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Colegio del Sagrado Corazón

Departamento de Religión
Concepción

Nombre: Francisca Marileo Rodríguez

Curso: 4° medio C

Profesora: Patricia Henríquez

Fecha: 26 de Junio del 2014


Anne estaba sentada en su casa mirando por la ventana como caían los copos de
nieve, en un par de horas la ciudad de Münich estaría totalmente cubierta de blanco, el
frío ya inundaba las calles de la ciudad alemana, pero Anne en la tranquilidad de su hogar
no lo sentía, tenía una taza de chocolate caliente en sus manos y una estufa que le
proporcionaba calor en frente de ella. Estaba tan bien en su hogar, sin embargo se sentía
tan sola...

Sus padres habían muerto hace años en un accidente automovilístico, donde ella
por cosas del destino había sobrevivido. Había sido hija única, por lo que perdió a toda su
familia en aquel accidente... Su esposo Alexander estaba la mayoría del tiempo de viaje
por negocios. Él siempre la invitaba a ir con él, pero ella prefería la tranquilidad y calidez
de su hogar que andar en reuniones y fiestas donde la gente era frívola y solo le importaba
la apariencia de los demás.

A veces Anne deseaba volver a trabajar, pero el accidente la había dejado con
dificultades al caminar, y su esposo como era sobreprotector con ella le había aconsejado
dejar el trabajo, ella aceptó lo que este le dijo porque en ese momento de su vida, estaba
con una depresión y lo único que quería hacer era estar alejada de lo demás y la mejor
forma de hacerlo era quedarse en su hogar. Pero ahora ya habiendo pasado cuatro años
desde aquel momento de su vida, comenzaba a sentir la soledad. Con sus treinta años ya
cumplidos se dio cuenta de que era hora para volver a empezar, para retomar lo que había
dejado atrás.

Era lunes por la mañana, hace mucho tiempo que no se levantaba temprano que
ya casi lo extrañaba, casi, porque nunca fue su fuerte levantarse tan temprano, pero la
emoción no la dejó dormir, hoy volvería a trabajar. Retomaría el ejercicio de su profesión
en el ''Dr von Haunersches Kinderspital'' (Hospital de niños Doctor von Haunersches). Hace
una semana habló con un amigo suyo, le contó las ganas que tenía de volver a trabajar y él
le dio la opción de empezar este lunes por la mañana.

Durante esa semana tuvo la difícil misión de contarle a su esposo su decisión, le


costó comenzar a contarle como se sentía y por qué quería volver a trabajar, pero aún no
entiende como fue tan tonta como para complicarse por contarle a Alexander, pues él le
dijo: ''Cualquier cosa que decidas está bien para mí, con tal de que te haga feliz, porque si
tú eres feliz, yo también lo soy'' Eso se lo había dicho por teléfono el viernes pasado, él se
encontraba en Dubai finalizando unos trámites de la empresa textil que tenía.

Así que ahora ya estaba en camino al hospital de niños. Por primera vez se sentía
independiente después del accidente que cambió su vida. Al llegar al hospital el director
médico, su amigo, la estaba esperando. Recorrieron juntos el hospital, a Anne nunca se le
quitó la sonrisa de la cara mientras caminaban por el centro de salud, estaba tan feliz.

Ese día era el más feliz de su vida, ayudar a los niños enfermos a curarse la llenaban
de alegría, ver la sonrisa de los niños era lo más maravilloso del mundo. Esa misma tarde
la llamaron para asistir a un parto de urgencia. Al ver al niño que recién nacía Anne se
emocionó, la fragilidad y ternura de un recién nacido, era algo que le encogía el corazón de
alegría. Mientras revisaba los signos vitales del bebé al que llamaron Eric, este le sonrió,
aunque Anne no estaba segura si era su imaginación o en realidad el bebé le acababa de
sonreír. Este nacimiento la hizo reflexionar sobre tener hijos, ella no sabía si estaba
capacitada para hacerlo, puesto que el accidente le había afectado en cierta manera sus
órganos reproductores, no era imposible pero era complicado tener hijos.

Dos meses habían pasado desde que había vuelto a trabajar, estaba feliz, pero
Anne sentía que necesitaba hacer algo más por los demás, por lo que se unió a ''Médicos
Sin Fronteras''. Por lo que ese mismo día se embarcaba en su viaje a África,
específicamente a Kenia, pero no estaba sola en el viaje, la acompañaría su esposo
Alexander, quien había dejado todas sus responsabilidades en las manos de su hermano,
para poder ir con ella.

Al llegar fueron llevados a una aldea que se encontraba ubicada en los alrededores
de la capital de Kenia, Nairobi. Anne quedó impresionada con la precariedad que vivían
aquellas personas, no tenían suministro de luz y tenían que buscar agua en un pozo. Todo
muy diferente a lo que ella veía en su querida Alemania. La organización les dio una casa
en la aldea, que a pesar de ser muy pequeña era notoriamente más grande y con más
comodidades que las demás. Luego les presentaron a los habitantes de la aldea que eran
aproximadamente 20 personas, de las cuales la mayoría era mujeres y niños, solo habían 3
hombres, 2 que tenían discapacidades físicas y 1 anciano. Eso se debía a la guerra de
etnias que enfrenta el pueblo de Kenia, los hombres son reclutados para el ejército. Y a
veces los grupos armados van en busca de los niños de las aldeas para reclutarlos a ellos
también. No existe seguridad alguna para los habitantes de ese país.

Anne y Alexander se fueron a acostar temprano, para poder estar en pie en la


madrugada cuando comenzaban las actividades en la aldea...

-Sabes Anne me gustaría hacer algo por todas estas personas, me hace sentir terrible que
la gente aquí viva de esta manera, mientras nosotros allá estamos rodeados de lujos sin
siquiera imaginarnos lo que sucede aquí- le dijo Alexander esa noche.

A la mañana siguiente Anne se levantó muy temprano, preparó el desayuno que


básicamente consistía en cereales muy nutritivos para todas las personas de la aldea. Los
niños especialmente eran los más felices con ello. Alexander ayudó todo el día a los
hombres a construir una valla protectora para que los grupos armados no atacaran la
aldea en la que se encontraban. Durante el día Anne ayudó a los niños para que
aprendieran a leer, sumar y restar. También les curó algunas heridas que se hacían
mientras jugaban o transportaban cosas.

Un mes llevaban en esa aldea, todos los días repetían la misma rutina, pero que a
pesar de ser lo mismo cada día a Anne le encantaba. Estar con los niños, hacerlos reír y
verlos aprender, era maravilloso. Cada día terminaba exhausta, pero con una sonrisa en el
rostro. Ese día en la mañana se escucharon bocinas de unos camiones y dentro de ellos
venían un gran grupo de hombres, Anne no sabía lo que pasaba, fue a buscar a Alexander
para decirle lo que pasaba, él solo le dijo ''ya están aquí''. Ella no sabía de lo que él
hablaba, pero él después de un rato le explicó. Había llamado a su hermano desde un
teléfono satelital para que mandara materiales y mano de obra para arreglar la aldea;
mejorar las casas, instalar generadores de electricidad y para conectar el agua del pozo a
las casas. Su esposo era maravilloso. Anne lo observaba; él estaba conversando con un
pequeño niño llamado ''Kiango'' quien vivía solo junto a su madre, una joven mujer que
estaba embarazada de 5 meses, el esposo de ella había sido reclutado por los grupos
armados, tuvo que unirse a ellos para que no le hicieran daño a la aldea ni a su mujer e
hijo. Alexander se veía tan feliz junto a los niños... Anne se dio cuenta de que su marido
estaba distinto, ahora tenía mucha más conexión con los niños que antes, su cabello rubio
estaba del mismo color de su piel, que ahora con el sol estaba dorada y sus ojos azules
resaltaban más en su cara y tenían un brillo especial.

Cuatro meses después a las 6am de la mañana Alexander corría de un lugar a otro
buscando lo que Anne estaba pidiéndole, la madre de Kiango estaba dando a luz. Cuando
encontró todo lo que le pidieron entró en la habitación. Kiango le estaba sosteniendo la
mano a su madre y Anne estaba entre las piernas de la mujer diciéndole que ''pujara''.
Alexander estaba muy nervioso nunca había presenciado un parto y nunca se imaginó que
sería en aquellas condiciones. El bebé era una niña a la cual la madre nombró Keasha, que
en suajili, la lengua materna de los keniatas, significa vida. La niña nació en perfectas
condiciones, luego de revisarla y que su madre la viera, se la entregó a Alexander y le pidió
que saliera junto a Kiango. Pero al contrario del bienestar de la bebé, la madre tenía una
infección que ella ni John, un médico inglés que se encontraba en la aldea también,
pudieron parar. Lamentablemente ella y John no pudieron hacer nada por la madre de
Kiango y Keasha. Anne se sentía impotente al no haber podido hacer nada por ella, si
tuviera toda la tecnología que tenía en su tierra hubiese podido salvarle la vida, pero la
pobreza en Kenia no permitía eso. Con el dolor de su alma le tuvo que contar al pequeño
Kiango de solo 5 años lo que había pasado. Él lloró en su hombro la muerte de su madre,
Anne solo lo abrazó, pues se dio cuenta que ninguna frase tranquilizadora como ''todo va a
estar bien'' calmaría al niño.

Siete meses después era el fin de su pasantía por ''Médicos sin Fronteras'' Anne
estaba muy apenada por dejar a todas esas familias que la llenaban de alegría, pero de
igual manera tenía una alegría en el corazón, se había enterado de que ya tenía 4 meses
de embarazo, también Alexander ya tenía todos los papeles listos para llevarse a Kiango y
Keasha a Alemania, con la ayuda del hermano de Alexander, Max, pudieron hacer los
papeles de adopción de los dos niños. Otra cosa que la llenaba de felicidad es que las casas
de la aldea estaban completamente renovadas y con todas las medidas sanitarias posibles.
Además se había construido un hospital con nueva tecnología muy cerca de la aldea. Todo
esto gracias a Alexander, quien hizo una campaña para que los empresarios aliados a él
aportaran a la construcción de todo eso. La despedida de las personas de la aldea fue
triste, pero ella les prometió que junto a Alexander vendrían a visitarlos cada año.

Ya había pasado 1 año


desde que había dejado
Nairobi, por lo que era hora
de volver a visitar la aldea,
de la cual nunca se ha
olvidado y siempre ha
mantenido el contacto por
medio de teléfonos
satelitales. Ahora ya no se
embarca sola con su esposo,
sino que con Kiango, Keasha
y sus dos bebes mellizos,
Alfred y Anabella. Seguía
trabajando en el hospital y
su esposo en su empresa, pero ahora no viajaba sino que estaba todos los días con ellos.
Cada año a partir de ese, en la misma fecha, todos juntos los 6 se embarcarían a Nairobi a
ayudar a esa aldea, que hizo que a Anne aprendiera que aunque lo que a ella le pasó haya
sido terrible siempre va a haber personas en el mundo que están sufriendo más, y que
vale la pena ayudar a los demás, hacerlo con amor y dedicación y que así tu vida estará
más llena de dicha y felicidad.

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