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Chile decide su futuro en elecciones municipales, regionales y de constituyentes

Chile. Celebrará el sábado 15 y el domingo 16 de mayo (AP).


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El sábado y el domingo próximos, Chile votará alcaldes, concejales, gobernadores
regionales y convencionales. Estos últimos tiene la misión de reformar la Constitución.
Por ese motivo, es la elección que concentra mayores expectativas.
De hecho, ese resultado debiera despejar el panorama de las presidenciales, que empezarán
a resolverse un par de días después, cuando expiren los plazos para la inscripción de pactos
electorales y de candidatos para las primarias de julio.
¿Cómo lo interpretarán los diferentes sectores, en función de sus respectivas posiciones, y
de qué modo leerán la participación electoral?
Votar no es obligatorio y los partidos políticos aparecen bastante desprestigiados en las
encuestas.
IZQUIERDA
La candidata presidencial que encabeza las encuestas de imagen es la diputada Pamela
Jiles, del Partido Humanista (PH), ahora separado del Frente Amplio (FA). Representa
desde la izquierda la tesis de la antipolítica, ya que postula que podría gobernar sin partido
ni coalición que la respalde: como el PH no está constituido en todo el país, no es mucho lo
que pondrá en juego en las cuatro boletas.
Candidata a presidenta de Chile Pamela Jiles (Clarín)
Jiles no se preocupa: con un discurso antisistema y presentándose como “la abuela” de los
chilenos, se siente acompañada por “el pueblo”.
El Partido Comunista (PC) tiene un candidato presidencial competitivo: Daniel Jadue,
alcalde de Recoleta. En diciembre pasado, impuso su tesis a favor de una “ruptura del
orden institucional”, lo que implica una apuesta fuerte a la convención constituyente: por
un lado, espera tener muchos convencionales; por el otro, paradójicamente presionará a la
convención desde la calle con los movimientos sociales.
Busca conformar un “bloque antineoliberal” junto al FA y la base del Partido Socialista
(PS), a la que ha invitado a rebelarse contra sus dirigentes y sumarse a su candidatura,
alegando ser el heredero de Salvador Allende.
El FA, tras varias fracturas que redujeron su bloque legislativo casi a la mitad (de 20
diputados le quedan 11), por inercia, pareciera ir indefectiblemente a la integración con el
PC; pero según algunos de sus integrantes, debiera evitarlo para preservar su identidad.
Una de esas posiciones, entonces, podría sucumbir el domingo, ya que se presenta en
alianza con el PC. ¿Levantará un candidato presidencial propio? En ese caso, sería el
diputado Gabriel Boric.
Como en una disputa mano a mano con el PC tendría la derrota asegurada, la pregunta es si
esa candidatura cimentaría una identidad o sería el principio de una nueva fractura.
Con todo, si pactaran una primaria con el PC u otras fuerzas, tanto Jiles como Boric aún no
reunían los requisitos legales para inscribirse.
CENTROIZQUIERDA
Entre los partidos de la extinguida Concertación, los problemas son mayores aún. El PS se
ha propuesto reconstruir la unidad del sector, pero no queda claro con quiénes desea
hacerlo.
La tesis que hizo posible la Concertación —su estratégica alianza con la Democracia
Cristiana (DC)— ha sido denostada hasta el hartazgo, como si aquella coalición hubiera
fracasado. Este discurso fue cobrando envergadura a medida que emergían las corrientes
que dieron origen al FA.
Para la convención constituyente, el PS se asoció con la DC, sus otros viejos aliados
concertacionistas y algunos desprendimientos del FA, como el Partido Liberal, que rechazó
aliarse con el PC. Pero los objetivos presidenciales del PS son muy diferentes: quisiera
atraer al FA para minar las posibilidades del PC, pero el FA no imagina una alianza con la
DC y rechaza aislar al PC.
La solución sería adoptar la temeraria posición que sostiene un sector del Partido por la
Democracia (PPD): definir una candidatura entre las “fuerzas progresistas”, eufemismo que
contiene al FA y excluye a la DC.
La DC, en cambio, reivindica la tesis concertacionista y se propone reformularla desde la
convención constituyente y la próxima elección legislativa. Su tesis encuentra apoyo en
sectores del PS y del PPD: aislar a la izquierda (PH y PC) y no vaciar el centro político, ya
que, en ese caso, el electorado huérfano de representantes votaría al candidato de la
centroderecha, que se aseguraría el triunfo.
El problema general del bloque es que ninguno de los presidenciables ha prendido en las
encuestas: Paula Narváez (PS), Heraldo Muñoz (PPD) y Ximena Rincón (DC) ocupan
los últimos puestos de la tabla. El problema particular del PS es que a esa primaria poco
atractiva podría ganarla Rincón; y en ese supuesto, muchos votos socialistas fugarían hacia
Jadue.
CENTRODERECHA
El oficialismo, Chile Vamos, tampoco la tiene fácil. De momento, hay cinco precandidatos.
Los dos más importantes, Joaquín Lavin y Evelyn Matthei, pertenecen al mismo partido,
la Unión Demócrata Independiente (UDI), aunque sus tesis son contradictorias. ¿UDI
inscribirá a los dos o solo a uno?
Candidato a presidente de Chile Joaquín Lavin (Clarín)
Para Lavin, el futuro de Chile es socialdemócrata; la centroderecha, entonces, debiera
reconfigurar su identidad bajo ese horizonte. Como la convención aprobará las
modificaciones con dos tercios de los votos, Lavin se imagina conduciendo un “gobierno de
convivencia nacional” integrado por esos dos tercios.
Matthei es la antagonista ideal: defiende los valores tradicionales de su coalición, pide
explicaciones, rebate argumentos. Si ganara, reafirmaría una identidad; si perdiera, ayudaría
a consolidar el cambio.
Mientras tanto, el planteo de Lavin refuerza la crítica que formula Jadue y complica el
reperfilamiento de la centroizquierda: si hasta Lavin la mira con cariño, ¿no sería la
socialdemocracia parte del modelo neoliberal a destruir?
Todos tendrán pocas horas para analizar la elección. Una lectura rápida podría agrupar a los
convencionales elegidos bajo dos etiquetas: radicales o moderados. Con esa cuenta, cada
uno podría definir la viabilidad de su proyecto.

Servicios sociales, en manos privadas


Además, la Constitución establece en su artículo 19 que el Estado se retira de la entrega

de servicios sociales como la salud, la educación o las pensiones, y los deja en manos de

privados, para intervenir solo si fuera necesario.

Artículo 19, número 9: el Estado protege el libre e igualitario acceso a la salud, ya sea

pública o privada, y la libertad de elegir el sistema deseado. “Esto tiene un efecto perverso.

La gente acomodada va al fondo privado y aporta más, por lo que este fondo es mucho

mejor que el público”, explicó el abogado Javier Couso, catedrático de derecho

constitucional de la Universidad Diego Portales y de la Universidad de Utrecht a Bio Bio.

Los privados tienen libertad de crear una empresa en el área de salud, y como el servicio

público es de mala calidad, las personas se esfuerzan por contratar un seguro privado y

atenderse en clínicas privadas, con lo que las ganancias se concentran en estas empresas.

El artículo 19, en sus apartados 10 y 11, habla de la Educación. El Estado asegura este

derecho y debe “financiar un sistema gratuito con tal objeto, destinado a asegurar el acceso

de toda la población”, señala. También consagra la libertad de enseñanza, que “incluye el

derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales”. Los padres tienen

el derecho de elegir la escuela de su preferencia.


Según destaca el artículo de  Bio Bio, en la práctica, aquí ocurre lo mismo que con la salud.

Las escuelas estatales y sus alumnos están cada vez en mayor desventaja. Quien busca

mejor calidad en la educación debe gastar mucho dinero. La no interferencia estatal

fomentó el florecimiento de instituciones privadas -colegios, institutos y universidades- que

cobran altos aranceles.

Algo similar ocurre con el sistema de jubilaciones. En la práctica las personas están

obligadas a ingresar a las AFP, los fondos privados, hoy fuertemente cuestionados por las

bajas pensiones que entregan. Hoy sería inconstitucional eliminar las AFP y crear un

sistema de reparto.

Presidencialismo

Según la Constitución actual, el presidente tiene amplias y numerosas atribuciones. En

materia legislativa, tiene iniciativa exclusiva para proyectos de ley en temas de división

política o administrativa del país, y en la administración financiera o presupuestaria del

Estado.

Si un proyecto no es presentado o patrocinado por el presidente, puede dormir eternamente


en el Congreso. Y si el mandatario le da urgencia, el Congreso tiene un plazo de 30 días

para avanzar en la tramitación. “La Constitución le otorga al presidente el control de la

agenda legislativa del Congreso”, subraya Couso.

Clamor por el cambio

Una encuesta de la consultora Cadem señaló en su última entrega que casi el 80% de los

chilenos está a favor de un nuevo texto, aunque el gobierno no ha definido aún cuál será

el mecanismo para hacerlo.


Las reformas a la Constitución exigen quorum tan altos (dos tercios o tres quintos de los

senadores y diputados en ejercicio, según el tema), que son muy difíciles de lograr.

Ahora que se discute redactar una nueva, el mecanismo no está claro. El Congreso es el

único camino contemplado. La asamblea constituyente, propuesta por la oposición, no sería

legal. Habría que reformar primero la Constitución y agregar esta fórmula.

Para muchos expertos, como Octavio Avendaño, profesor de Sociología de la Universidad

de Chile, la única manera de conseguir un país más justo pasa por emular los modelos

europeos y "acabar con la concepción de un Estado subsidiario y con la sacralización del

derecho de la propiedad".

"El proceso no puede quedar en manos del actual Congreso por el alto descrédito que

despierta en la ciudadanía", indicó Avendaño, quien se inclinó por organizar un plebiscito y

convocar una Asamblea Constituyente, la fórmula que pide la oposición y la mayoría de los

manifestantes.

Fuente: EFE y Clarín

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