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– Adiós- dijo el zorro- Pero antes voy a contarte mi secreto: no se ve bien sino con el

corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

Después de cinco minutos de ejercicio, el principito se cansó de la monotonía del juego:

- Y para que el sombrero se caiga – preguntó – qué hay que hacer ?

Pero el vanidoso no lo escuchó. Los vanidosos nunca escuchan más que las alabanzas.

Me admiras realmente mucho ? – le preguntó al principito.

- Qué significa admirar ?

- Admirar significa reconocer que soy el hombre más hermoso, mejor vestido, más rico y
más inteligente del planeta.

- Pero si estás solo en tu planeta !

- Dame ese gusto. Admírame de todos modos !

- Te admiro – dijo el principito encogiéndose de hombros – pero para qué te puede eso
interesar ?

Y el principito se fue.

Quisiera ver una puesta de sol... Tenga la bondad... Ordénele al sol ocultarse...

- Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una
tragedia, o convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida, quién
estaría en falta, él o yo ?

- Sería usted - dijo con firmeza el principito.

- Exacto. Debe exigirse de cada uno lo que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La
autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al
mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son
razonables.

“Usted perdone”, le dijo un pez a otro,”es usted más viejo y con más experiencia que yo, y
probablemente podrá ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman océano?
He estado buscándolo por todas partes, sin resultado”.

“El Océano”, respondió el viejo pez, “es dónde estás ahora mismo”.
“¿Esto?, pero si esto no es más que agua… lo que yo busco es el Océano”, replicó el
joven pez totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
Deja de buscar pequeño pez. No hay nada que buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir
tus ojos y mirar. No puedes dejar de verlo.
– Quiero saber, ¿qué es lo más curioso de los seres humanos?
– Que piensan siempre al contrario – respondió Hejasi.
Tienen prisa por crecer, y después suspiran por la infancia perdida.
Pierden la salud para tener dinero, y luego pierden el dinero para obtener salud.
Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el presente, y así, no viven ni el
presente ni el futuro.
Viven como si no fueran a morir nunca y mueren como si no hubiesen vivido

Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.
—¿por qué habría de asustar un sombrero?— me respondieron. Mi dibujo no representaba
un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el
interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender.
Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones.

Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran


abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la
gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de
pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número 1 y número 2.
Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para
los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.

- Si buscas la perfección nunca estarás contento (Anna Karenina, Leo


Tolstoy)

- Llamó a la gente “rica” cuando son capaces de satisfacer las


necesidades de su imaginación (El retrato de una dama, Henry James)

- El sol es débil cuando se eleva primero, y cobra fuerza y coraje a


medida que avanza el día (Vieja tienda de curiosidades, Charles Dickens)

- Mi consejo es: nunca hagas mañana lo que puedes hacer hoy. La


procrastinación es la ladrona del tiempo (David Copperfield, Charles Dickens)

- Deja de preocuparte por envejecer y piensa en crecer (El animal moribundo,


Philip Roth)

- Crearía un perfume que no sólo fuera humano, sino sobrehumano. Un


aroma de ángel, tan indescriptiblemente bueno y pletórico de vigor que
quien lo oliera quedaría hechizado y no tendría más remedio que amar a
la persona que lo llevara, o sea, amarle a él, Grenouille, con todo su
corazón (El Perfume, Patrick Süskind)

- ¡Qué maravilloso es que nadie necesite esperar ni un solo momento


antes de comenzar a mejorar el mundo! (El Diario de Ana Frank, Ana Frank)

- Nuestras vidas se definen por las oportunidades, incluso las que


perdemos (El curioso caso de Benjamin Button, F. Scott Fitzgerald)

- Nunca se sabe lo que la mala suerte te ha salvado de una peor suerte


(No es país para viejos, Cormac Mccarthy)

- Si la gente simplemente ama a los demás solo un poco, pueden ser muy
felices (Germinal, Émile Zola)

- Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre? Conejo blanco: A veces solo


un segundo (Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll)

- Lo peor de la religión era la gente religiosa (La trama nupcial, Jeffrey


Eugenides)

- Ammu dijo que los seres humanos eran criaturas de hábito, y que era
increíble el tipo de cosas a las que se podían acostumbrarse (El dios de
las pequeñas cosas, Arundhati Roy)

- Hay gente que, cuanto más haces por ellos, menos hacen por sí mismos
(Emma, Jane Austen)

- Hay libros cuyas partes traseras y cubiertas son de lejos la mejor parte
(Oliver Twist, Charles Dickens)

- El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y


para mencionarlas había que señalarlas con el dedo (Cien años de soledad,
Gabriel García Marquez)

- Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es


muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez
explicaciones (El principito, Antoine de Saint-Exupéry)
- Nos contamos historias a nosotros mismos para vivir (El Álbum blanco,
Joan Didion)

- Todos los finales son también comienzos. Simplemente no lo sabemos


en el momento (Las cinco personas que conocerás en el cielo, Mitch Albom)

- Es mejor mirar al cielo que vivir allí (Desayuno con diamantes, Truman
Capote)

- Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos (El Principito,
Antoine de Saint-Exupèry)

- Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar (El Principito,
Antoine de Saint-Exupèry

- La muerte destroza al hombre: la idea de la muerte le salva (Howards End,


E. M. Forster)

- Cierto que casi siempre se encuentra algo, si se mira, pero no siempre


es lo que uno busca (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)

- Ningún hombre puede pensar claramente cuando sus puños están


cerrados (George Jean Nathan)

- Alguien que no cree en los milagros no es realista (David Ben-Gurión)

- La educación es el movimiento de la oscuridad a la luz (Allan Bloom)

- Una mente necesita un libro como una espada necesita su piedra de


afilar (George R. R. Martin)

El dinosaurio volvió al estanque dispuesto a beber de su fresca y rica agua, pero


entonces apareció el pequeño pez, que muy valiente y decidido se plantó delante de
él y le dijo:
- Estimado amigo Dino, por favor, no bebas el agua de este estanque.

Existió una vez un dinosaurio, apodado Dino, que era tan grande como un castillo. A
pesar de su tamaño Dino era un dinosaurio bueno y muy feliz, y amaba tanto a la
naturaleza que era absolutamente incapaz de hacerle daño ni a un molesto
mosquito. Se pasaba el día tan alegre que saltaba y danzaba por doquier animando
a cuantos pasaban a su alrededor.
El dinosaurio y la tortuga eran vecinos, pero no se hablaban. El dinosaurio, como
era tan grande, se creía superior a la tortuga.
El dinosaurio vivía solo, porque era el último de su especie. La tortuga, sin embargo,
siempre estaba con otras tortugas y, aunque tenía mucho miedo al dinosaurio,
siempre estaba contenta. A la tortuga nunca le faltaban amigos para pasear, charlar
o jugar.

Y dejándose caer sobre el césped, hundía su cara en sus manos y lloraba.

—¿Por qué llora? —preguntaba una lagartija verde correteando cerca de él con su cola
levantada.

—Sí, ¿por qué? —decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.

—Eso es ¿por qué? —murmuró una margarita a su vecina, con una dulce vocecilla

. —Llora por una rosa roja

¿Por una rosa roja? ¡Qué ridiculez! Y la lagartija, que era algo cínica, se echó a reír con
todas sus ganas.

Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció


silencioso en la encina, reflexionando en el misterio del amor.

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