Está en la página 1de 209

TADOS UNIDOS Y AMÉRICA

LATINA
LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS
HACIA AMÉRICA LATINA, SIGLOS XVIII Y XIX

PANTALEÓN GARCÍA BETHANCOURTH


CIUDAD DE CHITRÉ
2019
ESTADOS UNIDOS Y
AMÉRICA LATINA
POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS
HACIA AMÉRICA LATINA, SIGLOS XVIII-XIX.

PANTALEÓN GARCÍA BETHANCOURTH

CIUDAD DE CHITRÉ
2019
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ....................................................... vii


CAPÍTULO I: La política exterior de los
“primeros Padres Fundadores” de la Nación
Norteamericana .............................................................. 1
1. La política exterior ................................................. 4
1.1 Opiniones de los líderes estadounidenses
y las alianzas con los países europeos ....................... 5
1.1.1 Alexander Hamilton: La alianza con
Francia, 1793 ......................................................... 7
1.1.2 Thomas Jefferson: La alianza con
Francia ................................................................... 8
1.1.3 Hamilton y Madison: El interés
nacional .................................................................. 9
1.1.4 Discurso de despedida de George
Washington .......................................................... 11
CAPÍTULO II: La compra de La Louisiana
y su valor estratégico para Estados Unidos ................. 16
1. Valor geoestratégico y económico de La
Louisiana...................................................................... 16
2. La compra de La Louisiana ................................. 19
3. Lawrence S. Kaplan y la compra de La
Louisiana...................................................................... 21
4. Alexander Deconde y la compra de La
Louisiana...................................................................... 22
5. Walter La Feber y La Louisiana .............................. 24
6. Thomas Jefferson y la compra de La
Louisiana...................................................................... 26
CAPÍTULO III: La guerra entre Estados
Unidos y Gran Bretaña, 1812 ...................................... 28
1. Causas de la guerra: Los antecedentes ..................... 28
2. El mensaje de Madison, la guerra. ........................... 33
3. Causas de la Guerra: Pratt y Perkins........................ 35
3.1 Julius Pratt: Las demandas del oeste y
la guerra ................................................................... 35
3.2 Bradford Perkins: “Un Asunto de Honor
Nacional” ................................................................. 39
CAPÍTULO IV: Estados Unidos y la
independencia de los países latinoamericanos:
Los primeros contactos [Siglos XVIII-XIX] ............... 41
1. Primeros contactos comerciales en el Caribe .......... 41
2. Estados Unidos: La independencia de
América Latina. ........................................................... 42
3. Estados Unidos y Haití ............................................ 42
4. Estados Unidos y América del Sur:
Primeros contactos ....................................................... 44
5. Primeros contactos político-comerciales
durante la primera mitad del siglo XIX. ...................... 47
6. La independencia latinoamericana y
Estados y Unidos ......................................................... 48
CAPÍTULO V: La Doctrina Monroe, principios,
propósitos y evolución ................................................. 52
1. Los orígenes de la Doctrina Monroe ....................... 53
1.1 La no colonización ............................................. 54
1.2 Las dos esferas de influencia ............................. 59
1.3 La no intervención ............................................. 61
2. Propósitos de la Doctrina Monroe ........................... 65
3. Evolución de la Doctrina Monroe........................ 72
CAPÍTULO VI: El Destino Manifiesto y
la expansión terrritorial de Estados Unidos ................. 79
1. John L. O’Sullivan y el Destino Manifiesto ............ 82
2. La República de Texas y el Destino
Manifiesto .................................................................... 87
3. El Destino Manifiesto y los territorios
de Oregón ..................................................................... 91
4. El Destino Manifiesto y el interés por
California ..................................................................... 98
5. La guerra contra México .......................................... 99
CAPÍTULO VII: El Destino Manifiesto:
Centroamérica ............................................................ 103
1. El Destino Manifiesto en el Gran Caribe ............... 105
2. El Destino Manifiesto, el ferrocarril
transístmico y sus repercusiones en el Istmo
de Panamá .................................................................. 107
2.1 Primeros contratos para el arribo de
vapores a Panamá .................................................. 107
2.2 La construcción del ferrocarril de
Panamá ................................................................... 110
3. William Walker y el incidente de la Tajada
de Sandía, 1856 .......................................................... 114
3.1 El Destino Manifiesto y William Walker
en Nicaragua .......................................................... 114
3.2 El Ferrocarril y la arrogancia estadounidense
............................................................................... 119
3.3 Temor istmeño por una posible invasión
filibustera ............................................................... 123
3.4. Repercusiones ................................................. 128
4. Otras consecuencias del Destino Manifiesto
para Panamá y Centroamérica ................................... 130
CAPÍTULO VIII: El expansionismo, después
de la guerra civil de 1861-65. Las primeras conferencias
panamericanas ............................................................ 135
1. El Nuevo Imperialismo .......................................... 137
1.1 Desarrollo del poder marítimo ......................... 139
2. El Panamericanismo .............................................. 146
CAPÍTULO IX: Rivalidades entre Estados
Unidos y Gran Bretaña por el control de
América Central ......................................................... 156
1. El tratado Clayton-Bulwer, de 1850 ...................... 156
2. El interés de Estados Unidos en construir
un canal a través de América Central ........................ 160
3. El canal francés y la reacción de
Estados Unidos .......................................................... 163
4. Estados Unidos y la nueva compañía
del canal francés ........................................................ 165
5. Estados Unidos y su interés en un canal por
Panamá ....................................................................... 168
5.1 El tratado Hay-Pauncefote ............................... 169
5.2 La ley Spooner ................................................. 170
5.3 El tratado Herran-Hay: su rechazo. ............. 171
5.4 La reacción norteamericana por el
rechazo del tratado ................................................. 173
CONCLUSIONES ..................................................... 178
BIBLIOGRAFÍA ....................................................... 183
RECONOCIMIENTO

Este trabajo es el resultado de algunos cursos que


tomé bajo la tutoría del Dr. Michael Kreen mientras
estuve en la Universidad de Miami. Las horas que pasé
leyendo sobre la Política Exterior de Estados Unidos
hacia América Latina, me inspiraron para plasmar en este
libro todas esas ricas experiencias.
La mayoría de las fuentes utilizadas provienen de
documentos en inglés, y el borrador fue elaborado
durante mi estadía en la Universidad de Miami. Por ello,
es posible que a lo largo de la redacción algunas
oraciones estén mal construidas.
Agradezco a la Magister Donatila Vásquez de
Ayala la corrección de este documento. Sin embargo, los
posibles errores que puedan existir son nuestra
responsabilidad. Reconocimiento especial al pintor
Radamés Pinzón quien pintó la portada del libro, luego
de un intercambio de ideas con mi persona sobre su
contenido.
DEDICATORIA
Este libro está dedicado a mi familia que soportó
mis años de ausencia en Estados Unidos, mientras ellos
luchaban por seguir adelante en medio de la crisis
socioeconómica y política que vivió el país a finales de
la década de los ochenta que culminó con la invasión de
Estados Unidos a Panamá. De igual manera, lo dedico a
todos mis alumnos de ayer y de hoy, quienes con sus
comentarios y sus críticas hicieron posible su realización.
PRÓLOGO A LA TERCERA EDICIÓN

La tercera edición de este libro sale a luz un año


después de que se publicara la segunda edición. Las
publicaciones anteriores se han agotado rápidamente
gracias a la buena acogida que docentes y estudiantes de
los centros regionales de Azuero, Panamá Oeste, el
Campus Central y algunos profesores del CRU de Coclé
le han brindado a este libro.
Este año 2019 es una fase crucial para la república
de Panamá por varios motivos: primero, Panamá se
apresta a recibir a miles de peregrinos de diversas partes
del mundo que vienen a participar de una nueva jornada
mundial de la juventud, quienes junto al Papa Francisco
y el pueblo panameño, llevarán a cabo una serie de
jornadas por la paz, la unidad y la convivencia pacífica
entre los seres humanos de todo el planeta.
El 2019 también será testigo de nuevas elecciones
presidenciales, legislativas, de alcaldes y representantes
en todo el país. Desde el punto de vista histórico, Panamá
conmemora los 500 años de la fundación de Panamá la
Vieja, la primera ciudad fundada en el pacífico panameño
y que sentó las bases del transitismo istmeño. Este hecho
permitirá que reflexionemos sobre la posición que juega
el país dentro del mundo de hoy, caracterizado por la
globalización y sus proyecciones futuras frente a la
realidad económica y geopolítica que se vive en la
actualidad.
En el ámbito mundial, este año se conmemoran
los 200 años de la batalla de Boyacá, que dio inicio la
lucha solidaria de los pueblos iberoamericanos por su
independencia y al sueño de Simón Bolívar de crear una
patria grande para los hispanoamericanos. Este 2019,
también es testigo de los 500 años del viaje de
circunvalación de Hernando de Magallanes y de Juan
Sebastián Elcano, que permitió comprobar la redondez
de la Tierra, al mismo tiempo que amplió las fronteras
del conocimiento histórico y geográfico. Para algunos,
fue el inicio de la globalización.
Este año 2019 también es testigo de diversos
acontecimientos que, a nivel internacional, llaman la
atención de la humanidad. En el Medio Oriente, se
vislumbra la continuidad de los conflictos, sobre todo el
que enfrenta a Israel con los palestinos. Si bien Estados
Unidos anunció su retirada de Siria, en este país todavía
existen elementos terroristas que se resisten a abandonar
las armas y sigue la presión sobre este país árabe, sobre
todo, por parte de las naciones occidentales.
La presencia de China y Rusia en la región
latinoamericana ha motivado la preocupación de Estados
Unidos, lo que lo ha motivado a desempolvar a la
Doctrina Monroe como un intento de que esos dos países
no se sigan involucrando en la región. En esta misma
región, continúa la presión del Grupo de Lima, instancia
creada por Estados Unidos para presionar al gobierno de
Nicolás Maduro para que abandone el poder y de paso a
la Asamblea Nacional, como un gobierno provisional,
mientras se organizan nuevas elecciones. En este país, la
solución la tienen los propios venezolanos mediante el
diálogo para que todos puedan culminar la crisis que vive
este hermano país suramericano.
Los problemas que ocurren a nivel mundial son el
resultado de los intereses económicos y geopolíticos de
las grandes potencias, donde las empresas
transnacionales quieren ser dueñas de los recursos y las
áreas estratégicas del mundo, con desconocimiento de los
pueblos que son los verdaderos dueños de sus recursos.
Es importante que los pueblos conozcan esa realidad para
que puedan defender sus intereses. Para esta tarea, el
historiador tiene una gran responsabilidad.

Penonomé, enero de 2019.


INTRODUCCIÓN

Durante los primeros años de vida independiente, los


líderes de Estados Unidos se preocuparon por obtener el
reconocimiento de su país como una nación soberana.
Esta lucha por la consolidación y reconocimiento
internacional se extiende desde 1776 hasta 1825,
aproximadamente. En este período, sus dirigentes, los
llamados “Padres Fundadores” para algunos
historiadores estadounidenses, lucharon por el interés
nacional, desde George Washington, Alexander
Hamilton, Thomas Jefferson, James Madison hasta John
Quincy Adams y James Monroe.
Todas sus acciones estaban encaminadas a lograr
mayores beneficios para su nación. Dentro de ese
proceso, ampliaron sus fronteras, enfrentaron a Gran
Bretaña y consolidaron sus contactos con las naciones
latinoamericanas, más que nada por intereses
comerciales y no por afinidad ideológica.
En ese marco histórico aparece la declaración del
presidente James Monroe quien buscaba aislar al
continente americano de Europa y consolidar sus
intereses en la región. Con esta acción se deseaba
prevenir a las potencias europeas de seguir colonizando
e interviniendo en los asuntos de este continente, porque,
a juicio de los líderes de Estados Unidos, los sistemas
políticos de Europa y de las Américas1 eran diferentes.
Con el correr de los años (década del cuarenta, siglo
XIX), la declaración de Monroe se convirtió en

1 América del Norte y del Sur.


vii
«Doctrina». A partir de esa fecha se le conoce como
«Doctrina Monroe». Desde este período, comenzó un
proceso de evolución y de adaptación, lo cual le ha
permitido mantenerse vigente hasta nuestros días, a
pesar de que el exsecretario de Estado, John Kerry, haya
dicho recientemente, que la misma ya ha cumplido su
papel histórico y, por tanto, la «Doctrina» cumplió su
misión.
A partir de la década del veinte del siglo XIX,
Estados Unidos comienza un período de expansión hasta
1861, aproximadamente, cuando es sacudido por una
devastadora guerra civil que se extiende hasta 1865.
Dentro de ese período, de 1825 a 1865, crece
vertiginosamente hasta tomar los territorios de Texas,
Oregón y California. Luego comienza a mirar hacia el
Gran Caribe y luego, a través del filibusterismo, intentará
anexarse parte de esta región.
Posterior a la guerra civil, experimenta un resurgir
del espíritu expansionista, al sentir que se le habían
acabado las fronteras y que necesitaba nuevos mercados
para colocar sus productos manufacturados. Dentro de
esta necesidad de expansión, Alfred Mahan recomienda
la construcción de una marina de guerra moderna y
poderosa para la defensa de los intereses nacionales.
Por su parte, el almirante George Dewey recomienda
el control de los estrechos estratégicos para proteger la
posible vía acuática que se ubicaría en la América
Central. En el marco de esa preocupación por la región
por donde se construiría la vía interoceánica, Estados
Unidos tendrá que enfrentar a Gran Bretaña que también
aspiraba a participar en la misma.
Para asegurarse de esa posibilidad, esta última tomó
posesión de Belice y se apoderó de la parte norte de
viii
Nicaragua, sobre todo, la desembocadura del río San
Juan y creó un protectorado indígena en la región. Esta
situación llevó a que ambos países anglosajones firmaran
un convenio, en 1850 y se neutralizaran mutuamente en
sus aspiraciones hegemónicas.
Para finales del siglo XIX, luego de la guerra
Hispano-norteamericana de 1898, Estados Unidos
emerge como la potencia dominante en el área. Logra la
eliminación del tratado de 1850, mediante el convenio
Hay-Pauncefote. A partir de ahí, busca el lugar por donde
se construiría el Canal. Para lograr este objetivo, firma el
tratado Herrán-Hay con la república de Colombia, pero
el mismo es rechazado por su senado. Ello lo lleva a
apoyar la separación del istmo de Panamá de Colombia.
Una vez lograda la independencia, se firma entre ambas
naciones el tratado Hay-Buneau Varilla, permitiéndole a
Washington culminar los trabajos del Canal, iniciados
por los franceses.
Este libro tiene nueve capítulos. En el primero se
exponen las principales ideas de los llamados “Padres
Fundadores” de la nación estadounidense sobre el interés
nacional, se analizan, además, las opiniones de
Alexander Hamilton, Thomas Jefferson, James Madison
y George Washington sobre el tema; en el segundo, se
explica el proceso que llevó a Francia a vender La
Louisiana a Estados Unidos y su valor estratégico para
este país; en el tercero, se examinan las causas de la
guerra de 1812 entre Gran Bretaña y su antigua colonia y
las consecuencias de la misma para las trece colonias.
El cuarto capítulo narra cómo se produjeron los
primeros contactos de Estados Unidos con los países de
América Latina y el por qué, Washington estuvo
interesado en estrechar vínculos con las jóvenes
ix
repúblicas; en el quinto, se indaga el origen, propósitos y
la evolución de la «Doctrina Monroe»; en el sexto, se
explica el llamado «Destino Manifiesto» y la expansión
territorial norteamericana durante la década del cuarenta;
en el séptimo, se detallan las actividades políticas y
militares de los filibusteros William Walker en
Centroamérica y de Narciso López en el Caribe, así como
el interés de Washington por adquirir la isla de Cuba;
también se explica cómo la construcción del ferrocarril
de Panamá se llevó a cabo en el marco de la conquista y
colonización del oeste, dentro de la era del «Destino
Manifiesto» y sus consecuencias tanto para
Centroamérica como para el istmo de Panamá.
El octavo analiza las causas del resurgimiento del
espíritu del «Destino Manifiesto», después de
consolidado el país, luego de la guerra civil de 1861-65.
Así mismo, se explica el surgimiento del imperialismo,
el fortalecimiento del poder marítimo y el origen de las
primeras conferencias panamericanas; finalmente, en el
noveno se describen las rivalidades entre Gran Bretaña y
Estados Unidos por el control de América Central, lugar
por donde se construiría la vía acuática.
Para realizar este trabajo se ha utilizado material
disperso en las bibliotecas de las universidades de
Estados Unidos y del país. Este documento pretende
contribuir a entender la política exterior norteamericana
hacia los países de América Latina y especialmente,
hacia Panamá. Ello coadyuvaría, si se lograse, a ser
celosos defensores de los intereses nacionales cuando se
negocie con dicha nación.
La lectura de esta bibliografía me llevó a hacerme
diversas preguntas sobre los factores que llevaron a
Estados Unidos a convertirse en una nación grande y
x
poderosa a partir del siglo XIX. Unas de ellas fueron:
¿Qué papel jugaron las ideas de los primeros padres
fundadores, las tesis recogidas en la Doctrina Monroe y
el Destino Manifiesto en la formulación de este mito
nacionalista de ser la nación elegida para dominar al
mundo? ¿En qué hechos históricos concretos se ha puesto
de manifiesto este ideario que ha imperado hasta nuestros
días?
Al hacer estas preguntas recordamos a Benedict
Anderson que decía que una nación puede definirse como
una comunidad política que se imagina así misma como
inherentemente limitada y soberana. Esta idea la
desarrolló magistralmente dándole un sentido
antropológico cuando define a la nación como “una
comunidad política imaginada como inherentemente
limitada y soberana. “Es imaginada porque aun los
miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás
a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán
siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno
vive la imagen de su comunión.”2
Al referirse a este hecho, Kenia Bello, dice que la
idea planteada por Anderson es muy útil para entender
que la nación existe como proceso histórico objetivo al
mismo tiempo como idea. Si este razonamiento se lleva
a la historia de Estados Unidos, es posible que ideas
como la del Destino Manifiesto hayan encarnado, como
ideas en ese elemento cohesivo que ayudó a crear ese
sentimiento de una comunidad política limitada y
soberana. Para Bello, “el imaginario nacional no se
construyó allí mirando al pasado sino al futuro y con

2
Anderson Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones
sobre el origen y la difusión del nacionalismo, página 23.
xi
plena conciencia de que esa sociedad representaba algo
muy diferente a las viejas sociedades europeas.”3
Ella dice que hay que tener en cuenta que Estados
Unidos era un país de inmigrantes, venidos de diversos
lugares del mundo y que lo único que los unía era la
creencia que este país les ofrecía nuevas y mejores
oportunidades de vida. En base a estos argumentos
creemos que las ideas de Anderson permiten tomarlas
como base teórica para decir que los estadounidenses se
unieron alrededor de un cuerpo de ideas para forjar una
nación grande y poderosa, a partir del siglo XIX.
Luego le han ido agregando nuevas ideas para
mantenerlas vigentes y mantener esta creencia que sus
verdades son las únicas y quieren imponerse a los demás
pueblos, sobre todo sin son geopolíticamente importantes
y tiene recursos naturales que son vitales para la nación
norteamericana.
Finalmente, hay que destacar que, si bien los
estadounidenses entregaron el canal a Panamá, luego de
casi un siglo de enfrentamientos y de sacrificios el 31 de
diciembre de 1999 no significa que la lucha haya
terminado. Por el contrario, hay que seguir vigilantes
porque los políticos norteamericanos nunca han
descartado la posibilidad de mantener su presencia en el
país para defender sus intereses.
Una prueba de ello fue la firma de varios acuerdos
complementarios, tales como el Salas-Becker4, del 5 de

3
Bello, Kenia, “The American Star: el destino manifiesto y la
difusión de una comunidad imaginaria”. Página 3.
4Se refiere a la participación de Estados Unidos, con sus agencias de lucha
contra el narcotráfico en todo el territorio de la república de Panamá: espacio
aéreo, aguas territoriales, zona contigua y todo el territorio de Panamá, tanto
continental como insular. Ese mismo acuerdo permite que fuerzas de
xii
febrero del 2002, adicional al del 18 de marzo de 1991,
conocido como Arias Calderón-Hinton; el tratado sobre
fuerzas visitantes5 y el de fiscalización tributaria.6
También existen los acuerdos Alemán-Becker7 y el
Arias-Watt.8 Los mismos pueden convertirse en una
ventana para establecer una presencia militar
norteamericana permanente en el territorio nacional.
Otra prueba de esos intereses geoestratégicos lo
constituye el pronunciamiento de Santa Fe IV:
Latinoamérica hoy que, en parte, dice: que el
“Bolivarismo” se convierte en un grito de ataque de los
comunistas y socialistas.
Los principales elementos estratégicos que siguen
siendo importantes para Washington son el control de los
estrechos atlánticos, el uso del Canal de Panamá y una
ruta sureña segura alrededor del cabo de Hornos.
También subraya la necesidad de que los países del
hemisferio no sean hostiles a la seguridad nacional de
Estados Unidos y que los recursos naturales del
continente estén disponibles para responder a sus
prioridades nacionales. Como dice el documento de
Santa Fe IV, «una Doctrina Monroe», si quieren.

Estados Unidos aborden a barcos con banderas panameñas en aguas


internacionales, sospechosas de llevar cargas ilícitas.
5 Permite al gobierno de Estados Unidos traer a territorio panameño fuerzas

militares que cumplan una misión especial en la región.


6 El gobierno panameño tiene la responsabilidad de informar al

norteamericano sobre las empresas estadounidenses que tienen filiales en


Panamá y las ganancias que reportan cada año. En esa forma Washington
también puede cobrarles impuestos, no importa en qué país estén.
7 Se firmó en el marco de la lucha antiterrorista que libra Estados Unidos

después del 11 de septiembre del 2001.


8 Panamá se compromete a no denunciar ante la Corte Penal Internacional a

soldados y personal civil norteamericano que cometan crímenes de guerra,


genocidio o crímenes de lesa humanidad en nuestro país o en terceras
naciones.
xiii
Estos planteamientos, si bien no son parte de la
«política exterior oficial» de Estados Unidos, las
personas que trabajan en su elaboración tienen mucha
influencia dentro de las esferas gubernamentales del
gobierno. Por ello, estos pronunciamientos no pueden
pasar inadvertidos para los países de Latinoamérica.
Por esa razón, documentos como los que se presentan
no pierden vigencia, porque cada día los gobernantes de
Estados Unidos utilizan cualquier argumento, cualquier
excusa para defender sus intereses en cualquier parte del
mundo, utilizando los postulados de la “Doctrina
Monroe”, las ideas del “Destino Manifiesto” o cualquier
otro enunciado que les permita «seudo-legalizar» sus
acciones.
En la actualidad, los neoconservadores y los
supremacistas blancos han vuelto a retomar con más
fuerza la idea del excepcionalismo que consideran que
los Estados Unidos es un país superior y por lo tanto, sus
valores, su visión del mundo deben tener un carácter
universal y deben ser impuesto al resto de los países del
mundo y por eso, cuando actúan, los hacen de manera
unilateral. Para eso son una de las grandes potencias
militares para imponer sus valores. En realidad, lo que
buscan son intereses para su país.
Por eso es importante que los panameños y los
latinoamericanos tenemos que conocer esa política
exterior para enfrentar exitosamente la defensa de los
derechos e intereses nacionales.
En julio de 2017, la república de Panamá rompió
relaciones diplomáticas con Taiwan y adoptó la política
de “una sola China”, iniciado relaciones con la República
Popular China, que es el segundo usuario del Canal de
Panamá, después de Estados Unidos.
xiv
A finales de octubre de 2018, el Secretario de Estado,
Mike Pompeo, visitó a Panamá y advirtió a este país que
tuviera cuidado con China porque este país practica
acciones depredadoras. Esta visita se da en medio de la
lucha comercial que libran los dos gigantes de la
economía mundial, y Estados Unidos considera a esta
región todavía como su patio trasero y protegido por la
doctrina Monroe.
En estas circunstancias, el papel del historiador es el
de contribuir a destruir esos análisis engañosos y
coadyuvar a que los seres humanos, encuentren la luz y
la esperanza hacia un futuro mejor, mediante el análisis,
con más información objetiva para que evalúen,
comparen y decidan por sí mismos.
Como decía Joseph Fontana, si los profesionales no
le proporcionamos esa información, este tipo de historia
que el hombre de la calle necesita, “la reciben de manera
asistemática, pero muy eficaz, de los políticos, de los
comentaristas de la radio y de la televisión, de las
celebraciones conmemorativas (cuyo tono y sentido
determinan en última instancia las instituciones que las
pagan) o incluso de las novelas y del cine.”9 Para evitar
que los medios de comunicación “te hagan odiar al
oprimido y amar al opresor”, como dijera una vez el
senador Bernard ‘Nernie’ Sanders.

9
FONTANA, JOSEPH, ¿Para qué sirve la historia en un tiempo de
crisis?, página 44.
xv
CAPÍTULO I
LA POLÍTICA EXTERIOR DE LOS
“PRIMEROS PADRES FUNDADORES” DE LA
NACIÓN NORTEAMERICANA

Desde sus primeros años de vida independiente,


Estados Unidos puso en práctica una política exterior
calculadora, basada en sus intereses nacionales. Cada una
de sus acciones eran medidas encaminadas a obtener
provechos. Sus líderes, cuando formaron alianzas con
otras naciones, lo hicieron para proteger sus intereses.
Sin embargo, cuando consideraron que esos pactos
podían perjudicarles, no dudaron en deshacerse de ellos.
Por ejemplo, apenas se había liberado de Gran
Bretaña, su principal objetivo fue buscar la solidaridad
internacional para consolidar su independencia. Para ese
momento, el apoyo militar era fundamental, por lo que
Benjamín Franklin y otros nacionalistas concertaron una
alianza con Francia, el 6 de febrero de 1778.
Por medio de este convenio, el país galo reconoció a
la joven nación y se comprometió a apoyarla
militarmente. Por otro lado, Holanda y Suecia firmaron
acuerdos de reconocimiento, amistad y comercio con
Estados Unidos, el 8 de octubre de 1782 y el 3 de abril de
1783, respectivamente. Para ese mismo período, España
entró en guerra contra Gran Bretaña, por los
compromisos que el país ibérico mantenía con Francia.
A pesar de ello, la corona española no reconoció a la
nueva nación hasta que su madre patria lo hizo.
Luego de su victoria militar, tuvo que esperar
muchos años antes de ser reconocida por las grandes
potencias mundiales de la época. Prusia le extendió su
1
reconocimiento en 1785; Rusia en 1809 y, para
septiembre de 1817, sólo nueve monarquías europeas
mantenían misiones diplomáticas en Washington,
mientras que sólo siete diplomáticos estadounidenses
desempeñaban cargos en el exterior.
Posterior a 1783, el objetivo principal de la política
exterior de Estados Unidos consistió en obtener el
respeto como país independiente y eliminar las
controversias limítrofes que la firma del tratado de Paz
de París había dejado pendiente.
En ese momento, Estados Unidos tenía diferencias
con Gran Bretaña respecto la ejecución del acuerdo de
1783; sobre las intrigas de los funcionarios canadienses
entre los naturales de la región noroeste y la exclusión de
los barcos norteamericanos del comercio con las indias
occidentales; con España había disputas en la frontera
sur, en la región del río Mississippi, a través del territorio
español, hasta llegar al golfo de México; con Francia, su
aliado en ese momento, existía el peligro imaginario de
quedar convertido en su satélite.
A partir de 1793, cuando Francia revolucionaria
entró en conflictos con sus vecinos, el presidente George
Washington proclamó la neutralidad y quiso prevenir a
sus conciudadanos de la importancia de no mantener
alianzas con ninguna nación, especialmente europea.
Para quedar fuera de cualquier conflicto bélico, Estados
Unidos firmó el tratado de Jay con Gran Bretaña, el 19
de noviembre de 1794. Por medio de este convenio se
eliminó el acuerdo de alianza con Francia de 1778 y se
aseguró la retirada de las tropas británicas del territorio
estadounidense.
A través del tratado de San Lorenzo, del 27 de
octubre de 1795, obtuvo de España un arreglo limítrofe
2
en la parte sur y el derecho a utilizar el río Mississippi
libremente y llevar sus productos a través del territorio
español para luego enviarlos a los mercados del este.
Dentro de los objetivos de los “Padres Fundadores”
de la nación estaba, también, el interés de expandir su
territorio más allá de los montes Apalaches. Se pensaba
adquirir, de manos de España, algunas regiones del sur,
especialmente Las Floridas este y oeste; además, se
encontraba entre sus planes obtener La Louisiana e
impedir que la misma pasara a manos de Gran Bretaña o
de Francia.

Mapa n°1: Este mapa muestra las 13 colonias originales de Estados


Unidos, antes de su expansión hacia el sur-oeste.

Este primer capítulo tiene como objetivo exponer las


ideas de los primeros dirigentes norteamericanos acerca
del interés nacional, especialmente en sus relaciones con
Francia y Gran Bretaña.

3
Dentro de este marco, se verán las opiniones de
Alexander Hamilton, James Madison y Thomas Jefferson
con relación a la eliminación del tratado de Jay de 1794.
También se presentará un resumen del discurso de
despedida del presidente Washington, en relación con el
interés nacional.

1. La política exterior

Estados Unidos obtuvo su reconocimiento como país


independiente en el marco del conflicto franco-británico
de 1783. Los franceses habían sido derrotados en la
Guerra de los Siete Años (1756-63) y fueron obligados a
abandonar Canadá, a favor de Gran Bretaña. Bajo esas
circunstancias, los galos esperaban una oportunidad para
vengarse de sus eternos rivales, los ingleses. Los
franceses, secretamente ayudaron a los rebeldes
estadounidenses en su lucha por la independencia.
Posteriormente, la excolonia británica y Francia
firmaron un tratado de alianza en 1778. El gobierno
francés ayudó a los colonos proporcionándoles
provisiones y municiones. Luego de la batalla de
Saratoga, Francia decidió hacerlo abiertamente. Los
generales franceses, el marqués de Laffayette y Jean-
Baptiste Donatien de Vimeur, conde de Rochambeau se
destacaron en la lucha independentista. Esa asistencia fue
vital para la victoria de las trece colonias.
En 1779 se firmó el tratado de Aranjuez entre España
y Francia, por medio del cual ambos países se aliaron en
contra de Gran Bretaña que mantenía un conflicto con el
país galo. A partir de ese momento, España comenzó a
enviar mosquetes, textiles e, incluso, medicinas por
conducto de Francia. La ayuda española se embarcaba en
4
Bilbao rumbo a La Habana y, de allí, al puerto de Nueva
Orleans, al igual que a la zona de guerra en las fronteras
del Mississippi.
El apoyo internacional que recibieron las trece
colonias permitió que ellas obtuvieran su independencia
y que Gran Bretaña se viese obligada a firmar un tratado
de paz. Sin embargo, tanto el acuerdo con la metrópoli
como la alianza con Francia trajeron serios problemas
diplomáticos para la nueva república.
Veamos las primeras alianzas de Estados Unidos con
los países europeos, especialmente con Francia y las
reacciones de los principales líderes norteamericanos en
relación con estos convenios.

1.1 La alianza con países europeos: opiniones.

Antes de la firma del tratado de Jay, Estados Unidos


se vio sometido a fuertes presiones diplomáticas cuando
Francia y Gran Bretaña protagonizaron nuevos conflictos
bélicos durante la década del noventa del siglo XVIII.
Debido a esos acontecimientos, aquella nación había
empezado a considerar la importancia de la neutralidad y
sus obligaciones con Francia, bajo los términos del
tratado de 1778. Ese convenio establecía que ambos
países se apoyarían mutuamente contra la agresión de
cualquier otro estado.
Sin embargo, debido a la Revolución Francesa y su
radicalización, al igual que su posterior expansión hacia
Europa continental, motivaron que algunos líderes
estadounidenses comenzaran a considerar la posibilidad
de eliminar dicho tratado. Las facciones conservadoras se
asustaron ante aquello que ellas consideraban como un
exceso de republicanismo por parte de Francia.
5
Durante la década del noventa del siglo XVIII, el
presidente Washington solicitó la opinión de Thomas
Jefferson y de Alexander Hamilton sobre la posición que
debía asumir Estados Unidos en relación con los
conflictos en los cuales se viese envuelta Francia en el
futuro. Se pensó en la posibilidad de que la excolonia
británica se declarase neutral frente a los constantes
enfrentamientos bélicos que tenían lugar en el viejo
mundo; también se analizó la conveniencia o no de
recibir al ministro francés en Washington, quien era el
representante de la Francia revolucionaria. ¿Estaba
Estados Unidos todavía comprometido con la alianza de
1778?
Frente a la solicitud del presidente, los miembros del
gabinete respondieron, en 1793, con diferentes criterios
sobre este importante tópico para los intereses
norteamericanos. Alexander Hamilton, líder del partido
Federalista y secretario del tesoro, denunció al
republicanismo francés y simpatizó con Gran Bretaña,
como bastión del conservatismo y principal socio
comercial del país.
Por otro lado, Madison y Jefferson, líderes de la
facción republicana, simpatizaban con la Revolución
Francesa porque la misma simbolizaba el triunfo de la
libertad sobre la tiranía y recogía los ideales de la
independencia norteamericana. Ambos sostenían que la
soberanía de ambas naciones se veía limitadas por estar
subordinadas comercialmente a la Gran Bretaña.10
En 1794, las naciones anglosajonas firmaron el
tratado de Jay por el cual se limaron las tensiones entre
ambas. Especialmente se llegó a un acuerdo sobre los

10PATERSON, THOMAS, Major Problems in American Foreign Policy,


T. I, págs 51-53.
6
territorios que, hasta ese momento, mantenía la metrópoli
bajo su control, a pesar de la firma del tratado de paz.
Este acuerdo motivó una fuerte controversia a lo interno
de la sociedad norteamericana. El tratado de 1794
también puso término a la alianza que había mantenido
Estados Unidos con Francia, desde 1778.
La eliminación del mencionado pacto liberó a
Estados Unidos de sus compromisos con el país galo y le
dio la oportunidad de negociar nuevos acuerdos con los
británicos. También le permitió declararse neutral en los
conflictos europeos, que era lo que más convenía al
interés nacional en ese momento.

1.1.1 Alexander Hamilton: La alianza con Francia.

Según Hamilton, cada estado tiene derecho, a su


propia discreción, de cambiar su forma de gobierno por
otro; los verdaderos tratados unen a las naciones cuyos
gobiernos los han firmado. Esos pactos continúan
vigentes, no importa qué cambios se produzcan en sus
formas de gobierno.
Si bien, ello es cierto, afirma Hamilton, no quiere
decir que dicha nación en la que se produzcan cambios
de gobierno tenga el derecho a perjudicar a otros Estados
con los cuales tenga alianzas absolutas e incondicionales.
Cuando un país realiza esos tipos de cambios y los
mismos pueden resultar peligrosos para el otro Estado,
éste debe considerar la posibilidad de no respetarlos. Es
más, puede, incluso, sopesar la conveniencia o no de
disolverlos.
Los contratos entre las naciones, así como entre los
individuos deben perder validez cuando las condiciones
que los hicieron posibles hayan desaparecido. Un tratado

7
se convierte en letra muerta cuando el mismo perjudique
a uno de los signatarios. El caso se hace más grave si ese
país se ha convertido en revolucionario, como fue el caso
de Francia, terminaba señalando Hamilton.11

1.1.2 Thomas Jefferson: La alianza con Francia.

Según Jefferson, los tratados son actos que se


celebran entre las naciones y, por lo tanto, no importan
los cambios que se produzcan a lo interno de un país.
Según él, a pesar de esas transformaciones políticas, el
tratado sigue vigente y no puede ser anulado por ninguno
de los dos, unilateralmente. El secretario de estado
sostenía que los convenios entre las naciones [«pacta
sunt servanda» = «los pactos son sagrados»] tienen la
misma fuerza moral que los que se celebran entre los
individuos.
Sin embargo, existen circunstancias en las que hay
algún tipo de peligro eminente y real que hace imposible
seguir con esa alianza. Él se preguntaba si ese era el caso
de Francia; si el tratado con el país galo ponía en peligro
la seguridad de Estados Unidos. ¿Si Francia tenía algún
reclamo sobre las Indias Occidentales, no habría alguna
forma de llegar a un arreglo diplomático y resolver ese
diferendo? ¿Estaba el país, además, en capacidad de ir a
una guerra para apoyar a alguno de los beligerantes; tenía
los medios necesarios para impedir que Francia perdiera
algunas de sus posesiones en América?
En cuanto a la posibilidad de recibir al ministro
francés en Estados Unidos, Jefferson decía que en nada
comprometía ese recibimiento a su país; que el darle una
recepción a un ministro no estaba contemplado en ningún
11 PATERSON, THOMAS, Op. cit., pág. 52.
8
tratado, sino que ello era un acto rutinario que realiza
cualquier nación.
En síntesis, Hamilton consideró que su país debía
declarar el tratado de 1778 nulo, por los cambios que se
habían operado en Francia. Él simpatizaba con Gran
Bretaña, conservadora y como principal socio comercial
de su país.
El secretario Jefferson, en cambio, sostenía que en
ese momento no había nada que pusiese en peligro la
seguridad nacional y que, por lo tanto, el convenio de
alianza con Francia de 1778 debería seguir su curso
normal y ser respetado por las partes.

1.1.3 Hamilton y Madison: El interés nacional

La política exterior que debería seguir Estados


Unidos tuvo diversos puntos de vista, algunos de ellos
bien contradictorios. Uno de esos temas polémicos fue la
firma del tratado de Jay, entre ese país y Gran Bretaña,
que puso fin a las tensiones entre ambas naciones. Sin
embargo, otros tópicos de interés nacional también
dividieron a los principales integrantes del gabinete del
presidente Washington. El que más polémicas suscitó fue
el de la firma del tratado de Jay. Sobre ese particular,
había dos grupos: uno liderado por Madison y el otro
comandado por Hamilton.
Según Paul A. Varg, Madison era un ardiente
nacionalista y moralista, partidario de extender las
relaciones comerciales de su nación con otros países,
además de la Gran Bretaña. Para este político era
importante que ella intentara colocar sus productos en
otros mercados que no fuesen los de la exmetrópoli; que
tuviese su propia marina mercante y que diera

9
preferencias comerciales a otros estados. Por otro lado,
aspiraba a que el estado pusiese mayor énfasis en el
desarrollo agrícola. Tengamos en cuenta que Estados
Unidos, en aquel momento, era una nación
eminentemente agrícola.
Según George Tindall, David Shi y Thomas Pearcy,
para este periodo, la sociedad estadounidense era
predominantemente rural y casi el 80% de la población
estaba vinculada a las actividades agrícolas.12
El secretario de Estado, Jefferson, estuvo de acuerdo
con Madison. Según ambos estadistas, Francia era capaz
de absolver una gran cantidad de productos
manufacturados, tanto en la propia Francia como en sus
colonias de las indias occidentales. Además, los dos
creían que, juntos, Estados Unidos y Francia, podrían
quebrar el dominio comercial que Gran Bretaña tenía en
Europa. Después de 1789, ellos coincidieron en que la
Revolución Francesa encarnaba los ideales de la
independencia norteamericana y que, por lo tanto,
debería apoyarse a la revolución que tuvo ligar en
Francia.
Hamilton por su parte, decía que la seguridad de la
joven nación indicaba que Estados Unidos debería
estrechar sus relaciones comerciales con Gran Bretaña,
país de donde provenían ¾ de las importaciones
estadounidenses. Sin embargo, él tenía que hacerle frente
al sentimiento nacional que se inclinaba,
preferentemente, hacia los franceses, por razones
contractuales y por agradecimiento.
El temor que tenía Hamilton era que el discurso
populista de los líderes de la Revolución Francesa

12TINDALL, GEORGE; SHI, DAVID Y PEARCY, THOMAS L., The


Essential America, pág. 113.
10
pudiese contagiar a su pueblo, lo que podría provocar
que, en una eventual guerra, ellos y los franceses se
uniesen en contra de los británicos. Cuando en 1793,
Gran Bretaña y Francia se involucraron en otro conflicto
bélico, Hamilton sostuvo que Estados Unidos, en base al
interés nacional, debería declarar nulo el tratado de 1778.
Sin embargo, Jefferson defendió la tesis de la
neutralidad, posición que fue apoyada por el presidente
Washington.
En síntesis, según, Varg, Hamilton fue un ardiente
nacionalista, pero muy realista. Él aceptó la superioridad
económica de Gran Bretaña y trató de vincular a su país
con ésta, con la esperanza de que Estados Unidos se
convirtiera en una gran potencia en un futuro cercano.
Varg, también considera, que Madison personificaba al
idealista en política exterior y pensaba que su nación
tenía una obligación moral que cumplir: defender los
principios republicanos y, por lo tanto, debería escapar
de la influencia monárquica de Gran Bretaña. Este líder
presentó, ante la primera sesión del congreso, un
programa para crear un sistema comercial a fin de darle
una independencia económica a su nación. También
abogó por la creación de una marina mercante para que
esos barcos pudiesen transportar los productos
nacionales, lo que redundaría en beneficio de la
economía del país.
Según Alexander Deconde, Madison, Jefferson, y
Hamilton fueron políticos pragmáticos y oportunistas
quienes vieron la posibilidad de concertar tratados que
garantizasen el interés nacional.

1.1.4 Discurso de despedida de George Washington.

11
El discurso de despedida del presidente George
Washington fue dado a conocer el 17 de septiembre de
1796, a través de las páginas del periódico Philadelphia
Federalist y está considerado como uno de los
documentos más importantes para la formulación de la
política exterior de Estados Unidos. El mismo ha sido
consultado y citado en muchas ocasiones por los
gobernantes sucesores de Washington. Ese mensaje fue
ampliamente aplaudido y reconocido como un enunciado
que buscaba la unidad de la nación.
En la primera parte de su discurso, el presidente
anunció la eventualidad de las elecciones presidenciales
que se aproximaban para escoger a su sucesor; también
habló sobre la necesidad de que se escogiese a aquel
estadista que fuese capaz de continuar la obra de
fortalecimiento, iniciada por él. El mandatario también
advertía sobre los efectos negativos del partidismo dentro
de la administración de Estados Unidos.
Según el presidente, la alternabilidad en el poder
podría conducir hacia el despotismo de una fracción
política sobre la otra. Esa situación podría llevar a que un
solo hombre tomase el poder y legislase en beneficio
propio, olvidándose de las necesidades y libertades
públicas.
El presidente decía que los partidos políticos muchas
veces tendrían que enfrentar al pueblo, creándole falsas
expectativas y rencores de unos contra otros. En
ocasiones, ellas son causas de revoluciones y rebeliones
y pueden convertirse en la puerta de entrada de un partido
foráneo a lo interno de un estado y controlar su política
doméstica. Ello podría conducir al dominio de un país
por otro y a través de ese partido, canalizar el programa
socioeconómico de la nación. En el caso que analizaba el
12
presidente, su país podría ser controlado por un partido
con raíces europeas.13
El presidente Washington en su discurso también
aconsejaba mantener buena fe y justicia con todas las
naciones, a la vez que cultivar la paz y la armonía con
todos los pueblos. La religión y la moral sentarían las
bases de esas relaciones. Él también previno a los
estadounidenses sobre la excesiva parcialidad de una
nación hacia otra y que una negativa opinión premeditada
podría conducir hacia resultados negativos. El
mandatario aconsejaba tener pocas relaciones políticas,
incluso con aquellas naciones con las cuales Estados
Unidos tenía vínculos comerciales.
Según Washington, Europa tenía intereses
particulares que nada tenían que ver con los de Estados
Unidos. Los países europeos estaban en permanentes
disputas, muchas de las cuales eran extrañas a los
intereses de su país. Debido a ello, sería poco inteligente
que esa nación se plegara a una de las beligerantes. La
lejanía de Europa aconsejaba mantenerse aislado de las
rivalidades que a diario ocurrían en el otro continente.
Según el presidente, un buen gobierno, una buena
administración podría levantar a una nación poderosa y
cuando eso se lograse, Estados Unidos estaría en
disposición de decidir cuándo escogería la paz o la
guerra, en función del interés nacional y de acuerdo con
sus patrones de justicia.
El jefe del ejecutivo, en su discurso, también
indicaba que la política exterior de su país debería
conducirse claramente, haciendo alianzas con cualquier
otro estado pero, Estados Unidos decidiría qué acuerdos

13 PATERSON, THOMAS, Op. cit., págs. 86-8752.


13
hacer y con quién deberían firmarse, teniendo en cuenta
los intereses de la nación, y que debería concretarse
tratados temporales para casos de emergencia; pero, no
obstante, la política comercial debería ser imparcial,
defendiendo los intereses de los comerciantes y que el
gobierno, además, estaba obligado a protegerlos.
Según algunos historiadores, el discurso de
despedida pretendía aislar a Estados Unidos de Europa y
renunciar a todo tipo de alianzas con ella y ven ahí las
bases de uno de los postulados de la «Doctrina Monroe»,
el aislacionismo. Para otros historiadores, el discurso
tenía otras intenciones. Ellos sostienen que el mismo
perseguía la finalidad de prevenir a los estadounidenses
sobre el peligro que entrañaba una alianza con Francia;
impedir que la facción republicana, lograra mayor
beligerancia y promover la candidatura de los
federalistas, para las elecciones que se avecinaban.14 Hay
autores que sostienen que Washington intentaba advertir
al pueblo sobre el peligro que se cernía sobre la nación,
si el fraccionalismo político se imponía y estimular el
crecimiento de la joven república.
Por su parte, Richard W. Leopold indica que el
discurso de Washington se enmarcó en la lucha por la
independencia política y no del aislacionismo. Sostiene
que el primer presidente de Estados Unidos habló de
alianzas, pero su principal preocupación fue mantener al
gobierno y pueblo estadounidenses fuera de las intrigas
extranjeras y libres de cualquier dominación.15 El
aislacionismo fue un medio y no un fin. El fin era la
independencia de la política exterior. A pesar de todas

14Esas elecciones fueron ganadas por John Adams del partido Federalista.
15RICHARD, LEOPOLD W.: The Growth of American Foreign Policy,
pág. 19.
14
esas opiniones encontradas, todos están de acuerdo en
que el discurso de despedida de 1796 constituye un punto
de referencia para la elaboración de la política exterior
norteamericana.
En 1801, Jefferson ganó la presidencia por el partido
republicano y se convirtió en el sucesor de John Adams.
Él en su discurso inaugural, del 4 de marzo de 1801, dejó
en claro que los principios esgrimidos en el discurso de
despedida eran compartidos por los dos partidos políticos
que existían en el país. En el mismo, el nuevo mandatario
hizo referencia a la paz, al comercio y a la amistad sincera
y honesta con todas las naciones, pero sin hacer alianza
con ninguna de ellas. Este presidente, al igual que
Washington, no usó la palabra aislacionismo, pero la
inclusión de la frase «no realizar alianzas» fue la forma
en la que Estados Unidos condujo su política exterior por
muchos años.

15
CAPÍTULO II
LA COMPRA DE LA LOUISINA Y SU VALOR
ESTRATÉGICO PARA ESTADOS UNIDOS

La Louisiana fue un territorio que originalmente


perteneció a España, pero esta la traspasó a Francia. Este
país la vendió a Estados Unidos en 1803. Para ese año,
esta región era un territorio sin límites precisos,
totalizando aproximadamente 828,000 millas cuadradas.
Con la adquisición de este inmenso territorio, las antiguas
trece colonias comenzaron a transformarse en una
potencia de primer orden.

1. Valor geoestratégico y económico de La Louisiana.


Para 1797, cuando se produjo un enfrentamiento
naval no declarado entre Estados Unidos y Francia,
Alexander Hamilton y otros federalistas propusieron
invadir el valle inferior del Mississippi, en poder de
España y anexarlo a la Unión Americana, pero la
propuesta no recibió ningún apoyo por parte del
gobierno.16
Según Lester Langley, los habitantes de los valles
del Ohio y del Mississippi estaban preocupados por lo
que podría ocurrir al sur de éste o en el puerto de Nueva
Orleans que pudiese cerrarles el paso hacia el golfo de
México. Por ello, desde los primeros años de vida
independiente, los dirigentes de la nación norteamericana
estuvieron interesados en la obtención de los territorios
de La Louisiana, especialmente el puerto de esa región.

16LANGLEY, LESTER: The United States in the Western Hemisphere,


pág. 26.
16
Para 1796 el puerto de New Orleans había crecido en
un 8%, ayudado por el comercio de Estados Unidos. El
mismo era un lugar de distribución de productos
provenientes del centro del país hacia las floridas este y
oeste, al igual que para los puertos estadounidenses y de
Europa. El principal producto de exportación era la
harina y recibía mercancías y plata provenientes de
México.17 Al final de la Guerra de los Siete Años, Francia
le había cedido a España el territorio situado al oeste del
río Mississippi, cerca de cuya desembocadura se
encuentra el puerto de Nueva Orleans.
Poco después que Thomas Jefferson asumiera la
presidencia, (1801), España firmó un tratado secreto con
Francia por medio del cual aquel país devolvía La
Louisiana a Francia, con la misma extensión que ella
tenía cuando estaba en posesión de España y de Francia.
Si ese tratado se cumplía, la nación gala recobraría el
curso del río Mississippi y Estados Unidos vería
recortado su territorio a su posición original, cuando
todavía era una colonia británica. Ese era el temor de los
gobernantes estadounidenses.18
Para junio de 1801, ese tratado secreto se hizo
público, lo que causó escepticismo dentro de la
administración de Estados Unidos. Las intenciones de
Francia ya las previó Timothy Pickering, secretario de
estado bajo la administración del presidente John Adams.
Pickering pensó que los franceses tomarían Las Floridas
y La Louisiana, para luego promover una revolución en
Canadá. Para Rufus King, ministro estadounidense en
Londres, Francia podría revivir su antiguo plan de

17 VAN ALSTYNE, RICHARD: “The Birth of the American Leviatan, 1789-


1823.”. En The Rising American Empire, pág. 84.
18 Ibidem.

17
encerrar a la excolonia británica en la parte noreste de
América del Norte.
Bajo las circunstancias previamente señaladas, el
presidente Jefferson advirtió a Francia que, si ese país
tomaba La Louisiana, Estados Unidos entrarían
inmediatamente en negociaciones con Gran Bretaña para
firmar un tratado de alianza entre ambas naciones.
Mientras tanto, Napoleón Bonaparte hacía planes para
invadir Nueva Orleans. Sin embargo, alteraciones
climáticas inesperadas en Europa (tormentas de nieve),
impidieron que las tropas napoleónicas partieran hacia el
continente americano.
Para ese mismo período, el intendente español en el
puerto de Nueva Orleans había cancelado el derecho de
comerciar en esa zona y los estadounidenses, afectados
por la medida, solicitaron al gobierno de su país que les
protegiera sus intereses. Para calmar a sus
conciudadanos, el mandatario Jefferson envió a James
Monroe a París, para que colaborara con Robert
Livingston en las negociaciones que se adelantaban para
la compra de La Louisiana. En aquel momento, Estados
Unidos no tenía el poder para tomar por la fuerza los
territorios de la zona en disputa y sólo esperaba que
estallara otra guerra entre Francia y Gran Bretaña, para
adquirir el codiciado territorio.
Inesperadamente, Francia propuso a Estados Unidos
la venta de La Louisiana por $15 millones. El 30 de abril
de 1803, se firmó el tratado de traspaso del territorio. El
precio oficial fue de $15 millones, a razón tres centavos
el acre.19 Sin embargo, de acuerdo con Van Alstyne, en
ese momento, el gobierno estadounidense no tenía los

19 Ibid, págs. 86-87.


18
recursos necesarios para pagar esa cantidad de dinero y
propuso cancelar el seis por ciento en bonos, pero esa
propuesta fue rechazada por el gobierno francés. Ante esa
situación, algunas compañías europeas como la Baring
&Company de Londres y la Hope & Company de
Amsterdam se comprometieron a realizar el pago al
gobierno de Francia. El mismo comenzó a hacerse
efectivo un año después de firmado el acuerdo de
traspaso del mencionado territorio.
En dicho pacto se hacía mención de una deducción
de $ 3,750,000 por el pago de reclamos hechos por
ciudadanos estadounidenses a Francia, tal como se haría
luego a España cuando se firmó el tratado Adams-Onís
de 1819, por el cual Las Floridas pasaron a manos de
Estados Unidos.20 En consecuencia, Washington sólo
pagaría la suma de $ 11, 250,000.21
2. La compra de La Louisiana.
La compra de La Louisiana le permitió a Estados
Unidos expandir sus territorios hacia el oeste y tener
control sobre la salida del río Mississippi en el puerto de
New Orleans. Su adquisición le trajo problemas legales
al presidente dado que la constitución de ese país no le
daba poder a ningún funcionario para comprar nuevos
territorios. La primera reacción de Jefferson fue
enmendar la constitución, pero sus asesores le
aconsejaron que esta medida retrasaría la transacción y
Napoleón podría solicitar su devolución.
Ante esta realidad, el mandatario cedió y sostuvo que
el buen sentido del pueblo corregiría los males de la

20 Consultar mi artículo “La adquisición de Las Floridas por Estados Unidos


en 1819.”, en Revista Lotería, n°. 387, enero-febrero de 1992.
21 VAN ALSTYNE, RICHARD: Op. cit., pág. 83.

19
interpretación informal, cuando esta produjera efectos
adversos. No obstante, los federalistas, principalmente
los de New England (Nueva Inglaterra), criticaron la
compra del nuevo territorio porque el mismo alteraba el
balance de poder en la Unión y amenazaron con separar
a su territorio del resto del país. Sin embargo, esas
protestas no prosperaron.
La compra de La Louisiana era estratégica para la
Unión Americana porque sacaba a Francia de la vecindad
estadounidense y el puerto permitía a los productores
norteamericanos del centro sacar sus productos hacia los
mercados del este del país. También alteraba el balance
de poder en la Unión porque La Louisiana se convertiría
en un estado esclavista, lo que incomodaba a los
ciudadanos del norte. Este fue un debate que más tarde se
resolvería en la guerra civil de 1861-65.

Mapa n°2: En este mapa se observan las adquisiciones que hizo


Estados Unidos, a partir de 1783, entre ellos, el territorio de La Lousiana.

¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a Bonaparte


a vender La Louisiana? Algunos historiadores han
expuesto sus opiniones sobre este importante tema, tal
20
como se verá a continuación. Al final expondremos la
opinión de Jefferson sobre la importancia de La
Louisiana para su país.

3. Lawrence S. Kaplan y la compra de La Louisiana

La obtención de La Louisiana por parte del gobierno


de Estados Unidos produjo diversas interpretaciones
entre algunos historiadores de ese país. Unos dicen que
su adquisición significó un triunfo diplomático para
Jefferson, quien aprovechó los problemas políticos
europeos para obligar a Francia a vender el mencionado
territorio.
Uno de ellos fue Lawrence S. Kaplan, quien es un
historiador experto en la política exterior de Jefferson.
Dice que Estados Unidos explotó los problemas bélico-
políticos por los que atravesaba Europa y, en especial
Francia, para comprar La Louisina a ésta en 1803. Según
Kaplan, el ministro estadounidense en Londres, Rufus
King, advirtió a los líderes de su país sobre el tratado
secreto, firmado entre España y Francia, para la venta de
la región por parte de la primera, al país galo.
En aquella oportunidad el ministro King advirtió que
si ese pacto se cumplía Estados Unidos enfrentaría dos
peligros: la cesión de La Louisiana y Las Floridas a
Francia y una negociación de paz franco-británica que
llevaría a Bonaparte a tomar ventaja con sus nuevas
posesiones en el nuevo mundo. Esa nueva situación
condujo a Jefferson a buscarle una solución al problema.
El mandatario era partidario de una salida diplomática y
tenía la esperanza que Bonaparte entrara en razón y
vendiera el puerto de Nueva Orleans y Las Floridas.

21
Inesperadamente Francia ofreció, no sólo el puerto, sino
toda La Louisiana.
Kaplan sostiene que los hechos que llevaron a
Bonaparte a vender, hay que buscarlos en los conflictos
que enfrentaba Francia en Europa; entre ellos, una nueva
confrontación con Gran Bretaña. Esos problemas le
impidieron concentrarse en nuevas disputas en América.
Hay otros autores que dicen que la derrota de Joseph
LeClerc y el ejército francés en Haití, motivó que
Bonaparte buscara nuevas victorias en Europa y la venta
de ese territorio, le proporcionaría el dinero para esa
nueva empresa. Cualquiera que fuese el motivo, Kaplan
sostiene que Jefferson obtuvo una importante victoria
diplomática al adquirir esa inmensa región y continuó
con la política aislacionista inaugurada por los
presidentes Washington y Adams.

4. Alexander DeConde y la compra de La Louisiana


Según Alexander DeConde, la adquisición de La
Louisiana por parte de Estados Unidos hay que ubicarla
dentro de los planes imperialistas, típicos de la raza
anglosajona. Los líderes que llegaron a los territorios de
Nueva Inglaterra poseían la convicción de que ellos
tenían la misión sagrada de expandir la libertad y la
democracia hacia otros pueblos de la región. Ese fue
también el sentimiento y la aspiración de hombres
visionarios como Benjamín Franklin y John Adams.
Desde 1771, muchos dirigentes estadounidenses
añoraban extender las fronteras hasta las costas del
Pacífico, mientras que Benjamín Franklin pensaba en la
posibilidad de adquirir los territorios de Canadá y Las
Floridas para la joven nación. Estas aspiraciones las
había dado a conocer en las conversaciones de París en
22
1782-83, en donde se discutían los términos de la
independencia de Estados Unidos. Luego de conseguida
esta, los líderes de la independencia pusieron sus ojos en
La Louisiana.
Primero obtuvieron los valles de los ríos Ohio y
Mississippi y luego remontaron los montes Apalaches.
Por medio de la infiltración, la inmigración y el
comercio, los cazadores, granjeros y comerciantes
comenzaron a controlar partes de La Louisiana española
y de la Florida Occidental. Esos primeros pioneros, a la
vez que mantuvieron su fidelidad hacia el gobierno
estadounidense, llevaron consigo un desprecio hacia
España.
Por su parte, James Madison, justificó la expansión
estadounidense señalando que cada vez que su nación
expandiera sus fronteras, estaba llevando los principios
de la democracia y la libertad a otros pueblos del mundo.
Él vinculó el concepto de libertad con el expansionismo,
un dualismo que políticos como Jefferson usaban a
menudo para justificar sus criterios imperialistas, dice
DeConde. Sin embargo, por más que los líderes tratasen
de justificar su política imperial, para los aborígenes y
colonos españoles, era perfectamente claro que Estados
Unidos quería arrebatarles sus territorios, por cualquier
método.
Durante la década de los noventa del siglo XVIII, los
federalistas en el gobierno hablaban de la posibilidad de
adquirir La Louisiana y Las Floridas. Por ejemplo, en
1796, un periódico federalista expresaba su afán de que
Estados Unidos tuviera La Louisiana por compra o por
cualquier otro acuerdo amigable. Hamilton pensaba
adquirirla por medio de la fuerza militar. En 1800,
cuando los republicanos obtuvieron el poder, pensaron en
23
la expansión de las fronteras estadounidenses, pero
fueron más moderados y aspiraban hacerlo por medios
diplomáticos, al menos en el caso de Jefferson.
Thomas Jefferson, considerado por algunos
historiadores como precursor del destino manifiesto, o el
primer gran expansionista, creía en las soluciones
pacíficas de los conflictos de su país. Siguiendo estos
criterios, negoció la compra de La Louisiana. Con ello
contribuyó a formar un vasto imperio con el que soñaron
Benjamín Franklin, John Adams, James Monroe y otros.
El historiador DeConde sostiene que, con la compra
de esos territorios, Jefferson hizo realidad sus ideales
imperiales y comenzó a pensar en la posibilidad de
adquirir nuevos territorios como los de Las Floridas,
Cuba y México. Fiel a su pensamiento expansionista,
cuando años más tarde se discutía la posibilidad de firmar
una declaración conjunta con Gran Bretaña, el
expresidente contestó que, por su parte, él siempre había
pensado en la posibilidad de que Cuba llegase a formar
parte de la Unión Americana.

5. Walter LaFeber y La Louisiana


Para Walter LaFeber, Jefferson fue uno de los
teóricos del expansionismo de Estados Unidos. En 1801,
escribió a su amigo James Madison que la situación que
vivía su país en ese momento, lo obligaban a permanecer
dentro de sus límites, pero en el futuro, cuando la
población se multiplicara, ese país cubriría toda la parte
norte del continente y cuidado que también del sur.

24
Vislumbraba un continente hablando la misma lengua,
gobernado por un mismo sistema y por leyes similares.22
Para cumplir esos objetivos, los estadounidenses
tenían que proteger su libertad de acción. Por eso
Jefferson decía que había que mantener la paz, el
comercio y una relación sincera con todas las naciones,
sin hacer alianzas con ninguna. Siguiendo los consejos de
Thomas Paine y de George Washington, Jefferson quería
mantenerse alejado de Europa, pero en la medida que
Estados Unidos creciera en poder, podría decir a los
demás países cómo tendría que ser tratada su nación. Es
decir, que Estados Unidos tendría que lograr la unidad a
lo interno y mostrar poder en el exterior.
Esas características de la política exterior
desarrollada por Jefferson (expansionismo, libertad de
acción, centralización del poder y la disposición para
utilizar la fuerza en determinadas circunstancias), le
llevaron a tener éxito en la adquisición de La Louisiana,
sostiene LaFeber. Según este autor, en 1802, Madison y
Jefferson pusieron en práctica una estrategia política que
finalmente condujo a que Napoleón le vendiera ese
territorio a Estados Unidos.
Lo primero que hicieron fue ayudar secretamente a
los revolucionarios haitianos, liderados por Toussaint de
L’Overture, que luchaban por expulsar a los franceses de
sus tierras. Luego de varios enfrentamientos, Haití
obtuvo su independencia y Napoleón decidió retirarse de
América para concentrarse en los conflictos que tenía con
Gran Bretaña en Europa. En segundo lugar, Jefferson
reubicó a los indígenas que estaban en la región del

22LAFEBER, WALTER: The American Age. United States Foreign Policy


at Home and Abroad since 1750, pág. 51.
25
Mississippi y colocó en su lugar a una población blanca,
con posibilidades de atacar a Nueva Orleans.
En tercer lugar, el presidente obtuvo la autorización
del congreso para construir 15 barcos de guerra y
organizó unos 80,000 hombres para tomarse la parte sur
del río Mississippi. Eso lo supo Napoleón en abril de
1803. Esa situación, más los problemas que tenía el
emperador en Europa, le decidieron a vender La
Louisiana, dice LaFeber. Para ese momento, las
hostilidades se habían iniciado en Europa y Napoleón
decidió olvidarse del continente americano para enfrentar
los conflictos bélicos de Europa. El dinero de la venta de
ese territorio le ayudaría a cubrir los costos de la guerra
en el viejo continente.23
6. Thomas Jefferson y la compra de La Louisiana
El presidente Jefferson decía en 1802 que la cesión
de La Louisiana y Las Floridas por parte de España a
Francia iba en contra de los intereses de Estados Unidos.
Esos acontecimientos alterarían las relaciones políticas
de Washington e introducirían un nuevo giro en la
política exterior de ese país. Decía el presidente que, de
todas las naciones, Francia era el único país con el cual
Estados Unidos tenía pocos puntos de fricción y, por el
contrario, tenía muchos intereses en común. Por esas
razones, los estadounidenses siempre miraron a los
franceses como a sus aliados naturales. Su crecimiento y
desarrollo, al igual que sus fracasos, eran vistos como si
fueran propios.
Sin embargo, había en el mundo un solo lugar que
quien lo poseyera, sería considerado como el natural y
habitual enemigo de Estados Unidos. Ese lugar era el

23 LAFEBER, WALTER: Op. cit., págs. 53-54.


26
puerto de Nueva Orleans, a través del cual pasaban 3/8
de la producción hacia los mercados del este del país. Los
estados del centro de la nación usaban el río Mississippi
para sacar su producción y esa zona era una rica región
agrícola, vital para los intereses estadounidenses. Si
Francia tomaba el puerto de Nueva Orleans, se colocaba
en una actitud desafiante, decía Jefferson. Él era de la
opinión que España debería retener esos territorios hasta
que su país pudiera adquirirlos. Esa era la política de la
espera paciente puesta en práctica por los políticos de
Estados Unidos.
Si Francia tomaba posesión de La Louisiana,
inmediatamente se convertiría en enemiga de esta nación
y ella no tendría otra alternativa que buscar una alianza
con Gran Bretaña y formar su propia marina de guerra.
Esas medidas las tendría que tomar muy a su pesar y
contrario a las buenas relaciones que este país había
tenido con Francia, sentenciaba Jefferson. En 1803,
Francia vendió la disputada provincia y el presidente
Jefferson quedó en la historia de ese país como el
mandatario que lo hizo posible.

27
CAPÍTULO III
LA GUERRA ENTRE ESTADOS UNIDOS Y GRAN
BRETAÑA, 1812

En 1803, un nuevo conflicto bélico tuvo lugar en


Europa. Una vez más, entre Gran Bretaña y Francia,
nuevamente, Estados Unidos quedó atrapado en medio
de esta disputa. Como nación comercial y neutral, este
país fue el blanco de la guerra económica, en la medida
en que cada uno de los beligerantes intentaba que los
productos estadounidenses no llegaran a su destino.
En 1807, el congreso autorizó al presidente Thomas
Jefferson para que impusiese un embargo comercial a
todo barco extranjero que se acercara a las costas de
Estados Unidos. Esta fue la respuesta a las ofensas
recibidas por parte de las potencias beligerantes de
Europa. En 1812, Washington y Londres fueron a la
guerra. Para muchos estadounidenses este conflicto
puede interpretarse como su segunda guerra de
independencia.

1. Causas de la guerra: Los antecedentes


En 1805, el floreciente comercio de Estados Unidos
con Gran Bretaña y Francia fue dado a conocer por Sir
James Stephens, en su libro War in Disguise: or The
Frauds of the Neutral Flags, en el que sostuvo que
Inglaterra debía utilizar su superioridad naval para
detener el comercio norteamericano, que estaba
ayudando a Napoleón Bonaparte.
Ese mismo año, la corte británica dio a conocer la
Essex decisión que declaraba ilegal y sujeto a captura a
28
esos barcos de Estados Unidos que recogieran alimentos
en las indias occidentales francesas o las dejaran por un
breve período en suelo estadounidense para que luego
parecieran como productos de Estados Unidos y fueran
recogidos por barcos franceses.24
En la medida en que los británicos comenzaron a
capturar barcos estadounidenses, Napoleón contestó
anunciando un bloqueo a Gran Bretaña que, a la larga, no
pudo cumplir. El anuncio de Bonaparte decía que
cualquier barco que se dirigiera a Europa, habiendo antes
tocado puertos británicos sería retenido. Ese bloqueo
continental contra Gran Bretaña obligó a los países
neutrales a poner fin a sus relaciones comerciales con los
británicos. Los derechos de Estados Unidos como país
neutral, al igual que su comercio exterior fueron
afectados, al quedar atrapado entre los dos gigantes.
En 1806, Madison, a través de un ardiente panfleto,
dio a conocer su posición frente a las nuevas medidas
tomadas por los británicos y advirtió que todas las
guerras entre las naciones, a lo largo de la historia, eran
producto de rivalidades económicas. Sin embargo, tanto
él como Jefferson, no creía en ese momento que, un
enfrentamiento militar fuere la solución. Por el contrario,
ellos pensaban que mediante la imposición del acta de no
importación sería suficiente para que se reconociesen los
derechos de Estados Unidos como país neutral. Pero, al
percatarse que su nación era más dependiente de los
textiles, el hierro y el acero de Gran Bretaña de lo que
esta dependía de su país, Jefferson pospuso la aplicación
de la medida.

24 Consultar a LaFeber, Walter, Op. cit., págs. 56-57.


29
Mientras eso ocurría, nuevos incidentes se
produjeron y el presidente los tuvo que enfrentar. Los
británicos aumentaron la búsqueda de los desertores de
su flota. Aproximadamente 10 mil marineros habían
escapado de los bajos salarios, comida y condiciones
deficientes y la brutalidad excesiva desplegada por los
británicos cuando se enfrentaban a los franceses. Un gran
número de ellos eran norteamericanos que estaban en la
marina británica.
En junio de 1807, el barco de guerra británico
Leopard abordó a uno de Estados Unidos llamado
Chesapeake, justo a diez millas de la bahía homónima.
Durante la acción, tres estadounidenses murieron,
dieciocho fueron heridos y luego se llevaron a cuatro, de
los cuales sólo uno era británico. Ante esa brutalidad
excesiva, los estadounidenses reclamaron venganza.
En ese momento Jefferson pudo encabezar a una
nación unida hacia la guerra, pero pensó que su país no
tenía la fuerza militar para esa empresa y, por el
contrario, creyó que las medidas económicas podrían
provocar un cambio en el gobierno británico. No
obstante, en noviembre de 1807, Londres anunció que
retendría a cualquier barco neutral y Napoleón respondió
con un decreto similar, afectando a las naves que tenían
relaciones con los británicos.
Cuando el presidente vio la posibilidad de ir a una
guerra con Gran Bretaña, su secretario del tesoro, Albert
Gallatin le advirtió que los británicos podían
desembarcar, tomarse Washington y regresar a Inglaterra
antes de que pudiere organizar a una milicia para luchar.
El senador federalista, John Q. Adams sostuvo que las
órdenes del gobierno británico golpearon el fondo mismo
de la independencia del país.
30
Finalmente, el gobierno de Jefferson respondió con
un embargo que cerró los puertos de Estados Unidos y
consideró a las exportaciones ilegales. Sin embargo, esa
medida perjudicó a los propios comerciantes y
productores estadounidenses, quienes no podían vender
sus productos. Cuando estos salieron a protestar por las
medidas presidenciales, el mandatario ordenó el arresto
de muchos de ellos y retuvo su producción. Ante esta
situación, Jefferson tuvo que decidir si respetaba la
democracia de su país o se inclinaba por el destino
comercial de sus conciudadanos. Antes de abandonar la
presidencia, en 1809, tuvo que revocar la medida.
El nuevo presidente, James Madison estuvo
investigando si la guerra sería la última alternativa y, para
1811, estaba convencido de esa realidad, al igual que los
congresistas Henry Clay y John Calhoun. Estos tres
hombres llamados «los halcones de la guerra», estaban
dispuestos a ir a un enfrentamiento con Gran Bretaña
para realizar la segunda guerra por la independencia,
como decía Calhoun.25 Esa actitud se hizo más firme
cuando ellos recibieron noticias de que los indígenas, en
la batalla de Tippecanoe, habían matado a más de sesenta
y ocho hombres blancos.26 Los estadounidenses decían
tener evidencias de que los británicos los habían incitado
a llevar a cabo tal acción.

25 Otros «halcones» eran Felix Grundy de Tennessee y Peter B. Porter del


Oeste de New York. Todos ellos exigían el fin de la debilidad diplomática y
las precauciones; que se tomara una decisión firme en la defensa de los
derechos norteamericanos, aún si ello implicaba ir a una guerra con Gran
Bretaña.
26 Los indígenas, liderados por Tecumseh y su hermano, el profeta

Tenskwatwa, se oponían a la conquista de sus territorios. Los


norteamericanos acusaban a los ingleses de estar instigando a los nativos.
Cuando la guerra comenzó en 1812, Tecumseh fue muerto por el general
William Henrry Harrison en la región de los Grandes Lagos.
31
Ante esos hechos, el mandatario Madison se preparó
para la guerra. Ordenó lo que hoy podríamos llamar, una
operación encubierta para la conquista de la Florida
Occidental en manos de España. La idea era conquistar
la región para que luego sus habitantes solicitaran su
incorporación a la Unión. La toma de esta región tenía la
intención de evitar que Gran Bretaña la conquistara
primero. En ese sentido, La Florida Occidental,
formalmente llegó a formar parte de Estados Unidos en
1811.
Posteriormente, Madison trató de repetir la misma
estrategia en la Florida Oriental, pero sus planes
fracasaron cuando se descubrió la intentona. Pese a ello,
el presidente y el congreso aprobaron una resolución que
decía que ellos no permitirían el traspaso de ningún
territorio americano, de una potencia extranjera a otra
extracontinental. Este principio, de no transferencia sería
luego mejorado e incorporado a la doctrina Monroe,
comenta el historiador LaFeber.
Seguidamente el presidente nombró a James Monroe
como secretario de estado, en reemplazo de Robert
Smith. El mandatario quiso construir una armada para
enfrentar a los británicos, pero su propuesta fue derrotada
en el congreso. No era en el mar en donde los
estadounidenses debían enfrentar a los ingleses, sino a
través de una invasión al Canadá para tenerla como rehén
o tomarla como posible Estado de la Unión, era la
opinión del propio mandatario, de Jefferson y otros
líderes del oeste.
En 1811, el congresista por el estado de Kentucky,
Henry Clay dio un discurso en el cual llamaba a la guerra
contra la Gran Bretaña, un país arrogante e insolente.
Clay, uno de los llamados «halcones de la guerra» decía
32
que, continuamente, la gente se preguntaba: “¿qué
ganaría Estados Unidos con ir a la guerra contra Gran
Bretaña?” Ante esa pregunta Clay respondía con esta otra
interrogante: “¿qué no vamos a perder con la paz?” Y
respondía: “comercio, carácter y el mejor tesoro de la
nación: ¡el honor nacional!” Añadía, aunque solo fueren
razones económicas, serían suficientes para luchar.
Con motivo del embargo comercial, declarado por
Gran Bretaña durante el año de 1803, las ganancias de
Estados Unidos habían disminuido; los derechos y el
honor de los marinos estadounidenses habían sido
violados. No sólo la dignidad de la bandera y de la nación
se pisotearon, sino que, también, el comercio
estadounidense se había afectado, por lo que era
necesario reparar esas ofensas a la nación.

2. El mensaje de Madison, la guerra.


El 1° de junio de 1812, el presidente Madison envió
su mensaje de guerra ante el congreso. En el mismo acusó
a los británicos de expropiación, de derramar la sangre
estadounidense en el propio territorio del país, bloqueos
comerciales, permitir el saqueo de sus barcos e incitar los
ataques de los «salvajes», en el oeste.
Según LaFaber, desde 1807 hasta 1811, Gran
Bretaña sólo había capturado o retenido a 389 barcos de
Estados Unidos, mientras que Napoleón lo había hecho
con 460; pero esas cifras no le preocupan a Madison. La
mayor preocupación del presidente era que los británicos
amenazaban los intereses globales de Estados Unidos con
su poder naval; había una lucha entre ambos países por
mercados, especialmente los de América Latina.

33
También estaba la amenaza indígena, incitada por los
ingleses en la región occidental.27
Por otro lado, el bloqueo impuesto por La Gran
Bretaña había afectado también el comercio de su
excolonia, lo mismo que a la industria y a la agricultura
de ese país. Por esas razones Madison aconsejaba
enfrentarla. La cámara de representantes votó 79 a 49 y
el congreso 19 a 13, a favor de la guerra.
Para julio de 1812, los estadounidenses supieron que
los británicos habían levantado el embargo comercial.
Una crisis económica, problemas diplomáticos en
Europa, cambio de gobierno y reclamos de los
comerciantes a favor de levantar esa sanción, motivaron
la medida. A pesar de ello, los preparativos para la guerra
prosiguieron porque los otros todavía pervivían. Como
concluye LaFaber, desde 1789 Madison aspiraba a
eliminar el control que los británicos tenían sobre el
comercio de su país y ahora tenía la oportunidad de
hacerlo.28
Una vez que la guerra dio inicio, el presidente
Madison esperaba tomar ventaja de los problemas que
Gran Bretaña tenía en Europa con Napoleón, pero la
situación no salió como él esperaba. Los canadienses
resistieron y las victorias se limitaron a la región de los
grandes lagos. Los británicos se tomaron Washington y
quemaron la ciudad, mientras que el general Andrew
Jackson obtuvo la mayor victoria terrestre en Nueva
Orleáns, cuando ya la paz había sido firmada en 1814; la
misma se conoce como el tratado de Ghent, que devolvió
la situación a como estaba antes de la guerra.

27 LAFABER, WALTER: Op. cit, pág. 60.


28 Ibid., pág. 61.
34
3. Causas de la guerra: Pratt y Perkins
Los historiadores han ofrecido algunas explicaciones
sobre las causas de la guerra de 1812. Entre ellas pueden
mencionarse las siguientes: honor nacional, defensa de
los derechos de los neutrales, la captura de los marinos
norteamericanos, detrimento del comercio, hambre de
tierras (Floridas y Canadá), eliminación de la amenaza
indígena y el temor a una continua depresión económica.
Otros estudiosos del tema atribuyen la guerra a la falta de
liderazgo del presidente James Madison. Entre esos
historiadores están Julius Pratt y Bradford Perkins.

3.1 Julius Pratt: Las demandas del oeste y la guerra

Julius Pratt sostiene que una de las razones que


impulsó a Estados Unidos a ir a una guerra con Gran
Bretaña, en 1812, fue la amenaza de los indios de la
región noroccidental. Pratt no niega que los problemas
marítimos (toma de marinos como prisioneros) sea una
de las causas, pero no la considera decisiva para ir a la
guerra. Dice que el interés de los noroccidentales de
conquistar Canadá y el de los sureños quienes aspiraban
tomar las floridas españolas, fue uno de los principales
motivos de la guerra. Pratt afirma que no hay ninguna
duda de que Estados Unidos fue a la guerra, debido a la
insistencia de los hombres del oeste y del sur, a pesar de
la oposición de los sectores del noreste.
La razón por la cual los noroccidentales querían la
guerra contra Gran Bretaña fue la creencia de que ese país
estaba ayudando a los indígenas de esa región para que
se revelarán contra las autoridades. Si ello fuese cierto,
sólo destruyendo esa alianza la nación podría culminar su
expansión hacia el oeste. Una victoria de Estados Unidos
35
les proporcionaría Canadá, en poder, en ese momento, de
los británicos. Ese sentimiento guerrerista encontró
apoyo en muchos ciudadanos, desde Nuevo Hampshire
hasta Georgia. A pesar de existir discrepancias entre el
norte y el sur, ambos apoyaban la guerra porque los dos
aspiraban a obtener nuevos territorios. Los del noroeste
anhelaban Canadá; mientras que los del sur deseaban los
territorios españoles, ubicados al sur de su frontera.
En su ensayo, Las demandas del oeste y la guerra,
Pratt analiza la evolución de los reclamos de los
habitantes de la región noroccidental para la conquista y
anexión de Canadá; el desarrollo de los planes de los
sureños y suroccidentales para la adquisición de las
Floridas y la posible anexión de México; examina la
relación entre esas dos proposiciones y el problema de la
guerra con Gran Bretaña.
También analiza el papel jugado por el ejecutivo
estadounidense en esa controversia relacionada con los
planes de expansión y por qué las expectativas con las
que se comenzó la guerra no se cumplieron. Según Pratt,
se puede llegar a las siguientes conclusiones sobre ese
conflicto.

a. La creencia que Estados Unidos se anexaría algún día


Canadá, estuvo presente en la mente de muchos
estadounidenses desde los días de su independencia hasta
la guerra de 1812. Desde 1783 hasta casi 1810, esa idea
fue acariciada como una posibilidad futura porque ese
país, hasta ese momento, no tenía ni la fuerza ni los
motivos para anexarse Canadá. Sin embargo, los
acontecimientos de Tippecanoe y Tecumseh, trajo la
convicción de que la Gran Bretaña debía ser expulsada
de Canadá para mayor seguridad de ellos.
36
b. Los habitantes del sur, casi unánimemente
demandaban la adquisición de Las Floridas por razones
agrícolas, comerciales y estratégicas y, para 1812,
parecían estar listos para cumplir con esas demandas. En
el suroeste también había un vivo interés por México y la
confianza de que este país estaba preparado para caer en
manos de los estadounidenses.

c. Dentro del partido republicano había diferencias entre


el norte y el sur y ninguno de los dos bandos estaba
dispuesto a permitir que uno de ellos expandiese su
territorio o su población a expensas del otro. Sin
embargo, si ambos lograban territorios compensatorios,
podrían ponerse de acuerdo. Pratt dice que existen buenas
evidencias que, antes de la declaración de guerra, los del
norte y los del sur llegaron a la conclusión que la
adquisición de Canadá en el norte balancearía la anexión
de Las Floridas en el sur. La guerra comenzó con ese
doble carácter de expansión territorial, dice el autor
comentado.

d. Tanto Madison como Monroe, especialmente este, en


su condición de secretario de estado, fue un ardiente
partidario de anexarse Las Floridas. Por ejemplo, la
invasión de La Florida Oriental, por el general Mathews,
en marzo y abril de 1812, fue hecha con pleno
conocimiento de la administración del presidente
Madison. Si bien el gobierno repudió la invasión,
mantuvo la ocupación del territorio por casi un año, hasta
que el congreso rechazó, en dos ocasiones, la propuesta
de sancionar esa ocupación.

37
e. Según Pratt, los planes de expansión fueron frustrados
por los sentimientos regionales. Los acuerdos bajo los
cuales la guerra había empezado fallaron. La oposición
de los republicanos del norte, combinado con las fuerzas
federalistas forzaron el abandono de Florida Oriental. Por
otro lado, la falla en la adquisición de Canadá fue
provocada, en parte por, la falta de entusiasmo de la
administración, así como por el desinterés de algunos
hombres del congreso.

f. El programa expansionista con el cual la guerra empezó


contiene ideas generales de lo que, posteriormente, se
conoció como el «Destino Manifiesto». En los debates
del congreso de 1812, así como en los escritos aparecidos
en la prensa de ese período, particularmente en el
suroeste, se encuentran insistentemente referencias a esas
ideas. Por ejemplo, el 28 de abril de 1812, un escritor
anónimo llamado «Americus» escribió en el Nashville
Clarion, lo siguiente:
“El Canadá, libre de las cadenas de sus dueños
europeos, debe tomar la senda de los estados
independientes, o si es demasiado débil para ser
soberano, debe quedar bajo la Confederación de
Estados Unidos. ¿Mientras los sureños y nuestros
compatriotas del este están expandiendo las
fronteras del país, nosotros tenemos que permanecer
inactivos? ¡No, ciudadanos del oeste! Un destino
más espléndido está reservado para ustedes.”29

El mencionado «Americus» decía que México


podía ser de Estados Unidos para duplicar el territorio,
para que los comerciantes encontraran nuevos recursos,

29 PATERSON, THOMAS, Op.cit. pág. 152.


38
los granjeros hallaran mejores tierras y un mejor clima,
donde los funcionarios pudieran ser fortalecidos con las
minas de oro y plata, a la vez que esos ideales los
llevarían a construir una nueva república. Además, decía,
«Americus», “(…) ¿dónde está escrito en el libro del
destino que la república americana no debía extender sus
límites desde el cabo de Chesaspeake hasta Nootka
Sound; desde el Istmo de Panamá hasta la bahía de
Hudson?” 30 Esas fueron las causas principales por las
cuales ambos países fueron a la guerra en 1812, dice
Pratt.

3.2 Bradford Perkins: “Un Asunto de Honor


Nacional”

Bradford Perkins no está de acuerdo con la tesis


desarrollada por Julius Pratt sobre las causas de la guerra
de 1812. Por el contrario, afirma que la idea de la
amenaza india no tiene suficientes pruebas que la
sustenten y, por lo tanto, no parecía tener éxito.
A contrapelo, Perkins sostiene que hay otras posibles
causas por las cuales Estados Unidos fue a la guerra en
1812. Sostiene que Gran Bretaña, a través de la detención
de los marinos estadounidenses, los continuos bloqueos
de su comercio y las humillaciones sufridas a manos de
los británicos llevaron a la nación a la guerra en 1812
contra de la madre patria.
Es decir, que Estados Unidos fue a la guerra en 1812
por un problema de honor nacional, por defender la
bandera, la vida de sus marinos y su libertad, al igual que
el comercio. Esta tesis fue compartida por el congresista

30 Ibid, pág. 144.


39
Henry Clay y por el presidente Madison, durante los años
previos a la guerra y están contenidas en la declaración
de guerra de 1812.
Si bien este conflicto no significó una ganancia
territorial para Estados Unidos, sí obtuvo el respeto como
un país libre y soberano. Por ello, tienen razón algunos
historiadores cuando dicen que la guerra de 1812 puede
ser considerada como su segunda guerra independentista.
Para el general Andrew Jackson, significó la antesala
de su carrera política, porque después de la victoria en
Nueva Orleans fue considerado como héroe nacional,
preparándose, así, el camino para la presidencia del país,
dando inicio a la llamada «era jacksoniana», en el marco
del llamado «Destino Manifiesto».

40
CAPÍTULO IV
ESTADOS UNIDOS Y LA INDEPENDENCIA DE
LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS: LOS
PRIMEROS CONTACTOS [SIGLOS XVIII-XIX]

Estados Unidos se interesó por América Latina,


¡allá!, por el siglo XVIII, cuando los comerciantes y
cargadores de Nueva Inglaterra aprovecharon, por
primera vez, las oportunidades comerciales que les
ofrecían las colonias españolas en el Caribe. Ahí había
esclavos para ser comprados a los dueños de las
plantaciones de las Antillas y, también, palos de
campeche o de tinte para ser extraídos de las selvas
centroamericanas. El pescado, traído del norte, podía
intercambiarse por azúcar y tabaco, procedentes de la
región latinoamericana.
Todas las partes involucradas en esas operaciones
comerciales violaban las restricciones impuestas por
Gran Bretaña y España; pero, en América, los
colonialistas tenían pocos escrúpulos legales cuando se
trataba de obtener ventajas económicas.
1. Primeros contactos comerciales en el Caribe
Durante la primera mitad del siglo XVIII, los
pequeños guardacostas y los contingentes navales
españoles eran incapaces de limpiar el Caribe de
comerciantes de New York y de Boston. Durante la
guerra Anglo-Hispana del siglo XVIII, los comerciantes
estadounidenses tomaron ventaja de esa situación para
estrechar sus vínculos comerciales con las colonias
españolas en el nuevo mundo.
Las reformas de Carlos III de España fueron un
intento de reducir esa actividad comercial y aumentar el
comercio dentro del imperio español, ofreciendo nuevos
41
alicientes a las colonias; pero las actividades bélicas de
finales del siglo XVIII eliminaron esos esfuerzos. El
comercio entre ambas regiones era tan fluido, para 1776
que, la lucha por la independencia de Estados Unidos
durante el período de 1776-81, no interrumpió las
relaciones comerciales de esa región con América Latina,
a pesar de que ambos combatían a un enemigo común:
Gran Bretaña. No obstante, el apoyo ofrecido por España
a los revolucionarios estadounidenses, éstos estaban
determinados a acabar con el monopolio comercial de
España en América.31

2. Estados Unidos: La independencia de América


Latina.
El comercio colonial entre Estados Unidos y
América Latina fue el origen del interés interamericanos.
Como dice Arthur Whitaker: “El papel desempeñado por
las relaciones comerciales fue de máxima importancia.
En verdad, en muchos casos éstas constituyeron el único
punto de contacto entre las dos Américas.”32 Luego de
la independencia de las trece colonias, se produjo una
sólida expansión comercial a partir de 1783, e inspiró a
la nueva república a tomar un vivo interés en la lucha
revolucionaria de las colonias españolas.
3. Estados Unidos y Haití
La primera república latinoamericana con la cual
Estados Unidos llegó a estar vinculada fue Haití. A pesar
de las restricciones francesas, Nueva Inglaterra mantuvo
un lucrativo comercio con Haití, en el transcurso del siglo

31LIUEWEN, EDWIN: U. S. Policy in Latinoamerica, pág. 4.


32
WHITAKER, ARTHUR: Estados Unidos y la independencia de América
Latina (1800-1830), pag. 2.
42
XVIII. Durante la guerra revolucionaria estadounidense,
Haití se convirtió en un importante trampolín para la
introducción de la asistencia militar de Francia hacia los
revolucionarios de ese país.
En 1779, Francia envió una expedición naval hacia
el nuevo mundo para ayudar a los insurrectos en la región
de Savannah y, en esa batalla, participó la Legión
Fontages, una unidad de 545 voluntarios negros y
mulatos.33 Después de la independencia, Washington
amplió sus actividades comerciales con Haití, hasta el
punto que ese país importó más de la mitad de azúcar y
café de la nación caribeña.34 Al inicio de su lucha
revolucionaria, los haitianos no obtuvieron el apoyo de
Estados Unidos, pero como una consecuencia de ese
conflicto, esta nación sufrió drásticas pérdidas en su
comercio y recibió gran cantidad de refugiados, quienes
huían de la lucha revolucionaria en Haití.
El propio presidente Jefferson no simpatizó con la
lucha de los haitianos porque, según él, esa revolución
tendría graves consecuencias para el sur de su nación.35
Sin embargo, debido a los problemas que tuvo con
Francia en aguas internacionales, Washington firmó un
acuerdo comercial con las fuerzas separatistas y la
asistencia comenzó a llegar al líder de la revolución
haitiana, Toussaint de L’Overture. En 1804, bajo la
dirección de Jean Jacques Dessalines, Haití obtuvo la
independencia.36

33 PLUMER, GAYLE: Haití and the United States, pág. 3.


34 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 5
35 LANGLEY, LESTER: The United States in the Western Hemisphere,

pág. 29.
36 Para más información sobre la revolución haitiana, consultar a Branford

Burns, Historia de América. Una concisa historia interpretativa, págs.


85-86; Frank Moya Ponds, “La independencia de Haití y Santo Domingo.”
43
Durante los trece años de la lucha revolucionaria
haitiana, Estados Unidos le brindó algún tipo de apoyo,
motivada más por intereses comerciales que por afinidad
ideológica. Se puede decir que, como en esa nación,
tenían problemas de esclavitud dentro de sus fronteras,
no quisieron reconocer a la república negra, por temor a
que los negros estadounidenses imitasen a los haitianos.
El reconocimiento de la república de Haití, por el
gobierno de Washington, no se dio sino hasta 1862.37
4. Estados Unidos y América del Sur: primeros
contactos
Hasta casi al final del siglo XVIII el comercio de
América Latina lo monopolizaban España y Portugal. Sin
embargo, para 1778, España realizó algunos cambios en
su reglamentación del comercio colonial, mediante la
orden de libre comercio. Ello permitió la apertura de
nuevos puertos en España y en América; posibilitó, por
otra parte, el comercio indirecto entre las naciones
extranjeras y las colonias, a través de la metrópoli. Esta
forma indirecta, larga y tediosa, estimuló el contrabando
entre las colonias españolas y las naciones neutrales.
El 18 de noviembre de 1797, debido a un nuevo
conflicto bélico en el que se involucró España y, ante la
imposibilidad de abastecer a sus colonias con productos,
la corona española permitió que las potencias neutrales
estableciesen vínculos comerciales con sus dependencias
coloniales.
Estados Unidos se benefició con estas medidas,
debido a los lazos que ya tenía con regiones vecinas como

En Historia de América Latina. 5. La independencia y a Digna Castañeda


Fuertes, “La revolución haitiana. Legado y actualidad.”
37 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 5.

44
La Louisiana y Las Floridas, Cuba y Chile.38 Este hecho
permitió estrechar las relaciones entre Santo Domingo
(República Dominicana) y Estados Unidos. A través de
este puerto, lo hizo con los demás pueblos de América
Latina.
Entre 1789 y 1815, con motivo de la Revolución
Francesa y la invasión napoleónica a la península
Ibérica,39 España perdió el control de Latinoamérica.
Ante esa situación, el gobierno de Washington aprovechó
la oportunidad para aumentar sus relaciones comerciales
con la región.
Al principio recurrió al contrabando, pero después
de 1797, cuando en España pasó el período de la crisis
bélica, la nación norteamericana pudo realizar
«legalmente» sus operaciones comerciales con América
Latina. Ello fue posible gracias a que España permitió
que sus colonias comerciaran con los países neutrales,
como ya se había señalado.
Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos
comenzó a enviar agentes consulares a importantes
puertos latinoamericanos como el de La Habana, en
Cuba, La Guaira, en Venezuela y Santiago en Chile.40 En
1810, Washington envió el primer agente diplomático
hacia esa región. Hasta ese momento Estados Unidos
solo tenía cónsules en Río de Janeiro y en San Salvador
de Bahía; la situación era más crítica en América hispana

38 WHITAKER, ARTHUR PRESTON: Op. cit., pág. 4.


39 Para más información sobre la invasión de Napoleón Bonaparte a España,
consultar a Ricardo García Cárcel, El sueño de la nación indomable. El
mito de la guerra de la independencia, Madrid, 2008. Así mismo,
Madrid. La ciudad durante la guerra de la independencia. 1808, ahí
aparecen diversos artículos sobre Madrid al momento de la invasión
bonapartista.
40 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 6.

45
y, por ello, el presidente Madison comenzó a enviar a sus
agentes consulares a esta región.41 Durante ese período
Estados Unidos empleaba tres tipos de agentes en
América Latina: los especiales, de comercio y marinos y
cónsules.
Los del primer grupo eran designados para realizar
una misión específica, de corta duración. Ejemplo de
esos cónsules fueron el general James Wilkinson, quien
visitó La Habana, Baltimore y Nueva Orleans; el general
George Mathews y el coronel John Mckee quienes, en
1811, fueron autorizados a negociar el traspaso de La
Florida Occidental a Estados Unidos.
El segundo grupo de agentes de comercio y marinos,
eran idénticos al equipo que ese país había mantenido en
las colonias españolas —La Habana, Nueva Orleans y La
Guaira— durante la revolución estadounidense y, luego,
en el período que comienza con la tolerancia española del
comercio neutral en 1797. Uno de los primeros agentes
comerciales en llegar a América Latina fue Robert Smith,
hermano del comerciante de Baltimore, Samuel Smith.42
Al tercer grupo de agentes consulares en América Latina
pertenecía Joel Poinsett, quien fue nombrado cónsul
general en Buenos Aires, Chile y Perú.43
Debido a que el interés de Estados Unidos hacia
América Latina fue puramente comercial, su política
exterior hacia la región fue diseñada por los comerciantes
de Nueva Inglaterra en vez del Departamento de Estado.

41 WHITAKER, ARTHUR PRESTON: Op. cit., pág. 48.


42 Ibid, pág. 50.
43 Ibidem.

46
5. Primeros contactos político-comerciales durante la
primera mitad del siglo XIX.
La invasión napoleónica a la península Ibérica, en
1807-08 alteró la vida política, tanto en España y
Portugal, como en sus colonias. El vacío de poder que se
produjo en España y en América hispana; el rompimiento
de los lazos comerciales con Europa continental, el
movimiento independentista que se promovió en
Latinoamérica en aras de la libertad y de la
autodeterminación, condujo a cambios de actitud en el
gobierno de Estados Unidos en sus relaciones con esta
subregión del continente. Inicialmente ese país había
adoptado la política de la neutralidad debido a que no
deseaba inmiscuirse en los problemas europeos y porque
no aspiraba antagonizar con España, de quien anhelaba
comprar Las Floridas y Cuba.
Luego que empezó la lucha por la independencia
hispanoamericana, el gobierno estadounidense envió
agentes consulares y observadores oficiosos a las
principales ciudades de la región. Ellos fueron remitidos
no sólo para velar por los intereses económicos de
Estados Unidos, sino para demostrarles a los líderes
latinoamericanos que simpatizaba con la causa de ellos.
Por ejemplo, Joel Poinsett, fue destacado a Chile para que
le suministrara los nombres de empresas manufactureras
de donde los chilenos podrían obtener armamento.
Cuando los agentes latinoamericanos llegaban a
Estados Unidos, la administración del mandatario James
Madison no interfirió con la compra y envío de armas
hacia Sudamérica; ciudadanos norteamericanos en la
región de La Plata ayudaron a José Artigas en su lucha
por la independencia de Uruguay; en agosto de 1812, una

47
expedición mexicana se organizó en Estados Unidos para
combatir en México.44
Durante la lucha por la independencia de
Latinoamérica, Estados Unidos estableció uno de sus
principios, que sería clave en sus relaciones con América
Latina: la resolución de no transferencia, aprobada por el
congreso, en enero de 1811. La misma fue emitida,
porque temía que España transfiriera las floridas a Gran
Bretaña, territorios que los líderes de la nación deseaban
incorporar a la Unión Americana.
A partir del momento en el que el congreso aprobó
esa resolución, los estadounidenses se han opuesto
sistemática y permanentemente a la transferencia de
cualquier territorio del hemisferio occidental a una
nación europea.45
6. La independencia latinoamericana y Estados
Unidos
Durante la guerra de independencia
hispanoamericana, Estados Unidos tuvo que enfrentar a
Gran Bretaña por zonas de influencia en la región.
Ambos países coincidían en cuanto a intereses que
defender; los dos eran oficialmente neutrales, pero
ofrecieron armamentos a los rebeldes y ambos deseaban
la independencia hispanoamericana para ampliar sus
relaciones comerciales con la región. Los británicos
aspiraban a que España les abriera sus mercados
coloniales para obtener recursos económicos y enfrentar
exitosamente a Napoleón y expulsarlo de España;
mientras que Estados Unidos también ansiaba la
independencia de la región para extender su comercio
con las nuevas repúblicas.

44 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 7.


45 Ibid, págs. 7-8.
48
Estos hechos condujeron a un enfrentamiento entre
ambas naciones anglo-sajonas pero, el mismo fue,
fundamentalmente por el dominio de los mercados
latinoamericanos46; Gran Bretaña, con una marina
mercante mucho más desarrollada, exigía derechos
comerciales preferenciales en Brasil, en La Plata y en
Venezuela, durante el período 1810-1811.
Durante la guerra de 1812-13, entre Gran Bretaña y
Estados Unidos, la primera tomó ventajas comerciales en
América Latina. Luego de finalizado el conflicto, en
1814, esta última tuvo que esperar dos años para
restablecer sus relaciones comerciales con América
Latina, debido a los esfuerzos de España por reconquistar
sus territorios.47
Al evaluar la política exterior estadounidense hacia
Latinoamérica, en el período crítico de 1815-1821, debe
tenerse en cuenta que ellos siempre tuvieron en mente la
adquisición de Las Floridas y ello impidió que apoyaran
a los independentistas hispanoamericanos abiertamente
por temor a disgustar a España.
Luego de las guerras napoleónicas, Estados Unidos
estaba decidido a comprar las mencionadas regiones,
pero España rechazó la venta, mientras que Washington
continuase apoyando a los rebeldes hispanoamericanos.
Los Estados Unidos, de forma oficial, desarrollaron una
política de neutralidad, que permitió a los buques
rebeldes encontrar refugio en sus puertos.48
Los armadores de barcos de Baltimore vendieron
buques a los rebeldes; Nueva Orleans fue utilizada como

46 RIPPY, J. FRED: La rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña


por América Latina (1808-1830) págs. 3-4.
47 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 8.
48 LANGLEY, LESTER: Op. cit., pág. 42.

49
trampolín para atacar a las embarcaciones españolas en
el Caribe y, la isla de Galveston fue utilizada como base,
en 1817, en un intento de algunos revolucionarios para
invadir a la Nueva España.49
El gobierno español protestó ante el estadounidense
por esa neutralidad mal entendida, por lo que Washington
endureció sus leyes de neutralidad por un tiempo, entre
1817-18. Específicamente se prohibió la venta de buques
armados a los rebeldes y se tomaron acciones drásticas
contra los piratas y corsarios. Además, Estados Unidos
detuvo el envío de agentes diplomáticos hacia las
regiones insurgentes.50
Las noticias sobre los éxitos de José de San Martín
en Argentina y Chile, al igual que los de Simón Bolívar
en el valle del Orinoco, provocaron que la prensa y la
opinión pública estadounidenses exigiesen el
reconocimiento de las nuevas repúblicas. En 1818, Henry
Clay introdujo una resolución que llamaba a la
aceptación de las nuevas naciones, pero su propuesta fue
derrotada en la Cámara de Representantes en una
proporción de dos a uno.
La proposición estaba en contradicción con los
planes de la administración del presidente James
Monroe, quien aspiraba a obtener Las Floridas de manos
de España. A pesar de ello, el presidente envió una
delegación a Latinoamérica, para estudiar la posibilidad
del reconocimiento de esas naciones. Según Liuewen, los
líderes hispanoamericanos no pudieron entender que,
para Estados Unidos, era mucho más importante la
obtención de Las Floridas que el reconocimiento y apoyo
a su causa independentista.

49 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 9.


50 Ibídem.
50
Una vez que Washington obtuvo lo que deseaba,
mediante la firma y ratificación del tratado Adams-Onís
de 1819 por parte de España, reconoció a las nuevas
repúblicas americanas. El acuerdo lo sancionó España en
1821.51 El 19 de junio de 1822, el presidente Monroe
recibió a Manuel Torres, encargado de los asuntos
exteriores de la Gran Colombia. Luego estableció
relaciones diplomáticas con México y la región de La
Plata.
El historiador Arthur P. Whitaker sostiene que el
reconocimiento de las jóvenes repúblicas por parte de
Estados Unidos estuvo sujeto a dos factores: primero, a
la situación imperante en la América española en aquel
momento; segundo, a la actitud de Europa.52 Cuando ese
país se convenció que la lucha por la independencia en
Hispanoamérica era irreversible, reconoció a las nuevas
naciones.
Para 1816, las exportaciones de Estados Unidos
hacia América Latina eran de 6.7 millones de dólares y,
ya para 1821, totalizaban alrededor de 8 millones, a pesar
de la crisis económica de 1819. Mientras tanto,
Latinoamérica recibía casi el 13% de las exportaciones
estadounidenses y, de ahí el interés del gobierno de
conservar esas relaciones comerciales con esta región.53

51 LANGLEY, LESTER: Op. cit., págs. 44-46.


52 WHITAKER, ARTHUR PRESTON: Op. cit., pág. 204.
53 LAFABER, WALTER: Op. cit, pág. 81.

51
CAPÍTULO V
LA DOCTRINA MONROE PRINCIPIOS,
PROPÓSITOS Y EVOLUCIÓN

Para las dos primeras décadas del siglo XIX, el


continente americano se encontraba en plena
efervescencia revolucionaria. Cada una de las colonias
latinoamericanas estaba obteniendo y consolidando su
independencia política y el imperio español se batía en
retirada.
En Europa, el imperio napoleónico, que había tenido
un extraordinario éxito, luego de 1815, había llegado a su
fin. Sin embargo, el régimen monárquico que había
resurgido en Europa, después de la era napoleónica,
amenazaba con poner en peligro la existencia de las
jóvenes repúblicas latinoamericanas.
La posibilidad que ofrecía el continente americano
de brindar materias primas y de convertirse en un
excelente mercado para los productos manufacturados de
los países industrializados, hizo de la región un lugar
codiciado por las grandes potencias de esa época.
La Rusia imperial tenía intereses comerciales en las
costas del noroeste de América del Norte. Gran Bretaña
aspiraba a expandirse territorialmente en la misma zona.
América del Sur era apetecida para adquirir nuevos
territorios, obtener mercados para sus productos y
materias primas para sus industrias.
Es dentro de este marco histórico que el gobierno de
Estados Unidos dio a conocer la declaración del
presidente James Monroe, el 2 de diciembre de 1823 ante
52
el congreso. El mensaje presidencial contenía tres
enunciados fundamentales que, posteriormente,
constituyeron la denominada Doctrina Monroe.54
Esos tres principios son: la no colonización, las dos
esferas de influencia y la no intervención de los europeos
en América Latina.55 Este capítulo tiene como objetivo
explicar los orígenes de la Doctrina Monroe, sus
propósitos y la evolución de la misma, sobre todo, a partir
de la década del cuarenta del siglo XIX y a comienzos
del XX.
1. Los orígenes de la Doctrina Monroe
La declaración del presidente James Monroe es la
cristalización de un sentimiento que venía incubándose
en la mente de muchos estadounidenses desde muchos
años antes y que algunos historiadores asocian con el
panfleto del Common Sense, de Thomas Paine de 1776.
Es decir, que la declaración de 1823 no fue el resultado
de una decisión de un solo equipo de hombres, ni de una
época determinada, sino el resultado de una política
exterior que buscaba los mejores intereses para la nación.

54 Según Robert G. Cleland, la Doctrina Monroe recogió dos principios que


estaban firmemente establecidos en la mente de los norteamericanos y que
les sirvieron de marco a esta declaración. El primero decía que Estados
Unidos debía mantenerse alejado de los problemas de Europa y, el segundo,
se refería al derecho de Estados Unidos de intervenir para impedir el traspaso
de cualquier territorio americano a un país europeo, si ello ponía en peligro
los intereses de Estados Unidos. [CLELAND, ROBERT: One Hundred
Years of the Monroe Doctrine, págs. 27-28].
55 Hay autores, como Harold Molineu, quien sostienen que la Doctrina

Monroe tiene cuatro principios fundamentales: 1. No más colonización de


las Américas por potencias europeas; 2. No transferencia de territorios de
una nación europea a otra potencia extracontinental; 3. La no intervención
europea en los asuntos del nuevo mundo; y, 4. La no intervención de Estados
Unidos en los problemas de Europa. [MOLINEU, HAROLD: U. S. Policy
Toward Latin America, pág. 169].
53
1.1 La no colonización

Este principio parece ser obra del Secretario de


Estado John Quincy Adams. Él había comenzado a
trabajar en esta idea mucho antes de 1823, en donde dejó
sentir su interés de excluir a los países europeos de todo
el continente americano.
Cuando se negoció el tratado Adams-Onís con
España, en febrero de 1819, el secretario de estado sintió
satisfacción por la forma en la que Estados Unidos había
extendido sus territorios mediante la renuncia, por parte
de España, a todos sus derechos al norte de los 42 grados
de latitud en la disputada región noroccidental de
América del Norte.
En una reunión del gabinete de Monroe en el mes de
noviembre del mismo año, Adams declaró que el mundo
debía familiarizarse con la idea de considerar como de
dominio de Estados Unidos, el continente de América del
Norte. En otras palabras, el secretario de Estado estaba
ya insinuando lo que posteriormente Estados Unidos iba
a lograr: ampliar sus territorios en Norteamérica hasta
llegar a las costas del océano Pacífico. Esos objetivos los
lograría durante la “era del Destino Manifiesto” como se
verá más adelante.
En conversación con el ministro británico en Estados
Unidos, Stradford Canning sobre el derecho a utilizar el
río Columbia, el secretario de Estado le dijo:

“Nosotros suponíamos, ciertamente, que el


gobierno británico había llegado a la conclusión que
no sería prudente ni útil armarnos pleitos con
respecto a un territorio de este continente

54
americano... Conserven ustedes lo que es suyo, pero
dejen el resto de este continente para nosotros.”56

En esa disputada región de la parte oeste de la


América del Norte, había una lucha entre ciudadanos
británicos y estadounidenses por la rica región de
Oregón. En ese momento, tanto la Gran Bretaña como
Estados Unidos discutían sobre los derechos de cada uno
en esa región. Por eso el secretario de estado advertía al
ministro Canning que deberían llegar a un acuerdo sobre
esa disputada región. Ello se logró mediante el tratado
Adams-Onís con España que fijaba los límites de Estados
Unidos y España en esa región, como puede observarse
en el siguiente mapa.

Mapa n°3: Tratado Adams-Onís, 1819, fijó los límites entre el entonces
Virreinato de Nueva España y Estados Unidos. Se firmó en 1819 y se ratificó
en 1821. La frontera se fijó más allá del río Sabina y Arkansas, hasta el
paralelo 42° norte. En el mismo España cedió Oregón y Las Floridas, este y
oeste.

En septiembre de 1821, el peligro de la colonización


europea en América había tocado a las puertas de la
56 PERKINS, DEXTER: Historia de la Doctrina Monroe, pág. 34.
55
nación estadounidense. Para esa fecha, el zar Alejandro
I, por insistencia de una corporación llamada Russian–
American Company, había dictado un decreto imperial
que confería a esa empresa derechos exclusivos para el
comercio hasta la línea de los 51 grados y prohibía a
todos los barcos extranjeros acercarse a menos de cien
millas italianas de la costa, bajo pena de confiscación.57
Esa zona de exclusión comprendía desde las islas
Aleutianas hasta la costa este de Siberia, las islas Kuriles,
la isla Urup hasta los 45° de latitud norte. La medida
dictada por el zar excluyó a Estados Unidos de sus
pretensiones en la región noroeste de Norteamérica, que
el secretario Adams había obtenido de manos de España,
por medio del tratado Adams-Onís de 1819.58
Los dos países anglosajones protestaron por esas
medidas restrictivas. Las instrucciones del zar disponían
que ningún barco que partiera de puertos europeos
después del 1° de marzo y de puertos estadounidenses
después del 1° de julio podía alegar ignorancia del
mencionado decreto.59 El gobierno de Washington y los

57 El origen del acuerdo del 16 de septiembre de 1821 hay que buscarlo en


el de 3 de agosto de 1798 en la ciudad de Irkusk. Allí las compañías
Shelikok-Golikov, la Mylnikov y otras dos compañías se unieron y
formaron la United American Company para establecer una relación
comercial entre Alaska y Asia. Luego el zar le cambió el nombre a la
empresa por el de Russian American Company y le extendió su
jurisdicción hasta los 55 grados de latitud norte. En, NICHOLS, IRBY C.,
“The Russian Ukase and the Monroe Doctrine: A Re-evaluación....” En
Pacific Historial Review. Febrero de 1967, vol. XXXVI. N° 1, p. 14).
58 Los intereses de Rusia en la costa noroeste de Norteamérica se remontan

al segundo cuarto del siglo XVIII cuando el navegante danés Vitus Behring
y el ruso Aleksei Chirikov descubrieron el Estrecho de Behring en 1727.
59 En julio de 1822, el zar solicitó a los dos países anglosajones negociar un

tratado para levantar el embargo. El decreto había traído pérdidas a la


Compañía, ruina a los accionistas y descontento entre los indígenas
(NICHOLS, IRBY C., Op. Cit., pág. 25).
56
comerciantes de ese país instalados en esa región
desafiaron la orden imperial y esos fronterizos
continuaron ejerciendo sus actividades mercantiles en la
zona.
Para 1823, cuando el barón de Tuyll, en reunión con
Adams, le comunicó que el gobierno ruso no recibiría a
ningún funcionario de los recién independizados países
latinoamericanos, el Secretario de Estado aprovechó la
oportunidad para informar al agente diplomático ruso que
“(…) nosotros deberíamos impugnar el derecho de Rusia
a todo establecimiento territorial en este continente y
asumir claramente el principio de que los continentes
americanos ya no están expuestos a nuevos
establecimientos coloniales europeos de ninguna
clase.”60
Cinco días más tarde, expuso las mismas ideas en un
despacho al ministro de Estados Unidos en Londres,
Richard Rush. Según Perkins, era natural que Adams
comunicara a Rush sus preocupaciones y lo que él
(Adams) pensaba sobre los planes de Rusia de anexarse
la costa noroeste de Norteamérica porque Gran Bretaña
también se oponía a la política de la Rusia imperial. Si
Rush tenía que entrevistarse con los británicos para
hablar sobre la no colonización, ya conocería la opinión
que el secretario de Estado tenía sobre este delicado
tema.61
En diciembre de 1823, cuando Adams redactó su
bosquejo de la política exterior, empleó los mismos
términos que había usado en sus conversaciones con el
barón de Tuyll. Esas mismas ideas fueron aceptadas e

60 PERKINS, DEXTER: Op.cit., pág. 35.


61 PATERSON, THOMAS: Op. cit., pág. 171.
57
incorporadas por el presidente Monroe en su mensaje a la
nación, el 2 de diciembre de 1823. Ese principio dice:

“En las discusiones a que han dado origen este


interés y en los arreglos mediante los cuales pueden
terminar, se ha juzgado apropiada la ocasión para
afirmar como un principio en el que están
implicados los derechos e intereses de Estados
Unidos, que los continentes americanos, por la
condición libre e independiente que han asumido y
mantienen no deben ser considerados en adelante
como sujetos a la futura colonización por ninguna
de las potencias europeas.”62

Para muchos historiadores ha sido un enigma el


poder precisar contra quién iba dirigido el principio de la
no colonización.63 El propio Adams, en carta dirigida a
Richard Rush, fechada el 17 de septiembre de 1831 le
dice que ese postulado iba dirigido no solo contra Rusia,
sino también contra Gran Bretaña. En ella, Adams
sostiene que él esperaba que, dadas las buenas relaciones
ruso-estadounidenses, el zar aceptase el postulado de la
no colonización. En cuanto a la metrópoli, sabía que sería
difícil, según le comunica en la carta a su amigo Rush.64

62 PERKINS, DEXTER: Op. cit., pág. 322.


63 Cleland afirma que el propósito del mensaje de Monroe fue salvaguardar
la independencia de los países latinoamericanos y proteger los intereses
estadounidenses. Federico Gil, mientras tanto, afirma que la declaración fue
hecha en contra de los intereses expansionistas de algunos países europeos.
64 Cuando en enero de 1824, George Canning recibió la declaración de

Monroe, comunicó a Rush que Gran Bretaña rechazaba la presunción de


Estados Unidos de que ese país no permitiría nuevas colonizaciones
europeas en el nuevo mundo. Como represalia a esa declaración, Canning
retiró a su país de las negociaciones angloamericanas que se llevaban a cabo
con Rusia sobre la declaración del zar del 16 de septiembre de 1821.
(CRAPOL, EDWARD: “Notes and Documents”, pág. 417).
58
1.2 Las dos esferas de Influencia

Si bien la cláusula de la no colonización fue


importante en el mensaje del mandatario Monroe, los
párrafos referentes a la actitud de las potencias europeas
con respecto a los países latinoamericanos recién
liberados, fue lo que más llamó la atención a los
gobernantes europeos. En esa parte se hace referencia a
las dos esferas de influencia, a la separación de América
con respecto a Europa. Se trata de una tesis aislacionista
de gran importancia, tanto para los estadounidenses,
como para los europeos.65
Esa concepción aislacionista hunde sus raíces en
la época colonial, cuando todavía las trece colonias eran
parte del imperio británico. Esa idea puede ubicársele en
el tratado anglo-francés de Whitehall de 1686. Ese
convenio decía que una guerra entre las colonias
ubicadas en el América no llevaría automáticamente a
hostilidades en Europa y que, a la inversa, conflictos
armados europeos no conducirían de inmediato a
enfrentamientos bélicos en las Américas.66
Ese concepto aislacionista, según algunos
historiadores, también puede encontrarse en el discurso
de despedida del presidente George Washington del 17
de septiembre de 1796. En ese documento el mandatario
había dicho que Europa tenía intereses particulares que
nada tenían que ver con Estados Unidos; que los países
europeos estaban en permanentes disputas, muchas de las

65 Federico Gil afirma que la idea de la declaración de Monroe fue hacer una
completa separación política entre el nuevo y el viejo mundo. (GIL,
FEDERICO, Latin American-United States Relations, pág. 64.
66 LEOPOLD, RICHARD, The Growth of American Foreign Policy, pág.

42.
59
cuales eran extrañas a los intereses norteamericanos.
Según Richard Leopold, en ese discurso, Washington
nunca utilizó la palabra aislacionismo, sino que él
aconsejaba mantener una política exterior independiente,
tal como se explicó en el primer capítulo.
Durante la Revolución Francesa y las guerras
napoleónicas, la política de varias administraciones
estadounidenses fue la de permanecer neutrales todo lo
posible y evitar involucrarse en los conflictos europeos.
Con ese fin, el presidente Thomas Jefferson impuso un
embargo comercial internacional en 1807, e incluso,
durante la guerra de 1812, entre Estados Unidos y Gran
Bretaña, Washington no estuvo preocupado por los
problemas de Europa. Por el contrario, ese país intentó
expulsar a los británicos de Canadá y a España de las
Floridas, en un esfuerzo por separar a las naciones del
viejo de las del nuevo mundo.67
En la década del veinte del siglo XIX, surgieron
nuevamente estos criterios aislacionistas. En esos
momentos, el secretario Adams sostenía que los sistemas
políticos de Europa y América eran distintos y, por ello,
deberían permanecer separados. El 24 de octubre de
1823, el expresidente Jefferson, en respuesta a la consulta
de Monroe sobre la propuesta de Canning a Rush, le dijo
que las américas del norte y del sur tenían intereses
distintos de los de Europa.68
Esos principios aislacionistas los recogió el
presidente Monroe en su mensaje del 2 de diciembre de
1823, cuando en parte de su discurso señaló:

67 LIUEWEN, EDWIN Op. cit., pág. 11.


68 En agosto de 1823, el canciller británico, George Canning presentó una
propuesta al ministro norteamericano en Londres, Richard Rush para que
firmaran una declaración conjunta el 20 de agosto de 1823.
60
“Los ciudadanos de los Estados Unidos abrigan los
sentimientos más amistosos a favor de la libertad y
la felicidad de sus semejantes de ese lado del
Atlántico. En las guerras de las potencias europeas
por cuestiones relacionadas con ellas mismas nunca
hemos tomado parte alguna, ni está de acuerdo con
nuestra política hacerlo. Solo cuando nuestros
derechos son invadidos o seriamente amenazados,
nos agravian los perjuicios, hacemos preparativos
para nuestra defensa. Con los movimientos de este
hemisferio tenemos necesariamente una relación
más inmediata y por causas que deben ser obvias
para todos los observadores cultos e imparciales.
El sistema político de las potencias aliadas es
esencialmente diferente a este respecto del de
América.”69

En ese párrafo aparece esbozado el principio de las


dos esferas de influencia o lo que es lo mismo, el
principio aislacionista que venían esgrimiendo los
estadounidenses desde la época colonial y que
compartían algunos dirigentes de la nación frente a
Europa.
1.3 La no intervención

Además de los principios de la no colonización y de


las dos esferas de influencia, la Doctrina Monroe
contiene el principio de la no intervención. Luego de las
guerras napoleónicas, las monarquías europeas, que
habían sobrevivido a las amenazas de Napoleón, querían
establecer un sistema monárquico en el mundo. Luego de
su triunfo, los miembros de la Santa Alianza (Rusia,

69 PERKINS, DEXTER: Op. cit., págs. 322-23.


61
Prusia y Austria), estaban decididos a reprimir cualquier
intento de revolución y acabar con todo tipo de gobierno
liberal.70 Ellos ayudaron a reprimir la insurrección
popular en Nápoles y Piamonte en 1820. Luego
encomendaron al gobierno de Francia para que invadiera
a España y destruyera a la oposición liberal.
A raíz de la invasión francesa a España, el presidente
Monroe escribió una carta al exmandatario Jefferson en
donde le decía:

“Nuestra relación con Europa es casi la misma que


era al comienzo de la Revolución Francesa.
¿Podemos, en alguna forma, adoptar una actitud
más audaz con respecto a ella, a favor de la libertad,
que la que teníamos entonces? ¿Podemos
proporcionar una ayuda mejor a esa causa
asumiendo tal ejemplo?”71

Es decir, que había preocupación en la


administración Monroe por lo que ocurría en Europa. Sin
embargo, Estados Unidos no tenía la intención de
intervenir en esos conflictos, por lo que esperaba que las
potencias europeas se abstuvieran de hacerlo en el
continente americano. En cuanto a Gran Bretaña, este
país había dado pruebas que no quería una invasión de
Europa a América del Sur.
En Aix-la-Chapelle y en el congreso de Verona los
británicos habían manifestado claramente que no

70 Se rumoraba que Francia podría adquirir la isla de Cuba en compensación


por el apoyo que pudiese brindar a Fernando VII para que recuperara sus
colonias perdidas. Sin embargo, ya sabemos que los peligros de esa invasión
se habían disipado desde 1818, cuando los británicos se opusieron a una
intervención armada en América.
71 PERKINS, DEXTER: Op. cit., pág. 38.

62
permitirían una injerencia europea en los problemas
internos del nuevo mundo.72 Sin embargo, el canciller
Canning sospechaba que Estados Unidos intentaría tomar
nuevos territorios en América y expandir sus dominios.
Por ello, a partir del 16 de agosto de 1823, Canning
inició una ronda de conversaciones con el ministro
norteamericano en Londres, Rush, y para el 20 del mismo
mes, le propuso la firma de una declaración conjunta que
decía lo siguiente:

“a. Nosotros consideramos imposible para España


la reconquista de sus colonias. b. Nosotros
consideramos que el reconocimiento de las mismas
como Estados independientes es cuestión de tiempo
y de circunstancias. c. No obstante, nosotros no
estamos dispuestos en manera alguna a crear ningún
obstáculo para que dichas colonias y España lleguen
a un arreglo por medio de amistosas negociaciones.
ch. Nosotros no abrigamos intención de
posesionarnos de ninguna parte de ellas. d. Nosotros
no podemos ver con indiferencia la cesión de alguna
parte de ellas a cualquiera otra potencia.”73

El canciller británico pretendía que el ministro Rush


le contestara rápidamente, pero este envió la mencionada
declaración a su gobierno en Washington para esperar
instrucciones. Cuando el presidente Monroe recibió el
documento, decidió consultar con los exgobernantes
Jefferson y Madison. El primero de ellos, entre otros
criterios señaló que la primera máxima de Estados
72 En la reunión de Aix-la-Chapelle, ante la insistencia de Rusia de apoyar
a España para que recuperara sus posesiones en América, el canciller inglés,
Lord Castlereagh sostuvo que Inglaterra se opondría a ello. En el congreso
de Verona la Gran Bretaña mantuvo esa misma posición.
73 GUERRA, RAMIRO: En el camino de la independencia, pág. 38.

63
Unidos sería la de no inmiscuirse en los asuntos de
Europa. La segunda sería la de nunca permitir la
intervención de Europa en los asuntos del continente
americano.74
Sin embargo, él estaba de acuerdo en que se firmara
la declaración conjunta con Gran Bretaña. El
expresidente Madison, por su parte, decía que se debería
exigir a los británicos que ayudasen a liberar a España y
a Turquía porque se trataba de una lucha universal entre
el liberalismo y el despotismo. Esa tesis de Madison fue
rechazada por el gabinete de Monroe por considerarla
una provocación.
Mientras el gabinete del presidente
estadounidense discutía la proposición de Canning, la
actitud asumida por la cancillería y el gobierno de la
Rusia imperial volvieron a revivir los antiguos problemas
entre el viejo y nuevo mundo.75 Según lo consigna el
propio secretario Adams, en su diario personal, la
comunicación que él había recibido del barón de Tuyll
sobre el no reconocimiento de la independencia de las
nuevas repúblicas latinoamericanas le daba la
oportunidad a Estados Unidos para hacer una
declaración, no solo contra la Santa Alianza, sino
también para declinar el ofrecimiento de Gran Bretaña.76
Según Adams, para Washington sería “(…) más sincero,

74 A pesar de que Jefferson era del criterio que Estados Unidos debería unirse
a Gran Bretaña en esa declaración, decía que antes había que hacerse la
siguiente pregunta: “¿Nosotros aspiramos a obtener para nuestra
Confederación una o más provincias españolas? Por mi parte —decía
Jefferson— confieso cándidamente que siempre he visto a Cuba como la
más interesante adquisición que algún día debe hacerse a nuestro país.”
75 El 16 de octubre de 1823, el Barón de Tuyll le informó al secretario Adams

que el zar no recibiría a ningún ministro o agente de Estados


latinoamericanos recién liberados.
76 PERKINS, DEXTER: Op. cit., pág. 42.

64
así como más digno, confesar explícitamente nuestros
principios a Rusia y a Francia, que navegar como una
barquilla a la zaga del buque de guerra británico.”77

Es dentro de este marco de discusiones que se


incluye el principio de la no intervención en el mensaje
del presidente Monroe al congreso, el 2 de diciembre de
1823. Ese principio dice:

“En las actuales colonias y dependencias de


cualquier potencia europea no nos hemos
inmiscuido y no nos inmiscuiremos. Pero con
respecto a los gobiernos que han declarado su
independencia y la han mantenido y cuya
independencia nosotros, basándonos en una gran
consideración y principios justos, hemos
reconocido, no podríamos ver cualquier
intervención con el propósito de oprimirlos, o de
controlar de cualquier otra manera su destino, por
cualquier potencia, como la manifestación de una
disposición inamistosa con respecto a los Estados
Unidos.”78

El mandatario Monroe, en ese mismo mensaje,


señaló que su gobierno no podía ver con indiferencia la
intervención de cualquier potencia europea en este
hemisferio, para negar la libertad a los pueblos que con
tanto sacrificio la habían obtenido.
2. Propósitos de la Doctrina Monroe
Los principios enunciados en el mensaje al congreso
norteamericano por el presidente Monroe, el 2 de

77 Ibid., pág. 44.


78 Ibid., pág. 324.
65
diciembre de 1823, tenían varios propósitos. En primer
lugar, el postulado de la no colonización buscaba frenar
los avances comerciales de la Rusia imperial en la costa
noroeste de Norteamérica.
En la mencionada región, la Russian-American
Company se había establecido desde el 8 de julio de 1799
y se dedicaba a explotar los recursos marinos de esa zona,
así como el comercio de pieles de animales con el Asia.
La presencia de esa compañía en las costas de California
preocupaba a los gobernantes estadounidenses, quienes
tenían interés en adquirir esos territorios de manos de
España.
Para el gobierno estadounidense no era
desconocido el hecho de que Rusia había vendido ocho
barcos de guerra a España y que existían rumores de que
estaba demandando concesiones territoriales en
California en pago por dichos barcos. También es
conocido que los rusos querían recibir derechos
comerciales exclusivos en diversos puertos de América
Latina, como Veracruz y La Habana.79
Los territorios y derechos comerciales que la
Rusia imperial reclamaba eran importantes para la
Russian-American Company porque estaba ampliando
sus mercados hacia los puertos de Perú y Chile, durante
79
En marzo de 1817 se habían adelantado conversaciones entre
representantes de Rusia y Fernando VII, el mal llamado «El
Deseado» para la adquisición de barcos de guerra a cambio de
territorios en California y derechos comerciales con La Habana,
Veracruz y puertos de Venezuela. Pero el 11 de agosto del mismo año se
firmó el acuerdo Tatishchev-Eguía por el cual Rusia vendía ocho barcos de
guerra a España. La corona española estuvo de acuerdo en pagar 13,600,000
rublos, más 400,000 libras esterlinas que Inglaterra le había prometido en
compensación por la eliminación de la trata de esclavos. (BARTLEY,
RUSSELL: Imperial Russia and the Struggle for Latin American-
Independence, 1808-1823, págs. 122-23).
66
los años de 1813-1815. Si los rusos continuaban
obteniendo más mercados en América, se convertirían en
una verdadera amenaza para los intereses comerciales
norteamericanos en la región.
Por otro lado, el secretario Adams creía que los
comerciantes de su país debían tener la oportunidad de
vender y comprar donde quisiesen y que la obligación del
gobierno era la de brindarles protección.
En segundo lugar, el postulado de la no colonización
estaba dirigido contra Gran Bretaña. Según Irby C.
Nichols Jr., si bien las relaciones entre Rusia y Estados
Unidos eran cordiales para la década del veinte del siglo
XIX, las de esta nación con su Gran Bretaña eran
conflictivas.
Los dos países anglosajones tenían disputas en
Oregón, Cuba, conflictos limítrofes entre Mine-New
Brunswick y reclamos sobre el derecho de pesca en alta
mar. También había diferencias sobre el cierre de los
puertos ingleses en las Antillas para los comerciantes
norteamericanos. Todos esos problemas conspiraban en
contra de las buenas relaciones entre los dos países.80
El problema limítrofe que tenía Estados Unidos en
Norteamérica era con Gran Bretaña y no con Rusia. El
Secretario de Estado temía a los británicos y no a los
rusos, porque sabía que estos no tenían ambiciones
territoriales en Norteamérica. Ellos solo se interesaban en
el comercio de pieles con Asia.
El historiador Nichols Jr. sostiene que la suposición
de que Adams y Monroe temían la expansión rusa en la
región noroeste de América del Norte es un mito. Ellos
sólo querían utilizar a Rusia como pretexto para contener

80 Nichols, IRBY C., Op. Cit., 1pág. 20.


67
a los británicos en los territorios de Oregón.81 Edward
Crapol en su artículo “Notes and Documents” afirma
que la declaración de Monroe fue dirigida contra Rusia y
Gran Bretaña, pero, principalmente, en contra de esta
última.
Por su parte, Cleland, al referirse a la declaración de
Monroe comenta que el mensaje presidencial, del 2 de
diciembre de 1823, tenía dos objetivos: primero,
salvaguardar la independencia de las repúblicas
latinoamericanas y, en segundo lugar, proteger los
intereses de su propio país. Según él, altruismo e interés
nacional se combinaron en esta declaración; sostiene,
además, que la presencia de los rusos en la región
noroeste de Norteamérica fue la mayor amenaza que
enfrentó Estados Unidos en aquel momento, cuando se
dio a conocer la declaración de Monroe.82
Por otro lado, Federico Gil afirma que la misma fue
una declaración hecha por Estados Unidos en contra de
la amenaza de algunos países europeos para extender su
influencia en el hemisferio occidental; concluye que fue
dirigida en contra de Rusia y de Gran Bretaña.83 El
secretario de Estado Adams condenaba al colonialismo
europeo, no sólo porque el mismo pretendía quitar
valiosos territorios a América, sino porque la presencia
de las potencias europeas cerraba las puertas al comercio
estadounidense, que ya para esa época se extendía hacia
el Pacífico, en América del Norte. Por eso el mensaje del
presidente Monroe fue claro en señalar que el continente
americano no debería ser considerado, en adelante, como

81Ibídem
82 CLELAND, ROBERT: Op. cit., pág. 32.
83 GIL, FEDERICO: Op. cit., pág. 64.
68
sujeto a futuras colonizaciones por ninguna de las
potencias europeas.
Estados Unidos no deseaba que las potencias
europeas -especialmente la Santa Alianza- interfirieran
en los problemas que se dieran en América. Para los
gobernantes estadounidenses estaba claro que las
dificultades que surgieran en Europa debían ser resueltas
en esa parte del mundo y, de igual forma, los conflictos
de América deberían solucionarlos los propios
americanos.84 Si los gobiernos de las potencias europeas
intervinieran en las disputas de América, pondrían en
peligro, no solo la independencia de las jóvenes
repúblicas, sino que acabarían con el sistema de gobierno
republicano que imperaba en el continente.
Para los gobernantes estadounidenses, si los
países hispanoamericanos eran absorbidos por el
absolutismo monárquico imperante en Europa, tarde o
temprano, ese sistema despótico acabaría con las
instituciones democráticas y republicanas que
prevalecían dentro de esa sociedad estadounidense. La
preocupación principal del gobierno de Estados Unidos
era que, si el sistema de gobierno dominante en Europa
triunfaba en América, pondría en peligro la seguridad
nacional de ese país. Por ello había que impedir que el
mismo llegara a América.
De ahí que el mensaje del presidente Monroe del 2
de diciembre dijese, “Solo cuando nuestros derechos son

84 En 1823 los griegos se rebelaron contra la opresión turca. En Estados


Unidos se dio un gran movimiento popular, sobre todo entre los estudiantes,
para apoyar a los griegos. Algunas ciudades tomaron nombres griegos como
Syracuse y Athens. El presidente Monroe quiso apoyar a los griegos, pero
fue prevenido por Adams, porque ello acabaría con la neutralidad de
Norteamérica. (LaFeber, pág. 82).
69
invadidos o seriamente amenazados, nos agravian los
perjuicios hacemos preparativos para nuestra defensa.”85
El gobernante afirmaba que el sistema político de
Europa había que descartarlo como modelo de gobierno
para el hemisferio occidental. El principio de la no
intervención es el que más se ha popularizado porque
diversos historiadores sostienen que fue el que salvó a los
países hispanoamericanos de caer en las garras de la
Santa Alianza.
Sin embargo, es importante señalar que al momento
en que la declaración de Monroe fue dada a conocer, ya
los países aliados europeos habían dado pruebas
concretas de que no tenían intenciones de recuperar para
España sus antiguas colonias. Por ejemplo, en mayo de
1823, el ministro de relaciones exteriores de Francia,
René de Chateaubrian, en respuesta al ministro
estadounidense en París, Albert Gallatin, dijo que,
“Francia no haría intento alguno, ni de manera alguna
intervendría en la cuestión americana.”86
Gran Bretaña ya había dicho, en Aix-la-Chapelle y
luego en el congreso de Verona, que ellos se opondrían a
cualquier intento de la Santa Alianza de ensayar una
invasión a América del Sur. En cuanto a los rusos, el zar
Alejandro I, desde esas mismas reuniones había desistido
de una intervención armada y decidido que los problemas
del continente americano debían ser resueltos por medios
pacíficos.87
A manera de conclusión, se puede decir que, al
momento en que se dio la declaración del presidente
estadounidense, había muchos intereses en juego y

85 PERKINS, DEXTER: Op. cit., págs. 322-23.


86 Ibid., pág. 44.
87 BARTLEY, RUSSELL: Op. cit., págs. 127- 130.

70
peligros potenciales en el ambiente. En primer lugar,
luego de la era napoleónica, había aparecido la Santa
Alianza y a muchos líderes latinoamericanos les
preocupaba la posibilidad de su intervención en
América.88
El historiador Cleland comenta que existían varias
razones que facilitaron la declaración de Monroe:
primero, la hostilidad de las monarquías europeas hacia
los regímenes republicanos de América y, en segundo
lugar, la presencia rusa en Oregón y el interés de Gran
Bretaña en tomar nuevos territorios en el nuevo mundo.89
El propio Adams tampoco creía en la posibilidad real
de que la Santa Alianza pudiese invadir América. Las
monarquías europeas no tenían ningún motivo para
restablecer los viejos privilegios económicos de España
en ella.90 ¿Por qué los rusos restaurarían, de nuevo, el
monopolio comercial español en el continente, cuando
ellos mantenían excelentes vínculos comerciales con
Brasil y el resto de Latinoamérica?
El secretario Adams pensaba que no había razón
para que los países europeos y gastaran sus reservas
económicas para complacer a España. El secretario de
estado decía, además, que “Tampoco creo que los
miembros de la Santa Alianza restablecerán el dominio
de España en el continente americano, más lo que creo es
que el ‘Chimborazo’ se hundirá bajo el océano.”91
Es posible que el presidente norteamericano sí
creyese en la amenaza de la Santa Alianza y de que ésta
estuviese pensando invadir el continente americano.

88 Consultar a ALEJANDRO ÁLVAREZ: The Monroe Doctrina, pág. 7.


89 CLELAND, ROBERT: Op. cit., pág. 22.
90 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., págs. 8 y 9.
91 PERKINS, DEXTER: Op. cit., págs. 322-23.

71
Pero, en realidad, esa posibilidad no existía para cuando
fue dada a conocer la declaración de Monroe. Si en
verdad hubiese habido una amenaza real contra el
hemisferio occidental, entonces ella hubiese sido una
doctrina defensiva y Estados Unidos se hubiera
convertido en el «paladín» de las repúblicas
latinoamericanas; pero ese no fue el caso. Para 1823 no
existía peligro alguno de una intervención aliada y por
ello la doctrina Monroe fue proclamada en contra de una
amenaza imaginaria.
El historiador ruso N. N. Bolkhovitinov sostiene que
el gobierno norteamericano conocía la situación
internacional y sabía perfectamente que los aliados
continentales de Europa no tomarían ninguna acción
agresiva que no contara con la aprobación de Gran
Bretaña y ésta ya había dicho que no consentiría una
intervención armada en América.
Las dos naciones anglosajonas, dice el mencionado
historiador, exageraron el mito de la amenaza de la Santa
Alianza para aparecer, ante las repúblicas
latinoamericanas, como sus defensores y extender así su
influencia en la región. La verdadera amenaza a
Latinoamérica no provenía de Europa, sino de su vecino
del Norte, concluye Bolkhovitinov.92
3. Evolución de la Doctrina Monroe
La declaración del presidente Monroe evolucionó
desde su aparición, de acuerdo con los intereses de
Estados Unidos. Por eso se coincide con Cleland, cuando
sostiene que nadie puede señalar dogmáticamente qué
contiene la dicha doctrina, ni cómo se deben aplicar sus
principios, dado que su contenido y la interpretación que

92 BARTLEY, RUSSELL: Op.cit., pág. 5


72
se le dé cambia con cada generación, pero su esencia
reside en la declaración presidencial del 2 de diciembre
de 1823.93
El historiador Gaston Nerval afirma que hay dos
clases diferentes de doctrina Monroe. Una es la original,
esa que el presidente Monroe dio a conocer ante el
Congreso de su país en 1823. La otra es la doctrina de sus
sucesores, quienes le han agregado corolarios, adiciones
y transformaciones, que aparecieron luego de ella.94
Norberto Barreta Velásquez, refiriéndose a un
libro escrito por Jay Sexton, titulado, “Empire and Nation
in Nineteeth Century America”, afirma que, según
Sexton, Monroe no creó una doctrina. Sus creadores
fueron aquéllos que, a lo largo del siglo XIX, debatieron
su significado, y la usaron para adelantar sus objetivos y
causas.
Sexton plantea que la Doctrina Monroe
evolucionó en relación o en respuesta a los cambios y
dinámicas de la política interna estadounidense así, como
también, al contexto geopolítico. Este proceso culminó a
principios del siglo XX con su transformación en una
pieza clave del imaginario de los dirigentes de Estados
Unidos.95
El presidente James K. Polk, amigo y discípulo
político de Andrew Jackson, dentro de la era del destino
manifiesto, puede considerársele responsable de haber
iniciado un nuevo periodo dentro de la Doctrina Monroe.
En su mensaje anual, ante el congreso, en diciembre de

93CLELAND, ROBERT: Op. cit., pág. 14.


94Consultar, NERVAL, GASTON, Autopsy of the Monroe Doctrine.
95BARRETAVELÁSQUEZ, NORBERTO Doctrina Monroe: imperio

Nación. (norbertobarreto.wordpress.com.2012/09/24/
doctrina-monroe-imperio-y-nacion.)
73
1845, señaló que el sistema de gobierno de América era
totalmente diferente al de Europa y, añadía, además, que
“(…) nosotros deberíamos mantener el principio de que
el pueblo de este continente tiene el derecho de decidir
sobre su propio destino.”96 Después de la guerra contra
México, de la anexión de California y Nuevo México,
afirmó que él creía en los postulados de la Doctrina
Monroe y se sintió orgulloso que, durante su
administración, fueran reivindicados.
Sin embargo, a pesar de todo el contenido de la
doctrina, esta tenía algunas ventanas por donde podían
escaparse algunos detalles y, uno de ellos, consistía en
¿Qué pasaría si una nación de este continente desease
traspasar territorios a una potencia de Europa? Los
postulados 1823 solo decían que ninguna potencia
europea podría ocupar nuevos territorios en América,
pero nada decía del hipotético traspaso de alguna nación
americana a otra extracontinental.
Ese fue el caso de la península de Yucatán,
cuando sus habitantes hablaron de la posibilidad de
solicitarle a la Gran Bretaña que los ayudara en su lucha
contra los mexicanos y que, si lo hacía, ellos
considerarían la posibilidad de reconocer a los británicos
como soberanos del territorio. En 1848 el presidente Polk
cerró esa ventana cuando dio su versión sobre la Doctrina
Monroe y sostuvo que ninguna nación americana podría
ceder territorios a potencias europeas. El historiador Gil
comenta que, Polk, al dar ese paso estaba fijando un
precedente para el corolario de Roosevelt de comienzos
del siglo XX.

96 CLELAND, ROBERT: Op. cit., pág. 54.


74
Sobre ese mismo tema, Dexter Perkins afirma que
la evolución de la Doctrina Monroe tuvo particular
importancia durante la administración de Theodoro
Roosevelt, pero sus raíces hay que buscarlas aún más
lejos, en el pasado; hay que hallarlas en 1848, cuando
Polk envió una petición al congreso para proteger a
Yucatán de la amenaza de los aborígenes de la región o
frente a los intentos de sus habitantes de ponerse bajo la
protección de cualquier otro país que los protegiera de la
amenaza indígena.
Después de que Estados Unidos se recuperara de
su guerra civil; cuando saturó sus mercados de productos
manufacturados y tuvo necesidad de vender en el
exterior, a la vez que necesitaba invertir dinero fuera de
sus fronteras, la declaración de Monroe se transformó en
una doctrina agresiva.
Este hecho estableció una nueva relación entre
Estados Unidos y América Latina. En efecto, sería
durante la administración de Theodoro Roosevelt cuando
la Doctrina Monroe adquirió mayor importancia. Ya para
ese período los estadounidenses habían ganado la guerra
Anglo-Hispana y habían convertido el Caribe su «mar
particular»; y, así mismo, iniciaron una serie de
intervenciones económicas, políticas y militares en la
región.
Durante el conflicto limítrofe entre Venezuela y
Gran Bretaña, la Doctrina Monroe tuvo la oportunidad de
mostrar su esencia y poder. En este episodio, algunas
potencias europeas, se mostraron anuentes a aceptar la
sugerencia de Estados Unidos de que se sometiera el
diferendo a un arbitraje internacional. En aquella
oportunidad las naciones europeas habían dejado saber
su intención de bloquear los puertos venezolanos para
75
exigir el pago de las deudas de este país.97 Esta
preocupación del uso de la fuerza para el cobro de deudas
fue lo que llevó a Roosevelt a introducirle una importante
enmienda al contenido de la doctrina Monroe. Durante
los primeros años del siglo XX, en tres ocasiones
separadas, Roosevelt tuvo la oportunidad de referirse a la
extensión de los principios de la doctrina de 1823 y que
se conoce como «corolario de la Doctrina Monroe».
Primero, en su mensaje anual al congreso de la
Unión, el 6 de diciembre de 1904; después en su
alocución del 15 de febrero de 1905, cuando se firmó un
acuerdo entre Estados Unidos y la República Dominicana
y, anteriormente, en su mensaje a la nación del 5 de
diciembre de 1905.98 El corolario de Roosevelt quería
mantener abiertos los nuevos mercados para las
corporaciones transnacionales estadounidenses y, al
mismo tiempo, proteger los intereses de ese país en
muchas partes del mundo. Este corolario se conoce en
América Latina como «el gran garrote».
El mismo se puso en práctica en la región del
Gran Caribe a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Los pequeños países como Cuba, República Dominicana,
Haití, Nicaragua y Panamá sufrieron las intervenciones
estadounidenses para garantizar “estabilidad, democracia

97 Sobre el peligro de las intervenciones para cobrar deudas, Carlos Calvo,


un eminente publicista argentino, dijo que el cobro de deudas y los reclamos
privados no justificaban el uso de la fuerza ni las intervenciones militares
por parte de gobiernos extranjeros. En 1902, Luís Drago presentó una
protesta ante el gobierno de Estados Unidos por el interés de varias
administraciones de usar la fuerza para el cobro de deudas. Hoy día hay dos
doctrinas que llevan el nombre de estos dos latinoamericanos: la Doctrina
Calvo y la Doctrina Drago.
98 NORMAN, ALBERT: The Monroe Doctrine Extended. The Mutuality

Principle, pág. 16.


76
y para que esos países cumplieran con sus obligaciones”
según el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Mapa n°4: La región del Gran Caribe, lugar donde Estados Unidos puso en
práctica la política de las cañoneras y del gran garrote para llevar estabilidad,
democracia y el cumplimiento de las obligaciones internacionales, según
Estados Unidos.

Durante esos primeros años del siglo XX,


Washington tomó algunas islas estratégicas como Puerto
Rico, Filipinas, Hawai y estaba construyendo el Canal de
Panamá. Se puede decir que el hecho de que los
principios de la Doctrina Monroe todavía continúen
vigentes se debe a que la misma ha sido capaz de
adecuarse a las nuevas situaciones que experimenta el
mundo, a pesar de las recientes declaraciones del
exsecretario de Estado, John Kerry, quien afirmó que la
Doctrina Monroe ya ha cumplido su misión histórica.
También se debe a la habilidad de los políticos
estadounidenses para adaptarla a las nuevas situaciones y

77
cuando eso no funciona, ese país utiliza la fuerza para
mantener su hegemonía y defender sus intereses; todo
ello, en nombre de la Doctrina Monroe. El corolario,
añadido por Theodoro Roosevelt, en 1904, le permitió a
Estados Unidos convertirse en el policía internacional e
inició una serie de intervenciones en la región del Gran
Caribe.
La declaración de 1823 fue la obra tanto del
secretario de estado Adams como del mandatario
Monroe, con la colaboración de otros miembros de su
gabinete. También se puede señalar que la misma no fue
el producto de un equipo de hombres en un solo
momento, sino que se tradujo en la culminación del
desarrollo de un pensamiento expansionista y
aislacionista que pervivía dentro del pueblo
norteamericano como una fuerza irresistible que ya
estaba generalizada en la nación estadounidense por los
líderes de ese país.

78
CAPÍTULO VI
EL DESTINO MANIFIESTO Y LA EXPANSIÓN
TERRRITORIAL DE ESTADOS UNIDOS

Los primeros años de vida independiente de la joven


república estadounidense se caracterizaron por los
esfuerzos diplomáticos para consolidar la independencia.
Luego, los que van de 1825 a 1861 se distinguieron por
la expansión territorial. La adquisición de nuevos
territorios no es exclusiva de este período.
En la época colonial, Gran Bretaña intentó ampliar
sus territorios a expensas de Francia y de España.
Durante la lucha independentista, las trece colonias
trataron de anexarse Canadá. Entre 1783 y 1825,
aumentó sus dominios de 869,735 millas cuadradas a
1,763,215 por medio de la compra de La Louisiana a
Francia en 1803; de la ocupación de la Florida Occidental
hasta llegar al río Perdido, entre los años de 1810 a 1813
y por medio de la adquisición del resto de la Florida
Oriental a través de un tratado con España, del 22 de
febrero de 1819.99
Sin embargo, será la década de los cuarenta del siglo
XIX la testigo de la ola expansionista que se produjo en
Estados Unidos hacia el sur y oeste del continente y que
culminaría con la adquisición Texas, Oregón y
California. Esta marcha incontrolable estuvo inspirada en
la fe inquebrantable de que ellos estaban destinados a
cumplir una misión sagrada: llevar la civilización y el
progreso hacia los pueblos “incivilizados” y menos
desarrollados.

99 Cfr.: LEOPOLD, RICHARD, Op. cit. pág. 7.


79
En ese sentido, Leopold Richard afirma que Estados
Unidos:

“Tomando ventajas de la debilidad de sus vecinos,


entre 1825 y 1861 agregó otras 1,234,087 millas
cuadras por medio de la incorporación de Texas el
29 de diciembre de 1845, la adquisición de Oregón
a través de un acuerdo con Inglaterra el 15 de junio
de 1846, la toma de California y otros territorios del
sur, mediante el tratado Guadalupe-Hidalgo del 2 de
febrero de 1848 y por la compra de Gadsden el 30
de diciembre de 1853.”100
Por esta última región se construiría el ferrocarril
transcontinental. Según dicho autor, antes de 1825,
además de las ideas del Destino Manifiesto
prevalecientes en los habitantes de la Unión Americana,
había tres argumentos que impulsaban a los
estadounidenses a la conquista de nuevos territorios hacia
el sur y oeste. Esos tres criterios eran:
1). El territorio estadounidense tenía que ser rescatado.
Los conflictos limítrofes con Gran Bretaña y Francia
debían resolverse para impedir que Londres continuase
con su política de obstaculizar la marcha de los pioneros
hacia el oeste, mediante el establecimiento de un «estado
tapón» en el valle del Ohio. Al referirse al tema, Julius
Pratt sostiene que la presencia de los británicos en la
región y su apoyo a los indígenas fue una de las causas
de la guerra de 1812 entre las dos naciones
anglosajonas.101

100 Ibidem.
101 PATERSON, THOMAS: Op. cit., págs. 141-152.
80
2). Estados Unidos debería obtener grandes beneficios de
esas ricas regiones cultivables y con excelentes ríos
navegables.
3). Había que reforzar la seguridad del país; la expansión
debería debilitar la influencia europea, proveer mejores
fronteras defensivas, a la vez que eliminar el pillaje de
los indios.102
Con la posesión de Las Floridas y las costas del golfo
de México, Estados Unidos controlaría las bocas de los
ríos que desaguan en el Caribe y que eran vitales para los
norteamericanos y, de paso, se desmantelarían los
refugios de los esclavos que escapaban de las
plantaciones del sur.103 En la década del cuarenta,
algunos de esos argumentos ya habían desaparecido, pero
los beneficios económicos y las condiciones estratégicas
todavía persistían.
A medida que el país maduraba, los expansionistas
hablaron más en términos de determinismo geográfico,
superioridad racial y de extender los dominios de la
libertad y la democracia hacia otros pueblos. Esta visión
de ser una nación excepcional habría que buscarla en el
año de 1630 cuando el puritano inglés, John Winthrop
hablaba de que el Nuevo Mundo (la ciudad en la cima)
servía de modelo al Viejo Mundo.
La década que se comenta fue muy activa para los
norteamericanos. ¿Qué motivó ese dramático impulso
hacia la región occidental? ¿Acaso, la tradicional
ambición territorial? ¿Idealismo? ¿Interés comercial?

102 Consultar, “La adquisición de Las Floridas por Estados Unidos en 1819”.
En Revista Lotería n° 387, enero-febrero de 1992, de nuestra autoría LI.
Consultar también, LEOPOLD, RICHARD. Op. cit., pág. 7.
103 Ibidem, 7.

81
Las respuestas a estas interrogantes difieren según los
historiadores y autores que se consulten.
En esta parte de este trabajo se exponen algunas
ideas del periodista y editor John L. O’Sullivan,
considerado como el popularizador de la idea del Destino
Manifiesto. También se resalta la importancia de Oregón,
Texas y California para Estados Unidos y las causas de
la guerra contra México.
1. JOHN L. O’SULLIVAN Y EL DESTINO MANIFIESTO
John L. O’Sullivan es considerado como el
popularizador de la idea del “Destino Manifiesto”. El
señor O’Sullivan era un periodista y editor del periódico
Democratic Review y editor y propietario del New York
Morning News. Este articulista vaticinó un inmenso
futuro para el pueblo norteamericano quien, según él,
tenía una misión sagrada que cumplir. Esos criterios de
O’Sullivan fueron dados a conocer en su obra The Great
Nation of Futury —La Gran Nación del Futuro—
publicado en 1839 y, reeditado por el el New York
Morning News, en 1845, a raíz de la controversia con la
Gran Bretaña por el territorio de Oregón.
El término de Destino Manifiesto aparece por
primera vez en el artículo “Anexión” de O’Sullivan,
publicado en la revista Democratic Review de New York,
julio -agosto de 1845. En ese momento él decía que era
el manifiesto destino de su país extenderse por todo el
continente cumpliendo una misión asignada por la
providencia para imponer la libertad y el autogobierno.
En esta oportunidad se dio por el debate que había por la
anexión de Texas a la Unión Americana. La segunda vez
que aparece esa expresión fue el 27 de diciembre de
1845, en medio de la disputa que tenía Estados Unidos y
la Gran Bretaña por los territorios de Oregón.
82
El periodista O’Sullivan sostenía que el pueblo
estadounidense, siendo originario de muchas otras
naciones y dado que su declaración de independencia se
basaba en el principio de la igualdad humana,
demostraba, una vez más, su discrepancia y posición en
relación con todas las otras naciones. Ello demostraba, en
realidad, que Estados Unidos tenía poca conexión con el
pasado de ninguna de aquéllas y, mucho menos aún, con
sus glorias y/o crímenes. Por el contrario, el nacimiento
de ese país fue el inicio de una nueva historia de
formación y progreso; de un inédito sistema político que
lo separaba del pasado y lo conectaba sólo con el futuro;
con el desarrollo de los derechos naturales del hombre,
en moral, en política y en la vida nacional.
Por todo ello, los estadounidenses asumían, secreta
e íntimamente quizá, que su país estaba destinado a ser la
gran nación del futuro, porque el fundamento en el que
se basaba su sistema y marcaba su destino era perfecto y
universal;104 en ello consistía su incomparable gloria, en
que carecían de registros de batallas campales sino solo,
en defensa de la humanidad y de las naciones oprimidas,
por el derecho a la libertad individual y a decidir. Los
anales de la historia norteamericana no describían
páginas de horribles matanzas, en las que los hombres
fueran conducidos por millares a matarse unos a otros,
engañados por y víctimas de emperadores, reyes, nobles
y otros demonios en forma humana, llamados héroes.105

104 PATERSON, THOMAS: Op. cit., pág. 184; Consultar, además, el tercer
capítulo de este escrito.
105 John L. O’Sullivan parece no recordar la matanza de que fueron víctimas

los indígenas, sobre todo aquéllos que lucharon con los británicos contra los
estadounidenses, en la guerra de independencia; algunos de esos pueblos,
como los cherokees, fueron arrancados de sus tierras y llevados a lugares
fríos como las montañas Rocosas.
83
Los estadounidenses han tenido patriotas para
defender sus hogares, sus libertades, pero no aspirantes a
coronas o tronos; tampoco ha tenido, este pueblo, que
sufrir la situación de ser conducido por la malvada
ambición de despoblar la tierra, de expandir la desolación
tan lejos y ancho como le fuere posible, por cuya razón
se halla colocado en el sitial de la supremacía.
La población norteamericana no tenía interés en los
hechos del pasado sino, solamente, como lecciones para
evitar sus malos ejemplos; entraba a un espacio
conquistado con la verdad de Dios en sus mentes,
benéfico objeto de sus corazones y con una clara
conciencia no mancillada por el ayer.
Estados Unidos era la nación del progreso humano,
y, ¿quién podría poner límites a su marcha hacia
adelante? La Providencia estaba con ellos, afirmaba
O’Sullivan, y ningún poder terrenal les detendría. Los
estadunidenses miraban hacia la eterna verdad de la
primera página de su declaración de independencia y
ellos proclamaban a los millones de hombres, en otros
países, que «las puertas del infierno» —los poderes de la
aristocracia y la monarquía— no prevalecerían contra de
esos principios libertarios.
Lo lejano, el futuro no comprometido, sería la era de
grandeza de Estados Unidos. En su magnificente
dominio del espacio y del tiempo, la nación de muchas
naciones estaba destinada a manifestar a la humanidad la
excelencia de sus divinos principios; establecer en la
Tierra el más noble templo, nunca dedicado a la
adoración de los más altos ideales: lo sagrado y la verdad.
Su fondo, su base, debía ser el hemisferio; su techo, el
firmamento salpicado de estrellas y su congregación una
unión de muchas repúblicas, conteniendo a cientos de
84
seres humanos felices, perteneciendo no a un amo, sino
gobernados por un Dios natural y la ley moral de equidad,
la ley de la hermandad, la paz y la buena esperanza entre
los humanos.106
“Si, nosotros somos la nación del progreso, de la
libertad individual, de la libertad universal”, señalaba
O’Sullivan, la igualdad de derechos era el centro de la
unión en Estados Unidos, el gran ejemplo de la
correlativa igualdad y mientras la verdad derramara su
bondad, los estadounidenses no retrocederían, sin
disolver uno y desvirtuar al otro. Avanzarían hacia el
cumplimiento de su misión, hacia el total desarrollo del
principio de su sistema político —libertad de conciencia,
libertad individual, libertad de comercio, universalidad
de libertad e igualdad—. Ese era su destino y una natural
ley de causa y efecto debía acompañarla. Todas estas
esperanzas serían su futura historia: ayudar a establecer
en la Tierra la dignidad moral y la salvación del hombre,
la inmutable verdad y beneficencia de Dios. Para esa
santa misión hacia las naciones del mundo es que
América ha sido escogida. ¿Quién, entonces, puede
dudar que nuestro país está destinado a ser la Gran
Nación del Futuro?, se preguntaba O’Sullivan.
Las ideas de este periodista y escritor calaron en la
conciencia de muchos estadounidenses, quienes estaban
convencidos que la raza anglosajona era superior y que
la misma estaba destinada a expandir las fronteras de su
civilización a otros pueblos.
Entre los fronterizos también había la sed por
nuevos territorios para proveerse de nuevas
oportunidades socioeconómicas. Los ricos territorios

106 PATERSON, THOMAS: Op. cit., pág. 185.


85
españoles, la debilidad e incapacidad de España para
defender sus posesiones y la disposición de los pioneros,
los impulsaron hacia el suroeste de Estados Unidos,
durante la década del cuarenta del siglo XIX. Estas ideas
de O’Sullivan se compaginan con la del excepcionalismo
que ha regido la conducta de muchos estadounidenses
por más de 200 años.107
En la actualidad, los neoconservadores la utilizan
para imponer sus valores y su visión del mundo al resto
de los países. Este sentido de misión que representa el
Destino Manifiesto es imprescindible para mantener vivo
el poder militar estadounidense y establecer una
conexión entre esta misión sagrada y los valores de la
nación.
Los neoconservadores parten del hecho que el
Destino Manifiesto de los Estados Unidos consiste en la
sagrada misión de difundir sus valores globalmente,
haciendo de la exportación de la democracia el eje
fundamental de la política exterior de este país. En este
sentido, Manuel Iglesias Cavicchioli dice:

“Íntimamente ligada al excepcionalismo americano


se halla la llamada doctrina del Destino Manifiesto,
que en rigor viene a ser una idea derivada de aquél.
Es decir, el hecho de ser una nación excepcional es

107 En noviembre de 2011, el Dr. Stephen M. Walt publicó en la revista


Foreign Policy un artículo que tituló The Myth of American
Exceptionalism. En el mismo critica esa supuesta excepcionalidad de
Estados Unidos. Es indudable que esta idea tuvo un peso histórico,
especialmente político. Por más de 200 años los políticos la han utilizado.
Ella es una pieza clave para la formación de la nación estadounidense. En
esa excepcionalidad, están las ideas de que los valores, la historia y el
sistema político de Estados Unidos son únicos. Esas idas llevaron a la ex
secretaria de Estado, Madeleine Albright, a decir en 1998 que Estados
Unidos era la nación indispensable.
86
la razón de que los Estados Unidos tengan una
misión especial en el mundo, un destino manifiesto
que cumplir. De este modo, la doctrina del Destino
Manifiesto es una expresión del carácter
excepcional de los Estados Unidos, es decir, un
instrumento que permite poner en práctica el
excepcionalismo americano.”108

El historiador William E. Weeks ha resaltado la


existencia de tres temas que han utilizado los que
defienden las ideas del Destino Manifiesto para justificar
las acciones de Estados Unidos en su expansión
territorial y alrededor del mundo. Ellas son:
 La virtud de las instituciones y de los ciudadanos de
Estados Unidos.
 La misión para extender estas instituciones,
rehaciendo el mundo a imagen y semejanza de la
nación norteamericana.
 La decisión de Dios de encomendar a los Estados
Unidos el cumplimiento de esa misión.
2. La República de Texas y el Destino Manifiesto
En las primeras décadas del siglo XIX, la producción
algodonera se extendió rápidamente a todo lo largo del
golfo de México y la Florida Occidental. Estimulados por
la gran demanda de las industrias textiles de Francia y
Gran Bretaña, así como la de Estados Unidos, los
productores de algodón y sus esclavos llegaron hasta los
límites occidentales de este último país, en los albores de
la independencia de México. Para los primeros años de la
década del veinte, un gran número de emprendedores

108 Cavicchioli Iglesias, Manuel, “La doctrina neoconservadora y el


excepcionalismo americano: una vía al unilateralismo y a la negación del
derecho internacional.” Pág. 7.
87
granjeros estadounidenses visualizaron la posibilidad de
obtener las fértiles tierras del este de Texas para la
siembra de algodón.109
Según Arthur S. Link, dos hechos impulsaron a los
pioneros a ir a Texas:
Primero, el congreso aprobó una ley en 1820 que
requería el pago efectivo de $1.25 el acre de tierra
pública. Previamente las mismas habían sido vendidas a
crédito. Esta nueva medida se aplicó en momentos en que
la sociedad norteamericana experimentaba una profunda
crisis económica, iniciada en 1819. Los pioneros
buscaban nuevos horizontes moviéndose hacia el
suroeste.
Segundo, México estimuló su establecimiento en
tierras texanas durante la década del veinte. Este país
concedió grandes extensiones de tierras a los líderes de
Estados Unidos como Moses Austin y a su hijo Stephen
Frank Austin, con la condición de que ellos y sus
seguidores reconociesen la autoridad de México sobre
esos territorios.110
Muy pronto surgieron fricciones entre los recién
llegados y el gobierno mexicano. Los inmigrantes
mantuvieron un fuerte sentimiento de unidad hacia su
país de origen y no se sometieron fácilmente a las leyes
mexicanas. Por otro lado, había presiones de la
administración del presidente Andrew Jackson para que
México les vendiera Texas. Como una reacción a esas
acciones y temiendo perder sus territorios, el gobierno
mexicano decidió actuar. En 1829, prohibió la entrada de
más esclavos a Texas. También intentó detener el tráfico
comercial entre Texas y Estados Unidos, a través de la

109 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 21.


110 LINK, ARTHUR S. E ALT.: The American People, pág. 248.
88
imposición de altas tarifas aduaneras. Sin embargo, los
inmigrantes continuaron llegando a la región.111
En 1830, México prohibió toda inmigración hacia
Texas, procedente de Estados Unidos y en 1835, la
administración mexicana envió tropas hacia Texas para
imponer la ley. El resultado fue la guerra entre la
población de Texas contra tropas del gobierno
mexicano.112 El 1° de marzo de 1836, aprovechando que
los gobernantes mexicanos habían impuesto un gobierno
centralizado, los texanos declararon su independencia de
México.
El general Antonio López de Santa Anna los derrotó
en la batalla del Álamo; pero días más tarde, Sam
Houston venció a Santa Anna en la batalla de San Jacinto,
el 12 de abril de 1836. Los texanos, luego de asegurada
su emancipación, adoptaron la constitución de Estados
Unidos y escogieron a Sam Houston como su
presidente.113 En el nuevo estado había un fuerte
sentimiento para ser parte de la Unión Americana. Para
ser parte de esa nación había que tener la aprobación del
congreso de ese país. Se hizo la solicitud, pero el mismo
fue bloqueado por las fuerzas que se oponían a la
esclavitud en el senado de Estados Unidos.
El presidente Andrew Jackson quiso anexar Texas,
al igual que su antecesor Martin Van Buren, pero ambos

111 A finales del período colonial, en esa región había unos 3,000
norteamericanos; pero, entre 1821-1830, esa cifra subió a unos 12,000
habitantes.
112 En 1835 la mayoría de la población de Texas era norteamericana. Para

más información sobre la presencia de los anglosajones en Texas, consultar


Ana Rosa Argüelles, en Estados Unidos de América. Documentos de su
historia política II, especialmente el capítulo VII, págs. 145-46.
113 Consultar a ARGÜELLES, ANA ROSA: Declaración de independencia de

Texas, págs. 154-156.


89
llegaron a la conclusión que la situación no era la mejor
para dar ese paso, porque el mismo conduciría a una
guerra con México. Luego de 1837, Estados Unidos fue
azotado por una profunda crisis económica, lo que
motivó que ellos se concentrasen más en sus problemas
internos y se olvidaran de Texas. Por otro lado, y quizás
más importante, cualquier intento de agregar Texas a la
Unión, reviviría el viejo debate entre el norte y el sur,
sobre la esclavitud.
En 1844, el gobernante John Tyler y su secretario de
Estado, John Calhoun, sometieron el tema de la anexión
al senado para su aprobación. Para que la propuesta fuera
aprobada, se requerían dos tercios de los votos de esta
institución, pero la misma fue derrotada por un margen
de 35 votos a 16, en junio de 1844. Ese mismo año hubo
elecciones, las cuales fueron ganadas por James K. Polk,
quien había basado su campaña en la anexión de Texas.
El mandatario saliente, Tyler, interpretó la victoria
de Polk como una aprobación por parte de su pueblo para
la anexión de Texas y, nuevamente sometió el tema de su
incorporación al congreso. Pero, esta vez, lo hizo
mediante una resolución conjunta que requería la
aprobación de una simple mayoría y no los dos tercios
del senado y de la cámara de representantes. Esta última
aprobó la resolución, pero el primero se mantuvo
vacilante, hasta que Polk, ya en el poder, consiguió los
votos necesarios, señalando que él buscaría luego una
solución pacífica al problema limítrofe con México. El
senado aprobó la anexión por un margen de 27 a 25 votos,
pasando Texas a formar parte de la Unión, el 29 de
diciembre de 1845.
Para Polk, la unión de Texas a Estados Unidos era
muy importante porque quedaría bajo la protección del
90
poderoso ejército estadounidense. Los inmensos recursos
que poseía este nuevo estado, así como su admirable
clima. podrían ser desarrollados rápidamente. A su vez,
la seguridad del puerto de Nueva Orleáns y toda la
frontera sur sería protegida contra las agresiones hostiles,
lo mismo que los intereses de toda la nación serían
aumentados por la adquisición de esos ricos territorios.
Tal era el pensamiento del presidente, en ese momento, y
las razones que esgrimía ante el pueblo de su país para
tomarse este territorio de su vecino México.
3. El Destino Manifiesto y los territorios de Oregón
El movimiento de los fronterizos hacia los territorios
de Oregón comenzó en la década del treinta. Había cuatro
elementos que les atraían: primero, el magnífico clima y
los excelentes recursos naturales; segundo, las
extraordinarias posibilidades portuarias; tercero, el
espléndido comercio con el oriente; y, cuarto, el celo
misionero de convertir a los nativos a la religión de los
nuevos invasores.
Nathaniel J. Wyeth, de Massachusetts, organizó una
empresa comercial en el valle del río Columbia en 1831
y, al año siguiente, dirigió una pequeña expedición hacia
dicho lugar. En la primavera de 1845, en los territorios
de Oregón vivían aproximadamente, unos 3,100
habitantes; de ellos, dos tercios se encontraban al sur del
río Columbia y el resto se hallaba al norte. Alrededor de
las 2,100 personas, que moraban al sur, 1,200 eran
estadounidenses y 900 canadienses, la mayoría de estos
emparentados con franceses y naturales del área.
Al norte del Columbia habitaban aproximadamente
1,000 almas, casi todas británicas o canadienses, quienes
laboraban en la Compañía de la Bahía de Hudson o en
la Compañía Agrícola de Puget’s Sound.
91
Una población de esta naturaleza no era como la de
Texas para determinar el futuro del país. En el otoño
(septiembre-noviembre) de 1845 llegó un numeroso
contingente de estadounidenses a la región y se
establecieron al sur del Columbia. Esta nueva oleada
migratoria prácticamente dobló la población de Oregón y
creó la posibilidad de que, en pocos años ellos, fueren
mayoría en estos territorios.
Un elemento para tomarse en cuenta para la
autodeterminación fue el carácter de los colonizadores.
Los ciudadanos de Estados Unidos, situados al sur del
río, eran mayoritariamente occidentales. Ellos tenían la
fama de ser emprendedores y enemigos de la Compañía
de la Bahía de Hudson. Muchos de estos pioneros creían
que la compañía era una intrusa en el territorio de
Oregón, que era responsable de instigar a los amerindios
a que atacasen a los cazadores en las montañas y, además,
responsable también de la muerte de, por los menos,
quinientos colonos.
Aunado a todo esto, asumían que la empresa evitaba
el establecimiento de los estadounidenses al norte del
Columbia; que la misma retenía las armas a quienes las
necesitaban para defenderse de los ataques de los
naturales. Todos estos cargos eran negados por los
responsables de la compañía. Los pioneros sostenían que
ellos tenían derechos para ocupar el lugar y que habían
rescatado a los cazadores de las manos de los indígenas
de la región y limitado la venta de armas para evitar su
reventa.114
El centro de gravedad de las disputas se encontraba
en el valle del Willamette. En el verano de 1845 se llegó

114John McLoughlin, to William Miller, H. M. Consul General, Hawaiian


Islands, March 24, 1845. British Public Record Office, F. O. 5/459.
92
a un acuerdo con los representantes de la compañía, al
norte del Columbia. Según este acuerdo, la empresa
retendría el control administrativo al norte del río en
compensación por el reconocimiento y el pago de
impuestos al gobierno provisional, que se había formado
en 1843.
Para la compañía, este arreglo tenía el valor que el
mismo protegía los derechos adquiridos, preservaba el
orden y le permitía recuperar los préstamos que se tenía
con ella por medio de la Corte, si era necesario. En ese
mismo verano de 1845, la región norte del mencionado
río se dividió en dos distritos, con el nombre de
Vancouver y dejó su administración en manos de la
compañía. Ello parecía un tácito reconocimiento de que
el norte pertenecía a la mencionada empresa.
El memorial, dirigido al congreso de Estados
Unidos, el 28 de junio de 1845, fue muy flexible en
relación con la presencia de los ingleses en la región. Ahí
se admitía que, por motivo del tratado de 1827, tanto los
norteamericanos como los británicos tenían derechos a
usufructuarlos. Sin embargo, Frederick Merk, sostiene
que la razón de la aparente condescendencia hacia la
compañía habría que buscarla en otras causas. Por
ejemplo, que el único mercado que tenía la gente para
vender su trigo era la Hudson’s Bay Company. Ella era
la única fuente de crédito, en caso de que la necesitaran;
al igual que los medios de protección en contra de los
naturales, también se los proporcionaba.
Entre los pioneros, el poder era muy importante y,
este, residía en la empresa e, incluso en la marina
británica, que operaba en las aguas del Pacífico.115 El

115
MERK, FREDERICK: The Monroe Doctrine and The American
Expansionismo, 1843-1849, pág. 72.
93
exceso de nacionalismo no tenía cabida en la región de
Oregón y, por lo tanto, la tesis de la nueva colonización
no se podía aplicar contra de los británicos. En esos
tiempos, el Destino Manifiesto y la suposición de que
Norteamérica estaba predestinada, por la providencia, a
ser propiedad exclusiva de Estados Unidos, se
encontraba en boga.
Se pensaba que el país era la representación del
sistema republicano y que debería enfrentar al sistema
monárquico, representado por los gobiernos europeos.
Las ideas de John L. O’Sullivan tenían mucha cabida en
la conciencia de los habitantes de Oregón. En opinión de
muchos expansionistas demócratas, los británicos eran
intrusos en los territorios de Oregón, en dos sentidos:
primero, se habían embarcado en una nueva
colonización, en abierta violación de uno de los
principios de la Doctrina Monroe; y, en segundo lugar,
estaban ocupando territorios que le pertenecían a Estados
Unidos.
Uno de esos demócratas que tenían esa opinión era
James Knox Polk quien, a su arribo a la presidencia, puso
sobre el tapete el problema de Oregón. En su discurso
inaugural, sostuvo que los derechos de Estados Unidos
sobre dichos territorios eran claros e incuestionables y
que, además, su país tenía legítimos derechos en esa
región. Los ciudadanos norteamericanos, continuamente,
colonizaban esas tierras y al gobierno no le quedaba otra
opción que proteger a sus ciudadanos a donde quiera que
ellos fueran.
La jurisdicción de las leyes y los beneficios de las
instituciones republicanas deberían extenderse a todos
esos ciudadanos, inclusive a las más remotas regiones.
Las crecientes facilidades de comunicación harían que
94
ese territorio formara parte de la Unión sin ninguna
demora.
Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, antes
de tomar una decisión, en torno a este problema, consultó
al senador Thomas Hart Benton, quien era un experto en
los temas del lejano oeste y, a la vez, estaba considerado
uno de los voceros del grupo que ambicionaban
conquistar dichos territorios. En estas circunstancias, el
presidente invitó al senador, el 20 de octubre de 1845, la
Casa Blanca para intercambiar ideas sobre el particular.
En aquella reunión, el mandatario planteó que no
sería posible seguir con las negociaciones sobre Oregón
con Gran Bretaña; afirmó que propuso a los británicos
compartir los territorios situados a lo largo del paralelo
49. Él sostuvo que dicha oferta la realizó por deferencia
hacia sus antecesores que también la plantearon; no
obstante, se rechazó. Consecuentemente, solicitó al
congreso que abrogara el tratado de 1827 y que la
jurisdicción norteamericana se extendiera a todos los
ciudadanos de la región. Según el diario personal de Polk,
este le informó. al senador Benton. que tenía interés en
reafirmar los principios de la Doctrina Monroe, para
impedir la colonización de nuevos territorios en el
continente por otros países.
El senador sostuvo que los británicos tenían el mismo
derecho sobre el río Frazer —por descubrimiento,
exploración y poblamiento— que los norteamericanos
sobre el Columbia. La idea de Benton sobre nuevas
colonizaciones al norte del paralelo 49 era que, dichas
incursiones eran viejas. Así lo demuestran los nombres,
y sus correspondientes toponimias, tales como las de
Alexander McKenzie, George Vancouver, Simón Frazer
y David Thomson y muchos otros exploradores. Es
95
decir, que cuando todavía los estadounidenses no habían
llegado a esa región, ya los británicos habían llegado a
ese lugar, incluso mucho antes de que las trece colonias
obtuvieran su independencia.116 Si ello era sí, ¿cómo
aceptar la aseveración de que la presencia de los
británicos en esa región era nueva, como decía el
presidente? Por otra parte, dicha tesis, la de que la estadía
de los británicos en Oregón era antigua, se sustenta en los
repetidos ofrecimientos hechos por Washington a Gran
Bretaña para compartir los territorios ubicados en el
paralelo 49.117
Al sur de la línea del paralelo 49, los reclamos de los
norteamericanos sí estaban bien fundamentados. Hasta
ese lugar había llegado Robert Gray, quien exploró el río
Columbia; así como Meriwether Lewis y William Clark
quienes recorrieron el interior de la región, mientras que
John Jacob Astor, fundó Astoria.
Sin embargo, durante la guerra de 1812, los
británicos ocuparon estos territorios, pero luego los
devolvieron. En consecuencia, ellos tenían viejos
reclamos al sur del río Columbia (paralelo 49). En dicha
zona, estaban bien establecidas la compañía de la bahía
de Hudson y su subsidiaria, la Puget’s Sound.
Algunos políticos norteamericanos sostenían que,
aquellas personas que se habían establecido en esas
regiones, donde no existía una soberanía bien definida,
tenían el derecho de decidir por sí mismos si permanecían
independientes o si se unían a la Unión. Eso era lo que

116 Esa presencia se remonta a 1713, cuando los británicos solicitaron la isla
Ruperta, que se extiende al oeste de las montañas Rocosas. Los veinte
fuertes, que había en el río Frazer, tampoco eran nuevos.
117 Esos ofrecimientos se dieron en tres ocasiones y se firmaron dos tratados

de ocupación conjunta en 1818 y en 1827.


96
los estadounidenses llamaban la autodeterminación y
había resultado en el caso de Texas para sumarse al país
y la misma contaba con la aprobación del presidente Polk
y este en su discurso anual al congreso, en 1845, dijo:

“Nosotros debemos siempre mantener el principio


de que el pueblo de este continente tiene el derecho
de decidir sobre su propio destino. Si alguna parte
de este hemisferio, constituido en Estado
independiente, quiere unirse a nuestra
Confederación, ese debe ser un problema entre ellos
y nosotros, sin ninguna interferencia de potencias
extranjeras.”118

Hacia 1846 se presentó un proyecto para fijar los límites


de los territorios de Estados Unidos y los de los británicos en
Oregón. Los mismos correrían desde las montañas
Rocosas, a lo largo del paralelo 49, hasta los lechos del
río; luego partiría desde la isla de Vancouver hacia el
mar, por el estrecho de Juan de Fuca. A la compañía de
la bahía de Hudson se le otorgaría el derecho de usar el
río Columbia, al sur del paralelo 49°. Ella, al igual que
la Agrícola de Puget’s Sound, sería protegida en sus
derechos posesorios al sur del paralelo 49°.
Esta propuesta fue enviada al gobierno de Estados
Unidos, a donde llegó en junio de 1846. Para ese
momento, ya había iniciado la guerra contra México. En
dichas circunstancias, Polk no tuvo más remedio que
ceder. La proposición se convirtió en un tratado formal y
el senado lo ratificó. De esta forma, ambas naciones
buscaron una solución negociada a su diferendo limítrofe
sobre los territorios de Oregón.

118 MERK, FREDERICK: Op. cit., pág. 68.


97
4. El Destino Manifiesto y el interés por California
A finales de la década del veinte y comienzos de la
del treinta del siglo XIX, la California mexicana
comenzó a ser un área de gran interés para Estados
Unidos. En esa región, el ímpetu principal vino también
de los comerciantes, principalmente de Nueva Inglaterra,
quienes intercambiaban mercancías por cueros y pieles.
En 1830, este territorio, escasamente poblado por
aborígenes nómadas y deficientemente administrado por
funcionarios mexicanos, fue atrayendo a comerciantes, a
hombres de la frontera y a una variedad de aventureros
quienes llegaron a él. Tales comerciantes negociaban y
se quedaban en esas tierras en abierta violación de las
leyes mexicanas. Mientras tanto, en 1835 la
administración de Jackson comenzó a exigir a México
que le vendiera California.
En 1842, las intenciones expansionistas de Estados
Unidos fueron reveladas cuando sus barcos de guerra
tomaron Monterrey, aduciendo rumores bélicos; Sin
embargo, cuando se demostró de que esas afirmaciones
no eran ciertas, el gobierno estadounidense lo devolvió y
pidió disculpas por el error cometido. Según Leopold,
quizá, el episodio más conflictivo de la diplomacia
norteamericana, en el marco de la era del Destino
Manifiesto, fue la adquisición de California.
En junio de 1846, ciudadanos del valle del
Sacramento se rebelaron contra México y fundaron The
Bear Flag Republic119 (La República de la Bandera
del Oso). Debido a que Polk deseaba la anexión de

119En junio de 1846, John C. Frémont, con un grupo de pioneros fundó la


República de California, bajo la bandera «The Bear Flag» pero, cuando se
supo del inicio de la guerra contra México, arrió la «Bear Flag» e izó la
bandera de las barras y las estrellas de los Estados Unidos.
98
California y como, recientemente, había empezado la
guerra contra México, esta insurrección pareció una
calculada agresión del gobierno estadounidense.
Las acciones del capitán John C. Frémont, un oficial
del ejército y yerno del senador Beneton, de mentalidad
expansionista, parecían implicar al gobierno de Estados
Unidos. Frémont condujo una expedición armada hacia
California, durante la primavera, y le causó grandes
problemas al gobierno mexicano. Declaró que recibía
órdenes del secretario personal de Polk y ofreció ayuda a
los rebeldes. Las acciones de Frémont parecieron
empañar la estrategia del presidente.120
El mandatario Polk deseaba la anexión de California,
pero de forma pacífica. Dio la bienvenida a la
insurrección contra México, pero insistió en que la
misma debía ser dirigida por los habitantes de California
y no por extranjeros. Esperaba que los residentes de la
costa oeste solicitaran su incorporación a la Unión
Americana, como lo habían hecho los texanos.
Sin embargo, la imprudencia de Frémont contrarió a
los californianos y obligó a Washington a tomar el
territorio por la fuerza y no por ofrecimiento, como lo
había hecho con Texas. El tratado del 2 de febrero de
1848 completó la anexión de California.121
5. La guerra contra México
En 1845 surgen graves problemas entre la República
de Texas y el gobierno de México. En efecto, Texas hizo
reclamos sobre las fronteras en el sur. Los texanos
reclamaban que todos los territorios al sur del río Grande
les pertenecían, a pesar de que, incluso, durante el

120 LEOPOLD, RICHARD, OP. CIT., pág. 10.


121 Ibidem.
99
período colonial, la región tenía sus límites en las
márgenes del río Nueces, que desembocaba en el golfo
de México, a casi 100 millas del río Grande.122
El presidente Polk, que en su campaña presidencial
había prometido que apoyaría los reclamos fronterizos de
los texanos, envió como emisario diplomático a México
a John Slidell, no solo para reclamar la región entre los
ríos Nueces y Grande, sino para comprar California y
Nuevo México. Sin embargo, ni el gobierno de José
Joaquín Herrera, ni el del general Mariano Paredes, quien
lo sucedió a finales de 1845, estuvieron dispuestos a
negociar con la nación que les había arrebatado Texas.
En enero de 1846, después del fracaso de la misión
de Slidell, Polk envió tropas a la región, bajo las órdenes
del general Zachary Taylor para que ocupara el área en
disputa entre los ríos Nueces y Grande. Tres meses más
tarde, el general Paredes interpreta esa acción como una
violación del territorio mexicano por Estados Unidos y,
también, destacó tropas a la zona en disputa. El resultado
fue un encuentro armado y, el 13 de mayo de 1846, el
presidente de Estados Unidos solicitó al congreso una
declaración de guerra, la cual fue aprobada
inmediatamente.123
El motivo del enfrentamiento entre Washington y
México conlleva algo más que el espíritu expansionista y
la disputa de límites. Estaban involucradas las largas
demandas estadounidenses en contra del vecino del sur.
Las mismas fueron falladas por una comisión binacional
en 1843, pero México suspendió la promesa de pagos
durante 1844. Además, en el país existía una facción de
halcones de la guerra, encabezada por el general Paredes.

122 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 23.


123 LANGLEY, LESTER: Op. cit., pág. 66.
100
Cuando éste tomó el poder en 1845, la posibilidad de una
solución pacífica entre ambos países se hizo más difícil.
En ningún momento las fuerzas combatientes fueron
parejas. El poderoso ejército de Estados Unidos
rápidamente capturó todos los territorios que deseaba de
manos de su débil y desorganizado adversario.124 Una
columna armada fue enviada por tierra hacia el oeste para
apoderarse de Arizona, Nuevo México y California. Una
expedición naval se tomó las costas de California.
Mientras tanto, el ejército del general Taylor marchó
directamente hacia el Sur. La fuerza principal invasora
llegó por mar, bajo las órdenes del general Winfield
Scott. Esta columna invasora se tomó Veracruz, en 1847,
y seis meses más tarde, la capital mexicana fue capturada
por las tropas norteamericanas.125
Bajo los términos del tratado Guadalupe-Hidalgo,
del 2 de febrero de 1848, México fue despojado de cerca
de un tercio de su territorio. Estados Unidos tomó el
inusual camino de pagarle al vecino del Sur la suma de
$15 millones por el territorio arrebatado. También
asumió los reclamos de sus propios conciudadanos (que
totalizaban $3 millones), en contra del gobierno.126 Todo
el episodio de la guerra entre ambos Estados dejó un
legado de amarguras y resentimientos que enturbió las
relaciones entre ambos países por muchas generaciones.
Posteriormente, Estados Unidos adquirió otro
pedazo de territorio mexicano en la región sur de Arizona
y Nuevo México, al sur del río Gila. La zona, en mención,

124 Para más información sobre la guerra entre Estados Unidos y México
sobre los territorios de Texas, consultar a Ana Rosa Arguelles, Estados
Unidos de América. Documentos de su historia política II, págs 182-189.
125 LIUEWEN, EDWIN: Op. cit., pág. 25.
126 Para una completa información sobre el Tratado Guadalupe-Hidalgo,

consultar a Arguelles, Ana Rosa, Op. cit. págs 191-211.


101
se hallaba en la ruta por donde debería pasar el ferrocarril
transcontinental. La misma fue adquirida por la suma de
$10 millones, por el embajador norteamericano en
México, James Gadsden, de manos del gobierno del
general Santa Ana, en diciembre de 1853. Ese lugar se
conoce hoy día como la región de Gadsden.

Mapa n° 6. En este mapa se observa la adquisición de los territorios de La


Louisiana, Las Floridas, este y oeste, Oregón, California (Tratado
Guadalupe-Hidalgo), la anexión de Texas y la compra de Gadsden.

102
CAPÍTULO VII
EL DESTINO MANIFIESTO:
CENTROAMÉRICA

El espíritu del “Destino Manifiesto” fue llevado más


allá de las fronteras mexicanas, llegando hasta
Centroamérica y el Caribe. En diciembre de 1846,
Estados Unidos firmó un tratado con Nueva Granada,
conocido como el Mallarino-Bidlack. Por medio de este,
Washington garantizaba la soberanía neogranadina sobre
el Istmo de Panamá, al igual que adquiría la
responsabilidad de proteger el libre tránsito por esta
región.127 En la década del cincuenta una firma
estadounidense construyó un ferrocarril por Panamá.128
La presencia anglosajona en Centroamérica
preocupaba a los gobernantes latinoamericanos. Los
delegados de estos países se reunieron en Lima en 1847
y en Santiago de Chile en 1856, para reafirmar la
solidaridad latinoamericana en aras de garantizar la
soberanía nacional a cada uno de los países del
hemisferio. Esta reunión regional tuvo la intención de
advertir a Europa y a Estados Unidos el rechazo
latinoamericano a posibles invasiones provenientes de
Europa y en contra de los intereses expansionistas de
Washington.129
Esta avanzada estadounidense también preocupó a
Gran Bretaña, la principal potencia con una presencia en
Centroamérica, en aquel momento. La estadía británica
en la región se remonta a 1824, cuando las cinco

127 DUVAL, MILES: De Cádiz a Catay, págs. 541-542.


128 Este tema será desarrollado más adelante.
129 LANGLEY, LESTER: Op. cit., pág. 71.

103
repúblicas fundaron la Federación Centroamericana y
solicitaron un préstamo a la Barclay Herring
Richardson and Company de Londres.
Una década más tarde, la confederación se
desintegró, pero muchos centroamericanos culparon a los
británicos del fracaso. Ellos habían estado en
Centroamérica desde el siglo XVIII, cuando se tomaron
la Honduras Británica y establecieron un protectorado en
el golfo de los Mosquitos, en 1844. En 1848 ocuparon la
desembocadura del río San Juan y le cambiaron el
nombre al pueblo por el de Greytown.
En Panamá se temía que los británicos se apoderaran
de Bocas del Toro, lo que llevó a los neogranadinos a
extremar precauciones frente a esta posibilidad. Los
gobernantes de la Nueva Granada, previendo la
separación del Istmo de Panamá o una amenaza británica,
firmaron el citado tratado de 1846 con Estados Unidos.
La toma de la región norte de Nicaragua y la isla
Tigre en la bahía de Fonseca en el Pacífico, puntos
terminales de un futuro canal, por parte de los británicos,
llevaron a ambos países anglosajones a casi un
enfrentamiento bélico. Sin embargo, ellos llegaron a un
acuerdo temporal mediante la firma del tratado Clayton-
Bulwer de 1850.130
A pesar de que el convenio frenó las intenciones
expansionistas estadounidenses en Centroamérica, y a la
posible construcción de un canal, por casi medio siglo, el
espíritu del Destino Manifiesto continuó animando a
ciudadanos particulares de ese país quienes tenían
intereses comerciales y políticos en la región.

130
Consultar el tratado Clayton-Bulwer, en DUVAL, MILES, Op.cit., pág.
543.
104
1. El Destino Manifiesto en el Gran Caribe
Durante la época del Destino Manifiesto,
aventureros procedentes del sur de Estados Unidos,
siempre ansiosos de adquirir nuevos territorios para
expandir la esclavitud, estuvieron muy activos en el Gran
Caribe. Desde la época del expresidente Jefferson, Cuba
había estado en la mente de los estadistas
estadounidenses. Sin embargo, la anexión había cobrado
mayor fuerza en 1825, cuando John Q. Adams profetizó
que, así como una manzana madura, por efecto de la
gravedad va a parar al suelo cuando se desprende del
árbol, así mismo cuando la Isla se separara de España,
irremediablemente iría a parar a las manos de Estados
Unidos.
En medio de la guerra contra México, John L. O’
Sullivan, quien gozaba de la confianza del presidente
Polk, recomendó ofrecer $100 millones a España por este
territorio, pero aquélla rechazó la oferta.131 Los
agricultores del sur, en donde existían grandes
plantaciones de algodón, explotadas bajo un régimen
esclavista, soñaban con extender ese sistema de
producción hasta la isla de Cuba. Para ello era importante
separarla y luego anexarla a Estados Unidos como un
nuevo estado esclavista. Esos simpatizantes de la unión
de la Isla a Washington encontraron en Narciso López a
su principal líder.
Según el historiador Liuewen, López era un
venezolano que después de haber alcanzado un gran éxito
comercial, había decaído repentinamente en Cuba. A
partir de 1849, López organizó tres expediciones hacia la
Isla. La primera, nunca salió siquiera de las aguas

131
LANGLEY, LESTER: Op. cit., págs. 171-172.
105
estadounidenses. En 1850, López dirigió una fuerza
expedicionaria de 600 hombres para tomar Cuba y
anexarla a Estados Unidos, pero fue derrotado.
La mayor parte de los seguidores de López eran
sureños proesclavistas. Al año siguiente, López dirigió
otra expedición de 400 hombres, pero también fue
derrotado por las fuerzas españolas. El aventurero López
y algunos de sus seguidores fueron finalmente
ejecutados. Luego de la derrota de López, la
administración norteamericana, realizó ingentes
esfuerzos diplomáticos para obtener por vía de
negociación, los territorios en disputa. Por ello, después
de la década del cincuenta, la proesclavista y
expansionista administración de Franklin Pierce,
comenzó a presionar a España para que le vendiera Cuba.
En 1854, tres embajadores norteamericanos en
Europa —tales como James Buchanan (Inglaterra), John
Y. Mason (Francia) y Pierre Soulé (España)— se
reunieron en Ostend, Bélgica, posterior al rechazo
español de la compraventa de la Isla por $125 millones.
Los tres elaboraron un documento secreto conocido
como el manifiesto de Ostend, en el que se planteaba el
uso de la fuerza, por parte de Estados Unidos, si España
se resistía a vender la codiciada región.
Ese documento, por algún medio llegó a manos de la
prensa antiesclavista y se presentó como una
conspiración de los esclavistas del sur para tomarse a la
mayor de las Antillas. En aquella oportunidad España
resistió, victoriosamente las pretensiones de Washington,
pero, a finales del siglo XIX, el interés estadounidense
por la patria de José Martí volvió a renacer.

106
2. El Destino Manifiesto, el ferrocarril transístmico.
Sus repercusiones Panamá.

La firma de contratos con compañías


estadounidenses privadas para establecer un servicio de
correos por ambas costas de Estados Unidos, así como la
firma del tratado Stephens-Paredes y la construcción del
ferrocarril transístmico fueron parte de la política de
expansión y colonización de Estados Unidos hacia el
oeste del país.

2.1 Primeros contratos para el arribo de vapores a


Panamá

Estados Unidos organizó el servicio de buques de


vapor entre las costas atlántica y pacífica del país, vía
Panamá, poco antes del descubrimiento del oro en
California. El 3 de marzo de 1847, el congreso aprobó
dos leyes para mejorar las comunicaciones con la costa
occidental. Una de ellas ordenaba al secretario de la
Marina obtener transporte para la correspondencia entre
Panamá y Oregón, por medio de buques a vapor o de
vela, elaborados de acuerdo con planos aprobados por el
departamento de la marina y administrados bajo su
supervisión.
La segunda, facultaba al director general de correos:

“(…) para adjudicar otro contrato para la entrega de


correspondencia por medio de buques de vapor,
desde New York y Nueva Orleans hasta el Chagres,
por tierra a través del Istmo de Panamá y
nuevamente por buques de vapor desde Panamá
hasta Astoria en la boca del Río Columbia, con

107
paradas en Monterrey, San Francisco y
posiblemente otros puntos intermedios.”132

Esta ley limitaba el subsidio del gobierno al servicio


del lado del Pacífico entre Panamá y Astoria a $ 100,000
al año. En su informe anual, en 1847, el director general
de correos declaró que no se había recibido ninguna
oferta aceptable. El secretario de la marina tuvo mejor
suerte, puesto que la ley no le imponía ninguna limitación
para que los buques mercantes de vapor pudieran
transformarse en barcos auxiliares de guerra, si era
necesario.
El 20 de abril de 1847, John Mason, secretario de la
Marina, otorgó un contrato a Albert G. Sloo, de Cincinati
para la:

“(…) explotación de la línea de vapores con cinco


naves, por lo menos, para transportar la
correspondencia de los Estados Unidos, desde New
York hasta Nueva Orleans, con escala en
Charleston, Savanah y La Habana hasta Chagres y
de vuelta, dos veces al mes.”133

El 17 de agosto de 1847, Sloo concedió el contrato a


otros capitalistas, liderados por George Law y Marsall
Owen Roberts. Estos dos empresarios, unidos a otros
asociados, organizaron la United States Mail Line.134 De
esta forma, la compañía estableció un servicio directo

132, GERSTLE, MACK La tierra dividida, T. I, pág. 152.


133 Ibid., 153.
134 Este era un contrato por diez años y el gobierno otorgó al correo un

subsidio anual de $290,000.


108
entre New York, Nueva Orleans y Chagres, con algunos
atraques en La Habana.135
El 4 de mayo de 1847, John Mason anunció nuevas
licitaciones para un contrato mensual de correos, válido
por diez años, para la región del Pacífico, entre Panamá
y Astoria. Las condiciones eran menos ventajosas para el
área que las ofrecidas para el Atlántico: las distancias a
recorrer eran mayores; Oregón era una región casi
despoblada y California todavía no era parte de Estados
Unidos ni tampoco se había encontrado oro. La poca
producción existente consistía en pieles, cueros y
madera; mercancías de gran volumen que podrían ser
llevadas por la ruta del cabo de Hornos y no a través del
istmo de Panamá.
El 16 de noviembre de 1847 se firmó un contrato con
Arnold Harris para realizar el servicio de correos con un
subsidio anual de $199,000. Tres días después, Harris
transfirió el contrato a William Henry Aspinwall de New
York.136
El señor Aspinwall había previsto que una inversión
en el Pacífico sería un lucrativo negocio en el futuro. Esa
línea de vapores sería parte de un proyecto de
comunicación mucho más ambicioso que preveía la
construcción de un ferrocarril transístmico por el Istmo
de Panamá para enlazar las rutas de mar y tierra en un
gran sistema comercial unificado.
La firma de este contrato permitió el nacimiento de la
Pacific Mail Steamship Company, fundada el 12 de abril

135 Los barcos con que empezó esta compañía fueron: Falcon de 891
toneladas, Crescent City de 1,291, Istmus de 386, Norther de 1,012,
Empire City de 1,175, Alabama de 1,261 y Cherokee de 1,244 toneladas.
El Panama Star y el Panameño, 1849.
136 GERSTLE, MACK La tierra dividida, T. I, pág. 154.

109
de 1848, con un capital de $500,000, el cual aumentó a
$2,000,000 en 1850.137 En aquel tiempo, la compañía
pensaba poner a trabajar tres nuevos vapores: el
California, el Oregón y el Panamá. El primero partió de
New York el 6 de octubre de 1848, con muy pocos
pasajeros. Cuando se produjo la “fiebre de oro” en
California, el número de pasajeros con destino a
California aumentó.
El propio buque California, al llegar de la ciudad de
Panamá, procedente del Pacífico Sur, no pudo transportar
a la gran cantidad de pasajeros que anhelaban ir a
California. Es dentro, de este marco del auge aurífero y
de la gran demanda de transporte rápido que se firmaría
el tratado Stephens-Paredes para la construcción de un
ferrocarril transístmico por el Istmo de Panamá.

2.2 La construcción del ferrocarril de Panamá

El 10 de mayo de 1847, la compañía de Panamá, por


medio de su agente, Mateo Klein, firmó un contrato con
el gobierno de Nueva Granada para construir un
ferrocarril en Panamá, en seis u ocho años. La concesión
se hizo por 99 años. Sin embargo, la mencionada
compañía no pudo cumplir con el contrato —pagar
600,000 francos como garantía— y el 8 de junio de 1848,
el congreso colombiano lo declaró nulo.
El 28 de diciembre de 1848, el gobierno de Nueva
Granada concedió el contrato del ferrocarril a un

137Los barcos que iniciaron las operaciones de la Pacific Mail Steamship


Company fueron el Oregón de 1,099 toneladas, el Panamá de 1,087
toneladas y el California de 1,057 toneladas. Luego se agregarían otros
vapores como el Philadelphia y el Republic. (Fuente: El Panameño y el
Panama Star, 1849).
110
consorcio estadounidense, formado por los empresarios
William Henry Aspinwall, Henry Chauncey y John
Lloyd Stephens. Por este acuerdo la nueva compañía
obtuvo el derecho exclusivo para construir y operar un
ferrocarril, una carretera o canal a través del Istmo de
Panamá. El gobierno de Nueva Granada se reservó el
derecho de adquirir el ferrocarril por $5,000,000 al final
de 20 años; por 4,000,000 después de 30 años y por
$2,000,000 luego de 40 años.
La compañía obtuvo, sin cargo alguno, todas las
tierras que necesitaba para construirlo, —más de 250,000
acres de tierra en cualquier parte del Istmo—. Los
puertos terminales del ferrocarril no tendrían ninguna
restricción para comerciar. La compañía establecería los
pasajes, pero debería pagar un 3% de sus ganancias al
gobierno colombiano.138
En 1850 se redactó nuevamente el contrato con un
nuevo documento y se eliminó toda referencia al viejo
acuerdo con Mateo Klein. La fue decisiva en la historia
de Panamá y Estados Unidos, porque marcó el inicio de
las relaciones entre el istmo panameño y aquel país. Ello
dio origen a las inversiones estadounidense en Panamá,
durante las siguientes décadas.139
La construcción del ferrocarril transístmico trajo
problemas iniciales para los constructores de la obra, por
la escasez de mano de obra, porque según Mack, “La
demanda de boteros, muleros y porteadores hacía
imposible a los contratistas del ferrocarril emplear
obreros de la región.”140

138 CONNIFF, MICHAEL: Panama and the United States, págs. 25-26.
139 En realidad, el acuerdo fue con Bogotá porque, como se recordará, para
ese tiempo, todavía Panamá era parte de la Nueva Granada.
140 GERSTLE, MACK La tierra dividida, T. 1., pág. 168.

111
Debido a la falta de trabajadores, los salarios
subieron, al igual que el precio de los materiales de
construcción. John C. Trautwine y George Muison,
quienes dirigían la obra, no pudieron continuar con la
empresa. La compañía del ferrocarril se hizo cargo de los
trabajos, pero dejó a Totten como ingeniero jefe y a
Trautwine como su auxiliar.
En agosto de 1850 se iniciaron los trabajos en el
Atlántico. Durante el período de construcción, la
compañía del ferrocarril luchó por mantener una
cuadrilla de trabajadores y por preservar la salud de ellos.
La empresa necesitó reclutar trabajadores de Nueva
Granada, Jamaica, Inglaterra, Irlanda, Francia, Alemania,
Austria, India y China; pero, en la mayoría de los casos,
los mismos no se adaptaron al trabajo ni a las
inclemencias del trópico. De todos los obreros, los
jamaicanos fueron los que mejor rindieron en su trabajo.
Al terminar las obras del ferrocarril, quedó expedito
el camino hacia el oeste de Estados Unidos. La
culminación de los trabajos del ferrocarril abrió una
nueva etapa en la economía y en la historia del Istmo. Se
pasó del lento caminar de las mulas a la velocidad del
tren, tal como lo afirma Omar Jaén Suárez, cuando dice:

“El primer efecto en la valorización desigual


del espacio geográfico del Istmo de Panamá será un
aumento considerable de la productividad de la
región del paso transístmico que adquiere un lugar
aún más preponderante en el territorio
panameño.”141 Por otro lado, el mismo autor
continúa señalando que, “Panamá no será en
adelante el Istmo de Sevilla, Cádiz o inclusive de

141 JAÉN SUÁREZ, OMAR: La población del Istmo de Panamá, pág. 318.
112
Jamaica. Las potencias del norte toman el relevo
con rapidez: Panamá se habrá de convertir sobre
todo en el Istmo de New York.”142

La travesía que duraba entre 3 y 4 días se reduce a 4


horas. Entre 1855 y 1867 el promedio de pasajeros es de
33,000 personas al año. Las tarifas son altísimas y
también las ganancias.143 Si su costo fue de casi $
8,000,000, sus ingresos rápidamente superaron la cifra
invertida. Por ejemplo, en 1853, con solamente 23 millas
utilizables, la compañía transportó 32,111 pasajeros; en
1854, con 31 millas terminadas, transportó 30,018.
Cuando en 1855, se terminó de construir el
ferrocarril, ya la empresa había ganado más de un millón
de dólares. Para 1859, los totales de entradas brutas,
durante ocho años subieron a más de $ 8,000,000,
mientras que los gastos corrientes subieron a casi $
2,000,000.144 Desde 1856 hasta 1870, los dividendos
anuales nunca bajaron del 12% y en 1868 llegaron al
44%. En 1865 se aumentó el capital de $ 5,000,000 a $
7,000,000, según Mack.
Durante la existencia total de la compañía, antes de
ser adquirida por el gobierno estadounidense, en 1904,
distribuyó en dividendos un gran total de $ 37,798,840.145
En los primeros años del ferrocarril, este obtuvo sus
ganancias, mayormente, del transporte de barras de oro
de las minas de California, cuyo control estaba
prácticamente monopolizado por la ruta panameña, hasta

142 Ibídem.
143 GANDÁSEGUI, MARCOS ET ALT.: Las luchas obreras en Panamá,
1850-1978, pág. 18.
144 GERSTLE, MACK: Op. cit., T. I, pág. 152.
145 Ibídem.

113
que se terminó de construir el transcontinental en Estados
Unidos en1869.

3. William Walker la Tajada de Sandía, 1856.146


3.1 William Walker en Nicaragua.

Durante el período del llamado Destino Manifiesto,


muchos estadounidenses fueron hacia el oeste del país,
convencidos de que tenían una misión sagrada que
cumplir: llevar la civilización y el progreso a otras
naciones.147 Uno de ellos fue William Walker, oriundo
de Tennessee, quien era médico y abogado.148 Su
convicción sobre el Destino Manifiesto lo llevó hasta San
Francisco. Una vez allí decidió ir a Sonora, en México, y
fundar la república de Sonora. Su intención era pedir la
inclusión de la «nueva nación» dentro de la Unión
Americana, como había ocurrido con Texas.149

146 Para más información sobre los hechos del 15 de abril de 1856, consultar
a Enrique Santos Montano, “La tajada de melón.” En 1903, Adiós Panamá.
Igualmente, a Renan Vega C y otros, en “La guerra de la sandía en 1856.”
En El Panamá colombiano en la repartición imperialista en donde hay
abundantes datos, proporcionados por el consulado francés.
147 Uno de los que más influyó en la difusión del destino manifiesto fue John

L. O’Sullivan, quien desde las páginas de los periódicos Democratic Review


y el New York Morning News, auguró un inmenso futuro para el pueblo
norteamericano, el cual tenía una misión sagrada que cumplir. (Consultar a
Thomas Patterson: Major Problems in American Foreign Policy Tomo I,
pág. 184).
148 William Walker nació en Nashville, Tennessee, Estados Unidos, en 1824,

de profesión abogado, médico, periodista y... filibustero. Murió en 1860,


a la edad de 36 años, en Honduras, fusilado por las tropas de este
país.
149 Los primeros norteamericanos que llegaron al territorio de Texas lo
hicieron por invitación y complacencia de las autoridades mexicanas,
siempre y cuando respetaran las leyes de México. Sin embargo, una vez se
sintieron fuertes y que eran una mayoría, desconocieron a las autoridades
del país y proclamaron su independencia. Luego de las batallas de El Álamo
114
Mientras Walker invadía la Baja California y Sonora,
un periódico editado en Panamá, The Panama Star,
instaba:

“(…) a los panameños respetables del Istmo para


celebrar un meeting, a fin de suplicar al presidente
de la nueva República de Baja California, Mr.
Walker, se sirviese mandar una parte de sus
filibusteros a tomar posesión de este país, ahorcando
la mitad de los empleados (Públicos) que pudiesen
capturar, y mandando la otra mitad al presidio.”150

Ese pedido fue rechazado por Justo Arosemena en el


periódico El Panameño, el 3 de mayo de 1854. Este dato
es importante para poder entender los hechos que se
sucedieron posteriormente en el Istmo de Panamá, el 15
de abril de 1856.
En aquel tiempo, el gobierno de Estados Unidos
estaba negociando con México la región de Gasden y por
ello no le prestó apoyo a Walker. Por lo tanto, sitiado por
el hambre, las tropas mexicanas lograron rápidamente su
rendición, entregado a las autoridades norteamericanas,
y encarcelado en San Francisco. Luego de un tiempo fue
liberado y se dirigió, con varios de sus seguidores, hacia
Nicaragua, en junio de 1855, en donde había una guerra
civil entre liberales y conservadores.
Una vez que el filibustero llega a la patria de Sandino
se une a los liberales. En octubre recibe refuerzos,
concentra el poder y fusila al canciller nicaragüense,
Mateo Mayorga; en noviembre recibe nuevos refuerzos y

y la de San Jacinto, los texanos consolidaron su independencia y luego


solicitaron la incorporación a la Unión Americana.
150 AROSEMENA, Justo: Escritos de Justo Arosemena, citado por Argelia

Tello Burgos. En Biblioteca de la Cultura Panameña, 1985, pág. XLIV.


115
fusila al ministro Ponciano Corral, de raza negra. Obtuvo
algunos triunfos y posteriormente se presentó a unas
elecciones en las que fue electo presidente del país,
siendo reconocido por la legación estadounidense en
Nicaragua. Una vez en el poder, impuso el inglés como
idioma oficial y restableció la esclavitud.
Esa situación alarmó a la comunidad internacional,
sobre todo a Centroamérica y al resto de América Latina.
Tanto fue así, que motivó que los países latinoamericanos
convocaran un congreso en Santiago de Chile, en 1856-
57. En este congreso, un grupo de diputados presentó una
moción de condena a la agresión filibustera. La misma
decía, en parte que: “(…) la ambición del Norte (...)
acecha con avidez cuanto alcanza a abarcar con sus
miradas, y no se encontrará satisfecha hasta que con una
mano oprima el Polo Norte y con la otra haya cosido a su
pabellón la Estrella del Sur.”151
En ese mismo período, el Dr. Justo Arosemena
advertía del peligro del expansionismo de Estados
Unidos para América Latina. En julio de 1856, señalaba:

“Señores: Hace más de veinte años que el Águila


del Norte dirige su vuelo hacia las regiones
ecuatoriales. No contenta ya con haber pasado sobre
una gran parte del territorio mejicano, lanza su
atrevida mirada mucho más acá. Cuba y Nicaragua
son, al parecer sus presas del momento, para
facilitar la usurpación de las comarcas intermedias,

151BENÍTEZ, AUGUSTO Firmeza y coraje en Centroamérica. En Bohemia,


año 78, n° 36, 5 de sept. de 1987.
116
y consumar sus vastos planes de conquista un día no
muy remoto.”152

El 20 de noviembre de 1855, el presidente de Costa


Rica, Juan Rafael Mora, dirige una proclama a los
costarricenses sobre el peligro del filibusterismo. En
parte decía:

“Costarricenses: La paz, esa paz venturosa que


unida a vuestras laboriosa perseverancia, ha
aumentado tanto nuestro crédito, riqueza y
felicidad, está pérfidamente amenazada: una gavilla
de advenedizos, escoria de todos los pueblos,
condenados por la justicia de la Unión Americana,
no encontrando ya donde hoy están con qué saciar
su voracidad, proyectan invadir a Costa Rica para
buscar en nuestras esposas e hijas, en nuestras casas
y haciendas, goces a sus feroces pasiones, alimento
a su desenfrenada codicia (…)153

El presidente de Costa Rica alertaba a su pueblo del


peligro que para ellos representaba la presencia de los
filibusteros en la vecina Nicaragua y los llamaba a unirse
y a defender la dignidad del país. Walker le responde a
Mora, el 17 de enero de 1856 y en parte le dice:

“Se equivoca enteramente respecto a mi carácter, si


supone que yo abrigo pensamientos hostiles contra

152 AROSEMENA, JUSTO, Discurso pronunciado en julio de 1856, contra la


expansión colonialista de los E.E.U.U; en MENDEZ PEREIRA, OCTAVIO:
Justo Arosemena, págs. 252-53).
153 VARGAS CAMPOS, ANTONIO: La guerra nacional centroamericana

contra los filibusteros. Comisión de Investigación Histórica de la Campaña


1856-1857. “Proclamas y Mensajes” (n°3). Impreso en Editorial Aurora
Social Ltda, San José, 1954, pág. 9.
117
Centroamérica: He venido a Nicaragua con el objeto
de mantener en ella el buen orden y el gobierno:
créame Ud. que al decir esto, jamás me separaré de
mis genuinas intenciones.”154

En febrero de 1856, el congreso de Costa Rica


autoriza al ejecutivo para que «lleve sus armas a la
República de Nicaragua, para defender a sus habitantes
de la ominosa opresión de los filibusteros.» En marzo,
Walker recibe nuevos refuerzos y enfrenta por primera
vez a las tropas de Costa Rica. El 11 de marzo de 1856,
Walker lanza una proclama desde la ciudad de Granada
a los centroamericanos:

“Gran parte de los que se titulan legitimistas en este


Estado, miran con enemistad pública o encubierta
nuestra presencia en este suelo. Nos deben la
protección que hemos dispensado a sus vidas y
propiedades y en cambio nos corresponden con
ingratitud y traición.”155

Los centroamericanos lograron unirse en contra del


filibustero, iniciando, así, la llamada guerra nacional, en
donde convergieron tropas de las cinco repúblicas de la
región.156 Luego de varios enfrentamientos con las tropas
unidas de América Central, Walker es derrotado en varias
oportunidades hasta que, finalmente, es capturado en
Honduras por tropas británicas para ser, posteriormente,

154 Ibídem.
155 MONTUFAR, LORENZO: Walker en Centro América. (2 edición,
corregida e ilustrada). Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría,
2000, pág. 155.
156 Se le llamó Guerra Nacional porque logró unir a las tropas de las cinco

repúblicas centroamericanas, reforzando el sentimiento nacional


centroamericano en contra del anexionismo y del filibusterismo.
118
ejecutado. El 12 de agosto de 1860,157 antes de su
ejecución, pronunció estas palabras:

“Soy Católico Romano. La guerra que le hice a


Honduras, por insinuación de ciertas personas de
Roatán, era injusta. Aquellos que me acompañaron
no tienen la culpa. Yo soy el único culpable. Le pido
perdón al Pueblo. Recibo la muerte con resignación.
Desearía que fuera para bien de la humanidad.”158

De esta manera acabaron las andanzas de Walker en


la región centroamericana, poniendo también fin así a las
aventuras expansionistas del Destino Manifiesto en
América Central, revestidas de filibusterismo.
3.2 El Ferrocarril y la arrogancia estadounidense
Al terminarse las obras del ferrocarril y comprobarse
que, gracias a las mejoras en los horarios y servicios, los
viajeros no tenían que permanecer durante tanto tiempo,
como antes, en el Istmo, empezaron a quebrar todos
aquellos negocios como el transporte, el hospedaje, las
comidas, las diversiones, etc., que ofrecían esos servicios
a los transeúntes con destino a California. Tal como lo
afirma Alfredo Castillero:

“(…) hay evidencias que la crisis afectó por igual a


los comerciantes, tanto extranjeros como nativos de
la Capital y Colón, así como a los boteros del
Chagres, a los ganaderos y agricultores del interior
y seguramente también a los que transportaban

157Hay autores que ponen como fecha de la ejecución el 12 de octubre.


158WEEKLY, HARPER´S: The War in Nicaragua, publicado por el Banco
de América, bajo la serie Fuentes Históricas. (www. enicaragua.net).
119
mercancías y productos alimenticios entre la capital
y los puertos de Aguadulce, Mensabé y Tonosí.”159

Tal como sostiene este autor, el fin de las obras del


ferrocarril significó la ruina para muchos panameños
quienes por años se habían ganado la vida laborando en
la zona de tránsito, mediante la prestación de sus
servicios como trabajadores en los botes, llevando mulas,
vendiendo comida, o, en cualquier otra actividad ligada
al comercio transístmico. Sumado a la pérdida de sus
fuentes de empleo, se agregaba la presencia cada vez más
numerosa de extranjeros que iban o venían de California.
Por esta razón, los panameños en la década del
cincuenta del siglo XIX estaban cansados de la presencia
de los estadounidenses en el Istmo, sobre todo, por su
arrogancia. Ese tránsito masivo de pasajeros frente a una
población de aproximadamente 8,500 personas era
motivo de frecuentes reyertas entre ambos grupos. Desde
1850, se dieron enfrentamientos entre la población de
Panamá y los viajeros de paso por cuando un jurado
integrado por estadounidenses, condena a un istmeño «a
50 azotes con látigo de nueve mandamientos de dos en
días».
Renán Vega, Sandra Jáuregui y Luis Carlos Ortíz
dicen que los estadounidenses crearon una comisión de
vigilancia tanto en la ciudad de Panamá como en Colón,
en 1854, para solucionar todos los problemas de
seguridad, sin tener en cuenta a las autoridades
colombianas. Esta comisión se abrogó el derecho de
arrestar a los responsables de determinados delitos y de
dictar justicia, según sus propios criterios. Lo hacían sin

159CASTILLERO CALVO, ALFREDO: El oro de California en la vida


panameña; en, Relaciones entre Panamá y los Estados Unidos, pág. 127.
120
importarles la presencia de autoridades colombianas, que
redundaba en perjuicio de las relaciones entre los pueblos
del Istmo con los extranjeros. Por esa razón, los
conflictos entre los estadounidenses y la población negra
de Panamá fueron muy frecuentes.160
Los mencionados autores afirman que, en San
Francisco, California, también se crearon este tipo de
comisiones por aventureros y criminales que apoyaban al
filibustero Walker y juzgaban y castigaban a personas,
sin importarles la presencia de autoridades locales. Los
mencionados autores concluyen que:

“Si tal era el poder que en los propios Estados


Unidos habían llegado a tener los aventureros tipo
Walker, qué otra cosa se podía esperar en territorios
como Panamá, que simplemente eran considerados
como un botín por esos aventureros, por voceros de
la prensa estadounidense que los respaldaban y
adulaban y, por supuesto, por el propio gobierno de
Washington.”161

Ese mismo año se produce otro incidente cuando


ciudadanos norteamericanos intentan liberar por la fuerza
a uno de sus conciudadanos, detenido en una cárcel del
Istmo. En 1851, se produce un acuerdo panameño-
estadounidense en el Chagres para calmar los ánimos
entre bateros panameños y de Estados Unidos, quienes se
disputaban los pasajeros que llegaban a las costas
panameñas, procedentes de o hacia San Francisco,

160 VEGA C., RENAN; JÁUREGUI G., SANDRA Y ORTÍZ V., LUIS CARLOS:
El Panamá colombiano en la repartición imperialista, pág. 67.
161 Ibid, pág. 71.

121
California, durante la fiebre del oro.162 Luego de una riña
entre ambos bandos, se llegó al mencionado acuerdo.
En aquella oportunidad, el cónsul estadounidense
sugería la presencia de barcos de guerra en la región
como una fuerza disuasiva. Esas exigencias eran motivos
de grandes titulares en la prensa estadounidense editada
en Panamá. Esos mismos periódicos pedían “(…) al
Congreso de la Unión la ocupación y posesión del Istmo
por una brigada de hombres armados, único medio de
impedir el derramamiento de más sangre y mantener los
derechos y libertades americanas”163
En la región del Chagres habían surgido dos pueblos:
uno norteamericano, «American Town», y otro
panameño, que rivalizaban por la captación de los
pasajeros. Un comentario del señor Ambrosio Méndez,
batero del istmo, ofrece una idea de cómo estaba la
rivalidad entre panameños y norteamericanos en la zona
de tránsito durante la década del 50. En ese momento,
Méndez advertía a un periodista en tránsito: “If the
Americans are god, we are god; if they abuse, we are bad.
We are blacks but muchos caballeros.”
Igual prevención le hace Luna a Oliver, cuando le
enrostra que él no se encontraba en Estados Unidos, sino
en Panamá y que debía pagarle lo consumido, lo que
demuestra que Luna era consciente que, si en Estados
Unidos había racismo y desprecio por la gente de color,
esa no era la situación en Panamá y que, por lo tanto,
tenía que obedecer las leyes panameñas. En esa
distinción estaban claros Méndez y Luna quienes, a su

162 Para obtener más información sobre estos incidentes de 1850, consúltese
a Jorge E. Patiño: El acuerdo istmeño-norteamericano de 1851, en Revista
Lotería, nos 336-337, marzo-abril de 1984.
163 The Panama Star, 31 de octubre de 1851.

122
entender, en Panamá no había distinciones de ninguna
clase y, por lo tanto, había que respetar la dignidad
humana y las leyes que regían en el Istmo.
Los forasteros procedentes de Estados Unidos se
burlaban de las leyes y creencias de los istmeños.
Además, los moradores de estas tierras los veían como
los causantes de su desempleo, porque al terminarse la
construcción del ferrocarril, muchos panameños y
extranjeros pobres quedaron sin empleo. Es más, los que
históricamente se habían ganado la vida llevando y
trayendo pasajeros a través del camino de Cruces y del
río Chagres, ahora no lo podían hacer; los hoteles, las
cantinas, los restaurantes y las casas de diversión no
tenían clientes, porque los pasajeros iban y venían de
prisa, ya fuera hacia San Francisco o New York.
No es casual que los moradores de La Ciénaga
sintieran que el ferrocarril fuera la causa de muchos de
sus males y los forasteros los responsables de las
enfermedades que comenzaron a aparecer en el Istmo,
como fue el cólera. A comienzos de la década de 1850 se
habían ido acumulando odios y resquemores entre ambos
bandos lo que hacía pensar que tarde o temprano se
produciría un fuerte enfrentamiento entre la población
panameña y los aventureros estadounidenses en tránsito
por el Istmo de Panamá.

3.3 Temor istmeño por una posible invasión


filibustera

En la población istmeña existía el temor por la


presencia de los filibusteros de William Walker en
Panamá. El gobernador del Istmo, Francisco de Fábrega,

123
en su informe oficial al ejecutivo colombiano, sobre los
hechos del 15 de abril de 1856, comentaba:

“Los naturales, en su ciega exaltación, y


preocupados en su mayor parte de que aquello era
una intentona de los filibusteros, por la
circunstancia de hallarse en la ciudad algunos de
estos aventureros, acusaban de traición a las
autoridades, porque se les exhorta en el sentido de
la paz.”164

También hay un testimonio del cónsul de Estados


Unidos en Panamá, Thomas Bradford Williams, quien
decía:

“(…) oí el alboroto (...); y averiguando se me


respondió haberse originado en un fandango entre
uno de los pasajeros del Cortés que venía con
destino a Nicaragua, y que se suponía ser uno de los
reclutas de Walker, pero después he sabido que esto
era inexacto.”165

En verdad, Oliver no era hombre de Walker, pero


entre la población panameña había una idea generalizada
que los filibusteros estaban en Panamá y que en cualquier
momento podría darse una insurrección de estos
aventureros. Hay otra versión y es la de Pablo
Arosemena, quien, al referirse a los hechos, comentaba:

164 DE FÁBREGA, FRANCISCO: Nota dando cuenta al poder ejecutivo de la


República de los sucesos del 15 de abril de 1856; en SOLER, RICAURTE: El
pensamiento político en los siglos XIX y XX, pág. 164.
165 AROSEMENA, PABLO: Escritos, t. I, pág. 170.

124
“El ataque no tenía por blanco más que a los
pasajeros recién llegados, entre quienes se suponía
enroladas algunas partidas de filibusteros que fue
acaso lo que más contribuyó a excitar el furor de los
naturales. Esto prueba también, dicho sea de paso,
que el móvil de éstos para lanzarse a la refriega no
fue el espíritu de robo, ni el deseo de herir sin
distinción ni reparo a cuanto extranjero blanco se
encontrara en La Ciénaga la noche del 15 de abril,
pues fueron respetados todos aquellos que no
podían ser confundidos con los devastadores de
Nicaragua.”166

Es decir que los hechos se produjeron de manera


espontánea y no premeditada con otros objetivos, como
sostuvieran las autoridades norteamericanas. Sobre este
mismo tema, Tomás Cipriano de Mosquera, expresidente
de Nueva Granada decía:

“Desgraciadamente la invasión a Nicaragua por


Walker había producido alarma entre una gente de
la parte del país, y se aseguró que los filibusteros
estaban próximos a invadir el Istmo. Malos sujetos,
que habían ido a residir a Panamá, quizás con
perversas intenciones, circularon por aquel tiempo
el rumor de que los invasores iban entre los
pasajeros de tránsito, y ellos excitaron a los negros,
diciéndoles que se iba a establecer la ley de la
esclavitud.”167

166 Ibid, pág. 214.


167 RAMÍREZ, JOSÉ IGNACIO: Consecuencias diplomáticas del «incidente de
la tajada de sandía»: en, La Estrella de Panamá, 15 de abril de 1986; pág.
C-3; citado por SOLER, RICAURTE, en Panamá 1856: Anticolonialismo y
Solidaridad con Nicaragua, en Temas de Nuestra América, nº 59, enero.,
1987.
125
Un año más tarde, el general Joaquín Posada
Gutiérrez, refiriéndose a los hechos, afirmaba: “El
verdadero pueblo de Panamá se alarmó, naturalmente,
bajo la impresión azarosa de un asalto de filibusteros.”168
Como se recordará, en 1854, The Panama Star
había invitado a Walker a Panamá, cuando este se había
tomado la región de la Baja California y Sonora en
México. En esa oportunidad, el mencionado periódico
solicitaba a los panameños «respetables» a unirse para
solicitarle a Walker a ocupar Panamá para que impusiera
el orden.169
En ese mismo año, la fragata Cyane, bombardeó el
puerto nicaragüense de San Juan del Norte, ocupándolo
e incendiándolo. Entre los meses de mayo-junio, Walker
inicia sus aventuras en tierras centroamericanas, por lo
que el temor de los panameños no dejaba de tener algo
de veracidad.
En Panamá había la creencia que los filibusteros de
Walker estaban usando la ruta istmeña para ir a
Nicaragua, sobre todo, después de la construcción del
ferrocarril que les ahorraba tiempo y, también, debido a
los conflictos que habían surgido entre los socios de la
compañía naviera que transportaba pasajeros a
Nicaragua, lo que conllevó a la suspensión de la ruta
nicaragüense, desde febrero de 1856.

168 POSADA GUTIÉRREZ, JOAQUÍN: El general Posada a sus detractores.


Primera réplica, pág. 4.
169 Este llamamiento a los sectores «respetables» del país para pedir la

intervención extranjera, en este caso de un filibustero, para «imponer el


orden» no sería ni la primera ni la última. En diversas ocasiones ese sector
pondrá por delante sus intereses particulares por encima del interés nacional,
en abierta contradicción con los sectores populares.
126
Ello implicaba, la interrupción del envío de víveres,
pertrechos y hombres durante varias semanas. Desde
febrero, todo ese apoyo para Walker se realizaba por
Panamá. La presencia de esos filibusteros aumentaba el
temor de los panameños que se dejó sentir, también, en
la literatura que recogía el sentir del momento, como lo
demuestra el poema Tomás Martín Felluillet que, en
parte, dice:

“¡Esos yanquis! No mandara


Dios pior peste ni pior guerra,
¡cómo se abriera la tierra
y a toítos se los tragara!”170

La situación que se vivía en el Istmo para la época


en que se produjeron los hechos, previamente descritos,
la describe el cónsul francés en Panamá, cuando
informaba que:

“Los estadounidenses, casi todos, armados con


puñales y revólveres de 6 y 7 tiros, los cuales llevan
en la cintura. El insolente despotismo y la brutalidad
de esos hombres superan los límites de las
apreciaciones europeas. Es necesario haber vivido
mucho tiempo cerca de estos aventureros para
hacerse una idea exacta de sus costumbres salvajes.
Para ellos, la vida de hombre vale menos que la de
un animal. A cada momento, bajo cualquier
pretexto, luego de la más ligera discusión con
ocasión de la cuestión más fútil, se les ve empuñar

170 SOLER, RICAURTE, Panamá 1856: Anticolonialismo y Solidaridad


con Nicaragua. En Revista Temas de Nuestra América, n° 59, enero de
1987.
127
fieramente su revólver y disparar sobre los que ellos
denominan adversarios: hombre, mujer o niño.”171
Los panameños y extranjeros residentes en el Istmo
reaccionaron de la manera que lo hicieron el 15 de abril
por los antecedentes que se habían vivido y por temor a
ser invadidos y ultrajados como lo estaba viviendo el
pueblo de Nicaragua para ese mismo momento.

3.4. Repercusiones

El trágico incidente del 15 de abril de 1856 dio como


resultado 15 heridos y 16 muertos por parte de los
estadounidenses y 2 muertos y 13 heridos por los
naturales del Istmo. Estos muertos y heridos
estadounidenses motivaron una serie de controversias
diplomáticas para deslindar responsabilidades sobre los
hechos acaecidos en esa fatídica tarde. Es de destacar
que, Washington hizo sus reclamos con base en el
informe que presentó G. M. Totten, ingeniero jefe del
ferrocarril de Panamá, pero como él mismo aceptó, no
estuvo presente en el lugar de los hechos y solo se basó
en lo que personas de su confianza le contaron.172
Estados Unidos solicitó al gobierno de Nueva
Granada lo siguiente: a. Que las ciudades de Panamá y
Colón se convirtieran “en dos municipalidades
independientes y neutrales para gobernarse a sí mismas”;
b. Que Estados Unidos obtuviera “en plena soberanía los
dos pequeños grupos de islas en la Bahía de Panamá, para

171 Parte del informe ofrecido por el cónsul francés Auguste de Molleaux,
en, Correspóndanse Politique, vol. 23, pág. 223; citado por VEGA,
RENÁN, Y OTROS: Op. cit., pág. 73.
172 MOLANO, SANTOS ENRIQUE, 1903, Adiós Panamá, pág. 116.

128
una estación naval”; c. Que Nueva Granada pagara “los
daños ocasionados por el motín reciente de Panamá.”
Los norteamericanos reclamaban, también a la
Nueva Granada las islas de Taboga, Taboguilla,
Flamenco, Naos, Perico y Culebra, con todos los
derechos y pertenencias que allí le correspondían, en
plena soberanía, para ser poseídas y mantenidas
perpetuamente por Estados Unidos de una manera plena
y amplia como lo eran o han sido hasta ahora por Nueva
Granada.
Luego de un largo proceso de presiones por parte de
Washington, se firmó el tratado Herrán-Case, de
septiembre de 1857. Por medio de él, Nueva Granada
aceptó su culpabilidad y convino en pagar lo solicitado
por Estados Unidos, en 1865. La suma por cancelar varía
según algunos autores, pero puede estar alrededor de los
580,603 pesos.
Por otro lado, el incidente de la tajada de sandía
permitió a Washington poner en práctica algunas de las
cláusulas del tratado Mallarino-Bidlack, de 1846. Es
decir, intervenir para salvaguardar la neutralidad y el
libre tránsito en Panamá, utilizando para ello sus fuerzas
armadas, cuando a su juicio, el gobierno de Nueva
Granada no estuviere en capacidad de hacerlo. Ello
marcó el inicio de una serie de intervenciones en el istmo
de Panamá, desde 1860, hasta las primeras dos décadas
del siglo XX, cuando Estados Unidos, puso en práctica
su política de buena vecindad y dejó de intervenir
militarmente en los asuntos internos de los países
latinoamericanos.
Para los panameños y latinoamericanos quedó claro
que Estados Unidos, por diversos medios intentaba
ampliar sus territorios, ya sea por la anexión directa o por
129
vía del filibusterismo, como intentó hacerlo en Nicaragua
y en Cuba. También puso de manifiesto la disposición de
los panameños de rechazar cualquier intento de
dominación por parte de los estadounidenses. Los
incidentes de 1851 y 1856, en los que la población
panameña se enfrentó a los aventureros en tránsito que
amenazan su existencia, fue el preludio de los constantes
enfrentamientos de los panameños con las fuerzas de
policía y el ejército de Estados Unidos por recuperar su
soberanía total en todo su territorio a lo largo de todo el
siglo XX.
También, como en una ocasión lo manifestara
Ricaurte Soler, el movimiento popular istmeño del 15 de
abril de 1856, en contra de la arrogancia de los
ciudadanos estadounidenses, fue parte de una lucha
anticolonial y, a la vez, solidaria con el pueblo de
Nicaragua y del resto de los pueblos de Centroamérica
que, en esos momentos, llevaban a cabo una guerra
nacional contra el expansionismo estadounidense,
revestido de filibusterismo.

4. Consecuencias para Panamá y Centroamérica.

Si bien la construcción del ferrocarril significó


grandes ganancias para la compañía, no todos los
sectores se beneficiaron con la empresa. Durante los
trabajos, muchos empleados murieron por causa de las
enfermedades tropicales. El crimen se propagó por la
zona de tránsito, lo que alteró las relaciones entre las
autoridades estadounidenses y las neogranadinas. La
región, que durante la época colonial atrajo a gran
cantidad de piratas en busca de oro y plata que se
transportaba por el Istmo, ahora, durante la “fiebre del
130
oro”, bandidos, conocidos como «darieni», aterrorizaron
a la región.
La policía local se vio imposibilitada para imponer el
orden, lo que llevó a los directores de la compañía a crear
su propia policía. Hubo un acuerdo entre el presidente de
la compañía y el gobernador de la provincia de Panamá,
por medio del cual la policía del ferrocarril patrullaría la
zona de tránsito e impondría justicia, de acuerdo con su
criterio.
Para organizar a la «Guardia Istmeña» se contrató los
servicios de Ran Runnels, un extexas ranger y antiguo
luchador contra los aborígenes norteamericanos,
establecido en el Istmo por muchos años. Runnels
organizó a la policía en 1852 y se dedicó a perseguir y a
colgar a los sospechosos que merodeaban por la zona.173
Con esas medidas, la compañía se convirtió en una
empresa casi autónoma en la región, lo que trajo
conflictos entre los gobiernos de ambos países. Cuando
el ferrocarril se terminó, la «Guardia Istmeña» se
desmanteló y, en su lugar, se organizó una fuerza de
seguridad de la compañía del ferrocarril. Es decir, que
dicha empresa se convirtió en un ente autónomo e
independiente de la Nueva Granada lo que, a la larga,
trajo serias consecuencias para el Istmo.174
Por otro lado, a medida que el ferrocarril avanzaba en
su construcción, los pasajeros rumbo a California
utilizaban sus servicios, dejando sin trabajo a cientos de
boteros, chateros y muleros y algunos pueblos de la

173Consultar a RANDALL, STEPHEN J.: Aliados y distantes, págs. 49-56.


174Para más información sobre las consecuencias de la fiebre del oro en
Panamá, consultar, MCGUINES, AIMS: Defendiendo al Istmo: las luchas
contra los filibusteros en la ciudad de Panamá en 1856, en Re- vista
Mesoamérica, n°. 45, ene-dic, 2003.
131
región desaparecieron. Además, la comunidad
norteamericana fundó sus propios periódicos como The
Panama Star, The Herald, The Panama Star &
Herald. Éstos se convirtieron en la auténtica voz de esa
comunidad en Panamá.
El ferrocarril de Panamá obtuvo, en su concesión
original de 1848, unas 300,000 hectáreas de tierras cerca
de la vía que no fueron explotadas y que permanecieron
incultas, puesto que no podían ser utilizadas por otros
inversionistas privados.175 La empresa del ferrocarril
tampoco invirtió en Panamá casi nada de sus grandes
ganancias. A lo interno del Istmo, la población panameña
no recibió los beneficios de la “fiebre del oro”. El interior
se descuidó, en aras de la ruta de tránsito, en la que
laboraron muchos panameños.
Uno de los efectos más desastrosos que trajo la
“fiebre de oro” y la construcción de ferrocarril de Panamá
fue el «incidente de la tajada de sandía».176 Este hecho le
permitió a Estados Unidos exigir que se pagaran daños y
perjuicios a los ciudadanos norteamericanos heridos, a
los familiares de los muertos y se cubrieran los daños
materiales. También propició la solicitud de Washington
de un corredor por Panamá, la autonomía de las ciudades
de Panamá y Colón. 177
Podemos afirmar que la culminación del ferrocarril
trajo cambios importantes para el desarrollo de
Centroamérica. Por ejemplo, la zona comercial se movió

175 JAÉN SUÁREZ, OMAR: Op. cit.: pág. 324.


176 Como resultado del «incidente», Nueva Granada tuvo que pagar $
400,000 por vía de compensación por los muertos y heridos, al igual que por
los daños causados a la estación del ferrocarril.
177 Consultar a, MCGUINES, AIMS: RACE, Sovereigny and U. S. Empire in

Panamá, 1848-1860, ponencia dictada en el VI Congreso Centroamericano


de Historia, en la ciudad de Panamá, del 22 al 26 de julio, 2002.
132
del Caribe hacia las costas del Pacífico. En particular, le
permitió a El Salvador y a Nicaragua retornar a la
economía mundial, gracias a la producción y explotación
del café. Las repúblicas de Guatemala y Costa Rica
también se beneficiaron del tráfico comercial en el
Pacífico, en donde se construyeron carreteras para unir
las zonas productoras con dichos puertos. El negocio en
esta área aumenta, como se puede observar en el
siguiente cuadro:
VALOR DE LAS IMPORTACIONES EN DÓLARES
AÑOS PUERTOS DEL PUERTOS DEL
CARIBE PACÍFICO
1853- $ 4,231,642 $ 2,100,994
1858
1859- $ 1,720, 659 $ 5,549,598
1864

En la medida en que florecieron los puertos del


Pacífico, decayó la economía de Belice. A pesar de todas
las ganancias que la compañía obtuvo durante sus
primeros años, la empresa confrontaba problemas. Una
de ellas era la cláusula de la terminación del contrato;
otra, la amenaza de la competencia del nuevo ferrocarril
transcontinental en Estados Unidos y la tercera, la mala
administración de los directores de la compañía.
La construcción del transcontinental, en Estados
Unidos hizo que las ganancias de la empresa del
ferrocarril bajaran y sus efectos se sintieron también en
Panamá, donde se construyó un ferrocarril transístmico
que, inicialmente se diseñó para transportar correo y
pasajeros hacia el oeste de Norteamérica. Sin embargo,
el hallazgo de oro en California, a partir de 1849, lo
convirtió en uno de los pasos obligado para los
transeúntes y el oro desde California hacia el este.
133
El ferrocarril de Panamá se diseñó dentro del período
de la expansión territorial de Estados Unidos y se
consolidó durante la “fiebre del oro”. Cuando se
construyó el ferrocarril transcontinental, se produjo una
crisis económica en Panamá y se buscó otra opción para
activar su economía.178

178 Este tema lo desarrollamos en el artículo Actividades productivas y


comerciales en Panamá: 1869-1880; en Historia general de Panamá, vol.
II, siglo XIX, 2003.
134
CAPÍTULO VIII
El EXPANSIONISMO, DESPUÉS DE LA GUERRA
CIVIL DE 1861-65. LAS PRIMERAS
CONFERENCIAS PANAMERICANAS

El tema de la esclavitud, el regionalismo y la “guerra


civil”, parecieron interrumpir la incontrolable ola
expansionista del pueblo y gobierno de Estados Unidos,
encarnado en el “Destino Manifiesto”. Sin embargo,
después del conflicto entre el norte y el sur, que concluyó
con la derrota de éste, volvió a resurgir, entre los
estadounidenses, el espíritu expansionista de la década de
los cuarenta del siglo XIX. El secretario de Estado,
William Henry Seward, bajo la administración de
Andrew Johnson, inició una vigorosa campaña para
adquirir nuevos territorios en el Caribe, pero sus
aspiraciones fueron rechazadas por el congreso. El 30 de
marzo de 1867, mediante un tratado con Rusia, Estados
Unidos, por intermedio de Seward, adquirió el territorio
de Alaska.179
En 1870, Ulises Grant trató de obtener los territorios
de la República Dominicana para la Unión, pero su
proposición fue rechazada por el congreso. El mandatario
pensaba que el país caribeño tenía un excelente control
sobre la entrada al Caribe, que dominaba las rutas del
comercio del istmo centroamericano y poseía suelos
fértiles.

179 En este período Rusia se encontraba en una situación financiera muy


complicada y temía que la Gran Bretaña pudiera arrebatarle el territorio. Por
esa razón el zar Alejandro II decidió vender Alaska a Estados Unidos por un
valor de $ 7, 200.00.
135
En 1881, el secretario de Estado, James Gillespie
Blaine, durante la administración de James A. Garfield,
quiso organizar una conferencia panamericana, pero tuvo
que abandonar la secretaría antes que pudiera realizarla.
En 1888, de nuevo como, secretario de Estado, bajo la
presidencia de Grover Cleveland, Blaine promocionó la
primera conferencia panamericana, que tuvo lugar en
Washington, D. C., de octubre de 1889 hasta abril de
1890.
En ese mismo período, el capitán Alfred T. Mahan
recomendó la construcción de una gran flota naval para
que Estados Unidos pudiese competir, en igualdad de
condiciones, con el resto de las potencias mundiales. El
almirante George Dewey, destacó la importancia de los
lugares estratégicos para controlar la ruta del comercio
en la región del Caribe, al igual que defender un futuro
canal por la región. Al mismo tiempo, Josiah Strong
(rvdo) imaginó la grandeza del pueblo anglo-sajón y la
misión que al mismo le asistía para dominar al resto,
considerados por él como “razas inferiores”.
En 1885, Estados Unidos intervino en el Istmo de
Panamá para sofocar una guerra civil entre los liberales y
conservadores. Esta prerrogativa la obtuvo, mediante el
artículo 35 del tratado Mallarino-Bidlack de 1846. El
despliegue de tropas en Panamá fue el más grande, desde
la guerra contra México. En 1895, surgió una
controversia limítrofe entre la Gran Bretaña y Venezuela,
cerca de la Guayana Británica. En ese momento,
Washington le envió, a los británicos, una fuerte
advertencia, recordándoles los compromisos adquiridos
con Estados Unidos, en el marco de la Doctrina Monroe.

136
1. El Nuevo Imperialismo
Por casi un cuarto de siglo, después de la “guerra
civil” (1861-65), Estados Unidos tuvo poco contacto con
sus vecinos al sur del río Grande. Entre 1865 y 1890, las
relaciones entre ambas regiones fueron casi nulas. Luego
que el secretario de Estado, William H. Seward, adquirió
Alaska de manos de Rusia, trató de obtener algunas islas
en el Caribe y firmó un tratado con Dinamarca, para la
adquisición de las islas de este país, en las indias
occidentales y un convenio con Nicaragua para construir
un canal por esa región.
El secretario Seward también inició conversaciones
con la República Dominicana para obtener una base
naval en esta nación, pero ninguno de esos acuerdos fue
ratificado por el congreso, durante el siglo XIX.180 Para
esa misma fecha, el presidente Ulyses Grant trató de
adquirir la República Dominicana para la Unión —como
ya apuntamos—.
En su mensaje al congreso, el 31 de mayo de 1870, él
expuso las razones por las cuales la isla debía pasar a
formar parte de Estados Unidos; entre ellas, las
siguientes: el gobierno dominicano había solicitado la
anexión; era un país débil, con una población de unas
120,000 almas pero, su rico suelo, era capaz de sostener
unos 10,000,000 de habitantes; la isla dominicana era
incapaz de mantenerse por sí misma y necesitaba un
apoyo exterior; el país precisaba la protección de las
leyes e instituciones libres de Estados Unidos.
El mandatario Grant se preguntaba si su nación debía
rechazar dicha solicitud. Él también subrayaba que
poseía información de que algunas potencias europeas

180 LANGLEY, LESTER: Op. cit., pág. 90.


137
habían ofrecido $ 2,000,000 por la bahía de Samaná. Si
Estados Unidos rechazaba esta solicitud, ¿Qué autoridad
tendría para oponerse a la entrega de esos territorios a una
potencia extracontinental?
El presidente Grant deseaba el control de Santo
Domingo por su posición geográfica. Controlaba la
entrada al Caribe y el comercio transístmico; poseía los
suelos más ricos, los mejores y más espaciosos puertos,
el clima más agradable y los productos más valiosos del
trópico y las mejores minas de la región.
La posesión de este territorio por Estados Unidos le
permitiría, en el futuro, establecer un gran emporio
comercial en la zona. En caso de guerra, ella le daría el
control de todas las islas e impediría que el enemigo
pudiere controlarlas. Según el mandatario, Quisqueya
podría convertirse en una gran consumidora de los
productos manufacturados de Estados Unidos. A pesar de
los argumentos esgrimidos por Grant, su proposición fue
rechazada por el congreso.181
El resurgimiento del espíritu del Destino Manifiesto
puede ubicarse en los últimos años de la década de los
ochenta del siglo XIX. En este período, la destruida
economía de los estados del sur había sido restablecida;
los territorios del oeste estaban consolidados y en la
región noroeste, la gran producción había saturado los
mercados nacionales y buscaba, desesperadamente, otros
fuera de sus fronteras, para vender y adquirir productos.
No obstante, en el afán por encontrar nuevas áreas
para su industria y comercio, Estados Unidos tendría que
hacer frente a otras potencias que, al igual que ellos,
precisaban de nuevos mercados. Gran Bretaña estaba

181 Cfr.: PATERSON, THOMAS: Op. cit., págs. 238-239.


138
interesada en el control de áreas como Egipto, Sudáfrica,
China y Afganistán; mientras que Francia se había
concentrado en el norte del África y el sureste de Asia e,
incluso, una compañía francesa comenzó la construcción
de un canal ístmico en Panamá. Por otro lado, los
alemanes también llegaban a África, mientras que Japón
incursionaba en Asia.182
Ante la nueva repartición del mundo entre las grandes
potencias, Estados Unidos optó por mirar hacia el sur del
continente, estrechar sus vínculos con Latinoamérica
para colocar sus productos manufacturados y obtener, al
mismo tiempo, materias primas más baratas para su
industria manufacturera.

1.1 Desarrollo del poder marítimo

Para la década del 90 del siglo XIX, los ciudadanos


norteamericanos se encontraron con que la frontera ya
había desaparecido, que todas las tierras que habían
conquistado se encontraban pobladas, según el censo de
1890. El historiador Frederick Jackson Turner en su libro
The Frontier in American History, decía: “La
democracia americana no surgió de un teórico; no se
llevó a Virginia a bordo del Susan Constant o a Plymonth
en el Mayflower. [La democracia] floreció en el bosque
americano, donde adquirió renovadas fuerzas con cada
nueva frontera”183
Turner también analizó los resultados de ese censo
de 1890 y, luego de estudiarlos, indicó que la economía

182SÁNCHEZ, JOSÉ: El imperialismo capitalista, págs. 116-129.


183TURNER, Frederick Jackson, 1921. Actualizado el 30 de septiembre de
1997. The Frontier in American History. Henry Holt and Co., New York.
Disponible desde internet en: http://xroads.virginia. Edu/~hyper/Turner/
139
y la política del país se fortalecieron debido a ello e,
incluso, que ese hecho generó el individualismo, típico
de los norteamericanos. Turner termina sus
observaciones con la siguiente declaración:

“Ahora, luego de cuatro siglos del descubrimiento


de América y luego de un siglo de vida bajo la
constitución de Estados Unidos, la frontera ha
desaparecido, y con ello, ha finalizado el primer
período de la historia norteamericana.”184

La evaluación que hizo Turner en relación con el


papel de la frontera en la historia estadounidense es
significativa. De acuerdo con él, la frontera se erigió a
base de un conjunto de comportamientos,
representaciones y valores que conformaron un cuerpo
ideológico, que sustentó el “sueño americano” del siglo
XX.
El señor William Coleman, al analizar el trabajo de
Turner sobre el papel de la frontera dijo:
“El americano, confirmado por múltiples
testimonios, era un nuevo hombre. Había
conquistado una nueva tierra de una belleza y
riqueza incomparable. Su temperamento era fuerte
y su naturaleza inquisitiva; era práctico e
inusualmente energético; una feroz devoción a la
defensa de la libertad y la causa de la democracia
era esencial a su carácter”.185
Esta ideología vinculaba la frontera con la conquista
del oeste, en el marco del nuevo espíritu de la nación, con

184
LAFABER, WALTER: Op. cit, pág. 175.
COLEMAN, William, “Science and Symbol in the Turner Thesis”. The
185

American Historical Review, vol 72. 1966. Pág. 22.


140
la creación de ciudades.186 Sin embargo, Turner no
acepta que, para el tiempo en que los “pioneros” llegaron
a esas tierras, ya había ahí, granjas y poblaciones
francesas en el medio oeste y españolas en el lejano oeste.
La concepción de Turner sobre la “frontera
norteamericana” fue decididamente etnocéntrica, parcial,
fragmentaria y por supuesto, no se ajusta la verdadera
historia de Estados Unidos del siglo XIX.
Al referirse al tema de la frontera desarrollada por
Turner, Jorge E. Brenna B., en su artículo, “La mitología
fronteriza: Turner y la modernidad,” dice lo siguiente:
“Turner hace explícita la existencia de una
frontera construida con base en un conjunto ideal
(modelo ideal) de comportamientos,
representaciones y valores construyendo un cuerpo
ideológico que se estructuró sólidamente formando
la base del sueño americano hasta bien entrado el
siglo XX. Se trataba de una conveniente, oportuna y
poderosa ideología que vinculaba la frontera
norteamericana con la conquista del oeste a la
manera de una odisea que moldeaba el carácter
democrático de las instituciones estadounidenses y,
por ende, el espíritu de la nación
norteamericana.”187
Para muchos estadounidenses, la pregunta era, ¿qué
hacer para reemplazar la frontera de tal suerte que la
economía, la política y el individualismo propio
permaneciesen firmes? Esta preocupación se hizo más
notoria, en la medida en que las huelgas, las revueltas, el

186 Para Turner, la frontera del país tuvo cuatro fases: 1. la frontera del
cazador; 2. la del minero; 3. la del agricultor o granjero; y, 4. la urbana.
187 Brenna B., Jorge E., “Mitología fronteriza: Turner y la modernidad.” En

Estudios Fronterizos. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades. Vol.


12, número 24, julio-diciembre de 2011.
141
radicalismo político y la bancarrota estremecían a la
sociedad norteamericana durante la depresión económica
de la década de 1890.
Sobre el tema en cuestión, el mismo Turner sostenía
que la desaparición de la frontera exigía una política
exterior vigorosa y la extensión de la influencia
norteamericana, y, por consiguiente, la oportunidad de
unir islas y países. A las mismas conclusiones llegó el
capitán Alfred Thayer Mahan, quien se convirtió en uno
de los más importantes estrategas militares en la historia
de Estados Unidos. En 1886, a Mahan se le consideraba
como un tedioso y aburrido oficial naval y medianamente
joven.
Para esta época, en Lima, leyó un libro, en el que se
explicaba que el control que Roma sostuvo sobre el mar
fue lo que le posibilitó el sostenimiento de su imperio.
Por casi un cuarto de siglo, él estuvo leyendo libros sobre
la marina y visitó la biblioteca de la Naval War College,
en Newport, Rhode Island. Luego de estos estudios,
adquirió un esquema de cómo desarrollar una política
exterior de Estados Unidos a escala global.188
El capitán Mahan pensaba que la sobreproducción de
su país necesitaba nuevos mercados, más allá de las
fronteras nacionales. Para obtener y protegerlos, se
necesitaba de una gran marina de guerra y bases para
reabastecer y descansar. A partir de 1890, Estados
Unidos construyó su primer barco de guerra moderno y a
partir de allí, creó la llamada gran flota blanca, que luchó

188Para más información sobre el pensamiento geopolítico de Mahan, cfr.,


RODRÍGUEZ DÍAZ, MARÍA DEL ROSARIO, Centroamérica en el discurso
geopolítico de Alfred Thayer Mahan, conferencia leída, en el VI congreso
centroamericano de historia, del 22 al 26 de julio de 2002.
142
en la guerra de 1898 y sentó las bases para la marina de
guerra del siglo XX.
El propio Mahan hizo grandes esfuerzos para
incorporar las regiones de Centroamérica (por donde se
pensaba construir el canal interoceánico) y del Caribe, así
como Hawai y las islas del Pacífico, de manera que
sirviesen de apoyo a la marina de Estados Unidos. Su
interés principal eran los mercados del Asia, dice
LaFaber.
Para poder llegar a Asia, Mahan recomendó que su
país trabajara con Gran Bretaña y con Japón, dos
partidarios de la política de las puertas abiertas en el
comercio mundial, para oponerse a Rusia, que era
contraria a ésta. Pensaba que la búsqueda de ese gran
imperio comercial era un “llamado de Dios”. Para llevar
a cabo este sueño se necesitaría de un gobierno fuerte,
centralizado y recomendó el uso de la fuerza,
especialmente, la de la marina. Afirmaba que la sola
presencia de ella podría evitar la guerra; es decir, que
jugaría un papel disuasivo. Las ideas militares de Mahan
tuvieron una gran influencia en presidentes, como
William Mackinley y Theodor Roosevelt.
En 1883, la marina estadounidense tenía, apenas,
unos 90 barcos pobremente armados y, 38 de ellos, eran
de madera. Gracias al apoyo del congreso y las gestiones
de Mahan y Stephen B. Luce, las grandes empresas,
como la Bethlehem Steel y al empresario Andrew
Carnigie, lucharon mancomunadamente para construir
una gran flota naval.
Como dice LaFaber, ese hecho puso en movimiento
el primer complejo industrial-militar del país. El dinero
ofrecido por el gobierno impulsó a los trabajadores
durante la depresión económica; Carnigie y otros
143
constructores, se beneficiaron de los grandes contratos
subsidiados por el gobierno.
Mientras esto ocurría, a nivel de la marina de guerra,
el almirante George Dewey, destacaba la importancia de
adquirir posesiones estratégicas en el Caribe, para
enfrentar exitosamente cualquier amenaza que surgiese
de sus rivales europeos, especialmente de Alemania.189
El mencionado almirante se refería a importantes
estrechos, ubicados en el Caribe, que serían de gran valor
estratégico para Estados Unidos. El almirante Dewey, al
igual que lo habían hecho otros funcionarios
norteamericanos, aconsejaba obtener algunas islas como
las de Saint Thomas, en las islas Vírgenes; o la bahía de
Samaná, en Santo Domingo; la bahía de Guantánamo o
alguna en Santiago de Cuba; y la bahía de Almirante, en
Panamá.
En el lado del Pacífico, aconsejaba agregar el puerto
Elena en Costa Rica; las islas de las Perlas, en el golfo de
Panamá y las Galápagos en Ecuador.190
Estas aspiraciones de Dewey fueron modificadas,
porque lo disperso de esas posesiones haría más difícil
poder mantenerlas y defenderlas. Luego que Estados
Unidos adquirió el derecho exclusivo de construir un
canal en Centroamérica, por medio del tratado Hay-
Pauncefote, hizo de la región del Caribe, un área de su
total dominio. A partir de este momento, consideró que
cualquier interferencia de una potencia extracontinental
en los asuntos hemisféricos, violaba los principios de la
Doctrina Monroe y ponía en peligro su propia seguridad
nacional.

189 HEALY, DAVID: Drive to Hegemonia. The United States in the


Caribbean, 1898-1917, pág. 98.
190 Ibídem.

144
2. EL RENOVADO ESPÍRITU DEL DESTINO MANIFIESTO
Y LOS CONFLICTOS REGIONALES EN EL CARIBE

Ese nuevo y reforzado espíritu del Destino


Manifiesto, de finales del siglo XIX conllevaba también
intereses económicos y estratégicos. John Fiske,
adaptando la “teoría darwiniana” a la historia de su país,
consideraba que, en la lucha por el dominio en el mundo
moderno, solamente los más fuertes, las naciones más
idóneas —como Estados Unidos— sobrevivirían. Él fue
secundado en sus apreciaciones por algunos religiosos
como Josiah Strong, quien proclamaba la misión
cristiana de su nación para conquistar a los débiles e
imponerles sus instituciones y, por supuesto, su cultura y
estilo de vida.
Este renovado imperialismo también se puso de
manifiesto, en 1895, a raíz del conflicto que Venezuela
tuvo con Gran Bretaña. Desde 1877, cuando se descubrió
oro en la indefinida frontera Este, colindando con la
Guayana Británica, la patria de Bolívar había estado
envuelta en una disputa fronteriza con los británicos. Por
casi una década, el país suramericano había solicitado
someter el conflicto a un arbitrio internacional. Debido a
que Londres no hacía caso, en 1887, Caracas endureció
su posición a tal punto que la situación parecía que
terminaría en un conflicto armado, hecho que preocupó
al gobierno estadounidense.
Finalmente, el presidente Grover Cleveland,
respondiendo al llamado de ayuda de Venezuela, declaró
que Gran Bretaña había violado la Doctrina Monroe y
exigió que la disputa fuese resuelta por un fallo
internacional. A pesar de que Londres tenía suficiente
145
poder naval para ignorar el ultimátum de Washington,
debido a los múltiples problemas que aquel país tenía en
Europa, decidió no dar motivos para un enfrentamiento
en el nuevo mundo con su antigua colonia. Por esa razón,
Gran Bretaña aceptó las exigencias de Estados Unidos y
sometió el diferendo a un tribunal internacional.
En 1889, dicho tribunal, creado ad hoc, otorgó más
de la mitad del territorio disputado a los británicos, pero
mantuvo el control de la boca del Orinoco en manos de
Venezuela. Es importante señalar que, por primera vez,
los principios de la Doctrina Monroe se pusieron en
práctica contra la injerencia de una potencia
extracontinental más allá de las fronteras
norteamericanas, reafirmando así, a la propia doctrina y
al gobierno de Estados Unidos en el Caribe, una zona
que, a partir de 1898, Washington consideraría dentro de
su esfera de influencia.191
2. El Panamericanismo
En el período de 1890-1930, cuando el imperialismo
era el rasgo principal de la política de Estados Unidos en
el Caribe, el gobierno hacía un gran esfuerzo para obtener
la cooperación de las naciones de América Latina. El
proyecto panamericanista, cuya iniciativa y liderazgo
vino de Estados Unidos, fue presentado a las naciones
latinoamericanas como un intento de establecer una
asociación honorable de socios para lograr objetivos
comunes. Sin embargo, como Washington había dado
muestras de querer controlarlo, los países
latinoamericanos vieron al panamericanismo como un

191A raíz del interés que tenían tanto Francia como Gran Bretaña por el
control de la República de Texas, cuando ésta logró su independencia de
México, en la década del cuarenta del siglo XIX, Estados recordó a estos
dos países que los principios de la Doctrina Monroe estaban vigentes.
146
simple pretexto para poner en práctica el imperialismo
yankee, al menos hasta 1928.
Según Federico Guillermo Gil, en la historia del
panamericanismo pueden distinguirse tres períodos: el
primero, entre 1826 y 1889, en el que prevalecieron
conferencias y coaliciones; el segundo, entre 1889 y
1928, en el cual se dieron las primeras conferencias
panamericanas auténticas; y, el tercero, desde 1928 hasta
el surgimiento de la política de buena vecindad.192
Según Liuewen, hasta 1928, tuvieron lugar seis
conferencias panamericanas. La primera tuvo lugar en
Washington en 1889, gracias a la iniciativa del secretario
de estado, James G. Blaine, y se dio cuando Estados
Unidos había experimentado un gran desarrollo
manufacturero e industrial y necesitaba de nuevos
mercados para colocar sus productos. El deseo principal
estadounidense fue extender el comercio dentro del
hemisferio y concibió el panamericanismo como una
empresa comercial en la que, las naciones del continente
tomarían una acción común para aumentar el comercio,
eliminar las barreras proteccionistas y estimular la
cooperación entre ellas.
Uno de los objetivos concretos de esa primera
reunión fue la creación de una oficina comercial de las
repúblicas americanas para que sirviese como una
agencia de compilación, tabulación y publicación de
información respecto a los productos y el comercio, de
leyes y regulación arancelarias de los respectivos
países.193 Esta fue una agencia de cooperación
multifacética, cuyas funciones abarcaron el intercambio
de información. Según Gil, estos principios sentaron las

192 GIL, FEDERICO: Op. cit., pág. 138.


193 Id., pág. 139.
147
bases para la creación de la Unión Panamericana y,
posteriormente, la Organización de los Estados
Americanos.194
Estados Unidos también propuso, en esta primera
conferencia panamericana, proporcionar modos y medios
para una solución pacífica de las disputas regionales,
aunque por el momento, no se llegó a nada concreto al
respecto. Los delegados a la conferencia también
estuvieron de acuerdo en mejorar el transporte y las
comunicaciones en el hemisferio. Latinoamérica no
estuvo de acuerdo con esta propuesta, puesto que sus
dirigentes dudaban acerca de la creación de una unión
aduanera común, porque eso iría en contra de sus
intereses y beneficiaría solo a Estados Unidos.
Luego de esa conferencia, el congreso
norteamericano aprobó un acuerdo de reciprocidad
tarifaria, según el cual, ciertos artículos de América
Latina, como el café y el azúcar, podrían entrar en los
mercados de Estados Unidos, en la medida en que los
países de donde procedieren los productos hicieren lo
mismo con los de ellos. Luego de este acuerdo de 1890,
las relaciones comerciales con Cuba y Brasil se
afianzaron.
Es importante destacar que la idea de la solidaridad
y cooperación entre los pueblos del continente quedó en
entredicho cuando en Chile, el nuevo gobierno que llegó
al poder en 1891 mostró sus simpatías hacia Gran
Bretaña. En señal de disgusto, el gobierno
norteamericano envió al barco de guerra Baltimore a

194En lo particular, sobre estas afirmaciones de Gil, estamos de acuerdo con


él porque, indudablemente, la OEA es producto del panamericanismo y
ambos organismos no tienen nada que ver con el bolivarismo, cuyo gestor
fue Simón Bolívar.
148
Valparaíso. Luego de que dos marinos norteamericanos
murieran en una trifulca en un salón de diversiones de la
localidad, la situación se hizo mucho más tensa, sobre
todo por la negativa del gobierno chileno de pedir
disculpas por el incidente.
La situación llegó a tal extremo que el presidente,
Benjamín Harrison, amenazó con una intervención
militar. Finalmente, el gobierno chileno se disculpó y
pagó $ 75,000, en concepto de indemnización, en
1892.195. En 1893, Estados Unidos intervino en Brasil
para respaldar al gobierno de este país y, entre 1895-96,
lo hizo en la disputa entre la Gran Bretaña y Venezuela,
cerca de la Guayana Británica. Estos hechos, lejos de
representar un triunfo para Estados Unidos, en ese
momento, lo que logró fue sembrar más desconfianza
entre los latinoamericanos sobre las verdaderas
intenciones de Washington.196
En 1901, tuvo lugar, en la ciudad de México, la
segunda conferencia panamericana, cuando Estados
Unidos ya se había convertido en una potencia
imperialista. Sin embargo, en este cónclave, se preocupó
más por problemas comerciales, tales como impuestos
aduaneros, comunicaciones, transporte, marcas de
fábricas, patentes, pesos y medidas, al igual que de todo
tipo de información comercial. Como dice Gil, los
“Estados Unidos estaban preocupados solamente por
problemas tales como tarifas aduaneras, marcas
registradas y patentes, así como comunicaciones y

195MOLINEU, HAROLD: From Regionalism to Globalism, pág. 20.


196Para más información sobre estas intervenciones de los Estados Unidos
en Brasil, Chile y Venezuela, cfr., LAFABER, WALTER: Op. cit, págs. 165-
166.
149
transporte, es decir, asuntos de índole puramente
comercial.”197
En esa conferencia también se discutieron temas
como el mantenimiento de la paz, el arbitraje y la ley
internacional. La preocupación de Latinoamérica era
comprensible por la actitud arrogante que Estados
Unidos había adoptado, sobre todo, después de la guerra
Anglo-Hispana de 1898.
Luego de largas discusiones, se acordó que los
conflictos regionales que no se pudieran resolver
amigablemente se enviaran al tribunal de La Haya para
resolverlos por medios pacíficos. En esta reunión en
México, los delegados latinoamericanos intentaron
reafirmar la Doctrina Calvo, que decía que los Estados
no eran responsables de los daños padecidos por
extranjeros a consecuencia de disturbios internos. No
obstante, la propuesta fue rechazada por Estados Unidos,
por lo cual no se pudo poner en ejecución. Sin embargo,
en esta conferencia se logró cambiar el nombre de la
Oficina de Washington por Oficina Internacional de
Repúblicas Americanas y se inauguró un sistema de
conferencias técnicas o especiales.
La tercera conferencia panamericana tuvo lugar en
Río de Janeiro. en 1906. En aquellas fechas, Estados
Unidos había ayudado a Panamá a separarse de Colombia
y ésta acusaba a Washington de haberle arrebatado un
pedazo de su territorio. También, para la época,
Roosevelt había pronunciado su famoso corolario a la
Doctrina Monroe, en el que anunciaba que su país se
convertiría en el policía internacional y le había impuesto
un recaudador general a la República Dominicana, como

197 GIL, FEDERICO: Op.cit., pág. 139.


150
una forma de controlar las finanzas de esta nación
caribeña.
Todos esos hechos no hicieron más que alarmar a los
dirigentes de los gobiernos latinoamericanos y muy
comprensiblemente, los temas que ellos querían discutir
eran la no intervención, la salvaguarda de los derechos
soberanos de las naciones y la resolución de los
conflictos regionales por la vía pacífica. En esta nueva
reunión, surgieron las diferencias entre Washington y
Latinoamérica.
El primero quería esquivar temas espinosos como la
intervención y le interesaba más el tema económico,
mientras que a los latinoamericanos les preocupaban los
asuntos políticos. Así las cosas, no se esperaban buenos
resultados en esta nueva reunión panamericana; en ella
sólo se logró aprobar la extensión del alcance de la acción
cooperativa más allá de las relaciones comerciales, para
incluir la sanidad, las patentes, la información educativa,
los recursos naturales, un proyecto de vía férrea
panamericana y una conferencia del café.198
Durante la cuarta conferencia panamericana, que
tuvo lugar en Buenos Aires, en 1910, todavía imperaban
las mismas discrepancias que en las anteriores. Al
momento, William H. Taft era el presidente
norteamericano, quien había continuado la política
intervencionista de su antecesor, con la “diplomacia del
dólar”. Este mandatario autorizó la intervención de los
marinos estadounidenses en Nicaragua y, por lo tanto,
esos hechos aumentaban la desconfianza de
Latinoamérica hacia Estados Unidos.199 Debido a esas

198
Cfr., GIL, FEDERICO: Op. cit., pág. 140.
199
Para más información sobre la diplomacia del dólar, cfr., LAFABER,
WALTER: Op. cit, págs. 244-247.
151
circunstancias, los únicos resultados positivos que se
dieron en la reunión fueron los de denominar a la
asociación de naciones con el nombre de Unión de
Repúblicas Americanas y crear la Unión Panamericana
con una oficina central.
El estallido de la Primera Guerra Mundial puso en
evidencia la falta de unidad entre los países del
hemisferio y la ausencia de una estrategia común para
hacerle frente a la amenaza extracontinental. En medio
del conflicto, sólo ocho naciones latinoamericanas
respaldaron a Estados Unidos, pero, de estas, siete eran
consideradas como protectorados de aquella nación. El
único país grande que apoyó a Washington en el conflicto
bélico mundial fue Brasil. Las repúblicas de Colombia,
Argentina, Chile y México se declararon neutrales. Como
dice Gil, “La política intervencionista de Estados Unidos
y la presencia de la infantería de marina en los territorios
del Caribe desempeñaron indudablemente un papel
importante en el prudente alejamiento de Latinoamérica
en el conflicto.”200
Durante los primeros veinticinco años, las
conferencias panamericanas no tuvieron grandes
resultados para los países de la América Latina. Por el
contrario, cuando apareció la Sociedad de Naciones,
luego de la Primera Guerra Mundial, los líderes
latinoamericanos se unieron a ella esperando que la
misma los protegiera de la agresividad del imperialismo
yankee. No obstante, pronto se hizo evidente que, dado
el poderío económico y bélico de Estados Unidos, la
Sociedad de Naciones no tomaría medidas enérgicas
contra Washington.

200 GIL, FEDERICO: Op. cit., pág. 141.


152
La quinta conferencia panamericana tuvo lugar en
Santiago de Chile, en 1923. Durante la misma, estuvo
presente, otra vez más, la intervención y el imperialismo
de Estados Unidos. En este cónclave, Uruguay propuso
que la Doctrina Monroe fuese una declaración
multilateral, para que todas las naciones del hemisferio
adoptaran sus principios y compartiesen sus
obligaciones; pero Washington no tenía la intención de
quitarle el carácter unilateral a ella tenía. En esa cita,
Costa Rica propuso la creación de una corte
panamericana, pero tampoco tuvo acogida.
A medida que pasaban las conferencias
panamericanas, los latinoamericanos se convencían más
de la ineficacia de la organización. También llegaron a la
conclusión de que era un organismo controlado por
Washington, dado que cualquier resolución que se
presentara debía tener el voto unánime para su aceptación
y, por ello Washington podía bloquear cualquier
iniciativa de Latinoamérica. Las naciones
latinoamericanas pensaban que, debido a que la sede de
la organización se encontraba en Washington y que,
como el secretario de Estado, al mismo tiempo lo era de
aquella, este país ejercía un absoluto control sobre el
organismo.
Según Gil, la única concesión que hizo Estados
Unidos a Latinoamérica fue la de permitir que la
presidencia de la Junta de Gobierno de la Unión
Panamericana fuera un cargo electivo y permitió que la
Junta aceptara a sus propios miembros. De acuerdo con
esta esta disposición, un gobierno no reconocido por
Washington no se vería privado de su representación en
la misma. Por estas razones, el panamericanismo pareció
llegar a su fin, en Santiago de Chile.
153
La sexta conferencia, se realizó en La Habana, en
1928. En ella, todavía Latinoamérica resentía las
intervenciones de Estados Unidos en la región. En esta
asamblea surgieron fuertes discusiones entre
Latinoamérica y Washington. Los temas de discusión
fueron la intervención y las tarifas. Sobre este particular,
los delegados latinoamericanos presentaron la siguiente
resolución: «ningún Estado tiene derecho a intervenir en
los asuntos internos de otro»; pero, fue rechazada por
Estados Unidos y, por lo tanto, quedó sin efecto.
El tema de las tarifas también generó una fuerte
discusión que se daba desde la Primera Guerra Mundial,
porque los presidentes Harding y Coolidge cambiaron
sus políticas hacia el proteccionismo, iniciado por las
tarifas de emergencia de 1921 y la de Fordney-McCumer
de 1922. En este sentido, en ese año, se le redujo la cuota
azucarera a Cuba y, en 1927, se le impuso un embargo
sanitario a la carne argentina. Por lo tanto, en la reunión
de 1928, los latinoamericanos estaban alarmados por los
excesos de protección en el comercio interamericano. Al
referirse al tema, el jefe de la delegación argentina,
Honorio Pueyrredón, propuso la adopción de un
convenio destinado a reducir las altas tarifas aduaneras
que impedían el comercio entre las naciones miembros
de ese organismo hemisférico; el mismo se dirigía contra
las políticas proteccionistas de Harding y Coolidge, pero
fracasó.
La reunión de La Habana produjo escasos
resultados. Como afirma Gil: “(...) los únicos resultados
fueron una serie de convenios y resoluciones relativos a
las leyes internacionales privadas, a los extranjeros, al
asilo, a los agentes consulares y al personal diplomático

154
y a la neutralidad marítima, así como una resolución
poniendo fuera de la ley las guerras de agresión.”201
En 1929, cuando ya el movimiento panamericano
estaba, prácticamente aniquilado, asumió la presidencia
de Estados Unidos, Herbert Hoover (1929-33), quien dio
los primeros pasos hacia la política de buena vecindad
desarrollada, posteriormente, por Frankin D. Roosevelt.
Hoover, apreció la importancia de América Latina para
Estados Unidos y trató de evitar más intervenciones en la
región, tal como hizo Roosevelt.

201 Ibídem.
155
CAPÍTULO IX
RIVALIDADES ENTRE ESTADOS UNIDOS Y
GRAN BRETAÑA POR EL CONTROL DE
AMÉRICA CENTRAL

A medida que Estados Unidos se consolidaba como


una gran potencia, fue ampliando su área de influencia
más allá de sus fronteras y donde puso especial interés
fue en Centroamérica, en el que se daban las condiciones
para construir un canal interoceánico. Esta situación lo
llevó a un enfrentamiento diplomático con Gran Bretaña,
en la segunda mitad del siglo XIX, por el control de
América Central.
En este capítulo se resaltarán las partes medulares
del tratado Clayton-Bulwer, de 1850; se destacarán los
diversos intentos del gobierno de Estados Unidos para
suprimirlo, mediante la firma del tratado Hay-
Pauncefote, de 1901. Se analizarán, así mismo las partes
más importantes de la ley Spooner; se examinarán la
firma y el rechazo del tratado Herran-Hay y se comentará
la reacción del gobierno estadounidense por el rechazo
de dicho convenio, por parte del senado colombiano

1. El tratado Clayton-Bulwer, de 1850


Desde la segunda mitad del siglo XIX, las dos
naciones anglosajonas se disputaban Centroamérica,
lugar por donde sería factible la construcción de un canal
interoceánico entre el Caribe y el Pacífico. Esta rivalidad
se neutralizó con la firma del tratado Clayton-Bulwer
que, en su artículo primero estipula que:

156
“Los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña
declaran por el presente que ni el uno ni el otro
obtendrán ni sostendrán para sí mismo ningún
predominio exclusivo sobre dicho canal, y
convienen en que ni el uno ni el otro construirá ni
mantendrá jamás fortificaciones que lo dominen, o
que estén en sus inmediaciones, ni tampoco ocupará
ni fortificará, ni colonizará a Nicaragua, o la costa
de Mosquitos, ni asumirá ni ejercerá ningún
dominio sobre esos países, ni tampoco sobre
ninguna otra parte de América Central.”202

Este artículo declaraba que ninguno de los dos países


podría asumir el dominio de la región por donde se
construyera el futuro canal, al igual que, tampoco podría
construir fortificaciones militares por sí solo; ni tomar
territorios nicaragüenses, ni de la costa de los Mosquitos
para su exclusivo dominio. El mismo artículo señalaba,
además que:

“(…) ninguno de los dos se valdrá de ninguna


protección que preste o prestase, ni de ninguna
alianza que tenga o tuviera cualquiera de los dos con
algún Estado o pueblo, para los fines de construir o
mantener tales fortificaciones, o de ocupar,
fortificar o colonizar a Nicaragua, Costa Rica, la
costa de Mosquitos o cualquier parte de América
Central, o de asumir o ejercer dominio sobre esas
regiones, y Estados Unidos y Gran Bretaña no
aprovecharán ningún valimiento, ni se valdrán de
ninguna alianza, relación o influencia que tengan
para con algún estado o gobierno por cuyo territorio
pase dicho Canal, con el fin de adquirir o tener,
directa o indirectamente, para los ciudadanos o

202 Tratado Clayton-Bulwer, en Revista Lotería, ago., 1996.


157
súbditos del uno, derechos o ventajas respecto del
comercio o navegación por dicho canal que no se
ofrezcan bajo las mismas condiciones a los
ciudadanos o súbditos del otro.”203

En esa parte del tratado se establecía la neutralidad


de la región por donde se construyera el canal. Al mismo
tiempo, ambas naciones hacían un llamado a las demás
potencias de la época para que se sumaran al convenio.
Al referirse al mismo, Enrique Santos Molano sostiene
que en el Clayton-Bulwer se consignaron, explícitamente,
los principios generales siguientes:

“La neutralidad de cualquiera comunicaciones


practicables a través de los istmos que unen la
América del Norte a la del Sur, por canal o por
ferrocarril; que por esa neutralidad las potencias no
obtendrían, ni sostendrían jamás ningún predominio
exclusivo sobre el canal que se abriere, y que no
construirían, ni mantendrían fortificaciones que
dominaran el canal, ni se valdrían de alianza,
relación o influencia con el gobierno por cuyo
territorio pasara, a fin de adquirir derechos o
ventajas respecto del comercio o navegación por el
canal que no se ofrecieran bajo unas condiciones a
ambos; y, en fin, que protegerían el canal contra
toda interrupción injusta y que garantizarían su
neutralidad para que estuviera siempre abierto y
libre.”204

El autor citado sostiene que, de todos esos principios


generales, quedó uno bien claro e inequívoco, “El Istmo

203 Ibídem.
204 MOLANO, ENRIQUE SANTOS: Op. cit., pág. 65.
158
de Panamá, o cualquiera otros que pudieran servir para la
comunicación interoceánica, eran patrimonio de la
humanidad y por consiguiente adquirían el carácter de
terreno neutral y ninguna nación o Estado podría reclamar
soberanía sobre ellos.”205 El historiador Molano sostiene
que ese acuerdo de 1850 anuló las garantías de soberanía
de Colombia, establecida en el tratado General de Paz y
Amistad y en el de Paredes-Stephens. Esta pérdida fue
remarcada en el de Hay-Pauncefote.
En relación con la neutralidad, el Calyton-Bulwer, en
su artículo VI determina que, “Ambas partes contratantes
del presente tratado, acuerdan en invitar a cualquier
Estado con quien ambos o uno de ellos individualmente
tenga relaciones amistosas, para concluir un tratado
análogo para que todos los estados puedan compartir el
canal propuesto.”206
De todas las naciones que pudieran sumarse al
mismo, Estados Unidos se interesó en que Rusia firmase
el acuerdo. Ello motivó que la diplomacia zarista
consultara, a lo interno de su país —y pese al interés de
los grupos comerciales— cómo le beneficiaría. Al final,
no se llegó a ningún acuerdo porque el gobierno ruso no
previó su importancia.
El autor, M. A. Zorina, al referirse a la participación
de Rusia en la región centroamericana concluye que:

“Los que dirigían la política exterior zarista a


mediados del siglo diecinueve no consideraron
todos estos intereses suficientemente “vitales”
como para arriesgar firmar el tratado anglo-

205
Ibid., págs 65-66.
206
ZORINA, A. M.: El tratado Clayton-Bulwer de 1850 y la
diplomacia rusa, en Mesoamérica, nº 1, pág. 178.
159
norteamericano de 1850. El gobierno zarista
procediendo de acuerdo con la correlación de
fuerzas en el mundo decidió no adherirse al tratado
de Washington del 19 de abril de 1850.”207

Por medio de ese tratado, Estados Unidos y Gran


Bretaña se neutralizaron mutua y recíprocamente para
construir un canal. El pueblo estadounidense no vio con
buenos ojos este convenio, que limitaba sus ambiciones
expansionistas. Por esta causa, a pesar de su firma, en
1850, continuaron las controversias entre ambas
naciones.208 En la medida en la que, Estados Unidos se
fortalecía en Centroamérica, sentía la necesidad de
volver a negociar el tratado de 1850, para poder construir,
por sí solo, un canal bajo su absoluto control.
2. El interés de Estados Unidos en construir un canal
a través de América Central

Durante las décadas de 1860 y 1870, el gobierno de


Estados Unidos continuó estudiando la posibilidad de
construir un canal por Centroamérica, ya fuera por
Panamá o por Nicaragua. Mientras tanto, una compañía
francesa había obtenido el derecho de construir un canal
por el Istmo de Panamá.209
El año de 1869 fue importante para la industria del
transporte. En esa misma fecha se terminó de construir el
Canal de Suez por parte de los franceses, al igual que el
ferrocarril transcontinental en Estados Unidos. Este país,
ya se había recobrado de la devastadora guerra civil de

207 Ibid, pág. 187.


208 Leonard M. Thomas, Central America and the United States, pág. 19.
209 Esa concesión la obtuvo mediante el contrato Salgar-Wyse del 18 de

mayo de 1878. El arriendo era por 99 años con una zona de tierra de 400
metros de ancho. Cf. Randall, págs. 77-83.
160
1861-1865 y comenzó a mejorar la comunicación
marítima entre las costas este y oeste. El espíritu del
Destino Manifiesto revivió durante las administraciones
de los presidentes Andrew Johnson y Ulyses S. Grant,
mientras América Central estaba dentro de los objetivos
de ese nuevo espíritu expansionista estadounidense.
El presidente Grant, durante su administración
trató insistentemente de lograr un acuerdo para construir
un canal por la región centroamericana. Como militar que
era, consideró que la construcción de un canal en la
región por parte de Estados Unidos aumentaría la
seguridad de ese país y por ello, dicha vía acuática
debería estar bajo su protección y control exclusivo.
Según el presidente, la ruta transístmica ayudaría al
progreso humano, a la vez que él podría pasar a la historia
como el mandatario que dio inicio a tan magna obra.210
La construcción de un canal en el área por parte de
Washington pondría límites a la influencia británica en
Nicaragua y Costa Rica.
Entre los años 1869 y 1870, Estados Unidos y la
república de Colombia firmaron dos acuerdos que
permitirían construir un canal. Éste tendría unas veinte
millas de ancho con facilidades para puertos en ambos
lados terminales de la vía. Esas concesiones tendrían un
término de 100 años y al cabo de ese período, la vía
acuática pasaría a manos de Colombia. La mencionada
ruta sería neutral en época de guerra y otras naciones
serían invitadas a reconocer esa neutralidad. Su
protección estaría a cargo de fuerzas militares de ambos

210En una oportunidad, siendo general de las tropas norteamericanas, Grant


perdió cerca de un centenar de soldados por efectos del cólera a su paso por
el Istmo de Panamá. Él pensaba que la construcción del Canal podría ayudar
a conquistar a esa región ístmica.
161
países. Cualquier disputa entre las partes sería resuelta
por medio de un arbitraje. En sus inicios Colombia
recibiría un 10% y luego un 25% de esas ganancias.211
El secretario de Estado, William Seward, aspiraba
a que el Canal fuese defendido exclusivamente por
Estados Unidos y Colombia. Él sostenía que, en la
eventualidad de una guerra, los barcos estadounidenses
tendrían prioridad en el tránsito por dicho Canal. El
gobierno británico rechazó esos conceptos señalando que
los mismos violaban los términos del tratado de 1850,
pero el Departamento de Estado dijo que las cláusulas de
ese convenio no se aplicaban al Istmo de Panamá.
Estados Unidos quería un canal controlado por
ellos mismos. El senado colombiano rechazó la primera
versión de ese convenio porque violaba la soberanía
colombiana, pero los panameños aspiraban a que se
firmase dicho tratado. El segundo acuerdo también fue
desestimado porque Colombia le introdujo reformas
inaceptables para Washington. Por otro lado, equipos
estadounidenses llevaban a cabo investigaciones sobre
una posible ruta por Centroamérica, específicamente por
Nicaragua en 1875, pero se decía que ese canal debería
ser neutral, a pesar del deseo del presidente Grant de
construir una vía acuática bajo el control exclusivo de
Estados Unidos.
Uno de los principales inconvenientes que había en
la ruta por Nicaragua era la disputa de límites que existía
entre este país y Costa Rica sobre las riberas del río San
Juan, lugar por donde se construiría el canal. El secretario
de Estado, Hamilton Fish, inició conversaciones con
ambos países para lograr concesiones en la mencionada

211CONNIFF, MICHAEL, Panama and the United States. The Force


Alliance, pág. 42.
162
zona. Esos diálogos tuvieron lugar durante los años 1876
y 1877, pero se suspendieron al finalizar el período
presidencial de Grant, aunque Estados Unidos mantuvo
su interés en un canal por esa región por mucho
tiempo.212

3. El canal francés y la reacción de Estados Unidos


Un grupo de franceses dirigidos por Ferdinand de
Lesseps, quien dirigió los trabajos para la construcción
del Canal de Suez durante la década de 1860, dio inicio a
una campaña para construir un canal a nivel del mar por
el Istmo de Panamá, tal como lo era el de Suez en Egipto.
Luego de varios estudios en la región istmeña y de
discutir varias rutas alternas, se escogió la de Panamá, a
pesar de las críticas de los delegados estadounidenses.
En 1876, los franceses enviaron al señor Lucien
Bonaparte Wyse a negociar un tratado con Colombia, que
fue firmado en Bogotá, el 18 de mayo de 1878. En este
convenio se le otorgaba a la compañía del Canal Francés
el derecho exclusivo de construir y operar un canal por
Panamá, por un período de 99 años y al cabo de ese
tiempo, el mismo pasaría a manos colombianas.
Los trabajos deberían finalizar en 17 años; Colombia
recibiría un pago inicial de 750,000 francos y cuando la
vía estuviese abierta, ese país recibiría unos $250,000 por
año. La compañía francesa recibiría un 1/5 de kilómetros
a ambos lados de la mencionada obra, más 400 metros de

212 Para 1914 Estados Unidos y Nicaragua firmaron el tratado Bryan-


Chamorro que le permitiría a ese país construir un canal por la tierra de
Rubén Darío, pero también fracasó, en parte por los problemas fronterizos
con Costa Rica en el río San Juan. Cf. mi artículo “Intervencionismo
norteamericano en Nicaragua: 1909-1934.” En Revista Lotería, n° 407,
págs. 54-63.
163
ancho en tierras adicionales. El canal y los puertos
terminales serían neutrales y abiertos a todas las
naciones. Esos derechos podrían ser transferidos a
organizaciones privadas, pero no a gobiernos
extranjeros.213
En 1879, de Lesseps convocó un congreso en París
para ultimar detalles en la proyectada ruta por Panamá.
Una vez más, los estadounidenses se opusieron a la
construcción de esa ruta interoceánica. El camino
transístmico no violaba técnicamente la Doctrina Monroe
desde el momento en que el mismo sería construido por
una empresa privada y no tendría un componente militar.
A pesar de ello, el conde francés era visto con suspicacia
en Estados Unidos.214
El presidente Rutherford Hayes en su mensaje al
congreso en 1880 decía “La política de esta nación es
tener un canal bajo el control norteamericano. Estados
Unidos no puede consentir que se traspase ese control a
ningún país europeo.” 215 El gobernante Hayes no se
oponía a que la empresa estuviese en manos de intereses
europeos y que ellos la explotaran comercialmente. Sin
embargo, él quería que esa vía acuática estuviese bajo la
protección de su gobierno y por eso trató de obtener esa
concesión por parte de Colombia, pero sin éxito. Para ese
período, muchos estadounidenses compartían la opinión
del mandatario Hayes sobre el control de esa proyectada
ruta marítima por parte de su país.
El secretario de Estado del gobernante James A.
Garfield, señor James G. Blaine, quería que el canal
estuviese bajo el control de Estados Unidos y para tal fin,

213 Conniff, Op. cit., pág. 46.


214 Ibídem.
215 Ibídem.

164
aspiraba a revisar el tratado Clayton-Bulwer. El
secretario Blaine sostenía que la Doctrina Monroe
debería servir para preservar la región del Caribe como
una zona de exclusiva influencia estadounidense.
Los trabajos de construcción del canal empezaron
en 1881. A pesar del optimismo, los franceses tuvieron
muchos obstáculos y para 1888, el proyecto estaba
paralizado.216 Estados Unidos había venido observando
la actividad de los franceses en Panamá y cuando éstos
fracasaron, vio la posibilidad de construir el canal por el
Istmo de Panamá.
4. Estados Unidos y la nueva Compañía del Canal.
Durante la década de 1890, algunos observadores
políticos sostenían que una vez los franceses se retiraran
de la empresa del canal por Centroamérica, Estados
Unidos ejercería presión para construir la vía acuática por
Nicaragua. Sin embargo, durante ese período no hubo
ningún movimiento en esa dirección, por varios motivos:
Primero, la compañía del Canal Francés organizó una
nueva corporación y obtuvo una nueva concesión por
parte de Colombia por lo que el Istmo de Panamá seguía
siendo la primera opción. Segundo, las autoridades
estadounidenses continuaban divididas en torno a quien
debería llevar a cabo los trabajos del canal: el gobierno o
compañías privadas. Tercero, la economía de Estados
Unidos sufría una gran depresión y el congreso no podía

216Entre los motivos que llevaron al fracaso del Canal Francés tenemos: 1.
La edad del Conde Ferdinand de Lesseps y el despilfarro. 2. La compra del
Ferrocarril de Panamá. 3. La mayoría de los accionistas eran pequeños
propietarios particulares. 4. Problemas de mano de mano de obra. 5. Las
enfermedades. 6. Los desórdenes políticos. 7. La falta de apoyo por parte del
gobierno francés.
165
otorgar una partida razonable de dinero para ese
proyecto.217
En 1890, B. Wyse volvió a Bogotá para negociar
una nueva concesión por parte de Colombia y para 1893
la obtuvo. Por medio de ese contrato, la compañía logró
una extensión por 10 años. Esta empresa le pagaría 10
millones de francos en efectivo y otros 5 en intereses.
Para 1898, la compañía del Canal Francés alteró sus
planes de construcción y se exploró la posibilidad de
agregarle esclusas. También se pensó en la viabilidad de
vender la empresa al gobierno de Estados Unidos, el
único país que podría en ese momento continuar los
trabajos. No obstante, por diversos motivos, el presidente
William Mckinley no puso mucho interés en la oferta.
Por ejemplo, el presidente estaba esperando los
resultados de una investigación sobre la posibilidad de un
canal por Nicaragua. Como resultado del poco interés de
los estadounidenses, la compañía del canal francés
obtuvo una nueva concesión por parte de Colombia, de
1904 a 1910, por un valor de 5 millones de francos.
Luego de la guerra Anglo-Hispana, la situación
cambió radicalmente en la región centroamericana y el
caribe. Por medio de ese conflicto bélico, Estados Unidos
emergió como la única potencia de la región. Sus
necesidades comerciales lo obligaron a buscar una ruta
para construir un canal. El problema era escoger el lugar
adecuado: Panamá o Nicaragua. Entre 1889 y 1893, una
compañía privada había hecho estudios por Nicaragua y
recomendó esa ruta. En 1897 el presidente Mckinley
nombró la primera Comisión Walker para realizar
estudios en la región. En Estados Unidos hubo dos

217Sobre la crisis económica que vivía Estados Unidos para ese período ya
lo mencionamos en el capítulo anterior.
166
posiciones en torno a la mejor ruta para la construcción
del canal. El “Grupo Pro Nicaragua” dirigido por el
senador John Tyler Morgan y el “Grupo Pro Panamá,”
bajo el liderazgo de William Nelson Cromwell y Philippe
Bunau Varilla.
Al principio la compañía francesa quería vender la
empresa por un valor de $109 millones. La segunda
comisión Walker estimó que el precio era muy alto. Un
canal por Nicaragua tendría un costo de $189 millones,
mientras que, por Panamá, costaría $253 millones. El
mismo estaría distribuido así: $144 por el canal y $109
por los derechos de la compañía. En Estados Unidos se
pensó que el precio era muy alto y la ruta nicaragüense
era más barata. También esta estaba más cerca del
territorio de Estados Unidos. Ante esa realidad, la
compañía bajó sus precios a $40 millones. En esas
circunstancias la comisión Walker recomendó la ruta
panameña, lo que llevó al senador John C. Spooner a
introducir una enmienda en la legislación del canal por
Nicaragua en junio de 1902. Esa enmienda se conoce
como ley Spooner y su contenido lo veremos más
adelante.
Hubo varios factores que hicieron cambiar la
opción de Estados Unidos hacia Panamá: Primero, la
presencia en la casa blanca de Theodoro Roosevelt quien
pensaba que la alternativa panameña era la mejor.
Segundo, William Nelson Cromwell convenció al
senador Marcus A. Hanna para que apoyara el proyecto
panameño. Tercero, muchos congresistas se
convencieron de que la ruta panameña era la más segura
y adecuada. El señor Philippe Bunau Varilla tuvo mucho
que ver en ese cambio de actitud de los senadores
estadounidenses.
167
5. Estados Unidos: Interés en un canal por Panamá
El 12 de diciembre de 1901, un informe de la
comisión del senado estadounidense sobre canales
interoceánicos decía:

“La apertura por Estados Unidos de un canal de


barcos a través de la barrera de América Central, se
requiere como un deber patriótico y como un justo
sentimiento de orgullo nacional, por los intereses
materiales de nuestros industriales y comerciantes,
por la civilización cristiana, por todos nuestros
nuevos deberes relacionados con nuestras
posesiones insulares y por la defensa nacional y el
bienestar general.”218

Las ideas recogidas en ese informe del senado


expresaban el sentimiento generalizado en ese país de
construir un canal por Centroamérica. Para lograrlo,
había que eliminar el tratado Clayton-Bulwer, el que
nunca había gozado de las simpatías del pueblo
estadounidense.
Para 1899, los británicos estaban inmersos en la
guerra Anglo-Boer en Sudáfrica, mientras que Estados
Unidos deseaba contar con su madre patria en su política
asiática, especialmente en su estrategia de “puertas
abiertas.” También los británicos pensaban combinar la
revisión del tratado de 1850 con el arreglo de límites en
la región de Alaska. En su mensaje anual al congreso, el
presidente William Mckinley, el 5 de diciembre de 1898,
habló de la necesidad de un canal por Centroamérica,
pero sin precisar dónde. Seguidamente el senado

218 Duval, Op. cit., pág. 131.


168
estadounidense solicitó al presidente un cambio en los
términos del mencionado tratado. El 7 de diciembre de
1898, el secretario de Estado, John Hay, ordenó a su
encargado de negocios en Londres, señor Henry White,
que iniciara negociaciones con el gobierno de ese país
para revisar el tratado Clayton-Bulwer. Se solicitó que se
autorizara al embajador británico en Washington, Sir
Julian Pauncefote, para que negociara un convenio para
que este país construyera, por sí solo un canal por
Centroamérica.

5.1 El tratado Hay-Pauncefote

En enero de 1899, tanto Hay como Pauncefote


llegaron a un acuerdo por medio del cual, el futuro canal
que se construyese debería ser neutral y abierto a todas
las naciones del mundo. La posición del secretario Hay
no fue compartida por el senado ni por el pueblo
estadounidense, quienes aspiraban a tener una vía
acuática bajo el control exclusivo de Estados Unidos.
Luego de varias conversaciones, se firmó otro
borrador en 1900, que dejó el principio de la neutralidad,
que tampoco agradó al congreso ni al público de ese país.
219
Sobre ese particular, el entonces gobernador de New
York, Theodoro Roosevelt dijo, “Si nosotros lo
fortificamos se convertirá en una de las más poderosas
fuentes de nuestra posible fuerza marítima.”220
Para 1899 también se había presentado al congreso el
proyecto Hepburn que abogaba por la construcción y
fortificación del canal, pero fue rechazado en 1900. Por
esa razón, los señores Hay y Pauncefote negociaron otro

219 Revista Lotería, Edición Especial, agosto de 1996.


220 Duval, Op. cit., pág. 138.
169
acuerdo en 1901, el cual fue definitivo para llegar al
anhelado acuerdo.
El tratado Hay-Pauncefote consta de cinco
artículos. El primero dice, “Las altas partes contratantes
convienen en que el presente tratado abrogue el
mencionado convenio del 19 de abril de 1850.”221 El
segundo le daba a Estados Unidos el derecho exclusivo
de construir y manejar el canal. El tercero adoptaba las
reglas que regían la navegación del Canal de Suez. El
cuarto decía que el cambio de la soberanía no alteraría el
principio de neutralidad y el quinto se refería a la
ratificación del mencionado convenio. Ese tratado puso
fin al conflicto que por años mantuvieron ambos países
en Centroamérica.

5.2 La ley Spooner

Una vez aprobado el tratado Hay-Pauncefote, se


debía escoger la ruta por donde se construiría el canal.
Hasta ese momento, la balanza se inclinaba hacia
Nicaragua. Sin embargo, después de varios estudios y
disposiciones se aprobó la ley Spooner, el 28 de junio de
1902. Esta ley facultaba al presidente norteamericano
para: 1. Adquirir por un costo que no excediera los
$40,000,000, todos los derechos, privilegios y
propiedades de la Nueva Compañía del Canal en el istmo
de Panamá. 2. Obtener una zona de diez millas a
perpetuidad por donde debería construirse el futuro canal
interoceánico. 3. Proceder a construir el canal por
Nicaragua, si en un tiempo prudencial no se obtenían los
derechos de la Nueva Compañía del Canal, ni los

221 Revista Lotería, Edición Especial. Agosto de 1996.


170
territorios por donde se construyese el futuro canal
interoceánico.
Esta ley fue el producto de un trabajo
mancomunado de varias personas tales como: Philippe
Bunau Varilla, William Nelson Cromwell; de los
senadores Marcus Hanna y John Spooner.222 También
fue el resultado del esfuerzo del embajador colombiano
Carlos Martínez Silva y de las gestiones de un gran
movimiento en pro de un “canal ístmico controlado por
los Estados Unidos,” el cual trabajó por casi un cuarto de
siglo, teniendo como a su principal líder al senador John
Tyler Morgan.

5.3 El tratado Herrán-Hay: su rechazo.

Para dar inicio a las negociaciones entre Colombia


y Estados Unidos para construir un canal por el istmo de
Panamá, varios delegados colombianos viajaron a
Washington, entre los que estaban los doctores Carlos
Martínez Silva y José Vicente Concha. Le correspondió
al Dr. Herrán culminar las negociaciones y firmar el
tratado Herrán-Hay, el 22 de enero de 1903. En ese
acuerdo se destaca el artículo primero que en parte dice:

“El gobierno de Colombia autoriza a la


Compañía Nueva del Canal de Panamá para vender
y traspasar a Estados Unidos, sus derechos,
privilegios, propiedades y concesiones, como
también el Ferrocarril de Panamá y todas las
acciones o parte de ellas en dicha Compañía,

222 Duval, Op. cit., pág. 199.


171
excepción hecha de las tierras baldías situadas fuera
de la zona específica en adelante, ...”223

Por medio de ese tratado se le concedía a Washington


una zona de 10 kilómetros de ancho por cien años
renovables, a juicio de Estados Unidos; le ofrecería a ese
país el uso y ocupación de las islas de Naos, Perico,
Culebra y Flamengo, sin que se les considerara como
parte de la Zona del Canal; se decía que los derechos y
poderes concedidos a ese país, no representarían ninguna
pérdida de la soberanía colombiana sobre los territorios
conocidos como “Zona del Canal” y Estados Unidos se
comprometía a construir los puertos del canal. El
congreso estadounidense ratificó el tratado el 17 de
marzo de 1903. Sin embargo, el colombiano tenía varias
objeciones, entre las que estaba la violación de la
soberanía nacional en el área donde se construiría el
canal.
En Colombia se sabía que el senado rechazaría el
tratado. Por ejemplo, el 30 de marzo de 1903, el
embajador estadounidense en Bogotá, informaba al
secretario de estado, Hay que “...Sin duda la opinión
pública se opone tenazmente a la ratificación del tratado.
Todo indica que, a menos que el gobierno sea sincero y
enérgico en su deseo de que se ratifique el tratado, éste
no habrá de ratificarse.”224 El presidente colombiano,
José Manuel Marroquín, comunicaba al Dr. Herrán el 24
de junio que:

“La opinión pública general en Colombia, o al


menos a la que más se puede escuchar, es que el

223 Ibid., 554.


224 U. S. State Department, Foreign Relations, 1903, págs. 133-34.
172
Tratado no se debe aprobar bajo las condiciones
propuestas por el gobierno de Estados Unidos. Ellos
quieren menos desdeño a nuestra soberanía y desean
más ventajas pecuniarias de las que se les
ofrecen.”225

El Dr. Herrán, en carta al señor Julio Uribe en


Washington y fechada el 26 de junio le advertía que, si el
congreso colombiano rechazaba el tratado, el Istmo de
Panamá se separaría de Colombia, con el apoyo de
Estados Unidos. Él lo explicaba en los siguientes
términos:

“La situación para nosotros es en extremo


critica; pero en el caso de que nuestro Congreso
rechace el tratado, el istmo se separará de Colombia,
para la cual tendrá poderoso apoyo; y la esperanza
que muchos abrigan en Colombia de que en
semejante conflicto tendremos apoyo europeo, es
absolutamente vana.”226

El congreso colombiano rechazó el tratado Herrán-


Hay, el 12 de agosto de 1903, tal como lo habían
advertido funcionarios norteamericanos y colombianos.

5.4 La reacción norteamericana.

Mucho antes de que el acuerdo fuese rechazado,


un artículo aparecido en el New York World, el 13 de
junio de 1903, decía “El presidente Roosevelt está
resuelto a que se haga el canal por Panamá y no tiene

225 Duval, Op. cit., pág. 277.


226 Ibid, pág. 278.
173
intención de empezar negociaciones con Nicaragua.”227
El mismo artículo ponía de manifiesto que existían
temores de que si Colombia no ratificaba el tratado, el
istmo de Panamá se separaría de ese país. Sobre la
importancia del Istmo para la construcción del Canal, el
memorándum More del 2 de agosto de 1903 decía, “Si la
vía por Panamá es, como estamos informados, la mejor y
la más práctica para la construcción y operación del
canal, entonces, esa es, por lo tanto, la ruta que debemos
escoger.”228
El 13 de septiembre de 1903, el secretario Hay
informaba al presidente Roosevelt que debía decidir cuál
sería la acción a tomar, “Decirle a Colombia que no
consideraremos por el momento la proposición que ellos
están discutiendo ahora; o permanecer callados y dejar
que ellos sigan haciéndose los tontos hasta que usted esté
listo para actuar sobre esas bases.”229 En ese mismo
documento decía el secretario Hay que si en Panamá
ocurría una revolución, Estados Unidos tendría que
intervenir para garantizar el libre tránsito a través del
Istmo. Esa intervención estadounidense no sería para
ayudar a Bogotá, concluía Hay.
A finales del mes de octubre de 1903, el presidente
Roosevelt ante la negativa del congreso colombiano de
aprobar el tratado Herrán-Hay decía que Estados Unidos
debería tomar una decisión en uno de los dos sentidos:
“... o debemos desistir por completo del proyecto del
canal por Panamá y comenzar a trabajar de inmediato en
el canal por Nicaragua, o debemos adquirir los derechos
de la Compañía Francesa y terminar el canal. Considero

227 Ibid, pág. 307.


228 Ibid, pág. 610.
229 Ibid, pág. 322.

174
que esta última posibilidad es la que nos impone los
intereses de nuestro país.”230
Es importante resaltar que para ese período había
un interés por parte de Estados Unidos por construir el
canal ístmico por Panamá. Los panameños de esta época
habían pensado que la construcción de la vía por el
territorio nacional traería grandes capitales y contribuiría
al desarrollo del país. La clase dirigente calculó que los
trabajos le traerían una gran bonanza económica. Por
ello, cuando el congreso colombiano rechazó el tratado
Herrán-Hay, hubo una gran decepción y volvió a renacer
el espíritu libertario.
Los panameños comenzaron a ver la posibilidad de
separarse de Colombia para luego, como país
independiente, negociar un nuevo tratado con Estados
Unidos. El 3 de noviembre de 1903, los panameños se
separaron de Colombia. Para la consolidación de esa
separación, se formó una junta de gobierno integrada por
Tomás Arias, José Agustín Arango y Federico Boyd.
Estas tres personas enviaron el 4 de noviembre una carta
al gobierno de Estados Unidos, informándole sobre los
acontecimientos que habían tenido lugar el día
anterior.231
El gobernó de Estados Unidos reconoce a la nueva
nación el 6 de noviembre e inmediatamente iniciaron las
conversaciones para la firma de un nuevo tratado sobre
el canal. El 18 de noviembre de 1903, el señor Philippe
Bunau Varilla y el secretario de Estado, John Hay,
firmaron el tratado Hay-Bunau Varilla que permitió

230Ibid, pág. 620.


231
Para más información, consultar U.S. Foreign Relations, 1903
(Colombia), página 253.
175
continuar los trabajos de construcción del canal ístmico
por Panamá.
Para 1911, el expresidente Roosevelt, refiriéndose
a su participación en los hechos de noviembre de 1903
decía, “Nosotros cumplimos nuestro deber para con el
mundo, también lo cumplimos con Panamá y con
nosotros mismos.”232 Para el 2 de julio de 1915,
refiriéndose al rechazo del tratado Herrán-Hay y a la
reacción de los istmeños decía:

“... El pueblo de Panamá estaba unido en su


deseo por el canal y en su intención de derrumbar la
dominación de Colombia. Si ellos no hubieran
hecho su revolución, yo hubiera recomendado al
Congreso que tomara posesión del Istmo por la
fuerza de las armas; ... Cuando se rebelaron, yo usé
rápidamente la Armada para impedir que los
bandidos, que habían tratado de detenernos,
gastaran meses de inútil derramamiento de sangre
conquistando o tratando de conquistar a Panamá, en
daño perdurable del Istmo, de nosotros y del
mundo.” 233
El expresidente Roosevelt confesaba que en su
decisión de utilizar la armada estadounidense para
salvaguardar la independencia de Panamá no consultó a
ninguna persona de su gabinete, sino que fue su propia
decisión. A partir del 3 de noviembre de 1903, se inició
una nueva república y se dio inicio a las relaciones entre
Panamá y Estados Unidos de forma directa, las cuales
estarían matizadas con diversas controversias, producto
de las interpretaciones unilaterales que cada uno de los
dos países daba a los artículos del tratado de 1903. Esos

232 Duval, Op. cit., pág. 531.


233 Ibid, págs. 531-532.
176
temas han sido abordados ya en otro libro que hemos
publicado.234

234Consultar mi libro, Panamá y los Estados Unidos: una historia de lucha


por el perfeccionamiento de la Soberanía nacional, 2001.
177
CONCLUSIONES
Los Estados Unidos, luego de lograr su
independencia, diseñó un tipo de política exterior
para lograr reconocimiento internacional como país
independiente para obtener ventajas comerciales y
políticas. Para el logro de esos objetivos, concertó y
deshizo alianzas en aras del interés nacional.
La Doctrina Monroe, al igual que el Destino
Manifiesto constituyen parte esencial de la política
exterior de Estados Unidos. La primera, en sus años
iniciales, abogaba por mantener aislado al país de los
conflictos internacionales, mientras se fortalecía
internamente. En esta fase, es una doctrina defensiva.
Luego, ya a finales del siglo XIX y comienzos del
XX, la Doctrina Monroe es utilizada para reforzar su
esfera de influencia, sobre todo en el continente
americano. Bajo el corolario de Roosevelt, hizo de la
región del Caribe su lago particular y mantuvo su
hegemonía en la región, mediante la presión y las
intervenciones militares, hasta la década del treinta
del siglo XX, cuando puso fin a esa política en el
marco de la buena vecindad.
Las ideas del Destino Manifiesto le permitieron
expandir su territorio, a partir de la década del veinte
del siglo XIX, quitando, negociado o comprando
territorios a Gran Bretaña, España, México y Francia.
Hoy día, esa creencia que Estados Unidos es un país
excepcional y por lo tanto, sus valores deben
prevalecer a todo lo largo del planeta porque ellos han
sido designado por la providencia para conquistar
pueblos enteros, para llevar civilización y progreso
a los demás pueblos, sigue siendo parte esencial de
esa política exterior de los actuales dirigentes
estadounidenses. Por eso, intervienen en todo el
planeta, sobre todo, buscando intereses geopolíticos y
recursos estratégicos, tal como se observa hoy en el
Medio Oriente y en Afganistán.

178
Para la región latinoamericana, Estados Unidos
siempre ha llevado a cabo una política calculadora en
busca de sus intereses. Desde su independencia,
mantuvo una actitud neutral para no enemistarse con
España, mientras negociaba territorios importantes
para este país como Las Floridas este y oeste, al igual
que la isla de Cuba. Luego de obtenida Las Floridas,
decidió apoyar y reconocer a las jóvenes repúblicas
latinoamericanas para obtener materias primas y
colocar sus productos industriales en los mercados de
la región.
Esos mismos intereses lo llevaron a tomar
iniciativas integradoras como la formación de la
Unión Panamericana, para formar un mercado
unificado con los países de la región, pero esa
iniciativa no tuvo aceptación, al igual que la Alianza
para el Progreso ni la creación del Área de Libre
Comercio de las Américas, conocida como ALCA.
A diferencia del pasado, Estados Unidos hoy ya
no puede imponer tan fácilmente su voluntad en
América Latina. A pesar de que en los últimos años
se ha producido un vuelco hacia los gobiernos de
derecha y la puesta en marcha de un modelo
económico neoliberal. Estos nuevos gobiernos han
jurado obediencia hacia los dictados de Washington,
pero en el mundo se han sumado una serie de
reconfiguraciones globales tendientes a crear un
mundo multipolar con países que retan su hegemonía
económica y militar.
Esta realidad ha provocado una reducción de la
influencia de Estados Unidos para la región y ha
abierto la posibilidad de nuevas alianzas más allá del
«mundo occidental», que ojalá conduzcan a
soluciones negociadas y predomine la paz dentro de
la región latinoamericana.
A pesar de que Washington seguirá siendo un
elemento importante, una América Latina madura y
más segura de sí misma podrá ver la inevitable

179
articulación de su economía y su cultura con la del
Norte sin los complejos y temores del pasado. Esta
nueva realidad también exige una diplomacia
diferente, que reconozca la diversidad de intereses en
el continente. Ya pasaron los días en que el poder
militar y la política de subversión podían garantizar la
influencia estadounidense en América Latina o en
otros lugares.
A pesar de ese aparente cambio de actitud de
Washington hacia la región latinoamericana, esa
nación sigue jugando a controlar a las naciones de la
región para apoderarse de sus recursos naturales y
para controlar los espacios estratégicos. Para ello,
está dispuesto a colocar en el poder de estas naciones
a personas que respondan a sus intereses globales. Por
ello en los últimos años ha puesto en práctica los
métodos desarrollados por el politólogo Gene Sharp
para combatir con armas psicológicas, sociales,
económicas y políticas, para obtener los mismos
objetivos que obtuvo en el pasado, no sólo en el Gran
Caribe, sino en cualquier parte del planeta.
El mismo politólogo en un manual titulado De
la Dictadura a la Democracia sostiene que hay que
organizar disturbios en torno a un color simbólico.
Esos movimientos reciben apoyo financiero de
instituciones privadas, pero con respaldo del gobierno
de Estados Unidos. En ese sentido, Daniel Estulin
dice, “La Freedom House y la Fundación Nacional
para la Democracia (NED), la organización no
gubernamental financiada por el gobierno de
Washington que aboga por los cambios de régimen
desempeña un papel clave en las revoluciones de
colores y las revueltas que azotan en estos momentos
al mundo islámico.”235
Hoy, la relación de Estados Unidos con
América Latina está enmarcada dentro de una política

235 ESTULIN, DANIEL, Op. cit., pág. 182.

180
global, en la cual la región del Medio Oriente,
particularmente Siria y el combate al terrorismo,
simbolizado por el Estado Islámico es su principal
prioridad. Es dentro de ese marco que hay que
entender que los países de la región latinoamericana,
si quieren tener éxito, si quieren ser escuchados,
tienen que buscar una integración real para enfrentar
los retos que representan los diversos bloques
económicos que surgen en el siglo XXI y saber que
este es un nuevo escenario, caracterizado por la
multipolaridad, un mundo pluricultural en donde la
ciencia y la tecnología son la punta de lanza de este
nuevo milenio.
En 1997, Zbigniew Brzezinski, asesor del
Consejo de Seguridad del expresidente James Carter
escribió El gran tablero mundial: la supremacía
estadounidense y sus imperativos estratégicos y en
él recomendaba una estrategia imperial para sentar las
bases de la gobernanza global e impedir que ese poder
se viera retado por el despertar político global. Se
busca que los pueblos no tomen conciencia de sí
mismos y que desarrollen una conciencia global.
El triunfo electoral de Donald Trump en
Estados Unidos y la muerte de Fidel Castro en Cuba,
abren un nuevo escenario en el mundo. El primero
habla del renacer del llamado “sueño americano”.
Para ello quiere reforzar el desarrollo industrial y
comercial de su país, lo que ha motivado que algunos
especialistas se pregunten si con ello se está dando
inicio a un proceso de “desglobalización” que se
inició con el triunfo del Brexit en el Reino Unido.
La muerte de Fidel Castro cierra un ciclo que
se inicia en 1959 con el triunfo de la Revolución
Cubana y su influencia en los países del Tercer
Mundo. La muerte de Castro coincide con el inicio de
las conversaciones entre Estados Unidos y Cuba para
normalizar sus relaciones diplomáticas, pero a su vez,
el triunfo de Trump deja abierta la posibilidad de que

181
esos intentos se congelen. Lo cierto es que Fidel
Castro deja una huella imborrable en el mundo y
seguro que su legado perdurará por mucho tiempo en
el corazón y la mente de muchos ciudadanos del
mundo.
Por todo lo anterior, conocer la política
exterior de Estados Unidos es importante para poder
enfrentar, con éxito, los nuevos retos que la sociedad
global hoy demanda. Es importante que los pueblos
históricamente dominados tomen conciencia de su
destino como un todo y actúen unidos para hacerle
frente al imperio global, sobre todo, las naciones
pequeñas como Panamá, cuyo destino económico y
político ha estado ligado a Estados Unidos, desde el
nacimiento de la República de Panamá.

182
BIBLIOGRAFÍA
Acosta, José, El imperialismo capitalista.
Barcelona: Editorial Blume. 1977.
Álvarez, Alejandro, The Monroe Doctrine. New
York: University, 1924.
Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas.
Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo. México, D. F., Fondo de Cultura
Económica, 1993.
Argüelles, Rosa Ana, E. U. A. Documentos de su
Historia Política II. México, D. F.: Instituto Mora.
1988.
Acuña, Dalva, “Repercusiones del Incidente de la
Tajada de Sandía:” En Relaciones entre Panamá y
los Estados Unidos. Ciudad de Panamá: Biblioteca
Nuevo Panamá, 1974.
Arosemena, Justo, “Estudio sobre la idea de una Liga
Americana.” En Soler, Ricaurte, El pensamiento
político en los siglos XIX y XX. Tomo 6. Ciudad de
Panamá: Biblioteca de la cultura panameña, 1988.
Página 180.
Arosemana, Pablo, “El 15 de abril de 1856.” En Soler,
Ricaurte, El pensamiento político en los siglos XIX
y XX. Tomo 6. Ciudad de Panamá: Biblioteca de la
cultura panameña, 1988. Página 166. Kenya, “The
American Star: el destino manifiesto y la difusión de
una comunidad imaginaria.”
Bello, Kenya, The American Star: el destino
manifiesto y la difusión de una comunidad
imaginaria.”
Benitez, Augusto, “Firmeza y coraje en
Centroamérica.” En Bohemia, año 78, nº 36, 5 de
septiembre de 1987.
Berman, Karl, Under the Big Stick. Nicaragua and
the United States Since 1848. Boston: South End
Press. 1986.

183
Billington, Ray Allen, La Expansión Hacia el Oeste.
Buenos Aires: Editorial Bibliográfica Argentina.
Brenna B., Jorge E., “Mitología fronteriza: Turner y
la modernidad. En Estudios Fronterizos, Vol. 12,
núm., 24, julio-diciembre, 2011, pp.9-34.
Castillero Calvo, Alfredo, “El oro de California en la
vida panameña.” En Relaciones entre Panamá y los
Estados Unidos. Panamá: Ministerio de Educación.
1974.
Calvo, Joaquín Bernardo, La campaña nacional
contra los filibusteros en 1856 y 1857. Breve
Reseña Histórica. San José: Tipografía Nacional,
1909.
Cavicchioli, Iglesias Manuel, “La doctrina
neoconservadora y el excepcionalismo americano:
una vía al unilateralismo y a la negación del derecho
internacional”.www.reei.org DOI:
10.17103/reei.28.05.
Cleland, Robert G., One Hundred Years of the
Monroe Doctrine. Los Ángeles, California: Times-
Mirror, 1923.
Conniff, Michael, Panama and the United States.
The Force Alliance. Athens, Georgia: University of
Georgia Press. 1992.
Crapol, P. Edward, “Notes and Documents. John
Quincy Adams and the Monroe Doctrine: Some New
Evidence.” En Pacific Historical Review. Volúmen,
XLVIII, agosto de 1979. Número 3.
Cox, Isaac, Boston: World Pease Foundation
Pamphlets, Vol. X. N° 7. 1927. Nicaragua and the
United States, 1909-1927
Denny, Harold N., Dollar for Bullets. The Story of
American in Nicaragua. New York: Loncon Mac
Veagh. The Dial Press. 1929.
Duval, Miles, Cadiz a Catay. Panamá: EUPAN.
1973
El Panameño, 1849.

184
Estulin, Daniel, Fuera de Control. Cómo Occidente
creó, financió y desató el terror del Estado Islámico
sobre el mundo. Barcelona: Editorial Planeta, 2015.
Fábrega, Francisco de, “Notas sobre los sucesos del
15 de abril...” Soler, Ricaurte, El pensamiento
político en los siglos XIX y XX. Tomo 6. Ciudad de
Panamá: Biblioteca de la cultura panameña, 1988.
Página 161.
Fontana, Joseph, El futuro es un país extraño. Una
reflexión sobre la crisis social de comienzos del siglo
XXI. Barcelona: Ediciones Pasado y Presente. 2013.
Fontana, Joseph, ¿Para qué sirve la historia en un
tiempo de crisis? Bogotá, D. C.: Ediciones
Pensamiento Crítico, 2003.
Gandásegui, Marcos et. al., Las luchas obreras en
Panamá, 1850-1978. Panamá: CELA, 1990.
García, Pantaleón, “La adquisición de las floridas por
los Estados Unidos en 1819.” En Revista Lotería. N°
387, enero-febrero, 1992.
García, Pantaleón, “La política del buen vecino y
Latinoamérica”. En Revista Cultural Lotería, n°388,
marzo-abril, 1992.
García, Pantaleón, “Farallón y Río Hato:
enfrentamientos y miedos durante la invasión del 20
de diciembre de 1989.” En Revista Cultural Lotería,
n° 50, marzo-abril de 2012.
Guerra, Ramiro, La expansión territorial de los
Estados Unidos. La Habana: Edit. de las C. Sociales.
1975.
Guerra, Ramiro, En el Camino de la independencia.
La Habana: Editorial de las Ciencias Sociales, 1974.
Herring, Hubert, Evolución Histórica de América
Latina. Tomo II. Buenos Aires: EUDEBA. 1968.
Kholer, Charles, The Monroe Doctrine. A
Complete History. New York: Little & Ives
Company, 1925.

185
LaFeber, Walter, The American Age. United States
Foreign Policy at Home and Abroad Since 1750.
New York: W. W. Norton & Company, 1989.
Langley, Lester, America and the Americas. The
Unites States in the Western Hemisfere. Athens,
Georgia: The University of Georgia Press. 1989.
Leopold, Richard, The Growth of American
Foreign Policy. New York: Alfred A. Knoff,
Publisher, 1964.
Leonard, Thomas, Central America and the United
States. The Search for Stability. Athens, Georgia:
The University of Georgia Press. 1991.
Link S. Arthur y Otros, The American People: A
History. Illinois: AHM Publishing Corporation.
Liuewen, Edwin, U. S. Policy in Latin America.
New York: Frederick A. Praeger, Publisshers. 1969.
Martin, James K. et al., American and its People.
Illinois: Library of Congress. 1989.
Mack, Gerstle, La Tierra Dividida, Tomo I.
Panamá: Editorial Universitaria, 1971.
Merk, Frederick, The Monroe Doctrine and The
American Expansionism, 1843-1849. New York:
Alfred A. Knopf. 1966.
Montúfar, Lorenzo, “Walker en Centroamérica.” (2da
Edición Corregida e ilustrada). Alajuela: Museo
Histórico Cultural Juan Santamaría, 2000.
Nerval, Gaston, Autopsy of the Monroe Doctrine.
New York: The MaCmillan Company, 1934.
Nichols, C. Irby Jr., “The Russian Ukase and the
Monroe Doctrine: A Re-evaluation.” En Pacific
Historical Review. Volumen XXXVI, febrero de
1967. Número 1.
Panama Star, 1849.
Paterson, Thomas G., Major Problems in American
Foreign Policy. Massachusetts: D. C. Heath and
Company, 1978.

186
Patiño, Jorge E., “El acuerdo Istmeño-
norteamericano de 1851.” En Revista Lotería nos
336-337, marzo-abril de 1984.
Perkins, Dexter, “Europe, Spanish America and The
Monroe Doctrine.” En The American Historical
Review, Volumen XXVII. Enero, 1922. Número 2.
Perkins, Dexter, “Russia and the Spanish Colonies,
1817-1818.” En The American Historical Review.
Volumen XXVIII, julio de 1923. Número 4.
Perkins, Dexter, Historia de la Doctrina Monroe.
Buenos Aires: EUDEBA, 1964.
Randall, Stephen J., Aliados y Distantes. Historia de
las Relaciones entre Colombia y E. E. U. U. Desde
la Independencia hasta la Guerra contra las
Drogas. Bogotá: Tercer Mundo Editores. 1992.
Rippy, Fred, La Rivalidad Entre los Estados
Unidos y la Gran Bretaña por América Latina
(1808-1830). Buenos Aires: EUDEBA, 1929.
Robertson, William Spence, “Russia and the
Emancipation of Spanish America, 1816-1826.” En
The Hispanic American Historical Review.
Volumen XVI, mayo de 1941. N° 2.
Russell, Bartley H., Imperial Russia and the
Struggle for Latin American Independence 1808-
1830). Texas: University Press, 1978.
Santos Molano, Enrique, 1903 A Dios Panamá.
Colombia ante el Destino Manifiesto. Bogotá:
Villegas Editores, 2004.
Soler, Ricaurte, “Panamá 1856: Anticolonialismo y
Solidaridad con Nicaragua.” En Revista Temas de
Nuestra América, nº 59, enero de 1987.
Soler, Ricaurte, El pensamiento político en los
siglos XIX y XX. Tomo 6. Ciudad de Panamá:
Biblioteca de la cultura panameña, 1988.
Suárez J. Omar, La Población del Istmo de Panamá
del Siglo XVI al Siglo XX. Panamá: Imprenta la
Nación, 1978.
The Panama Star, 31 de octubre de 1851.

187
Tindall, George, et al., The Esesential America.
New York: W. W. Norton & Company, 2001.
U. S. State Department, Foreign Relations of the
United State. Washington, D. C. Government
Printing Offices. 1903, 1904, 1905 y 1910.
Vargas Campos, Antonio, “La Guerra Nacional
Centroamericana contra los Filibusteros.”
Vega C., Renán y Otros, El Panamá colombiano en
la repartición imperialista. Bogotá, Editores
Impresores, 2003.
Whitaker, Arthur, Estados Unidos y la
Independencia de América Latina (1800-1830). B.
Aires: EUDEBA, 1964.
58. Woodward, Ralph Lee, Central America: A
Nation Divided. Oxford: Oxford University Press,
1985.

188

También podría gustarte