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Unidad Nº 8:FISIOLOGIA HEMATICA

Sangre: funciones, componentes: plasma y células sanguíneas: Eritrocitos,


formación de la hemoglobina, Leucocitos: granulocitos (neutrófilos, eosinofilos,
basófilos) y agranulocitos (monocitos y linfocitos). Plaquetas. Hematopoyesis.
Tipos de sangre y compatibilidad sanguínea.
Fisiología de la hemostasia: definición, mecanismos de la hemostasia:
contracción vascular, hemostasia primaria, hemostasia secundaria, formación
del coagulo, activación de la protrombina por via intrínseca e intrínseca,
retracción del coagulo, fibrinólisis, disolución de coágulos (anticoagulantes).
Fisiología del sistema inmune: concepto, órganos del sistema inmune, células
del sistema inmune, inmunidad innata: mecanismos de defensa de la primera
línea de defensa, inmunidad adquirida, tipos de respuesta inmune: humoral
mediadas por anticuerpos y celular mediada por linfocitos T supresores y
linfocitos T citotóxicos. Antígenos.

Sangre: la sangre, es un tejido circulatorio conectivo especializado, compuesto por plasma


sanguíneo y células. Las funciones de la sangre son: proveer nutrientes (O2, glucosa) a las
Células, recoger desechos (como CO 2 y urea), defensa del organismo, transporte de sustancias
(aminoácidos, lípidos y hormonas), regulación de la temperatura del cuerpo.

Plasma: El plasma es principalmente agua en la que se disuelven proteínas, sales, nutrimentos y


desechos. Aunque la conformación del plasma es casi 90% agua, este líquido transparente de
color amarillo claro contiene más de 100 tipos de moléculas diferentes. El plasma transporta
hormonas, proteínas, nutrimentos y desechos celulares, como el dióxido de carbono. Asimismo,
contiene una variedad de iones; algunos mantienen el pH de la sangre, mientras que otros son
esenciales para el funcionamiento de las células nerviosas y musculares o enzimas. Las
proteínas del plasma son las moléculas disueltas más abundantes por peso. Las tres proteínas
plasmáticas más comunes son albúmina, globulinas y fibrinógeno. La albúmina ayuda a mantener
la presión osmótica de la sangre, evitando así que se esparza demasiado líquido del plasma a
través de las paredes capilares. Algunas globulinas son anticuerpos que desempeñan una función
importante en la respuesta inmunitaria. Otras globulinas contribuyen a la coagulación y unas más
se unen entre sí y transportan sustancias importantes que no se disuelven en el plasma acuoso,
incluidas ciertas hormonas, vitaminas y ácidos grasos. El fibrinógeno es importante en la
coagulación sanguínea, proceso que se describe más adelante en este capítulo.

Células sanguíneas: Los componentes sanguíneos basados en las células se forman en la


médula ósea. La sangre contiene tres componentes basados en las células: glóbulos rojos,
glóbulos blancos y plaquetas. Sólo los glóbulos blancos son células funcionales completas.
Técnicamente, los glóbulos rojos maduros no son células porque no tienen núcleo; lo pierden
durante su desarrollo. Las plaquetas de hecho son pequeños fragmentos de células. Los tres
componentes se originan de las células madre sanguíneas que residen en la médula ósea. Las
células madre son células no especializadas que se pueden dividir para producir células
precursoras capaces de madurar en uno o más tipos de células especializadas.

Los glóbulos rojos transportan oxígeno de los pulmones a los tejidos. Alrededor de 99% de las
células sanguíneas y casi 45% del total de volumen sanguíneo consta de glóbulos rojos que
transportan oxígeno, también conocidos como eritrocitos. Un glóbulo rojo tiene la forma de una
bolita de plastilina aplastada entre los dedos pulgar e índice. Esta forma, resultante de la pérdida
del núcleo celular durante su desarrollo, proporciona un área de superficie mayor que la que
tendría una célula esférica con el mismo volumen; esto aumenta la habilidad del eritrocito de
absorber y liberar oxígeno a través de su membrana plasmática. El color rojo de los eritrocitos se
debe a la proteína que contiene hierro: la hemoglobina, la cual transporta casi todo el oxígeno que
lleva la sangre. Cada molécula de hemoglobina puede unir y transportar cuatro moléculas de
oxígeno, una en cada grupo hemo. La hemoglobina adopta un color rojo cereza brillante al unirse
con el oxígeno y un color rojo más oscuro al liberarlo, dando a la sangre desoxigenada un
aspecto azuloso cuando se ve en las venas debajo de la piel. Es por ello que los diagramas por lo
común representan los vasos que transportan sangre oxigenada de color rojo (todas las arterias,
excepto las pulmonares) y los vasos que transportan sangre desoxigenada de color azul (todas
las venas, excepto las pulmonares). La hemoglobina se une libremente al oxígeno, lo recoge en
los capilares de los pulmones, donde la concentración de oxígeno es alta, y lo libera en otros
tejidos del cuerpo donde la concentración de oxígeno es más baja. Los eritrocitos tienen un
promedio de vida de alrededor de cuatro meses. Cada segundo, más de dos millones de glóbulos
rojos (100 mil millones al día) mueren y son reemplazados por otros nuevos de la médula ósea.
Los macrófagos (literalmente, “grandes comedores”) son glóbulos blancos almacenados en el
bazo e hígado que fagocitan y descomponen los glóbulos rojos muertos. El hierro de los
eritrocitos regresa a la médula ósea, donde se reutiliza en la síntesis de la hemoglobina para la
creación de nuevos glóbulos rojos. Aunque este proceso de reciclaje es eficiente, se pierde algo
de hierro durante el sangrado de una herida o de la menstruación (en las mujeres) y todos los
días se excretan pequeñas cantidades en las heces. Por ello, la dieta debe contener hierro.

La retroalimentación negativa regula el número de glóbulos rojos. El número de glóbulos


rojos en la sangre determina la cantidad de oxígeno que ésta puede transportar, y el conteo de
glóbulos rojos se mantiene mediante un sistema de retroalimentación negativa que involucra a la
hormona eritropoyetina (EPO). Los riñones producen la eritropoyetina y ésta es liberada en la
sangre como respuesta a la deficiencia de oxígeno. Esta falta de oxígeno puede ser causada por
pérdida de sangre, producción insuficiente de hemoglobina, altitud elevada (donde hay menos
oxígeno disponible) o enfermedades pulmonares e insuficiencia cardiaca, lo cual interfiere con el
intercambio de gases en los pulmones. La eritropoyetina estimula la producción rápida de nuevos
glóbulos rojos por parte de la médula ósea. Al restaurar el nivel de oxígeno, la producción de
eritropoyetina disminuye y el índice de producción de glóbulos rojos vuelve a la normalidad.

La formación de la hemoglobina: La síntesis de la hemoglobina tiene lugar en los precursores


hematopoyéticos del hematíe. Incluso su precursor hematopoyético más inmediato, el reticulocito,
posee aún cierta capacidad para sintetizarla. El grupo protéico y el grupo prostético se sintetizan
por separado y en orgánulos diferentes. El primero se sintetiza en los ribosomas y el segundo en
las mitocondrias. Las cadenas de globina son sintetizadas por los ribosomas celulares mediante
la traducción de su ARN mensajero. Estas moléculas de ARNm de las globinas tienen una vida
media larga, suficiente para que el reticulocito mantenga su síntesis. Cuando las globinas son
sintetizadas quedan libres en el citoplasma para unirse al grupo hemo. El grupo hemo es
sintetizado por las mitocondrias, donde se une la protoporfirina IX con el ión ferroso, antes de ser
liberado al citoplasma. La síntesis de la protoporfirina IX ocurre en el mismo lugar, aunque
algunos pasos de la síntesis discurren en el citoplasma de la célula, y lo hace a partir de glicina y
succinil-CoA. Para que la síntesis se lleve a cabo, es necesario que haya vitamina B6 para el
correcto funcionamiento de la ALA Sintetasa. Una vez sintetizados ambos grupos, primero se
forma un monómero de hemoglobina con una cadena de globina y un grupo hemo. A
continuación, el monómero se une a otro monómero con distinta cadena globínica, formando un
dímero. Y por último el dímero se une con otro dímero para formar el tetrámero final de la
molécula de hemoglobina. La síntesis de hemoglobina está autorregulada en los precursores
eritropoyéticos. Si aumenta la síntesis de grupos hemo, éstos retroinhiben su síntesis, y también
provocan el aumento de síntesis de cadenas de globina.

Los glóbulos blancos defienden al cuerpo contra enfermedades. Existen cinco tipos de
glóbulos blancos, también llamados leucocitos: neutrófilos, eosinófilos, basófilos, linfocitos y
monocitos. Su periodo de vida varía de unas horas a varios años, y juntos constituyen menos de
1% de la porción celular de la sangre. Los glóbulos blancos ayudan a proteger al cuerpo contra
enfermedades. Por ejemplo, los monocitos entran a los tejidos y se transforman en macrófagos.
En las heridas, fagocitan bacterias y desechos celulares.
Tres de los cinco tipos de leucocitos (neutrófilos, eosinófilos y basófilos) reciben el nombre de
granulocitos, porque tienen varios tipos de gránulos específicos que se tiñen de manera notoria y
que distinguen a cada tipo de célula de las demás. Los basófilos reciben este nombre porque sus
gránulos específicos se tiñen con el azul de metileno, una tinta básica en una mezcla común
como la tinción de Wright, y los eosinófilos, porque se tiñen con eosina, una tinta ácida en la
tinción de Wright. Los gránulos específicos de los neutrófilos no se tiñen demasiado con ninguna
tinta, y contienen enzimas y otras sustancias químicas empleadas en la defensa contra los
patógenos. Los dos tipos restantes de leucocitos (monocitos y linfocitos) reciben el nombre de
agranulocitos porque carecen de gránulos específicos, que son poco notorios bajo el microscopio
de luz, por lo que estas células tienen citoplasma de aspecto claro.

Granulocitos
• Los neutrófilos son los leucocitos más abundantes: por lo general hay casi 4 150 células por μl y
constituyen 60 a 70% de los leucocitos circulantes. El núcleo es muy visible y, en un neutrófilo
maduro, por lo general consta de tres a cinco lóbulos conectados por hebras nucleares delgadas.
Estas hebras resultan en ocasiones tan delicadas que apenas son visibles, por lo que parece que
el neutrófilo cuenta con varios núcleos. Los neutrófilos jóvenes tienen un núcleo no individual con
forma de cinta, por lo que recibe el nombre de células en banda o cayado. Los neutrófilos también
reciben el nombre de leucocitos polimorfonucleares (PMN) por la variedad de formas de sus
núcleos. El citoplasma contiene gránulos específicos en un espectro que va del rojizo al violeta,
que incluye lisozima y otros agentes antibióticos. Los gránulos individuales apenas son visibles a
la luz del microscopio, pero su efecto combinado otorga al citoplasma un color lila pálido. La cifra
de neutrófilos aumenta (un trastorno denominado neutrofilia) como respuesta a infecciones
bacterianas. La tarea principal consiste en destruir las bacterias.
• Es más difícil encontrar a los eosinófilos en un frotis sanguíneo, porque sólo representan de 2 a
4% del total de los leucocitos (por lo general alcanzan las 170 células por μl). Sin embargo, la
cifra de leucocitos fluctúa en gran medida entre el día y la noche, según las estaciones y con la
fase del ciclo menstrual. Además, se eleva (eosinofilia) en presencia de alergias, infecciones
parasitarias, enfermedades colagenosas y del bazo y el sistema nervioso central. Aunque son
escasos en la sangre, los eosinófilos resultan abundantes en las mucosas del aparato
respiratorio, el tubo digestivo y las vías urinarias bajas. Los núcleos del eosinófilo por lo general
tienen dos lóbulos grandes conectados por una hebra delgada, y el citoplasma cuenta con una
cantidad abundante de gránulos específicos gruesos de color que va del rosa al anaranjado. Los
eosinófilos secretan sustancias químicas que debilitan o destruyen parásitos como el
anquilostoma y la solitaria, demasiado grandes para que cualquier leucocito los fagocite. También
fagocitan y expulsan sustancias químicas inflamatorias, complejos antígeno-anticuerpo y
alergenos (antígenos externos que desencadenan alergias).
• Los basófilos son los leucocitos más escasos (también lo son entre todos los elementos formes).
Se encuentran casi 40 células por μl, y suelen constituir menos de 0.5% de la cifra de leucocitos.
Se les reconoce sobre todo por la abundancia de gránulos muy gruesos, de color violeta oscuro.
El núcleo está casi apartado de la vista por esos gránulos, pero es grande, pálido y suele tener
forma de “S” o “U”. Los basófilos secretan dos sustancias químicas que ayudan en el proceso de
defensa corporal: 1) histamina, un vasodilatador que ensancha los vasos sanguíneos, acelera el
flujo de sangre a un tejido lesionado y hace que los vasos sanguíneos sean más permeables para
que componentes sanguíneos como los neutrófilos y las proteínas de la coagulación lleguen a los
tejidos conjuntivos con mayor rapidez, y 2) heparina, un anticoagulante que inhibe la coagulación
sanguínea y, por tanto, promueve la movilidad de otros leucocitos en el área. También libera
señales químicas que atraen a los eosinófilos y neutrófilos a un sitio infectado.
Agranulocitos
• Los linfocitos son los leucocitos más abundantes después de los neutrófilos y, por tanto, se les
distingue pronto cuando se examina un frotis sanguíneo. Hay casi 2.200 células por μl, y
representan 25 a 33% de la cifra de leucocitos. Hay varias subclases de linfocitos con diferentes
funciones inmunitarias, pero su aspecto es similar bajo el microscopio de luz. Incluyen los
leucocitos más pequeños (de 5 a 17 μm de diámetro), y su tamaño varía de menor que el de los
eritrocitos a dos veces y media mayor que el de éstos. En ocasiones se les
clasifica en tres clases de tamaño, pero hay gradaciones entre ellos. Los linfocitos medianos y
grandes suelen verse en tejidos conjuntivos fibrosos y sólo en ocasiones en el torrente
sanguíneo. Los linfocitos que se observan en los frotis sanguíneos corresponden, sobre todo, a
los de la clase de tamaño pequeño. El núcleo de un linfocito es redondo, ovoide o con hoyuelos a
cada lado y suele teñirse con violeta oscuro. En linfocitos pequeños, llena casi toda la célula y
deja sólo un anillo estrecho de citoplasma de color azul claro, a menudo apenas detectable
alrededor del perímetro de la célula. Sin embargo, el citoplasma es más abundante en linfocitos
de tamaño mediano y grande. A veces es difícil distinguir los linfocitos pequeños de los basófilos,
pero la mayoría de éstos contienen gránulos muy notorios, mientras que el núcleo de los linfocitos
es uniforme y apenas moteado. Además, los basófilos carecen del anillo de citoplasma claro de la
mayoría de los linfocitos. En ocasiones, es difícil distinguir entre los linfocitos grandes y los
monocitos.
• Los monocitos son los leucocitos más grandes y a menudo tienen un diámetro dos o tres veces
mayor que un eritrocito. Hay casi 460 células por μl, y representan entre 3 y 8% de la cifra de
leucocitos. El núcleo es grande y muy visible, a menudo de color violeta claro; suele ser ovoide,
con forma de riñón o de herradura. El citoplasma es abundante y contiene gránulos escasos y fi
nos. En frotis sanguíneos preparados, los monocitos suelen asumir formas muy anguladas o en
pico. La cifra de monocitos aumenta con la inflamación y las infecciones virales. Los monocitos
sólo “van al trabajo” después de dejar la circulación sanguínea y transformarse en células
grandes de tejido denominadas macrófagos. Se trata de células muy fagocíticas que consumen
hasta 25% de su propio volumen por hora. Destruyen células muertas o moribundas del anfitrión y
externas, sustancias químicas patógenas y microorganismos, además de otros materiales
extraños. También degradan o “procesan” antígenos externos y “despliegan” fragmentos de ellos
en la superficie de la célula para alertar al sistema inmunológico de la presencia de un patógeno.
Por tanto, éstos y otras células reciben el nombre de células de presentación de antígenos (APC).

Las plaquetas son fragmentos celulares que ayudan en la coagulación sanguínea. Las
plaquetas son partes de células grandes llamadas megacariocitos que permanecen en la médula
ósea, donde desprenden trozos de citoplasma cubiertos por una membrana para formar
plaquetas. Las plaquetas entran en la sangre donde desempeñan una función esencial en la
coagulación y sobreviven aproximadamente 10 días. La coagulación tapa los vasos sanguíneos
dañados. La coagulación sanguínea es un proceso complejo que protege a los animales de la
pérdida de cantidades excesivas de sangre, no sólo debido a algún traumatismo, sino por el
desgaste menor que ocurre con las actividades normales. La coagulación inicia cuando la sangre
entra en contacto con el tejido lesionado; por ejemplo, una ruptura en la pared de un vaso
sanguíneo. La ruptura expone la proteína de colágeno que permite la adhesión de las plaquetas,
formando un tapón plaquetario que bloquea de manera parcial la abertura. Las plaquetas que se
adhieren y las células que se rompen liberan una variedad de sustancias, lo que da inicio a
complejas secuencias de reacciones entre las proteínas plasmáticas circulantes. Un resultado
importante de estas reacciones es la producción de la enzima trombina a partir de su forma
inactiva: la protrombina. La trombina cataliza la conversión de la proteína soluble en el plasma
fibrinógeno en cadenas insolubles de una proteína llamada fibrina. Las cadenas de fibrina se
adhieren entre sí formando una red fibrosa alrededor de las plaquetas agregadas. Esta red de
proteínas atrapa los glóbulos (sobre todo los eritrocitos) y más plaquetas, lo que aumenta la
densidad del coágulo. Las plaquetas que se adhieren a la masa fibrosa envían proyecciones
pegajosas que se sujetan entre sí. Luego, las plaquetas se contraen y se estira más la red de
fibrina, lo que obliga la salida del líquido. Este proceso genera un coágulo más resistente y denso
(en la piel se conoce como cicatriz) y también comprime la herida al acercar más las superficies
dañadas y estimular así que la lesión sane.
La hematopoyesis: es el proceso a través del cual se producen los elementos formes de la
sangre. Este proceso está regulado por una serie de etapas que se inician con la célula
progenitora hematopoyética pluripotente. Esta se realiza en el adulto en la médula ósea alojada
en distintos huesos de nuestro organismo. La primera generación celular no se puede diferenciar
de las células madre pluripotenciales, aunque ya están comprometidas con una línea celular
concreta, son las llamadas células madre comprometidas. Estas células producen colonias de
cada una de las células sanguíneas. La célula madre comprometida que forma eritrocitos se llama
unidad formadora de colonias de eritrocitos y se designa con la abreviatura CFU-E (del inglés
Colony Forming Unit Erythrocyte). La primera célula perteneciente a la serie roja que se forma a
partir de la CFU-E es el proeritroblasto. Tras varias divisiones da lugar a los reticulocitos, que
entra en los capilares sanguíneos por diapédesis y da lugar al eritrocito maduro.

Fisiología de la hemostasia: definición, mecanismos de la hemostasia: contracción


vascular, hemostasia primaria, hemostasia secundaria, formación del coagulo, activación
de la protrombina por vía intrínseca e intrínseca, retracción del coagulo, fibrinólisis,
disolución de coágulos (anticoagulantes).

Hemostasia: La hemostasia (no confundir con el término homeostasis) es una secuencia de


reacciones que detienen el sangrado. Cuando los vasos sanguíneos se dañan o rompen, la
respuesta hemostática debe ser rápida, circunscripta al foco de la lesión y cuidadosamente
controlada para ser efectiva. Tres mecanismos reducen la pérdida de sangre: 1) el vasoespasmo,
2) la formación del tapón plaquetario, y 3) la coagulación sanguínea. Cuando es exitosa, la
hemostasia impide la hemorragia, la pérdida de gran cantidad de sangre de los vasos. Los
mecanismos hemostáticos pueden evitar la hemorragia en los vasos más pequeños, pero la
hemorragia masiva en grandes vasos suele requerir intervención médica.

Mecanismos de la hemostasia:

Contracción vascular: La protección más inmediata contra la pérdida de sangre es el espasmo


vascular, una constricción inmediata del vaso roto desencadenada por varias circunstancias. Una
lesión estimula a los receptores del dolor, algunos de los cuales inervan de manera directa a los
vasos sanguíneos cercanos y causan su constricción. Este efecto sólo dura unos minutos, pero
otros mecanismos toman su lugar para el momento en que cede. La lesión al músculo liso del
vaso sanguíneo causa una vasoconstricción de mayor duración y los trombocitos liberan
serotonina, un vasoconstrictor químico. Por tanto, el espasmo vascular se mantiene el tiempo
suficiente como para que entren en juego los otros dos mecanismos hemostáticos.

Hemostasia primaria: Es la formación del tapón plaquetario, las plaquetas almacenan una
cantidad de sustancias químicas asombrosa para su pequeño tamaño. Sus numerosas vesículas
contienen factores de la coagulación, ADP, ATP, Ca2+ y serotonina. También tienen: enzimas
que producen una prostaglandina, el tromboxano A2, factor estabilizador de la fibrina, que ayuda
a fortalecer el coágulo, lisosomas, algunas mitocondrias, sistemas de membrana que captan y
almacenan calcio y proporcionan canales para liberar el contenido de los gránulos y glucógeno.
Dentro de las plaquetas se encuentra también el factor de crecimiento derivado de las plaquetas
(PDGF), una hormona que puede causar la proliferación de las células endoteliales vasculares,
fibras musculares lisas vasculares y fibroblastos que ayudan a reparar las paredes de los vasos
sanguíneos dañadas. La formación del tapón plaquetario se produce de la siguiente forma:
1) Inicialmente, las plaquetas entran en contacto y se adhieren a las partes lesionadas de un
vaso sanguíneo, como las fibras colágenas del tejido conectivo subyacente. Este proceso
se llama adhesión plaquetaria.
2) Gracias a la adhesión, las plaquetas se activan y sus características cambian
drásticamente. Extienden muchas proyecciones que les permiten contactarse e interactuar
entre ellas y comienzan a liberar contenidos de sus vesículas. Esta fase se denomina
liberación plaquetaria. El ADP y tromboxano A2 liberados cumplen un papel importante en
la activación de las plaquetas cercanas. La serotonina y el tromboxano A2 funcionan como
vasoconstrictores, que producen y mantienen la contracción del músculo liso vascular, con
lo que disminuye el flujo sanguíneo por el vaso lesionado.
3) La liberación de ADP hace que otras plaquetas circundantes se vuelvan más adherentes,
propiedad que les permite sumarse a las ya activadas. Este agrupamiento de plaquetas se
llama agregación plaquetaria. Finalmente, la acumulación y el acoplamiento de grandes
números de plaquetas forman una masa que se denomina tapón plaquetario.

Un tapón plaquetario es muy efectivo en la prevención de la pérdida de sangre en un vaso


pequeño. Aunque al principio el tapón es poco sólido, se vuelve bastante firme al ser reforzado
por las hebras de fibrina formadas durante la coagulación. Un tapón plaquetario puede detener el
sangrado si la lesión del vaso no es demasiado grande.

Hemostasia secundaria, formación del coagulo, activación de la protrombina por vía


intrínseca e intrínseca, retracción del coagulo:

Coagulación: Normalmente, la sangre se mantiene en su forma líquida siempre y cuando


permanezca dentro de los vasos. Pero si se extrae del cuerpo, se espesa y forma un gel.
Finalmente, el gel se separa de la parte líquida. El líquido citrino, llamado suero, es sólo plasma
sanguíneo sin las proteínas de la coagulación. El gel se denomina coágulo. Está formado por una
trama de fibras proteicas insolubles llamadas fibrina en la cual quedan atrapados los elementos
corpusculares. El proceso de formación del gel, llamado coagulación, es una serie de reacciones
químicas que culmina con la formación de las hebras de fibrina. Si la sangre se coagula con
demasiada facilidad se puede producir una trombosis, es decir, coagulación dentro de un vaso no
dañado. Si tarda demasiado en formar el coágulo, puede causar hemorragia. La coagulación
involucra diversas sustancias conocidas como factores de la coagulación. Estos factores incluyen
iones calcio (Ca2+), ciertas enzimas inactivas sintetizadas por los hepatocitos y liberadas a la
circulación, y varias moléculas asociadas a las plaquetas o liberadas por los tejidos dañados. La
mayoría de los factores de la coagulación se identifican con números romanos que indican el
orden de su descubrimiento (no necesariamente el orden de participación en la hemostasia). La
coagulación es una compleja cascada de reacciones enzimáticas en la que cada factor activa
muchas moléculas del siguiente según una secuencia fija. Finalmente se forma una gran cantidad
de producto (la proteína insoluble fibrina). Puede ser dividida en tres procesos:
1) Dos vías, llamadas vía extrínseca y vía intrínseca, las cuales serán descritas brevemente,
llevan a la formación de la protrombinasa. Una vez sucedido esto, los pasos involucrados
en las dos fases siguientes son iguales para ambas vías y se las denomina vía final
común.
2) La protrombinasa convierte a la protrombina (una proteína plasmática formada por el
hígado) en la enzima trombina.
3) La trombina convierte el fibrinógeno soluble (otra proteína plasmática formada por el
hígado) en fibrina insoluble. Ésta forma la trama del coágulo.

La vía extrínseca
La vía extrínseca de la coagulación tiene menos pasos que la vía intrínseca y ocurre rápidamente
(en cuestión de segundos si el traumatismo es grave). Su nombre se debe a que una proteína
tisular llamada factor tisular (FT), también conocido como tromboplastina, se filtra de células del
exterior de los vasos (extrínsecas) hacia la sangre e inicia la formación de la protrombinasa. El FT
es una mezcla compleja de lipoproteínas y fosfolípidos liberados desde las superficies de las
células dañadas. En presencia de Ca2+, el FT comienza una secuencia de reacciones que
concluye en la activación del factor X de la coagulación. Una vez activado, éste se combina con el
factor V en presencia de Ca2+ para formar la enzima activa protrombinasa, completando la vía
extrínseca.
La vía intrínseca
La vía intrínseca de la coagulación es más compleja que la extrínseca, es más lenta y en general
requiere varios minutos. En este caso, el nombre se debe a que sus activadores están en
contacto directo con la sangre o se encuentran en ella (intrínsecos); no es necesario que el tejido
circundante esté lesionado. Si las células endoteliales se erosionan o dañan, la sangre puede
ponerse en contacto con las fibras colágenas del tejido conectivo subendotelial del vaso. Además,
el traumatismo de las células endoteliales lesiona las plaquetas, lo que produce la liberación de
fosfolípidos plaquetarios. El contacto con las fibras colágenas (o con el vidrio del tubo donde se
recoge la sangre) activa al factor XII de la coagulación (Figura 19.11b), el cual comienza la
secuencia de reacciones que activan finalmente al factor X. Los fosfolípidos plaquetarios y el
Ca2+ pueden también participar en la activación del factor X. Una vez activado éste, se combina
con el factor V para formar la enzima protrombinasa (al igual que en la vía extrínseca),
completando la vía intrínseca.

Vía común
La formación de la protrombinasa marca el inicio de la vía común. En la segunda etapa de la
coagulación sanguínea (Figura 19.11c), la protrombinasa y el Ca2+ catalizan la conversión de
protrombina en trombina. En la tercera etapa, la trombina, en presencia de Ca2+, convierte el
fibrinógeno soluble en hebras laxas de fibrina insoluble. La trombina también activa al factor XIII
(factor estabilizador de la fibrina), que refuerza y estabiliza la trama de fibrina en un coágulo
resistente. El plasma contiene cierta cantidad de factor XIII, el cual es liberado también por las
plaquetas del coágulo. La trombina tiene un doble efecto de retroalimentación positiva. El primero,
que involucra al factor V, acelera la formación de la protrombinasa. Esta última, a su vez, acelera
la producción de más trombina, y así sucesivamente. En el segundo circuito de retroalimentación
positiva, la trombina activa a las plaquetas, lo cual refuerza su agregación y la liberación de
fosfolípidos plaquetarios.

Retracción del coágulo


Una vez formado el coágulo, éste tapa el área dañada del vaso y, así, frena la pérdida de sangre.
La retracción del coágulo es la consolidación o el aumento de tensión del coágulo de fibrina. Las
hebras de fibrina unidas a las superficies dañadas del vaso se retraen gradualmente a medida
que las plaquetas ejercen tracción sobre ellas. Al retraerse el coágulo, tira de los bordes del área
dañada, acercándolos, y disminuyen el riesgo de daño futuro. Durante este proceso, algo de
suero puede escapar a través de la trama de fibrina, no así los elementos corpusculares de la
sangre. La retracción normal depende de la
adecuada cantidad de plaquetas en el coágulo, las cuales liberan factor XIII y otros, reforzándolo
y estabilizándolo. Puede, entonces, llevarse a cabo la reparación permanente del vaso. Con el
tiempo, los fibroblastos forman tejido conectivo en el foco de lesión, y nuevas células endoteliales
restituyen el revestimiento del vaso.

Papel de la vitamina K en la coagulación


La coagulación normal depende de niveles adecuados de vitamina K en el organismo. Aunque no
está involucrada directamente en el proceso, es necesaria para la síntesis de cuatro factores de la
coagulación. La vitamina K, normalmente producida por bacterias que colonizan el intestino
grueso, es una vitamina liposoluble que se puede absorber a través de la mucosa intestinal hacia
la sangre, si la absorción de lípidos es normal. Las personas que sufren trastornos que retardan la
absorción de lípidos (p. ej., por la secreción inadecuada de bilis hacia el intestino delgado) suelen
estar expuestas a hemorragias espontáneas, como consecuencia de la deficiencia de vitamina K.
Fibrinólisis, disolución de coágulos (anticoagulantes): Muchos coágulos comienzan a
formarse diariamente en la luz de un vaso, en general en un sitio de mínima erosión o en alguna
placa aterosclerótica en desarrollo. Dado que la coagulación implica ciclos de amplificación y
retroalimentación positiva, el coágulo tiende a expandirse, creando un impedimento potencial para
el flujo sanguíneo en los vasos sanos. El sistema fibrinolítico disuelve los coágulos pequeños e
inadecuados y también los localizados en sitios dañados una vez que ya concluyó la reparación.
La disolución del coágulo se denomina fibrinólisis. Cuando un coágulo se forma, una enzima
plasmática inactiva llamada plasminógeno se incorpora a él. Tanto los tejidos del cuerpo como la
sangre contienen sustancias capaces de activar al plasminógeno en plasmina o fibrinolisina, la
enzima plasmática activa. Entre estas sustancias están la trombina, el factor XII activado y el
activador tisular del plasminógeno (t-PA = tissue plasminogen activator), sintetizado por las
células endoteliales de la mayor parte de los tejidos y liberado a la sangre. Una vez formada la
plasmina, puede disolver el coágulo digiriendo la fibrina e inactivando sustancias como
fibrinógeno, protrombina y los factores V y XII. Aunque la trombina tiene un efecto de
retroalimentación positiva sobre la coagulación, ésta normalmente queda limitada al sitio del
daño. El coágulo no se extiende más allá de la herida hacia la circulación sistémica, en parte
porque la fibrina absorbe a la trombina dentro de él. Otra razón para la limitación es que, dada la
dispersión de algunos de los factores de la coagulación en la sangre, sus concentraciones
no son lo suficientemente altas como para provocar una coagulación diseminada. Otros
mecanismos diferentes también controlan la coagulación. Por ejemplo, las células endoteliales y
los glóbulos blancos producen una prostaglandina llamada prostaciclina que tiene propiedades
opuestas al tromboxano A2. La prostaciclina es un inhibidor poderoso de la adherencia
plaquetaria. Además, sustancias que retrasan, suprimen o impiden la coagulación, los
anticoagulantes, están presentes en la sangre. Éstas incluyen la antitrombina, que bloquea la
acción de diversos factores, incluyendo al XII, X y II (protrombina). La heparina, un anticoagulante
producido por mastocitos y basófilos, se combina con la antitrombina e incrementa su efectividad
como bloqueante de la trombina. Otro anticoagulante, la proteína C activada (PCA), inactiva los
dos mayores factores no bloqueados por la antitrombina y potencia la actividad de los activadores
del plasminógeno. Los bebés que no pueden producir PCA como consecuencia de una mutación
genética por lo general fallecen como consecuencia de los coágulos sanguíneos que se forman
en la temprana edad.

Fisiología del sistema inmune: concepto, órganos del sistema inmune, células del sistema
inmune, inmunidad innata: mecanismos de defensa de la primera línea de defensa,
inmunidad adquirida, tipos de respuesta inmune: humoral mediadas por anticuerpos y
celular mediada por linfocitos T supresores y linfocitos T citotóxicos. Antígenos.

Nuestro ambiente tiene una gran cantidad de agentes infecciosos, todos potencialmente pueden a
enfermar y provocar la muerte. La mayoría de las infecciones que contrae el organismo animal
son de corta duración y apenas dejan secuelas. Esto se debe a la acción sistema inmune que
combate la infección.
El sistema inmune o sistema inmunitario, es un sistema difuso, ya que está constituido por un
gran número de órganos y tejidos diseminados por todo el cuerpo. Se encarga de elaborar la
respuesta inmune frente a un antígeno.

Órganos del sistema inmune:


Se los llama órganos linfoides que actúan en el crecimiento, desarrollo y liberación de linfocitos.
Los vasos sanguíneos y linfáticos se encargan de distribuirlos por todo el organismo.

En contraste con el tejido linfático difuso, los órganos linfáticos (linfoides) son sitios anatómicos
bien defi nidos y, al menos de manera parcial, cápsulas de tejido conjuntivo. Estos órganos
incluyen la médula ósea roja, el timo, los ganglios linfáticos, las amígdalas y el bazo. La médula
ósea roja y el timo están relacionados con los órganos linfáticos primarios porque son los sitios
donde los linfocitos B y T, respectivamente, se vuelven inmunocompetentes (capaces de
reconocer y responder a antígenos). Los ganglios linfáticos, las amígdalas y el bazo reciben el
nombre de órganos linfáticos secundarios porque los linfocitos inmunocompetentes sólo migran a
ellos después de que maduran en los órganos linfáticos primarios.

Órganos linfáticos primarios: son el origen de las células inmunes y es aquí donde se desarrollan
y maduran.

Médula ósea roja


Tal vez la médula ósea roja no se perciba como un órgano; cuando se aspira de los huesos para
biopsia o transfusión, tan sólo parece sangre muy espesa. Pero un examen cuidadoso, bajo el
microscopio, de médula menos turbia demuestra que tiene un grado sorprendente de estructura y
que está compuesta por varios tejidos que satisfacen los criterios para considerársele como un
órgano, aunque sea muy suave. Como se analizó en el capítulo 7, hay dos tipos de médula ósea:
amarilla y roja. La amarilla es tejido adiposo y puede omitirse en esta exposición, pero la roja está
relacionada con la hemopoyesis (formación sanguínea) y la inmunidad. En los niños, ocupa los
espacios medulares de casi todo el esqueleto. En adultos, está limitada a partes de huesos de la
cabeza y el tronco y las cabezas proximales del húmero y el fémur. La médula ósea roja es un
proveedor importante de linfocitos para el sistema inmunitario. Su papel en la vida de los linfocitos
se describe más adelante. La médula ósea roja es un material suave, de organización laxa, muy
vascular, separada del tejido óseo por el endostio del hueso. Produce todas las clases de
elementos que conforman la sangre; su color rojo viene de la gran cantidad de eritrocitos.
Cuantiosas arterias pequeñas entran en el agujero nutricio de la superficie ósea, penetran en el
hueso y se vacían en sinusoides grandes (45 a 80 μm de ancho) de la médula. Los sinusoides
drenan la vena longitudinal central que sale del hueso por la misma ruta que usan las arterias
para entrar. Los sinusoides están cubiertos por células endoteliales, como otros vasos
sanguíneos, y rodeados por células y fibras reticulares. Las células reticulares secretan factores
estimulantes de colonias que inducen la formación de varios tipos de leucocitos. En los huesos
largos de las extremidades, las células reticulares envejecidas acumulan grasa y se transforman
en células adiposas que reemplazan a la médula ósea roja con amarilla. Los espacios entre los
sinusoides están ocupados por islas (cordones) de células hemopoyéticas, compuestas por
macrófagos y glóbulos sanguíneos en todas las etapas de desarrollo. Los macrófagos destruyen
los glóbulos mal formados y los núcleos descartados por eritrocitos en desarrollo. A medida
que los glóbulos sanguíneos maduran, se abren paso por las células reticulares y endoteliales
para entrar en el seno y alejarse en la circulación sanguínea.

Timo
El timo forma parte de los sistemas endocrino, linfático e inmunitario. Alberga linfocitos en
desarrollo y secreta hormonas que regulan su actividad posterior. Es un órgano con dos lóbulos,
localizado entre el esternón y el cayado aórtico, en el mediastino superior. El timo muestra un
notable grado de degeneración (involución) con la edad, como ya se describió e ilustró.
La cápsula fi brosa del timo cede trabéculas (tabiques) que dividen la glándula en varios lóbulos
angulares. Cada lóbulo tiene una médula central clara, poblada con linfocitos T, rodeados por una
corteza más oscura y densa. Las células epiteliales reticulares sellan la corteza de la médula y la
rodean con vasos sanguíneos y grupos de linfocitos en la corteza. Por consiguiente, forman una
barrera hematotímica que aísla a los linfocitos en desarrollo de los antígenos portados por la
sangre. Después de desarrollarse en la corteza, los linfocitos T migran a la médula, donde pasan
otras tres semanas. No hay una barrera hematotímica en la médula; los linfocitos T maduros
entran aquí en los vasos sanguíneos o linfáticos y dejan el timo. En la médula, las células
epiteliales reticulares forman espirales denominadas corpúsculos tímicos (de Hassall5), útiles
para identificar el aspecto histológico del timo. Además de formar la barrera hematotímica, las
células epiteliales reticulares producen varias moléculas que envían señales y promueven el
desarrollo y la acción de los linfocitos T, incluidas timosina, timopoyetina, timulina, interleucinas e
interferón. Si se extrae el timo de mamíferos recién nacidos, éstos llegan a la emaciación y nunca
desarrollan inmunidad. Otros órganos linfáticos también parecen depender de las timosinas o los
linfocitos T y se desarrollan de manera deficiente en los animales timectomizados.
Órganos linfáticos secundarios: en ellos las células inmunes maduras son activadas por los
antígenos.

Ganglios linfáticos
Los ganglios linfáticos (fi gura 21.11) son los órganos linfáticos más cuantiosos; un adulto
promedio llega a contar con 450 de ellos. Tienen dos funciones: limpiar la linfa y actuar como un
sitio de activación de los linfocitos T y B. Un ganglio linfático es una estructura elongada o con
forma de frijol, por lo general de menos de 3 cm de largo, a menudo con una hendidura llamada
hilio a un lado (fi gura 21.12). Está encerrado en una cápsula fi brosa con trabéculas que dividen
de manera parcial el interior del ganglio en compartimientos. Entre la cápsula y el parénquima se
encuentra un espacio estrecho, al que se denomina seno subescapular, que contiene fibras
reticulares, macrófagos y células dendríticas. La glándula consta, sobre todo, de un estroma de
tejido conjuntivo reticular y un parénquima de linfocitos y células presentadoras de antígenos.
El parénquima está dividido en una corteza con forma de “C” externa que rodea a casi cuatro
quintas partes del órgano, y una médula interna que se extiende a la superficie del hilio. La
corteza consta principalmente de folículos linfáticos de forma ovoide a cónica. Cuando el ganglio
linfático está combatiendo a un patógeno, estos folículos adquieren centros germinales que se
tiñen de color claro, donde los linfocitos B se multiplican y diferencian en células plasmáticas. La
médula consta de una red ramificada de cordones medulares compuestos de linfocitos, células
plasmáticas, macrófagos, células y fibras reticulares. La corteza y la médula también contienen
senos llenos de linfa que son continuos con el seno subescapular. Varios vasos linfáticos
aferentes llevan al ganglio a lo largo de su superficie convexa. La linfa fluye de estos vasos en los
senos subescapulares, se filtra lentamente a través de los senos de la corteza y la médula, y deja
el ganglio a través de uno de los tres vasos linfáticos eferentes que surgen del hilio. Ningún otro
órgano linfático tiene vasos linfáticos aferentes; los ganglios linfáticos son los únicos órganos que
filtran la linfa, a medida que fluye por ellos. El ganglio linfático es un cuello de botella que hace
más lenta la circulación de la linfa y proporciona tiempo para limpiarla de materiales externos. Los
macrófagos y las células reticulares de los senos retiran casi 99% de las impurezas antes de que
la linfa deje el ganglio. En su camino a la circulación sanguínea, la linfa recorre varios ganglios
linfáticos y, por lo tanto, queda muy libre de impurezas. Los vasos sanguíneos también penetran
el hilio. Las arterias, siguen los cordones medulares y dan lugar a lechos capilares en la médula y
la corteza. En la corteza profunda, cerca de la unión con la médula, los linfocitos emigran de la
circulación sanguínea hacia el parénquima del ganglio. La mayor parte de los linfocitos en la
corteza profunda son linfocitos T. Los ganglios linfáticos están dispersos, pero hay
concentraciones especiales en los siguientes lugares:
• Los ganglios linfáticos cervicales se presentan en grupos profundos y superficiales en el cuello,
y vigilan la linfa que proviene de la cabeza y el cuello.
• Los ganglios linfáticos axilares están concentrados en las axilas y reciben linfa de las
extremidades superiores y las mamas.
• Los ganglios linfáticos torácicos se presentan en la cavidad torácica, sobre todo en el
mediastino, y reciben linfa del mediastino, los pulmones y las vías respiratorias.
• Los ganglios linfáticos abdominales se ubican en la pared abdominopélvica posterior y reciben
linfa de los aparatos urinario y reproductor.
• Los ganglios linfáticos intestinales y mesentéricos se encuentran en los mesenterios y
adyacentes al apéndice y los intestinos; reciben linfa del tubo digestivo.
• Los linfáticos inguinales se presentan en la ingle y reciben linfa de las extremidades inferiores.
• Los ganglios linfáticos poplíteos se presentan en la parte posterior de la rodilla y reciben linfa de
la pierna.
Cuando un ganglio linfático se encuentra bajo el desafío de un antígeno, puede hincharse y
presentar dolor a la palpación: trastorno al que se le denomina linfadenitis. De manera rutinaria,
los médicos palpan los ganglios linfáticos accesibles de las regiones cervical, axilar e inguinal en
busca de hinchazón.
El término colectivo para todas las enfermedades relacionadas con los ganglios linfáticos es
linfadenopatía.
Amígdalas
Las amígdalas son parches de tejido linfático localizados en la entrada de la faringe, donde
protegen contra patógenos ingeridos e inhalados. Cada una está cubierta por un epitelio y tiene
hendiduras profundas llamadas criptas amigdalinas, recubiertas con folículos linfáticos. Las
criptas suelen contener desechos de alimentos, leucocitos muertos, bacterias y sustancias
químicas antigénicas. Debajo de las criptas, las amígdalas están separadas de manera parcial del
tejido conjuntivo subyacente por una cápsula fi brosa incompleta. Hay tres conjuntos principales
de amígdalas:
1) una sola amígdala faríngea media (adenoides) en la pared de la faringe, justo debajo de la
cavidad nasal.
2) un par de amígdalas palatinas en el margen posterior de la cavidad bucal
3)cuantiosas amígdalas linguales, cada una con una sola cripta, concentradas en parches a cada
lado de la raíz de la lengua.
Las amígdalas palatinas son las más grandes y las que se infectan con mayor frecuencia. La
amigdalitis es una inflamación aguda de las amígdalas palatinas, por lo general causada por una
infección con Streptococcus. Su extirpación quirúrgica, a la que se le denomina amigdalectomía,
solía ser uno de los procedimientos quirúrgicos más comunes realizados en niños, pero es menos
común hoy en día. La amigdalitis suele tratarse con antibióticos.

Bazo
El bazo es el órgano linfático más grande del cuerpo, con una medida de hasta 12 cm de largo y
con un peso de 160 gramos, se localiza en la región hipocondriaca izquierda, apenas abajo del
diafragma, y en sentido posterolateral al estómago. Está protegido por las costillas 10 a 12. El
bazo se encuentra ubicado entre el diafragma, el estómago y el riñón, y tiene hendiduras a las
que se les denomina área gástrica y área renal, donde se presiona contra estas vísceras
adyacentes. Tiene un hilio medio penetrado por la arteria y la vena esplénicas y por vasos
linfáticos. El parénquima muestra dos tipos de tejido a los que se denomina de acuerdo con su
aspecto en muestras frescas (no en cortes teñidos): pulpa roja, que consta de senos inundados
de eritrocitos concentrados; y pulpa blanca, linfocitos y macrófagos agregados como mangas a lo
largo de pequeñas ramas de la arteria esplénica. En cortes tisulares, la pulpa blanca aparece
como una masa ovoide de linfocitos con una arteriola que la atraviesa. Sin embargo, la forma
tridimensional no es similar a un huevo sino cilíndrica. Estos dos tipos de tejido reflejan las
múltiples funciones del bazo. Sus capilares sanguíneos son muy permeables; permiten que los
eritrocitos dejen la circulación sanguínea, se acumulen en los senos de la pulpa roja y vuelvan a
entrar en la circulación más adelante. El bazo es una “tumba de eritrocitos”: los eritrocitos viejos y
frágiles se rompen mientras se aplastan para atravesar las paredes capilares en los senos. Los
macrófagos fagocitan sus restos, tal como lo hacen con las bacterias y otros restos celulares
transportados por la sangre. El bazo produce glóbulos sanguíneos en el feto y puede retomar
este papel en adultos en caso de anemia extrema. Los linfocitos y los macrófagos de la pulpa
blanca vigilan la sangre en busca de antígenos externos, de manera muy parecida a como los
ganglios linfáticos lo hacen con la linfa. El bazo también ayuda a estabilizar el volumen
sanguíneo, al transferir el exceso de plasma de la circulación sanguínea en el sistema linfático.
El bazo es muy vascular y vulnerable a traumatismo e infección. Un bazo roto puede llevar a
hemorragias fatales, pero resulta difícil repararlo mediante cirugía. Por lo tanto, un procedimiento
común en esos casos consiste en extirparlo, a lo que se le denomina esplenectomía. Una
persona puede vivir sin bazo, pero es más vulnerable a infecciones.

Células del sistema inmune: Las células del sistema inmune corresponden a los glóbulos blancos
o leucocitos. Se originan por un proceso llamado hematopoyesis que ocurre en la médula ósea y,
durante el desarrollo embrionario, en el bazo y el hígado. Los leucocitos se pueden dividir en
células linfoides y células mieloides. Algunos luego de formarse, maduraran en la medula ósea y
se transformaran en células B. Otros maduraran en el timo y se transformaran en células T,
ambas reconocen y atacan a los microorganismos infecciosos. Una vez maduros, algunos
permanecerán en los órganos linfoides y otros viajarán por el cuerpo a través de vasos linfáticos y
sanguíneos.

Leucocitos y macrófagos
Si los microbios pasan la barrera física de la piel y las mucosas, son atacados por fagocitos
(células fagocitarias) que tienen un apetito voraz por materiales externos al cuerpo. Los leucocitos
y los macrófagos juegan papeles de importancia especial en la defensa inespecífica y en la
inmunidad específica y, por tanto, en la segunda y la tercera línea de defensa.

1) Los neutrófilos pasan la mayor parte de su vida recorriendo los tejidos conjuntivos y
matando bacterias. Uno de sus métodos es la simple fagocitosis y digestión. El otro es un
proceso más complejo que produce una nube de sustancias químicas bactericidas.
Cuando un neutrófilo detecta bacterias en el área inmediata, sus lisosomas migran a la
superficie celular y se desgranulan, es decir, descargan sus enzimas en el líquido tisular.
Aquí, las enzimas catalizan una reacción a la que se denomina explosión respiratoria: el
neutrófilo absorbe oxígeno con rapidez y lo reduce a aniones superoxidasa (O2•–), que
reaccionan con H+ para formar peróxido de hidrógeno (H2O2). Otra enzima lisosómica
produce hipoclorito (HClO), el ingrediente activo en el blanqueador con cloro, a partir de los
iones cloruro del líquido tisular. El superóxido, el peróxido de hidrógeno y el hipoclorito son
muy tóxicos; forman una zona de la muerte química alrededor del neutrófilo que destruye
muchas bacterias más de las que podría destruir con la sola fagocitosis. Por desgracia, el
neutrófilo, también muere por la acción de estas sustancias. Estos potentes agentes
oxidantes también pueden dañar tejidos conjuntivos y, en ocasiones, contribuyen a la
artritis reumatoide.
2) Los eosinófilos se encuentran sobre todo en las mucosas, y protegen contra parásitos,
alergenos (antígenos que provocan alergias) y otros enemigos. Se concentran en grandes
cantidades en sitios de alergia, inflamación o infección parasitaria. Ayudan a eliminar
parásitos como la solitaria y los nematodos al producir superóxido, peróxido de hidrógeno y
varias proteínas tóxicas, como una neurotoxina. Promueven la acción de los basófilos y los
mastocitos. Fagocitan y degradan complejos antígeno-anticuerpo. Por último, secretan
enzimas que degradan y limitan la acción de la histamina y otras sustancias químicas
inflamatorias que, sin vigilancia, podrían causar daño tisular.
3) Los basófilos secretan sustancias químicas que ayudan a la movilidad y la acción de otros
leucocitos: leucotrienos que activan y atraen neutrófilos y eosinófilos; el vasodilatador
histamina, que aumenta el flujo sanguíneo y acelera la entrega de leucocitos al área; y el
anticoagulante heparina, que inhibe la formación de coágulos sanguíneos que impedirían
la movilidad de los leucocitos. Los mastocitos, un tipo de células de tejido conjuntivo
parecido a los basófilos, también producen estas sustancias. Los eosinófilos promueven la
acción de los basófilos y los mastocitos al estimularlos para que liberen esas secreciones.
4) Todos los linfocitos tienen un aspecto más o menos parecido en los frotis sanguíneos, pero
existen varios tipos funcionales. Ya se han mencionado tres categorías básicas: linfocitos
citolíticos naturales (NK), T y B. En la sangre en circulación, casi 80% de los linfocitos son
T, 15% son B y 5% son citolíticos naturales y citoblastos. El desempeño de estos tipos de
linfocitos es muy diverso para hacer aquí una generalización fácil, pero todos se describen
en secciones posteriores relacionadas con la vigilancia inmunitaria y la inmunidad
específica.
5) Los monocitos son leucocitos que emigran de la sangre a tejidos conjuntivos y que se
transforman en macrófagos. Todas las células con avidez fagocítica, excepto los
leucocitos, reciben la denominación colectiva de sistema de macrófagos. Las células
dendríticas se incluyen aquí, aunque provienen de diferentes citoblastos que los
macrófagos y emplean endocitosis mediada por receptores en lugar de fagocitosis para
internalizar materiales externos al cuerpo. Algunos fagocitos son células viajeras y otros
están fijos a un lugar y sólo fagocitan a los patógenos que llegan hasta ellos (aunque
tienen una posición estratégica para que esto ocurra). Los macrófagos están distribuidos
por los tejidos conjuntivos laxos, pero también hay formas especializadas con ubicaciones
más específicas: microglía en el sistema nervioso central, macrófagos alveolares en los
pulmones y macrófagos hepáticos en el hígado.

Inmunidad innata: mecanismos de defensa de la primera línea de defensa, inmunidad


adquirida.

La inmunidad innata comprende las células y los mecanismos que defienden al ser vivo, de la
infección por otros organismos, de forma no específica. Esto significa que las células de la
respuesta innata reconocen, y responden a patógenos de forma genérica y, a diferencia de la
respuesta inmunitaria adaptativa, no confiere inmunidad a largo plazo o protectora al huésped. El
sistema inmunitario innato proporciona defensa inmediata contra la infección.

Las funciones principales de la respuesta inmunitaria innata en vertebrados incluyen:

 Reclutamiento de células inmunes hacia los sitios de infección y de inflamación, mediante


la producción de factores químicos, incluyendo los mediadores químicos especializados,
denominados citoquinas.
 Activación de la cascada del sistema del complemento para identificar bacterias, activar las
células y promover el aclaramiento de las células muertas o de los complejos de
anticuerpos.
 La identificación y remoción de sustancias extrañas presentes en órganos, tejidos, sangre
y linfa, a cargo de los leucocitos.
 La activación de la respuesta inmunitario adaptativa mediante un proceso conocido como
la presentación de antígenos.

Primera línea de defensa: piel y mucosas


La piel y las mucosas del cuerpo constituyen la primera línea de defensa contra los
microorganismos patógenos. Estas estructuras actúan como barreras, tanto físicas como
químicas, que evitan el ingreso de microorganismos patógenos y sustancias extrañas en el
cuerpo, con el fin de prevenir enfermedades. Gracias a sus numerosas capas de células
queratinizadas adosadas con firmeza entre sí, la capa epitelial externa de la piel, es decir, la
epidermis, representa una excelente barrera física contra el ingreso de los microorganismos.
Asimismo, la descamación periódica de las células epidérmicas ayuda a eliminar a los microbios
adheridos a la superficie de la piel. Las bacterias rara vez penetran la superficie indemne de la
piel sana. Si esta superficie sufre lesiones como cortes, quemaduras o punciones, entonces es
posible el ingreso de los microorganismos patógenos a través de la epidermis, con invasión de los
tejidos adyacentes o ingreso en el flujo sanguíneo para diseminarse hacia otros sectores del
cuerpo. La capa epitelial de las mucosas, que recubre las cavidades corporales, secreta un
líquido denominado moco, que lubrica y humecta la superficie de la cavidad. La consistencia algo
viscosa del moco le permite atrapar microbios y sustancias extrañas. En la mucosa que tapiza la
nariz hay pelos cubiertos de moco que atrapan y filtran los microorganismos, el polvo y los
contaminantes presentes en el aire inhalado. En la mucosa que recubre las vías respiratorias
superiores hay cilios, que son proyecciones microscópicas de aspecto piloso, presentes en la
superficie de las células epiteliales. El movimiento de barrido de estos cilios impulsa el polvo
inhalado y los microorganismos atrapados en el moco hacia la garganta. La tos y los estornudos
aceleran el movimiento del moco y sus patógenos atrapados fuera del cuerpo. La deglución del
moco envía estos microorganismos hacia el estómago, donde el jugo gástrico los destruye. Otros
líquidos producidos por diversos órganos también ayudan a proteger las superficies epiteliales de
la piel y las mucosas. El aparato lagrimal de los ojos produce y secreta lágrimas en respuesta a
irritantes. El parpadeo distribuye las lágrimas sobre la superficie del globo ocular, y la acción
continua de lavado que ejercen estas lágrimas ayuda a eliminar los microorganismos diluidos y
evita que se asienten sobre la superficie del ojo. Las lágrimas, a su vez, contienen lisozima, que
es una enzima capaz de romper la pared celular de algunas bacterias. Además de hallarse en las
lágrimas, también
se encuentra lisozima en la saliva, el sudor, las secreciones nasales y los líquidos tisulares. La
saliva producida por las glándulas salivales arrastra por lavado los microorganismos presentes en
la superficie de los dientes y en la mucosa bucal, de la misma forma que las lágrimas en los ojos.
El flujo de saliva reduce la colonización microbiana de la boca. La limpieza de la uretra gracias al
flujo urinario retarda la colonización del aparato urinario. Las secreciones vaginales expulsan los
microorganismos del cuerpo femenino. La defecación y el vómito también eliminan
microorganismos. Por ejemplo, en respuesta a algunas toxinas microbianas, el músculo liso de
los órganos inferiores del ubo digestivo se contrae con fuerza, y la diarrea resultante elimina
rápidamente grandes cantidades de bacterias. Ciertas sustancias químicas también pueden
contribuir a aumentar el grado de resistencia de la piel y las mucosas frente a la invasión
microbiana. Las glándulas sebáceas de la piel secretan una sustancia oleosa denominada sebo,
que forma una capa protectora sobre la superficie de la piel. Los ácidos grasos insaturados del
sebo inhiben el crecimiento de algunas bacterias y hongos patógenos. La acidez de la piel (pH de
3 a 5) se debe, en parte, a la secreción de ácidos grasos y ácido láctico. El sudor también
contribuye a eliminar microorganismos de la superficie cutánea. El jugo gástrico, producido por las
glándulas del estómago, es una mezcla de ácido clorhídrico, enzimas y moco. La elevada
acidez del jugo (pH 1,2 a 3) le permite destruir gran cantidad de bacterias y la mayoría de las
toxinas bacterianas. Las secreciones vaginales son algo ácidas, lo que evita el crecimiento
bacteriano.

Segunda línea de defensa: defensas internas


Cuando los patógenos logran atravesar las barreras físicas y químicas impuestas por la piel y las
mucosas, se enfrentan a una segunda línea de defensa: las sustancias antimicrobianas internas,
los fagocitos, las células natural killer, la inflamación y la fiebre.

Sustancias antimicrobianas
Existen cuatro tipos de sustancias antimicrobianas que inhiben el crecimiento de los
microorganismos: interferones, complemento, proteínas fijadoras de hierro y proteínas
antimicrobianas.
1. Los linfocitos, los macrófagos y los fibroblastos infectados por virus producen proteínas
llamadas interferones o IFN. Cuando las células infectadas liberan IFN, éstos difunden hacia las
células vecinas no infectadas, donde inducen la síntesis de proteínas antivirales que interfieren en
la replicación de los virus. Aunque los IFN no evitan la infección de las células por los virus,
detienen su replicación. Los virus sólo causan enfermedades si son capaces de replicarse dentro
de las células corporales. De esta manera, los IFN constituyen un importante mecanismo de
defensa contra las infecciones por diversos tipos de virus. Las tres clases de IFN que existen
son alfa (α), beta (β) y gamma (γ).
2. Tanto en el plasma como sobre la membrana plasmática hay un grupo de proteínas inactivas
en condiciones normales, que conforman el sistema del complemento. Cuando estas proteínas se
activan, “complementan” o aceleran ciertas reacciones inmunitarias. El sistema del complemento
provoca la citólisis (estallido) de los microorganismos, promueve la fagocitosis y contribuye al
desarrollo de la respuesta inflamatoria.
3. Las proteínas fijadoras de hierro inhiben el crecimiento de ciertas bacterias, al disminuir la
cantidad de hierro disponible. A modo de ejemplo, pueden mencionarse la transferrina (en la
sangre y los líquidos tisulares), la lactoferrina (en la leche, la saliva y el moco), la ferritina (en el
hígado, el bazo y la médula ósea roja) y la hemoglobina (en los eritrocitos).
4. Las proteínas antimicrobianas son péptidos cortos, que poseen un amplio espectro de actividad
antimicrobiana. Como ejemplo, se pueden mencionar la dermicidina (producida por las glándulas
sudoríparas), las defensinas y las catelicidinas (producidas por los neutrófilos, los macrófagos y
los epitelios) y la trombocidina (producida por las plaquetas). Además de destruir una amplia
variedad de microorganismos, las proteínas antimicrobianas pueden atraer células dendríticas y
mastocitos, que participan en las respuestas inmunitarias. Resulta interesante que los
microorganismos expuestos a las proteínas antimicrobianas no parecen desarrollar resistencia,
como sucede con frecuencia con los antibióticos.
Células natural killer y fagocitos
Cuando los microorganismos atraviesan la piel y las mucosas o superan la barrera de las
proteínas antimicrobianas presentes en el plasma, el siguiente mecanismo inespecífico de
defensa está constituido por los fagocitos y las células natural killer. Entre el 5 y el 10% de
los linfocitos sanguíneos corresponden a células natural killer (NK), que también están presentes
en el bazo, los ganglios linfáticos y la médula ósea roja. Las células NK carecen de las moléculas
de membrana que identifican a los linfocitos B y T, pero son capaces de destruir una amplia
variedad de células corporales infectadas y ciertas células tumorales. Las células NK atacan a
cualquier célula del cuerpo que exprese en su membrana proteínas anómalas o extrañas.
La unión de las células NK a una célula diana, como una célula humana infectada, induce la
liberación de gránulos con sustancias tóxicas por parte de estas células. Algunos gránulos
contienen una proteína llamada perforina, que se inserta en la membrana plasmática
de la célula diana y crea canales (perforaciones) en la membrana. Como resultado, el líquido
extracelular ingresa en la célula diana y promueve su estallido, en un proceso conocido como
citólisis (kyto-, célula; y -lysis, disolución). Otros gránulos liberan granzimas, que son enzimas
proteolíticas capaces de inducir la apoptosis o autodestrucción de la célula diana. Este proceso
destruye las células infectadas, pero no a los microorganismos presentes en su interior; los
microorganismos liberados al exterior celular podrían estar intactos o no estarlo y son destruidos
por los fagocitos. Los fagocitos (phagéin-, comer; y -kyto, célula) son células especializadas que
llevan a cabo el proceso de fagocitosis (osis-,proceso), que consiste en la ingestión de
microorganismos u otras partículas, como detritos celulares. Los dos tipos principales de células
fagocíticas son los neutrófilos y los macrófagos. Cuando se produce una infección, los neutrófilos
y los macrófagos migran hacia el área infectada. Durante la migración, los monocitos se agrandan
y se transforman en macrófagos fagocíticos activos llamados macrófagos circulantes. Otros
macrófagos, conocidos como macrófagos fijos, permanecen en tejidos específicos. Entre ellos se
encuentran los histiocitos (macrófagos del tejido conectivo), las células reticuloendoteliales
estrelladas o células de Kupffer en el hígado, los macrófagos alveolares en el pulmón, la microglia
en el sistema nervioso y los macrófagos tisulares en el bazo, los ganglios linfáticos y la médula
ósea roja. Además de ser uno de los mecanismos de defensa innata, la fagocitosis cumple una
importante función en la inmunidad adaptativa, como se verá más adelante en este capítulo.
La fagocitosis consta de cinco etapas: quimiotaxis, adhesión, ingestión, digestión y destrucción
1) Quimiotaxis: la fagocitosis se inicia con la quimiotaxis, que es un movimiento estimulado
por los compuestos químicos de los fagocitos hacia el sitio de lesión. Las sustancias
químicas que atraen a los fagocitos pueden provenir de los microorganismos invasores, los
leucocitos, las células dañadas de los tejidos o las proteínas del complemento activadas.
2) Adhesión: la fijación de los fagocitos a los microorganismos o a otras sustancias extrañas
se denomina adhesión. La unión de proteínas del complemento a los microorganismos
invasores facilita esta adhesión.
3) Ingestión: la membrana plasmática del fagocito emite prolongaciones llamadas
seudópodos, que engloban los microorganismos a través de un proceso denominado
ingestión. Cuando los seudópodos se reúnen, se fusionan y rodean al microorganismo en
un saco denominado fagosoma.
4) Digestión: el fagosoma ingresa en el citoplasma y se fusiona con los lisosomas para formar
una estructura única, de mayor tamaño, conocida como fagolisosoma. El lisosoma aporta
lisozima, que rompe las paredes microbianas, y otras enzimas digestivas que degradan
hidratos de carbono, proteínas, lípidos y ácidos nucleicos. El fagocito también produce
sustancias oxidantes letales, como anión superóxido (O2–), anión hipoclorito (OCl–) y
peróxido de hidrógeno (H2O2) en un proceso denominado estallido oxidativo.
5) Destrucción: el ataque químico mediado por la lisozima, las enzimas digestivas y los
oxidantes en el interior del fagolisosoma destruye rápidamente varios tipos de
microorganismos. Las sustancias que no pueden degradarse permanecen en la célula, en
estructuras denominadas cuerpos residuales.
Inflamación
La inflamación es una respuesta defensiva inespecífica del cuerpo ante una lesión tisular. Entre
las causas que pueden producir inflamación, se pueden mencionar los microorganismos
patógenos, las abrasiones, las irritaciones químicas, las deformaciones o las distorsiones
celulares y las temperaturas extremas. Los cuatro signos y síntomas que caracterizan el proceso
inflamatorio son rubor, dolor, calor y tumefacción (edema o hinchazón.) La inflamación también
puede producir la pérdida de la función del área afectada (p. ej., pérdida de la sensibilidad), de
acuerdo con el sitio y la extensión de la lesión. La inflamación intenta eliminar los
microorganismos, las toxinas o las sustancias extrañas presentes en el sitio de lesión, impedir la
diseminación hacia otros tejidos y preparar el sitio lesionado para el proceso de reparación tisular,
con el objetivo de restaurar la homeostasis. Puesto que la inflamación es uno de los mecanismos
de respuesta inespecífica, la respuesta de los tejidos a un corte es similar a la que se
desencadena ante una quemadura, radiaciones o invasiones bacterianas o virales. En cualquiera
de estos casos, la repuesta inflamatoria consta de tres pasos básicos: 1) vasodilatación e
incremento de la permeabilidad vascular, 2) migración (movilización) de los fagocitos desde la
sangre hacia el líquido intersticial y, en última instancia, 3) la reparación tisular.

Fiebre
La fiebre es la temperatura corporal elevada en forma anormal, producto de la reprogramación del
termostato hipotalámico. Generalmente, se produce durante los procesos infecciosos e
inflamatorios. Muchas toxinas bacterianas elevan la temperatura corporal, a veces a través de la
liberación de citocinas productoras de fiebre como la interleucina-1 (IL-1) de los macrófagos. La
elevación de la temperatura corporal potencia la acción de los interferones, inhibe el crecimiento
de algunos microorganismos e incrementa la velocidad de las reacciones corporales que
contribuyen a la reparación de los tejidos.

Inmunidad adquirida, tipos de respuesta inmune: humoral mediadas por anticuerpos y


celular mediada por linfocitos T supresores y linfocitos T citotóxicos.

La capacidad del cuerpo de defenderse a sí mismo de agentes invasores específicos, como


bacterias, toxinas, virus y tejidos extraños se denomina inmunidad adaptativa (específica). Las
sustancias que se reconocen como extrañas y son capaces de iniciar una respuesta inmunitaria
son los antígenos (Ag), que significa generador de anticuerpos. Hay dos propiedades que
diferencian la inmunidad adaptativa de la innata: 1) especificidad para una molécula extraña en
particular (antígeno), que también incluye, a su vez, la distinción entre las moléculas propias y las
ajenas y 2) memoria para la mayoría de los antígenos con que entra en contacto, de manera tal
que ante un segundo encuentro se ponga en marcha una respuesta más rápida y de mayor
intensidad. La rama de la ciencia que se encarga del estudio de las respuestas del cuerpo ante el
desafío de un antígeno se llama inmunología (immun-, exento; y -lógos, estudio). El sistema
inmunitario está compuesto por células y tejidos que se encargan de llevar a cabo la respuesta
inmunitaria. Hay dos tipos de inmunidad adaptativa: el celular y la humoral (mediada por
anticuerpos). Ambos tipos requieren la presencia de antígenos. En la inmunidad celular (mediada
por células), las células T citotóxicas atacan los antígenos invasores en forma directa. En la
inmunidad humoral (mediada por anticuerpos), las células B se diferencian en células plasmáticas
(plasmocitos), que sintetizan y secretan proteínas específicas llamadas anticuerpos (Ac) o
inmunoglobulinas. Un determinado anticuerpo puede unirse e inactivar a un antígeno específico.
Las células T helper colaboran en las respuestas inmunitarias, tanto celulares como humorales.
La inmunidad celular es efectiva en particular contra: 1) microorganismos patógenos
intracelulares, como virus, bacterias u hongos que habitan en el interior de las células, 2) algunas
células cancerosas y 3) tejidos extraños trasplantados. De esta manera, la inmunidad celular
siempre involucra el ataque de células contra células. En la inmunidad humoral, la respuesta se
produce fundamentalmente contra antígenos extracelulares, como virus, bacterias u hongos
localizados en los líquidos corporales, fuera de las células. La inmunidad humoral recibe ese
nombre porque compromete anticuerpos que se unen con antígenos en humores o líquidos
corporales (como sangre y linfa). En la mayoría de los casos, cuando un antígeno específico
ingresa por primera vez en el cuerpo, sólo un pequeño grupo de linfocitos tiene los receptores
antigénicos correctos para responder. Este pequeño grupo está constituido por unas pocas
células T helper, células T citotóxicas y células B. En función de su localización, un antígeno
determinado puede desencadenar ambos tipos de respuestas inmunitarias adaptativas, porque
cuando un antígeno específico invade el cuerpo, suele haber numerosas copias de ese antígeno
diseminadas por todos los tejidos y los líquidos corporales. Algunas copias del antígeno pueden
identificarse dentro de las células corporales (lo que induce una respuesta inmunitaria celular a
cargo de células T citotóxicas), mientras que otras copias del antígeno podrían hallarse en el
líquido extracelular (y desencadenar una respuesta inmunitaria mediada por anticuerpos a cargo
de las células B). En consecuencia, las respuestas inmunitarias celular y humoral con frecuencia
operan juntas para eliminar el gran número de copias de un antígeno específico del cuerpo.
Inmunidad celular:
La inmunidad celular (mediada por células) comienza con la activación de un reducido número de
células T por acción de un antígeno específico. Una vez que se activó la célula T, ésta
experimenta selección clonal. Debe recordarse que la selección clonal es el proceso por medio
del cual un linfocito prolifera (se divide varias veces) y se diferencia (forma células más
especializadas) en respuesta a un antígeno específico. El resultado de la selección clonal es la
formación de un clon de células que pueden reconocer el mismo antígeno que el linfocito original.
Algunas de las células de un clon de células T se convierten en efectoras, mientras que otras se
convierten en células de memoria. Las células efectoras de un clon de células T producen
respuestas inmunitarias que, en definitiva, logran eliminar al invasor.
Activación de las células T
En un momento determinado, la mayoría de las células T se encuentran en estado inactivo. Como
se explicó en la sección anterior, los receptores antigénicos presentes en la superficie de las
células T, llamados receptores de células T (TCR, T-cell receptors), reconocen y se unen con
fragmentos de antígenos extraños específicos, presentados en complejos de antígeno-MHC.
Existen millones de células T diferentes; cada una con sus propios TCR únicos, que reconocen un
complejo antígeno-MHC específico. Cuando un antígeno ingresa en el cuerpo, sólo unas pocas
células T expresan los TCR capaces de reconocer y unirse al antígeno. El reconocimiento
antigénico también involucra otras proteínas de superficie presentes en las células T, las
proteínas CD4 o las CD8. Estas proteínas interactúan con los antígenos del MHC y ayudan a
mantener el acoplamiento entre TCR y MHC, por lo que se denominan correceptores. El
reconocimiento antigénico a cargo de los TCR junto con las proteínas CD4 o CD8 es la primera
señal de la activación de las células T. Una célula T sólo se activa si se une con el antígeno
extraño y, en forma simultánea, recibe una segunda señal, en un proceso denomina primera
marcha (coestimulación). La necesidad de coestimulación impediría que las respuestas
inmunitarias se desencadenen en forma accidental. Diversos coestimuladores pueden afectar la
función de las células T activadas de diversas maneras, del mismo modo que al poner reversa en
un automóvil, se produce un efecto diferente del que ocurre cuando se pone primera. Asimismo,
el reconocimiento (unión del antígeno al receptor) sin coestimulación conduce a un prolongado
estado de inactividad llamado anergia, tanto en las células B como en las células T. La anergia es
más o menos como ¡dejar el automóvil en punto muerto (neutral) con el motor encendido hasta
que se consuma todo el combustible. Una vez que la célula T recibió estas dos señales
(reconocimiento antigénico y coestimulación), se activa. La célula T activada experimenta
selección clonal.

Inmunidad humoral:
El cuerpo humano no sólo contiene millones de células T diferentes, sino que además tiene
millones de células B distintas; cada una capaz de responder a un antígeno específico. Las
células T citotóxicas abandonan los tejidos linfáticos en busca de antígenos extraños para su
destrucción, pero las células B permanecen en su sitio. Ante la presencia de un antígeno extraño,
se activan las células B específicas que se encuentran en los ganglios linfáticos, el bazo y el
tejido linfático asociado a las mucosas. Luego, estas células experimentan selección clonal y
constituyen un clon de células plasmáticas y células de memoria. Las células plasmáticas son las
efectoras de un clon de células B que secretan anticuerpos específicos, que circulan a través de
la linfa y la sangre para llegar al sitio de la invasión.
Activación y selección clonal de las células B
Durante la activación de una célula B, un antígeno se une al receptor de las células B (BCR).
Estas proteínas integrales de transmembrana tienen una estructura química similar a la de los
anticuerpos, que más adelante secretan las células plasmáticas. Aunque las células B pueden
reaccionar contra un antígeno no procesado presente en la linfa o en el líquido intersticial, su
respuesta es mucho más intensa cuando procesan el antígeno. El procesamiento antigénico que
se lleva a cabo en las células B se produce de la siguiente manera: el antígeno ingresa en la
célula B, se degrada en fragmentos peptídicos que se combinan con los antígenos propios del
MHC-II y se movilizan hacia la membrana plasmática de la célula B. Las células T helper
reconocen el complejo antígeno-MHC-II y proveen la coestimulación necesaria para la
proliferación y diferenciación de las células B. Las células T helper producen interleucina-2 y
otras citocinas que actúan como moléculas coestimuladoras en la activación de las células B.
Una vez activada, una célula B experimenta selección clonal, cuyo resultado es la formación de
un clon de células B constituido por células plasmáticas (plasmocitos) y células B de memoria.
Las células plasmáticas secretan anticuerpos. Unos días después de la exposición al antígeno,
una célula plasmática comienza a secretar cientos de millones de anticuerpos por día durante un
lapso aproximado de 4 o 5 días, hasta que la célula plasmática muere. La mayoría de los
anticuerpos viaja a través de la linfa y la sangre hacia el sitio de la invasión. Las células T helper
también producen interleucina-4 e interleucina- 6, que estimulan la proliferación de células B, su
diferenciación en células plasmáticas y la secreción de anticuerpos por parte de las células
plasmáticas. Las células B de memoria no secretan anticuerpos, sino que pueden proliferar con
rapidez y diferenciarse para incrementar el número de células plasmáticas y de células B de
memoria, en caso de que el mismo antígeno reaparezca en el futuro. Los diferentes antígenos
estimulan distintas células B que se transforman en células plasmáticas y sus respectivas células
B de memoria. Todas las células B de un mismo clon secretan un sólo tipo de anticuerpo idéntico
al receptor antigénico expresado por la célula B que respondió al antígeno en forma inicial. Cada
antígeno específico sólo activa las células B predestinadas (por la combinación de segmentos
génicos que presenta) a secretar anticuerpos específicos contra ese antígeno. Los anticuerpos
producidos por un clon de células plasmáticas ingresan en la circulación, donde forman complejos
antígenoanticuerpo con el antígeno que inició su producción.
Anticuerpos
Un anticuerpo (Ac) es capaz de combinarse específicamente con el epítopo del antígeno que
estimuló su producción. La estructura del anticuerpo concuerda con su antígeno de la misma
forma en que lo hace una cerradura con su llave. En teoría, las células plasmáticas pueden
secretar tantos anticuerpos diferentes como el número de receptores de células B porque la
misma recombinación de segmentos génicos codifica los BRC y los anticuerpos secretados por
las células plasmáticas.
Antígenos y receptores antigénicos
Los antígenos presentan dos grandes características: inmunogenicidad y reactividad. La
inmunogenicidad (-gen, que genera) es la capacidad de desencadenar una respuesta inmunitaria
a través de la estimulación de la producción de anticuerpos específicos, la proliferación de células
T específicas o ambas. El término antígeno deriva de su función como generador de anticuerpos.
La reactividad es la capacidad que tienen los antígenos de reaccionar en forma específica con los
anticuerpos o células que estimularon. En términos estrictos, los inmunólogos definen los
antígenos como sustancias que presentan reactividad; las sustancias que poseen tanto
inmunogenicidad como reactividad se consideran antígenos completos. Sin embargo, el término
antígeno suele aplicarse a sustancias inmunógenas y reactivas, y éste será el criterio de
utilización del término. Los microorganismos enteros o partes de ellos pueden actuar como
antígenos. Los componentes químicos de las estructuras bacterianas, como los flagelos, la
cápsula y las paredes celulares son antigénicos, al igual que las toxinas bacterianas. Algunas
sustancias antigénicas no microbianas que pueden citarse son los componentes químicos del
polen, la clara de huevo, las células sanguíneas incompatibles y los tejidos y órganos
trasplantados. La gran variedad de antígenos presentes en el medio ambiente provee una enorme
cantidad de posibilidades para que se desencadenen respuestas inmunitarias. En forma típica,
sólo pequeñas porciones de moléculas antigénicas de mayor tamaño desencadenan las
respuestas inmunitarias. Estas pequeñas porciones se denominan epítopos o determinantes
antigénicos. La mayoría de los antígenos contiene varios epítopos y cada uno de ellos induce la
producción de un anticuerpo específico o activa una célula T específica. Los antígenos que
sobreviven a los mecanismos de defensa innatos generalmente siguen una de las tres vías
posibles dentro de los tejidos linfáticos: 1) la mayoría de los antígenos que ingresan a la corriente
sanguínea (p. ej., a través de algún vaso sanguíneo lesionado) quedan atrapados en su
trayectoria por el bazo, 2) los antígenos que penetran la piel ingresan en los vasos linfáticos y
quedan alojados en los ganglios linfáticos, y 3) los antígenos que atraviesan las mucosas quedan
atrapados en el tejido linfático asociado a las mucosas (MALT).

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