Está en la página 1de 21

CÓMO CONTAR LA VIDA

Seminario intensivo de escritura creativa

Cuaderno de trabajo

Pedro Mairal

2021

1
Torturas (por Wislawa Szymborska)
Nada ha cambiado.
El cuerpo es doloroso,
necesita comer, respirar y dormir,
tiene piel fina y, debajo, sangre,
tiene buenas reservas de dientes y de uñas,
huesos quebradizos, articulaciones dúctiles.
Para las torturas todo eso se tiene en cuenta.

Nada ha cambiado.
El cuerpo tiembla como temblaba
antes y después de la fundación de Roma,
en el siglo veinte antes y después de Cristo,
las torturas son como fueron, aunque la tierra es más pequeña ahora
y diríase que todo sucede a la vuelta de la esquina.

Nada ha cambiado.
Salvo el número de habitantes por metro cuadrado,
a las viejas culpas de suman nuevas,
reales, imputadas, momentáneas y nulas,
pero el grito del cuerpo que las avala
era, es y será un grito de inocencia
según estadísticas y escalas seculares.

Nada ha cambiado.
Quizás los modales, las ceremonias y las danzas,
pero el gesto de brazos protegiendo una cabeza
sigue siendo el mismo.
El cuerpo se retuerce, forcejea para liberarse,
cae postrado, dobla las rodillas,
lividece, se hincha, babea y sangra.

Nada ha cambiado.
Salvo el curso de los ríos,
la línea de los bosques, costas, desiertos y glaciares.
Por esos parajes el alma yerra,
desaparece, vuelve, se acerca y se aleja,
ajena a sí misma e inalcanzable,
a veces segura, a veces insegura de su existencia,
mientras el cuerpo es, es y sigue siendo,
y no tiene donde cobijarse.

2
3
360 º - El uso de los sentidos en la escritura

¿Por qué esta insistencia en los sentidos? Porque para convencer al lector
de que está ahí hay que atacarle oportunamente cada sentido con colores,
sonidos, sabores y texturas. Si el lector siente el sol en la piel y el viento
agitándole las mangas de la camisa, usted tiene media batalla ganada. Al
lector se le puede hacer creer el cuento más improbable si, a través de los
sentidos, tiene la certeza de estar en el medio de los hechos. Entonces no
se rehusará a participar. La lógica de los hechos siempre da paso a la
lógica de los sentidos. (Ray Bradbury, Zen en el arte de escribir)

Recordar que el personaje tiene un cuerpo, es un cuerpo, ante todo. Y


el lector también.

Uno de los objetivos de la descripción es apelar a los cinco sentidos. Y


para eso hay que abrir la percepción, estar atento a ese radar sensorial que
capta en 360º alrededor.

4
La imagen que pinta un texto en la mente del lector no debe ser solo
visual. Tiene que tener también sonido, olor, gusto y tacto.

De esa manera la escritura cobra vida.

Si describimos un personaje, por ejemplo, podríamos decir que:

Tiene pelo castaño


Una cicatriz en el mentón
Sus uñas están mordidas o despintadas
Usa jeans ajustados

Ese tipo de detalles están bien, pero sólo son visuales. Y la escritura
descriptiva cuando es unidimensional pierde fuerza.

Otras cosas que se podrían decir sobre el personaje:

Usa mucho perfume o tiene olor a tabaco


Usa un lápiz labial con gusto a frutilla
Tiene una risa muy aguda
Tiene las manos frías

Lo mismo pasa cuando describimos un lugar en un cuento o una novela.


Estas descripciones de una playa apelan todas a lo visual:

La arena blanca
Los pedacitos de caracoles rosados.
El azul del mar que se confunde con el azul del cielo.

Pero podríamos dar algunas descripciones con otros sentidos:

El olor de los pescados que acaban de sacar en un barco


El gusto salado del agua al entrar al mar
Las gaviotas chillando
Las rocas patinosas

5
Son apenas unas pinceladas, unos detalles mínimos, pero que pueden hacer
la diferencia para que el texto cobre relieve.

Veamos el uso de cada sentido en particular y algunos ejemplos en


narrativa y poesía:

1. El sentido de la vista

La vista es el sentido más importante para la escritura creativa.

Como los textos están hechos de palabras y no de fotos, hay que lograr que
el lector vea lo que escribimos. Y para eso hay que evitar sobreabundar en
detalles innecesarios, y elegir dos o tres que sean relevantes. Para describir
una cara por ejemplo, mejor evitar esa descripción de identikit ("tenía una
nariz aguileña, mentón pronunciado, cejas pobladas", etc). Uno o dos
rasgos de una cara bastan a veces para darle carácter al personaje. Su nariz,
o su boca, o una mirada en particular, o una manera de moverse. Para
describir un instante a veces alcanza con dar una sola imagen vívida.

Lograr que el lector vea:

Por ejemplo, si describiéramos el personaje de una enfermera en el


hospital, podríamos decir:
Entró la enfermera con sus crocs rosados.
El poner el color de los crocs le permite al lector “verlos“.

La poesía del haiku suele ser muy visual y utilizar imágenes intensas,
aisladas, para generar el efecto de un recuerdo.

Salta una trucha: Envolviendo los dulces de arroz


las nubes se mueven con el dorso de la mano
en el cauce del río retira el pelo de su frente

6
Cruzando la cancha de fútbol
vuelve del trabajo
el oficinista solitario

Un globo
enganchado en las ramas- Atardece
en la plaza junto al zoológico.

Algunos ejemplos de haikus visuales


en www.cinehaiku.com

7
Juan José Saer suele desglosar minuciosamente los sentidos.
Veamos un ejemplo visual:

Y también visuales: el horizonte vacío de la llanura, irreal y, en


cualquier punto del campo que fuese, siempre idéntico a sí
mismo; las bandadas de mariposas amarillas que, volando en
grupo, aleteaban todas y se asentaban en las partes húmedas de
la calle de tierra después del paso del regador para levantar
vuelo de nuevo todas a la vez y asentarse en otro charco un poco
más lejos; los canteros florecidos de dalias, conejitos, margaritas
y pensamientos; las afueras del pueblo, que ya eran y a la vez
todavía no eran el campo; los jinetes que pasaban a caballo al
trote corto y, sin siquiera volver la cabeza para ver quién estaba
o si al menos había alguien, dirigían hacia la esquina del
almacén un saludo que consistía en levantar con lentitud la mano
que aferraba la fusta; la señal que bajaba de golpe cuando algún
tren estaba acercándose al pueblo y la gente que estaba
esperándolo salía corriendo de sus casas y cruzaba el terreno del
ferrocarril para llegar a la estación antes que el tren... (Juan
José Saer, La grande)

8
2. El sentido del olfato

El olfato es el más nostálgico de los sentidos. Un olor (como el


humo del espiral de mosquitos, o el pasto recién cortado) puede
transportarnos a un momento de la infancia.

El sentido del olfato, entonces, puede sernos útil si necesitamos


que nuestro personaje tenga un recuerdo fuerte, un flash back
poderoso.

Evocar el sentido del olfato es también una manera útil de decir


mucho con pocas palabras. Por ej:

El olor de la tierra mojada cuando empieza a llover.


La leche agria en la heladera.
El olor de los pinos al llegar a un lugar de vacaciones.

Esos recuerdos suelen ser muy personales y muy primarios,


porque el sentido del olfato es de los menos intelectuales, de los
menos tamizados por la palabra. Por eso suelen producir
evocaciones muy vivas.

Intentemos describir ahora a la enfermera usando este sentido:


Entró la enfermera y trajo con ella una mezcla de olor a
desinfectante y lavandina.

Otros ejemplos:

No resultaba raro entonces que prefiriera meterme a los baños de


damas, sumergirme en sus huellas. Los otros, los destinados a mi
sexo, me parecían poco prometedores, en las estelas de los
urinarios encontraba arrogancia, a veces rivalidad, pero nada
digno de recordar al llegar a mi estudio, donde sólo sobrevivía al
tufo de soledad y encierro refugiado en los olores que recolectaba
durante la jornada. (Pétalos, Guadalupe Nettel)

9
O si no olfativas: el olor de los paraísos, de las
madreselvas y de los ligustros en flor; el de un excusado que había
en el fondo del patio; el de la alfalfa y el de los corrales; el del
fuego de leña primero y un rato más tarde el de la carne asándose
en la parrilla; el de una especie de aserrín comestible que se
llamaba yátar y que el abuelo recibía de tanto en tanto de Damasco e iba
comiendo de a poco, poniendo un montoncito sobre un pedazo de pan y
rociándolo con aceite de oliva; el de alguna substancia química que no
podían precisar y el de la arpillera mojada en la fábrica de hielo del
pueblo; el de los nidos vacíos, mezcla de ramitas secas, plumas
y excremento. (Juan José Saer, La grande)

Epifanía del perro, poema de César Mermet:


http://cesarmermet.blogspot.com/2004/09/epifania-del-perro.html

10
3. El sentido del oído

Pocos lugares son realmente silenciosos. Y si alguno fuera


realmente silencioso podría ser también interesante describirlo.
Pero en general los personajes hablan, alguien tose, alguien
trabaja con herramientas. Siempre hay una especie de banda
sonora alrededor.

Si describimos la playa, por ejemplo, podríamos mencionar el


chillido las gaviotas y el sonido de la rompiente.

Si nuestro personaje camina por un pasillo de hotel, podríamos


decir que sus pasos hacen un sonido acolchado por la alfombra
blanda, o que suenan unas monedas en su bolsillo.

La enfermera, desde el sentido del oído:


La escuché venir por el pasillo a la enfermera. El chancleteo
de sus crocs gastados tenía un ritmo firme y estricto.

Veamos dos haikus donde se habla de sonidos:

Viejo estanque.
Salta una rana.
Sonido de agua.

En la densa niebla,
¿qué están gritando
entre la colina y el bote?

En la narrativa:

Es la llanta de hierro de una rueda lo que primero me sacude el


lunes. Conozco el procedimiento: se hunde una palanca en la
encía del aro y se golpea con un martillo y otro hierro hasta que
entre, forzando la cubierta que lo oprime. El ruido no se extingue

11
hasta que salta, da corcovos, gira y se aquieta sobre el
pavimento. Después en el taller se restablece el prolijo ronroneo
intermitente. ¿Qué es?... ¿Qué hace? (Di Benedetto, El
silenciero)

...habrías querido detener todo aquello para reflexionar y oír


latir en ti el corazón con facilidad, pero ya no podías. Aquello ya
no podía acabar. Era como un cataclismo, una caja infinita de
aceros, y nosotros girábamos dentro con las máquinas y con la
tierra. ¡Todos juntos! Y los mil rodillos y pilones que nunca caían
a un tiempo, con ruidos que se atropellaban unos contra otros y
algunos tan violentos que desencadenaban a su alrededor como
silencios que te aliviaban un poco. (…) Cuando a las seis todo se
detenía, te llevabas contigo el ruido en la cabeza; yo lo

12
conservaba la noche entera, el ruido y el olor a aceite también,
como si me hubiesen puesto una nariz nueva, un cerebro nuevo
para siempre. (Celine, Viaje al fin de la noche)

Auditivas: el espacio negro de la noche que se descomponía en


una multiplicidad de planos diferentes cuando, por una razón
cualquiera, los perros del pueblo empezaban a ladrar y a
responderse en la oscuridad; el silbato de las locomotoras que
pasaban por el pueblo a toda velocidad o el traqueteo de los
trenes de carga interminables que, también sin detenerse, lo
atravesaban lentos; en el campo, el mugido del ganado, el
chasquido del pasto o el estremecimiento de las plantas de maíz
cuando arrancaban los choclos para comérselos y poner la barba
a secar; el golpeteo subterráneo de los tucutucus, el grito de los
teros y de los chajáes en las cercanías de los bañados y el arrullo
de las torcacitas en los mediodías de verano; los cascos de los
caballos que cruzaban el pueblo al paso o al trote, y tan rara vez
al galope que, cuando ocurría, la gente salía a la vereda para
ver si pasaba algo... (Juan José Saer, La grande)

13
4. El sentido del gusto

El gusto aparece cuando los personajes comen o toman algo o se


besan. O a veces puede ser el sabor extraño de la sangre si alguien
se lastima, o el sabor de algún medicamento o una pasta del
dentista, etc. El sentido del gusto se parece al del olfato por lo
evocativo, por estar ligado a recuerdos de infancia, a costumbres
familiares, a viajes.

Escena de Ratatouille:
https://youtu.be/5m7SGjJo7c4

Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que


llama magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de
concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día
que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico
por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que
había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante
en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me
estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en
mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción
de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida
en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en
ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de
una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que
estuviera en mí, es que era yo mismo. (Marcel Proust, En busca
del tiempo perdido: Por el camino de Swann)

14
La enfermera, desde el gusto:
Sin preguntar, ni avisar, la enfermera me metió en la boca el
antibiótico. Me pareció que ese sabor amargo era ella misma
metiéndose como un veneno en mi cuerpo.

O gustativas: el sabor de la bebida hecha con uvas verdes,


bien ácidas, que aplastaban en el fondo de una jarra y
mezclaban con azúcar, agua y hielo; el de los cigarrillos de
chala y barba seca de choclo y más tarde el de los verdaderos
cigarrillos y el de las primeras cervezas sacados a escondidas
del negocio a la hora de la siesta y que se iban a fumar y a
tomar en un baldío que había atrás de la casa; el de unos tallitos
verdes, dulzones, que arrancaban en los terrenos de la estación y
mascaban durante un buen rato; el del agua de lluvia que la tía
Laila juntaba en un fuentón para «lavarse la cabeza»; el de las
mandarinas y las naranjas que, en las noches de invierno,

15
ponían a entibiar en la ceniza del brasero; el de la comida
árabe, menta, zapallitos, limón, berenjenas, trigo triturado con
carne cruda y cebolla, y, en verano, mechada de pedacitos de
hielo; el del mate cocido con leche y azúcar del desayuno. (Juan
José Saer, La grande)

5. El sentido del tacto

Al igual que los otros sentidos, el sentido del tacto puede ser
doloroso o placentero.

Se puede hacer placentero, por ejemplo, describiendo la sensación


de las sábanas limpias de algodón. Y el lector puede experimentar
así el placer, junto al personaje.

A veces, el tacto no es doloroso ni placentero sino que


simplemente ayuda a describir a la persona o el lugar.

Una cocina sucia, chorreada de grasa y salsas.


Los labios agrietados de un personaje.
Un apretón de manos ásperas.

La enfermera, desde el tacto:


La enfermera era flaca pero tenía fuerza de hombre en las
manos. Cada vez que me ayudaba a levantar o me lavaba o
me agarraba el brazo para cambiarme el suero, sentía el
apretón de su mano con una fuerza que no parecía suya.

16
El boleto se estaba descomponiendo en sus manos, volviendo a su
condición primaria de pulpa. Una sustancia húmeda se filtraba
desde los bordes hacia el centro, carcomiéndolo. Las letras
impresas se habían nublado y debilitado. Despegó sus dedos de la
superficie del boleto y lo dejó caer dentro de la cartera. Los
dedos también estaban manchados, y rozar su pulgar contra los
otros le producía una sensación viscosa. ¿La sustancia salía de
sus dedos? ¿O de toda su piel? Desde muy adentro de su cuerpo
de producía este fenómeno nuevo. Su piel había desarrollado
como una película, pero no de una transpiración limpia, sino de
algún otro líquido, un fluido extraño y oscuro. (Anna Kazumi
Stahl, "Exótica", Catástrofes naturales)

Sensaciones táctiles por ejemplo: el contacto caliente y


palpitante contra el cuerpo del caballo sudoroso; la frescura
súbita, en las tardes de verano, al entrar en algún rincón de
sombra del patio inmenso; la tensión resbaladiza de las ranas
vivas que trataban de zafar de la mano que las aferraba; el agua

17
tibia de la laguna y el contacto de las presencias confusas —
animales o vegetales, no se sabía bien— que los rozaban entre el
fondo y la superficie; los pies desnudos que se hundían en el
polvo de la calle, cuando, en las noches calurosas, volvían de
algún baile con los zapatos en la mano; el ardor súbito en las
pantorrillas en el momento en que, cruzando algún campito, se
enredaban en una mata de ortigas; la piel aterciopelada de los
duraznos todavía verdes o la sensación pegajosa que dejaba en
las manos la leche de las higueras. (Juan José Saer, La grande)

Entrevista a Pablo Maurette, de febrero de 2021, sobre el tacto en


la historia y en estos tiempos de pandemia:
https://www.almagrorevista.com.ar/pablo-maurette-el-beso-se-
puede-prolongar-como-un-dialogo-infinito-no-hay-climax

18
6. El sexto sentido

No se sabe qué es. Son intuiciones. Sentidos no convencionales.


Presagios, sensaciones. Y quizá también algo que sucede con el
cruce de algunos de los otros cinco sentidos. Se lo llama
sinestesia, pero no importa el nombre. Es la interferencia de
distintos sentidos en un mismo acto perceptivo.

Ya lo dijo Rimbaud: "Digo que hay que ser vidente, hacerse


vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y
razonado desarreglo de todos los sentidos." (Cartas del vidente).

Veamos adjetivos habituales para un sustantivo, y después


crucémoslos.

música --------------------- sinfónica, rítmica, desafinada, aguda


olor, perfume -------------- floral, penetrante
color------------------------- rojo, azul, desteñido, brillante
superficie ------------------ lisa, áspera, rugosa, fría, cálida
sabor ---------------------- amargo, dulce, ácido

Podemos tener entonces una música áspera, un sabor desafinado,


una superficie rítmica, etc.

"Las moscas tenían un sabor verde y breve" (Solange Camauër)

Estos escrutinios indiscretos me llevaron a comprender que los


diccionarios rupestres intentaban atrapar una dimensión de las
palabras que era esencial para el buen escribir: su significado
subjetivo. Nadie lo sabe tanto como los niños hasta los cinco años
y los escritores hasta los cien. Los sabores, los sonidos y los
olores son los ejemplos más fáciles. Hace muchos años me
despertó a media noche la voz de un cordero amarrado en el
patio, que balaba en un tono metálico de una regularidad

19
inclemente. Uno de mis hermanos menores, deslumbrado por la
simetría del lamento, dijo en la oscuridad: “Parece un faro”.
Una tisana hecha con hierbas viejas tenía el sabor inconfundible
de una procesión de Viernes Santo. Cuando al Che Guevara le
dieron a probar la primera gaseosa que se hizo en Cuba para
sustituir el refresco del Cuba Libre, dijo sin vacilar ante las
cámaras de televisión: “Sabe a cucaracha”. Más tarde, en
privado, fue más explícito: “Sabe a mierda”. ¿Cuántas veces
hemos tomado un café que sabe a ventana, un pan que sabe a
baúl, un arroz que sabe a solapa y una sopa que sabe a máquina
de coser? Un amigo probó en un restaurante unos espléndidos
riñones al jerez, y dijo, suspirando: “¡Sabe a mujer!”. En un
ardiente verano de Roma tomé un helado que no me dejó la
menor duda: sabía a Mozart. (Gabriel García Márquez, Clave,
diccionario de uso del español actual)

A veces hay que cruzar los sentidos para poder describir más
exactamente una percepción.

Para escribir conviene enfocarse en los sentidos, hacer ejercicios


de percepción. Escuchar conscientemente el sonido ambiente en
distintas circunstancias y ver de qué está hecho, cuáles son las
capas de ruidos y la intervención de ruiditos. Lo mismo con los
aromas, los olores, las superficies donde nos movemos, el gusto
de la comida, los matices de los colores y la luz en distintas horas
del día. Ser conscientes de la percepción periférica, todo eso que

20
está sucediendo a nuestro alrededor y que en general no
captamos. Incluir algún detalle de cómo el mundo repercute en el
cuerpo de un personaje hace que el lector lea desde su propio
cuerpo y se sienta cerca del relato. No hace falta irse de safari al
África para tener experiencias para contar. Lo interesante es lo
que está a nuestro alrededor y que se nos volvió invisible de tanto
verlo.

"Un haiku es lo que está sucediendo ahora en este lugar" (Basho)

"La vida es lo que pasa mientras estás haciendo otros planes".


(John Lennon)

Fuentes:
García Márquez, Diccionario de uso del español actual
Juan José Saer, La grande
Marcel Proust, En busca del tiempo perdido
Guadalupe Nettel, Pétalos y otros cuentos incómodos
Ray Bradbury, Zen en el arte de escribir
Harvey Chapman, Novel Writing
Kerouac, American Haiku
Basho, Haiku, Diarios de viaje.
Di Benedetto, El silenciero
Ferdinand Celine, Viaje al fin de la noche

21

También podría gustarte