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Proyecto de ensayo para el seminario sobre Deleuze y la imagen cinematográfica

Waldo Ortiz

La génesis del sujeto tiene lugar en medio del universo material, de ese sistema de
imágenes-materia-flujo que no cesa de variar, de afectarse a sí mismo. Es ahí, decimos, que
surge el sujeto como aquello que produce una desviación de las acciones y reacciones entre
imágenes en su propio régimen acentrado, para constituir verdaderos “centro de
indeterminación”, en los cuales las acciones recibidas ya no se prolongan simplemente en
reacciones inmediatas, sino, más bien, pasan o son desviadas por un “medio”, que no las
absorbe sin seleccionar y sustraer algo de ellas, con el fin de organizarlas en función de
reflejar una acción posible sobre el conjunto. Dicho dispositivo consta de tres sistemas
coordinados que se han especializado en alguna función sensorio-motriz: imagen-
percepción, imagen-afección, imagen-acción. Tal es la génesis de ese “medio” que es el
sujeto, esa interfaz a través de la cual se nos presenta algo así como un mundo.

El problema es que dicho mecanismo hace desaparecer su propio modo de acontecer, es


una interfaz tan perfecta que no deja ver su modo de producción, esconde su genealogía y
nos atrapa dentro de sus lógicas, sin que apenas nos demos cuenta. ¿Cómo salir del
mecanismo formador de mundo (o de ser-en-el-mundo) para aproximarnos al plano de
inmanencia de las imágenes-movimientos dispuestas en su régimen maquínico? Deleuze
nos dirá que el plano de inmanencia es un corte móvil, una perspectiva temporal o bloque
de espacio-tiempo que expresa ese “todo abierto que cambia” de la duración. En este
sentido, surge la pregunta por el tiempo, en tanto duración, y su relación con el sujeto, en
tanto sistema de percepción-afección-acción. ¿Cómo podemos, nosotros sujetos, hacer
visible ese todo abierto que cambia? Quizá pensar el tiempo como afecto puro pueda
darnos alguna pista sobre qué significa entrar en relación con la duración, puesto que, tanto
el cristal de tiempo como el afecto son virtualidades que expresan aquello que no cesa de
metamorfosearse. En este sentido, ¿No es esta apuesta por pensar el afecto puro como
expresión de la duración, un gesto político o al menos revolucionario, en la medida en que
hace comparecer, como accidente o acontecimiento cualquiera, al dispositivo en el que se
articula nuestra subjetividad, quitándole el privilegio del que gozaba el sujeto entendido
modernamente?

Bibliografía:
- Deleuze, Gilles. La imagen-movimiento. Barcelona: Paidós. 1994.

La imagen-tiempo. Buenos Aires: Paidós. 2016.

Cine 1. Bergson y las imágenes. Buenos Aires: Cactus. 2009.

- Marrati, Paola. Gilles Deleuze: cine y filosofía. Buenos Aires: Nueva visión. 2003.
- Zourabichvili, François. El vocabulario de Deleuze. Buenos Aires: Atuel. 2007.

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