos celestiales el movimiento circular que les es natural. Estas
doctrinas, al igual que el concepto general de naturaleza como dominada por el
designio o el propósito, llegaron a darse por sentado en toda filosofía de la
naturaleza hasta los tiempos de Newton y Galileo, y hasta el nacimiento de la
ciencia física moderna.

La psicología en la filosofía aristotélica es considerada una rama de la


ciencia física. Tiene como objeto el estudio del alma, es decir, del principio
de la vida. La vida es la facultad de la automoción, o del movimiento desde el
interior. Las plantas y los animales, al estar dotados de la facultad de
adaptación, tienen almas, y el alma humana es peculiar únicamente en que, a
las facultades vegetativas y sensitivas que caracterizan la vida vegetal y
animal respectivamente se añade la facultad racional - la capacidad de
adquirir conocimiento intelectual y universal. Debe por tanto tenerse en
cuenta que, cuando Aristóteles habla del alma, no se refiere solamente al
principio del pensamiento; alude al principio de la vida. El define el alma
como la forma, realización o actualidad del cuerpo, “la entelequia primera
del cuerpo organizado que posee la facultad de la vida”. No es una sustancia
distinta del cuerpo, como pensaba Platón, sino un principio consustancial al
cuerpo, y ambos están unidos para formar la sustancia compuesta, el hombre.
Las facultades o potencias del alma son cinco: nutritiva, sensorial,
apetitiva, locomotiva y racional. La sensación es definida como la facultad
“por la cual percibimos las formas de los objetos sensibles sin la materia,
como la cera recibe la figura del sello sin el metal del que está compuesto el
sello”. Es “un movimiento del alma”, y la “forma sin la materia” es el
estímulo que provoca ese movimiento. El typos, como se denomina esta forma,
aunque es análogo a los “espectros” sobre los que disertaron los atomistas, no
es, como el espectro, un objeto disminuido, sino una forma de movimiento que
media entre el objeto y la facultad. Aristóteles distingue entre los cinco
sentidos externos y los internos, de los cuales los más importantes son el
sentido central y la imaginación. El intelecto (nous) se diferencia de los
sentidos en que se ocupa de lo abstracto y universal, mientras que éstos
últimos tienen como objeto lo concreto y particular. La cualidad natural del
intelecto no es el conocimiento en si, sino meramente la facultad de adquirir
conocimiento. La mente “no tiene ideas al principio, es como una tabla rasa en
la que nada está escrito”. Todos nuestros conocimientos se adquieren, por
tanto, mediante un proceso de elaboración o desarrollo a partir del
conocimiento sensorial. En este proceso el intelecto exhibe una doble fase,
activa y pasiva. Por ello es costumbre referirse al intelecto pasivo y al
activo, aunque no está claro en absoluto lo que Aristóteles quería decir con
estos conceptos. La corrupción del texto en algunos de los pasajes más
críticos de la obra “De Anima” - la mezcla con el panteísmo estoico en las
explicaciones de los primeros comentaristas, por no hablar de las adiciones
posteriores de elementos ajenos por parte de los árabes, escolásticos y los
modernos comentaristas trascendentalistas del texto - han vuelto imposible
afirmar con precisión qué significado se debe atribuir a los términos de
intelecto pasivo y activo. Es suficiente subrayar aquí que:

  según los escolásticos, Aristóteles entendía por intelecto activo y pasivo


partes o fases de la mente individual.

   según los árabes y algunos de los primeros comentaristas, el primero de


los cuales posiblemente haya sido Aristocles, el intelecto activo sería algo
divino o, al menos, algo trascendental a la mente individual.

   según algunos intérpretes, el intelecto pasivo no es en ningún caso una


facultad intelectual propiamente dicha, sino simplemente un agregado de
sensaciones del cual se forman las ideas, como la estatua se elabora a partir
del mármol.

A partir del hecho de que el alma alcanza, mediante sus operaciones


intelectuales, un conocimiento de lo abstracto y universal, y así trasciende a
la materia y a los condicionantes materiales, Aristóteles sostiene que el alma
es inmaterial e inmortal. La voluntad, o facultad de elegir, es libre, como lo
demuestra el reconocimiento de la voluntariedad de la virtud y la existencia
de premios y castigos.

C. Matemáticas

Aristóteles consideró las matemáticas como una división de la filosofía,


coordinada con la física y la metafísica, y la definió como la ciencia del
ente inmóvil. Esto viene a significar que se centra en el ente cuantitativo, y
no limita su atención, como la física, al ente dotado de movimiento.

3. Filosofía práctica

Incluye la ética y la política. El punto de partida de los interrogantes


éticos es la pregunta: ¿En qué consiste la felicidad? Aristóteles responde que
la felicidad del hombre está determinada por el fin o propósito de su
existencia, o dicho de otro modo, que su felicidad consiste en “el bien propio
de su naturaleza racional”, ya que la prerrogativa del hombre es la razón. Su
felicidad, por tanto, debe consistir en vivir conforme a la razón, es decir,
en vivir una vida de virtud. La virtud es la perfección de la razón y tiene
dos vertientes naturales, según consideremos la razón en relación con las
facultades inferiores (virtud moral) o en relación a si misma (virtud
intelectual o teorética). La virtud moral se define como “un determinado
hábito de la facultad de elegir, que consiste en un medio adecuado a nuestra
naturaleza y fijado por nuestra razón en la forma en que lo fijaría un hombre
prudente”. Está en la naturaleza de las virtudes morales, por tanto, el evitar
todo exceso así como todo defecto; la timidez, por ejemplo, es tan contraria a
la virtud de la modestia como el descaro. Las virtudes intelectuales
(comprensión, ciencia, sabiduría, arte y conocimiento práctico) son
perfecciones de la razón misma, sin relación con las facultades inferiores.
Una peculiaridad del sistema ético aristotélico consiste en que sitúa las
virtudes intelectuales por encima de las morales, lo teorético sobre lo
práctico, lo contemplativo sobre lo activo, lo dianético sobre lo ético. Un
constituyente importante de la felicidad, según Aristóteles, es la amistad, el
lazo de unión entre el individuo y la agrupación social, entre el hombre y el
Estado. El hombre es esencialmente, o por naturaleza, un “animal social”, es
decir, no puede alcanzar una felicidad completa mas que en dependencia social
y política de sus congéneres. Este es el punto de partida de la ciencia
política. Que el Estado no es un absoluto, como enseñaba Platón; que no hay un
Estado ideal, sino que nuestro conocimiento de la organización política debe
ser adquirido mediante el estudio y la comparación de las diferentes
constituciones de los Estados; que la mejor forma de gobierno es aquella que
mejor concuerda con el carácter de la gente...son algunas de las doctrinas
políticas más características de Aristóteles.

4. Filosofía poética

Bajo este apartado se encuentra la teoría aristotélica del arte y su análisis


de la belleza. Cuando Aristóteles define que el fin del arte es “la imitación
de la naturaleza” no quiere decir que las artes plásticas y la poesía deberían
limitarse a copiar los productos naturales; él se refiere a que, al igual que
la naturaleza da cuerpo a la idea, así mismo hace el arte, pero de forma más
perfecta y elevada. De aquí su famosa afirmación que dice que la poesía “es
más filosófica y elevada que la historia”. De aquí proviene también su
igualmente famosa doctrina de que el propósito del arte es calmar, purificar
(katharsis) y ennoblecer los afectos. Por esta razón prefiere la música a
todas las artes plásticas, ya que posee un valor ético superior.

El concepto de Aristóteles de la belleza es vago e indefinido. A veces


considera el orden, la simetría y la limitación y otras meramente el orden y
la grandiosidad como componentes de lo bello. Estas últimas cualidades las
encuentra especialmente en la belleza moral. Resulta imposible hacer aquí una
valoración del conjunto de la filosofía aristotélica o rastrear su influencia
sobre los sistemas filosóficos que le siguieron. Bastaría con decir que,
tomado como un sistema de conocimiento, es más científico que metafísico; su
punto de partida es la observación, más que la intuición, y su objetivo es
averiguar la causa última de las cosas, más que determinar el valor (ético o
estético) de éstas. Su influencia se extendió, y todavía se extiende, más allá
de los campos de la ciencia y de la filosofía. Nuestro pensamiento, incluso en
asuntos muy lejanos de la ciencia y la filosofía, desemboca naturalmente en
las categorías y las fórmulas del aristotelismo, y a menudo encuentra su
expresión en términos que fueron inventados por Aristóteles, de forma que “las
palabras de Aristóteles, entendidas a medias, se han convertido en leyes de
pensamiento para otros tiempos”.

La Escuela Aristotélica

La identidad de la Escuela Aristotélica fue conservada desde el momento de la


muerte de Aristóteles hasta el siglo tercero de la era cristiana, gracias a la
sucesión de Escolares, o directores oficiales de la escuela. El primero de
ellos, Teofrasto, así como su sucesor inmediato, Estrato, dedicaron una
atención especial al desarrollo de las doctrinas físicas de Aristóteles.
También bajo su dirección la escuela se interesó por la historia de los
problemas filosóficos y científicos. En el siglo I a.C. Andrónico de Rodas
editó las obras de Aristóteles, y posteriormente la escuela produjo sus
comentaristas más famosos, Aristocles de Messene y Alejandro de Afrodisias
(alrededor del 200 d.C.). En el siglo III la labor de comentarista fue
continuada por los filósofos neoplatónicos y eclécticos, el más famoso de los
cuales fue Porfirio. En los siglos V y VI los principales comentaristas fueron
Juan Filopono y Simplicio; éste último estaba enseñando en Atenas cuando, en
el año 529, la escuela ateniense fue cerrada por orden del emperador
Justiniano. Después del cierre de la escuela de Atenas, los filósofos
exiliados hallaron un refugio temporal en Persia. Allí, así como en Armenia y
Siria, las obras de Aristóteles fueron traducidas y explicadas. Uranio, David
el Armenio, los cristianos de las escuelas de Nisibis y Edesa y, finalmente,
Honain ben Isaac, de la escuela de Bagdad, fueron especialmente activos como
traductores y comentaristas. Fue de esta última escuela de la que los árabes,
que bajo el reinado de los abasíes experimentaron un renacimiento literario
similar al de la Europa Occidental bajo Carlomagno, obtuvieron el conocimiento
de las obras de Aristóteles. Mientras tanto se había preservado en Bizancio
una tradición más o menos intermitente de las enseñanzas aristotélicas, las
cuales, habiendo sido representadas en siglos sucesivos por Miguel Psellus,
Focio, Arethas, Nicetas, Juan Italo y Ana Comnena, alcanzaron su más alto
desarrollo en el siglo XII, bajo la influencia de Miguel Efesio. En este siglo
las dos corrientes, una procedente de Persia, Siria, Arabia y la España árabe,
y la otra de Atenas, a través de Constantinopla, se encuentran en las
universidades cristianas de Europa Occidental, especialmente en la Universidad
de París. Los escritores cristianos de la época patrística fueron, con escasas
excepciones, platonistas que miraban a Aristóteles con suspicacia y
generalmente le minusvaloraban como filósofo. Había excepciones como Juan de
Damasco, que en su “Origen de la ciencia” compendia las “Categorías” y la
“Metafísica” de Aristóteles y la “Introducción” de Porfirio; Nemesio, obispo
de Emesa, que en su “Naturaleza del hombre” sigue las huellas de Juan de
Damasco; y Boecio, que tradujo varios de los tratados de lógica de Aristóteles
al latín. Estas traducciones y la “Introducción” de Porfirio eran las únicas
obras aristotélicas que conocían los universitarios más destacados, es decir,
los filósofos cristianos de Europa Occidental desde los siglos IX al XII. En
el siglo XII la tradición árabe y la bizantina se encontraron en París, las
obras metafísicas, físicas y éticas de Aristóteles fueron traducidas en parte
de los textos árabes y en parte de los griegos, y después de un breve periodo
de suspicacias y dudas por parte de la Iglesia, la filosofía de Aristóteles
fue adoptada como la base de una exposición racional del dogma cristiano. Las
suspicacias y dudas fueron debidas al hecho de que, en los textos árabes y sus
comentarios, las enseñanzas de Aristóteles habían sido tergiversadas y
orientadas al materialismo y panteísmo. Después de más de dos siglos de
triunfo casi universalmente indiscutido, Aristóteles se constituyó una vez más
en tema de disputa en las universidades cristianas del periodo renacentista,
debido a que los humanistas, al igual que los árabes, pusieron el énfasis en
aquellos elementos de las enseñanzas aristotélicas que eran irreconcilables
con la doctrina cristiana. Con la llegada de Descartes y el desplazamiento del
centro de los interrogantes filosóficos desde el mundo externo al interno, de
la naturaleza a la mente, el aristotelismo como sistema empezó a ser más y más
identificado con la escolástica tradicional y no se estudiaba separado de la
escolástica más que por su interés histórico.

Obras

Es costumbre distinguir, siguiendo la autoridad de Gelio, dos tipos de obras


aristotélicas: las exotéricas, destinadas al público en general, y las
acroamáticas, destinada sólo a un circulo limitado, formado por aquellos que
estaban versados en la fraseología y modos de pensamiento de la Escuela. Al
primer tipo pertenecen los “Diálogos”, de los cuales los más conocidos son el
“Eudemus”, tres libros sobre “Filosofía”, cuatro libros “De la justicia”,
además de los tratados (que no están en forma de diálogo) “Del bien” y “De las
ideas”, todos los cuales desafortunadamente se han perdido. Bajo este apartado
se debería mencionar también los “Poemas”, “Cartas”, “Oraciones”, “Apología”,
etc, que en un momento dado se atribuyeron a Aristóteles, aunque hay pocas
dudas sobre su falsedad. Al tipo de las obras acroamáticas pertenecen todas
las obras existentes y también los tratados perdidos anatomai (que contenía
cartas anatómicas), periphyton y los politeiai (una colección de las
diferentes constituciones políticas de los estados griegos; una porción, que
contenía la Constitución de Atenas fue descubierta en un papiro egipcio y
publicada en 1891). Las obras existentes, con sus títulos en latín, como se
acostumbra citarlas, pueden ser agrupadas en las siguientes clases:

Tratados de lógica

Fueron conocidos por los escritores bizantinos como el “Organon”, e incluía


(1) “Categoriae”; (2) “De Interpretatione”; (3) “Analytica Priora”; (4)
“Analytica Posteriora”; (5) “Topica”; (6) “De Sophisticis Elenchis”.

Tratados de metafísica

La obra corrientemente citada como “Metaphysica” o “Metafísica” (o, al menos,


una porción de ella) fue titulada por Aristóteles “Filosofía primera” (prote
philosophia). El título meta ta physika fue dado por primera vez por Andrónico
de Rodas, en cuya colección o edición de las obras de Aristóteles estaba
situado después de los tratados de física.

Tratados de física

(1) “Physica”, o “Physica Auscultatio”, comunmente denominado Física; (2) “De


Coelo”; (3) “Meteorologica”.
Tratados de biología y zoología

(1) “Historiae Animalium”; (2) “De Generatione et Corruptione”; (3) “De


Generatione Animalium”; (4) “De Partibus Animalium”.

Tratados de psicología y antropología

(1) “De Anima”; (2) “De Sensu et Sensibili”; (3) “De Memoria et
Reminiscentia”; (4) “De Vita et Morte”; (5) “De Longitudine et Brevitate
Vitae”.

Tratados de ética y política

(1) “Ethica Nicomachea”, (2) “Politica”. La “Etica a Eudemo” y la “Magna


Moralia” no tuvieron como autor directo a Aristóteles.

Tratados de poética y retórica

(1) “De Poetica”; (2) “De Rhetorica; ambos son genuinos sólo en algunas de sus
partes.

De las obras existentes, algunas fueron escritas en su forma actual y estaban


destinadas a ser exposiciones científicas acabadas. Otras, aunque fueron
escritas por Aristóteles, eran únicamente anotaciones para las clases, para
ser completadas con la enseñanza oral. Finalmente, otras no son más que
apuntes de clase de sus alumnos, y no fueron nunca corregidas por el maestro.
Esta consideración obliga, como es obvio, al estudioso de Aristóteles a
atribuir un valor muy diferente a las diferentes partes del texto; por
ejemplo, nadie pensaría en atribuir el mismo valor a una cita del primer libro
de la “Metafísica” que a una del segundo. De acuerdo con una bien conocida
historia, contada en principio por Estrabón y repetida por Plutarco y Suidas,
la biblioteca de Aristóteles, incluyendo los manuscritos de sus propias obras,
fue dejada en herencia a Teofrasto, su sucesor como director de la Escuela
Peripatética. Teofrasto se la legó a su heredero, Neleo de Scepsis. Tras la
muerte de Neleo, los manuscritos fueron escondidos en una bodega o fosa, para
evitar que fueran confiscados por reyes aficionados a coleccionar libros , y
allí permanecieron durante casi dos siglos, hasta que en los tiempos de Sulla
fueron descubiertos y traídos a Roma. Una vez en Roma fueron copiados por un
gramático llamado Tyrannion y editados por Andrónico de Rodas (alrededor del
70 a.C.). El núcleo de esta historia puede ser considerado como verdadero; sin
embargo, la deducción de que durante todo ese tiempo no se dispuso de ninguna
copia de las obras de Aristóteles no está corroborada por los hechos. No está
implícito en la narración de Estrabón, y tampoco es probable en si mismo.
Puede que uno o dos libros estuvieran desaparecidos para la Escuela hasta que
apareció la edición de Andrónico, pero esto mismo no puede ser cierto para
todo el Corpus Aristotelicum. La edición de Andrónico continuó siendo
utilizada por la Escuela Peripatética durante los primeros siglos de nuestra
era. Para las varias traducciones del texto al sirio, árabe, latín, etc. véase
lo anterior.

WILLIAM TURNER

Transcrito por Tomas Hancil

Traducido por Aurora Marín López

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