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Una de las realidades donde ha podido resultar más llamativo el contraste en-
tre la manera de conceptualizar de los juristas y los modos de expresión de los cul-
tivadores de otras ciencias es la del matrimonio. La riqueza expresiva de las valio-
sas aportaciones de la antropología del siglo XX en campos como, por ejemplo, el
relativo a la naturaleza del amor humano, pudieron llevar a buen número de auto-
res a considerar como demasiado pedestre a una ciencia canónica que, en las pri-
meras décadas del mismo siglo, se mostraba si no ufana sí satisfecha con las for-
mulaciones que se contenían en el Código de 1917 sobre el matrimonio y que
giraban en torno a su categorización como contrato.
En las primeras décadas de la segunda mitad del siglo, a pesar de que no fal-
taron autorizadas advertencias sobre el riesgo que suponía, la importación indis-
criminada de términos y conceptos de otros campos del saber3 se hizo muy fre-
cuente en el ámbito del derecho canónico matrimonial.
La no utilización por el Concilio Vaticano 11, en los pasajes que la Constitu-
ción Pastoral Gaudium et Spes dedica al matrimonio, de la terminología jurídica
tradicional se entendió por algún sector de la doctrina canonística como un refren-
do a aquellas posiciones que, más o menos abiertamente, rechazaban la conceptua-
lización del matrimonio como contrato, a pesar de que en los trabajos conciliares
había quedado claro que no se había rehuido esa terminología jurídica por obsole-
ta sino porque, precisamente, lo que no se trataba era de ofrecer un texto jurídico,
ya que «in textu pastorali qui dialogum cum mundo instituere intendit elementa
illa iuridica non requiruntur»4. Ello no obstante, la omisión de cualquier referencia
a la naturaleza jurídica contractual del matrimonio, se interpretó, como queda di-
cho, por bastantes autores como que el Concilio Vaticano 11 hacía suyas las tesis del
llamado personalismo, cuya derivación doctrinal más concreta e inmediata era la
consideración institucional del matrimonio. Es decir, personalismo e hipótesis ins-
titucionista (y, por tanto, «anticontractualismo») se mostraban ligados y conexos
sin que se advirtiese lo incongruente que en el fondo resultaba esa ligazón5•
nihilominus ad hanc ipsarn imaginem semper Codex est referendus tarnquarn ad primarium exem-
plum, cuius liearnenta is in se, quarntum fieri potest, suapte natura exprimere debet».
3. «11 problema dell'essenza e dei fini del matrimonio e tra quelli in cui in modo piu scoperto
si riscontrano interferenze intime tra ambito giuridico ed arnbito extragiuridico, sia questo biologi-
co, psicologico, teologico-morale o che so io, interferenze che, se non vengono adeguatarnente indi-
viduate, possono ponare a pericolose confusioni e contarninazioni non soltanto di termini ma anche
di concetti, sopratutto quando la trattazione di temi extragiuridici non sia costantemente controllata
e condotta col dovuto rigore logico e terminologico, come purtroppo spesso e accaduto nel presente
argo mento» (FEDELE, P., D<ordinatio ad prolem» nel matrimonio in diritto canonico, Milano 1962).
4. Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani JI, vol. rv; pars VII, Typis Polyglottis
Vaticanis, 1978, p. 477 [13] . Sobre esta cuestión, en especial a lo que se refiere a la jerarquía de los
fines del matrimonio, vid. FORNÉS, J., Derecho matrimonial canónico, 2 a ed., Madrid 1994, pp. 27-
34. Sobre la no utilización del término contrato por la Constitución Gaudium et spes, vid. NAVARRE-
TE, U., Structura iuridica matrimonii secundum Concilium Vaticanum JI, 2 a ed., Roma, 1994, n. 83.
5. «A este respecto es de interés señalar la curiosa y difusa actitud que se trasluce en no pocos
escritos que comentan cuanto ha dicho la consto Gaudium et Spes del Ir Concilio Vaticano a propó-
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sito de! matrimonio, Por una parte, defienden estos escritos la visión personalista de! matrimonio
que dicen enconttar en e! citado documento; y, por otta, pretenden deducir de! silencio del Conci-
lio un apoyo a la tesis institucionista, Curiosa e incongruente actitud decimos, porque, ¿hay algo
más opuesto a una visión personalista de! matrimonio que la tesis de la institución? No sabemos si
estos autores habrán caído en la cuenta de que no hay institución donde no hay obra social objeti-
vada, lo cual sólo es posible en e! matrimonio sobre la base de que e! fin especificame de! matrimo-
nio -la obra social a cuyo servicio quedan vinculados los cónyuges- es la generación y la educa-
ción de los hijos; esto es, sobre la base de la doctrina más tradicional acerca de los fines de!
matrimonio, Esa misma doctrina que los escritos citados declaran sin rebow -y sin fundamento--,
como superada por e! Concilio. Porque lo que está claro es que, ni e! amor conyugal, ni la mutua
ayuda personal o la integración de dos personalidades pueden ser elevados a la categoría de obra o
función social, si es que las palabras quieren decir algO» (HERVADA, J.-LOMBARDfA, P., El Derecho del
Pueblo de Dios, t. III (1), Pamplona, 1973, pp. 220 Y 221).
6. BAÑARES, J.1., Comentario al c. 1.055, en MARZOA, A.-MIRAS, J.-RODRIGUEz-OCAÑA, R.,
Comentario exegético al Código de Derecho Canónico, vol. 1II, p. 1.040.
7. ¡bid., p. 1.041.
8. ¡bid., p. 1.042.
9. Paradójicamente, esa resistencia u oposición a considerar e! matrimonio como un contrato
coexiste, en algunos autores, con la admisión, sin mayores problemáticas conceptuales, de la exis-
tencia y operatividad de capita nullitatis como e! dolo, la simulación, e! miedo, etc., esto es, de ca-
tegorías jurídicas que tienen su razón de ser en sede negocial.
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10. El arto 1321 del C.C. italiano circunscribe la noción de contrato a aquellos acuerdos entre
las partes que se refieran a una relación de contenido patrimonial. Sobre este punto, vid. MESSINEO,
F., Contratto (Dirítto prívato), en Enciclopedia del Dirítto, vol. IX, Milano 1960, pp. 813-815.
11. «Una vez más conviene insistir en la precaución con que deben utilizarse las fuentes roma-
nas cuando se trata de matrimonio verdadero. Hay más diferencia entre la doctrina romana del ma-
trimonio y el verdadero matrimonio que entre el régimen de la esclavitud y la justa relación laboral.
Los canonistas no deben olvidar que, en materia de derecho matrimonial, son ellos los clásicos, y no
los juristas romanos, cuya inteligencia se hallaba totalmente obnubilada al respecto» (D'ORS, A, Re-
censión a HUBER, J., Der Ehekensens im romischen Recht, en «Ius Canonicum» XVII (1977) 385.
12. NAVARRETE, u., JI matrimonio nel diritto canonico. Natura del consenso matrimoniale, en
WAA., La definizione essenziale giurídica del matrimonio. Atti del colloquio romanístico-canonístico
03-16 marZLJ 1979), Roma, 1980, p. 13l.
13. CARRERAS, J., Las bodas: sexo, fiesta y derecho, 2 a ed., Madrid, 1998, pp. 73 Y 74.
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14. No quiero decir que el Derecho no disponga de resortes para lograr que quienes son par-
tes en un contrato de esra clase (compravenra, permuta, etc.) retornen a la situación jurídica que te-
nían antes de, por ejemplo, la entrega de la cosa o del precio. Efectivamente, se puede retornar a esa
situación, pero sería a través del ejercicio de una acción de nulidad.
15. Cfr. Jbid., p. 75.
16. Así,. por ejemplo, d'Avack, que a la hora de expresar cual es la consideración que la doctri-
na común (<<Insegnano bensl i canonisti») tiene del contrato matrimonial, no duda en afirmar que
es «necessariamente bilaterale e sinallagmatico» (D'AvAcK, P. A, Corso di Diritto Canonico, JI Ma-
trimonio, 1, Milano 1961, p. 55).
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reductiva, formulación del viejo canon 1.081 § 2, pudo llevar a pensar que con-
ceptualizar el matrimonio como un contrato es considerarlo como una suerte de
relación obligatoria de recíprocas prestaciones genital-procreativas. Es decir, según
un lenguaje, cada vez menos utilizado en los últimos años, pero usado profusa-
mente por una parte no pequeña de la canonística en los decenios inmediatamen-
te posteriores al Concilio Vaticano n, la afirmación de la índole contractual del
matrimonio sería manifestación de una visión fisicista, cosificadora o biologista
del matrimonio.
Poco antes he expresado que la disolubilidad o indisolubilidad no dice rela-
ción a la esencia de lo contractual. Estimo que tampoco el intercambio de bienes
o servicios o, si se prefiere, el recíproco cambio de prestaciones, es de la esencia de
lo contractual. De hecho existen contratos en los que no hay intercambio.
En una, a mi juicio, muy notable monograRa que se ha publicado reciente-
mente!7, se demuestra que lo nuclear de la categoría jurídica de contrato en el or-
denamiento canónico es ser acuerdo de voluntades del que nacen obligaciones de
justicia. Dice certeramente la autora de la monografía citada, que «ya se hable de
acuerdo, contrato, convenio, o convención, en derecho canónico se puede calificar
como contrato, a efectos de determinación del régimen jurídico de las relaciones
resultantes, todo acuerdo de voluntades del que derivan obligaciones jurídicas para
las partes»!8.
Paradójicamente, algún pasaje de la regulación vigente del matrimonio en el
Código de Derecho Canónico es susceptible de ser entendido, equivocadamente,
en clave de de intercambio recíproco de prestaciones. No me refiero tanto, como
quizá pudiera pensarse, a la mutua entrega y aceptación del § 2 del canon 1057,
porque lo que mutuamente se entregan y aceptan los cónyuges no es ninguna
prestación, sino ellos mismos, «el varón y la mujer en su conyugalidad, o sea, en
las potencias naturales del sexo en cuanto que se relacionan con los fines del ma-
trimonio»!9, cuanto al bonum coniugum. Efectivamente, el bien de los cónyuges no
debe entenderse prevalentemente en el sentido del bien logrado sobre la base de la
recíproca satisfacción de sus necesidades y carencias. En el matrimonio, los con-
trayentes no son portadores tanto de intereses contrapuestos, como de intereses
paralelos20 •
17. BLANCO, T., La noción canónica de contrato. Estudio de su vigencia en el C/C de 1983, Pam-
piona, 1997.
18. /bid. , p. 219.
19. HERVADA, J., Comentario al canon 1057, en Código de Derecho Canónico, 5." ed., Pamplo-
na, 1992, p. 629.
20. A este respecto se ha dicho autorizadamente que «responde a una orientación privatista del
pensamiento, que nos transmite la tradición jurídica romana, el considerar a las partes de un nego-
cio bilateral como hallándose en conflicto de interés la una con la otra, y reconocer en el negocio
concluido la lograda composición de las pretensiones en pugna. Pero en la medida en que puede
advertirse una orientación publicista en la ciencia jurídica, vemos perfilarse, al contrario, la exigen-
cia de la colaboración entre las partes del negocio bilateral o plurilateral, y éste es considerado, en
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principio, más como instrumento de utilidad social que como medio para e! arreglo de un conflic-
to individual» (BETTI, E., Teoría general del negocio jurídico, Madrid 1959, pp. 225 Y226).
21. Fernández Castaño conceptúa e! matrimonio como contrato sui generis, aunque e! signifi-
cado que le da a esa expresión me parece bastante peculiar: «El matrimonio es un contrato (cuando
lo es) sui generis, es decir, analógico. La razón es que e! matrimonio es un contrato público, yalgu-
no de sus elementos esenciales le son impuestos por la misma naturaleza. Esto, sin embargo, no quie-
re decir que e! matrimonio sea un contrato secundario en comparación con e! contrato patrimonial.
De hecho, también e! contrato patrimonial es un contrato analógico, si se le compara con e! matri-
monio» (FERNÁNDEZ CAsTAÑO, ].M., Legislación matrimonial de la Iglesia, Salamanca 1991, p. 41).
22. HERVADA, J.-LOMBARDlA, P., El Derecho del Pueblo de Dios, t. III (1), Pamplona 1973,
p.216.
23. URENZ, K., Derecho de obligaciones, t. n, Madrid 1959, p. 393. Otro pasaje de este mis-
mo autor (que no se estaba refiriendo al negocio matrimonial) puede dar bastante luz para enten-
der porque también es muy adecuada la conceptualización de! matrimonio como sociedad cuando
se le considera desde e! punto de vista de! comortium totius vitae: «El hecho de que los socios se obli-
guen a cooperar a un fin común no significa únicamente la creación de recíprocos deberes de pres-
tación, sino al mismo tiempo que ciertos asuntos -precisamente aquellos conducentes al fin so-
cial- en adelante dejan de ser particulares de cada socio para convertirse en asuntos comunes a todos,
dejando de incidir en la esfera privada de! socio para caer en e! ámbito de la comunidad" (Ibid., p.
395).
24. HERVADA, J., Reflexiones en torno al matrimonio a la luz del Derecho natural, en IDEM, Es-
critos de Derecho Natura~ 2. a ed., Pamplona 1993, p. 66.
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