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“Violencia de Género: Su abordaje clínico”

Clase 2

La Entrevista:

El tratamiento de la violencia contra las mujeres está regulado por ordenamientos


legales, que definen las obligaciones del personal de salud y les dan certeza sobre
las posibilidades y límites de su participación en la atención a las mujeres en
situación de violencia. Existen criterios que consideramos estructurantes respecto
a la posición y el rol del profesional o equipo que lleva a cabo las entrevistas a una
víctima de violencia, independientemente de lo formación teórica o corriente a la
que adhiera, tales criterios resultan imprescindibles tanto desde el abordaje con
perspectiva de género como en el marco del respeto por los derechos humanos.
Dichos criterios son:

 Oportunidad: Se refiere a la detección y posibilidad de brindar asistencia,


poniendo en juego la voluntad y la ética profesional para brindar la
asistencia especializada acorde a la situación de violencia y poner a
disposición todos los recursos profesionales e institucionales para la
asistencia de la víctima.
 Honestidad: Este criterio se refiere a la comunicación clara y directa de los
alcances de nuestra intervención, se relaciona con nuestros límites y o los
del servicio desde el cual ejercemos nuestra profesión.
 Calidez: Condición imprescindible para permitir que la víctima relate lo que
pueda cómo pueda en un clima emocional cálido y contenedor.
 Respeto a la dignidad: Se refiere al trato profesional respecto de la
víctima, habrá de ser digno y considerado respecto de la condición
sociocultural, de sus convicciones personales y morales, con acato a su
intimidad y pudor, independientemente de su edad, género y circunstancias
personales.
 Credibilidad: Se refiere a que la víctima teme que su relato sea
cuestionado, resulta indispensable explicitar pero además como

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posicionamiento profesional el relato de la víctima es la verdad, no se


requiere de prueba alguna y no se cuestiona la veracidad del relato.

Cuando se inicia una entrevista hay muchos elementos a tener en cuenta para
obtener la mayor cantidad de información que nos permita tener un diagnóstico
amplio, algunos de esos puntos se nos presentan muchas veces contrarios a lo
que haríamos en una entrevista con un motivo de consulta distinto, por ello resulta
conveniente el diseño de protocolos de atención que contengan los datos
imprescindibles y los datos necesarios:

-Datos Filiatorios(Nombre y apellido, fecha y lugar de nacimiento, domicilio exacto,


teléfono, documento, estado civil, ocupación, nivel de estudio, nivel de ingresos)

-Grupo familiar conviviente

-Familia extensa o de origen

-Datos del agresor (filiatorios y relacionados con la evaluación del perfil que
ampliaremos más adelante)

-Datos sobre su salud, enfermedades crónicas, tratamientos psicológicos


psiquiátricos, adicciones, embarazos, etc.

-Datos sobre intervenciones institucionales o legales pasadas y actuales,


denuncias, medidas cautelares, acuerdos judiciales, divorcios, etc.

Cuando nos referimos a protocolos, intentamos tener una guía de aquella


información relevante para brindarnos más elementos que el relato acerca de la
situación que la trae a consulta, es decir los detalles de la situación de violencia
que padece constituirá en sí lo más complejo de abordar y por ello es importante
que tengamos presente que puede ocurrir que la víctima se presente en un estado
de angustia desbordada y requiera de nuestra escucha y contención, lo cual
implicará que el tiempo de la entrevista sea extenso, y un desgaste profesional
intenso.

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Este último punto merece excede los alcances de este curso, sin embargo a
modo de mención no podemos dejar de lado que las personas que trabajamos con
víctimas estamos en constante contacto con la violencia o su amenaza, nuestra
escucha nos ubica como testigos no solo del miedo, la impotencia y la paralización
de quien sufre la agresión, sino también de la brutalidad perpetrada por un ser
humano, ser testigos de ese horror puede provocar traumatización en los
profesionales y resulta fundamental detectar las señales y buscar métodos de
autocuidado.

Retomando el desarrollo de la entrevista resulta conveniente la utilización


de protocolo guías, pero se debe tener presente que si bien la misma se
caracteriza como semidirigida o semiabierta, dependerá del estado en el que se
presente la víctima, el nivel de angustia, la urgencia en la que se presente, etc.
Algunas sugerencias para agilizar y ganar efectividad en la intervención:

1. No tenga miedo de preguntar. Contrariamente a la creencia popular, la mayoría


de las mujeres están dispuestas a revelar la violencia cuando se les pregunta en
forma directa y no valorativa. En realidad muchas mujeres están esperando en
silencio que alguien les pregunte.

2. Cree un espacio privado. Separe a la mujer de cualquier persona que la


acompañe, especialmente familiares. Explique que estas preguntas se hacen en
forma rutinaria a todas las mujeres. En aquellos casos de urgencia y/o de
evidencia absoluta de violencia se le puede preguntar a la víctima si desea que
alguien esté con ella durante la entrevista.

3. Explicite el derecho de la mujer a la confidencialidad. Asegúrese de que la


mujer esté convencida, de que la información que proporcione no será revelada.

4. Cree un ambiente seguro de apoyo donde no se emitan juicios de valor.


Permítale contar su historia sin calificar o valorar las circunstancias descritas.

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5. No emplee términos técnicos. Es importante que las preguntas sobre este tema
sean formuladas de manera clara, sencilla y directa, que la mujer comprenda
exactamente que se le pregunta.

6. Asegúrese que la información que proporcione sea veraz y objetiva.

7. Asegúrese que cuenta con el consentimiento de la mujer para realizar cualquier


acción, explicitando su derecho para decidir libremente lo que desea hacer.

8. Asegúrese que la mujer no reciba un trato discriminatorio: por sexo, posición


social, raza, edad, religión, opiniones, origen, nacional o cualquiera otra causa.

9. Valide la historia. Nunca haga preguntas que sugieran que se tienen dudas o
que está investigando si la historia que está escuchando es verdadera. Recuerde
que ese no es su papel.

10. No haga preguntas cuya respuesta ya conoce, para evitar la revictimización.


Durante el proceso y a medida que surja un espacio de confianza se podrá evaluar
la situación de manera más profunda aquello que no surja en un primer encuentro,
pensemos que resulta importante tener hacer una evaluación del riesgo, armar un
plan de acción para su seguridad y brindar orientación legal, todo ello requerirá de
un gran entrenamiento profesional.

11. Permita que la víctima haga preguntas y responda clara y concretamente.

12. Pregunte a la consultante si ha entendido o tiene dudas sobre el proceso, las


indicaciones o el asesoramiento, repregunte para asegurar que al finalizar la
entrevista los pasos son claros y si es necesario entregue por escrito la orientación
brindada.

Existe un modelo de fases (Zinc, Elder, Jacobson y Klostermann, 2004) que al


momento de realizar una entrevista, resulta interesante tener presente ya que nos
permite entender a grandes rasgos el posicionamiento de la víctima en el
momento actual. Detectar en que fase se encuentra permite elaborar la estrategia

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y el timing de nuestras intervenciones. Dicho modelo contempla las siguientes


fases:

1)Fase precontemplativa. Muchas veces nos encontramos con mujeres que


asisten a consulta porque han sido derivadas a raíz de otros motivos, por ejemplo
cuando la derivan desde el ámbito escolar por intervención con los hijos, del
ámbito comunitario, de organizaciones barriales, etc. el motivo de consulta es otro,
puede incluso tener relación con una decisión de divorciarse, por problemas en
relación a los límites con sus hijos, por síntomatología clínica en la que no se
detecta causa clínica, etc. son innumerables los motivos que podrían llevar a una
mujer a consulta y no tener conciencia del problema que lo origina todo. Lo que
ocurre es que existen multitud de mecanismos defensivos que niegan, minimizan o
racionalizan las conductas de abuso y violencia en las que están inmersas. Incluso
la mujer puede no sospechar que está siendo víctima por ello no hay posibilidad
alguna de toma de toma de decisión en este momento. Puede atravesar
sintomatología variada, sentir miedo, depresión, ansiedad, estado de confusión
respecto del origen de su malestar y escasa conciencia acerca de lo que le
sucede. Algunas de las intervenciones adecuadas a esta fase podrían consistir en
lo siguiente: realizar un buen contacto psicológico; fomentar la duda, la
interrogación acerca del abuso, de sus efectos en su salud y del riesgo; extremar
la cautela en el ritmo, el cuidado en las intervenciones, ya que existe riesgo de
abandono de la mujer; reforzar la autoeficacia, los logros mínimos; no desmontar
sus mecanismos de defensa; no quitar recursos antes de haber brindado otros;
tenemos que tener claro que, lo que para nosotros es un paso adelante hacia la
salud, para la mujer puede constituir un paso hacia el dolor (hacia la constatación
del dolor), lo desconocido, el abismo, lo incierto y, por lo tanto, lo normal es que se
resista y lo evite, o que directamente se niegue o se enfrente a nuestras
indicaciones; para ella, internamente, este es el momento más peligroso y
doloroso, antes de atreverse siquiera a ponerle nombre a lo que le pasa; hay que
tranquilizar constantemente acerca de la necesidad de abordar los pasos

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siguientes, nosotros los conocemos, las mujeres, no; evitar que se vaya sin dejarle
la puerta abierta para otra consulta en el futuro.

2)Fase contemplativa. Cuando una mujer se presenta en esta fase cuenta con
elementos que le permiten preguntarse, cuestionar lo que vive como naturalizado.
Puede concurrir luego de intervenciones profesionales previas, en ocasiones
ocurre que la mujer está atravesando además de una situación de violencia evento
o crisis vital específica como un duelo, embarazo, mudanza, pasaje de la agresión
verbal a la física, etc. También obviamente puede ser producto del trabajo anterior
si se trata de una mujer que llegó a consulta en fase precontemplativa y ocurre
que se produce una brecha en la conciencia de la mujer, a través de la cual puede
empezar a cuestionar acerca de la violencia de la cual es víctima y vislumbrar la
posibilidad de salida. En este punto, nuestra intervención debe ser sólida, el
acompañamiento debe ser seguro y constante, sólo así se abre la posibilidad de
cambio, no podrá hacerlo sola, y está seguramente muy sola. Si nuestras
estrategias de acompañamiento no son adecuadas probablemente desistirá de
enfrentar el camino que se avecina. Nos encontraremos con una mujer que pude
nombrar lo que le pasa, que lo cuenta angustiada con una mezcla de angustia y
sorpresa es habitual hasta que se rían mientras relatan lo padecido; lo importante
es que ya no lo niegan y al expresarlo seguramente se reduce la confusión.
Nuestra función es prestarle palabras que luego serán su propiedad, lo entenderá
lo podrá reproducir, podrá porque al ponerle nombre y sentido a todo lo
incomprendido tiene el efecto de claridad y satisfacción que acota la angustia, la
incertidumbre, la culpa. Cuando se logra entender, conocer entonces se puede
pensar en la toma de una decisión y para ello debemos elaborar estrategias
conjuntas específicas para esa mujer en ese momento. Se puede trabajar en las
posibilidades, como tales, evaluar y revaluar, no se toman decisiones es un
momento de exigencia de gran creatividad de los profesionales y un trabajo
conjunto con la mujer en tanto lo que facilite de su historia, su contexto sus
recursos permitirán esbozar líneas de acción, como posibilidades. Resulta

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imprescindible que se sienta apoyada, escuchada, sentirá miedo y tal vez una
propuesta nuestra le resulte inviable hoy pero no mañana, la complejidad de la
situación será proporcional al temor que sentirá y debemos acompañar sus
tiempos en la toma de la decisión que debe ser suya.

3) Fase de Preparación. Es una fase posterior de un proceso que una mujer


realiza con continuidad, aunque consultan muchas mujeres que luego de haber
intentado iniciar un proceso desistieron de tomar decisiones. Pero vuelven a
consulta habiendo realizado pequeños cambios porque han podido empezar a ver
su situación con algo más de claridad. Resulta muy eficaz reforzar estos
pequeños cambios, porque son los que le van a proporcionar seguridad y
autonomía a la mujer y los que le van a ir permitiendo dar pasos cada vez
mayores, no centrar la atención en el abandono del proceso pero sí que logre
poner en palabras por qué interrumpió su proceso. En este punto es importante
tener una buena evaluación del riesgo actual, ya que al modificarse el equilibrio de
la pareja el agresor puede reaccionar con violencia ante estas iniciativas de la
mujer, que tiene que estar prevenida. Tanto el profesional como la propia mujer
deben estar también atentos ante la ambivalencia normal en estos procesos. Los
sentimientos se entremezclan y el sentido que sigue la evolución no siempre es
lineal. La ambivalencia puede asustar a la mujer y hacerle creer que está
equivocada en sus planteamientos o en sus sentimientos (yo no puedo sola,
todavía lo quiero, realmente no quiero separarme…), y al profesional puede
hacerle dudar de la credibilidad de la mujer y desconfiar del proceso.

4) Fase de Acción. En esta fase nos encontraremos acompañando una mujer que
tiene una idea clara de hacia dónde quiere dirigir su vida y empieza a tomar las
decisiones que suponen cambios. Se trata de un reforzamiento de la fase anterior.
En esta fase se toman decisiones y se realizan cambios, aumenta el riesgo y
disminuye la ambivalencia. En general es la fase propicia para iniciar el pedido
judicial de medidas protectivas (restricción perimetral o perímetro de contacto,

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exclusión del hogar, cese de perturbaciones, etc.) y/o iniciar acciones de fondo
(divorcio, división de bienes, etc).

5) Fase de Mantenimiento. La mujer tiene los recursos y fortaleza suficiente para


mantener los cambios que ha realizado y para haber resistido el riesgo. Ya que ha
sido capaz de mantener estos logros, y que ya está situada en la vía de salida,
siempre cuidando de su seguridad, es el momento de proponerle alguna
intervención de tipo psicológico, en general consideramos un dispositivo grupal,
grupo de autoayuda, grupos de reflexión, etc. En esta fase la mujer puede estar
dispuesta a compartir los alcances de sus logros sin angustia en estado de
desborde y un dispositivo grupal aumentará las posibilidades de sostenimiento de
sus acciones gracias al sostén de la red social en la que se incorpora.

6) Fase de Recaída. Ruptura evolutiva. En algunas ocasiones, los obstáculos han


resultado insalvables para la mujer y en este momento no puede seguir adelante
con la decisión de terminar con el vínculo. La ruptura evolutiva hace referencia a la
importancia de la labor profesional en sostener el proceso, el ritmo y las
decisiones de la mujer, sean cuales sean. Aunque la mujer no consiga romper con
la relación en esta ocasión, son muchas las cosas que está poniendo a prueba y,
si cuenta con el apoyo adecuado, le serán de gran utilidad en los futuros intentos
de separación. El profesional, en esta fase, debe: ayudar a la mujer a renovar el
proceso de contemplación, preparación y acción, ayudándola a que no se frustre y
culpabilice; estar muy atento a los sentimientos de culpa, de autorreproche, de
vergüenza, que pueden bloquear a la mujer; explicarle detenidamente el proceso
de la ruptura evolutiva; estar atento a sus actitudes contratransferenciales
(sentimientos de fracaso, de estafa, de ineficacia), que pueden generar hostilidad
hacia la mujer; seguir positivando todo lo bueno que consiguió, a pesar de la
recaída. No permitir que lo olvide; seguir confiando en ella es tal vez la única
forma de que ella lo siga haciendo en sí misma y le de fuerza para la próxima
ocasión.

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Cabe señalar que el modelos presentado resulta acotado y ajustado al tema de la


entrevista y la aproximación al diagnóstico situacional. En la próxima clase
profundizaremos el abordaje utilizando un modelo integrativo de la dinámica de la
violencia, dicho modelo permite un análisis más amplio y profundo de todos los
elementos intervinientes.

Señalaremos una distinción en cuanto a la entrevista, hasta ahora hemos


desarrollado, desde nuestra experiencia, un modelo de entrevista habitual en un
servicio de atención a víctimas de violencia o en consultorio. Sin embargo, en caso
de desempeñarse en un servicio que presente dispositivo de guardia, que puede
generar entrevistas a víctimas en situación de violencia con características de
urgencia caben agregar algunas particularidades.

Se debe garantizar un espacio físico y privado que permita a la mujer expresar su


problemática y ofrecer atención respetuosa, empática y exenta de prejuicios que
facilite la manifestación y elaboración de los sucesos. Durante la entrevista el
profesional deberá operar como Yo auxiliar de la víctima, lo que representa
“prestarle” al otro momentáneamente nuestra estabilidad emocional, capacidad de
análisis, juicio lógico y práctico para asegurar una toma de decisiones adecuada y
acorde con la situación. Técnicas a utilizar:

1. Acercamiento: Permite reconstruir y entender lo sucedido, favoreciendo la


descarga emocional en la cual la persona se libera del afecto ligado al recuerdo de
un acontecimiento traumático, mediante el contacto visual y la oportunidad de
hablar, se hace una invitación para que la persona inicie la catarsis y se pueda
proporcionar el apoyo emocional y brindar una o varias posibilidades alternativas
que concuerden con la realidad. Cuando se encuentren dificultades para
establecer el diálogo, se tendrá que valorar la posibilidad de que la persona aún se
encuentre en shock o de que existan componentes de patología psiquiátrica.

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2. Contacto Empático: Es necesario transmitir a la persona que atraviesa por un


estado de crisis que somos capaces de entender lo que está viviendo y que
nuestra comprensión está libre de juicios y valores morales o sociales.

3. Reaseguramiento: Apoyar a la persona a tolerar (contener) su emoción,


guiándola a dimensionar para que no se desborde ni imposibilite el pensamiento
claro y lógico en la medida de lo posible, y acompañarlo para que logre aceptar
que su realidad ha cambiado pero que la vida continúa.

4. Buscar Opciones: Se debe apoyar para la toma de decisiones a corto plazo en


la resolución de la problemática inmediata y evitar la rumiación o la fuga de
pensamiento hacia situaciones que no requieren solución inmediata. Es importante
tener en mente que el proceso implica dar opciones para que el otro decida, NO
decidir por él o ella puesto que finalmente la solución debe estar acorde a su
realidad y no a la nuestra. Corresponde a las y los prestadores de servicios de
salud informar a las personas afectadas sobre su derecho a denunciar los hechos
de violencia que se presenten, la existencia de dispositivos de apoyo disponibles,
así como los pasos a seguir para acceder a los servicios de atención, protección y
defensa para quienes sufren de violencia, facilitando y respetando la autonomía en
sus decisiones e invitando a continuar con el acompañamiento del equipo
especializado.

Para estas entrevistas de urgencia es de utilidad realizar protocolos breves o


resumidos que permitan en un sector de observaciones incluir un breve resúmen
del estado psicológico de la víctima (incluyendo funciones cognitivas).

Evaluación del riesgo:

Existen elementos e información que nos permiten inferir el riesgo actual en


el que se encuentra la víctima, podemos determinarlo mediante instrumentos
diseñados a modo de escalas y también pueden surgir, luego de vasta experiencia
en este tipo de abordaje, de la entrevista. Resulta interesante como luego del uso

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de numerosas herramientas diseñadas, los profesionales adquieren una síntesis


de elementos cruciales que permiten valorar el riesgo a partir de la evaluación de
la víctima (recursos psíquicos, sociales, familiares, económicos), el perfil del
agresor y la fase de la dinámica de la violencia actual. Respecto del agresor es
necesario interrogar acerca del manejo o tenencia de armas, integrantes de una
fuerza, antecedentes de ausentismo o pérdida de empleo recurrente, historia de
violencia familiar, consumo problemático de sustancias, antecedentes
psiquiátricos, antecedentes penales, grupo social de pertenencia, entre otros).Con
relación al objetivo de la evaluación de riesgo, será el punto desde el cual podrán
elaborarse estrategias a corto, mediano y largo plazo para acompañar y sostener
a la mujer en el recorrido y salida de la dinámica violenta. Las acciones posibles
serán analizadas en cuanto a costos y beneficios, estrategia principal y
alternativas, por ejemplo: si de la evaluación surge que la víctima se encuentra en
situación de alto riesgo no sería recomendable que radique una denuncia, al día
siguiente concurra al juzgado a solicitar una exclusión y que aguarde a la
ejecución de la orden, incluso pudiendo haber sido notificado de la denuncia que
su pareja radicó. Ello aumentaría elriesgo de vida de la consultante y por supuesto
en el caso de existir hijos convivientes extender el riesgo a los mismos. El plan de
acción puede incluir desde planear estratégicamente postergar el día de
radicación de la denuncia, tal vez gestionar el ingreso inmediato a un hogar de
resguardo familiar o refugio institucional específico, previo informe profesional al
juzgado en turno, quienes emitirán la orden solicitada en calidad de urgente, y
luego de la ejecución de la orden facilitar los medios para el retorno al hogar.
Obviamente este es un plan de acción a modo de ejemplo, desprovisto de
información y de medidas de cuidado que se construyen con cuidadosos pasos
con el consentimiento expreso y apoyo de las redes disponibles.

Otra cuestión que merece un punto aparte, es la pertinencia de los


informes en relación a situaciones de violencia de género, resulta imprescindible
que el mismo reúna las condiciones que en la práctica solemos denominar como

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“las 5 C”: debe ser conciso, claro, coherente, correcto y concreto. Excedería los
alcances de esta clase, detallar el modo y elementos que debe contener un
informe de este estilo, sin embargo, resulta necesario tener claro que elementos
no deben faltar: datos del juzgado al que se va a remitir, datos de contacto y
filiatorios de la consultante, elementos que den cuenta del tipo de violencia que
está padeciendo, antecedentes judiciales y no judicializados, elementos de riesgo,
nivel de riesgo, recomendación o solicitud explícita de medida cautelar solicitada,
datos del o los profesionales que evalúan la situación.

Retomando la cuestión de valoración del riesgo, las herramientas con las


que contamos contienen información legal. Están estructuradas por secciones que
corresponden a los tipos de riesgo y brindan información sobre las acciones
urgentes que se pueden realizar para evitar un mayor daño a la mujer y proteger
su integridad. La aplicación de estas herramientas tienen valor probatorio para
acciones legales que eventualmente decida hacer la víctima, de ahí la importancia
de integrarla al expediente clínico e informarle la utilidad de las mismas.

Para iniciar la evaluación del riesgo es indispensable que usted utilice tres
herramientas: (se encuentran en un archivo adjunto de tipo PDF “protocolos de
evaluación de riesgo”)

• Herramienta 1. Evaluación del riesgo según situación específica de violencia.


Esta herramienta le permitirá evaluar el tipo de riesgo al que está expuesta la
mujer, así como la magnitud del peligro. Además le ayudará reconocer las
acciones inmediatas que deben realizarse.

• Herramienta 2. Para evaluar la capacidad de respuesta de la usuaria ante


eventos violentos. Esta herramienta le permitirá identificar las posibilidades de
respuesta que tiene la mujer ante los actos violentos, así como determinar las
acciones urgentes que deben realizarse.

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• Herramienta 3. Evaluación de la peligrosidad del agresor. La aplicación de ésta le


permitirá conocer un perfil general de éste.

Entonces, como hemos enunciado, la evaluación del riesgo resulta de la aplicación


de estas tres herramientas, además proporcionaremos algunos lineamientos para
la evaluación:

Siempre considere que:

• La categorización de riesgos es arbitraria, en virtud de que en la vida de las


mujeres los tipos de violencia y los niveles de riesgo se entremezclan y pueden
modificarse súbitamente. De ahí la complejidad de asignar niveles fijos y
generalizarlos para todas las mujeres que se encuentren en circunstancias
similares, pues omitir detalles que las diferencian puede invisibilizar riesgos.

• La medición del nivel de riesgo no es mecánica. El nivel de riesgo se mide a


partir de la combinación entre conducta violenta y frecuencia, capacidad de
respuesta de las mujeres y peligrosidad del generador de violencia. Pese a lo
anterior la valoración real depende también de información cualitativa que la mujer
proporcione.

• No existe gradación real en el riesgo. En contextos de violencia no es posible


hablar de “bajo, mediano o alto riesgo”, en virtud de que la sola presencia de actos
violentos pone en riesgo a quienes se encuentran en esta circunstancia. El nivel
de riesgo no es permanente. Nada asegura al personal de salud que una mujer en
supuesto “bajo riesgo” no se convertirá de un momento a otro en víctima fatal de
su agresor. Por tanto, las herramientas no buscan asignar niveles sino alertar
sobre los tipos de riesgo, decir sobre las circunstancias específicas de violencia
que experimenta la víctima, con el fin de realizar un plan de acción que considere
todas las variables posibles y una adecuada referencia.

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Ruta Crítica:

Consideramos ruta crítica a la secuencia de decisiones tomadas y acciones


ejecutadas por una víctima para enfrentar la situación de violencia que
experimenta y las respuestas encontradas en la búsqueda de ayuda. Las
trayectorias que emprenden las mujeres lamentablemente son fragmentadas y no
integrales, no existen trabajos elaborados en territorio nacional que permita sacar
conclusiones generales en relación a la eficacia de los organismos, instituciones y
agentes intervinientes. Nuestro trabajo se encuentra muchas veces obstruido por
alguno de los agentes intervinientes en el transcurso del proceso, pensemos que
una víctima inicia su ruta cuando comienza a hablar sobre su situación a partir de
allí, podemos mencionar múltiples organismos del ámbito social, judicial, de salud
que su vez cuentan con numerosos agentes que intervienen facilitando u
obstaculizando el recorrido de la víctima hacia su objetivo, que en definitiva es
lograr salir de la dinámica de violencia, mientras que el agresor permanece
inalterable e inmóvil incluso no cesando sus comportamientos violentos la víctima
emprende un camino cuyo inicio apenas ha sido descubierto y cuyo final no se
vislumbra.

Un inicio de la ruta crítica típica podría ser la que recorre una mujer que al sufrir
una golpiza por parte de su pareja escapa en estado de shock hacia la comisaría
más cercana, si tiene medios para viajar, si pudo tener a sus hijos consigo, si logró
tener su documento de identidad, si creyó que allí podrían ayudarla, si el daño
psicológico y/o físico se lo permite, y así podríamos enunciar cien posibilidades
más, y si pudo acceder a pedir ayuda está a punto de dar el primer paso de este
duro camino. Al llegar a la comisaría espera horas, golpeada con frío, con calor,
con sueño, con hambre, como ella otras mujeres allí con sus hijos en igual
situación…eso si llegó a la comisaría especializada, luego deberá relatar lo vivido,
lo que pueda como pueda y a partir de allí tal vez la respuesta será “la van a
llamar del juzgado” “tiene que ir al juzgado”. Hasta aquí llegamos porque

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podríamos escribir un libro en relación a las peripecias que realiza una mujer para
intentar vivir sin violencia.

Por ello, vamos a relatar lo que para nosotras resulta ser el camino más efectivo.
Siempre que la situación no represente riesgo inminente y se deba requerir auxilio
de las fuerzas de seguridad. El camino más eficaz resulta ser que quien efectúa la
detección (escuela, iglesia, templo, ong, servicio de salud, etc.) contacte al servicio
o profesional especializado y derive de manera efectiva y personalizada, a la
víctima, antes de la primera denuncia, es allí cuando podrá ser escuchada y
asesorada adecuadamente, acompañada y contenida, informada y respaldada por
profesionales que a su vez conocen a la perfección el funcionamiento y los vicios
de los organismos, los agentes con perspectiva de género, los alcances legales en
cuanto a derechos de las víctimas y obligaciones de estado.

La víctima no puede sóla, pero tampoco podrá si quien realiza el acompañamiento


carece de formación especializada, conocimientos o recursos para poder facilitarle
el recorrido. Asimismo, este recorrido que atraviesa la mujer no sólo se denomina
“crítica” por factores externos, también existen los factores internos que se
constituyen como obstáculos, son factores inhibidores del avance se relacionan
con el miedo, la culpa, las presiones familiares, prejuicios, dificultades
económicas, vergüenza, etc. Una vez que la mujer hace público lo que le sucede
los factores inhibidores no desaparecen, pueden incluso ser más fuertes y
favorecer aquellos que favorecen la continuidad del vínculo con el agresor e
incluso la desestimación de la denuncia entre otras.

Nos ha resultado muy eficaz diseñar un artesanal recursero que hemos


desarrollado por escrito en los territorios en los que ejercemos nuestra tarea. Nos
ha llevado mucha dedicación y paciencia, con obstáculos y acuerdos constantes
con los organismos de los que requiere la víctima para avanzar en su proceso. Lo
que intentamos transmitir es que la única forma de lograr eficacia es producir
acuerdos sostenidos, establecer lazos de confianza, conocer las caras de los

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funcionarios, armar redes barriales, conocer actores barriales, visitar hogares y


refugios, etc armar una red intra e interinstitucional que permita un trabajo
interdisciplinario coordinado en pos de agilizar la ruta de las mujeres en situación
de violencia. Esta construcción es constante, dinámica, cambian los agentes
perduran los acuerdos, cambian las leyes o disposiciones y se reveen las lógicas
precedentes. Es un trabajo duro pero el resultado vale el costo ya que intentar
acompañar una víctima desconociendo los recursos no sólo es ineficaz, es
frustrante en todo sentido, es hasta negligente si el riesgo es muy alto. A modo de
cierre recomendamos:

 Informarse de los recursos (Comisarías, Juzgados, Defensorías, Juzgado


de Paz, CGP, Servicios especializados del área de salud, etc)
 Agendar direcciones, teléfonos, y mantener actualizados los contactos
 Respetar acuerdos
 Registrar por escrito informes y su recepcionado
 Trabajar interdisciplinariamente
 Conocer marco normativo vigente

Finalizamos esta clase con un power point en el que se amplía la información


acerca de la ruta crítica denominado “Ruta Crítica”.

Bibliografía:

 Inmaculada Romero, Intervención en Violencia de Género. Consideraciones en Torno al


Tratamiento. Intervención Psicosocial Vol. 19, n.° 2, 2010 - Págs. 191-199
 Zinc T., Elder N., Jacobson J., Klostermann, B. (2004). Medical management of
intimate partner violence considering the stages of change: precontemplation
and contemplation. Annals of Family Medicine, Cáp. 2, Pág. 231-239
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1466661/
 MANUAL DE ATENCIÓN PSICOLÓGICA A VÍCTIMAS DE MALTRATO MACHISTA
Coordinadoras de la edición: Mariángeles Álvarez García Ana Mª Sánchez Alías Pepa Bojó
Ballester. España, Págs. 51,53,54.

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“Violencia de Género: Su abordaje clínico”
Clase 2

 Modelo Integrado para la Prevención y Atención de la Violencia Familiar y Sexual • Manual


Operativo Segunda Edición 2009, Centro Nacional de Equidad de Género y Salud
Reproductiva en colaboración con Mujer y Medio Ambiente A.C. y con IPAS México, A.C. y
con el apoyo del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, PNUD. Pág.131-137

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