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Observaciones Filosóficas - El Parricidio como fundamento de la ley: Una lectura de “Tótem y Tabú” desde la perspectiva de
León Rozitchner

Revista Observaciones Filosóficas


art of article El Parricidio como fundamento de la ley: Una lectura
de “Tótem y Tabú” desde la perspectiva de León
Rozitchner
Lic. Eduardo Assalone - Universidad Nacional de Mar
del Plata - Becario CONICET
Resumen
El presente trabajo comienza con una primera parte que resume el “mito
científico” de Freud en Tótem y Tabú, en el que se muestra el parricidio
como acto fundacional de la ley paterna. Luego de esta presentación se
desarrolla la lectura de la obra mencionada realizada por el filósofo
argentino León Rozitchner. Según este autor Freud es quien da cuenta
de la determinación histórica en la subjetividad, tratando de mostrar la
manera en que la historia está presente articulando y organizando
represivamente el “aparato psíquico”. Pero al mismo tiempo, en dicha
obra se advierte la posibilidad de un cambio radical en las condiciones
de la vida oprimida. La “alianza fraterna” instituye, en el espacio dejado
por el patriarca asesinado, el fundamento radicalmente contingente de la
autodeterminación y de la igualdad. En la tercera parte del trabajo se
presenta, en contraste, la concepción lacaniana de Pierre Legendre del
Padre como “Referencia”, como condición necesaria del orden simbólico
en el que se inscribe el sujeto. En las conclusiones se desarrolla una
concepción “posfundacionalista” de la ley que se apoya en esta lectura de Tótem y Tabú realizada por Rozitchner.

Abstract
The present paper begins with a first section which resumes the “scientific myth” that Freud expounds in Totem and
Taboo, where the parricide is indicated as a foundational act for paternal law. After this presentation it is developed a
reading of the quoted book made by the Argentinian philosopher León Rozitchner. According to this author, Freud
accounts for the historical determination of subjectivity, by trying to demonstrate the way that history is found in it,
articulating and organizing repressively the “psychic apparatus”. But, at the same time, in that work the possibility of
a radical change in the conditions of the oppressed life is noted. The “fraternal alliance” establishes, on the space
left by the murdered patriarch, the radically contingent foundation of self-determination and equality. In the third
section of this paper, it is presented, in contrast, Pierre Legendre’s Lacanian idea of the Father as “Reference”, as a
necessary condition for symbolic order in which the subject is inscribed. In the conclusions it is explained a “post-
foundationalist” view of the law that has its basis in the interpretation of Totem and Taboo made by Rozitchner.

Palabras clave
Freud – Tótem y Tabú – parricidio – ley – León Rozitchner

Keywords
Freud – Totem and Taboo – parricide – law – León Rozitchner

Introducción
Quizás una de las preguntas fundamentales de la psicología política sea la de por qué
obedecemos. Esta disciplina no se ocupa tanto de los procesos históricos y sociales que
han conducido a la construcción de determinadas instituciones políticas, cuanto de las
motivaciones y de los “mecanismos psíquicos” –tomando el título de la versión española
del libro Judith Butler1– que hacen a la subordinación del sujeto a los discursos
normativos, especialmente cuando esta subordinación es el resultado de un

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asentimiento íntimo a la norma. Si se quiere, la pregunta psicológico-política por las


condiciones de la obediencia es, justamente en tanto pregunta por las condiciones, una
reflexión trascendental (en sentido kantiano), pues no pregunta por el hecho de si se da
o no el caso de un comportamiento obediente, sino que asume este hecho como un
factum y pregunta, antes bien, por las condiciones de posibilidad de dicha obediencia
voluntaria. No le preocupa ya si obedecemos, sino cómo es posible que obedezcamos.
Así, esta pregunta de la psicología política también se muestra como un interrogante
pasible de ser abordado desde una filosofía social que cuestione los fundamentos de la
dominación política por medio de una crítica de las condiciones de posibilidad y de
efectividad de la íntima obediencia del sujeto. En resumidas cuentas: ¿cómo es posible
la “servidumbre voluntaria” (tomando la célebre expresión de La Boétie)?
Creo que esta pregunta puede ser respondida con Tótem y tabú (en adelante TyT), de
Freud (1913). Pues, si como señala Lacan en uno de sus escritos, esta obra demuestra
“en el crimen primordial”, esto es, en el parricidio mítico, “el origen de la Ley Universal”,2
no demuestra menos, a su vez, el origen social de los resortes psicológicos de la
obediencia a dicha ley. Es por ello que TyT reviste un interés especial para quienes
buscan profundizar en la naturaleza de la dominación con ánimos de evidenciar las
complicidades ocultas que nos conducen a los brazos de nuestro opresor toda vez que
decidimos definitivamente alejarnos de él.
Esta lectura de TyT en clave emancipatoria la encontramos ya en el texto de León
Rozitchner, Freud y los problemas del poder, de 1981.3 No sólo es TyT la obra que
permite dicha lectura sino también otros textos “sociales” como Psicología de las masas
y análisis del yo, de 1921, El porvenir de una ilusión, de 1927, El malestar en la cultura,
de 1930, Moisés y el monoteísmo, de 1939, pero también aquellos no englobados en
dicha categoría, tales como Más allá del principio del placer, de 1920 y El yo y el ello, de
1923. La tesis principal de Rozitchner es que es Freud quien da cuenta de la
determinación histórica en la subjetividad, tratando de mostrar “de qué manera la historia
está presente articulando y organizando ese ‘aparato psíquico’, donde la sociedad se ha
interiorizado hasta tal punto en el sujeto que éste aparezca congruentemente integrado
dentro de la re-producción del sistema que lo produjo. Que funcione para él y de acuerdo
con él”.4 Según este autor, “Freud encuentra que la fortaleza con la que el poder nos
contiene no está afuera sino sitiándonos desde dentro de nosotros mismos, instalada en
el dominio llamado ‘interior’, organizando con su aparato de dominación nuestro propio
‘aparato psíquico’”.5 O como expresa más adelante: “el sujeto mismo en tanto yo, es el
lugar de la represión”, y agrega: “yo soy, para mí mismo, el represor”.6
Pero a esta tesis fundamental, Rozitchner la complementa con la perspectiva de la
posibilidad de un cambio radical en las condiciones de la vida oprimida. TyT señala, en la
figura del parricidio original, la fórmula de toda emancipación posible: la “alianza

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fraterna” instituye, sobre el “centro ausente” (tomando la expresión de Žižek)7 del padre
muerto, el fundamento radicalmente contingente de la autodeterminación y de la
igualdad: “Roto el lazo de sumisión aparece por el fin el descubrimiento del poder
colectivo, el poder real que el padre, por ser más fuerte, expropiaba en su favor”.8 Lo
que pone al descubierto Freud en TyT no es únicamente el mecanismo por el cual
interiorizamos la ley paterna (derrota mediante), sino también la potencia colectiva que
animaba el poder despótico del padre de la horda y que todavía hoy es la fuente de la
fuerza opresiva de las instituciones represoras.
El presente trabajo, que transcurre entre estas dos evidencias –la del terror constitutivo
de las instituciones fundamentales de nuestra sociedad y la de la potencia colectiva que
es la fuente de su poder–, comienza con una primera parte que resume el “mito
científico” de Freud en TyT, en el que se muestra el parricidio como acto fundacional de
la ley paterna. Luego de esta presentación se desarrolla la lectura de dicha obra
realizada por Rozitchner. En la tercera parte del trabajo se presenta, en contraste, la
concepción lacaniana de Pierre Legendre del Padre como “Referencia”, como condición
necesaria del orden simbólico en el que se inscribe el sujeto. En las conclusiones se
desarrolla una concepción “posfundacionalista” de la ley que se apoya en esta lectura de
TyT realizada por Rozitchner.

1. Freud: El “Mito Científico” de Tótem y Tabú

Quisiera comenzar con una breve exposición del “mito científico”9 de TyT, desarrollado
en el capítulo IV, apartados V y VI, de dicha obra. A partir de la descripción realizada por
William Robertson Smith en su libro Religion of the semites, de 1889, de la comida
totémica, Freud construye una hipótesis que le permite comprender, como una unidad,
fenómenos distintos del totemismo, tales como la consumición ritual del animal totémico,
la festividad comunitaria asociada a ella, y la prohibición de las relaciones sexuales entre
miembros del mismo clan totémico. Robertson Smith es tomado por Freud, por cuanto
muestra en sus estudios la relación entre la muerte sacramental y la consumición en
común del animal-tótem. Esta explicación, vinculada con la hipótesis darwiniana del
estado primitivo de la sociedad,10 confluye en el mito del parricidio original al cual me
referiré a continuación. Aclara Freud:
Desde luego, la horda primordial darwiniana no deja espacio alguno para los
comienzos del totemismo. Hay ahí un padre violento, celoso, que se reserva todas
las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen; y nada más. Ese
estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ninguna parte. Lo que
hallamos como la organización más primitiva, lo que todavía hoy está en vigor en
ciertas tribus, son las ligas de varones compuestas por miembros de iguales
derechos y sometidos a las restricciones del sistema totemista, que heredan por
línea materna.11
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Es decir, que la evidencia empírica no muestra ninguna clase de organización social con
las características del patriarcado despótico que Freud va a detallar. Por el contrario, la
“organización más primitiva que conocemos” guarda más similitudes con la alianza
fraterna que con la horda primitiva a la que supuestamente aquélla habría venido a
reemplazar. Este es un dato interesante, habitualmente descuidado, que puede servirnos
para reflexionar más adelante sobre el carácter presuntamente original del padre
primitivo.
Pero volviendo a la conjunción de la hipótesis darwiniana y la teoría de Robertson Smith
sobre la comida totémica, Freud nos dice que en esta última, en la que el clan mata a su
animal-tótem y lo consume crudo, se suceden el duelo y la fiesta rituales. “Ahora bien,
¿qué significado tendrá la introducción a ese júbilo festivo, o sea el duelo por la muerte
del animal totémico?”, se pregunta Freud, a lo cual agrega: “Si uno se regocija por la
matanza del tótem, denegada en todo otro caso, ¿por qué haría duelo por él?”.12 Lo que
se encuentra a la base de esta contradictoria sucesión de duelo y festejo es la misma
“ambivalencia de sentimientos” que encontramos en las neurosis obsesivas.13 Es por
medio de esta asociación entre la neurosis obsesiva y el totemismo que Freud pretende
hacer comprensible especialmente la relación entre el totemismo y exogamia. Mostrará
cuán vinculado al complejo de Edipo se encuentra el sistema totémico:
Si el animal totémico es el padre, los dos principales mandamientos del totemismo,
los dos preceptos-tabú que constituyen su núcleo [hasta entonces desvinculados
por las distintas teorías], el de no matar al tótem y no usar sexualmente a ninguna
mujer que pertenezca a él, coinciden por su contenido con los dos crímenes de
Edipo, quien mató a su padre y tomó por mujer a su madre, y con los dos deseos
primordiales del niño, cuya represión insuficiente o cuyo nuevo despertar constituye
quizás el núcleo de todas las psiconeurosis.14
E inmediatamente presenta una hipótesis: “el sistema totemista resultó de las
condiciones del complejo de Edipo”.15 La misma ambivalencia afectiva, esa mezcla de
odio y amor que atraviesa al niño en el complejo de Edipo, es la misma afectividad
ambigua que encontramos en la comida totémica descripta por Robertson Smith.
Basándose en este ritual comunitario, Freud avanza en el mito de corte darwiniano: “Un
día los hermanos expulsados [por el padre despótico] se aliaron, mataron y devoraron al
padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo
que individualmente les habría sido imposible”.16 (Reténgase esta última oración que
expresa muy bien lo que más adelante veremos en la interpretación del complejo de
Edipo y de este mito en la obra de Rozitchner). Freud infiere que, por ser salvajes
caníbales, seguramente estos hermanos devoraron el cadáver y, dado que “[e]l violento
padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los
miembros de la banda de hermanos”, al devorarlo se identificaban con él y se

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apropiaban de su fuerza.17 Y concluye: “El banquete totémico, acaso la primera fiesta de


la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña
memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión”.18
Pero esa misma ambivalencia afectiva que condujo a los hermanos tanto a asesinar (por
odio) como a devorar (por identificación) a su padre, también produjo el remordimiento y
la conciencia de la culpabilidad:
Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos mismos se lo prohibieron
ahora… Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto
paterno, el tótem, y renunciaron a sus frutos denegándose las mujeres liberadas.
Así, desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes
fundamentales del totemismo [i. e., la prohibición de matar y comer el tótem y la
exogamia obligatoria], que por eso mismo necesariamente coincidieron con los dos
deseos reprimidos del complejo de Edipo.19
La introducción de la exogamia es pensada como medida preventiva frente a la
posibilidad de que cada uno de los hermanos, siguiendo el ejemplo del padre a quien
envidiaban, reclamasen la posesión de todas las mujeres para sí, instalando un nuevo
estado de rivalidad permanente que amenazara la continuidad del nuevo sistema.20 Es
posible que este convenio morigerase los remordimientos por el parricidio –al fin y al
cabo también amaban a su padre– y así se estableciese, al mismo tiempo, una suerte de
“contrato” (Vertrag) con el padre, “en el cual este último prometía todo cuanto la fantasía
infantil tiene derecho a esperar de él: amparo, providencia e indulgencia, a cambio de lo
cual uno se obligaba a honrar su vida, esto es, no repetir en él aquella hazaña en virtud
21
de la cual había perecido {se había ido al fundamento [zugrunde gegangen war]} el
padre verdadero”.22 Al mismo tiempo los hermanos se aseguraron recíprocamente la
vida, se obligaron a que ninguno de ellos fuera a ser tratado como todos en común
trataron al padre, de modo que “[a] la prohibición, de raigambre religiosa, de matar al
tótem se agrega la prohibición, de raigambre social, de matar al hermano. Pasará mucho
tiempo hasta que ese mandamiento deje de regir con exclusividad para los miembros del
linaje y adopte el sencillo texto: «No matarás»”.23
Lamentablemente el mito no concluye allí:
A consecuencia de decisivas alteraciones culturales, ya no pudo sostenerse la
originaria igualdad democrática entre los individuos miembros del linaje; debido a
esto se mostró cierta proclividad, apuntalada en la veneración por individuos que se
habían destacado entre los demás, a reanimar el antiguo ideal del padre en la
creación de dioses. (…) Al introducirse las divinidades paternas, la sociedad sin
padre [vaterlose] se trasmudó poco a poco en la sociedad de régimen patriarcal. La

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familia fue una restauración de la antigua horda primordial y además devolvió a los
padres un gran fragmento de sus anteriores derechos.24
La omnipotencia del antiguo régimen paterno, prohibida como pretensión para cada hijo
luego del parricidio, retorna para ser restituida al padre, transfigurado ahora en una
sustancia espiritual: el dios único y omnipotente del monoteísmo. Como completa años
después Freud en Moisés y el monoteísmo: “El padre vuelve a ser el jefe de la familia,
pero ni con mucho tan irrestricto como lo fuera el padre de la horda primordial. El animal
totémico cede paso al dios siguiendo unas transiciones bien nítidas.”25 Y continúa:
“Luego, de una manera vacilante, acontece el ulterior paso de adorar a un solo dios y,
por último, sobreviene la decisión de atribuir a un dios único todo poder y de no tolerar a
otros dioses junto a él. Sólo así se restauró el imperio del padre de la horda primordial y
pudieron ser repetidos los afectos que sobre él recaían”.26
Vemos que, con el monoteísmo, se cierra el círculo abierto por el padre terrorífico de la
horda primitiva y por el asesinato colectivo en manos de sus hijos. Estrictamente
hablando, el círculo no cierra, pues no se vuelve al mismo lugar (incluso es probable que
ni siquiera hayamos estado allí alguna vez): el retorno del padre muerto no se da de la
misma forma original; retorna, como en Hamlet, como espectro: mezcla de espíritu, de
dios, de emblema y de pesadilla. De su cuerpo, devorado y vuelto a devorar una y otra
vez por los hermanos (y las hermanas), ya no queda nada. O mejor, queda lo más
resistente, lo que sobrevive a la corrupción al ser asimilado en el cuerpo de la tribu:
queda su sombra. Como expresa inmejorablemente Nietzsche en La ciencia jovial:
NUEVAS LUCHAS
Después de la muerte de Buda, durante siglos se mostró su sombra en una
caverna — una sombra monstruosa y pavorosa. Dios ha muerto: sin embargo, tal
como es la especie humana, durante milenios habrá cavernas en las que tal vez se
mostrará su sombra. Y nosotros — ¡también nosotros tenemos que vencer todavía
su sombra!27
La muerte de Dios –más bien su asesinato, como se lee en el aforismo 125 de la misma
obra28– no coincide con el final de la divinidad: ésta pervive como sombra, como
espectro. La “nueva lucha” consiste ahora en vencer a esta sombra. Pero, ¿cómo
asesinar un espectro? En este carácter incorpóreo del padre yace, paradójicamente, su
fortaleza mayor. ¿Es acaso invencible? La lectura de Rozitchner del Edipo y del mito
fundacional de TyT nos ofrece alguna esperanza.

2. ROZITCHNER: DEL TERROR A LA REBELDÍA


Aunque el título induzca a pensar lo contrario, en Freud y los problemas del poder,
Rozitchner no analiza únicamente la obra del creador del psicoanálisis, sino que también
se sirve del libro De la guerra, de Clausewitz, y algunos textos de Marx, tales como el

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primer capítulo de El capital, la Ideología alemana y los Grundrisse. En el presente


segmento del trabajo, tomaré sólo aquellos contenidos relacionados con la obra
freudiana y desarrollaré sucintamente la presentación realizada por Rozitchner del
complejo de Edipo, la cual nos permitirá responder, junto con los elementos del mito
científico de TyT tratados en el apartado anterior, a la pregunta sobre las condiciones de
la obediencia, pregunta que, como tuve oportunidad de explicitar en la introducción, guía
este trabajo. Al mismo tiempo, veremos cómo es posible encontrar en la mencionada
obra de Rozitchner –y, por extensión, en la obra misma de Freud–, las claves para
pensar la subversión de la obediencia en rebeldía y la posibilidad de constituir un poder
colectivo emancipatorio e igualitario.
El Edipo, según Rozitchner, es “la primera ‘forma’ subjetiva, el corazón artificial” del
aparato psíquico,29 ese aparato de dominación30 por medio del cual se interiorizan la
sociedad y sus medios de auto-reproducción. Es por ello que el Edipo individual es, para
el autor (y según él, para Freud también), “incomprensible si no se lo entiende sobre el
fondo del Edipo colectivo e histórico con el cual se inicia la historia de los hombres”.31 El
“drama inicial” con el que ingresamos a la cultura dista mucho de ser una suerte de
iniciación pacífica y altruísta, más bien adopta la forma de un “duelo”, esto es, “un
enfrentamiento por dominar la voluntad del adversario, y por lo tanto de una lucha a
muerte”:32
¿Qué ha pasado en el caso del niño alrededor de los tres años? Sucede que
habitualmente se produce un enfrentamiento crucial donde se dan cita, como
valores en debate, las dos leyes básicas de toda forma cultural: la prohibición del
incesto y del parricidio. ¿Cómo aparece esto para el niño? Simplemente como el
drama del deseo no compartido, no autorizado, que implica necesariamente como
resolución imaginaria la eliminación del otro que se le opone y la existencia de un
vencido y vencedor. El niño, y en esto está de acuerdo habitualmente con el padre,
quiere lo mismo que él: a la mujer, esposa o madre.33
Lo dramático de este duelo edípico es la brutal disimetría que caracteriza a la relación
entre padre e hijo, la desmesura de la fuerza real del padre frente al desvalimiento total
de un infante de sólo tres años. Pregunta Roztichner a este respecto: “¿cómo equiparar,
de algún modo, las fuerzas? Lo único que se lo permite es un procedimiento típico: la
regresión a una forma anterior de relación con el mundo exterior, para el caso la forma
de identificación más regresiva, la oral”.34 La estrategia del niño ante a la debilidad de su
posición frente a un padre que se aparece como todopoderoso, el escape ante el terror
radical, consiste en recurrir a la forma más elemental de resolución de conflictos con el
mundo externo, la forma que el niño más conoce: incorporar el objeto perturbador,
identificarse con él, “dominarlo” de algún modo al devorarlo.35 “Identificación oral
mediante, el niño se identifica y se iguala con el represor”:

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Llevado a enfrentarse con el padre, para impedir el cumplimiento de la amenaza de


castración –separación de la madre, pérdida de la virilidad–, ¿qué hacer para no
abandonar lo que tiene de más entrañable? Al identificarse con el padre actualiza…
el nivel imaginario en el cual se asienta la fantasía vigente aún, la de ser el
complemento de la madre. Entonces le aplica al padre –¿no es acaso un represor
él mismo?– las mismas medidas con que éste lo amenazaba: le da muerte.36
Esta muerte del padre en la subjetividad del niño da paso a un segundo momento: “al
odio ejercido sucede el amor, sobre el fondo de ese lecho de sangre”: “El niño”, relata
Rozitchner, “por amor al padre… vuelve a darle vida al padre muerto en su subjetividad.
Y es así como resucita al padre muerto, animando la vida que le quitamos con la de
nuestro propio cuerpo”.37 Pero la situación acaba siendo más compleja, pues el “hecho
de sangre”, el feroz duelo del que parte esta reconciliación queda “excluido y negado,
reducido a inconciente”, y desde ese momento “será la ley del padre, la forma normativa
de su imperio, la que aparecerá como lógica y norte de su conciencia, pero quedará
excluido de ella el contenido preciso –el enfrentamiento– del cual resultó”.38 A partir de
ello la conciencia estará limitada por tres angustias de muerte vinculadas a los
momentos de infracción de esta lógica paterna: 1) angustia ante las propias pulsiones; 2)
angustia ante el superyó; 3) angustia ante la realidad exterior.39
En definitiva, la solución adoptada por el niño es completamente deficiente, no sólo por
la permanente amenaza que la angustia recuerda, sino porque esta aparente resolución
es en realidad “la primera matriz de la dominación despótica”, que es “ratificada como si
fuese una solución verdadera en el ámbito de la cultura dominante”.40 La solución
edípica infantil es calificada por Rozitchner como infantil, imaginaria e individual.41 El
Edipo individual es el “fundamento de una matriz despótica, y su persistencia ratificada
va a servir de asiento a toda dominación posterior”. “Pero para Freud”, agrega el autor,
“el Edipo individual no tiene su origen aquí, en la familia actual. La comprensión del
Edipo individual, nos dice Freud, sólo resulta acabadamente posible en el Edipo
histórico”.42
Y aquí llegamos a un punto crucial para nuestra indagación. Pues esto revela la
importancia de TyT y del mito que construye, dado que viene a dar cuenta de los
orígenes y presupuestos del aparato psíquico actual, a la vez que del origen de la
historia y el tránsito de la naturaleza a la cultura.43 La diferencia entre el mito de TyT y el
complejo de Edipo es que, mientras que este último es un hecho infantil, imaginario e
individual, el primero es, por el contrario, un hecho colectivo, real y adulto.44 La historia,
desde esta perspectiva, se funda en la rebelión contra la ley paterna, no en su
pretendida vigencia, pues si la relación de sumisión natural hubiera persistido, si la horda
–como “sistema unitario de producción”,45 el “último colectivo natural… donde

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predomina una relación primera, de sometimiento de cada hijo al padre-jefe”46– hubiera


prevalecido,
… no habría aparecido la forma que necesariamente es preciso suponer para que
haya historia: el reconocerse entre sí los hombres como semejantes, la cooperación
y la satisfacción de las necesidades donde la relación hombre-mujer implica
también la satisfacción del deseo y el acceso a las mujeres, que en la horda
primitiva estaba reservado sólo al padre. (…) La historia, para Freud…, comienza
con una rebelión colectiva [y adulta, y real] por la liberación de los sometidos. (…)
Roto el lazo de sumisión aparece por fin el descubrimiento del poder colectivo, el
poder real que el padre, por ser más fuerte, expropiaba en su favor.47
Finalmente damos con el nudo de la cuestión del sometimiento. Aquí las preguntas,
aparentemente distantes, de “¿cuál es la fuente de la cual toma el poder opresor la
fuerza de su dominación todopoderosa y terrorífica?” y “¿cómo es posible que
colaboremos íntimamente con el enemigo que nos oprime?”, revelan poseer una misma
respuesta: la fuerza del poder opresor es la fuerza del poder colectivo expropiado por él;
poder opresor que basa su dominación en la fuerza de la agresión (el odio al padre) con
la cual quisimos satisfacer nuestro deseo, pero que redirigimos contra nosotros mismos
toda vez que la culpa y la angustia de muerte concomitante reviven la identificación con
el progenitor muerto (amor al padre):
Lo importante es también qué sucede con la agresión que intentó abrir camino a
nuestro deseo y nos llevó al enfrentamiento del obstáculo exterior, por más amado
que fuese, que se oponía a él. Es precisamente esta agresión, que ahora por culpa
dirigimos contra nosotros mismos, la que el sistema exterior aprovecha para
mantenernos obedientes a él: utiliza para dominarnos nuestra propia fuerza. Para
decirlo de otra manera: el sistema no utiliza sólo el poder de su fuerza para
dominarnos, sino también las fuerzas de los dominados mismos. (…) Lo que el
sistema hace es… utiliza[r] en su propio provecho esta primera salida infantil en
falso para apoyar sobre ella el poder de sus instituciones.48
En consecuencia, para Rozitchner no hay cura individual ni social que no incluya
necesariamente “la formación de un poder colectivo efectivo para poder recuperar el
poder perdido de la propia individualidad, porque la formación de ese poder colectivo
implica ya, por su solo conglomerarse, objetivar la disminución real del poder opresor
que se nutre de las propias fuerzas, que son las nuestras”.49

3. Legendre: La Ley del Padre como Referencia Absoluta


La pregunta principal de este trabajo, un interrogante central de la psicología política, a
saber, “¿por qué obedecemos?” –en el sentido de cómo es posible que obedezcamos
una ley que no es nuestra– puede ser respondida con TyT, especialmente con la lectura

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que de esta obra y de otras obras fundamentales de Freud que realizara León
Rozitchner en Freud y los problemas del poder. Este filósofo muestra con claridad
meridiana la feroz disputa, el “hecho de sangre” que, expresado por Freud en el
complejo de Edipo y en el mito científico de TyT, se encuentra a la base de la obediencia
subjetiva, de la cultura represora y de la dominación social. La ley se escribe sobre el
olvido de la sangre, de la derrota, de la sujeción. Sin embargo, la cuestión no acaba allí.
La pregunta a la que hice referencia es sólo la pregunta por la vigencia de la ley, no por
su validez.50 Intenta responder a la cuestión de por qué de hecho obedecemos
determinados mandatos positivos y no si es justo hacerlo; o por qué la ley es obedecida,
no si debe ser obedecida. La primera cuestión requiere alguna forma de descripción de
la realidad; la segunda, en cambio, exige una justificación. Y si bien la vigencia de una
ley no hace a su validez (si se argumentara esto se incurriría en lo que G. E. Moore,
siguiendo a Hume, denominó “falacia naturalista”), lo contrario tampoco es cierto: la
validez de una ley no implica necesariamente su vigencia. Son cuestiones diferentes que
se responden de manera distinta: una es quid juris, la otra es quid facti (esta distinción la
tomo de Kant).51
Asumiendo esto, entonces, sumemos un nuevo interrogante: ¿es válida la ley paterna
como norma fundamental del sujeto y de la cultura? O, en otros términos, ¿cuáles son
las razones que justifican la adopción de esa ley, que explican su validez? Es evidente
que un hecho de sangre no explica la validez de ninguna norma y que jamás puede
constituirse en un fundamento de jure (aunque, claro está, sí de facto). Entonces, ¿cuál
es el fundamento de la ley paterna? Aquí nos encontramos con un antiguo problema, el
52
del fundamento del fundamento, expresado en el clásico “trilema de Münchhausen”,
que presenta tres opciones igualmente incorrectas para resolver la cuestión. Podemos
caer en un círculo vicioso (A es el fundamento de B, y el fundamento de B es a su vez
A), en una regresión infinita (B es el fundamento de A, C es el fundamento de B y así ad
infinitum) o en el dogmatismo: la afirmación infundada de una instancia X como
fundamento último. Este fundamento dogmático detiene el círculo lógico, decidiendo cuál
de los miembros del par es primero, al mismo tiempo que corta la serie infinita de
fundamentos eligiendo uno de ellos como punto cero de todos los demás. El problema
es que el dogmatismo, aunque legitime, no puede ser a su vez legitimado. Se acepta o
no se acepta, pero no se discute.
¿Sucede esto con la ley paterna? ¿Estamos frente a una opción dogmática frente al
infinito del círculo o de la serie? Pierre Legendre, en sus Lecciones VIII, sostiene que no:
Uno se equivoca si entiende la noción de Referencia absoluta como equivalente de
la omnipotencia despótica, es decir, como un ersatz metafísico del poder totalitario.
(…) Una gran tarea nos espera a fin de alejar esta hipótesis restableciendo la
Referencia en su estatuto paradójico: la Referencia absoluta o fundadora notifica lo
absoluto y su propia negación: lo no-absoluto, es decir, el límite. Traduzcamos: la
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Referencia notifica a la vez el principio fundador como indisponible y como


significando el límite. La economía genealógica está enganchada a esta puesta
social inicial, al igual que el oficio del padre encarna, en la escala familiar de la
comunicación de lo prohibido, la indisponibilidad de lo prohibido y el límite así
transmitido de manera viviente.53
¿Pero a qué llama “Referencia absoluta” Legendre? ¿Cómo entiende esa Referencia
(siempre con mayúscula) “dogmáticamente construida, de la que procede el sistema de
filiaciones de una cultura determinada y la que da al homicidio su sentido último”54? Esta
referencia está vinculada a tres principios fundamentales: el “principio de Razón”,55 el
“principio de la paternidad” y el “principio genealógico”:
Para que haya reproducción humana, la lógica de la diferenciación en la especie del
viviente hablante impone dos tiempos, que presentaré aquí como tiempo político y
tiempo familiar de la filiación. Político: porque hay que poner en escena al Tercero
social que preside las palabras intercambiadas, instituye la Razón y funda las
legalidades –ese Tercero plantea el principio de la paternidad, en el que se ponen
de relieve las genealogías familiares. (…) Lo que acabo de decir puede resumirse
en una fórmula sencilla: nada se engendra ni se funda por sí mismo, se es hijo en
dos niveles: hijo de la Referencia e hijo de sus padres.56
El “orden de la Referencia” es, para Legendre, “el discurso que, en toda sociedad, hace
accesible, gracias al sistema social de los intérpretes y del capital acumulado de las
interpretaciones, el problema de saber lo que hace la Ley –Ley de la Razón y Ley del
Padre– como ley del que vive en el seno de la especie hablante”.57 Esta misteriosa
Referencia absoluta “pone de manifiesto una concepción estilizada del principio de
Razón”58 que mencionaba anteriormente. La Referencia está íntimamente ligada al
“Nombre del Padre” de Lacan, puesto que este “En nombre de” de la metáfora paterna
es el “en nombre de la Referencia fundadora”.59 Al mismo tiempo, Legendre reconoce en
el padre muerto de TyT, el “padre simbólico, según la interesante calificación de
Lacan”,60 la presencia de la Referencia. Su interpretación del mito de TyT nos conduce
de vuelta a la cuestión de si el fundamento de la ley es un fundamento dogmático,
totalitario o, antes bien, una suerte de a priori de la cultura:
Ese homicidio [del padre en el mito de TyT], en efecto, significa que ningún
individuo concreto –en el relato freudiano: ninguno de los hermanos, ninguno de los
hijos– podría pretender ocupar ese lugar [i. e., el del Padre de la horda muerto],
lugar que no es real sino mítico. O, dicho de otro modo, la categoría del Padre
muerto, del Padre al que no se puede matar ya –es decir de la Referencia
estructural, en tanto que lugar indestructible, fundador de legalidades–, deviene
sinónimo de la eficacia de la función de los padres en la práctica de un oficio

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destinado a poner concretamente en obra la idea de que nadie puede, bajo pena de
locura, pretender ser todo.61
El Padre de la horda es ese “sujeto que sería lo absoluto, el poder que es todo, la
encarnación de lo inaccesible para los seres humanos comunes”.62 Según la perspectiva
de Legendre sobre la Referencia y el Padre mítico que brevemente expuse aquí, el
fundamento de la ley paterna no sería fruto de un dogmatismo despótico sino más bien
la condición indispensable de la normatividad que al mismo tiempo, siempre-ya, señala
su negativo: el límite. En otras palabras, la Referencia indicaría lo absoluto en sus dos
facetas: como fundamento absoluto (propiamente la referencia última) y como lo no-
absoluto (el límite), “la indisponibilidad de lo prohibido”, el non plus ultra del deseo. Pero
lo que parece ocurrir es otra cosa. No que la ley última, fundamental, sólo declare la
imposibilidad radical de toda ley (eso sería verdaderamente un absoluto negativo, o un
“no-absoluto”), sino que una ley asume –a pesar de su particularidad, de su contingencia
radical, del hecho de sangre que la instituyó– el lugar de lo absoluto, de lo universal
(indisponible ya para cualquier otro particular, a menos un nuevo hecho de sangre lo
consiga), de aquello que goza de universal asentimiento, esto es, de vigencia completa,
en razón de su universal validez, de su carácter apriorístico, de su racionalidad absoluta.
Así, el padre, una figura institucional más, atravesada por la contingencia radical de todo
lo histórico, lo cultural, lo social, lo político, es elevado al plano de lo trascendental, de
las condiciones a priori de posibilidad de la experiencia histórica humana. Lejos de
señalar esta figura la imposibilidad de instituir lo absoluto en lo histórico, viene a declarar
exactamente lo contrario: que lo histórico es imposible sin ese absoluto.

4. Fundamentos Contingentes (Conclusiones)


Para finalizar desearía retomar la cuestión del fundamento. Como bien lo relata TyT, en
el origen de la ley se encuentra la rebelión de los hijos con respecto a su padre tiránico.
En el fundamento mismo de la norma fundamental yace el parricidio.63 O, lo que es lo
mismo, el fundamento es infundado. Lo que constituye el “fundamento del fundamento”
es la ausencia de fundamentos, de razones últimas, la violencia. El fundamento
precisamente viene a “llenar” esa ausencia, y en este sentido es razonable la
concepción lacaniana del padre como metáfora, como “un significante que viene en lugar
de otro significante”,64 una metaforización que es “la simbolización primordial de la Ley
que se cumple en la sustitución del significante fálico por el significante Nombre del
Padre”,65 ese significante que “reemplaza, para el niño, al deseo de la madre”.66 El
problema es que, como explica Dor: “El proceso metafórico consiste en introducir un
nuevo significante (S2) que hace pasar bajo la línea de significación al viejo significante
[fálico] y en consecuencia queda provisoriamente en el inconsciente”.67 De este modo, la
metaforización ejercida por el padre es, en realidad, enmascaradora: hace olvidar el
enfrentamiento (edípico o primitivo) de origen y su resolución sangrienta.
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Frente a esta fatalidad de la ausencia total de fundamento último en la realidad, de esta


suerte de “anarquía ontológica” –en el sentido de una completa falta de arjé, de primer
principio, en lo existente–, las posiciones suelen ser básicamente tres: 1) un
fundacionalismo dogmático, que afirma un fundamento último incondicionado, mediante
el enmascaramiento de su contingencia radical; 2) un antifundacionalismo escéptico, que
afirma –tan dogmáticamente como su rival fundacionalista– la ausencia total de
fundamentos en la realidad; o 3) un “posfundacionalismo” en el sentido que le da a este
neologismo Oliver Marchart:
El posfundacionalismo… no debe confundirse con el antifundacionalismo o con un
vulgar posmodernismo del “todo vale”, hoy demodé, dado que un enfoque
posfundacional no intenta borrar por completo esas figuras del fundamento, sino
debilitar su estatus ontológico. El debilitamiento ontológico del fundamento no
conduce al supuesto de la ausencia total de todos los fundamentos, pero sí a
suponer la imposibilidad de un fundamento último, lo cual es algo enteramente
distinto, pues implica la creciente conciencia, por un lado, de la contingencia y, por
el otro, de lo político como el momento de un fundar parcial y, en definitiva, siempre
fallido.68
Lo único de lo que disponemos es de “fundamentos contingentes”, según la expresión
de Judith Butler,69 fundamentos provisionales, jamás asumidos como últimos, fundados
en un acto político radical. No es que la ley no tenga “fondo”, como sostendría el
antifundacionalista, sino que el “fondo” de la ley es un hecho negativo, un hecho de
sangre, un acto político disruptivo, destituyente: se trata del parricidio original. Pero, a
diferencia de Lacan, lo que viene a llenar simbólicamente lo faltante en lo real (esto es,
el padre muerto), el tótem, la ley como fundamento protésico, no es un complemento
necesario, la conditio sine qua non de toda sociabilidad, de toda cultura y de toda
subjetividad posibles, pues, de lo contrario, ¿de dónde extraería esta necesidad? ¿De
qué razones, de qué otro fundamento a su vez?
La instauración violenta de la ley como fundamento totémico es el resultado de la derrota
de una sociabilidad alternativa, igualitaria, respetuosa de la autonomía de los individuos
y de las comunidades. De ninguna manera debe ser asumido como el paso necesario
para constituir una comunidad o un individuo, sino, antes bien, como la transfiguración
de la comunidad y del individuo en “Estado” y “ciudadano”, respectivamente (o “feudo” y
“siervo”, o “reino” y “súbdito”, o cualquier otra institucionalidad histórica sostenida en
vínculos de dominación), como la pérdida de una batalla librada contra el terror.

TyT, a través de la lectura de Rozitchner70 muestra la fórmula de una organización


alternativa, igualitaria:71 la eliminación del fundamento caprichoso, narcisista, sádico y
despótico, y su suplantación por medio del vacío. La forma-asamblea, con la ronda como
su dispositivo privilegiado, es la materialización más clara de esta organización

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igualitaria en la que ninguno de los sujetos ocupa el lugar central. La ronda asamblearia
bien puede mostrarnos un círculo en el espacio, la línea conformada por los cuerpos de
los asambleístas, pero también puede señalar un agujero en el plano, el espacio vacío
colectivamente producido. Este vacío no significa la ausencia de norma (anomia), sino el
vacío de heteronomía (la ley del padre como la ley de un otro, con o sin mayúscula) y de
autarquía (el decisionismo de un Padre de la horda o de un Leviatán) o, lo que es lo
mismo, la instauración colectiva, adulta y real del fundamento contingente de la
fraternidad, de la autodeterminación igualitaria de todos/as y de cada uno/a, sobre el
fondo desfondado de la anarquía ontológica.72

Eduardo Assalone

Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) y


Doctorando en Filosofía en la Universidad Nacional de Lanús. Es becario doctoral Tipo I
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

BIBLIOGRAFÍA

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- ŽIŽEK, Slavoj, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, trad. Jorge Piatigorsky, Buenos Aires:
Paidós, 2005.

Recibido: 20 de junio de 2012

Aceptado: 17 de julio de 2012

1 BUTLER, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, trad. Jacqueline Cruz, Madrid:
Cátedra, 1997. La edición original es: BUTLER, Judith, The Psychic Life of Power. Theories in Subjection, Stanford,
California: Stanford University Press, 1997.
2 LACAN, Jacques, “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología”, en: LACAN, Jacques,
Escritos 1, trad. Tomás Segovia, Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p. 122.
3 ROZITCHNER, León, Freud y los problemas del poder, Buenos Aires: Losada, 1ra. edición, 2003. Estas
cuestiones Rozitchner las trabajará también en el libro: ROZITCHNER, León, Perón: entre la sangre y el tiempo. Lo
inconsciente y la política, tomo I, Del duelo a la política: Freud y Clausewitz, Buenos Aires: Catálogos, 1998. Véase
también: ROZITCHNER, León, Freud y los límites del individualismo burgués, México: Siglo XXI, 3ª edición, 1987.
4 ROZITCHNER, León, Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 13.
5 Ibid., p. 12.
6 Ibid., p. 35. La cursiva es mía.
7 ŽIŽEK, Slavoj, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, trad. Jorge Piatigorsky, Buenos Aires:
Paidós, 2005.
8 ROZITCHNER, L., Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 58.
9 Ibid., p. 56.
10 Hipótesis que se construye a partir del comportamiento de las hordas de los monos superiores. Véase: FREUD,
Sigmund, Tótem y tabú y otras obras (1913-1914), Obras Completas, volumen 13, trad. José L. Etcheverry, Buenos
Aires: Amorrortu, 1991, p. 127.
11 Ibid., p. 143.
12 Ibid., p. 142.
13 Ibid., pp. 65-66.
14 Ibid., p. 134.
15 Loc. cit.
16 Ibid., p. 143. La cursiva es mía.
17 Ibid., pp. 143-144.
18 Ibid., p. 144.
19 Ibid., p. 145.
20 Ibid., p. 146.
21 FREUD, Sigmund, Totem und Tabu. Einige Übereinstimmungen im Seelenleben der Wilden und der Neurotiker,
en: FREUD, Sigmund, Gesammelte Schriften, Band X, Leipzig-Wien-Zürich: Internationaler Psychoanalytischer
Verlag, 1924, p. 175. En alemán, el verbo zugrundegehen, traducido comúnmente por “perecer” o “irse a pique”,
significa literalmente “ir(se) al fundamento”, al Grund (que también significa razón, causa, porqué, motivo,
presupuesto, además de fondo y suelo) en el sentido de irse uno al suelo, a la tierra, esto es, morirse y ser
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enterrado. No obstante, es curioso que justamente el padre muerto actúe luego como Grund, como fundamento
simbólico de la sociedad humana.
22 FREUD, S., Tótem y tabú y otras obras (1913-1914), ed. cit., p. 146.
23 Ibid., pp. 147-148.
24 Ibid., pp. 150 y 151. La cursiva es mía.
25 FREUD, Sigmund, Moisés y la religión monoteísta, Obras Completas, vol. 23, trad. José L. Etcheverry, Buenos
Aires: Amorrortu, 1991, p. 128.
26 Ibid., p. 128-129.
27 NIETZSCHE, Friedrich, La Ciencia Jovial, trad. José Jara, Caracas: Monte Avila Editores, 1985, 108, p. 103.
28 “«¿A dónde ha ido Dios?», gritó [el hombre frenético], «¡yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado —
vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos!…»”. Ibid., 125, “El hombre frenético”, p. 115.
29 ROZITCHNER, L., Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 36. Esto incluye también al psicoanálisis, pues el
aparato psíquico es “el primer montaje congruente con la dominación oficial, [y es] acentuado por el sistema, por los
psicoanalistas y a veces –es el reproche de Deleuze y Guattari– por el mismo Freud, acusado de ‘edipizar’ a sus
enfermos” (loc. cit). Cf. DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix, El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, trad.
Francisco Monge, Buenos Aires: Paidós, 1998. Véase por ejemplo: “… ¿el registro del deseo pasa por los términos
edípicos? (…) ¿Es Edipo una exigencia o una consecuencia de la reproducción social, en tanto que esta última se
propone domesticar una materia y una forma genealógicas que escapan por todos lados?” (p. 22); o, poco más
adelante: “… [¿]qué hace el psicoanálisis para reducir, esta vez al neurótico, a una pobre criatura que consume
eternamente el papá-mamá, y nada más? ¿Cómo ha podido ser reducida la síntesis conjuntiva del ‘¡Luego era
eso!’, ‘¡Luego soy yo!” el eterno y triste descubrimiento de Edipo, ‘Luego es mi padre, luego es mi madre…’?” (p.
28).
30 ROZITCHNER, L., Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 12.
31 Ibid., p. 37.
32 Loc. cit.
33 Ibid., p. 38. Una curiosidad significativa en este contexto es que la primera vez que Freud utiliza la expresión
“complejo de Edipo” fue en un artículo de 1910 en el que sostuvo que el niño, ahora en la pubertad: “Empieza a
anhelar a su propia madre… y a odiar de nuevo al padre como un competidor que estorba ese deseo; en nuestra
terminología: cae bajo el imperio del complejo de Edipo. No perdona a su madre, y lo considera una infidelidad, que
no le haya regalado a él, sino al padre, el comercio sexual”. FREUD, Sigmund, “Sobre un tipo particular de elección
de objeto en el hombre (Contribuciones a la psicología del amor, I)”, 1910, en: FREUD, Sigmund, Cinco
conferencias sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci y otras obras 1910, trad. José Luis
Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 2003, p. 164. (La observación es de Strachey: ibid., p. 164n). Con respecto al
concepto de parricidio en Freud, véase: De MIJOLLA, Alain (ed.), International Dictionary of Psychoanalysis.
Dictionnaire International de la Psychanalyse, Detroit: Thomson Gale, 2005, “Parricide”, p. 1238 y ss. Aquí se nos
indica que Freud utiliza dos términos distintos para referirse a la muerte del padre, Vatermord y Vatertötung,
correspondiendo la primera únicamente al asesinato con intención criminal. Así, el crimen de TyT es un Vatermord,
mientras que el parricidio de Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, es denominado por Freud como una
Vatertötung. Véase: FREUD, Sigmund, “Dostoievski y el parricidio [Vatertötung]”, 1928, en: FREUD, Sigmund, El
porvenir de una ilusión. El malestar en la cultura y otras obras, Obras completas, volumen 21, trad. José L.
Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1992.
34 ROZITCHNER, L., Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 39.
35 “La disimetría real se convierte, por regresión, en una simetría imaginaria”, ibid., p. 49.
36 Ibid., p. 39.
37 Ibid., p. 40. La cursiva es mía.
38 Loc. cit.
39 Ibid., p. 41.
40 Ibid., p. 42. La cursiva es del autor.
41 Loc. cit.
42 Ibid., p. 53. O como expresó Rozitchner en una reciente entrevista realizada por el Colectivo Situaciones y
publicada en 2009, antes de su fallecimiento en 2011: “La amenaza de castración que Freud descubre en la
primera infancia, que llama ‘complejo de Edipo’, es en realidad la penetración del terror que los adultos primero
viven en el espacio de la dominación política y que penetra en la familia. Primero es el terror político y luego es el
terror de la infancia que, en efecto, el niño vivirá en sus primeros años”. ROZITCHNER, León, Acerca de la derrota
y de los vencidos, Buenos Aires: Biblioteca Nacional-Quadratta, 2011, p. 120.
43 ROZITCHNER, L., Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 56.
44 Ibid., p. 59.
45 Ibid., pp. 58-59.
46 Ibid., p. 57.
47 Ibid., pp. 57 y 58.
48 Ibid., pp. 42-43. “… lo que Freud muestra… es la prolongación del sujeto en las instituciones donde el poder
colectivo es expropiado en provecho de una minoría dominante que se apoya en la solución equívoca del Edipo.
Freud trata de desentrañar allí [i. e., en Psicología de las masas y análisis del yo] el núcleo racional del despotismo
colectivo. El psicoanalista, en cambio, realiza una exclusión y un corte: lo colectivo cae fuera de su campo” (ibid., p.
48).
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49 Ibid., p. 71. Esta declaración cobra mayor sentido cuando tomamos en cuenta el contexto de redacción del libro
que estamos analizando, escrito en el exilio provocado por la última dictadura militar en Argentina. En un artículo
presentado en la Conferencia Internacional sobre Exilio y Solidaridad en la América Latina de los Años Setenta
(Venezuela, octubre de 1979) y publicado en la revista Controversia (número 4, México D.F., febrero de 1980),
Rozitchner afirmaba lapidariamente: “El fracaso y la derrota que culminan en el exilio verifican una distancia abierta
en su término: aquella que separa lo imaginario de lo real”, y agrega más adelante: “…debemos reconocer que eso
excluido, el terror y el poder que el sistema desencadenó, ese lugar, que debía revelarlo más bien como
fundamento de una política real, fue ocupado y ocultado por la fantasía y el delirio, no ya sólo individual sino social”.
ROZITCHNER, León, “Psicoanálisis y política: la lección del exilio”, en: ROZITCHNER, L., Freud y los problemas
del poder, ed. cit., pp. 189 y 193. La ilusión a la que se refiere Rozitchner aquí es la de la sobre-estimación de las
propias fuerzas y el olvido del terror constitutivo de lo político, olvidado en la “tregua” de los períodos democráticos,
pero cuya amenaza reaparece siempre que el sistema de dominación se encuentre verdaderamente cuestionado. A
este respecto se pregunta: “¿hasta qué punto el campo de la política es aquel donde la ilusión de las propias
fuerzas, y la disminución de las del enemigo, ocultan, en su omnipotencia, la existencia de fuerzas reales que la
ilusión, creyendo expandirlas, en realidad inhibió?” (ibid., p. 190).
50 Véase: MALIANDI, Ricardo, Ética: conceptos y problemas, Buenos Aires: Biblos, 3ra. edición aumentada, 2004,
II.4., p. 42: “El reconocimiento de determinadas normas o determinados valores…, las creencias compartidas
acerca de cómo se debe obrar, etc., son, en sí, facta, hechos. Son hechos específicos caracterizados precisamente
por su normatividad. Y hablar de ellos no es contradictorio con la afirmación de que lo normativo se opone a lo
fáctico. Del mismo modo se oponen lo que es ‘de derecho’ (de jure) y lo que es ‘de hecho’ (de facto): no es que
aquello no exista, sino que su existencia está ‘legitimada’. En alemán se suele distinguir entre ‘Gültigkeit’ (validez) y
‘Geltung’ (vigencia). Esta última alude a lo que vale de hecho; aquélla, a lo que puede sostenerse por medio de
argumentos”.
51 KANT, Immanuel, Crítica de la razón pura, trad. Pedro Ribas, Madrid: Alfaguara, 1978, A 84-85 / B 116-117, pp.
120-121.
52 MALIANDI, R., op. cit., V.2., p. 107.
53 LEGENDRE, Pierre, Lecciones VIII. El crimen del Cabo Lortie. Tratado sobre el Padre, México: Siglo XXI, 1994,
pp. 169-170.
54 Ibid., p. 25. La cursiva es mía.
55 “¿En qué consiste el principio de Razón en una sociedad? / Yo diría: es la construcción cultural de una imagen
fundadora gracias a la cual toda sociedad define su propio modo de racionalidad, es decir, su actitud ante el
problema humano de la causalidad. Esta construcción produce un cierto tipo de instituciones, una política de la
causalidad, de la que procede ese montaje de lo prohibido que llamamos en Occidente el Estado y el Derecho. /
Según esta perspectiva, el sistema institucional, mantenido por la imagen fundadora, tiene por función transmitir la
Razón, inscribir la reproducción humana en su relación con la casualidad, y perpetuar la prohibición (en el sentido
antropológico de ese término) a través de las generaciones” (ibid., pp. 43-44).
56 Ibid., pp. 72-73. De esta doble filiación derivan, según Legendre, dos versiones del parricidio: “La primera es la
que consiste en matar a sus padres… La segunda es aquella que trata de poner en obra Lortie [i. e., el protagonista
del libro, autor de una masacre en la sede del Parlamento canadiense en 1984]: el homicida mata las efigies
vivientes de la Referencia”, pues su intención era matar al gobierno de Quebec (ibid., p. 73).
57 Ibid., pp. 118-119. La cursiva es del autor.
58 Ibid., p. 119.
59 Ibid., p. 120. Cf. LÓPEZ, Héctor, Psicoanálisis, un discurso en movimiento. Derivas del descubrimiento
freudiano, Buenos Aires: Biblos, 1994, p. 110: “[El padre del que hablamos] Se trata de aquel significante de la ley,
al que Lacan llamó ‘Nombre del Padre’. Es decir aquel que no tiene existencia real, pero en cuyo nombre todas las
generaciones han aceptado la prohibición, y que es invocado cada vez que al pasar el sujeto por la castración, se
instituye un límite inviolable no sólo al deseo del niño por la madre, sino al deseo de la madre”.
60 Ibid., p. 122. Legendre remite a los Escritos 2 de Lacan, no obstante, la remisión obligada es al Seminario 5, Las
formaciones del inconciente, puntualmente los seminarios del 15, 22 y 29 de Enero de 1958: LACAN, Jacques, El
seminario de Jacques Lacan: libro 5: Las formaciones del inconsciente, trad. Enric Berenger, 1ª. Edición 9ª reimp.,
Buenos Aires: Paidós, 2010. Véase por ejemplo: “Lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador
de lo que está más allá de su ley, la de ella, y de su capricho, a saber, pura y simplemente, la ley propiamente
dicha. Se trata, pues, del padre en cuanto Nombre del Padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley,
como nos lo anuncia y lo promueve todo el desarrollo de la doctrina freudiana. Es a este respecto como es
aceptado o no es aceptado por el niño como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo”,
seminario del 22 de Enero de 1958 (ibid., Cap. X, “Los tres tiempos del Edipo”, p. 197). En el seminario del 8 de
Enero del mismo año, Lacan ya había dicho que el Nombre del Padre “funda el hecho mismo de que haya ley, es
decir, articulación de cierto orden del significante — complejo de Edipo, o la ley del Edipo, o ley de prohibición de la
madre” (ibid., Cap. VIII, “La forclusión del Nombre del Padre, p. 150). Véase: DOR, Joël, Introducción a la Lectura
de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje, trad. Margarita Mizraji, Barcelona: Gedisa, 1995, II, “La
metáfora paterna como ‘encrucijada estructural’ de la subjetividad”.
61 LEGENDRE, P., op. cit., p. 134.
62 Ibid., p. 130.
63 Cf. LACAN, J., El seminario de Jacques Lacan: libro 5: Las formaciones del inconciente, ed. cit., seminario del 8
de Enero de 1958, Cap. VIII, “La forclusión del Nombre del Padre”, p. 150: “Esto mismo expresa, precisamente,
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18/3/2021 https://www.observacionesfilosoficas.net/elparricidio.htm
aquel mito necesario para el pensamiento de Freud que es el mito del Edipo. Obsérvenlo con más atención. Si es
necesario que él mismo proporcione el origen de la ley bajo esta forma mítica, si hay algo que hace que la ley esté
fundada en el padre, es necesario el asesinato del padre. Las dos cosas están estrechamente vinculadas — el
padre como quien promulga la ley es el padre muerto, es decir, el símbolo del padre. El padre muerto es el Nombre
del Padre, que se construye a partir del contenido”.
64 Ibid., seminario del 15 de Enero de 1958, p. 179.
65 DOR, J., Introducción a la Lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje, ed. cit., p. 104.
66 Ibid., p. 107.
67 Ibid., p. 106.
68 MARCHART, Oliver, El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y
Laclau, trad. Marta Delfina Álvarez, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 14-15.
69 BUTLER, Judith, “Fundamentos contingentes: el feminismo y la cuestión del ‘postmodernismo’”, en: La Ventana,
núm. 13, 2001.
70 Y también la de Alfredo Grande, véase, con respecto al totemismo en la práctica psicoanalítica: GRANDE,
Alfredo, Psicoanálisis implicado 1. El Edipo después del Edipo, Buenos Aires: Topía, 1996, Cap. 4: “Freud y el
monoteísmo: sobre la enseñanza totémica y la asistencia tabú”.
71 Rozitchner: “Es necesario entonces tener presente que cuando Freud describe la estructura del aparato psíquico
como resultado social, no es lo que él piensa que se podría alcanzar históricamente. La distancia entre la
descripción real y la modificación posible [o entre vigencia y validez] es la distancia entre una teoría no totalmente
explicitada, que le sirve de fundamento, y la descripción de lo real. (…) …cuando [Freud] cura o expone su teoría,
en Más allá del principio de placer, en El yo y el ello, en Moisés y el monoteísmo, o en Psicología de las masas y
análisis del yo, todos los temas que va desarrollando allí apuntan a una racionalidad diferente de la represiva. Y es
acudiendo a esa nueva forma de pensar la solución a las contradicciones, a partir de una adecuada y precisa
descripción de lo real actual, como nos deja entrever otro modo, otro orden, otra razón: otra forma de ser hombres”
(ROZITCHNER, L., Freud y los problemas del poder, ed. cit., p. 36).
72 Me gustaría remarcar, en esta última frase, la palabra “fraternidad” y señalar el contraste entre la perspectiva
defendida aquí y la siguiente posición burlona de Lacan en el Seminario 17 con respecto al mito de TyT: “El viejo
papá las tenía a todas para él, cosa ya fabulosa — ¿por qué las tendría a todas para él? — pero resulta que de
todos modos hay otros chicos, ellas también pueden tener algo que decir. Le matan. Las consecuencias son muy
distintas que en el mito del Edipo. Como matan al viejo, al viejo orangután, ocurren dos cosas. Una la pongo entre
paréntesis, porque es una fábula — descubren que son hermanos. En fin, eso puede darles alguna idea de lo que
es la fraternidad, les haré un pequeño desarrollo, a modo de pequeño puntal… Este empeño que ponemos en ser
todos hermanos prueba evidentemente que no lo somos. Incluso con nuestro hermano consanguíneo, nada
demuestra que seamos su hermano, podemos tener un montón de cromosomas completamente opuestos. Esta
manía de la fraternidad, dejando de lado el resto, la libertad y la igualdad, no es moco de pavo — convendría ver lo
que hay debajo. / Sólo conozco un origen de la fraternidad — quiero decir la humana, de nuevo el humus —, es la
segregación. Nos hallamos, por supuesto, en una época de segregación, ¡pufff! Ya no hay segregación en ninguna
parte, cuando uno lee los diarios es algo inaudito. Simplemente, en la sociedad — no quiero llamarla humana
porque me reservo mis términos, estoy atento a lo que digo, no soy un hombre de izquierdas, yo sólo constato —,
todo lo que existe se basa en la segregación, y la fraternidad lo primero. Incluso no hay fraternidad que pueda
concebirse si no es por estar separados juntos del resto, no tiene el menor fundamento, como acabo de decirles, el
menor fundamento científico. Se trata de captar esa función y saber por qué es así”. LACAN, Jacques, El seminario
de Jacques Lacan: libro 7: El reverso del psicoanálisis 1969-1970, trad. Enric Berenger y Miquel Bassols, 1ª edición
9ª reimp., Buenos Aires: Paidós, 2010, seminario del 11 de Marzo de 1970, Cap. VII, “Edipo, Moisés y el padre de la
horda”, pp. 120-121. Una buena síntesis de las diferencias entre Freud y Lacan con respecto al parricidio, al mito de
Edipo y el de TyT, la ofrece Espinoza Rivera, véase: ESPINOZA RIVERA, Jerry, “‘Si Dios no existe…’ Edipo y el
parricidio en el Seminario XVII de Jacques Lacan”, en: Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, XLII
(106-107), Mayo-Diciembre 2004.

Revista Observaciones Filosóficas - Nº 13 / 2011

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