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LATINA
LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS
HACIA AMÉRICA LATINA, SIGLOS XVIII Y XIX
CIUDAD DE CHITRÉ
2019
ÍNDICE
2
Anderson Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones
sobre el origen y la difusión del nacionalismo, página 23.
xi
plena conciencia de que esa sociedad representaba algo
muy diferente a las viejas sociedades europeas.”3
Ella dice que hay que tener en cuenta que Estados
Unidos era un país de inmigrantes, venidos de diversos
lugares del mundo y que lo único que los unía era la
creencia que este país les ofrecía nuevas y mejores
oportunidades de vida. En base a estos argumentos
creemos que las ideas de Anderson permiten tomarlas
como base teórica para decir que los estadounidenses se
unieron alrededor de un cuerpo de ideas para forjar una
nación grande y poderosa, a partir del siglo XIX.
Luego le han ido agregando nuevas ideas para
mantenerlas vigentes y mantener esta creencia que sus
verdades son las únicas y quieren imponerse a los demás
pueblos, sobre todo sin son geopolíticamente importantes
y tiene recursos naturales que son vitales para la nación
norteamericana.
Finalmente, hay que destacar que, si bien los
estadounidenses entregaron el canal a Panamá, luego de
casi un siglo de enfrentamientos y de sacrificios el 31 de
diciembre de 1999 no significa que la lucha haya
terminado. Por el contrario, hay que seguir vigilantes
porque los políticos norteamericanos nunca han
descartado la posibilidad de mantener su presencia en el
país para defender sus intereses.
Una prueba de ello fue la firma de varios acuerdos
complementarios, tales como el Salas-Becker4, del 5 de
3
Bello, Kenia, “The American Star: el destino manifiesto y la
difusión de una comunidad imaginaria”. Página 3.
4Se refiere a la participación de Estados Unidos, con sus agencias de lucha
contra el narcotráfico en todo el territorio de la república de Panamá: espacio
aéreo, aguas territoriales, zona contigua y todo el territorio de Panamá, tanto
continental como insular. Ese mismo acuerdo permite que fuerzas de
xii
febrero del 2002, adicional al del 18 de marzo de 1991,
conocido como Arias Calderón-Hinton; el tratado sobre
fuerzas visitantes5 y el de fiscalización tributaria.6
También existen los acuerdos Alemán-Becker7 y el
Arias-Watt.8 Los mismos pueden convertirse en una
ventana para establecer una presencia militar
norteamericana permanente en el territorio nacional.
Otra prueba de esos intereses geoestratégicos lo
constituye el pronunciamiento de Santa Fe IV:
Latinoamérica hoy que, en parte, dice: que el
“Bolivarismo” se convierte en un grito de ataque de los
comunistas y socialistas.
Los principales elementos estratégicos que siguen
siendo importantes para Washington son el control de los
estrechos atlánticos, el uso del Canal de Panamá y una
ruta sureña segura alrededor del cabo de Hornos.
También subraya la necesidad de que los países del
hemisferio no sean hostiles a la seguridad nacional de
Estados Unidos y que los recursos naturales del
continente estén disponibles para responder a sus
prioridades nacionales. Como dice el documento de
Santa Fe IV, «una Doctrina Monroe», si quieren.
9
FONTANA, JOSEPH, ¿Para qué sirve la historia en un tiempo de
crisis?, página 44.
xv
CAPÍTULO I
LA POLÍTICA EXTERIOR DE LOS
“PRIMEROS PADRES FUNDADORES” DE LA
NACIÓN NORTEAMERICANA
3
Dentro de este marco, se verán las opiniones de
Alexander Hamilton, James Madison y Thomas Jefferson
con relación a la eliminación del tratado de Jay de 1794.
También se presentará un resumen del discurso de
despedida del presidente Washington, en relación con el
interés nacional.
1. La política exterior
7
se convierte en letra muerta cuando el mismo perjudique
a uno de los signatarios. El caso se hace más grave si ese
país se ha convertido en revolucionario, como fue el caso
de Francia, terminaba señalando Hamilton.11
9
preferencias comerciales a otros estados. Por otro lado,
aspiraba a que el estado pusiese mayor énfasis en el
desarrollo agrícola. Tengamos en cuenta que Estados
Unidos, en aquel momento, era una nación
eminentemente agrícola.
Según George Tindall, David Shi y Thomas Pearcy,
para este periodo, la sociedad estadounidense era
predominantemente rural y casi el 80% de la población
estaba vinculada a las actividades agrícolas.12
El secretario de Estado, Jefferson, estuvo de acuerdo
con Madison. Según ambos estadistas, Francia era capaz
de absolver una gran cantidad de productos
manufacturados, tanto en la propia Francia como en sus
colonias de las indias occidentales. Además, los dos
creían que, juntos, Estados Unidos y Francia, podrían
quebrar el dominio comercial que Gran Bretaña tenía en
Europa. Después de 1789, ellos coincidieron en que la
Revolución Francesa encarnaba los ideales de la
independencia norteamericana y que, por lo tanto,
debería apoyarse a la revolución que tuvo ligar en
Francia.
Hamilton por su parte, decía que la seguridad de la
joven nación indicaba que Estados Unidos debería
estrechar sus relaciones comerciales con Gran Bretaña,
país de donde provenían ¾ de las importaciones
estadounidenses. Sin embargo, él tenía que hacerle frente
al sentimiento nacional que se inclinaba,
preferentemente, hacia los franceses, por razones
contractuales y por agradecimiento.
El temor que tenía Hamilton era que el discurso
populista de los líderes de la Revolución Francesa
11
El discurso de despedida del presidente George
Washington fue dado a conocer el 17 de septiembre de
1796, a través de las páginas del periódico Philadelphia
Federalist y está considerado como uno de los
documentos más importantes para la formulación de la
política exterior de Estados Unidos. El mismo ha sido
consultado y citado en muchas ocasiones por los
gobernantes sucesores de Washington. Ese mensaje fue
ampliamente aplaudido y reconocido como un enunciado
que buscaba la unidad de la nación.
En la primera parte de su discurso, el presidente
anunció la eventualidad de las elecciones presidenciales
que se aproximaban para escoger a su sucesor; también
habló sobre la necesidad de que se escogiese a aquel
estadista que fuese capaz de continuar la obra de
fortalecimiento, iniciada por él. El mandatario también
advertía sobre los efectos negativos del partidismo dentro
de la administración de Estados Unidos.
Según el presidente, la alternabilidad en el poder
podría conducir hacia el despotismo de una fracción
política sobre la otra. Esa situación podría llevar a que un
solo hombre tomase el poder y legislase en beneficio
propio, olvidándose de las necesidades y libertades
públicas.
El presidente decía que los partidos políticos muchas
veces tendrían que enfrentar al pueblo, creándole falsas
expectativas y rencores de unos contra otros. En
ocasiones, ellas son causas de revoluciones y rebeliones
y pueden convertirse en la puerta de entrada de un partido
foráneo a lo interno de un estado y controlar su política
doméstica. Ello podría conducir al dominio de un país
por otro y a través de ese partido, canalizar el programa
socioeconómico de la nación. En el caso que analizaba el
12
presidente, su país podría ser controlado por un partido
con raíces europeas.13
El presidente Washington en su discurso también
aconsejaba mantener buena fe y justicia con todas las
naciones, a la vez que cultivar la paz y la armonía con
todos los pueblos. La religión y la moral sentarían las
bases de esas relaciones. Él también previno a los
estadounidenses sobre la excesiva parcialidad de una
nación hacia otra y que una negativa opinión premeditada
podría conducir hacia resultados negativos. El
mandatario aconsejaba tener pocas relaciones políticas,
incluso con aquellas naciones con las cuales Estados
Unidos tenía vínculos comerciales.
Según Washington, Europa tenía intereses
particulares que nada tenían que ver con los de Estados
Unidos. Los países europeos estaban en permanentes
disputas, muchas de las cuales eran extrañas a los
intereses de su país. Debido a ello, sería poco inteligente
que esa nación se plegara a una de las beligerantes. La
lejanía de Europa aconsejaba mantenerse aislado de las
rivalidades que a diario ocurrían en el otro continente.
Según el presidente, un buen gobierno, una buena
administración podría levantar a una nación poderosa y
cuando eso se lograse, Estados Unidos estaría en
disposición de decidir cuándo escogería la paz o la
guerra, en función del interés nacional y de acuerdo con
sus patrones de justicia.
El jefe del ejecutivo, en su discurso, también
indicaba que la política exterior de su país debería
conducirse claramente, haciendo alianzas con cualquier
otro estado pero, Estados Unidos decidiría qué acuerdos
14Esas elecciones fueron ganadas por John Adams del partido Federalista.
15RICHARD, LEOPOLD W.: The Growth of American Foreign Policy,
pág. 19.
14
esas opiniones encontradas, todos están de acuerdo en
que el discurso de despedida de 1796 constituye un punto
de referencia para la elaboración de la política exterior
norteamericana.
En 1801, Jefferson ganó la presidencia por el partido
republicano y se convirtió en el sucesor de John Adams.
Él en su discurso inaugural, del 4 de marzo de 1801, dejó
en claro que los principios esgrimidos en el discurso de
despedida eran compartidos por los dos partidos políticos
que existían en el país. En el mismo, el nuevo mandatario
hizo referencia a la paz, al comercio y a la amistad sincera
y honesta con todas las naciones, pero sin hacer alianza
con ninguna de ellas. Este presidente, al igual que
Washington, no usó la palabra aislacionismo, pero la
inclusión de la frase «no realizar alianzas» fue la forma
en la que Estados Unidos condujo su política exterior por
muchos años.
15
CAPÍTULO II
LA COMPRA DE LA LOUISINA Y SU VALOR
ESTRATÉGICO PARA ESTADOS UNIDOS
17
encerrar a la excolonia británica en la parte noreste de
América del Norte.
Bajo las circunstancias previamente señaladas, el
presidente Jefferson advirtió a Francia que, si ese país
tomaba La Louisiana, Estados Unidos entrarían
inmediatamente en negociaciones con Gran Bretaña para
firmar un tratado de alianza entre ambas naciones.
Mientras tanto, Napoleón Bonaparte hacía planes para
invadir Nueva Orleans. Sin embargo, alteraciones
climáticas inesperadas en Europa (tormentas de nieve),
impidieron que las tropas napoleónicas partieran hacia el
continente americano.
Para ese mismo período, el intendente español en el
puerto de Nueva Orleans había cancelado el derecho de
comerciar en esa zona y los estadounidenses, afectados
por la medida, solicitaron al gobierno de su país que les
protegiera sus intereses. Para calmar a sus
conciudadanos, el mandatario Jefferson envió a James
Monroe a París, para que colaborara con Robert
Livingston en las negociaciones que se adelantaban para
la compra de La Louisiana. En aquel momento, Estados
Unidos no tenía el poder para tomar por la fuerza los
territorios de la zona en disputa y sólo esperaba que
estallara otra guerra entre Francia y Gran Bretaña, para
adquirir el codiciado territorio.
Inesperadamente, Francia propuso a Estados Unidos
la venta de La Louisiana por $15 millones. El 30 de abril
de 1803, se firmó el tratado de traspaso del territorio. El
precio oficial fue de $15 millones, a razón tres centavos
el acre.19 Sin embargo, de acuerdo con Van Alstyne, en
ese momento, el gobierno estadounidense no tenía los
19
interpretación informal, cuando esta produjera efectos
adversos. No obstante, los federalistas, principalmente
los de New England (Nueva Inglaterra), criticaron la
compra del nuevo territorio porque el mismo alteraba el
balance de poder en la Unión y amenazaron con separar
a su territorio del resto del país. Sin embargo, esas
protestas no prosperaron.
La compra de La Louisiana era estratégica para la
Unión Americana porque sacaba a Francia de la vecindad
estadounidense y el puerto permitía a los productores
norteamericanos del centro sacar sus productos hacia los
mercados del este del país. También alteraba el balance
de poder en la Unión porque La Louisiana se convertiría
en un estado esclavista, lo que incomodaba a los
ciudadanos del norte. Este fue un debate que más tarde se
resolvería en la guerra civil de 1861-65.
21
Inesperadamente Francia ofreció, no sólo el puerto, sino
toda La Louisiana.
Kaplan sostiene que los hechos que llevaron a
Bonaparte a vender, hay que buscarlos en los conflictos
que enfrentaba Francia en Europa; entre ellos, una nueva
confrontación con Gran Bretaña. Esos problemas le
impidieron concentrarse en nuevas disputas en América.
Hay otros autores que dicen que la derrota de Joseph
LeClerc y el ejército francés en Haití, motivó que
Bonaparte buscara nuevas victorias en Europa y la venta
de ese territorio, le proporcionaría el dinero para esa
nueva empresa. Cualquiera que fuese el motivo, Kaplan
sostiene que Jefferson obtuvo una importante victoria
diplomática al adquirir esa inmensa región y continuó
con la política aislacionista inaugurada por los
presidentes Washington y Adams.
24
Vislumbraba un continente hablando la misma lengua,
gobernado por un mismo sistema y por leyes similares.22
Para cumplir esos objetivos, los estadounidenses
tenían que proteger su libertad de acción. Por eso
Jefferson decía que había que mantener la paz, el
comercio y una relación sincera con todas las naciones,
sin hacer alianzas con ninguna. Siguiendo los consejos de
Thomas Paine y de George Washington, Jefferson quería
mantenerse alejado de Europa, pero en la medida que
Estados Unidos creciera en poder, podría decir a los
demás países cómo tendría que ser tratada su nación. Es
decir, que Estados Unidos tendría que lograr la unidad a
lo interno y mostrar poder en el exterior.
Esas características de la política exterior
desarrollada por Jefferson (expansionismo, libertad de
acción, centralización del poder y la disposición para
utilizar la fuerza en determinadas circunstancias), le
llevaron a tener éxito en la adquisición de La Louisiana,
sostiene LaFeber. Según este autor, en 1802, Madison y
Jefferson pusieron en práctica una estrategia política que
finalmente condujo a que Napoleón le vendiera ese
territorio a Estados Unidos.
Lo primero que hicieron fue ayudar secretamente a
los revolucionarios haitianos, liderados por Toussaint de
L’Overture, que luchaban por expulsar a los franceses de
sus tierras. Luego de varios enfrentamientos, Haití
obtuvo su independencia y Napoleón decidió retirarse de
América para concentrarse en los conflictos que tenía con
Gran Bretaña en Europa. En segundo lugar, Jefferson
reubicó a los indígenas que estaban en la región del
27
CAPÍTULO III
LA GUERRA ENTRE ESTADOS UNIDOS Y GRAN
BRETAÑA, 1812
33
También estaba la amenaza indígena, incitada por los
ingleses en la región occidental.27
Por otro lado, el bloqueo impuesto por La Gran
Bretaña había afectado también el comercio de su
excolonia, lo mismo que a la industria y a la agricultura
de ese país. Por esas razones Madison aconsejaba
enfrentarla. La cámara de representantes votó 79 a 49 y
el congreso 19 a 13, a favor de la guerra.
Para julio de 1812, los estadounidenses supieron que
los británicos habían levantado el embargo comercial.
Una crisis económica, problemas diplomáticos en
Europa, cambio de gobierno y reclamos de los
comerciantes a favor de levantar esa sanción, motivaron
la medida. A pesar de ello, los preparativos para la guerra
prosiguieron porque los otros todavía pervivían. Como
concluye LaFaber, desde 1789 Madison aspiraba a
eliminar el control que los británicos tenían sobre el
comercio de su país y ahora tenía la oportunidad de
hacerlo.28
Una vez que la guerra dio inicio, el presidente
Madison esperaba tomar ventaja de los problemas que
Gran Bretaña tenía en Europa con Napoleón, pero la
situación no salió como él esperaba. Los canadienses
resistieron y las victorias se limitaron a la región de los
grandes lagos. Los británicos se tomaron Washington y
quemaron la ciudad, mientras que el general Andrew
Jackson obtuvo la mayor victoria terrestre en Nueva
Orleáns, cuando ya la paz había sido firmada en 1814; la
misma se conoce como el tratado de Ghent, que devolvió
la situación a como estaba antes de la guerra.
37
e. Según Pratt, los planes de expansión fueron frustrados
por los sentimientos regionales. Los acuerdos bajo los
cuales la guerra había empezado fallaron. La oposición
de los republicanos del norte, combinado con las fuerzas
federalistas forzaron el abandono de Florida Oriental. Por
otro lado, la falla en la adquisición de Canadá fue
provocada, en parte por, la falta de entusiasmo de la
administración, así como por el desinterés de algunos
hombres del congreso.
40
CAPÍTULO IV
ESTADOS UNIDOS Y LA INDEPENDENCIA DE
LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS: LOS
PRIMEROS CONTACTOS [SIGLOS XVIII-XIX]
pág. 29.
36 Para más información sobre la revolución haitiana, consultar a Branford
44
La Louisiana y Las Floridas, Cuba y Chile.38 Este hecho
permitió estrechar las relaciones entre Santo Domingo
(República Dominicana) y Estados Unidos. A través de
este puerto, lo hizo con los demás pueblos de América
Latina.
Entre 1789 y 1815, con motivo de la Revolución
Francesa y la invasión napoleónica a la península
Ibérica,39 España perdió el control de Latinoamérica.
Ante esa situación, el gobierno de Washington aprovechó
la oportunidad para aumentar sus relaciones comerciales
con la región.
Al principio recurrió al contrabando, pero después
de 1797, cuando en España pasó el período de la crisis
bélica, la nación norteamericana pudo realizar
«legalmente» sus operaciones comerciales con América
Latina. Ello fue posible gracias a que España permitió
que sus colonias comerciaran con los países neutrales,
como ya se había señalado.
Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos
comenzó a enviar agentes consulares a importantes
puertos latinoamericanos como el de La Habana, en
Cuba, La Guaira, en Venezuela y Santiago en Chile.40 En
1810, Washington envió el primer agente diplomático
hacia esa región. Hasta ese momento Estados Unidos
solo tenía cónsules en Río de Janeiro y en San Salvador
de Bahía; la situación era más crítica en América hispana
45
y, por ello, el presidente Madison comenzó a enviar a sus
agentes consulares a esta región.41 Durante ese período
Estados Unidos empleaba tres tipos de agentes en
América Latina: los especiales, de comercio y marinos y
cónsules.
Los del primer grupo eran designados para realizar
una misión específica, de corta duración. Ejemplo de
esos cónsules fueron el general James Wilkinson, quien
visitó La Habana, Baltimore y Nueva Orleans; el general
George Mathews y el coronel John Mckee quienes, en
1811, fueron autorizados a negociar el traspaso de La
Florida Occidental a Estados Unidos.
El segundo grupo de agentes de comercio y marinos,
eran idénticos al equipo que ese país había mantenido en
las colonias españolas —La Habana, Nueva Orleans y La
Guaira— durante la revolución estadounidense y, luego,
en el período que comienza con la tolerancia española del
comercio neutral en 1797. Uno de los primeros agentes
comerciales en llegar a América Latina fue Robert Smith,
hermano del comerciante de Baltimore, Samuel Smith.42
Al tercer grupo de agentes consulares en América Latina
pertenecía Joel Poinsett, quien fue nombrado cónsul
general en Buenos Aires, Chile y Perú.43
Debido a que el interés de Estados Unidos hacia
América Latina fue puramente comercial, su política
exterior hacia la región fue diseñada por los comerciantes
de Nueva Inglaterra en vez del Departamento de Estado.
46
5. Primeros contactos político-comerciales durante la
primera mitad del siglo XIX.
La invasión napoleónica a la península Ibérica, en
1807-08 alteró la vida política, tanto en España y
Portugal, como en sus colonias. El vacío de poder que se
produjo en España y en América hispana; el rompimiento
de los lazos comerciales con Europa continental, el
movimiento independentista que se promovió en
Latinoamérica en aras de la libertad y de la
autodeterminación, condujo a cambios de actitud en el
gobierno de Estados Unidos en sus relaciones con esta
subregión del continente. Inicialmente ese país había
adoptado la política de la neutralidad debido a que no
deseaba inmiscuirse en los problemas europeos y porque
no aspiraba antagonizar con España, de quien anhelaba
comprar Las Floridas y Cuba.
Luego que empezó la lucha por la independencia
hispanoamericana, el gobierno estadounidense envió
agentes consulares y observadores oficiosos a las
principales ciudades de la región. Ellos fueron remitidos
no sólo para velar por los intereses económicos de
Estados Unidos, sino para demostrarles a los líderes
latinoamericanos que simpatizaba con la causa de ellos.
Por ejemplo, Joel Poinsett, fue destacado a Chile para que
le suministrara los nombres de empresas manufactureras
de donde los chilenos podrían obtener armamento.
Cuando los agentes latinoamericanos llegaban a
Estados Unidos, la administración del mandatario James
Madison no interfirió con la compra y envío de armas
hacia Sudamérica; ciudadanos norteamericanos en la
región de La Plata ayudaron a José Artigas en su lucha
por la independencia de Uruguay; en agosto de 1812, una
47
expedición mexicana se organizó en Estados Unidos para
combatir en México.44
Durante la lucha por la independencia de
Latinoamérica, Estados Unidos estableció uno de sus
principios, que sería clave en sus relaciones con América
Latina: la resolución de no transferencia, aprobada por el
congreso, en enero de 1811. La misma fue emitida,
porque temía que España transfiriera las floridas a Gran
Bretaña, territorios que los líderes de la nación deseaban
incorporar a la Unión Americana.
A partir del momento en el que el congreso aprobó
esa resolución, los estadounidenses se han opuesto
sistemática y permanentemente a la transferencia de
cualquier territorio del hemisferio occidental a una
nación europea.45
6. La independencia latinoamericana y Estados
Unidos
Durante la guerra de independencia
hispanoamericana, Estados Unidos tuvo que enfrentar a
Gran Bretaña por zonas de influencia en la región.
Ambos países coincidían en cuanto a intereses que
defender; los dos eran oficialmente neutrales, pero
ofrecieron armamentos a los rebeldes y ambos deseaban
la independencia hispanoamericana para ampliar sus
relaciones comerciales con la región. Los británicos
aspiraban a que España les abriera sus mercados
coloniales para obtener recursos económicos y enfrentar
exitosamente a Napoleón y expulsarlo de España;
mientras que Estados Unidos también ansiaba la
independencia de la región para extender su comercio
con las nuevas repúblicas.
49
trampolín para atacar a las embarcaciones españolas en
el Caribe y, la isla de Galveston fue utilizada como base,
en 1817, en un intento de algunos revolucionarios para
invadir a la Nueva España.49
El gobierno español protestó ante el estadounidense
por esa neutralidad mal entendida, por lo que Washington
endureció sus leyes de neutralidad por un tiempo, entre
1817-18. Específicamente se prohibió la venta de buques
armados a los rebeldes y se tomaron acciones drásticas
contra los piratas y corsarios. Además, Estados Unidos
detuvo el envío de agentes diplomáticos hacia las
regiones insurgentes.50
Las noticias sobre los éxitos de José de San Martín
en Argentina y Chile, al igual que los de Simón Bolívar
en el valle del Orinoco, provocaron que la prensa y la
opinión pública estadounidenses exigiesen el
reconocimiento de las nuevas repúblicas. En 1818, Henry
Clay introdujo una resolución que llamaba a la
aceptación de las nuevas naciones, pero su propuesta fue
derrotada en la Cámara de Representantes en una
proporción de dos a uno.
La proposición estaba en contradicción con los
planes de la administración del presidente James
Monroe, quien aspiraba a obtener Las Floridas de manos
de España. A pesar de ello, el presidente envió una
delegación a Latinoamérica, para estudiar la posibilidad
del reconocimiento de esas naciones. Según Liuewen, los
líderes hispanoamericanos no pudieron entender que,
para Estados Unidos, era mucho más importante la
obtención de Las Floridas que el reconocimiento y apoyo
a su causa independentista.
51
CAPÍTULO V
LA DOCTRINA MONROE PRINCIPIOS,
PROPÓSITOS Y EVOLUCIÓN
54
americano... Conserven ustedes lo que es suyo, pero
dejen el resto de este continente para nosotros.”56
Mapa n°3: Tratado Adams-Onís, 1819, fijó los límites entre el entonces
Virreinato de Nueva España y Estados Unidos. Se firmó en 1819 y se ratificó
en 1821. La frontera se fijó más allá del río Sabina y Arkansas, hasta el
paralelo 42° norte. En el mismo España cedió Oregón y Las Floridas, este y
oeste.
al segundo cuarto del siglo XVIII cuando el navegante danés Vitus Behring
y el ruso Aleksei Chirikov descubrieron el Estrecho de Behring en 1727.
59 En julio de 1822, el zar solicitó a los dos países anglosajones negociar un
65 Federico Gil afirma que la idea de la declaración de Monroe fue hacer una
completa separación política entre el nuevo y el viejo mundo. (GIL,
FEDERICO, Latin American-United States Relations, pág. 64.
66 LEOPOLD, RICHARD, The Growth of American Foreign Policy, pág.
42.
59
cuales eran extrañas a los intereses norteamericanos.
Según Richard Leopold, en ese discurso, Washington
nunca utilizó la palabra aislacionismo, sino que él
aconsejaba mantener una política exterior independiente,
tal como se explicó en el primer capítulo.
Durante la Revolución Francesa y las guerras
napoleónicas, la política de varias administraciones
estadounidenses fue la de permanecer neutrales todo lo
posible y evitar involucrarse en los conflictos europeos.
Con ese fin, el presidente Thomas Jefferson impuso un
embargo comercial internacional en 1807, e incluso,
durante la guerra de 1812, entre Estados Unidos y Gran
Bretaña, Washington no estuvo preocupado por los
problemas de Europa. Por el contrario, ese país intentó
expulsar a los británicos de Canadá y a España de las
Floridas, en un esfuerzo por separar a las naciones del
viejo de las del nuevo mundo.67
En la década del veinte del siglo XIX, surgieron
nuevamente estos criterios aislacionistas. En esos
momentos, el secretario Adams sostenía que los sistemas
políticos de Europa y América eran distintos y, por ello,
deberían permanecer separados. El 24 de octubre de
1823, el expresidente Jefferson, en respuesta a la consulta
de Monroe sobre la propuesta de Canning a Rush, le dijo
que las américas del norte y del sur tenían intereses
distintos de los de Europa.68
Esos principios aislacionistas los recogió el
presidente Monroe en su mensaje del 2 de diciembre de
1823, cuando en parte de su discurso señaló:
62
permitirían una injerencia europea en los problemas
internos del nuevo mundo.72 Sin embargo, el canciller
Canning sospechaba que Estados Unidos intentaría tomar
nuevos territorios en América y expandir sus dominios.
Por ello, a partir del 16 de agosto de 1823, Canning
inició una ronda de conversaciones con el ministro
norteamericano en Londres, Rush, y para el 20 del mismo
mes, le propuso la firma de una declaración conjunta que
decía lo siguiente:
63
Unidos sería la de no inmiscuirse en los asuntos de
Europa. La segunda sería la de nunca permitir la
intervención de Europa en los asuntos del continente
americano.74
Sin embargo, él estaba de acuerdo en que se firmara
la declaración conjunta con Gran Bretaña. El
expresidente Madison, por su parte, decía que se debería
exigir a los británicos que ayudasen a liberar a España y
a Turquía porque se trataba de una lucha universal entre
el liberalismo y el despotismo. Esa tesis de Madison fue
rechazada por el gabinete de Monroe por considerarla
una provocación.
Mientras el gabinete del presidente
estadounidense discutía la proposición de Canning, la
actitud asumida por la cancillería y el gobierno de la
Rusia imperial volvieron a revivir los antiguos problemas
entre el viejo y nuevo mundo.75 Según lo consigna el
propio secretario Adams, en su diario personal, la
comunicación que él había recibido del barón de Tuyll
sobre el no reconocimiento de la independencia de las
nuevas repúblicas latinoamericanas le daba la
oportunidad a Estados Unidos para hacer una
declaración, no solo contra la Santa Alianza, sino
también para declinar el ofrecimiento de Gran Bretaña.76
Según Adams, para Washington sería “(…) más sincero,
74 A pesar de que Jefferson era del criterio que Estados Unidos debería unirse
a Gran Bretaña en esa declaración, decía que antes había que hacerse la
siguiente pregunta: “¿Nosotros aspiramos a obtener para nuestra
Confederación una o más provincias españolas? Por mi parte —decía
Jefferson— confieso cándidamente que siempre he visto a Cuba como la
más interesante adquisición que algún día debe hacerse a nuestro país.”
75 El 16 de octubre de 1823, el Barón de Tuyll le informó al secretario Adams
64
así como más digno, confesar explícitamente nuestros
principios a Rusia y a Francia, que navegar como una
barquilla a la zaga del buque de guerra británico.”77
81Ibídem
82 CLELAND, ROBERT: Op. cit., pág. 32.
83 GIL, FEDERICO: Op. cit., pág. 64.
68
sujeto a futuras colonizaciones por ninguna de las
potencias europeas.
Estados Unidos no deseaba que las potencias
europeas -especialmente la Santa Alianza- interfirieran
en los problemas que se dieran en América. Para los
gobernantes estadounidenses estaba claro que las
dificultades que surgieran en Europa debían ser resueltas
en esa parte del mundo y, de igual forma, los conflictos
de América deberían solucionarlos los propios
americanos.84 Si los gobiernos de las potencias europeas
intervinieran en las disputas de América, pondrían en
peligro, no solo la independencia de las jóvenes
repúblicas, sino que acabarían con el sistema de gobierno
republicano que imperaba en el continente.
Para los gobernantes estadounidenses, si los
países hispanoamericanos eran absorbidos por el
absolutismo monárquico imperante en Europa, tarde o
temprano, ese sistema despótico acabaría con las
instituciones democráticas y republicanas que
prevalecían dentro de esa sociedad estadounidense. La
preocupación principal del gobierno de Estados Unidos
era que, si el sistema de gobierno dominante en Europa
triunfaba en América, pondría en peligro la seguridad
nacional de ese país. Por ello había que impedir que el
mismo llegara a América.
De ahí que el mensaje del presidente Monroe del 2
de diciembre dijese, “Solo cuando nuestros derechos son
70
peligros potenciales en el ambiente. En primer lugar,
luego de la era napoleónica, había aparecido la Santa
Alianza y a muchos líderes latinoamericanos les
preocupaba la posibilidad de su intervención en
América.88
El historiador Cleland comenta que existían varias
razones que facilitaron la declaración de Monroe:
primero, la hostilidad de las monarquías europeas hacia
los regímenes republicanos de América y, en segundo
lugar, la presencia rusa en Oregón y el interés de Gran
Bretaña en tomar nuevos territorios en el nuevo mundo.89
El propio Adams tampoco creía en la posibilidad real
de que la Santa Alianza pudiese invadir América. Las
monarquías europeas no tenían ningún motivo para
restablecer los viejos privilegios económicos de España
en ella.90 ¿Por qué los rusos restaurarían, de nuevo, el
monopolio comercial español en el continente, cuando
ellos mantenían excelentes vínculos comerciales con
Brasil y el resto de Latinoamérica?
El secretario Adams pensaba que no había razón
para que los países europeos y gastaran sus reservas
económicas para complacer a España. El secretario de
estado decía, además, que “Tampoco creo que los
miembros de la Santa Alianza restablecerán el dominio
de España en el continente americano, más lo que creo es
que el ‘Chimborazo’ se hundirá bajo el océano.”91
Es posible que el presidente norteamericano sí
creyese en la amenaza de la Santa Alianza y de que ésta
estuviese pensando invadir el continente americano.
71
Pero, en realidad, esa posibilidad no existía para cuando
fue dada a conocer la declaración de Monroe. Si en
verdad hubiese habido una amenaza real contra el
hemisferio occidental, entonces ella hubiese sido una
doctrina defensiva y Estados Unidos se hubiera
convertido en el «paladín» de las repúblicas
latinoamericanas; pero ese no fue el caso. Para 1823 no
existía peligro alguno de una intervención aliada y por
ello la doctrina Monroe fue proclamada en contra de una
amenaza imaginaria.
El historiador ruso N. N. Bolkhovitinov sostiene que
el gobierno norteamericano conocía la situación
internacional y sabía perfectamente que los aliados
continentales de Europa no tomarían ninguna acción
agresiva que no contara con la aprobación de Gran
Bretaña y ésta ya había dicho que no consentiría una
intervención armada en América.
Las dos naciones anglosajonas, dice el mencionado
historiador, exageraron el mito de la amenaza de la Santa
Alianza para aparecer, ante las repúblicas
latinoamericanas, como sus defensores y extender así su
influencia en la región. La verdadera amenaza a
Latinoamérica no provenía de Europa, sino de su vecino
del Norte, concluye Bolkhovitinov.92
3. Evolución de la Doctrina Monroe
La declaración del presidente Monroe evolucionó
desde su aparición, de acuerdo con los intereses de
Estados Unidos. Por eso se coincide con Cleland, cuando
sostiene que nadie puede señalar dogmáticamente qué
contiene la dicha doctrina, ni cómo se deben aplicar sus
principios, dado que su contenido y la interpretación que
Nación. (norbertobarreto.wordpress.com.2012/09/24/
doctrina-monroe-imperio-y-nacion.)
73
1845, señaló que el sistema de gobierno de América era
totalmente diferente al de Europa y, añadía, además, que
“(…) nosotros deberíamos mantener el principio de que
el pueblo de este continente tiene el derecho de decidir
sobre su propio destino.”96 Después de la guerra contra
México, de la anexión de California y Nuevo México,
afirmó que él creía en los postulados de la Doctrina
Monroe y se sintió orgulloso que, durante su
administración, fueran reivindicados.
Sin embargo, a pesar de todo el contenido de la
doctrina, esta tenía algunas ventanas por donde podían
escaparse algunos detalles y, uno de ellos, consistía en
¿Qué pasaría si una nación de este continente desease
traspasar territorios a una potencia de Europa? Los
postulados 1823 solo decían que ninguna potencia
europea podría ocupar nuevos territorios en América,
pero nada decía del hipotético traspaso de alguna nación
americana a otra extracontinental.
Ese fue el caso de la península de Yucatán,
cuando sus habitantes hablaron de la posibilidad de
solicitarle a la Gran Bretaña que los ayudara en su lucha
contra los mexicanos y que, si lo hacía, ellos
considerarían la posibilidad de reconocer a los británicos
como soberanos del territorio. En 1848 el presidente Polk
cerró esa ventana cuando dio su versión sobre la Doctrina
Monroe y sostuvo que ninguna nación americana podría
ceder territorios a potencias europeas. El historiador Gil
comenta que, Polk, al dar ese paso estaba fijando un
precedente para el corolario de Roosevelt de comienzos
del siglo XX.
Mapa n°4: La región del Gran Caribe, lugar donde Estados Unidos puso en
práctica la política de las cañoneras y del gran garrote para llevar estabilidad,
democracia y el cumplimiento de las obligaciones internacionales, según
Estados Unidos.
77
cuando eso no funciona, ese país utiliza la fuerza para
mantener su hegemonía y defender sus intereses; todo
ello, en nombre de la Doctrina Monroe. El corolario,
añadido por Theodoro Roosevelt, en 1904, le permitió a
Estados Unidos convertirse en el policía internacional e
inició una serie de intervenciones en la región del Gran
Caribe.
La declaración de 1823 fue la obra tanto del
secretario de estado Adams como del mandatario
Monroe, con la colaboración de otros miembros de su
gabinete. También se puede señalar que la misma no fue
el producto de un equipo de hombres en un solo
momento, sino que se tradujo en la culminación del
desarrollo de un pensamiento expansionista y
aislacionista que pervivía dentro del pueblo
norteamericano como una fuerza irresistible que ya
estaba generalizada en la nación estadounidense por los
líderes de ese país.
78
CAPÍTULO VI
EL DESTINO MANIFIESTO Y LA EXPANSIÓN
TERRRITORIAL DE ESTADOS UNIDOS
100 Ibidem.
101 PATERSON, THOMAS: Op. cit., págs. 141-152.
80
2). Estados Unidos debería obtener grandes beneficios de
esas ricas regiones cultivables y con excelentes ríos
navegables.
3). Había que reforzar la seguridad del país; la expansión
debería debilitar la influencia europea, proveer mejores
fronteras defensivas, a la vez que eliminar el pillaje de
los indios.102
Con la posesión de Las Floridas y las costas del golfo
de México, Estados Unidos controlaría las bocas de los
ríos que desaguan en el Caribe y que eran vitales para los
norteamericanos y, de paso, se desmantelarían los
refugios de los esclavos que escapaban de las
plantaciones del sur.103 En la década del cuarenta,
algunos de esos argumentos ya habían desaparecido, pero
los beneficios económicos y las condiciones estratégicas
todavía persistían.
A medida que el país maduraba, los expansionistas
hablaron más en términos de determinismo geográfico,
superioridad racial y de extender los dominios de la
libertad y la democracia hacia otros pueblos. Esta visión
de ser una nación excepcional habría que buscarla en el
año de 1630 cuando el puritano inglés, John Winthrop
hablaba de que el Nuevo Mundo (la ciudad en la cima)
servía de modelo al Viejo Mundo.
La década que se comenta fue muy activa para los
norteamericanos. ¿Qué motivó ese dramático impulso
hacia la región occidental? ¿Acaso, la tradicional
ambición territorial? ¿Idealismo? ¿Interés comercial?
102 Consultar, “La adquisición de Las Floridas por Estados Unidos en 1819”.
En Revista Lotería n° 387, enero-febrero de 1992, de nuestra autoría LI.
Consultar también, LEOPOLD, RICHARD. Op. cit., pág. 7.
103 Ibidem, 7.
81
Las respuestas a estas interrogantes difieren según los
historiadores y autores que se consulten.
En esta parte de este trabajo se exponen algunas
ideas del periodista y editor John L. O’Sullivan,
considerado como el popularizador de la idea del Destino
Manifiesto. También se resalta la importancia de Oregón,
Texas y California para Estados Unidos y las causas de
la guerra contra México.
1. JOHN L. O’SULLIVAN Y EL DESTINO MANIFIESTO
John L. O’Sullivan es considerado como el
popularizador de la idea del “Destino Manifiesto”. El
señor O’Sullivan era un periodista y editor del periódico
Democratic Review y editor y propietario del New York
Morning News. Este articulista vaticinó un inmenso
futuro para el pueblo norteamericano quien, según él,
tenía una misión sagrada que cumplir. Esos criterios de
O’Sullivan fueron dados a conocer en su obra The Great
Nation of Futury —La Gran Nación del Futuro—
publicado en 1839 y, reeditado por el el New York
Morning News, en 1845, a raíz de la controversia con la
Gran Bretaña por el territorio de Oregón.
El término de Destino Manifiesto aparece por
primera vez en el artículo “Anexión” de O’Sullivan,
publicado en la revista Democratic Review de New York,
julio -agosto de 1845. En ese momento él decía que era
el manifiesto destino de su país extenderse por todo el
continente cumpliendo una misión asignada por la
providencia para imponer la libertad y el autogobierno.
En esta oportunidad se dio por el debate que había por la
anexión de Texas a la Unión Americana. La segunda vez
que aparece esa expresión fue el 27 de diciembre de
1845, en medio de la disputa que tenía Estados Unidos y
la Gran Bretaña por los territorios de Oregón.
82
El periodista O’Sullivan sostenía que el pueblo
estadounidense, siendo originario de muchas otras
naciones y dado que su declaración de independencia se
basaba en el principio de la igualdad humana,
demostraba, una vez más, su discrepancia y posición en
relación con todas las otras naciones. Ello demostraba, en
realidad, que Estados Unidos tenía poca conexión con el
pasado de ninguna de aquéllas y, mucho menos aún, con
sus glorias y/o crímenes. Por el contrario, el nacimiento
de ese país fue el inicio de una nueva historia de
formación y progreso; de un inédito sistema político que
lo separaba del pasado y lo conectaba sólo con el futuro;
con el desarrollo de los derechos naturales del hombre,
en moral, en política y en la vida nacional.
Por todo ello, los estadounidenses asumían, secreta
e íntimamente quizá, que su país estaba destinado a ser la
gran nación del futuro, porque el fundamento en el que
se basaba su sistema y marcaba su destino era perfecto y
universal;104 en ello consistía su incomparable gloria, en
que carecían de registros de batallas campales sino solo,
en defensa de la humanidad y de las naciones oprimidas,
por el derecho a la libertad individual y a decidir. Los
anales de la historia norteamericana no describían
páginas de horribles matanzas, en las que los hombres
fueran conducidos por millares a matarse unos a otros,
engañados por y víctimas de emperadores, reyes, nobles
y otros demonios en forma humana, llamados héroes.105
104 PATERSON, THOMAS: Op. cit., pág. 184; Consultar, además, el tercer
capítulo de este escrito.
105 John L. O’Sullivan parece no recordar la matanza de que fueron víctimas
los indígenas, sobre todo aquéllos que lucharon con los británicos contra los
estadounidenses, en la guerra de independencia; algunos de esos pueblos,
como los cherokees, fueron arrancados de sus tierras y llevados a lugares
fríos como las montañas Rocosas.
83
Los estadounidenses han tenido patriotas para
defender sus hogares, sus libertades, pero no aspirantes a
coronas o tronos; tampoco ha tenido, este pueblo, que
sufrir la situación de ser conducido por la malvada
ambición de despoblar la tierra, de expandir la desolación
tan lejos y ancho como le fuere posible, por cuya razón
se halla colocado en el sitial de la supremacía.
La población norteamericana no tenía interés en los
hechos del pasado sino, solamente, como lecciones para
evitar sus malos ejemplos; entraba a un espacio
conquistado con la verdad de Dios en sus mentes,
benéfico objeto de sus corazones y con una clara
conciencia no mancillada por el ayer.
Estados Unidos era la nación del progreso humano,
y, ¿quién podría poner límites a su marcha hacia
adelante? La Providencia estaba con ellos, afirmaba
O’Sullivan, y ningún poder terrenal les detendría. Los
estadunidenses miraban hacia la eterna verdad de la
primera página de su declaración de independencia y
ellos proclamaban a los millones de hombres, en otros
países, que «las puertas del infierno» —los poderes de la
aristocracia y la monarquía— no prevalecerían contra de
esos principios libertarios.
Lo lejano, el futuro no comprometido, sería la era de
grandeza de Estados Unidos. En su magnificente
dominio del espacio y del tiempo, la nación de muchas
naciones estaba destinada a manifestar a la humanidad la
excelencia de sus divinos principios; establecer en la
Tierra el más noble templo, nunca dedicado a la
adoración de los más altos ideales: lo sagrado y la verdad.
Su fondo, su base, debía ser el hemisferio; su techo, el
firmamento salpicado de estrellas y su congregación una
unión de muchas repúblicas, conteniendo a cientos de
84
seres humanos felices, perteneciendo no a un amo, sino
gobernados por un Dios natural y la ley moral de equidad,
la ley de la hermandad, la paz y la buena esperanza entre
los humanos.106
“Si, nosotros somos la nación del progreso, de la
libertad individual, de la libertad universal”, señalaba
O’Sullivan, la igualdad de derechos era el centro de la
unión en Estados Unidos, el gran ejemplo de la
correlativa igualdad y mientras la verdad derramara su
bondad, los estadounidenses no retrocederían, sin
disolver uno y desvirtuar al otro. Avanzarían hacia el
cumplimiento de su misión, hacia el total desarrollo del
principio de su sistema político —libertad de conciencia,
libertad individual, libertad de comercio, universalidad
de libertad e igualdad—. Ese era su destino y una natural
ley de causa y efecto debía acompañarla. Todas estas
esperanzas serían su futura historia: ayudar a establecer
en la Tierra la dignidad moral y la salvación del hombre,
la inmutable verdad y beneficencia de Dios. Para esa
santa misión hacia las naciones del mundo es que
América ha sido escogida. ¿Quién, entonces, puede
dudar que nuestro país está destinado a ser la Gran
Nación del Futuro?, se preguntaba O’Sullivan.
Las ideas de este periodista y escritor calaron en la
conciencia de muchos estadounidenses, quienes estaban
convencidos que la raza anglosajona era superior y que
la misma estaba destinada a expandir las fronteras de su
civilización a otros pueblos.
Entre los fronterizos también había la sed por
nuevos territorios para proveerse de nuevas
oportunidades socioeconómicas. Los ricos territorios
111 A finales del período colonial, en esa región había unos 3,000
norteamericanos; pero, entre 1821-1830, esa cifra subió a unos 12,000
habitantes.
112 En 1835 la mayoría de la población de Texas era norteamericana. Para
115
MERK, FREDERICK: The Monroe Doctrine and The American
Expansionismo, 1843-1849, pág. 72.
93
exceso de nacionalismo no tenía cabida en la región de
Oregón y, por lo tanto, la tesis de la nueva colonización
no se podía aplicar contra de los británicos. En esos
tiempos, el Destino Manifiesto y la suposición de que
Norteamérica estaba predestinada, por la providencia, a
ser propiedad exclusiva de Estados Unidos, se
encontraba en boga.
Se pensaba que el país era la representación del
sistema republicano y que debería enfrentar al sistema
monárquico, representado por los gobiernos europeos.
Las ideas de John L. O’Sullivan tenían mucha cabida en
la conciencia de los habitantes de Oregón. En opinión de
muchos expansionistas demócratas, los británicos eran
intrusos en los territorios de Oregón, en dos sentidos:
primero, se habían embarcado en una nueva
colonización, en abierta violación de uno de los
principios de la Doctrina Monroe; y, en segundo lugar,
estaban ocupando territorios que le pertenecían a Estados
Unidos.
Uno de esos demócratas que tenían esa opinión era
James Knox Polk quien, a su arribo a la presidencia, puso
sobre el tapete el problema de Oregón. En su discurso
inaugural, sostuvo que los derechos de Estados Unidos
sobre dichos territorios eran claros e incuestionables y
que, además, su país tenía legítimos derechos en esa
región. Los ciudadanos norteamericanos, continuamente,
colonizaban esas tierras y al gobierno no le quedaba otra
opción que proteger a sus ciudadanos a donde quiera que
ellos fueran.
La jurisdicción de las leyes y los beneficios de las
instituciones republicanas deberían extenderse a todos
esos ciudadanos, inclusive a las más remotas regiones.
Las crecientes facilidades de comunicación harían que
94
ese territorio formara parte de la Unión sin ninguna
demora.
Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, antes
de tomar una decisión, en torno a este problema, consultó
al senador Thomas Hart Benton, quien era un experto en
los temas del lejano oeste y, a la vez, estaba considerado
uno de los voceros del grupo que ambicionaban
conquistar dichos territorios. En estas circunstancias, el
presidente invitó al senador, el 20 de octubre de 1845, la
Casa Blanca para intercambiar ideas sobre el particular.
En aquella reunión, el mandatario planteó que no
sería posible seguir con las negociaciones sobre Oregón
con Gran Bretaña; afirmó que propuso a los británicos
compartir los territorios situados a lo largo del paralelo
49. Él sostuvo que dicha oferta la realizó por deferencia
hacia sus antecesores que también la plantearon; no
obstante, se rechazó. Consecuentemente, solicitó al
congreso que abrogara el tratado de 1827 y que la
jurisdicción norteamericana se extendiera a todos los
ciudadanos de la región. Según el diario personal de Polk,
este le informó. al senador Benton. que tenía interés en
reafirmar los principios de la Doctrina Monroe, para
impedir la colonización de nuevos territorios en el
continente por otros países.
El senador sostuvo que los británicos tenían el mismo
derecho sobre el río Frazer —por descubrimiento,
exploración y poblamiento— que los norteamericanos
sobre el Columbia. La idea de Benton sobre nuevas
colonizaciones al norte del paralelo 49 era que, dichas
incursiones eran viejas. Así lo demuestran los nombres,
y sus correspondientes toponimias, tales como las de
Alexander McKenzie, George Vancouver, Simón Frazer
y David Thomson y muchos otros exploradores. Es
95
decir, que cuando todavía los estadounidenses no habían
llegado a esa región, ya los británicos habían llegado a
ese lugar, incluso mucho antes de que las trece colonias
obtuvieran su independencia.116 Si ello era sí, ¿cómo
aceptar la aseveración de que la presencia de los
británicos en esa región era nueva, como decía el
presidente? Por otra parte, dicha tesis, la de que la estadía
de los británicos en Oregón era antigua, se sustenta en los
repetidos ofrecimientos hechos por Washington a Gran
Bretaña para compartir los territorios ubicados en el
paralelo 49.117
Al sur de la línea del paralelo 49, los reclamos de los
norteamericanos sí estaban bien fundamentados. Hasta
ese lugar había llegado Robert Gray, quien exploró el río
Columbia; así como Meriwether Lewis y William Clark
quienes recorrieron el interior de la región, mientras que
John Jacob Astor, fundó Astoria.
Sin embargo, durante la guerra de 1812, los
británicos ocuparon estos territorios, pero luego los
devolvieron. En consecuencia, ellos tenían viejos
reclamos al sur del río Columbia (paralelo 49). En dicha
zona, estaban bien establecidas la compañía de la bahía
de Hudson y su subsidiaria, la Puget’s Sound.
Algunos políticos norteamericanos sostenían que,
aquellas personas que se habían establecido en esas
regiones, donde no existía una soberanía bien definida,
tenían el derecho de decidir por sí mismos si permanecían
independientes o si se unían a la Unión. Eso era lo que
116 Esa presencia se remonta a 1713, cuando los británicos solicitaron la isla
Ruperta, que se extiende al oeste de las montañas Rocosas. Los veinte
fuertes, que había en el río Frazer, tampoco eran nuevos.
117 Esos ofrecimientos se dieron en tres ocasiones y se firmaron dos tratados
124 Para más información sobre la guerra entre Estados Unidos y México
sobre los territorios de Texas, consultar a Ana Rosa Arguelles, Estados
Unidos de América. Documentos de su historia política II, págs 182-189.
125 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 25.
126 Para una completa información sobre el Tratado Guadalupe-Hidalgo,
102
CAPÍTULO VII
EL DESTINO MANIFIESTO:
CENTROAMÉRICA
103
repúblicas fundaron la Federación Centroamericana y
solicitaron un préstamo a la Barclay Herring
Richardson and Company de Londres.
Una década más tarde, la confederación se
desintegró, pero muchos centroamericanos culparon a los
británicos del fracaso. Ellos habían estado en
Centroamérica desde el siglo XVIII, cuando se tomaron
la Honduras Británica y establecieron un protectorado en
el golfo de los Mosquitos, en 1844. En 1848 ocuparon la
desembocadura del río San Juan y le cambiaron el
nombre al pueblo por el de Greytown.
En Panamá se temía que los británicos se apoderaran
de Bocas del Toro, lo que llevó a los neogranadinos a
extremar precauciones frente a esta posibilidad. Los
gobernantes de la Nueva Granada, previendo la
separación del Istmo de Panamá o una amenaza británica,
firmaron el citado tratado de 1846 con Estados Unidos.
La toma de la región norte de Nicaragua y la isla
Tigre en la bahía de Fonseca en el Pacífico, puntos
terminales de un futuro canal, por parte de los británicos,
llevaron a ambos países anglosajones a casi un
enfrentamiento bélico. Sin embargo, ellos llegaron a un
acuerdo temporal mediante la firma del tratado Clayton-
Bulwer de 1850.130
A pesar de que el convenio frenó las intenciones
expansionistas estadounidenses en Centroamérica, y a la
posible construcción de un canal, por casi medio siglo, el
espíritu del Destino Manifiesto continuó animando a
ciudadanos particulares de ese país quienes tenían
intereses comerciales y políticos en la región.
130
Consultar el tratado Clayton-Bulwer, en DUVAL, MILES, Op.cit., pág.
543.
104
1. El Destino Manifiesto en el Gran Caribe
Durante la época del Destino Manifiesto,
aventureros procedentes del sur de Estados Unidos,
siempre ansiosos de adquirir nuevos territorios para
expandir la esclavitud, estuvieron muy activos en el Gran
Caribe. Desde la época del expresidente Jefferson, Cuba
había estado en la mente de los estadistas
estadounidenses. Sin embargo, la anexión había cobrado
mayor fuerza en 1825, cuando John Q. Adams profetizó
que, así como una manzana madura, por efecto de la
gravedad va a parar al suelo cuando se desprende del
árbol, así mismo cuando la Isla se separara de España,
irremediablemente iría a parar a las manos de Estados
Unidos.
En medio de la guerra contra México, John L. O’
Sullivan, quien gozaba de la confianza del presidente
Polk, recomendó ofrecer $100 millones a España por este
territorio, pero aquélla rechazó la oferta.131 Los
agricultores del sur, en donde existían grandes
plantaciones de algodón, explotadas bajo un régimen
esclavista, soñaban con extender ese sistema de
producción hasta la isla de Cuba. Para ello era importante
separarla y luego anexarla a Estados Unidos como un
nuevo estado esclavista. Esos simpatizantes de la unión
de la Isla a Washington encontraron en Narciso López a
su principal líder.
Según el historiador Liuewen, López era un
venezolano que después de haber alcanzado un gran éxito
comercial, había decaído repentinamente en Cuba. A
partir de 1849, López organizó tres expediciones hacia la
Isla. La primera, nunca salió siquiera de las aguas
131
LANGLEY, LESTER: Op. cit., págs. 171-172.
105
estadounidenses. En 1850, López dirigió una fuerza
expedicionaria de 600 hombres para tomar Cuba y
anexarla a Estados Unidos, pero fue derrotado.
La mayor parte de los seguidores de López eran
sureños proesclavistas. Al año siguiente, López dirigió
otra expedición de 400 hombres, pero también fue
derrotado por las fuerzas españolas. El aventurero López
y algunos de sus seguidores fueron finalmente
ejecutados. Luego de la derrota de López, la
administración norteamericana, realizó ingentes
esfuerzos diplomáticos para obtener por vía de
negociación, los territorios en disputa. Por ello, después
de la década del cincuenta, la proesclavista y
expansionista administración de Franklin Pierce,
comenzó a presionar a España para que le vendiera Cuba.
En 1854, tres embajadores norteamericanos en
Europa —tales como James Buchanan (Inglaterra), John
Y. Mason (Francia) y Pierre Soulé (España)— se
reunieron en Ostend, Bélgica, posterior al rechazo
español de la compraventa de la Isla por $125 millones.
Los tres elaboraron un documento secreto conocido
como el manifiesto de Ostend, en el que se planteaba el
uso de la fuerza, por parte de Estados Unidos, si España
se resistía a vender la codiciada región.
Ese documento, por algún medio llegó a manos de la
prensa antiesclavista y se presentó como una
conspiración de los esclavistas del sur para tomarse a la
mayor de las Antillas. En aquella oportunidad España
resistió, victoriosamente las pretensiones de Washington,
pero, a finales del siglo XIX, el interés estadounidense
por la patria de José Martí volvió a renacer.
106
2. El Destino Manifiesto, el ferrocarril transístmico.
Sus repercusiones Panamá.
107
paradas en Monterrey, San Francisco y
posiblemente otros puntos intermedios.”132
135 Los barcos con que empezó esta compañía fueron: Falcon de 891
toneladas, Crescent City de 1,291, Istmus de 386, Norther de 1,012,
Empire City de 1,175, Alabama de 1,261 y Cherokee de 1,244 toneladas.
El Panama Star y el Panameño, 1849.
136 GERSTLE, MACK La tierra dividida, T. I, pág. 154.
109
de 1848, con un capital de $500,000, el cual aumentó a
$2,000,000 en 1850.137 En aquel tiempo, la compañía
pensaba poner a trabajar tres nuevos vapores: el
California, el Oregón y el Panamá. El primero partió de
New York el 6 de octubre de 1848, con muy pocos
pasajeros. Cuando se produjo la “fiebre de oro” en
California, el número de pasajeros con destino a
California aumentó.
El propio buque California, al llegar de la ciudad de
Panamá, procedente del Pacífico Sur, no pudo transportar
a la gran cantidad de pasajeros que anhelaban ir a
California. Es dentro, de este marco del auge aurífero y
de la gran demanda de transporte rápido que se firmaría
el tratado Stephens-Paredes para la construcción de un
ferrocarril transístmico por el Istmo de Panamá.
138 CONNIFF, MICHAEL: Panama and the United States, págs. 25-26.
139 En realidad, el acuerdo fue con Bogotá porque, como se recordará, para
ese tiempo, todavía Panamá era parte de la Nueva Granada.
140 GERSTLE, MACK La tierra dividida, T. 1., pág. 168.
111
Debido a la falta de trabajadores, los salarios
subieron, al igual que el precio de los materiales de
construcción. John C. Trautwine y George Muison,
quienes dirigían la obra, no pudieron continuar con la
empresa. La compañía del ferrocarril se hizo cargo de los
trabajos, pero dejó a Totten como ingeniero jefe y a
Trautwine como su auxiliar.
En agosto de 1850 se iniciaron los trabajos en el
Atlántico. Durante el período de construcción, la
compañía del ferrocarril luchó por mantener una
cuadrilla de trabajadores y por preservar la salud de ellos.
La empresa necesitó reclutar trabajadores de Nueva
Granada, Jamaica, Inglaterra, Irlanda, Francia, Alemania,
Austria, India y China; pero, en la mayoría de los casos,
los mismos no se adaptaron al trabajo ni a las
inclemencias del trópico. De todos los obreros, los
jamaicanos fueron los que mejor rindieron en su trabajo.
Al terminar las obras del ferrocarril, quedó expedito
el camino hacia el oeste de Estados Unidos. La
culminación de los trabajos del ferrocarril abrió una
nueva etapa en la economía y en la historia del Istmo. Se
pasó del lento caminar de las mulas a la velocidad del
tren, tal como lo afirma Omar Jaén Suárez, cuando dice:
141 JAÉN SUÁREZ, OMAR: La población del Istmo de Panamá, pág. 318.
112
Jamaica. Las potencias del norte toman el relevo
con rapidez: Panamá se habrá de convertir sobre
todo en el Istmo de New York.”142
142 Ibídem.
143 GANDÁSEGUI, MARCOS ET ALT.: Las luchas obreras en Panamá,
1850-1978, pág. 18.
144 GERSTLE, MACK: Op. cit., T. I, pág. 152.
145 Ibídem.
113
que se terminó de construir el transcontinental en Estados
Unidos en1869.
146 Para más información sobre los hechos del 15 de abril de 1856, consultar
a Enrique Santos Montano, “La tajada de melón.” En 1903, Adiós Panamá.
Igualmente, a Renan Vega C y otros, en “La guerra de la sandía en 1856.”
En El Panamá colombiano en la repartición imperialista en donde hay
abundantes datos, proporcionados por el consulado francés.
147 Uno de los que más influyó en la difusión del destino manifiesto fue John
154 Ibídem.
155 MONTUFAR, LORENZO: Walker en Centro América. (2 edición,
corregida e ilustrada). Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría,
2000, pág. 155.
156 Se le llamó Guerra Nacional porque logró unir a las tropas de las cinco
160 VEGA C., RENAN; JÁUREGUI G., SANDRA Y ORTÍZ V., LUIS CARLOS:
El Panamá colombiano en la repartición imperialista, pág. 67.
161 Ibid, pág. 71.
121
California, durante la fiebre del oro.162 Luego de una riña
entre ambos bandos, se llegó al mencionado acuerdo.
En aquella oportunidad, el cónsul estadounidense
sugería la presencia de barcos de guerra en la región
como una fuerza disuasiva. Esas exigencias eran motivos
de grandes titulares en la prensa estadounidense editada
en Panamá. Esos mismos periódicos pedían “(…) al
Congreso de la Unión la ocupación y posesión del Istmo
por una brigada de hombres armados, único medio de
impedir el derramamiento de más sangre y mantener los
derechos y libertades americanas”163
En la región del Chagres habían surgido dos pueblos:
uno norteamericano, «American Town», y otro
panameño, que rivalizaban por la captación de los
pasajeros. Un comentario del señor Ambrosio Méndez,
batero del istmo, ofrece una idea de cómo estaba la
rivalidad entre panameños y norteamericanos en la zona
de tránsito durante la década del 50. En ese momento,
Méndez advertía a un periodista en tránsito: “If the
Americans are god, we are god; if they abuse, we are bad.
We are blacks but muchos caballeros.”
Igual prevención le hace Luna a Oliver, cuando le
enrostra que él no se encontraba en Estados Unidos, sino
en Panamá y que debía pagarle lo consumido, lo que
demuestra que Luna era consciente que, si en Estados
Unidos había racismo y desprecio por la gente de color,
esa no era la situación en Panamá y que, por lo tanto,
tenía que obedecer las leyes panameñas. En esa
distinción estaban claros Méndez y Luna quienes, a su
162 Para obtener más información sobre estos incidentes de 1850, consúltese
a Jorge E. Patiño: El acuerdo istmeño-norteamericano de 1851, en Revista
Lotería, nos 336-337, marzo-abril de 1984.
163 The Panama Star, 31 de octubre de 1851.
122
entender, en Panamá no había distinciones de ninguna
clase y, por lo tanto, había que respetar la dignidad
humana y las leyes que regían en el Istmo.
Los forasteros procedentes de Estados Unidos se
burlaban de las leyes y creencias de los istmeños.
Además, los moradores de estas tierras los veían como
los causantes de su desempleo, porque al terminarse la
construcción del ferrocarril, muchos panameños y
extranjeros pobres quedaron sin empleo. Es más, los que
históricamente se habían ganado la vida llevando y
trayendo pasajeros a través del camino de Cruces y del
río Chagres, ahora no lo podían hacer; los hoteles, las
cantinas, los restaurantes y las casas de diversión no
tenían clientes, porque los pasajeros iban y venían de
prisa, ya fuera hacia San Francisco o New York.
No es casual que los moradores de La Ciénaga
sintieran que el ferrocarril fuera la causa de muchos de
sus males y los forasteros los responsables de las
enfermedades que comenzaron a aparecer en el Istmo,
como fue el cólera. A comienzos de la década de 1850 se
habían ido acumulando odios y resquemores entre ambos
bandos lo que hacía pensar que tarde o temprano se
produciría un fuerte enfrentamiento entre la población
panameña y los aventureros estadounidenses en tránsito
por el Istmo de Panamá.
123
en su informe oficial al ejecutivo colombiano, sobre los
hechos del 15 de abril de 1856, comentaba:
124
“El ataque no tenía por blanco más que a los
pasajeros recién llegados, entre quienes se suponía
enroladas algunas partidas de filibusteros que fue
acaso lo que más contribuyó a excitar el furor de los
naturales. Esto prueba también, dicho sea de paso,
que el móvil de éstos para lanzarse a la refriega no
fue el espíritu de robo, ni el deseo de herir sin
distinción ni reparo a cuanto extranjero blanco se
encontrara en La Ciénaga la noche del 15 de abril,
pues fueron respetados todos aquellos que no
podían ser confundidos con los devastadores de
Nicaragua.”166
3.4. Repercusiones
171 Parte del informe ofrecido por el cónsul francés Auguste de Molleaux,
en, Correspóndanse Politique, vol. 23, pág. 223; citado por VEGA,
RENÁN, Y OTROS: Op. cit., pág. 73.
172 MOLANO, SANTOS ENRIQUE, 1903, Adiós Panamá, pág. 116.
128
una estación naval”; c. Que Nueva Granada pagara “los
daños ocasionados por el motín reciente de Panamá.”
Los norteamericanos reclamaban, también a la
Nueva Granada las islas de Taboga, Taboguilla,
Flamenco, Naos, Perico y Culebra, con todos los
derechos y pertenencias que allí le correspondían, en
plena soberanía, para ser poseídas y mantenidas
perpetuamente por Estados Unidos de una manera plena
y amplia como lo eran o han sido hasta ahora por Nueva
Granada.
Luego de un largo proceso de presiones por parte de
Washington, se firmó el tratado Herrán-Case, de
septiembre de 1857. Por medio de él, Nueva Granada
aceptó su culpabilidad y convino en pagar lo solicitado
por Estados Unidos, en 1865. La suma por cancelar varía
según algunos autores, pero puede estar alrededor de los
580,603 pesos.
Por otro lado, el incidente de la tajada de sandía
permitió a Washington poner en práctica algunas de las
cláusulas del tratado Mallarino-Bidlack, de 1846. Es
decir, intervenir para salvaguardar la neutralidad y el
libre tránsito en Panamá, utilizando para ello sus fuerzas
armadas, cuando a su juicio, el gobierno de Nueva
Granada no estuviere en capacidad de hacerlo. Ello
marcó el inicio de una serie de intervenciones en el istmo
de Panamá, desde 1860, hasta las primeras dos décadas
del siglo XX, cuando Estados Unidos, puso en práctica
su política de buena vecindad y dejó de intervenir
militarmente en los asuntos internos de los países
latinoamericanos.
Para los panameños y latinoamericanos quedó claro
que Estados Unidos, por diversos medios intentaba
ampliar sus territorios, ya sea por la anexión directa o por
129
vía del filibusterismo, como intentó hacerlo en Nicaragua
y en Cuba. También puso de manifiesto la disposición de
los panameños de rechazar cualquier intento de
dominación por parte de los estadounidenses. Los
incidentes de 1851 y 1856, en los que la población
panameña se enfrentó a los aventureros en tránsito que
amenazan su existencia, fue el preludio de los constantes
enfrentamientos de los panameños con las fuerzas de
policía y el ejército de Estados Unidos por recuperar su
soberanía total en todo su territorio a lo largo de todo el
siglo XX.
También, como en una ocasión lo manifestara
Ricaurte Soler, el movimiento popular istmeño del 15 de
abril de 1856, en contra de la arrogancia de los
ciudadanos estadounidenses, fue parte de una lucha
anticolonial y, a la vez, solidaria con el pueblo de
Nicaragua y del resto de los pueblos de Centroamérica
que, en esos momentos, llevaban a cabo una guerra
nacional contra el expansionismo estadounidense,
revestido de filibusterismo.
136
1. El Nuevo Imperialismo
Por casi un cuarto de siglo, después de la “guerra
civil” (1861-65), Estados Unidos tuvo poco contacto con
sus vecinos al sur del río Grande. Entre 1865 y 1890, las
relaciones entre ambas regiones fueron casi nulas. Luego
que el secretario de Estado, William H. Seward, adquirió
Alaska de manos de Rusia, trató de obtener algunas islas
en el Caribe y firmó un tratado con Dinamarca, para la
adquisición de las islas de este país, en las indias
occidentales y un convenio con Nicaragua para construir
un canal por esa región.
El secretario Seward también inició conversaciones
con la República Dominicana para obtener una base
naval en esta nación, pero ninguno de esos acuerdos fue
ratificado por el congreso, durante el siglo XIX.180 Para
esa misma fecha, el presidente Ulyses Grant trató de
adquirir la República Dominicana para la Unión —como
ya apuntamos—.
En su mensaje al congreso, el 31 de mayo de 1870, él
expuso las razones por las cuales la isla debía pasar a
formar parte de Estados Unidos; entre ellas, las
siguientes: el gobierno dominicano había solicitado la
anexión; era un país débil, con una población de unas
120,000 almas pero, su rico suelo, era capaz de sostener
unos 10,000,000 de habitantes; la isla dominicana era
incapaz de mantenerse por sí misma y necesitaba un
apoyo exterior; el país precisaba la protección de las
leyes e instituciones libres de Estados Unidos.
El mandatario Grant se preguntaba si su nación debía
rechazar dicha solicitud. Él también subrayaba que
poseía información de que algunas potencias europeas
184
LAFABER, WALTER: Op. cit, pág. 175.
COLEMAN, William, “Science and Symbol in the Turner Thesis”. The
185
186 Para Turner, la frontera del país tuvo cuatro fases: 1. la frontera del
cazador; 2. la del minero; 3. la del agricultor o granjero; y, 4. la urbana.
187 Brenna B., Jorge E., “Mitología fronteriza: Turner y la modernidad.” En
144
2. EL RENOVADO ESPÍRITU DEL DESTINO MANIFIESTO
Y LOS CONFLICTOS REGIONALES EN EL CARIBE
191A raíz del interés que tenían tanto Francia como Gran Bretaña por el
control de la República de Texas, cuando ésta logró su independencia de
México, en la década del cuarenta del siglo XIX, Estados recordó a estos
dos países que los principios de la Doctrina Monroe estaban vigentes.
146
simple pretexto para poner en práctica el imperialismo
yankee, al menos hasta 1928.
Según Federico Guillermo Gil, en la historia del
panamericanismo pueden distinguirse tres períodos: el
primero, entre 1826 y 1889, en el que prevalecieron
conferencias y coaliciones; el segundo, entre 1889 y
1928, en el cual se dieron las primeras conferencias
panamericanas auténticas; y, el tercero, desde 1928 hasta
el surgimiento de la política de buena vecindad.192
Según Liuewen, hasta 1928, tuvieron lugar seis
conferencias panamericanas. La primera tuvo lugar en
Washington en 1889, gracias a la iniciativa del secretario
de estado, James G. Blaine, y se dio cuando Estados
Unidos había experimentado un gran desarrollo
manufacturero e industrial y necesitaba de nuevos
mercados para colocar sus productos. El deseo principal
estadounidense fue extender el comercio dentro del
hemisferio y concibió el panamericanismo como una
empresa comercial en la que, las naciones del continente
tomarían una acción común para aumentar el comercio,
eliminar las barreras proteccionistas y estimular la
cooperación entre ellas.
Uno de los objetivos concretos de esa primera
reunión fue la creación de una oficina comercial de las
repúblicas americanas para que sirviese como una
agencia de compilación, tabulación y publicación de
información respecto a los productos y el comercio, de
leyes y regulación arancelarias de los respectivos
países.193 Esta fue una agencia de cooperación
multifacética, cuyas funciones abarcaron el intercambio
de información. Según Gil, estos principios sentaron las
198
Cfr., GIL, FEDERICO: Op. cit., pág. 140.
199
Para más información sobre la diplomacia del dólar, cfr., LAFABER,
WALTER: Op. cit, págs. 244-247.
151
circunstancias, los únicos resultados positivos que se
dieron en la reunión fueron los de denominar a la
asociación de naciones con el nombre de Unión de
Repúblicas Americanas y crear la Unión Panamericana
con una oficina central.
El estallido de la Primera Guerra Mundial puso en
evidencia la falta de unidad entre los países del
hemisferio y la ausencia de una estrategia común para
hacerle frente a la amenaza extracontinental. En medio
del conflicto, sólo ocho naciones latinoamericanas
respaldaron a Estados Unidos, pero, de estas, siete eran
consideradas como protectorados de aquella nación. El
único país grande que apoyó a Washington en el conflicto
bélico mundial fue Brasil. Las repúblicas de Colombia,
Argentina, Chile y México se declararon neutrales. Como
dice Gil, “La política intervencionista de Estados Unidos
y la presencia de la infantería de marina en los territorios
del Caribe desempeñaron indudablemente un papel
importante en el prudente alejamiento de Latinoamérica
en el conflicto.”200
Durante los primeros veinticinco años, las
conferencias panamericanas no tuvieron grandes
resultados para los países de la América Latina. Por el
contrario, cuando apareció la Sociedad de Naciones,
luego de la Primera Guerra Mundial, los líderes
latinoamericanos se unieron a ella esperando que la
misma los protegiera de la agresividad del imperialismo
yankee. No obstante, pronto se hizo evidente que, dado
el poderío económico y bélico de Estados Unidos, la
Sociedad de Naciones no tomaría medidas enérgicas
contra Washington.
154
y a la neutralidad marítima, así como una resolución
poniendo fuera de la ley las guerras de agresión.”201
En 1929, cuando ya el movimiento panamericano
estaba, prácticamente aniquilado, asumió la presidencia
de Estados Unidos, Herbert Hoover (1929-33), quien dio
los primeros pasos hacia la política de buena vecindad
desarrollada, posteriormente, por Frankin D. Roosevelt.
Hoover, apreció la importancia de América Latina para
Estados Unidos y trató de evitar más intervenciones en la
región, tal como hizo Roosevelt.
201 Ibídem.
155
CAPÍTULO IX
RIVALIDADES ENTRE ESTADOS UNIDOS Y
GRAN BRETAÑA POR EL CONTROL DE
AMÉRICA CENTRAL
156
“Los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña
declaran por el presente que ni el uno ni el otro
obtendrán ni sostendrán para sí mismo ningún
predominio exclusivo sobre dicho canal, y
convienen en que ni el uno ni el otro construirá ni
mantendrá jamás fortificaciones que lo dominen, o
que estén en sus inmediaciones, ni tampoco ocupará
ni fortificará, ni colonizará a Nicaragua, o la costa
de Mosquitos, ni asumirá ni ejercerá ningún
dominio sobre esos países, ni tampoco sobre
ninguna otra parte de América Central.”202
203 Ibídem.
204 MOLANO, ENRIQUE SANTOS: Op. cit., pág. 65.
158
de Panamá, o cualquiera otros que pudieran servir para la
comunicación interoceánica, eran patrimonio de la
humanidad y por consiguiente adquirían el carácter de
terreno neutral y ninguna nación o Estado podría reclamar
soberanía sobre ellos.”205 El historiador Molano sostiene
que ese acuerdo de 1850 anuló las garantías de soberanía
de Colombia, establecida en el tratado General de Paz y
Amistad y en el de Paredes-Stephens. Esta pérdida fue
remarcada en el de Hay-Pauncefote.
En relación con la neutralidad, el Calyton-Bulwer, en
su artículo VI determina que, “Ambas partes contratantes
del presente tratado, acuerdan en invitar a cualquier
Estado con quien ambos o uno de ellos individualmente
tenga relaciones amistosas, para concluir un tratado
análogo para que todos los estados puedan compartir el
canal propuesto.”206
De todas las naciones que pudieran sumarse al
mismo, Estados Unidos se interesó en que Rusia firmase
el acuerdo. Ello motivó que la diplomacia zarista
consultara, a lo interno de su país —y pese al interés de
los grupos comerciales— cómo le beneficiaría. Al final,
no se llegó a ningún acuerdo porque el gobierno ruso no
previó su importancia.
El autor, M. A. Zorina, al referirse a la participación
de Rusia en la región centroamericana concluye que:
205
Ibid., págs 65-66.
206
ZORINA, A. M.: El tratado Clayton-Bulwer de 1850 y la
diplomacia rusa, en Mesoamérica, nº 1, pág. 178.
159
norteamericano de 1850. El gobierno zarista
procediendo de acuerdo con la correlación de
fuerzas en el mundo decidió no adherirse al tratado
de Washington del 19 de abril de 1850.”207
mayo de 1878. El arriendo era por 99 años con una zona de tierra de 400
metros de ancho. Cf. Randall, págs. 77-83.
160
1861-1865 y comenzó a mejorar la comunicación
marítima entre las costas este y oeste. El espíritu del
Destino Manifiesto revivió durante las administraciones
de los presidentes Andrew Johnson y Ulyses S. Grant,
mientras América Central estaba dentro de los objetivos
de ese nuevo espíritu expansionista estadounidense.
El presidente Grant, durante su administración
trató insistentemente de lograr un acuerdo para construir
un canal por la región centroamericana. Como militar que
era, consideró que la construcción de un canal en la
región por parte de Estados Unidos aumentaría la
seguridad de ese país y por ello, dicha vía acuática
debería estar bajo su protección y control exclusivo.
Según el presidente, la ruta transístmica ayudaría al
progreso humano, a la vez que él podría pasar a la historia
como el mandatario que dio inicio a tan magna obra.210
La construcción de un canal en el área por parte de
Washington pondría límites a la influencia británica en
Nicaragua y Costa Rica.
Entre los años 1869 y 1870, Estados Unidos y la
república de Colombia firmaron dos acuerdos que
permitirían construir un canal. Éste tendría unas veinte
millas de ancho con facilidades para puertos en ambos
lados terminales de la vía. Esas concesiones tendrían un
término de 100 años y al cabo de ese período, la vía
acuática pasaría a manos de Colombia. La mencionada
ruta sería neutral en época de guerra y otras naciones
serían invitadas a reconocer esa neutralidad. Su
protección estaría a cargo de fuerzas militares de ambos
164
aspiraba a revisar el tratado Clayton-Bulwer. El
secretario Blaine sostenía que la Doctrina Monroe
debería servir para preservar la región del Caribe como
una zona de exclusiva influencia estadounidense.
Los trabajos de construcción del canal empezaron
en 1881. A pesar del optimismo, los franceses tuvieron
muchos obstáculos y para 1888, el proyecto estaba
paralizado.216 Estados Unidos había venido observando
la actividad de los franceses en Panamá y cuando éstos
fracasaron, vio la posibilidad de construir el canal por el
Istmo de Panamá.
4. Estados Unidos y la nueva Compañía del Canal.
Durante la década de 1890, algunos observadores
políticos sostenían que una vez los franceses se retiraran
de la empresa del canal por Centroamérica, Estados
Unidos ejercería presión para construir la vía acuática por
Nicaragua. Sin embargo, durante ese período no hubo
ningún movimiento en esa dirección, por varios motivos:
Primero, la compañía del Canal Francés organizó una
nueva corporación y obtuvo una nueva concesión por
parte de Colombia por lo que el Istmo de Panamá seguía
siendo la primera opción. Segundo, las autoridades
estadounidenses continuaban divididas en torno a quien
debería llevar a cabo los trabajos del canal: el gobierno o
compañías privadas. Tercero, la economía de Estados
Unidos sufría una gran depresión y el congreso no podía
216Entre los motivos que llevaron al fracaso del Canal Francés tenemos: 1.
La edad del Conde Ferdinand de Lesseps y el despilfarro. 2. La compra del
Ferrocarril de Panamá. 3. La mayoría de los accionistas eran pequeños
propietarios particulares. 4. Problemas de mano de mano de obra. 5. Las
enfermedades. 6. Los desórdenes políticos. 7. La falta de apoyo por parte del
gobierno francés.
165
otorgar una partida razonable de dinero para ese
proyecto.217
En 1890, B. Wyse volvió a Bogotá para negociar
una nueva concesión por parte de Colombia y para 1893
la obtuvo. Por medio de ese contrato, la compañía logró
una extensión por 10 años. Esta empresa le pagaría 10
millones de francos en efectivo y otros 5 en intereses.
Para 1898, la compañía del Canal Francés alteró sus
planes de construcción y se exploró la posibilidad de
agregarle esclusas. También se pensó en la viabilidad de
vender la empresa al gobierno de Estados Unidos, el
único país que podría en ese momento continuar los
trabajos. No obstante, por diversos motivos, el presidente
William Mckinley no puso mucho interés en la oferta.
Por ejemplo, el presidente estaba esperando los
resultados de una investigación sobre la posibilidad de un
canal por Nicaragua. Como resultado del poco interés de
los estadounidenses, la compañía del canal francés
obtuvo una nueva concesión por parte de Colombia, de
1904 a 1910, por un valor de 5 millones de francos.
Luego de la guerra Anglo-Hispana, la situación
cambió radicalmente en la región centroamericana y el
caribe. Por medio de ese conflicto bélico, Estados Unidos
emergió como la única potencia de la región. Sus
necesidades comerciales lo obligaron a buscar una ruta
para construir un canal. El problema era escoger el lugar
adecuado: Panamá o Nicaragua. Entre 1889 y 1893, una
compañía privada había hecho estudios por Nicaragua y
recomendó esa ruta. En 1897 el presidente Mckinley
nombró la primera Comisión Walker para realizar
estudios en la región. En Estados Unidos hubo dos
217Sobre la crisis económica que vivía Estados Unidos para ese período ya
lo mencionamos en el capítulo anterior.
166
posiciones en torno a la mejor ruta para la construcción
del canal. El “Grupo Pro Nicaragua” dirigido por el
senador John Tyler Morgan y el “Grupo Pro Panamá,”
bajo el liderazgo de William Nelson Cromwell y Philippe
Bunau Varilla.
Al principio la compañía francesa quería vender la
empresa por un valor de $109 millones. La segunda
comisión Walker estimó que el precio era muy alto. Un
canal por Nicaragua tendría un costo de $189 millones,
mientras que, por Panamá, costaría $253 millones. El
mismo estaría distribuido así: $144 por el canal y $109
por los derechos de la compañía. En Estados Unidos se
pensó que el precio era muy alto y la ruta nicaragüense
era más barata. También esta estaba más cerca del
territorio de Estados Unidos. Ante esa realidad, la
compañía bajó sus precios a $40 millones. En esas
circunstancias la comisión Walker recomendó la ruta
panameña, lo que llevó al senador John C. Spooner a
introducir una enmienda en la legislación del canal por
Nicaragua en junio de 1902. Esa enmienda se conoce
como ley Spooner y su contenido lo veremos más
adelante.
Hubo varios factores que hicieron cambiar la
opción de Estados Unidos hacia Panamá: Primero, la
presencia en la casa blanca de Theodoro Roosevelt quien
pensaba que la alternativa panameña era la mejor.
Segundo, William Nelson Cromwell convenció al
senador Marcus A. Hanna para que apoyara el proyecto
panameño. Tercero, muchos congresistas se
convencieron de que la ruta panameña era la más segura
y adecuada. El señor Philippe Bunau Varilla tuvo mucho
que ver en ese cambio de actitud de los senadores
estadounidenses.
167
5. Estados Unidos: Interés en un canal por Panamá
El 12 de diciembre de 1901, un informe de la
comisión del senado estadounidense sobre canales
interoceánicos decía:
174
que esta última posibilidad es la que nos impone los
intereses de nuestro país.”230
Es importante resaltar que para ese período había
un interés por parte de Estados Unidos por construir el
canal ístmico por Panamá. Los panameños de esta época
habían pensado que la construcción de la vía por el
territorio nacional traería grandes capitales y contribuiría
al desarrollo del país. La clase dirigente calculó que los
trabajos le traerían una gran bonanza económica. Por
ello, cuando el congreso colombiano rechazó el tratado
Herrán-Hay, hubo una gran decepción y volvió a renacer
el espíritu libertario.
Los panameños comenzaron a ver la posibilidad de
separarse de Colombia para luego, como país
independiente, negociar un nuevo tratado con Estados
Unidos. El 3 de noviembre de 1903, los panameños se
separaron de Colombia. Para la consolidación de esa
separación, se formó una junta de gobierno integrada por
Tomás Arias, José Agustín Arango y Federico Boyd.
Estas tres personas enviaron el 4 de noviembre una carta
al gobierno de Estados Unidos, informándole sobre los
acontecimientos que habían tenido lugar el día
anterior.231
El gobernó de Estados Unidos reconoce a la nueva
nación el 6 de noviembre e inmediatamente iniciaron las
conversaciones para la firma de un nuevo tratado sobre
el canal. El 18 de noviembre de 1903, el señor Philippe
Bunau Varilla y el secretario de Estado, John Hay,
firmaron el tratado Hay-Bunau Varilla que permitió
178
Para la región latinoamericana, Estados Unidos
siempre ha llevado a cabo una política calculadora en
busca de sus intereses. Desde su independencia,
mantuvo una actitud neutral para no enemistarse con
España, mientras negociaba territorios importantes
para este país como Las Floridas este y oeste, al igual
que la isla de Cuba. Luego de obtenida Las Floridas,
decidió apoyar y reconocer a las jóvenes repúblicas
latinoamericanas para obtener materias primas y
colocar sus productos industriales en los mercados de
la región.
Esos mismos intereses lo llevaron a tomar
iniciativas integradoras como la formación de la
Unión Panamericana, para formar un mercado
unificado con los países de la región, pero esa
iniciativa no tuvo aceptación, al igual que la Alianza
para el Progreso ni la creación del Área de Libre
Comercio de las Américas, conocida como ALCA.
A diferencia del pasado, Estados Unidos hoy ya
no puede imponer tan fácilmente su voluntad en
América Latina. A pesar de que en los últimos años
se ha producido un vuelco hacia los gobiernos de
derecha y la puesta en marcha de un modelo
económico neoliberal. Estos nuevos gobiernos han
jurado obediencia hacia los dictados de Washington,
pero en el mundo se han sumado una serie de
reconfiguraciones globales tendientes a crear un
mundo multipolar con países que retan su hegemonía
económica y militar.
Esta realidad ha provocado una reducción de la
influencia de Estados Unidos para la región y ha
abierto la posibilidad de nuevas alianzas más allá del
«mundo occidental», que ojalá conduzcan a
soluciones negociadas y predomine la paz dentro de
la región latinoamericana.
A pesar de que Washington seguirá siendo un
elemento importante, una América Latina madura y
más segura de sí misma podrá ver la inevitable
179
articulación de su economía y su cultura con la del
Norte sin los complejos y temores del pasado. Esta
nueva realidad también exige una diplomacia
diferente, que reconozca la diversidad de intereses en
el continente. Ya pasaron los días en que el poder
militar y la política de subversión podían garantizar la
influencia estadounidense en América Latina o en
otros lugares.
A pesar de ese aparente cambio de actitud de
Washington hacia la región latinoamericana, esa
nación sigue jugando a controlar a las naciones de la
región para apoderarse de sus recursos naturales y
para controlar los espacios estratégicos. Para ello,
está dispuesto a colocar en el poder de estas naciones
a personas que respondan a sus intereses globales. Por
ello en los últimos años ha puesto en práctica los
métodos desarrollados por el politólogo Gene Sharp
para combatir con armas psicológicas, sociales,
económicas y políticas, para obtener los mismos
objetivos que obtuvo en el pasado, no sólo en el Gran
Caribe, sino en cualquier parte del planeta.
El mismo politólogo en un manual titulado De
la Dictadura a la Democracia sostiene que hay que
organizar disturbios en torno a un color simbólico.
Esos movimientos reciben apoyo financiero de
instituciones privadas, pero con respaldo del gobierno
de Estados Unidos. En ese sentido, Daniel Estulin
dice, “La Freedom House y la Fundación Nacional
para la Democracia (NED), la organización no
gubernamental financiada por el gobierno de
Washington que aboga por los cambios de régimen
desempeña un papel clave en las revoluciones de
colores y las revueltas que azotan en estos momentos
al mundo islámico.”235
Hoy, la relación de Estados Unidos con
América Latina está enmarcada dentro de una política
180
global, en la cual la región del Medio Oriente,
particularmente Siria y el combate al terrorismo,
simbolizado por el Estado Islámico es su principal
prioridad. Es dentro de ese marco que hay que
entender que los países de la región latinoamericana,
si quieren tener éxito, si quieren ser escuchados,
tienen que buscar una integración real para enfrentar
los retos que representan los diversos bloques
económicos que surgen en el siglo XXI y saber que
este es un nuevo escenario, caracterizado por la
multipolaridad, un mundo pluricultural en donde la
ciencia y la tecnología son la punta de lanza de este
nuevo milenio.
En 1997, Zbigniew Brzezinski, asesor del
Consejo de Seguridad del expresidente James Carter
escribió El gran tablero mundial: la supremacía
estadounidense y sus imperativos estratégicos y en
él recomendaba una estrategia imperial para sentar las
bases de la gobernanza global e impedir que ese poder
se viera retado por el despertar político global. Se
busca que los pueblos no tomen conciencia de sí
mismos y que desarrollen una conciencia global.
El triunfo electoral de Donald Trump en
Estados Unidos y la muerte de Fidel Castro en Cuba,
abren un nuevo escenario en el mundo. El primero
habla del renacer del llamado “sueño americano”.
Para ello quiere reforzar el desarrollo industrial y
comercial de su país, lo que ha motivado que algunos
especialistas se pregunten si con ello se está dando
inicio a un proceso de “desglobalización” que se
inició con el triunfo del Brexit en el Reino Unido.
La muerte de Fidel Castro cierra un ciclo que
se inicia en 1959 con el triunfo de la Revolución
Cubana y su influencia en los países del Tercer
Mundo. La muerte de Castro coincide con el inicio de
las conversaciones entre Estados Unidos y Cuba para
normalizar sus relaciones diplomáticas, pero a su vez,
el triunfo de Trump deja abierta la posibilidad de que
181
esos intentos se congelen. Lo cierto es que Fidel
Castro deja una huella imborrable en el mundo y
seguro que su legado perdurará por mucho tiempo en
el corazón y la mente de muchos ciudadanos del
mundo.
Por todo lo anterior, conocer la política
exterior de Estados Unidos es importante para poder
enfrentar, con éxito, los nuevos retos que la sociedad
global hoy demanda. Es importante que los pueblos
históricamente dominados tomen conciencia de su
destino como un todo y actúen unidos para hacerle
frente al imperio global, sobre todo, las naciones
pequeñas como Panamá, cuyo destino económico y
político ha estado ligado a Estados Unidos, desde el
nacimiento de la República de Panamá.
182
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