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ADOLESCENCIA Y SOCIEDAD.

Las reflexiones en torno de las prácticas grupales de los jóvenes no son una tarea reciente. Desde
hace varias décadas algunos estudiosos han intentado explicar las razones por las cuales los
jóvenes se asocian en grupos, conforman bandas o llegan a constituirse en colectivos.

El fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se transfiere al grupo gran
parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la estructura familiar y con los padres
en especial.

Creemos que la memoria colectiva, el pensamiento utópico, la esperanza e incluso la ideología —


formas en que el imaginario se organiza— son elementos constituyentes de los grupos y
movimientos juveniles.

La condición juvenil la entendemos como una producción históricosocial, significada en función


del tiempo y el espacio. Las diferentes culturas han atribuido sentidos distintos a aquellos que no
son niños ni adultos; la edad y los cambios biológicos que ésta conlleva no ha sido el único
referente para definir quiénes son o no jóvenes, sino que los aspectos culturales o religiosos y las
condiciones económicas o políticas han sido determinantes en las formas de representar a este
sector de la población. Así, en distintos tiempos y lugares la juventud ha estado en estrecha
relación con las ideas de educación y sexo; trabajo, obediencia y silencio; fuerza, guerra y
patriotismo; problema e inadaptación; desorden, violencia y delincuencia.

Las formas de agregación juvenil, son un campo de reflexión importante para una concepción de
psicología social que reconoce la importancia de los fenómenos colectivos. Los llamados chavos
banda, grupos de pares, pandillas, culturas o subculturas juveniles, son sin duda, un campo
privilegiado para tratar de comprender algunos de los procesos que intervienen en la constitución
de lo colectivo; formas de representación, principios de pertenencia, modos de identificación,
dinámicas de relación y articulación entre las estructuras psíquicas y las estructuras sociales, son
algunos de los temas sobre los que la psicología social puede profundizar. Sin embrago, para evitar
caer en reduccionismos y determinismos, que no hacen más que estancar la discusión, es
necesario advertirnos, cuando menos, sobre dos puntos. El primero de ellos tiene que ver con una
cuestión de carácter conceptual y metodológico. Ya en otros momentos hemos señalado las
confusiones entre los conceptos de pubertad, adolescencia y juventud; conceptos que, o son
ordenados bajo una lógica evolucionista, o se usan como sinónimos o bien se excluyen unos a
otros. Campos disciplinarios tales como la medicina, la psicología, la sociología y la antropología
han ido delimitando sus propios territorios de conocimiento. El primero de éstos centra su
discusión en los fenómenos fisiológicos y de maduración biológica que se desarrollan en el periodo
denominado como pubertad. La psicología, con sus estudios sobre la etapa de la adolescencia y no
dejando de lado los aportes de las ciencias médico higienistas, se ha centrado básicamente en los
procesos de la estructura psíquica de los individuos. Los sociólogos y antropólogos han optado
básicamente por el concepto de juventud que, como ellos mismos señalan, obedece a una lógica
histórico social y responde a fenómenos de carácter colectivo; si bien estas últimas aportaciones
son muy importantes, hay que decir que muchos de estos estudios han construido paradigmas
fuertemente delimitados a su campo de conocimiento y poco han querido reflexionar con los
aportes de otros enfoques disciplinarios

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