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Unidad 1: Cultura y política para la sostenibilidad

ambiental
Autor: Diego Mauricio Rojas1

Introducción

Todos los actores o partes interesadas en conflictos socio ambientales hemos


experimentado cierta sensación de impotencia al no poder intervenir de manera
positiva las problemáticas asociadas a la comunidad y el ambiente por condiciones
políticas, situaciones sociales o implicaciones territoriales que se salen de su
espectro de acción y nos hemos visto obligados a construir nuevas alternativas
que, de cierta forma, salven estos obstáculos; por ello, es importante comprender
los conceptos de política y cultura para la sostenibilidad y, a partir de ello, la forma
de construcción de las relaciones en el territorio y en la construcción de
comunidades y sociedades.

La dimensión política, en el marco de un desarrollo alternativo, estará en la


obligación de mantener el equipaje cultural de la sociedad e imbricarlo en las
demás dimensiones del desarrollo. Es desde esta dimensión que debe
garantizarse la sustentabilidad del proceso de desarrollo, “controlando”, (desde las
perspectivas de Weber y Foucault) ya sea para impulsar o detener, el crecimiento
de las dimensiones restantes.

Para esclarecer este escenario, el estudiante se adentrará en los conceptos


básicos de cultura, política y territorio, comprenderá la lógica de sus relaciones y
sus principales expresiones sociales.

Contenido temático de la unidad

2.1. Conceptos básicos sobre cultura y política

1.1. ¿Qué es la política?


1.2. ¿Qué es la cultura?
1.3. Ideologías políticas
1.4. La cultura como expresión del ser político

2. Marcos de referencia para la sostenibilidad ambiental

2.1. Capitalismo, sostenibilidad y democracia


2.2. Globalización, sistema económico y lógicas de mercado

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2.3. Política para la sostenibilidad ambiental
2.4. Movimientos sociales para la sostenibilidad ambiental

3. Cultura de la sostenibilidad ambiental

3.1. Procesos y factores culturales para la sostenibilidad ambiental


3.2. Ética y cultura para la sostenibilidad
3.3. El territorio como escenario cultural y político
3.4. Relación sociedad - naturaleza

Problematización

El desarrollo y construcción de comunidades se estructura a partir de elementos


complejos como la cultura, la política y el territorio. La forma como se establecen
las relaciones entre el ser humano y el ambiente están mediadas por la
interpretación y el significado que le dan tanto individuos como grupos sociales a
lo que consideran como realidad, lo cual simplemente es una percepción que
resulta de la significación propia de símbolos, elementos, imaginarios y
representaciones.

Desde el activista más conservador hasta el gestor técnico más informado,


convienen en la dificultad que conlleva aterrizar e injerir en las problemáticas socio
ambientales al territorio en presencia de externalidades o dimensiones
subsidiarias no propias de las actividades generadoras de conflictos socio
ambientales; ¿quién no ha experimentado cierta sensación de impotencia al no
poder intervenir de manera positiva las problemáticas asociadas a la comunidad y
el ambiente por condiciones políticas, situaciones sociales o implicaciones
territoriales que se salen de su espectro de acción?

En este sentido y de acuerdo con Castoriadis (1988, p. 103), quien define la


política como una actividad colectiva cuyo objeto es la institución de la sociedad
como tal, conviene entonces preguntarse lo siguiente: ¿de qué forma se expresa
la relación entre cultura y política?, ¿cómo se materializa en el territorio y cómo
afecta la dimensión ambiental?

Tema 1. Conceptos básicos sobre cultura y política

1.1. ¿Qué es la política?

La Grecia clásica es el referente fundamental del pensamiento político. Desde el


seno del pensamiento griego, la “Política” se considera como una característica

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propia del hombre y centrada en él como sujeto de acción y estudio; tiene su
origen en el mismo y en la dinámica de sus procesos de construcción de tejido
social. De acuerdo con Neira (1986, p. 820) su definición proviene del griego
Politiké, que significa "arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
Asuntos que interesan a los Estados”.

Entendamos que el hombre es un animal social por naturaleza que, por fuerza de
las circunstancias en las cuales se vio obligado a subsistir, tuvo la necesidad de
socializar con sus semejantes con el fin de protegerse de las inclemencias, de sus
enemigos naturales y facilitar su supervivencia.

El establecimiento social del ser humano debió fundarse en el marco de relaciones


jerárquicas que permitieran diferentes niveles de organización y distribución de
roles, trabajos u oficios; por ello, se instituyen desde el inicio de los tiempos de la
organización humana diferentes relaciones de mando y obediencia, así, en
palabras de García, R., (1991, p. 821) esta organización se refiere a "La
dominación de unos por otros, y la legitimación de ese dominio es inherente a toda
forma de política humana"; es decir, para el autor, la definición funcional de la
política se remite a la dominación de unos por otros y a la legitimación de esa
organización por parte de quienes ejercen el dominio.

Por otra parte, Castoriadis define la política como una actividad colectiva cuyo
objeto es la institución de la sociedad como tal; así, la “dominación de unos por
otros y la legitimación de ese dominio es propia a toda forma de política humana
porque es un hecho aceptado por todos los hombres” (1988, p. 103), pero, sobre
la base de esa relación, se establece legítimamente un todo que es mucho más
que la suma de las partes; en otras palabras: “la sociedad”.

Pueden también encontrarse posiciones denominadas fatalistas respecto de la


definición de lo que es la Política, como la que plantea Duque Muñoz (2008)
parafraseando a Carl Smith, quien define la política como el juego o dialéctica
amigo-enemigo, que tiene en la guerra su máxima expresión; esto lo plantea muy
en de acuerdo con los postulados expuestos por Foucault sobre el poder.

Para Celeste, Max Weber entiende la política como “toda clase de actividad
humana, directiva autónoma […] que trae de suyo la aspiración a participar del
poder y/o influir en el reparto del poder” (2003, p. 4). Es decir, desde Weber, la
política se define estrictamente en función del poder, y es sobre esta perspectiva
de análisis político que se desarrolla la hipótesis planteada al interior de esta
investigación.

Así pues, podemos entender, entonces, que la “Política” no plantea una definición
específica, delimitada o determinada por un concepto o noción espacio temporal
inamovible, sino que, por el contrario, se presenta como asintótica, polisémica,

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dinámica y en permanente evolución, pero que, sin embargo, se presenta como
una estrategia de ejercicio de poder desde la dinámica dominador - dominado.

Hablar de política necesariamente debe remitirnos a contemplar escenarios o


momentos de análisis particulares y a lecturas de momentos históricos específicos
realizadas desde diferentes perspectivas, es decir, a las Ideologías Políticas. Para
Althusser (1988, p. 28), la expresión “ideología" fue forjada por Cabanis, Destutt
de Tracy y sus amigos, quienes le asignaron por objeto la teoría (genética) de las
ideas; cuando Marx retoma el término 50 años después, le da, desde sus obras de
juventud, un sentido distinto según el cual “La ideología pasa a ser el sistema de
ideas, de representaciones, que domina el espíritu de un hombre o un grupo
social”.

Resalta el proyecto Ágora (Domínguez & Piedrahita, 2008) para la edad


contemporánea, en la cual las ideologías más relevantes son el Ecologismo, el
Feminismo, el Neoliberalismo, el Populismo y el Pragmatismo. Sobre el particular
y como es apenas natural al tratar de establecer la relación entre cultura, política y
territorio expresado mediante el ambiente, retomaremos y profundizaremos,
posteriormente, en algunas de ellas.

La política desde Weber

Se entiende que la influencia ejercida desde la dimensión política en el discurso


del desarrollo y su articulación con el principio de la sustentabilidad está dada,
básicamente, por la existencia de relaciones de poder que ejercen presiones
desde los sistemas económico y político sobre las dimensiones social, ambiental y
cultural, reflejadas en la función opresora del sistema de economía de mercado y
la colaboración bien sea pasiva o activa del Estado sobre la sociedad, mediante el
ejercicio político.

Por lo anterior, conviene analizar la perspectiva política weberiana, toda vez que,
sobre esta, se estructuran las perspectivas contemporáneas de las ciencias
políticas. El fundamento para analizar el discurso desde la visión de Weber
corresponde a que es precisamente él quien, desde el enfoque político y en
palabras de Giddens (1997), analiza las condiciones que rigieron la expansión del
capitalismo industrial en Alemania, el cual se replicó después al sistema
económico global dada la relación política entre el Estado y el mercado; enfatiza
Giddens en la influencia independiente de lo “político” como algo opuesto a lo
“económico” extractada del pensamiento de Weber.

Según Weber, “La Política” se define estrictamente en función del poder, y este
poder surge, como afirma Balandier (1967, p. 155), de las “disimetrías que afectan
las relaciones sociales”; para Balandier, el poder político estructura y jerarquiza las

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sociedades organizando una suerte de dominación legítima (legitimada por la
propia sociedad), resultado de las diferencias que establecen la estratificación
social y el sistema de clases; sin embargo, como complemento al análisis, la
estratificación social contemporánea permite la movilidad entre estratos y clases,
en gran parte determinada por la capacidad de ingreso de los sujetos (un concepto
no político que proviene del sistema de economía de mercado), en otras palabras,
las clases sociales.

La movilidad social, la estratificación socioeconómica y las disimetrías que afectan


las relaciones sociales están determinadas por el nivel de ingreso extrapolando la
esfera de lo político al orden de lo económico.

Estas referidas disimetrías son capitalizadas por aquellos con mayor rango
jerárquico, mayores niveles de ingreso o mayor capacidad de intervención, por
intermedio de una relación que define Weber (1964) como un “Estado de cosas
por el cual una voluntad manifiesta del dominador o de los dominadores influye
sobre los actos de otros, de tal suerte que en un grado socialmente relevante
estos actos tienen lugar como si los dominados hubieran adoptado por si solos y
como máxima de su obrar el contenido del mandato” (p. 699), esto es, por el
ejercicio del poder.

El poder desde Foucault

El “Poder”, entonces, se convierte en punto fundamental de análisis para el


abordaje del discurso de la sustentabilidad y su relación con la dimensión política;
en ese sentido, para Michel Foucault (Ibarra, 2008, p. 6), “El poder no es
considerado como un objeto que el individuo cede al soberano (concepción
contractual jurídico-política), sino que es una relación de fuerzas, una situación
estratégica en una sociedad y en un momento determinado. Por lo tanto, el poder,
al ser resultado de relaciones de poder, está en todas partes”.

Según Foucault, “El sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser
considerado independientemente de ellas”. Para este autor, entonces, lo
importante es determinar cómo se desarrollan y estructuran esas relaciones de
poder y cómo afectan la vida del sujeto como individuo y como conjunto social; las
relaciones de poder se establecen mediante el ejercicio de poder, toda vez que,
para él: “El Poder existe solamente cuando es puesto en acción” y, en ese sentido,
el ejercicio de poder es “un conjunto de acciones sobre otras acciones” (Foucault,
1982, p. 15).

De acuerdo con Giraldo (2006, p. 107), de la obra de Foucault se abstrae que


nunca se analizaba la mecánica del poder, sino que se planteaba el problema del

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poder desde la denuncia del “otro” del adversario, es decir, el marxista lo
reprochaba a los socialistas y estos últimos censuraban a los capitalistas.

Como resultado de los trabajos e investigaciones en torno al poder realizados por


Foucault, puede considerarse una suerte de tránsito evolutivo de las sociedades
que el mismo denomina “Disciplinarias” a las denominadas Sociedades de Control.

En concordancia con lo propuesto por Giraldo (2006), para Foucault:

En la sociedad de control los mecanismos de gobierno son más «democráticos»,


inmanentes al campo social y se distribuyen a través de los cuerpos y las mentes de
los hombres; los comportamientos de inclusión y exclusión social adecuados para
gobernar son cada vez más interiorizados dentro de los propios sujetos” (p. 111).

En ese sentido, para Foucault (2007, p. 76), “el poder es ejercido desde
superestructuras que organizan las mentes (en sistemas de comunicaciones,
redes de información, etc.) y los cuerpos (en sistemas de bienestar, actividades
monitoreadas, etc.)”.

En síntesis, el abordaje de la concepción del poder desde Foucault pretende


explicitar un cierto tipo de fenomenología del concepto de la política. De acuerdo
con esta fenomenología, desde el ejercicio político se promueve el control y la
dominación por intermedio de superestructuras como “los discursos”, la
institucionalidad, la normatividad y los acuerdos multilaterales de las naciones
dominantes o los grupos supranacionales (máquinas de poder).

En palabras de Foucault, “la antigua soberanía sobre el individuo se transformó en


una soberanía sobre la especie humana, sobre «la población»” (Foucault, citado
por Giraldo, 2006, p. 113). Por ello, en la emergencia de la teoría del Biopoder y la
Biopolítica, en total concordancia con Giraldo (2006), se resalta como bajo la
antigua concepción de poder en el sentido de control del hombre como masa; se
trata de dejar vivir o dejar morir, del control de la natalidad, del surgimiento de la
higiene.

Para Giraldo, “La más alta función de este poder es infiltrar cada vez más la vida,
y su objetivo primario es administrarla” (2006, p. 115); bajo este supuesto, el
Discurso del Desarrollo Sustentable recoge, aglutina, aglomera, armoniza, articula
y sintetiza los diferentes ideales de un nuevo discurso de especie que,
necesariamente, debe ser agenciado desde la individualidad de los sujetos pero
determinado y direccionado por “máquinas” y/o “superestructuras” que, como se
enuncio anteriormente, organizan las mentes en sistemas.

Sin embargo, estas superestructuras, en todo discurso, pero fundamentalmente


desde el ejercicio político y económico y, en ese sentido, en la producción de

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riqueza a partir del trabajo, la explotación y transformación de recursos, se
traducen en todas las estructuras y fenómenos políticos en el ejercicio del poder
de una “minoría” organizada que gobierna una “mayoría” desorganizada. En
palabras de Gaetano (1896, p. 3): “La fuerza de esta minoría es irresistible frente a
cada individuo de la mayoría, el cual se encuentra aislado ante la totalidad de la
minoría organizada; al mismo tiempo se puede decir que ella se encuentra
organizada por la razón de ser minoría.”

Enfatiza Gaetano en el hecho según el cual: “se recaba fácilmente la


consecuencia que, cuanto más grande es una comunidad política, menor será la
proporción de la minoría gobernante respecto a la mayoría gobernada y tanto más
difícil para esta mayoría será organizarse por reacción contra aquella (1896, p. 3)”.

Poder, dominación, riqueza, progreso, industrialización, desarrollo son términos


que representan ideales de prosperidad, bien sean particulares o públicos,
legítimos o espurios, acuñados en los diferentes momentos históricos de la
humanidad, relacionados con la situación económico-ideológico-política imperante
en la sociedad; en cada uno de ellos se determinan diferentes formas de
utilización de los recursos, los actores participantes y la forma como se distribuirán
los resultados y dividendos de la operación.

Según lo anterior, para los tiempos recientes y en contexto a nuestro objeto de


análisis (el ambiente desde la perspectiva política), Arlucea (2006, p. 99), a partir
del renacimiento, propone: “esta conexión entre forma de uso de la biodiversidad y
desarrollo, implica alimentar un proceder utilitarista, por propia definición, abocado
a su agotamiento…El crecimiento infinito dentro de un medio ambiente finito es,
obviamente, imposible”.

Más adelante, el autor resume, citando a Orton (1996) que “Buscar la


sustentabilidad bajo el capitalismo en que nos hallamos es mera ilusión” (2006, p.
101); esta es una concepción fatalista que resulta de la profunda debilidad
institucional y de la incapacidad ejecutoria de los estados, que se ven impotentes
en la acción de convocar a sus gobernados en procura de un objetivo común.

1.2. ¿Qué es la cultura?

Es difícil definir la cultura en una perspectiva cerrada, dadas las múltiples


representaciones, escenarios y contextos sobre la base de los cuales se
comprende el concepto, desde diferentes perspectivas y acepciones; sin embargo,
para el caso de este módulo, conviene aproximarnos desde la perspectiva
sociológica. Al respecto, rescatamos el aporte de José Herrero (2002), quien cita a
Spradley & McCurdy (1975), según los cuales, podríamos definir la cultura como

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“el conocimiento adquirido que las personas utilizan para interpretar su experiencia
y generar comportamientos”.

Resalta Herrero (2002) que la idea de cultura “se refiere a los comportamientos
específicos e ideas dadas que emergen de estos comportamientos, y Sociedad se
refiere a un grupo de gente que “tienen, poseen” una cultura”. A partir de esta
reflexión, rescata la propuesta de Clifford Geertz (1957), según lo cual podríamos
definir la cultura vinculada a la sociedad como aquella “trama de significados en
función de la cual los seres humanos interpretan su existencia y experiencia, así
mismo como conducen sus acciones; la estructura social (sociedad) es la forma
que asume la acción, la red de relaciones sociales realmente existentes. La cultura
y la estructura social (sociedad) no son, entonces, sino diferentes abstracciones
de los mismos fenómenos”.

Podríamos encontrar, al respecto de la cultura, diversas posiciones teóricas


abordadas desde diferentes núcleos disciplinares. Para este caso y en espera de
articular 3 grandes universos (la política, la cultura y el territorio expresado en el
ambiente), propongo traer a colación un interesante escrito de Bruner, J., (1998)
publicado en “Realidad mental y mundos posibles”, en el cual propone la teoría del
desarrollo como cultura, desde planteamientos de grandes autores de la
sociología y la filosofía.

Rescato uno de sus apartes, para invitar a la lectura, y resalto su enunciado de


cierre en el que Bruner (1998) afirma: “El poder para recrear la realidad, para
reinventar la cultura, llegaremos a admitir, es el punto donde una teoría del
desarrollo debe comenzar su discusión sobre la mente”.

Para profundizar sobre el concepto de cultura como esa transacción de


imaginarios, representaciones, tradiciones, espacios físicos y no físicos, los
invitamos a leer “Teoría del desarrollo como cultura” de Jerome Bruner en el
siguiente enlace:
Texto: La teoría del desarrollo como cultura

En él, se explica la relación entre cultura y desarrollo humano.

Como resultado de la lectura, podemos concebir la cultura como esa transacción


de imaginarios, representaciones, tradiciones, espacios físicos y no físicos a los
que el individuo asigna significados o significaciones y sobre la base de los cuales
estructura sus actuaciones y actividades tanto de manera individual como en
comunidad. También, podríamos afirmar que la cultura está mediada por aquello
que es socialmente permitido y legalmente aceptado, por ejemplo, la ablación
permitida en algunas culturas se concibe como un atentado a los derechos
humanos en otras, así como la pena de muerte y la lapidación, entre otros.

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La cultura también encuentra asidero fundamental en el lenguaje como moneda de
transacción y en el territorio como escenario de interacción; por ello, las
expresiones tradiciones y concepciones culturales pueden variar inclusive en dos
municipios vecinos que comparten una zona geográfica, pero han apropiado sus
territorios de maneras diferentes. Dado lo anterior, podemos comenzar a ligar la
política, la cultura y el territorio comprendiendo que, en cada escenario, hay
mediaciones diferentes determinadas por sus actores que, para cada caso, son
exclusivas.

Claro, no podemos generalizar y lanzar juicios masivos al referirnos a la población


de estudiantes y su posición política respecto al aborto; convendría determinar
cuáles estudiantes, de qué territorio, de qué género, de qué grupo etario?, etc, etc.
Por ello, debemos aproximarnos a comprender el pensamiento y la orientación
política, que se expresa a partir de las posiciones y concepciones sociales,
económicas, culturales y demás, y generalmente están orientadas por lo que
conocemos como las ideologías políticas.

Para comprender una perspectiva diferente de lo que se entiende como cultura,


vale la pena revisar la entrevista de Alex Huerta.

En ella, se explica la importancia de los grupos subalternos en la construcción de


una cultura nacional y el estudio de la cultura popular tomando como ejemplo
situaciones del Perú.

1.3. Ideologías políticas

Respecto a las ideologías políticas, plantea Althusser la tesis según la cual Marx
se ve obligado a desarrollar una teoría de las ideologías y que, por lo tanto, en sus
obras: “Se verá entonces que una teoría de las Ideologías se basa en última
instancia en la historia de las formaciones sociales, por lo tanto de los modos de
producción combinados en ésta y de las luchas de clases que en ellas se
desarrollan (Althusser, 1988, p. 27)”.

En el marco del proyecto Ágora, Domínguez & Piedrahita (2008) resumen las
ideologías políticas en cuatro líneas de tiempo relacionadas directamente con las
edades históricas de la humanidad, a saber: Antigua, Media, Moderna y
Contemporánea, para las cuales se destacan, entre otros, el Budismo,
Cristianismo, el Islamismo Religioso, el Hinduismo, el Anarquismo, el Comunismo,
el Conservatismo, el Fascismo, el Islamismo Político, el Liberalismo, el
Nacionalismo, el Nazismo y el Socialismo.

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Resalta el proyecto Ágora cómo, para la edad Contemporánea, las ideologías más
relevantes son el Ecologismo, el Feminismo, el Neoliberalismo, el Populismo y el
Pragmatismo. Sobre el particular y como es apenas natural al hablar de política,
territorio y cultura, retomaremos algunas de las anteriores con el fin de profundizar
y concretar el análisis en este módulo.

Como conviene para contextualizar y conceptualizar, concebimos como “ideología


política” y de acuerdo con la Biblioteca Virtual del Banco de la Republica (2002)
aquel “conjunto de ideas o postulados que buscan regir todo el conjunto de
instituciones políticas de un Estado, una sociedad o una población. […] no
funcionan en un momento determinado, por el contrario, buscan perdurar en el
tiempo y nacen como respuesta, la mayoría de veces, a otra ideología política en
furor en una época determinada”.

Como es característico en estos ejercicios de aprehensión de conceptos y más en


las disciplinas humanas y sociales, como se ha visto, para cada término hay
múltiples acepciones y significaciones; de igual manera ocurre para el caso de las
ideologías.

Para distinguir varios grandes grupos desde los cuales pueden comprenderse las
ideologías, los invitamos a revisar el siguiente vínculo:
Texto: Ideología política

En él, gracias al aporte de la Biblioteca Católica Digital, Norberto Bobbio sintetiza


los tres principales significados de la ideología política.

Tantas y tan variadas definiciones llevaron al desarrollo de diferentes esquemas


de clasificación de los tipos de pensamiento político o ideologías. Existen diversos
criterios de clasificación, pero el profesor Andrés Luetich decidió separarlos en tres
grandes grupos, a saber: si su sentido tiene primacía por el grupo o por el
individuo, si acepta o rechaza la propiedad privada y si tienen relación o no con el
mito racionalista del progreso (2002):

Primer criterio de clasificación: Primacía del individuo o del grupo

El hombre, tal como lo conocemos, vive en relación con otros hombres. No hay
sociedad sin individuos ni individuos sin sociedad. Al reflexionar sobre esta mutua
relación, algunos autores asignan mayor importancia a uno de los dos términos y
colocan al otro a su servicio. Según este criterio, las cuatro ideologías políticas
fundamentales pueden ser divididas en dos grupos: las totalistas, socialismo y
nacionalismo, que priorizan al grupo; y las individualistas, liberalismo y
anarquismo, que dan prioridad al individuo.

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Segundo criterio de clasificación: Aceptación o rechazo de la propiedad
privada

La propiedad de los bienes es un tema de suma importancia para los intelectuales.


Del régimen de propiedad depende, en definitiva, toda la organización económica
de la sociedad. Algunos autores entienden que en la propiedad privada de los
medios de producción reside el origen de todos los males sociales; otros, por su
parte, la consideran indispensable para la marcha de la economía y para el
ejercicio efectivo de la libertad individual.

Según este criterio, las cuatro ideologías políticas fundamentales pueden ser
divididas en dos grupos: las contrarias a la propiedad privada, socialismo y
anarquismo; y las que están a favor de la propiedad privada, liberalismo y
nacionalismo.

Tercer criterio de clasificación: Relación con el "mito" racionalista del


progreso

¿Es la Historia un camino gobernado por un sentido, por una ley racional que la
rige y orienta más allá de las decisiones de los individuos y los grupos hacia un
destino de perfección? Muchos lo creen así y piensan y actúan convencidos de
colaborar con el desarrollo que la Historia impone al hombre en cuanto camino de
paulatino perfeccionamiento.

Otros, por el contrario, descreyendo de todo finalismo, basan sus propuestas en la


decisión personal de individuos o grupos limitados sólo por su contexto y su propia
capacidad, o aceptan un cierto finalismo pero de tipo romántico, no racionalista,
cuyos protagonistas son los pueblos con sus particularidades. Según este criterio,
las cuatro ideologías políticas fundamentales pueden dividirse en dos grupos: las
progresistas, socialismo y liberalismo; y las románticas o no racionalistas,
anarquismo y nacionalismo”.

La era contemporánea y la denominada posmodernidad o segunda modernidad,


para algunos, junto con la revolución de la comunicaciones, propiciaron la
generación de nuevas corrientes sobre las cuales recaeremos más adelante, por
ejemplo, los denominados Ecosocialismo, Anarcoambientalismo y Ecofeminismo,
entre otros, que, quizás difícilmente, estarán enmarcados en la clasificación
propuesta por Luetich, pero sin lugar a dudas veremos que comparten elementos
comunes.

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Como puede deducirse, el sujeto social se construye a partir de la cultura y más
aun de las ideologías políticas. Como proponen Althusser y Laclau, esa relación
consolida lo que podríamos denominar como identidad de los sujetos.

Para comprender las implicaciones de las ideologías en la conformación de la


identidad social del individuo, es decir, su pertenencia un grupo social, los
invitamos a revisar el siguiente vínculo:

En él, encontrarán la lectura “Ideología, Identidad y Cultura”, escrita por Rafael


Gallegos, quien explica cómo la cultura es una serie de identidades definidas por
ideologías que, a su vez, dan una interpretación y visión del mundo, los objetos,
usos y costumbres.

1.4. La cultura como expresión del ser político

Con la información previa, podremos concebir, entonces, una dimensión


articulada, en la cual se relacionan los conceptos de cultura, política y territorio;
ahora, es necesario comprender cómo se establece esa relación. Al respecto,
González, Ladrón de Guevara & Valencia, Cuellar (2012) proponen a la cultura
como una “propiedad emergente de la naturaleza”, enfatiza González en cómo, a
partir del saber científico y el conocimiento que nos permite comprender la
naturaleza desde los fenómenos físico-químicos, también construimos cultura,
pese a que no podamos explicarla desde estos saberes.

Lo anterior se presenta en razón a que, como proponen los autores mencionados


(2012): “El saber constituye un universo simbólico colectivo y se expresa por
ejemplo en la instrumentalidad tecnológica representada por el sistema de
comunicaciones planetario que genera la virtualidad como una nueva propiedad
emergente de la cultura”.

Así mismo ocurre con el pensamiento político, el cual es generado a partir de las
experiencias de vida propias, concepciones culturales, espacios de interacción
social, territorios socialmente apropiados, etc. Dos personas que hacen parte de
una comunidad, de edades similares, condiciones similares y experiencias
similares seguramente podrán compartir una tendencia de pensamiento, pero no
compartirán totalmente una ideología o posición política, dado que su equipaje
sociocultural difiere por la medicación de sujetos, representaciones, imaginarios e
interpretaciones diferentes.

La cultura es, en esencia, la provisión del pensamiento político individual y el


asidero del pensamiento político colectivo; el reconocimiento entre sujetos
comunes que comparten costumbres, la identidad y las carencias compartidas

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proveen la fuente de la orientación política en los sujetos. Es decir, una sociedad
en la cual se respeta y protege la propiedad privada como eje transversal de la
construcción socioeconómica, proveerá individuos que necesariamente estarán en
acuerdo o en desacuerdo de la propiedad privada desde el aspecto político, y ello
estará mediado básicamente por sus intereses, sus carencias o sus costumbres.

El tránsito del estado de naturaleza al estado de sociedad, altamente influenciado


por la aparición del concepto de la propiedad privada y el comercio, consolidó la
relación social de los seres humanos a partir de la renuncia de parte de su libertad
como costo del beneficio de protegerse mutuamente y ordenar sus vidas en
procura de hacerse realmente iguales.

En este proceso, la cultura, entendida como ese equipaje sociocultural de


generaciones que es transmitido a cada individuo, jugó un papel, más que
trascendental, definitivo, pues el individuo ya no era obligado a vivir en comunidad,
sino que, por el contrario, lo elegía libremente.

De acuerdo con lo anterior, parafraseando a Lapierre, podemos comprender que


el hombre es un animal social y sociable, pues vive siempre en grupos
organizados y regulados; es, además, un animal naturalmente político porque su
existencia se desarrolla en sociedades compuestas de una multitud de grupos
menores articulados y regulados (de parentesco, locales, profesiones, etc.) que
integran cuerpos políticos.

Para comprender de una forma mucho más gráfica y didáctica la relación


propuesta entre el hombre, la cultura, la política y la sociedad, los
invitamos a revisar el siguiente vínculo:
Presentación: El hombre, la cultura y la sociedad
Allí, encontrarán un excelente aporte del Maestro Juan F. Herreros F.,
quien explica la relación entre cultura y política, y presenta aclaraciones
sobre estos dos conceptos.

La cultura también se encargó de masificar y difundir, tanto como de restringir y


limitar, las ideologías a partir de las expresiones artísticas y las mismas tradiciones
culturales; así, el pensamiento político de los sujetos colectivos es transmitido
mediante el traspaso cultural y delimitado por la estructura institucional y los
regímenes de gobierno.

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Las manifestaciones culturales son, ante todo, el reflejo de una expresión política,
de un momento histórico y, a su vez, son vehículo de transmisión de un sentir
político o ideología. Claro, no toda expresión cultural es una manifestación política,
pero todo sí tiene un sentido político en su sentido de construir comunidad.

Los invitamos a contextualizar la reflexión sobre las expresiones


culturales, el sentido y las manifestaciones políticas en la construcción de
comunidad, en el siguiente vínculo:
Texto: La relación entre la cultura y política según la visión de Carlos
Fuentes
En él, el escritor mexicano Carlos Fuentes da un aporte respecto a esa
relación existente entre política y cultura expresadas en el caso
Latinoamericano.

Finalmente, a manera de conclusión del tema y de la primera parte de la unidad,


es necesario repensarse y replantear la concepción de cultura como un bien de
posesión local. Actualmente, todas las relaciones se plantean a nivel global; en
este sentido, conviene rescatar el maravilloso aporte del maestro Benjamín
Martínez, según el cual, el orden social en la actualidad se establece en términos
mundiales y cosmopolitas.

Al respecto, Martínez Solano (2013) propone:

El problema fundamental de la relación entre política, economía y la cultura es cómo


lograr un mínimo de articulación, a partir de un marco de comprensión ideológico en
donde el factor cohesionador sea la aceptación de la pluralidad planetaria y, al
mismo tiempo, se propenda por la unidad en un contexto de diversidad. En un
contexto en donde se ha agudizado el problema de la tensión entre hegemonía
cultural y el respeto a diversas formas de vida, se plantea el valor del individuo, el
valor de la comunidad y la construcción política de la sociedad civil, para regular e
institucionalizar los conflictos, desde una ética de la justicia y del bien común .

Tema 2: marcos de referencia para la sostenibilidad


ambiental
A diferencia de los marcos conceptuales que se exploran en el curso “Contexto de
la educación para la sostenibilidad ambiental”, en esta unidad, se exploran los
referentes contextuales necesarios para aproximarse a la comprensión de los
actuales fenómenos sociales. Entenderemos estos últimos como todas las
interacciones en el ámbito social, económico, cultural, político y demás

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dimensiones del desarrollo occidental y su relación con nuestro objeto de estudio:
la sostenibilidad ambiental.

Recientemente, hemos asistido a la popularización y masificación de términos y


estructuras de poder que otrora parecían ajenas desde lo local. Es bastante
paradójico pensar en la comunidad desde pequeño negocio de subsistencia como
una panadería o una miscelánea y articularlas al concepto de globalidad con
titanes como Monsanto y Mac Donalds. Por ello, es prudente analizar y
comprender este tipo de fenómenos con el fin de vincularlos a la realidad local y, a
partir de allí, intervenir las problemáticas socio-ambientales.

2.1. Capitalismo, sostenibilidad y democracia

El capitalismo, afirma Marx (1867, p. 1), en la más sucinta y concreta de las


formas, “es un sistema de producción de mercancías”. Claro está, para la época,
el joven Marx se limitaba a describir el funcionamiento del sistema económico y,
posteriormente, se daría a la tarea de profetizar respecto del futuro del mismo,
mientras que, en otra escena, procuraría articular la propuesta política weberiana
tratada anteriormente.

Para el siglo XX, desde perspectivas complejas más elaboradas, diversos autores
promueven la concepción del capitalismo como sistema social histórico,
determinado por características políticas propias, en el marco de condiciones
económicas específicas.

Lo anterior está muy en acuerdo con lo planteado por Werner Sombart rescatado
por Dobb (2005), quien expone cómo en diferentes épocas reinan diferentes
actitudes económicas y cada una de ellas crea su propia organización, en un
esfuerzo por relacionar las diferentes dimensiones que interactúan en el sistema.

Desde el estado de naturaleza del ser humano hasta la revolución tecno-científica,


pasando por el surgimiento y consolidación de la propiedad privada, la renta y la
plusvalía, tal y como propone Mises (1996, p. 73), “la historia de la humanidad es
la historia de la propiedad privada” y, para efectos de este trabajo, podría
afirmarse, también, que la historia de la política económica liberal y, en general,
del “Liberalismo”, es la historia de la propiedad privada.

Este escenario asignaba al hombre común la total supremacía sobre la creación,


sobre lo creado y lo no creado. Entonces, como rechazo al Estado absolutista y en
el fulgor del siglo de las luces, la reforma protestante y el reclamo de una sociedad
aconfesional (Laicista) sobre el fundamento de la Libertad, el imperio de la Ley, la
igualdad y la Propiedad Privada, se funda el pensamiento liberal de la mano de un
viejo conocido olvidado siglos atrás: la Democracia.

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El imperio de la Ley establecido para proteger el estado de Libertad del individuo,
también protege ahora el régimen de la propiedad privada. En palabras de Mises
(1996, p. 36), “los principios del liberalismo se condensan en una sola palabra:
“Propiedad” es decir, control privado de los medios de producción”. Junto con la
masificación del comercio surgen la acumulación, la valorización, la generación de
plus-valor, el transito del valor de uso al valor de cambio y la división del trabajo
(entre otros) que consolidan el sistema económico capitalista moderno, y su faro
de interacción e interrelación: El Mercado.

Este “Mercado” es resultado de un proceso político amalgamado en el marco


evolutivo de un régimen económico, incipiente en el tránsito del Medioevo a la
Modernidad, pero completamente consolidado en nuestros días. Este génesis
entretejido del aporte proveniente de la Economía y la Política, aun ahora, persiste
y, muy por el contrario, no se agota, se fortalece en un hilo conductor “umbilical”
entre las dos dimensiones, entre las cuales circula “El Poder” en las definiciones
de Weber y Foucault expuestas anteriormente.

En la actualidad, al hacer referencia al “poder político” y sobre el fundamento de la


introducción al concepto de “Política” abordado anteriormente, es posible inferir
que el planteamiento aristotélico es complementado e impregnado fuertemente por
los nuevos proyectos de humanidad y los nuevos paradigmas sociológicos,
filosóficos, científicos y económicos, entre otros, que lo proponen como concepto
complejo, multivariado, metadimensional e inmerso en una nueva sociedad
globalizada.

Según lo anterior, es precisamente esa nueva concepción de


metadimensionalidad la que nos permite abordar por qué el poder político
depende del capital económico y por qué el discurso del desarrollo sustentable se
propone como una estrategia del poder económico, como ejercicio de control
político en una suerte de “Plutonomía” ejercida desde la minoría que controla la
mayor porción de capital; esto, claro está, retomando el concepto del control
político ejercido por la minorías.

Entendido esto, entonces, la acumulación primitiva propuesta por Marx da paso a


la acumulación y expansión transnacional del capital, con los consabidos
fenómenos de centralización y concentración de este. Lo anterior se traduce en
pocos individuos controlando la mayor parte del capital económico, capital que
sirve de insumo al desarrollo, a la consolidación del Estado y del proyecto de
Nación.

Así pues, la primera cuestión que salta a la vista al intentar delimitar el marco de
análisis al hablar de democracia y desarrollo sustentable es que, precisamente, al
hablar de desarrollo sustentable, debemos referirnos al sistema económico de
mercado o sistema económico capitalista, toda vez que, como se detalló

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anteriormente, la tendencia desarrollista se enquista en este contexto de
pensamiento liberal; así mismo ocurre con la democracia.

Según Gabaldón, A. (2002, p. 1), “no cabría concebir una democracia liberal sin
una economía de mercado”. Como se plantea a lo largo de este curso, no es
posible concebir un desarrollo sostenible, y menos aún una sociedad, en el marco
de la sostenibilidad sin una democracia plena.

Esta relación Democracia – Desarrollo ha sido analizada profundamente y,


actualmente, nadie duda de la necesidad de un estado simbiótico entre las dos
dimensiones tal y como procura establecer Max-Neef (1998), quien enfatiza en
que el objetivo de este “apunta hacia una necesaria profundización democrática.

Al facilitar una práctica Democrática más directa y participativa se puede contribuir


a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado latinoamericano, en
rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y
resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las
personas” (p. 30).

Por lo anterior, la sustentabilidad como objetivo del desarrollo debe procurar no


solo el equilibrio entre las dimensiones social, ambiental y económica, triada
fundamental del discurso del desarrollo sustentable, sino que debe garantizar el
fortalecimiento, evolución y avance de dimensiones como la Política (y en este
contexto la Democracia), la Cultura y la Ética en procura de construir una sociedad
mejor.

Propone Gabaldón A. (2002) cómo en el marco de una democracia liberal


moderna se inducen dos procesos:

Por un lado, ofrece la oportunidad para que las fuerzas sociales puedan movilizarse
en defensa de la calidad de vida, abogando por un desarrollo sustentable y
emplazando al estado a cumplir sus responsabilidades. Por otro, permite que a
través del debate se tome conciencia y se promuevan cambios de diferente
naturaleza requeridos para alcanzar un desarrollo con tales características (p. 1).

Respecto de la democracia, de forma taxativa, se puede decir que existen


diferentes tipos: directa - participativa, indirecta - representativa semidirecta,
democracias más o menos desarrolladas, de mayor o menor calidad o niveles de
desarrollo democrático diferentes, por ejemplo, democracias plenas (Full
Democracies), democracias defectuosas (Flawed Democracies), regímenes
híbridos (Hybrid regimes) y regímenes autoritarios (Authoritarian regimes).

Comprendemos que, en una democracia desarrollada, las formas mediante las


cuales se ejerce el poder legítimo tienen menores niveles de control surgidos de
intereses políticos, de grupo, económicos o individuales que en las democracias

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de menor calidad. Esto se presenta en razón a que, como propone Morlino, citado
por Duhem (2006, p. 59), una democracia de calidad es: “aquella que presenta
una estructura institucional estable, que hace posible la libertad e igualdad de los
ciudadanos mediante el funcionamiento legítimo y correcto de sus instituciones y
mecanismos”.

En una democracia deficiente, es decir, una democracia en la que no se cumplen


los supuestos democráticos mínimos o, según Duhem (2006), una democracia en
la que no sea posible para los ciudadanos que “además de elegir a sus
representantes puedan sancionarlos, vigilarlos y exigirles que tomen decisiones de
acuerdo a sus necesidades y demandas” (p. 59), aun en presencia de un estado
social de derecho, prolifera la corrupción, se violan las libertades, se limita e,
inclusive, se coarta la libertad de expresión, en tanto que la participación se
reduce a la representación y consulta, entre otros vicios democráticos de grave
repercusión.

En un sistema democrático de baja calidad, la posibilidad de intervención de


organizaciones, corporaciones, grupos o individuos con capacidad de ejecutar
algún tipo de control mediante el ejercicio de poder es peligrosamente alta y
promueve la toma de decisiones y el encausamiento del proceso de desarrollo de
nación en beneficio de intereses particulares (minorías) y no del beneficio
colectivo.

Los procesos y resoluciones deberían procurar el incremento del bienestar de la


sociedad en su conjunto; en este contexto, Gabaldón (2002) afirma que sería fácil
“inferir, además, que para la consecución de un desarrollo sustentable es
necesario un proceso continuo de reformas políticas y sociales para mejorar
progresivamente la democracia” (p. 3).

En síntesis, puede afirmarse que un alto nivel de desarrollo democrático puede


propiciar bases sólidas para la concreción de un proyecto de nación en el marco
del desarrollo sustentable o un proyecto de nación sustentable en el tiempo; este
nivel de desarrollo democrático está directamente relacionado con la fortaleza del
Estado y sus instituciones y, a su vez, este proyecto (sustentabilidad –
democracia) solo puede existir en naciones liberales en el marco de un sistema
económico de libre mercado.

Para un mejor análisis del concepto de cultura orientado hacia la


identificación de los mecanismos que subyacen a la relación entre la
democracia, la cultura y el desarrollo, los invitamos a revisar el siguiente
vínculo, texto: Democracia cultura y desarrollo
En este documento, Pablo Abitbol platea una ampliación de la etnografía
analítica y de un esquema de intervención basado en el diseño de
situaciones hacia una economía política cultural del desarrollo humano.

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2.2. Globalización, sistema económico y lógicas de mercado

Con en el fin de aterrizar la perspectiva de análisis acá propuesta, conviene


esbozar de forma muy superficial el génesis del sistema económico y su relación
con el sistema político. Para esto, debemos remontarnos a la teoría económica
(Keynesiana), desde la cual se supone al mercado como ese espacio (físico o
virtual) en el que interactúan libremente oferta y demanda en la confluencia de
compradores y vendedores; supone, también, que este mercado está regulado por
un sistema de precios que, en una situación ideal (mercado perfecto), es
autorregulado por una suerte de fuerza invisible que equilibra la confluencia oferta-
demanda y el nivel de precios. Este mercado es el eje central de la política
económica liberal y el nodo articulador de la hoy reinante Economía de Mercado o
Sistema Económico Capitalista.

En una breve revisión histórica, los estudiantes pueden comprender cómo la lógica
del mercado en el marco del sistema capitalista está atada necesariamente al
crecimiento económico y a la acumulación constante, teniendo en cuenta que los
mercados son finitos y en algún momento deben saturarse. También, debemos
echar mano de un nuevo concepto: la expansión; para el crecimiento económico
se requiere producción y acumulación, las cuales no podrían existir en un sistema
finito, por lo cual, ante la saturación de un mercado, la lógica capitalista obliga a la
expansión.

Otro de los factores a analizar en el contexto de la economía capitalista es la


tendencia a la sobreproducción, básicamente, generada por el decrecimiento de la
tasa media de ganancia. Este fenómeno es controlado mediante el consumo
desbordado o consumismo, es decir, ese consumo adicional a la satisfacción de
las necesidades del consumidor, el cual puede ser promovido por diversos
escenarios, por ejemplo, el crédito, la moda, la publicidad, la obsolescencia
programada, etc.

De acuerdo con el anterior contexto, podemos entender que el sistema


económico, en sus inicios y durante más de 3 siglos, se estructuró sobre las
premisas expuestas por autores como David Ricardo, Adam Smith, Carl Marx,
Joseph Shumpeter, entre otros. Algunas de las premisas son la teoría de la mano
invisible que regula el mercado, la ventaja absoluta y la especialización de la
producción, el equilibrio económico general desde el desarrollo y el crecimiento, la
dialéctica del capital y las ventajas comparativas.

La ruptura de las relaciones económicas tradicionales mediante las cuales se


aprovechaban las ventajas comparativas, y la aparición de la división del trabajo y

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de las cadenas de producción son el caldo de cultivo para la emergencia de la
globalización económica.

La globalización no es un fenómeno reciente; podemos encontrar fenómenos de


gran expansión comercial a nivel histórico como la china antigua, los fenicios, el
auge del imperio romano y el mismo descubrimiento y posterior colonización de
américa. Tampoco podemos referirnos a la globalización como un fenómeno
netamente económico, dado que es fácil identificar desde procesos de
globalización cultural como la unificación de idiomas o de religiones y
cosmovisiones, hasta la denominada globalización ecológica.

En este proceso de liberalización de la economía, el Estado pierde su función de


regulador en el marco de los regímenes democráticos y pasa a convertirse en un
garante del ejercicio comercial y un mediador de la actividad financiera. Con esto,
pierde una porción importante de legitimidad y gobernabilidad, en razón a las
consecuencias e implicaciones en los aspectos sociales, ambientales, culturales y
políticos del ejercicio económico.

Les sugerimos revisar el siguiente enlace, con el fin de realizar un mejor


análisis del proceso de globalización económica:
En él, encontrarán un recurso didáctico propuesto por el Banco de la
Republica de Colombia, adaptado para comprender, de manera clara y
sencilla, las ideas esenciales sobre la globalización, sus fundamentos
conceptuales y su evolución histórica.

Comprendemos la globalización en el contexto de la economía de mercado y


podemos definir, entonces, a la lógica de mercado como esa racionalización de las
cosas mediadas por un intercambio artificial que determina una única realidad, el
cual, desde un imaginario de legitimidad, necesidad y dependencia, rige y regula
la sociedad.

Para profundizar en el tema de la globalización y la lógica antilógica del


mercado, los invitamos a revisar el siguiente video:
http://www.youtube.com/watch?v=9WTv1XZ6Jy4

En él, se puede revisar la perspectiva propuesta por el célebre Noam


Chomsky sobre el tema en estudio.

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Definidos los conceptos, conviene centrarse en el análisis de las repercusiones
que la interacción de estos fenómenos genera, las cuales, básicamente, se
resumen en la eterna confrontación Desarrollo Vs Subdesarrollo, Países ricos Vs
países pobres, primer mundo Vs Tercer mundo. Como proponen Mateus &
Brasset (2002), “la cuestión central del modelo “globalización” parece ser, si los
países latinoamericanos pueden alcanzar un proceso de desarrollo integral
mientras persiguen un proceso de puro crecimiento, o si tendrán que buscar otro
modelo para asegurarse de un progreso más auténtico”.

Esa permanente lucha se desarrolla en el escenario económico y su herramienta


de interacción es el mercado, el cual involucra la lógica de consumo y
acumulación del capital, así como el papel mediador del Estado, en el marco de la
provisión de recursos naturales para la activación del proceso económico.

Para un mejor análisis de la lógica del consumo, los invitamos a revisar el


siguiente video denominado “la historia de las cosas”:
Annie Leonard expone las causas, consecuencias y soluciones de la
problemática ambiental generada por el mercado.

2.3. Política para la sostenibilidad ambiental

Como consecuencia de la COP 15 (Conferencia de las partes sobre Cambio


Climático) celebrada en Copenhague, Dinamarca, criticada por la ausencia de
resultados y/o propuestas vinculantes desde las naciones desarrolladas para
mitigar las afectaciones y las causas del Cambio Climático, se desarrolló una
cumbre alternativa, “El Klimaforum”, del que surgió el documento conocido como
“Declaración de los pueblos, cambiemos el sistema, no el clima”.

En palabras de Guzmán (2010, p. 320), este “texto reconoce que la actual crisis
reviste aspectos económicos, sociales, ambientales, geopolíticos e ideológicos
que se afectan y fortalecen mutuamente”; estos aspectos desbordan la receta de
desarrollo sustentable.

La pobreza de los compromisos de la cumbre, en el marco de la farmacopea


neoliberal, la movilización científico-social y el impacto geopolítico de la misma, se
convierte en el punto de partida de la aproximación a la investigación teórica de
este documento, toda vez que, en consideración del autor de este trabajo, el
discurso de Desarrollo Sustentable, necesariamente, debe “Desarrollarse” y

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evolucionar hacia un nuevo escenario que garantice efectivamente la
“Sustentabilidad del desarrollo”, en todas sus dimensiones y adjetivos.

Este nuevo desarrollo deberá trascender la cerca que lo impone como teoría
económica y establecerse como un nuevo paradigma de pensamiento de la
humanidad en su conjunto. Así lo argumentan Max Neef, Elizalde, & Hopenhayn
(1986), quienes invitan a “reconocer la incompletitud e insuficiencia de las teorías
económicas y sociales que han servido de sustento y orientación a los procesos
de desarrollo hasta el presente”.

Así pues, el “Desarrollo” debe ser sustentable para que pueda denominarse como
tal. Cualquier forma de desarrollo que no garantice la sustentabilidad no podrá
entenderse como desarrollo; por ello, la sustentabilidad, como principio, debe estar
implícita en el proceso.

Si bien es cierto que este puede descansar en tres pilares fundamentales, a saber,
lo Ambiental, lo Social y lo Económico, también lo es que deberá establecerse
como base ineludible para la sustentabilidad del proceso de desarrollo la
Dimensión Cultural. Esta dimensión fue aprobada como cuarto pilar del desarrollo
sostenible por la organización mundial de ciudades (CGLU) mediante declaración
de 2010, junto con la Política y la Ética.

El imaginario o idea reinante del desarrollo sustentable se relaciona, en mayor


medida, con el componente ambiental seguido por el económico;
institucionalmente, además de los dos anteriores, se promueve el componente
social y ahora el cultural como pilares estructurales del mismo.

En la actualidad, se propone la inclusión de la política y la ética como dimensiones


estructurales en el proceso de desarrollo, aunque ya no se habla de un desarrollo
sustentable, desde un enunciado teórico formal establecido mediante el discurso,
sino de un desarrollo que garantice la sustentabilidad.

En la teoría del desarrollo, se establece de forma inmanente “el control” desde el


ejercicio del poder; sin embargo, la inclusión de las dimensiones Política y Ética en
el proceso de desarrollo puede proporcionar un viraje trascendental en la
significación ideológico-política del mismo y en la concepción de sus estrategias.
En un nuevo desarrollo o desarrollo alternativo, la sustentabilidad es el principio
transversal; esto implica que, a mayor nivel de desarrollo de cada una de sus
dimensiones, debe entenderse que se consolidará una mayor sustentabilidad.

El establecimiento de la “Ética” como dimensión estructural del “Desarrollo”


proporciona una nueva perspectiva del control ejercido por las superestructuras y
máquinas de poder. Esto ocurre toda vez que el autocontrol surgido desde la
concepción Ética otorga a los sujetos (individuales y sociales-colectivos) el poder

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de determinar tanto el tipo, como el nivel y los objetivos de desarrollo que se
ajustan a sus necesidades y la forma que mejor puede ser utilizada para
satisfacerlas de acuerdo con el desarrollo de sus potencialidades.

Según este marco de reflexión, se infiere que, así como la “Justicia” contempló, en
su tiempo, grandes inconvenientes para su materialización, dada la profunda
subjetividad tanto individual como colectiva que encierra, así mismo, la Ética
deberá establecer acuerdos mínimos que permitan normalizarla y generalizarla en
alguna medida. En palabras de Honneth (2009, p. 113), se trata del “intento de
proceduralizar la Ética”.

Respecto a la penetración de la Dimensión Política en el Desarrollo (la cual no


debe darse por entendida e inmersa en el mismo por el mero hecho de existencia
de un sistema político), ésta tendrá la misión de fortalecer y desarrollar el sistema
democrático, como principal vía de intermediación entre el individuo socio-político
y el Estado. Es a partir de la dimensión política del desarrollo que deben
establecerse los arreglos jurídicos que garanticen el cumplimiento de lo
socialmente concertado y éticamente establecido; desde allí, el ejercicio del poder
se hace efectivo para la sociedad.

Puede considerarse, entonces, una nueva dinámica del proceso de desarrollo, ya


no fundado en cuatro dimensiones principales, ambiental, social, económica y,
recientemente, la cultural, sino en, por lo menos, seis con la inclusión de la
dimensión Ética y la Política. En esta situación, ya no se contempla la
sustentabilidad como argumento retórico y legitimador del sistema económico
reinante, sino como principio transversal y objetivo último del desarrollo.

El concepto de restricción forma parte fundamental de la propuesta de Desarrollo


Justo Concertado, en razón a que se considera que el desconocimiento de la línea
invisible del límite en el desarrollo invita a la promulgación del crecimiento
económico permanente y sostenido de manera indiferente a la satisfacción de las
necesidades efectivas y propias de cada contexto y de cada sociedad.

En un desarrollo alternativo, el Estado cobra vital importancia puesto que, lejos de


propiciar una política intervencionista de corte socialista, debe “meter la mano” en
el sistema económico y, en cooperación con la mano invisible de Smith, jalonar o
restringir, de ser necesario, el proceso de desarrollo, teniendo en cuenta las
consideraciones políticas, sociales, económicas, ambientales, culturales o éticas
concertadas. Dado lo anterior, pueden bosquejarse las principales características
de una propuesta de Desarrollo Justo Concertado desde las que se establecieron
como dimensiones estructurales del desarrollo, las siguientes (ver figura 1):

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Figura 1. Dimensiones del Desarrollo Alternativo
Fuente: Elaboración propia

El control ético al que se hace referencia surge, además de la inclusión de las


dimensiones Ética y Política, de la consolidación del principio de la Entropía desde
la segunda Ley de la Termodinámica, el cual considera la finitud de los recursos y
que el crecimiento sostenido solo es posible cuando se desconoce el límite de
disponibilidad de los mismos.

Cuando está establecido el stock máximo de “Capitales”, estos se convierten en


bienes escasos que no pueden ser reemplazados o sustituidos por otros capitales,
sino que, por el contrario, cobran valor por su mera existencia y lo incrementan en
atención al coste de oportunidad que representa utilizarlos en otras actividades.

Por ejemplo, si se contempla que la “naturaleza” o ambiente (capital natural no


construido) cumple cuatro funciones principales, a saber, Fuente de recursos,
Sumidero de desechos, Soporte de la vida, y Aprovechamiento cultural o
esparcimiento, en el momento en que se establezca la capacidad máxima para
alguna, varias o todas esas funciones y la demanda para las mismas, la
importancia puede ser determinada por el precio o el coste que representa
utilizarlos.

La dimensión política cumple un papel trascendental en el desarrollo alternativo y


justo, toda vez que el sistema político se establece como intermediario de doble
vía para la sociedad. En un sentido, es enlace entre la sociedad y el Estado, en
donde este último cumple la función de transmitir las necesidades en los diferentes
órdenes y estructurar, mediante el poder legislativo, las estrategias para su
atención. En otro sentido, de forma paralela, regula la función y la misión del
mercado (no sus actividades) en la atención de las mismas necesidades, también
desde el control ejercido en el poder legislativo.

Para las dos variables, el sistema político tiene la obligación de planificar en el


largo plazo las necesidades y las estrategias para suplirlas sobre la base de la
limitación de los recursos disponibles y la proyección de su restitución. Además,

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con el ejercicio ético (reglamentado), se exige a limitar las fugas de capitales por
las prácticas corruptas, el nepotismo, el clientelismo y cualquier forma de abuso de
poder (o vicio democrático) en beneficio de particulares con recursos del Estado o
favorecimiento para terceros, principalmente, del sistema económico, recursos
imprescindibles para potenciar y promover un verdadero desarrollo integral, el
fortalecimiento del sistema político y del régimen democrático.

2.4. Movimientos sociales para la sostenibilidad ambiental

La conferencia de Estocolmo celebrada en 1972, de la mano de la crisis del


petróleo de 1973, aunado a todos los desarrollos políticos DE…, estructuran las
grandes ideologías que caracterizan el surgimiento y las tendencias de los
movimientos sociales de corte ambiental actuales, los cuales veremos brevemente
a continuación:

Ecopacifismo

Se denomina Ecopacifismo a ese movimiento surgido de la síntesis del


ecologismo y el pacifismo. Se caracterizó por su surgimiento posguerra en Europa
y por enarbolar las banderas del movimiento antinuclear y el antimilitarismo. En la
actualidad, junto con los nuevos movimientos sociales NMS, consolida lo que se
denomina como Movimiento Alterglobalizador. Al ser el Ecologismo un movimiento
en esencia conservacionista que considera a la sociedad en un mundo separado
de la naturaleza, también promueve la no interferencia en el medio natural.

Anarcoecologismo

También conocido como Anarquía Verde, el anarcoecologismo conjuga las


propuestas libertarias del anarquismo con la satisfacción de necesidades en el
marco del total respeto a las condiciones ecológicas. Este movimiento promueve
el volver al estado de naturaleza de la sociedad en una figura política de completa
libertad sin presencia de un estado dominador. El anarquismo concibe el
establecimiento social como una confederación de comunidades autosostenibles,
fundamentadas en la agricultura, el retorno al trabajo manual y una
industrialización leve.

Ecologismo Político

El ecologismo político se establece como una corriente ideológica que se


estructura, primordialmente, en la dialéctica existente entre el productivismo y el
antiproductivismo. Es difícil ubicar este movimiento en una línea ideológica de
izquierda o derecha, en razón a que rechaza el productivismo marxista, tanto
como el capitalista. En palabras de Marcellesi (2007):

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La ecología política plantea la cuestión del sentido de la producción. Lo que nos
lleva a preguntarnos si la oposición capital-trabajo sigue todavía determinante. De
hecho, más allá del reparto equitativo entre capital y trabajo y de la colectivización
de los medios de producción, es crucial la cuestión de la orientación de la
producción. La verdadera pregunta es por lo tanto: ¿por qué, para qué y cómo
producimos? Por otro lado, la ecología política critica de manera aguda la dialéctica
y oposición clásica entre cultura y naturaleza. Frente a esta visión cientificista y
determinista del progreso, propone una “nueva alianza” (16) entre seres humanos y
naturaleza donde las sociedades humanas no viven fuera de los ecosistemas sino
que pertenecen al mundo natural con el cual mantienen una relación viva,
retroactiva y dinámica.

Para profundizar en el tema del Ecologismo político y su relación en la


dinámica sociedad – naturaleza, los invitamos a revisar una conferencia de
la Universidad Pompeu Fabra – Barcelona en el siguiente enlace:
Video: Impacto de los movimientos sociales

Ecosocialismo

El Ecosocialismo es una ideología política que amalgama los principios del


socialismo y el ecologismo. En esencia, considera que el capitalismo es
extremadamente nocivo para el establecimiento social, tanto como para el
ambiente natural. Este movimiento tiene como columna vertebral la justicia social y
encuentra inapropiado dar valor de cambio a los bienes naturales primando sobre
su valor de uso o su valor de existencia; enfatiza en el síndrome autodestructivo
del capitalismo en razón a su dinámica expansiva y de acumulación del recurso
económico dado que destruye las propias condiciones necesarias para el
desarrollo y equilibrio social.

Respecto a una definición de esta ideología, se rescata la propuesta de Lowy


(2004), según la cual, el Ecosocialismo:

Se trata de una corriente de pensamiento y de acción ecologista que hace suyos los
principios fundamentales del marxismo —debidamente desembarazados de los
residuos productivistas. Para los ecosocialistas, la lógica del mercado y la ganancia,
del mismo modo que el autoritarismo burocrático del supuesto «socialismo real», es
incompatible con las exigencias de la salvaguardia del medio ambiente natural.

El documento “¿Qué es el socialismo?”, de Michael Lowy les permitirá


profundizar en el tema del Ecosocialismo. Los invitamos a revisarlo en el
siguiente vínculo:
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Ecofeminismo

Las luchas sociales de finales del siglo XX, de la mano del papel radical ejercido
por las mujeres en la economía de la guerra y de la posguerra, aunado a las
revoluciones político-culturales posteriores a la década de los sesentas, el mayo
francés y los movimientos antirracistas, consolidaron el feminismo como
movimiento social que promovía la reivindicación de los derechos de la mujer.

Juncadella (2000) expone cómo Françoise d'Eaubonne, en 1974, “adoptó por


primera vez el término de ecofeminismo para representar el gran potencial de las
mujeres al iniciar una revolución ecológica que conllevó nuevas relaciones de
género entre hombres y mujeres y otra muy distinta entre los seres humanos y la
naturaleza”.

De acuerdo con Rodríguez & Herreo (2010):

El ecofeminismo aporta a la mirada ecológica claves relacionadas con las


diferencias de construcción de género. Muestra la importancia de reconocer las
aportaciones de las mujeres a una nueva cultura de la sostenibilidad que tenemos
como asignatura pendiente. Por un lado, se trata de visibilizar a las mujeres tanto en
sus actuaciones ecológicas cotidianas y anónimas como en las científicas o
humanísticas; por otro, de valorar prácticas del cuidado históricamente femeninas
que hoy se revelan indispensables para todos si queremos un mundo que merezca
la pena de ser vivido.

En el video del enlace que se relaciona, Yayo Herrero profundiza en el tema


del ecofeminismo y sus principales argumentos.
Video: Las respuestas a las crisis desde el ecofeminismo por Yayo Herrero

Movimientos sociales vinculados a recursos específicos

Desde diferentes vertientes políticas, se han estructurado movimientos sociales


asociados a recursos específicos; por ejemplo: por la defensa del Parque
Yellowstone, por la defensa del páramo de Santurbán, por la defensa de los
elefantes africanos, por la defensa del rio Bogotá, etc. Estos movimientos,

Autor: Diego Mauricio Rojas – versión 1.0 27

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generalmente, están interconectados por relaciones de vecindad o afinidad y son
coyunturales, es decir, una vez alcanzado su objetivo, estos son diezmados.

Tema 3. Cultura de la sostenibilidad ambiental

3.1. Procesos y factores culturales para la sostenibilidad ambiental.

El aumento de la complejidad en la relación sociedad – naturaleza, a partir del


fenómeno de industrialización incrementado en la sociedad de consumo,
promovió, desde el siglo XIX, las primeras manifestaciones de denuncia en
relación con los efectos nocivos de las actividades antrópicas en escala industrial
sobre el ambiente natural y construido, en sus diferentes dimensiones,
básicamente ligados a la salud pública, a condiciones de vivienda digna y al
deterioro de la naturaleza. Gracias a las dos primeras, de la mano de los
movimientos obreros, se consolida el génesis de los primeros movimientos
ambientalistas.

De forma paralela, los sectores aristocráticos y burgueses de la sociedad


promueven el germen de los movimientos conservacionistas, asociados a la
protección de paisajes y, más a delante, en el siglo XX, a la protección de
ecosistemas y animales específicos. Las dos guerras mundiales harían que estos
movimientos sociales adormecieran sus esfuerzos hasta la emergencia de la
generación Beat, por allá en la década de los 50, época en que se promueve una
nueva reflexión o dimensión de análisis de la relación humanidad planeta tierra.

Posteriormente, el movimiento Hippie retomaría algunas de las banderas de la


generación Beat y, a partir de esa nueva concepción, en la década de los 60, se
materializa el verdadero génesis de los movimientos ambientalistas o de los
movimientos ambientalistas modernos.

Para la época, se rescata a nivel mundial la labor desarrollada por Rachel Carson
y su libro “La primavera silenciosa”, en el cual expone magistralmente los efectos
de la industrialización sobre la naturaleza. Gracias a su popularización, permitió la
consolidación de conciencia ambiental y la proliferación de diferentes grupos de
gestión social que procuraban, si bien no disminuir, por lo menos alertar sobre los
efectos ambientales de la industrialización.

Pero fue a partir de la publicación del informe del Club de Roma “Limites del
crecimiento humano” o informe Meadows, en 1972, en que se populariza la
denominada alerta ambiental. Este informe, estrechamente ligado a la posición de
Robert Malthus expuesta en su ensayo “El principio de la población” en 1798 y su
teoría del crecimiento cero, expone la alerta en razón al agotamiento de los

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recursos y la explosión demográfica; el informe enfatiza en la necesidad de
detener el estilo de desarrollo basado solo en el enfoque de crecimiento
económico.

3.2. Ética y cultura para la sostenibilidad

El establecimiento de la “Ética” como dimensión estructural del “Desarrollo”


proporciona una nueva perspectiva del control ejercido por las superestructuras y
máquinas de poder. Esta perspectiva se refiere a que el autocontrol, surgido
desde la concepción Ética, otorga a los sujetos (individuales y sociales-colectivos)
el poder de determinar tanto el tipo, como el nivel y los objetivos de desarrollo que
se ajustan a sus necesidades y la forma en que mejor pueden ser utilizados para
satisfacerlas desde el desarrollo de sus potencialidades.

En concordancia con este marco de reflexión, debe contemplarse que así como la
“Justicia” contempló en su tiempo, grandes inconvenientes para su materialización
dada la profunda subjetividad tanto individual como colectiva que encierra; así
mismo la Ética, deberá establecer acuerdos mínimos que permitan normalizarla y
generalizarla en alguna medida, en palabras de (Honneth, 2009, pág. 113) el
“intento de proceduralizar la Ética”.

El control ético al que se hace referencia surge además de la inclusión de las


dimensiones Ética y Política, de la consolidación del principio de la Entropía desde
la segunda Ley de la Termodinámica, entendiendo la finitud de los recursos y que
el crecimiento sostenido solo es posible cuando se desconoce el límite de
disponibilidad de los mismos; cuando está establecido el stock máximo de
“Capitales”, estos se convierten en bienes escasos que no pueden ser
reemplazados o sustituidos por otros capitales, sino que por el contrario cobran
valor por su mera existencia y lo incrementan en atención al coste de oportunidad
que representa utilizarlos en otras actividades.

La ética, como se detalló anteriormente, cumple el precepto fundamental de la


regulación y el control del proceso de desarrollo desde la autonomía e identidad
socio-cultural tanto de los individuos como de los sujetos colectivos en un ejercicio
de planificación prospectivo que solucione las necesidades concertadas de la
sociedad de manera progresiva. De la misma forma, impide o restringe las
prácticas corruptas o deshonestas del ejercicio político, así como el abuso y las
practicas totalizadoras que se ejercen desde el mercado. La ética otorga
argumentación y reflexión al proceso de desarrollo.

Por ejemplo, si se contempla que la “naturaleza” o ambiente (capital natural no


construido), cumple 4 funciones principales, a saber: 1- Fuente de recursos; 2-
Sumidero de desechos; 3- Soporte de la vida; y 4- Aprovechamiento cultural o

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esparcimiento; en el momento en que se establezca la capacidad máxima para
alguna, varias o todas esas funciones en función de la demanda para las mismas,
la importancia puede ser determinada por el precio o el coste que representa
utilizarlos en otra de ellas, el costo social de la inversión que solo puede ser
mediado por una reflexión ética.

Así mismo ocurre con bienes naturales específicos, por ejemplo, la tierra. Como
territorio o terreno es un bien cuantificable, pero su utilización es determinada en
función de la utilidad económica que brinda; aunado a ello, no se ha ocupado
totalmente el recurso y permite aun todo tipo de uso.

Si la demanda para provisión de recursos (sobre el supuesto de que la mayoría o


toda la tierra ya está ocupada) determina mayor retribución que aquella que la
establece como sustento para la vida, por el hecho de ser un bien de libre acceso
cuya propiedad está determinada únicamente por la capacidad de compra para su
apropiación, es posible que se destine, principalmente, a proveer recursos,
desplazando la demanda para otros usos, hasta que el coste de oportunidad o la
utilidad percibida sean, por lo menos, iguales o se establezcan restricciones a su
uso.

Suficientemente se ha profundizado respecto de las dimensiones ambiental,


económica y social del desarrollo. Se ha hecho énfasis en la importancia de
desarrollar estrategias que permitan inventariar y determinar el stock máximo de
recursos y, con ello, establecer lo que debe producirse en el sistema para atender
necesidades socialmente concertadas. Sin embargo, vale la pena considerar el
vacío existente en las teorías de desarrollo en relación con otras necesidades.

Sobre lo anterior, vale la pena preguntarse si el sistema de desarrollo


efectivamente nutre o satisface las necesidades de la sociedad. Si esto es así, por
qué prolifera el descontento en el marco de estas sociedades “desarrolladas” y el
detrimento de concepciones relacionadas a la moral y la ética, aunado al
surgimiento de movimientos sociales que reivindican nuevas necesidades, como
es el caso de los “Indignados” españoles y sus consignas: “democracia real ya”,
“No somos marionetas en manos de políticos y banqueros”.

Estas se extendieron a Estados Unidos y Chile en menos de 2 meses, países en


los que se protesta contra la crisis económica, argumentando, en palabras de
Peter Yarrow, líder del movimiento en New York, citado por Hernández (2011)
como “Hoy la brecha entre el pobre y el rico se ha hecho cada vez más grande”.
De hecho, se ha convertido en una abominación.

Resumido en una estridente frase, propone Maslow, en su teoría sobre las


necesidades humanas (Velásquez, 2002, p. 42): “Es cierto que el hombre vive
solamente para el pan, cuando no hay pan. Pero ¿qué ocurre con los deseos del

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hombre cuando hay un montón de pan y cuando tiene la tripa llena
crónicamente?”.

De lo anterior puede decirse que, en el marco de un nuevo concepto de desarrollo,


deben atenderse necesidades en las dimensiones ambiental, económica, social,
cultural, política y ética, desde los sujetos individuales y las construcciones
sociales colectivas (grupos, localidades, regiones, naciones y la sociedad en su
conjunto). Estas deben ser atendidas en diferentes escenarios contextuales, a
saber: la familia, las organizaciones sociales (el colegio, la universidad, el Estado-
nación y el mismo mercado), en diferentes escalas de atención que van de lo local
a lo global.

En referencia a las dimensiones Ética y Política, la sustentabilidad,


tradicionalmente entendida, no las contempla como pilares estructurales del
proceso de desarrollo, sino como sus variables tangenciales y deja al libre albedrío
la opción de actuar o no en el marco de un comportamiento ético.

Con la inclusión de la ética y la cultura en el marco de un desarrollo alternativo


para la sustentabilidad, se minimiza la capacidad de aprovechamiento de las
disimetrías resultadas de la capacidad de control de recursos, ya sean
económicos, políticos, sociales, culturales, ambientales, etc., en razón a que
desde la ética se promueve la toma consiente de decisiones y, por ende, el
autocontrol y la autorregulación en los diferentes sujetos actores del proceso de
desarrollo. Cada espacio en el cual se haga un ejercicio de autocontrol consiente
es un espacio de control que se resta a las minorías organizadas, por lo cual, se
disminuye la capacidad de ejercer el poder, sobre la mayoría desorganizada.

3.3. El territorio como escenario cultural y político

Entendemos el territorio desde una perspectiva cultural como ese espacio


apropiado por los grupos sociales en el cual desarrollan sus actividades y
construyen sus manifestaciones culturales y sus tradiciones, satisfacen sus
necesidades, etc. Pero, además de ello, el territorio es un espacio físico de
interacción socioeconómica y política, dado que es allí donde los individuos y
sujetos colectivos construyen sus interrelaciones y apropian, tradicionalmente, los
espacios en el desarrollo de sus actividades culturales, económicas, sociales, etc.

Restrepo (2004) establece:

[El] concepto de territorio y sus derivados, territorialidad y desterritorialidad tienen un


uso antiguo en las ciencias sociales y naturales. Para las ciencias naturales el
territorio sería el área de influencia y dominación de una especie animal, la cual lo
domina de manera más intensa en el centro y va reduciendo esta intensidad en la

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medida en que se aproxima a la periferia, donde compite con dominios de otras
especies.

Desde las ciencias sociales, Restrepo (2004):

[Concibe] el concepto de territorio para la especie humana como el espacio de


dominación, propiedad y/o pertenencia, de los individuos o las colectividades, sean
éstas naciones, estados o pueblos, es decir, como espacio sometido a unas
relaciones de poder específicas; ésta fue la herencia que recibió la Geografía del
Estado-nación como proyecto y como cultura política.

Dado lo anterior, podemos comprender el territorio como esa construcción de


diferentes dimensiones: una espacio-temporal en donde se conjuga y expresa lo
físico; otra socio-cultural, en la que se desarrollan y manifiestan la relaciones e
interrelaciones entre individuos y comunidades; y una político-económica desde la
cual se intervienen y modifican, inclusive, las dos anteriores, y se estructuran las
relaciones económico-productivas.

Así pues, Sosa Velázquez (2012) propone:

Para entender el territorio, es necesario establecer su carácter en tanto relación


geo-eco-antrópica multidimensional. La configuración del territorio se entiende a
partir de su condición de marco de posibilidad concreta en el proceso de cambio de
los grupos humanos. Sin embargo, también es el resultado de la representación,
construcción y apropiación que del mismo realizan dichos grupos, así como de las
relaciones que lo impactan en una simbiosis dialéctica en la cual tanto el territorio
como el grupo humano se transforman en el recorrido histórico.

Este autor considera, respecto del tema del espacio y su relación con el imaginario
del territorio que…

El espacio, como categoría que en una de sus acepciones puede ser sinónimo de
territorio, se construye socialmente y es transformado cotidianamente en los
procesos de vida y de producción y reproducción social. Es construido a partir de los
procesos económicos, sociales, políticos y culturales que lo configuran y desde
donde se co-produce (Sosa, 2012).

Desde la perspectiva política y articulando con los conceptos de poder que hemos
analizado previamente, el territorio se convierte en ese escenario de puja
permanente por la posesión del espacio físico, que, a la postre, contiene recursos
humanos, naturales o de capital y que, tal como propone Mosca, generan poder
político. Por lo tanto, el territorio, como espacio social, está atravesado por
relaciones de poder que lo delimitan y lo estructuran; en concordancia con Sosa
Velázquez (2012):

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Por ser resultado de procesos, dinámicas y relaciones de poder, el territorio
presenta una configuración y organización correspondiente, que al mismo tiempo
explica las formas y contenidos por medio de los cuales los actores lo representan,
se lo apropian y lo reproducen como escenario, proceso y producto.

3.4. Relación sociedad – naturaleza

Parece ser sencillo, pero es verdaderamente complejo comprender y explicitar la


relación sociedad - naturaleza en un contexto holístico y siendo más específico la
relación sujeto ambiente. Rescatando los postulados marxistas, la relación
sociedad-naturaleza está mediada por el trabajo; esto es, se determina a partir de
la apropiación de recursos y su correspondiente transformación para la utilización
en diversas actividades antropogénicas.

Desde este supuesto, entonces, podemos afirmar que todos los elementos del
ambiente natural pertenecen al sistema social y, en ese sentido, a partir de ellos
se estructuran sus relaciones de manera que se consolida el entramado entre
naturaleza y cultura. Lo anterior se entiende a partir de la reflexión propuesta por
Galafassi (2000):

La totalidad socio-natural involucra elementos y relaciones de diferente orden. La


red o constelación de conexiones causales se establece entre una infinidad de
componentes en los que influyen factores de distinto nivel categorial. Todo lo social
tiene un sostén-portante que es físico-biológico y la relación hombre naturaleza
puede ser vista como una relación de intercambio, en donde lo esencial es poder
definir y explicar el tipo y grado de relación.

Es necesario diferenciar los procesos físico-biológicos, en el marco de los cuales


se desarrollan las estructuras naturales de los fenómenos socioculturales, donde
se organizan las relaciones sociales. Al respecto, Guiddens (1976) define la
diferencia entre los dos órdenes, y ella estriba en "que la naturaleza...no es
producida por el hombre...Aunque no es creada por una única persona, la
sociedad se crea y se recrea de nuevo, si no ex nihilo, por los participantes en
cada encuentro social".

Resumen de la unidad

En el desarrollo de esta unidad, exploramos conceptos básicos relacionados con


la cultura y la política, según los cuales el estudiante comprenderá cómo se medía
la relación sociedad-naturaleza a partir de la articulación entre la política, la ética y
el territorio.

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Analizamos de qué forma se estructura la sociedad a nivel global y de qué forma,
a partir del escenario político, es posible intervenir la realidad. Un ejemplo de ello
lo constituyen los movimientos sociales, los cuales están estrictamente atados a lo
que denominamos ideologías o corrientes de pensamiento. En la actualidad, estas
ideologías persiguen o procuran, más allá de la generalización del conocimiento
ambiental, la intervención y transformación del sistema socioeconómico y la
deconstrucción y reconstrucción de nuevas lógicas para el sistema de mercado en
procura de la sustentabilidad como principio rector de las actividades humanas,
tanto individuales como colectivas.

Glosario

Capitalismo: Weber, citado por Dobb (2005, p. 19), define el capitalismo como
aquello “existente donde quiera que se realiza la satisfacción de necesidades de
un grupo humano con carácter lucrativo y por medio de empresas”.

“Ajuste” o “Justedad”: se refiere al concepto que acuerda satisfacer las


necesidades que son determinadas desde el constructo socio-cultural propio,
autónomo y no de los ideales implantados desde el mercado; según esto, el
mercado también estará en la capacidad y obligación de satisfacer esas
necesidades dinamizando el sistema económico en contextos socio-culturales
particulares. En un sistema de recursos finitos no cuantificados, no existe la
restricción aparente dado que el riesgo no se materializa.

Globalización: en palabras de Mateus & Brasset (2002), podemos definirla


como…

[Un] proceso de creciente internacionalización o mundialización del capital


financiero, industrial y comercial, nuevas relaciones políticas internacionales y la
aparición de la empresa transnacional que a su vez produjo —como respuesta a las
constantes necesidades de reacomodo del sistema capitalista de producción—
nuevos procesos productivos, distributivos y de consumo deslocalizados
geográficamente, una expansión y uso intensivo de la tecnología sin precedentes.

Ecopacifismo: movimiento surgido de la síntesis del ecologismo y el pacifismo; se


caracterizó por su surgimiento posguerra en Europa y por enarbolar las banderas
del movimiento antinuclear y el antimilitarismo.

Anarcoecologismo: También conocido como Anarquía Verde, el


anarcoecologismo conjuga las propuestas libertarias del anarquismo con la
satisfacción de necesidades en el marco del total respeto a las condiciones
ecológicas.
Ecologismo Político: es la corriente ideológica que se estructura primordialmente
en la dialéctica existente entre el productivismo y el antiproductivismo.

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Ecosocialismo: El ecosocialismo es una ideología política que amalgama los
principios del socialismo y el ecologismo. Según Lowy (2004), se trata de una
corriente de pensamiento y de acción ecologista que hace suyos los principios
fundamentales del marxismo —debidamente desembarazados de los residuos
productivistas-.

Ecofemnismo: Françoise d'Eaubonne, en 1974, “adoptó por primera vez el


término de ecofeminismo para representar el gran potencial de las mujeres al
iniciar una revolución ecológica que conllevó nuevas relaciones de género entre
hombres y mujeres y otra muy distinta entre los seres humanos y la naturaleza”.

Lecturas complementarias

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Diego Mauricio Rojas

PhD en Estudios Sociales con énfasis en población, ambiente y territorio, de la


Universidad Externado de Colombia. Magister en Desarrollo Sustentable y Gestión
Ambiental, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; y, en la misma
Universidad, cursó estudios de pregrado en Administración Ambiental y Tecnología en
saneamiento ambiental. A través de su participación en eventos académicos, como
diplomados, seminarios y cursos ha mantenido su interés por actualizar sus
conocimientos en el tema.

Entre sus publicación se encuentra la formulación ambiental del Plan de Desarrollo del
Municipio de Belén de los Andaquies – Caquetá; Cartilla, Programa de educación
sanitaria dirigida a las comunidades indígenas de Alitanen, Courrerow, Samutpanau y
Caraipana de la etnia Wayuu – Alcaldía Municipal de Uribia –Guajira. Artículo de
investigación, Aproximación al análisis de la dimensión política del Desarrollo Sustentable.
Segundo Congreso Internacional de Medio Ambiente. Construido y Desarrollo
Sustentable, M.AC.D.E.S. -2011. Aproximación al análisis político de la sustentabilidad y
breve acercamiento a una teoría alternativa de desarrollo, ponencia presentada en el
quinto congreso Internacional del medio ambiente de desarrollo sostenible. Y, el artículo
Preparatorios para la paz – breve aproximación a las implicaciones del conflicto armado y
del proceso de paz, sobre los recursos naturales, en revista Conección Ambiental, número
3, (2013).

En su experiencia profesional ha sido docente de distintas Universidades de Bogotá,


trabajó como asociado consultor, coordinador de carreras en la Escuela Colombiana de
Carreras Industriales (ECCI), Ingeniería Ambiental y Tecnología en Desarrollo Ambiental.
Asesor de proyectos de Vicerrectoría Académica en la Universidad Distrital Francisco
José de Caldas, en la misma Institución fue docente y director del Diplomado en
Competencias Ambientales, Participación y Gestión de Proyectos. En la Alcaldía
Municipal de Belén de los Andaquíes fue Asesor en la Formulación del Plan de Desarrollo
Municipal.

Autor: Diego Mauricio Rojas – versión 1.0 39

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