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LA SANGRE

La sangre es tejido vivo formado por


líquidos y sólidos. La parte líquida, llamada
plasma, contiene agua, sales y proteínas.
Más de la mitad de la sangre es plasma. La
parte sólida de la sangre contiene glóbulos
rojos, glóbulos blancos y plaquetas.

La sangre recorre el organismo, a través de


los vasos sanguíneos que transporta las
células necesarias para llevar a cabo las
funciones vitales (respirar, formar
sustancias, defenderse de agresiones). La
cantidad de sangre de una persona está en
relación con su edad, peso, sexo y altura.
Una persona adulta tiene entre 4,5 y 6 litros de sangre, es decir, un 7% de su peso
corporal.

La sangre transporta los principios nutritivos desde el aparato digestivo hasta las
células, donde se recogen también las sustancias de desecho para eliminarlas
gracias a los riñones, el hígado y otros órganos de excreción. También es la
encargada de regular el transporte de oxígeno y la eliminación del anhídrido
carbónico. Tiene un papel importante en funciones como la coagulación, la
inmunidad y el control de la temperatura corporal.

Hay dos tipos de vasos sanguíneos que transportan la sangre a través del cuerpo.
Las arterias llevan sangre oxigenada o “limpia” (sangre que ha recibido oxígeno al
pasar por los pulmones) del corazón al resto del cuerpo. Las venas llevan la
sangre “sucia” desde el resto del cuerpo hasta el corazón y los pulmones, donde
se vuelve a oxigenar.

COMPOSICIÓN DE LA SANGRE

PLASMA SANGUINEO

Tiene el aspecto de un fluido claro, algo semejante a la clara de huevo, y el 90%


está formado de agua. En él se hallan disueltas importantes sales minerales, como
el cloruro sódico, el cloruro potásico y sales de calcio, escindidas en sus
componentes. Su concentración oscila muy poco para que no se rompa su
equilibrio con el líquido que baña los tejidos ni con el intracelular. Gracias a ellas
pueden disolverse las proteínas en el plasma, para ser transportadas por la
sangre, y la acidez de los líquidos del cuerpo se mantiene dentro de estrechos
límites.
Las proteínas más importantes que se hallan disueltas en el plasma son el
fibrinógeno y la protrombina, que intervienen en la coagulación sanguínea; las al
búminas, que desempeñan un importante papel en el transporte y para mantener
el volumen de plasma, y las globulinas, que son parte del sistema defensivo de
nuestro cuerpo. Todas estas proteínas, a excepción de las últimas, se forman en
el hígado.

Además, en el plasma existen todas las sustancias transportadas por la sangre,


como las partículas de alimento y los productos que son el resultado del
metabolismo, y, como ya hemos mencionado, las hormonas.

PLAQUETAS

Las plaquetas, también


denominadas trombocitos, son
células diminutas de forma ovalada
que se fabrican en la médula ósea.
Participan en el proceso de
coagulación. Cuando se rompe un
vaso sanguíneo, las plaquetas se
concentran en la zona afectada y
ayudan a sellar la rotura para
frenar el sangrado. Las plaquetas
solamente sobreviven unos 9 días
en el torrente sanguíneo y son sustituidas constantemente por nuevas células.
La sangre también contiene unas proteínas denominadas factores de coagulación,
que son cruciales en el proceso de coagulación. A pesar de que las plaquetas
bastan para taponar pequeñas roturas de vasos sanguíneos y frenar
temporalmente el sangrado, para que se forme un coágulo sólido y estable, es
necesaria la participación de los factores de coagulación.

Las plaquetas y los factores de coagulación trabajan conjuntamente para formar


coágulos sólidos que permitan cerrar heridas, cortes y rasguños, así como impedir
posibles hemorragias tanto en el interior como en la superficie del cuerpo. El
proceso de coagulación es como un puzzle de múltiples piezas interconectadas.
Cuando se coloca la última pieza en su sitio, se produce el coágulo -pero si falta
alguna de las piezas, no podrá completarse el puzzle y el coágulo no se formarán
correctamente.

Cuando se lesionan (o cortan) vasos sanguíneos de gran tamaño, es posible que


el cuerpo no sea capaz de “auto repararse” solo. En estos casos, se tienen que
utilizar vendas, puntos o grapas para controlar la hemorragia.

GLÓBULOS BLANCOS
Los glóbulos blancos, también denominados leucocitos, son una pieza clave del
sistema de defensa del cuerpo contra las infecciones. Pueden entrar y salir del
torrente sanguíneo para llegar a los tejidos infectados. La sangre contiene muchos
menos glóbulos blancos que rojos, pero el cuerpo puede aumentar la producción
de glóbulos blancos cuando contrae una infección. Hay diversos tipos de glóbulos
blancos y pueden vivir de solo unos pocos días a varios meses. En la médula ósea
se forman constantemente nuevas células.
En la lucha contra las infecciones participan diversas células sanguíneas. Por los
vasos sanguíneos circulan dos tipos de glóbulos blancos: los granulocitos y
los agranulocitos. Ambos luchan contra gérmenes como las bacterias y los virus y
también intentan destruir aquellas células que se han infectado o que han mutado
transformándose en células cancerosas.

Ciertos tipos de glóbulos blancos producen anticuerpos, unas proteínas especiales


que reconocen los materiales o microorganismos extraños que entran en el cuerpo
y ayudan a este último a destruirlos o neutralizarlos. Cuando una persona tiene
una infección, su concentración de glóbulos blancos en sangre suele ser más
elevada que cuando está sana porque su cuerpo produce una mayor cantidad de
este tipo de células para combatir la infección.

El grupo de los granulocitos, poseen unos gránulos en el citoplasma, mientras que


otros, los agranulocitos, carecen de ellos. Los granulocitos se subdividen en
neutrófilos, eosinófilos y basófilos, y los agranulocitos en monocitos y linfocitos.

 Neutrófilos

Se originan en la médula ósea roja, donde gran proporción de ellos permanece


hasta que son necesarios en la sangre. Constituyen el 70% del total de los
granulocitos, y sus gránulos son pequeños y muy numerosos. El núcleo posee
varios lóbulos, y el diámetro es de unas 10 micras. Su función es la fagocitosis, es
decir, devorar los cuerpos extraños, después de lo cual el neutrófilo muere y es
destruido, formándose partículas de pus. La vida media de estas células es de una
semana.

 Eosinófilos
Originados de la misma forma que los neutrófilos, los eosinófilos constituyen el 3%
del total de granulocitos y su núcleo presenta sólo dos nódulos ovalados. Sus
gránulos son grandes y numerosos y su diámetro de unas 10 micras. Su función
es la fagocitosis, al igual que la de los neutrófilos, y su número aumenta mucho
durante las alergias y las enfermedades por parásitos.

 Basófilos

Los gránulos de los basófilos son gruesos pero escasos. Son células de unas 10
micras de diámetro y su núcleo tiene una forma que recuerda a una 5. Se originan
en el mismo lugar que el resto de los granulocitos, y son los menos numerosos, ya
que constituyen sólo el 0,5% del total. Su función no se conoce bien, pero parece
que evitan la coagulación dentro de las arterias y las venas.

 Monocitos

Son los más grandes de entre los glóbulos blancos, con un tamaño que oscila
entre las 15 y las 20 micras. Su núcleo tiene forma arriñonada y poseen gran
cantidad de citoplasma, que no tiene gránulos. Constituyen el 5% de los glóbulos
blancos, y se dedican a devorar partículas de un tamaño considerable. Por tanto,
al igual que los tipos antes descritos, los monocitos viven muy poco tiempo, pues
mueren destruidos después de fagocitar. Algunos de ellos se desplazan hasta
donde los necesitan, pero también los hay fijos en el hígado, el bazo, los ganglios
linfáticos y la médula.

 Linfocitos

Tienen el tamaño de un glóbulo rojo, y su núcleo es esférico y bastante grande,


con una concavidad en uno de sus lados. Constituyen el 30% de todos linfocitos y
se forman en la médula ósea roja. Sin embrago cuando salen de ella sufren un
proceso de maduración por el cual se forman dos tipos: los linfocitos B, que pasan
a los ganglios linfáticos, y los linfocitos T, que se albergan en el timo. Todos ellos
viven unos cien días y se encargan del sistema de defensa específico, también
llamado inmunitario, por el cual el linfocito distingue las sustancias que debe
destruir de las que son propias del cuerpo. Para ello los linfocitos deben tener un
cierto tipo de (<memoria» que les permita pasar sus conocimientos de una
generación a la siguiente.

La sustancia atacante recibe el nombre de antígeno, y la que producen los


linfocitos para neutralizarla son los anticuerpos. Los anticuerpos se unen a los
antígenos de forma que éstos se hacen inofensivos, y todo el complejo es
después eliminado por los eosinófilos.
Linfocitos B. Son los encargados de producir los anticuerpos y células de
memoria. Éstas, una vez que han madurado y «aprendido» sobre un cierto
antígeno, se dividen formando una estirpe, que puede durar varios años o toda la
vida del individuo.

Linfocitos T. Estas células colaboran con los linfocitos B, y además tienen otras
funciones, como la de estimular la actividad de algunas células que fagocitan.

GLÓBULOS ROJOS

Los glóbulos rojos (también


denominados eritrocitos o hematíes) son las
células sanguíneas que contienen en su
interior la hemoglobina. Los glóbulos rojos
son los principales portadores de oxígeno a
las células y tejidos del cuerpo. Tienen una
forma bicóncava para adaptarse a una mayor
superficie de intercambio de oxígeno por
dióxido de carbono en los tejidos. Además su
membrana es flexible lo que permite a los
glóbulos rojos atravesar los más estrechos
capilares.
La hormona que regula la formación de
glóbulos rojos se llama eritropoyetina y se
produce en unas células de los riñones. La función de la eritropoyetina es
estimular a la médula para que forme más glóbulos rojos. Se puede administrar
una hormona sintética muy parecida a la eritropoyetina en una inyección cuando la
producción de los glóbulos rojos ha disminuido como consecuencia, por ejemplo,
de la insuficiencia renal o por efecto de la quimioterapia.

Los glóbulos rojos tienen una vida media de unos 90 a 120 días y una vez
llegados a su fin se eliminan en el hígado y el bazo. Para que se formen los
glóbulos rojos, la médula ósea necesita hierro, vitamina B-12, ácido fólico y
vitamina B-6, entre otros elementos.

Cuando hay una pérdida de sangre o existe una disminución de la producción de


glóbulos rojos en la médula, como ocurre por ejemplo con las hemorragias, ciertas
enfermedades o por el efecto de la quimioterapia, estos valores descienden,
hecho que conocemos como anemia. Si su descenso es leve, la persona puede
notar una cierta fatiga, pero si el descenso es más pronunciado puede sentir
cansancio, mareo e incluso dificultad para respirar.

SITIOS DE PRODUCCION DE LOS GLOBULOS ROJOS


Los sitios de producción de los glóbulos rojos pueden variar, dependiendo de la
edad del individuo. Así, en las primeras semanas embrionarias los glóbulos rojos
se producen en el saco vitelino. El hígado, el bazo y los ganglios linfáticos asumen
la producción en el segundo trimestre del embarazo. Al final del embarazo y a
partir del nacimiento, la producción de glóbulos rojos se desarrolla en la médula
ósea.

Hasta los cinco años de edad, la médula ósea de todos los huesos produce
glóbulos rojos. A partir de los 20 años, la médula de los huesos largos ya no
produce eritrocitos, los que se producen en la médula de los huesos
membranosos como las vértebras, esternón, costillas y huesos ilíacos.

En la médula ósea existe una población de células denominadas células madre


pluripotenciales, de las cuales se puede formar cualquier tipo de célula sanguínea.
El número de estas células disminuye con la edad, pero se reproducen durante
toda la vida de la persona. También existe otra población, denominada células
madre unipotenciales, que es capaz de formar un tipo particular de célula, ya sea
los eritrocitos o los leucocitos.

En la línea de producción de los glóbulos rojos, a partir de la célula madre


unipotencial se origina el proeritroblasto, la primera célula que se puede reconocer
como perteneciente a la serie de los eritrocitos. Esta célula se divide varias veces
y puede originar entre 8 y 16 eritrocitos maduros. Posteriormente se obtienen los
eritroblastos basófilos, con bajo contenido de hemoglobina. De aquí se originan los
eritroblastos policromáticos, con una cantidad mayor de hemoglobina. En virtud de
una nueva división y por la formación de grandes cantidades de hemoglobina, se
obtienen los eritroblastos ortocromáticos, los que poseen una coloración roja.
Posteriormente, el citoplasma de estas células se llena con hemoglobina hasta
una concentración de 34%, el núcleo se condensa y la célula es expulsada. Esta
célula, que se denomina reticulocito, posee una cantidad pequeña de material
basófilo constituido por residuos del aparato de Golgi, mitocondrias y algunos
organelos citoplasmáticos. El material basófilo desaparece en uno o dos días y
estamos frente a un eritrocito maduro. La concentración de reticulocitos en la
sangre es poco menor de 1%. Los glóbulos rojos producidos duran en la
circulación aproximadamente 120 días, luego de los cuales son destruidos por el
sistema reticuloendotelial.

La producción de glóbulos rojos se encuentra estimulada por la hormona


denominada eritropoyetina, en cuya ausencia las situaciones de hipoxia no
estimulan la producción de eritrocitos. Esta hormona se forma principalmente en el
riñón y en menor cantidad en el hígado. La eritropoyetina tiene por acción principal
la estimulación de la producción de proeritroblastos a partir de las células
eritropoyéticas madres en la médula ósea. La producción de eritropoyetina se
inicia principalmente en situaciones de hipoxia, estimulando la producción de
eritrocitos en cantidad suficiente para mejorar el transporte de oxígeno a los
tejidos. Una vez que completa la cantidad de células para el transporte de
oxígeno, la producción de eritropoyetina se detiene. En ausencia de eritropoyetina,
la médula ósea produce muy pocos glóbulos rojos, y frente a un exceso de esta
hormona la producción de glóbulos rojos puede llegar hasta 10 veces o más del
valor normal.

FORMACIÓN DE LA HEMOGLOBINA
La síntesis de Hemoglobina empieza cuando
los eritrocitos aún están en estado de
proeritroblastos y continúa incluso en la fase
de reticulositos, cuando estas células
abandonan la médula ósea y entran en el
torrente sanguíneo. Durante la formación de la
hemoglobina la molécula hemo se combina
con una cadena polipeptídica muy larga
denominada globina, para formar una
subunidad de hemoglobina llamada cadena de
hemoglobina. Cuatro de estas cadenas de
hemoglobina se unen débilmente entre ellas
para formar así una molécula de hemoglobina.
Las células utilizan el hierro principalmente para la síntesis de hemoglobina (la que
es liberada hacia la circulación como componente de los eritrocitos), mioglobina
(pigmento muscular) y algunas enzimas respiratorias (citocromos, peroxidasas,
catalasas).
La cantidad total de hierro en el organismo es de 4 a 5 gramos por término medio.
Aproximadamente el 65% de esa cantidad se encuentra en la hemoglobina;
alrededor del 4% en la mioglobina; un 1% en los grupos de hemo de diversos
compuestos que estimulan la oxidación intracelular; el 0,1% se encuentra
combinado con la proteína transferrina del plasma sanguíneo; y del 15% al 30% se
encuentra almacenado, principalmente en el sistema reticuloendotelial y en las
células del parénquima hepático, sobre todo en forma de fertina.
EL hierro se combina con la protoporfirina IX para formar la molécula hem, la cual
se une a una cadena polipeptídica, llamada globina, para formar la hemoglobina.
 Catabolismo de la Hemoglobina
Cuando se destruyen los eritrocitos viejos en el sistema de macrófagos tisulares la
porción globina de la molécula de hemoglobina se separa y el Hem se convierte
en biliverdina. La enzima participante en un subtipo de oxigenasa del hem y se
forma monóxido de carbono en el proceso. El CO puede ser un mensajero
intercelular como el Óxido Nítrico. En los humanos la mayor parte de biliverdina se
convierte en bilirrubina y se excreta en la bilis. El hierro del Hem se utiliza
nuevamente para la síntesis de hemoglobina.
ANEMIA

Se considera anemia cuando disminuye la


concentración de hemoglobina en sangre,
aunque la de eritrocitos sea normal o incluso
elevada. Los límites de referencia de la
concentración de hemoglobina en sangre
pueden variar según la población analizada, ya
que depende de factores diversos como la edad,
el sexo, las condiciones ambientales y los
hábitos alimentarios. La anemia constituye una
de las causas más frecuentes de consulta por
tres motivos principales:

 Elevada incidencia en niños, mujeres, jóvenes o sujetos adultos con


carencias en su alimentación (déficit de hierro y ácido fólico,
especialmente).
 Suele estar asociada a muchas otras patologías, en las que constituye un
síntoma del trastorno subyacente.
 Elevada frecuencia en ciertos grupos étnicos (relacionada con la
malnutrición y muy extendida, por lo tanto, en aquellos países en vías de
desarrollo, cuya población carece de recursos para mantener una
alimentación adecuada).

En España, la causa más habitual es la falta de hierro (anemia ferropénica) cuya


incidencia es especialmente elevada en mujeres jóvenes y niños en edad de
crecimiento. Las manifestaciones clínicas de la anemia (síndrome anémico) son
consecuencia de la puesta en funcionamiento de diversos mecanismos de
adaptación para hacer frente al descenso de la oxigenación de los tejidos (hipoxia)
y depende, principalmente, de la edad del paciente, la rapidez de su instauración y
el estado del sistema cardiovascular.

ADAPTACIÓN DEL CUERPO A LA ANEMIA


Ante un descenso de la concentración de hemoglobina en sangre, el organismo
responde siempre con un aumento de la síntesis de eritropoyetina (Epo). El
mecanismo implicado en este proceso se halla directamente relacionado con la
hipoxia (falta de oxígeno en los tejidos), y constituye el principal mecanismo de
adaptación a la anemia. Junto a ello se ponen en marcha otros mecanismos de
adaptación que tienen lugar en el propio sistema hematopoyético y en el aparato
cardiovascular.
En el sistema hematopoyético se produce un estímulo de la eritropoyesis (síntesis
de eritrocitos). El sistema cardiocirculatorio responde, en primer lugar, mediante
una vasoconstricción generalizada (preferentemente en piel, riñón y área
esplénica) y posteriormente, con la redistribución del volumen sanguíneo (volemia)
y el aumento del volumen plasmático.
MEJOR APROVECHAMIENTO DE LA HEMOGLOBINA DISPONIBLE
Se consigue aumentando la concentración intra eritrocitaria (dentro de los
eritrocitos) de 2,3-difosfoglicerato (DPG), ya que este compuesto disminuye la
afinidad de la hemoglobina por el oxígeno. Este efecto favorece la liberación de
oxígeno a los tejidos.
ADAPTACIÓN DEL SISTEMA CARDIOCIRCULATORIO
Ante una anemia, el organismo responde de forma inmediata con una
redistribución de la sangre, cuyo objetivo es garantizar la oxigenación de los
órganos vitales. En este proceso se producen dos fenómenos simultáneos.
REDISTRIBUCIÓN DEL FLUJO SANGUÍNEO
En el fenómeno de redistribución se produce una vasoconstricción de las áreas
menos necesitadas, por ejemplo, la piel (palidez) y el riñón, para derivar la sangre
a regiones más críticas, por ejemplo, el cerebro. Es decir, los vasos sanguíneos de
órganos menos importantes se cierran y la sangre que no puede pasar por ellos se
desvía para pasar por otros de órganos más importantes.
AUMENTO DEL DÉBITO CARDIACO
El mayor débito o gasto cardíaco es una respuesta a la hipoxia de los tejidos; es
decir, aumenta la cantidad de sangre bombeada por el corazón. Este fenómeno no
se desarrolla hasta que la concentración de hemoglobina en sangre desciende por
debajo de 70 g/L. Clínicamente, el mayor débito cardiaco se manifiesta con
taquicardia y aparición de soplos sistólicos funcionales (producido por la sangre al
salir del corazón sin que haya ninguna patología en las estructuras cardiacas). Si
la anemia es muy intensa y de instauración brusca (anemia aguda), la disminución
de la presión venosa puede facilitar la aparición de un shock hipovolémico. Por el
contrario, cuando es de instauración lenta (anemia crónica), existe un aumento
progresivo y característico del volumen plasmático para mantener la volemia y
evitar la aparición del shock.
SÍNTOMAS DE LA ANEMIA

El síndrome anémico lo forman un conjunto de signos y síntomas que ponen de


manifiesto la disminución de la hemoglobina y el desarrollo del mecanismo de
compensación. Los principales síntomas de la anemia son:

 Palidez. Es uno de los signos más característicos de la anemia y una


consecuencia directa de la vasoconstricción generalizada (cierre de los
vasos sanguíneos) y del descenso de la concentración de la hemoglobina
en sangre.
 Astenia: constituye un síntoma general muy ligado a la anemia (el individuo
anémico se siente “cansado”).
 Disnea: sensación subjetiva de falta de aire.
 Fatiga muscular: incluso con pequeños esfuerzos.
 Manifestaciones cardiocirculatorias: taquicardia y palpitaciones que son
constantes en caso de anemia moderada o intensa, especialmente cuando
se instaura bruscamente. En una anemia crónica de aparición lenta, el
único signo apreciable de la anemia es un soplo sistólico funcional (ruido
que hace la sangre al salir del corazón). Si la anemia es muy intensa se
sobreañade una taquipnea (respiración muy rápida) o pérdida del
conocimiento.
 Trastornos neurológicos: alteraciones de la visión. Cefaleas (dolor de
cabeza). Cuando la hemoglobina desciende por debajo de 30 g/L (anemia
grave) pueden aparecer signos de hipoxia cerebral, cefaleas, vértigos, e
incluso un estado de coma
 Manifestacione neuromusculares: consisten principalmente en cambio de la
conducta, cefaleas, vértigos, trastornos visuales, insomnio, incapacidad
para concentrarse y, ocasionalmente, desorientación
 Alteraciones del ritmo menstrual: la existencia de reglas abundantes
(hipermenorrea) es la causa más frecuente de anemia en las mujeres
jóvenes, aunque suele ser una anemia moderada (Hb: 90-110 g/L). Sin
embargo, cuando la anemia es más intensa, suele apreciarse una
disminución del ritmo menstrual, con tendencia a la amenorrea. Lo que
sucede es que, frente al descenso de la hemoglobina, el organismo
reacciona disminuyendo, o incluso anulando, la pérdida hemática.
 Alteraciones renales: se produce una retención acuosa que puede dar lugar
a la aparición de edemas o hinchazón en las piernas.
 Trastornos digestivos: consisten en anorexia, náuseas y, ocasionalmente,
estreñimiento.

TIPOS DE ANEMIA: CLASIFICACIÓN MORFOLÓGICA

La apreciación del tamaño y el contenido hemoglobínico de los eritrocitos es uno


de los análisis de laboratorio más empleados en el diagnóstico de las anemias. El
índice eritrocitario de mayor valor clínico es el volumen corpuscular medio (VCM),
ya que constituye un criterio morfológico para clasificar las anemias en
normocíticas (VCM: 82-98 fl), macrocíticas (VCM >98 fl) y microcíticas (VCM <82
fl).

El VCM se correlaciona con la hemoglobina corpuscular media (HCM), magnitud


que informa sobre el valor medio del contenido hemoglobínico de los eritrocitos
circulantes. En consecuencia, la HCM disminuye al hacerlo el VCM (anemias
microcíticas e hipocromas) y aumenta cuando aumenta el VCM (anemias
macrocíticas e hipercromas).

TIPOS DE ANEMIA: CLASIFICACIÓN FISIOPATOLÓGICA

La clasificación fisiopatológica (según su mecanismo de producción) de una


anemia se basa en la capacidad de la médula ósea para adaptarse al descenso de
la concentración de hemoglobina en sangre. Por ello, cuando la médula presenta
una capacidad regenerativa normal, siempre debe existir una relación inversa
entre disminución de hemoglobina y aumento del número de reticulocitos (anemia
regenerativa).

Por el contrario, cuando la anemia no se acompaña de un aumento proporcional


del número de reticulocitos, es que la capacidad regenerativa de la médula ósea
se halla disminuida (anemia arregenerativa).

Algunas de las causas más frecuentes de anemia se exponen a continuación:

DIAGNÓSTICO DE LA ANEMIA
La realización de la historia clínica y la exploración física, constituyen siempre el
primer paso en el estudio de una anemia. Descartada una hemorragia o
enfermedad subyacente que justifique la anemia, su estudio debe iniciarse con la
consideración del sexo, la edad y el origen étnico del paciente, así como su forma
de presentación (aguda o crónica, tiempo de evolución y existencia de
antecedentes).

PRUEBAS DE LABORATORIO
Para confirmar el diagnóstico de anemia es preciso demostrar primero el descenso
de la concentración de hemoglobina en sangre. Para ello se realiza un análisis de
sangre, llamado hemograma, que determina los niveles de hemoglobina en la
sangre junto con otros parámetros que indican la morfología y tamaño de los
hematíes. Además, el hemograma nos informa de posibles alteraciones en otras
células sanguíneas como son los glóbulos blancos y las plaquetas.
Además del hemograma, se suele solicitar un frotis sanguíneo en el que se ve la
sangre directametne al microscopio. Esta prueba puede dar mucha información
sobre la causa de la anemia. Según la sospecha diagnóstica se pueden solicitar
otras muchas pruebas, como los niveles de hierro y ferritina (depósitos de hierro
del organismo), niveles de vitamina B12 y ácido fólico, niveles de reticulocitos
(células precursoras de los hematíes), distintos autoanticuerpos, etcétera.
En anemias arregenerativas, en las que la causa de la anemia está dentro de la
médula ósea, muchas veces es necesario solicitar un estudio de la médula ósea
por medio de un aspirado o de una biopsia de médula ósea. El aspirado es una
punción en la que se toman células de la médula ósea, y que se suele realizar en
el esternón. La biopsia es una punción con una aguja más gruesa, en la que se
toma un cilindro de hueso, lo que permite un estudio más exhaustivo de la médula
ósea. Se suele realizar en la cresta iliaca, que es el reborde de hueso que
tenemos por encima de la cadera.

TRATAMIENTO DE LA ANEMIA

El tratamiento de la anemia depende de la causa que la provoca. Sea cual sea, el


objetivo será incrementar el nivel de oxígeno que la sangre es capaz de
transportar, ya sea mediante el aumento de glóbulos rojos o la concentración de
hemoglobina. Por supuesto, habrá que tratar también la causa o enfermedad que
pueda haber provocado la anemia.

En general bastará con la reposición de hierro por vía oral en casos de anemia
ferropénica; o de vitamina B12 y ácido fólico en casos de anemia megaloblástica.

Cuando se deba a pérdidas importantes de sangre se realizará una transfusión de


sangre. Y en casos más específicos (como síndromes hereditarios) pueden
plantearse el trasplante de médula ósea. En todo caso es necesario consultar con
el médico especialista para que te indique el tratamiento de la anemia más
adecuado para tu caso.

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