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La guitarra ha sufrido variaciones en su forma a lo largo de los siglos.

Además del número de cuerdas, las variaciones del instrumento


han surgido para adaptarlo a las necesidades del intérprete hasta adoptar la forma actual. Este instrumento está fabricado
con madera prácticamente en su totalidad. Hoy en día se utilizan muy diversos tipos, aunque comúnmente los más empleados son
principalmente la madera de palisandro de la India y otros: abeto, caoba, cedro de Canadá, pino, ciprés (muy popular entre las guitarras
que se utilizan entre los guitarristas flamencos) y ébano. Hoy en día los constructores diferencian entre la construcción de un
instrumento clásico o flamenco. Esto se debe a la evolución histórica que han tenido estos dos instrumentos en relación no solo a la
cuestión sonora, sino también al origen social de sus ejecutantes. El ciprés era una madera abundante y más accesible en el SXIX que
el Jacarandá, lo cual influía en el precio final del instrumento haciéndolo más accesible para los ejecutante de origen rural y humilde que
se dedicaban al flamenco. Por otra parte, el sonido percusivo y con gran ataque resultaba suficiente y apropiado para acompañar el
cante en los bulliciosos cafés madrileños donde el flamenco comenzó a expandirse. Lo cierto es que, conforme la guitarra flamenca
comenzó a asumir un papel protagónico como instrumento solista, se fue acercando a la guitarra clásica, en la búsqueda de un sonido
con más cuerpo y utilizando otras maderas además del ciprés (guitarras flamencas negras), aunque han conservado determinadas
características estéticas como las clavijas de madera, y mecánicas como la acción baja de las cuerdas.

Básicamente, está compuesta por la caja de resonancia, el mástil, el puente, el diapasón, los trastes, las cuerdas y el clavijero. No
obstante, algunos guitarristas han personalizado sus guitarras y pueden poseer más de un diapasón o sobrepasar las 6 cuerdas. Las
más populares de 7 cuerdas se utilizan en la música popular brasileña, la de 8 cuerdas que popularizó el gran José Tomás, o la de 10
cuerdas de Narciso Yepes. Sin embargo, no es una cuestión generalizada. Durante el siglo XIX existieron guitarras de muy diversos
tipos, como guitarras-arpa con numerosas cuerdas.

Incluso recientemente y con criterios de sonoridad y volumen, el guitarrista uruguayo Abel Carlevaro patentó un modelo en el que se
ampliaba el volumen de la caja eliminando el óvalo superior de la guitarra, y se prescindía del orificio de la tapa armónica, para que esta
tuviera mayor superficie de vibración, y por lo tanto mejor sonido y de mayor volumen. Sin embargo, el modelo que siempre ha
prevalecido durante los últimos dos siglos sigue siendo la guitarra convencional de 6 cuerdas y de la forma de 8 que todos
reconocemos.5

Tras ser encolados todos los elementos que forman la caja de resonancia, se une con el mango y se incluyen refuerzos en el contorno
de las dos tapas (cenefas), en el centro del fondo y en las uniones inferiores y superiores de los aros. Posteriormente se adhiere el
diapasón. Entre el mástil y el clavijero se coloca la cejilla que sirve para apoyar y separar las cuerdas. La cejilla habitualmente es
de marfil, hueso, plástico o incluso metálica, en función de la calidad del instrumento. 5

Una vez que todos los elementos que la forman han sido unidos, se procede a su barnizado. Existen dos formas de llevar a cabo este
proceso, una más costosa y trabajosa que consiste en barnizar el instrumento a mano con goma laca; y la otra barnizarlo con una pistola
a base de poliuretano que seca rápidamente. El inconveniente de este último método es que el barniz forma una placa sobre la caja de
resonancia que le resta sonido al instrumento.

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