Mano dura con Marruecos
Marruecos es una dictadura, aunque sea blanda. No hay
libertad de información. Según Human Rights Watch, las
autoridades siguen oprimiendo las protestas pacíficas,
persiguen a los periodistas y obstruyen a las
organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Las leyes siguen castigando a quien ofenda a la
Monarquía, al Islam o la integridad territorial, lo que
incluye las demandas de autodeterminación del Sáhara
Occidental.
Es inaceptable que Marruecos chantajee a España con
abrir la frontera cada vez que algo no le gusta. Lo hace
cuando cambia el Gobierno para “recordar” su fuerza, lo
hace cuando se le enfada por cualquier motivo…
Hay que condenar a Marruecos por abrir las fronteras y
permitir a 7.000 migrantes –incluidos muchos niños–
emprender un viaje que puede llevarlos a la muerte.
Además, Marruecos recibe todos los años ingentes
cantidades de dinero de España y de la Unión Europea,
como compensación para la lucha contra la emigración
irregular.
Marruecos lleva medio siglo contraviniendo las normas
de Naciones Unidas sobre el derecho a la
autodeterminación del pueblo saharaui. Es una de las
causas universales más claras de violación de los
derechos humanos y políticos de un pueblo. La ONU
mantiene incluso una misión internacional para
garantizar que en el Sáhara se celebran elecciones libres
para que el pueblo saharaui decida su futuro con o sin
Marruecos. Pero desde noviembre del año pasado,
Marruecos ha empezado a hostigar al pueblo saharaui
con las armas. La comunidad internacional, ante esa
violación del Derecho Internacional, no se mueve.
¿Cómo no va España a atender una petición de
hospitalización de quien es una figura de la causa
saharaui como Brahim Gali? Gali nació en la colonia
saharaui española, y fue representante (embajador para
quienes reconocen la República Árabe Saharaui
Democrática) en España durante años, hasta la muerte
de Abdelaziz. Es un amigo de España que está enfermo
de cáncer y de covid y que pide acogida en un hospital
español. Sería un crimen no atenderle.
Marruecos: mejor la diplomacia
Marruecos es una democracia, aunque débil, que
contiene bien a las dictaduras de África Central y del
Sur, que contrasta con el autoritarismo de Argelia y
que es un aliado fundamental de la Unión Europea y
de Estados Unidos. La complicidad de Marruecos es
necesaria para que los servicios de Inteligencia
puedan trabajar bien contra el terrorismo yihadista.
Es inaceptable que España no reconozca el esfuerzo
que Marruecos hace conteniendo a decenas de
miles de personas que llegan de muchos países
esperando cruzar la frontera con Ceuta y Melilla, o
saltando al agua del Estrecho. Es un coste con el
que Marruecos corre y por el que deberíamos estarle
agradecidos a su Gobierno.
Hay que condenar a España por recoger a miles de
migrantes en el agua, en las playas o en los campos,
y luego devolverlos en caliente, contraviniendo las
más básicas convenciones de derechos humanos y
sus propios compromisos con la UE. Esas fotos de
las fuerzas de seguridad y de la Cruz Roja acogiendo
a niños y mayores son una hipocresía
impresentable, porque luego se les expulsa, en
caliente o en frío.
Todo el mundo sabe que el Sáhara Occidental no va
a ser nunca un estado independiente. Por razones
humanitarias se cuida a los refugiados saharauis en
los campamentos en terreno argelino, pero Estados
Unidos y Europa (y España) no tienen ningún interés
en crear un nuevo estado africano, y menos aún con
menos de medio millón de habitantes y en contra de
un estado amigo como es Marruecos. La causa
saharaui puede ser muy romántica, pero es ya muy
poco realista, y más le valdría al mundo asumirlo.
España ha violado las más esenciales normas de
buena vecindad con Marruecos. No puedes acoger
sin avisar a una persona que es enemiga del pueblo
marroquí, perseguida por actividades armadas, un
terrorista, como Brahim Gali, el militar líder del
Frente Polisario. Si ofendes a un estado libre y
democrático, y amigo, como Marruecos, has de estar
preparado para las consecuencias.