Hay es un día tranquilo, de esos que uno tiene ganas de que el tiempo se detenga un ratito y nos permita disfrutar. Ya va cayendo la tarde fin del otoño, veranito de San juan, casi 20 grados la temperatura, la humedad se hace sentir, las plantas retiene la humedad y expresan un último suspiro con su aroma antes de entrar a invernar, como presintiendo ya el frio que se viene y queriendo disfrutar hasta el último momento de lo que está pasando acá. Yo me dispongo a tomar algo fresco, termine de trabajar mi boca esta seca y mi cuerpo me pido algo para tomar. -Voy hasta la cocina, tomo un vaso, el más grande, ese es el que a mí me gusta. -Me acerco a la heladera y tomo una botella de jugo de manzana. Vuelvo al patio y ahí comienzo a beber sorbo a sorbo, disfrutando lo que siento al ingerir el jugo, su sabor fresco, su gusto a fruta me recuerda cuando era niño y me comía aquella manzana que mi madre me guardaba cuando volvía de jugar en el campito. Ahí sentado en el patio vuelan los recuerdos y de apoco me hacen sentir el paso del tiempo. -Se acerca mi perro me mira con un dejo de que haces acá, este es mi lugar -Yo lo miro y le contesto con la mirada, no te confundas este es nuestro lugar hoy lo estamos compartiendo. -el me vuelve a mirar y siento que responde -bien si es así disfrutemos entonces del lugar y se hecha a mis pies. Mi esposa me mira y se ríe y expresa una frase que me hace reír, como si hubiera escuchado lo que hablamos con mi perro. -Quien gano.