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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Moderadora: ANDRE_G Responsable del tema: Marina012

Cami.Pineda ★MoNt$3★

Chelsea Sharkovich †DaRk BASS†

Yre24 vapino

sary_meles Xhessii

andre27xl Vannia

Roo Andresen Mir

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Emii_Gregori

LizC

Vannia Marina012

PaolaS

Susanauribe

Little Rose
Abril.
Anne_Belikov

sooi.luuli

flochi

loveliilara

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Í
Sinopsis……………………….…7 Capítulo 20……………………162
PARTE UNO Capítulo 21……………………169
Capítulo 1…………………….…9 Capítulo 22……………………173
2 DE MAYO, 2008 6:32 AM...20 Capítulo 23……………………178
Capítulo 2……………………...28 Capítulo 24……………………182
2 DE MAYO, 2008 7:10 AM...39 Capítulo 25……………………186
Capítulo 3……………………...47 Capítulo 26……………………189
2 DE MAYO, 2008 7:37 AM...53 Capítulo 27……………………194
Capítulo 4……………………...59 Capítulo 28……………………197
2 DE MAYO, 2008 7:41 AM...64 Capítulo 29……………………201
Capítulo 5……………………...73 Capítulo 30……………………206
PARTE DOS Capítulo 31……………………208
2 DE MAYO, 2008 6:36 AM Capítulo 32……………………215
Capítulo 6……………………..81 Capítulo 33……………………222
MAYO 2008 Capítulo 34……………………224
Capítulo 7……………………..88 Capítulo 35……………………227
Capítulo 8…………………….104 Capítulo 36……………………232
Capítulo 9…………………….107 Capítulo 37……………………238
Capítulo 10…………………...114 Capítulo 38……………………242
Capítulo 11…………………...120 Capítulo 39……………………246
Capítulo 12…………………...124 Capítulo 40……………………252
Capítulo 13…………………...128 Capítulo 41……………………253
Capítulo 14…………………...130 Capítulo 42……………………257
Capítulo 15…………………...134 Capítulo 43……………………262
PARTE TRES Capítulo 44……………………264
Capítulo 16……………………141 PARTE CUATRO
Capítulo 17……………………147 “¡Oh! ¿Y cómo disculparemos una
acción tan sangrienta?”….266
Capítulo 18……………………150
Sobre la autora………………..275
Capítulo 19……………………157

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Para Scott.

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Le mostraríamos al mundo que estaban equivocados.


Y les enseñaríamos a cantar a coro.
—NICKELBACK

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Traducido por ANDRE_G

Nunca quise que alguien muriera.

Hace cinco meses, el novio de Valerie Leftman, Nick, abrió fuego en la cafetería
escolar. Al lanzarse para tratar de detenerlo, Valerie inadvertidamente salvó la
vida de una compañera de clase, pero se vio implicada en el tiroteo por la lista que
ella ayudó a crear. Una lista de las personas y cosas que ella y Nick odiaban. La lista
que él usó para elegir a sus objetivos.

Ahora, después de un verano de aislamiento, Val se ve obligada a enfrentarse a su


culpabilidad cuando regresa a la escuela para completar su último año. Perseguida
por el recuerdo del novio que aún ama y navegando a través de la rocosa relación
con su familia, sus antiguos amigos y la chica a quien salvó la vida, Val debe lidiar
con la tragedia que tuvo lugar y con su papel en ella, con el fin de reparar el daño y
seguir adelante con su vida.

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PARTE
UNO

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Traducido por ANDRE_G

Corregido por Marina012

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE1,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

La escena en la cafetería de la Preparatoria Garvin, conocida como el Cafetín, ha sido


descrita como “nefasta” por los investigadores que se encuentran trabajando en la
identificación de las víctimas de un tiroteo que estalló en la mañana del viernes.

“Tenemos equipos revisando cada detalle”, dijo el Sargento Pam Marone. “Estamos
formándonos una imagen bastante clara de lo que sucedió en la mañana del día de
ayer. No ha sido fácil. Incluso algunos de nuestros oficiales más veteranos se han
conmocionado cuando entraron al lugar. Es una tremenda tragedia”.

El tiroteo, que comenzó justo cuando los estudiantes se estaban preparando para su
primera clase, dejó por lo menos seis muertos e incontables heridos.

Valerie Leftman, de 16 años, fue la última víctima de los disparos antes de que Nick
Levil, el presunto homicida, según los informes, se disparase a sí mismo.

Con un disparo en el muslo a corta distancia, Leftman requirió una extensa cirugía
para reparar sus heridas. Los representantes del Hospital General del condado de
Garvin la han puesto en la lista de “condición crítica.”

“Había mucha sangre”, dijo un paramédico a los reporteros de la escena. “Debió


haberle disparado justo en la arteria”.

“Es muy afortunada”, confirmó la enfermera de turno de la sala de emergencias.


“Tiene una gran posibilidad de sobrevivir, estamos siendo muy cuidadosos con ella.
Especialmente por el gran número de personas que quieren hablar con ella”.

Los reportes de los testigos de la escena del tiroteo varían, algunos afirman que
Leftman fue una víctima, otros dicen que fue una heroína. Sin embargo, otros alegan
que estaba involucrada con Levil en un plan para disparar y asesinar a los
estudiantes que no eran de su agrado.

De acuerdo con Jane Keller, una estudiante que fue testigo del tiroteo, el disparo a
Leftman pareció ser accidental.

1 Original en inglés: From The Garvin County Sun-Tribune.

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“Parecía como si ella se hubiera tropezado y cayera encima de él o algo por el estilo,
pero no podría asegurarlo”, dijo Keller a los reporteros de la escena. “Lo único que sé
es que todo había terminado rápidamente después de que eso sucediera. Y que
cuando ella cayó encima de él, se dio la oportunidad para que algunas personas
escaparan”.

Pero la policía se está preguntando si el disparo que derribó a Leftman fue accidental
o fue un doble suicidio que salió mal.

Los primeros reportes indican que Leftman y Levil habían discutido sobre el suicidio
de una manera detallada, y algunas fuentes cercanas a la pareja insinúan que ellos
también platicaban sobre el homicidio, dejando a la policía preguntándose si hay
más en el tiroteo de la Preparatoria Garvin de lo que ellos inicialmente pensaron.

“Hablaban bastante sobre la muerte”, dijo Mason Markum, un amigo cercano de


Leftman y Levil. “Nick hablaba más de eso que Valerie, pero sí, Valerie también
hablaba sobre ello. Todos pensamos que era algún tipo de juego, pero supongo que
era de verdad. No puedo creer que hablaran en serio. Quiero decir, justo estaba
hablando con Nick hace como tres horas, y jamás dijo nada. Nada sobre esto”.

Así sean las heridas de Leftman intencionadas o accidentales, hay poca duda por
parte de la policía sobre el intento de suicidio de Nick Levil después de masacrar casi
media docena de los estudiantes de la Preparatoria Garvin.

“Los testigos en la escena dijeron que después de haberle disparado a Leftman él


apuntó el arma a su cabeza y jaló el gatillo”, dice Marone. Levil fue declarado muerto
en la escena.

“Fue un alivio”, dice Keller. “Algunos de los chicos incluso aclamaron, lo que supongo
estuvo mal hecho. Pero creo que puedo entender porqué lo hicieron. Fue realmente
escalofriante”.

La participación de Leftman en el tiroteo está bajo la investigación de la policía del


condado de Garvin. No se pudo dar con la familia de Leftman para que comentaran al
respecto, y la policía sólo divulga que en este momento están “muy interesados” en
hablar con ella.


Tras haber ignorado por tercera vez la alarma, mi mamá empezó a golpear la
puerta, tratando de levantarme de la cama. Justo como cualquier otra mañana. Sólo
que está mañana no era como cualquier otra. Ésta era la mañana en la que se
suponía que yo me repusiera y continuara con mi vida. Pero supongo que con las
mamás, los viejos hábitos nunca mueren… si la alarma no lo consigue, empiezan a
golpear la puerta y a gritar, sea la mañana que sea.

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Aunque, en lugar de sólo gritarme, su voz comienza adquirir ese sonido


tembloroso atemorizante que últimamente tiene tan seguido. Ése que dice que no
está del todo segura si es sólo que se me está dificultando salir de la cama o si
debería prepararse para llamar al 911.

—¡Valerie! —Sigue suplicando—. ¡Tienes que levantarte, ahora! La escuela ha sido


muy indulgente al recibirte de vuelta. ¡No lo arruines el primer día!

Como si fuera a estar feliz de regresar a la escuela. De regresar a esos embrujados


corredores. Al Cafetín, donde el mundo tal como lo conocía se había terminado el
pasado mayo. Como si no hubiera estado teniendo pesadillas sobre ese lugar cada
noche, levantándome sudada, llorando, totalmente aliviada de estar en mi cuarto
donde todo estaba seguro.

La escuela no lograba decidirse entre verme como un héroe o como un villano, y


supongo que no podía culparlos por ello. Estaba pasando un mal rato decidiéndolo
por mí misma. ¿Era el tipo malo que había puesto en acción el plan de acribillar a la
mitad de la escuela, o la heroína que se sacrificaba a sí misma para terminar la
matanza? Algunos días me sentía de ambas formas. Algunos días me sentía como
ninguna. Era tan complicado.

El comité escolar trató de tener alguna ceremonia para mí en el verano. Lo cual era
loco. No tenía la intención de ser una heroína. Ni siquiera estaba pensando cuando
salté en medio de Nick y Jessica. Es algo certero que no pensé, Aquí está mi
oportunidad de salvar a la chica que solía burlarse de mí y me llamaba Hermana
Muerta, y conseguir que me disparen en el proceso. Según todos los reportes había
sido un acto heroico, pero para mi caso… bueno, nadie estaba completamente
seguro.

Me rehusé a ir a la ceremonia. Le dije a mi mamá que mi pierna me estaba doliendo


demasiado y que necesitaba dormir un poco y que de todas formas, era una idea
estúpida. “Es típico de la escuela”, le dije, “hacer algo tan tonto como eso. No iría a
una cosa tan estúpida como esa ni aunque me pagaran”.

Pero la verdad es que tenía miedo de ir a la ceremonia. Tenía miedo de


enfrentarme a todas esas personas. Tenía miedo de que creyeran todo lo que
habían leído de mí en el periódico y lo que había visto en la TV, que había sido una
asesina. De verlo en sus ojos —Deberías haberte suicidado justo como lo hizo él—
incluso si no lo decían en voz alta. O aun peor, que me imaginaran como una
persona valiente y desinteresada, lo cual sólo me haría sentir peor de lo que ya me
sentía, dado que fue mi novio el que mató a todos esos chicos y aparentemente le
había dado a entender que yo también los quería muertos. Sin mencionar que era
la idiota que no tenía la menor idea de que el tipo al que amaba iba a acribillar a la
escuela, a pesar de que él básicamente me lo había dicho, como, cada día. Pero cada
vez que había abierto la boca para decirle a mamá todas esas cosas, todo lo que

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salía era: Es algo tan tonto. No iría a una cosa tan estúpida como esa ni aunque me
pagaran. Supongo que los viejos hábitos nunca mueren para nadie.

En vez de eso, el Sr. Angerson, director de la escuela, terminó viniendo a casa esa
noche. Se sentó en la mesa de mi cocina y habló con mamá sobre… no lo sé… Dios,
el destino, los traumas, lo que sea. Estoy segura que estaba esperando a que yo
saliera de mi cuarto y sonriera y le dijera lo orgullosa que estaba de mi escuela y
que estaba más que contenta de servir como sacrificio humano para la Señorita
Perfecta Jessica Campbell. Tal vez también estaba esperando que me disculpara. Lo
cual haría si supiera cómo hacerlo. Pero hasta ahora, no había dado con palabras lo
suficientemente grandes para algo tan difícil como esto.

Mientras el Sr. Angerson estaba en la cocina esperándome, yo subí el volumen de la


música y me enterré aun más profundamente entre mis sábanas y le dejé quedarse
allí sentado. Nunca salí, ni siquiera cuando mi mamá empezó a llamar a la puerta,
suplicando en “voz de visita” que fuera educada y bajara.

—¡Valerie, por favor! —siseó, abriendo un poco la puerta y metiendo su cabeza en


mi habitación.

No contesté. En vez de eso halé las sabanas sobre mi cabeza. No es que no quisiera
hacerlo; es sólo que no podía hacerlo. Pero mamá jamás lo entendería. De la forma
en que ella lo veía, entre más personas me “perdonaran”, menos culpable tendría
que sentirme al respecto. De la forma en que yo lo veía… era justo lo contrario.

Después de un rato, vi unas farolas reflejándose en la ventana de mi cuarto. Me


senté y miré a la entrada. El Sr. Angerson estaba retrocediendo. Unos minutos más
tarde, mamá volvió a llamar a la puerta.

—¿Qué? —dije.

Abrió la puerta y entró, luciendo indecisa como un bebé de venado o algo por el
estilo. Su rostro estaba todo rojo y manchado y su nariz estaba seriamente tapada.
Sostenía una medalla en su mano, junto con la carta de “agradecimiento” de la
escuela.

—Ellos no te culpan —dijo—. Quieren que lo sepas. Quieren que regreses. Están
muy agradecidos por lo que hiciste. —Puso la medalla y la carta en mis manos. Le
eché un vistazo a la carta y vi que sólo como diez profesores habían firmado. Noté
que desde luego, el Sr. Kline no era uno de ellos. Por como millonésima vez desde
el tiroteo sentí una enorme punzada de culpa: el Sr. Kline era exactamente el tipo
de profesor que hubiera firmado esa carta, pero no podía hacerlo, porque estaba
muerto.

Nos miramos una a la otra durante un minuto. Sabía que mi mamá estaba
esperando algún tipo de gratitud de mi parte. Alguna sensación de que si la escuela

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estaba siguiendo adelante, tal vez yo también podía hacerlo. Tal vez todos
podríamos hacerlo.

—Um, si, mamá —dije. Devolviéndole la medalla y la carta a ella—. Eso es, um…
genial. —Traté de esbozar una sonrisa para tranquilizarla, pero me di cuenta que
no podía hacerlo. ¿Qué si todavía no quería seguir adelante? ¿Qué si la medalla me
recordaba que el chico en el que más confiaba en el mundo le disparó a personas,
me disparó a mí, se disparó a sí mismo? ¿Por qué no podía ver que aceptar “los
agradecimientos” de la escuela, desde esa perspectiva, era doloroso para mí? Como
si la gratitud fuera la única emoción posible que pudiera sentir en este momento.
Gratitud de estar viva. Gratitud por haber sido perdonada. Gratitud porque ellos
reconocieran que había salvado la vida de otros estudiantes de Garvin.

La verdad era que la mayoría de los días no me podía sentir agradecida sin
importar con cuanta fuerza lo intentara. La mayoría de los días no podía precisar
cómo me sentía. Alguna veces triste, otras aliviada, otras veces confundida, algunas
incomprendida. Y muchas veces enojada. Y, lo que es peor, no sabía con quién
estaba más enojada: conmigo misma, con Nick, mis padres, la escuela, el mundo
entero. Y entonces estaba la rabia que se sentía peor: la rabia con los estudiantes
que murieron.

—Val —dijo, sus ojos rogando.

—No, de verdad —dije—. Está bien. Sólo estoy realmente cansada, eso es todo
mamá. De verdad. Mi pierna…

Metí mi cabeza profundamente en mi almohada y me volví a enrollar entre las


sabanas.

Mamá encorvó la cabeza y salió de la habitación, se detuvo. Sabía que ella trataría
que el Dr. Hieler trabajara en “mi reacción” en nuestra próxima visita. Podía
imaginarlo sentado en su silla: “Entonces, Val, probablemente deberíamos hablar
sobre esa medalla…”

Sabía que mamá más tarde pondría la medalla y la carta en una caja de recuerdos
con toda la otra basura de niños que había recolectado durante los años. Obras de
arte del preescolar, reportes de calificaciones de séptimo grado, una carta de la
escuela agradeciéndome por detener un tiroteo en la escuela. Para mamá, de
alguna forma, todas esas cosas encajaban.

Esa era la forma en que mamá demostraba su persistente esperanza. Su esperanza


de que algún día las cosas volvieran a estar “bien”, aunque probablemente, no
podía recordar la última vez en que yo había estado “bien”. Pensando en eso, yo
tampoco podía. ¿Había sido antes del tiroteo? ¿Antes de que Jeremy entrara a la
vida de Nick? ¿Antes de que papá y mamá se empezaran a odiar uno al otro y yo
comenzara a buscar a alguien, a alguien que me alejara de la desdicha? ¿Antes

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cuando tenía frenillos y usaba suéteres de color pastel y escuchaba los Cuarenta
Principales y pensaba que la vida sería fácil?

La alarma volvió a sonar y le di un zarpazo, tirando accidentalmente el reloj al piso.

—¡Vamos, Valerie! —gritó. Imaginé que ya tenía el teléfono inalámbrico en la mano,


su dedo listo sobre el 9—. La escuela comienza en una hora. ¡Levántate!

Me giré sobre la almohada y me quedé mirando a los caballos de mi papel tapiz.


Desde que era pequeña, cada vez que me metía en problemas, me tiraba en la cama
y miraba esos caballos y me imaginaba montándome encima de uno de ellos para
irme lejos. Tan sólo cabalgando, cabalgando, cabalgando, mi cabello moviéndose
detrás de mí, mi caballo jamás se cansaría ni tendría hambre, nunca encontraría
otra alma en la tierra. Sólo la posibilidad de dirigirme hasta la eternidad.

Ahora los caballos se veían tan sólo como un papel tapiz de mierda para niños. No
me llevaban a ninguna parte. No podían hacerlo. Ahora sabía que nunca podrían
hacerlo, lo cual pensé que era tan triste. Como si toda mi vida, hubiera sido un
tonto sueño.

Sentí un chasquido contra la perilla de la puerta y gemí. Por supuesto… la llave. En


cierto punto, el Dr. Hieler, que usualmente estaba de mi parte, autorizó a mi mamá
de usar una llave y entrar a mi cuarto cuando quisiera. Ya sabes, sólo por si acaso.
Ya sabes, como precaución. Ya sabes, todo el asunto suicida. Así que ahora, cada vez
que no respondida cuando llamaba a la puerta, ella tan sólo entraría, con el
teléfono en la mano en caso de que entrara y yo estuviera acostada en una piscina
de sangre y cuchillas de afeitar encima de mi alfombra con formas de margaritas.

Observé la perilla girar. No había nada que pudiera hacer al respecto excepto mirar.
Ella entró. Yo tenía razón. Tenía el teléfono en la mano.

—Qué bueno que estés despierta —dijo. Sonrió y fue hasta la ventana. Se estiró y
abrió la persiana. Yo bizqueé ante la luz del sol.

—Tienes puesto un traje —dije, tapándome de la luz con el antebrazo.

Estiró su mano libre y alisó la falda color beige en sus caderas. Fue un movimiento
indeciso, como si fuera la primera vez que se hubiera puesto un traje. Por un
segundo lucía tan insegura como yo lo estaba, lo que me hizo sentir triste por ella.

—Sí —dijo, usando la misma mano para acariciar la parte de atrás de su cabello—.
Me imaginé que ya que tú estabas volviendo a la escuela, debería, ya sabes, tratar
de volver tiempo completo a la oficina.

Me levanté quedando en una posición sentada. Mi cabeza se sentía de alguna forma


plana en la parte de atrás por estar tanto tiempo acostada y mi pierna punzó un
poco. Ausentemente acaricié la abolladura en muslo por debajo de las sábanas.

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—¿En mi primer día de vuelta?

Caminó a tropezones hacia mí, caminado a través de la pila de ropa sucia en sus
tacones beige.

—Pues… sí. Han sido un par de meses. El Dr. Hieler piensa que es bueno que
regrese. Y estaré allí para recogerte después de la escuela. —Se sentó a mi lado en
la cama y acarició mi cabello—. Vas a estar bien.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —pregunté—. ¿Cómo sabes que todo va a estar
bien? No puedes saberlo. Yo no estaba bien en mayo y eso no lo sabías. —Salí de la
cama. Mi pecho se sintió apretado y no estaba segura de que no fuera a llorar.

Se quedó sentada, agarrando el teléfono inalámbrico enfrente de ella.

—Sólo lo sé, Valerie. Cariño, ese día no va a volver a pasar. Nick… se ha ido. Ahora
trata de no alterarte…

Demasiado tarde. Ya estaba alterada. Entre más tiempo pasaba en mi cama


acariciándome el cabello de la forma en que solía hacerlo cuando era pequeña y
olfateaba el perfume que yo pensaba que era su “perfume de trabajo,” más real se
volvía. Iba a regresar a la escuela.

—Todos acordamos que esto era lo mejor, ¿lo recuerdas Valerie? —dijo—.
Sentados en la oficina del Dr. Hieler decidimos que salir corriendo no era una
buena opción para nuestra familia. Tú estuviste de acuerdo. Dijiste que no quería
que Frankie sufriera por lo que había sucedido. Y tu papá tiene su firma… dejar
todo eso y volver a empezar sería tan difícil para nosotros financieramente… —Se
encogió de hombros, sacudiendo la cabeza.

—Mamá —dije, pero no podía pensar en un buen argumento. Ella tenía razón. Yo
había sido la que había dicho que Frankie no tenía porqué dejar sus amigos. Que
sólo por ser mi hermano pequeño, no significaba que tuviera que cambiar de
ciudad, cambiar de escuela. Que papá, cuya mandíbula se tensaba con enfado cada
vez que alguien mencionaba la posibilidad de que nuestra familia se tuviera que
mudar a otra ciudad, no tenía porqué crear una nueva firma de abogados después
del trabajo tan duro que le había costado construir la suya. Que yo no debería tener
que estar atascada en casa con un tutor o aun peor, tener que cambiarme de
escuela en mi último año. Que estaría maldita si me escabullía como un criminal
cuando no había hecho nada malo.

—De todas formas, no es como si todo el mundo en el planeta no supiera quien soy
—dije, corriendo mis dedos por el brazo del sofá del Dr. Hieler—. No es como si
pudiera encontrar una escuela donde nadie hubiera escuchado sobre mí. ¿Se
imaginan que tan marginada sería en una nueva escuela? Al menos en Garvin sé

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que esperar. Además, si huyo de Garvin, todo el mundo estará aún más seguro de
que era culpable.

—Va a ser duro. —El Dr. Hieler había advertido—. Tendrás que enfrentar muchos
dragones.

Me había encogido de hombros.

—¿Algo que no sepa? Puedo manejarlos.

—¿Estás segura? —El Dr. Hieler había preguntado, sus ojos entrecerrándose con
escepticismo.

Asentí.

—No es justo que tenga que irme. Puedo hacerlo. Si es horrible, puedo
transferirme al final del semestre. Pero voy a hacerlo. No tengo miedo.

Pero eso fue hace tiempo, cuando el verano se extendía enfrente de nosotros,
imposiblemente largo. Hace tiempo cuando “regresar” era sólo una idea, no una
realidad. Como una idea, seguía creyendo en ella. No era culpable de nada excepto
de amar a Nick y odiar a la gente que nos atormentaba, y no había forma de que yo
me escabullera y me escondiera de la gente que creía que era culpable de algo más.
Pero ahora que tenía que poner mi idea en práctica, no sólo estaba asustada;
estaba aterrorizada.

—Tuviste todo el verano para cambiar de opinión —dijo mamá, seguía sentada en
mi cama.

Cerré mi boca y me dirigí hacia mi armario. Agarré ropa interior limpia y un sostén,
luego hurgué en el piso por unos jeans y una camiseta.

—Bien. Voy a alistarme —dije.

No puedo decir que ella sonrió en ese momento. Hizo algo que se parecía a una
sonrisa, sólo que parecía un poco dolorosa. Hizo unos cuantos intentos de dirigirse
a la puerta y luego aparentemente decidió que era una buena decisión y se fue
hacia ella del todo, agarrando el teléfono con las dos manos. Me pregunté si se
llevaría accidentalmente el teléfono al trabajo con ella, con el pulgar todavía
posicionado sobre el 9.

—Bien. Te voy a esperar abajo.

Me vestí, colocándome los arrugados jeans y la camiseta al azar, sin siquiera


importarme el modo en que me veía. No es como si vestirme bien fuera a hacerme
sentir mejor o menos sobresaliente. Cojeé hasta el baño y corrí un cepillo por mi
cabello, que no había lavado hace unos cuatro días. Tampoco me molesté en
ponerme maquillaje. Realmente ni siquiera sabía dónde estaba. No es como si

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hubiera ido a un montón de bailes durante el verano. La mayor parte del tiempo ni
siquiera había podido caminar.

Me deslicé en un par de zapatos de lona y agarré mi mochila… una nueva que


mamá había comprado hace días y que había estado vacía en cada lugar que ella la
había dejado hasta que finalmente la llenó con suministros ella misma. La vieja
mochila, la ensangrentada… bueno, esa probablemente había terminado en la
basura, junto con la Camiseta de Nick de los Flogging Molly2, la cual había
encontrado en mi closet y la había tirado mientras yo estaba atascada en el
hospital. Yo había llorado y la había llamado perra cuando había vuelto a casa y vi
que la camiseta no estaba. Ella realmente no lo entendía… esa camiseta no
pertenecía a Nick el Asesino. Pertenecía a Nick, el chico que me había sorprendido
con boletas para los Flogging Molly cuando habían venido a Closet. Nick, el chico
que me había dejado subirme a sus hombros mientras cantaban Factory Girls. Nick,
el chico que tuvo la idea de hacer un fondo común para comprar una camiseta y
compartirla. Nick, el chico que se había puesto la camiseta hasta llegar a casa y se
la había quitado, dándomela y nunca la había pedido de vuelta.

Ella alegó que tirar la camiseta había sido idea del Dr. Hieler, pero no le creí.
Algunas veces tenía la sensación de que ella culpaba de todas sus ideas al Dr. Hieler
para que yo le siguiera la corriente. El Dr. Hieler entendería que Nick el Asesino no
había usado esa camiseta. Yo ni siquiera sabía quién era Nick el Asesino. El Dr.
Hieler entendía eso.

Completamente vestida, fui golpeada con la sensación de estar demasiado nerviosa


para pasar por ello. Mis piernas se sentían casi demasiado débiles para pasar por la
puerta y una ligera capa de sudor cubrió la parte trasera de mi cuello. No podía ir.
No podía enfrentar a esas personas, esos lugares. Tan sólo no era lo
suficientemente fuerte.

Con manos temblorosas, saqué el celular de uno de mis bolsillos y marqué el


número telefónico del celular de Dr. Hieler. Contestó al primer timbre.

—Lamento molestarlo —dije, hundiéndome en mi cama.

—No, yo te dije que llamaras. ¿Recuerdas? Estaba esperando que lo hicieras.

—No creo que pueda hacer esto —dije—. No estoy lista. No creo que alguna vez
llegue a estar lista. Creo que fue una mala idea…

—Detente, Val —interrumpió—. Puedes hacerlo. Estás lista. Ya hemos hablado de


ello. Va a ser duro, pero puedes manejarlo. Has manejado peores cosas en los
últimos meses, ¿verdad? Eres muy fuerte.

2Flogging Molly: Banda irlandesa estadounidense de punk celta formada en Los Ángeles,
California, en el año 1997.

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Las lágrimas saltaron a mis ojos y las limpié con mi dedo pulgar.

—Sólo concéntrate en el momento —dijo—. No interpretes las cosas. Mira lo que


está realmente allí, ¿de acuerdo? Llámame cuando llegues esta tarde a tu casa. Haré
que Stephanie te pase así esté en sesión, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Y si necesitas hablar durante el día…

—Lo sé, puedo llamar.

—¿Y recuerdas lo que dijimos? Incluso si logras hacerlo sólo por medio día, ya es
una victoria, ¿verdad?

—Mamá va a volver al trabajo. Jornada completa.

—Eso es porque cree en ti. Pero vendrá a casa si tú la necesitas. Aunque, mi


predicción es que no lo harás. Y sabes que siempre tengo la razón. —Había una
sonrisa en su voz.

Me reí, y sorbí las lágrimas. Volví a limpiar mis ojos.

—Cierto. Como sea. Tengo que irme.

—Vas a estar bien.

—Eso espero.

—Yo lo sé. Y recuerda lo que dijimos: siempre puedes transferirte al final del
semestre si no funciona. ¿Eso es qué? ¿Setenta y cinco días o algo por el estilo?

—Ochenta y tres —dije.

—¿Lo ves? Es pan comido. Podrás con ello. Llámame más tarde.

—Lo haré.

Colgué y recogí la mochila. Empecé a salir del cuarto, pero me detuve. Me faltaba
algo. Busqué bajo el estante de la gaveta del tocador y hurgué hasta encontrarla,
metida entre el marco de la gaveta, fuera del alcance investigativo de mamá. La
saqué y la miré por millonésima vez.

Era una foto mía y de Nick en el Lago Azul el último día de la escuela, en el segundo
año de bachillerato. Él sostenía una cerveza y yo me estaba riendo tan fuerte que
juro que se podían ver mis amígdalas en la fotografía, y estábamos sentados en una
roca gigante al lado del lago. Creo que fue Mason el que tomó la foto. No podría
recordar que era tan gracioso aunque mi vida dependiera de ello, sin importar
cuantas noches me pasara en vela tratando de acordarme.

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Nos veíamos tan felices. Y lo éramos. Sin importar lo que los e-mails, las notas
suicidas o la Lista de Odio dijera. Éramos felices.

Toqué la risa congelada en el rostro de Nick con mi dedo. Todavía podía escuchar
su voz fuerte y clara. Todavía podía escucharlo invitándome a salir en ese serio
modo de Nick, al mismo tiempo atrevido, enojado, romántico y tímido.

—Val. —Él había dicho, levantándose de la roca e inclinándose para recoger su


botella de cerveza. Levantó una roca plana con su mano libre y dio varios pasos al
frente y la tiró dando saltos en el lago. Saltó una, dos, tres veces antes de
zambullirse dentro del agua y quedarse quieta. Stacey se rió desde alguna parte
cerca en el bosque. Duce se rió justo después de ella. Estaba empezando a caer la
noche y una rana empezó a croar desde algún lugar a mi izquierda—. ¿Alguna vez
piensas en tan sólo dejarlo todo atrás?

Levanté mis tacones contra la roca y agarré mis rodillas. Pensé en la pelea de
mamá y papá la noche anterior. En la voz de mamá subiendo por las escaleras
desde la sala, las palabras poco claras, pero el tono venenoso. Acerca de papá
yéndose de casa a eso de la media noche, cerrando la puerta suavemente detrás de
él.

—¿Quieres decir algo como huir? Definitivamente.

Nick estuvo callado por un largo tiempo. Levantó otra roca y la tiró al lago. Salto
dos veces y cayó.

—Seguro —dijo—. O, ya sabes, manejar hacia un barranco y nunca mirar atrás.

Miré al sol poniéndose y pensé sobre ello.

—Sí —dije—. Todo el mundo lo hace. Muy Thelma y Louise3.

Se giró y medio rió, tomó el ultimo tragó de su cerveza y dejó la botella en el piso.

—Nunca la vi —dijo—. ¿Recuerdas cuando leímos Romeo y Julieta el año pasado en


inglés?

—Sí.

Se inclinó hacia mí.

—¿Crees que podamos ser como ellos?

Arrugué la nariz.

—No lo sé. Supongo que sí. Seguro.

3Thelma y Louise: es una película de 1991. Hoy es considerada un clásico, pero estuvo a punto de
no ver luz, por su carácter “feminista” y la violencia que exponía.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Se giró y fijó su mirada en el lago.

—Sí, podríamos serlo. Realmente podríamos serlo.

Me levanté y sacudí la parte de atrás de mis muslos, que se sentían con huecos por
la textura de la roca en la que habíamos estado sentados.

—¿Me estás invitando a salir?

Se giró, se tambaleo hacia mí, y me agarró alrededor de la cintura. Me levantó hasta


que mis pies pendían sobre la tierra y no pude evitarlo… dejé salir un chillido que
se convirtió en una risita. Me besó y mi cuerpo se sintió tan eléctrico contra el suyo
que hasta mis dedos de los pies cosquillaron. Parecía que hubiera esperado por
siempre a que él lo hiciera.

—¿Dirías que no si lo hiciera? —preguntó.

—Claro que no, Romeo —dije. Le devolví el beso.

—Entonces supongo que lo estoy haciendo, Julieta —dijo, y juro que cuando tocaba
su rostro en la foto podía volver a escucharlo. Podía sentirlo en el cuarto conmigo.
A pesar de haberse convertido en un monstruo en mayo a los ojos del mundo, a mis
ojos seguía siendo ese chico que me alzaba sobre el suelo, besándome y
llamándome Julieta.

Metí la foto en mi bolsillo trasero.

—Ochenta y tres, y contando —dije en voz alta, tomando un profundo aliento


dirigiéndome hacia las escaleras.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

“¿Nos vemos en el Cafetín?”

- 21 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown


Traducido por ANDRE_G

Corregido por Marina012

Mi celular sonó y lo agarré antes de que mamá, Frankie o, Dios no lo quiera, papá lo
escuchara. Todavía era temprano y estaba oscuro afuera. Una de esas mañanas en
las que es difícil levantarse. Las vacaciones de verano estaban justo a la vuelta de la
esquina, lo que significaba tres meses para dormir y no tener que aguantar la
Preparatoria Garvin. No es que yo odiara la escuela ni nada por el estilo, pero
Christy Bruter estaba molestándome como siempre en el autobús y obtuve una D
en Ciencias porque se me olvidó estudiar para un examen y los finales iban a ser
asesinos este año.

Nick había estado un poco silencioso últimamente. De hecho, no había ido a la


escuela durante dos días y me había enviado mensajes de texto durante todo el día
preguntando por “la mierda de la clase” o “las gordas perras de Educación Física” o
por “ese canalla de McNeal”.

Durante el último mes, él había estado pasando el rato con este chico Jeremy y cada
día parecía estar alejándose más y más de mí. Tenía miedo de que terminara
conmigo, así que sólo le seguí la corriente como si no fuera la gran cosa que ya casi
no nos viéramos. No quería presionarlo… él últimamente había estado muy volátil
y yo no quería empezar una pelea. No le pregunté qué había estado haciendo
durante esos días que no asistió a la escuela y, en su lugar, tan sólo le respondí sus
mensajes “la mierda en Bio necesita star sumergida n formldhído” y que “odio a
esas perras” y que “McNeal es afortunado de que no tenga un arma”. Esta última
parte volvería más tarde a remorderme la conciencia. En realidad, todo lo haría.
Pero eso último... esto último durante un largo tiempo me haría vomitar cada vez
que pensara en ello. E inspiraría una conversación de tres horas con el detective
Panzella. Y haría que mi padre me mirara siempre de otra manera, como si en el
fondo fuera una especie de monstruo y él lo pudiera ver.

Jeremy era este tipo mayor —como de veintiuno o algo así— que se había
graduado de Garvin hacia unos cuantos años. No fue a la universidad. No tenía
trabajo. Lo que pude ver es que todo lo que hacía Jeremy era golpear a su novia y
sentarse por ahí a fumar marihuana y ver dibujos animados durante todo el día.
Hasta que conoció a Nick y entonces dejó de ver los dibujos animados y comenzó a
fumar marihuana con Nick y sólo golpeaba a su novia en las noches cuando no
estaba en el garaje de Nick, tocando la batería, demasiado ido como para recordar
que ella existía. En las raras ocasiones en que había estado allí cuando Jeremy
estaba, Nick era un chico totalmente diferente. Alguien que yo realmente, ni
siquiera reconocía.

- 22 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Durante un largo tiempo pensé que tal vez no conocía en absoluto a Nick. Tal vez
cuando Nick y yo estábamos viendo la televisión en su sótano o riéndonos y
mojándonos el uno al otro en la piscina, yo no estaba viendo al verdadero Nick.
Como si el verdadero Nick fuera el que se mostraba cuando Jeremy venía… ese
Nick que era egoísta y de mirada dura.

Había oído hablar de las mujeres que eran completamente ciegas e ignoraban
todas las señales de que su hombre era un monstruo o una especie de pervertido,
pero de ninguna manera podría convencerme de que era una de ellas. Cuando
Jeremy no estaba... cuando éramos sólo Nick y yo, y miraba a Nick a los ojos... sabía
lo que veía y era algo bueno. Él era bueno. Algunas veces tenía un retorcido sentido
del humor —todos lo teníamos—, pero no estábamos hablando en serio. Así que
para mí, a veces tiene sentido que haya sido Jeremy él que puso esas ideas en la
cabeza de Nick sobre hacer un tiroteo en la escuela. No yo. Jeremy. Él es el malo. Lo
era. Tomé el celular que estaba debajo de las cobijas donde me había estado
despertando lentamente, haciéndome la idea de que tenía que pasar por otro día
de escuela.

—¿Hola?

—Nena. —La voz de Nick era débil, casi extraña, aunque en ese momento me
imaginé que era porque era muy temprano y Nick ya casi nunca se levantaba
temprano.

—Oye —le susurré—. ¿Irás hoy a la escuela para variar?

Se rió entre dientes. Sonaba realmente feliz.

—Sí. Jeremy me va a llevar.

—Sí. —Oí el chasquido de su encendedor y el crepitar de un filtro de cigarrillo.


Exhaló—. Teníamos que hacer algunas cosas por ahí.

—¿Cómo...?

Él no respondió. Sólo se escuchaba el sonido del filtro quemándose y su constante


exhalación.

La decepción se apoderó de mí. No me iba contar. Odiaba el modo en que se estaba


comportando. Nunca antes me había ocultado cosas. Siempre habíamos hablado de
todo, incluso de las cosas difíciles, como los matrimonios de nuestros padres y los
apodos que nos habían puesto los chicos en la escuela y de cómo a veces nos
sentíamos como nada. Como menos que nada.

Estuve a punto de presionarlo, de decirle que quería saber, que merecía saber,
pero en vez de eso decidí cambiar de tema… si al fin iba a poder velo, no quería
perder el tiempo peleando con él.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Oye, tengo algunos nombres para la lista —le dije.

—¿Quiénes?

Me froté las esquinas de los ojos con las yemas de los dedos.

—La gente que dice “lo siento” después de todo. Los comerciales de comida rápida.
Y Jessica Campbell. —Jeremy, estuve a punto de añadir, pero recapacité.

—¿Esa rubia flacucha que sale con Jake Diehl?

—Ajá, pero Jake está bien. Me refiero a que es deportista y todo, pero de ninguna
manera es tan molesto como ella. Ayer, en clase de Salud yo estaba mirando al
espacio y supongo que estaba viendo en su dirección. Así que de repente me mira y
dice: “¿Qué estás mirando, Hermana Muerte?” Tenía el ceño fruncido, rodó los ojos
y dijo: “Infiernos, ocúpate de tus propios asuntos” y yo dije como: “Créeme, en
cualquier caso me importa un carajo lo que estabas diciendo” y ella dijo: “¿No
tienes un funeral al que asistir?” y sus estúpidos amigos se echaron a reír como si
fuera una especie de comediante o algo así. Es una perra.

—Sí, tienes razón. —Tosió. Escuché un ruido como si estuviera pasando de hoja y
podía imaginar a Nick sentado en su colchón escribiendo en el cuaderno de espiral
rojo que hemos compartido—. Todas esas rubias tan sólo deberían desaparecer.

En ese momento me había reído. Era gracioso. Estuve de acuerdo con él. Por lo
menos dije que estaba de acuerdo con él. Y, bueno, realmente pensé que lo estaba.
No me sentía como una mala persona, pero me reí porque para mí, ellas eran las
malas personas. Se lo merecían.

—Sí, deberían ser atropelladas por los Beemers4 de sus padres —le dije.

—También puse a esa chica Chelle en la lista.

—Bien hecho. Ella no deja de hablar de pasar al equipo universitario. No sé lo cuál


es su problema.

—Sí. Bueno.

Nos sentamos en silencio por un minuto. No sé lo que Nick estaba pensando. En ese
momento, tomé su silencio como una especie de acuerdo tácito conmigo, como si
estuviéramos hablando al mismo tiempo en una longitud de onda que no tenía
aliento. Pero ahora sé que es sólo una de esas “deducciones” de las que siempre me
hablaba el Dr. Hieler. La gente lo hace todo el tiempo… asumen que ellos “saben” lo
que está pasando por la cabeza de otra persona. Eso es imposible. Y creer que es
posible es un error. Un error bien grande. Uno que te arruinaría la vía, si no tienes
cuidado.

4 Beemer: Nombre que con el que se conoce a una motocicleta fabricada por la BMW.

- 24 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Escuché algunos murmullos en el fondo.

—Me tengo que ir —dijo Nick—. Tenemos que llevar al hijo de Jeremy a la
guardería. Su novia está siendo un dolor en el culo por eso. ¿Nos vemos en el
Cafetín?

—Claro. Haré que Stacey nos guarde un asiento.

—Genial.

—Te amo.

—Yo a ti, nena.

Colgué el teléfono, sonriendo. Tal vez se había resuelto lo que fuera que lo estaba
molestando. Tal vez estaba harto de Jeremy, del hijo de Jeremy, de los dibujos
animados de Jeremy y de la mariguana de Jeremy. Tal vez podría hablarle para
saltarnos el almuerzo y para que camináramos juntos por la carretera hasta
Casey’s para comer un sándwich. Solamente nosotros dos. Como en los viejos
tiempos. Sentados en el separador de concreto, sacando la cebolla de nuestros
sándwiches y haciéndonos preguntas sobre música, hombro a hombro, con los pies
balanceándose.

Me metí de un salto a la ducha, sin molestarse en encender la luz y me quede allí


parada envuelta por el vapor en la oscuridad, con la esperanza de que de pronto
Nick me llevara hoy algo especial. Él era bastante bueno en eso… presentándose en
la escuela con una rosa que había comprado en la gasolinera o metiendo una barra
de chocolate en mi locker en el cambio de clase, deslizando una nota dentro de mi
cuaderno cuando yo no estaba mirando. Cuando Nick quería, tenía un tremendo
lado romántico.

Salí de la ducha y me sequé. Me tomé un tiempo extra con el pelo y con el


delineador de ojos y me puse una minifalda de mezclilla negra con mi par favorito
de medias a rayas blancas y negras, con el agujero en la rodilla. Metí los pies en los
calcetines y un par de zapatos de lona y agarré la mochila.

Mi hermano pequeño, Frankie, estaba comiendo cereal en la mesa de la cocina.


Tenía el cabello de punta y parecía uno de esos niños de los comerciales de Pop
Tart: el típico skater. Frankie tenía catorce años y estaba completamente lleno de sí
mismo. Se creía una especie de gurú de la moda y siempre se vestía con tanto estilo
que se veía como si acabara de salir de un catálogo. Éramos cercanos, a pesar del
hecho de que tendíamos a estar con grupos totalmente diferentes y que teníamos
definiciones completamente distintas de lo que nos gustaba. Él podría ser molesto
a veces, pero la mayoría del tiempo era un buen hermano menor.

- 25 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Tenía su libro de texto de Historia de los Estados Unidos abierto sobre la mesa y
estaba garabateando frenéticamente en un pedazo de una hoja de papel de
cuaderno, deteniéndose sólo para meter un bocado de cereal en la boca a cada rato.

—¿Vas a filmar hoy un comercial de gel para el cabello? —pregunté, chocando la


cadera contra su silla mientras pasaba.

—¿Qué? —dijo, corriendo la palma de su mano sobre las puntas de su cabello—. A


las chicas les encanta.

Rodé los ojos, sonriendo.

—Estoy segura. ¿Ya se fue papá?

Tomó otro bocado de cereal y volvió a la escritura.

—Sí —dijo con la comida en la boca—. Se fue hace unos minutos.

Cogí un waffle de la nevera y lo metí en la tostadora.

—Veo que estabas demasiado ocupado con las chicas como para hacer tu tarea por
la noche. —Me burlé, inclinándome sobre él para leer lo que estaba escribiendo—.
¿Exactamente qué pensaban las mujeres en la época de la Guerra Civil... sobre el
exceso de gel para el cabello?

—Dame un respiro —dijo, golpeándome con el codo—. Estuve hablando con Tina
hasta la medianoche. Tengo que terminar esto. Mamá va a enloquecer si vuelvo a
sacar otra C en Historia. Me volvería a quitar el celular.

—Bueno, está bien —dije—. Voy a dejarte en paz. No tengo la más mínima
intención de interponerme en tu fascinante romance telefónico con Tina. —El
waffle salió de la tostadora y lo agarré. Tomé un bocado, sin nada—. Hablando de
mamá, ¿hoy va a volver a llevarte a la escuela?

Él asintió con la cabeza. Mamá llevaba a Frankie todos los días a la escuela,
dejándolo de paso hacia su trabajo. Eso le daba a él unos minutos extra por la
mañana, que supongo que sería algo bueno. Sin embargo, ya que eso requeriría que
me sentara a noventa centímetros de mi madre y, por lo tanto, pasara cada mañana
escuchando como mi “cabello se ve atroz” y mi “falda es demasiado corta” y “¿Por
qué una chica tan hermosa como tú quiere arruinar su aspecto con todo ese
maquillaje y esos tintes para el cabello?” prefería pararme en la acera y esperar a
que el autobús lleno de deportistas pasara a buscarme. Y eso es mucho decir.

Miré el reloj en la estufa. El autobús pasaría en cualquier momento. Me cargué la


mochila al hombro y di otro mordisco a mi waffle.

—Me largo de aquí —le dije, dirigiéndome hacia la puerta—. Buena suerte con tu
tarea.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Nos vemos —gritó a mi espalda mientras yo salía al porche, cerrando la puerta


detrás de mí.

El aire se sentía más frío que de costumbre… se sentía como si el invierno estuviera
a punto de precipitarse sobre nosotros en lugar de la primavera. Como si ese
momento del día fuera lo más cálido que se iba a poner.

- 27 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda y Chelsea Sharkovich

Corregido por †DaRk BASS†

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Christy Bruter, 16. Capitana del equipo de softbol de la Preparatoria Garvin, fue la
primera víctima y pareció ser un objetivo directo. “Él la golpeo en el hombro”, dijo
Amy Bruter, la madre de la víctima. “Y otras de las chicas que estuvieron ahí nos
dijeron que cuando Christy volteó él dijo: “Tú has estado en la lista por un largo
tiempo,” y ella dijo: “¿Qué lista?” y luego él le disparó. Bruter, a quien le dispararon en
el estómago es descrita por los doctores como “Malditamente suertuda de estar con
vida”. En efecto, la investigación confirmó eso. El nombre de Bruter era el primero de
la ahora muy conocida “Lista del Odio”. Un cuaderno rojo en espiral confiscado de la
casa de Nick Levil sólo unas horas después del tiroteo.


—¿Estás nerviosa?

Agarré la goma que se estaba pelando de la suela de mis zapatos y me encogí de


hombros. Había tantas emociones pasando por mí, que pensé que bajaría gritando
por la calle. Pero por alguna razón no pude más que encogerme de hombros. Lo
que ahora que lo pienso, fue algo bueno. Mi madre me estaba mirando de cerca
está mañana. Algún movimiento en falso y ella correría donde el Dr. Hieler y lo
sacaría todo de proporción, como era usual, y luego volveríamos a tener La
Conversación.

El Dr. Hieler y yo teníamos La Conversación al menos una vez por semana desde
mayo. Venía siendo algo como esto:

Él preguntaría.

—¿Estás a salvo?

—No me voy a suicidar si es eso lo que preguntas —le respondería.

—Lo estoy haciendo —diría.

- 28 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Bueno, no voy a hacerlo. Ella sólo está loca —le respondería.

—Ella sólo está preocupada por ti —diría y entonces, amablemente, seguiríamos


con otro tema. Pero luego en mi casa me metería a la cama y empezaría a pensar es
eso. Sobre lo del suicidio. ¿Estaba a salvo? ¿Realmente hubo un tiempo en el que
pude haber sido suicida y ni siquiera lo había sabido? Y luego gastaría como una
hora, con la habitación oscureciéndose alrededor de mí, preguntándome qué
diablos pasaba para que me sintiera tan insegura incluso acerca de quién era.
Porque quién eres, se supone que es la pregunta más fácil del mundo de responder,
¿verdad? Sólo que para mí no había sido fácil desde hace un buen tiempo. Tal vez
nunca lo fue.

A veces, en mi mundo donde los padres se odiaban uno al otro y la escuela era un
campo de batalla, apestaba ser yo. Nick había sido mi escape. La única persona que
entendía. Era genial ser parte de un “nosotros,” con los mismos pensamientos,
mismos sentimientos, misma miseria. Pero ahora la otra parte del “nosotros” no
estaba, y estando allí en mi sombría habitación, estaba siendo golpeada con esta
realidad en la que no tenía ni idea de cómo volver a ser sólo yo.

Me voltearía y miraría a los oscuros caballos que salpicaban el papel tapiz de la


pared y desearía que cobraran vida y me tomaran de la manera en que me
imaginaba que ellos lo hacían cuando era una niña, así nunca tendría que volver a
pensar en eso. Porque no tener ni idea de quién eres duele demasiado. Y algo que
estaba segura de saber era que estaba cansada de sufrir.

Mamá se estiró a través del asiento delantero y me palmeó la rodilla.

—Bueno, si llegas a la mitad del día y me necesitas, estoy a una llamada de


distancia, ¿está bien?

No respondí. El bulto en mi garganta era muy grande. Parecía irreal que estuviera a
punto de caminar por los mimos pasillo con aquellos chicos que conocía tan bien,
pero que parecían completos extraños. Niños como Allen Moon, a quien había visto
mirar directamente a la cámara y decir: “Espero que encierren a Valerie de por
vida por lo que hizo”. Y Carmen Chiarro, a quien habían citado diciendo. “No sé
porque mi nombre estaba en esa lista. Ni siquiera sabía quiénes eran Nick y Valerie
antes de ese día”.

Podía verla ignorando quién era Nick. Cuando se mudó a Garvin como estudiante
de primer año, sólo era un chico callado y delgado, con ropa fea y cabello sucio.
Pero Carmen y yo habíamos cursamos juntas la primaria. Ella estaba mintiendo
cuando dijo que no me conocía. Y dado que ella fue buena amiga de Chris Summers.
El Señor Mariscal de Campo durante todo el segundo año, y dado que Chris
Summers odiaba a Nick y tomaría cada oportunidad que tenía para hacerlo sentir
miserable, dejando fuera que todos los amigos de Chris pensaran que era gracioso
que él atormentara a Nick, encontré muy sospechoso que no lo conociera, tampoco.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

¿Allen y Carmen estarían allí hoy? ¿Me estarían buscando? ¿Estarían deseando que
no apareciera?

—Y sabes el número del Dr. Hieler —me dijo mi madre, volviéndome a sobar la
rodilla.

Asentí.

—Lo sé.

Bajamos por Oak Street. Podría haber conducido por aquí aun estando dormida.
Derecho en Oak Street. A la izquierda en Foudling Avenue. A la izquierda en
Starling. Y de ahí a la derecha justo en el aparcadero. La Preparatoria Garvin estaba
justo enfrente. No me podría perder.

Sólo que está mañana todo se veía diferente para mí. La preparatoria Garvin nunca
podría volver a tener ese aspecto excitante e intimidante que tenía cuando yo era
nueva. Nunca más lo podría equiparar con un alucinante romance, con la euforia, la
risa, un trabajo bien hecho. La mayoría de las personas no piensan en ninguna de
estas cosas cuando se imaginan sus preparatorias. Era otra cosa que me había
robado Nick, a todos nosotros, ese día. No sólo se robó nuestra inocencia y nuestro
sentido de bienestar. De alguna forma también logró robarnos nuestros recuerdos.

—Estarás bien —me dijo mamá. Volteé mi cabeza y miré fuera de la ventana. Vi a
Delaney Peters caminando por el campo de fútbol agarrada del brazo de Sam Hall.
No tenía ni idea que estuvieran juntos, y de repente me sentí como si me hubiera
perdido toda una vida en vez de sólo un verano. Si las cosas hubieran sido
normales, hubiera pasado mi tiempo en el lago, en el bowling, en una estación de
gasolina o en los lugares de comida rápida, recogiendo chismes, enterándome
sobre los nuevos romances. En vez de eso, estuve encerrada en mi habitación,
asustada y enferma del estómago ante el mero pensamiento de ir al supermercado
con mi madre.

—El Dr. Hieler se siente seguro de que podrás manejar todo con gran éxito.

—Lo sé —le digo. Me inclino hacía adelante y mi estómago se aprieta. Stacey y


Duce estaban sentados en las graderías como siempre, junto con Mason, David, Liz
y Rebecca. Normalmente estaría allí sentada con ellos. Y con Nick. Comparando
horarios, quejándome de las aulas que nos dieron, hablando sobre ir a una fiesta
loca juntos. Mis manos empezaron a sudar. Stacey se estaba riendo sobre algo que
Duce había dicho, y me sentí más intrusa que nunca.

Giramos en la calle e inmediatamente noté a dos patrullas de policías estacionadas


al lado del colegio. Debí haber hecho un ruido o haber tenido una mala expresión,
porque mi mamá dijo:

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Ahora es algo normal. Seguridad. Porque… bueno, tú sabes. Ellos no quieren


ningún crimen de imitación. Te hace estar más segura, Valerie.

Mamá se detuvo en la zona de descenso. Sus manos cayeron del volante y me miró.
Traté de no notar que la comisuras de sus labios temblaban y estaba picoteándose
distraídamente la uña de su pulgar. Me planté una sonrisa temblorosa por ella.

—Te veo aquí a las dos y cincuenta —me dijo—. Estaré esperando por ti.

—Voy a estar bien —le digo, mi voz suena pequeña. Jalé la manija de la puerta. Mis
manos no parecen tener la fuerza suficiente para abrirla, pero eventualmente lo
hacen. Lo que me decepcionó porque eso significaba que iba a tener que salir.

—Tal vez mañana puedas usar un poco de labial o algo parecido —dice mamá
mientras me empujo fuera del auto. Qué cosa tan rara para decir, pensé, pero cerré
los labios uno contra el otro, perdiendo la costumbre. Cierro la puerta y le doy a mi
madre un medio saludo. Se despide, buscándome con los ojos hasta que el carro de
atrás toca la corneta y ella se aleja.

Por un minuto me quedo pegada en mi puesto en la acera, insegura de si caminar o


no hacia el edificio. Me duele el muslo y la cabeza me empieza a zumbar. Pero todo
a mi alrededor parece completamente normal. Un par de estudiantes de segundo
año pasan a mi lado, hablando emocionados sobre el baile de bienvenida. Una chica
se ríe mientras su novio empuja con su dedo a uno de sus costados. Los profesores
se paran en la acera, apurando a los niños para que lleguen a clase. Todas estas
cosas me recuerdan a la última vez que estuve aquí. Extraño.

Empiezo a caminar pero una voz detrás de mí me hace parar en seco.

—No puedo creerlo. —Parece como si alguien hubiera oprimido el botón “silencio”
justo después de esa palabra. Me volteó para mirar. Stacey y Duce estaban parados
allá, tomados de la mano.

La boca de Stacey está abierta, la de Duce se ha vuelto un pequeño nudo.

—¿Val? —pregunta Stacey, no como si no creyera que fuera yo, sino como si no
creyera que yo estuviera allí.

—Hey —le digo.

David rodea a Stacey y me abraza. Su abrazo fue rígido y me soltó de inmediato,


dando un paso atrás en línea con el resto del grupo, poniendo sus ojos en el pasto
enfrente de él.

—No sabía ibas a venir hoy —dijo Stacey. Sus ojos se movían brevemente de lado a
lado, evaluando la cara de Duce, y yo pude ver en ese mismo instante como ella se

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

estaba moldeando para ser una copia de él. Su sonrisa adquirió un sesgo superior
que era muy incómodo en su rostro.

Me encogí de hombros. Stacey y yo habíamos sido amigas casi desde siempre.


Éramos del mismo tamaño, nos gustaban las mismas películas, nos vestíamos del
mismo modo, decíamos las mismas mentiras. Había veranos en los que fuimos
prácticamente inseparables.

Pero había una gran diferencia entre Stacey y yo. Stacey no tenía enemigos,
probablemente porque era muy ansiosa por complacer a todo el mundo. Ella era
completamente moldeable: tan sólo le decías quién era ella y ella se convertía en
ello, así de fácil. Ella definitivamente no era una chica popular, pero tampoco era
una perdedora como yo. Ella siempre estuvo en la delgada línea de en medio,
totalmente abajo del radar.

Luego del “incidente” como a mi padre le gusta llamarlo, Stacey vino a visitarme
dos veces. La primera, en el hospital, antes que yo le hablara a alguien. Y una en mi
casa cuando había sido liberada, y le dije a Frankie que le dijera que estaba
dormida. Realmente nunca volvió a tratar de ponerse en contacto conmigo, ni yo
tampoco lo hice. Tal vez había una parte de mí que se sentía como si ya no merecía
ninguna amistad. Como si se mereciera una mejor amiga que yo.

De alguna manera me sentía apenada por ella. Casi podía verlo en su cara —su
deseo de volver a lo que éramos antes del tiroteo, la culpa que sentía por haber
mantenido la distancia— pero también podía ver que ella era consciente de cómo
ser mi amiga la haría ver. Si yo era culpable porque amaba a Nick, ¿sería ella
culpable por quererme a mí? Ser mi amiga sería un gran riesgo a tomar… un
suicidio social para cualquiera en Garvin. Y Stacey podría no ser lo suficientemente
fuerte para tomar ese riesgo.

—¿Te duele la pierna? —me preguntó.

—A veces —le digo mirándola—. Al menos no tengo que tomar Educación Física,
pero lo más probable es que nunca llegue a tiempo a clase con esta cosa.

—¿Has estado en la tumba de Nick? —me preguntó Duce. Lo miré con dureza. Me
estaba mirando con un duro desdén en sus ojos—. ¿Has ido a la tumba de alguien?

Stacey le dio un codazo.

—Déjala en paz. Es su primer día de vuelta —dijo ella, pero sin mucha convicción.

—Sí, vamos —murmuró David—. Me alegra que estés bien, Val. ¿En qué salón
tienes matemáticas?

Duce interrumpió.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Qué? Ella puede caminar. ¿Cómo es que nunca fue a la tumba de nadie? Quiero
decir, si yo fuera quien hubiera escrito todos esos nombres de gente que quería
muerta al menos iría a sus tumbas.

—Yo no quería que nadie muriera —casi susurré. Duce me dio una de esas miradas
de ceja levantada—. Sabes, él también era tu mejor amigo.

Había silencio entre nosotros, y comencé a notar que alrededor de nosotros habían
espectadores curiosos. Sólo que ellos no tenían curiosidad por la confrontación.
Tenían curiosidad por mí, como si repentinamente se hubiesen dado cuenta de
quién era yo. Caminaban lentamente por mi lado, susurrándose unos a otros,
mirándome fijamente.

Stacey también se había comenzado a dar cuenta. Se movió un poco y luego miró
más allá de mí.

—Debo irme a clase —dijo—. Me alegro de que estés de regreso, Val. —Ella ya
estaba alejándose de mí, con David, Mason y los otros siguiéndola.

Duce fue el último en moverse, golpeando mi hombro al pasar, murmurando.

—Claro, es realmente genial.

Permanecí en la acera, sintiéndome abandonada en esta extraña marea de chicos


moviéndose a mi alrededor, empujándome hacia atrás y hacia adelante con su
caminar, pero nunca liberándome al océano como tal. Me pregunté si podría
quedarme en este punto en específico hasta que mamá viniera por mí a las 2:50.

Una mano se posó en mi hombro.

—¿Por qué no vienes conmigo? —dijo una voz en mi oreja. Volteé y me encontré
observando el rostro de la Sra. Tate, la consejera. Ella envolvió su brazo alrededor
de mis hombros y me hizo avanzar, ambas dirigiéndonos valientemente a través de
las olas de chicos alrededor de nosotras, dejando los susurros atrás.

—Es bueno verte hoy aquí —dijo la Sra. Tate—. Estoy segura de que estás algo
temerosa al respecto, ¿cierto?

—Un poco —dije, pero no pude decir nada más porque ella me estaba moviendo
tan rápido que lo único que podía hacer era concentrarme en caminar. Irrumpimos
en el vestíbulo antes de que el pánico en mi pecho pudiera aparecer, y de alguna
manera me sentí engañada. Como si al menos debería tener el derecho de tener
miedo al entrar a mi escuela de nuevo, si eso es lo que quería.

El vestíbulo era un completo bullicio. Un policía estaba en la puerta de entrada,


agitando un detector de metal sobre las mochilas y chaquetas de los estudiantes.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

La Sra. Tate sacudió su mano hacia uno de ellos y me condujo a través de ellos sin
detenernos.

Parecía como si el vestíbulo estuviera escaso de estudiantes, con muchos chicos


faltantes. Sin embargo, era como si nada hubiese cambiado. Frente a mis ojos, los
chicos estaban hablando, chillando, los zapatos rozaban los brillantes azulejos, las
paredes hacían el eco de los ¡Wham! ¡wham! de los golpes de las puertas de los
casilleros cerrándose más allá del alcance de mis ojos.

La Sra. Tate y yo caminamos a través del vestíbulo con un propósito, y luego


giramos en la esquina hacia el Cafetín. Esta vez el pánico aumento tan
violentamente que llegó hasta mi garganta antes de que la consejera pudiera
empujarme hacia la amplia habitación. Ella debió haber sentido mi miedo, porque
apretó mis hombros con más fuerza y me apresuró más.

El Cafetín, el único lugar para estar en las mañanas, generalmente lleno en su


totalidad, hoy estaba vacío, excepto por un grupo de mesas y sillas. En el extremo
más lejano, donde Christy Bruter había caído, alguien había instalado un tablón de
anuncios. En la parte superior había cartas hechas de cartulina de construcción
que decían NOSOTROS LOS RECORDAREMOS, y la cartelera estaba cubierta con
notas, cartas, lazos, fotos, pancartas y flores. Un par de chicas, no podía distinguir
quiénes eran debido a la distancia, estaban pegando una nota y una fotografía al
tablón de anuncios.

—Hubiésemos prohibido las reuniones en El Cafetín en las mañanas de ser


necesario —dijo la Sra. Tate, como si pudiera leer lo que yo estaba pensando—.
Sólo como medida de seguridad. Pero de todas maneras, parece que nadie quiere
estar aquí. Ahora sólo lo utilizamos durante el almuerzo.

Caminamos a través del Cafetín. Traté de hacer caso omiso a mi imaginación, que
figuraba mis pies deslizándose en la pegajosa sangre sobre el suelo. Intenté
enfocarme en el sonido de los zapatos de la Sra. Tate, golpeando los azulejos,
tratando de recordarme a mí misma lo de “respirar y concentrarme” que el Dr.
Hieler había pasado tanto tiempo enseñándome. En ese momento, no podía
recordar ni una sola cosa.

Pasamos a través de la puerta en el otro extremo del Cafetín, donde estaban las
oficinas administrativas. Técnicamente, éste era el frente del edificio. Más policías
estaban revisando mochilas y pasando detectores de metales sobre la ropa de los
chicos.

—Me temo que tanta seguridad causará que nuestras mañanas comiencen con
retrasos. —La Sra. Tate suspiró—. Pero, por supuesto, de esta manera todos nos
sentimos más seguros.

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Ella me hizo pasar a través de los policías y hacia las oficinas. Las secretarias nos
miraron con educadas sonrisas, pero no dijeron una palabra. Mantuve mi cabeza
inclinada hacia el suelo mientras seguía a la Sra. Tate hasta su oficina. Esperaba
que me dejara permanecer allí durante un largo tiempo.

La oficina de la Sra. Tate era lo opuesto a la del Dr. Hieler. Donde él tenía filas y
filas de libros ordenados y limpios, la Sra. Tate tenía una descuidada aglomeración
de papeles y herramientas educativas, como si su oficina fuera en parte para
aconsejar, y en parte para almacenar objetos. Había libros apilados en casi todas
las superficies planas, y había fotos de ella con sus hijos y perros por todos lados.

La mayoría de los niños venía a la oficina de la Sra. Tate para quejarse de sus
profesores o para ver catálogos de Universidades, y eso era todo. Si la Sra. Tate
había ido a la Universidad esperando aconsejar montones de problemáticos
adolescentes, probablemente estaba muy decepcionada. Si es que se puede llamar
decepción a no tener suficientes personas problemáticas en tu vida.

Me indicó con un gesto que me sentara en una silla con un cojín de vinilo
desgarrado, mientras ella rodeaba un pequeño gabinete y se sentaba en la silla
detrás de su escritorio, viéndose empequeñecida por las pilas de papeles y de
notitas delante de ella. Se inclinó hacia adelante a través del desastre y enrolló sus
manos justo en el medio de un envoltorio viejo de comida rápida.

—Te estaba observando esta mañana —dijo—. Estoy contenta de que hayas
regresado a la escuela. Demuestra valentía.

—Estoy intentándolo —murmuré, frotando mi muslo inconscientemente—. No


puedo prometer que me quedaré. —Ochenta y tres y contando, repetí en mi cabeza.

—Bueno, espero que lo hagas. Eres una buena estudiante —dijo—. ¡Ah! —exclamó,
subiendo un dedo. Se inclinó hacia adelante y abrió una gaveta del archivador que
estaba junto a su escritorio. Una foto enmarcada de un gato blanco y negro
aruñando algo se tambaleó cuando el cajón se abría, y me la imaginé, varias veces
al día, teniendo que enderezar la foto después que se caía. Sacó una carpeta
marrón y la abrió sobre el escritorio, frente a ella, dejando la gaveta del archivador
entreabierta—. Eso me recuerda: universidades. Así es. Tú estabas considerando…
—Pasó algunas páginas—, la Universidad de Kansas, si no me equivoco. —
Continuó pasando las páginas, y luego movió su dedo sobre una página—. Sí. Aquí
está. La Universidad de Kansas y la Universidad del Noreste del Estado de Missouri.
—Ella cerró la carpeta y sonrió—. Recibí los requisitos de ambas justo la semana
pasada. Es un poco tarde para estar apenas comenzando este proceso, pero no
debería ser un problema. Bueno, tal vez tengas que explicar algunas cosas para tu
registro permanente, pero como en realidad tú… nunca fuiste acusada de… bueno,
sabes a lo que me refiero.

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Asentí. Sabía a lo que se refería. No es que fuera necesario que estuviera en mi


registro, porque de verdad me costaba pensar en alguien en el país que no hubiese
escuchado de mí hasta ahora. Era como la mejor amiga del mundo. O tal vez la peor
enemiga.

—Cambié de opinión —dije.

—Oh. ¿Una Universidad diferente? No debería ser un problema. Con tus


calificaciones…

—No, me refiero que no iré. A la Universidad.

La Sra. Tate se inclinó hacia adelante, apoyando su mano en el envoltorio de nuevo.


Me estaba frunciendo el ceño.

—¿No irás?

—Así es. Ya no quiero ir.

Ella habló suavemente.

—Escúchame, Valerie. Sé que te culpas por lo que ocurrió. Sé que crees que eres
como él. Pero no es así.

Me enderecé en la silla y traté de sonreír con confianza. Ésta no era una


conversación que quisiera especialmente hoy, de entre todos los días.

—De verdad Sra. Tate, no es necesario que diga eso —le dije. Toqué mi bolsillo
trasero, donde tenía la fotografía de Nick y yo en el Lago Azul, para ganar
confianza—. Digo, estoy bien y todo.

La Sra. Tate levantó su mano y me miró directamente a los ojos.

—La mayoría de los días, pasaba más tiempo con Nick que con mi propio hijo —
dijo—. Era tan indagador. Siempre tan furioso. Era uno de esos chicos que
simplemente iban a batallar en la vida. Estaba tan consumido por el odio. Se regía
por él, de hecho.

No, quería gritarle. No lo era. Nick era bueno. Yo lo vi.

Estaba atrapada en el recuerdo de la noche en que Nick fue a mi casa


inesperadamente, mientras mamá y papá comenzaban a prepararse para su usual
festival de quejas después de la cena.

Podía sentir que se acercaba: mamá tirando platos en el fregadero, murmurando, y


papá caminando entre la sala y la cocina, observando a mamá y sacudiendo su
cabeza. La tensión estaba creciendo y comencé a hartarme del sentimiento que
tenía tan a menudo, deseando poder irme a la cama y despertar en una casa

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diferente, con una vida diferente. Frankie ya había desaparecido en su habitación, y


me pregunté si él también se había cansado de ese sentimiento.

Estaba subiendo las escaleras para ir a mi habitación cuando el timbre sonó. Podía
ver a Nick a través de la ventana al lado de la puerta, apoyándose en un pie y luego
en el otro.

—¡Yo abro! —les grité a mis padres mientras bajaba corriendo las escaleras, pero
ya la discusión había comenzado y ni siquiera se dieron cuenta.

—Hola —dije, saliendo al porche delantero—. ¿Qué hay de nuevo?

—Hola —me respondió. Me entregó un CD—. Te traje esto —dijo—. Lo quemé


para ti esta tarde. Son todas las canciones que me hacen pensar en ti.

—Eso es tan dulce —dije, leyendo la parte de atrás de la caja, donde él había
escrito cuidadosamente los nombres de las canciones y sus autores—. Me encanta.

En el otro lado de la puerta, se podía escuchar la voz de mi papá acercándose.

—Sabes, tal vez algún día no regrese a casa, Jenny, ésa es una excelente idea. —Él
estaba gruñendo.

Nick observó la puerta, y podría jurar que vi vergüenza atravesar su rostro. Y algo
más. ¿Lástima, tal vez? ¿O quizás ese mismo hastío que sentía yo?

—¿Quieres salir de aquí? —me preguntó, metiendo sus manos en los bolsillos—.
No se escucha muy bien allá dentro. Podemos estar juntos por un rato.

Asentí, abriendo un poco la puerta y dejando el CD en la mesa del vestíbulo. Nick se


estiró y sujetó mi mano, guiándome al campo detrás de mi casa. Encontramos un
claro y nos tendimos en la hierba, mirando las estrellas, hablando de nada y a la
vez de todo.

—¿Sabes por qué nos llevamos tan bien, Val? —preguntó después de un rato—.
Porque pensamos exactamente igual. Es como si tuviésemos el mismo cerebro. Es
genial.

Me estiré, enrollando mi pierna alrededor de la suya.

—Totalmente —dije—. Al demonio nuestros padres, y sus estúpidas peleas. Al


demonio todo el mundo. ¿A quién le importa una mierda ellos?

—No a mí —dijo. Se rascó su hombro—. Por un largo tiempo pensé que nadie me
entendería jamás, pero tú de verdad lo haces.

—Claro que sí. —Volteé mi cabeza y besé su hombro—. Y también tú me entiendes.


Es un poco espeluznante el hecho de que seamos tan parecidos.

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—Espeluznante en el buen sentido.

—Exacto, en el buen sentido.

Se volteó para verme, apoyándose en un codo.

—Es bueno que nos tengamos el uno al otro —dijo—. Es como si, tú sabes, aunque
el mundo te odiara, tienes a alguien en el que puedes confiar. Sólo nosotros dos en
contra de todo el mundo. Sólo tú y yo.

En ese momento, como mis pensamientos hubiesen estado sumidos en las


incesantes discusiones de mamá y papá, asumí que estábamos hablando de ellos.
Nick sabía perfectamente por lo que yo estaba pasando; él llamaba a su padrastro
Charles su “Paso de día”5 y hablaba de la cambiante vida amorosa de su madre
como si fuera un gran chiste. No había tenido idea de que él se refería a nosotros
contra… todos.

—Claro. Sólo nosotros —le respondí—. Sólo tú y yo.

Miré la carpeta en la oficina de la Sra. Tate, una vez más embargada por la
sensación de que nunca conocí a Nick en absoluto. Todo eso de “almas gemelas” de
lo habíamos hablado había sido pura mierda. Porque cuando se trata de leer a las
personas, soy una estudiante aplazada.

Sentí un nudo en mi garganta. ¿Qué tan indulgente fue eso? La paria de la escuela
llora por los recuerdos de su novio, el asesino. Incluso yo me odiaría. Tragué y
forcé a que el nudo bajara por mi garganta.

La Sra. Tate se había sentado en su silla, pero aún seguía hablando.

—Valerie, tú tenías un futuro. Estabas escogiendo universidades. Tenías buenas


calificaciones. Nick nunca tuvo un futuro. Su futuro era… esto.

Una lágrima se me escapó. Tragué y tragué pero no mejoró. ¿Cómo podía saber ella
sobre el futuro de Nick? No se puede predecir el futuro. Dios, si hubiese podido
predecir lo que ocurrió, lo hubiese detenido. Lo hubiese hecho irse. Pero no lo hice.
No pude. Y debí haberlo hecho. Eso es lo que me afecta. Debí haberlo hecho. Y
ahora mi futuro no tiene una universidad en él. Mi futuro se basa en ser conocida
alrededor del mundo como “La Chica que Odia a Todos”. Así fue como la prensa me
llamó: La Chica que Odia a Todos.

Quería decirle a Tate todas estas cosas. Pero era tan complicado, y pensar en ello
hacía que mi pierna temblara y que mi corazón doliera. Me levanté y me coloqué la
mochila. Sequé mis mejillas con el dorso de mi mano.

5Original: Step du Jour: Step= Paso. Du Jour= de día.

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—Será mejor que me vaya a clase —dije—, no quiero llegar tarde en el primer día
de clases. Lo pensaré. Lo de la universidad. Pero como ya le dije, no puedo hacer
ninguna promesa, ¿de acuerdo?

La Sra. Tate suspiró y se levantó. Cerró la gaveta del archivador, pero no se movió
alrededor de éste.

—Valerie —dijo, luego se detuvo y pareció reconsiderarlo—. Intenta tener un buen


día, ¿está bien? Me alegro de que estés de regreso. Y conservaré esos requisitos
para ti.

Comencé a caminar hacia la puerta. Pero justo cuando sujeté la manilla, me volteé.

—¿Sra. Tate? ¿Las cosas han cambiado mucho? —le pregunté—. Digo, ¿son
diferentes las personas?

No sabía cuál esperaba que fuera su respuesta. Sí, todos han aprendido su lección y
ahora somos una gran y feliz familia, justo como lo dicen los periódicos. O no, no
había abusadores, todo estaba en tu cabeza justo como dicen los demás. Nick
estaba loco y tú te lo creíste todo, y eso es todo. Estabas molesta sin razón alguna.
Tan furiosa, pero todo estaba en tu imaginación.

La Sra. Tate mordió su labio inferior y pareció pensar muy bien la pregunta.

—Las personas son personas —dijo finalmente, volteando sus manos en un triste y
desesperado encogimiento de hombros.

Creo que ésa era la última respuesta que quería escuchar.

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“Ella podría lanzarte un hechizo, Christy…”

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown


Traducido por Yre24

Corregido por †DaRk BASS†

La mayoría de los días encontraba totalmente irónico que mamá llevara a Frankie a
la escuela porque él odiaba el viaje en autobús, mientras yo viajaba en autobús
porque odiaba el atormentante paseo en carro con mamá. Pero algunos días yo
deseaba haber seguido adelante y enfrentarme a las críticas matutinas de mamá
porque el autobús era una mierda.

Por lo general yo podía avanzar lentamente hacia un asiento en algún sitio del
medio, y hundirme en forma de C, con mis rodillas apoyadas en el asiento en frente
de mí, escuchando mi MP3 y desapareciendo por completo.

Pero últimamente Christy Bruter había sido una verdadera molestia. No es que
esto fuera una novedad, ya que no podía soportar a Christy de todos modos. Nunca
podría.

Christy era una de esas chicas que son populares porque todo el mundo tiene
miedo de no ser su amigo. Ella era grande y voluminosa y su barriga destacaba
beligerantemente en la parte delantera de ella y unos muslos que eran enormes y
podrían partir un cráneo. Lo cual era extraño porque ella era la capitana del equipo
de softbol. Yo nunca pude entender eso. Simplemente no podía imaginarme a
Christy Bruter corriendo más que cualquier otro para llegar a primera base. Pero
supongo que ella debe haberlo hecho al menos una o dos veces. O quizás el
entrenador tenía demasiado miedo como para dejarla fuera. ¿Quién sabe?

He conocido a Christy al menos desde el preescolar y nunca, ni una sola vez, pensé
que ella podría agradarme. Y viceversa. Cada reunión nocturna de regreso a clases,
mamá tenía que llamar al profesor aparte e informarle que Christy y yo nunca
deberíamos sentarnos juntas en la misma mesa de grupo. “Todos tenemos a esa
persona”. Mamá le decía al profesor con una sonrisa apenada. Christy Bruter era
mi persona.

En la escuela primaria Christy me llamó el Castor Bucky. En sexto grado ella


comenzó el rumor de que yo tenía puesta una tanga que, en la escuela secundaria,
era un gran asunto. Y en la preparatoria decidió que no le gustaba mi maquillaje ni
mi ropa y entonces comenzó a apodarme Hermana Muerte, lo que todo el mundo
pensaba que era chistoso.

Ella se montaba dos estaciones después que yo, lo cual podía trabajar a mi favor la
mayoría de los días porque tenía tiempo de hacerme invisible antes de que ella

- 41 -
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entrara al autobús. No es que yo le tuviera miedo a ella ni nada de eso. Sólo que me
ponía enferma tener que lidiar con ella.

Me hundí en mi asiento, deslizándome hacia abajo donde mi cabeza apenas echaba


una ojeada por encima del respaldo y tapé con mis audífonos mis oídos, subiendo
el volumen de mi reproductor MP3 con mi pulgar. Miré detenidamente hacia fuera
por la ventana, pensando que se sentiría bien sostener la mano de Nick hoy.
Apenas podía esperar a llegar a la escuela para verlo. No podía esperar para oler la
goma de canela en su aliento y hundir mi cabeza en la curva de su brazo durante el
almuerzo, sentada protegida por él, quedando todo el resto del mundo excluido.
Christy Bruter, Jeremy, mamá y papá y sus “discusiones” que siempre, siempre,
siempre se convertían en una competencia de gritos y terminaba con papá
arrastrándose fuera de la casa perdiéndose en la oscuridad y mamá sollozando
patéticamente en su habitación.

El autobús se deslizó haciendo una y otra parada. Mantuve mis ojos pegados a la
ventana, mirando a un terrier6 enterrando su nariz en una bolsa de basura en
frente de una casa. La cola del terrier golpeaba el viento y toda su cabeza estaba
completamente cubierta por la bolsa de basura. Me pregunté cómo podía respirar
y empecé a pensar en las cosas que él podría encontrar allí que lo podían
emocionar tanto.

El autobús avanzó de nuevo y yo subí el volumen de mi reproductor MP3 ya que el


ruido incrementaba exponencialmente con el número de niños que entraba. Apoyé
mi cabeza atrás contra el asiento y cerré mis ojos.

Sentí un golpe contra mi brazo, me imaginé que fue una persona que había pasado
caminando y lo ignoré. Luego sentí uno más fuerte y alguien usó el cable para
arrebatar el audífono de mi oído derecho. Éste pendió por la colisión en el aire,
música metálica saliendo de él.

—¿Qué demonios? —dije, sacando el audífono de mi oído izquierdo y enrollando el


cable alrededor del reproductor MP3. Miré a mi derecha y allí estaba la cara de
Christy Bruter sonriendo abiertamente del otro lado del pasillo—. Lárgate, Christy.

Su fea amiga Ellen —igualmente Amazona, cabello rojo, con cara de hombre,
receptora del equipo de softbol de la Preparatoria Garvin— rió, pero Christy sólo
me miraba con falsa inocencia parpadeando sus ojos.

—No sé de que hablas Hermana Muerte. Quizás estás teniendo una alucinación.
Quizás tienes algún mal o algo así. Quizás el diablo te lo hizo.

Rodé mis ojos.

6 Terrier: Grupo de razas de perros entre las que se encuentra el Yorkshire Terrier.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Como sea. —Coloqué mis audífonos de nuevo en mis oídos y me recosté de


nuevo en mi forma de C, cerrando mis ojos. No iba a darle la satisfacción de pelear
con ella.

Justo en lo que el autobús entró en el estacionamiento Garvin. Sentí otro empujón


contra mi hombro, sólo que esta vez hubo un tirón poderoso sobre el cable de mis
audífonos y fueron rasgados de mis oídos con tanta fuerza que el reproductor MP3
entero voló de mi mano y pasó rozando a través del piso del autobús, colocándose
bajo el asiento delante del mío. Lo recogí. La luz verde sobre uno de los lados había
parpadeado y la pantalla estaba en blanco. Deslicé el interruptor para apagarlo y
luego otra vez, pero… nada. Estaba muerto.

—¡Dios! ¿Cuál es tu problema? —pregunté, mi voz logrando elevarse.

De nuevo, Ellen se reía disimuladamente con su cara de hombre, y también lo


hacían un par de compañeros sentados detrás de ellas. Y de nuevo, Christy me daba
esa falsa mirada con los ojos muy abiertos.

El autobús abrió sus puertas y todos nosotros nos levantamos. Esto es alguna clase
de instinto de los chicos, pensé. Tú podías estar en el medio de algo pero si el
autobús abría sus puertas, tú te levantabas. Ésta era una de las constantes de la
vida. Tú naces, tú mueres, tú te levantas cuando el autobús abre sus puertas.

Christy y yo nos levantamos, a sólo centímetros una de la otra. Podía oler el sirope
de panqueques en ella. Ella se burló de mí, dándome una mirada lenta de arriba-
hacia abajo.

—¿Apurada para ir a un funeral? ¿Quizás vas a plantar a Nick por un agradable frío
cadáver? Oh, espera. Nick es un cadáver.

Sostuve el contacto visual con ella, rehusando a echarme para atrás. Después de
todos estos años ella aún no se cansaba de las mismas viejas estúpidas bromas.
Todavía no las superaba. Mamá me dijo una vez que si yo continuaba ignorando a
Christy, eventualmente podría llegar a volverse aburrido para ella. Pero en días
como hoy, ignorarla a ella era más fácil decirlo que hacerlo. Yo dejaba pasar estas
cosas de rivalidad, pero de ninguna manera, iba a dejar que ella se fuera como si
nada después de haber roto mi aparato.

La empujé hacia adelante dentro del pasillo que ya había comenzado a moverse.

—Cualquiera que sea tu problema… —dije. Levanté mi reproductor MP3—. Tú vas


a pagar por esto.

—Oooh, me están temblando las piernas —dijo ella.

Alguien más agregó:

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Ella podría lanzarte un hechizo, Christy. —Y todos se rieron.

Descendí por el pasillo y bajé del autobús sobre la acera, y troté a las gradas donde
Stacey, Duce y David estaban pasando el rato como siempre.

Subí para reunirme con ellos, sin aliento y furiosa.

—Hey —dijo Stacey—. ¿Qué pasa? Luces molesta.

—Sí —dije—. Mira lo que la perra de Christy Bruter le hizo a mi reproductor MP3.

—Oh, hombre —dijo David, tomándolo de mi mano. Él presionó unos pocos


botones, tratando de prenderlo y apagarlo unas pocas veces—. Podrías conseguir
arreglarlo o algo.

—Yo no quiero arreglarlo —dije—. Quiero matarla, Dios, yo podría desgarrar su


estúpida cabeza. Ella se arrepentirá de esto. Con seguridad voy a devolvérsela por
esto.

—Sólo olvídate de ella —dijo Stacey—. Ella es tal cual una vaca. Realmente a nadie
le agrada.

Un Camaro negro rugió en el estacionamiento y le dio la vuelta al campo de fútbol.


Yo reconocí el carro como el de Jeremy y mi corazón se aceleró. Por un segundo me
olvidé de mi reproductor MP3.

La puerta lateral del pasajero se abrió y Nick dio un paso afuera. Él tenía la pesada
chaqueta negra que él había estado vistiendo últimamente y tenía cerrada su
cremallera hasta la barbilla contra el agradable viento.

Salté hasta la cima de la grada y le grité.

—¡Nick! —lo llamé, agitando los brazos.

Él captó mi movimiento, inclinó su barbilla hacia arriba ligeramente, y cambió su


curso en mi dirección. Él se movió despacio, metódicamente hacia mí. Salté hacia
abajo la grada y fui través del césped hacia él.

—¡Hola, bebé! —dije, alcanzándolo y envolviéndome a mí misma alrededor de él.


Él medio me esquivó, pero se inclinó hacia abajo y me besó, luego me giró y lanzó
su brazo rodeándome los hombros tal como siempre lo hacía. Se sintió tan bien
volver a estar bajo su brazo.

—Hey —dijo—. ¿Qué están haciendo ustedes, perdedores? —Él usó su mano libre
para hacer algún tipo de apretón de manos con Duce y luego le pegó a David en el
hombro.

—¿Dónde has estado? —preguntó David.

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Nick sonrió con satisfacción y me extrañó lo peculiar que se veía. Vibrante, casi
zumbando o algo.

—He estado ocupado. —Fue la única respuesta de Nick. Sus ojos recorrieron el
frente de la escuela—. He estado ocupado —repitió él, pero él lo dijo tan
silenciosamente que estoy bastante segura que yo fui la única que lo escuchó. No
fue como si realmente estuviese hablando con alguno de nosotros. Yo podría haber
jurado que él le estaba hablando a toda la escuela en sí misma. El edificio, la
actividad de hormigas en su interior.

El Sr. Angerson arrastró sus pies detrás de nosotros y entonces usó su “voz de
director” la que a nosotros nos gustaba imitar en las fiestas. No, estudiantes de
Garvin, la cerveza es mala para sus cerebros en crecimiento. Estudiantes de Garvin,
ustedes deben comer un desayuno saludable antes de venir a la escuela. Y recuerden,
estudiantes de Garvin, díganle no a las drogas.

—Muy bien, estudiantes de Garvin —dijo él. Stacey y yo nos dimos un codazo la
una a la otra y nos reímos disimuladamente—. No nos demoremos esta mañana.
Tiempo de ir a clases.

Duce le dio un ligero roce a Angerson a modo de saludo y comenzó a marchar hacia
la escuela. Stacey y David lo siguieron, riendo. Comencé, también, pero paré bajo el
brazo de Nick, que todavía me sostenía en el mismo lugar de la acera. Alcé la vista
hacia él. Él todavía miraba fijamente la escuela, una sonrisa jugueteaba en las
esquinas de su boca.

—Mejor vamos antes que Angerson rompa algo —dije tirando del brazo de Nick—.
¡Hey! Estaba pensando. ¿Quieres que nos saltemos el almuerzo y consigamos algo
de Casey's hoy?

Él no contestó, pero continuó silenciosamente con la mirada fija en la escuela.

—¿Nick? Mejor vamos —dije otra vez. Ninguna respuesta. Finalmente de alguna
manera lo empujé a él con mi cadera—. ¿Nick?

Él parpadeó y bajó la mirada hacia mí, nunca cambiando la sonrisa amplia, la


mirada brillante en sus ojos nunca vaciló. Quizás incluso la acrecentó haciéndola
más intensa. Me preguntaba qué diablos habían tomado esta mañana él y Jeremy.
Estaba actuando realmente extraño.

—Sí —dijo él—. Sí. Hoy tengo mucho por hacer.

Empezamos a caminar. Nuestras caderas chocando una con la otra en cada paso.

—Te iba a prestar mi reproductor MP3 para el primer período, pero Christy Bruter
lo rompió en el autobús —dije sosteniéndolo para que él lo viera. Él lo miró

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

detenidamente por un momento. Su sonrisa se ensanchó. Me agarró más fuerte y


caminó hacia la puerta más rápidamente.

—He estado queriendo hacer algo en relación a ella por mucho tiempo —dijo él.

—Lo sé. Realmente la odio. —Me quejé, oprimiendo toda la atención que podría
darle al incidente—. No sé cuál es su problema.

—Yo me encargaré de eso.

Yo sonreí, emocionada. La manga de la chaqueta de Nick rasguñaba atrás mi cuello.


Se sentía agradable. Real, de algún modo. Mientras esa manga estuviera rasgando
la parte de atrás de mi cuello, todo sería normal, incluso si él estaba en algo. Por
ahora de igual modo, Nick estaba aquí conmigo, sosteniéndome, yendo a
defenderme. No a Jeremy, a mí.

Golpeamos las puertas y Nick finalmente dejó mis hombros. Una brisa sopló justo
en ese momento y recorrió todo el cuello de mi camisa, ondeando el frente de ella.
Me estremecí. Mi columna de repente sintió mucho frío.

Nick abrió una puerta y esperó que entrara por delante de él.

—Vamos a conseguir que esto termine —dijo él. Asentí, dirigiéndome hacia el
Cafetín. Mis ojos atentos a Christy Bruter, mis dientes castañeando.

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Traducido por sary_meles

Corregido por vapino

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Jeff Hicks, 15. Como estudiante de primer año, Hicks por lo general no debería haber
estado caminando a través del Cafetín, de acuerdo a algunos estudiantes. “Nosotros
no vamos por ahí, si podemos evitarlo”, una estudiante de primer año, Marcie
Stindler, dijo a los periodistas. “Los estudiantes de último año nos fastidian si vamos
por allí. Es como una especie de regla no escrita para los de primer año, mantenerse
alejado del Cafetín, excepto durante el almuerzo. Cada estudiante de primer año lo
sabe”.

Sin embargo, Hicks estaba atrasado en la mañana del 2 de mayo y cortó camino a
través del Cafetín en su prisa por llegar a clase, ocurrió lo que algunos llaman un
clásico caso de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Él sufrió un
disparo en la parte posterior de la cabeza y murió instantáneamente en la escena. Un
monumento se ha creado en su nombre en el Banco del condado de Garvin. La policía
dice que no está claro si Levil conocía a Hicks o si Hicks fue golpeado
accidentalmente por una bala destinada a otra persona.


Debido a que la Sra. Tate me había mantenido en su oficina durante tanto tiempo,
me perdí el primer período y entré justo en la mitad del discurso del Primer Día de
Escuela de la Sra. Tennille. Sé que Tate lo había hecho para que yo no tuviera que
enfrentarme a los pasillos previos al primer período, pero casi que hubiera
preferido eso en lugar de tener todos los ojos clavados en mí cuando entré a clase.
Por lo menos en los pasillos hubiera podido ser una especie de sombra que pasaba.

Abrí la puerta y juro que todos en la clase dejaron lo que estaban haciendo y me
miraron. Billy Jenkins soltó su lápiz y tan sólo dejó que cayera rodando de su
escritorio. La boca de Mandy Horn se abrió tanto que pensé haber llegado a
escuchar que su mandíbula se rajaba. Incluso la Sra. Tennille dejó de hablar y se
quedó inmóvil durante unos segundos.

Yo me quedé parada en la puerta, preguntándome si realmente sería tan evidente


si me diera la vuelta y me marchara. Fuera del aula de clase. Fuera de la escuela. De

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vuelta a mi cama en casa. Decirles a mamá y al Dr. Hieler que me había equivocado,
que después de todo quería terminar la escuela secundaria con un tutor. Que yo no
era tan fuerte como pensaba en un principio.

La Sra. Tennille se aclaró la garganta y dejó el marcador que estaba usando en la


pizarra. Tomé una respiración profunda y me arrastré hasta su escritorio,
sosteniendo el permiso que me había dado la secretaria de la Sra. Tate cuando salía
de su oficina.

—Sólo hemos estado hablando sobre el programa de estudios de este año —dijo la
Sra. Tennille, tomando el permiso. Su rostro permaneció de piedra—. Adelante,
tome asiento. Si usted tiene alguna pregunta sobre algo que ya hemos visto, me
puede preguntar cuando toque la campana.

La miré por un instante. La Sra. Tennille difícilmente había sido una de mis fans,
para empezar. Siempre había tenido problemas con el hecho de que yo no
participara en los laboratorios y con el hecho de que Nick en una especie de
"accidente" prendió una vez fuego a un tubo de ensayo en el tercer periodo. Ni
siquiera puedo contar las veces que ella había mandado el trasero de Nick a
detención, y siempre me había mirado cuando deambulaba por la acera en frente
de la escuela esperando a que él saliera.

No me podía imaginar lo que ahora debía estar sintiendo por mí. ¿Piedad, tal vez?,
¿por no haber visto lo que ella siempre vio en Nick? ¿Querría sacudirme y
gritarme: ¿"¡Te lo dije, niña estúpida!"? O tal vez sentía repugnancia por lo que
pasó con el Sr. Kline.

Tal vez, como yo, repetía esa escena una y otra vez en su cabeza un millón de veces
al día: el Sr. Kline, profesor de química, usando literalmente su cuerpo como
escudo ante una docena de estudiantes. Él estaba llorando. Con los mocos
saliéndole por la nariz, el cuerpo le temblaba. Tenía sus brazos extendidos a cada
lado, como Cristo, y sacudía la cabeza hacia Nick, desafiante y asustado.

Me gustaba Kline. A todos les gustaba Kline. Kline era el tipo de persona que
hubiera venido a tu fiesta de graduación. El tipo de persona que hablaría contigo
en el centro comercial… y nada como la mierda de “Hola, jovencito” que diría el Sr.
Angerson, el Director de la escuela. Kline decía: “Oye, ¿qué tal?” o “¿Manteniéndote
al margen de la ley?"

Kline haría la vista gorda si te veía sacando una cerveza a escondidas en un


restaurante y veía que te salías con la tuya. Kline daría su vida por ti. Siempre
habíamos sabido qué tipo de persona era Kline. Ahora todo el mundo lo sabía.

Gracias a la impresionante cobertura televisiva del tiroteo, y a esa fastidiosa Angela


Dash escritora del Sun-Tribune, casi todo el mundo sabía que el Sr. Kline había
muerto porque él no le dijo a Nick donde estaba la Sra. Tennille. Así que supongo

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

que eso no era una novedad para la Sra. Tennille. También supongo que por eso
ella me miraba como si yo fuera una plaga puesta en libertad en su salón de clases.

Me volví y me dirigí a una silla vacía. Traté de mantener mis ojos exclusivamente
en la silla, pero me resultó imposible. Tragué. Sentía la garganta muy seca. Mis
manos estaban tan sudorosas que mi cuaderno se estaba resbalando. Mi pierna
latía y me sentí cojeando y me maldije en silencio por hacerlo.

Me acurruqué en mi escritorio y miré a la Sra. Tennille. Me miró fijamente hasta


que me instalé y se volvió hacia la pizarra, aclarándose la garganta una vez y
terminando de escribir su dirección de correo electrónico en el tablero.

Poco a poco las cabezas de mis compañeros de clase se volvieron hacia la parte
frontal de la habitación y sentí que volvía a empezar a respirar. Ochenta y tres,
coreé en mi cabeza. Ochenta y dos, si no se tiene en cuenta el día de hoy.

Mientras Tennille hablaba acerca de la mejor manera de comunicarse con ella, me


concentré en mis manos, tratando de disminuir mi respiración, en la forma que el
Dr. Hieler me había enseñado a hacerlo. Me quedé mirando mis uñas, que estaban
astilladas y feas. Yo nunca había encontrado la energía para limarlas y ahora estaba
extrañamente consciente de ellas. Todas las otras chicas se habían preparado para
el primer día de clases haciendo cosas como pintarse las uñas y escogiendo sus
mejores ropas. Yo apenas las había lavado.

Era sólo otra forma en la que yo era diferente a todos ellos y, curiosamente, de
alguna manera, era tan sólo otra manera en la que yo era diferente a la manera en
que solía ser.

Me metí las uñas en las palmas de las manos. No quería que las vieran, temiendo
que alguien se diera cuenta de lo feas que estaban, pero me encontré extrañamente
calmada al sentirlas enterrándose en mis palmas. Bajé mis manos a mi regazo y
apreté los puños con fuerza, apretando hasta que la uñas estuvieron clavadas en
mis manos y pudiera respirar sin una oleada de náuseas rodando sobre mí.

—Mándenme un e-mail cada vez que tengan una pregunta —decía la señora
Tennille, apuntando a lo que había escrito en la pizarra, y luego se detuvo en seco.

Había una conmoción a mi izquierda. Los chicos estaban susurrando alrededor,


una niña ponía rápidamente sus libros y papeles en su mochila. Las lágrimas le
caían por su rostro y estaba tratando de contener su hipo.

Otras chicas se acercaron a ella, hablándole y frotándole su espalda.

—¿Hay algún problema? —preguntó la señora Tennille—. ¿Kelsey? ¿Meghan? ¿Hay


alguna razón por la cual ustedes no están en sus sillas?

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—Es Ginny —dijo Meghan, señalando a la niña llorando, que ahora me daba cuenta
que era Ginny Baker. Yo había oído en las noticias sobre todas las cirugías plásticas
que había tenido, pero en realidad no me había dado cuenta de lo mucho que había
cambiado su cara hasta ese momento.

La Sra. Tennille colocó el borrador en la bandeja en la parte inferior del tablero,


luego, rápida y silenciosamente cruzó las manos delante de ella.

—¿Ginny? —dijo en una voz tan suave que no estaba segura de que hubiera salido
de Tennille—. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? ¿Tal vez necesitas ir a
tomar algo de beber?

Ginny cerró la cremallera de su mochila y se levantó. Todo su cuerpo estaba


temblando.

—Es ella —dijo, sin moverse. Sin embargo todo el mundo sabía de qué estaba
hablando y se volvieron a mirarme. Incluso Tennille miró en mi dirección. Bajé mi
rostro en dirección de mis manos y apreté las uñas incluso con más fuerza en las
palmas de mis manos. Metí mis labios en mi boca y los mordí con fuerza desde el
interior, sujetándolos con la boca cerrada—. No puedo sentarme aquí con ella sin
pensar en... sobre... —Ella respiró hondo y dejó escapar el aire con un torrente de
angustia que hizo que se me erizaran los pelos de la nuca—. ¿Por qué la dejaron
volver?

Agarró su mochila con ambas manos delante de ella, la abrazó contra su vientre, y
corrió por el pasillo, empujando tanto a Meghan como a Kelsey hacia atrás en sus
escritorios.

La Sra. Tennille dio un par de pasos hacia ella y se detuvo. Asintió ligeramente con
la cabeza y Ginny salió corriendo de la habitación, su cara contorsionada y
formando una mueca.

Todo estuvo completamente quieto durante un minuto y apreté los ojos cerrados y
en silencio conté hacia atrás desde cincuenta, otro de los métodos que había
aprendido. De mamá o del Dr. Hieler, no me acordaba. Escuchaba campanas en mi
mente y me sentí nerviosa. ¿Debía salir, también? ¿Ir detrás de Ginny, decirle que
lo sentía? ¿Ir a casa y no volver nunca más? ¿Debo decir algo a la clase? ¿Qué debía
hacer?

Finalmente, la Sra. Tennille se aclaró la garganta de nuevo, se volvió hacia la


pizarra, y recogió su marcador. Su cara se veía inquieta, pero se mantuvo fuerte. La
vieja buena y sensata Sra. Tennille. No podía ni disimular su malestar.

—Como iba diciendo —continuó, y luego se lanzó de nuevo en su discurso.

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Parpadeé para distanciar las lucecitas blancas que bailaban delante de mis ojos y
traté de concentrarme en lo que estaba diciendo, lo cual era difícil, porque casi
nadie dejó de mirarme.

—La siguiente unidad se centrará en...

Hubo más inquietud, y una vez más se volvió y se detuvo. Miré a mi izquierda y vi a
un par de chicos hablando acaloradamente entre sí.

—Clase —dijo la Sra. Tennille, su voz seguía siendo severa pero perdiendo el
control de la autoridad—. ¿Puedo tener su atención, por favor?

Los chicos dejaron de hablar, pero se mantuvieron inquietos.

—Me gustaría seguir con esto para que no nos atrasemos antes de que el año
comience. —Sean McDannon levantó la mano.

—Sí, Sean —dijo, un poco de exasperación arrastrándose en su voz.

Sean tosió en el puño como lo hacen algunos hombres cuando quieren cambiar sus
voces de regular a súper-poderoso y viril. Me miró, luego apartó la vista
rápidamente. Intenté esbozar una sonrisa, pero fue en vano porque ya se había
vuelto.

Sean era un chico bueno. Nunca tuvo un problema con nadie. En realidad, a nadie le
gustaba o lo odiaba. Era del tipo que volaba debajo del radar la mayor parte del
tiempo, lo que a veces puede hacer la diferencia en la escuela secundaria haciendo
que te dejen en paz o que te acosen. Que yo supiera, él nunca había sido acosado.
Sacaba buenas notas, se unió a clubes académicos, se mantuvo al margen de la ley,
tenía una novia sin pretensiones. Y vivía a unas seis casas de la mía, lo que
significaba que habíamos jugado juntos cuando éramos niños. Realmente no
habíamos hablado mucho desde que estábamos en quinto grado, pero no había
hostilidad entre nosotros. Nos saludábamos uno al otro si nos cruzábamos en el
pasillo o en la parada de autobús. No era gran cosa.

—Um, Sra. Tennille, la Sra. Tate nos dijo que deberíamos hablar de... um, de estas
cosas, y…

—Y no es justo que Ginny tenga que ser la que se vaya —dijo Meghan. Mientras
que Sean deliberadamente había decidido no mirarme desde esa primera mirada,
Meghan hizo un esfuerzo para hacer girar alrededor la cabeza y posó su mirada en
mí—. No es como si Ginny hubiera hecho algo malo.

La Sra. Tennille giró el marcador en seco entre sus manos.

—Nadie le pidió a Ginny que saliera, Meghan. Y estoy segura que la Sra. Tate quería
decir que podías ir a su oficina para hablar de estas…

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—No —dijo una voz en la mesa detrás de mí. Sonaba como Alex Gold, pero mi
cuerpo se sentía helado y no podía girar la cabeza para estar segura. Mis uñas se
clavaron profundamente en mis manos, dejando dolorosas media lunas púrpuras a
través de ellas—. No, cuando vino a la escuela ese tipo que trataba los traumas, nos
dijo que debíamos sentirnos libres de hablar de estas cosas cada vez que lo
necesitáramos. No es que lo necesite, ni nada. Estoy muy por encima de eso.

Meghan puso los ojos en blanco y desvió la mirada de odio de mí a un punto por
encima del hombro.

—Pues, muy bueno para ti. Pero a ti no te volaron la cara.

—Bueno, tal vez sea porque nunca molesté a Nick Levil.

—Bueno, eso es realmente suficiente —dijo la Sra. Tennille, pero para entonces la
conversación se había salido de control—. Tal vez deberíamos volver a nuestra
discusión...

—Tú tampoco lo hiciste, Meghan —dijo Susan Crayson, sentada justo a la derecha
de Meghan—. A ti tampoco te volaron la cara. Ni siquiera eras realmente amiga de
Ginny antes del tiroteo. Sólo te gusta el drama.

Y eso fue lo que básicamente desató el infierno. Así que muchos chicos estaban
hablando por encima del otro, era casi imposible saber quién decía qué.

—...¿un montón de drama? Mi amigo murió...

—De todos modos, no es como si Valerie le hubiera disparado a alguien. Sólo hizo
que Nick lo hiciera por ella. Y Nick está muerto, así que ¿a quién le importa?

—La Sra. Tate dijo que discutiendo no resolveríamos nada…

—...bastante malo es tener pesadillas todas las noches al respecto, para llegar a
clase y...

—...¿estás diciendo que me gustó que a Ginny le dispararan porque era un buen
drama? ¿Estás diciéndolo en serio?

—...si nos hubiéramos portado bien con Nick, tal vez esto no habría sucedido. ¿No
es todo el punto de...

—...me preguntas a mí, merecía morir. Me alegro de que se haya ido...

—...de todos modos, ¿qué sabes tú de amigos? Perdedor...

Fue un poco extraño porque al final, todos estaban tan ocupados odiándose unos a
los otros, que se olvidaron de odiarme a mí. Nadie me miraba. La Sra. Tennille
incluso se había hundido en la silla detrás de su escritorio y estaba mirando en

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silencio por la ventana, sus dedos jugando alrededor de su cuello, la barbilla le


temblaba un poco.

Había escuchado a los periodistas en la televisión diciendo que estos chicos


estaban sentados alrededor de la cafetería tomados de la mano y cantando Give
Peace a Chance todos los días. Pero no era así en absoluto. Se tiraban hacia las
gargantas de los otros. Todas las viejas rivalidades, los viejos chistes, los viejos
sentimientos agrios estaban ahí, pudriéndose en la cirugía plástica y en simpáticos
asentimientos y en paquetes de Kleenex.

Finalmente mi cuello parecía aflojar y me sentía capaz de mirar a mi alrededor —


mirar de verdad— a los chicos, que estaban gritando y agitando los brazos. Un par
llorando. Un par riendo.

Me sentí como si tuviera que decir algo, pero yo no sabía qué decir. Recordarles
que yo no había halado el gatillo me haría sonar a la defensiva. Tratar de consolar a
alguien sería más que raro. Hacer cualquier cosa sería como sobrecargar la
situación. Aún no estaba preparada para esto y no podía creer que alguna vez
hubiera pensado que lo estaba. No tenía respuestas a mis propias preguntas,
¿cómo podría responder alguna de las suyas? Mi mano involuntariamente se
derivó hacia el teléfono celular en mi bolsillo. Tal vez debería llamar a mamá.
Rogarle que me dejara ir a casa. Rogarle no volver nunca más. Tal vez debería
llamar al Dr. Hieler, decirle que, por primera vez, estaba equivocado. Si no podía
quedarme por ochenta y tres minutos, mucho menos por ochenta y tres días.

Después de un rato, la Sra. Tennille fue capaz retomar el control de la clase, y nos
sentamos allí, la tensión estaba por encima de nuestras cabezas, mientras
terminaba de repasar el plan de estudio.

Poco a poco, la gente empezó a olvidarse de que yo estaba allí. Empecé a sentir que
tal vez esto no era totalmente imposible, sentada en esa mesa, en esa clase. En esa
escuela.

Tienes que encontrar una manera de ver lo que realmente está allí, Valerie, Dr. Hieler
me había dicho. Tienes que empezar a confiar en que lo que ves es lo que está
realmente allí.

Abrí mi cuaderno y agarré un lápiz. Sólo que, en lugar de tomar notas sobre lo que
estaba diciendo Tennille, empecé a dibujar lo que veía. Los chicos estaban en los
cuerpos de chicos, vestidos de chicos, sus zapatos de chicos estaban desatados y
sus jeans rotos de chicos. Pero sus rostros eran diferentes. Donde yo normalmente
vería caras enojadas, ceños fruncidos, burla, en vez de eso vi confusión. Estaban
todos tan confundidos como yo.

Dibujé sus caras como un signo de interrogación gigante, que brotaban de sus
chaquetas Hollister y camisetas Old Navy. En los signos de interrogación había

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grandes bocas que gritaban. Algunos derramaban lágrimas. Algunos estaban


ensimismados, viéndose como caracoles.

No sé si es eso lo que el Dr. Hieler había querido decir cuando me dijo que
empezara a ver lo que realmente está allí. Pero yo sé que el dibujo de los signos de
interrogación me decía mucho más que contar hacia atrás desde cincuenta.

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“¡Oh Dios Mío! ¡Alguien! ¡Ayuda!”

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
Traducido por andre27xl

Corregido por vapino

Nick y yo entramos a través de las puertas de la escuela, con el viento


apoderándose de la mía y cerrándola abruptamente tras de mí. Como siempre, el
pasillo estaba lleno de chicos apresurándose a sus casilleros, quejándose acerca de
sus padres o maestros o de los otros chicos. Muchas risas, muchos gruñidos
sarcásticos, muchas puertas de casilleros lanzadas con fuerza, sonidos de la
madrugada que son una parte natural de la banda sonora de la vida de la escuela
secundaria.

Dimos la vuelta a la esquina hacia el Cafetín, donde el movimiento ordenado de las


salas se vierte en un estancamiento de mezcla de chicos entrando en sus chismes
previos a las clases. Algunos estaban en la mesa del Consejo de Estudiante
comprando donas, otros estaban sentados en el suelo con la espalda apoyada
contra la pared, comiendo donas que ya habían comprado. Algunas porristas
estaban paradas sobre unas sillas colgando afiches de la asamblea. Otros estaban
escondidos besándose por detrás del área del escenario. Los perdedores de la
escuela, nuestros amigos, estaban esperando por nosotros, sentados en las sillas
que estaban volteadas hacia una mesa redonda cerca de las puertas cerradas de la
cocina. Unos pocos profesores —los valientes como Kline y la Sra. Flores, la
profesora de arte— estaban caminando a través del tumulto, tratando de mantener
algo parecido al orden entre ellos. Pero todos sabían que era una batalla perdida. El
Orden y el Cafetín rara vez se mezclaban.

Nick y yo nos detuvimos justo después de haber entrado en la habitación. Me paré


sobre la punta de mis pies y estiré mi cuello. Nick estaba observando toda la sala,
una sonrisa fría cruzó por su cara.

—¡Por allí! —dije, señalando—. ¡Allá está ella!

Nick vio hacia dónde estaba señalando y la encontró.

—Me voy a conseguir un nuevo MP3 gracias a ella —dije.

Nick se abrió su chaqueta lentamente, pero no se la quitó.

—Terminemos con esto —dijo, y sonreí porque estaba muy feliz de que él pusiera
la cara por mí. Y también estaba feliz porque finalmente Christy Bruter obtendría
lo que se merecía. Éste era el viejo Nick… el Nick del cual me había enamorado. El
Nick que se enfrentaba a Christy Bruter y a cualquiera que me estuviera haciendo
la vida miserable, el que nunca retrocedía cuando un jugador de fútbol venía tras
él, tratando de hacerlo parecer pequeño. El Nick que entendía lo que se sentía ser

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yo… con una familia horrible, una vida escolar horrible, con gente como Christy
Bruter que siempre me recordaba que no era como ellos, que de alguna manera era
menos que ellos.

Sus ojos adquirieron una mirada lejana y extraña, después, comenzó a caminar
rápidamente a través de la multitud delante de mí. No estaba prestando atención
hacia adónde se dirigía. Sólo estaba caminando a través de la gente, sus hombros
chocaban contra los de ellos empujándolos hacia atrás. Me dejó frente a un montón
de caras molestas y gritos indignados, pero los ignoré y lo seguí lo más cerca que
pude.

Alcanzó a Christy un par de pasos antes de que yo lo hiciera. Tuve que estirar mi
cuello para verla por encima de su hombro. Pero todavía podía escucharlo. Estaba
esforzándome por escucharlo porque no quería perderme ni un segundo del
momento en que él estuviera aterrorizando a Christy. Así que estaba segura de lo
que escuché. Todavía lo escucho todos los días.

Debió haber golpeado a Christy en el hombro o algo parecido, justo como ella me lo
había hecho a mí en el autobús. Realmente no podía ver bien porque en ese
momento estaba dándome la espalda. Pero la vi cayéndose un poco hacia al frente,
casi chocando contra su amiga Willa. Ella se volteó con una mirada sorprendida y
dijo:

—¿Cuál es tu problema?

Para ese entonces, ya había alcanzado a Nick y estaba parada justo detrás de él. En
el video de seguridad se veía como si estuviera parada a su lado, con todos
nosotros tan cerca que era imposible decir de quién era cada cuerpo. Pero yo
estaba sólo a un paso detrás de él, y todo lo que realmente podía ver sobre el
hombro de Nick era la parte superior de Christy.

—Has estado en la lista por un largo tiempo —dijo, e inmediatamente me puse fría
porque no podía creer que le hubiera contado acerca de la lista. Honestamente,
estaba molesta. La lista era nuestro secreto. Sólo nuestro. Y él lo había arruinado. Y
sabía que con Christy Bruter habría un infierno que pagar. Probablemente les diría
a sus amigos y tendrían algo más para burlarse de nosotros. Probablemente les
diría a sus padres acerca de ello y ellos llamarían a los míos y sería castigada.
Quizás nos suspenderían y entonces estaría jodida para los finales.

—¿Cuál lista? —preguntó ella y bajó un poco la mirada y sus ojos se agrandaron.
Empezó a reír, y también Willa, y empecé a levantarme sobre la punta de mis pies
para ver de qué se estaban riendo.

Y entonces se escuchó el ruido.

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No era un gran ruido para mis oídos pero sí lo era para mi cerebro. Sonaba como si
todo el mundo me estuviera gritando. Grité. Sé que lo hice porque sentí mi boca
abrirse y mis cuerdas vocales vibrar, pero no escuché nada. Cerré mis ojos y dejé
salir un grito y mis brazos volaron instintivamente sobre mi cabeza y el único
pensamiento que tuve fue esto es algo malo, esto es algo malo, esto es algo malo, lo
cual estoy bastante segura era mi cuerpo en modo de piloto automático. Piloto
automático de supervivencia. Era más como un mensaje de mi cerebro a mi
cuerpo… peligro: ¡corre!

Abrí mis ojos y me lancé a agarrar a Nick, pero se había movido a un lado y en su
lugar me encontré mirando a Christy, quien tenía un aspecto de completa sorpresa
en su rostro. Su boca estaba abierta como si estuviera a punto de decir algo, y sus
dos manos estaban agarrando su estómago. Estaban cubiertas en sangre.

Se balanceó y empezó a caer hacia delante. Me quité de en medio y cayó al suelo en


el espacio entre Nick y yo. La miré, sintiendo que iba en cámara lenta y vi que
también había sangre regándose a través de la parte de atrás de su camisa y que
había un hoyo en la tela justo en medio de la sangre.

—Le di —dijo Nick, mirándola, también. Estaba sosteniendo un arma y estaba


temblando—. Le di —repitió. Se rió un poco, esta risa aguda que todavía pienso era
de sorpresa más que de cualquier otra cosa. Tengo que creer que era una risa por
la sorpresa. Tengo que creer que estaba tan sorprendido como yo por lo que había
hecho. Que en algún lugar bajo las drogas y la obsesión con Jeremy estaba un Nick
que, como yo, pensó que todo era una broma, todo un “qué tal si…”.

Y luego todo golpeó en tiempo real. Los chicos estaban gritando y corriendo,
obstruyendo las puertas y cayendo unos sobre los otros. Otros estaban parados
pareciendo entretenidos como si alguien hubiera hecho una broma muy buena y
estuvieran molestos por habérsela perdido. El Sr. Kline estaba empujando a los
chicos apartándolos de su camino y la Sra. Flores les estaba gritando instrucciones.

Nick también comenzó a apresurarse a través de la multitud, dejándome con


Christy y toda esa sangre. Volteé mi cabeza y los ojos de Willa y los míos se
encontraron.

—¡Oh Dios mío! —gritó alguien—. ¡Alguien! ¡Ayuda!

Creo que fui yo, pero hasta ahora no puedo estar segura de ello.

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Traducido por Roo Andresen

Corregido por ★MoNt$3★

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA, ANGELA DASH]

Ginny Baker, 16. Baker, con un rol de estudiante de honor, fue reportada diciendo
adiós a sus amigos antes de entrar al primer período de clases cuando sonó el primer
disparo. Según unos testigos, Baker parecía ser un blanco deliberado, Levil se había
agachado para dispararle cuando ella se metió debajo de la mesa.

“Ella gritaba ‘¡Ayúdame, Meg!’, cuando él se agachó y le apuntó con el arma”, dijo
Meghan Norris de penúltimo año. “Pero realmente no supe qué hacer. No sabía qué
estaba sucediendo. Ni siquiera escuché el primer disparo. Y todo pasó tan rápido.
Todo lo que sabía era que la Sra. Flores nos estaba gritando que nos metiéramos
debajo de las mesas y nos cubriéramos la cabeza, y eso hicimos. Y justamente me
oculté debajo de la mesa donde estaba Ginny. Y él la atrapó. No le dijo nada en
absoluto. Sólo se inclinó, apuntó el arma a su rostro, le disparó, y se marchó. Estaba
realmente quieta después de que le disparó. Ya no me pedía que la ayudara, y pensé
que estaba muerta. Parecía muerta”.

No se pudo dar con la madre de Baker para que comentara al respecto. Su padre,
quien vive en Florida, describe el incidente como “la peor clase de tragedia que un
padre podría imaginar”. Agregó que regresará a la región central de EEUU para
ayudar a Baker a pasar por la extensiva cirugía plástica que los doctores dicen que se
requerirá para reconstruir su rostro.


—¿Así que tu mamá volvió a trabajar hoy? —preguntó Stacey. Estábamos en la
fila para el almuerzo, llenando nuestras bandejas. Habíamos salido juntas de inglés.
La clase había sido tensa pero soportable. Un par de chicas se pasaban notas de
una a la otra y la silla de Ginny estuvo vacía, pero además de eso las cosas estaban
calmadas.

La Sra. Long, mi profesora de inglés, era una de las pocas que habían firmado la
carta de agradecimiento de parte de la junta del colegio. Sus ojos se pusieron

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medio llorosos cuando entré al salón, pero no dijo nada. Sólo me sonrió y asintió.
Luego dejó que me sentara y comenzó la clase. Gracias a Dios.

—Sí.
—Mi mamá dijo que tu mamá la llamó el otro día sólo para hablar.

Me detuve, las pinzas llenas de ensalada ensuciaron mi bandeja.

—¿En serio? ¿Cómo resultó eso?

Stacey no me miró, en cambio siguió moviéndose, sus ojos enfocados en su bandeja


de almuerzo. Nadie podría haber sabido con sólo mirarnos si estábamos juntas o si
sólo era la desafortunada que tenía que pararse a mi lado en la fila del almuerzo.
Probablemente ella lo quería de esa manera. Era mucho más seguro para ella ser la
desafortunada.

Tomó un bol de gelatina de arcoíris y lo puso en su bandeja. Hice lo mismo.

—Sabes como es mi mamá —dijo—. Le dijo que ya no quería que nuestra familia
fuera asociada con la tuya. Piensa que tu mamá es una mala madre.

—Wow —dije. Sentí algo extraño en mi estómago. Casi como si me sintiera mal
por mi mamá, lo cual no me había permitido hacer mucho. La culpa me desgarró.
Era mucho más fácil pensar que ella creía que era la peor hija del mundo la cual
había arruinado su vida—. Auch.

Stacey se encogió de hombros.

—Tu mamá le dijo a la mía que le dieran por el trasero.

Eso definitivamente sonaba como mamá. Aun así, apostaba que después se había
encerrado en su cuarto y había llorado. Ella y la Sra. Brinks habían sido amigas por
quince años. Ambas estábamos calladas. No sé qué le pasaba a Stacey, pero para mí
volvía a ser ese estúpido nudo en mi garganta el que no me dejaba hablar.

Tomamos nuestras bandejas y pagamos por la comida, luego fuimos al Cafetín para
buscar asiento y comer nuestros almuerzos.

Normalmente esto sería algo que haría sin pensar. Antes del año pasado, Stacey y
yo tomaríamos nuestras bandejas e iríamos a la parte más lejana, a la tercera mesa
del fondo. Besaría a Nick y me sentaría entre él y Mason y comeríamos todos
juntos, riendo, quejándonos, destruyendo servilletas, lo que fuera.

Stacey caminó enfrente de mí, deteniéndose para tomar ketchup del kiosco de
aderezos. También tomé una tacita de ketchup aunque no tenía nada a qué ponerle
ketchup. Sólo estaba tratando de no mirar alrededor y ver cuántos rostros se
dirigían a mí. Tenía la idea que eran más que unos pocos. Ella tomó su bandeja,

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como si no supiera que estaba detrás, y la seguí. Quizás era por hábito, pero
probablemente era más porque no sabía qué otra cosa hacer.

Efectivamente, la pandilla estaba sentada en la mesa del fondo. David estaba allí.
También Mason. Duce. Bridget. Y el hermanastro de Bridget, Joey. David nos miró,
saludó a Stacey con la mano, y luego como que se fue marchitando mientras sus
ojos se posaban en mí. Me dio un saludo poco afectivo que murió a mitad de
camino. Lucía muy incómodo.

Stacey apoyó su bandeja en el último lugar libre de la mesa, entre Duce y David.
Inmediatamente Duce comenzó a conversar con ella —algo acerca de YouTube—
y comenzó a reírse con él, chillando.

—¡Oh, sí! ¡Lo vi! —Me quedé allí parada a unos pocos pasos de distancia de la
mesa, sin saber qué hacer.

—Oh, sí —dijo Stacey, mirándome. Tenía una mirada casi de sorpresa, como si no
se hubiera dado cuenta de que la había estado siguiendo. Como si no hubiéramos
caminado juntas en la fila para el almuerzo. Como si no me hubiera hablado. Miró a
Duce y luego a mí—. Sí, Em… —Apretó sus labios—. Val… supongo que nos
quedamos sin sillas. —Duce la rodeó con su brazo y nuevamente esa sonrisita de
superioridad se posó sobre sus labios.

David comenzó a pararse como si se estuviera levantando para buscarme una silla
o para darme la suya. Él no estaba comiendo. Casi nunca lo hacía.

Duce pateó la silla de David, exaltándolo. No miró a David cuando lo hizo, pero
David se detuvo y se volvió a sentar. Levantó los hombros como con timidez y
volvió a mirar la mesa, tan lejos de mí como podía. Duce comenzó a hablarle a
Stacey nuevamente, muy cerca de su oído. Ella soltó una risita. Incluso David se
veía absorto por algo que decía Bridget. Era como que, sin Nick, la “familia” me
hubiera desterrado. O quizás yo misma me había desterrado; no lo sé.

—No hay problema —dije, aunque ninguno pareció escucharme—. Me puedo


sentar en otro lado. No es gran problema.

Lo que en realidad quise decir era que me escabulliría y me iría a sentar sola afuera
en algún lugar donde nadie me molestara y, más importante, donde yo no
molestara a nadie. Era lo mejor, de verdad. ¿De qué les habría hablado de todas
maneras? Ellos habían pasado el verano viviendo sus vidas. Yo había pasado el mío
luchando desesperadamente para construir una nueva.

Me di la vuelta y miré la cafetería. Era raro, todo parecía como antes. Los mismos
chicos se sentaban juntos. Las mismas chicas delgadas comían las mismas
ensaladas. Los deportistas subían su ingesta de proteínas. Los mismos nerds

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invisibles en una esquina. El ruido era ensordecedor. El Sr. Cavitt deambulaba por
las mesas gritando: “Las manos sobre la mesa, niños. ¡Manos sobre la mesa!”

La única cosa que había cambiado era yo.

Tome un respiro profundo y seguí caminando, tratando de ignorar las risas de


Stacey y los chillidos a mi espalda. Esto es lo que querías, me dije a mí misma. Tú
querías alejar a Stacey. Tú querías volver a Garvin. Tú querías probar que no
tendrías por qué ocultarte. Tú querías esto, ahora lo tienes. Es sólo el almuerzo. Sólo
sopórtalo y sigue. Mantuve los ojos en mi bandeja y en el suelo frente a mí mientras
caminaba hacia el pasillo.

Presioné mi espalda en la pared justo fuera del Cafetín, eché mi cabeza hacia atrás,
y cerré los ojos. Dejé salir un suspiro profundo. Estaba sudando y mis manos
comenzaban a sentirse frías alrededor de la bandeja. No tenía hambre en absoluto
y deseaba que este día se terminara. Lentamente me hundí en el piso y puse la
bandeja en el suelo frente a mí. Resté mis codos en las rodillas y dejé caer la cabeza
en mis manos.

En mi cabeza regresé al único lugar seguro que conocía: Nick. Recordaba estar
sentada en el piso de su habitación, con un joystick en la mano, gritándole.

—Más te vale no dejarme ganar. Maldición, Nick, me estás dejando ganar. ¡Basta!

Y él haciendo esa cosa que hacía con su boca cuando se ponía insoportable;
sacando su lengua ligeramente para un costado, con una sonrisa en la boca,
soltando una risita cada unos segundos.

—Nick, dije que te detengas. De verdad, no me dejes ganar. Odio cuando haces eso.
Es insultante.

Más risa cada pocos segundos y luego una furiosa abatida, perdiendo a propósito el
juego que estábamos jugando.

—¡Maldición, Nick! —grité, golpeándolo con mi joystick en el brazo, mientras mi


personaje aparecía en la pantalla con una pose victoriosa—. Te dije que no me
dejaras ganar. ¡Dios! —Crucé mis brazos por el pecho y desvié mi mirada de él.

Ahora se reía fuerte, empujando su hombro con el mío.

—¿Qué? —dijo—. ¿Qué? Ganaste justa y honestamente. Además, eres sólo una
chica. Necesitabas ayuda.

—Oh, no te atreviste a decir eso. Te enseñaré lo que es ayuda —gruñí, tirando mi


joystick a un lado y prácticamente tacleándolo, haciéndolo reír aun más fuerte.

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Lo golpeé juguetonamente en el hombro y el pecho con mis puños, su malicia


arruinando mi mala cara. No lo veías muy seguido en Nick, pero cuando estaba de
ánimo para hacer tonterías, era contagioso como mil demonios.

—¡Oh no! No lo hagas, gran bestia —continuaba diciendo en esta voz alta y burlona
entre risas—. Auch, me estás lastimando.

Me lancé aún más fuerte, gruñendo y empujándolo. Rodamos y de repente me


encontré atrapada debajo de él. Sostenía mis manos contra el piso, ambos
respirando pesadamente. Se inclinó, cerca de mi rostro.

—Está bien que alguien te deje ganar a veces, ¿sabes? —dijo, poniéndose serio—.
No siempre tenemos que ser los perdedores, Valerie. Ellos quizás quieran hacernos
sentir de esa manera, pero no lo somos. A veces logramos ganar también.

—Lo sé —dije, pero me preguntaba si él se daba cuenta de lo mucho que yo ya


sentía que había ganado, sólo por estar en sus brazos.

—Puedes venir a sentarte conmigo —dijo una voz, sacándome de mi ensueño.


Abrí mis ojos, preparándome para el resto de la broma. Puedes venir a sentarte
conmigo… cuando el infierno se congele. O Puedes venir a sentarte conmigo… ¡no!
Pero en cambio lo que vi me dejó sin aliento.

Jessica Campbell estaba parada frente a mí, su rostro no mostraba emoción alguna.
Estaba vestida con su uniforme de voleibol y su cabello en una coleta.

Jessica prácticamente reinaba la Secundaria Garvin. Fácilmente la más popular,


también podía ser la más cruel, porque todos querían ser ella y harían cualquier
cosa para complacerla. Christy Bruter podría haber comenzado con el sobre
nombre de Hermana Muerte, pero Jessica me llamaba así en una voz tan fría y
desdeñosa que me hacía sentir pequeña y estúpida. Había sido quien había incitado
a Jacob Kinney para hacer tropezar a Nick en los pasillos y quien había dicho al Sr.
Angerson que fumábamos hierba en mi auto en el estacionamiento por las
mañanas, lo cual era una completa mentira, pero igualmente nos había conseguido
una detención. Era quien ni siquiera se molestaba en burlarse de nosotros a
nuestra espalda. Lo hacía en nuestras caras. Ella estaba en la Lista de Odio más de
una vez. Su nombre subrayado. Con signos de exclamación.

Era quien debería tener la cicatriz en su muslo. Quien probablemente debería


haber estado muerta. Ella era a quien le había salvado la vida. Antes de mayo había
odiado a Jessica. Ahora no tenía idea de cómo debía sentirme acerca de ella.

La última vez que había visto a Jessica Campbell, estaba asustada frente a Nick, sus
manos cubriendo su rostro. Gritando. Con todas sus fuerzas. Casi delirando por el
miedo. Sin embargo, todos los que estaban en el Cafetín sentían lo mismo.
Recordaba que tenía una mancha de sangre sobre su jeans y algo de comida en su

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cabello. Desde entonces había pensado cuán irónico era que fuera la persona más
indigna que había visto en mi vida, pero no me iba a jactar de eso por lo que había
sucedido. Realmente debería haber disfrutado verla así, pero no podía porque era
horrible.

—¿Qué? —dije.

Señaló el Cafetín.

—Puedes comer el almuerzo en mi mesa si quieres —dijo. Aún sin una sonrisa, sin
fruncir el ceño, ninguna emoción en su rostro. Me sentí como en una trampa. De
ninguna manera Jessica Campbell me estaba preguntando seriamente si quería
sentarme con ella. Me estaba tendiendo una trampa, lo sabía.

Sacudí la cabeza levemente.

—Está bien. Gracias de todas formas.

Me miró unos minutos, ladeando su cabeza levemente y mordiendo su mejilla


desde adentro. Extraño, no recordaba haberla visto masticar su mejilla así antes.
Parecía… vulnerable, de alguna manera. Seria. Quizás incluso un poco asustada. Era
una mirada a la cual no estaba acostumbrada a ver en ella.

—¿Segura? Porque sólo estamos Sarah y yo allí, y Sarah está trabajando en alguna
clase de investigación para Física de todas formas. Ni siquiera sabrá que estás allí.

Miré más allá de ella hacia la mesa donde normalmente se sentaba. Seguro, Sarah
estaba sentada allí, su cabeza inclinada a un cuaderno, pero también había otros
diez chicos. Todos del grupo de Jessica. Dudaba seriamente que ellos no fueran a
notar que estaba allí. No era tonta. Y tampoco estaba desesperada.

—No. En serio. Es muy amable y todo, pero no lo creo.

Levantó los hombros.

—Como gustes. Pero puedes venir cuando quieras.

Asentí.

—Lo recordaré.

Empezó a marcharse, pero se detuvo.

—Um, ¿te puedo preguntar algo? —preguntó.

—Supongo.

—Mucha gente se pregunta por qué volviste a Garvin.

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Ah, así que ahí estaba. Aquí es donde ella me insulta, me dice que no soy querida,
se burla de mí. Sentí que comenzaba a construirse una muralla familiar en mi
interior.

—Porque ésta es mi escuela —dije, probablemente muy a la defensiva—. No


debería marcharme más que cualquier otro que esté aquí. La escuela dijo que
podía volver.

Masticó el interior de su mejilla una vez más, luego dijo:

—Tienes razón. Tú no le disparaste a nadie.

Desapareció en el Cafetín y fui golpeada por un pensamiento que me exaltó: ella no


se estaba burlando de mí. De verdad sentía lo que me decía. Y no estaba
imaginando cosas, Jessica Campbell no lucía como normalmente lo hacía. Lucía
cambiada de alguna manera.

Levanté mi bandeja y tiré la comida en el cesto de basura. Ya no tenía hambre.

Volví a sentarme en el piso y me doble para poder ver hacia el Cafetín.

Mira lo que realmente hay allí, Valerie, dijo la voz del Dr. Hieler en mi cabeza.

Tomé mi mochila y saqué mi cuaderno y un lápiz. Miré a los chicos adentro. Los
observé hacer lo que normalmente hacían y los dibujé haciéndolo, una manada de
lobos inclinados sobre sus bandejas, sus largos hocicos gruñendo, burlándose y
riendo. Excepto Jessica. Su cara de lobo me miraba delicadamente. Estaba casi
sorprendida de mirar lo que había dibujado y ver que su cara de lobo se parecía
más a la de un cachorro.

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“¿No recuerdas nuestro plan?”

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown


Traducido por TwistedGirl

Corregido por ★MoNt$3★

Cuando Christy Bruter cayó al suelo delante de mí y la sala estalló en gritos


caóticos de emergencia, tuve un extraño momento donde estaba segura de que
estaba imaginándomelo todo. Como si aún estuviera en mi casa, en cama, soñando.
En cualquier momento mi celular iba a sonar de verdad y Nick me llamaría para
decirme que Jeremy y él iban a ir al Lago Azul todo el día y que no vendría a la
escuela.

Pero entonces Nick se fue corriendo y Willa cayó de rodillas junto a Christy y le dio
la vuelta, y ahí estaba toda esa sangre. Estaba por todas partes. Christy aún estaba
respirando, pero sonaba realmente mal, como si estuviera tratando de respirar a
través de un cuenco lleno de pudín o algo así. Willa estaba tomando las manos de
Christy y le decía una y otra vez que ella iba a estar bien.

Me arrodillé junto a Willa y también comencé a presionar.

—¿Tienes un celular? —grité a Willa. Sacudió la cabeza, no. El mío estaba en mi


mochila, pero con todo el caos mi mochila parecía haber desaparecido por
completo. Al ver los videos de seguridad, mucho más tarde, me di cuenta de que en
realidad estaba tendida en el piso detrás de mí, empapada en sangre. Cuando vi los
videos pensé que era raro que hubiera mirado directamente a mi mochila, pero con
el miedo y la confusión, no la reconociera. Como si “sangre” y “mochila” no
pudieran ir en la misma frase.

—Yo tengo mi celular —dijo Rachel Tarvin. Estaba de pie justo detrás de Willa y
estaba increíblemente tranquila, como si lidiara con disparos todos los días.

Rachel sacó el celular del bolsillo de sus jeans y lo abrió. Comenzó a presionar los
números cuando hubo otro fuerte disparo seguido por más gritos. Seguido por
otros dos fuertes disparos. Y entonces tres más.

Una multitud de chicos surgió en nuestra dirección y salté, temiendo ser aplastada
por ellos.

—No nos dejen —gritó Willa—. Ella va a morir. No se pueden ir. Necesito ayuda.
¡Ayuda!

Pero la multitud estaba abalanzándose y antes de darme cuenta, estaba cayendo


por el suelo en la sangre de Christy, en un nudo de chicos que estaban tratando de
salir del Cafetín. Alguien me dio un codazo en el labio. Probé la sangre. Alguien me
piso el pie, con fuerza. Pero estaba estirando demasiado el cuello para llegar a

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darme cuenta. Ahora Christy, parecía estar a una distancia imposible. Además
ahora podía ver algo peor.

Por la mesa del Consejo Estudiantil había sangre. Y vi dos cuerpos bajo la mesa,
ellos no se movían. Más allá, vi a Nick volcando mesas y sillas. De vez en cuando se
agachaba y miraba bajo una mesa, entonces sacaba a alguna persona y hablaba con
ella, agitando el arma ante su rostro. Entonces habría otro de esos disparos y más
gritos.

Empecé a juntarlo todo. Nick. El arma. Los disparos. Los gritos. Mi cerebro se
seguía moviendo en cámara lenta, pero estaba empezando a ganar velocidad. No
tenía sentido para mí. Pero entonces, tal vez sí lo tenía. De cierta forma, nosotros
habíamos hablado de esto.

—¿Escuchaste algo sobre el tiroteo en la escuela de Wyoming o lo que sea? —Nick


me había dicho la otra noche por teléfono, sólo unas pocas semanas atrás. Estaba
sentada en mi cama limándome las uñas con Nick en el altavoz en la mesa de noche
que estaba a mi lado. Una de las millones de conversaciones que tuvimos, ni más ni
menos importante que cualquiera de las otras que habíamos tenido antes.

—Sí —dije, limpiando los restos del pulidor de uñas del dedo de mi pie—. ¿Alocado,
no?

—¿Oíste la mierda que los medios estaban diciendo sobre los tipos que lo hicieron
y como no hubo señales de advertencia?

—Sí. Más o menos. No he visto mucho de ello.

—Siguen diciendo que los tipos eran realmente populares y que todos los amaban,
y que no eran solitarios y todo ese tipo de cosas. Qué tontería.

Permanecimos en silencio por un minuto y usé el tiempo para conectar mi


reproductor mp3 a la computadora.

—Sí. Ya sabes. Los medios apestan.

—Sí.

Más silencio. Revisé una revista.

—Entonces, ¿qué piensas? ¿Crees que podrías hacerlo?

—¿Hacer qué?

—Disparar a todas esas personas. Como a Christy, a Jessica y a Tenille y así.

Me mordí el dedo y leí la leyenda de una foto de Cameron Díaz en la revista. Algo
sobre el bolso que llevaba.

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—Supongo —murmuré, volviendo a pasar las hojas—. Quiero decir, no soy popular
ni nada de eso, por lo que en realidad no sería lo mismo.

Él suspiro. El ruido salió del altavoz como un trueno.

—Sí. Tienes razón. Pero yo podría hacerlo. Realmente podría volarme a esa gente.
No sería una sorpresa para nadie.

Los dos nos reímos.

Él estaba equivocado. Todo el mundo estaba completamente sorprendido.


Especialmente yo. Tan sorprendida que estaba segura de que era un error. Un
error que tenía que detener.

Me abrí camino empujando a un par de chicas que se abrazaban una a la otra.


Empujé a través de un grupo de niños junto a la puerta, que caminaban en sentido
contrario al lugar que me dirigía, hacia donde todos trataban de ir. Mientras
caminaba me iba haciendo más fuerte, más enérgica, apartando a los chicos de mi
camino. Chocando contra ellos y enviando algunos al suelo, deslizándose sobre
sangre, aterrizando dándose golpetazos contra la baldosa. Empecé a correr
mientras me iba moviendo. Empujando. Corriendo.

Mi garganta estaba haciendo sonidos roncos.

—No. —Estaba diciendo mientras chocaba contra los chicos en el camino—. No.
Espera...

Finalmente encontré un pequeño claro y me precipité hacia él. Vi un chico que no


conocía en el suelo, aproximadamente a sesenta centímetros de mí. Estaba boca
bajo y en la parte de atrás de su cabeza sólo se veía sangre.

Se oyeron otros tres o cuatro disparos, arrancando mi atención del chico muerto.

—¡Nick! —grité.

Ahora que estaba en el centro de la habitación, no podía verlo. Demasiados niños


se estaban dirigiendo en diferentes direcciones. Me detuve y miré alrededor,
moviendo frenéticamente mi cabeza de un lado a otro.

Entonces capturé una imagen borrosa familiar a mi izquierda. Nick se acercaba al


Sr. Kline, el profesor de química. El Sr. Kline estaba de pie, sus brazos extendidos
frente a un pequeño grupo de chicos. Tenía la cara roja y sudorosa o tal vez sólo
estaba cubierta de lágrimas. Corrí para alcanzarlos.

—¿Dónde está? —gritó Nick. Varios de los estudiantes detrás del Sr. Kline dieron
chillidos llorosos y se apretaron más entre ellos.

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—Viejo, baja la pistola —dijo el Sr. Kline. Su voz era temblorosa, aunque daba la
impresión que estaba haciendo su mejor esfuerzo para mantenerla estable—. Sólo
bájala y hablaremos.

Nick maldijo y pateó una silla. Esta voló a las piernas del Sr. Kline, pero él no se
movió. Ni siquiera se inmutó.

—¿Dónde está?

El Sr. Kline movió lentamente la cabeza.

—No sé de quién estás hablando. Sólo baja el arma y discutiremos esto...

—¡Cállate! ¡Cierra la maldita boca! ¡Dime dónde está la perra de Tenille, maldita
sea, o volaré tu maldita cabeza!

Traté de correr más rápido, pero mis piernas se sentían como goma.

—Hombre, no sé dónde está. ¿No escuchas las sirenas? La policía ya está aquí. Se
acabó. Sólo baja la pistola y te ahorrarás…

Otro disparo llenó el aire. Mis ojos se cerraron instintivamente. Y cuando los volví a
abrir, vi al Sr. Kline cayendo al piso, sus brazos seguían extendidos. Cayó en esa
posición, y luego se arrugó sobre uno de sus costados. No estaba segura del lugar
exacto donde había sido impactado, pero sus ojos tenían una mala expresión en
ellos, como si él ya no estuviera viendo la cafetería.

Me quedé inmóvil, mis oídos estaban tapados por el ruido de la pistola, mis ojos
ardían, mi garganta estaba irritada. No dije nada. No hice nada. Tan sólo me quedé
mirando al Sr. Kline tendido sobre su costado, temblando.

Los chicos que se habían estado escondiendo detrás del Sr. Kline, en ese momento
quedaron atrapados entre Nick y la pared detrás de ellos. Eran unos seis o siete,
seguían acurrucados entre ellos y hacían ruidos de cachorros. En la parte posterior
del grupo estaba Jessica Campbell. Estaba doblada por la cintura, más o menos en
cuclillas, su trasero presionando contra la pared. Su cabello estaba recogido en una
coleta, pero se había salido de la banda elástica y estaba cayendo sobre su rostro.
Estaba temblando tanto que sus dientes castañeaban.

Había estado muy cerca del último disparo y mis oídos estaban ensordecidos. No
podía escuchar lo que Nick estaba diciendo, pero parte de ello sonaba como
“apártate” o “desaparece” y estaba agitando su arma. Los chicos se resistieron en
un principio, pero él disparó golpeando a Lin Yong en el brazo y todos se
dispersaron, arrastrando a Lin con ellos, dejando a Jessica sola acurrucada contra
la pared.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Y lo supe. En ese momento supe lo que él iba a hacer. Mi audición seguía estando
nublada, pero no tanto como para que no pudiera oírlo gritarle, y ella gritando y
llorando a nadie en particular. Su boca estaba ampliamente abierta y tenía los ojos
cerrados.

Oh, Dios Mío. Pensé. La Lista. Él está encargándose de la gente que está en la Lista de
Odio. Empecé a avanzar de nuevo, sólo que esta vez era como si estuviera
corriendo a través de la arena. Mis pies se sentían pesados y cansados, mi pecho se
sentía como si alguien hubiera amarrado algo a su alrededor, sacándome el aliento
y arrastrándome hacia atrás, todo al mismo tiempo.

Nick volvió a empezar a levantar el arma. Jessica se cubrió el rostro con las manos
y se agachó contra la pared. No iba a llegar a tiempo.

—¡Nick! —grité.

Se volvió hacia mí, seguía sosteniendo el arma enfrente de él. Estaba sonriendo. Sin
importar los otros recuerdos que tenga de Nick Levil en mi vida, probablemente
una de las cosas que más recordaré es la sonrisa que tenía en el rostro cuando se
dio la vuelta. Era una especie de sonrisa inhumana. Pero en alguna parte —en
algún lugar de sus ojos—, juro que vi verdadero afecto. Como si el Nick que conocía,
estuviera en algún lugar de su interior, rogando que lo dejaran salir.

—¡No lo hagas! —grité, acercándome a él—. ¡Detente! ¡Basta!

Tuvo una mirada curiosa en su rostro. La sonrisa se quedó, pero parecía como si no
entendiera por qué estaba corriendo hacia él. Como si fuera yo la que tuviera un
problema o algo parecido. Me miró con esa sonrisa de sorpresa, y no pude
escucharlo bien; pero estoy bastante segura de que dijo algo como:

—¿No recuerdas nuestro plan?

Lo que me retrasó un poco, porque no podía recordar nada acerca de algún plan.
Además, cuando lo dijo, tenía esa mirada lejana en los ojos que era realmente
espeluznante, como si estuviera totalmente ausente de lo que estaba pasando en el
Cafetín. No se parecía en nada a sí mismo.

Negó con la cabeza un poco, como si fuera tan tonta por haber olvidado el supuesto
“plan” y su sonrisa se ensanchó. Se giró hacia Jessica y al mismo tiempo volvió a
levantar la pistola.

Esta vez me abalancé sobre él, mi único pensamiento era: No puedo ver que Jessica
Campbell muera justo enfrente de mí.

Creo que tropecé con el Sr. Kline. En realidad, sé que lo hice porque la cámara de
seguridad muestra que lo hice. Así que me tropecé con el Sr. Kline y me abalancé

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

sobre Nick. Los dos tropezamos varios pasos juntos, y hubo otro de esos disparos y
sentí que el piso del Cafetín se desvanecía bajo mis pies.

Todo lo que supe en ese momento era que estaba acostada bajo una mesa a
aproximadamente un metro del Sr. Kline y que Nick estaba viendo el arma en su
mano con una mirada seria, mucho más sorprendido y estaba tan lejos de mí que
no estaba segura de cómo había llegado tan lejos en tan poco tiempo. Y que ahora
Jessica Campbell no seguía estando parada enfrente de la pared y pensé que podía
alcanzar a verla salir corriendo hacia la multitud de chicos que estaban en las
puertas del Cafetín.

Y entonces pienso que sentí más que ver, pero que definitivamente también vi, un
flujo de sangre brotando de mi muslo, muy rojo y espeso. Y traté de decir algo a
Nick —no recuerdo qué— y creo que levanté la cabeza como si fuera a ponerme de
pie. Nick miró la pistola y luego a mí, y sus ojos estaban vidriosos. Y entonces toda
esa niebla gris apareció detrás de mis ojos y me sentí más y más ligera o tal vez
más y más pesada y luego todo se volvió negro.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Xhessii

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,


3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Morris Kline, 47. Como profesor de química y entrenador de atletismo de la


Preparatoria Garvin, Kline fue elegido como Maestro del Año tanto en el 2004 como
en el 2005. “El Sr. Kline haría cualquier cosa por ti”, dijo Dakota Ellis, estudiante de
primer año, a los reporteros. “Una vez se detuvo en la Autopista K porque vio que mi
mamá y yo teníamos un neumático desinflado. Nos ayudó a cambiar el neumático
aún cuando estaba muy bien vestido como si estuviera yendo a algún lugar
realmente genial después. No sé a dónde iba, pero a él no parecía importarle
ensuciarse. Así era él”.

Aunque los estudiantes están disgustados por la pérdida de Kline, pocos han
expresado sorpresa por la forma en que murió… como un héroe. Le dispararon en el
pecho mientras protegía a varios estudiantes y trataba de hablar con Levil para que
bajara el arma, Kline estaba “apenas resistiendo”, de acuerdo con los paramédicos
que llegaron a la escena. Luego fue declarado muerto en el Hospital General del
condado de Garvin. Kline no parecía ser un objetivo directo de Levil, sino que fue
disparado más bien en el calor del momento.

Él deja a su esposa, Renee, y a sus tres hijos. La Sra. Kline le dijo a los reporteros:
“Nick Levil le robó a mis hijos un futuro con su padre y personalmente me alegro de
que se suicidara. Él no se merece un futuro después de lo que ha hecho con todas
estas familias”.


El coche de mamá era el primero en la línea y yo no podría haber estado más
agradecida de ver aquel Buick color canela. Prácticamente corrí hacia él cuando
sonó la campana, olvidando todo sobre detenerme en mi casillero por la tarea.

Me deslicé al interior del coche y tomé mi primer verdadero aliento del día. Mamá
me miró, las líneas de expresión se extendieron por su frente. Lucían bastante
profundas, como si hubiera estado trabajando en ellas durante mucho tiempo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Cómo te fue? —me preguntó. Podría decir que ella estaba tratando de sonar
brillante y alegre, pero también estaba al borde de la preocupación. Creo que
también había estado trabajando en ello durante mucho tiempo.

—Bien —le dije—. La verdad es que apesta. Pero está bien.

Puso el coche en marcha y lo sacó de la propiedad.

—¿Has visto a Stacey?

—Sí.

—Bien. Debe haber sido genial ver a tu vieja amiga.

—Mamá —dije—. Déjalo ir.

Mamá apartó la mirada del tráfico y me miró, profundizando las líneas de


expresión. Sus labios estaban apretados con fuerza y casi me hubiera gustado
haberle mentido y haberle dicho que todo había ido bien, porque sabía lo
importante que era para ella saber que volví con todos mis viejos amigos e incluso
hice algunos nuevos y que todo el mundo sabía que no tenía nada que ver con el
tiroteo y que era parte de la gran multitud vieja y feliz de la que seguíamos oyendo
hablar en la televisión. Pero la mirada en realidad sólo fue por un segundo y luego
miró de nuevo al tráfico.

—Mamá, de verdad, no es la gran cosa.

—Le dije a su madre. Le dije que no eras responsable de esto. Podrías pensar que
ella me escucharía. Por amor a Dios, ella fue tu líder de la tropa Brownie.

—Mamá, vamos. Ya sabes lo que dijo el Dr. Hieler sobre cómo iba a reaccionar la
gente ante mí.

—Sí, pero los Brinkses deberían ser diferente. Ellos deberían saberlo. No
deberíamos tener que convencerlos. Ustedes crecieron juntas. Criamos a nuestras
chicas juntos.

Ambas estuvimos en silencio por el resto del camino a casa. Mamá acomodó el
coche en el garaje y lo apagó. Luego apoyó la frente contra el volante y cerró sus
ojos.

No estaba segura de qué hacer. No pensé que fuera apropiado sólo salir del coche y
abandonarla. Pero tampoco creí que necesitara hablar. Parecía como si hubiera
tenido un infierno de día.

Finalmente rompí el silencio.

—Stacey me dijo que hablaste con su mamá —Ella no respondió—. Dijo que le
habías dicho a su madre que le dieran en el trasero. —Mamá rió en silencio.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Bueno, sabes cómo puede ser Lorraine. Muy engreída. He querido decirle que le
dieran en el trasero durante mucho tiempo. —Ella volvió a reír en silencio, y luego
rió tontamente, con sus ojos todavía cerrados y su cabeza todavía en el volante—.
Ésta fue sólo mi primera oportunidad. Se sintió bastante bien.

Me echó un vistazo con un ojo y luego comenzó a reírse más fuerte. No podía
evitarlo; al poco tiempo, también me estuve riendo. Antes de darme cuenta ambas
aullábamos en el asiento delantero del coche en el garaje cerrado.

—Lo que realmente dije fue: “que te den en tu gordo y altanero culo, Lorraine” —
Ambas nos reímos más fuerte. Entre las respiraciones, ella dijo—: Y le dije que
Howard flirteó conmigo en la fiesta de la piscina del año pasado.

Jadeé.

—¡Cállate! ¿El padre de Stacey flirteo contigo? ¡Qué asqueroso! Él es todo peludo,
repugnante y viejo.

Ella sacudió su cabeza, casi sin poder respirar lo suficiente como para hablar.

—Yo sólo lo… inventé. Dios, desearía... poder haber estado allí cuando... ella lo
acusó de ello.

Entonces, nos hundimos hacia atrás en el asiento y aullamos por lo que pareció una
eternidad. No podía recordar haber reído de esa manera. La risa se sentía extraña
en mi boca. Casi tenía sabor.

—Eres mala —dije por fin, una vez que comenzamos a tomar el aliento de nuevo—.
Me encanta, pero eres mala.

Ella volvió a sacudir su cabeza, secándose los ojos con sus dedos meñiques.

—No. La gente mala es la que no te da otra oportunidad.

Miré mi mochila y me encogí.

—Creo que no puedes culparlos. Parecía culpable. No tienes que dar la cara por mí,
mamá. Estaré bien.

Mamá estaba secándose las lágrimas con las mangas de su chaqueta.

—Pero ellos tienen que entender que Nick fue el que hizo esto, cariño. Él es el
malo. Te lo he estado diciendo durante años. Eres tan bonita… realmente tu lugar
es al lado de un buen chico. No un chico como Nick. Nunca debiste haber estado
junto a un chico como Nick.

Rodé mis ojos. Oh Dios, aquí vamos otra vez. Mamá diciéndome que Nick era malo
para mí. Diciéndome que no debo andar con chicos como él. También me decía que
había algo mal en Nick, que podía verlo en sus ojos. Aparentemente olvidaba que

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Nick estaba muerto y que ella no tenía que darme lecciones sobre cuán malo era
porque de todos modos ya no importa.

Alcancé la manija.

—No de nuevo. En serio, mamá. Está muerto. ¿Podemos seguir adelante? —Abrí la
puerta y salí, tirando mi mochila detrás de mí. Hice una mueca cuando puse el peso
sobre mi pierna.

Mamá luchó por salir de su cinturón de seguridad y salió del coche por el otro lado.

—No estoy peleando contigo, Valerie —dijo—. Es sólo que quiero verte feliz.
Nunca eres feliz. El Dr. Hieler sugirió...

Mi instinto era darle una mirada de odio. De decirle lo que sabía acerca de la
felicidad, lo cual era que nunca sabes cuándo puede llegar a convertirse en terror.
Que nunca permanece a tu alrededor. Que no había conocido la felicidad por un
largo tiempo, antes de que Nick entrara a mi vida, que ella y papá deberían saber
porqué. Que, por cierto, tampoco ella nunca fue feliz, en caso de que no lo haya
notado. Pero al ver su mirada en mí por encima del coche en su traje arrugado, con
lágrimas en sus ojos y su rostro aún enrojecido por la risa, decirle todas esas cosas
solamente me harían sentir cruel. Aunque sé que son ciertas.

—Mamá. Estoy bien. De verdad —dije—. Ya ni siquiera pienso en Nick. —Me di


vuelta y entré en la casa.

Frankie estaba apoyado en el mostrador de la cocina, comiéndose un sándwich. Su


cabello estaba un poco lacio y su teléfono celular estaba en su mano, su pulgar
estaba trabajando en el teclado, chateando con alguien.

—¿Qué pasa? —preguntó cuando entré en la habitación.

—Mamá —contesté—. No preguntes.

Abrí la nevera y saqué una Coca-Cola. Me apoyé en el mostrador junto a él y la abrí.

—¿Por qué no puede simplemente pasar por su cabeza que Nick está muerto y que
ya puede dejar de molestarme por él? ¿Por qué tiene que darme lecciones todo el
tiempo?

Frankie se volvió en su silla y me miró, masticando.

—Es probable que tema que resultes como ella y que te cases con alguien que no
puedes soportar —dijo.

Comencé a decir algo más, pero oí la puerta del garaje repiquetear y supe que
mamá estaba entrando. Me moví furtivamente escaleras arriba hacia mi habitación.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Frankie probablemente tenía razón. Mamá y papá eran cualquier cosa excepto
felices. Antes del último mayo ellos habían estado a punto de conseguir un
divorcio, lo que habría sido una completa bendición. Frankie y yo estábamos casi
vertiginosos por el pensamiento de que toda la lucha llegara a su fin.

Pero el tiroteo, mientras que pudo haber desgarrado a un sin número de familias,
irónicamente volvió a juntar a la mía. Ellos dijeron que estaban “asustados de
romper aún más a la familia en un momento de tensión extrema como éste”, pero
sabía la verdad:

1) Mi padre era un abogado bastante exitoso, y lo último que necesitaba era un


montón de cobertura de noticias insinuándole al mundo que sus problemas de
matrimonio eran a raíz de la masacre en la Preparatoria Garvin.

2) Mi madre tenía un trabajo, pero nada que ver con el trabajo de papá. Mamá
hacía dinero, pero no tanto dinero. Y todos sabíamos que algunas cuentas
psiquiátricas importantes estaban debajo del montón.

Frankie y yo estábamos yendo con su relación, que era usualmente una cortés
inferencia, pero a veces burbujeaba dentro de la hostilidad que nos hacía a ambos
querer tirar sus cosas en bolsas de basura y comprarles boletos de avión a
cualquier sitio excepto aquí.

Entré en mi habitación, que parecía mucho más mohosa y desordenada de lo que


había estado cuando la había dejado esta mañana. Me detuve en la puerta y miré a
mi alrededor, en cierto modo sorprendida de que hubiera vivido más o menos en
esta habitación desde mayo y nunca me hubiera dado cuenta de lo desagradable
que estaba. Deprimente, de verdad. No es alguna vez fuera una antiséptica con mi
habitación. Pero a excepción de la Gran Liberación de Nick que mamá había hecho
después del tiroteo, nada había sido recogido ni limpiado en meses.

Recogí un vaso que había estado en mi mesita de noche, como, por siempre y lo
apilé en la parte superior de un plato. Estiré la mano y arrugué una servilleta que
había dejado cerca y la metí en el vaso.

Tuve este sentimiento breve de que tal vez debería limpiarlo todo. Partir de cero.
Hacer una propia Gran Liberación de Valerie. Pero exploré la ropa arrugada en el
suelo, los libros arrojados a un lado de la cama, el televisor con la pantalla
manchada y sucia, y me detuve en el lugar. Parecía demasiado trabajo, limpiar mi
pena.

Podía escuchar a mamá y a Frankie hablando en la cocina. La voz de ella sonaba


agitada, del modo que lo hacía cuando ella y papá se quedaban juntos en la cocina
por mucho tiempo. Sentí una breve punzada de culpa por dejar a Frankie allí solo
para soportar el peso de sus frustraciones ya que yo técnicamente era quien la
había frustrado. Pero a Frankie nunca le iba tan mal como a mí. De hecho, desde el

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

tiroteo, Frankie realmente no existía mucho. Sin toque de queda, nada de tareas, ni
límites. Mamá y papá siempre estaban demasiado ocupados combatiendo entre sí y
preocupándose por mí para recordar que había otro chico por el cual preocuparse.
No sabía si debía sentirme muy celosa de Frankie por esto, o realmente
lamentarme por él. Tal vez ambas cosas.

Aquel sentimiento de cansancio volvió y dejé caer el vaso y el plato en mi bote de


basura y me arrojé de espaldas sobre la cama. Metí la mano en mi mochila. Saqué
mi cuaderno y lo abrí. Me mordí el labio, mirando fijamente las imágenes que había
dibujado a lo largo del día.

Me di la vuelta y apreté el botón para encender mi estéreo y lo maniobré. Mi madre


se levantaría en unos minutos gritándome a través de la puerta que le bajara el
volumen, pero ella ya había confiscado toda mi música “preocupante” —ya sabes,
la música que ella y papá y probablemente el Dr. Hieler y todos los otros viejos en
el mundo piensan que me incitará a cortarme las venas en la bañera— lo que
todavía me molesta, ya que había comprado la mayor parte de esa música con mi
propio dinero. Subí el volumen lo suficientemente alto para no oírla. Ella estaría
cansada de llamar a la puerta mucho antes de que yo me cansara de que ella
llamara. Así que la dejaría golpear.

Volví a meter la mano en mi mochila y saqué un lápiz. Mordí la goma de borrar por
un momento, mirando la imagen que había comenzado de la Sra. Tennille. Ella se
veía tan triste. ¿Acaso no era gracioso que no hace mucho tiempo hubiera dicho
que quería que Tennille se sintiera triste? La odiaba. Pero hoy, al ver lo triste que
estaba, me sentí horrible. Me sentí responsable. Quería que ella sonriera, y me
pregunté si sonrió cuando llegó a casa y sostuvo a sus hijos o si ella llegó a casa y se
recostó en su sillón reclinable con un vodka y bebió hasta que no pudo escuchar
más los disparos.

Incliné mi cabeza y empecé a trazar; dibujándola, haciendo ambas cosas al mismo


tiempo, encrespándose en torno a un niño como un maní dentro de una cáscara y
su mano encrespándose alrededor de una botella de vodka mientras la cáscara se
aferraba al vino.

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PARTE
DOS

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“¿Qué fue lo que hiciste?”

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por ANDRE_G

Corregido por Xhessii

Cuando volví a abrir los ojos, estaba realmente sorprendida al ver que no estaba
durmiendo en mi cama, despertándome para comenzar un nuevo día en la escuela.
Esa es la forma en que se supone que funciona, ¿verdad? Se supone que Nick iba a
llamarme y yo iba a irme a la escuela, odiando cada minuto de ella,
preocupándome porque él y Jeremy estuviesen en el Lago Azul haciendo Dios sabe
qué, y agonizando porque Nick iba a romper conmigo, consiguiendo que Christy
Bruter me molestara en el autobús. Se suponía que debía despertarme, y los restos
que pudiera recordar acerca de Nick disparando en el Cafetín debían ser un sueño,
yéndose a la deriva antes de que pudiera reunir por completo las imágenes en mi
mente.

Me desperté en el hospital. Había policías en mi habitación y el televisor estaba


encendido en una escena de crimen. Me estaban dando la espalda, sus rostros
inclinados hacia la pantalla del televisor. Entrecerré mis ojos hacia la televisión
donde pasaban las imágenes de un estacionamiento, un edificio de ladrillo, una
cancha de fútbol, todo eso me resultaba vagamente familiar. Volví a cerrar los ojos.
Me sentía mareada. Mis ojos estaban muy secos y me palpitaba la pierna, empecé a
recordar lo que había sucedió, sin exactitud, pero sí con la certeza de que algo muy
malo había pasado.

—Se está despertando —escuché. Reconocí la voz de Frankie, pero no lo había


visto antes, cuando había abierto los ojos y me pareció más fácil imaginármelo de
pie junto a la cama diciendo eso, en vez de tratar de verle. Así que me dejé ir a la
deriva en este mundo imaginario donde Frankie estaba cerca de mí, diciendo se
está despertando y eso era cierto, pero no estaba en el hospital y mi pierna no me
dolía.

—Voy a ir a buscar a una enfermera —dijo otra voz. La de mi padre. Ésa era fácil.
La voz era tensa, forzada y seca. Al igual que papá. Él también apareció en mi
escena imaginaria, en el fondo, flotando fuera de la vista. Estaba tecleando algo en
su IPAD y tenía un teléfono celular entre su hombro y su oreja. Salió de la escena
con la misma rapidez que entró, y ahora sólo quedaba Frankie, que me volvía a
mirar.

—Val —dijo Frankie—. Oye, Val. ¿Estás despierta?

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

La visión se transformó a una mañana en mi habitación. Frankie tratando de


despertarme para hacer algo divertido, como en los viejos tiempos, cuando mamá y
papá se llevaban bien y nosotros éramos tan sólo dos niños pequeños. Tal vez para
ir a buscar nuestras cestas de Pascua o un regalo de Navidad o panqueques. Me
gustaba ese lugar. Realmente me gustaba. Así que no tengo la menor idea de la
razón por la cual mis ojos se volvieron abrir. Lo hicieron sin mi consentimiento.

Se abrieron ante Frankie, de pie al final de mi cama, al lado de los dedos de mis
pies. Sólo que no era mi cama, era una extraña, con ásperas sábanas blancas y una
manta de color marrón que parecía harina de avena. Él tenía el cabello
completamente lacio y tuve que tomarme un minuto para tratar de aclarar mi
mente, porque sinceramente no podía recordar la última vez que había visto a
Frankie con el pelo lacio. Me costó bastante trabajo empatar el rostro de catorce
años de Frankie con en el cabello de once años de Frankie. Tuve que parpadear
varias veces antes de que pudiera darle sentido.

—Frankie —le dije, pero antes de que pudiera decir algo más, mi atención se
distrajo con una especie de lloriqueo a mi derecha. Giré lentamente la cabeza. Mi
madre estaba allí, sentada en una silla tapizada de color rosa. Sus piernas estaban
cruzadas por las rodillas y tenía un codo apoyado sobre ellas. En esa mano tenía un
pañuelo arrugado que seguía usando para secarse la nariz.

Entorné los ojos en su dirección. De alguna manera, no me sorprendía que ella


estuviera llorando, porque sabía que en lo malo que hubiera pasado, yo estaba
involucrada… a pesar de que todavía no comprendía por qué me estaba
despertando en lo que estaba empezando a ver como una cama de hospital, en
lugar de mi propia cama esperando a que Nick me llamara.

Me acerqué y puse mi mano en la muñeca de mamá —la que sostenía el pañuelo


arrugado—.

—Mamá —le susurré. Me dolía la garganta—. Mamá —le volví a decir.

Pero ella se inclinó alejándose de mí. No se apartó —fue un movimiento demasiado


sutil para ser considerado como eso—. Sin embargo, se inclinó más lejos, fuera de
mi alcance. Se inclinó lejos, como si estuviera separándose físicamente de mí.

Se inclinó alejándose, no como si me temiera, sino como si ya no quisiera ser


identificada conmigo.

—Estás despierta —dijo—. ¿Cómo te sientes?

Me miré a mí misma y me pregunté por qué pensaría ella que podría no sentirme
bien. Me revisé y todo parecía estar allí, incluyendo varios cables que normalmente
no hacían parte de mi cuerpo. Todavía no estaba segura de por qué razón me
encontraba allí, pero sabía que tenía que ser algo a lo que iba a poder sobrevivir.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

De alguna manera me había lastimado la pierna —eso era lo que podía deducir de
la sorda punzada que venía de debajo de la sábana—. Sin embargo, la pierna
todavía parecía estar allí, así que sabía que no había mucho por qué preocuparse.

—Mamá —le dije una vez más, deseando poder pensar en otra cosa que decir. Algo
más importante. Mi garganta estaba adolorida y se sentía hinchada. Traté de
aclararla, pero descubrí que también estaba seca, y lo único que podía hacer era un
poco de ruido chirriante que no ayudo en nada para mejorarme—. ¿Qué pasó?

Una enfermera con una bata rosa revoloteaba detrás de mamá, se movió hacia una
pequeña mesa y cogió un vaso de plástico con un pitillo colgando por uno de sus
bordes. Ella se lo entregó a mamá. Mamá lo sostuvo, lo miró como si nunca antes
hubiera visto un artefacto como ése, y luego miró por encima del hombro a uno de
los agentes de la policía, que se había alejado de la televisión y estaba mirándome,
con los dedos enganchados en su cinturón.

—Le han disparado —dijo claramente el oficial por encima del hombro de mamá y
vi a mamá hacer algún tipo de mueca de dolor cuando él lo dijo, aunque ella
todavía estaba dándole la cara a él, no a mí, y yo no podía ver su rostro con
exactitud—. Nick Levil le disparó.

Fruncí el ceño. Nick Levil me disparó.

—Pero ése es el nombre de mi novio —le dije. Más tarde me daría cuenta de lo
estúpido que eso había sonado, e incluso podría estar un poco avergonzada por
ello. Pero en ese momento, simplemente no tenía sentido, más que nada porque
aún no había encajado las piezas del rompecabezas y también porque estaba
saliendo de la anestesia, y probablemente siquiera un poco, porque mi cerebro no
quería que yo recordara todo de inmediato.

Una vez vi un documental sobre las diferentes cosas que haría el cerebro para
protegerse a sí mismo. Como cuando un niño es víctima de abuso y termina con
personalidades múltiples y cosas así por el estilo. Creo que mi cerebro estaba
haciendo eso —protegiéndome— pero no lo hizo por mucho tiempo. No por el
tiempo suficiente, de todos modos.

El funcionario asintió con la cabeza, como si ya supiera eso sobre Nick y yo no le


estuviera dando ninguna información nueva, mi mamá se volvió a girar y como que
miró las sábanas. Recorrí sus rostros, todos ellos: el de mamá, los de los oficiales,
el de la enfermera, el de Frankie, incluso el de papá —no lo había visto volver a
entrar a la habitación, pero ahí estaba, de pie junto a la ventana, con los brazos
cruzados sobre el pecho—, pero ninguno de ellos estaba mirando directamente
hacia a mí. Ésa no era una buena señal.

—¿Qué está pasando? —pregunté—. ¿Frankie?

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Frankie no dijo nada, sólo apretó la mandíbula en una pose enfadada, y meneó la
cabeza. Su rostro estaba muy rojo.

—Valerie, ¿recuerdas algo de lo que ocurrió hoy en la escuela? —preguntó mamá


en voz baja. No voy a decir que me lo preguntó con suavidad o ternura o cualquiera
de esas cosas maternales. Porque no lo hizo. Ella se lo preguntó a las sábanas, con
una voz baja y plana que apenas reconocía.

—¿La escuela?

Y luego las cosas empezaron a inundarme. Es curioso, porque en un principio


cuando empecé a despertarme, lo que sucedió en la escuela se sentía como un
sueño y pensé, seguro que no están hablando de eso, porque eso era sólo un sueño
horrible y estúpido. Pero a los pocos segundos me abatió la conciencia de que no
era un sueño y casi me sentía físicamente aplastada bajo las imágenes.

—Valerie, hoy sucedió algo terrible en la escuela. ¿Lo recuerdas? —preguntó


mamá.

No podía contestarle. No podía contestarle a nadie. No podía decir nada. Todo lo


que podía hacer era mirar a la pantalla del televisor, a la vista aérea de la
Preparatoria Garvin y a todas las ambulancias y a los coches de policía que la
rodeaban. La miré fijamente hasta que juro que podía ver los cuadros individuales
de color en la pantalla. La voz de mamá era lejana, y podía escucharla, pero no era
exactamente como si estuviera hablándome a mí. No en mi mundo. No en esta
horrible avalancha. Estaba aquí sola.

—Valerie, te estoy hablando. Enfermera, ¿ella está bien? ¿Valerie? ¿Puedes oírme?
Jesús, ¡Ted, haz algo!

Y luego la voz de mi padre:

—¿Qué quieres que haga, Jenny? ¿Qué debo hacer?

—¡Más que estar allí parado! Ésta es tú familia, Ted, por amor de Dios, ¡es tu hija!
¡Valerie, respóndeme! ¡Val!

Pero no podía apartar los ojos de la pantalla del televisor, la que veía y al mismo
tiempo no veía.

Nick. Le disparó a la gente. Le disparó a Christy Bruter. El señor Kline. Oh, Dios, él
les disparó. Realmente lo hizo. Yo lo vi y él les disparó. Me disparó...

Me agaché y sentí el vendaje envuelto alrededor de mi muslo. Y entonces me puse a


llorar. No un llanto fuerte o algo parecido, pero si el llanto de espasmos en los
hombros y pucheros… el tipo de llanto que una vez había escuchado a Oprah
llamar el Feo Llanto.

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Mamá se levantó de su silla, inclinándose hacia mí, pero ella no me hablaba.

—Enfermera, creo que está sufriendo. Creo que tiene que darle algo para el dolor.
Ted, has que le hagan algo para el dolor. —Y me di vagamente cuenta, a través de
un asombro transparente, de que ella también estaba llorando. Llorando, por lo
que sus órdenes tomaron este tipo de brusquedad frenética, de modo que sus
palabras salían con dificultad y eran desesperadas.

Por el rabillo del ojo, vi que mi padre venía tras de ella y la agarraba por los
hombros y la alejaba de la cama. Ella se fue a regañadientes, pero se fue, y enterró
la cara en el pecho de mi papá, y ambos salieron de la habitación. Podía escuchar
sus ásperos ladridos desvaneciéndose por el pasillo.

La enfermera estaba apretando botones en un monitor detrás de mí y el policía se


había vuelto y estaba volviendo a ver la televisión. Frankie estaba de pie mirando
mis mantas, inmóvil.

Lloré hasta que me dolía el estómago y estaba bastante segura de que iba a
vomitar. Mis ojos se sentían como si tuvieran arena y mi nariz estaba
completamente tapada. Incluso, lloré un poco después de eso. No puedo decir lo
que estaba pasando por mi mente con todo ese llanto; sólo que era turbio y oscuro
y odioso y lamentable y miserable, todo a la misma vez. Sólo que quería a Nick y
que quería no volver a verlo nunca jamás. Sólo que quería a mi mamá y tampoco
quería volver a verla nunca jamás. Sólo que sabía que, en algún lugar más allá en
los recovecos de mi mente, que mi cerebro se mantenía a salvo de sí mismo, que de
alguna manera también era responsable de lo que había ocurrido hoy. Que había
tenido un papel en ello y que esa nunca había sido mi intención. Y que no podía
decir con seguridad que no sería parte de ello si tuviera que hacerlo todo de nuevo.
Y no podía decir con seguridad que lo haría.

Con el tiempo el llanto disminuyó lo suficiente como para que yo pudiera volver a
respirar, algo que no era del todo bueno.

—Voy a vomitar —dije.

La enfermera sacó una chata de la nada y lo metió debajo de mi barbilla. Vomité en


ella.

—Si ustedes pudieran salir por unos cuantos minutos. —Ella les dijo a los oficiales.
Ellos asintieron en silencio y salieron de la habitación. Cuando abrieron la puerta
hacia el pasillo, pude oír hablar en voz baja unas voces que pertenecían a mis
padres. Frankie se quedó dónde estaba.

Vomité una vez más, haciendo ruidos desagradables y dejando que desde mi nariz
corrieran hilos de mocos hasta la chata. Contuve el aliento y la enfermera utilizó un

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

paño húmedo para limpiarme la cara. Se sentía bien: frío y tranquilizante. Cerré los
ojos y apoyé la cabeza sobre la almohada.

—La náusea es normal después de la anestesia —me dijo la enfermera con una voz
que podría describir como institucional—. Va a disminuir con el tiempo. Mientras
tanto, mantenga esto a la mano. —Me pasó una chata limpia, dobló el paño y lo
puso en mi frente y luego salió de la habitación con sus zapatos silenciosos.

Traté de poner mi mente en blanco. Traté de poner las imágenes de mi mente en


negro. Pero no podía hacerlo. Se empujaron hacia mí, cada una más horrible que la
anterior.

—¿Él está en la cárcel? —le pregunté a Frankie. Pregunta estúpida. Por supuesto
que Nick estaría en la cárcel después de algo como esto.

Frankie me miró, un poco sorprendido, como si hubiera olvidado que yo estaba en


la habitación con él.

—Valerie —dijo, parpadeando, sacudiendo la cabeza, su voz ronca—. ¿Qué… qué


fue lo que hiciste?

—¿Nick está en la cárcel? —repetí.

Él negó con la cabeza.

—¿Se escapó? —le pregunté.

Volvió a negar con la cabeza.

Sabía que sólo quedaba otra opción.

—Le dispararon. —Lo dije más como una afirmación que como una pregunta y me
sorprendí cuando Frankie volvió a negar con la cabeza.

—Se pegó un tiro —dijo—. Está muerto.

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"Yo no lo hice"

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Traducido por LizC y Cami.Pineda

Corregido por Mir

Es curioso que el nombre que se convertiría en el más reconocible de mi clase —


Nick Levil— fuera un nombre del que nadie había oído hablar nunca antes de
nuestro primer año. Nick era nuevo en Garvin ese año, y no encajaba allí. Garvin
era una de esas pequeñas ciudades suburbanas con un montón de grandes casas y
niños ricos. Nick vivía en una de las pocas calles de bajos recursos dispersas en las
afueras de la ciudad como líneas límites. Sus ropas eran andrajosas, a veces
demasiado grandes, y nunca con estilo. Era delgado, se veía como una gallina
clueca y tenía un aire de “Me Importa Una Mierda” a su alrededor que la gente
tendía a tomar como algo personal.

De inmediato me sentí atraída por él. Tenía estos ojos oscuros realmente brillantes
y una sonrisa torcida adorable de disculpa, y nunca mostraba los dientes. Como yo,
él no era parte de los populares y, como yo, no quería serlo.

No es que yo nunca hubiera pertenecido a los populares. Cuando estás en la


escuela primaria, casi todo el mundo es parte de los populares y, por supuesto, yo
también lo era. Me gustaban las cosas que estaban de moda… la ropa, los juguetes,
los chicos, las canciones que llevaban a que todo el mundo se volviera salvaje en las
noches de diversión familiares de la escuela.

Pero en algún momento alrededor del 6º grado, todo esto pareció cambiar. Empecé
a mirar a mi alrededor y pensé que tal vez no tenía casi nada en común con los
otros niños. Sus familias no parecían miserables como la mía. No podía imaginar
que sintieran la misma sensación gélida en su casa como yo lo hacía, como si
caminaran dentro una tormenta de nieve cuando abrían la puerta principal. En las
reuniones de la escuela, sus papás los llamaban “Panquecito” o “Mi Pequeñita”,
mientras que los míos ni siquiera aparecían. A medida que empecé a dudar en
dónde encajaba, Christy Bruter, mi “esa persona”, ganó impulso en popularidad y
de repente ya no cabía lugar a duda, sólo la verdad: yo no era como ellos.

Así que me gustó la actitud de Nick. Adopté una perspectiva similar de “Me
Importa Una Mierda” y comencé a cortar agujeros en mi “linda” ropa para que se
viera andrajosa, y así perder a la inmaculada Valerie que mis padres querían que
fuera y que últimamente, también habían estado tratando con mucho empeño de
convencerme que era. También había ayudado el hecho de que mamá y papá
morirían si me veían salir con Nick. Ellos tenían esta idea de que yo era la Señorita

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Popular en la escuela, lo que simplemente mostraba cuán fuera de contacto


estaban. El sexto grado pasó hace mucho tiempo.

Nick y yo teníamos Algebra juntos. Así es como nos conocimos. A él le gustaban mis
zapatos, los cuales tenían cinta adhesiva alrededor de los dedos, no para
mantenerlos unidos, sino porque quería que se vieran como si se estuvieran
cayendo a pedazos. Así es como empezamos, con él diciendo: “Me gustan tus
zapatos” y yo contestando: “Gracias. Odio el Algebra” y él diciendo: “Yo también”.

—Oye —susurró él más tarde, mientras la Sra. Parr estaba repartiendo hojas
iguales—, ¿no pasas el rato con Stacey?

Asentí con la cabeza, pasando un montón de papeles al chico geek7 detrás de mí.

—¿La conoces?

—Creo que ella toma mi autobús —dijo—. Supongo que parece agradable.

—Sí, lo es. Hemos sido amigas desde la guardería.

—Eso es genial.

La Sra. Parr nos mandó a callar y nos pusimos hacer nuestros trabajos, pero todos
los días hablábamos antes y después de la clase. Se lo presenté a Stacey y a Duce y
a la pandilla y él encajó con nosotros de inmediato, especialmente con Duce. Pero
era obvio desde el principio que él y yo encajábamos mejor que los demás.

Muy pronto estábamos caminando a clase juntos, nos encontrábamos en su


casillero, y salíamos de clase juntos. Y a veces nos encontrábamos en las gradas por
las mañanas con Stacey, Duce y Mason.

Y entonces, un día estaba teniendo un día realmente horrible y lo único que quería
hacer era vengarme de todos los que estaban haciéndome sentir de esa manera.
Así que tuve esta idea de que escribiría sus nombres en un cuaderno, como si el
cuaderno fuera una especie de muñeco vudú de papel o algo por el estilo. Creo que
tenía esta sensación de que simplemente al escribir sus nombres en el cuaderno
demostraría que eran idiotas y que yo era la víctima.

Así que abrí mi cuaderno rojo de confianza y enumeré todas las líneas de la
columna de la página y comencé a escribir los nombres de las personas, de las
celebridades, de conceptos, de todo lo que odiaba. Al final del tercer periodo tenía
media página completa, con cosas como Christy Bruter y Álgebra… ¡¡¡no puedes
poner letras y números juntos!!! y Hairspray. Y todavía no me sentía realizada, así

7Chico geek: Antes era considerado ‘perdedor o un loser antisocial; sin éxito y con poca
personalidad’. Actualmente, el término se utiliza para referirse a la persona fascinada por la
tecnología y la informática. Sin embargo, los “no geeks” mantienen la primera.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

que llevé el cuaderno conmigo a la clase de Álgebra y estaba poniendo todo mi


empeño para trabajar en él cuando Nick entró.

—Hey —dijo, después de dejarse caer en su silla—. No te vi por los casilleros.

—No fui allí —le dije, sin levantar la mirada. Estaba ocupada escribiendo Los
problemas maritales de mamá y papá en el cuaderno. Ésa era una de las
importantes. La escribí cuatro veces más.

—Oh —dijo, y luego se quedó en silencio durante un minuto, pero podía sentirlo
mirando por encima de mi hombro—. ¿Qué es eso? —preguntó finalmente, como
riendo.

—Es mi Lista de Odio —contesté, sin siquiera pensar.

Después de clase, mientras salíamos, Nick se acercó por detrás y me dijo


tranquilamente:

—Creo que deberías añadir la tarea de hoy a esa lista. Es una mierda. —Miré hacia
atrás y él me estaba sonriendo.

Sonreí. Él lo había entendido, y de alguna manera eso realmente me hizo sentir


mejor, saber que no estaba sola.

—Tienes razón —le dije—. Voy a añadirlo en el próximo período.

Y así es como comenzó: la infame Lista de Odio. Empezó como una broma. Una
forma de desahogar la frustración. Pero creció convirtiéndose en otra cosa que
nunca me habría podido imaginar.

Cada día en la clase de Álgebra la sacábamos y escribíamos los nombres de todas


las personas de la escuela que odiábamos en secreto, los dos sentados en la última
fila, uno al lado del otro, quejándonos de Christy Bruter y de la Sra. Harfelz. Las
personas que nos irritaban. Las personas que nos sacaban de las casillas. Y
especialmente a las personas que nos intimidaban, que intimidaban a otras
personas.

Creo una vez que pudimos haber tenido esta idea de que la lista se publicaría… que
podríamos hacerle ver al mundo lo horrible que algunas personas podrían ser. Que
reiríamos de últimos contra esas personas, las porristas que me llamaban Hermana
Muerte, y los deportistas que golpeaban a Nick en el pecho en los pasillos cuando
nadie estaba mirando, esos “chicos perfectos” que nadie creería que eran tan malos
como los “chicos malos”. Habíamos hablado de cómo el mundo sería un lugar
mejor con listas como la nuestra alrededor, las personas rendirían cuentas por sus
acciones.

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La lista fue idea mía. Mi invención. La empecé, la continué. Eso comenzó nuestra
amistad y nos mantuvo unidos. Con esta lista, ninguno de los dos estuvo solo nunca
más.

La primera vez que fui a la casa de Nick fue el día en que oficialmente me enamoré
de él. Entramos en su cocina, la cual estaba sucia y descuidada. Oí un televisor en la
distancia y una tos de fumador haciendo eco por encima de su sonido. Nick abrió
una puerta al lado de la cocina y me indicó que lo siguiera por un tramo de
escalones de madera hacia el sótano.

El piso era de cemento, pero había una pequeña alfombra naranja arrojada sobre él,
justo al lado de un colchón, el cual estaba echado en el suelo, sin tenderse. Nick
arrojó su mochila sobre el colchón, y se dejó caer de espaldas en él. Suspiró
profundamente, pasando sus manos sobre sus ojos.

—Un largo día —dijo—. No puedo esperar por el verano.

Me giré lentamente en círculo. Vi a una lavadora y una secadora contra una pared,
unas camisas caían de sus esquinas. Una trampa para ratones en la otra esquina.
Algunas cajas de mudanza apiladas contra una pared. Un closet esquinero al lado
de ellas, la ropa se derramaba saliéndose de los cajones abiertos y un surtido de
basura acumulado en la parte superior de la misma.

—¿Éste es tu cuarto? —pregunté.

—Sip. ¿Quieres ver la televisión? O tengo Playstation.

Se había volcado sobre su estómago y manejaba torpemente un pequeño televisor


que estaba encima de una caja al otro lado de la cama.

—Está bien —le dije—. Playstation.

Mientras me acomodaba en la cama junto a él, noté una caja de plástico entre su
cama y la pared, llena de libros. Caminé de rodillas a través del colchón y tomé uno.

—Otelo —dije, leyendo la cubierta—. ¿Shakespeare?

Me miró, su rostro tomó un aspecto reservado. No dijo nada.

Agarré otro.

—Macbeth. —Y dos más—. Los Sonetos de Shakespeare. La Búsqueda de


Shakespeare. ¿Qué es esto? —pregunté.

—No es nada —dijo—. Ten. —Empujó un control de Playstation hacia mí.

Yo lo ignoré, seguí excavando en la caja.

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—Sueño de Una Noche de Verano. Romeo y Julieta. Hamlet. Todos estos son de
Shakespeare.

—Ése es mi favorito —dijo en voz baja, señalando a un libro en mi mano—. Hamlet.

Estudié la cubierta, y luego abrí el libro en una página al azar y leí en voz alta:

—“¡Funesto accidente!

Lo mismo hubiera hecho conmigo si hubiera estado allí.

Ese desenfreno insolente amenaza a todos:

A mí, a ti mismo, a todos en fin”.

—¡Oh! ¿Y cómo disculparemos una acción tan sangrienta? —dijo Nick, citando la
siguiente línea antes de que tuviera la oportunidad de leerla.

Me eché hacia atrás y lo miré por encima del libro.

—¿Lees estas cosas?

Se encogió de hombros.

—No es nada.

—¿En serio? Es genial. Tienes esto completamente memorizado. Yo ni siquiera


entiendo lo que está diciendo.

—Bueno, tienes que saber lo que está pasando en la historia para poder entenderlo
—dijo.

—Pues, cuéntamelo —le dije.

Me miró con incertidumbre, respiró hondo y empezó a hablar algo inseguro. Su voz
se hizo más y más animada, cuando me habló acerca de Hamlet y Claudio y Ofelia y
el asesinato y la traición. Respecto a la vacilación de Hamlet, que había sido su
error fatal. Acerca de cómo traicionó por completo a la mujer que amaba. Y
mientras me contaba la historia, citando pasajes acerca de la divinidad como si los
hubiera escrito él mismo, lo supe. Supe que me estaba enamorando de él, de este
muchacho con ropa desgastada y mala actitud que sonreía tímidamente, y citaba a
Shakespeare.

—¿Cómo te metiste en esto? —pregunté—. Quiero decir, tienes un montón de


libros aquí.

Nick bajó la cabeza. Me habló de cómo descubrió la lectura cuando su mamá se


estaba divorciando de papá número dos, de cómo había pasado largas noches en su
casa solo, un niño sin nada que hacer mientras su mamá rastreaba hombres en

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bares, a veces sin molestarse en pagar las facturas de electricidad, obligándolo a


leer por entretenimiento. Cómo su abuela le llevaba libros y él los devorará el
mismo día. Había leído de todo… Star Wars, El Señor de los Anillos, Artemis Fowl, El
juego de Ender.

—Hasta que un día Louis… que es el papá número tres —dijo—, trajo a casa este
libro que había encontrado en alguna venta de garaje. Fue su gran broma. —Nick
sacó Hamlet de mis manos y lo agitó en el aire—. “Me gustaría verte leyendo esto,
Chico Listo” —imitó con voz ronca—. Se echó a reír cuando lo dijo. Pensó que
estaba siendo muy divertido. También lo pensó mi mamá.

—Así que lo leíste para demostrarles que estaban equivocados —dije, hojeando las
páginas de Otelo.

—Al principio —dijo—. Pero entonces. —Se arrastró por la cama hasta mi lado,
recostándose contra la pared justo como yo estaba, mirando por encima de mi
hombro las páginas que yo pasaba. Me gustó el calor de su hombro contra el mío—.
Me empezó a gustar, ¿sabes? Era como armar un rompecabezas o algo así. Además
pensé que era muy divertido porque Louis era demasiado estúpido como para
saber que me había dado un libro donde el padrastro era el tipo malo. —Sacudió la
cabeza—. Idiota.

—¿Así que tu abuela te compró todos estos?

Se encogió de hombros.

—Algunos. Compré otros yo mismo. La mayoría de ellos vienen de una


bibliotecaria que me ayudó mucho en ese entonces. Ella sabía que me gustaba
Shakespeare. Creo que sintió pena por mí o algo así.

Volví a dejar a Otelo en la caja y rebusqué y saqué Macbeth.

—Así que, háblame sobre éste —dije, y él lo hizo, el control del Playstation quedó
olvidado en el suelo junto a la cama.

Pasé mis primeros días en el hospital recordando ese día. Devanando mis sesos
hasta que recordé cada pequeño detalle. Las sábanas de su cama eran rojas. Su
almohada no tenía una funda puesta. Había una foto enmarcada de una mujer
rubia —su madre— posando en el borde de su tocador. El inodoro del piso de
arriba se vaciaba mientras hablábamos del Rey Lear. Los pasos crujían sobre
nuestras cabezas, cuando su madre iba de la habitación al cuarto de baño a la
cocina. Todos los detalles. Cuanto más recordaba esos detalles, más increíble
encontraba lo que estaban diciendo sobre Nick en las noticias, las cuales encendí
clandestinamente, casi sintiéndome culpable, cuando todos se habían ido a casa
por la noche y estaba sola.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Cuando no estaba recordando aquel día en la habitación de Nick, estaba juntando


lo que había ocurrido en la cafetería, lo que no era fácil por un montón de razones.

En primer lugar, porque pasé mucho tiempo durante esos dos días en una especie
de universo alternativo medicado. Es curioso cómo piensas que la peor parte del
dolor cuando recibes un disparo sería justo cuando sucede, pero eso no es cierto.
De hecho, realmente no recuerdo haber sentido nada en el momento en que
sucedió. Miedo, tal vez. Una extraña sensación de pesadez, supongo. Pero no dolor.
El verdadero dolor no comenzó hasta el día siguiente, después de la cirugía,
después de que mi piel, nervios y músculos tuvieron un día para acostumbrarse a
la idea de que algo había cambiado para siempre.

Lloré mucho durante esos dos primeros días, y la mayor parte de mi llanto fue por
querer algo que hiciera que el dolor desapareciera. Esto no era una picadura de
abeja. Dolía como el infierno.

Así que la enfermera, que todavía no me gusta, podría decir, venía de vez en
cuando y me daba una inyección de este medicamento o un trago de aquel otro y lo
siguiente que sabía era que todo el mundo sonaba raro y la habitación se veía toda
borrosa y esas cosas. No sé cuánto de ese tiempo estuve dormida, pero sé que
después de esos primeros dos días cuando dejé de recibir los calmantes
alucinógenos y empecé a recibir los normales, deseé estar dormida con más
frecuencia.

Pero la razón más grande por la cual era difícil poner las piezas juntas era que
simplemente no parecían encajar. Como si mi cerebro no pudiera darle sentido a
todo eso. Sentí como si se me hubiese partido en dos. En realidad, le pregunté a la
enfermera en un momento dado, si era posible que el ruido de la pistola hubiera
hecho algo en mi cerebro, como si lo hubiera revuelto de modo que no pudiera
pensar con claridad. Todo lo que realmente podía pensar era en lo mucho que
quería dormir. Lo mucho que quería estar en un mundo diferente al que estaba.

Ella dijo:

—El cuerpo tiene muchos mecanismos para protegerse de un traumatismo. —Y


quise que el mío tuviera más.

Cada noche, cuando encendía el televisor montado en la pared enfrente de mi cama,


veía imágenes de mi escuela secundaria —imágenes aéreas que la hacían ver tan
lejana como me sentía, e institucional y aprehensiva, no el lugar donde pasé tres
años de mi vida— y tenía esa extraña sensación de que estaba segura de estar
viendo algún tipo de película de ficción. Pero la sensación de náuseas en mi
estómago me recordaba que no era un escenario de ficción. Esto era real y yo
estaba justo en medio de ello.

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Mamá se sentaba junto a mi cama constantemente por los dos primeros días, todo
el tiempo vertiendo una emoción u otra sobre mí. En un momento estaba llorando
suavemente con un pañuelo en su palma, sacudiendo la cabeza con tristeza y
llamándome su bebé, y al siguiente era una mujer de rostro enojado, con la boca
fruncida culpándome y diciendo que no podía creer que ella diera a luz a tal
monstruo.

Realmente no tenía mucho que decir a eso. A ella. A cualquiera. Después de que
Frankie me dijera que Nick estaba muerto, que se había pegado un tiro, de alguna
manera sólo me acurruqué como una babosa salada. Me volví sobre un costado y
me acurruqué con mis sábanas y mantas, empujé mis rodillas contra mi pecho lo
mejor que pude con el vendaje y el dolor punzante en mi muslo, y los tubos y
cables que me mantenían atada a la cama. Sólo acurrucada en un ovillo y después
de que mi cuerpo dejó de enrollarse mi alma continuó. Enrollándose, enrollándose,
enrollándose hasta convertirse en algo oprimido, herido, pequeño.

No fue una gran decisión dejar de hablar o algo así. Era sólo que no sabía qué decir.
Sobre todo porque cada vez que abría la boca quería gritar de horror. Todo lo que
podía ver en mi cabeza era Nick, yaciendo muerto en algún lugar. Quería ir a su
funeral. Quería ir a su tumba, por lo menos. Más que todo quería darle un beso,
decirle que lo perdonaba por dispararme.

Pero también quería gritar de horror por el Sr. Kline. Por Abby Dempsey y los otros
a quienes había disparado. Incluso por Christy Bruter. Por mi mamá. Por Frankie. Y,
sí, por mí, también. Pero ninguno de esos sentimientos parecía coincidir, como
cuando estás armando un rompecabezas y dos piezas casi —exasperadamente,
sólo casi— encajan. Puedes empujar las piezas y forzarlas para que se ajusten, pero
incluso después de que se pegan con éxito todavía no se ajustan exactamente, no se
ven del todo bien. Así es como mi cerebro se sentía. Como si estuviera empujando,
uniendo las raras piezas del rompecabezas.

Y luego en el tercer día mi puerta se abrió precipitadamente. Estaba mirando al


techo, pensando en ese momento en que Nick y yo jugamos laser tag8 en Nitez. Yo
había ganado el juego y eso realmente había molestado a Nick al principio, pero
después nos fuimos a una fiesta en casa de Mason y él le dijo a todo el mundo que
era una gran tiradora. Parecía muy, muy orgulloso de mí y me sentía tan bien
conmigo misma. Pasamos el resto de la noche de la mano y haciendo ojitos el uno
al otro y fue, como, la mejor noche de mi vida.

Cuando escuché que la puerta se abría, cerré los ojos rápidamente, porque quería
que quienquiera que fuese pensara que estaba dormida y se retirara para que yo
pudiera seguir pensando en esa noche. Juro que mi mano estaba caliente, como si
Nick estuviera justo allí en ese momento.

8 Laser tag: Juego deportivo que simula un combate entre dos equipos.

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Oí pasos acercándose a la cama y detenerse. Sin embargo, los cables no se


movieron. No escuché que se abriera ningún cajón o armario, como normalmente
lo haría si una enfermera estuviera en la habitación. Y no oí la reveladora nariz
tapada de mamá resoplando. No olía a la colonia de Frankie. Sólo una presencia de
pie a mi lado. Abrí un ojo.

Había un hombre con un traje marrón de pie junto a la cama. Supuse que
probablemente tenía unos cuarenta años, y estaba completamente calvo. No del
tipo de calvicie como si todo su cabello se hubiera caído, sino del tipo de calvicie
cuando se ha perdido bastante de ello como para simplemente afeitarse el resto.
Estaba mascando chicle. No sonreía.

Abrí los ojos, pero no me levanté. Tampoco dije nada. Sólo me limité a mirarlo, con
mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—¿Cómo está tu pierna, Valerie? —me dijo—. Puedo llamarte Valerie, ¿verdad?

Entrecerré mis ojos hacía él, pero no respondí. Mi mano involuntariamente se


movió a la venda de mi pierna. Me pregunté si debía estar preparada para gritar.
¿Era este algún tipo de loco de película de terror que planeaba violarme y matarme
en una cama de hospital? Medio pensé que eso probablemente me serviría, que
mucha gente allá afuera estaría feliz de escuchar que algo horrible me hubiera
sucedido, pero el pensamiento no pudo formarse del todo porque él empezó a
moverse y hablar.

—Mejor, espero. —Dio un paso atrás y jaló una silla hacía él. Se sentó allí—. Eres
joven. Aunque sea tienes eso de tu lado. Fui herido en el pie hace dos años, por un
adicto al crack, en el centro. Me tomó demasiado recuperarme. Pero soy un
hombre viejo. —Se rió de su propio chiste. Yo parpadeé. Seguía sin moverme, y mi
mano seguía en mi venda.

Su risa se secó, y mascó su goma de mascar solemnemente, mirándome a la cara


con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Me miró durante tanto tiempo
hasta que por fin hablé.

—Mi madre no tarda en regresar —le dije. No sé por qué lo dije porque era una
completa mentira. No tenía ni idea de cuándo iba a volver mamá. Sólo que me
pareció lo correcto para decir… que un adulto vendría pronto, por lo que
probablemente tenía que dejar sus planes de violación.

—Ella está en el lobby. Ya he hablado con ella —dijo—. Llegará luego. Tal vez
después del almuerzo o algo así. Está hablando con mi colega en este momento.
Puede que se tarde un poco. Tu papá también está allí abajo. En este momento, no
parece estar muy contento contigo.

Parpadeé.

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—Bien —dije. Pensé que eso más o menos lo resumía todo. Bien. Bien, ¿y él cuando
lo ha estado? Bien, ¿y a quién le importa? Bien, ciertamente a mí no. Bien.

—Soy el Detective Panzella —dijo el hombre en el traje café.

—Muy bien —dije.

—Puedes ver mi placa si quieres.

Negué con mi cabeza, más que todo porque no podía entender por qué se
encontraba allí.

Él se acomodó en la silla y se inclinó hacia adelante, su cara demasiado cerca de la


mía.

—Necesitamos hablar, Valerie.

Supongo que debí haber sabido que esto se avecinaba. Tenía sentido, ¿verdad?
Excepto que en ese momento, nada tenía sentido. El tiroteo no tenía sentido, así
que ¿cómo podía tener sentido que un detective con traje café estuviera sentado en
frente de mi cama?

Estaba aterrada de muerte. No, incluso estaba más asustada que eso. Estaba tan
asustada que sentía frío por todas partes, y no estaba segura de ser capaz de
hablarle de algo.

—¿Recuerdas que pasó en tu escuela? —me preguntó.

Negué con mi cabeza.

—La verdad es que no. Algunas cosas.

—Mucha gente murió, Valerie. Tu novio Nick los asesinó. ¿Tienes alguna idea por
qué razón?

Pensé sobre eso. En todo lo que reconstruí de lo que pasó en la escuela, nunca se
me ocurrió pensar el porqué. La respuesta parecía ser muy obvia… Nick odiaba a
esos chicos. Y ellos lo odiaban a él. Ése era el porqué. Odio. Golpes en el pecho.
Apodos. Risas. Comentarios sarcásticos. Ser tirado contra los casilleros cuando
algún idiota pasaba por allí. Ellos lo odiaban y él los odiaba y de alguna manera
terminó así, con todo el mundo muerto.

Recordé una noche cercana a la Navidad. La mamá de Nick le había dejado su carro,
diciéndole que me llevara a pasear. Era raro que tuviéramos ruedas, y ambos
estábamos emocionados de ir a algún lugar al que no se pudiera ir caminando. Nos
decidimos por una película.

Nick me recogió en el coche destartalado y oxidado, el piso estaba lleno de lápiz


labial; habían tazas de café y paquetes de cigarrillos vacíos metidos en las grietas

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de los asientos. Pero no nos importó. Estábamos muy felices por salir. Me deslicé
hacia el centro del asiento delantero para poder sentarme cerca de él mientras
conducía, algo inseguro, como si fuera su primera vez detrás del volante.

—Así que... —dijo Nick—. ¿Una comedia o una de miedo?

Lo pensé.

—Romántica —respondí, con una sonrisa pícara en mi cara.

Hizo un gesto, mirándome.

—¿Estás hablando en serio? De ninguna manera. No me voy a sentar a ver una


película para chicas.

—Lo harías si te lo pidiera —bromeé.

Asintió, sonriendo.

—Sí —dijo—. Lo haría.

—Pero yo no te lo pediría —le dije—. Una comedia. Estoy de ánimo para reír.

—Yo también —dijo. Su mano dejó el volante y fue a mi rodilla. La apretó


suavemente, y luego dejó su mano allí.

Me recosté contra él, cerrando mis ojos y tomando un aliento profundo.

—He estado esperando por esto todo el día. Mis padres fueron tan molestos
anoche, juro que pensé que me iba a volver loca.

—Sí, esto es genial —respondió, dándole otro suave apretón a mi rodilla.

Entramos al estacionamiento del cine. El lugar estaba totalmente lleno, la gente se


extendía sobre la acera y sobre el césped de enfrente. La mayoría adolescentes, la
mayoría gente de nuestra escuela. La mano de Nick dejó mi rodilla y se puso en el
volante mientras manejaba lentamente, buscando un lugar para estacionar.

Chris Summers estaba caminando al lado de nuestro coche, con una bebida gigante
en su mano. Estaba con sus amigos, y estaban tonteando, como siempre. Cruzaron
el estacionamiento justo enfrente de nosotros haciendo que Nick pisara el freno
fuertemente.

Chris miró el parabrisas y luego se echó a reír.

—¡Lindo carro, fenómeno! —dijo y luego ladeó su brazo y lanzó la bebida gigante
en el parabrisas. La tapa se abrió y la soda y el hielo salpicaron por todas partes,
dejando marcas de espuma mientras se deslizaban hacia abajo, sobre el capó del
coche.

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Salté, y se me escapó un pequeño grito.

—¡Idiota! —grité, aún cuando Chris y sus amigos se habían ido y estaban pasando
por la entrada del cine. Varios chicos en el césped habían mirado y también se
estaban riendo—. ¡Eres tan idiota! —volví a gritar—. ¡Te crees muy cool, pero sólo
eres un estúpido! —Dejé que unos insultos más volaran, concentrando mi mirada
en la gente que estaba riendo, incluyendo a Jessica Campbell, quien estaba parada
con su grupo de amigas, sus manos sobre sus bocas abiertas, riendo—. ¡Dios! —
dije finalmente, recostándome otra vez en mi silla—. Me pregunto si perdió su
cerebro, ¿sabes?

Pero Nick no me respondió. Estaba sentado sin moverse, sus manos a las diez y dos
en el volante, la soda haciendo espuma en el capó. Me incliné hacía él. Su cara, que
hace unos minutos estaba sonriendo, había decaído por completo. Casi marchita.
En sus mejillas había brillantes manchas rojas y su mandíbula estaba temblando.
Casi podía sentir la vergüenza y la decepción que irradiaba de él, casi podía verlo
arrugándose en la derrota ante mis ojos. Me asustó. Normalmente, Nick se ponía
bravo y se defendía. Pero esta vez se veía como si quisiera llorar.

—Hey —le dije, tocando suavemente su codo—. Olvídalo. Summers es sólo un


idiota.

Pero Nick seguía sin decir nada, no hizo ningún movimiento, aún cuando los carros
de atrás estaban tocando la bocina.

Lo observé por otro minuto, oyendo su voz en mi cabeza: A veces también tenemos
que ganar, Valerie, había dicho. No esta noche, pensé. Está noche seguimos siendo los
perdedores.

—Sabes —le dije—, no estoy de humor para una película. Sólo consigamos algo de
comer. Volvamos a tu casa. Podemos ver la TV.

Me miró con sus labios en una apretada línea y sus ojos aguados. Asintió
lentamente, luego prendió el limpiaparabrisas, que hizo que el vaso volara y la
soda desapareciera, como si no nos hubiera arruinado la noche.

—Lo siento —me dijo con una voz entrecortada que apenas se podía oír. Luego
puso el motor en marcha y lentamente salimos del estacionamiento como un perro
apaleado.

Pero sentada en la cama del hospital, no parecía que eso fuera realmente lo que el
detective quería escuchar. Él no quería saber sobre Nick. Él solo quería saber sobre
el autor del crimen.

—No lo sé —le dije.

—¿Quieres adivinar?

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Me encogí de hombros.

—No sabría qué decir. Nick lo sabría. Pero no le puede preguntar porque está
muerto. Tal vez, puede que Jeremy lo sepa.

—¿Ese sería Jeremy Watson? De, uh… —Miró algunas notas de una libreta que
había sacado de la nada—. ¿Lowcrest? —dijo.

—Supongo —le dije. Me di cuenta que no tenía ni idea del apellido de Jeremy o de
dónde vivía. Lo único que sabía era que era amigo de Nick y que fue el último en
hablar con Nick antes de que todo sucediera—. Realmente no conozco bien a
Jeremy.

Las cejas del detective se subieron un poco, como si de alguna manera esperara
que yo fuera una de las mejores amigas de Jeremy o algo así.

—Realmente nunca llegue a conocerlo —le dije—. Sólo sabía que Nick salía con él.

El detective sacó un poco sus labios, un ceño fruncido se formaba en su frente.

—Hm. Eso es gracioso, porque los padres de Jeremy sí sabían mucho de ti. Sabían
tu nombre y apellido. Sabían dónde vivías. Me dijeron que te buscara si quería
respuestas.

—¿Cómo es que sabían algo sobre mí? —Me levanté sobre los codos—. Ni siquiera
los conozco.

El detective se encogió de hombros.

—Tal vez Nick hablaba mucho de ti. ¿Esto fue planeado, Valerie? ¿Nick y tú habían
planeado juntos el tiroteo?

—Yo no… no, yo no iba a… ¡de ninguna manera!

—Tenemos una docena de testigos que dijeron que las palabras de Nick antes de
dispararte fueron: “¿No recuerdas nuestro plan?” ¿No tienes ni idea de que plan
hablaba?

—No.

—No creo que esa sea la verdad.

—Es la verdad —dije miserablemente—. Yo no planeé nada de esto. Ni siquiera


sabía que él lo estaba planeando.

Se paró y alisó su traje. Sacó un fajo de papeles de una carpeta y me las entregó.
Miré hacia abajo y juro que dejé de respirar.

Para: NicksVal@aol.com

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De: cadaver@gmail.com

Asunto: Otra manera de hacerlo.

Creo que preferiría gas a cualquier otra cosa. Sabes, como entrar en el garaje,
encender el coche y sólo reposar en el asiento totalmente drogado y morir. Eso
sería totalmente intenso, hombre, si mis padres entraran en la mañana, listos para
ir a trabajar y me encontraran muerto con un porro en las manos.

Oh, ¿y sabes a quien quiero añadir a la lista? A Ginny Baker.

N.

Para: cadaver@gmail.com

De: NicksVal@aol.com

Asunto: RE: Otra manera de hacerlo.

No sé, me sigue gustando toda la idea de la sobredosis. Como una sobredosis de


algo sexy, como x o algo. LOL9 sobre lo de tus padres encontrándote en el coche.
Eso sería muy gracioso. Apuesto a que terminarían fumándose la hierba antes de
llamar a la ambulancia. ¿No lo harías tú?

¿Y por qué G.B? Sigo teniendo la lista desde cuando estaba revisándola en estudios
sociales. Puedo ponerla por ti.

Val.

Para: NicksVal@aol.com

De: cadaver@gmail.com

Asunto: RE:RE: Otra manera de hacerlo.

¿Por qué no? De todas formas, ella sólo es otra DBMP. Anótala. ¿Qué número es
ella? Creo que es algo así como la 407. Qué mal. Merece estar más arriba en la lista.

N.

Para: cadaver@gmail.com

De: NicksVal@aol.com

Tema: RE:RE:RE: Otra manera de hacerlo.

9 LOL: Lots Of Laugh. Risas.

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Todas esas DBMP lo merecen. Ya la escribí. 411, por cierto. ¿No sería estupendo si,
de repente, el centro comercial estallara y el Club de DBMP fuera volado en
pedazos? Nada más que uñas falsas y cabellos rubios por todo el lugar. LOL.

Val.

El detective me miró de cerca mientras yo revisaba los papeles… todos los archivos
de mi computadora que luego supe que la policía había confiscado unas horas
después del tiroteo.

—¿Qué es DBMP? —me preguntó.

—¿Eh? —murmuré.

—DBMP. Ustedes mencionaron DBMP. Dijeron que Ginny Baker era una de ellos.

—Oh —dije—. Necesito tomar agua. —Se estiró y empujó la bandera del hospital
más cerca de mí. Agarré el agua y tomé—. DBMP —repetí, y negué con la cabeza.

—¿No lo recuerdas? —El detective se agachó quedando al nivel de los ojos. Me


miró a los ojos y empecé a sudar. Habló en una voz baja, gruñendo y yo podía ver
que él podría convertirse en una verdadera fuerza a tener en cuenta cuando
quería—. Valerie —me dijo—. La gente quiere justicia. Quiere respuestas. Puedes
apostar que llegaremos al fondo de esto. Daremos con la verdad. De una manera u
otra. Puede que no recuerdes exactamente qué fue lo que pasó en la cafetería hace
tres días, pero sé que recuerdas que es DBMP.

Volví a poner el agua en la bandeja. Mi boca se sentía congelada.

—Revisé en la escuela. No es una organización del colegio. Así que sé que es algo
que tú y Nick se inventaron. —Se paró de nuevo y cerró la carpeta—. De acuerdo
—dijo, de nuevo en su voz normal—. Lo averiguaré. Mientras tanto, sólo voy a
asumir que DBMP era el sobrenombre que ustedes tenían para ciertos chicos, al
menos para uno de los que murieron.

—Delgadas… —empecé y luego cerré los ojos, apretando mi mandíbula. Sentí frío
por todo mi cuerpo y pensé que debería timbrarle a la enfermera o algo así. Pero
tenía el presentimiento de que la enfermera no haría nada para ayudarme. Tomé
aliento—. Delgadas Barbies Perras Millonarias. Eso es el Club DBMP, ¿de acuerdo?

—Y ustedes querían que ellas estallaran.

—No. Nunca quise que nadie estallara.

—Eso fue lo que dijiste. Tú eres “NicksVal”, ¿verdad?

—Estábamos bromeando. Era una broma estúpida.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—George y Helen Baker no están riendo. El rostro de Ginny es un caos. Si sobrevive,


nunca se va a ver igual.

—Oh Dios mío —susurré, con la boca secándoseme—. No lo sabía.

El detective rodeó la silla y caminó hacia la puerta. Señaló los papeles que yo
seguía sosteniendo.

—Te dejaré estos por esta noche. Puedes mirarlos y mañana volveremos a hablar
al respecto.

Sentí pánico. No quería hablar con él en la mañana ni a ninguna otra hora del día.

—Mi padre es un abogado. No me dejará hablar sin un abogado. Esto no tiene nada
que ver conmigo.

Vi el resplandor de algo que atravesó la cara del detective… rabia, tal vez, o tal vez
sólo impaciencia.

—Esto no es un juego, Valerie —dijo—. Quiero trabajar contigo, realmente lo


quiero. Pero tienes que trabajar conmigo. Ya he hablado con tu padre. Sabe que
estoy hablando contigo. Tus padres están cooperando, Valerie. También tú amiga
Stacey. Hemos pasado los dos últimos días buscando en las cosas de Nick, y en las
tuyas. Tenemos el cuaderno. En este momento estamos adquiriendo los e-mails.
Vamos a averiguar lo que sea que haya sucedido. Ésta es tu oportunidad de aclarar
las cosas. De limpiar el nombre de Nick, si crees que puedes hacerlo. Pero tienes
que hablar. Tienes que cooperar. Por tu propio bien.

Se quedó parado en la puerta por unos minutos tan sólo mirándome.

—Hablaremos mañana —me dijo.

Dejé la mirada fija en mi regazo, tratando de asimilar todo lo que había dicho. ¿El
cuaderno? ¿Los e-mails? No estaba completamente segura de lo que él había
querido decir, pero podía suponer que no era algo bueno para mí. Estaba
escaneando mentalmente todas las cosas horribles que había dicho en ese
cuaderno o en los mensajes de texto nocturnos que había intercambiado con Nick.
Nada de eso era bueno. Ahora estaba tan fría que casi no podía sentir nada por
debajo de mi cuello.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Chelsea Sharkovich

Corregido por Mir

—Así que, háblame de este apodo tuyo, “Hermana Muerte” —dijo el Detective
Panzella a la mañana siguiente, tan pronto como pasó por la puerta. Ningún
“¿Cómo está tu pierna? Espero que hoy esté mucho mejor”, sólo un “Háblame de
este apodo tuyo”.

—¿Qué hay con eso? Era un apodo estúpido —dije, pulsando el botón para levantar
la cabecera de mi cama hasta quedar sentada. Había estado mirando las
impresiones de computadora que él había dejado el día anterior, otra vez, y estaba
de mal humor. Todas esas cosas de las que hablamos, ¿por qué no me di cuenta?
¿Por qué no noté que Nick hablaba en serio?

El detective pasó algunas páginas en su pequeña libreta y asintió.

—¿De dónde viene?

—¿Qué? ¿Se refiere a por qué me llamaban así? Por mi delineador de ojos. Porque
usaba pantalones negros y teñía mi cabello de negro. Por qué, no sé. ¿Por qué no
les pregunta a ellos? No es como si yo hubiese pedido que me pusieran apodos.

No, no lo había pedido. De eso estaba segura, aunque algunas personas de la


televisión habían hecho que pareciera así. Christy Bruter había sido justo “esa
persona”, como mi mamá lo había dicho años atrás. Aquella que cuando veía a
alguien débil y vulnerable, se abalanzaba sobre ella. Aquella que tenía a suficientes
personas en su bolsillo trasero como para que cualquier apodo que ella creara se
difundiera. Esa persona que podría hacer mi vida miserable si quisiera. A Christy le
gustaba ponerme apodos. Así como a Jessica Campbell y a Meghan Norris. Chris
Summers disfrutaba molestando a Nick cada vez que podía. ¿Por qué? ¿Cómo
podría saberlo?

—Así que, ¿no fue porque planearas asesinar personas con tu novio?

—¡No! Ya le dije. Nunca planeé nada con Nick. Ni siquiera sabía que Nick estaba
planeando algo. Era un apodo estúpido. No es como si yo lo hubiese creado. Lo
odiaba.

Él pasó otra página.

—Un estúpido apodo creado por Christy Bruter.

- 104 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Asentí.

—La chica a la que Nick, presuntamente, disparó primero. La única a la que


realmente no podemos ver bien en el video de seguridad. Todo lo que podemos ver
es a ti y a Nick confrontándola, luego a Christy cayendo al suelo, y todo el mundo
huyendo de allí.

—No le disparé, si eso es lo que está pensando —dije—. No lo hice.

Se hundió en la silla y se inclinó hacia mí.

—Dinos qué pensar, Valerie. Cuéntanos cómo ocurrió realmente. Sólo sabemos lo
que vemos. Y lo que vemos es a ti señalándole a Chritsty Bruter a tu novio. Al
menos otros tres chicos lo confirman.

Asentí y froté mi frente con mis dedos. Me estaba dando sueño, y estaba bastante
segura de que el vendaje de mi pierna necesitaba ser cambiado.

—¿Quieres decirme por qué hiciste eso?

—Quería que Nick la confrontara —casi susurré—. Ella rompió mi reproductor


Mp3.

El detective se levantó, se acercó a la ventana y bajó las persianas para que el sol
no entrara más a la habitación. Parpadeé. Ahora la habitación se veía taciturna.
Como si mamá nunca fuera a regresar. Como si fuera a estar en esta cama para
siempre, escuchando las preguntas de este policía, incluso así me estuviese
retorciendo del dolor, con la herida de mi pierna tornándose gangrenosa y
carcomiéndose a sí misma.

Él acercó otra silla hasta el extremo opuesto de la cama de donde había estado
sentado. Se sentó y se rascó la barbilla.

—Así que —dijo—, entraste a esa cafetería y le señalaste a Christy a tu novio.


Momentos después, ella tiene un gran agujero en su estómago. ¿Qué nos estamos
perdiendo, Valerie?

Sentí una lágrima derramarse.

—No lo sé. No sé qué fue lo que ocurrió, lo juro. En un minuto estábamos entrando
al Cafetín, como cualquier otro día y, al siguiente, las personas estaban corriendo y
gritando.

El detective frunció sus labios, cerró su libreta y se reclinó en la silla, moviendo sus
ojos hacia el techo, como si estuviera leyendo algo en él.

—Los relatos de los testigos oculares afirman que tú te arrodillaste al lado de


Christy justo después de que le dispararan, luego te levantaste y saliste corriendo.

- 105 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Dicen que fue como si te estuvieses asegurando de que le habían disparado, y luego
continuaste. La dejaste muriendo. ¿Es eso correcto?

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de no ver la imagen del estómago sangrante de
Christy Bruter, y mis manos presionadas sobre ella. Tratando de no sentir el pánico
que sentí ese día, brotando en mi garganta. Tratando de no oler la pólvora en el
aire, y no escuchar los gritos. Más lágrimas rodaron por mis mejillas.

—No, no es correcto.

—¿No saliste corriendo? Porque te vimos en los videos haciéndolo.

—No. Digo, sí, la dejé allí, pero no huí. No la dejé para que se muriera. Lo juro. Me
fui porque tenía que encontrar a Nick. Tenía que decirle que se detuviera.

Él asintió, y pasó las páginas otra vez.

—Y vuélveme a decir, ¿qué fue lo que le dijiste a tu amiga Stacey Brinks ese día
cuando te bajaste del autobús?

Mi piernas latían, y mi cabeza también. Mi garganta estaba seca por hablar tanto
tiempo. Y me estaba asustando. Mucho. No podía recordar lo que le había dicho a
Stacey. Estaba llegando al punto en el que no podía recordar casi nada, y esas cosas
que sí recordaba, ya no estaba tan segura de que fueran verdad.

—¿Hmm? —dijo—. ¿Le dijiste algo a Stacey Brinks después de que te bajaste del
autobús?

Sacudí mi cabeza.

—Según Stacey, tus palabras fueron algo parecido a: “Quiero matarla. Ella va a
lamentar esto”. ¿Fue eso lo que dijiste?

Justo en ese momento una enfermera entró a la habitación.

—Lo lamento Detective, pero debo cambiar sus vendajes antes de que mi turno
termine —dijo.

—Por supuesto —respondió el Detective Panzella. Se levantó y observó las


diferentes máquinas y cables—. Hablaremos más tarde —me dijo.

Esperaba que por más tarde se refiera a nunca. Que de alguna manera, un milagro
ocurriría entre ahora y más tarde, y él decidiera que yo ya no tenía más respuestas
que darle.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Vannia

Corregido por Marina012

Estaba sentada en una silla de ruedas junto a la cama, usando un par de pantalones
de mezclilla y una playera por primera vez desde el tiroteo. Mamá me los había
traído de casa. Eran viejos, quizá de noveno grado o algo así, y estaban pasados de
moda. Pero se sintió bien volver a usar ropa de verdad, incluso si eso significaba
que no podía moverme mucho sin rozar la mezclilla contra la herida en mi muslo,
lo que me hacía gruñir y rechinar los dientes. También se sentía bien sentarse
erguida. Más o menos. No es como si pudiera hacer mucho más que sentarme a ver
la televisión.

Durante el día, cuando mamá, el detective Panzella y las enfermeras estaban cerca,
mantenía la televisión sintonizada en el Canal de Cocina o algún otro canal que no
mostrara la cobertura del tiroteo. Pero por la noche, mi intensa curiosidad ganaba
y veía las noticias, mi corazón algunas veces palpitaba fuertemente en mi pecho
mientras intentaba juntar las piezas de quién había sobrevivido, quién había
muerto, y cómo resolvía la escuela sus asuntos.

Durante los comerciales mi mente iba a la deriva. Me preguntaba por mis amigos,
si ellos habían logrado salir con vida o no. Acerca de lo que estaban haciendo.
¿Estaban llorando? ¿Estaban celebrando? ¿La vida simplemente había continuado
para ellos? Y luego mi mente vagaba hacía las víctimas y tenía que clavar el puño
en mi muslo y cambiar de canal para tratar de pensar en alguna otra cosa.

Pasaba la mañana contestando preguntas para el Detective Panzella, lo cual


definitivamente no era divertido. Trataba de no pensar nunca en lo que él estaba
haciendo, porque estaba muy segura de que, sin importar lo que fuera, no lucía
bien para mí.

Él estaba seguro de que había disparado ese día. O que por lo menos, de alguna
forma estaba detrás de todo eso. Sin importar lo que yo le dijera él estaba seguro
de ello. No importaba lo mucho que llorara, él no cambiaría de opinión. Y tomando
en cuenta la evidencia que me había mostrado el último par de días, supongo que
no podía culparlo por ello. Parecía tan culpable como el infierno, incluso para mí, y
yo sabía que no lo había hecho.

Él me había dejado recortes y partes de la evidencia. Había pasado por mi casa. Mi


cuarto. Mi computadora. Había escudriñado los registros de mi teléfono celular.
Recuperó mis correos electrónicos. Había leído el cuaderno… el cuaderno.

- 107 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Como sonaban las cosas, prácticamente todo el mundo había visto el cuaderno.
Incluso la prensa sabía todo acerca del cuaderno. Había visto fragmentos del
mismo resaltados en uno de los noticieros nocturnos en la televisión. Había oído
que lo citaban en uno de esos programas matutinos, y traté de no pensar cuán
irónico era que las emperifolladas personas de las noticias, que eran quienes
encontraban el cuaderno tan fascinante, fueran justamente el tipo de personas que
habrían terminado en el mismo. De hecho, creo que un par de ellos realmente
estaban en él. Me preguntaba si ellos sabían eso. Lo cual me enviaba dentro de una
espiral de preguntas y “qué tal si” y ése no era un buen lugar para estar,
especialmente con el Detective Panzella husmeando alrededor de mi habitación
todo el tiempo.

Había perdido la cuenta de los días, pero imaginaba que había estado allí alrededor
de una semana por el número de visitas que había tenido del detective.

Él ya estaba dentro, justo después de que me hubiera vestido y sentado en la silla


de ruedas. Como siempre, él olía a cuero y fruncía mucho sus labios cuando
hablaba. Su traje era en marrón y sencillo, como una bolsa de comestibles. Y tenía
esa mordaz inclinación de cabeza que me hacía sentir como si estuviera mintiendo,
incluso cuando sabía que no era así. Él había mantenido una breve conversación,
dejándome sola con mi silla de ruedas y los programas de cocina, y estaba contenta
por ello.

Después de que el detective saliera, mamá regresó con la ropa, un par de revistas, y
una barra de dulce. Ella también parecía estar un poco más feliz. Raro, pensé,
puesto que ella sabía que el detective había estado interrogándome en mi
habitación. Tampoco parecía como si hubiese estado llorando. Su nariz roja y sus
ojos hinchados casi se habían convertido en rasgos permanentes de su rostro, y
estaba sorprendida al ver el rastro de una cara maquillada y, si bien no había una
sonrisa, sí un aspecto de complacencia en su rostro.

Me entregó la ropa y me ayudó a vestirme. Luego dejó que me apoyara contra ella
mientras subía mi pierna sana sobre la silla de ruedas y me dispuso en ella.
Desenrolló el control remoto de donde yo lo había envuelto alrededor del barandal
y me lo entregó. Luego se sentó sobre el borde de la cama y me miró fijamente.

—Tu pierna está mejorando —dijo ella.

Asentí con la cabeza.

—Hablaste con el detective.

Volví a asentir, mirando mis pies descalzos y deseando haberle pedido que trajera
calcetines.

—¿Hay algo que quieras contarme al respecto?

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—Él piensa que soy culpable. Igual que tú.

—Espera, Valerie. Yo nunca dije eso.

—Tú nunca estás aquí cuando él viene a interrogarme, mamá. No hay nadie aquí.
Siempre estoy sola.

—Él es un oficial muy agradable, Valerie. Él no está en tu contra. Simplemente está


tratando de averiguar qué fue lo que pasó.

Volví a asentir con la cabeza, decidiendo que repentinamente estaba muy cansada
como para pelear con ella. Decidí de pronto que realmente no importaba lo que ella
pensara. Esto era tan grande que ella no podría salvarme incluso si creyera que era
inocente.

Nos sentamos allí por unos cuantos minutos. Recorrí los canales de la televisión y
terminé viendo a Rachael Ray, que estaba cocinando algún tipo de pollo o algo
parecido. Las dos estábamos silenciosas, salvo por el sonido de los zapatos de mi
mamá cuando cambiaba de posición o el chirrido del vinilo de la silla de ruedas
cuando yo lo hacía. Probablemente mamá tampoco podía pensar en algo más que
decir, no si yo no le daba algo grande, como una dramática confesión de telenovela
o algo por el estilo.

—¿Dónde está papá? —pregunté finalmente.

—Fue a casa.

La siguiente pregunta colgaba pesadamente entre nosotras y yo ni siquiera


consideraba preguntarla, pero decidí que ella estaba esperándola y no quería
decepcionarla.

—¿Él también cree que soy culpable?

Mamá se acercó y desenrolló un nudo en el cable del control remoto, manteniendo


ocupados sus dedos.

—Él no sabe qué creer, Valerie. Fue a casa para pensar. Al menos eso fue lo que
dijo.

Ahora esa era una respuesta que colgaba igual de pesada que la pregunta, en lo que
a mí respectaba. Al menos eso fue lo que dijo. ¿Qué se suponía que eso significaba?

—Él me odia —dije.

Mamá levantó la vista bruscamente.

—Eres su hija. Él te ama.

Puse los ojos en blanco.

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—Se supone que digas eso. Pero sé la verdad, mamá. Él me odia. ¿Tú también me
odias? ¿Ahora todo el mundo me odia?

—Estás siendo ridícula, Valerie —dijo ella. Se levantó y tomó su bolso—. Voy a ir
abajo a tomar un sándwich. ¿Quieres que te traiga algo?

Negué con la cabeza, y mientras mamá salía un pensamiento atravesó mi mente


como una luz estereoscópica: Ella no había dicho que no.

Mamá no había estado mucho tiempo afuera cuando sonó un suave golpe en la
puerta. No respondí. Parecía como si fuera demasiado el esfuerzo de abrir la boca.
En todo caso, no es como si pudiera evitar a alguien en estos días.

Además, probablemente era el Detective Panzella, y sin importar qué, estaba


determinada a que esta vez no lograría conseguir sacarme ni una sola palabra.
Incluso si él lo exigía. Incluso si me amenazaba con cadena perpetua. Estaba harta
de revivir ese día y sólo quería que me dejaran un minuto en paz.

La puerta volvió a sonar y luego se abrió suavemente. Una cabeza se asomó. Stacey.

No puedo decir el alivio que sentí al ver su rostro. Todo su rostro. No estaba sólo
viva, sino que tampoco estaba marcada. Sin agujeros de bala. Sin quemaduras.
Nada. Casi lloré viéndola allí parada.

Por supuesto que no puedes ver las cicatrices emocionales en el rostro de una
persona, ¿cierto?

—Hola —dijo. Ella no estaba sonriendo—. ¿Puedo entrar?

Pese a que estaba muy feliz de ver que ella estuviera viva, una vez que ella abrió la
boca y la voz que salió era la voz con la que había reído, digamos, un millón de
veces durante años, me di cuenta que no tenía idea de qué decirle.

Esto podría sonar estúpido, pero creo que estaba avergonzada. Ya sabes, como
cuando eres un niño pequeño y tu mamá y tu papá te gritan en frente de tus amigos,
y te sientes realmente humillado, como si tus amigos acabaran de ver algo
realmente privado sobre ti, que se aleja por completo del tipo de persona que “lo
tiene todo bajo control” que intentas proyectar al mundo. Era como eso, sólo que
un billón de veces más o algo parecido.

Juro que quería decirle un montón de cosas. Quería preguntarle por Mason y Duce.
Quería preguntarle sobre la escuela. También, si Christy Bruter y Ginny Baker
habían sobrevivieron o no. Quería preguntarle si sabía que Nick estaba planeando
esto. Quería que ella dijera que también la había tomado por sorpresa. Quería que
me dijera que yo no era la única culpable por no haberlo detenido. Por ser tan
increíblemente ciega y estúpida.

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Pero simplemente era demasiado extraño. Una vez que ella entró, dijo:

—No respondiste cuando toqué así que pensé que estabas dormida o algo parecido.
—Todo se sentía tan surrealista. No sólo el tiroteo. No sólo la transmisión de las
imágenes de los estudiantes en la televisión, medio sangrando, afuera de las
puertas de la cafetería de mi secundaria al igual que una vena pinchada. No sólo
que Nick se hubiera ido y que el Detective Panzella estuviera citando frases de La
ley y el orden a mi lado. Todo eso. Cada pedazo, desde el primer grado cuando
Stacey me mostró un diente delantero flojo que sobresalía como un pedazo de
chicle cuando ella lo empujaba con su lengua y me hizo vaciar el estómago sobre el
pasamanos del patio de recreo. Como si todo eso fuera un sueño. Y esto —este
infierno— fuera mi realidad.

—Hola —dije en voz baja.

Se quedó de pie al final de mi cama, torpemente, del modo en que Frankie estaba
de pie el día en que desperté.

—¿Te duele? —preguntó ella.

Me encogí de hombros. Ella me había preguntado lo mismo un millón de veces,


después de un millón de raspones, en ese otro mundo de sueños. En el que éramos
unas chiquillas normales que no se preocupaban por mostrar sus estómagos en el
patio de recreo y los dientes que sobresalían como chicles.

—Un poco —mentí—. No está mal.

—Escuché que tienes, como, un agujero ahí —dijo ella—. Aunque fue Frankie quien
me lo dijo, así que quien sabe si se puede creer en eso.

—No está mal —repetí—. La mayor parte del tiempo está muy entumecido. Por los
analgésicos.

Ella comenzó a raspar una etiqueta del barandal de la cama con la uña de su dedo
pulgar. Conocía a Stacey lo suficientemente bien como para saber que eso
significaba que estaba inquieta, tal vez enojada o frustrada. O ambas cosas. Ella
suspiró.

—Dijeron que podríamos ir la próxima semana a la escuela —dijo—. Bueno,


algunos de nosotros. Muchos niños están asustados, creo yo. Muchos todavía están
recuperándose… —Se paró en seco después de la palabra “recuperándose”, y su
rostro enrojeció, como si estuviera avergonzada de tener que mencionármelo. Me
impacté con otra imagen del sueño, una de nosotras sudando bajo una sábana
envuelta sobre una mesa de picnic en su patio trasero, metiendo alimentos
imaginarios en la boca de una muñeca. Wow, eso había parecido demasiado real,
alimentar a esas bebés de plástico. Todo había parecido tan real—. Como sea, voy a
regresar. También Duce. Y creo que David y Mason también lo harán. Mi mamá

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realmente no quiere que yo lo haga, pero yo quiero, ¿sabes? Creo que lo necesito.
No lo sé.

Ella levantó su rostro y vio la televisión. Podía ver que su mente apenas estaba
atenta a los bollos de crema que estaban siendo sacados del horno por cualquiera
que fuera el presentador que estaba cocinando en ese momento.

Finalmente ella me miró, con los ojos un poco llorosos.

—¿Vas a hablar conmigo, Valerie? —preguntó—. ¿Vas a decir algo?

Abrí la boca. Se sentía llena de nada, tal vez llena de nubes o algo por el estilo, lo
cual creo que era apropiado cuando sales de un mundo de sueños como ese y
entras a una fea, horrible realidad, tan horrible que tiene un sabor, y una forma.

—¿Christy Bruter murió? —solté finalmente.

Stacey me miró por un segundo, su mirada dando vueltas, todo delicadamente, en


su cabeza.

—No. Ella no murió. Está justo al final del pasillo. Acabo de verla. —Cuando no dije
nada, ella apartó su cabello hacia atrás y me miró con los ojos entrecerrados—.
¿Decepcionada?

Y eso fue todo. Esa única palabra. Me dijo que Stacey, incluso mi vieja amiga Stacey,
la única que estuvo conmigo cuando comencé el primer periodo, la única que usaba
mi traje de baño y mis sombras para los ojos, también creía que yo era culpable.
Así ella no lo hubiera dicho en voz alta, incluso si ella no creía que yo hubiera
jalado el gatillo, en el fondo ella me culpaba.

—Por supuesto que no. Ya no sé qué pensar acerca de nada —respondí. Era lo más
sincera que había sido en días.

—Sólo para que lo sepas —dijo ella—. No podía creer lo que pasó. No al principio.
Cuando escuché a todos diciendo quién había disparado, no les creí. Tú y Nick… ya
sabes, eras mi mejor amiga. Y Nick siempre parecía tan genial. Un poco Edward
Manos de Tijeras o algo parecido, pero de una forma genial. Nunca hubiera
pensado… simplemente no lo podía creer. Nick. Wow.

Ella comenzó a caminar hacia la puerta, sacudiendo su cabeza. Me senté en la silla


de ruedas, sintiéndome toda entumecida, pensando en todo lo que ella había dicho.
¿Ella no lo podía creer? Bueno, yo tampoco podía. Principalmente no podía creer
que mi más vieja y “mejor” amiga acababa de asumir que todo lo que ella había
escuchado sobre mí era verdad. Que ella ni siquiera se hubiera molestado en
preguntarme si todo lo que ellos estaban diciendo era lo que realmente había
pasado. Que la moldeable Stacey estaba siendo moldeada en alguien que ya no
confiaba más en mí.

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—Tampoco yo podía. Sigo sin hacerlo a veces —dije—. Pero te juro, Stacey, que no
le disparé a nadie.

—Solamente le dijiste a Nick que lo hiciera por ti —dijo ella—. Tengo que irme. Lo
único que quería decirte es que me alegro de que estés bien. —Puso su mano sobre
la perilla de la puerta y la abrió—. Dudo que te dejen acercarte a ella, pero si ves a
Christy Bruter en el pasillo, tal vez deberías disculparte con ella. —Dio un paso
hacia afuera, pero justo antes de cerrar la puerta tras ella, escuché que dijo—: Yo lo
hice. —Y no pude evitar preguntarme durante, como, unas ocho horas después de
eso, por qué razón en el mundo Stacey tendría que haberse disculpado.

Y cuando caí en la cuenta de que ella probablemente se disculpó por ser mi amiga,
ese mundo de sueños simplemente se apagó, se esfumó. Nunca existió.

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Traducido por Yre24

Corregido por Marina012

Pensé que iría a casa. Mamá entró en silencio mientras yo dormía y dejó tendido
otro conjunto para que me pusiera, antes de volver a desaparecer como humo. Me
senté, la luz de la mañana emanaba atravesando la ventana y por la parte inferior
de mi cama, me quité el cabello que tenía en los ojos con los dedos. El día se sentía
diferente de alguna manera, como si tuviera alguna posibilidad.

Salí de la cama, agarré las muletas que la enfermera nocturna había dejado
apoyadas contra la pared al lado de mi cama, y las usé para cojear hasta el baño…
de alguna forma había conseguido hacerlo por mí misma durante todo el día. La
medicación para el dolor aún me tenía indispuesta, pero ya no tenía la IV10, y el
vendaje alrededor de mi pierna seguía estando hinchado, pero no demasiado. Mi
pierna sólo palpitaba un poco, algo así como lo haría una astilla alojada en la cuña
entre tus dedos.

Me tomó un rato moverme alrededor y disponer de mis asuntos en el cuarto de


baño, y cuando volví a salir, mamá estaba sentada en el borde de mi cama. Había
una pequeña maleta en el suelo a sus pies.

—¿Qué es eso? —pregunté. Devolviéndome a la cama en muletas. Agarré mi


camisa y comencé a quitarme el pijama.

—Algunas cosas que pensé que podrías necesitar.

Suspiré, tirando la camisa sobre mi cabeza, y comencé a trabajar con mis


pantalones.

—¿Te refieres a que voy a estar atrapada aquí por otro día? Pero me siento bien,
puedo moverme bien, puedo ir a casa, quiero ir a casa mamá.

—Ven aquí, déjame ayudarte con eso —dijo mamá, inclinándose hacia el frente
para ayudarme a meterme en mis jeans. Ella los desabrochó y cerró la cremallera
por mí, lo cual se sentía raro y confortante al mismo tiempo.

Anduve con dificultad hasta la silla de ruedas y me dejé caer en ella. Saqué mi
cabello de la parte de atrás de mi camisa y me acomodé. Me giré hacia la mesita de

10 IV: Iniciales de Vía Intravenosa.

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noche, donde la enfermera había dejado una bandeja de comida para mí. Olí la
tocineta y mi estómago rugió.

—Entonces, ¿ya han dicho cuando me dejarán ir a casa? ¿Mañana? Realmente


pienso que puedo ir a casa mañana, mamá. Tal vez tú puedas hablar con ellos al
respecto. —Abrí la tapa de mi bandeja de desayuno. Mi estómago volvió a rugir. No
podía meter lo suficientemente rápido la tocineta en mi boca.

Justo en el momento en que mamá estaba abriendo su boca para hablar, la puerta
se abrió de golpe y entró un hombre con un par de pantalones caquis, una camisa a
cuadros y una bata de laboratorio puesta sobre ella.

—Sra. Leftman —dijo él jovialmente—. Yo soy el Dr. Dentley. Nosotros hablamos


por teléfono.

Levanté la mirada, mi boca llena de tocineta.

—Y tú debes ser Valerie —dijo, su voz pausada y calmada. Él alargó su mano como
queriendo que yo se la estrechara. Tragué la tocineta y estreché su mano con
vacilación—. Dr. Dentley —dijo él—. Soy parte del personal de Psiquiatría del
Hospital Garvin. ¿Cómo se siente tu pierna?

Miré a mamá, pero ella estaba mirando a sus pies, como si estuviera pretendiendo
que no estábamos en la habitación con ella.

—Está bien —respondí. Buscando otro trozo de tocineta.

—Bien. De acuerdo —dijo él, la sonrisa nunca dejó su cara. Era una sonrisa
nerviosa, casi como si estuviera medio asustado, pero no de mí. Era como si tuviera
miedo a la vida. Como si ella fuera a saltar y a morderlo en cualquier momento—.
Dime cuál es tu nivel de dolor en este momento.

Se estiró hacia atrás y sacó mi planilla, que desde luego, tenía la hoja de
seguimiento de mi dolor, pegada a la parte de atrás del portapapeles. Había estado
contestando esa pregunta unas cien veces al día desde que había estado aquí. ¿Su
dolor es un diez? ¿Un siete? ¿Tal vez sea un 4.375 el día de hoy?

—Dos —respondí—. ¿Por qué? ¿Voy a salir de aquí?

Él rió en silencio y usó su dedo índice para empujar sus gafas sobre el puente de su
nariz.

—Valerie, queremos que te alivies —dijo él en su paciente voz de profesor-de-


preescolar—. Y también queremos que te cures por dentro. Es por eso que estoy
aquí. Hoy voy a hacerte algunas evaluaciones, entonces podremos determinar el
mejor camino para poder ayudarte en lo que corresponde a la salud mental. ¿Has
tenido ganas de hacerte daño a ti misma el día de hoy?

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—¿Qué? —Miré sobre su hombro de nuevo—. ¿Mamá? —Pero ella seguía con la
mirada fija en sus zapatos.

—Pregunté si te parece que podrías suponer un peligro para ti misma o a otros el


día de hoy.

—¿Se refiere a si a voy a suicidarme?

Él asintió, esa sonrisa estúpida colgada como una lapa.

—O a cortarte a ti misma. O si estás teniendo pensamientos peligrosos.

—¿Qué? No. ¿Por qué podría querer suicidarme?

Él se movió ligeramente hacia un lado y colocó una pierna sobre la otra.

—Valerie, he hablado extensamente con tus padres, la policía, y tus doctores.


Hablamos de la gran cantidad de pensamientos suicidas que al parecer te han
estado molestado durante un largo tiempo. Y tememos que, considerando los
últimos acontecimientos, aquellos pensamientos podrían aumentar.

Nick siempre había estado obsesionado con la muerte. Eso no era gran cosa.
¿Sabes? Algunas personas están obsesionadas con videojuegos. Algunas personas
no piensan en nada más que deportes. Algunos chicos están totalmente metidos en
las cosas militares. A Nick le gustaba la muerte. Desde el primer día, cuando estaba
recostado en su cama hablando sobre la forma en que Hamlet debió haber matado
a Claudio cuando tuvo la oportunidad. Nick había estado hablando acerca de la
muerte.

Pero esas eran historias, sólo eso. Él contaba historias sobre la muerte. Contaba
películas, libros, todos con trágicas y significativas escenas de muerte. Hablaba de
noticias y reportajes de crímenes. Eso era lo suyo. Y yo adopté su lenguaje; yo
también contaba historias. Eso no era gran cosa. De verdad, ni siquiera me di
cuenta del momento en que comencé a hacerlo. Se sentía como ficción, todo eso.
Shakespeare contó historias sobre la muerte. Poe contó historias sobre la muerte.
Stephen Maldito King, contó historias sobre la muerte, y nada de eso significaba
nada.

Así que ni siquiera me dí cuenta cuando los cuentos incrementaron. No me había


dado cuenta del momento en que se volvió personal. No me había dado cuenta de
que las historias de Nick se habían convertido en cuentos suicidas. Homicidas. Y los
míos también. Sólo que, por lo que yo sabía, nosotros todavía hablábamos de
ficción.

Cuando hojeé los e-mails que el Detective Panzella me había entregado en la


primera visita a mi habitación, me había quedado sin palabras. ¿Cómo pude no
haberlo visto? ¿Cómo pude no haber visto que los e-mails contaban una historia

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alarmante que habría hecho que cualquiera se sentara y lo notara? ¿Cómo pude no
haber visto que los cuentos de Nick habían pasado de la ficción a la realidad?
¿Cómo pude no haber visto que mis respuestas —que seguían siendo ficción en mi
cabeza— podían hacerme parecer para todo el mundo como que si yo también
estuviera obsesionada con la muerte?

No lo sé, pero no lo había visto. Por mucho que deseara haberlo hecho. No lo había
visto.

—¿Se refiere a esos e-mails? No estaba hablando en serio. Era puro Romeo y Julieta.
Eso fue todo Nick. No yo.

Él continuó hablando como si no hubiese dicho ni una sola palabra.

—Y todos nosotros creemos que el mejor curso de acción para ti en este momento
es mantenerte a salvo y meterte en un programa residencial del hospital adonde
puedas recibir algo de ayuda para combatir aquellos impulsos suicidas. Terapia de
grupo, terapia individual, algo de medicación.

Agarré mis muletas y me hinqué en ellas para pararme.

—No. Mamá, sabes que no necesito eso. Dile que no necesito esto.

—Val, es por tu propio bien —dijo mamá finalmente dejando de mirar sus zapatos.
Noté que ella tenía sus dedos rodeando el asa de la maleta—. Sólo será por poco
tiempo. Un par de semanas.

—Valerie —dijo el Dr. Dentley—. Nosotros podemos ayudarte dándote lo que


necesitas.

—Deje de decir mi nombre —dije, mi voz elevándose un poco—. Lo que necesito es


irme a casa. Puedo combatir cualquier impulso en casa.

El Dr. Dentley se inclinó para presionar el botón de llamada del control remoto.
Una enfermera se apresuró y recogió la maleta, luego tan sólo se quedó parada
esperando en la puerta. Mamá también se levantó dirigiéndose hacia la puerta del
baño, quitándose del camino.

—Valerie, solamente vamos a movernos al cuarto piso, donde se encuentra el ala


de Psiquiatría —dijo el Dr. Dentley con aquella voz moderada—. Por favor siéntate.
Te llevaremos en tu silla de ruedas. Así estarás cómoda.

—¡No! —dije, e imagino por la forma en que mamá pestañeó que cuando lo dije
debí haber estado gritando, sin embargo, no lo sentí así. Lo único que podía pensar
era en clases de Artes Comunicativas en décimo grado donde vimos One Flew Over
the Cuckoo’s Nest. Lo único que podía pensar era en Jack Nickolson gritándole a la
enfermera porque quería mantener la TV encendida, y el espeluznante indio cara

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pálida y el pequeño chico nervioso con lentes. E incluso —aquí está la cosa más
tonta de todas— tuve la idea de que cuando se corriera la voz de que había estado
encerrada en una sala psiquiátrica, todo el mundo se burlaría de mí. Christy Bruter
tendría un día de campaña con eso. Y lo único que podía pensar era: Van a tener
que llevarme muerta, porque no hay manera que yo vaya allí por mi propia cuenta.

El Dr. Dentley debió haber tenido el mismo pensamiento porque una vez que
empecé a gritar: “¡No! ¡No quiero ir! ¡Aléjense de mí!”. El agradable aspecto de su
rostro cambió sólo un poco y le dio un asentimiento a la enfermera quien se
apresuró a salir de la habitación.

Unos pocos minutos más tarde, dos grandes enfermeros entraron y el Dr. Dentley
dijo:

—Tengan cuidado con el muslo izquierdo. —Con su voz clínica y luego los
enfermeros fueron hasta donde yo estaba, sosteniéndome mientras la enfermera
se me acercaba con una aguja. Instintivamente, me dejé caer en mi silla de ruedas,
mis muletas chocaron contra el piso.

Mamá se inclinó y las recogió.

Golpeé lo mejor que pude a lo que se sentía como cuatrocientos cincuenta


kilogramos encima de mí, y grité tan alto como mi voz lo permitía. Tan alto, que
partes de mis palabras eran silenciosas, aventándose con tan fuerza al aire, que
imaginé a la gente extranjera en distintos países recogiéndolas como artefactos en
el polvo. Uno de los enfermeros se movió para tener un mejor agarre de mi brazo,
dándome suficiente espacio para patear. Pateé con todo lo que tenía, consiguiendo
un buen golpe en su espinilla. Él soltó un quejido entre sus dientes apretados,
trayendo su cara tan cerca de la mía como para besarme, pero eso no hizo nada
para ayudarme. Estaba inmovilizada. La enfermera se movió sigilosamente detrás
de mí y moví la única cosa que aún estaba en mi poder —mi tórax— cuando ella
pegó la aguja a la parte expuesta de mi cadera en un espacio que dejaba abierto mi
silla de ruedas.

En unos segundos, la única parte que cooperaba en la lucha contra mi destino eran
las lágrimas, que mojaron mi cara y se reunieron en mi cuello. Mamá también lloró,
y eso me dio algo de satisfacción, aunque no era suficiente.

—Mamá —gemí y me hicieron rodar en frente de ella—. Por favor, no hagas esto.
Tú puedes detenerlo… —Ella no respondió. Al menos no con palabras.

Ellos me trasladaron en la silla de ruedas por el pasillo hasta el elevador. Todo el


camino lloré, rogué y repetí “Yo no lo hice. Yo no lo hice…” pero el Dr. Dentley
había desaparecido y todo lo que había dejado era a los dos enfermeros y a la
enfermera que cargaba la maleta. De los cuales ninguno llegó si quiera a reconocer
que me habían escuchado.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Llegamos a una intersección en el pasillo con un letrero de ELEVADOR y una flecha


señalando el camino. Justo antes de que giráramos, pasamos por una habitación y
vi un rostro que reconocí.

Dicen que las experiencias cercanas a la muerte cambian a las personas. Que de
repente descubren lo es la tolerancia y el amor. Que ya no recurren a la
mezquindad ni al odio.

Pero cuando los enfermeros me trasladaron en la silla de ruedas hasta el sitio de


los elevadores y pasamos por la habitación de Christy Bruter, la vi ligeramente
apoyada en su cama, con la mirada fija en mí. Vi a sus padres parados cerca de su
cama y a otra mujer más joven que estaba sosteniendo a un niño pequeño en sus
brazos.

—Yo no lo hice…yo no lo hice. —Estaba diciendo, llorando.

Sus padres tenían la mirada fija en mí, con ojos fatigados. Y Christy miró con la más
ligera sonrisa torcida. La misma sonrisa que había visto tantas veces en el autobús.
Completamente inalterada.

Los enfermeros doblaron en la esquina y no pude ver más la habitación de Christy.

—Lo siento —susurré. Pero no creo que ella me haya escuchado.

Sin embargo, me pregunté si de alguna manera Stacey si lo había hecho.

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Traducido por sary_meles

Corregido por Vannia

Habrá muchas oportunidades en mi vida en las que me preguntaré cómo hice para
sobrevivir a esos diez días en el ala psiquiátrica del hospital. Cómo conseguí ir de la
cama al baño. Cómo fui del baño a las sesiones de grupo. Cómo viví escuchando
aquellas voces agudas gritando cosas ridículas durante la noche. Cómo sentí que mi
vida se rebajó a un nivel desagradable cuando un técnico entró una mañana a mi
habitación y me susurró que si necesitaba "un golpe", nosotros "probablemente
podríamos resolver la forma de hacerlo", y mientras lo dijo, tiró de la parte
delantera de su bata.

Ni siquiera podía sucumbir a mi posición silenciosa, a mi confortable silencio. El Dr.


Dentley seguramente consideraría el silencio como una regresión y les sugeriría a
mis padres que necesitaba quedarme por más tiempo.

El Dr. Dentley me revolvía el estómago. Con sus dientes cubiertos de sarro, sus
gafas con partículas de caspa y su manera de hablar como un libro de psicología. Al
mismo tiempo, su mirada estaba distraída con algo más importante mientras yo le
contestaba sus preguntas de súper-psiquiatra.

No sentía como si ése fuese el lugar al que perteneciera. La mayoría de las veces
me sentía como si todo el mundo estuviera loco —incluso el Dr. Dentley— y sólo
yo fuera la única cuerda.

Estaba Emmitt, un chico de la montaña, que continuamente circulaba por los


pasillos pidiendo a todos unos cuantos centavos. Morris, quien hablaba a las
paredes como si hubiera alguien allí que le respondiera. Adelle, que era tan mal
hablada que ni siquiera le permitían estar en el grupo con nosotros ni la mitad del
tiempo. Francie, una niña a la que le gustaba quemarse a sí misma constantemente
y que se jactaba de tener una aventura con su padrastro de cuarenta y cinco años
de edad.

Y Brandee, la única que sabía por qué estaba yo ahí y quien me miraba con sus
tristes y oscuros ojos, y me hacía preguntas cada vez que podía.

—¿Cómo se sintió? —me preguntó en la sala de TV—. Ya sabes, matar gente.

—Yo no maté a nadie.

—Mi mamá dice que lo hiciste.

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—¿Qué sabe ella al respecto? Tú mamá está equivocada.

En los pasillos y en el grupo, siempre estaba Brandee con sus preguntas.

—¿Qué sentiste al recibir un disparo? ¿Él te disparó a propósito? ¿Pensó que te


habías vuelto en su contra? ¿A alguno de tus amigos le dispararon o fue sólo a la
gente que odiabas? ¿Deseas no haberlo hecho? ¿Qué piensan tus padres? Mis
padres están totalmente asustados. ¿Tus padres se asustaron? ¿Ahora te odian?

Eso era suficiente para volverme loca, pero trabajaba muy duro para no dejar que
me afectara. La mayoría de las veces simplemente la ignoraba. Me encogía de
hombros sin contestarle, o fingía que no la escuchaba. Pero algunas veces
respondía, creyendo que si lo hacía ella se iba a callar. Estaba equivocada.
Responderle sólo traía una nueva ola de preguntas y lamentaba el haberle
contestado.

Lo único bueno que sucedió durante esos días en el ala de psiquiatría fue que el
Detective Panzella dejó de venir a interrogarme intensamente. Eso podía significar
que el Dr. Dentley lo mantenía alejado de mí o que él había decidido que estaba
diciendo la verdad o que estaba elaborando un caso en mi contra, no lo sabía. Todo
lo que sabía era que estaba bien que él no estuviera a mi alrededor.

Pasé de un lugar a otro como se suponía que debía de hacerlo. Cambié mi pijama
por una bata de hospital como una buena chica. Me senté en el sofá de la sala
común, viendo los programas aprobados, viendo por la ventana hacia la carretera,
fingiendo no ver los mocos secos untados en las paredes junto a mí. Fingiendo que
mi corazón no estaba roto. Fingiendo que no estaba enojada, confundida, asustada.

Quería dormir todo el tiempo. Quería tomar analgésicos, acurrucarme en la cama y


no levantarme de nuevo hasta que estuviera en casa. Pero sabía que lo verían como
un signo de depresión y sólo serviría para mantenerme allí por más tiempo. Tuve
que fingir. Fingir que estaba mejorando. Fingir que mis “pensamientos suicidas”
habían cambiado.

—Ahora veo que Nick era completamente malo para mí —dije animadamente—.
Quiero volver a empezar. Pienso que ir a la universidad va a ser algo bueno. Sí, la
universidad.

Escondí la ira que brotaba en mi interior. La ira hacia mis padres por no haber
estado allí para mí. La ira hacia Nick por estar muerto. La ira hacia la gente de la
escuela que había atormentado a Nick. La ira hacia mí misma por no haber visto lo
que se avecinaba. Aprendí a controlar la ira, mandándola al fondo de mi mente, con
la esperanza de que acabara esfumándose, que desapareciera. Aprendí a fingir que
ya se había ido.

- 121 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Dije las cosas que me sacarían de allí. De mí boca salían las palabras que ellos
necesitaban escuchar y de alguna manera me metí a las sesiones de grupo y no dije
nada cuando alguno de los otros pacientes me insultaba. Comí mis comidas, realicé
las pruebas y cooperé en todo lo que pude. Simplemente quería irme.

Finalmente, un viernes, el Dr. Dentley entró en mi habitación y se sentó en el borde


de la cama. No me estremecí, pero enrosqué los dedos de mis pies dentro de mis
calcetines, tratando de alejarme de él.

—Vamos a darte de alta —dijo, de una manera tan casual que casi lo pasé por alto.

—¿En serio?

—Sí. Estamos muy contentos con tu progreso. Pero estás muy lejos de curarte,
Valerie. Vamos a mandarte a consulta externa intensiva.

—¿Aquí? —pregunté, tratando de no sonar alarmada. Por alguna razón, a pesar de


que sería un paciente externo, la idea de regresar cada día al hospital me asustaba;
como si al decir o hacer algo mal, Chester y Jock volverían a meterme una aguja en
el culo.

—No. Estarás viendo... —Se silenció, hojeando las páginas en el portapapeles que
llevaba. Asintió en aprobación—. Sí. Verás a Rex Hieler. —Alzó la vista para
verme—. Te va a gustar el Dr. Hieler, es perfecto para este caso.

Salí del hospital, seguía siendo un “caso”, pero uno que habían dado de alta.

Una enfermera me llevó hasta la puerta principal del hospital en una silla de
ruedas. Era consciente de que todos los ojos en el edificio estaban viéndome
fijamente cuando pasaba. Es probable que en realidad no estuvieran fijos en mí,
pero así lo sentí. Como si todo el mundo supiera quién era yo y porqué estaba ahí.
Como si todo el mundo me mirara fijamente, preguntándose si lo que habían
escuchado era cierto. Preguntándose si existía un Dios, y si era un Dios cruel al
dejarme vivir.

Mamá había dejado el coche estacionado afuera y venía hacia mí, con un par de
muletas en su mano. Las tomé y me dirigí cojeando al coche, me metí en el interior,
sin decirle nada a mamá o a la enfermera, quien estaba dándole instrucciones a
mamá justo en la puerta del hospital.

Nos dirigimos a casa en silencio. Mamá encendió la radio en una estación de


música ligera. Abrí un poco la ventana, luego cerré los ojos y olfateé el aire. De
alguna manera olía diferente, como si algo le faltara. Me pregunté qué haría cuando
llegara a casa.

Cuando abrí la puerta, lo primero que vi fue a Frankie tumbado en el piso viendo la
televisión.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Hey, Val —dijo, desde donde estaba—. Estás en casa.

—Hola. Me gusta tu cabello. Hoy tienes esos picos a la máxima altura.

Él sonrió, pasando su mano sobre su cabeza.

—Eso es lo que dijo Tina —dijo. Como si nada hubiera pasado. Como si yo no
siguiera oliendo a hospital. Como si no fuera un fenómeno suicida que vuelve a
casa para hacerle la vida miserable.

En ese momento, Frankie era el mejor hermano que alguien pudiera tener.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Roo Andresen

Corregido por Vannia

La oficina del Dr. Hieler era acogedora y académica; un oasis de libros y suave
música rock en un mar de institucionalismo. Su secretaria, una chica relajada de
piel morena y uñas largas, era cortante y profesional, haciéndonos pasar a mi
mamá y a mí de la sala de espera al consultorio como si estuviéramos allí para
comprar diamantes exóticos. Abrió una mini heladera, trayéndome una Coca-Cola
y una botella de agua para mamá, y luego nos señaló una puerta abierta. Entramos.

El doctor Hieler se irguió detrás del escritorio, quitándose los anteojos y formando
una sonrisa con los labios apretados, lo que hizo que sus ojos parecieran tristes. O
tal vez su mirada siempre estaba triste. Supongo que si yo tuviera que escuchar
historias de dolor y miseria todo el día, mis ojos también se verían tristes.

—Hola —dijo él, extendiendo su mano hacia mamá—. Soy Rex.

Mamá estiró su brazo, viéndose demasiado formal y rígida para estar en la oficina.

—Hola, Dr. Hieler —dijo ella—. Jenny Leftman. Ésta es mi hija, Valerie. —Estiró su
mano hacia mí y la puso en mi hombro, dándome un ligero empujón hacia
adelante—. Fue remitida a usted por Bill Dentley del Hospital General de Garvin.

El Dr. Hieler asintió; él ya lo sabía, como también sabía lo que a continuación


saldría de la boca de mamá.

—Valerie va a la Secundaria Garvin. Iba —se corrigió. Hablando en pasado.

El Dr. Hieler se acomodó en una silla de gruesa tapicería y nos indicó con su mano
que nos sentáramos en el sillón directamente frente a él. Me desplomé sobre el
sillón, mirando cómo mamá se acercaba con rigidez y se sentaba en la orilla, como
si se fuera a ensuciar. De repente todo lo que mamá dijera o hiciera era vergonzoso,
fastidioso, frustrante. Quería sacarla de la habitación, y más aún, sacarme a mí
misma de allí.

—Como estaba diciendo —dijo mamá—. Valerie estuvo en la escuela el día del
tiroteo.

Los ojos del Dr. Hieler se movieron hacia mí, pero no dijo nada.

—Ella, eh, conocía al joven involucrado —finalizó mamá. Fue más de lo que pude
soportar, con esta falsa actuación suya.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Conocía —dije furiosamente—. Era mi novio, mamá. ¡Por Dios!

Hubo un pequeño silencio mientras mamá trataba visiblemente de contenerse,


quizás demasiado visible, pensé, y también me di cuenta que era principalmente en
pos del Dr. Hieler; para que él viera la horrible hija con la que estaba maldecida.

—Lo lamento —dijo el Dr. Hieler muy tranquilamente, y primero pensé que le
estaba hablando a mamá. Pero cuando levanté la vista me estaba viendo
directamente a mí.

Hubo un largo silencio, durante el cual mamá lloriqueaba en un pañuelo y yo


miraba mis zapatos, sintiendo la mirada del Dr. Hieler sobre mi cabeza.

Finalmente mi mamá rompió el silencio, con su voz sonando como un chillido en el


espacio cerrado.

—Bueno, obviamente su padre y yo estamos preocupados por ella. Tiene mucho


que superar, y sólo queremos que siga adelante con su vida.

Sacudí mi cabeza. Mamá aún pensaba que tenía una vida con la cual seguir adelante.

El Dr. Hieler tomó una profunda respiración y se inclinó al frente en su asiento.


Finalmente desvió su mirada de mí y la enfocó en mamá nuevamente.

—Bueno —dijo, con voz tan suave que pareció un arrullo—, que siga con su vida es
importante. Pero ahora mismo puede que sea más importante que exponga sus
sentimientos, que lidie con ellos, y encuentre una manera de estar bien con todo lo
que pasó.

—Ella no habla sobre eso —argumentó mamá—. Desde que salió del hospital…

Pero el Dr. Hieler la silenció extendiendo su mano, con sus ojos nuevamente sobre
mí.

—Mira, no voy a decirte que sé lo que estás sintiendo. No voy a restarle valor a
todo lo que viviste diciéndote que tengo una idea de lo que se siente —me dijo. Yo
no dije nada. Él volvió a moverse en su silla—. Tal vez si empezamos de otra
manera. ¿Qué tal si sacamos a tu mamá y hablamos tú y yo por un rato? ¿Estás
cómoda con eso?

No respondí.

Pero mamá parecía aliviada. Se levantó. El Dr. Hieler también se levantó, y se


encaminó hacia la puerta con ella.

—Trabajo con muchos chicos de la edad de Valerie —dijo en voz baja—. Tiendo a
ser muy abierto y directo. No cruel, sólo directo. Si hay algo que debemos poner
sobre la mesa, lo ponemos sobre la mesa para poder trabajar en ello y así poder

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

ver si podemos encontrar una manera de solucionarlo y mejorar la situación.


Inicialmente tiendo a escuchar y ofrecer apoyo. —Se dio la vuelta y me miró,
hablándonos a las dos; a mí en el sillón y a mamá con su mano sobre la perilla—.
En el camino, quizás podamos llegar a pensar que hay algo que necesitas cambiar.
Si lo encontramos, hablaremos de ello. En esa instancia, hablaremos más de tus
pensamientos y comportamientos. ¿Alguna pregunta?

No dije nada.

Mamá quitó su mano de la perilla.

—¿Alguna vez ha lidiado con algo como esto?

El Dr. Hieler desvió la mirada.

—He lidiado con violencia. Pero nunca con algo como esto. Creo que puedo ayudar,
pero no quiero mentirle y actuar como si supiera todo sobre esto. —Me miró
directamente y podía jurar que esta vez realmente vi el dolor en sus tristes ojos—.
Lo que pasaste realmente apesta.

Seguí sin decir nada. Era más fácil estar callada con el Dr. Hieler. El Dr. Dentley me
habría encerrado por ello; el Dr. Hieler parecía esperárselo.

Me concentré en mis zapatos mientras mamá salía de la habitación.

—Estaré justo afuera. —Escuché que decía. Escuché al Dr. Hieler cerrar la puerta y
de pronto todo se puso tan silencioso que podía escuchar su reloj haciendo tic-tac.
Escuché a los almohadones de su silla soltar el aire mientras él se volvía a asentar.

—Éste es uno de esos momentos en los cuales lo más probable es que no haya nada
correcto para decir —dijo, muy suavemente—. Tendría que imaginar que esto es
horrible y sólo sigue poniéndose más horrible.

Levanté mis hombros. Todavía no podía levantar la vista.

Aclaró su garganta, y dijo un poco más fuerte:

—Primero tuviste que atravesar esto, te dispararon, perdiste a alguien que amabas.
Todo está jodido, la escuela, la familia, las amistades, y ahora estás estancada en
una oficina con un psiquiatra gordo que sólo quiere entrar en tu cabeza.

Levanté la vista, manteniendo mi cabeza inclinada hacia abajo para que no pudiera
verme sonreír. Pero debió haberlo visto porque él también me sonrió. Ya me caía
bien.

—Mira —dijo—. No sólo pienso que todo esto es terrible para ti, sino que también
estoy al tanto que probablemente no tuviste control sobre nada de esto. Me
gustaría hacer las cosas de otra manera aquí. Me gustaría darte mucho control. Nos

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

moveremos tan rápido como quieras. Si traigo a colación un asunto del que no
quieres hablar, o te presiono demasiado respecto a algo, tan sólo dímelo y
cambiaré el tema a algo sencillo y seguro.

Levanté un poco mi mentón.

—La próxima vez que nos reunamos, ¿por qué no empezamos hablando un poco
sobre ti? Qué era en lo que estabas interesada, cómo era la vida antes de que esto
sucediera, conocernos un poco el uno al otro, y seguir desde allí. ¿Suena bien?

—Está bien —dije. Mi voz era débil, pero estaba sorprendida de escuchar que
había una voz allí.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por TwistedGirl

Corregido por ★MoNt$3★

Cuando me levanté a la mañana siguiente, el Detective Panzella estaba sentado en


mi cocina, en la mesa, enfrente de mamá, con una taza de café frente a él. Mamá
estaba sonriendo, su rostro más sereno de lo que lo había visto en mucho tiempo.
El detective tenía aspecto sombrío, como siempre, pero había una holgura en sus
hombros que sugería que podría haber estado sonriendo, como si él no fuera quien
es y yo no fuera quien soy.

Llegué cojeando a la cocina, los topes de goma de la suela de mis muletas se


desplazaban ligeramente por debajo de mi peso en el piso de linóleo. Luché contra
la sensación de que el piso se me movía, como lo había sentido tantas veces desde
mi cirugía. Todavía estaba tomando una buena cantidad de medicamentos, tanto
anestésicos como psicotrópicos, y todavía estaba un poco descabellada por mi
libertad.

—Valerie —dijo mi madre—. El detective tiene buenas noticias.

Consideré sentarme en la mesa, pero me lo pensé mejor y en su lugar me apoyé al


otro extremo de la isla, poniendo distancia entre el Detective Panzella y yo, que
había anhelado desde el hospital y hasta este momento no había podido hacer algo
al respecto.

Lo estudié. Como siempre, tenía puesto un traje marrón, y parecía recién aseado,
como si acabara de salir de la ducha antes de venir a casa. De hecho, pensé que
podía oler el jabón en él y que olía como el mismo tipo de jabón que usábamos en
casa. También podía oler su loción para después del afeitado, y eso
inmediatamente envió una sensación de nauseas a mi estómago. Sentí que las
lágrimas brotaban involuntariamente de mis ojos y, si hubiera tenido la posibilidad
de usar mis dos piernas, podría haber salido corriendo de la casa, gritando sólo
para alejarme de él.

—Hola —dijo. Se volvió en su asiento para darme la cara, arrastrando la taza de


café formando un pequeño arco sobre la mesa.

—Hola —respondí.

—Valerie —volvió a decir mamá—. El Detective Panzella ha venido a decirnos que


ya no eres sospechosa del tiroteo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

No dije nada. De repente, no estaba totalmente segura de que estuviera despierta.


Tal vez aún estaba en el hospital, durmiendo en la sala de psiquiatría. Me
despertaría en pocos minutos y pasearía con el grupo y les diría a todos del
extraño sueño que acababa de tener y Nan, el esquizofrénico, comenzaría a gritar
algo sobre terroristas; y Daisy lloraría y agarraría las vendas alrededor de sus
muñecas y Andy probablemente me diría que me fuera al infierno. El idiota del
terapeuta simplemente se sentaría allí, inclinando la cabeza, dejando que todos
actuaran de esa manera, y luego nos enviaría a desayunar y a tomar los
medicamentos.

—¿No es una gran noticia? —dijo mi mamá.

—Está bien —dije. ¿Qué otra cosa podía decir? ¿Gracias a Dios? ¿Te lo dije? ¿Por
qué? Nada de eso parecía precisamente adecuado en ese momento. Así que me
quedé con “está bien” y agregué—: Oh, gracias.

Lo que me parecía una cosa estúpida para decir.

—Se han presentado algunos de los testigos —explicó el detective. Tomó un sorbo
de su café—. Uno en particular pidió reunirse con el fiscal del distrito y conmigo.
Era muy detallada y persuasiva. No serás acusada.

Me sentía confundida. Quería despertar, porque me estaba empezando a sentir


aliviada y mareada, y no quería sentirme así de bien. Eso haría que al despertarme
más tarde y descubrir que aún estaba enfrentándome a la cárcel, se sintiera
todavía peor.

—¿Stacey? —gruñí, sorprendida de que ella aún estuviera dispuesta a defenderme,


aunque era obvio que no confiaba en mí y que ya no éramos amigas.

El detective negó con la cabeza.

—Rubia. Alta. De penúltimo año. Repetía: “Valerie no le disparó a nadie”.

Ésa no era la descripción de ninguno de mis amigos.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Emii_Gregori

Corregido por ★MoNt$3★

—Entonces, dime algo sobre Valerie —dijo el Dr. Hieler en nuestra siguiente visita.
Se recostó en su silla, lanzando una pierna sobre el brazo de la misma.

Me encogí. Por mucho que odiara tener a mamá a mi alrededor todo el tiempo,
echándome miradas preocupadas, deseé que se hubiera quedado en la oficina para
nuestra sesión.

—Quieres decir como… ¿por qué hablaba sobre suicidios y sobre la gente que
odiaba todo el tiempo y cosas por el estilo?

Negó con la cabeza.

—No, quiero que me hables sobre ti. ¿Qué te gusta? ¿Qué puedes hacer? ¿Qué es
importante para ti?

Me senté como una piedra. Había pasado tanto tiempo desde que me importaban
otras cosas aparte del tiroteo. Ni siquiera estaba segura de que en este momento
hubiera otra cosa sobre mí que realmente importara.

—Bueno, veo que podemos comenzar —dijo sonriendo—. Odio las palomitas de
microondas. Casi fui un abogado. Y puedo hacer un mortal hacia atrás con mis
manos11. ¿Qué hay de ti? Háblame de ti misma, Valerie. ¿Qué tipo de música te
gusta? ¿Cuál es tu sabor favorito de helado?

—Vainilla —dije. Mordí mi labio—. Um. Me gusta ese globo de aire caliente. —
Señalé hacia el techo donde colgaba un antiguo globo de aire caliente de madera—.
Es muy colorido.

Sus ojos siguieron los míos.

—Sí, a mí también me gusta. En parte porque es genial, pero también en parte


debido a la ironía. Pesa una tonelada. En esta oficina, cualquier cosa puede volar.
No importa el peso que cargue. Incluso los globos de madera. Genial, ¿no?

—Wow —dije, estudiando el globo—. Nunca llegaría a pensar en eso.

Sonrió.

11“Hacer un Mortal hacia atrás”: Es un tipo de salto gimnástico en el que una persona rota
alrededor de su plano medio, moviendo sus pies por sobre su cabeza.

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—Yo tampoco. Mi esposa fue la que pensó en eso. Sólo me gusta tomar el crédito
por ello.

Sonreí. Había algo en el Dr. Hieler que se sentía tan seguro. Quería decirle cosas.

—Mis padres se odian uno al otro —solté—. ¿Eso cuenta?

—Sólo si tú piensas que lo hace —dijo—. ¿Qué más?

—Tengo un hermano pequeño que es realmente genial. Es muy agradable conmigo


la mayor parte del tiempo. No peleamos como algunos hermanos y hermanas.
Estoy algo preocupada por él.

—¿Por qué estás preocupada por él?

—Porque me tiene como hermana. Porque tiene que ir a la escuela Garvin el


próximo año. Porque a él le gustaba Nick. Um. Cambio de tema.

—Helado de vainilla, padres infelices, un fantástico hermano. Chequeado. ¿Qué


más?

—Me gusta dibujar. Quiero decir, ya sabes, me gusta el arte.

—¡Ah! —exclamó, apoyándose hacia atrás en su silla—. Ahora estamos llegando a


alguna parte. ¿Qué te gusta dibujar?

—No lo sé —le dije—. Realmente no he dibujado nada en mucho tiempo. Desde


que era una niña. Fue una estupidez. No sé siquiera por qué lo dije.

—Eso está bien. Entonces tenemos helado de vainilla, padres infelices, un


fantástico hermano, puede o no gustarte dibujar. ¿Qué más?

Estrujé mi cerebro. Esto era mucho más difícil de lo que pensé que sería.

—No puedo hacer un salto mortal hacia atrás —dije.

Él sonrió.

—Eso está bien. Te mentí. Yo tampoco puedo hacer un. Pero creo que estaría bien
aprender, ¿no crees?

Reí.

—Sí, supongo. Pero la mayor parte de los días no puedo realmente caminar muy
bien.

Hice un gesto hacia mi pierna. Él asintió.

—No te preocupes. En un abrir y cerrar de ojos volverás a correr. Tal vez incluso
hagas volteretas hacia atrás. Uno nunca sabe.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Quedé impune —dije—. Del tiroteo, quiero decir.

—Lo sé —respondió—. Felicitaciones.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —le pregunté.

—Desde luego.

—¿Cuando tú hablas con mamá... durante sus sesiones... ella me culpa de todo a mí?

—No —dijo.

—Quiero decir, ¿te dijo lo mucho que odiaba a Nick y cuántas veces intentó hacer
que rompiera con él? ¿Te dijo que obtuve lo que me merecía con mi pierna?

El Dr. Hieler negó con la cabeza.

—Ella nunca ha dicho ninguna de esas cosas. Expresó su preocupación. Está muy
triste. Se culpa a sí misma. Piensa que debería haberte prestado más atención.

—Probablemente quiere que te sientas mal por ella y que me odies, como todo el
mundo.

—Ella no te odia, Valerie.

—Supongo. Sin embargo, Stacey sí me odia —le dije.

—¿Stacey? ¿Una amiga? —preguntó, con aire despreocupado, aunque tuve la


sensación de que con el Dr. Hieler, casi ninguna pregunta era imperturbable.

—Sí. Hemos sido amigas desde que éramos niñas. Ella vino ayer por la noche.

—¡Genial! —El Dr. Hieler me examinó de cerca y corrió su dedo índice sobre su
labio inferior, pensativamente—. No pareces feliz por eso.

Me encogí.

—Bueno, sí. Fue genial que ella pasara por allí. Es sólo que... no lo sé.

Dejé que la frase colgara en el aire.

Me encogí de nuevo.

—Le dije a mi hermano que le dijera que estaba dormida de modo que se marchara.

Él asintió.

—¿Por qué?

—No lo sé. Es sólo que... —Me moví nerviosamente—. Es sólo que ella nunca se
molestó en preguntarme si yo estuve involucrada en el tiroteo. Se suponía que ella

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

estuviese de mi lado, ¿sabes? Pero no lo está. No realmente. Y piensa que debería


disculparme. No ante ella. Ante todo el mundo. Como, públicamente o algo así.
Como que debería ir ante cada familia y pedirles perdón por lo sucedido.

—¿Y qué piensas tú acerca de eso?

Esta vez me tocó estar en silencio. No sabía qué pensar de eso, además de que la
idea de hacer frente a todas aquellas personas —los afligidos que gritaban
pidiendo justicia cada vez que encendía la televisión o abría un periódico o veía la
portada de una revista— todavía me hacía sentir mal del estómago.

—Hice que Frankie la alejara, ¿no? —dije en voz baja.

—Sí, pero no querías que se fuera —dijo. Nuestros ojos se encontraron, y luego de
pronto se levantó y arqueó su espalda, elevando las manos por encima de su
cabeza—. Me han dicho que está todo en las piernas —dijo, más o menos en
cuclillas como si fuera a saltar en el aire.

—¿Qué está todo en las piernas?

—Un buen mortal hacia atrás.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Vannia

Corregido por Marina012

Frankie y yo estábamos sentados en la mesa de la cocina, como siempre, él


comiendo su cereal, yo comiendo un cambur, cuando noté el periódico doblado
sobre la mesa debajo de su codo. Únicamente cuando lo vi se me ocurrió que era la
primera vez que veía un periódico desde que había llegado a casa.

—Déjame ver eso —dije, señalándolo.

Frankie le echó un vistazo, palideció, y sacudió la cabeza.

—Mamá dice que no debes leer el periódico.

—¿Qué?

Él tragó su cereal.

—Mamá dice que se supone que nosotros debemos impedirte ver los periódicos y,
ya sabes, la televisión y esas cosas. Y se supone que debemos colgar si un reportero
llama al teléfono. Pero ya no llaman tanto como lo hacían cuando estabas en el
hospital.

—¿Mamá no quiere que vea el periódico?

—Ella piensa que te volverás a poner triste si ves esas cosas.

—Eso es ridículo.

—Debió de haberse olvidado y dejó éste afuera. Lo arrojaré a la basura.

Agarró el periódico y empezó a levantarse. Me tambaleé para ponerme de pie y lo


agarré.

—No, tú no lo harás —dije—. Dame el periódico, Frankie. Lo digo en serio. Mamá


no sabe de lo que está hablando. Vi la televisión en el hospital cuando mamá no
estaba cerca. Lo vi todo. Sin mencionar, que yo estaba en el tiroteo, ¿recuerdas?

Él volvió a empezar a dirigirse al bote de basura, pero titubeó. Le sostuve la mirada.

—Estoy bien, Frankie, de verdad —dije suavemente—. No me pondré triste, lo


prometo.

Poco a poco me lo extendió.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Bueno, pero si mamá pregunta…

—Sí, sí, le diré que fuiste todo un Boy Scout. Como sea.

Él recogió su plato de cereal y lo llevó al lavabo. Me hundí en la mesa y leí el


artículo de la primera página:

AUTORIDADES ESCOLARES VEN SOLIDARIDAD

COMO CONSECUENCIA DE UN TRÁGICO TIROTEO

ANGELA DASH

Los estudiantes de la Preparatoria Garvin, quienes regresaron a clases la semana


pasada, mostraron un cambio significativo en la manera en que ven la vida y la
forma de relacionarse entre sí, de acuerdo con el director Jack Angerson.

“Si hay algo que pueda considerarse remotamente bueno de esta tragedia”, dijo él, “es
que los estudiantes parecen haber llegado a un acuerdo unos con otros y con el viejo
dicho de ‘vive y deja vivir’”.

Según Angerson, no es extraño ver a los ex enemigos sentarse juntos en el almuerzo,


ver viejas disputas terminadas mientras que los estudiantes se reúnen en un nivel
más consciente.

“Las cosas están mucho más pacíficas”, dijo. “Ya casi nunca tenemos el número de
quejas provenientes de la oficina del consejero sobre las pequeñas cosas que solíamos
tener”.

Los problemas de mal comportamiento en el aula de clase también son cosas del
pasado, de acuerdo con Angerson, quien predice que la escuela espera ver una
disminución en el número de problemas de mal comportamiento en los próximos
años.

“Creo que los estudiantes están comenzando a comprender que aquí todos somos
amigos. Que las críticas, opiniones crueles, y la pronta aversión que es tan común en
los chicos de esta edad, simplemente no valen la pena. Desafortunadamente han
tenido que descubrirlo por las malas. Pero ellos aprendieron y han cambiado. Por lo
tanto, creo que esta generación hará del mundo un mejor lugar”.

A los estudiantes se les permitió regresar al edificio para completar el año escolar,
aunque Angerson admite que el plan de estudios ha pasado a segundo plano, frente a
lo que él llama “control de daños”. El distrito contrató un equipo de asesores
capacitados para trabajar con los estudiantes en asimilar lo que pasó el 2 de mayo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Angerson también reporta que los estudiantes no están obligados a regresar. Los
exámenes finales no serán aplicados, y los profesores están trabajando de cerca con
los estudiantes de forma individual, para asegurarse de que tengan la calificación
que ellos necesitan.

“Tenemos a algunos profesores que están dirigiendo grupos de estudio en sus casas
por la noche. Algunos en la biblioteca. Otros lo están haciendo por internet. Pero
muchos de los chicos regresaron”, dijo Angerson. “Algunos de ellos realmente tienen
un espíritu escolar y querían demostrar su apoyo a la Preparatoria Garvin. Querían
demostrar que no estaban asustados. Honestamente, la razón principal por la que
reanudamos las clases fue en respuesta a la protesta de los estudiantes”.

Angerson reporta que él está orgulloso de los estudiantes de la Preparatoria Garvin


por mantener su lealtad con su escuela y siente que, en los próximos años, los
estudiantes de la Preparatoria Garvin serán fuertes líderes de la sociedad. “Estoy muy
orgulloso de ellos por comenzar la primera ola en la que creo que algún día serán los
agentes del cambio en este mundo”, añadió Angerson. “Si alguna vez hay paz mundial,
vendrá a través de estos chicos”.

Yo contrabandeé el artículo hasta el interior de la oficina del Dr. Hieler más tarde
ese día. Él apenas había cerrado la puerta cuando yo dejé caer el periódico sobre la
mesa de café entre nosotros.

—¿Eso lo hace un héroe, Dr. Hieler? —pregunté.

El Dr. Hieler escaneó el periódico con sus ojos mientras se acomodaba en su silla.

—¿A quién?

—A Nick. Si las personas que sobrevivieron son más fuertes y todo lo relacionado
con la paz es cierto, como lo dice la noticia, ¿eso lo convierte a él en un héroe? ¿Él
es como la versión del siglo veintiuno de John Lennon? ¿Un repartidor de paz con
una pistola?

—Comprendo que sería más fácil para ti pensar en él como un héroe. Pero, Valerie,
él mató a un montón de chicos. Lo más probable es que mucha gente no vaya a
pensar en él como un héroe.

—Pero parece muy injusto que la escuela simplemente siga adelante y que
finalmente ellos estén aceptando a todos y que nadie esté diciendo nada más
cuando Nick se ha ido. Quiero decir, sé que es por su propia culpa que él se fueran,
pero sin embargo, ¿por qué ellos simplemente no pudieron haberlo visto antes?
¿Por qué tuvo que haber pasado esto? Simplemente no es justo.

—La vida no es justa. Un lugar justo es donde comes perros calientes y montas la
rueda de la fortuna.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Odio cuando dices eso.

—Al igual que mis hijos.

Me disgusté, con la mirada fija en el artículo hasta que las palabras parecieron
borrosas.

—Probablemente estás pensando que yo soy una idiota por estar un poco
orgullosa de él.

—No, pero no creo que tú realmente estés orgullosa. Creo que estás enojada.
Pienso que desearías que este cambio de actitud en Garvin hubiese pasado antes y
entonces tal vez nada de esto hubiera sucedido. Y también pienso que tú realmente
no crees que eso sea cierto.

Y por primera vez —aunque ciertamente no por última vez— le conté todo al Dr.
Hieler. Todo. Desde haber hablado acerca de Hamlet sentados en la cama
distendida de Nick hasta el deseo de que Christy Bruter pagara en grande por lo
que le hizo a mi reproductor de Mp3, y la culpa que estaba sintiendo. Todo lo que
no puede decirle al policía en mi cama del hospital. Que no pude decirle a Stacey. Ni
a mamá.

Tal vez era la forma en que el Dr. Hieler me miraba, como si él fuera la única
persona en el mundo que podía entender como era que todo se había salido de
control. Tal vez era simplemente que ya estaba preparada. Quizá fue el artículo del
periódico. Tal vez era la forma en que mi cuerpo estallaba, dejando escapar la
presión antes de que me autodestruyera.

Era un volcán de problemas, remordimiento y rabia, y el Dr. Hieler se mantuvo con


fuerza bajo la caída de todo eso. Él me observaba fijamente, hablando en voz baja,
llanamente. Asintió sombríamente.

—¿Crees que yo lo hubiera hecho? —exclamé en un momento—. ¿Si hubiera tenido


una pistola, le habría disparado a Christy? Porque cuando Nick dijo “vamos a
terminar con esto”, y pensaba que él iba a, no sé, avergonzarla o tal vez darle una
paliza o algo por el estilo, me sentí muy bien. Algo así como aliviada. Quería que él
se encargara de ella.

—Eso es algo natural, ¿no lo crees? Simplemente porque estabas feliz de que Nick
fuera a defenderte no quiere decir que tú hubieras tomado una pistola y le habrías
disparado a ella.

—Estaba enojada. Dios, realmente muy enojada. Ella rompió mi reproductor de


Mp3 y yo estaba muy enojada.

—De nuevo, es algo natural. Yo también habría estado enojado. El enojo no es igual
a la culpabilidad.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Se sentía bien tenerlo a él de mi lado, ¿sabes?

Él asintió con la cabeza.

—Pensaba que él iba romper conmigo, así que tenerlo defendiéndome era algo
realmente bueno. Eso me tranquilizó. Pensé que íbamos a estar bien. Ni siquiera
pensé en la Lista de Odio.

Una vez más, él asintió, sus ojos entrecerrados mientras yo me sentía más nerviosa.

Sus palabras flotaron lentamente en el aire, envolviéndose a mi alrededor.

—Valerie, tú no le disparaste. Nick le disparó. No tú.

Me recosté en los cojines del diván y tomé un sorbo de mi Coca-Cola. Hubo un


golpeteó superficial en la puerta y la secretaria del Dr. Hieler asomó su cabeza.

—Su paciente de las tres en punto está aquí —dijo ella.

Los ojos del Dr. Hieler nunca se desviaron de mí.

—Dile que me atrasaré un poco hoy —dijo él. Su secretaria asintió y desapareció.
Después de que ella se marchara, fui muy consciente del silencio que se extendió
entre nosotros por la habitación. Podía escuchar la puerta cerrarse en el vestíbulo,
a alguien hablando en el pasillo. Me sentí avergonzada, expuesta, un poco incrédula
de que hubiera soltado todo eso. Quería escabullirme de allí, no volver a ver al Dr.
Hieler, esconderme en mi habitación y ser llevada por los caballos del papel tapiz
de mi pared a un lugar donde no fuera tan vulnerable.

Pero, me di cuenta con un cierto grado de horror, incluso serena, que aún no había
terminado. Había más. Más oscuridad, cosas peores que tenía que saber. Cosas que
me perseguirían por la noche y no me dejarían ir, como un hormigueo detrás de mí
oreja, un lugar con comezón que no pudiera ser identificado y no se pudiera rascar.

—¿Qué hay si no lo tomé en serio en ese entonces pero tal vez ahora sí? —
pregunté.

—¿Tomar en serio qué?

—La Lista de Odio. Tal vez no era mi intención que aquellas personas murieran,
pero en algún momento, subconscientemente, realmente lo quise. Y quizá Nick lo
notó. Tal vez él sabía algo sobre mí que ni siquiera yo sabía. Tal vez todos lo veían y
esa es la razón por la que me odian tanto, porque soy una farsante. Puse todo en
movimiento con esa estúpida lista y luego dejé que Nick hiciera el trabajo sucio. Así
que, no sé, tal vez ahora debería tomármelo en serio. Tal vez eso haría que todos se
sintieran mejor.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Dudo que más asesinatos pudieran hacer que alguien se sintiese mejor, mucho
menos a ti.

—Ellos esperan eso de mí.

—¿Y qué? ¿A quién le importa lo que ellos esperen? ¿Tú qué esperas de ti? Eso es lo
que realmente importa.

—Ésa es la cuestión, ¡no sé qué esperar de mí! Porque todo lo que esperaba sobre
cualquier cosa se ha ido a la mierda. Y creo que las personas están decepcionadas
de que yo no haya muerto. Los papás de Christy Bruter definitivamente piensan
que debí haberme matado después de lo que paso, al igual que Nick. Ellos
desearían que Nick hubiera tenido una mejor puntería cuando me disparó.

—Son padres y también están sufriendo. Aun así, dudo que ellos quisiesen que tú
estuvieras muerta.

—Pero tal vez yo si quisiera que ella estuviera muerta. Tal vez una parte de mí
siempre quiso que ella muriera.

—Val… —dijo el Dr. Hieler, y su titubeo lo dijo todo: Si no dejas de hablar de esta
manera, no tendré otra opción que volverte a encerrar en la sala de psiquiatría con el
Dr. Dentley. Me mordí mi labio. Una lágrima se deslizó por mi mejilla y no por
primera vez, me afligí por el deseo de que Nick me abrazara.

—Es simplemente que me siento como una mala persona porque incluso ahora hay
algunas veces en las que me encuentro a mí misma deseando que él tan sólo
estuviera en la cárcel, y así yo podría volverlo a ver —dije. De repente volví a
sorprenderme con ese recuerdo, Nick sosteniéndome por las muñecas sobre el
piso de su dormitorio, diciéndome que nosotros podríamos ser ganadores. Él
inclinándose hacía mí para besarme. Me senté en el diván, sintiéndome más sola de
lo que me había sentido alguna vez. Sintiendo más frío de lo que jamás hubiera
imaginado que era posible. Sintiendo que, de todo el horror de lo que había pasado,
esto era lo peor. Esto era lo peor porque, incluso después de todo lo que había
hecho, seguía extrañando a Nick. A veces logramos ganar también, me había dicho
él y, al volver a escuchar esas palabras en mi mente, comencé a llorar,
miserablemente, dolorosamente, el Dr. Hieler se movió junto a mí en el diván, con
su mano sobre mi espalda—. Estoy tan triste sin él —sollocé, tomando un pañuelo
de la mano del Dr. Hieler—. Simplemente estoy tan triste.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

PARTE
TRES

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por PaolaS

Corregido por Marina012

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Max Hills, 16. “Yo pensaba que eran amigos”, dijo una estudiante sobre la decisión de
Levil de disparar a Hills, quien fue declarado muerto en la escena. “Definitivamente
tenía la intención de dispararle”, agregó. “Él, como que, se agachó para mirar debajo
de la mesa y asegurarse de que sabía a quién le estaba disparando antes de hacerlo”.

Hills fue descrito por sus amigos como un estudiante tranquilo, bueno para las
matemáticas y la ciencia, pero no demasiado involucrado en muchas actividades
extracurriculares, se le había visto en muchas ocasiones hablando con Levil, tanto en
la escuela como fuera de ella. Muchos pensaban que los dos eran amigos, lo que dejó
a una gran cantidad de estudiantes preguntándose por qué Levil tenía como objetivo
a Hill, si es que de hecho, lo hizo.

“Tal vez él pensó que era otra persona”, dijo Erica Fromman, una estudiante de
último año. "O tal vez no le importaba si eran amigos o no", una hipótesis que deja a
algunos preguntándose si las víctimas fueron más aleatorias de lo que inicialmente se
sospechaba.

Sin embargo, Alaina, la Madre de Hills, dice que ella cree que Max fue un objetivo
deliberado. “No le quiso prestar su camioneta a Nick el verano pasado”, dijo a los
periodistas. “Y al día siguiente alguien rompió los faros de Max en el estacionamiento
mientras se encontraba en el trabajo. Max nunca pudo probar que fue Nick quien lo
hizo, pero ambos sabíamos que había sido él. No fueron amigos desde entonces. No
volvieron a hablar de nuevo. Max estaba bastante enojado por los faros. Él mismo
compró esa camioneta”.


Cuando llegué a casa de la escuela, después de mi segundo día de estar de vuelta,
yo realmente dudé de mi capacidad para seguir yendo a esa escuela. Olvídate de la
transferencia al final del semestre. Yo no podría soportarlo por tanto tiempo.

Ginny Baker nunca regresó a clases… al menos no a las clases que tenía conmigo. Y
Tennille nunca me miró a los ojos. Y Stacey y yo nunca nos sentábamos juntas en el
almuerzo. Pero casi todo el resto del mundo ignoraba mi existencia, lo cual me

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

pareció bastante bueno. Pero era difícil. Ser una paria, sin ni siquiera tener amigos
marginados, era difícil.

Yo estaba muy contenta de volver a casa en el segundo día, a pesar de que mamá se
mantuvo tratando de jugar a la mamá conmigo, como si tuviera siete o algo así,
haciéndome preguntas sobre la tarea, mis maestros y —mi favorita— sobre mis
amigos. Aún creía que yo tenía algunos de ellos. Ella realmente creía en los
informes de prensa.

Los que decían que estábamos todos tomados de las manos y hablando de la paz y
del amor y la aceptación todos los días. Los que decían que los chicos eran
“increíblemente resistentes, sobre todo cuando se trataba del concepto de perdón”.
A menudo me preguntaba si esa periodista, Angela Dash, era real. Todo lo que
escribía la mujer era un chiste total.

Como de costumbre, cuando llegué a casa, tomé un bocadillo y me dirigí a mi


habitación. Me quité los zapatos, encendí el estéreo, y me senté con las piernas
cruzadas sobre la cama.

Abrí mi mochila, con la intención de hacer mi tarea de biología, pero me encontré


sacando el cuaderno negro en su lugar. Extendiéndolo, lo abrí. Durante el día había
trazado una línea de estudiantes de educación física con enormes agujeros por
boca en sus rostros, saliendo a la pista. Un maestro, el maestro de español, el Sr.
Ruiz… mirando a lo largo de una escalera llena de estudiantes animados, su rostro
estaba en blanco, plano, como un óvalo vacío. Y, mi favorito, el Sr. Angerson en la
parte superior de una versión minúscula de la Preparatoria Garvin, su rostro tenía
un notable parecido con Chicken Little. Mi versión de la “vida nueva y mejorada en
la Preparatoria Garvin”. Estaba viendo lo que era real, como el Dr. Hieler había
sugerido.

Perdí la noción del tiempo, mejorando un boceto que había hecho de Stacey y Duce
en la mesa del almuerzo, sus espaldas eran paredes de ladrillos, y me sorprendí al
ver que el sol estaba mucho más bajo en el cielo cuando un golpe en la puerta me
interrumpió.

—Más tarde, Frankie —grité. Necesitaba tiempo para pensar, tiempo para
relajarme. Quería terminar el boceto para poder hacer mi tarea de bio.

El golpe vino de nuevo.

—¡Ocupada! —grité.

Unos segundos más tarde, la manija de la puerta giró y una grieta se abrió. En
silencio, me maldije por haber olvidado pasar el cerrojo.

—Dije que estoy… —empecé a decir, pero me detuve cuando Jessica Campbell se
asomó a través de la pequeña grieta en la puerta.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Lo siento —dijo—. Puedo volver más tarde. Es sólo que estuve tratando de
llamar un par de veces y tu mamá dijo que no pasarías al teléfono. —Ah, mamá al
parecer todavía estaba seleccionando mis llamadas.

—Así que, ¿te dijo que vinieras? —pregunté, incrédula. Mi madre conocía a Jessica
Campbell. Todo el mundo conocía a Jessica Campbell. Sólo el hecho de que ella
estuviera suelta en mi casa parecía... arriesgado, en el mejor de los casos.

—No, esa fue mi idea. —Jessica entró y cerró la puerta detrás de ella. Se acercó a la
cama y se quedó de pie al final de la misma—. En realidad, cuando llegué aquí, me
dijo que no me verías. Pero le dije que tenía que intentarlo de todos modos, así que
me dejó entrar, no creo que le agrade mucho.

Me reí.

—Confía en mí, si pudiera tenerte de hija ella probablemente mojaría sus


pantalones. No eres tú quien no le gusta, soy yo. Pero eso no es algo nuevo. —Me di
cuenta tan pronto como lo dije, que era una cosa embarazosa para decir a alguien
que realmente no conoces—. ¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, cambiando
de tema—. No es como si te agradara.

El rostro de Jessica se puso muy rojo y por un segundo pensé que ella iba a llorar.
Una vez más me sorprendió lo no-Jessica que estaba siendo. La confianza se había
ido, la superioridad estaba perdida, todo sustituido por esta vulnerabilidad extraña
que no lucía acorde a ella. Ella sacudió la cabeza hacia un lado, lanzando
hábilmente su pelo sobre un hombro, y se sentó en la cama.

—Me siento con Stacey en el cuarto periodo —dijo.

Me encogí de hombros.

—¿Y?

—Y a veces hablamos de ti.

Sentí el calor subiendo a mi cara. Mi pierna comenzó a palpitar, como siempre lo


hacía cuando me ponía ansiosa. El Dr. Hieler me dijo que la sensación punzante de
mi pierna probablemente estaba en mi cabeza, sólo que no usó esas palabras. Él
dijo algo mucho más agradable, estoy segura, pero yo sólo lo recuerdo de esa
manera… que todo estaba en mi cabeza. Apoyé la mano sobre la abolladura en mi
muslo, presionándola por encima de mis vaqueros.

Así que así seria, ahora que yo volvía a ser parte de la corriente, ellos iban a salirse
de su camino para asegurarse de que yo supiera que no era oficialmente parte del
todo. Ya no tendrían que esperar a que llegara la hora de almorzar o a pasar por mi
casillero para hacerme sentir como la chica que todo el mundo odiaba. Ellos iban a
venir a mi casa a decírmelo. ¿Era eso? ¿Era este mi castigo?

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Así que ¿Viniste a mi casa para decirme que charlas con mi ex-mejor amiga
acerca de mí?

—No —dijo Jessica. Ella arrugó la frente, como si estuviera loca sólo por sugerir tal
cosa. La frente arrugada era una expresión que reconocía en ella, ésta solía
preceder un comentario malcriado. Me preparé para ello, pero en vez de eso ella
suspiró y se miró las manos—. No. Stacey y yo hablamos de cómo pensamos que
fuiste ensuciada por Nick.

—¿Ensuciada?

Ella utilizó su dedo medio para deslizar su flequillo hacia un lado y meterlo en su
oreja.

—Sí. Ya lo sabes. No eras culpable. Sin embargo, fuiste arrastrada con él. Y
entonces cuando decidieron que no eras culpable, ellos nunca dijeron mucho al
respecto.

—¿Ellos?

—Ya sabes. Las noticias. Los medios de comunicación. Ellos sólo hablaban de cómo
eras culpable y que la policía no estaba llegando al fondo del asunto, pero en
realidad nunca dijeron mucho cuando la policía decidió que no lo hiciste. De
verdad es que no es justo.

Mi mano se relajó un poco en mi pierna y mis dedos se cerraron alrededor de mi


lápiz. Algo no estaba cuadrando aquí. Jessica Campbell estaba sentada en mi cama,
defendiéndome. Yo casi tenía miedo de creerlo.

Ella miró hacia abajo, al bloc de notas en mi regazo.

—La gente sigue diciendo que estás comenzando otra Lista de Odio. ¿Es ése?

Yo también miré al cuaderno.

—¡No! —Involuntariamente, cerré el libro y lo metí debajo de mi pierna—. Es algo


en lo que estoy trabajando. Un proyecto de arte.

—Oh —dijo—. ¿Angerson te ha dicho algo al respecto?

—¿Por qué lo haría? —Pero ambas sabíamos la respuesta a por qué debería y
ninguna de las dos lo dijo en voz alta.

Jessica inspeccionó mi habitación en silencio. Vi su mirada en los montones de


ropa en el suelo, los platos sucios en el armario, la foto de Nick que se había salido
del bolsillo de mis vaqueros anoche, cuando me los quité y que no me había
molestado en recoger y volver a ocultar. ¿Era mi imaginación o sus ojos se
detuvieron un poco en la foto?

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Me gusta tu habitación —dijo. Pero era algo muy patético que decir, así que ni
siquiera me molesté en responder y creo que ella podría haber estado agradecida
por ello.

—Tengo deberes —le dije—. Así que...

Se puso de pie.

—Por supuesto. De acuerdo. —Su pelo rubio se balanceaba como si fuera un


péndulo. Creo que su pelo estuvo en la Lista de Odio en un momento dado. Traté de
no pensar en eso—. Escucha, la razón por la que vine... el consejo estudiantil está
haciendo este proyecto. Un memorial. Para la graduación, ya sabes. ¿Crees que
podrías trabajar en él con nosotros?

Me mordí el labio inferior. ¿Trabajar con el Consejo Estudiantil en un proyecto?


Algo estaba definitivamente mal. Me encogí de hombros.

—Voy a pensar en ello.

—Cool. Tenemos una reunión el jueves en el salón de la Sra. Stone. Ya sabes, una
lluvia de ideas.

—¿Estás segura de que me quieren allí? Quiero decir, ¿no tiene que haber una
votación del Consejo Estudiantil?

Le tocó el turno de encogerse de hombros. Miró hacia la ventana cuando lo hizo, lo


que me hizo pensar que definitivamente creía que no.

—Yo te quiero allí —dijo, como si eso fuese lo único que importaba.

Asentí con la cabeza, no dije nada. Ella pareció flotar en el medio de la habitación
durante unos segundos, pensando. Como si no podía decidir si debía quedarse o
irse. Como si ella no pudiera entender cómo había llegado allí en primer lugar.

—Así que, todo el mundo está diciendo que tú estabas involucrada en ello. Me
refiero al tiroteo —dijo en voz muy baja—. ¿Sabías lo que él estaba planeando?

Tragué saliva y miré por la ventana.

—No lo creo —le dije—. Yo no sabía que él realmente quería decir todo eso. Eso
probablemente suena muy patético, pero es lo mejor que puedo hacer ahora
mismo. Él no era un mal tipo.

Ella consideró mi respuesta, siguió mi mirada por la ventana y asintió ligeramente


con la cabeza.

—¿Me salvaste a propósito? —preguntó.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—No lo creo —le dije otra vez, entonces cambié de opinión—. No, estoy bastante
segura de que no lo hice.

Ella asintió de nuevo. Creo que ésa fue la respuesta que ella esperaba. Se fue tan
silenciosamente como había venido.

Más tarde, mientras estaba sentada en la oficina del Dr. Hieler, haciendo equilibro
con una lata de Coca-Cola sobre mi rodilla, le relaté el extraño escenario a él.

—Estar allí sentada, con Jessica Campbell en mi cama, era totalmente extraño.
Quiero decir, me sentía desnuda... o algo así con ella en la habitación. Como todo lo
que ella mirara parecía privado. Me ponía nerviosa.

Él se rascó la oreja y sonrió.

—Eso es bueno.

—¿Fue bueno que yo estuviera nerviosa?

—Fue bueno que lo manejaras.

En otras palabras, que no le dijera que se fuera.

En cambio, ella tan sólo se fue. Y después de haberse ido, volví a encender mi
estéreo y me estiré en la cama. Me volví sobre uno de mis costados y me quedé
mirando los caballos en mi pared. Uno de ellos parecía brillar un poco, cuanto más
lo miraba, más parecía querer despegar.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por Vapino

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Karie Renfro, 15. La estudiante de segundo año Katie Renfro no estaba en el Cafetín
cuando se convirtió en víctima de los disparos. “Katie sólo estaba pasando luego de
dejar la oficina de orientación”, Adriana Tate, la consejera de la escuela, le dijo a los
reporteros. “Ella ni siquiera conocía a Nick Levil, no lo creo”, agregó.

Renfro, cuyas heridas no eran mortales, fue golpeada en los bíceps por una bala
perdida que parecía haber rebotado cerca de un armario del Cafetín.

“No dolió tanto”, dijo Renfro. “Se sintió más como una picadura. Ni siquiera sabía que
me habían disparado hasta que cuando salí uno de los bomberos me dijo que tenía
sangre rodando por la parte de atrás de mi brazo. Luego empecé a enloquecer. Pero
creo que enloquecí porque todos los demás estaban así, ¿sabes?”

Los padres de Renfro reportaron que habían tomado la decisión de sacar a Katie de
la escuela pública permanentemente.

“No lo pensamos”, dijo Vic Renfro. “Siempre estuvimos algo preocupados de que Katie
fuera a una escuela pública. Esto sólo cerró el trato”.

“Uno nunca sabe”, agregó la madre de Katie, Kimber Renfro, sombríamente, “con
quien va a estar tu hijo en una escuela pública. Dejan entrar a todo el mundo en esos
lugares. Aun a los chicos con problemas. Y no queremos que nuestra hija ande con
niños problema”.


—Ella está exagerando todo eso —dije. Estaba dando vueltas… algo que no hacia
comúnmente en la oficina del Dr. Hieler. Aunque claro, normalmente no estaba
debajo del microscopio de mi madre, que se ponía más intensa con cada día que
pasaba. Era como si en vez de confiar más en mí, mientras pasaba el tiempo,
confiara menos. Como si tuviera miedo de que si paraba de mirarme, sólo por un
segundo, iba a terminar envuelta en otro tiroteo.

- 147 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Bueno, ¿me estás culpando? —dijo mi madre. Ella suspiró y se limpió la nariz
con un pañuelo de papel que había sacado del bolsillo de su chaqueta—. Sólo me
cuesta creer que ella ahora quiera salir con esa gente y que ellos quieran salir con
ella. ¿Y ahora un proyecto memorable? Seguramente no es sano seguirse centrando
en el incidente. Seguramente no está avanzando, ¿verdad?

—Por última vez, mamá. No quiero andar con ella. Estoy trabajando en un
proyecto. Eso es todo. Un proyecto del colegio. Creo que querías que volviera con
mis proyectos del colegio. Ésta es mi manera de “avanzar” con mi vida.

Mamá niega con la cabeza.

—Hace dos días ella no quería ni siquiera ir al colegio. Y ahora ella quiere trabajar
en un proyecto escolar con todos los chicos de esa lista —le dijo al Dr. Hieler—. Es
sospechoso, ¿no cree? Suena como falso para mí.

Está vez me volteé al Dr. Hieler.

—Ella no le habló a Jessica, yo sí. Jessica estaba siendo seria cuando me lo pidió. No
era falso.

El Dr. Hieler asintió, todavía frotándose los labios, pero no dijo nada.

Mi mamá negó con su cabeza, como si fuera una tonta por creerle a Jessica
Campbell. Como si fuera una tonta por todo en lo que he creído, sólo porque una
vez creí en Nick.

Había un silencio en la oficina y mi mamá me miraba.

—¿Qué? —le dije finalmente. Mi voz estaba subiendo demasiado de volumen—.


¿Por qué me miras así? No va a herirme. No me tendió una trampa, ¿ok? ¿Por qué
es tan duro de entender? ¿Acaso no has estado viendo TV? ¿No has visto como los
tiroteos cambian todo en un colegio? Las personas no son iguales. No me van a
herir.

—No estoy preocupada porque ellos te hieran —dijo mi madre con la voz ronca.
Me miró a los ojos. Se sonó la nariz de nuevo con el pañuelo.

Miré de ella al Dr. Hieler. Seguía sentado con su dedo índice descansando en sus
labios. No dijo nada. No se movió.

—¿Entonces de qué estás preocupada? —le pregunté.

—¿Vas a herirlos? —me dijo mi madre—. ¿Te vas a unir a ellos para así terminar el
trabajo que Nick empezó?

Me dejé caer en una silla.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

En todo su llanto, suplica, prohibición, escondiendo periódicos y trayéndome al Dr.


Hieler… nunca fue para protegerme de los demás. Era para protegerlos de mí. Era
sobre yo haciéndoles daño. Sobre yo siendo la chica mala.

No importaba lo que dijera, no podría cambiar eso en los ojos de mi madre.

—Es sólo que antes no ponía cuidado —dijo medio a mí, y medio al Dr. Hieler—. Y
mira lo que pasó. La gente cree que soy una persona horrible y, no sé, tal vez
tengan razón. Una madre debería saber estas cosas. Una madre no debería estar así
de sorprendida como lo estuve. Entre más la deje ir… más creo que va a haber
muertes en mi conciencia.

Se limpió la nariz mientras el Dr. Hieler le hablaba en voz suave, con voz
comprensible. Pero estaba muy entumecida como para escuchar lo que él decía.

Había cambiado a mi madre. Había cambiado su rol como madre. Ya su propósito


no era tan claro y fácil como lo había sido desde que nací. No era más su trabajo
protegerme del resto del mundo. Ahora su trabajo era proteger al resto del mundo
de mí.

Y eso era muy injusto.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por Vapino

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

MAYO 3, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Chris Summer, 16. Summers murió como héroe, dijeron los testigos.

“Él estaba tratando de sacar a todos del camino”, dijo Anna Ellerton de 16 años.
“Estaba ayudando a las personas a salir de la puerta hacia el pasillo. Ese era el tipo
de cosas que Chris solía hacer, ¿sabes? Tratar de organizar las cosas”.

De acuerdo con Ellerton, Summers fue empujado hacia atrás por estudiantes
desesperados que intentaban huir de la cafetería, y terminó en el camino de Levil.

“Nick se rió y le preguntó, quién era el chico grande ahora, y luego le disparó”, dijo
Ellerton. “Me imaginé que estaba muerto, así que sólo seguí corriendo. No sé si murió
de una o no. Todo lo que sé es que estaba tratando de ayudar. Todo lo que hacía era
tratar de ayudar”.


Casi me regreso. Miré a través de la larga ventana en la puerta del salón y vi a un
grupo de chicos sentados en un círculo de sillas, Jessica Campbell en el medio de
ellos, hablando con seriedad. La Sra. Stone, la profesora asesora del Consejo
Estudiantil, estaba sentado en un escritorio ligeramente a un lado.

Ella tenía sus piernas cruzadas y un zapato colgando de su pie. Me recordó una foto
del periódico que vi luego del tiroteo… un sólo zapato de tacón abandonado
enfrente de la acera de la escuela, su portador estaba demasiado asustado,
demasiado herido o demasiado muerto como para recogerlo.

¿Había pasado menos de un año desde que estuvimos sentados en el auditorio de


la escuela escuchando el discurso de los candidatos al Consejo Estudiantil? La
verdad, no fue hace tanto. Nick y yo nos presentamos con nuestro salón de clase, e
inmediatamente después empezamos a buscarnos a través de la habitación,
rodando nuestros ojos a los candidatos para el consejo, uno a uno, mientras
tomaban el escenario, diciéndonos en lenguaje corporal lo que no nos podíamos
decir en voz alta.

- 150 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Por quién votaste en la asamblea? —le pregunté luego esa noche cuando nos
reunimos.

Estaba con el pecho desnudo, recostado a mi lado en una tienda de camping en el


prado detrás de su casa. Hablamos estado yendo cada tarde desde que el clima
había cambiado, usándolo sólo como un lugar para escapar, estar solos, leer cosas y
hablar de cosas importantes para nosotros.

Había encendido su linterna e iluminó la parte superior de la tienda. Una sombra


de araña bailó en la luz, tratando de subir en la tienda. Me preguntaba qué
planeaba hacer una vez llegara allí. O era así como se pasaban la vida las arañas…
por siempre escalando para llegar al pico de algún lugar. ¿Escalar era su única
meta?

—Por ninguno —dijo Nick de repente—. De todas maneras no me podría importar


menos.

—Yo escribí el nombre de Homero Simpson —dije y ambos nos reímos—. Espero
que Jessica Campbell no llegue a ser presidenta.

—Sabes que lo será —me dijo. Apagó la luz y de repente todo estaba negro en la
tienda. No podía ver nada… sólo podía saber que no estaba sola por el calor que
vibraba de Nick a mi lado.

Me moví en mi saco de dormir y me rasqué la pantorrilla con la punta de mi otro


pie. Ahora que no podía ver la sombra de la araña estaba segura que la tenía en mi
cuerpo… su nueva conquista.

—¿Crees que nuestro último año va a ser diferente? —le pregunté.

—¿Quieres decir que si votamos por Jessica Campbell va a parar de llamarte


Hermana Muerte y Chris Summers dejará de ser un imbécil? —preguntó.

—No.

Ambos nos quedamos en silencio luego, escuchando a las ranas fuera de la tienda,
sosteniendo un coro alrededor del estanque a nuestra izquierda.

—No a no ser que nosotros hagamos la diferencia —agregó, muy despacio.

En el pasillo fuera de la oficina del Consejo Estudiantil, me empecé a sentir un poco


mareada y apoyé la frente contra el frío ladrillo de la pared. Sólo iba a tomar una
profunda respiración e irme. No podía pasar a través de eso. De ninguna manera.
Había gente muerta y si alguna vez hubo una definición de “muy tarde para
corregirlo” creo que ésta era.

Alguien debió haberme visto. La puerta se abrió.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Hey —dijo una voz—, gracias por venir.

Miré hacia arriba, Jessica estaba sosteniendo la puerta. Gesticuló para que entrara.
Y mi cuerpo se fue a piloto automático y entré tras ella.

Todo el mundo me miraba. Decir que no todos los rostros eran amables sería algo
inexacto. Era más como que ninguno era así. Ni siquiera el de Jessica. Su rostro
tenía una expresión más distante, de negocios, como si estuviera acompañando a
un preso hasta la cámara de ejecución.

Meghan Norris me miró a través de los párpados bajos, sus labios fruncidos, sus
rodillas subiendo y bajando debajo del escritorio de una manera impaciente.

Me encontré con su mirada, y ella rodó los ojos, luego miró hacia arriba y luego
fuera de la ventana.

—Okey —dijo Jessica, sentándose. Me senté al lado de ella, aún sosteniendo mis
libros enfrente de mí. Todavía no estaba segura si iba a perder el conocimiento.
Tomé una respiración profunda, la sostuve por diez segundos, y la solté
lentamente, tan silenciosa como pude—. Okey —repitió ella. —Organizó algunos
papeles, todos de negocios—. He hablado con el Sr. Angerson y definitivamente
vamos a tener un espacio en la esquina noreste del Patio, justo al lado de las
puertas del Cafetín. Podemos poner lo que queramos allí, siempre y cuando pase la
aprobación de APP12, lo que no debe ser difícil.

—¿Permanente? —pregunto Micky Randolf.

Jessica asintió.

—Sí, vamos a tener una ceremonia dedicatoria en la graduación, pero podemos


dejar un elemento permanente.

—Como una estatua o algo —dijo Josh.

—Sí, o un árbol —dijo Meghan, sonando emocionada; olvidando, por lo menos por
un momento, que yo estaba llenando su espacio personal.

—Las estatuas pueden ser costosa —apuntó la Sra. Stone—. ¿Tenemos dinero para
algo así?

Jessica rebuscó en sus papeles de nuevo.

—El APP prometió algo de dinero para hacerlo. Y nosotros tenemos nuestra
cuenta. Y donas. Y ventas… —Había un incómodo silencio. Las donas no se vendían
desde el incidente. Desde que Abby Demsey, la mejor amiga de Jessica, había sido
asesinada vendiéndolas en mayo dos. Jessica aclaró su garganta—. Abby hubiera

12 Original en inglés PTA: Parent-Teacher Association. Asociación Padres-Profesores.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

querido que reuniéramos dinero para esto —dijo ella. Sentí ojos en mí, pero no
miré de quienes eran. Me revolví en la silla, tomé otra gran respiración, la sostuve,
y la dejé ir.

—Podemos tener otro evento para recaudar fondos —dijo Rachel Manne—.
Podemos vender chupetas y entregarlas como dulces por gramos.

—Buena idea —dijo Jessica. Escribió algo en un pedazo de papel—. Y podríamos


tener una fiesta de helado13.

—Una fiesta de helado es una idea genial. Puedo hablar con el Sr. Hudpeth para
que el departamento de drama haga una variedad de actos para eso —agregó la
Sra. Stone.

—¡Oh, sí! Y tal vez el coro pueda cantar o algo —dijo alguien. Ahora las ideas iban y
venían rápidamente mientras la charla brotaba sobre el evento. Afortunadamente
fui dejada a un lado, afortunadamente olvidada por todos.

—Eso lo resuelve —dijo Jessica, cerrando su cuaderno y poniendo su lápiz abajo—.


Bueno tenemos una noche variada y una fiesta de helado. Ahora debemos decidir
cómo va a ser el monumento. ¿Alguna idea? —Se cruzó de brazos.

—Una cápsula del tiempo —dije. Jessica me miró.

—¿Qué quieres decir?

—Podríamos hacer una cápsula del tiempo. Poner una placa o algo marcando el
lugar y establecer que se abrirá en, no sé, cincuenta años o algo. Así la gente podría
ver que había más gente en la clase que… bueno… que habían más.

El silencio llenó el salón mientras todos consideraban eso.

—Podríamos poder una banca —agregué—. Y poner los nombres de… de… —De
repente no podía seguir.

—Las víctimas —dijo Josh. Su voz sonando inquieta—. Eso era lo que ibas a decir,
¿verdad? El nombre de las víctimas grabadas en la banca. O en la plaqueta.

—¿Todos? ¿O sólo los que murieron? —preguntó Meghan. El aire se sentía muy
pesado a mi alrededor. No quería saber a quién miraban. Tenía una muy buena
idea de a quién era.

—Todos —dijo Josh—. Quiero decir, como, el nombre de Ginny Baker debería ir
ahí, ¿no lo creen?

13Original en inglés: ice cream socia: Es un evento, cuyo objetivo principal es servir el helado a
los invitados.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Entonces no es estrictamente memorial —dijo la Sra. Stone una vez que todos
empezaron a hablar de nuevo.

—Pero la cara de Ginny.

—…no tiene que ser memorial, que les parece un monumento...

—…debería tener el nombre de todos en la clase...

—…eso sería genial...

—…porque todos quedaron afectados de una manera u otra...

—…el monumento podría ser sobre las vidas perdidas, pero también podría ser de
otras cosas, también, como…

—…aunque no sólo los de la clase. Freshman murió también…

—…no podemos poner el nombre de todos los de la escuela allí...

—Sólo pongamos los de quienes murieron —dijo Jessica.

—No de todos —dijo Josh en voz más alta de lo normal para parar la charla—. No
de todos —repitió—. No el de Nick Levil. De ninguna manera.

—Técnicamente, él fue una víctima, también. —La Sra. Stone apenas susurró—.
Técnicamente, si se va a tener el nombre de las víctimas, el nombre de él debería
estar ahí.

Josh negó con su cabeza. Su cara poniéndose roja.

—No creo que eso esté bien.

—Yo tampoco lo creo —dije antes de saber que mi boca se había abierto—. No
sería justo para los demás. —Me quedé sin aliento cuando me di cuenta lo que
acababa de hacer. Nick había sido todo para mí. Ni siquiera creía que fuera un
monstruo, ni siquiera luego de lo que le había hecho a la escuela. Y tampoco me
sentía inocente con mi parte. Pero aquí me acababa de lanzar debajo del bus. ¿Y
para qué? ¿Complacer al Consejo Estudiantil? ¿Para caerle bien a esta gente que,
sólo unos meses antes, se habían reído cuando Chris Summers se había burlado de
Nick, reído cuando Christy Bruter me había llamado Hermana Muerte? ¿Para hacer
un show de Jessica Campbell, cuando aún no podía decir si me odiaba o si de
alguna forma había cambiado? ¿O de verdad lo había creído?

Era una parte de mí que no había identificado todavía y que de repente había
estallado, vociferando mi miedo en voz alta: que Nick y yo no fuimos las víctimas...
¿fuimos al final los bravucones?

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Sentí un cambio en mí tan abrupto que era casi físico. Casi podía verme partiendo
en dos: la Valerie antes del tiroteo y la Valerie de ahora. Y sólo no encajaban.

De repente era imposible quedarme sentada, tomando el lado de estos chicos en


vez del de Nick.

—Tengo que irme —dije—. Um, mi madre está esperándome. —Agarré mis libros
y abrí la puerta, agradeciendo que hubiera llamado a mi madre antes y haberle
dicho que fuera en la hora normal, sólo en caso que me acobardara en la reunión.
Gracias a Dios que, por una vez, la desconfianza de mi madre en mí valdría la pena,
que estaría allí, mordiéndose las uñas y mirando por la ventana a la escuela por si
había alguna señal de peligro.

Ni siquiera me atreví a pensar hasta que estuve a salvo en el carro de mi mamá


enfrente de la escuela. No me atreví a parar hasta que estaba hundida en el asiento
de adelante con la puerta cerrada entre la reunión y yo.

—Vámonos —dije—. Sólo vámonos a casa.

—¿Qué pasa? —preguntó mamá—. ¿Qué está pasando? ¿Qué pasó allá, Valerie?

—La reunión se acabó —le dije, cerrando mis ojos—. Sólo vámonos.

—¿Pero por qué esa chica está corriendo fuera? Oh, Dios, Valerie, ¿por qué está
corriendo?

Abrí mis ojos y bajé la ventana del pasajero. Jessica estaba caminando hacia el auto.

—¡Vamos! —grité—. ¡Mamá, por favor!

Mi madre pisó el acelerador, tal vez un poco fuerte porque en realidad los
neumáticos chirriaron, y salimos fuera del estacionamiento. Por el espejo observé
a Jessica volverse más pequeña y más pequeña. Se paró en la curva donde mi
ventana estaba sólo unos momentos antes, también viendo como nos hacíamos
más pequeñas.

—Dios mío, Valerie, ¿qué paso? ¿Algo pasó? Oh, Dios, por favor dime que nada
pasó. Valerie, no puedo soportar que algo más haya pasado.

La ignoré. No fue hasta que sentí cosquillas en mi barbilla y cuando la limpié que
me di cuenta que era una lágrima rodando hacia abajo. Y que después de todo no la
estaba ignorando. Sólo estaba llorando muy fuerte para responder.

Unos minutos después, paramos en frente de la casa.

Cuando mi madre paró para que la puerta del garaje pudiera abrir, abrí la puerta.
Me agaché debajo de la puerta del garaje y entré en la casa. Estaba sólo a mitad de
camino subiendo las escaleras cuando escuché su llanto en la cocina:

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—Dr. Hieler, por favor. Sí, es urgente, ¡maldición!

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda y Susanauribe


Corregido por Xhessii

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Lin Yong. 16. “Cuando veo lo que le ha hecho, me rompe el corazón”. Sheling Yong
dijo cuando le pedimos que describiera las heridas de su hija. “Estoy agradecida que
Lin siga viva, pero la bala le hizo un daño permanente en su brazo. Ella era violinista
estatal. Ahora todo eso se ha ido. Sus dedos ya no funcionan bien. No puede tocar”.

A Yong le dispararon en antebrazo, el impacto de la bala le dio en la muñeca y causó


extensos daños en los nervios del brazo. Luego de cuatro cirugías, Yong sigue
teniendo uso limitado de sus dedos pulgar e índice.

“Es también en mi brazo derecho”, dijo Yong. “Así que estoy teniendo un momento
difícil escribiendo. Estoy tratando de aprender a escribir con la mano izquierda. Pero
mi amiga Abby esta muerta, así que no me quejo mucho sobre lo de mi brazo. El
definitivamente también pudo haberme asesinado”.


Luego de la reunión del Consejo Estudiantil, mi madre molestó a la secretaria del
Dr. Hieler para que nos metieran en el horario.

—Tu madre dijo que dejaste la reunión del consejo muy molesta, Val —dijo el Dr.
Hieler incluso antes que me sentara en el sofá. Creo que detecté un poco de
molestia en su voz.

Me pregunté si llegaría tarde a su casa esta noche para poder acomodarme.

Me pregunté si en su casa su esposa estaba guardando su plato caliente en el horno,


y sus hijos estaban haciendo tareas en frente de la chimenea, esperando que su
papá llegara a casa a jugar vaqueros e indios con ellos.

Así es como siempre me imaginé que era la vida hogareña del Dr. Hieler —muy de
los cincuenta— televisión perfecta, con una paciente y amorosa familia y sin
ningún problema personal.

Asentí.

—Sí, pero no es una crisis o algo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Segura? Tu madre dijo que alguien iba corriendo detrás de ti. ¿Pasó algo?

Consideré esa pregunta. ¿Debía decirle que sí, que pasó algo? ¿Debería decirle que
públicamente abandoné a Nick, que al fin todos metieron en mi cabeza que Nick
era malo?

¿Debería decirle que me sentía malditamente culpable por eso? ¿Que caí ante la
presión de los populares y que estaba muy avergonzada por eso?

—Oh. —Traté de sonar despreocupada—. Dejé mi calculadora y no me di cuenta.


Ella estaba tratando de devolvérmela. Mañana la consigo en el primer periodo. No
es la gran cosa. Mi mamá sólo es paranoica.

Podía decir por el modo en que inclinó su cabeza, que no se tragaba ni una sola
palabra de lo que yo estaba diciendo.

—¿Tu calculadora?

Asentí.

—¿Y estabas llorando por eso? ¿Por tu calculadora? —Asentí de nuevo, mirando al
piso y me mordí el labio inferior para evitar que temblara.

—Debió ser la calculadora —musitó—. Una muy buena calculadora.

Como me quedé sin decir nada, él continuó lento, suave y con palabras mensuradas.

—Apuesto que te sentiste muy mal por dejar una calculadora como ésa. Como si
sintieras que debiste ser más cuidadosa con esa calculadora.

Lo miré. Su cara como roca.

—Algo así —dije.

Él asintió. Se revolvió en la silla.

—Eso no te hace una mala persona, Valerie, por olvidar una calculadora ahora o
luego. Y si luego no la puedes encontrar y necesitas una nueva calculadora… bueno,
hay un montón de buenas calculadoras por ahí.

Mordí mi labio más fuerte y asentí.

Un par de días después, la Sra. Tate estaba caminando fuera de la oficina de la


máquina fotocopiadora cuando llegué a recoger mi pase de tardanza. Intenté
deslizarme fuera sin ser notada, pero la secretaria siempre habla fuerte y cuando
prácticamente gritó:

—¿Tienes una nota del doctor, Valerie? —La Sra. Tate se volteó y me vio.

- 158 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Me dijo que la siguiera y caminamos hasta su oficina, yo con un pase de tardanza


rosado. Cerró la puerta detrás de nosotras.

Su oficina parecía como si la hubieran limpiado recientemente. Las pilas de libros


todavía estaban en el suelo, pero habían sido empujados en un área central. Ella
había movido todas las fotos a la cima del gabinete, dándole su escritorio un
aspecto desnudo y despejado, aún cuando tenía volúmenes de papeles, uno encima
de otro. Me senté en la silla opuesta a su escritorio.

Ella utilizó una uña cuidadosamente para meter una pieza perdida de cabello de
nuevo en el moño y me sonrió.

—¿Cómo vas, Valerie? —me preguntó en su voz suave, como si fuera muy frágil,
como si el volumen incorrecto me pudiera hacer colapsar.

Deseé que la secretaria de afuera hubiera usado esa voz y que la Sra. Tate sólo me
estuviera hablando normalmente.

—Estoy bien, creo —le dije.

Ondeé el papelito rosado en el aire.

—Cita en el médico. Mi pierna.

Ella miró hacia abajo.

—¿Cómo está tu pierna?

—Está bien… supongo.

—Bien —me dijo—. ¿Has visto al Dr. Hieler recientemente?

—Tan sólo hace unos días. Luego de la reunión con el Consejo Estudiantil.

—Bien, bien —dijo la Sra. Tate asintiendo enfáticamente—. El Dr. Hieler por lo que
he escuchado es muy buen doctor, Valerie. Muy bueno en lo que hace.

Asentí con la cabeza.

Mientras tanto pensé en todas las veces que me sentía más segura, el Dr. Hieler por
lo general estaba involucrado de una u otra forma.

La Sra. Tate se puso de pie y caminó alrededor de su escritorio. Ella se dejó caer en
la silla, la que crujió un poco con su peso.

—Escucha, quería hablarte sobre el almuerzo —dijo ella.

Suspiré. El almuerzo seguía sin ser mi hora preferida del día. El Cafetín siempre me
perseguía, y Stacey y yo todavía nos cruzábamos en la mesa de condimentos, de
donde ella se iría hacia mis viejos amigos, pretendiendo que nunca me conoció, y

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

yo debía ir afuera al pasillo, pretendiendo que lo que más quería en el mundo era
comer sola en el piso del pasillo fuera del baño de hombres.

—Te he visto afuera en el pasillo todos los días —dijo la Sra. Tate, como si ella
leyera mi mente—. ¿Por qué no vas a comer al Cafetín? —Ella se balanceó hacia
adelante, apuntando sus codos en su escritorio. Ella mantuvo sus manos cerradas
juntas al frente, como si estuviera rezando—. Jessica Campbell estuvo aquí ayer.
Dijo que te había invitado a almorzar a su mesa, pero no lo hiciste. ¿Es eso cierto?

—Sí. Ella me preguntó hace mucho tiempo. No fue nada personal o algo. Solamente
estaba ocupada. Trabajando en un proyecto de arte. —Mi mano involuntariamente
acarició la cubierta de mi cuaderno de espiral negro.

—Tú no tomas arte.

—Éste es un proyecto personal. Tomo una clase de arte privada en el centro


comunitario —mentí, la Sra. Tate sabría que era una completa mentira pero no me
importaba—. Mire, no es nada contra Jessica. Sólo quiero estar sola. Además, dudo
seriamente que los amigos de Jessica me quieran allí. Ginny Baker se sienta en esa
mesa. Ella ni siquiera puede mirarme.

—Ginny Baker está en una pequeña ausencia de la escuela.

No tenía idea. Mi cara ardió. Abrí mi boca luego la volví a cerrar.

—No es tu culpa, Valerie, si es lo que estás pensando. Ginny tiene muchos traumas
con los que debe trabajar y ella luchó por regresar al colegio desde que ocurrió el
incidente. Ella lo resolvió con sus profesores y estará bien estudiando en casa por
un rato. Jessica en verdad parece estar tratando de llegar a ti. No deberías huir de
eso.

—No estoy huyendo —dije—. Fui a la reunión del Consejo Estudiantil. Es


solamente… —La Sra. Tate me miró por encima de su nariz, sus brazos cruzados en
su pecho. Suspiré—. Lo pensaré —dije, lo que significaba, “demonios, no me
sentaré con esos chicos”. Me puse de pie, agarrando los libros fuertemente en mis
brazos.

La Sra. Tate me miró por un latido y se puso de pie, también.

—Escucha, Valerie —dijo ella, tirando del borde de su chaqueta del traje, que lucía
apretada e incómoda—. No quería hacer esto, pero comer afuera del Cafetín ya no
está permitido sin autorización de un profesor. El Sr. Angerson ha puesto una
prohibición a la actividad de los estudiantes solitarios.

—¿Qué significa eso?

—Significa que si eres vista afuera sola sin autorización obtendrás detención.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Por un segundo no sabía que decir. ¿Es esto una prisión ahora? quería gritar. ¿Ahora
ustedes son vigilantes? Pero ella probablemente respondería, siempre hemos sido
eso, entonces lo dejé pasar.

—Lo que sea —respondí y empecé a ir a la puerta.

—Valerie —dijo ella y tiró de mi hombro suavemente—. Sólo dale una oportunidad.
Jessica en verdad quiere que esto funcione.

—¿Hacer que funcione?—pregunté—. ¿Ahora soy el proyecto de la clase? ¿Soy una


clase de gran broma? ¿Por qué usted simplemente no me puede dejar sola? Ellos
están bien dejándome sola.

La Sra. Tate se encogió de hombros, y sonrió.

—Creo que ella solamente quiere que sean amigas.

¿Pero por qué? Quería gritar. ¿Por qué Jessica Campbell de repente ser mi amiga?
¿Por qué repentinamente ella es amable conmigo?

—No necesito amigos —dije, la Sra. Tate pestañeó, una arruga entre sus cejas, sus
labios presionados. Suspiré—. Sólo quiero tener mi tarea lista y graduarme —
dije—. El Dr. Hieler piensa que eso es en lo que debo concentrarme ahora. Sólo en
tener las cosas en línea.

Eso último no era exactamente verdad. El Dr. Hieler nunca me había dado ninguna
clase de directiva de “buscar profundamente y hacerlo” o alguna clase de esas
estupideces. Principalmente Dr. Hieler estaba evitando que me matara a mí misma.

Cuando la Sra. Tate no dijo nada más, tomé eso como mi indicación para irme. Salí
de ahí, mi pierna punzando por haber sido empujada, mi lento resbalón en la mano,
no pensando en nada más que en cómo iba a escaparme de ir a almorzar hoy.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por andre27xl

Corregido por Xhessii

[DESDE CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Amanda Kinney, 67. Kinney, la jefa de custodia de la Preparatoria Garvin durante 23


años, fue golpeada en la rodilla por una bala perdida mientras le informaba a los
chicos acerca de la seguridad en un armario cercano de suministros. “El armario ya
estaba abierto debido a que estaba colocando bolsas limpias en las papeleras de
basura”. Le contó a los reporteros desde su casa, su rodilla está fuertemente vendada
y levantada sobre algunas almohadas. “Sólo metí a los chicos allí hasta que ya no
cupieron y luego cerré la puerta. Creo que ni siquiera él sabía que nosotros
estábamos allí. No me di cuenta de que me habían disparado hasta que uno de los
chicos me dijo que estaba sangrando. Miré hacia abajo y mis pantalones estaban
todos llenos de sangre y estaban rotos en la rodilla.

Kinney, quien se conoce ha sido amiga de muchos estudiantes de la Preparatoria


Garvin, conocía a Levil bastante bien. “En realidad vivía a sólo unas cuadras más
abajo que yo, así que lo conocía desde que se mudó a Garvin. Aunque era un chico
realmente bueno. Parecía un poco molesto sin razón algunas veces, pero era un buen
chico. Su mamá es una persona bastante simpática también. Esto debe estar
matándola”.


—Disculpe, estoy atrasada —dije, entrando rápido y lanzándome sobre el sofá. Me
estiré y agarré la Coca-Cola que el Dr. Hieler había colocado en la mesita de café
para mí, como siempre lo hacía—. Tenía detención sabatina y nos pasamos porque
el profesor se emocionó en alguna lectura y perdió la noción del tiempo.

—No hay problema —dijo el Dr. Hieler—. Tenía algún papeleo que arreglar de
todos modos. —Pero lo atrapé dando un pequeño vistazo al reloj. Me preguntaba si
se estaba perdiendo algún juego de las Ligas Menores hoy. Quizás una reunión del
grupo de gimnasia de su hija. Quizás una cita de almuerzo con su esposa—. ¿Por
qué el castigo?

Rodé mis ojos.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Por el almuerzo. No comí en el Cafetín como ellos quieren que lo haga. Así que
tengo castigos todos los días y entonces el viernes Angerson me dio castigo para el
sábado. Piensa que me va a romper, supongo, si tengo suficientes detenciones.
Pero no va a funcionar. No quiero comer allí.

—¿Por qué no?

—¿Con quién voy a comer? No es como si pudiera encontrarme con una persona al
azar y decirle: “Hey, ¿puedo sentarme aquí?” Y todos dirían: “¡Claro!” Ni siquiera
mis viejos amigos me dejan sentarme con ellos.

—¿Y qué hay con la otra chica? La que está en el Consejo de Estudiantes.

—Las amigas de Jessica no son mis amigas —dije—. Nunca lo fueron. Es por esa
razón que Nick y yo las teníamos en la Lista… —Me detuve abruptamente,
sorprendida de mí misma por casi mencionar la Lista de Odio tan casualmente.
Intenté no prestarle atención, cambiar de tema—. Angerson sólo tiene algo con lo
de la solidaridad escolar, así no se ve mal en televisión. Ése es su problema, no el
mío.

—Suena como si no fuera solamente su problema. Los castigos sabatinos no son


una forma ideal de pasar los fines de semana, ¿no crees? —Podía jurar que le lanzó
otra mirada al reloj.

—Lo que sea. No me importa.

—Creo que te importa más de lo que quieras admitir. ¿Qué pasaría si lo intentaras
sólo un día?

No tenía respuesta para eso.

Mi mamá ya se había ido cuando salí de la sesión. Había dejado un papelito pegado
fuera de la puerta del Dr. Hieler, diciendo que estaba haciendo un recado y que ya
regresaba, así que teníamos que esperarla en el estacionamiento. Agarré la nota
antes de que el Dr. Hieler lo notara, la arranqué, y la metí en mi bolsillo. Si la veía,
se iba a sentir obligado a quedarse por más tiempo y ya me sentía lo
suficientemente mal.

Además, ya no quería hablar más.

Salí del edificio de oficinas y me quedé parada afuera por un momento, sin estar
segura de qué hacer conmigo misma. Iba a tener que pasar desapercibida, para que
el Dr. Hieler no me viera cuando saliera. Consideré agacharme tras la fila de setos
que estaban al lado del edificio, pero no estaba segura de si mi pierna iba a
permitirme hacerlo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Además había alguna clase de animal debajo de eso; podía escuchar algunas cosas
crujir alrededor y vi como las ramas se retorcían dos veces.

Metí mis manos dentro de mis bolsillos y deambulé a través del estacionamiento,
pateando piedras con mis pies mientras caminaba. Pronto alcancé la acera. Me
detuve y miré alrededor. Eran los setos o el distrito comercial que estaba cruzando
la carretera. O ser encontrada por el Dr. Hieler y entrar por una sesión extra, no
gracias. Saqué mis manos de los bolsillos y esperé en el borde de la acera a que los
autos pasaran. Quizás podría encontrar el carro de mi mamá en la tienda Shop ’N’
Shop en el centro comercial que estaba al otro lado de la calle. No había carros
pasando así que troté y salté a través de ella.

El carro de mi mamá no estaba en el estacionamiento de Shop ’N’ Shop; lo había


buscado dos veces en todas partes. Tampoco se había estacionado de vuelta en el
estacionamiento del Dr. Hieler. Eso lo podía ver desde el estacionamiento de
Shop ’N’ Shop. Y estaba empezando a tener sed.

Entré en Shop ’N’ Shop y caminé alrededor hasta que encontré un bebedero. Me
detuve en los stands de algunas tiendas y paseé entre algunas de ellas. Caminé por
el pasillo de los dulces, deseando tener dinero para comprarme una malteada de
chocolate. Pero no tomó mucho tiempo antes de que me aburriera. De vuelta en el
exterior me paré sobre los dedos de mis pies y estiré mi cuello para ver hacia el
estacionamiento del Dr. Hieler. Suspiré y me senté en la acera, mi espalda se apoyó
contra la ventana de Shop ’N’ Shop hasta que el gerente salió y me dijo que tenía
que moverme; y que a los clientes no les gustaba ver a la gente sin hogar vagando
frente a la tienda.

—Esto no es la Unión de Misioneros de la Ciudad, niña —dijo.

Así que caminé un par de puertas más abajo, buscando un buen lugar para
sentarme.

La tienda de teléfonos estaba allí y también el lugar donde mi mamá solía llevarme
cuando era pequeña para que me cortaran el cabello. Miré por las ventanas, viendo
a una niña pequeña llorar mientras su mamá la sostenía para que la estilista le
pudiera dar un peinado de bebé. Miré hacia la tienda de teléfonos también, donde
todos se veían molestos, incluso los empleados.

Pronto estuve al final de la calle y estaba a punto de darme la vuelta y dirigirme de


regreso a la tienda Shop ’N’ Shop cuando vi una puerta abierta a un lado del edificio.
Una mujer con senos tamaño gigante usaba un delantal de mezclilla con pintura
para telas y joyas de vestuario, salió y sacudió un paño en al aire. Brillaba cada vez
que lo sacudía, se veía como el hada madrina de Cenicienta tras toda esa nube de
brillo.

Me vio observándola y me sonrió.

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—Algunas veces tenemos un derrame —dijo alegremente, y desapareció de vuelta


al interior, llevándose el paño brillante con ella.

Tengo que admitirlo, la curiosidad me llamó. Quería saber qué clase de derrame
podría verse tan glorioso, tan brillante. Los derrames generalmente eran sucios y
desordenados, no hermosos.

Tan pronto como la puerta se cerró tras de mí pude sentir cómo todo el mundo se
cerraba. Dentro, el lugar se veía repleto, oscuro, y olía como una Iglesia en
Domingo de Pascua. Había filas y filas de estantes que llegaban hasta el techo casi
cayéndose por el peso de los bustos de yeso, cuencos de cerámica, baúles de
madera. Canastas, ollas, cajas de cartón con formas interesantes. Vagué por uno de
los pasillos, sintiéndome pequeña.

Al final del pasillo había un claro y jadeé. Había caballetes en todas partes, por lo
menos una docena de ellos, y una larga mesa cubierta con periódicos junto a una
ventana que daba hacia el este, mirando hacia atrás. A su alrededor había canastas
y cajas de suministros, pinturas, telas, cintas, trozos de arcilla, plumas.

La dama con el delantal de mezclilla que había visto afuera estaba sentada sobre
un taburete frente a un caballete, pintando grandes rayas moradas a través de un
lienzo.

—Pienso que el sol de la mañana es de lo más inspirador, ¿tú no? —dijo sin darse
la vuelta.

No respondí.

—Claro, en este momento del día toda la gente en ese supermercado están
obteniendo esa luz brillante. Pero yo… —Levantó su pincel y pintó el aire con
ella—. Yo obtengo la luz más inspiradora del día. Ellos pueden tener su atardecer.
Es el amanecer lo que la llama la atención de la gente. El renacimiento siempre lo
hace.

No sabía qué decir. Ni siquiera estaba completamente segura de que me estuviera


hablando a mí. Todavía tenía su espalda contra mí y estaba trabajando tan
intensamente que me pregunté si quizás estaba hablando con ella misma.

Igual me quedé allí, sin estar segura de adónde mirar primero. Quería tocar las
cosas, correr mis dedos a través de las vasijas de yeso y oler el interior de las cajas
y enterrar mis manos en un trozo de arcilla, y tenía miedo de que si me movía,
incluso mis labios, me dejara llevar por mi antojo y me perdería en este laberinto
de creaciones por siempre.

Ella añadió otras pinceladas de morado en las esquinas de su lienzo, luego se bajó
de su taburete y se paró atrás, admirando su trabajo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¡Allí! —dijo ella—. Perfecto. —Colocó su paleta en el taburete y balanceó el


pincel a través de él y, luego, finalmente, se dio la vuelta para verme—. ¿Qué
piensas? —preguntó—. ¿Demasiado morado? —Se dio la vuelta y lo estudió un
poco más—. Nunca es demasiado morado —murmuró—. El mundo necesita más
morado. Más y más, ¿sabes?

—Me gusta el morado —dije.

Aplaudió dos veces.

—Bueno ¡entonces! —dijo ella—. ¡Eso lo arregla todo! ¿Té? —Se apresuró tras la
caja registradora y pude escuchar su vajilla tintinear—. ¿Cómo lo tomas? —
preguntó, su voz baja.

—Um —dije, arrastrando los pies hacia delante—. No… no puedo. Tengo que
volver afuera. Mi mamá.

Su cabeza se levantó bruscamente, un mechón de su cabello castaño claro le cayó


en la frente.

—¡Oh! Esperaba tener algo de compañía hoy. Este lugar siempre se ve muy
abandonado cuando mis estudiantes se van. Demasiado silencioso. Genial para los
ratones, malo para Bea, esa soy yo. —Tomó un sorbo de una taza de té con conejos
pintados en el frente de ella, una típica taza de un juego de té para niños. Mantuvo
su dedo meñique estirado mientras bebía.

—¿Das clases aquí? —pregunté.

—Oh, sí —dijo ella. Dio la vuelta a la caja registradora dando una reverencia—.
Doy clases. Muchas y muchas clases. Cerámica, pintura, macramé, nómbralo y lo
enseño.

Me moví hacia la izquierda ligeramente y empujé un dedo dentro de un ramo de


cuentas de madera.

—¿Puede tomar una clase todo el mundo?

Ella se encogió de hombros.

—No —respondió ella, mirando mi mano entre las cuentas. La saqué con un
movimiento brusco y dos cuentas se cayeron, y bailaron a través del suelo. Ella
sonrió cuando me sonrojé, como si mi vergüenza fuera simpática para ella—. Oh,
no, no sólo le enseño a cualquiera. Algunos me enseñan a mí.

Estaba a punto de irme cuando me alcanzó y tomó mi mano. Le dio la vuelta y la


estudió, sus cejas pintadas se levantaron entre su nido de cabello.

—¡Oh! —exclamó ella—. ¡Oh!

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Intenté tirar mi mano de vuelta, pero no pude hacer nada. Aunque estaba
extrañada porque me estaba tocando, quería saber qué significaban sus “¡oh!”.

—Tengo que irme —dije, pero me ignoró.

—Bueno, puedo divisar a otra artista donde sea. Y tú eres una, ¿cierto? Claro que lo
eres. ¡Te gusta el morado! —Se dio la vuelta y golpeó mi mano con más fuerza,
empujándome tras ella. Me llevó al lienzo en donde había estado trabajando. Con
su mano libre levantó la paleta y el pincel en el taburete y lo señaló—. Siéntate —
dijo ella.

—En serio pienso que…

—Oh, ¡siéntate! Al taburete no le gusta cuando sus invitaciones son ignoradas.

Me senté.

Me tendió la brocha.

—Pinta —dijo—. Vamos.

La miré.

—¿En esto? ¿En tu fotografía?

—Las fotografías son tomadas por los fotógrafos. Esto es una pintura. Así que pinta.
—La miré un poco más. Empujó mi mano hacia el lienzo—. Vamos.

Lentamente metí la brocha en la pintura negra e hice una raya a través del lienzo,
perpendicularmente al morado.

—Hmmm —dijo ella, y entonces—. Oh…

La mejor manera en que puedo describir la sensación es que era milagroso. O


quizás venía del alma. O quizás ambas cosas. No lo sé. Todo lo que sé es que no
pude detenerme en esa línea o en la mancha siguiente o en los puntos en forma de
árbol que hice a lo largo de uno de los bordes. Y todo lo que sé es que me sentí muy
lejos mientras lo hacía y que apenas podía escuchar las pequeñas exclamaciones de
Bea tras de mí, sus murmullos, su conversación en tono de bebé en
correspondencia a los colores a los que me sumergía. Oh, sí, es tu turno, ¡ocre! ¿El
viejo azul quiere una oportunidad?

Antes de que me diera cuenta fui arrancada de mi ensoñación por un zumbido en el


bolsillo delantero de mi pantalón, mi teléfono celular me sacaba del lienzo, que de
repente se veía sólo como un lienzo nuevo.

—Oh, maldita tecnología —murmuró Bea mientras contestaba—. ¿Por qué ya no


nos podemos comunicar por medio de palomas mensajeras? Hermosas plumas con
una adorable nota adherida. Me podrían servir un par de plumas de palomas por

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

aquí. O de pavo real. Oh, sí ¡pavos reales! Aunque nunca nadie se comunicó con
ayuda de pavos reales, no creo que…

—¿Dónde estás? —La voz de mi mamá rugió al otro lado de la línea del teléfono—.
He estado muerta de preocupación, no están ni el Dr. Hieler ni tú. Por Dios Santo,
Valerie, ¿por qué no puedes esperarme como te lo pedí? ¿Sabes qué había llegado a
pensar?

—Ya voy para allá —murmuré por el teléfono. Me levanté del taburete mientras
metía mi celular de vuelta en mi bolsillo—. Lo siento —le dije a Bea—. Mi mamá…

Ella dio un manotazo al aire con una mano, mientras agarraba una escoba con la
otra, haciendo una línea recta con un montón de aserrín que estaba debajo de una
mesa para trabajar madera que estaba contra la pared más lejana.

—Nunca sientas pena de una madre —respondió—. Sentir pena por una madre, sí,
pero de ella, ciertamente no. La mayoría de las madres aman el morado. Yo debería
saberlo, tuve una madre a la que le encantaba el morado.

Corrí por el pasillo por donde había llegado —con la sensación de que estaba
huyendo de un místico y oscuro bosque— acababa de llegar a la puerta cuando la
voz de Bea flotó a través de la tienda.

—Sí, espero verte de vuelta el próximo fin de semana, Valerie.

Sonreí y salí. No fue hasta que entré al auto de mi mama, sin aliento y sudorosa por
el apuro y el regocijo que recordé que nunca le había dicho mi nombre a Bea.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Roo Andresen

Corregido por Mir

El almuerzo era una especie de pizza mexicana petrificada, lo cual era adecuado
para un lunes, si me preguntan. Me sentía como pizza petrificada la mayoría de los
lunes, siendo forzada a salir de mi pequeño capullo de felicidad en mi habitación
hacia el centro de atención de la Preparatoria Garvin.

Aparte del sábado por la mañana, mi fin de semana había pasado dichosamente sin
incidentes. Mamá y papá no se hablaban por cualquiera que fuera la razón, y
Frankie estaba en algún retiro religioso con un amigo. No es que nuestra familia
fuera a la iglesia, cosa que señalaron los medios una y otra vez después del tiroteo,
pero aparentemente había un par de chicas que iban a la iglesia de su amigo y
Frankie estaba determinado a pasar algún tiempo a solas con una de ellas. A decir
verdad, si Frankie lograba poner las manos sobre alguna chica en algún momento
durante el fin de semana, lo haría sin pensarlo dos veces —sea un retiro religioso o
no— lo cual pensaba que estaba muy mal, pero al menos tratar de llegar a tercera
base en un retiro religioso lo alejaba de tener que soportar la guerra fría entre
mamá y papá en casa.

Yo podía soportarlo sin problemas quedándome en mi habitación. No es que mis


padres esperaran algo diferente de mí. Ya ni siquiera me llamaban para bajar a
cenar. Supongo que probablemente ellos tampoco cenaban. Sólo salía cuando me
daba cuenta que todos estaban en otro lugar haciendo sus cosas y buscaba algo en
la nevera para subirlo a mi cuarto, como un mapache con un botín de latas de la
basura.

Una vez, sábado a la noche, bajé a la cocina después de escuchar cerrarse la puerta
delantera, sólo para encontrar a papá sentado en la mesa, cerniéndose sobre un
tazón con cereal.

—Oh —dije—. Pensé que ambos se habían ido.

—Tu madre fue a algún grupo de apoyo —dijo, mirando fijamente su tazón—. No
hay nada para comer en esta maldita casa —dijo—. A menos que te guste el cereal.

Me fijé en la nevera. Tenía razón. Además de un cartón de leche, ketchup, un


pequeño tazón con sobras de frijoles verdes, y media docena de huevos, no había
nada más para comer.

—Cereal está bien —dije, tomando una caja que estaba sobre la heladera.

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—Está malditamente rancio —dijo.

Lo miré. Sus ojos estaban enrojecidos, su rostro sin afeitar. Sus manos lucían
ásperas y temblorosas, y me di cuenta que había pasado mucho tiempo desde que
lo había mirado bien, ni siquiera me había dado cuenta cuánto había envejecido
últimamente. Parecía viejo. Agotado.

—Cereal está bien —repetí, más suave esta vez, sacando un tazón de la alacena.

Puse cereal en el tazón y le agregué un poco de leche. Papá comía silencioso. Y


mientras me retiraba hacia mi habitación, dijo:

—Todo en esta casa está malditamente rancio.

Me detuve, con un pie en el primer escalón.

—¿Tú y mamá pelearon otra vez o algo así?

—¿Qué punto tendría? —respondió.

—¿Quieres… quieres que ordene pizza o algo así? Para la cena, quiero decir.

—¿Qué punto tendría? —repitió. Parecía que tenía razón, así que subí las escaleras
hacia mi habitación y escuché la radio mientras comía el cereal. Tenía razón, estaba
rancio.

Había puesto la pizza petrificada en mi bandeja y estaba agregando ensalada de


fruta enlatada en el compartimiento de al lado cuando escuché la voz del Sr.
Angerson justo sobre mi hombro.

—No estarás planeando comer eso en el pasillo, ¿verdad? —preguntó.

—Sí, creo que sí —dije, siguiendo con mis asuntos—. Me gusta el pasillo.

—Eso no era lo que esperaba oír. ¿Debería ir y solicitar a un profesor una


detención para el sábado?

Me di la vuelta y nivelé mi mirada a la suya, usando cada fibra de determinación


que me quedaba. Angerson ni siquiera se molestaba en entender.

—Supongo.

Stacey, que estaba delante de mí en la fila, tomó su bandeja y se marchó, corriendo


hacia su mesa. Podía verla en mi visión periférica diciéndole algo a Duce, a Mason y
a la pandilla. Sus rostros se volvieron hacia mí. Duce se rió.

—No voy a dejar que orqueste otra tragedia en esta escuela, señorita —me dijo el
Sr. Angerson, con su piel enrojeciendo desde su corbata hasta el mentón. Allá va la
medalla, la carta y toda esa basura del heroísmo y el perdón, pensé—. Hay una

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nueva regla: el aislamiento personal no está permitido en esta escuela. Cualquiera


que sea atrapado regularmente apartándose del cuerpo estudiantil será escrutado.
Odio decirlo pero casos extremos podrían llevar a la expulsión. ¿Está claro?

La fila se estaba moviendo, se estaban marchando y me di cuenta que los chicos


nos miraban mientras se iban. Algunos de ellos tenían sonrisas curiosas en sus
rostros y les susurraban a sus amigos sobre mí.

—Nunca orquesté nada —respondí—. Y tampoco estoy haciendo nada malo ahora.

Él frunció los labios y me miró fijo, el enrojecimiento iba de su mentón hacia sus
mejillas.

—Me gustaría que reconsideres tus opciones —dijo—. Como un favor personal
hacia los sobrevivientes de esta escuela.

Dejó que la palabra “sobrevivientes” cayera sobre mí como una bomba y funcionó.
Me sentí agitada por ello. Sentía como si hubiera dicho la palabra muy fuerte y
todos la hubieran escuchado.

Se dio la vuelta y se marchó y un minuto después volví a la ensalada de fruta. Puse


más en mi bandeja con las manos temblorosas, incluso cuando mi estómago
repentinamente se sentía muy lleno.

Pagué mi comida y llevé mi bandeja hacia la parte principal del Cafetín. Sentí como
si todos me estuvieran mirando, como conejos atrapados en la mitad de la noche
por las luces traseras de una casa. Pero miré hacia adelante, sólo hacia adelante, y
salí hacia el pasillo.

Podía escuchar a Angerson dentro de la cafetería hablando con algunos chicos


sobre adónde pertenecían las papas francesas y adónde no, y me armé de valor
para otro enfrentamiento cuando escuché pasos doblando la esquina.

—¿Estás segura que quieres hacer esto? —preguntó mientras me hundía en el piso,
balanceando mi bandeja en mi regazo con cuidado.

Abrí la boca para responder, pero fui interrumpida cuando un bullicio de


movimiento salió al pasillo. Jessica Campbell, sosteniendo su bandeja, se movió
alrededor de Angerson y se sentó en el piso junto a mí. Su bandeja hizo ruido en el
linóleo mientras se sacaba la mochila.

—Hola, Sr. Angerson —dijo alegremente—. Siento retrasarme, Valerie.

—Jessica —dijo él, con una de esas afirmaciones que sonaban como una
pregunta—. ¿Qué estás haciendo?

Ella sacudió su cartón de leche y lo abrió.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Almorzando con Valerie —respondió—. Tenemos algunos asuntos del Consejo


Estudiantil de los cuales hablar. Pensé que esta era la mejor forma de hablar sin ser
interrumpidas. Hay tanto ruido allí dentro. Ni siquiera puedes escuchar tus
pensamientos.

El Sr. Angerson parecía como si quisiera golpear algo. Se quedó parado un minuto,
luego pretendió que había visto algo alarmante en el Cafetín y se marchó para
“detenerlo”.

Jessica rió despacio cuando se marchó.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

—Almorzando —dijo, mordiendo su pizza. Hizo una mueca—. Dios, está


petrificada.

Sonreí a pesar de mí misma. Tomé la pizza y la mordí. Comimos en silencio, lado a


lado.

—Gracias —dije con la boca llena—. Está buscando una razón para expulsarme.

Jessica agitó su mano.

—Angerson es un trasero14 —dijo, y luego se rió mientras abría mi cuaderno y


dibujaba un trasero con traje y corbata.

14 Juego de palabras: “ass” puede ser traducida como “trasero”, “idiota”, “asno”.

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Traducido por TwistedGirl

Corregido por Mir

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Abby Dempsey, 17. Como Vicepresidenta del Consejo Estudiantil, Dempsey estaba a
cargo de una mesa de recaudación de fondos vendiendo rosquillas. Obtuvo dos
disparos en la garganta. La policía cree que eran balas perdidas, destinadas al
estudiante en línea aproximadamente a noventa centímetros de donde Dempsey
estaba. Los padres de Dempsey no hicieron comentarios a los reporteros, y dicen, los
amigos de la familia, que están “profundamente afligidos por la pérdida de su única
hija”.


Mamá llamó y dejó un mensaje en mi celular diciéndome que tenía una reunión y
que no podía venir a recogerme.

Mi primera reacción fue de indignación porque ella esperaba que yo tomara el


autobús después de todo lo que había sucedido. Como si pudiera dejarme caer en
un asiento junto al grupo de Christy Bruter y todo saldría bien.

¿Cómo podía? Me dije a mí misma. ¿Cómo iba a echarme a los lobos de esa manera?

Supongo que no hace falta decir que no iba a viajar en autobús a casa, sin importar
si mamá me llevaba o no. A decir verdad, mi casa estaba sólo a ocho kilómetros de
distancia y yo había caminado esa ruta más de una vez. Pero eso era cuando mis
dos piernas eran normales. Dudé de mi capacidad de hacerlo ahora, segura de que
a mitad de camino, mi muslo comenzaría a palpitar y me obligaría a sentarme y
esperar a que el depredador más cercano me llevara lejos.

Pero probablemente podría hacer un kilómetro y medio más o menos, y la oficina


de papá no estaba más lejos que eso. La verdad era que, obtener un viaje por papá
no estaba en la parte superior de mi lista. Probablemente no más superior, de lo
que darme un aventón estuviera en la lista de él. Pero sería mejor tratar de evitar
el drama en el autobús escolar cualquier día.

Había una época en la que me avergonzaba de que la oficina de papá no fuera más
imponente. Ahí estaba, supuestamente un abogado importante, y estaba en una

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pequeña “oficina satélite”, la cual, si me preguntan, era sólo otra manera de decir
“un agujero en la pared de los suburbios”. Pero hoy me alegraba de que trabajara
en un agujero en la pared no tan lejos de la escuela, porque el sol de octubre no
hacía nada para calentar el aire y en sólo unas pocas calles que llevaba caminando,
comencé a lamentarme de no haber tomado el autobús después de todo.

Sólo había estado en la oficina de papá un par de veces antes; no tenía exactamente
una alfombra de bienvenida para que su familia se presentara en su trabajo. A él le
gustaba pretender que no quería exponernos a los, como él los llamaba,
“maleantes” que representaba. Pero la verdad era que su oficina era el escape de su
familia. Si empezábamos a aparecer por ahí, ¿cuál sería el punto de estar siempre
trabajando?

Mi pierna se sentía apretada y sabía que estaba tambaleándome como un


monstruo de una película de terror el momento en el que abrí las puertas dobles de
cristal situadas en los ladrillos de la oficina de papá. Me sentí contenta de haberlo
logrado.

El aire caliente se asentó a mi alrededor y me paré en la puerta de entrada a frotar


mi muslo por un minuto antes de entrar en la propia oficina. Podía oler palomitas
de microondas, flotando en la atmósfera y serpenteando a mi alrededor, y sentí el
hambre retorciéndose en mi interior. Seguí el aroma a través del vestíbulo y a
vuelta de la esquina hacia la sala de espera.

La secretaria de mi padre parpadeó hacia mí desde detrás de su escritorio. No


podía recordar su nombre. Sólo la había visto una vez antes, en algún día de picnic
familiar, que la oficina central había patrocinado hace un verano o dos, y pensé que
era Britni o Brenna o algo joven y moderno por el estilo. Recordaba, sin embargo,
que sólo tenía veinticuatro años y que tenía el más increíble y brillante cabello de
color cocoa, le caía por la espalda como una capa de superhéroe; y esos grandes
ojos de vaca que parpadeaban lentamente y albergaban confiadas y enormes
pupilas tocadas con el color que mejor podía describir como verde primavera.

La recordé siendo linda y tímida, y riendo más que nadie cada vez que mi papá
decía uno de sus tontos chistes malos.

—Oh —dijo, con un rubor aumentando en sus mejillas—. Valerie.

Era una afirmación. Ella no sonreía. Tragó saliva —realmente tragó como lo hacen
en las películas— y la imaginé buscando un botón de seguridad rojo debajo del
escritorio sólo en caso de que yo sacara una pistola o algo así.

—Hola —dije—. ¿Está mi papá aquí? Necesito que me lleve.

Ella se apartó de su escritorio en su silla rodante.

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—Está en una reunión… —comenzó, pero no pudo terminar porque la puerta de


papá se abrió justo en ese momento.

—Hey, cariño, ¿podrías sacar el archivo Santosh…? —Estaba diciendo, con la nariz
enterrada en una pila de papeles, leyendo. Caminó alrededor de la parte de atrás
de la silla de Britni/Brenna. Ella estaba inmóvil, excepto por el color que
aumentaba en su rostro. La mano de papá aterrizó familiarmente en su hombro
mientras caminaba, dándole un suave apretón, un gesto que no había visto darle a
mi madre... nunca.

Britni/Brenna agachó la cabeza y cerró los ojos.

—¿Qué está mal, cariño? Te ves tensa… —comenzó papá, finalmente mirando hacia
arriba, pero se detuvo cuando sus ojos se posaron en mí.

Su mano saltó del hombro de Britni/Brenna y regresó al papeleo que sostenía. El


gesto fue sutil, sencillo, tanto que me preguntaba si había visto lo que pensaba que
había visto después de todo. Podía haber pensando que había imaginado cosas, si
mis ojos accidentalmente no se hubieran posado totalmente de casualidad en la
cara de Britni/Brenna, que parecía casi húmeda con un furioso rubor. Sus ojos
estaban dirigidos sólo a la mesa frente a ella. Se veía mortificada.

—Valerie —dijo papá—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Quité mi mirada de Britni/Brenna.

—Necesito que me lleven —dije. Al menos, creo que lo dije. No estoy segura del
todo porque mis labios estaban demasiado entumecidos. Britni/Brenna murmuró
algo y salió corriendo de su silla hacia el baño. Podía haber adivinado que no
volvería hasta después de mi partida—. Mamá um... mamá tenía una reunión.

—Oh —dijo papá. ¿Estaba viendo cosas o su cara se veía enrojecida también?—. Oh,
sí. Seguro. Bueno. Dame un minuto.

Salió rápidamente de regreso a su oficina y pude oír cosas arrastrándose por ahí,
cajones siendo cerrados, llaves sonando. Me quedé en mi lugar, empezando a
preguntarme si me había imaginado todo el asunto.

—¿Lista? —preguntó papá—. Tengo que regresar, así que vamos.

Todo negocios. Todo papá. No esperaba nada menos.

Él abrió la puerta, pero no pude moverme.

—¿Es por eso que tú y mamá se odian? —pregunté.

Parecía como si estuviera considerando fingir que no sabía de qué estaba hablando.
Ladeó la cabeza hacia un lado y dejó que se cerrara la puerta.

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—No sabes lo que piensas que sabes —dijo—. Vamos a casa. En realidad no es tu
asunto.

—No es por mí —dije—. No es mi culpa que mamá y tú se odien. Es tuya.

Y a pesar de que sabía que mis padres no estaban exactamente enamorados antes
del tiroteo, esto me golpeó como una gran epifanía. Y por alguna razón me sentí
peor que antes. Supongo que siempre había pensando que era por mí, y que
cuando dejara la casa serían felices y estarían enamorados de nuevo. Ahora con la
hermosa cara enrojecida de Britni/Brenna en la escena, mamá y papá
probablemente nunca se enamorarían de nuevo. De repente, todas esas peleas que
habían tenido a lo largo de los años ya no parecían reparables. Comprendí porqué
me había aferrado a Nick como un salvavidas… él no sólo comprendía a las familias
de mierda, comprendía también a las familias de mierda que no volverían a ser
buenas otra vez. Debe haber habido una parte de mí que lo supo desde el principio.

—Valerie, sólo déjalo pasar.

—Todo este tiempo me he estado preguntando qué hice para que mamá y tú se
odiaran, y tú estabas teniendo una aventura con tu secretaria. Oh, Dios mío, soy
una completa idiota.

—No. —Suspiró, poniendo su mano en su sien—. Tú madre y yo no nos odiamos.


No sabes nada de mi relación con tu madre. Y esto no es asunto tuyo.

—¿Así que está bien? —pregunté, señalando hacia la puerta del baño—. ¿Esto está
bien?

Probablemente pensó que, dado el contexto de la conversación, yo quería decir lo


que estaba pasando entre Britni/Brenna y él. Pero lo que realmente quería decir
era sobre las mentiras. Él estaba mintiendo acerca de quién era, así como yo lo
había hecho. Y estaba bien. Pero no se sentía bien. Y me pregunté cómo, dado todo
lo que había sucedido, él no podía entender porqué mentir sobre quién era no
estaba bien.

—Por favor, Valerie. Vamos a casa. Tengo trabajo que hacer.

—¿Mamá lo sabe?

Él cerró los ojos.

—Tiene una idea. Pero no, no le he dicho, si es lo que quieres decir. Y te


agradecería si no fueras y le dijeras algo, cuando en realidad no sabes nada.

—Me tengo que ir —dije, empujándolo y pasando por la puerta. El aire frío se
sintió mucho mejor al salir.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Caminé por la acera tomando el camino por el que había llegado. Esperé a que se
asomara por la puerta y gritara: ¡Valerie, detente! ¡No, lo has comprendido mal,
Valerie! ¡Amo a tu madre, Valerie! Pero, ¿qué pasa con que te lleve, Valerie?

Pero nunca lo hizo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Marina012

Caminé de regreso a la escuela. No sabía qué más hacer. Le dejé a mamá un


mensaje de voz mientras caminaba.

—Oye, mamá. Tuve que pedir ayuda para una tarea y perdí el bus —mentí—.
Esperaré para que me recojas después de tu reunión.

Cuando llegué a la escuela, entré y arrojé mis cosas por la gran vitrina que asaltaba
a los visitantes con brillantes trofeos de fútbol, trofeos de pista y gigantes fotos de
los entrenadores que se han ido de la escuela a lo largo de los años. Lejos de sus
días de gloria. O simplemente dejados atrás.

Me senté en el suelo bajo la vitrina y saqué mi cuaderno. Quería dibujar algo,


adueñarme de mi emoción con una imagen. Pero no estaba segura de qué dibujar.
Tan revuelta como estaba mi mente, era simplemente demasiado difícil de ver la
realidad. No podría lograr que mi lápiz dibujara las líneas del rostro de
Britni/Brenna. No pude hacer la curva del contorno de los culpables ojos de mi
padre… su gran secreto revelado. ¿Se casaría con ella? ¿Tendrían hijos? No podía
imaginarme a mi padre sosteniendo algún bebé de cara cremosa, arrullándole,
diciéndole que lo amaba. Llevándolo a juegos de béisbol. Con vivir un poco de vida
él probablemente volvería a considerar su “vida real”, la que se merecía en vez de
la que tenía.

Sostuve la punta de mi lápiz hacia papel y comencé a dibujar… inmediatamente la


curva del vientre sembrado de una mujer tomó forma de perfil. Bosquejé un feto en
su interior, enroscado, chupando un pequeño dedo, acunándose alrededor de un
cordón umbilical. Y luego tracé una línea curva idéntica en el otro lado. Una
lágrima deslizándose por una nariz estrecha. Los ojos de mi madre. Una línea de
furia entre ellos. Otra lágrima, aferrándose a una pestaña, con mi nombre escrito
en ella.

A lo lejos, oí el sonido de un casillero cerrándose y pasos acercándose. Cerré mi


cuaderno y pretendí estar distraída mirando por la puerta principal de la escuela.
Mis dedos se curvaron alrededor de mi cuaderno, que antes siempre había sido
como un par de anteojos divertidos que me permitían reflejar el mundo tal como
realmente era, pero ahora se sentía como un gran secreto vergonzoso.

—Oh, hola. —Jessica Campbell estaba caminando hacia mí.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Hola —respondí.

Jessica se detuvo frente a mí y dejó su mochila. Ella miró hacia la puerta principal.
Suspiró y se sentó con las piernas cruzadas junto a su mochila, a sólo un par de
centímetros de mí.

—Estoy esperando a Meghan —dijo, como si quisiera justificar porqué podría estar
sentada en el pasillo junto a mí si no me estaba salvando de Angerson—. Está
volviendo a tomar su examen de alemán. Le dije que la llevaría a su casa. —Se
aclaró la garganta torpemente—. ¿Quieres que te lleve? Puedo llevarte, también, si
puedes esperar por Meghan. No debería tomarle mucho más tiempo.

Negué con la cabeza.

—Mi mamá está en camino —dije—. Probablemente estará aquí muy pronto. —Y
entonces añadí—: Gracias.

—No hay problema —murmuró, y volvió a aclarar su garganta.

Otro casillero se cerró en algún lugar del pasillo de ciencias y nuestras cabezas
giraron hacia el sonido de un par de chicos hablando. Sus voces se apagaron y
escuchamos el sonido de una puerta de madera cerrándose, cortando nuestra
conversación por completo.

—¿Vienes a la reunión del Consejo mañana? —preguntó Jessica—. Vamos a


repasar los progresos del proyecto conmemorativo.

—Oh —dije—. Imaginé que la reunión era sólo una vez. Pensé... bueno, en cierto
modo los abandoné a ustedes la última vez. Además, ya sabes, pensé que tenían
que votar por ti para ser miembro del Consejo Estudiantil. Algo me dice que no me
votará mucha gente.

Ella tenía una mirada divertida en su rostro y luego soltó una risa chillona y un
poco nerviosa.

—Sí, probablemente no —dijo—. Pero sigo diciéndote que está bien. Todos
comprenden que serás parte del proyecto. Lo cual es genial.

Arqueé una ceja y le di una mirada de lo dudo. Ella rió de nuevo, esta vez un poco
más entrecortada y relajada.

—¿Qué? ¡Lo es! —dijo. No pude evitarlo. También me reí. Muy pronto ambas nos
estábamos desmoronando, apoyamos nuestras cabezas contra la pared de ladrillo
detrás de nosotras, la tensión deslizándose de nosotras.

—Escucha —dije, estudiando los grafitis en la parte inferior de la vitrina por


encima de mi cabeza—. Aprecio lo que estás haciendo, pero no quiero que la gente
comience a dejar el Consejo por mí.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—No todo el mundo estaba en contra de ello, sabes. Algunas personas pensaron
que la idea era genial desde el principio.

—Sí, como Meghan, supongo —dije—. Ella quiere ser mi mejor amiga, sabes.
Mañana nos vamos a vestir igual. Seremos twinkies15.

Nos miramos mutuamente por un momento y nos echamos a reír otra vez.

—No exactamente —dijo Jessica—. Pero ella vino. Puedo ser muy persuasiva. —
Sonrió maliciosamente y movió sus cejas—. En serio. No te preocupes por Meghan.
Ella va ha estar bien con eso. Es necesario que tú participes. Necesito que te
involucres. Eres inteligente y eres, como que, realmente creativa. Necesitamos eso.
¿Por favor?

Una puerta se abrió al final del pasillo y Meghan salió. Jessica tomó su mochila y su
chaqueta. Se encogió de hombros.

—No le disparaste a nadie —dijo—. Ellos no tienen razones para odiarte. Eso es lo
que sigo diciéndoles. —Ella se levantó y colocó su mochila en su hombro—. ¿Nos
vemos mañana, entonces?

—Está bien —dije. Ella comenzó a caminar hacia Meghan.

Tuve un repentino destello de claridad. ¿Qué fue lo que el Detective Panzella había
dicho sobre la chica que ayudó a limpiarme? Ella era rubia. Alta. De penúltimo año.
Seguía repitiendo: “Ella no le disparó a nadie...”

—¿Jessica? —llamé. Se dio la vuelta—. Um, gracias.

—No hay problema —dijo—. Sólo tienes que estar allí, ¿de acuerdo?

Unos minutos más tarde mi mamá se detuvo frente a la escuela y tocó la bocina.
Anduve con dificultad hacia el coche y me deslicé dentro. Mamá parecía sombría
detrás del volante.

—No puedo creer que hayas perdido el bus —dijo. Reconocí la voz… su voz
molesta y frustrada. La que ella usaba a menudo cuando llegaba a casa del trabajo.

—Lo siento —le dije—. Tuve que pedir ayuda con una tarea.

—¿Por qué no sólo fuiste en el auto con tu padre?

La pregunta me golpeó como dedo hincándose en el pecho. Sentí que mi corazón


comenzaba a acelerarse. Podía sentir que mi estómago se revolvía, tratando
realmente de agrandarse. Pude oír el lado racional de mí gritando en mi oído: ¡ella
debe saber! ¡Merece saber!

15 Twinkie: Es un pastelito relleno de crema.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Papá estaba ocupado con un cliente —mentí—. Habría tenido que esperar
mucho tiempo por él.

Supongo que debería haberme sentido culpable por mentirle a mamá sobre lo que
sabía. Pero entonces nuevamente papá no le disparó a nadie, tampoco.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Vannia

Corregido por Marina012

El siguiente sábado le supliqué a mamá que me llevara al estudio de Bea después


de nuestra sesión con el Dr. Hieler.

—No sé, Valerie —dijo mamá, arrugando el entrecejo—. ¿Clases de arte? Nunca
antes había escuchado hablar sobre esta mujer. Ni siquiera sabía que había un
estudio allí. ¿Estás segura de que es seguro?

Puse los ojos en blanco. Mamá había estado de un humor fatal durante días. Casi
parecía como si mientras más tratara de seguir a delante con mi vida, ella confiaba
menos en mí.

—Sí, por supuesto que es seguro. Ella sólo es una artista, mamá. Vamos, ¿puedes
simplemente dejarme hacer esta única cosa? Puedes ir a hacer las compras a
Shop ’N’ Shop mientras yo estoy ahí.

—No lo sé.

—¿Por favor? Mamá, vamos, siempre estás diciendo que quieres que haga cosas
normales. Las clases de arte son algo normal.

Ella suspiró.

—Está bien, pero voy a entrar contigo. Quiero revisar ese lugar. La última vez que
te dejé ir simplemente a hacer lo que sea que querías, estuviste involucrada con
Nick Levil, y mira a dónde nos llevó.

—Y me lo recuerdas todos los días —murmuré, poniendo los ojos en blanco.


Presioné mi dedo pulgar en el hueco de mi muslo para evitar estallar contra ella.
Con el estado de ánimo con el que había estado, probablemente cambiaría de
opinión acerca de llevarme a donde Bea.

Entramos al estudio de Bea juntas y pude sentir a mamá titubear en la puerta, una
vez que el húmedo y pesado aire nos rodeó.

—¿Qué es este lugar? —dijo en voz baja.

—Shhh —susurré, aunque no estaba exactamente segura de porqué quería que ella
estuviera callada. Tal vez porque temía que Bea la escuchara y me dijera que no

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

podía asistir a las clases después de todo. Que la energía negativa de mamá pudiera
arruinar la increíble luz púrpura de la mañana.

Caminé por del pasillo hacia el fondo, donde pude escuchar un tintineo de música
—campanas tocando en el exterior rítmicamente— y un suave murmullo de voces.
Podía ver la espalda de los artistas posados en los taburetes al frente de los lienzos.
Había una señora mayor trabajando con papel a un lado, doblando y arrugándolo
en complejas formas y animales, y un pequeño niño jugando con un par de carritos
de cajas de fósforos debajo de una de las mesitas. Bea estaba inclinada sobre un
espejo, alrededor del cual estaba colgando y pegando un elaborado diseño de
conchas marinas. Me detuve al final del pasillo, de pronto segura de que antes
había entendido mal a Bea y que no debería estar ahí. Ella estaba siendo amable.
Realmente no me quiere aquí, pensé. Debería irme.

Pero antes de que pudiera siquiera terminar ese último pensamiento, Bea se había
enderezado y estaba sonriéndome, con su divertido cabello amarrado en un
montículo brillante en lo alto de su cabeza, con listones y adornos pequeños
colgando de él.

—Valerie —dijo ella, abriendo los brazos ampliamente—. ¡Mi Valerie púrpura! —
Dio dos palmadas con sus manos—. Regresaste. Estaba esperándote.

Asentí.

—Esperaba que pudiera, eh… tomar algunas clases de arte contigo. Pintura.

Ella avanzó hacia nosotros entonces, pero me estaba ignorando completamente. Su


sonrisa se había convertido en una amplia sonrisa mostrando sus dientes cuando
envolvió a mi mamá. Pude ver el cuerpo de mamá tensarse bajo el abrazo de Bea, y
luego, mientras Bea susurró al oído de mamá durante un tiempo, su cuerpo se
relajó. Cuando Bea se alejó nuevamente, el ceño fruncido de mamá había
desaparecido, siendo reemplazado por una mirada de curiosidad. Bea era extraña,
sin lugar a dudas. Ella era el tipo de persona que mamá normalmente consideraría
una chiflada, pero la excentricidad de Bea le sentaba tan bien que, incluso con su
estado de ánimo, mamá pareció aplacarse.

—Es un placer conocerte —le dijo Bea a mamá. Mamá asintió, tragando saliva, pero
no contestó—. Por supuesto que pintarás con nosotros, Valerie. Tengo un caballete
justo por allá para ti.

—¿Cuánto costará? —preguntó mamá, abriendo su bolso y buscando en su interior.

Bea agitó sus manos en el aire.

—Paciencia y creatividad, principalmente. También tiempo y práctica. Y auto-


aceptación. Pero no encontrarás ninguna de esas cosas en tu bolso.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Mamá se congeló, viendo a Bea con curiosidad, luego cerró su bolso.

—Estaré en Shop ‘N’ Shop. Tienes una hora —me dijo a mí—. Sólo una.

—El uno es mi número favorito. —Bea se rió—. La palabra ganó16 es el pasado del
verbo ganar, y nosotros podemos decir al final de día que hemos ganado una vez
más, ¿podemos? Algunos días llegar al final del día es absolutamente la victoria.

Mamá no dijo nada en respuesta, simplemente tomó su camino de regreso por el


pasillo lenta y deliberadamente. Pude sentir el silbido de la ráfaga de aire del
estacionamiento en el estudio cuando mi mamá dejó el edificio.

Uno. Ganó. Una hora. Sólo una. Ganó. Lancé las palabras en mi cabeza.

Me giré hacia Bea.

—Me gustaría pintar —dije—. Necesito pintar.

—Entonces tú, por supuesto, pintarás. Has estado pintando desde esta mañana
cuando te levantaste. —Se dio unos golpecitos en la sien con su dedo—. Aquí. Has
estado pintando y pintando. Usando montones de púrpura justo aquí. Todo lo que
necesitas hacer es ponerlo en el lienzo.

Me condujo a un taburete y me senté, hipnotizada por las pinturas de los artistas


sentados, trabajando en silencio, en frente de mí. Una mujer estaba pintando un
paisaje nevado, otra estaba usando colores rojos óxido sobre un granero que había
dibujado minuciosamente a lápiz. Un hombre pintaba un avión militar, usando una
fotografía pegada en la esquina superior izquierda del caballete como referencia.
Bea se apresuró a un carrito cercano y regresó con una paleta y un pincel para mí.

—Ahora —dijo ella—, pintarás en gris primero, para sombrear. Probablemente no


conseguirás más que eso por hoy. Necesitarás darle tiempo para que seque antes
de que salpiques con tus gloriosos colores. —Abrió un frasco un vertió una cosa
gelatinosa color marrón en la paleta junto a los colores—. Y no olvides mezclar tus
pinturas con esto. Ayudará a que seque más rápido.

Asentí con la cabeza, tomando el pincel, y comenzando a pintar. Sin boceto, sin
fotos de referencia. Sólo la pintura en mi mente, al Dr. Hieler como realmente lo
veía. Habría pocas sombras en esta pintura. Sin oscuridad.

—Hmmm —dijo Bea sobre mi hombro—. Oh, sí. —Y luego se movió a otra parte
del estudio. Podía escuchar sus gentiles instrucciones en susurros hacia los otros
artistas, dando afectuoso apoyo. En cierto momento estalló a carcajadas cuando un
artista le dijo que había metido su celular en la licuadora esa mañana y se convirtió
en puré. Pero no podía mirarla. No podía levantar la vista en absoluto, no hasta que

16Ganó: Analogía entre las palabras en inglés one (uno) y won (ganó), ya que al pronunciarse
suenan casi igual.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

el aire cepilló mi nuca otra vez y escuché la voz de mamá, entonces el sonido que
no pertenecía al estudio en lo absoluto, flotó por el pasillo hacia mí:

—Se acabó el tiempo, Valerie.

Cuando alcé la vista, estaba sorprendida de ver que Bea estaba junto a mí y su
mano estaba sobre mi hombro.

—El tiempo no se acaba —susurró, sin mirarme a mí, sino al lienzo—. Así como
siempre hay tiempo para el dolor, siempre hay tiempo para la curación. Por
supuesto que lo hay.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Little Rose

Corregido por Vannia

Acababa de dar la vuelta en la esquina del pasillo de ciencias cuando Meghan gritó
mi nombre y apareció detrás de mí. Caminé más despacio, mirando
preocupadamente hacia la oficina de la Sra. Stone, donde la reunión del Consejo
Estudiantil comenzaría en unos minutos, y me detuve a regañadientes.

—Hey, Valerie, espera —gritó Meghan, con el cabello rebotándole mientras me


alcanzaba—. Quiero hablar contigo.

Normalmente habría seguido caminando sin dudar. Meghan me había dejado muy
claro que me culpaba por lo que había ocurrido, y me imaginaba que lo que fuera
que quisiera decirme, no podía ser bueno.

Pero no tenía hacia donde huir. Los pasillos estaban vacíos a esta hora del día en
este lado del edificio. Todos los atletas estaban en el gimnasio. Y el resto estaba
camino a casa.

—Hey. —Suspiré de nuevo cuando me alcanzó—. ¿Vas a la reunión del Consejo


Estudiantil?

—Sí —respondí insegura, cruzando los brazos sobre mi pecho en ademán


defensivo—. Jessica me lo pidió.

—Genial, iré contigo —dijo Meghan. La miré por un segundo más y luego
lentamente comencé a caminar al salón de la Sra. Stone. Después de unos pasos ella
dijo—: Me gusta tu idea de la cápsula. Va a estar bueno.

—Gracias —dije, y seguimos caminando. Mordí mi labio, y luego dije—: Sin


ofender pero, ¿por qué caminas conmigo?

Meghan ladeó la cabeza, considerando su respuesta.

—¿La verdad? Jessica me dijo que fuera amable contigo. Bueno, en realidad no me
lo dijo, pero, ya sabes… como que se enojó conmigo por gritarte y peleamos por
ello. Nos arreglamos y todo, pero decidí que tiene razón. Al menos puedo intentarlo.
—Se encogió de hombros—. No eres mala ni nada. Sólo callada.

—Normalmente no sé qué decir —dije—. Siempre he sido callada. Sólo que antes
nadie me notaba, supongo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Ella me miró.

—Sí, quizás sea eso —dijo.

Podíamos ver el aula de la Sra. Stone adelante. Había luz adentro y podíamos oír las
voces saliendo de allí. La de la Sra. Stone sobresalía; unas risas alegraban el
ambiente. Nos detuvimos.

—Quiero preguntarte algo —dijo Meghan—. Uhm… alguien dijo que mi nombre
estaba en la Lista del Odio. Así que me preguntaba… ¿por qué? Quiero decir, mucha
gente habla de que las víctimas se lo merecían porque molestaban a Nick, pero yo
realmente no los conocía. Nunca hablé con él.

Apreté mis labios y quise más que nada estar en el salón de la Sra. Stone, con
Jessica como defensora. Meghan tenía razón sobre algo; no la conocíamos antes del
tiroteo. Nunca habíamos hablado con ella, ni habíamos sabido nada de su
personalidad. Pero sentíamos que sabíamos lo suficiente, dado con quién andaba.

Recuerdo el día que añadí el nombre de Meghan a la lista.

Nick y yo habíamos estado almorzando cuando Chris Summer y sus amigotes


pasaron por nuestra mesa, prácticamente adueñándose del Cafetín, como siempre.

—Hey, fenómeno —dijo Chris—. Sostén esto por mí. —Le tiró un chicle que sacó
de su boca al plato de Nick. Sus amigos rompieron a reír, llevando sus manos a sus
pechos, dando traspiés como si estuvieran ebrios.

—Oh, hombre, eso es asqueroso…

—Buena esa, amigo…

—Disfruta las papas, fenómeno…

Se fueron a su mesa, riéndose. Podía ver la furia en Nick, sus ojos oscureciéndose,
su mandíbula apretada. Estaba diferente de como había estado aquel día en el cine.
Entonces se vio triste, derrotado. Ahora parecía molesto. Comenzó a levantarse de
la mesa.

—No —dije, poniendo mi mano sobre su hombro. Nick había sido atrapado en dos
peleas ese mes, y Anderson estaba amenazando con una suspensión.

—No valen la pena. Ten, come las mías. —Empujé hacia él la bandeja de mi
almuerzo—. De todas formas no me gustan las papas.

Se congeló, con las aletas de la nariz dilatadas, las palmas presionadas en la mesa.
Inspiró hondo varias veces y volvió a su asiento.

—No —dijo suavemente, devolviéndome mi bandeja—. No tengo hambre.

- 187 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Comimos el resto del almuerzo en silencio, yo lanzando miradas a la mesa de Chris


Summer detrás de nosotros. Memoricé a todos los que estaban sentados ahí —
entre ellos Meghan Norris— todos prácticamente adorando a Chris como si fuera
un Dios. Y cuando llegué a casa esa noche, abrí mi cuaderno y anoté cada uno de
sus nombres uno por uno.

Parecía justificado en ese momento. Los odiaba mucho por lo que le hacían a Nick,
y a mí. Pero ahora, de pie en el pasillo afuera del salón de clases de la Sra. Stone,
todo se sentía diferente. De pie en el pasillo, Meghan no era tan horrible. Sólo era
otra persona confundida buscando respuestas. Como yo.

—No era por ti —le dije honestamente a Meghan—. Era Chris. Estabas sentada con
él en el almuerzo una vez y… —Me detuve en seco, comprendiendo que sin
importar cuán enojados estábamos Nick y yo ese día, sin importar qué tan cruel fue
Chris con Nick en su momento, y por todo lo que había ocurrido, simplemente no
tendría sentido para ella. Apenas tenía sentido para mí—. Fue estúpido. No fue
correcto.

Afortunadamente, Jessica sacó la cabeza por el marco de la puerta y nos hizo un


gesto.

—Oh, hola —dijo—. Creí oír voces. Vamos, ya casi comenzamos.

Ella volvió a desaparecer en el salón. Meghan y yo nos quedamos de pie allí,


incómodas por algunos minutos.

—Bueno —dijo al fin—, supongo que ya no importa, ¿cierto? —Sonrió. Era una
sonrisa forzada, pero no falsa. Aprecié mucho eso, al menos.

—Supongo que no —dije.

—Vamos, si no entramos pronto, Jessica vendrá por nosotras.

Entramos en el salón de la Sra. Stone, y por primera vez no sentí deseos de salir
huyendo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por Vannia

[DESDE EL CONDADO DE GARVIN SUN-TRIBUNE,

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ANGELA DASH]

Nick Levil, 17. Aunque los testigos y la policía han identificado positivamente a Nick
Levil, de penúltimo año, como el tirador, aun no se tiene clara su motivación para
llevar a cabo el crimen. “Él era del tipo aislado, pero yo no lo llamaría un solitario o
algo así”, dijo la estudiante de penúltimo año, Stacey Brinks, a los reporteros.
“También tenía novia y muchos amigos. A veces hablaba de suicidarse, muchas veces,
de hecho, pero nunca dijo nada acerca de matar a otras personas. Al menos no a
nosotros. Tal vez Valerie sabía, pero nosotros no”.

La policía ha sido capaz, con ayuda de los videos de seguridad, de rastrear los
movimientos de Levil durante la mañana del 2 de mayo, y han reconstruido una idea
clara de lo que ocurrió en la cafetería ese día. Luego de abrir fuego en el comedor
lleno de estudiantes, principalmente estudiantes de último año, Levil le disparó a su
novia, Valerie Leftman, en la pierna y después se disparó a sí mismo. Partes de los
videos, que muestran el espeluznante final del alboroto, han sido puestos al aire en
algunos canales de noticias, provocando una gran conmoción en la familia Levil.

“Mi hijo pudo ser quien disparó, pero sigue siendo una víctima”, dijo la madre de Levil
a los reporteros. “Malditos sean esos tiburones de los medios de comunicación que
creen que algo como eso no está desgarrando a mi familia en pedazos. ¿Creen que ver
a nuestro hijo meterse una bala en el cerebro una y otra vez no va a partir nuestros
corazones?”.

El padrastro de Levil agregó entre lágrimas: “Nuestro hijo también está muerto. Por
favor no olviden eso”.


No sé cómo pasó, pero de alguna manera debí haberme acostumbrado a ser amiga
de Jessica Campbell. El final del semestre llegó y se fue y el Dr. Hieler había hecho
un gran alboroto por eso en una de nuestras sesiones, yo podría nunca haberlo
notado.

—Te dije que ibas a pasar el semestre —me había dicho—. ¡Demonios, soy bueno
en esto!

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—No te lleves todo el crédito —le había dicho bromeando—. Nadie ha dicho que
vaya a regresar luego de las vacaciones de invierno. ¿Cómo sabes que no me voy a
transferir?

Pero sí regresé luego de las vacaciones de invierno, y los nervios que me


acompañaron ese primer día de clase fueron mucho menos debilitantes cuando
crucé las puertas en enero.

La gente parecía, en general, estarse adaptando a la idea de que iba a seguir por ahí,
y parecía estar ayudando el hecho de que Jessica y yo nos sentáramos juntas todos
los días en el almuerzo.

Y seguía teniendo las reuniones del Consejo Estudiantil. Había empezado a


participar más, incluso ayudé a decorar el salón de la Sra. Stone en su cumpleaños.
Íbamos a tener una reunión especial; como cinco minutos de trabajo para el
proyecto conmemorativo y el resto del tiempo dedicado a comer tarta y a darle
nuestro pesar a la Sra. Stone por volverse más vieja. Iba a ser una sorpresa, y
estábamos trabajando rápido para terminar la decoración antes de que la Sra.
Stone regresara del servicio de autobús.

—Voy a ir al concierto de JT —dijo Jessica—. Se echó hacia adelante en su silla y se


inclinó en ella. Se tambaleó por un momento, se estabilizó, y luego se elevó más
alto sobre la punta de sus pies. Arrancó un pedazo de cinta adhesiva del rollo y
pegó la serpentina azul que tenía en su mano en el ladrillo del muro de la escuela—.
¿Vas a ir?

—No, mi mamá no me deja —dijo Meghan. Ella estaba sosteniendo el otro extremo
de la serpentina. Jessica le arrojó el rollo de cinta adhesiva. Meghan se estiró para
atraparlo y dejó caer el otro extremo de serpentina—. ¡Mierda!

—Ya lo tengo —dije. Cojeando, agarré la serpentina, la torcí como Meghan la tenía
antes, y se la entregué.

—Gracias —me dijo. Se paró de puntitas y la pegó a la pared. Mientas ella hacía eso,
Jessica estaba ocupada inflando un globo para pegarlo en medio de la serpentina.

Saqué un globo de la bolsa del escritorio detrás de mí y también comencé a inflarlo.


Detrás de mí, algunos otros estaban poniendo el mantel y el pastel. Josh tuvo que
correr a la cafetería para traer las bebidas que la mamá de Jessica había comprado
ese día más temprano.

—Desearía poder ir —dijo Meghan—. Amo a Justin Timberlake.

—Dios, es muy ardiente, ¿no crees? —agregó Jessica.

Meghan suspiró profundamente.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Mi mamá no me deja ir a ningún lado estos días. Está muy paranoica. Mi papá
dice que se le pasará. Pero ahora ella está hablando sobre hacerme ir a la
universidad comunitaria el próximo año porque no puede soportar la idea de que
me vaya a la Universidad. Como si al irme vaya a estar en otro tiroteo escolar o algo
parecido. Necesita terapia.

Apreté el nudo del globo que estaba soplando y saqué otro de la bolsa.

—Bueno, mi papá me consiguió los tickets con alguien del trabajo —dijo Jessica—.
Llegó a casa y fue como, “Hey Jess, ¿alguna vez has escuchado a este cantante,
Justin Timberlake? ¿Canta country o algo?” —Nos reímos—. Y yo estaba como,
“Diablos, sí, ¡he escuchado a Justin Timberlake!” y él dijo: “Bueno, tengo dos
entradas para ir y puedes quedártelas pero tienes que ir con Roddy”. Así que mi
hermano va a venir a casa desde la Universidad de Kansas ese fin de semana y me
va a llevar, supongo que está bien. Roddy por lo general es genial.

—De ninguna manera dejaría que mis padres me hicieran ir con Troy —dijo
Meghan—. Él anda con esos perdedores, como Duce Barnes. Probablemente me
pegaría un tiro si estuviera sola con él. —Su cara se volvió algo rosada y me miró.

Yo conocía a Troy. A veces Troy había estado con Duce cuando Nick no había
llegado. Troy se había graduado de Garvin hace como tres años y era algo así como
una leyenda por ser algo impulsivo. Una vez tuvo problemas por tumbar toda una
fila de lockers. Meghan miraba a su hermano y lo adoraba. Pero ella no era nada
como él.

Nadie dijo nada durante un minuto. Amarré el globo en el que había estado
trabajando y lo dejé caer al suelo. Me volteé, saqué otro de la bolsa y lo puse en mi
boca.

—¿Vas a ir al concierto, Valerie? —preguntó Meghan.

Aclaré mi garganta. No me sentía del todo cómoda con Meghan y creo que era un
sentimiento mutuo.

—Uhm —dije, probando mi voz, la cual sonaba demasiado casual para cómo me
sentía—. No lo creo. Estoy bastante enterrada de por vida.

—¿Por qué? —preguntó Jessica bajándose de la silla y empezando a ayudarme con


los globos.

—Bueno. Por el tiroteo —respondí. Sentí que mi cara estaba ardiendo.

Meghan me dirigió una mirada curiosa, y luego dijo:

—Pero no es como si fuera tu culpa. Te dispararon.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Sí, supongo que mis padres no lo ven así. Ellos ahora mismo están con eso de mi
“falta de juicio”.

Meghan hizo un sonido parecido a ¡uhn!

—Eso es muy injusto —dijo ella quedamente.

Jessica ató su globo.

—¿Les has preguntado si puedes ir a algún lado? —preguntó ella.

Negué con la cabeza.

—No tengo ningún lugar al que ir. —Me encogí de hombros. Los chicos en la parte
de atrás estaban discutiendo tranquilamente sobre la colocación de las velas.

—Jess, deberías invitarla a la fiesta de Alex —dijo Meghan. Se bajó de la silla y dio
un paso atrás para admirar la serpentina—. ¿Cómo se ve?

Jessica puso sus manos en las caderas y estudió la pared.

—Creo que está perfecta. ¿Tú qué crees, Val?

Me paré.

—Se ve bien para mí.

Inflamos más globos por algunos minutos más y luego Jessica dijo:

—Meghan estaba hablando sobre esta fiesta a la que todos vamos a ir el veinticinco.
Es una fiesta de granero. ¿Alguna vez has estado en una?

Negué con la cabeza y até mi globo.

—Es en la granja de Alex Gold. Sus padres van a estar en Irlanda por dos semanas.
Deberá ser muy salvaje.

—La última vez perdí mis zapatos —agregó Meghan—. Y Jamie Pembroke vomitó.
¿Te acuerdas de eso? —Ella y Jessica se rieron—. Deberías venir, Val —añadió
Meghan—. Es realmente una maravilla.

—Sí, ven con nosotras —dijo Jessica. Alargó la mano y me dio un codazo en el
brazo—. Todos van a dormir en mi casa.

Pretendí estar pensándomelo y estar emocionada por la invitación, pero campanas


de advertencia sonaron tan fuertemente en mi cabeza que apenas podía pensar.
Una cosa era ir al Consejo Estudiantil con Jessica. Sentarme en el pasillo con ella en
el almuerzo. Y otra cosa totalmente diferente era ir a una fiesta llena de sus amigos.
Sólo podía imaginarme lo que muchos de ellos dirían cuando ella me llevara. Podía

- 192 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

imaginar lo que Nick pensaría si fuera. No había manera de que pudiera manejar
eso.

Pero Jessica me miraba tan intensamente, tan abiertamente, que no podía


rechazarla sin siquiera pretender que iba a preguntar si podía ir.

—Está bien —dije—, trataré.

Jessica sonrió e incluso también Meghan sonrió un poco.

—¡Genial!

—¿Qué es esto? —preguntó la Sra. Stone desde la puerta.

Ella todavía estaba quitándose su abrigo con su nariz enrojecida por el fuerte
viento que había llegado de la nada esta mañana.

—¡Sorpresa! —gritamos todos al unísono, y luego el salón explotó en gritos y


aplausos.

La Sra. Stone puso su mano en el pecho y miró a su alrededor, pero parecía estar
pasando más tiempo mirándome a mí, a Jessica y a Meghan mientras nos reíamos,
paradas una al lado de la otra, golpeándonos los hombros y charlando.

—Que sorpresa tan increíble —dijo, secando la comisura de sus ojos.

- 193 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Chelsea Sharkovich

Corregido por ★MoNt$3★

—Disculpen chicas, pero no pueden estar sentadas aquí por más tiempo —dijo el
Sr. Angerson—. Los constructores estarán viniendo y yendo por aquí.

Jessica y yo nos levantamos sosteniendo nuestras bandejas de almuerzo frente a


nosotras.

Los constructores habían estado entrando y saliendo del edificio durante toda la
mañana, martillando, golpeando y utilizando máquinas ruidosas, lo que hizo muy
difícil concentrarse en cualquier cosa. Estaban instalando nuevas puertas —unas
sin ventanas de vidrio— en los salones de clases, reemplazando el vidrio de ambos
lados por una especie de cosa a prueba de balas. Las puertas que estaban
instalando se atrancaban desde adentro cada vez que eran cerradas, lo que
significaba que si tenías que ir al baño durante clases, debías tocar la puerta para
que te dejaran entrar de nuevo. Por supuesto, también implicaba que estábamos
sentados en una pequeña fortaleza de seguridad, por si acaso alguien ingresaba al
edificio con un arma, una bomba o algo.

—De acuerdo —dijo Jessica. Nos miramos la una a la otra y después ambas
volteamos para observar la cafetería—. Vamos —dijo en su antigua voz de “Jessica
la Comandante” que recordaba tan bien—. Te puedes sentar conmigo. —Se echó su
cabello con confianza sobre un hombro y sacó su pecho, caminando con valentía a
través de la multitud.

Mis pies se sintieron fríos y pesados, pero de todos modos la seguí. Me condujo
hasta lo que yo siempre había conocido como el cuartel general de las DBMP, y sólo
pensar en eso me hizo entrar en pánico.

—¡Hola chicos! —dijo Jessica. Colocó su bandeja en la mesa y movió un par de


sillas frente a ésta. La charla en la mesa enseguida murió.

—Hola Jess —dijo Meghan. Pero su voz era muy baja y su rostro estaba serio. El
momento en la reunión del Consejo Estudiantil, explotando globos juntas, pudo
haber sido fácilmente una alucinación—. Hola Val.

Intenté forzar a mi boca a formar una sonrisa, pero hablar estaba fuera de
discusión.

—Pensé que ahora te sentabas en el pasillo —dijo Josh—, con ella.

- 194 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Angerson detuvo eso, por supuesto —dijo Jessica. Se sentó y luego se volteó
hacia mí—. Vamos, Val. Siéntate. A nadie le molestará.

Alguien hizo un sonido de “aff” cuando ella dijo eso, pero no pude ver quién fue.

Me senté, enfocándome sólo en la comida en mi bandeja, pero sabía que no había


manera en que pudiera comer. De repente, la salsa marrón parecía gelatina, y la
carne se veía como plástico. Mi estómago se retorcía como loco.

—Hey Jess, ¿vas a ir a la fiesta en el granero? —preguntó alguien.

—Sí, ambas vamos.

—¿Ambas quiénes?

Jessica me señaló con su tenedor.

—Le pedí a Val que pasara la noche conmigo ese día.

—De ninguna manera —dijo Josh, con su gran voz de Josh.

—Claro que sí —dijo Jessica—. ¿Cuál es el problema con eso? —Detecté una nota
de enojo en su voz, un sonido que reconocía muy bien. ¿Cuántas veces no lo había
escuchado dirigido a mí?

¿Qué estás mirando, Hermana Muerte? Bonitas botas, Hermana Muerte. Como si yo
hubiese estado hablando con tus amigos perdedores, Hermana Muerte. ¿Tienes algún
problema? ¿Qué es lo que te pasa? ¿Te pasa algo, Hermana Muerte? Sólo que esta vez
no estaba dirigido a mí, sino a sus amigos a los cuales reinaba. Me sentí aliviada, y
enseguida me sentí culpable por sentir alivio. En ese momento no te podría haber
dicho quién había cambiado más: Jessica Campbell o yo.

—De hecho, aún no le he preguntado a mis padres —le murmuré a Jessica—. Les
iba a preguntar este fin de semana.

Le restó importancia a mi comentario, con su atención enfocada en el otro lado de


la mesa. Sus ojos eran rendijas, retando a sus amigos a decir algo en contra de que
yo estuviera allí. Sostuvo su tenedor firmemente frente a ella. El ambiente en la
mesa cambió, se volvió incómodo.

Todos estaban mirando fijamente sus propias bandejas y la charla había cesado.
Varios de ellos estaban murmurando lo suficientemente fuerte como para que yo
supiera que estaban hablando de mí, pero no como para saber qué estaban
diciendo.

Pero sí escuché a alguien decir:

—¿Acaso ella va a llevar su libreta?

- 195 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Otra persona se rió y respondió:

—¿Va a llevar un acompañante?

Fue demasiado. Estúpida yo por pensar que podía encajar aquí, aún después de
todo este tiempo. Incluso con Jessica de mi lado. Ve lo que es real, eso era lo que el
Dr. Hieler quería que hiciera. Ve lo que de verdad está allí. Bueno, podía ver lo que
de verdad estaba allí ahora, y nada de eso era bueno. Todo era exactamente igual
que antes. Sólo que antes yo hubiera escrito sus nombres en la Lista de Odio y
hubiera corrido hacia Nick para que me reconfortara. Ahora yo era una persona
diferente y no tenía idea de qué hacer, además de huir.

—Me olvidé —dije, levantándome y agarrando mi bandeja—. Debo entregar un


informe para inglés antes del sexto periodo o me colocarán un cero en la
asignación. —Intenté reírme despreocupadamente, pero mi boca se sentía seca y
estaba segura de que cuando hablaba, sonaban cosas en mi garganta.

Me levanté y llevé mi bandeja a la ventanilla del lavaplatos. Vertí todo el contenido


de mi almuerzo en el bote de basura y me escabullí de la cafetería, escuchando
vagamente en mi cabeza las palabras del Dr. Hieler: Si sigues perdiendo peso, Val, tu
mamá volverá a preguntar sobre la anorexia. Caminé rápidamente al baño de chicas
en el extremo de Artes de la Comunicación, y me encerré en el cubículo de
discapacitados. Me quedé allí hasta que la campana sonó, prometiéndome a mí
misma que de ninguna endemoniada manera iría a esa fiesta.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por ★MoNt$3★

Estaba sentada en mi cama, admirando el reciente esmalte rosa fuerte con el que
me había pintado las uñas de los pies. No me había pintado los pies con ese rosado
desde hace tiempo por lo que dudé que el esmalte aún estuviera bueno.

Estaba todo crujiente en el cuello de la botella y se había separado en dos capas,


rosado en el fondo y mucho más claro en la parte de arriba. Incluso parecía
bastante congelado, así que le agregué unas gotas de removedor de uñas y pareció
hacer su trabajo.

Normalmente mi principal era el negro. O azul marino. A veces un verde cazador o


un amarillo enfermizo. Pero hace mucho tiempo, había sido rosada. Todo había
sido rosado, creo que me había estado quemando en rosado. Y luego me quemé en
negro, no estoy segura.

De todo lo que estoy segura es que finalmente me había rendido a mi curiosidad y


saqué la vieja caja de cosas para arreglarse las uñas que desde que la Linda Linda
Princesa Valerie en el Cielo se había ido, habían quedado guardadas debajo del
lavabo, y me puse a pintarme las uñas de los pies. No le iba a doler a nadie que mis
pies estuvieran rosados, ¿verdad?

Seguía esperando que se secaran —sacando un poco de aire de mi boca sin ponerle
mucho esfuerzo— cuando hubo un golpe, muy suave, en mi puerta.

Me incliné y le bajé a mi estéreo.

—¿Sí?

La puerta se abrió y la cabeza de mi padre se asomó.

Él hizo una mueca en dirección al estéreo, así que me incliné y lo apagué.

—¿Podemos hablar? —preguntó.

Asentí. Él y yo no habíamos hablado desde el incidente de Britni/Brenna en su


oficina hace unas semanas.

Entró en la habitación e hizo su camino a través del piso como si estuviera pasando
por un campo minado. Empujó una pila de camisetas fuera de su camino con el pie.

- 197 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Noté que estaba usando zapatos. Zapatos de correr. Y jeans, y también una
camiseta. Su casual, pero para salir, atuendo.

Se sentó en el borde de la cama. Al principio no dijo nada, sólo miró mis uñas de los
pies. Los doblé hacia adentro e inmediatamente me preocupé de haber dañado mi
trabajo. Los desdoblé. Sólo uno se echó a perder. Usé mi dedo pulgar para sacar la
mayoría del esmalte de uñas y luego me quedé mirando mi pie. El cual de repente
se veía tan vulnerable e imperfecto con el esmalte rosado alrededor de la uña pero
desnudo en el interior. Como si hubiera empezado pero luego se me hubiera
olvidado ponerlo bonito.

—¿Nuevo color? —preguntó, lo que pensé que era una pregunta muy extraña
viniendo de un papá. ¿Acaso los papás debían notar el esmalte de uñas de sus
hijas? No estaba segura, pero no era algo que mi padre podría notar, y cada
pensamiento de eso me hizo sentir inquieta.

—No, viejo —respondí.

—Oh. —Se sentó un poco mejor—. Escucha Valerie, sobre Briley…

Briley, pensé. Claro. Su nombre es Briley.

—Papá —empecé, pero levantó una mano para pararme. Tragó saliva. Ninguna
frase que empezara Escucha Val, sobre Briley… no iba a ser el comienzo de una
placentera conversación. De eso estaba segura.

—Sólo escucha —me dijo—. Tu madre…

Se detuvo. Su boca se abrió y se cerró varias veces como si no supiera adónde ir


desde ahí. Dejó caer sus manos en su regazo. Sus hombros caídos.

—Papá, no voy a decirle a mi madre. No tienes que hacer esto —empecé diciéndole,
pero me interrumpió.

—Lo sé —dijo—. Lo sé.

Luego me quedé callada, mis pies poniéndose fríos. Los miré fuertemente,
esperando que el rosa fuerte se cambiara a morado o a azul hielo, como un anillo
de estado de ánimo. Tal vez el amarillo cadáver no fuera una cosa del pasado,
después de todo. Empecé a preguntarme quién era la impostora, la vieja Valerie o
la nueva, era algo que sentía una y otra vez luego del tiroteo, como si pudiera
cambiar de forma momento-a-momento.

—Le dije… —dijo finalmente—. Le dije todo. A tu madre.

No dije nada. No estaba segura de qué decir. ¿Qué podía decir?

—Por supuesto no lo tomó bien. Está muy enojada. Me pidió que me fuera.

- 198 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Guau. —Respiré.

—No hace ninguna diferencia para ti, amo a Briley. La he amado desde hace tiempo.
Probablemente nos casemos.

Sí hacia diferencia. Pero probablemente no en la manera que él esperaba. Pensé


con una oscura satisfacción que finalmente tenía una “madrastra”. De alguna
manera, con el contexto de mi vida, encajaba. Sentí un tirón de pesar, tener una
madrastra sería algo más que Nick y yo tendríamos en común.

Nos sentamos allí en silencio por un rato. Me pregunté qué estaba pensando mi
padre, ¿por qué estaba aquí? ¿Estaba esperando una absolución? ¿Que yo dijera
que estaba bien que él hiciera eso? ¿Tenía que hacer algún tipo de declaración
sobre la aceptación magnánima de Briley en mi vida?

—¿Desde hace cuándo tú y… um… ella… han estado juntos? —le pregunté.

Levantó sus ojos para mirarme directamente. Tal vez esa era la única vez que había
visto a mi padre a los ojos y estaba sorprendida de lo profundos que se veían. Creo
que siempre he visto a mi padre en sólo una dimensión. Nunca tuve un
pensamiento que no lo incluyera en el trabajo. Nunca una emoción que no fuera
impaciencia o rabia.

—Esto paso mucho antes del tiroteo. —Me dio una media sonrisa—. De alguna
manera el tiroteo hizo que tu madre y yo nos acercáramos. Se me hizo más difícil
dejarla. He roto el corazón de Briley un millón de veces en los últimos meses.
Teníamos planeado que me fuera a vivir con ella en el verano. Esperábamos estar
casados para este momento. Pero el tiroteo…

Él como muchos más, dejó la frase colgando luego de esas palabras, como si ellas
explicaran todo por sí solas. Sin embargo, sabía a qué se refería, sin que él siguiera.
El tiroteo había cambiado todo. Para todos. Aun para Briley, que no tenía nada que
ver con la Preparatoria Garvin.

—No podía dejar a Jenny luego de eso. Ella ha pasado por mucho. Respeto a tu
madre y no quiero herirla. Es sólo que no la amo. No de la manera en que amo a
Briley.

—Así que vas a hacerlo —dije—. Irte, quiero decir.

Asintió lentamente.

—Sí —dijo—. Es sólo lo correcto. Tengo que hacerlo.

Quería que hubiera una parte de mí que estuviera en contra de eso. No lo hagas.
Quería gritarle. No, ¡no puedes! Pero no pude hacerlo. Porque la verdad era, y
ambos lo sabíamos, que él se había ido hace largo, largo tiempo. No lo haría

- 199 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

quedarse atrapado aquí mientras quisiera estar en otro lugar. En su propia y rara
manera él era sólo otra víctima del tiroteo. Uno de los que no pudo escapar.

—¿Estás molesta? —me preguntó, lo que me pareció que era una pregunta muy
extraña.

—Sí —dije. Y lo estaba. Es sólo que no estaba del todo segura de si estaba molesta
con él. Pero no creo que quisiera oír esa parte. Creo que para él era importante
escuchar que a mí me importaba tanto como para estar molesta.

—¿Alguna vez me perdonarás? —preguntó.

—¿Alguna vez me perdonarías? —Le lancé de vuelta, nivelando mi mirada


directamente a sus ojos.

Los miró por unos momentos y luego se paró en silencio y se fue a la puerta. No se
volteó cuando la alcanzó. Sólo alcanzó la manija y la movió.

—No —dijo sin encararme—. Tal vez eso me vuelve un mal padre, pero no creo
que pueda. No importa lo que la policía haya encontrado, estuviste involucrada en
ese tiroteo, Valerie. Tú escribiste esos nombres en la lista. Escribiste mi nombre en
la lista. Tenías una buena vida aquí. Pudiste no haber apretado el gatillo, pero
ayudaste a causar la tragedia.

Abrió la puerta.

—Lo siento. De verdad lo siento. —Dio un paso fuera, hacia el pasillo—. Dejaré mi
dirección y mi número con tu madre —dijo, antes de salir lentamente fuera de mi
vista.

- 200 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Roo Andresen

Corregido por †DaRk BASS†

Como siempre, decidí que sería más seguro saltarme la cena e ir por algo de comer
después de que todos se fueran a la cama. Esperé hasta ver la rendija entre el final
de la puerta y el piso volverse oscura —por las luces apagadas— y salí.

Entré a la cocina y me hice un emparedado de mantequilla de maní y jalea con la


luz de la heladera. Luego la cerré y me senté en la mesa de la cocina, comiendo en
la oscuridad. Me sentía bien y aislada de esa manera. Como si tuviera un secreto.
Como si pudiera estar sola, lejos de todo el sinsentido a mi alrededor. Y eso era lo
que era, ¿no? Sinsentido. Después de que tus compañeros de clases volaran por los
aires todo lo demás en el mundo —incluso tu padre abandonando tu familia—
parece bastante trivial.

Terminé mi emparedado y estaba a punto de levantarme e irme cuando escuché


ruidos en la sala. Sonaba como un largo y lacrimoso sollozo y una pequeña tos. Me
congelé. Escuché el sonido otra vez, esta vez seguido del definido ruido de un
pañuelo siendo sacado de su caja. Me deslicé hasta la esquina y espié en la
oscuridad.

—¿Hola? —dije despacio.

—Vete a la cama, Valerie, sólo soy yo —dijo mamá desde la fortaleza oscura del
sillón. Su voz sonaba gangosa y su nariz tapada.

Me detuve. Ella volvió a sollozar. Nuevamente escuché como sacaba un pañuelo. Y


en lugar de encaminarme hacia las escaleras di unos pasos hacia la sala,
parándome detrás del respaldo. Descansé mis manos en él.

—¿Estás bien? —dije.

Ella no contestó. Di la vuelta y comencé a sentarme en el sillón, pero lo pensé mejor


y, en cambio, di unos pasos más para arrodillarme frente al sillón. Ahora podía ver
su sombra y el blanco de su bata abriéndose por sus rodillas, haciendo que su piel
luciera más bronceada contra la bata en la oscuridad.

—¿Estás bien? —repetí.

Hubo otro silencio largo y comencé a pensar que quizás debería irme a la cama
como ella había dicho. Pero después de un momento dijo:

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Comiste algo, entonces? Le dije al Dr. Hieler que no te había visto comer nada
en semanas.

—Estoy bajando de noche. No soy anoréxica si eso estás pensando.

—Eso era lo que pensaba —dijo, y podía escuchar las lágrimas en su voz. Sollozó
un poco más y ese sonido silencioso entraba y salía en el aire a mi alrededor.
Finalmente dio un respiro profundo—. Estás más delgada y nunca te veo comer
nada. ¿Qué se suponía que pensara? El Dr. Hieler pensaba que estarías haciendo
eso, comer cuando no estoy cerca.

Otro punto para el Dr. Hieler. Algunas veces olvido cuántas veces me defiende sin
siquiera yo saberlo. A veces me pregunto cuántas veces la bajó del techo acerca de
ridiculeces.

—¿Así que papá se fue? —pregunté después de un tiempo.

Creo que asintió porque su sombra se movió levemente.

—Está viviendo con ella ahora. Es lo mejor.

—¿Lo vas a extrañar?

Tomó un respiro y lo soltó.

—Ya lo hago. Pero no al hombre con el cual estuve viviendo estos últimos años.
Extraño al hombre al cual le dije “Acepto”. Probablemente no lo entenderías.

Me mordí el labio, tratando de decidir si debería sentirme ofendida por la forma en


que me había contestado. Tratando de decidir si debería discutir.

—Bueno, algo entiendo —dije—. Yo también extraño a Nick. Extraño cuando


simplemente jugábamos boliche y cosas así y éramos felices. Sé que piensas que
era malo, pero no lo era. Nick era dulce e inteligente, extraño eso.

Ella sonó su nariz.

—Sí, supongo que lo haces —dijo, lo cual se sintió tan bien que no tenía palabras—.
Recuerdas… —dijo, pero luego se detuvo. Escuché otro pañuelo dejar su caja y otro
sollozo—. ¿Recuerdas ese verano que fuimos a Dakota del Sur? ¿Recuerdas que
fuimos en la vieja furgoneta del abuelo y la cargamos con un congelador gigante
con sándwiches y gaseosas y simplemente nos fuimos porque tu padre quería que
Frankie y tú vieran el Monte Rushmore?

—Sí —dije—. Recuerdo que llevaste un orinal en el auto por si a caso teníamos que
hacer en el camino. Y Frankie comió patas de cangrejo en un buffet en alguna parte
de Nebraska y vomitó sobre la mesa.

Mamá sonrió levemente.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Y tu padre no había a descansar hasta que visitáramos ese bendito palacio de


maíz.

—Y el museo rock. Recuerdas que lloré porque pensé que sería como un museo de
música rock, y cuando llegamos eran solamente rocas.

—Y tu abuela, que Dios guarde su alma, fumó esos asquerosos cigarrillos durante
todo el viaje.

Ambas reímos entre dientes, y nos quedamos en silencio una vez más. Fue un viaje
horrible. Un maravilloso y horrible viaje.

Luego mamá dijo:

—Nunca quise que tuvieran padres divorciados.

Pensé, y levanté los hombros aunque ella no pudiera verme.

—Sí, supongo que estoy bien con ello. Papá odiaba estar aquí. Quizás no sea el
mejor padre de todos, pero no creo que nadie debería ser así de miserable.

—Tú ya lo sabías —dijo ella.

—Sí. Vi a Briley hace un tiempo en su oficina. Lo supuse.

—Briley —dijo mamá, como si estuviera testeando el nombre. ¿Pensaría que


sonaba más sexy que su propio nombre? ¿Más lindo que Jenny?

—¿Le dijiste a Frankie? —pregunté.

—Tu papá lo hizo —dijo—. Justo después de hablar contigo. Le dije que no sería yo
quien les rompiera el corazón. Pensé que era justo que él mismo tuviera que
contarles que estaba saliendo con una chica de veinte. Ya no voy a hacerme cargo
de su trabajo sucio. Estoy cansada de ser la mala de la película.

—¿Frankie está bien? —pregunté.

—No. No ha salido de su habitación tampoco. Y ahora tengo miedo de tener otro


hijo en problemas y no sé si… no sé si… pueda soportarlo sola. —Su voz se ahogó
en un mar de lágrimas tan abrupta y conmovedoramente que me sacó lágrimas a
mí sin siquiera notarlo. Si hubieras pasado y escuchado un llanto como ese podrías
haber jurado que ella había perdido todo lo que tenía. Me preguntaba si se sentía
así.

—Frankie es un buen chico, mamá —dije—. Él se junta con buenos chicos. Él no…
—será como yo fue lo que estaba a punto de salir de mi boca, pero me dio
vergüenza y en cambio dije—:…estará en problemas.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Espero que no —dijo—. Apenas puedo manejar lo qué está pasando contigo.
Sólo soy una persona. No puedo cuidar a todos todo el tiempo.

—No tienes que cuidarme más —dije—. Estoy bien, mamá, en serio. El Dr. Hieler
dice que estoy progresando realmente bien. Y estoy haciendo esas clases de arte
con Bea. Y estoy trabajando en ese proyecto del Consejo Estudiantil. —Y
repentinamente sentí la urgente necesidad de reparar algo en el interior de mi
madre. Repentinamente estaba inundada de una compasión por ella que podría
haber jurado que nunca existiría de nuevo. Repentinamente quería ser quien le
diera esperanzas, regresarle ese tiempo en Dakota del Sur—. De hecho, estaba
preguntándome si me dejarías ir a una fiesta de pijamas en la casa de Jessica
Campbell la próxima semana. —Mi garganta se sentía tirante.

—¿Quieres decir esa chica rubia que sigue viniendo?

—Sí. Es la presidenta del Consejo Estudiantil y está en el equipo de voleibol. Es una


buena persona, lo prometo. Comemos el almuerzo juntas todos los días. Somos
amigas.

—Oh, Val —dijo, su voz gruesa y pesada—. ¿Está segura que quieres hacer esto?
Pensé que odiabas a esas chicas.

Mi voz subió un octavo.

—No, de verdad, mamá. Fue enfrente de ella que salté. Salvé su vida. La salvé. Y
ahora somos amigas.

Nuevamente hubo un largo silencio. Mamá sollozó un poco y el sonido era tan
nublado que casi sentía que no podía respirar.

—A veces olvido —dijo ella, su voz abriéndose hacia mí en la oscuridad—. A veces


olvido que también fuiste una heroína ese día. Todo lo que veo es a la chica que
escribió una lista de personas a las cuales quería muerta.

Resistí la urgencia de corregirla. No quería a esas personas muertas, quería decir. Y


nunca hubieras sabido de esa lista si Nick no hubiera enloquecido. Pero Nick
enloqueció, ¡no yo! ¡No yo!

—A veces estoy tan ocupada viéndote como el enemigo que desmanteló la vida de
mi familia, que olvido ver que fuiste tú quien detuvo el tiroteo. Tú fuiste quien
salvó la vida de esa chica. Nunca te agradecí por eso, ¿verdad?

Sacudí mi cabeza en un no, incluso aunque no podía verme hacerlo. Tenía la


sospecha de que ella, como yo, podía sentirlo en el aire.

—¿Es realmente tu amiga entonces?

—Sí. De hecho me agrada. —Eso, descubrí con shock, era la verdad.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Entonces deberías ir. Deberías estar con tu amiga. Deberías divertirte.

Mi estómago dio un vuelco. No estaba segura si sabía como divertirme con esa
gente. Su idea de diversión era muy diferente de cualquier cosa que había conocido.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por TwistedGirl

Corregido por †DaRk BASS†

—Así que supongo que ya sabes que mi padre se fue —dije, estudiando la
estantería del Dr. Hieler, de espaldas a él, mientras tenía su usual pose en su silla:
las piernas colgando por un lado, su dedo índice trazando su labio inferior en
contemplación.

—Tú mamá me dijo —dijo—. ¿Qué piensas de eso?

Me encogí de hombros, levantando mi mirada para estudiar las figuras en la parte


superior de la estantería. Un elefante de porcelana, un doctor y un niño de Precious
Moments, una pieza pulida en cuarzo. Regalos de los clientes.

—Ya lo sabía. No estaba muy sorprendida.

—A veces, incluso las cosas que esperamos que sucedan, pueden aún lastimarnos.

—Lo sé. Creo que superé lo de papá hace mucho tiempo. Creo que, me dolió en ese
entonces, pero ahora... no sé... ahora parece ser un alivio.

—Puedo entenderlo.

—Gracias por hablar de la cosa de la anorexia con mamá, por cierto —dije.
Abandoné la estantería y me dejé caer hacía atrás en el sofá. Él asintió con la
cabeza.

—Tienes que comer, sin embargo. ¿Lo sabes, cierto?

—Sí, lo sé. Estoy comiendo. Incluso he vuelto a ganar unos kilos. No es gran cosa.
No es como si estuviera tratando de perder peso.

—Creo eso. Ella sólo se preocupa, es todo. A veces tienes el humor de la gente
mayor. Deja que te vea comer algo de vez en cuando, ¿de acuerdo? —Asentí con la
cabeza.

—Está bien. Tienes razón.

Sonrió ampliamente, agitó su puño en el aire.

—¡Correcto de nuevo! ¡Debería hacer esto para vivir!

Me reí, poniendo mis ojos en blanco.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¡Oh! Casi lo olvido. Hice algo para ti.

Levantó las cejas y se inclinó hacia adelante para tomar el cuadro que había sacado
de mi mochila.

—No tenías que hacer esto —dijo.

Le dio la vuelta al cuadro y lo estudió. Era el retrato que había pintado en el estudio
de Bea el sábado pasado.

—Es increíble —dijo. Luego lo repitió, con más entusiasmo—: ¡Es increíble! No
tenía idea de que pudieras hacer esto.

Me moví detrás de él y miré sobre su hombro mi Retrato de un Hieler. No el tipo


con pelo castaño oscuro y ojos simpáticos que había visto cada sábado en su oficina,
pero era real como lo había visto: un cúmulo de serenidad, una explosión de luz de
sol, una manera de salir del túnel oscuro y profundo en el que vivía.

Asentí con la cabeza.

—Sí, creo que realmente me gusta pintar. He estado pasando el rato con esta mujer
en un estudio en la calle y ella ha estado dejándome pintar gratuitamente. He
estado dibujando las cosas como realmente las veo. No como lo que todos quieren
que vea, pero es lo que realmente está ahí. Ha sido muy útil. Aunque algunas
personas piensan que es otro Libro de Odio. Pero, da igual. Sólo los dibujo, también.

Él dejó con mucho cuidado el lienzo apoyado contra la lámpara de la mesa junto a
él.

—¿Puedo ver el libro? ¿Lo traerías contigo la próxima vez? —Sonreí tímidamente.

—Está bien. Sí. Está bien.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por Vapino

La casa de Jessica Campbell olía a vainilla. Estaba relucientemente limpia, justo


como la minivan en la que su madre nos había llevado a su casa, y tenía colores que
me recordaban a un comercial. Brillantes vincapervincas azules, enredaderas
verdes, flores de sol amarillas que casi me lastiman los ojos cuando las miré
fijamente durante mucho tiempo.

Nos sentamos en la mesa de la cocina —Jessica, Meghan, Cheri Mansley, McKenzie


Smith, y yo— comiendo suaves pretzles que su madre había hecho a mano para
nuestra llegada de la escuela. Los sirvió en un plato ovalado, junto con la oración
del Señor pintados a mano sobre ella, y con pequeños platos de Pyrex llenos de
mostaza, salsa de barbacoa, y queso fundido.

Jessica y Cheri estaban hablando de cuando a Doug Hobson le habían bajado los
pantalones en la casa de campo, luego de la práctica de rastreo, a principios de la
semana. Estaban riendo y metiendo pretzels en sus bocas descuidadamente, me
sentía como si estuviera en un cine mirándolas en la pantalla. Meghan y McKenzie
estaban estudiando un artículo de una revista sobre peinados para el cabello. Me
senté al final de la mesa en silencio mordisqueando el pretzel.

La mamá de Jessica estaba junto al fregadero y le sonrió a su hija, riendo con ellas
cada vez que salían con alguna historia graciosa, pero sin entrar en la
conversación. Intenté no darme cuenta de cómo su sonrisa vacilaba
eventualmente, cuando me lanzaba una mirada.

Terminamos de comer, luego subimos a la habitación de Jessica donde puso alguna


canción que no conocía. Las cuatro se pararon a bailar, hablando de música y
haciendo sonidos chillones que no pensaba que mi garganta fuera capaz de hacer.
Me senté en la cama observándolas, sonriendo sin tratarlo o siquiera darme
cuenta. Me imaginé que si tuviera mi cuaderno conmigo, sería capaz de dibujar a
todos exactamente como se veían en ese momento. Para variar, me sentí como si
estuviera en la realidad.

Luego de un rato la mamá de Jessica golpeó a la puerta y la abrió un poco con esa
sonrisa pegada en sus dientes perfectos. Anunció que la cena estaba lista y bajamos
para encontrar pizza hecha en casa en el mostrador. De tres tipos. Las cortezas
perfectamente crujientes y doradas. La carne perfectamente horneada. Los
vegetales perfectamente suaves. A la medida, e incluso una corteza cortada y con

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

mantequilla de ajo y queso en el medio. Casi parecían demasiado perfectas como


para comérselas.

No pude evitar preguntarme que le hubiera pasado a la mamá de Jessica si no


hubiera saltado en medio de Nick y Jessica. Si hubiera perdido a su niña.

¿Seguiría haciendo pizzas perfectas y pondría recipientes con limones en la mesa


de la cocina para decorar, y quemaría velas de vainilla? No parecía alguien que
tolerara la presión. ¿Acaso ella sabía que Jessica solía llamarme Hermana Muerte?
¿Estaría decepcionada de Jessica por tratarme así? ¿Decepcionada de haber criado
a una hija que pudiera hacer algo así? ¿Y qué hubiera hecho ella si fuera mi madre?
Que la hubiera roto más, ¿qué su hija hubiera muerto o que su hija pudo ser quien
disparó?

Luego de la cena nos metimos en el carro de Jessica y nos fuimos, su madre


despidiéndose de nosotras enfrente de la puerta, como si estuviéramos en
preescolar, partiendo a nuestra primera expedición. El camino hasta la casa de
Alex fue largo y lleno de caminos de grava. Luego de un rato ya no reconocía donde
estábamos… habíamos estado conduciendo por caminos de campo que ni siquiera
sabía que existían en Garvin.

La casa de Alex era una casa de campo de ladrillo, casi oculta detrás de un
bosquecillo de árboles de manzano silvestre. No había luces en la casa, lo que la
hacía ver siniestra en la noche, aun cuando el camino estaba lleno de carros.

Justo después de la entrada, una gran puerta que daba a un pastizal había sido
abierta y Jessica condujo hasta el pasto. Un poco más arriba parecía un
estacionamiento, como si todos los de Garvin hubieran ido a la fiesta, y Jessica
estacionara su carro con los demás. Tan pronto como nos bajamos pudimos
escuchar la música golpeándonos a nuestra izquierda. Enfrente podíamos ver el
granero, la puerta abierta de par en par, un cuadrado de luz negra y medias lunas
de luz de colores girando se derramaban sobre la hierba cortada.

Sobre eso se podía oír las risas y gritos, y un poco por encima de eso podíamos oír
los sonidos que se pueden esperar escuchar en una granja… el ladrido de un perro
lejanamente, un mugido intermitente, unas ranas charlando cerca de una charca.

Jessica, Meghan, McKenzie y Cheri prácticamente corrieron hacia el granero,


hablando con entusiasmo y moviéndose con el sonido de la música. Las seguí
lentamente detrás, mordiendo mi labio superior, mi corazón latiendo rápido, mis
piernas sintiéndose como plomo.

Dentro, el granero estaba lleno, y no pude encontrar a Jessica o a las demás en el


mar de gente. Me empujé a través tanto como pude y, eventualmente, me encontré
parada en frente de una tina llena con hielo y bebidas. Más que todo había cerveza
dentro, pero luego de buscar por un rato encontré una soda y la saqué. No había

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

tomado una gota de alcohol desde que Nick había muerto y no estaba segura si
podría manejarlo.

—¿No quieres una de estas? —Alguien me dijo desde atrás. Me volteé y vi a Josh
sosteniendo una cerveza—. Esto es una fiesta, hombre.

Dio un paso adelante, tomó la soda de mi mano y la devolvió al hielo, luego rebuscó
en la bañera y sacó una botella de cerveza. Giró la parte superior.

—Toma. —Me dio una sonrisa que mostraba todos sus dientes.

Tomé la cerveza con mis manos temblando. Pensé en Nick. En los momentos en
que salíamos de fiesta juntos. Las veces que nos burlamos imaginándonos cómo la
gente como Jessica y Josh salían de fiesta. Sobre cuán decepcionado estaría Nick de
mí si me viera tomando con Josh. Sobre cómo ya no importaba lo que Nick pensara,
porque él se había ido. Y como de alguna manera ese pensamiento parecía hacer la
diferencia. Di un largo trago.

—¿Vienes con Jess? —me preguntó Josh por encima de la música.


Asentí y tomé otro trago.

Ambos escuchamos la música por un rato y observamos a la multitud. Josh terminó


su cerveza y arrojó la botella en un montón de envases vacíos detrás de algunos
fardos de heno. Se acercó a la tina y sacó otra, vacilando un poco mientras lo hacía.

Di otro sorbo y estaba medio sorprendida de que más de la mitad de la botella se


había acabado. Mis piernas y brazos empezaron a sentirse cálidos. También, mi
cabeza se sintió más clara, y empecé a pensar que tal vez esta fiesta fue una idea
genial. Di otro trago y empecé a rebotar ligeramente la cabeza al ritmo de la
música.

—¿Quieres bailar? —preguntó Josh.

Miré atrás un momento, segura que no estaba hablando conmigo. Él apenas podía
soportar mirarme en esas reuniones del consejo. No había puesto exactamente una
silla en la mesa del almuerzo para que me sentara, tampoco. El cambio parecía
tan… repentino.

Se rió.

—Te estoy hablando a ti —me dijo.

Me reí también. Y no una pequeña risa, algo que medio me sorprendió. Me volví a
meter la botella en la boca y me di cuenta que ya estaba vacía. Arrojé la botella
vacía detrás de la paca de heno con un tintineo y saqué otra del hielo. Josh me la
quitó de la mano y abrió la parte de arriba, luego me la volvió a dar.

—En realidad ya no bailo más —le dije, tomando un gran sorbo—. Mi pierna…

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Pero cuando miré abajo, mi pierna lucía exactamente como la de los demás. Y,
ahora que lo pienso, tampoco palpitaba de momento, tampoco. Di otro largo trago.

—Vamos —me dijo poniendo un brazo alrededor de mis hombros y acercándose a


mí—. Nadie va a notarlo.

Bebí de nuevo y lamí mis labios. Él olía bien. Como a jabón. A algún tipo de jabón de
hombre, como el que usaba Nick. Amaba ese olor en Nick. Y de repente un anhelo
se abrió paso en mí, tan grande que dolía.

De repente estaba tan sola, me sentí como si estuviera en una caja. Cerré mis ojos e
incliné mi cabeza en el brazo de Josh. Cosas nadaban en frente de mis parpados
cerrados. Sonreí, luego abrí mis ojos y acabé el resto de mi cerveza. La arrojé en la
pila y agarré su mano.

—¿Entonces que esperamos? —le dije—. Bailemos.

Estaba impresionada de cuan fácil los movimientos llegaban a través de mí.


Regresaban a mí, debería decir. Podía recordar una época en que bailar era una de
mis cosas favoritas, y con el alcohol en mi sistema, era difícil estar en la realidad.
Me recordé miles de veces bailando en los brazos de Nick, su aliento en mi cuello,
diciendo Eres hermosa, ¿lo sabes? Estos bailes del colegio son una lástima, pero al
menos conseguí estar con la chica más linda del salón.

La canción cambió a una más lenta y dejé que Josh me abrazara alrededor en la
cintura. Me acerqué a él con los ojos cerrados. Las mangas de su chaqueta
estampada crujieron en mi mejilla y me absorbió el sonido, junto con su olor, y la
sensación áspera del estampado de fútbol presionando mi oído. Con mis ojos
cerrados, pude imaginarme que estaba oliendo la chaqueta de Nick, sintiendo el
cierre presionándose en mis oídos. Escuchándolo decirme que me amaba.
Diciéndome que siempre me amaría.

Por un minuto mi fantasía fue tan real que cuando miré arriba para mirar sus ojos
me sorprendí de ver a Josh.

—Creo que debería ir por aire o algo —dije—. Mi cabeza está dando vueltas. Creo
que bebí muy rápido.

—Claro —me dijo—. Está bien.

Nos abrimos camino a través de la multitud y nos dirigimos fuera del granero.
Unos cuantos chicos estaban dispersos por aquí y allá, besándose, fumando,
jugando a agarrarse el trasero en la luz tenue y con música suave que se oía a
través de la puerta.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Rodeamos la esquina al lado del granero donde no había nadie. Josh se sentó en el
pasto y yo me dejé caer a su lado, limpiándome con mis manos la frente, que había
empezado a sudar.

—Gracias —le dije—. No he tenido mucho ejercicio en los últimos meses. Estoy
algo así como fuera de práctica.

—No hay problema —dijo Josh—. De todas maneras estaba listo para un descanso.
—Y me sonrió. Una sonrisa genuina. Y esta fiesta estaba genial. Nada como Nick y
yo pensábamos que eran estas fiestas.

De pronto hubo un ruido en los arbustos cercanos y un trío de chicos aparecieron


de la maleza, dirigiéndose a nosotros. Reconocí a uno de ellos como el hermano de
Meghan, Troy. Los otros dos sabía que eran mayores y andaban con Troy, pero no
conocía sus nombres.

—Bueno, que tienes aquí, ¿Joshy? —dijo Troy, parándose frente a nosotros, sus
brazos cruzados en su pecho—. ¿Estás ocupado con la novia del asesino?
¡Arriesgado! Oye, he escuchado que volar a la gente la excita.

La sonrisa de Josh se apagó, remplazada por una dura que conocía muy bien.

—¿Con ella? De ninguna manera, hombre. Sólo la estoy observando. Por Alex.
Asegurándome que no cause ningún problema.

Casi estaba sorprendida de sentir como si me hubieran golpeado en el pecho


cuando lo escuché decir eso. Sentí como un golpe físico. Aquí estaba yo de nuevo,
pensando que Josh estaba de verdad sobre mí, muy estúpida para ver que la
realidad. La vieja ciega Val de nuevo en acción. Mi cabeza me estaba zumbando y
sentí lágrimas en mis ojos. Idiota, pensé, Val, eres una verdadera idiota.

—Gracias, pero no necesito niñera —le dije. Intenté con todas mis fuerzas sonar
dura, como si no me hubiera afectado, pero hubo un temblor al final de las palabras,
y me encontré presionando mis labios juntos—. Ya te puedes ir —le dije cuando fui
capaz de separarlos—. Ya me estaba yendo.

Troy se agachó y me apretó las rodillas con sus manos, mirándome directamente a
la cara, muy cerca como para ser cómodo.

—Si, Joshy. Yo cuido a la Hermana Muerte.

—Genial —dijo Josh. Se paró y se fue. Mientras rodeaba la esquina del granero,
miró sobre su hombro una última vez hacía mi. Casi podría jurar que vi una mirada
de arrepentimiento en su cara cuando hizo eso, pero ¿como iba a volver a confiar
en algo que viera? Yo era, como, la peor persona del mundo en leer lo que alguien
estaba pensando. Bien podría estamparme INGENUA, en la frente.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Si ella se sale de línea —dijo Troy, acercándose tanto que mi cabello se movió
cuando me habló—. Sólo le hablaré en su propio lenguaje. —Troy inclinó su dedo
índice y el pulgar en forma de pistola y lo apretó contra mi sien. Me encogí de
hombros alejándome llena de rabia. Gruñí, tratando de ponerme en pie.

—Aléjate de mi, Troy. —Pero su control sobre mi pierna se apretó, su dedo


meñique excavando en mi muslo peligrosamente cerca de mi cicatriz—. Auch, me
estás lastimado. Déjame ir.

—¿Cuál es tu problema? —dijo Troy—. ¿No eres tan fuerte sin tu novio? —Su boca
ahora estaba tan cerca que sentí una pequeña partícula de saliva pegar en mi
oído—. Alex me dijo que venías esta noche. Al parecer a tus nuevos amigos no son
muy felices teniéndote alrededor de sus fiestas.

—Alex no es mi amigo. Estoy aquí con Jessica —dije—. No importa. De todas


maneras me estoy yendo. Déjame ir.

Sus dedos se cerraron en mi pierna más fuertemente.

—Mi hermana estaba en esa cafetería —dijo—. Ella vio a sus amigos morir, gracias
a ti y a ese asqueroso novio tuyo. Ella sigue teniendo pesadillas sobre eso. Él
obtuvo lo que se merecía, pero tú tuviste un pase libre. Eso no está bien. Tú debiste
morir ese día, Hermana Muerte. Todos desean que lo hubieras hecho. Mira a tu
alrededor. ¿Donde está Jessica, si ella te quiere tanto? Ni siquiera los amigos con
los que viniste, quieren estar contigo.

—Aléjate de mí —le dije de nuevo, sacando sus dedos. Pero sólo me pincharon más
fuerte.

—Tu novio no es el único que puede poner las manos en un arma, ¿sabes? —dijo.

Poco a poco se puso de pie de nuevo. Metió la mano en sus jeans y sacó algo
pequeño y negro. Me apuntó, y cuando la luz de la luna lo iluminó, jadeé y me
presioné contra la pared del granero.

—¿Así era el tipo de arma que tu psicópata novio usó? —me preguntó, girando la
pistola en su mano para que la contemplara. La apuntó a mi pierna—. ¿La
reconoces? No es tan difícil conseguir una. Mi padre esconde ésta en las vigas
debajo de las escaleras. Si quisiera, podría hacer que la gente se fuera, justo como
lo hizo Nick.

Traté de mirar lejos, me forcé a ser fuerte, al menos pararme y correr. Pero no
podía hacer nada más que mirar el arma que colgaba de la mano de Troy y me sentí
sin huesos, mis músculos inservibles. Mis oídos empezaron a zumbar justo como el
día del tiroteo, y sentí que no podía respirar. Imágenes del comedor trataron de
entrar en mí.

- 213 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Para. —Medio gruñí. Lágrimas brotaron de mis ojos y me las limpié con mis
temblorosas manos.

—Quédate lejos de mi hermana y sus amigas —me dijo.

—Esto es estúpido —dijo su amigo—. Vamos, Troy. Estoy perdiendo mi estímulo.


Ésa cosa ni siquiera está cargada.

Troy me miró, su cara formando una sonrisa. Movió el arma hacia mí y se rió como
si todo fuera una gran broma.

—Tienen razón —le dijo a su amigo—. Vámonos de aquí.

Guardó el arma en su forro y se dieron la vuelta al frente del granero.

Me senté en el pasto haciendo un profundo, roto sonido con mi garganta que no era
como un llanto y tampoco un grito, pero era algo en medio. Sentí como si mis ojos
se fueran a salir de sus orbitas, y en todo lo que podía pensar era en huir.

Me puse de pie y corrí con todas mis fuerzas a través del pasto hacia la carretera,
ignorando el dolor en mi pierna que latía cada vez que mi pie se golpeaba contra el
suelo.

Seguí corriendo hasta que mis pulmones se sintieron fundidos. Después entré,
primero por los caminos de grava y luego en el camino pavimentado, siguiendo las
vías del ferrocarril a la carretera. Una vez que paré y me senté en una pequeña
pared cerca de un estanque para tomar aliento y dejar descansar mi pierna.

Me arrastré hasta el borde del estanque, acostada sobre mi vientre, y salpiqué mi


cara con el agua fría. Y luego me senté allí, mis jeans empapándose con el suelo
húmedo debajo de mí, mirando hacia el cielo, que parecía tan claro y lleno de
promesas.

Finalmente llegué a la carretera y poco tiempo después a una estación de gasolina.


Saqué mi celular del bolsillo y marqué al celular de mi papá. El único que había
agregado a mi lista de contactos, pensando, nunca lo voy a llamar. Nunca lo voy a
llamar.

Esperé por dos timbres.

—¿Papá? —le dije—. ¿Podrías recogerme?

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Anne_Belikov

Corregido por Vapino

Papá vino a recogerme a la gasolinera en su pijama, su rostro anguloso e intenso,


sus manos agarrando fuertemente el volante. No miró directamente hacia mí
mientras me deslizaba en el asiento delantero a su lado, sólo se quedó sentado ahí
mirando directo al frente, su mandíbula apretada.

—¿Has estado bebiendo? —preguntó, mientras salía del estacionamiento de la


gasolinera rumbo a la calle.

Asentí.

—Maldita sea, Valerie —dijo—. ¿Ése es el por qué me llamaste? ¿Por qué estás
ebria?

—No —dije, inclinando mi cabeza contra el asiento—. No estoy ebria.

—Puedo olerlo en ti.

—Sólo fueron un par de cervezas. Por favor, no le digas a mamá. Por favor. La
matará.

Me dio una mirada que claramente decía: ¿Y qué hay de mí? Pero lo pensó mejor.
Tal vez se dio cuenta de que no sólo era yo la que estaba matando a mamá. Él
también tenía algo que ver con la muerte de sus sueños.

—No puedo creer que tu madre esté dejándote ir a fiestas —murmuró bajo su
aliento.

—Tal vez ella está intentando confiar en mí —dije.

—No debería —respondió, mirándome mientras entraba en la carretera.

Conducimos en silencio, papá sacudiendo su cabeza cada pocos segundos,


disgustado. Lo miré, preguntándome cómo habíamos llegado a este punto. Cómo el
mismo hombre que sostuvo a su pequeña hija y besó su pequeño rostro podría un
día estar tan determinado a sacarla de su vida, de su corazón. Cómo, incluso
cuando ella intentaba alcanzarlo angustiadamente —por favor, papá, ven a mí, ven
a salvarme—todo lo que él podía hacer era acusarla. Cómo esa misma hija podía
mirarlo y no sentir nada sino desprecio, culpa, ira y resentimiento, porque eso es
todo lo que había irradiado de él por tantos años y se había vuelto contagioso.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Tal vez era el alcohol o quizá era la brusquedad que sentí después de la amenaza
de Troy, o tal vez ambos, pero por alguna razón no podía dejar fuera la furia que
sentía correr a través de mí. Era mi papá. Se suponía que tenía que protegerme, al
menos estar preocupado cuando lo llamé de una gasolinera en medio de ninguna
parte a medianoche, pidiéndole que me recogiera.

—¿Por qué no? —exclamé antes de poder detenerme a mí misma.

Me miró de nuevo.

—¿Por qué no qué?

—¿Por qué no debería mamá confiar en mí, Papá? ¿Por qué estás tan determinado
a hacer que yo sea la mala todo el tiempo? —Miré un costado de su cara, dispuesta
a hacer contacto visual. Él no—. He estado haciéndolo realmente bien últimamente
y ni siquiera te preocupa.

—Aun así te las arreglaste para meterte en problemas esta noche —dijo.

—No tienes idea de lo que sucedió esta noche —dije, mi voz alzándose un poco—.
Todo lo que sabes es que, porque estuve involucrada, de alguna manera soy
culpable de algo. Al menos podrías pretender que te importa, ¿sabes? Al menos
podrías intentar entenderlo.

Papá dio una pequeña y sardónica risa.

—Te diré lo que entiendo —dijo, su voz adquiriendo causticidad—. Entiendo que
cuando te fuiste por tus propios medios, te metiste en problemas, eso es lo que
entiendo. Entiendo que estaba tratando de tener una feliz, relajada tarde con Briley
y otra vez lo arruinaste.

De nuevo me recargué contra el asiento y bufé burlonamente.

—Perdón por arruinar tu perfecta vida con la pequeña y perfecta Briley —dije—.
Siento que hayas sido molestado por tu familia real. Pero en caso de que tú…

Pero papá me cortó, su voz alzándose en el auto.

—Entiendo que tu madre te permita ir libremente. Si yo estuviera ahí, no te habría


dejado ir a ninguna maldita fiesta esta noche.

Mis ojos se abrieron.

—Pero no estabas ahí, papá. Ése es el punto. Nunca estás ahí. Incluso cuando estás
cerca, no estás aquí. Briley no es tu familia. Yo soy tu familia. Yo lo soy. Briley es
sólo una… estúpida aventura.

Papá giró el volante y el Lexus se desvió hacia un extremo de la carretera. El auto


detrás de nosotros paró en un alto y tocó la bocina. Luego, lentamente comenzó a

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

conducir alrededor de nosotros, el conductor miraba a papá. Pero papá no se dio


cuenta. Él estacionó el auto en el parque y salió. Dio varios pasos largos hacia mi
lado del carro y tiró para abrir la puerta, alcanzando y agarrándome del hombro
con una fuerza increíble, y tiró de mí hacia afuera. Grité y tropecé en la grava.

Me acercó a su rostro, sus dedos todavía cavando en mi hombro.

—Escúchame, señorita —dijo, a través de sus dientes apretados—. Es hora de que


entiendas algo. Has tenido una vida malditamente buena, has sido una maldita
mocosa y estoy enfermo. —Él negó con la cabeza cuando dijo la palabra “enfermo”
y saliva salió volando de entre sus dientes y mejillas, y aterrizó en mi barbilla—.
Enfermo de que tú estés arruinando la vida de todos. Puedes deshacerte de toda tu
mierda y empezar a actuar bien o voy a lanzar tu trasero a la calle antes de que
puedas decir “mocosa desagradecida”, ¿me escuchas?

Mis ojos estaban muy abiertos y yo estaba respirando entrecortadamente. Mi


hombro dolía donde lo apretaba y podía sentir mis piernas temblando. Mi ira se
había desvanecido; estaba demasiado asustada para estar enfadada. Asentí,
aturdidamente.

Se relajó un poco, pero no lo dejó ir, y todavía habló en pequeños reportes de ira a
través de sus dientes.

—Bien. Ahora voy a llevarte a mi casa con Briley quien, te guste o no, también es
mi familia, y será mejor que no te desquites con ella mientras estés ahí. Y si sientes
que no puedes manejar actuar normal por una maldita noche, entonces te llevaré a
tu casa ahora, pero tendrás cinco minutos para recoger tu mierda y largarte. Lejos
de esta familia. Un tiempo. No me pruebes.

Un auto plateado llegó a nuestro lado y ralentizó su marcha, la ventana del


pasajero abierta. El rostro de una mujer apareció en el espacio abierto, curioso y
preocupado.

—¿Está todo bien aquí? —gritó ella. Ninguno de nosotros se movió al principio,
nuestros ojos cerrados, nuestros cuerpos todavía en la sombra del auto.

Finalmente, papá, respirando duro a través de sus fosas nasales, dejó ir mis
hombros y miró hacia arriba.

—Bien. Estamos bien —dijo él, caminando alrededor del frente del carro.

—¿Señorita? —gritó ella—. ¿Está bien? ¿Necesita que llamemos a alguien?

Lentamente, como si lo hiciera a través del agua, me giré y la miré. Ella tenía un
celular en la mano y me lo tendió, sus ojos parpadeando en papá, mientras él abría
la puerta del conductor y entraba al auto. Parte de mí quería correr hacia ella,

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lanzarse al asiento trasero de su auto y rogarle que me llevara lejos de aquí. A


cualquier otro lugar.

Pero en vez de eso negué con mi cabeza.

—Estoy bien —dije—. Gracias. —Alcancé a alisar mi camisa, la cual estaba


arrugada ahí donde los dedos de mi padre habían presionado.

—¿Está segura? —preguntó ella. Su carro comenzó a avanzar lentamente hacia


adelante.

Asentí.

—Sí —dije—. Estoy bien.

—De acuerdo —dijo ella inseguramente—. Ten una buena noche. —Mantuvo sus
ojos en mí mientras subía el vidrio de nuevo y el carro comenzaba a alejarse,
desapareciendo en la noche.

Me incliné contra el auto de papá, temblando. Mi corazón estaba golpeteando y


sentí náuseas. Di unas pocas respiraciones profundas e intenté calmarme antes de
entrar de nuevo y cerrar mi puerta. Conducimos el resto del camino a casa en
silencio.

Cuando llegamos al departamento de papá, Briley, envuelta en un grueso abrigo


rosa, estaba esperando en la puerta. Ella me miró mientras entrábamos a través de
la puerta y dio a papá una mirada de sorpresa.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó ella.

Papá lanzó sus llaves a la mesita de al lado y siguió caminando. Lo seguí


tímidamente y miré alrededor. El lugar lucía como papá, a pesar de que no
reconocí nada ahí como cosas de papá. Esas cosas estaban todas en mi casa. Aun
así estas cosas podían fácilmente haber sido sus cosas, también. Había una TV de
pantalla plana en la esquina de la sala, mucha mueblería de cuero —negro— y dos
gigantescas estanterías hacinadas de libros. En la mesa de café estaban dos vasos
de vino con unos seis milímetros de vino tinto vertido en el fondo de cada una. Los
imaginé a los dos, pasando el rato en sus pijamas y abrigos, observando Letterman,
sosteniendo sus manos, tomando una bebida antes de dormir, cuando el teléfono
sonó. ¿Había Briley rodado sus ojos cuando él se fue? ¿Había intentado ella
detenerlo?

Escuché la puerta del refrigerador abrirse y cerrarse cerca de la esquina. Me quedé


de pie en el pasillo, bajo la mirada de Briley.

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—Vamos —dijo ella. Tocó mi hombro ligeramente, no muy diferente del toque que
papá le había dado en la oficina el otro día. El toque que los había unido—. Te
conseguiré un pijama.

La seguí a un frío y cuadrado dormitorio. Ella me animó a sentarme en la cama y lo


hice mientras revolvía a través de un par de pijamas.

—Aquí —dijo ella, tendiéndomelo. Se quedó de pie y me estudió, sus manos


descasando en sus caderas—. Él es tu padre —dijo—. Merece saber qué está
sucediendo.

Parpadeé y miré hacia abajo, a mi regazo.

—¿Sería más fácil decirme, entonces? —preguntó ella. No lo dijo en una voz
demasiado agradable y no intentó ser toda gentileza o llegar hasta mí, lo que
aprecié. Podría haber metido un mechón de pelo detrás de mi oreja o frotar la
parte baja de mi espalda o algo. Ella sólo se sentó a mi lado en la cama y descansó
sus palmas en el colchón a su lado y dijo—: Dímelo y se lo diré a él. De cualquier
manera él tiene que saberlo. No puedes estar aquí si no vas a decirle. Llamaré a tu
madre yo misma.

Se lo conté todo. Ella nunca dijo una palabra mientras hablé y no intentó
abrazarme cuando terminé. Sólo se levantó y alisó su abrigo a los costados de sus
piernas con sus palmas y dijo:

—Puedes cambiarte en el baño aquí a tu derecha. —Y salió de la habitación.

La siguiente cosa que supe era que estaba sentada de piernas cruzadas en el sofá
de cuero, bebiendo un vaso de leche que ella me había dado, y escuchándolos
pelear en la cocina.

—Ella no puede dejarlo salirse con la suya —siseó la voz de Briley desde la
cocina—. Sabes eso.

—Ella tiene miedo. Seguramente puedes entenderlo. —La voz de papá ni siquiera
se molestó en sisear—. Además, ella no va a escuchar una maldita cosa que diga
esta noche. Eso está perfectamente claro.

Una parte de mí quería sentirse presuntuosa por causar su pelea. Sobre causar una
grieta entre la feliz pareja. Como si hubiera reído al último, a pesar de la amenaza
de papá. Pero no podía hacerlo. Todo lo que podía sentirme era cansada y
entumecida. Y estúpida. Increíblemente estúpida.

—Ella está pasando por un tiempo difícil en la escuela tal como están las cosas. Él
no le hizo daño. Ni siquiera va a esa escuela ya. Se graduó. —Papá estaba diciendo.

—Ése no es el punto, Ted. Él la amenazó. Sacó su miedo. Y tenía un arma.

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—Pero no estaba cargada. Ni siquiera sabemos si era una pistola real. Además…
esto no nos corresponde a nosotros. Deja a su madre lidiar con ello, si ella decide
contarle a su madre. Jenny la deja salir; ella puede manejar el problema.

—Necesita a sus padres ahora, Ted.

—¡Pero tú no eres su madre! —rugió papá.

Mi boca cayó abierta cuando dijo eso y me encontré sintiéndome mal por Briley.
Ella debió haber reaccionado porque de pronto la voz de él se volvió baja, en
controlada ira.

—Lo siento… lo siento. Sé que querías ser una familia, pero ahora todavía es
demasiado pronto. No eres madre todavía. Pero yo soy padre.

—Entonces actúa como uno. —Vino la ilegible respuesta, entonces pasos, el sonido
de zapatillas golpeando la madera del piso del vestíbulo, y una puerta se cerró
suavemente en el dormitorio.

Escuché a papá suspirar en la cocina. Más pasos. Papá viniendo a la sala.

—Te llevaré a casa en la mañana —dijo él en voz mesurada—. ¿Qué hay sobre la
chica con la que se suponía que pasarías esta noche? ¿Crees que ella vaya a llamar
a tu madre cuando se dé cuenta de que estás desaparecida?

—La llamé y le dije que estaba sintiéndome enferma y que tú me habías recogido.
No debería preocuparse por mí.

Él asintió.

—Escucha —dijo él, suspirando, frotando su frente—. Como abogado, te lo digo,


debes decirle a la policía que ese chico te amenazó. Ver qué dicen. De esa manera al
menos lo archivarán.

—Pensaré en ello —dije.

—Piénsalo mucho —dijo él, y luego hizo una pausa—. Y tienes que decirle a tu
madre.

—Lo sé —dije, pero en mi mente me prometí a mí misma que no lo haría. Esta


fiesta era en Dakota del Sur. Y además, él estaba en lo cierto. No es como si fuera
alguna gran experta en armas o algo. Podría haber sido falsa. ¿Cómo sabría yo la
diferencia?

Él se volvió como si fuera a dejar la habitación.

—Es mejor que te vayas pronto a la cama —dijo, haciendo un gesto a la almohada y
a la manta próximas a mí en el sofá—. Estaré llevándote a casa a primera hora de la
mañana. Tengo cosas que hacer.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Él apagó el foco y la sala se sumió en oscuridad. Me estiré hacia atrás en el sofá y


miré al techo hasta que mis ojos dolieron, temerosa de cerrarlos por miedo a que
las imágenes de la noche se repitieran en mi cabeza. Mi cerebro estaba tan
asustado de elegir ahora. Una cosa era segura: estaba enferma y cansada de
sentirme asustada. Pero donde estaba, cada camino que podía tomar desde aquí,
me asustaba como el infierno.

Y algo más estaba claro. Papá no estaría alrededor. No perdería mi tiempo


intentándolo. Él ya había tomado su decisión sobre mí.

En la mañana, papá me hizo subir al Lexus y condujo a casa. Ninguno de nosotros


habló hasta que se detuvo en la acera frente a la casa. Era todavía tan temprano
que el cielo estaba gris y la casa parecía dormida.

—Dile a Frankie que los recogeré a ustedes chicos el sábado en la mañana —dijo—.
Saldremos a comer o algo.

Asentí.

—Se lo diré, pero creo que me quedaré en casa.

Él consideró esto, buscando mi rostro con sus ojos. Después de un momento dio un
pequeño asentimiento.

—Creo que eso no me sorprende.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por PaolaS

Corregido por Xhessii

Después que mi padre me dejara, corrí hasta mi dormitorio y me quedé dormida


boca abajo en mi cama. Mamá llegó después de un rato para decirme que era
tiempo de ir a terapia y la despedí con un gesto, con la promesa de que llamaría al
Dr. Hieler esa noche en su lugar. Mentí, diciéndole que me había quedado hasta
muy tarde con Jessica y necesitaba dormir un poco.

Sin embargo, después de que mamá me había dejado, rodé sobre mi espalda y me
encontré mirando al techo una vez más, incapaz de volverme a dormir. Después de
un tiempo me levanté y le pedí que me llevara donde Bea.

—Oh —dijo Bea, viendo la expresión de mi cara cuando entré en el estudio de arte
una hora más tarde—. ¡Oh Dios mío! —Pero no dijo nada más. Sólo volvió a la
fabricación de sus joyas, sacudiendo la cabeza lastimosamente cada cierto tiempo y
chasqueando su lengua.

No le dije algo a Bea, tampoco. Sólo quería que me dejaran sola. Quería pintar, para
alejarme de todo.

Saqué un lienzo en blanco de la estantería y lo llevé a mi caballete. Lo miré durante


tanto tiempo que estaba segura que mamá volvería a buscarme y no tendría nada
que mostrarle de mi tiempo sentada aquí, más que un lienzo en blanco que
contenían miles de imágenes que sólo yo vería.

Finalmente tomé un pincel y lo unté en la paleta, sin saber qué color elegir.

—¿Sabías qué —murmuró Bea, arrancando una brillante perla verde de una caja
con las uñas y uniéndola a un brazalete—, que algunas personas piensan
erróneamente que todo lo que los pinceles hacen es pintar? Cuán cerrada pueden
tener las personas la mente.

Miré mi pincel. Mis manos de repente se pusieron a trabajar sin mí, como habían
hecho tantas veces antes, girando el pincel de modo que las cerdas se acurrucaran
en mi palma. Hice un puño apretado alrededor de ellas. Sentí las cerdas aplastarse
en mi puño.

Llevé la punta del mango de pincel al lienzo y la presioné en él. Un poco, y luego un
montón. Y luego sentí un chasquido, y escuché un pequeño desgarro cuando el
cepillo se asomó a través de la lona, abriendo un agujero en el centro. Saqué el

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

pincel y lo miré, luego lo hice de nuevo, a alrededor de dos centímetro y medio del
primer rasgón.

Decir que estaba creando algo en particular, sería una mentira. No había nada
pasando por mi mente mientras trabajaba. Sólo sabía que mis manos se movían y
que con cada golpe a través de la tela, sentía un alivio no identificable correr a
través de mí. No era un sentimiento, sólo estaba buscando algo que estaba siendo
dibujado por mi interior.

Pronto tuve diez rasgones en mi lienzo. Los pinté de rojo. Les rodeé de un montón
de negro, salpicando con unas gotas acuosas que parecían manchas de lágrimas.

Me eché hacia atrás y lo miré. Era feo, oscuro y sin control. Al igual que la cara de
un monstruo. O tal vez lo que vi fue mi propia cara. No podía decirlo. ¿El rostro era
la imagen de algo malo o la imagen de mí misma?

—Ambos —murmuró Bea, como si hubiera dicho mi pregunta en voz alta—. Por
supuesto que es ambas cosas. Pero no debería serlo. Por Cristo, no.

Sin embargo, sabía lo que tenía que hacer. En cierto modo, Troy estaba en lo cierto.
No pertenecía. No con Jessica, ni con Meghan y definitivamente tampoco con Josh.
No pertenecía a esas fiestas. No tenía cabida en el Consejo Estudiantil. No
pertenecía con Stacey y Duce. Con mis padres que habían sufrido tanto. Con
Frankie que hacía amigos con tanta facilidad.

Y, ¿a quién estaba engañando? Realmente nunca pertenecí a Nick. Porque lo había


traicionado totalmente, haciéndole pensar que creía en lo que él creía, haciéndole
pensar que estaría a su lado sin importar qué, incluso si él mataba gente.

Bea estaba equivocada. Yo era el monstruo y la niña triste. No podía separar a los
dos.

Así que solté el pincel, este cayó al suelo, rociando puntitos de pintura en las botas
de mi pantalón, y salí de ahí, fingiendo no escuchar los gritos de aliento de Bea
detrás de mí.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por Xhessii

—No puedes dejarlo ahora —dijo Jessica. Una molesta línea se dibujó sola en su
frente—. Sólo tenemos unos pocos meses para hacer esto juntos. Necesitamos tu
ayuda. Tu compromiso.

—Bueno, ahora estoy des-comprometida —le respondí—. Estoy fuera.

Cerré mi casillero y caminé hacia la banca de las puertas de vidrio.

—¿Cuál es tu problema? —siseó Jessica, llegando detrás de mí. Por un momento


casi pude ver a la vieja Jessica brillar a través de ella… casi podía escuchar su voz
diciendo: ¿Qué miras, Hermana Muerte? De alguna manera me lo hacía todo más
fácil.

—¡Esta escuela es mi problema! —le dije con los dientes apretados—. Tus amigos
imbéciles son mi problema. Sólo quiero estar sola. Sólo quiero terminar e irme de
aquí. ¿Por qué no puedes entender eso? ¿Por qué siempre me estás presionando a
ser alguien que no soy? —No reduje la velocidad.

—Dios, ¿cuándo vas a dejar esa cosa de “no soy una de ustedes”, Valerie? ¿Cuántas
veces tengo que decirte que sí lo eres? Creí que éramos amigas.

Paré y me volteé para ponerme enfrente de ella. Eso era casi un error. Me sentí tan
culpable —podía ver el dolor en su rostro—, pero sabía que debía alejarme de ella.
Alejarme del Consejo Estudiantil. Alejarme de Meghan. Alejarme de Alex Gold
quien me odiaba tanto como para dejar a Josh como mi niñera, y que Troy me
amenazara en su fiesta. Alejarme de toda la confusión y el dolor. No podía decirle a
Jessica la verdad de lo que pasó con Troy en la fiesta. Ya se había armado
fuertemente contra Meghan para que me aceptara. Ella probablemente irrumpiría
en la puerta de Troy y lo pondría en arresto ciudadano. Podía imaginármela
haciéndome su causa, forzando a todos en Garvin a aceptarme de nuevo. Aún si no
quisieran. Estaba cansada de ser el proyecto de caridad de Garvin, siempre bajo el
escrutinio, siempre bajo las cámaras, sólo no podía hacerlo más.

—Bueno, te equivocas. Nosotras no somos amigas. Sólo estaba haciendo esto


porque me sentía culpable por lo del cuaderno. Ellos no me quieren allí, Jessica. Y
tampoco quiero estar allí. Nick no soportaba tu pequeña multitud y yo tampoco
puedo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Su cara se enrojeció.

—En caso que no lo hayas notado, Valerie, Nick está muerto. Así que ya no importa
lo que él piense. Y para aclarar, no creo que lo haya hecho, excepto por unos
minutos en mayo. Pero pensé que eras diferente. Pensé que eras mejor. Me
salvaste la vida, ¿recuerdas?

La miré directamente a los ojos, pretendiendo que tenía confianza para


encontrarme con los de ella.

—¿No lo entiendes? No quería salvarte —le dije—. Sólo quería que él parara de
disparar. Tú pudiste ser cualquier otro.

Su cara no mostró emoción alguna. Sin embargo su respiración se hizo más


pausada. Podía ver su pecho levantarse y bajar.

—No te creo —dijo—. No te creo ni una palabra.

—Bueno, créelo. Porque es la verdad. Puedes terminar tu pequeño proyecto del


Consejo Estudiantil sin mí.

Me volteé y continué caminando. Justo cuando iba a alcanzar las puertas dobles, la
voz de Jessica se escuchó detrás de mi espalda.

—¿De verdad crees que esto ha sido fácil para mí? —me llamó.

Me paré, y me di la vuelta.

Ella estaba parada adonde la había dejado. Su cara se veía graciosa, casi como si se
estuviera retorciendo por las emociones.

—¿Lo crees?

Tiró su bolso al suelo y caminó hacia mí, firmemente, con una mano en su pecho.

—Bueno, no lo es. Todavía tengo pesadillas. Todavía escucho disparos. Todavía...


veo la cara de Nick cada vez que veo... que te veo a ti. —Ella había empezado a
llorar, arrugando la barbilla como una niña chiquita, pero su voz seguía estable y
fuerte.

—No me caías bien... antes. No puedo cambiar eso. He tenido que pelear con mis
amigos para incluirte. He tenido que pelear con mis padres. Pero al menos he
tratado.

—Nadie te pidió que trataras —le dije—. Nadie dijo que tenías que hacerme tu
amiga.

Ella movió su cabeza salvajemente.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Te equivocas —me dijo—. El dos de mayo me lo dijo. Viví, y eso hizo todo
diferente.

—Estás loca —le dije, pero mi voz era tambaleante e incierta.

—Y tú eres egoísta —me dijo—. Si te alejas de mí ahora, simplemente eres egoísta.

Ella consiguió estar a sólo unos pasos de mí y todo en lo que podía pensar era en
salir se allí, aún si eso me hacía egoísta o no. Me sumergí a través de las puertas
dentro del aire abierto. Me dejé caer en el carro de mi madre y hundí mi espalda en
el asiento.

Mi pecho se sentía pesado y frío. Mi barbilla tenía espasmos y mi garganta se sentía


llena.

—Vamos a casa —le dije a mi madre mientas manejaba.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por sooi.luuli

Corregido por Mir

—¿Aún sin hablar? —preguntó el Dr. Hieler, sentándose en su silla. Me entregó una
Coca-Cola. No dije nada. No había dicho nada desde que él había entrado en la sala
de espera a buscarme. No había dicho una palabra cuando me preguntó si quería
un refresco, tampoco le había agradecido cuando me dijo que iba a salir para
conseguirnos algo de tomar y que volvería enseguida. Sólo me senté, malhumorada
en su sofá, encorvada en los almohadones con mis brazos cruzados y un ceño
fruncido oscureciendo mi cara.

Nos sentamos en silencio por un rato.

—¿Me trajiste ese cuaderno? Aún quiero ver tus dibujos —dijo él.

Negué con la cabeza.

—¿Ajedrez?

Me moví de mi sitio en el sofá y me senté al otro lado del tablero de ajedrez.

—Sabes —dijo lentamente, haciendo su movimiento en el tablero de ajedrez—.


Estoy comenzando a pensar que algo está disgustándote. —Dirigió sus ojos hacia
mí y sonrió—. Leí un libro sobre el comportamiento humano una vez. Eso es lo que
me hace tan hábil en reconocer cuando alguien está disgustado.

No le devolví la sonrisa. Sólo bajé la mirada de regreso al tablero e hice mi


movimiento.

Jugamos por un rato en silencio, prometiéndome a mí misma todo el rato que no


diría nada. Que sólo volvería a ese amistoso lugar de tranquilidad y soledad que me
había acunado en el hospital. Sólo me enroscaría en mí misma hasta desaparecer.
Nunca le hablaría a nadie de nuevo. El problema era, que era demasiado difícil
estar en silencio con el Dr. Hieler. Él se preocupaba mucho. Era demasiado
confiable.

—¿Quieres hablar sobre ello? —preguntó, y antes de que pudiera hacer algo para
detenerlo, una lágrima bajó por mi mejilla.

—Jessica y yo no somos más amigas —dije. Rodé mis ojos y me golpeé la mejilla
con enojo—. Ni siquiera sé porqué estoy llorando por ello. No es como si en
realidad hubiésemos sido amigas de cualquier manera. Es tan estúpido.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Cómo sucedió eso? —preguntó, abandonando el juego de ajedrez y sentándose


hacia atrás—. ¿Ella finalmente decidió que eras demasiado perdedora para ser su
amiga?

—No —dije—. Jessica nunca diría eso.

—¿Así que quién lo hizo? ¿Meghan?

—No —dije.

—¿Ginny?

—No he visto a Ginny desde el primer día de escuela.

—Hm —dijo, asintiendo con su cabeza. Él miró al tablero de ajedrez


pensativamente—. ¿Así que eres la única voz entonces, huh?

—Ella aún quiere que seamos amigas —agregué—. Pero no puedo.

—Porque algo ocurrió —dijo.

Le eché un vistazo bruscamente. Él había cruzado sus brazos y estaba recorriendo


su dedo índice sobre su labio inferior como lo hacia siempre que estaba sacando
información de mí.

Suspiré.

—No tiene nada que ver con el porqué boté a Jessica.

—Sólo una coincidencia —dijo.

No respondí. Sólo sacudí mi cabeza y dejé que las lágrimas rodaran.

—Sólo quiero que todo se vaya. Sólo quiero que todo el drama se detenga. Nadie
me creería de cualquier manera —susurré—. A nadie le importaría.

El Dr. Hieler se movió, se inclinó hacia delante en su silla, y elevó sus ojos para que
pudieran encontrarse con los míos.

—Yo lo haría. Ambas cosas.

Le creí. Si a alguien le importara lo que ocurrió en la fiesta, lo que ocurrió con Troy,
sería al Dr. Hieler. Y mantenerlo todo dentro, lo que se sentía cómodo sólo hasta
hace una semana, de repente se sintió pesado y casi físicamente doloroso. La
siguiente cosa que supe fue que, me encontraba, increíblemente, hablando. Como si
incluso el silencio ya no me era más amistoso.

Le conté al Dr. Hieler todo. Se sentó de nuevo en su silla y escuchó, sus ojos se
volvían más y más vívidos, su cuerpo se ponía más tenso mientras hablaba. Juntos
llamamos a la policía para reportar la amenaza de Troy. Ellos verificarían las cosas,

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dijeron. No habría probablemente mucho que pudieran hacer. Especialmente si no


estás incluso segura de que fuera un arma real, dijeron. Pero no se rieron de mí por
decirlo. No dijeron que lo merecía. No me acusaron de mentir.

Cuando mi sesión terminó, el Dr. Hieler me acompañó hacia la sala de espera,


donde mamá estaba sentada sola leyendo una revista.

—Ahora necesitas decirle a tu mamá lo que ocurrió —dijo. Mamá levantó la vista,
sobresaltada. Su boca formó una pequeña o mientras miraba de él a mí—. Y vas a
tener que trabajar demasiado para mejorarte —advirtió—. No tienes que
abandonar ahora. No te dejaré. Tienes más trabajo duro al frente de ti.

Pero no me sentía como trabajando duro, y cuando llegué a casa todo lo que pude
pensar fue en desplomarme de vuelta en mi cama y dormir.

Le conté a mamá todo en el auto, incluida la amenaza de papá al costado de la


carretera cuando me recogió. Ella parecía indiferente, desinteresada mientras
hablaba, y no dijo nada cuando terminé. Pero tan pronto como llegamos a casa
llamó a papá. Subí las escaleras hacia mi habitación, escuchando el aumento de la
voz de mamá mientras hablaba, echándole la culpa por saber y no decírselo. Por
recogerme sin llamarla. Por no estar en casa donde él pertenecía en el primer lugar.

Después de un rato escuché la puerta principal abrirse, seguida por los murmullos
de mamá nuevamente. Abrí mi puerta y espié escaleras abajo. Papá estaba parado
en la entrada, con sus manos en las caderas, y su cara arrugada con irritación.

Noté que él estaba en sus ropas informales, las cuales encontré raras porque era un
día de trabajo y papá nunca dejaba el trabajo antes de que se hiciera de noche. Pero
entonces noté algunas manchas de pintura en su remera y me di cuenta de que él
debía haber estado en casa todo el día, pintando el departamento de Briley.
Haciéndolo para ambos. Silenciosamente cerré mi puerta y caminé hacia la ventana.
Briley estaba sentada en el auto al volante esperando por él.

Escuché la ansiosa voz de mamá murmurar de nuevo. Lo escuché vociferarle en


respuesta.

—¿Qué se suponía que debía hacer? —Una pausa y entonces su voz de nuevo—.
Envíala de vuelta al maldito centro psiquiátrico, eso es lo que pienso. ¡Me importa
una mierda de lo que ese psiquiatra dice sobre el progreso! —Y entonces escuché a
la puerta principal cerrarse de un golpe. Caminé hacia la ventana de nuevo y lo
miré entrar al auto con Briley e irse.

No mucho tiempo después de que papá se fue, sentí movimiento cerca de la puerta
y abrí un ojo. Frankie estaba de pie inclinándose tentativamente contra el marco de
la puerta. Él se veía de alguna manera más viejo, con su rizado pelo corto brillando
con gel y el botón inferior de su camisa desabotonado sobre una remera de

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Abercrombie y sus pantalones descoloridos-de-fábrica. Su cara lucía


sobrenaturalmente suave e inocente y tenía esas manchas permanentes rosas
sobre sus mejillas que lo hacían parecer constantemente avergonzado. Tal vez
estaba avergonzado. Viendo la vida con la que él tenía que lidiar.

Desde que papá se mudó, Frankie casi se había ido a vivir con su mejor amigo, Mike.
Había oído por casualidad a mamá diciéndole a la mamá de Mike que necesitaba
algo de tiempo para aclarar las cosas con su pasado y apreciaba que la familia de
Mike cuidara a Frankie. Me imaginé que fue este tiempo con Mike lo que explicaba
la transformación de Frankie. La mamá de Mike era una de esas mamás perfectas
que nunca tendrían un chico con pelo en punta, mucho menos uno que disparara
en una escuela. Frankie era un buen chico. Incluso yo podía reconocer eso.

—Hey —dijo—. ¿Estás bien?

Asentí, me incorporé.

—Sí, estoy bien. Sólo cansada supongo.

—¿Ellos en verdad te van a enviar de vuelta al hospital?

Puse mis ojos en blanco.

—Papá sólo está desahogándose.

—¿Necesitas volver? Quiero decir, ¿estás loca o algo así?

Casi me reí. De hecho, me reí entre dientes sólo un poco, lo cual hizo doler mi
cabeza. Sacudí mi cabeza en señal de no. No estaba loca. Al menos no pensaba que
lo estuviera.

—Ellos sólo están alterados ahora mismo —dije—. Lo superarán.

—Bueno, si te vas… —comenzó y luego se detuvo. Agarró mi cubrecama con las


uñas mordidas—. Si te vas, te escribiré —dijo.

Quería abrazarlo. Consolarlo. Decirle que no sería necesario porque no había


manera de que fuera a ir a algún estúpido centro psiquiátrico. Que me mantendría
alejada de papá y que él eventualmente se calmaría. Quería decirle que nuestra
familia se arreglaría… sería mejor, incluso.

Pero no dije ninguna de esas cosas. No dije nada en absoluto, porque de alguna
manera no decir nada parecía más humano que darle todas esas palabras de
consuelo. Después de todo, ¿cómo se suponía que yo sabría algo de todo eso?

Él se alegró de repente.

—¡Papá va a conseguirme un cuatriciclo! —dijo con emoción—. Me lo dijo por


teléfono anoche. Y va a llevarme y a mostrarme cómo manejarlo. ¿No es increíble?

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Eso es increíble —dije con tanta convicción como pude reunir. Era fantástico ver
a Frankie sonreír y emocionado de nuevo, incluso si no creía por un minuto que
papá iba a comprarle algo. Eso sería tan… de un padre que da gustos… y ambos
sabíamos que nuestro padre no era un padre de dar gustos.

—Puedes manejarlo, también —dijo—. Si, tú sabes, vienes a lo de papá alguna vez.

—Gracias. Eso sería divertido.

Él se sentó algo más cerca, viéndose incómodo de la manera en que los chicos lo
hacen cuando están sentados en algún lugar bajo extrema coacción. Si fuera una
buena hermana le habría dicho fuera a hacer algo más divertido. Pero no me
importaba sentarme con él. Él irradiaba algo que me hacía sentir bien en mi
interior. Esperanzada.

Pero demasiado pronto se levantó.

—Bueno. Tengo que irme a lo de Mike. Vamos a ir a la iglesia esta noche. —Bajó la
cabeza, como si la iglesia fuera avergonzante. Caminó hacia la puerta—. Bueno…
nos vemos —dijo con torpeza. Y se fue.

Me hundí de vuelta en mis almohadas y miré a los caballos en mi papel tapiz yendo
hacia ningún lado. Cerré mis ojos e intenté imaginarme a mí misma en uno de ellos
de nuevo, de la manera que solía hacerlo cuando era chica. Pero no pude verlo.
Todo lo que podía ver era a los caballos sacudiéndome hacia atrás una y otra vez,
dejándome caer sobre mi trasero contra el duro suelo. Ellos tenían caras,
también… la de papá, la del Sr. Angerson, la de Troy, la de Nick. La mía.

Después de un rato, rodé sobre mi espalda y miré fijamente el techo, dándome


cuenta de una vez que había algo que tenía que hacer. No podía cambiar el pasado.
Pero si alguna vez fuera a sentirme completa de nuevo tendría que decirle adiós a
ello. Mañana, me dije. Mañana es el día.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Flochi

Corregido por Mir

A pesar de nunca haber visto la tumba de Nick, sabía el lugar exacto donde estaba.
Por un lado estuvo en los noticieros cada diez segundos los primeros dos meses
después del tiroteo. Por el otro, había escuchado a bastantes personas hablando
sobre ella como para hacerme una muy buena idea.

No le había dicho a nadie que iba a venir. ¿A quién se lo contaría? ¿A mamá?


Lloraría, me lo prohibiría, probablemente me seguiría, me gritaría por la ventana
del lado del conductor. ¿A papá? Bueno, no estábamos exactamente en buenos
términos para hablar. ¿Al Dr. Hieler? Lo habría hecho, pero no sabía con certeza
que iba a hacer esto la última vez que lo vi. Probablemente debería haberlo hecho;
el Dr. Hieler probablemente me hubiera llevado, y ahora mismo mi pierna no
dolería tanto de caminar todo el trayecto. ¿A mis amigos? Bueno, como que los
había expulsado a todos de mi vida, de una forma u otra.

Caminé por unas cuantas filas de tumbas perfectamente mantenidas con lápidas
nuevas y pulidas, y ramos de flores a la intemperie, y la encontré entre su abuelo
Elmer y su tía Mazie, de los cuales había escuchado, pero nunca había conocido.

Me quedé de pie y miré fijamente por un minuto. El viento, que apenas había
comenzado a quitarse de encima el invierno, jugaba alrededor de mis tobillos y me
hacía estremecer. Todo se sentía bien… mi desesperación, mi pecho doliendo por el
esfuerzo, el frío, el viento, lo gris. Así era como se suponía que eran las tumbas,
¿verdad? Es así como siempre se veían en las películas de todos modos. Frías,
tenebrosas. ¿El sol nunca brillaba cuando uno visitaba el lugar de eterno descanso
de alguien que amaba? Lo dudaba.

La tumba de Nick brillaba al igual que aquellas que la rodeaban, la luz del cielo
nublado proyectaba grandes sombras grises sobre las palabras. Aun así podía
leerlas:

NICHOLAS ANTHONY LEVIL

1990–2008

Amado Hijo

Las palabras “Amado Hijo” me tomaron por sorpresa. Estaba pequeño, en cursiva,
casi oculto en el césped. Como si fuera una disculpa. Pensé en su mamá.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Obviamente la había visto en la televisión, pero nunca se había parecido a la


verdadera mujer. La conocía como “Ma” tal y como Nick la había llamado, y
siempre estaba tan tranquila y era agradable conmigo. Siempre en segundo plano,
con la intención de dejar a Nick y a mí hacer lo nuestro… nunca sofocando, nunca
emitiendo órdenes sobre comportamiento apropiado. Simplemente estupenda. Me
gustaba. Muchas veces pensé en ella como mi suegra y disfrutaba de la fantasía.

Por supuesto que Ma habría querido recordar a Nick como “Amado Hijo”.
Obviamente lo haría de la manera más relajada posible, susurrándoselo en
diminutas letras sobre su lápida. Un simple susurro. Fuiste amado, hijo. Fuiste mi
amado. A pesar de todo esto, todavía recuerdo amarte. No puedo olvidar.

Había un ramo de rosas azules de plástico sobresaliendo de un jarrón de metal


incorporado a la lápida. Me incliné y toqué uno de los frágiles pétalos,
preguntándome si Nick habría sido del tipo que quiere flores en su tumba, y
entonces me molestó que nunca me haya importado saber eso de él. Tres años
juntos y no me había molestado en preguntarle si le gustaban las flores, si sus
favoritas eran las rosas, si le parecía absurdo el antinatural color azul en las rosas
de plástico. Y repentinamente, eso se sentía como una gran tragedia en sí misma,
mi desconocimiento.

Me arrodillé, mi pierna gritaba debajo de mí. Extendí mi dedo índice y tracé el


nombre de Nick. Nicholas. Sonreí, recordando como me burlaba de su nombre.

—Nicholas. —Había cantado, escurriéndome por la esquina entre la cocina y el


comedor, sosteniendo entre mis manos la foto enmarcada que había sacado de la
repisa de la chimenea—. ¡Oh, Nicholas! ¡Ven aquí, Nicholas!

—Vas a lamentarlo —dijo desde alguna parte proveniente de la sala de estar. Había
una sonrisa en su voz y, a pesar de que estaba burlándome de él por un nombre
que verdaderamente odiaba que lo llamaran, supe que quería atraparme pero no
para castigarme sino para ser juguetón—. Cuando ponga mis manos sobre ti… —
Saltó por la esquina con un “¡Ajá!”. Grité y corrí, riendo por la cocina y subiendo las
escaleras hacia el baño.

—¡Nicholas, Nicholas, Nicholas! —gritaba entre risas. Podía escucharlo riendo y


gruñendo detrás de mí, a mis espaldas—. ¡Nicholas Anthony!

—¡Suficiente! —gritó, abalanzándose por mí y atrapándome por la cintura un poco


antes de llegar al baño—. ¡Vas a pagarlo! —Me empujó al suelo y se tiró sobre mí,
haciéndome cosquillas hasta que lloré.

Parecía hace tanto tiempo ahora.

Tracé el nombre de su lápida otra vez con mi dedo. Y después una vez más. De
alguna manera me hacía sentir como que el viejo Nick —el que me hacía cosquillas

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

en el pasillo fuera del baño, en el segundo piso de su casa— estaba más vivo de lo
que nunca lo había estado.

—No te odio —susurré, y después lo repetí, más fuerte—. No lo hago. —Un


arrendajo17 azul me respondió desde el árbol a mi izquierda. Busqué entre las
hojas y ramas con mis ojos, pero nunca lo hallé.

—Era hora —dijo una voz detrás de mí.

Pegué un salto y me di la vuelta, cayendo de rodillas sobre mi trasero. Duce estaba


sentado en un banco de concreto detrás de mí, inclinándose hacia adelante, con las
manos colgando entre sus rodillas.

—¿Hace cuanto tiempo que estás sentado ahí? —pregunté, tratando de ralentizar
mi corazón apoyando una palma sobre mi pecho.

—Cada día desde que ha muerto. ¿Qué hay de ti?

—No me refería a eso.

—Lo sé.

Nos miramos el uno al otro por un minuto. La mirada de Duce se sentía como un
desafío. De la manera en que un perro miraría a otro perro cuando está preparado
para pelear.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí ahora? —preguntó.

Nos miramos fijamente, esta vez haciendo el desafío yo.

—No puedes echarme de aquí —dije—. Y no sé porqué me culpas tanto, de todos


modos. Eras su mejor amigo. Pudiste haber detenido el tiroteo, también.

—Tú fuiste la de la lista —contestó.

—Tú fuiste quien pasó la noche en su casa dos días antes del tiroteo —espeté, y
después agregué con suavidad—. Podemos hacer esto todo el día. Es estúpido. Y no
nos va a devolver a nadie.

Un coche llegó y un anciano se bajó con cuidado del asiento trasero, luego hizo su
camino a una tumba cercana, sosteniendo flores en su cadera. Lo miramos
arrodillarse lentamente, con la cabeza gacha, y su barbilla casi tocándole el pecho.

—Los policías, ellos me interrogaron también —dijo Duce, todavía mirando al


anciano—. Pensaron que quizás yo también estaba metido en eso porque pasaba
tanto tiempo con él.

17 Arrendajo: Pájaro cantor norteamericano.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿En serio? Nunca escuché eso.

—Sí, lo sé —dijo, su rostro era amargado—. Estabas apiadándote de ti, pobre de ti,
pobre de Valerie. Te dispararon. Estabas de duelo. Eras una sospechosa. Nunca
consideraste siquiera al resto de nosotros. Nunca preguntaste siquiera, hombre,
como lo estábamos llevando el resto de nosotros. Simplemente nos abandonaste.

Lo miré, afligida. Tenía razón. No le había preguntado a Stacey durante nuestra


única visita como los demás lo estaban llevando. No llamé a nadie. O pregunté por
correo. Nada. Ni siquiera lo consideré.

—Oh, Dios mío —susurré, y de repente pude escuchar la voz de Jessica en mi oído:
Eres egoísta, Valerie—. Lo siento. No pensé…

—Ese Detective Panzella prácticamente vivió en mi casa, hombre. Tomó mi


computadora y todo —dijo Duce—. Pero la verdadera noticia es… que realmente
no tenía idea. Nick nunca me dijo nada sobre dispararle a nadie. Ni siquiera me
advirtió o algo.

—No me advirtió a mí tampoco —dije, pero mi voz fue casi un susurro—. Lo siento
tanto, Duce.

Duce asintió, rebuscó en su bolsillo un cigarrillo, y se tomó su tiempo


encendiéndolo.

—Me sentí realmente estúpido por un tiempo, por no saber. Pensé que quizás no
éramos tan buenos amigos como pensaba. Y culpable, también. Como si debería
haberlo sabido y después poder haber hecho algo. Ayudarlo. Pero ahora… no lo sé.
Quizás no nos dijo nada para no lastimarnos.

Solté un gruñido sarcástico.

—Bueno, si planeó no herirnos, no funcionó.

Duce sonrió suavemente.

—No me digas.

El anciano estaba intentando ponerse de pie otra vez, ajustándose la chaqueta


mientras se dirigía de regreso al auto. Lo miré.

—¿Recuerdas la vez que fuimos a Serendipity juntos? ¿El parque de agua? —


pregunté.

Duce sonrió.

—Sí, fuiste una pesada ese día. Estuviste toda quejosa sobre el frío, el hambre, y
gruñona, gruñona, gruñona. No lo dejaste tener nada de diversión ese día.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Sí —dije. Volví la vista a la tumba. Nicholas Anthony—. Y al final del día cuando
ustedes se fueron y Stacey y yo tuvimos que buscarlos por todas partes y
finalmente los encontramos comiendo Oreos con aquellas dos rubias de Mount
Pleasant…

La sonrisa de Duce se amplió.

—Esas chicas eran calientes.

Asentí.

—Sí, lo eran. ¿Y recuerdas lo que le dije a Nick cuando los encontré allí?

Alcé la vista hacia Duce. Él sacudió la cabeza diciendo que no. Sonriendo. Las
manos le colgaban.

—Le dije que lo odiaba. Lo dije, en esas palabras. “Te odio, Nick”. —Bajé mi mano y
levanté una hoja seca y empecé a destrozarla en pedazos con mis dedos—. ¿Crees
que él sepa que no lo quise decir en serio? No crees que murió pensando que lo
odiaba, ¿no? Quiero decir, fue hace mucho, sabes, y nos reconciliamos ese día. Pero
a veces me preocupa que él todavía pensara en mí diciendo eso y que quizás, el día
del… tiroteo… cuando traté de detenerlo me recordó diciéndole eso en el
Serendipity y que esa sea la razón por la que suicidó. Porque pensó que lo odiaba.

—Quizás sí lo odias.

Pensé en esto y después sacudí la cabeza.

—Lo amaba tanto. —Dejé salir una risa exasperada, sacudiendo la cabeza—. Mi
trágico defecto. —Así es como Nick lo habría llamado, había sido uno de los
sufridos personajes de una de sus amadas tragedias Shakesperianas.

Escuché el roce de ropa contra el concreto. Duce se había movido a un costado del
banco y estaba acariciando el concreto junto a él. Me levanté y me senté junto a él.
Bajó su mano y agarró la mía. Estaba usando guantes y la calidez de su mano
envolvió la mía, expandiéndose a todo mi cuerpo.

—¿Crees que lo hizo por mí? —pregunté en voz baja.

Duce lo pensó, escupió en el suelo a sus pies.

—Creo que ni siquiera él tenía idea de por qué lo hizo, hombre. —Era una
posibilidad que nunca había considerado antes. Quizás nunca había sabido lo que
Nick estaba a punto de hacer porque ni el mismo Nick lo sabía.

Soltó mi mano, que rápidamente se enfrió de nuevo sin la calidez de su guante


rodeándola, y deslizó su brazo alrededor de mí. Me hizo sentir rara, pero no de una
mala manera. De alguna manera, Duce era lo más cercano a Nick de lo que nunca

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

estaría de nuevo. De alguna manera, se sintió como la mano de Nick detrás de mí, la
calidez de Nick a mi lado. Incliné mi cabeza en el hueco de su hombro.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo.

Asentí.

—Si lo amabas tanto, ¿por qué no has venido hasta ahora?

Mordí mi labio. Lo pensé.

—Porque realmente no sentía que él estuviera aquí. Todavía estaba en todas


partes donde miraba, no pensaba que siquiera fuera posible que alguna parte de él
estuviera aquí.

—Era mi mejor amigo —dijo Duce—. ¿Sabes?

—También era el mío.

—Lo sé —dijo. Había una arista en su voz pero fue muy suave—. Supongo. Como
sea.

Nos quedamos sentados en silencio por un tiempo, ambos mirando la tumba de


Nick. Se levantó viento, el cielo se oscureció y las hojas se arremolinaron alrededor
de mis tobillos en círculos más y más estrechos, haciéndolos picar. Cuando empecé
a temblar, Duce alejó su brazo y se puso de pie.

—Me tengo que ir.

Asentí.

—Nos vemos.

Me quedé sentada allí por uno cuantos minutos luego de que Duce se fuera. Miré
fijamente la tumba de Nick hasta que mis ojos se aguaron y los dedos de mis pies
se adormecieron por el frío. Al final me levanté y barrí una hoja de su lápida con mi
dedo del pie.

—Adiós, Romeo —dije suavemente.

Me alejé caminando, temblando, y no volví la vista atrás, a pesar de que supe que
nunca más volvería a visitar su tumba. Era el Amado Hijo de Ma. Las palabras
esculpidas en el granito no decían nada de mí en absoluto.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Chelsea Sharkovich

Corregido por Vannia

Una patrulla de policía estaba estacionada en la entrada cuando llegué a casa, el


carro de papá estaba detrás de ésta, y un Jeep rojo maltratado estaba de último.
Una sensación de pavor me recorrió. Caminé lentamente por la entrada y entré a la
casa.

—¡Oh, gracias a Dios! —gritó mamá, corriendo desde la sala hasta la puerta
principal. Envolvió sus brazos en mi cuello—. ¡Gracias a Dios!

—¿Mamá? —dije—. ¿Qué está…?

Un oficial uniformado la siguió hasta la entrada. Lucía muy poco feliz de estar allí.
Fue seguido por mi papá, que estaba aún más disgustado que el oficial. Recorrí con
la mirada la sala y vi al Dr. Hieler sentado en el sofá, las líneas en su rostro lo
hacían ver severo y cansado.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunté, apartándome de mamá—. ¿Dr. Hieler…?


¿Ocurrió algo?

—Estábamos a punto de emitir una Alerta AMBAR —dijo papá, su voz llena de
furia—. Jesús, ¿qué vendrá después?

—¿Alerta AMBAR18? ¿Por qué?

Pero en ese momento el oficial se estaba acercando a mí.

—Probablemente no quieras ser etiquetada como una fugitiva —me dijo—. Sólo
para que lo sepas.

—¿Fugitiva? No lo soy. No estaba huyendo. Mamá…

Se dirigió hacia la puerta y mamá y papá lo siguieron, agradeciéndole y


disculpándose. La radio en su hombro estaba graznando y me perdí la mayor parte
de lo que dijeron.

El Dr. Hieler se levantó y se colocó su chaqueta. Se acercó a mí, su rostro luciendo


confundido, triste, molesto y aliviado, todo al mismo tiempo.

18America's Missing Broadcasting Emergency Response: (Radiodifusión de respuesta a


emergencias por desaparecidos en los Estados Unidos). Es un boletín que se emite en los medios de
comunicación notificando sobre el secuestro o desaparición de un niño(a) o adolescente.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Una vez más pensé en su familia, en su hogar. ¿De qué serenidad doméstica lo
había privado yo esta noche? ¿Estaba su esposa en su casa, deseando secretamente
que hubiese huido de una vez por todas?

—¿La tumba? —me preguntó en voz baja. Ni mamá ni papá lo escucharon. Asentí;
asintió—. Te veré el sábado —dijo—. Hablaremos entonces.

Y luego él habló con mamá en voz baja en la puerta, disculpas salieron de ambos
interlocutores, y estrechó la mano de papá cuando se fue. Vi al oficial irse
rápidamente en su patrulla y al Dr. Hieler montarse en su Jeep e irse sin ninguna
fanfarria.

—Debo regresar —le dijo mi papá a mamá—. Avísame si necesitas algo. Y mi


opinión sigue en pie. Ella necesita más ayuda de la que está recibiendo, Jenny.
Debes evitar que ella nos siga haciendo la vida miserable.

Me observó furioso y yo aparté la mirada.

—Te escuché, Ted —dijo mamá con un suspiro—. Te escuché.

Papá colocó una mano en el hombro de mamá y le dio una rápida palmada, luego
desapareció a través de la puerta principal.

Mamá y yo estábamos de pie en la entrada vacía, mirándonos la una a la otra.

—Esto fue un gran espectáculo —dijo ella amargamente—. Una vez más, tuvimos
reporteros en la entrada. Una vez más, el Dr. Hieler tuvo que ahuyentarlos. Te
estaba dando el beneficio de la duda, Valerie, y una vez más mira lo que ocurrió.
Tal vez tu padre tenga razón. No te podemos dar un centímetro porque agarrarás
un kilómetro.

—Lo siento —dije—. No sabía. Lo juro. No estaba huyendo. Sólo salí a caminar.

—Has estado fuera por horas, Valerie. No le dijiste a nadie adónde ibas. Pensé que
te habían secuestrado. O peor. Pensé que ese chico Troy te había hecho algo tal
como había amenazado.

—Lo siento —dije—. No me di cuenta.

—Mentira —dijo una voz desde el pasillo de arriba. Ambas miramos hacia arriba.
Frankie estaba de pie allí, con un par de bóxers y una camiseta, su pelo parado en
línea recta hacia un lado.

—Frankie —le advirtió mamá, pero él la interrumpió.

—Papá tiene razón, todo lo que ella hace es causar problemas.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Dije que lo lamento —repetí. Parecía lo único que podía hacer—. No estaba
tratando de causar nada. Fui al cementerio y comencé a hablar con Duce. Perdí la
noción del tiempo, supongo. Debí haber llamado.

Mamá me miró, sobresaltada.

—¿Duce Barnes?

Miré hacia abajo.

—Oh, Valerie, él es uno de ellos. —Exhaló—. Él es uno de esos del tipo de Nick. ¿No
aprendiste? Con todo lo que está ocurriendo, ¿lo que haces es andar con chicos y
meterte en problemas?

—No, no es así —dije.

—Tuve las pruebas de selección de fútbol hoy —gritó Frankie desde lo alto de las
escaleras—. Pero no pude ir porque mamá y papá estaban aquí, enloqueciendo
porque tú estabas desaparecida. Dios, Valerie, traté de estar de tu lado, pero todo
en lo que piensas es en ti misma. Crees que tú y Nick eran las víctimas de todos —
dijo—, pero incluso ahora que Nick ya no está, aún haces cosas para hacer infeliz a
la gente. Es imposible. Justo como dijo papá. Tú eres imposible. Estoy harto de que
mi vida siempre tenga que girar en torno a la tuya. —Corrió hacia su habitación y
cerró la puerta de un golpe.

—Muy bien —dijo mamá, señalando el espacio donde había estado parado
Frankie—. ¿Por qué no nos puedes dejar tener un buen día? Aquí estaba yo,
confiando en ti y tú…

—No, no hice nada malo —la interrumpí, prácticamente gritando—. Fui a caminar,
mamá. No arruiné tu día. Tú lo arruinaste por no confiar en mí. —La boca de mamá
estaba abierta, sus ojos muy abiertos—. ¿Cuándo lo van a comprender? ¡Yo no le
disparé a nadie! ¡Yo no lo hice! Dejen de tratarme como una criminal. Estoy harta y
cansada de llevar toda la culpa aquí.

Escuché la puerta de Frankie chirriar cuando la abrió un poco, pero no miré hacia
arriba. En vez de eso, cerré mis ojos un momento y respiré profundamente,
tratando de calmarme. Lo último que quería hacer era causarle más drama a
Frankie.

—Salí a caminar para decirle adiós —dije sencillamente, abriendo mis ojos y
mirando a mamá—. Deberías estar muy feliz. Nick está fuera de mi vida
oficialmente. Tal vez ahora si puedas confiar en mí.

Mamá cerró su boca y dejó caer sus manos a los costados.

—Bueno —dijo después de un largo rato—, al menos estás a salvo.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Se volteó y comenzó a subir, dejándome en la entrada, sola. Encima de mí, escuché


la puerta de Frankie cerrarse de nuevo. Sí, pensé. A salvo.

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Traducido por loveliilara

Corregido por Vannia

Frankie se fue a vivir con papá durante la semana y sólo volvía a casa para el fin de
semana. Mamá juró que no era por mí, pero era difícil creerlo después de la escena
que había hecho, especialmente desde que se fue sin decir adiós. Me sentí muy
culpable acerca de eso. Nunca quise herir a Frankie. Nunca quise que su vida girara
en torno a la mía. Pero parecía haber una manera en la que, sin querer, le hacía
daño a la gente.

Para cuando la primavera llegó del todo, me di cuenta que él se cortó el pelo como
el resto del equipo de fútbol y llevaba un par de anteojos que completaban un bien
definido look que jamás habría imaginado en él.

No me hablaba mucho, excepto para darme reportes de cómo estaban papá y


Briley cuando mamá no andaba alrededor.

—Papá tiene un auto nuevo. —Solía decir, o—: Briley es muy agradable, Val,
deberías darle una oportunidad. Escucha punk, ¿lo puedes creer? ¿Puedes
imaginarte ver a mamá escuchando punk?

Yo pretendía que de alguna u otra manera no me importaba lo que pasaba con


papá y Briley, pero una vez que Frankie estaba en la ducha, buscaba en su mochila
su celular y me desplazaba por las fotos que tenía almacenadas hasta que
encontraba imágenes de ellos. Me sentaba en el suelo y las miraba hasta que me
escocían los ojos.

El divorcio casi había terminado. Me di cuenta, sin embargo, que Mel, el abogado de
mamá, seguía viniendo casi todas las noches y a veces traía sándwiches calientes
de Sal's y una botella de vino. También me di cuenta que mamá se maquillaba los
días que él venía y se sentaba absorta en la mesa de la cocina con él, se reían cada
pocos minutos y le tocaba en el antebrazo suavemente con la yema de sus dedos.

No podía soportar mucho la idea, pero a veces me preguntaba qué tipo de


padrastro sería Mel. Se lo mencioné a mamá una vez, y ella se sonrojó y
simplemente respondió:

—Aún sigo casada con tu padre, Valerie. —Pero se alejó como en un ensueño
jugueteando con su collar y sonriendo levemente, así como Cenicienta hizo la
mañana después del baile.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

A pesar de que el día que nos encontramos en la tumba de Nick, Duce y yo


habíamos hecho una tregua, las cosas en la escuela no cambiaron. No nos
hablábamos, no nos encontrábamos en las gradas por las mañanas. Y no comíamos
juntos en el almuerzo. En su lugar, convencí a la Sra. Tate de dejarme comer el
almuerzo con ella en su oficina, prometiéndole ver los catálogos de las
universidades mientras estaba allí.

Era el tiempo en que la escuela parecía interminable y aburrida. De alguna forma,


escuchar a los pájaros cantar afuera, por la ventana abierta del aula de clases hacía
parecer que las horas se multiplicaban y se acumulaban una encima de otra. La
tarea parecía estúpida, mucho, estando tan cerca de la graduación. Como si
estuviésemos rellenando el tiempo. ¿No habíamos aprendido todo lo que
necesitábamos ya? ¿No podíamos salir a jugar como cuando éramos niños? ¿Los
estudiantes de último curso no merecíamos recreo?

El 2 de mayo llego y pasó sin mucha fanfarria. Llevamos a cabo un minuto de


silencio por la mañana, seguido de una lectura de los nombres de las víctimas por
los intercomunicadores durante los anuncios de la mañana. Hubo una vigilia de
oración en algunas de las iglesias locales en la noche. Pero la mayoría de la gente
siguió hablando de su vida.

Ya. Después de sólo un año.

Todos estaban hablando de la graduación. Acerca de los planes de fiesta para


después. Acerca de las terribles fiestas familiares de antes. Acerca de qué vestirían,
cómo arrojarían al aire sus sombreros, o qué broma le jugarían al Sr. Angerson.

Era una tradición en nuestra escuela que cada uno de los estudiantes que se
graduaba le pasara al administrador algo pequeño y discreto cuando se
estrechaban la mano en el escenario durante la graduación. Un año fueron maníes.
Otro año peniques. Un año fueron pelotitas rebotadoras. Angerson se vería
obligado a guardar lo que sea que le dieran en su bolsillo y, para el final de la
ceremonia, su bolsillo estaría abultado por la tensión de las setecientas bolas
rebotadoras o peniques o maníes. El rumor que había era que este año serían
condones, pero las animadoras encabezaron una campaña contra eso. Propusieron
cascabeles, así él no podría moverse sin hacer ruido. Personalmente, me gustó la
idea de los cascabeles. O tal vez ninguna. Tal vez lo que el pobre de Angerson
necesitaba simplemente de nuestra clase era un cambio. Una gran sacudida de
mano o nada.

Y cuando la charla sobre la graduación decaía, se dirigía en torno a la universidad.


¿Quién iría a la U.M.19? ¿Quién iría al extranjero? ¿Quién no iría a ninguna en
absoluto? ¿Y escuchaste el rumor de que J.P. se uniría al Cuerpo de Paz? ¿Qué es el
Cuerpo de Paz? ¿Contraerá malaria y morirá? ¿Rebeldes locales lo secuestrarían y

19 U.M.: Universidad de Miami.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

decapitarían en una cabaña escondida por árboles de bananas? La charla nunca


moría.

Todos los días en el almuerzo, la Sra. Tate me interrogaba sobre mis planes
futuros.

—Valerie, no es tarde para tomar una beca en una de las universidad comunitarias
—decía ella, luciendo dolorida.

Yo sacudía mi cabeza.

—No.

—¿Qué es lo que vas a hacer? —me preguntó un día mientras comíamos juntas
nuestros almuerzos.

Había considerado eso, créeme. ¿Qué voy a hacer cuando la graduación haya
terminado? ¿Adónde iré? ¿Cómo viviré? ¿Me quedaré en casa y esperaré a que
mamá y Mel posiblemente se casen? ¿Me mudaré con mi padre, Briley y Frankie, y
trataré de arreglar la relación que estoy muy segura de que papá no quiere de
ninguna manera? ¿Me iré y conseguiré un trabajo? ¿Un compañero de cuarto? ¿Me
enamoraré?

—Recuperarme. —Había dicho yo. Y lo creía. Simplemente necesitaba algo de


tiempo para recuperarme. Consideraría mi futuro después, cuando la secundaria
Garvin me olvidase como a un grueso abrigo en un cuarto caluroso, y yo hubiera
comenzado a olvidar los rostros de mis compañeros de clase. De Troy. De Nick.
Cuando hubiese comenzado a olvidar el olor de la pólvora y la sangre.

Si alguna vez podía.

Todo parecía que iba bien hasta un viernes lluvioso, el olor de los vidrios mojados
penetraba los pasillos. Las nubes de tormenta eran densas afuera y hacían parecer
adentro de la escuela como si fuera de noche. El timbre de salida sonó y los pasillos
fueron una ráfaga de actividad. Como lo es usualmente no soy parte de eso, sólo
moviéndome alrededor en mi burbuja, esperando por marcar otra X en mi
calendario… otro día más cercano a la graduación.

Me encontraba en el casillero, cambiando mi libro de matemáticas por los textos de


ciencias.

—Entonces, ¿quién es la chica que intentó matarse? —Escuché a una chica


preguntar a unos pocos casilleros. Activé mis oídos y miré hacia ellas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó su amiga.

Los ojos de la chica se agrandaron.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿No escuchaste? Alguna de último curso trató de suicidarse hace unos días.
Tomó píldoras, creo. O tal vez se cortó las muñecas, no recuerdo. Su nombre era
Ginny algo.

Yo jadeé.

—¿Ginny Baker? —pregunté en voz alta.

Las chicas me miraron, sus rostros confundidos.

—¿Qué? —me preguntó una de ellas.

Di unos pasos hacia ellas.

—La chica que trató de suicidarse. Tú dijiste que su nombre era Ginny algo. ¿Era
Ginny Baker?

Ella chaqueó sus dedos.

—Sí, era ella. ¿La conoces?

—Sí —dije. Me precipité de regreso a mi casillero y puse mis libros dentro. Lo


cerré y me dirigí a las oficinas. Me apresuré pasando a las secretarias y entrando a
la oficina de la Sra. Tate, donde ella me miró por sobre un libro, asustada.

—Acabo de escuchar sobre Ginny —dije, tratando de recuperar mi aliento—.


¿Podría dejarme en el hospital?

- 245 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Little Rose

Corregido por ★MoNt$3★

Tuve que morderme el interior de la mejilla cuando salí del ascensor en el cuarto
piso en el vestíbulo de la sección de psiquiatra del Hospital General de Garvin.
Sentía un malestar en mi estómago, como una amenaza de que si arruinaba algo,
alguien vendría con una camisa de fuerza y me llevaría a mi viejo cuarto, me haría
quedarme ahí e ir a esas enfermizas sesiones grupales. Me haría escuchar al
estúpido Dr. Dentley diciendo: “Déjame repetir lo que dijiste, déjame validarlo”.

Salí a la estación de las enfermeras. Una con rulos me miró. Me sorprendió saber
que no la reconocía de ningún lado, lo que significaba que, o estaba demasiado
idiotizada y absorbida para prestar atención cuando venía, o era nueva. Tampoco
pareció reconocerme, así que apostaba a la segunda.

—¿Si? —preguntó con esa cara de sospecha que tienen todas las enfermeras de
locos, como si fuera a ayudar a alguien a huir para arruinarle el día.

—Vine a ver a Ginny Baker —dije.

—¿Eres un familiar? —preguntó. Revisó unos papeles en su escritorio como si yo


no existiera.

—Soy su media hermana —mentí, sorprendida por cuán natural me salió.

Me miró. No parecía creerme, pero ¿qué podía hacer? ¿Exigirme un ADN? Suspiró,
hizo un gesto hacia la derecha con la cabeza, y dijo:

—Cuatrocientos veintiuno, a la izquierda.

Volvió a su trabajo y suspiré pasando el escritorio hacia el pasillo, rezando por no


encontrarme con alguien que pudiera delatarme, especialmente el Dr. Dentley.
Inspiré hondo y me metí en el cuarto 421 antes de poder seguir pensando.

Ginny estaba sentada en la cama, con los brazos con intravenosas y monitores.
Estaba mirando fijamente la TV. Había pastillas y un vaso con agua en la mesita de
noche. Su madre estaba sentada junto a la cama, también mirando la tele, que
pasaba algún programa de chismes dramáticos matutino. Nadie hablaba. Ni
tampoco parecían haberse bañado en un tiempo.

La Sra. Baker fue la primera en mirarme cuando entré. Se tensó involuntariamente


cuando me reconoció, y abrió un centímetro la boca.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Perdón por irrumpir así —dije. O creo que lo hice. Mi voz se sintió muy débil.

Ginny me miró, y otra vez me golpeó la desfiguración que tenía su cara. Otra vez
me sentí mal. Sin importar cuántas veces mirara su rostro destruido, no dejaría de
sorprenderme.

—¿Qué haces aquí? —murmuró.

—Lamento interrumpir —repetí—. Quería hablar contigo.

La mamá de Ginny había saltado de la silla, pero se puso de pie detrás de ella, como
escondiéndose. Casi esperaba que me echara, o llamara a los guardias.

Los ojos de Ginny volaron a su mamá y a mí, pero ninguna de las dos habló. Entré
un poco más en el cuarto.

—Yo estuve en el cuarto cuatrocientos dieciséis —dije. No sabía por qué era
importante, pero por alguna razón parecía lo correcto—. Es mejor de este lado,
porque tienen a los que no pueden dormir en los cuartos 450 a 460.

Entonces oí una voz que reconocí y unos zapatos acercándose. Me preparé para ser
expulsada, lo que apestaba porque aunque no sabía qué quería decirle a Ginny,
sabía que todavía no lo había dicho.

—Bueno, ¿cómo le va a Ginny hoy? —dijo la voz detrás de mí, entrando al cuarto.

El Dr. Dentley.

Caminó hasta la cama de Ginny y le tomó la muñeca para chequear su pulso,


siempre hablando del gran grupo con el que acababa de estar y cómo se sentía ella
y si había dormido antes de notar que ambas Baker estaban mirándome. Se volvió,
sorprendido.

—Valerie —dijo—. ¿Qué haces aquí?

—Hola Dr. Dentley —dije—. Sólo vine de visita.

Se volvió de Ginny y puso su mano en mi espalda, entre mis omóplatos,


empujándome suavemente a la puerta.

—No creo que, dadas las circunstancias, debas estar aquí. La señorita Baker
necesita este tiempo para…

—Está bien —dijo Ginny. El Dr. Dentley dejó de empujarme. Ginny asintió cuando
lo miró—. No me importa que esté aquí.

Ambos, el Doctor y la madre de Ginny la miraron como si hubiera perdido la


cordura. Me pregunté si el Dr. Dentley estaba haciendo planes para enviarla al ala
de esquizofrénicos.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—De verdad —dijo Ginny.

—Bueno —murmuró el doctor—. Aunque, sigo necesitando realizar unas


pruebas…

—Esperaré en el pasillo —dije.

Ginny asintió, con una mirada que parecía decir que lo último que quería era
tiempo a solas con el Dr. Dentley.

Salí del cuarto, sintiéndome más libre ahora que me había reconocido e invitado a
quedarme. Me senté en el piso, escuchando la voz del Dr. Dentley a través de la
puerta.

Pronto oí pisadas y la mamá de Ginny salió al pasillo. Se detuvo al verme ahí


sentada, pero sólo por un segundo. De no haber prestado atención me habría
perdido la minúscula duda. Se aclaró la garganta, miró al piso y comenzó a caminar
otra vez. Se veía tan cansada. Como si no hubiera dormido en años. Como si nunca
en su vida hubiera dormido bien. Como si la hubieran puesto en el cuarto 451,
junto a Ronald quien se sentaba por las noches a golpearse los codos contra la
pared mientras cantaba viejas canciones.

Casi me pasó por alto, pero lo pensó mejor. Su rostro era una línea recta cuando me
vio.

—No pude verlo venir —dijo.

La miré. No estaba segura si debía responder.

La Sra. Baker volvió a mirar al frente. Su voz no tenía emociones, como si la


hubieran agotado y ya le costara hasta hablar.

—Supongo que debería agradecerte por detener los disparos —dijo, y luego
caminó por el pasillo, lejos de mí. Miró al escritorio de la enfermera y pasó por las
puertas dobles con fuerza y desapareció. Ella suponía que debería… aunque no lo
hizo. No exactamente.

Aun así, era casi suficiente.

Pronto el Dr. Dentley también se fue. Me puse de pie.

—El Dr. Hieler dice que vas muy bien —dijo—. Espero que sigas con tus medicinas.

No respondí. No es que esperara una respuesta, de todas formas. Simplemente


caminó por el pasillo, lanzando un:

—Necesitará descansar toda la tarde, no tardes mucho. —Sobre su hombro.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Inspiré hondo varias veces y volví al cuarto de Ginny. Se estaba secando los ojos
con un pañuelito.

Me senté en una silla, la más alejada de su cama.

—Es un idiota —dijo—. Quiero salir. No me dejará. Dice que soy una amenaza para
mí misma y es la ley que me impide irme. Estúpido.

—Sí —digo—. Hacen que los suicidas se queden por tres días o algo así. Pero la
mayoría terminan más tiempo porque sus padres están locos. ¿Tu madre
enloqueció?

Ginny rió un milisegundo y se sonó la nariz.

—Ya superó la locura —dijo—. No tienes idea.

Nos sentamos mirando la tele un momento, que ahora tenía una serie de comedia.
Luego algo de chismes de Hollywood, hablaban de una celebridad adolescente, que
en la foto no parecía ni una diva ni glamorosa, sólo otra chica, creo que se parecía
un poquito a mí.

—Cuando Nick recién se mudó, éramos amigos —dijo de la nada, rompiendo el


silencio—. Estábamos en dos clases juntos.

—¿Si? —Nick nunca mencionó haber sido amigo de Ginny Baker—. No lo sabía.

Ella asintió.

—Hablábamos casi todos los días. Me gustaba. Era muy listo. Y agradable. Eso es lo
que me mata. Era muy agradable.

—Lo sé. —De repente parecía que Ginny y yo teníamos un mundo en común ahora.
No era la única que lo vio. Hubo alguien más. Alguien más vislumbró lo bueno de
Nick. Incluso con su rostro destruido lo seguía viendo.

Apoyó la cabeza en la almohada y cerró los ojos. Las lágrimas seguían cayendo,
pero no intentó secárselas. Estuvimos calladas un ratito y finalmente me incliné y
saqué un pañuelito de una caja que había en la silla al lado mío. Lo pasé
suavemente por su rostro, entre sus ojos cerrados.

Se estremeció levemente, pero no abrió los ojos ni intentó detenerme. Lentamente,


mi caricia ocupó toda su mejilla y seguí el contorno de su rostro con mis dedos bajo
el pañuelo húmedo. Cuando su cara estuvo seca volví a inclinarme en mi silla.

Su voz estaba ronca cuando habló.

—Cuando comencé a salir con Chris Summers al final de ese año, Chris me vio
hablando con Nick y enloqueció. Totalmente celoso. Creo que ahí comenzó. Creo

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

que si nunca hubiera sido amiga de Nick, Chris lo habría ignorado. Era tan malo con
Nick.

—Ginny, yo… —comencé, pero sacudió la cabeza.

—Tuve que dejar de hablar con Nick. Tuve que hacerlo porque Chris nunca lo
olvidaría. ¿Qué, quieres ser amiga de un tipo raro como él? —imitó a Chris.

—Pero Chris era el que… —comencé, pero me cortó.

—Es que no puedo dejar de pensar… quizás si en ese entonces no hubiera sido
amiga de Nick... o quizás si hubiera seguido a su lado y mandado a volar a Chris…
quizás el tiroteo… —Se detuvo, con una mueca de dolor—. Y ahora ambos
murieron.

Las imágenes de la tele mostraron a un rapero que nunca había visto. Llevaba uno
de esos collares con el signo de dólar gigante en su cuello y le hacía un gesto
extraño a la cámara. Ginny abrió los ojos, se sorbió la nariz, y lo miró.

—No fue tu culpa Ginny —dije—. Tú no causaste esto. Y yo… eh, realmente
lamento lo de Chris. Sé que te gustaba mucho. —En otras palabras, Ginny también
veía lo bueno en Chris. Lo que de alguna manera la hacía mejor que yo, porque yo
nunca lo hice.

¿Eso hacía que Chris y Nick fueran más parecidos que diferentes, ambos con un
lado oculto de sí mismos que era el mejor?

Ginny sacó sus ojos hinchados de la tele. Me miró a mí.

—He querido morir desde que Nick me hizo esto —dijo. Se señaló el rostro—. No
tienes idea de cuántas cirugías he tenido y aun así mírame. Antes no quería morir,
cuando disparaba. Estaba rezando porque no me matara. Pero de alguna manera
desearía que hubiera seguido y me matara. Oigo a la gente hablando cada vez que
salgo en público y cuando creen que no puedo hacerlo comienzan: “Eso es una
pena. Era una chica bonita”. Era, como del pasado ¿sabes? Y no es como si la belleza
fuera la cosa más importante del mundo. Pero… —Se volvió a detener, pero no
necesitó terminar la frase. Sabía lo que estaba pensando: ser bonita no lo es todo,
pero ser fea sí.

No sabía qué decir. Había sido tan abierta respecto a todo, tan transparente. Miré
mis jeans. Tenían un pequeño agujero en el muslo. Metí mi dedo ahí.

—Sabes —dijo—. No recuerdo todo lo que ocurrió ese día. Pero sé que no tuviste
que ver con eso. Le dije eso a la policía. Acompañé a Jessica a la estación y todo. Mis
padres estaban muy enojados. Creo que querían tener a alguien con vida a quién
culpar. Seguían diciéndome que no conocía toda la historia aunque sí lo hacía. Que
podría olvidar cosas y todo eso. Pero sí sabía que no le disparaste a nadie. Te vi

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

corriendo tras de él intentando detenerlo. También te vi arrodillada intentando


ayudar a Christy Bruter.

Seguí agrandando el hoyo con mi dedo. Ginny se inclinó contra la almohada y


volvió a cerrar los ojos, como si estuviera agotada. Y, sospeché, era probable que
una parte de ella lo estuviera.

—Gracias —dije muy suavemente. Se lo dije más al hoyo en mi pantalón que a


ella—. Y lo lamento. Quiero decir, siento tanto, tanto, tanto lo que te ocurrió. Y, no
es que importe, pero sigo creyendo que eres bonita.

—Gracias —dijo. Torció la cabeza en la almohada y volvió a cerrar los ojos. Su


respiración se volvió más pausada como si se estuviera quedando dormida.

Mi mirada cayó en un periódico, que estaba en la silla donde estaba la mamá de


Ginny. Un titular me gritaba:

VÍCTIMA DE TIROTEO INTENTA SUICIDARSE:

EL DIRECTOR REAFIRMA QUE LOS ESFUERZOS

PARA QUE LA SECUNDARIA GARVIN SE CURE SIGUEN

TAN FUERTES COMO SIEMPRE.

El artículo estaba escrito por Angela Dash, por supuesto. De repente tuve una idea.
Me estiré y tomé el diario, lo doblé y guardé en mi mochila.

—Debería irme y dejarte dormir —dije—. Creo que tengo algo que hacer. Volveré
luego —añadí, casi por instinto.

—Sí, eso sería lindo —dijo Ginny, aún con los ojos cerrados mientras me iba.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Roo Andresen

Corregido por †DaRk BASS†

—Creo que deberías hacerlo —dijo el Dr. Hieler, vertiendo media taza de café en el
lavabo de la pequeña cocina en la oficina.

Cuando me marché del hospital, fui directo hacia a su oficina al final de la calle, no
muy segura de adonde más ir, y totalmente segura de que necesitaba hablar.
Estaba en un período entre pacientes, pero tenía unos minutos mientras se
preparaba. Lo seguía por la oficina, mirándolo juntar latas de gaseosas de otros
clientes y ordenar papeles a la vez.

—Escribe algo. No tiene que ser una disculpa ni nada. Sólo algo que represente a la
clase para ti.

—¿Qué, como un poema o algo?

—Un poema es una buena idea. Sólo algo. —Volvió a su oficina y lo seguí.

—¿Sugieres que lea el poema o lo que sea en la ceremonia de graduación?

—Sip. —Usó su mano para aplastar una bolsa vacía de papas fritas y luego tirarla al
cesto de basura.

—Yo.

—Tú.

—¿Pero no te estás olvidando de que soy la Hermana Muerte, La Chica que Odiaba
a Todos? ¿La cual todos aman odiar?

Se detuvo y se inclinó en el escritorio.

—Ésa es exactamente la razón por la cual deberías hacerlo. No eres esa chica, Val.
Nunca lo fuiste. —Miró su reloj—. Tengo a alguien esperando…

—Sí, está bien —dije—. Gracias por el consejo.

—No es un consejo —dijo, caminando hacia la puerta conmigo en sus talones—.


Tarea.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por TwistedGirl

Corregido por Vapino

—¿Puedes esperarme aquí? —le pregunté a mamá—. Será sólo un minuto.

—¿Aquí? ¿En la oficina del periódico? —preguntó—. ¿Qué necesitas hacer aquí?

Ella miró por la ventanilla el edificio de ladrillos, las palabras SUN-TRIBUNE


fundidas en la parte delantera del edificio.

—Es para un proyecto escolar —dije—. El proyecto del memorial. Tengo que
recoger una investigación de una señora que trabaja aquí.

Probablemente todas las campanas de advertencia de mamá estaban sonando en


su cabeza ahora mismo. Allí estaba, llegando a casa tarde del trabajo; y tenía que
recogerme de la oficina del Dr. Hieler, totalmente de imprevisto, y conducir
directamente a la oficina del Sun-Tribune, sin más explicación qué: Te lo contaré
más tarde, lo juro.

Parecía muy escéptica de que hiciera exactamente lo que dije que iba a hacer, pero
probablemente estaba tan aliviada de que no hubiera patrullas de policía
siguiéndonos a casa y de que no estuviera esposada que no presionó más.

—Mamá, todo está bien —dije, mi mano apoyada en la puerta—. Confía en mí en


esto.

Me dio una larga mirada, y luego extendió su mano y sacudió el cabello de mi


hombro.

—Lo hago —dijo—. Confío en ti.

Sonreí.

—No tardo mucho.

—Sólo haz lo que tengas que hacer —dijo, acomodándose detrás del volante—.
Estaré aquí.

Salí del coche y me abrí paso a través de las puertas dobles de la oficina del Sun-
Tribune. Un guardia de seguridad sentado señaló una hoja de registro sin decir una
palabra. Una vez que había firmado, le dio la vuelta y leyó mi nombre.

—Y tu asunto aquí es... —preguntó.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Tengo que hablar con Angela Dash.

—¿Te está esperando? —preguntó.

—No —admití—. Pero ha escrito mucho sobre mí, así que pensé que querría
hablar conmigo.

Pareció dudar, pero se acercó y tomó el teléfono, murmuro algo en él.

Unos minutos más tarde, una morena regordeta, en una falda de mezclilla
demasiado apretada y unas botas fuera de estilo, llegó caminando hacia mí. Ella
abrió la puerta para dejarme entrar en las oficinas interiores.

—Soy Valerie Leftman —dije.

—Sé quién eres —respondió. Su voz era un poco masculina. Caminó por el pasillo y
me encontré detrás de ella para mantener el ritmo. Desapareció en una sórdida
oficina con muy poca luz, a excepción de la iluminación gris de la pantalla de la
computadora. La seguí adentro.

Se sentó en su escritorio.

—Vaya, he tratado y tratado de hablar contigo —dijo, su atención en la pantalla de


la computadora, sus dedos haciendo clic locamente en el ratón—. Tienes unos
padres protectores.

—No sabía que estaban deteniendo mis llamadas hasta mucho más tarde —dije—.
Pero probablemente no habría hablado contigo de cualquier modo. En realidad no
quería hablar con nadie. Ni siquiera con mis protectores padres.

Miró brevemente, desinteresadamente, desde la pantalla de su computadora.

—¿Qué te trae aquí ahora? ¿Finalmente estás lista para hablar? Porque, si es así,
tengo que decirte que no creo que te vayamos a necesitar después de todo. Es una
historia muy exagerada ya. Excepto por el intento de suicidio y el minuto de
silencio, no hay nada nuevo aquí. Estamos listos para seguir. El tiroteo es una vieja
noticia.

Mientras que Angela Dash no se parecía a la persona que pensé que sería,
definitivamente actuaba como ella, lo que me animó.

Abrí la cremallera de mi bolso y saqué el artículo que había sacado de la habitación


de Ginny en el hospital. Lo puse sobre la mesa.

—Quiero que dejes de escribir estas cosas —dije—. Por favor.

Su dedo dejó de hacer clic. Se quitó las gafas y utilizó el dobladillo de su camiseta
para limpiarlos. Se los puso de nuevo y parpadeó.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—¿Disculpa?

Señalé el papel.

—Las cosas que escribes no son ciertas. No fue como lo dices en tus artículos. Tú
estás haciendo que todo el mundo piense que ya todo pasó y que hay un gran
festival de amor en la escuela, pero no es así.

Ella puso los ojos en blanco.

—Nunca dije festival de amor.

—Hiciste que Ginny Baker parecía un fenómeno suicida —dije—. Y es una mentira.
Tú no hablaste nunca con Ginny Baker. Nunca. La única persona con la que has
hablado es con el Sr. Angerson y estás contando las mentiras que él quiere que
cuentes. Él no quiere perder su trabajo, por lo que tiene que hacer que todo suene
normal de nuevo en la preparatoria.

Se inclinó hacia delante en sus codos y me dio una gran sonrisa poco engreída.

—Contando mentiras, ¿eh? ¿Y de dónde sacaste tu información? —preguntó.

—De vivirla —dije—. Estoy en la escuela todos los días. Estoy ahí para ver lo que la
gente sigue haciéndose el uno al otro. Estoy ahí para ver que Ginny Baker no es la
única chica que aún está sufriendo. Estoy ahí para decir que lo que el Sr. Angerson
ve y lo que el Sr. Angerson quiere que tú veas, son dos cosas totalmente diferentes.
Nunca has estado ahí. Ni un sólo día. Nunca has estado en mi casa. Nunca has
estado en un partido de fútbol o en una carrera de atletismo o en un baile. Nunca
has ido al hospital a ver a Ginny.

Se puso de pie.

—No sabes donde he estado —dijo.

—Deja de escribir —dije—. Deja de escribir sobre nosotros. De Garvin. Déjanos en


paz.

—Voy a tomar en consideración tu consejo —dijo con ese falso tono de voz
agradable—. Pero me perdonarás si escucho primero a mi editor, y después a ti.

Me di cuenta por primera vez de cuán insignificante se veía detrás de su


escritorio… esta persona que siempre había considerado un gigante con un
montón de poder.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Tengo una historia para volver —dijo—. Si quieres ver “la verdad” escrita, tal
vez deberías considerar escribir un libro. Puedo ser la escritora fantasma20 de una
parte, si estás interesada.

Y de repente supe que la historia que Angerson quería que el mundo supiera
acerca de la preparatoria Garvin era la historia que debía decirse. Que Angela Dash
era una perezosa y una mala periodista y que tenía que decir lo que él quería que
dijera. Que la verdad sobre Garvin nunca sería escuchada. Y que no había nada que
pudiera hacer al respecto.

Excepto que, tal vez lo había.

Me acerqué rápidamente al exterior, donde mamá aún estaba esperándome en la


acera.

—¿Tienes lo que necesitas? —preguntó, explorándome con sus ojos—. ¿Tienes la


investigación?

—En realidad, sí —dije—. Creo que tengo exactamente lo que necesito.

20 Escritor fantasma: Del inglés ghostwriter- o también llamados negro, es un escritor profesional
al cual se contrata para escribir autobiografías, cuentos, artículos, novelas u otras obras sin recibir
oficialmente los créditos por tales.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Xhessii

No estaba segura de si ya era demasiado tarde para regresar al proyecto del


Consejo Estudiantil o no, pero quise darle una oportunidad de todos modos. Sólo
quedaban un par de semanas de escuela y quería compartir mis planes para el
memorial con Jessica.

Me acerqué vacilantemente a la habitación, preparándome para afrontar a todo el


Consejo de Estudiantes, pero la única en la habitación era Jessica, inclinada sobre
una pila de papeles.

—Oye —dije desde la puerta. Ella alzó la vista—. ¿Dónde están todos? Pensé que
había una reunión.

—Oh, hola —dijo—. Se canceló. Stone tiene gripe. Estoy estudiando para mi final
de cálculo. —Frotó sus codos y me miró de reojo—. ¿Querías venir a una reunión?
Pensé que te habías renunciado.

—Tengo una idea para presentar en el memorial —le dije. Crucé la habitación y me
senté en la mesa a su lado. Saqué el pedazo de papel en el que había estado
trabajando toda la noche —un resumen de mi plan— y se lo entregué. Ella lo tomó
y comenzó a leerlo.

—Sí —dijo, con una sonrisa creciendo lentamente por su rostro—. Sí. Esto está
bien. Es genial, Val. —Ella me echó un vistazo de lado—. ¿Necesitas que te lleve?

Le sonreí.

—De acuerdo.

Nuestra primera parada fue la casa del Sr. Kline. Era una pequeña y acogedora casa
marrón con jardines de flores desatendidos en la parte delantera y un delgado gato
naranja sentado en las escaleras del porche.

Jessica se detuvo en el camino de entrada y apagó el motor.

—¿Estás lista para esto? —preguntó. Asentí. La verdad era, que nunca estaría
probablemente lista para esto, pero era algo que tenía que hacer.

Mira las cosas por lo que realmente son, me recordé a mí misma. Mira lo que está
realmente allí.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

Salimos del coche y subimos las escaleras hasta la puerta principal. El gato nos
maulló lastimosamente y se escurrió bajo un arbusto. Toqué el timbre.

Pude oír un pequeño perro ladrando ferozmente junto a la puerta y algunos ruidos
callándolo que no estaban haciendo nada para reprimir el ruido. Finalmente la
puerta se abrió y una mujer tímida con el cabello revuelto y gafas gigantes se
asomó hacia nosotras. Estaba flanqueada por un niño con los ojos entrecerrados
chupando una paleta.

Ella empujó la tormentosa puerta con una grieta.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó.

—Hola —dije nerviosamente—. Um, ¿Sra. Kline? Soy Val…

—Sé quién eres —dijo rotundamente—. ¿Qué quieres?

Su voz era como fragmentos de hielo y sentí que mi valentía se derretía. Jessica me
miró y me debe haberme visto asustada… porque elevó la voz.

—Sentimos molestarle —dijo—. Pero nos preguntábamos si podíamos hablar con


usted por unos minutos. Es un proyecto que involucra a su esposo.

—Un memorial —añadí que sin pensar. Mi cara inmediatamente se quemó después.
Me sentí avergonzada por mencionar la muerte de su esposo delante de ella. Como
si mencionarlo de alguna manera haría que fuese más real que esta mujer robusta
criara a sus hijos sola.

Ella nos miró en silencio durante mucho tiempo. Parecía considerar las cosas con
mucho cuidado. Tal vez estaba preocupada de que llevara una pistola, le disparara
y convirtiera en huérfanos a sus hijos.

—Está bien —dijo, empujando la puerta un poco más. Al mismo tiempo se apoyó a
un lado, dándonos a Jessica y a mí el espacio suficiente para meternos en la sala de
estar desordenada detrás de ella—. Pero sólo tengo unos pocos minutos.

—Gracias —suspiró Jessica y entramos.

Cuarenta minutos después, estábamos en la casa de Abby Dempsey —un viaje


emocional para Jessica, que era amiga de Abby y que no había visto a sus padres
desde el funeral— y una hora después, estábamos hablando con la hermana mayor
de Max Hill, Hannah, en sillas de jardín en su garaje.

Mientras la tarde presionaba sobre nosotras, nos sentamos en la habitación del


hospital de Ginny Baker, viéndola llorar en una montaña de pañuelos arrugados
usados. Ginny estaba teniendo un mal día. Ella quería ir a casa. Pero la noche
anterior había roto un espejo compacto y utilizó un fragmento para intentar cortar

- 258 -
Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

sus muñecas. Iba a estar allí por un tiempo, y ella no era feliz al respecto.
Conversamos con su mamá en la sala de espera del hospital.

A las ocho, nos moríamos de hambre y tuvimos que dejar una parada por hacer.
Jessica se detuvo en una gasolinera y nos atestamos de Slim Jims y bolsas de
patatas fritas. Llamé a mi mamá y le dije que estaría en casa un poco tarde y casi
grité de alegría cuando me dijo que no era problema, que sólo estuviera pendiente
y fuera cuidadosa. Algo que habría dicho antes del tiroteo. Nos sentamos en
aparcamiento de la gasolinera, estancadas.

—Tal vez esto no es una buena idea —le dije, sintiendo náuseas después de toda
esa grasa.

—¿Estás bromeando? —dijo Jessica, haciendo reventar un Doodle Cheez en su


boca—. ¡Es una gran idea! ¡Y casi hemos terminado! No dudes de ti misma ahora.

—Sólo estoy pensando que tal vez será más perjudicial que útil. Sólo pienso…

—Sólo piensas eso porque te asusta ir a la casa de Christy Bruter. No te culpo, Val,
pero vamos.

—Pero ella es la razón por la que todo ocurrió. Mi reproductor MP3...

—Ella no es la razón por la que todo ocurrió. Nick fue la razón por la que todo
ocurrió. O el destino. O lo que sea. No importa. Vamos.

—No estoy segura.

Ella arrugó su bolsa vacía de Cheez Doodle en una pelota y la tiró en el asiento
trasero. Giró la llave en la ignición y el coche se encendió a la vida.

—Yo estoy segura. Vamos —dijo. Salió del estacionamiento. No tuve otra opción.
Íbamos.

—Sólo duele a veces —dijo Christy, sentada entre su mamá y su papá en el sofá.
Ella sólo miraba a Jessica cuando hablaba. No la culpo. Tuve malos momentos al
mirarla, también—. Y en realidad ya ni siquiera diría “duele”. Sólo se siente raro.
Como que mi cuerpo es raro. La peor parte, honestamente, es no poder jugar más
softbol. Ya me habían ofrecido una beca. Además, mi papá solía entrenarme y
ahora…

Su padre interrumpió, sujetando su rodilla con su palma.

—Ahora, él se alegra de haber entrenado durante todos estos años —dijo—. Ahora,
él está contento de tener una hija que está viva para ir a la universidad.

La madre de Christy hizo un pequeño ruido que sonaba como “Amén” y golpeó
suavemente la esquina de su ojo con su dedo. La Sra. Bruter no había dicho mucho

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

desde que Jessica y yo llegamos allí. Ella se sentó al lado de Christy,


alternativamente acariciando su rodilla y asintiendo con la cabeza acordando con
las cosas que dijo Christy, con una sonrisa temblorosa y no muy convincente
sosteniendo su boca todo el tiempo. Ella asintió de nuevo cuando el padre de
Christy mencionó que había rezado sólo por una hija que fuera feliz y tuviera una
larga vida, no una que pudiera jugar softbol.

—¿Tú...? —solté, pero vacilé, insegura de lo que quería preguntarle. ¿Me culpas?
Quería preguntar. ¿Me odias aún más ahora? ¿Lamentas que Nick no me hubiera
matado? ¿Tienes pesadillas conmigo en ellas? Mi boca se abrió y se cerró. Tragué.

El Sr. Bruter debió sentir mi malestar porque se inclinó hacia delante con los codos
en sus rodillas y me miró directamente a los ojos. Sus manos colgaban entre sus
piernas.

—Hemos aprendido mucho sobre el perdón desde que esto pasó —dijo—. No
tenemos interés en que nadie más sufra por esta tragedia. Nadie.

Christy se miró las manos en su regazo. Jessica se giró hacia mí ligeramente.

—Hay héroes que murieron por su escuela —dijo el Sr. Bruter suavemente—. Y
hay héroes que casi murieron por su escuela. Y hay héroes que detuvieron el
tiroteo. Quién llamó al 911 cuando Christy se desmayó. Quien sostuvo su estómago
para detener el sangrado. Héroes que... que perdieron la gente que amaban.
Apreciamos a todos los héroes de la Preparatoria Garvin.

Jessica se acercó y tocó la parte de atrás de mi brazo. Me sentí rodeada. Yo —Dios,


¿cómo ocurrió esto?— me sentí orgullosa.

Cuando llegué a casa, totalmente agotada, mamá y Mel estaban sentados en el sofá
viendo la televisión.

—Se está haciendo tarde —dijo mamá, envuelta en su capullo de Mel. Sus pies se
tiraron a un lado. Parecía cómoda de una manera que nunca había visto antes, ni
siquiera cuando mi padre era su capullo—. Me estaba preocupado por ti.

—Lo siento —dije—. Este proyecto tiene que estar terminado antes de la
graduación.

—¿Conseguiste terminarlo? —preguntó Mel y encontré, para mi sorpresa, que no


me importaba que preguntara. En general, Mel era un tipo bastante bueno. Y él
hacía sonreír a mamá más, lo que, en mi opinión, le hacía un tipo muy genial.

—Bueno, conseguí terminar la investigación —dije—. Tengo todas las entrevistas


realizadas, de todos modos.

Él asintió en aprobación.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Guardé la cena —dijo mamá—. Está en el horno.

—No, gracias —dije—. Jess y yo ya comimos algo. —Me acerqué y me puse detrás
del sofá—. Creo que iré a la cama. —Le di a mamá un beso en la mejilla… un gesto
que no le había dado en años. Ella se mostró sorprendida—. Buenas noches, mamá
—dije, caminando hacia las escaleras—. Buenas noches, Mel.

—Buenas noches —contestó Mel con fuerza, ahogando la voz de mamá.

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Traducido por ANDRE_G

Corregido por Mir

Entré a mi última sesión con el Dr. Hieler prácticamente zumbando.

—Creo que estoy empezando a descubrir quién soy —le dije, sonriendo
ampliamente mientras me dejaba caer en el sofá y abría mi Coca-Cola.

—¿Quién eres? —preguntó el Dr. Hieler, con una gran sonrisa. Él se dejó caer en su
asiento y puso una de sus piernas sobre el brazo de la silla, como siempre.

—Sí, quiero decir, sé que esto suena estúpido, pero creo que haber hablado con
toda esa gente me recordó quién soy realmente.

—¿Y quién eres? ¿Quién recordaste que eras?

—Bueno —dije. Me levanté y me paseé por la habitación—. Para empezar, me


gustaba la escuela. Realmente me gustaba. Me gustaba estar con mis amigos y
pasar el rato e ir a los juegos de baloncesto y otras cosas. Era inteligente y tenaz,
¿sabes? Quería ir a la universidad.

El Dr. Hieler asintió con la cabeza, presionando su dedo índice contra sus labios.

—Bien —dijo—. Estoy de acuerdo con todas esas cosas.

Dejé de pasearme y me volví a sentar en el sofá, con un nudo de energía exaltada.

—Y la Lista de Odio era de verdad. Realmente estaba enojada. No era para llamar la
atención de Nick. Quiero decir, no estaba tan enfadada como él lo estaba, sabes. Ni
siquiera me di cuenta de lo enojado que estaba. Pero yo también estaba enfadada.
La intimidación, las burlas, los insultos… mis padres, mi vida… todo parecía estar
tan jodido y sin sentido; y realmente estaba enfadada por ello. Es posible que en
ese entonces una parte de mí fuera suicida y sólo no lo sabía.

—Es posible —dijo—. Tenías buenas razones para estar enfadada.

Volví a ponerme de pie.

—¿No lo ve? No estaba fingiendo. No por completo. —Me volví y miré por la
ventana. La niebla se estaba asentando sobre los coches en el lote del
estacionamiento—. Por lo menos no era una farsante —le dije, mirando el agua en
el capó de los coches—. Por lo menos no era eso.

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Purple Rose HATE LIST Jennifer Brown

—Sí —dijo—, ¿pero puedes hacer un salto mortal atrás?

—No, sigo sin poder hacer eso.

—¿En serio? Yo puedo hacerlo.

—No puedes hacerlo. Eres tan mentiroso.

—Pero soy bueno en eso —dijo él—. Y estoy orgulloso de ti, Val. No estoy
mintiendo sobre eso. —Nos movimos hacia el tablero de ajedrez, como siempre.
Me venció, como siempre.

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Traducido por Little Rose

Corregido por Vannia

—Sé que no quieres que me emocione —dijo la Sra. Tate. Había un buñuelo a
medio comer en su escritorio. La taza de café humeaba. Olía bien la oficina de la
Sra. Tate a primera hora de la mañana. Olía como debía oler al levantarse por la
mañana; rico, alegre y reconfortante—. Pero no puedo evitarlo, tú sabes. Son unas
noticias geniales.

—No son noticias —dije adormilada desde la silla frente a su escritorio—. Sólo
estoy diciendo que quiero esos folletos. Para después.

Ella asintió entusiasmada.

—¡Por supuesto! ¡Por supuesto que para después! Totalmente. ¿Quién puede
culparte? Después es algo bueno. ¿Qué tanto después?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Lo que sea que tarde. Necesito tiempo para aclarar todo. Pero tiene
razón, la universidad siempre estuvo en mis planes y no debería dejar de ser quien
soy. —Ahora que sabía lo que no era, estaba decidida a recordar quién era. En
quién me convertiría.

La Sra. Tate abrió un archivador y sacó varios folletos gruesos.

—No puedo decirte, Valerie, lo orgullosa que me siento al oírte decir eso —dijo,
dando saltitos—. Aquí tienes. Muchos para elegir. Sabes que puedes llamarme si
tienes dudas o necesitas ayuda en algo.

Me dio los libros y me incliné para tomarlos. Se sentían pesados. Me gustaba eso.
Por una vez en la vida el futuro se veía más pesado que el pasado.

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PARTE
CUATRO

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“¡Oh! ¿Y cómo disculparemos una acción tan


sangrienta?”
—SHAKESPEARE

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
Traducido por flochi

Corregido por Marina012

No puedo decir que las cámaras de la televisión no me pongan algo nerviosa. Había
tantas. Habíamos esperado algunas —estábamos contando con eso, en realidad—
¿pero tantas? Sentí mi garganta secarse y raspar cuando traté de hablar.

Estaba caliente para ser mayo y la bata se pegaba a mis piernas cuando el viento
soplaba. La graduación era, como siempre lo había sido, celebrada en el exterior,
en el vasto césped de la escuela en el lado este. Un día de estos, la administración
siempre había sido advertida al respecto, la graduación sería trasladada a un gran
auditorio para acomodar toda la expansión de la escuela y el impredecible clima
del medio Oeste. Pero no el día de hoy. Hoy estábamos siguiendo la tradición. Al
menos podíamos hacer eso, esta problemática clase de 2009. La tradición se sentía
bien para nosotros.

Pude ver a mi familia… Frankie sentada sentado entre mamá y papá, a un costado,
cerca del fondo. Briley sentada al otro lado de papá.

Mamá tenía un marcado aire adusto y se mantenía disparándole miradas hostiles a


los camarógrafos. De repente no pude hacer más que admirar con gratitud el hecho
de que de alguna manera haya logrado mantener a la mayoría de las cámaras
alejadas de mi en el transcurso de todo esto. El único reportero al que había
hablado fue Angela Dash, cuando yo había hecho el viaje a su oficina. Me hizo
darme cuenta, con algo parecido a un fuerte shock, que a pesar de todas las cosas
acusatorias dichas y la desconfianza de todo el año pasado, mamá no solamente
había trabajado para proteger al resto del mundo de mí; también me protegió del
mundo. Debajo de la lucha, allí siempre habría ese amor básico, ese lugar seguro
para volver a casa.

Papá parecía bastante miserable, atrapado entre mamá y Briley, pero cada vez que
nuestros ojos se encontraban, un destello de alivio cruzaba su rostro. Y ese alivio
era real, puedo asegurarlo. En sus ojos vi esperanza y supe, con cierto grado de
certeza, que a pesar de lo que podríamos habernos dicho, que con el tiempo nos
perdonaríamos mutuamente. Incluso si nunca pudiéramos olvidar. Y todo lo que
tomaría sería tiempo.

De vez en cuando, Briley se inclinaba, le susurraba algo en el oído y él sonreía. Y me


puso contenta de que él tuviera una razón para sonreír. Una parte de mi deseaba
que Mel hubiera venido con mamá. De esa manera ella también habría tenido una
razón para sonreír.

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Frankie parecía aburrido, pero sospechaba que esa era una mirada planificada. El
próximo año sería el turno de Frankie probar los corredores de la Preparatoria
Garvin. Su turno de huir bajo la mirada atenta del Sr. Angerson. Su turno de
sentarse en la oficina de la Sra. Tate, sorprendida y reconfortada por la indisciplina.
Tenía el presentimiento que Frankie lo haría bien. A pesar de todo, él estaría bien.

El Dr. Hieler estaba allí, también. Sentado en la fila detrás de mamá y papá. Tenía
su brazo enroscado alrededor de su esposa. No se parecía en nada a como esperaba
que ella fuera. No era hermosa ni glamorosa. Tampoco tenía un porte como el de
Madonna de interminable paciencia y gracia en su cara. Revisaba su reloj a menudo
y entrecerraba los ojos contra el sol, y una vez gritó algo en su teléfono celular. Me
gustaba más mi versión mejorada de ella. Realmente quería creer que las familias
como la que había imaginado para el Dr. Hieler existían. Especialmente para él.

Detrás del Dr. Hieler había un toque de púrpura. Bea, su cabello elevado la delataba
y adornado con tantas lentejuelas púrpuras que tintineaban a medida que se movía,
sentada allí. Vestía un vaporoso traje púrpura y se aferraba frente de ella a un
bolso púrpura del tamaño de una maleta pequeña. Me sonrió, su rostro sereno y
hermoso, como una pintura.

Angerson se puso de pie y pidió silencio para que la ceremonia iniciara. Dio un
breve discurso acerca de la perseverancia, pero parecía no saber con exactitud qué
decir respecto a esta clase. Todos los viejos discursos no funcionaban aquí. ¿Qué
podría decir acerca del futuro a aquellos padres que no podían dejar ir el pasado,
que no podían hacer nada más que ver como las esperanzas por los futuros de sus
hijos se desvanecían, sus hijos idos hace más de un año ya y que nunca volverían?
¿Qué podía decirnos al resto de nosotros, tan aturdidos por lo que había pasado
dentro de esos salones de educación que conocíamos y una vez amamos? No
habría más recuerdos dulces… aquellos estarían por siempre eclipsados. No habría
reuniones… esas serían traumáticas.

Prontamente, volvió las cosas en dirección a Jessica, quien se levantó con confianza
y subió las escaleras hacia el podio. Habló en una voz suave y calma acerca del
instituto y la escuela… cosas insulsas que no podrían provocar lágrimas. Y luego
dudó, su cabeza cabizbaja hacia el fajo de papeles en su mano.

Hizo una larga pausa en que las personas empezaron a toser y removerse
incómodas, una ola de incomodidad. Casi parecía como si estuviera orando y, no lo
sé, quizás efectivamente ella lo hacía. Angerson parecía nervioso y un par de veces
vaciló ligeramente hacia ella, como si él fuera a darle un codazo o conducirla fuera
del escenario. Cuando ella finalmente alzó la vista, su rostro había cambiado.
Suavizado, de alguna manera, de la resuelta presidenta del Consejo Estudiantil a la
chica que acariciaba mi brazo cuando el papá de Christy Bruter hablaba acerca del
perdón.

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—Nuestra clase —comenzó Jessica—, siempre estará definida por una fecha en
nuestro calendario. Dos de mayo del 2008. Ningún miembro de esta clase pasará
esa fecha sin recordar a alguien que él o ella amó, y que ahora no está. Recordando
las imágenes y sonidos de esa mañana. Recordando el dolor, la pérdida, la
profunda pena y la confusión. Recordando el perdón. Simplemente recordando.
Nosotros, la clase del Consejo Estudiantil 2009, vamos a obsequiar a la
Preparatoria Garvin un conmemorativo para recordar… —Su voz se quebró en la
palabra y se detuvo, su cabeza gacha otra vez, para componerse a sí misma. Cuando
alzó la vista una vez más, su nariz estaba muy roja y su voz tembló—. Recordar a
las víctimas de ese día. Aquellos a los que nunca olvidaremos.

Meghan se levantó de su silla y caminó hacia un montículo en el césped cerca del


escenario. Estaba cubierto por una sábana. Agarró el borde de la sábana y tiró de
ella. Un banco de concreto, casi cegador en blanco grisáceo, dispuesto sobre un
agujero del terreno del tamaño de un televisor. Junto al agujero había un montón
de tierra fresca y una caja de metal, la cápsula del tiempo, su tapa abierta. Desde mi
silla pude ver que la caja estaba casi llena de varios artículos… pompones
trenzados, dados borrosos, fotografías.

Jessica asintió hacia mí y me puse de pie. Mis piernas se sentían como goma
cuando subí las escaleras al podio. Jessica se movió a un costado cuando la alcancé,
pero se abalanzó sobre mí y me envolvió en sus brazos cuando me acerqué un paso.
La dejé abrazarme, sintiendo su calidez siendo absorbida por mi vestido,
haciéndolo pegarse aún más. Pero no me importó.

La recordé caminando hacia mí en el salón el día que traté dejar el proyecto del
Consejo Estudiantil. Sus ojos habían estado mojados, desesperados, su corazón a
simple vista, su voz intensa y espesa. Yo viví y eso lo cambió todo, dijo ella. En su
momento, le había dicho que estaba loca, pero ahora, aferrada a ella en el escenario
de nuestra graduación, nuestro proyecto completado, supe lo que quiso decir, y
supe que ella estaba en lo correcto. El día que lo cambió todo. Nos habíamos hecho
amigas no porque habíamos querido, sino porque de alguna manera debíamos. Y
llámenme loca, pero casi se sintió como si nos hubiéramos hecho amigas debido a
que se suponía que lo fuéramos.

A lo lejos, pude sentir, en vez de ver, los flashes de las cámaras estallando. Pude
escuchar el murmullo de los reporteros en el fondo. Cuando Jessica y yo nos
separamos subí al podio y aclaré mi garganta.

Vi a todos mis viejos amigos: Stacey, Duce, David, y Mason. Vi a Josh y a Meghan e
incluso a Troy, sentado en la parte posterior con los padres de Meghan. Los vi a
todos, un mar cambiante de incomodidad y tristeza, cada persona portando su
propio dolor, cada uno contando su propia historia, ninguna historia más o menos
trágica o triunfante que otra. En cierto modo, Nick había tenido razón: todos

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tenemos que ganar a veces. Pero lo que él no entendió era que todos teníamos que
ser perdedores, también. Debido a que uno no podía tener uno sin el otro.

La Sra. Tate se comió una uña mientras me miraba. Mamá estaba sentada con los
ojos cerrados. Parecía como si no estuviera respirando. Se me ocurrió, sólo
brevemente, que tal vez debería seguir mi primer instinto después de todo y
utilizar este momento para disculparme. Formalmente. Quizás, más de lo que
estaba a punto de darles, una disculpa era lo que les debía.

Pero sentí la mano de Jessica deslizarse en la mía, su hombro frotarse contra el mío,
y al mismo tiempo vi a Angela Dash sumergir su cabeza en un cuaderno y empezar
a escribir. Miré mi discurso.

—En la Preparatoria Garvin recibimos una fuerte dosis de realidad este año. El
odio de las personas. Ésa es nuestra realidad. Las personas odian y son odiadas, y
llevan rencores y quieren castigos. —Miré al Sr. Angerson, quien parecía estar
sentado en el borde de su silla, listo para levantarse y detenerme si iba demasiado
lejos. Me sentí estremecer, tambaleándome un poco. La mano de Jessica apretó la
mía sólo un poco. Continué—: Las noticias nos dicen que el odio no es nuestra
realidad.

Angela Dash se removió de nuevo en su silla. Sus brazos estaban cruzados, su


cuaderno de notas y lapicera olvidados. Ella me miró fijamente con labios
fruncidos y feos. Parpadeé, tragué saliva, me forcé a seguir adelante.

—No sé si es posible quitarle el odio a las personas. Ni siquiera personas como


nosotros, que han visto de primera mano lo que el odio es capaz de hacer. Todos
estamos heridos. Todos nosotros vamos a estar heridos por mucho tiempo. Y
nosotros, probablemente más que nadie allá afuera, vamos a buscar una realidad
nueva todos los días. Una mejor. —Miré hacia atrás, mas allá de mis padres, hacia
el Dr. Hieler. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, su pulgar frotando su
labio inferior. Hizo un asentimiento de cabeza hacia mí tan ligeramente, que casi
no fue un asentimiento en absoluto.

Me arrastré medio paso al costado. Jessica se inclinó en el micrófono, todavía


agarrando mi mano.

—Sabemos que es posible cambiar la realidad —dijo ella—. Es difícil, y la mayoría


de las personas no se molestarán en intentarlo, pero es posible. Uno pude cambiar
la realidad de odio al abrirse a un amigo. Al salvar a un enemigo. —Jessica me miró
y sonrió. Le devolví la sonrisa, con tristeza. Me preguntaba si continuaríamos
siendo amigas después de esto. Si incluso nos veríamos nuevamente después del
día de hoy. Pero con la finalidad de cambiar la realidad, uno mismo tiene que estar
dispuesto a oír y aprender. Y escuchar. A realmente escuchar.

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—Como presidenta de la clase de último año del 2009, les estoy pidiendo a todos
ustedes que recuerden a las víctimas del tiroteo del dos de mayo y escuchen la
realidad de quienes eran aquellas personas.

Aclaré mi garganta.

—Muchas de las personas que murieron lo hicieron debido al tirador… —Mi voz se
fue apagando. Ni siquiera pude mirar al Dr. Hieler, quien supe que en este
momento estaría asintiendo con coraje hacia mí—. Mi novio, Nick Levil, y pensaba
que eran malas personas. Sólo vimos lo que quisimos ver y… —Y me pasé la mano
sobre un ojo. Jessica dejó ir mi mano y en su lugar empezó a frotarme la espalda—.
Um… nosotros no… Nick y yo no… no conocíamos… la realidad de quienes eran
aquellas personas.

Jessica se inclinó hacia adelante nuevamente.

—Abby Dempsey —dijo ella—, era una ávida jinete a caballo. Tenía su propio
caballo llamado Nietzsche, y montaba a Nietzsche cada sábado a la mañana. Fue
elegida para participar el próximo verano en el Knofton Junior Rodeo. Estaba tan
emocionada debido a eso. También era mi mejor amiga —agregó roncamente—.
Pusimos un mechón de la crin de Nietzsche en la cápsula del tiempo en nombre de
Abby.

Ella retrocedió y yo me adelanté otra vez. Mis dedos estaban temblando alrededor
de las tarjetas que estaba sosteniendo y aún no podía alzar la vista. Pero se fue
haciendo más fácil a medida que recordaba los rostros de todos los padres con los
que Jessica y yo habíamos hablado. Todos los padres con los que finalmente me
disculpé personalmente. Todos los padres que aceptaron mis disculpas… aquellos
que me perdonaron. Aquellos que no. Aquellos que dijeron que nunca les debí una.
Habíamos llorado juntos y habían estado encantados de compartir historias de sus
hijos con nosotras. La mayoría de ellos se encontraban entre la audiencia ahora
mismo, sospechaba yo.

—Christy Bruter —dije—, ha sido aceptada en la Universidad Notre Dame y planea


estudiar psicología. Quiere trabajar con víctimas de trauma y ya está co-
escribiendo un libro acerca de su experiencia cercana a la muerte. Christy ha
colocado una pelota de softbol en la cápsula del tiempo.

Jessica se inclinó hacia delante de nuevo.

—Jeff Hicks acababa de llegar del hospital de ver a su nuevo hermanito por
primera vez en la mañana del dos de mayo. Estaba llegando tarde a la escuela, pero
estaba emocionado cuando dejó el hospital, emocionado por tener otro chico en la
familia. Incluso sugirió un nombre para el bebé… Damon, en honor de un jugador
de fútbol favorito. En honor de Jeff, sus padres nombraron al bebé Damon Jeffrey.

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Colocamos la pulsera del hospital de Damon Jeffrey en la cápsula de tiempo en


nombre de Jeff.

—Ginny Baker —dije, respiré profundamente. Había tanto que quería decir sobre
Ginny. Ginny, quien sufrió tanto. Quien seguía sufriendo. Quien no pudo estar aquí
porque estaba ocupada tratando de encontrar maneras para terminar el trabajo
comenzado por Nick. Castigándose a sí misma por la intimidación que sentía que
ella misma había puesto en marcha—. Ginny fue ganadora del concurso de Lads
and Lassies21 cuando tenía dos años. Su mamá dice que ella siempre se estaba
presentando en shows de talento y aprendió cómo girar el bastón cuando sólo
tenía seis. Ginny ha decidido… —Me detuve, tratando de no llorar—, no poner nada
en la cápsula del tiempo. —Bajé mi cabeza.

Continuamos así… tomando turnos ofreciendo baratijas e historias acerca de Lin


Yong, Amanda Kinney, Max Hills y los otros. La viuda del Sr. Kline sollozaba en voz
alta cuando colocamos una moneda en la cápsula del tiempo en su nombre,
simbolizando su hábito de lanzar monedas a los estudiantes que respondían las
preguntas correctamente en su clase. Una de sus hijas mantuvo el rostro enterrado
en los pliegues del vestido de su madre, inmóvil.

Llegamos a la última y bajé las escaleras hacia mi asiento. Traté de no hacer


contacto visual con nadie… el sonido de narices sonándose era demasiado
ensordecedor.

Jessica permaneció de pie en el escenario sola, sus pies plantados firmemente, su


nariz roja pero sus ojos feroces. Su cabello rubio azotándose en el viento como
telarañas.

—Hay dos más —dijo ella en el micrófono. Fruncí el ceño, contando con mis dedos.
Pensé que los habíamos hecho a todos. Jessica respiró profundamente.

—Nick Levil —dijo ella—, amaba Shakespeare. —Contuve el aliento. ¿Cuándo


había hablado Jessica con la familia de Nick? ¿Por qué lo había hecho? ¿Lo hizo sin
mí a propósito? Entrecerré los ojos hacia el banco. Bastante segura, de que el
nombre de Nick estaba allí, último en la lista de víctimas. Hice un pequeño sonido
en la parte trasera de mi garganta y cubrí mi boca con la mano. Esta vez no podría
evitar que las lágrimas cayeran, en especial cuando dejó caer la vieja copia de Nick
de Hamlet, de la que me había leído pasajes tantas veces, dentro de la cápsula del
tiempo.

Apenas la escuché decir:

—Valerie Leftman es una heroína. Más valiente que nadie que haya conocido… una
bala es lo menor de las cosas escalofriantes que la vi enfrentar este año. Salvó mi

21 Lads and Lassies: Muchachos y muchachas.

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vida sin ayuda y detuvo el tiroteo de mayo de 2008, de ser peor de lo que ya era. Y
soy muy afortunada de ser capaz de llamarla amiga. Valerie ha colocado un libro de
dibujos en la cápsula de tiempo. —Sacó mi cuaderno negro de espiral y lo tiró
encima del Hamlet de Nick. Mi realidad y el escape de Nick… uno encima del otro.

Al principio nadie aplaudió cuando Jessica agradeció al público y tomó su asiento.


Pero después, fortaleciéndose como agua hirviendo, rompieron en aplausos a
palmadas constantes. Unas cuantas personas —aquellas que se mantenían bajo
control— se pusieron de pie frente a sus sillas.

Giré mi cabeza y observé: mamá y papá estaban aplaudiendo y limpiándose los


ojos. El Dr. Hieler estaba de pie delante de su silla, sin molestarse en limpiar los
suyos.

El Sr. Angerson subió hasta el podio y volvió al asunto de la graduación, de seguir


con nuestras vidas.

Pensé en la maleta que estaba abierta sobre mi cama. Mis cosas, casi llenas. La foto
de Nick y yo sentados en esa roca en el Lago azul ubicada bajo la ropa interior y lo
sujetadores adicionales. La copia de The Gift of Fear que el Dr. Hieler me compró,
con una advertencia de “mantente a salvo”. La pila de tarjetas telefónicas que papá
había presionado silenciosamente en mi mano el pasado sábado cuando vino a
recoger a Frankie. Los catálogos de universidades que había recibido de la Sra.
Tate.

Pensé en el tren que tomaría en la mañana —con destino desconocido— y cómo


mamá probablemente lloraría en la estación y me rogaría una vez más que no fuera,
al menos no sin un plan. Y cómo papá probablemente parecería aliviado cuando lo
viera achicarse a través de la ventana cuando el tren se alejara. Y cómo no lo
culparía por eso si lo hiciera.

Imaginé las cosas que podría perderme mientras estuviera lejos. ¿Mamá y Mel se
Casarían sin mí? ¿Me perdería ver a Frankie conseguir su primer trabajo, quizás
como salvavidas en la piscina del barrio? ¿Me perdería el anuncio de que Briley
estaba embarazada? ¿Me lo perdería todo y, escuchar de esas cosas, y sentiría que
ellos se merecían por lo menos eso, mi ausencia durante esas cosas felices?

—¿Estás segura acerca de esto? —El Dr. Hieler me había preguntado en nuestra
última sesión—. ¿Tienes suficiente dinero?

Asentí.

—Y su número. —Pero creo que ambos sabíamos que nunca lo llamaría, ni siquiera
cuando despertara en las sombras de un albergue oliendo a moho, mi pierna
doliendo y la voz de Nick haciendo eco en mis orejas. Ni siquiera si mi cerebro
finalmente me permitía recordar la imagen borrosa de Nick poniendo una bala en

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su cerebro en frente de mis ojos llorosos. Ni para decir Feliz Navidad o Feliz
Cumpleaños o Estoy bien o Ayúdeme.

Me abrazó y descansó su barbilla sobre la cima de mi cabeza.

—Estarás bien. —Había susurrado, aunque yo no estaba muy segura de si lo


susurraba para sí mismo o para mí.

Y me había ido a casa y empacado, dejando la maleta abierta en mi cama, junto a


los caballos en el papel tapiz de la pared, los que estaban —como siempre habían
estado, por supuesto— completamente inmóviles.

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Jennifer Brown
La columna de humor semanal de Jennifer dos veces ganadora del Premio Erma
Bombeck Mundial del Humor (2005 y 2006), apareció en The Kansas City Star por
más de cuatro años, hasta que ella renunció para ser una novelista para jóvenes-
adultos a tiempo completo.

La novela debut de Jennifer, HATE LIST (Little, Brown Books para Jóvenes
Lectores) recibió reseñas de tres estrellas y fue seleccionada como Mejor Libro
para Jóvenes Adultos por la ALA (American Library Association. Asociación
Americana de libros), un "Diez Perfecto" para VOYA (siglas de la revista Voice of
Youth Advocates) y el mejor libro del año para la Biblioteca de una Escuela. HATE
LIST también ganó el premio Thumbs Up! de la Asociación de Bibliotecas de
Michigan, y recibió un buen puesto en la lista de lectura de la preparatoria Taysha
de la Asociación de Bibliotecas de Texas, así como en la lista Asociación de
Bibliotecas de Missouri lectura de la escuela, así como la lista del premio Gateway
de la Asociación de Bibliotecas de Missouri, y ha sido nominado para el Premio de
Oklahoma Sequoyah.

La segunda novela de Jennifer, BITTER END, recibió una crítica con estrellas de
parte del Publishers Weekly, y está programado para ser lanzado en mayo del
2011.

Jennifer escribe y vive en la ciudad de Kansas, en el área de Missouri, con su


marido y sus tres hijos.

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