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La sangre transporta los principios nutritivos desde el aparato digestivo hasta las
células, donde se recogen también las sustancias de desecho para eliminarlas
gracias a los riñones, el hígado y otros órganos de excreción. También es la
encargada de regular el transporte de oxígeno y la eliminación del anhídrido
carbónico. Tiene un papel importante en funciones como la coagulación, la
inmunidad y el control de la temperatura corporal.
Hay dos tipos de vasos sanguíneos que transportan la sangre a través del cuerpo.
Las arterias llevan sangre oxigenada o “limpia” (sangre que ha recibido oxígeno al
pasar por los pulmones) del corazón al resto del cuerpo. Las venas llevan la
sangre “sucia” desde el resto del cuerpo hasta el corazón y los pulmones, donde
se vuelve a oxigenar.
COMPOSICIÓN DE LA SANGRE
PLASMA SANGUINEO
PLAQUETAS
GLÓBULOS BLANCOS
Los glóbulos blancos, también denominados leucocitos, son una pieza clave del
sistema de defensa del cuerpo contra las infecciones. Pueden entrar y salir del
torrente sanguíneo para llegar a los tejidos infectados. La sangre contiene muchos
menos glóbulos blancos que rojos, pero el cuerpo puede aumentar la producción
de glóbulos blancos cuando contrae una infección. Hay diversos tipos de glóbulos
blancos y pueden vivir de solo unos pocos días a varios meses. En la médula ósea
se forman constantemente nuevas células.
En la lucha contra las infecciones participan diversas células sanguíneas. Por los
vasos sanguíneos circulan dos tipos de glóbulos blancos: los granulocitos y
los agranulocitos. Ambos luchan contra gérmenes como las bacterias y los virus y
también intentan destruir aquellas células que se han infectado o que han mutado
transformándose en células cancerosas.
Neutrófilos
Eosinófilos
Originados de la misma forma que los neutrófilos, los eosinófilos constituyen el 3%
del total de granulocitos y su núcleo presenta sólo dos nódulos ovalados. Sus
gránulos son grandes y numerosos y su diámetro de unas 10 micras. Su función
es la fagocitosis, al igual que la de los neutrófilos, y su número aumenta mucho
durante las alergias y las enfermedades por parásitos.
Basófilos
Los gránulos de los basófilos son gruesos pero escasos. Son células de unas 10
micras de diámetro y su núcleo tiene una forma que recuerda a una 5. Se originan
en el mismo lugar que el resto de los granulocitos, y son los menos numerosos, ya
que constituyen sólo el 0,5% del total. Su función no se conoce bien, pero parece
que evitan la coagulación dentro de las arterias y las venas.
Monocitos
Son los más grandes de entre los glóbulos blancos, con un tamaño que oscila
entre las 15 y las 20 micras. Su núcleo tiene forma arriñonada y poseen gran
cantidad de citoplasma, que no tiene gránulos. Constituyen el 5% de los glóbulos
blancos, y se dedican a devorar partículas de un tamaño considerable. Por tanto,
al igual que los tipos antes descritos, los monocitos viven muy poco tiempo, pues
mueren destruidos después de fagocitar. Algunos de ellos se desplazan hasta
donde los necesitan, pero también los hay fijos en el hígado, el bazo, los ganglios
linfáticos y la médula.
Linfocitos
Linfocitos T. Estas células colaboran con los linfocitos B, y además tienen otras
funciones, como la de estimular la actividad de algunas células que fagocitan.
GLÓBULOS ROJOS
Los glóbulos rojos tienen una vida media de unos 90 a 120 días y una vez
llegados a su fin se eliminan en el hígado y el bazo. Para que se formen los
glóbulos rojos, la médula ósea necesita hierro, vitamina B-12, ácido fólico y
vitamina B-6, entre otros elementos.
Hasta los cinco años de edad, la médula ósea de todos los huesos produce
glóbulos rojos. A partir de los 20 años, la médula de los huesos largos ya no
produce eritrocitos, los que se producen en la médula de los huesos
membranosos como las vértebras, esternón, costillas y huesos ilíacos.
FORMACIÓN DE LA HEMOGLOBINA
La síntesis de Hemoglobina empieza cuando
los eritrocitos aún están en estado de
proeritroblastos y continúa incluso en la fase
de reticulositos, cuando estas células
abandonan la médula ósea y entran en el
torrente sanguíneo. Durante la formación de la
hemoglobina la molécula hemo se combina
con una cadena polipeptídica muy larga
denominada globina, para formar una
subunidad de hemoglobina llamada cadena de
hemoglobina. Cuatro de estas cadenas de
hemoglobina se unen débilmente entre ellas
para formar así una molécula de hemoglobina.
Las células utilizan el hierro principalmente para la síntesis de hemoglobina (la que
es liberada hacia la circulación como componente de los eritrocitos), mioglobina
(pigmento muscular) y algunas enzimas respiratorias (citocromos, peroxidasas,
catalasas).
La cantidad total de hierro en el organismo es de 4 a 5 gramos por término medio.
Aproximadamente el 65% de esa cantidad se encuentra en la hemoglobina;
alrededor del 4% en la mioglobina; un 1% en los grupos de hemo de diversos
compuestos que estimulan la oxidación intracelular; el 0,1% se encuentra
combinado con la proteína transferrina del plasma sanguíneo; y del 15% al 30% se
encuentra almacenado, principalmente en el sistema reticuloendotelial y en las
células del parénquima hepático, sobre todo en forma de fertina.
EL hierro se combina con la protoporfirina IX para formar la molécula hem, la cual
se une a una cadena polipeptídica, llamada globina, para formar la hemoglobina.
Catabolismo de la Hemoglobina
Cuando se destruyen los eritrocitos viejos en el sistema de macrófagos tisulares la
porción globina de la molécula de hemoglobina se separa y el Hem se convierte
en biliverdina. La enzima participante en un subtipo de oxigenasa del hem y se
forma monóxido de carbono en el proceso. El CO puede ser un mensajero
intercelular como el Óxido Nítrico. En los humanos la mayor parte de biliverdina se
convierte en bilirrubina y se excreta en la bilis. El hierro del Hem se utiliza
nuevamente para la síntesis de hemoglobina.
ANEMIA
DIAGNÓSTICO DE LA ANEMIA
La realización de la historia clínica y la exploración física, constituyen siempre el
primer paso en el estudio de una anemia. Descartada una hemorragia o
enfermedad subyacente que justifique la anemia, su estudio debe iniciarse con la
consideración del sexo, la edad y el origen étnico del paciente, así como su forma
de presentación (aguda o crónica, tiempo de evolución y existencia de
antecedentes).
PRUEBAS DE LABORATORIO
Para confirmar el diagnóstico de anemia es preciso demostrar primero el descenso
de la concentración de hemoglobina en sangre. Para ello se realiza un análisis de
sangre, llamado hemograma, que determina los niveles de hemoglobina en la
sangre junto con otros parámetros que indican la morfología y tamaño de los
hematíes. Además, el hemograma nos informa de posibles alteraciones en otras
células sanguíneas como son los glóbulos blancos y las plaquetas.
Además del hemograma, se suele solicitar un frotis sanguíneo en el que se ve la
sangre directametne al microscopio. Esta prueba puede dar mucha información
sobre la causa de la anemia. Según la sospecha diagnóstica se pueden solicitar
otras muchas pruebas, como los niveles de hierro y ferritina (depósitos de hierro
del organismo), niveles de vitamina B12 y ácido fólico, niveles de reticulocitos
(células precursoras de los hematíes), distintos autoanticuerpos, etcétera.
En anemias arregenerativas, en las que la causa de la anemia está dentro de la
médula ósea, muchas veces es necesario solicitar un estudio de la médula ósea
por medio de un aspirado o de una biopsia de médula ósea. El aspirado es una
punción en la que se toman células de la médula ósea, y que se suele realizar en
el esternón. La biopsia es una punción con una aguja más gruesa, en la que se
toma un cilindro de hueso, lo que permite un estudio más exhaustivo de la médula
ósea. Se suele realizar en la cresta iliaca, que es el reborde de hueso que
tenemos por encima de la cadera.
TRATAMIENTO DE LA ANEMIA
En general bastará con la reposición de hierro por vía oral en casos de anemia
ferropénica; o de vitamina B12 y ácido fólico en casos de anemia megaloblástica.