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"EL AMOR VENCE AL ODIO": UNA FRASE EXPRESIÓN SIMBÓLICA DE LA DERROTA.

Patricio A. Brodsky
1/3/2021

Algunos compañerxs enuncian esa romántica frase como una certeza indubitable, pero esto es una
fantasía de origen bíblico-cristiano, un mero recurso retórico. Y esto por dos motivos:

1) Porque en la Biblia se pone en boca de Jesús que la ética cristiana indica que hay que volver a
poner el rostro al que te golpea en una mejilla; pero, en la práctica, en su nombre, sus seguidores
hicieron cruzadas, persiguieron a judíos y musulmanes, quemaron mujeres acusándolas de brujas,
hicieron la inquisición, acompañaron la conquista de América y apoyaron dictaduras genocidas...

2) Porque, según Weber, la "acción racional con arreglo a fines" es una forma de acción más
racional que la "acción racional con arreglo a valores"; por otro lado, plantear que el amor vence al
odio no tiene en cuenta que el que odia es un sujeto político y, generalmente, tiene detrás suyo el
respaldo del poder real el poder económico y el del "estado mayor de la burguesía" (particularmente
la superestructura jurídico-política y las fuerzas represivas del estado)

Asumir esta postura casi de pacifismo abstracto, está en el plano de la derrota simbólica a los
proyectos colectivos de los ’70, en el mismo plano del abandono de la lucha por el socialismo y la
aceptación de la posibilidad de una sociedad de clases “justa” (capitalismo bueno).
Está claro que sin amor hacia el pueblo no se puede construir ningún proyecto anticapitalista, pero
tampoco se lo puede hacer sin odiar a la sociedad de clases, la injusticia y la explotación; entonces
amor/odio no son dos polos mutuamente excluyentes sino una díada dialéctica que sólo será
superada cuando cese la sociedad de clases, y con ella la explotación y la injusticia.
Ningún proyecto popular triunfó en el mundo confrontando amor y odio porque quienes aman a los
que los odian son serviles a los que dominan y son funcionales a ellos, y si se ama a los explotados
y los sometidos a la injusticia es imposible no indignarse y odiar a quienes los explotan y los
someten a la indignidad. No se puede ser indiferente con los criminales, no se puede no odiar a
Videla, a Menem, a De la Rua, a Macri, se es hipócrita si se afirma amar a los desposeídos y no
odiar a los representantes simbólicos de los verdaderos enemigos, tampoco se puede ser indiferente
ante los Magnetto, los Rocca, los Lacroze de Fortabat, los Blaquier, los Massot, etc.
Pero se los debe odiar por lo que representan, ellos son la encarnación de un sistema injusto;
recuerdo aquí la escena de una película de Bernado Bertollucci, me refiero a Novecento; esa escena,
plenamente simbólica, es, a la vez, de una crudeza metafórica que abruma; esa escena es el juicio
al Patrón, luego de derrocado el fascismo; los campesinos armados (símbolo del pueblo en armas),
bajo un gigantesco toldo confeccionado con cada una de las banderas comunistas que cada uno
escondió durante el fascismo, montan un tribunal popular para juzgar sus crímenes, en el alegato,
los campesinos pasan y lo acusan, básicamente, de ser la encarnación del régimen de explotación;
el líder de los campesinos dice que la condena del Patrón es a muerte, pero que no lo pueden matar
porque el Patrón ya ha muerto (asumiendo en esta frase que el Patrón es un lugar simbólico que en
una sociedad sin clases ya no existirá, el problema no es la persona sino el rol que ocupa en la
sociedad de clases), luego de esto llega la representación del estado (un par de camiones con tropas
del ejército “liberador”), obliga a los campesinos a desarmarse y restaura el orden prevaleciente
(restaura el poder del Patrón) acabando de facto con el poder popular en un tris.
Las imágenes de las bolsas de residuos simulando bolsas funerarias, y como afirman algunas son
representación simbólica del poder patriarcal porque en bolsas de residuos muchos femicidas
“descartan” los restos de sus víctimas (como si fueran basura y no personas), con nombres de
referentes políticos y sociales, de DDHH, etc.; constituye, por dónde se lo quiera mirar, en un claro
símbolo de lo peor del fascismo, la lectura más directa y mecánica nos indica que si, supuestamente,
esa bolsa fue ocupada por alguien que no se pudo vacunar porque la vacuna se “desvió” para ser
usada por otro (enunciado nominalmente en cada bolsa), entonces el verdadero destinatario de la
bolsa debe ser aquel que es enunciado nominalmente; eso debe ser entendido como una amenaza
directa; las “bolsas negras” son, simbólicamente, una lista negra, así debe entenderse, sobre todo
en contexto con otras imágenes de la misma marcha que expresan una “fantasía” común a todo este
sector.

En una vieja película de los años 80 llamada “Skokie” y que relata el caso virtual de un juicio
entablado por el Partido Nazi de EEUU contra el municipio de Skokie, un personaje interpretado
por Lee Strasberg, un gran aportante de una asociación de defensa de los Derechos Civiles les
anuncia que ya no aportará y que renunciará a la asociación por la decisión de su Comisión
Directiva de defender el derecho de los nazis a manifestarse públicamente: “Por qué yo que soy
judío tengo que sostener la defensa del derecho de un grupo de matones a sostener públicamente
que si llegaran al poder me asesinarían”; este dilema encierra una discusión ética: ¿La democracia
debe tolerar a los fascistas?.
Hace casi un siglo, el fascista José Millan-Astray en medio de un discurso de Miguel de Unamuno
gritó “¡Muera la Inteligencia, Viva la Muerte!”, en Buenos Aires, cuando Eva Perón agonizaba
afectada por el cáncer de útero pintaron “Viva el Cáncer”; el fascismo es eso, es la clausura del
pensamiento racional y de la palabra crítica, la claudicación simbólica (y material) de la vida, el
culto a la muerte porque sólo pueden proponer eso: muerte.
Las bolsas negras del sábado no fueron las únicas intimidaciones públicas, tampoco las primeras,
lamentablemente, esta oposición viene dando muestras del ejercicio de una violencia simbólica
(impunemente, ya que no hubo, hasta ahora ningún juez o fiscal que actuara de oficio), simbólica
que tiene su correlato material cada vez que toman el poder (sea de facto, sea electoralmente como
en 1989, 1999 o 2015)
Las imágenes que siguen muestran que lo de la marcha del sábado no fue un hecho aislado. Esta
violencia simbólica es una práctica habitual en este sector de la oposición; se identifican con esta
violencia y, lamentablemente, les "rinde" políticamente.

En 2015 ganaron la elección con la tanatopolítica, usando el suicidio del fiscal Nisman y
amenazaron de muerte impunemente en cada marcha (cuentan, por un lado, con el blindaje
mediático y, por otro lado con propagandistas fascistas que sostienen su odio -Etchecopar, Majul,
Feinmann, Leuco's, Lanata, etc.).

Como opositores son esto, la representación de la violencia simbólica, como oficialismo son
responsables de cada uno de los compañerxs asesinadxs; son: son la Campaña al "Desierto", la
Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, las bombas en Plaza de Mayo durante el acto de la CGT
del 15 de abril de 1953, el bombardeo del 16 de junio de 1955, la Revolución Libertadora, el
fusilamiento del 22 de agosto en Trelew, la dictadura genocida, los asesinos del 19 y 20 de
diciembre de 2001, los asesinos de Teresa Rodriguez, Kosteki y Santillán, Carlos Fuentealba,
Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y cada uno de nuestros muertos.

Hay que dejar de actuar guidados por esa consigna de corte cristiano que impulsa a asumir conducta
de víctima ante los poderes hegemónicos, el poder real muestra que tiene en claro que se trata de
lucha de clases, de la defensa de intereses materiales concretos y pone todo su poder (simbólico y
material) en defensa de dichos intereses. A los neoliberales (no hablemos de los gobiernos de facto)
no les importan los derechos del pueblo, los arrasan, así vimos como Menem devastó el estado,
aplicó la flexibilización laboral, De la Rúa bajó los salarios de empleados públicos y jubilados un
13% y finalmente Macri que no dejó derecho sin arrasar.

Ni a Mussolini, ni a Franco, ni a Hitler, ni a Horty, ni a Somoza, Videla, Stroessner, Pinochet,


D’Abuisson, Rios Montt, a ninguna dictadura, ni a ningún imperialismo se les venció con amor,
sino enfrentándolos, denunciándolos y hasta combatiéndolos. Si no tenemos en claro que “la grieta”
no es otra cosa que la lucha de clases y que los sectores antipopulares están en pie de guerra contra
un gobierno que no para de hacer concesiones sin que del otro lado le den tregua, una vez más, nos
van a llevar puestos.

Estamos hablando de un sector muy poderoso, que hasta 1983 necesitó quebrar el orden
institucional para ejercer sus privilegios pero que desde 1989 cuenta con el consenso de un sector
importante de la población. Es muy grave que no se tenga en cuenta que este sector, cada vez que
necesitó un cambio en su ciclo de acumulación económica, no dudó en perpetrar un genocidio: así
lo hizo en la década de 1870 para apropiarse del territorio nacional e imponer un régimen
oligárquico-latifundista (un capitalismo prebendario basado en el monopolio de la tierra y la renta
diferencial de la tierra) y así lo volvió a hacer para establecer un sistema basado en la renta
financiera (Patria Financiera) y en el parasitismo del estado a través de la obra pública (la Patria
Contratista) y en el endeudamiento público y el traspaso al estado de la deuda privada.

Debemos ser conscientes de la peligrosidad del enemigo de clase y utilizar todos los medios a
nuestro alcance para denunciar y desnudar su accionar en todos los planos (incluyendo la propia
legalidad burguesa), hay que usar sus herramientas en su propia contra, no hay que callarse para
“no darles visibilidad”, por el contrario, no hay que dejarles pasar estas cosas porque, como ya lo
vivimos, el silencio los envalentona y los lleva a escalar sus agresiones.

¿O acaso alguien piensa que dejarán de ser violentos por no ser visibles?, creo que es al revés, si la
prensa hegemónica los invisibiliza es porque le son funcionales así. Por eso, hay que denunciarlos,
visibilizar sus acciones de violencia simbólica y material mediante propaganda y agitación, y
denunciarlos penalmente (aunque sean ellos quienes manejen el poder judicial), estas son las
medidas más básicas de autodefensa que podemos realizar.

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