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La memoria en la obra “Los Ejércitos” de Evelio Rosero: La estética de la

rememoración como resistencia a la violencia.

La novela Los ejércitos fue escrita y publicada en el año 2007 por Evelio Rosero, un
bogotano que alcanzó resonancia internacional gracias al II Premio Tusquets Editores de
Novela que ganó por su creación. En toda la extensión de la obra es posible dilucidar cómo la
memoria se convierte en una narrativa artística que se antepone a la violencia y nos indica la
importancia de su reconstrucción a la luz de tres focos principales: La memoria colectiva, lo
memoria histórica y la memoria poética. En este escenario, la exploración de la memoria es
fundamental para la reconstrucción de verdad sobre la guerra y la violencia, para rescatar el
tiempo dedicado al olvido y para entender su trascendencia a partir de la estética literaria.

El objetivo central de este ensayo es efectuar una reflexión desde Los Ejércitos, traspasando
los umbrales de los distintos tipos de memoria, sus funciones y su impacto en la
reconstrucción de los tejidos sociales del país. En este sentido, el texto estará estructurado en
5 partes:
1) La definición de la memoria, 2) su conexión con la obra literaria de Evelio Rosero, 3)
cómo se configura la memoria individual a partir de la memoria colectiva, 4) la necesidad de
diferenciar la historia y la memoria y, por último, 5) analizar la memoria poética representada
a través de los ejércitos como medio para difundir la verdad.

Comencemos por definir la memoria a la luz de sus facultades específicamente cognitivas, de


este modo, la memoria nos permite almacenar información y simultáneamente traerla a la
mente cuando sea necesario. Sin embargo, lejos de ser un proceso meramente cognitivo, la
memoria necesita de lo pragmático, sobre todo cuando queremos hablar de la memoria dentro
de la obra de Evelio Rosero.

El ejercicio pragmático según Ricoeur en La Memoria, la Historia, el Olvido (2000), debe y


necesita acompañar el ángulo cognitivo, puesto que, más allá de traer a colación un recuerdo,
el ejercicio de memoria debe propender por la necesidad de “hacer algo” con aquello que se
recuerda y, lo que, es más, efectuar un ejercicio de rememoración que “acentúe el retorno a la
conciencia despierta de un acontecimiento reconocido”. Muy al contrario de lo que sucede
con la memorización, ejercicio en el cual se aprenden saberes y destrezas que son recordadas
con facilidad, resultando en lo que Ricoeur llama una “memoria feliz”. Cuestión que nos
permite hacer una conexión intertextual con la obra de Rosero, en donde Ismael expone que
el olvido y la memorización es la eterna molestia de las gentes de San José: “Es que de toda
la gente se olvida, señor, y en especial los jóvenes, que no tienen memoria ni siquiera para
recordar el día de hoy; por eso son casi felices” (Rosero, 2006, Pág. 28)

Bien, pareciera por todo lo anterior que la memoria evoca una urgencia de transformación y
permanencia que fomente el discernimiento y la consciencia del pasado, tiempo que no tiene
espacio para la ignorancia, puesto que lo único que puede ser desconocido e incierto es el
futuro, pero que, aun así, se fundamenta en las dinámicas del presente.

Si consideramos ahora en conjunto, Evelio Rosero sedimenta su obra en la configuración de


los mecanismos del conflicto armado en Colombia, donde la memoria se gesta a través de
diferentes esferas sociales y políticas como: el territorio, la jerarquización de relaciones
sociales, el conflicto, la disputa de poderes, la hegemonización de la verdad, etc. Por tanto, la
memoria en Los Ejércitos nos permite dilucidar la fractura social que existe en un pueblo que
lejos de ser imaginativo, fraudulento o ficticio, es el lugar que representa las guerras del país.
La obra nos permite comprender los procesos sociales que han cimentado a Colombia, y nos
invita a cuestionarnos sobre la ausencia del estado y la impunidad que la ha acogido durante
las últimas décadas.

Todo lo dicho hasta ahora explica por qué la obra de Evelio Rosero se convierte en una
antítesis del olvido, donde, a través de un trabajo creativo, el autor recrea las atrocidades de la
guerra, enfrentando al lector ante un espejo sin inmundicias que aturden la verdad, y que, en
cambio, se convierte en un llamado a la resignificación de la memoria, que, a pesar de ser un
proceso doloroso, es indispensable para transformar el estado del país.

Dentro de este marco ha de considerarse la importancia de los diferentes tipos de memoria y


cómo se configuran a lo largo de la novela. Lo primero que podemos observar es la aparición
de las memorias individuales dentro de la diégesis y como dicha individualidad tiene un papel
fundamental en la construcción de la memoria colectiva e histórica del país.

Según Ricoeur, este tipo de memoria se desarrolla a partir de tres premisas específicas:
Primero, la memoria es una posesión privada, reflexiva y singular. Segundo, la memoria
repasa el pasado que a su vez se construye a partir de impresiones subjetivas. Por último, la
memoria se configura como una herramienta de orientación espaciotemporal. Sin detenernos
ahora a examinar cada consideración expuesta anteriormente, es imprescindible entender que
la memoria individual se enfrenta a una postura ambivalente, puesto que, a pesar de ser un
proceso individual, necesita de otras memorias para sobrevivir. Por tanto, la memoria
individual se construye desde lo colectivo y debe trabajar conjuntamente para hilvanar un
ejercicio de rememoración mucho más significativo. Dicho ejercicio se antepone a la cultura
de ligereza de una sociedad globalizada que Gilles Lipovetsky define como una sociedad más
efímera, plagada de individualismos, donde la vida en comunidad se ubica en un segundo
plano.

Si recorremos el panorama desde “Los Ejércitos” podríamos traer a colación la tarea que
desempeña el profesor para transmitir y contar las memorias tanto de los individuos que lo
rodean como de sus propias experiencias. Ismael nos permite ver cómo el estado actual de su
relato tiene una relación estrecha con los acontecimientos pasados; su discurso se configura
no sólo a través de su experiencia sino que representa las voces de su pueblo: Un ruido de
voces y respiraciones brota de una orilla de la escuela, de la espesa ribera que colinda con los
árboles, las montañas, la inmensidad, brota creciente del angosto camino que viene de la
serranía : de allí arriban sudando otros hombres y mujeres que se unen a la fila, oigo sus
voces, hablan y tiemblan, alegan, se lamentan, « están matando gente como a moscos »
(Rosero, 2006, pág. 171)

Por todo lo anterior, considero que Ismael Pazos es una apología a la memoria colectiva
puesto que él es quien se encarga de recrear las memorias del pueblo, la de sus habitantes, y
la suya propia. Sin embargo, una vez se hace una lectura hermenéutica de la novela, es
posible comprender cómo la verdad se ha configurado hegemónicamente, haciendo que las
víctimas del conflicto y sus vivencias sean desvirtuadas dentro de la reconstrucción de
memoria colectiva. Boaventura de Sousa advierte que una de las principales tragedias de
nuestro tiempo es que la “dominación está junta y la resistencia fragmentada”, lo cual nos
indica que hay ciertos modelos dominantes que impiden el conocimiento de la verdad y que
la memoria es una forma de rebeldía frente a la violencia.

La memoria de Ismael entonces permite que se efectúe el reconocimiento horizontal de


quienes han sido silenciados, indica la necesidad de construir una memoria legítima que se
integre a partir de la verdad, que ocurra desde lo más simple, desde la voz del pueblo en una
especie de multifrenia que le permita al lector comprender la importancia de adquirir una
postura crítica y reflexiva dentro de las nuevas dinámicas de justicia y reparación. Es de ésta
forma que el escritor relata los últimos momentos de San José y sus pobladores, de manera
introspectiva y absorta como si intentará transmitir e implantar una necesidad de molestia y
cuestionamiento a sus lectores: Bien, no fui capaz de preparar un café; apagó la estufa, ¿y el
tiempo?, ¿cuánto tiempo ha pasado?, no se escuchan más tiros, ¿cómo pasará el tiempo, mi
tiempo, desde ahora?, el estruendo de la guerra desaparece: de vez en cuando un lamento
lejano, como si no nos perteneciera, un llamado, un nombre a gritos, un nombre cualquiera,
pasos a la carrera, ruidos indistintos que declinan y son reemplazados por el silencio absoluto.
(Rosero, 2006, pág. 94)

En esta medida Rosero logra resignificar sus memorias desde la óptica de la simultaneidad y
la otredad, donde representa las memorias de un país abatido por el conflicto armado que se
antepone a las distintas formas de la violencia desde la rebeldía literaria. Y es rebeldía y es
literaria porque se condensa en el acto creativo, porque se deconstruye para narrar otro tipo
de verdad que no se limita a la enunciación de hechos, sino que se interna en los planos de la
barbarie, de la ausencia, se recrea desde las fibras más entrañables de una sociedad fracturada
que es reprimida con la exaltación del olvido. Por tanto, la narrativa de Rosero se resiste a ver
lo inhumano del conflicto desde la óptica simplista del vandalismo o de luchas exiguas.

Puede colegirse de lo dicho que las memorias individuales y colectivas en Los Ejércitos
conforman un bricolaje que tiene como objetivo principal el reconocimiento y la
dignificación de la memoria de las víctimas en el marco del conflicto armado. En este
sentido, la novela se implanta en la historia como un recurso necesario para inmortalizar la
memoria y hacerle frente a la guerra. La narrativa se convierte en una rememoración estética
que resulta en el despertar de una conciencia moral y social que garantice la no-repetición de
los hechos de una guerra bárbara y que le permita al país reconstruir a sus víctimas. *

Como se mencionó al inicio del ensayo, la memoria histórica también es fundamental dentro
de la obra de Evelio Rosero. Tal como lo indica el informe público general del Grupo de
Memoria Histórica, ¡BASTA YA! Colombia: memorias de guerra y dignidad; La guerra en
Colombia lejos de ser una suma de hechos violentos, víctimas y victimarios, es producto de
acciones intencionales que se inscriben mayoritariamente en estrategias políticas y militares,
y se asientan sobre complejas alianzas y dinámicas sociales. Por lo anterior, comprender el
conflicto implica identificar diferentes responsabilidades políticas y sociales frente a lo que
ha pasado. Es decir, tenemos que enfrentarnos y comprender la historia colombiana si se
quiere transformar el estado del país.

En este sentido, la novela en cuestión es un retrato vivo de las voces del pueblo, pero se
fundamenta en hechos históricos que tuvieron lugar en el país. Por tanto, es imprescindible
hacer una diferenciación entre memoria e historia. Según Pierre Nora, la historia se construye
a partir de documentos, de materiales asentados en la verdad objetiva que logran dilucidar los
hechos históricos a través de conocimientos científicos. En cambio, la memoria, como
habíamos mencionado con anterioridad, es un proceso subjetivo que se nutre de la interacción
con otros individuos y sociedades, y que, generalmente nos ofrece la verdad de los actores
sociales de forma concreta, vaga y emocional. En este sentido la historia, se posiciona en una
experiencia vertical, y se ejecuta a través de lo rústico y simplista.

En relación con los ejércitos la historia entonces estaría representada por la prensa y los
trabajos periodísticos que son lejanos y superficiales : Ella y su camarógrafo se me antojan de
otro mundo, ¿de qué mundo vienen?, se sonríen Evelio Rosero Los ejércitos 73 con rara
indiferencia, ¿son los anteojos oscuros?, quieren acabar pronto, se nota en sus ademanes, ella
vuelve a decirme algo, que ya no escucho, no quiero escuchar, hago un esfuerzo por
entenderla, está simplemente cumpliendo con su trabajo (Rosero, 2006, Pág. 119)
Continuando con la tesis de Pierre Nora, se puede considerar que la historia de un pueblo es
“la reconstrucción incompleta de lo que ya no es”. La historia es desbandada, pertenece al
universo, es de todos y a la vez de nadie. La historia se rige a las transformaciones y las
relaciones espacio temporales que se tienen, es crítica y definitiva, pero deslegitima los
hechos porque sanciona a la memoria. Bajo esta perspectiva, la historia y la memoria debeN
hilvanarse, aunque tengan propósitos diferentes, debido a la necesidad de olvidar las
hegemonías cognitivas que Sousa detalla cómo sentidos dominantes donde “conocimiento
verdaderamente válido es el conocimiento científico” (la historia). Es por esto, que la
memoria histórica que se recrea en los ejércitos es trascendental ya que nos enfrenta a los
hechos factuales y bárbaros que tuvieron lugar en el país a través de la memoria. Conviene
subrayar que las memorias colectivas se legitiman por medio de la historia y la literatura y
como lo menciona específicamente Nora: “La memoria promovida al centro de la historia: es
el duelo resplandeciente de la literatura.”

Pero ahora es menester comprender, que la narrativa de Evelio rosero se nutre también de
otro tipo de memoria: la memoria estética, que le permite incluir dentro de la historia la parte
corpórea de la violencia, la descripción de los hechos desde lo morboso y escatológico como
una la realidad superpuesta a la estética que le permite a los civiles ajenos a la guerra
suspenderse en tiempo y espacio para comprender el cómo y reflexionar sobre el por qué.

La estética de la rememoración se antepone a la mentira y es tan incómoda como necesaria,


es creativa, es rebelde, no se permite caer en los parámetros establecidos de una literatura
censurada, en cambio es totalmente abierta, y tiene un compromiso con las voces que
constituyen su relato. Es por esto que Evelio no le concede espacio al silencio que ha
desintegrado al país, sino que por el contrario se encarga de hacer que los personajes cuenten
sus memorias libremente. Un ejemplo claro es la descripción de la violación de Geraldina, o
la descripción de la barbarie de la que fueron víctimas la esposa y la hija de chepe: “esa
madrugada acababan de entregar a Chepe, por debajo de la puerta, igual que una advertencia
definitiva, los dedos índices de su mujer y su hija en un talego ensangrentado. Allí, al lado de
las manos de Chepe, veo el talego de papel, manchado.” (Rosero, 2006, Pág. 157)
Vamos a ir recogiendo los hilos de la memoria que hemos llegado a percibir como una
experiencia estética, colectiva e histórica que invita a al replanteamiento de las dinámicas
sociales y a la necesidad de hacer conciencia sobre el estado actual del país. Durante este
ensayo, hemos venido despejando como la estética de la memoración se convierte en una
herramienta para resistir a la violencia, gracias a la oportunidad literaria que encontramos en
Los Ejércitos para reconocer abiertamente las fracturas sociales que se entretejen en lo más
íntimo y oculto del país. En la literatura planteada por Evelio Rosero no hay espacio para
desvirtuación de las memorias, sino que fomenta la necesidad de reconocer al otro y de verlo
desde un plano horizontal; nos permite contribuir con su reconstrucción y nos invita a
efectuar un ejercicio reflexivo sobre la histórica del país, y de este modo, adquirir un rol
activo que garantice la no-repetición de los hechos violentos, que se anteponga a la injusticia
y que suscite un proceso de dignificación de las víctimas del conflicto armado.

Bibliografía:

Boaventura de Sousa Santos, entrevista para “El Asalto”, España, 2018

Gilles Lipovetsky, entrevista para la revista semana, “No sueñen: el consumismo no


desaparecerá”, Colombia, 2017.

Grupo de Memoria Histórica (GMH) ¡Basta ya ! Colombia : memorias de guerra y dignidad,


Bogotá : Imprenta Nacional, 2013

Ricoeur, P, La memoria, la historia, el olvido, Argentina : Editions du Seuil, 2000

Rosero, E, Los ejércitos, Bogotá : Editorial Planeta S.A., 2007

Nora, P, Entre Memoria e Historia: La problemática de los lugares : recopilado a través de


“Módulo virtual: Memorias de la violencia”.

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