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PROS Y CONTRAS DEL PAPEL ACTUAL DE LA TEOLOGÍA

LATINOAMERICANA: PANEL EN EL FORO SOCIAL MUNDIAL (I)


Leopoldo Cervantes-Ortiz
28 de enero, 2021
…hace ya décadas que la teología de la liberación dejó de ser una singularidad latinoamericana,
o cristiana, ni siquiera occidental. Se universalizó: en otras religiones, y en todos los
continentes; se convirtió en una aportación latinoamericana a la cultura y a la historia
mundiales.
JOSÉ MARÍA VIGIL

Como parte del Foro Social Mundial que se está llevando a cabo necesariamente de manera
virtual en estos días (https://wsf2021.net, 23-31 de enero, cumple 20 años), varios eventos
relacionados con la teología o las comunidades cristianas forman parte del programa:
Juventudes, diálogo intergeneracional y espiritualidad liberadora; Desmantelando violencias e
injusticias: conversaciones sobre religión, estudios de género y teologías feministas; Diálogo
intergeneracional y espiritualidad laical y pluralista en los movimientos de juventud. Entre
ellos, destacó el dedicado a los Pros y contras del papel actual de la teología latinoamericana,
el martes 26, en el que participaron José María Vigil, coordinador de Servicios Koinonía y de
la Agenda Latinoamericana, especialista en pluralismo religioso, desde Panamá, y Alejandro
Ortiz, profesor de la Universidad Iberoamericana-Puebla, desde México, moderado por Luiz
Carlos Susin, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río Grande do Sul y secretario
general del Foro Mundial de Teología y Liberación (FMTL).
El anuncio del encuentro definió muy bien el objetivo del mismo: en la primera parte,
hablar “de los grandes aportes que ha realizado la teología de la liberación (TL), tanto en los
procesos de emancipación, resistencia y lucha latinoamericanos, como en las comunidades
cristianas populares”, y en la segunda, considerando que “la aparición de la TL significó en su
momento la irrupción del paradigma liberador” y que han cambiado muchas cosas en estos 50
años, evaluar “si esta teología está estancada, repitiendo lo de hace 50 años, o se confronta
decididamente con los nuevos desafíos presentes en una sociedad que poco tiene que ver ya
con la de los años 70 y 80 del siglo pasado, una sociedad que vive en estado de un nuevo
tiempo axial, que necesita una TL también axial”.
Con este panorama inicial, se puede entender que la identificación entre las teologías
latinoamericana y de la liberación ha contribuido a ver sus desarrollos como algo paralelo, aun
cuando al interior de las comunidades cristianas y otras instancias del subcontinente
latinoamericano se elaboran y practican otras teologías. No obstante, ambas exposiciones se
movieron en ese terreno, considerando mayormente la producción teológica surgida del
ámbito católico, aun cuando hubo referencias muy concretas al campo protestante o
evangélico sin profundizar lo suficiente.
Tal como estaba anunciado, en la primera parte Ortiz se refirió a lo que tituló “La
necesaria teología de la liberación”, partiendo de la explicación de la matriz ideológica y
filosófica de esta corriente de pensamiento cristiano. El objetivo de su ponencia fue subrayar
los aciertos que ha tenido y sigue teniendo. Especialmente señala los primeros en su etapa
inicial en la que confluyeron “dos dinámicas epocales: una dinámica premoderna y el inicio de
una dinámica moderna” (p. 1), es decir, aconteció la intersección de factores coyunturales en
los que los “procesos modernizadores” abrieron la puerta para la búsqueda de una renovación
en el modo de entender y vivir la fe cristiana. Lo que la TL hizo se sitúa en ese entrecruce
cultural y sociopolítico que permitió la emergencia de nuevos discursos y prácticas:
Retoma lo religioso como interpretación de la realidad (una realidad no querida por Dios) pero también
con otros argumentos modernos (la interdisciplinaridad en su método). Hablar de Dios criticando la
realidad y utilizando una mediación de interpretación sociológica, además de una espiritualidad para
transformarla, puede parecer poco hoy, pero en eso momento fue mucho, un gran acierto. Si las mayorías
seguían alimentando sus subjetividades desde lo religioso, la TL impulsó una subjetividad religiosa
diferente, dialogante con un viejo mundo de injusticias que no ha cambiado a pesar de las luces de una
modernidad naciente. Es cierto, es mucho para esa época, aunque insuficiente para la actual, pero no se
podía hacer más (p. 2).

Con todo, la TL arrastraba aún los enfoques clerical y masculino de la teología, por lo
que la inclusión más plena de laicos/as y mujeres tardó más tiempo. Se trató, muy en el fondo,
aun cuando no todos los militantes estaban conscientes de ello, de romper el mayor número
posible de paradigmas, a fin de hacer surgir nuevos modelos de iglesia, de espiritualidad, de
participación social. Dentro de los elementos que Ortiz rescata acerca de la vitalidad presente
de la TL está, primero, el hecho de que esta teología “se inscribe en el espíritu de liberación
que siempre ha existido en el Continente desde la llegada de los europeos” (p. 3, énfasis
agregado). Los movimientos de resistencia y de lucha social y cultural contra el poder, a veces
clandestinos y a veces de manera abierta, siempre han estado presentes en esa historia. “La
teología de la liberación tuvo el acierto de insertarse en esa dinámica de liberación, pensando
algo que no era tan claro en ese momento histórico y determinado: ¿cuál es la participación de
Dios en esta realidad tan difícil, injusta y deshumanizadora por la cual están viviendo y
sufriendo las mayorías empobrecidas y excluidas? […] La teología de la liberación no inventó
el espíritu de liberación, sino que lo retoma y se incorpora a él” (Ídem). En esa línea, para el
presente, ese mismo talante es el que debería mover a los practicantes de este pensamiento y
acción: “Hoy tendrían los teólogos y teólogas de la liberación pensar: ¿por dónde está ese
espíritu? Y desde ahí hacer teología”.
Específicamente, gracias a que Ortiz se ha ligado en los años recientes a las migraciones
y los movimientos que reclaman por las personas desparecidas en toda Latinoamérica (véanse
sus textos Cristo indocumentado. Narrativa teológica del fenómeno migratorio. Universidad
Iberoamericana, 2015; y “Teología desde los desaparecidos/as”, Amerindia en la Red, 17 de
julio de 2018, https://amerindiaenlared.org/contenido/12950/teologia-desde-los-
desaparecidosas: “Dice Mr 15.43 que José de Arimatea ‘tuvo la osadía de presentarse a Pilato
a pedirle el cuerpo de Jesús’; estos padres y madres de desaparecidos, como lo hizo José de
Arimatea, van con el Estado, con los gobiernos, con las autoridades a pedir la búsqueda, la
recuperación, la devolución del cuerpo de sus hijos e hijas, de sus esposos o esposas, de sus
parientes, de la gente que aman. Y ellos y ellas ‘tienen la osadía’, la valentía, el coraje, la
rabia, para ir con los propios verdugos a pedir el cuerpo”), para él ese “espíritu de liberación”
se mueve entre los familiares de esos seres humanos desaparecidos por el crimen organizado
aliado muchas veces a empresas extractivistas que desplazan a los habitantes originarios de las
zonas en donde hay minerales, petróleo, gas y otros recursos naturales: “De ahí la necesidad
actual de hacer teología de la liberación desde los desplazados, desde los desaparecidos, desde
los migrantes, desempleados, los desechables, que son nuevas formas de decir los pobres o
víctimas”.
Finalmente, Ortiz se refirió al método teológico, enunciado desde los inicios de la TL,
cuando Gustavo Gutiérrez, uno de sus iniciadores católicos, decía que “el método es nuestra
espiritualidad”, apuntando hacia la exigencia de solidarizarse, desde la fe, con las víctimas del
sistema prevaleciente. Hoy, la exigencia es clara: “Las nuevas generaciones de teólogos y
teólogas tienen el enorme desafío de salir de sus escritorios y aulas para estar con los grupos
en resistencia y lucha. Poner el cuerpo además del paper para una conferencia”. Esto se
conecta con la vertiente educativa de la TL y con su obligada actualización para retomar los
impulsos formativos iniciales a nivel popular. Ello reviste particular urgencia debido a las
mentalidades que hoy se presentan en las nuevas generaciones. Es posible aprovechar las
nuevas tecnologías para circular el mensaje de la TL en versiones más cercanas a esas
generaciones, por ejemplo, videos de ocho minutos que sean capaces de vehicular “fuertes
contenidos con datos relevantes” (p. 5). Algo similar deberá acontecer con lo que fueron las
ONG de inspiración cristiana, que ahora podrían transformarse en “proyectos universitarios de
inserción o de trabajo social” haciendo posible “nuevas maneras de hacer teología de la
liberación de manera moderna e interdisciplinaria”.
La ponencia concluye con una referencia al concepto de Pierre Bourdieu, el habitus
(“internalización o interiorización de las culturas dominantes en los sujetos”, p. 6), entendido
aquí como un habitus liberador, esto es, acostumbrarse a “pensar como normal o común el
cambio social, la transformación de la sociedad. Pensar desde lo religioso el cambio social y
aceptarlo como algo normal, necesario y hasta urgente”. Esto se puede apreciar en el
sentimiento de insatisfacción de mucha gente joven, aunque no toda, pero en la que es posible
apreciar ese potencial transformador y, en definitiva, liberador. Las palabras finales son
desafiantes y recapitulan bien lo que ha representado y representa hasta hoy esta perspectiva:
“La TL es una gran herencia por todo lo que ha implicado, no es sólo una forma de hacer
teología, es un modelo paradigmático y, por tanto, de vida que nos debe seguir desafiando ante
los nuevos retos globales”.

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