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Jacobo Grinberg empezó a gozar de la vida disipada, los famosos “reventones”, entre esas
experiencias obtiene al mismo tiempo la comprensión absoluta de que “el mundo de los objetos
no existía en el exterior como tal sino que era creado a partir de la actividad cerebral”.
La conducta genética
Por esos días un amigo le invita a probar el peyote. Durante la experiencia, “cada gesto que
hacía me hablaba de su procedencia hasta con tres generaciones anteriores. Hablaba; conocía el
origen de mi voz en mi abuelo, el movimiento de mis manos en mi abuela y así, en general, con
toda mi conducta. Nada era mío, todo provenía de mis antepasados. El peyote me había hecho
consciente del origen genético de mi conducta”.
La relación del matrimonio Grinberg se hace insostenible y Jacobo le pide a Lizette que
abandone el departamento, ella se va y le deja a la niña.
Jacobo trabaja en varios experimentos, en uno de ellos intentaba medir la discriminación
temporal en diferentes frecuencias de la actividad cerebral humana. Sus ideas le habían llevado
a postular la existencia de una duración del presente y un campo neuronal resultante de la
interacción entre todas las neuronas de un cerebro. Empezó a sospechar la existencia de una
interacción entre el campo neuronal y el espacio como paso necesario para la aparición de
imágenes visuales.
Grinberg, en el intenso proceso de su aprendizaje en Nueva York, fue comprendiendo que la
aparición de la conciencia a partir de la actividad cerebral era una pregunta que la fisiología
contemporánea no estaba preparada para contestar a través de experimentos como los que
realizaban en el laboratorio de Roy. De esta manera no pasa mucho tiempo en que decide
regresar a México. Se comunica con el director del CONACYT y le propone sostener su beca con
la condición de escribir cuatro libros sobre fisiología de la conciencia, lo que el funcionario
acepta. Lizette permanece en Estados Unidos y Jacobo se va a vivir con Estusha a Tepoztlán, en
el estado de Morelos.
La vida de Jacobo en ese período estuvo determinada –quizá como siempre- por las mujeres,
a la vez que por vivencias para-normales o experiencias de videncia. Una vez, cuenta, ya había
localizado con el poder de la mente un auto que le habían robado cuando salía con Ianel. Pero
con Pea, una bella muchacha que fue su alumna en la Facultad de Psicología, Jacobo tuvo ante
todos una experiencia de levitación durante una fiesta que le organizaron sus amigos antes de
partir a Nueva York. A esta chica la volvió a encontrar en Tepoztlán y se enamoró intensamente
de ella. Jacobo tuvo durante toda su vida sentimientos de culpa en relación a las mujeres y su
hija. La separación de Lizette lo afectó principalmente porque se alejó de la niña. Por ella había
regresado con Lizette, que había permanecido en Nueva York, pero ahora, para poder estar con
Pea, le pidió a su ex mujer que
regresara para hacerse cargo de
Estusha.
Jacobo escribió en este tiempo seis libros, que entregó al CONACYT. Poco después la facultad
de Psicología de la UNAM lo contrató de tiempo completo y se dispuso ir vivir a la ciudad de
México ( Lorenzo León Diez) (Continuará).
El enigma Grinberg*
Cerebros unidos
1994 había sido muy buen año para Jacobo Grinberg. Acababa de aparecer su libro El sabor de la
iluminación. Cuando en 1990 terminó de escribir su autobiografía, La conquista del templo, Jacobo
manifiesta un estado de ánimo estable y equilibrado, aunque si algo le lastimaba era que en el
ámbito de la academia y la ciencia mexicanas sus ideas no eran aceptadas e incluso su obra era
rechazada. Se quejaba de que, aunque existían estímulos económicos para el científico, no eran
asignados a personas como él, que mantenía una línea de investigación no ortodoxa. Este rechazo
y el aislamiento consiguiente, le provocaban mucha tristeza. Confiesa que se sentía como
excomulgado y viviendo al margen de la sociedad. Ya en ese año, declara haber demostrado en su
laboratorio, junto con sus alumnos, que los cerebros humanos estaban interconectados, que lo
que le pase a uno de ellos afecta al resto. Que el cerebro humano capta todo lo que sucede, aun
en lugares distantes.
No obstante la indiferencia de sus
colegas mexicanos, sus experimentos
atrajeron la atención de científicos de
otras partes del mundo. En uno de
estos experimentos se pidió a dos
personas (chamanes) intentar lograr
una especie de unión meditativa.
Después de veinte minutos,
solicitaron a una de las personas que
se instalara en un cuarto aparte,
mientras la otra persona, en un
cuarto oscuro, era estimulada con
una serie de destellos luminosos o
sonidos, mientras registraban sus
ondas cerebrales. Las ondas
Dieter Appelti 1977 cerebrales de la persona aislada
Fotografía también eran registradas. En 1987
Grinberg grabó por primera vez una
reacción simultánea al estímulo de
parte de la persona aislada, no estimulada, un fenómeno que llamó “potencial transferido”. En los
años subsecuentes, introduciendo mejoras en su equipo, documentó potencial transferido en
veinticinco por ciento del tiempo. Era un hallazgo notable, totalmente contrario a los principios de
la corriente científica dominante. Estos resultados eran un soporte indudable a su teoría
sintérgica, que había empezado a acuñar desde muchos años atrás. Sin embargo sus pares
mexicanos ridiculizaron estas evidencias tachándolas de imposibles. John E. Roy, que había sido su
tutor en Nueva York, y una influencia determinante en sus postulados, manifestó sus dudas en la
legitimidad de los experimentos. “El tipo de pruebas a los que deberían someterse estos datos es
bien conocido –dijo-. Con seguridad él sabía cuales eran esas pruebas y nunca las aplicó. No creo
que él fuera deshonesto de ninguna manera, pero ciertamente se hacía muchas ilusiones”. Sin
embargo otros académicos estaban entusiasmados con los resultados. “Los experimentos parecían
muy buenos”, dijo Amit Goswami, profesor de física de la Universidad de Oregon y asesor de
Grinberg, quien apuntó que el mexicano había logrado establecer que existen conexiones no
locales entre cerebros, entre personas.
Kart Pribram, uno de los decanos de la neurología estadounidense, junto con Jonh E. Roy, estaba
suficientemente intrigado como para visitar dos veces el laboratorio de Grinberg de la UNAM.
Expresó que eran interesantes los experimentos pero no concluyentes. “Si los hallazgos son
ciertos, podrían ser muy, muy importantes, pero creo que el trabajo necesita aún mucha
confirmación y pruebas en otros laboratorios”.
Los experimentos de Grinberg en el laboratorio indujeron a un grupo de científicos a tratar de
repetir los resultados. Perry Andrews, director del Proyecto Conexión Humana (Connection
Project) en la ciudad de Nueva York dijo que “el trabajo de Grinberg es seguramente uno de los
más importantes que se desarrollan en el mundo. Establecer que la humanidad toda está
interconectada es probablemente la cosa más importante que la humanidad necesita saber hoy en
día”.
El principio
Empezamos este texto partiendo de un enigma (su desaparición), pero Jacobo Grinberg tuvo una
vida fundada en el estudio, la reflexión y la búsqueda de la superación espiritual. Nos proponemos
realizar un recorrido de su vida con base a sus propios libros.
La abuela materna de Jacobo se llamaba Menuje, una mujer judía, delicadamente intensa y
dominante, hija de un estudioso de la Torá, que la obligó a casarse con un religioso ortodoxo, al
que conoció el día de su boda. Tuvieron seis hijas, la menor llamada Estusha, que nació en
Polonia y se casaría con Abraham, que provenía de otra aldea polaca, Sokolov, donde su padre era
comerciante en pieles. La madre de Abraham, de nombre Jaye, era hermana de Menuje.
En 1927 Abraham emigró a América y desembarcó en Veracruz. Su apellido era Warshavsky y para
cambiarlo por un nombre más comprensible en la aduana decidió apellidarse Grinberg. Jaye lo
alcanzó meses después con sus tres hijas y su hijo llamado, como su padre, Abraham. Cuando el
antisemitismo recrudeció en Europa Menuje recibió una invitación por parte de su concuño para
trasladarse con toda su familia también a América. En Veracruz los dos primos hermanos, Estusha
y Abraham, que serían padres de Jacobo, se empezaron a conocer y se enamoraron. Las dos
familias viajaron a la ciudad de México y se instalaron en el centro, donde Estusha ingresó a la
Preparatoria Nacional y Abraham terminó la carrera de contador.Durante toda su vida Abraham se
quejó del terrible trato que recibió y de la ausencia de juguetes y fiestas. Con sus propios hijos, sin
embargo, repitió la misma conducta. Jacobo entendió, mucho después, que en la vida repetimos
innumerables veces nuestros propios aprendizajes tempranos, hasta que nos damos cuenta de un
patrón o programa. Si tenemos suerte y fortaleza, lo podemos modificar, pero siempre
parcialmente.
Con sus hermanos menores, Nathán y Jerry, Jacobo, a quien llamaban Jacky, vivió en la colonia
Condesa y asistió al colegio Israelita de México. Su madre, recuerda, estaba entrenada para no
mostrar imperfecciones. Teníamos prohibido entrar a la sala o al comedor, no fueran a ensuciarse
para las visitas. Las imperfecciones había que ocultarlas y, puesto que el único ocultamiento
posible es el interior del propio cuerpo, poco a poco carcomen, y lo que no se muestra va
deteriorando tejidos o sensibilizándolos hasta perder su diferenciación. Eso es lo que acabó por
matar a mi madre y a mí me dejó la fantasía de que la mujer es perfecta, pero estéril; perfecta,
pero desconocida; perfecta, pero enferma; perfecta, pero muerta.
Grinberg perteneció a la primera generación nacida en México y educada por inmigrantes judíos. A
la edad de diez años, la madre de Jacobo enfermó. Le extrajeron un tumor en el cerebro que
resultó maligno. El niño vivió a su lado su padecimiento, acompañándola a veces a los
tratamientos de radiación, hasta su muerte. A los pocos años, cuando Jacobo tenía 15, su padre se
casó con Tova, una mujer esbelta y bellísima, de 18 años.
Jacobo conoció a Lizette, una muchacha delgada y bajita, cuando asistía a las reuniones de una
organización sionista, como antesala para trabajar en un kibutz en Israel. Una de las experiencias
memorables de esa etapa fue su visita a la exhibición que había montado en el Auditorio Nacional
la Comisión de Energía Nuclear de los Estados Unidos. Por alguna razón, la muestra despertó en él
una inquietud acerca de la comunicación psíquica. Su mente no podía concebirla sin un sustrato
energético transmitido. No sabía que años después ese sería uno de sus intereses de investigación
mayores.
El joven Jacobo empezó a leer a Einstein y todo lo que se había escrito acerca de su vida, así como
un tomo enorme de física nuclear.
Jacobo viaja a Nueva York con un grupo de jóvenes donde también estaba Lizette, y
posteriormente a Israel. El joven Grinberg, a quien habían nombrado coordinador cultural del
grupo, llevaba una cantidad impresionante de libros para formar una biblioteca común, así como
una radio Hovercraft de diez bandas para oír desde el kibutz, las emisoras mundiales de onda
corta. Le doblaba el peso de sus tesoros y así subió al avión, todavía no sabiendo que todo es un
símbolo y que el peso que llevaba
representaba el suyo propio.
La UNAM
Jacobo ingresó a la Facultad de
Dieter Appelti / 1980
Ciencias de la UNAM. Su estancia en Fotografía
esta escuela no duró mucho, pues
reconoce que le encantaba la teoría,
pero las matemáticas no eran su fuerte, por lo que decidió cambiar a la carrera de Psicología,
adscrita a la Facultad de Filosofía, donde conoció al profesor de origen alemán Héctor Brust,
dedicado a la investigación neurofisiológica y que se convertiría en la influencia más importante de
su vida, como Grinberg reconocería muchos años después, pues él presentaba el estudio del
cerebro como lo más importante a lo que un ser humano podía dedicarse.
Casi de inmediato es aceptado por él como ayudante en su laboratorio, instalado en el cuarto piso
de la torre de investigaciones de la Facultad de Medicina, no sin antes probarlo con la redacción
de un trabajo bibliográfico que integraba información fisiológica acerca de la investigación sobre el
aprendizaje.
El noviazgo con Lizette continuó en una relación epistolar con visitas esporádicas de Jacobo a
Guadalajara, hasta que ella decidió inscribirse a la misma Facultad en que estudiaba Grinberg.
Entretanto la relación tormentosa entre su padre y Tova terminó abruptamente, cuando ella se
llevó al pequeño Ari. Poco después ingresaría a la vida familiar Kemy, una chica libanesa con la que
se casó Abraham.
Jacobo continuaba desarrollándose como estudiante y profesor, pues en los primeros meses de
1968 consiguió un trabajo como maestro de prácticas de psicología experimental en la
Preparatoria Nacional. Este ingreso económico se complementaria cuando su maestro Brust
promovió un nombramiento para él en la Facultad de Medicina. Entonces Lizette y Jacobo
pudieron casarse.
El interés cientifico de Grinberg por el cerebro, reconoce él mismo, estaba fundado en traumas,
lesiones que sufrieron sus seres queridos en este órgano. Su madre murió de un tumor y su padre
Abraham tuvo actitudes agresivas que manifestaban una enfermedad mental. Sufrió un desmayo y
se le diagnosticó que fue víctima de una descarga en el lóbulo temporal. Posteriormente tuvo
graves crisis de furia. En una ocasión quiso asesinar a sus hijos y a su esposa Kemy, con la que
procreó otros dos niños. Fue internado en un psquiátrico.
Jacobo comenzó a trabajar en su tesis cuando se hizo cargo del laboratorio de Brust. El tema: la
actividad eléctrica del cerebro de gatos durante el aprendizaje. Fue invitado, por otra parte, a dar
una clase en la Universidad Anáhuac y colaboró en la terminación del laboratorio de
investigaciones psicofisiológicas de esa universidad.
Jacobo se graduó como psicólogo (año) con un trabajo que demostraba que la actividad eléctrica
del núcleo caudado (un órgano cerebral encargado de ejercer influencias inhibitorias y
controladoras sobre la conducta) guarda una estrecha relación con el aprendizaje. Durante cuatro
años se mantuvo en el laboratorio con el doctor Brust. Sus temas de investigación trataban de la
participación del núcleo caudado en la memoria, el aprendizaje y el control inhibitorio. Aprendió
las artes quirúrgicas, los registros electroencefalográficos y poligráficos, la fotografía y la
metodología experimental. Al término de este periodo, Grinberg se hizo cargo del laboratorio
experimental de la Universidad Anáhuac. Esta decisión lo separó de su maestro. No pasaría mucho
tiempo para que la actividad cerebral humana y sus correlativos fenómenos electrofisiológicos
comenzaran a llamar su atención.
Vive así una etapa de gran estabilidad económica y emocional. El matrimonio puede ahorrar y
viajan a Europa, de vacaciones. En su laboratorio, junto a una alumna, ideó una metodología muy
compleja para el estudio de la toma de decisiones y sus correlativos electrofisiológicos en
humanos.
También se empezó a interesar por la percepción visual. Consiguió un proyector de rayos láser y,
en colaboración con la Escuela de Ingeniería de la UNAM, emprendió experimentos de óptica
holográfica. Los hologramas se le presentaban como una posibilidad clara para penetrar la
decodificación de información, pues se trata de una fotografía tridimensional en la cual están
registradas las magnitudes de las ondas luminosas y sus frentes de ondas, por lo que cada porción
de un holograma contiene la información de la totalidad del mismo. Entró en contacto con los
escritos del doctor E. Roy, quien con su grupo de Nueva York se dedicaba a registrar la actividad
cerebral de animales durante el aprendizaje, que demostraban una decodificación eléctrica de la
información.
Por ese tiempo hizo un viaje a Oaxaca con amigos de su laboratorio y con su esposa. En Puerto
Escondido tuvo la primera noticia sobre la obra de Carlos Castaneda, con quien muchos años
después colaboraría. Una turista canadiense leía uno de sus libros en un Café y ella le platicó de
este enigmático autor. Esta misma joven, llamada Alicia, le ofreció por primera vez en su vida un
cigarro de marihuana. Unas semanas más tarde viajó a Huautla invitado por un amigo y comió
hongos: “Su efecto me dejo pasmado. Podía ver todo con una claridad prístina, el río, a cientos de
metros de distancia, lo oía como si estuviera debajo de mis pies. Me desnudé en la madrugada
para experimentar la posibilidad de controlar el frío y lo logré”.
Jacobo inició una relación extramarital con una de sus alumnas, Ianel; poco tiempo después se
separa de Lizette y deciden vender la casa que habían comprado. Con la oportunidad de asistir a
una conferencia, Grinberg viajó a Nueva York, donde conoció al doctor Dennis Gabor, el inventor
de la holografía, y se entrevistó con Roy John, a quien le solicitó ingresar a su laboratorio para
hacer su doctorado. Con la aceptación para ingresar en el New York Medical Collage, Jacobo
regresó a México y, a instancias del editor Francisco Trillas, empezó a escribir su primer libro: La
experiencia interna (1975).
(Continuará)