Está en la página 1de 4

Está ciego de ira.

Esta expresión popular tan extendida caracteriza lo


que sentimos cuando nos dejamos llevar por nuestra ira. En ese
momento parece que nos ponemos en modo automático y
ni pensamos, ni medimos las consecuencias de nuestros actos, ni
parecemos nosotros mismos, en definitiva.
En este post analizaremos los aspectos más negativos de este
sentimiento y propondremos unas claves para aprender a controlar la
ira. Vamos a empezar por reflexionar sobre este concepto.
 
¿QUÉ ES LA IRA?

La ira es una respuesta del


organismo muy similar a la ansiedad. Similar en el sentido del momento
en el que se activa, que es cuando creemos tener ante nosotros una
fuente de amenaza. La diferencia con la ansiedad es el tipo
de respuesta que ofrecemos ante esta amenaza. Mientras que la
ansiedad se caracteriza por el bloqueo y la huida, la ira lo hace con
el combate y la agresividad.
La ansiedad y la ira se consideran patológicas cuando la amenaza
percibida como tal, en realidad no existe. Interpretamos como
amenazante algo que no entraña ningún peligro para nosotros, pero
reaccionamos como si lo fuera. Nos ponemos nerviosos, nuestro
organismo se prepara para huir o enfrentarnos (según sea ansiedad o
ira) y nos sentimos muy mal.
Podemos expresar ira de manera controlada, manifestando nuestra
disconformidad con algo o alguien; o bien podemos estallar de ira,
dejando libertad absoluta a nuestros impulsos agresivos y
descontrolados. Tú decides.
 
3 CONSECUENCIAS QUE DEBERÍAS TENER EN CUENTA
PARA CONTROLAR LA IRA
 Estallar de ira NO hace que nos calmemos: cuando no ponemos
límite a nuestra ira y respondemos con estallidos de rabia cada vez que
la sentimos, nuestro organismo aumenta sus niveles de adrenalina, con
lo que la presión arterial también se incrementa. Por tanto, la sensación
a nivel corporal no es de calma, sino de excitación. Y un organismo
activado es más proclive a responder de manera agresiva.
¿Conclusión? La ira provoca más ira (y no lo contrario).
 Estallar de ira te hace sentir peor: pues aunque tengamos la
sensación inicial de que nos hemos «descargado» cuando respondemos
de manera agresiva (gritos, golpes…); a los pocos minutos, cuando
desciende la activación, generamos sentimientos de culpa y
vergüenza. Sobre todo al comprobar la reacción de los demás tras haber
presenciado «nuestro numerito».
 Estallar de ira no te lleva a conseguir lo que deseas: cuando
alguien grita para intentar que los demás le hagan caso, puede lograr (al
principio) su objetivo. Pero ¿hasta cuándo le va a valer esta estrategia?
Es más, ¿le hacen caso porque creen que lleva razón o por evitar que
actúe cómo lo hace? Esto nos lleva directamente a la consecuencia
última de la falta de control de la ira. Y es que tus seres queridos se
acaban alejando de ti; por miedo, por desgaste o por protegerse de
alguien que se ha convertido en una amenaza (REAL) para ellos.
 

 
¿CÓMO CONTROLAR LA IRA?
LA CLAVE ESTÁ EN TUS PENSAMIENTOS… Porque el sentimiento de
ira surge tras una interpretación de la situación, que consideramos como
un agravio hacia nosotros, y nos genera frustración. Sentimos ira hacia
alguien que «nos ofende» o daña, ante situaciones que consideramos
injustas, cuando nos sentimos superados por las circunstancias… son
muchos los motivos que pueden provocar nuestra ira. Sentirla es algo
natural y expresarla también. Pero la ira patológica, aquella que se
transforma en violencia y agresividad descontrolada es la que se
produce cuando una serie de pensamientos y creencias irracionales se
ponen en funcionamiento.
Os proponemos a continuación unos ejemplos de pensamientos que
acompañan a los trastornos relacionados con la ira y hacen que la
intensidad de nuestra reacción se dispare:
1. Esta situación es totalmente injusta.
2. Todo lo malo me pasa a mí.
3. ¿Cómo ha podido ocurrirme esto a mí?
4. ¿Cómo es capaz de tratarme así? Es una persona malvada
Pensad un momento en cada uno de ellos. ¿Tienen algo en común?
 
La respuesta es SÍ. Todos estos mensajes que nos decimos a nosotros
mismos son negativos, son automáticos (surgen espontáneamente) y
además son irracionales. Porque no son ciertos. Vamos a ver porqué:
1. El blanco o negro conduce a error. Ninguna situación es
totalmente injusta o totalmente justa (¿quién conoce el punto medio de
esta balanza?); pues con seguridad cuando alguien sale perjudicado
otros se benefician, y viceversa. Lo que para mí es injusto puede no
serlo para ti.
2. ¿Todo lo malo te pasa a ti? ¿Estás seguro? Lo veo
prácticamente imposible. Piensa en todas las cosas malas que pueden
ocurrir a cualquier nivel (salud, dinero, amor, trabajo…) Me atrevería a
afirmar que a nadie, en todo el mundo, le ha pasado TODO lo malo que
me puedo imaginar (gracias a Dios!)
3. Que ¿cómo ha podido ocurrirte esto a ti? No lo sé, pero tú si
sabes todo lo que has hecho o dejado de hacer en el pasado, que te ha
llevado a tu situación actual. Aprende de los errores e intenta hacer algo
diferente la próxima vez, sobre todo cuando una estrategia determinada
no te ha resultado eficaz.
4. Las personas no se pueden definir en términos
absolutos. Las etiquetas son falacias porque engloban a toda la
persona en una misma categoría pero basándose sólo en uno o varios
aspectos de su personalidad. Por eso alguien malo puede comportarse
correctamente y alguien bueno puede hacerte daño.
 
Controlar la ira comienza por
aprender a identificar los pensamientos automáticos que surgen
espontáneamente y someterlos a juicio de realidad. El siguiente paso
será generar, de manera consciente y reflexiva, pensamientos
alternativos más racionales y positivos (intentando buscar otro punto de
vista menos dañino).
Al interpretar los hechos de manera más objetiva, el sentimiento de ira
disminuirá, y dará paso a la decepción, la tristeza o el desengaño;
sentimientos quizás también negativos, pero menos explosivos y más
fáciles de gestionar. Porque si permanecemos calmados (aunque tristes,
decepcionados o desengañados) podremos plantearnos empezar
a asimilar la realidad, afrontar la situación y buscar una solución al
conflicto.
Éstas son solo unas claves para aprender a controlar tu ira. Pero si
piensas que tienes un problema grave de autocontrol, la terapia
psicológica te puede ayudar a que gestiones adecuadamente tu rabia y
agresividad.

También podría gustarte