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LOS PRIMEROS POBLADORES

DEL PERU

El desarrollo de los primeros grupos humanos que habitaron el Perú es uno de los temas
más importantes de la arqueología mundial. En los Andes Centrales se desarrollaron
civilizaciones reconocidas entre las más antiguas y originales del planeta. En este capítulo
estudiaremos la génesis de la cultura andina, desde las huellas más remotas de los
cazadores nómades, hasta el surgimiento de las primeras sociedades complejas de
nuestra patria.
Los periodos arqueológicos más antiguos del Perú son: el Lítico y el Arcaico. El Periodo
Lítico (15 000 a.C.-7 000 a.C. aprox.) es llamado también Pre-agrícola, pues sus grupos
humanos representantes tenían una economía parasitaria o depredadora, desconocían las
técnicas de producción agropecuaria, sus fuentes de alimentación provenían de la cacería,
la recolección y la pesca. En el Periodo Arcaico (7 000 a.C.-2 000 a.C. aproximadamente)
se inicia y se desarrolla la agricultura y la domesticación de animales. Este periodo se
divide en Arcaico Inferior y Arcaico Superior.
Los principales arqueólogos llaman Arcaico Inferior o Temprano al periodo en que surgen
las primeras aldeas de horticultores y pastores de camélidos; y Arcaico Superior o Tardío
al periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes, caracterizado por la
sedentarización de los pueblos de economía productiva, desarrollo de la arquitectura
ceremonial, la especialización artesanal, el surgimiento de las clases sociales y el estado
teocrático incipiente.
Muchos estudiosos actualmente engloban los periodos Lítico y Arcaico con el nombre de
“Precerámico” (15 000 a.C.-2 000 a.C.). En palabras del arqueólogo Duccio Bonavia: “El
periodo Precerámico va desde la llegada del hombre al continente sudamericano hasta el
momento en que aparece la cerámica… (los grupos humanos) practicaron la caza y la
recolección, luego pasaron a una agricultura incipiente y a sociedades organizadas que
darían origen a la civilización andina”.

El advenimiento de las técnicas de cerámica en los Andes Centrales (2 000 a.C.) marca
convencionalmente el final del Periodo Arcaico y el inicio del Periodo Formativo, donde se
desarrollaron las Altas Culturas.
PERÍODO LÍTICO

(15 000 a.C. – 7000 a.C. aproximadamente)


Las primeras bandas de cazadores y recolectores nómades llegaron a los Andes
Centrales unos 15 mil años a.C. Esto quiere decir que encontraron nuestro actual territorio
en condiciones geográficas muy diferentes, eran los últimos tiempos de un gélido periodo
llamado Pleistoceno.
Las evidencias más antiguas de presencia humana pertenecen al Pleistoceno Tardío,
cuando grandes áreas andinas estaban cubiertas por el hielo y el litoral peruano era más
ancho que en la actualidad. Nuestros Andes Centrales estaban habitados por grandes
mamíferos adaptados a los fríos climas de la “era del hielo”. Entre los animales más
destacados de la megafauna pleistocénica estaban los mastodontes, megaterios,
gliptodontes, smilodontes y paleollamas.
Los arqueólogos han encontrado evidencias que demuestran que nuestros primeros
ancestros convivieron con esta megafauna y que además eran cazadores ávidos de la
carne de estos animales. Lugares importantes en el estudio de estos grupos
pleistocénicos son Paccaicasa (Ayacucho), Panaulauca (Junín) y Huargo (Huánuco).
Hace doce mil años las condiciones climáticas empezaron a cambiar bruscamente. El
gélido Pleistoceno cedió paso al cálido Holoceno, unos 10 mil años a.C. Este cambio
climático alteró la vegetación y por consiguiente afectó la supervivencia de la megafauna.
Los mamíferos gigantes se extinguieron gradualmente, contribuyendo a esto la actividad
predatoria de nuestros antepasados, los “cazadores indiferenciados”.
En esta etapa surgen importantes talleres donde se fabricaban armas y utensilios para
diferentes actividades. La propagación de los cérvidos (tarukas) y los camélidos andinos
(llamas, vicuñas y guanacos) incentivó la cacería de estos veloces animales. Para esto se
requería el uso de nuevas estrategias e instrumentos líticos de mejor calidad (puntas de
lanza) que se fabricaban en talleres especiales; era la época de los “cazadores
especializados”, donde destacan las tradiciones líticas Paijanense (en la costa norte) y
Lauricochense (en la sierra central).
Las estrategias de supervivencia variaban según las condiciones geográficas de los
diversos pisos ecológicos de nuestro país. Por ejemplo, en las mesetas altoandinas
existían “campamentos estacionales” en áreas y temporadas de abundantes camélidos.
Arqueólogos como Ramiro Matos y John Rick sostienen incluso que en las zonas
altoandinas de Junín existieron, en pleno Periodo Lítico, “cazadores sedentarios” que
vivían en “campamentos permanentes” por muchos años, aprovechando la abundancia de
camélidos de la zona.
Mientras tanto, en el litoral era muy importante la recolección de mariscos junto a la caza
de venados. Diversos grupos humanos aprovechaban los abundantes recursos de las
lomas en las temporadas de fuerte nubosidad costeña. El arqueólogo Edward Lanning
propone que estos mismos grupos ascendían a los pisos ecológicos serranos para cazar y
recolectar en los periodos de lluvia. Estos cazadores tenían sus itinerarios y seguían lo
que Lanning denomina un modelo de “Transhumancia Estacional”.
Merece mención aparte el arqueólogo Michael Moseley quien sostiene que los pescadores
y cazadores costeños del Periodo Lítico no tenían la necesidad de seguir un patrón
nómade pues la riqueza hidrobiológica de nuestro mar contribuyó a una temprana
“sedentarización pre-agrícola”.
El arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras explica las características socio-económicas de la
“comunidad primitiva” en el Perú: “Según el conocimiento que tenemos de las sociedades
de cazadores y recolectores, el sistema de relaciones económicas y sociales era de tipo
recíproco directo, que quiere decir que se basaba en la ayuda mutua directa entre cada
una de los miembros de la banda, sin depender de intermediarios. No existía la propiedad
individual de los bienes de subsistencia, dado que las presas de caza requerían casi
siempre la participación de varios para lograrse y porque la adquisición de alimentos
estaba de alguna manera abierta a todos. Los instrumentos de caza eran susceptibles de
ser producidos por todos los miembros, dado que no requerían de ninguna especialidad.
Dicho de otro modo, todos los que vivían juntos eran gentes de la misma clase, aun
cuando tuvieron distintas actividades según sea su edad y sexo. La vivienda era colectiva,
común; normalmente era un lugar abrigado, protegido de los rigores del clima, cercano a
las zonas de caza o recolecta de plantas, cuevas, abrigos rocosos, etc.”
Los primeros grupos humanos que llegaron a nuestros Andes peruanos buscaron zonas
propicias y acogedoras, cuando no las encontraban enfrentaban un difícil proceso de
adaptación a las condiciones geográficas y climáticas de los diversos pisos altitudinales.
En este proceso esos primeros hombres y mujeres fueron comprendiendo las
características peculiares de estas tierras andinas. Varios miles de años de aprendizaje
permitieron que unos 7 000 años a.C. emprendan una nueva etapa de domesticación y
transformación de la naturaleza.
Sobre la organización social en el Periodo Lítico, se acepta generalmente que la unidad
básica era la banda. Esta era conformada por un grupo variable de personas que convivía
en una cueva o en un campamento. El promedio de personas por banda sería de 30
individuos; donde predominaban las mujeres y los niños. Es lógico suponer que en zonas
o temporadas difíciles para la supervivencia el grupo desminuía en número, pero en
tiempos de paz y abundancia, el mismo se incrementaba fuertemente.
Se considera que en las bandas paleolíticas era común que los varones se dedicaran a la
caza, mientras las mujeres aportaban con la recolección de vegetales silvestres. A esto se
denomina “división sexual del trabajo”. Los hombres jóvenes y fuertes se encargaban de
cazar a las bestias, para conseguir carne, lana y huesos. La gran tarea de cuidar
directamente de los bebes y niños estuvo en manos de las mujeres, quienes muchas
veces salían a buscar los frutos acompañados de los menores.
Ambas actividades caza y recolección- eran fundamentales para la supervivencia de la
banda y lo más probable es que la llamada división sexual del trabajo no fue excluyente:
hombres y mujeres participaban de las diferentes faenas según las condiciones
geográficas y necesidades del grupo. Los bienes obtenidos eran distribuidos de acuerdo a
las necesidades inmediatas del colectivo. Quien dirigía a una banda era el hombre más
fuerte y experimentado, el mismo que gozaría de algunos privilegios ligados a su
responsabilidad en el grupo.
Es de suponer que las bandas eran endogámicas; es decir, que la reproducción se daba
solamente entre los integrantes de una; sin embargo, esto sólo debió cumplirse en los
grupos menores, típicamente nómades y más remotos. En el caso de los grupos
cazadores y pescadores sedentarios y de creciente población (estudiados por Rick y
Moseley, respectivamente) es probable que se haya practicado la exogamia, sobretodo
entre las poblaciones que necesitaban complementar sus recursos a través del
intercambio y protegerlos mediante alianzas.

EL HOMBRE DE PACAICASA

En 1969 un equipo dirigido por Richard Mac Neish inició estudios arqueológicos en el
distrito de Paccaicasa (Ayacucho). Fue en la cueva de Piquimachay donde encontró
huesos de animales de megafauna (del Pleistoceno tardío) y artefactos líticos toscos que
Mac Neish ubicó en la llamada Fase Paccaicasa (18 000 a.C.).

Según Mac Neish hace 20 000 años habitaron esta zona bandas de cazadores nómades
con una industria lítica aún incipiente. Sin embargo, diversos arqueólogos (Lynch, Cardich,
Bonavia) han desconocido la existencia de la fase Paccaicasa, descartando la intervención
humana en los “instrumentos” y su asociación con los huesos de paleofauna ubicada en
Piquimachay. Argumentan que los utensilios que Mac Neish asocia a esta fase, son
simplemente rocas fracturadas de la misma cueva por algún movimiento telúrico.

En la actualidad la mayoría de estudiosos reconoce la Fase Ayacucho (14 000 a.C.) del
Complejo Paccaicasa. A esta fase corresponden chancadores, raspadores y puntas
unifaciales y son las evidencias de manufactura más antiguas del Perú. Estos remotos
habitantes se alimentaban de osos perezosos (megaterios) y armadillos gigantes
(gliptodontes), así como de roedores y plantas silvestres.

EL HOMBRE DE PANALAUCA

El arqueólogo peruano Ramiro Matos Mendieta demostró que esta caverna ubicada en las
frías punas de Junín fue habitada por cazadores de paleofauna pleistocénica (megaterios,
caballos, etc.) unos 13 000 años a.C. Los hombres de Panalauca habitaban en los
alrededores del Lago Chinchaycocha y complementaban su dieta con aves y algas
lacustres. Las evidencias líticas son instrumentos tipo puntas de proyectil, asociados a
restos óseos de fauna extinguida.

EL HOMBRE DE HUARGO

El reconocido arqueólogo Augusto Cardich exploró esta cueva ubicada en Huanuco y


reconoció la presencia de bandas nómades de cazadores de finales del Pleistoceno (11
000 a.C.) que convivieron con los últimos perezosos gigantes y caballos americanos. En
Huargo también se ubicó instrumental lítico abundante y pinturas rupestres que
representan cérvidos probablemente del Periodo Holoceno.

EL HOMBRE DE TOQUEPALA

La cueva de Toquepala es considerada la “Pinacoteca paleolítica más importante del


Perú”. Explorada inicialmente por Miomir Bojovich y Emilio Gonzalez, la Cueva del Diablo
de Toquepala (Tacna) tiene al arqueólogo Jorge Muelle como su estudioso más
importante.

En esta cueva se descubrieron pinturas que grafican escenas de cacería (“chaku”) de


guanacos así como importante instrumental lítico con un fechado de aproximado de 7600
a.C. Algunos arqueólogos sugieren que en este lugar se habrían desarrollado rituales
propiciatorios de la cacería, típicos del pensamiento mágico de los cazadores del
paleolítico en otras partes del mundo.

El arte rupestre del antiguo Perú es muy importante para el estudio de las bandas de
cazadores y su proceso de aprendizaje del ciclo vital de los camélidos andinos. Otros
lugares importantes por presentar pinturas rupestres son: Sumbay (Arequipa),
Pampacancha (Junín), Chaclaragra (Huánuco), Cuchimachay (Lima), entre otros.

EL HOMBRE DE LAURICOCHA

Las cuevas de Lauricocha, de las punas de Huanuco, fueron descubiertas y estudiadas


por el arqueólogo Augusto Cardich entre 1958 y 1960. Aquí se encontraron instrumentos
líticos de cazadores de camélidos y cérvidos andinos. Los proyectiles líticos encontrados
en Lauricocha se asemejan mucho a los ubicados en el Complejo Ayampitín de la sierra
argentina, lo que sugiere que formaron parte de una gran tradición lítica de cazadores
avanzados de la cordillera andina. Sin embargo, lo más relevante es el descubrimiento de
11 esqueletos humanos de cráneos dolicocéfalos (alargados). Los restos óseos se
ubicaron incompletos, al parecer mutilados intencionalmente. Estos restos arqueológicos
tienen una antigüedad máxima de 7 500 años a.C.

Es famoso el “Entierro Nº 6” con un individuo que presentaba deformación craneana


artificial del tipo tabular erecta. Estas inhumaciones permitieron la conservación de los
primeros esqueletos de cazadores del Periodo Lítico encontrados en el Perú. También
destacan los tres niños cuidadosamente enterrados en medio de estudió diversos sitios
líticos que se agrupan con el nombre de Complejo Siches que datan del octavo milenio
antes de nuestra era. En este yacimiento arqueológico destacan los cuchillos unifaciales y
las hachas pulidas. En la dieta básica de estos remotos habitantes piuranos predominaron
los recursos marinos y los vegetales silvestres que recolectaban de los manglares
cercanos.

Un misterioso ritual funerario. Recibieron ofrendas como collares y chaquiras de hueso y


turquesas, rodeados de piedras calientes y cubiertos por tierra de color ocre rojizo.
En la cueva de Chaclaragra, en Lauricocha, se puede observar interesantes pinturas que
representan una fila de camélidos acosados por ambos extremos por cazadores que
llevan lanzas. Dos de las vicuñas han sido heridas y llevan las lanzas incrustadas en su
cuerpo.

Otros sitios arqueológicos serranos característicos del Periodo Lítico son: El Cumbe
(Cajamarca), Ichuña (Moquegua), Quishqui Punco (Ancash), Escomarca (Lima), Piedras
Gordas (Pasco).

EL HOMBRE DE CHIVATEROS

Chivateros es un yacimiento arqueológico fue descubierto y estudiado por Edward Lanning


en la desembocadura del río Chillón, en Lima. El sitio consta de centenares de utensilios
líticos de diferentes formas y calidades, además de abundante material pétreo descartado.
Lanning consideró que en la zona funcionó un “taller lítico” y basándose en la forma y
calidad de los instrumentos dividió el complejo en cuatro fases: Zona roja, Oquendo,
Chivateros I y Chivateros II. Los restos más antiguos de este yacimiento tendrían una
antigüedad de 10 000 años a.C. y los más recientes unos 7 000 a.C.

El Complejo Chivateros se ubica en una cantera de cuarcita y según los indicios en la


zona se preparaban solamente las “pre-formas” que se perfeccionaban en otras áreas. Los
utensilios líticos eran trabajados con la técnica de percusión y en sus fases iniciales
elaboraban, principalmente, raspadores unifaciales; en las más recientes se elaboraban
puntas de lanza bifaciales alargadas en forma de hojas.

Los habitantes del Río Chillón vivieron en los inicios del Periodo Holoceno caracterizado
por el retroceso de los hielos, la extinción de la megafauna y la abundancia de camélidos,
zorros y venados veloces que abundaban en las lomas cercanas. Las puntas de lanza
bifaciales de la fase Chivateros II fueron eficaces en la cacería de estos animales. La dieta
de estos habitantes se complementaba con la recolección de vegetales y animales
marinos, sobre todo peces y mariscos.

EL HOMBRE DE PAIJÁN
En la Pampa de los Fósiles (Pacasmayo-La Libertad), Rafael Larco Hoyle descubrió en
1948 un complejo lítico donde destacan las puntas de proyectil delgadas con pedúnculo.
Estos instrumentos de 12 a 15 cms. de largo fueron utilizados por pescadores y cazadores
del Holoceno Temprano.
El arqueólogo Luis G. Lumbreras sostiene que este complejo forma parte de una gran
tradición lítica que es llamada “Paijanense”. Forman parte de esta tradición sitios
arqueológicos como: El Inga (Ecuador), La Luz-Ancón (Lima), y Paiján (La Libertad). En el
Paijanense predominaron puntas pedunculadas bifaciales de alta calidad así como
cuchillos y raederas unifaciales.
En 1975 Claude Chauchat descubrió en la zona dos entierros de suma importancia. Un
adolescente y una mujer adulta fueron inhumados, hace diez mil años, con las
extremidades flexionadas y recostadas sobre una capa de ceniza. Estos entierros son
considerados los más antiguos del Perú, pues sus fechados alcanzan hasta 8 000 años
a.n.e. Los grupos humanos de Paiján se alimentaban, principalmente, de peces y mariscos
del litoral liberteño. También de cérvidos, aves, cañanes y vegetales silvestres del valle de
Chicama.

EL HOMBRE DE LA CUMBRE

Es un importante sitio arqueológico ubicado en la costa norte de la región La Libertad.


Aquí el arqueólogo Paul Ossa descubrió cerca de 4500 utensilios, entre puntas de
proyectil, raspadores y cuchillos. Sobresalen las puntas “cola de pescado” que se
asemejan a otras encontradas en Panamá (Lago Madden), Ecuador (El Inga) y Chile
(Cueva Fell). Esto indicaría que la tradición lítica “cola de pescado” se habría propagado
entre los cazadores del occidente sudamericano inmediatamente después de la Tradición
Paijanense, es decir en el séptimo milenio antes de nuestra era.

EL HOMBRE DE SICHES

Al norte del río Chira en Piura, el arqueólogo James Richardson descubrió y de mesetas
con abundante pastos y valles interandinos propicios para el establecimiento de los grupos
humanos, por sus ecologías ricas en especies animales. En el litoral los cambios también
fueron grandes. El crecimiento del nivel del mar, ocasionado por los deshielos
holocénicos, trajo consigo el estrechamiento de la franja costera y la progresiva
desaparición de la flora y fauna de lomas. Las nuevas características de la sierra y la costa
impulsaron a ciertos grupos a experimentar nuevas formas de subsistencia: el pastoreo de
camélidos y la horticultura, respectivamente.

EL PERÍODO ARCAICO
Es el periodo en que el hombre andino empezó a abandonar progresivamente su
economía depredadora para reemplazarla por una economía de producción de cultígenos
y de pastoreo de camélidos. Estos avances permitieron el crecimiento demográfico, la
sedentarización, la especialización artesanal y las primeras formas de estratificación social
que caracterizaron la Revolución Agropecuaria en los Andes Centrales.

Diversos grupos humanos, desde el séptimo milenio antes de nuestra era, experimentaron
el tránsito de la vida cazadora y recolectora predominantemente nómade hacia una
economía de producción agrícola y pastoril. El transito de viejas formas económicas hacia
una nueva, impulsó la creación de instrumentos y técnicas que ampliaron las fuerzas
productivas y aceleraron la sedentarización. Se produjo un gran crecimiento demográfico,
lo que agudizó la crisis en las relaciones sociales y el desarrollo de complejas formas de
control, aprovechamiento y especialización de la fuerza de trabajo, todo esto característico
de la llamada Revolución Agropecuaria, que en los Andes Centrales, corresponde al
Periodo Arcaico Tardío.

Los arqueólogos Ramiro Matos y Róger Ravines sostienen que en este proceso “las
nuevas formas de producción exigen necesariamente un cambio en el manejo económico.
La población aumenta y las necesidades igualmente. La economía de caza y recolecta era
ya insuficiente para satisfacer la demanda, fue entonces conveniente asumir nuevas
formas económico-sociales. Esta transición de una economía extractiva, muchas veces
depredadora, de caza y recolecta, hacia una productiva, de subsistencia, racional y
controlada, es lo que caracteriza al periodo Arcaico.”

A nivel social el Periodo Arcaico se caracteriza por el surgimiento de las primeras tribus.
Algunos grupos humanos que se fueron especializando (pastores, horticultores,
pescadores) y que incrementaron fuertemente su población debieron complementar sus
recursos a través del intercambio y protegerlos mediante alianzas. Las antiguas bandas
cedieron lugar al surgimiento de las tribus. Fue la necesidad de formar una comunidad
grande y fuerte. Esto aseguraba protección y bienestar; además una gran ventaja sobre
las pequeñas bandas nómades que competían por los recursos.
Las tribus son grupos relativamente amplios de gente ligada por vínculos de parentesco y
congregadas en un mismo territorio. La necesidad de producir los alimentos agropecuarios
y defender sus excedentes, condicionó el forjamiento de grupos humanos cada vez más
amplios y estables. La vida en las aldeas agrícolas y pastoriles se fue organizando en
torno a lazos de consaguinidad y de territorialidad, vínculos básicos que aseguraban la
cohesión, defensa y bienestar del grupo.

En las nuevas condiciones de convivencia los miembros que poseían más conocimientos
agrícolas y ganaderos fueron reconocidos como jefes o patriarcas, con experiencia y
sabiduría para dirigir, normar y arbitrar en la vida económica y social de la aldea. El
surgimiento de las tribus debió ser paralelo al surgimiento de las familias nucleares, donde
un aldeano es responsable de su mujer e hijos. El jefe y la comunidad le asignan una
parcela de suelo cultivable y se van estableciendo relaciones de reciprocidad y
redistribución cada vez más complejas. Esto debió cumplirse en las comunidades que
alcanzaron mayor desarrollo agropecuario y excedentes productivos.

Aunque es difícil determinar la evolución social de los primeros aldeanos, se puede


especular en base a los estudios antropológicos. Muchas tribus comenzaron a competir
por los pastos y los escasos suelos fértiles. Algunas de ellas en lugar de luchar se
debieron unir y fundirse para formar los primeros clanes, que en el Perú llamamos ayllus.

Para el antropólogo Fernando Silva Santisteban el clan es un grupo de personas


asociadas que viven en comunidad y que se consideran parientes, pues descienden de
una pareja sagrada; sin embargo, no pueden reconstruir con precisión esa genealogía. Es
ahí que entre las creencias de sus miembros se incluye uno o más relatos míticos que
explican simbólicamente el origen del clan. Los mitos dieron cohesión al clan o ayllu,
hicieron más llevadera la vida en comunidad al justificar los mecanismos de reciprocidad y
redistribución con supuestos mandatos divinos.

Siguiendo al arqueólogo Luis G. Lumbreras, el Arcaico es dividido en dos etapas: Arcaico


Inferior, de los agricultores incipientes, y el Arcaico Superior, de los agricultores
sedentarios con algodón. Cada periodo tiene sus propias características y logros
alcanzados por nuestros antepasados, los mismos que pasamos a estudiar
inmediatamente.
EL ARCAICO INFERIOR O TEMPRANO
(7 000 a.C. – 4 000 a.C. aproximadamente)

Al comenzar el Holoceno, los drásticos cambios climáticos ocasionaron una crisis en la


economía depredadora del Periodo Lítico. Esto hizo necesario que los antiguos peruanos
dejen gradualmente sus formas parasitarias de subsistencia para desarrollar las primeras
formas de producción de alimentos (horticultura y pastoreo), gracias a sus conocimientos
milenarios sobre la vida y reproducción de plantas y animales adquiridos durante el
Periodo Lítico.

En la sierra central y nor-central la flora y la fauna fue disminuyendo, obligando a que


especies como los venados (tarukas) y guanacos emigraran a los Andes del Sur. Los
antiguos recolectores y cazadores se vieron obligados a buscar nuevas estrategias de
supervivencia.

Este difícil reto fue afrontado por nuestros antepasados ingresando a un proceso de
experimentación que desembocó en el desarrollo de una incipiente agricultura de huerto y
la domesticación de camélidos como la llama y la alpaca.

El arqueólogo Kauffman Doig explica que “en un principio ante la precariedad de la caza y
la pesca fluvial acostumbradas, debió intensificarse el patrón de acopio de vegetales
comestibles, buscándose nuevas variedades y experimentándose diversas formas de
aprovechamiento que luego derivarían en formas de cultivo elementales, estas últimas, a
lo largo de milenios, fueron adquiriendo complejidad, con la invención de técnicas agrarias,
la domesticación de un creciente número de cultígenos y la adopción de patrones
culturales sedentarios más avanzados” .

En el litoral peruano, principalmente en la costa central, los habitantes reforzaron sus


formas de vida basadas en la pesca intensiva, la recolección de mariscos, la cacería de
aves guaneras y de lobos marinos. Así, la riqueza biológica de nuestro litoral hizo posible
el asentamiento de las primeras aldeas de pobladores rumbo a la sedentarización.
Adicionalmente, estos grupos complementaban su dieta con el desarrollo de la horticultura
de frijoles, pallares y calabazas.
 EL HOMBRE DE GUITARREO

Guitarrero es una famosa cueva en el Callejón de Huaylas, donde el norteamericano


Thomas Lynch descubrió semillas de frijoles y pallares domesticados de hasta 7000 a.C.
de antigüedad. Este hallazgo convirtió al Hombre de Guitarrero en el “horticultor más
antiguo del Perú”.

El sitio arqueológico se ubica cerca del pueblo de Mancos, en Yungay (Ancash), y en su


suelo se descubrieron restos de sucesivas ocupaciones. En sus estratos más profundos
se descubrieron utensilios líticos de la etapa de cazadores y recolectores pre-agrícolas.

Los estudios en Guitarrero revelaron que la vieja economía depredadora dio paso a una
nueva forma de subsistencia, basada en la producción de algunos cultígenos como
legumbres, ajíes y calabazas.

Thomas Lynch sostiene que los horticultores de Guitarrero practicaban la “Trashumancia


Estacional” que consiste en traslado temporal, durante la ausencia de lluvias a otros pisos
geográficos para proveerse de recursos vegetales y animales. Se sabe que los habitantes
de la cueva El Guitarrero, ubicada en un valle interandino, aparte de algunos cultígenos,
se alimentaban de camélidos, cérvidos, vizcachas, aves y frutos silvestres de diversos
pisos altitudinales como la Suni y la Jalca o Puna.

 EL HOMBRE DE TELARMACHAY

En la cueva de Telarmachay de San Pedro de Cajas, departamento de Junín, la


arqueóloga francesa Daniele Lavallèe ubicó en 1974 abundantes restos óseos y coprolitos
(excrementos) de camélidos domesticados, adultos y tiernos.
El pastoreo de camélidos se extendió por las punas altoandinas de Pasco, Huánuco y
Ancash. Los habitantes que desarrollaron el pastoreo de llamas y alpacas se aseguraron,
carne, lanas y huesos para la fabricación de instrumentos diversos. Además, fue muy
importante el uso de las llamas como bestias de carga, para el traslado de productos a
pisos ecológicos más bajos. Las relaciones de intercambio con pueblos de los valles
contribuyó al enriquecimiento cultural de los hombres andinos.
También se descubrieron en Telarmachay, antiguos hornos, tipo fogones donde
empleaban piedras calientes así como fragmentos de carbón. Son las remotas evidencias
del uso de las famosas pachamancas.

 EL HOMBRE DE TRES VENTANAS

La caverna de Tres Ventanas fue ubicada y estudiada por el arqueólogo Federico Éngel
en Huarochirí, sierra de Lima. Aquí, Éngel encontró abundantes utensilios líticos y algunos
esqueletos humanos. Sin embargo, la importancia de este lugar se debe más al
descubrimiento de camotes, ollucos y calabazas domesticadas. En el Arcaico Temprano,
los habitantes de las alturas de Lima eran horticultores que abandonaban lentamente sus
antiguas prácticas de subsistencia parasitaria.

 EL HOMBRE DE JAYHUAMACHAY

Jayhamachay es el nombre de una cueva ayacuchana ubicada a 16 Km de la ciudad de


Huamanga. Según Richard Mac Neish, fue utilizada por antiguos criadores de llamas
durante el Arcaico Temprano. En este sitio arqueológico se ubicaron restos óseos de
llamas, así como una gruesa capa de coprolitos, que hacen suponer a su descubridor que
la caverna fue utilizada como corral por antiguos pastores de camélidos andinos. También
es probable que hayan practicado la horticultura, por los restos de achiote que se
encontraron en sus estratos.

 EL HOMBRE DE PIQUIMACHAY

Es una famosa cueva ubicada a 12 Km al norte de la ciudad de Ayacucho, que sirvió de


criadero de cuyes unos 5000 años a.C. Así lo evidencian los coprolitos, huesos y restos de
corralillos con fogones que encontraron en su interior. También fue un horticultor que
practicaba el cultivo de la quinua y la calabaza. Esta cueva, al igual que la de
Jaywamachay, fue estudiada por el estadounidense Richard Mac Neish como parte del
Complejo Arqueológico Paccaicasa.
 EL HOMBRE DE SANTO DOMINGO

Santo Domingo es una pampa cercana a la península de Paracas, en la región Ica. Aquí el
arqueólogo Federico Éngel ubicó restos humanos envueltos en cestos junto a restos de
pallares, frijoles y calabazas domesticadas. Asimismo, encontró restos de una antigua red
de pescar y una flauta de hueso.

Los hombres de Santo Domingo eran aldeanos de economía mixta. Construían chozas de
troncos, carrizo, huesos de ballena y paja. Además de los cultígenos mencionados
aprovechaban los recursos hidrobiológicos de litoral. Parte de su dieta lo conformaban los
pescados, cangrejos, mejillones (choros), aves y lobos marinos.

Muy cerca de Santo Domingo, en Paracas, Éngel descubrió el “osario” de Cabeza Larga
con restos humanos incompletos de hasta 60 individuos colocados entre capas de esteras
y pieles de animales.

 EL HOMBRE DE CHILCA

Chilca se ubica al sur de Lima. Aquí Federico Éngel encontró restos de aldeas de
horticultores y marisqueros conformadas por 100 familias aproximadamente. Las aldeas
estaban conformadas por chozas cónicas de base circular, hechas a bases de cañas
amarradas con sogas de junco.

Sus habitantes se alimentaban de peces, mariscos, lobos marinos, pallares, calabazas y


zapallos. Además, se sabe que los aldeanos de Chilca desarrollaban complejos rituales
funerarios colocando a sus muertos en el subsuelo, al interior de sus mismas habitaciones.
Los cadáveres estaban envueltos por esteras de fibra vegetal.

 LA ALDEA DEL ENCANTO

Este sitio arqueológico, ubicado en Ancón (Lima), fue estudiado por Edward Lanning y
Michael Moseley. Estos arqueólogos sostienen que sus habitantes eran aldeanos que
dependían fuertemente de los recursos marinos y complementaban su dieta consumiendo
calabazas y zapallos que cultivaban. También es importante señalar que estos
marisqueros y horticultores aún no abandonaban sus cacerías periódicas en las lomas
cercanas.

EL ARCAICO SUPERIOR O TARDÍO


(4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox.)

El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes


centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas
viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos
monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano
denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los
Andes peruanos.

Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva


sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G.
Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para
proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les
aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –
a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de
inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios
años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es
decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que
estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de
las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre
también con los animales”.

El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción,


hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal,
surgiendo los tejedores, escultores, constructores, fabricantes de mates, cestos, sogas,
etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y
manufacturas entre poblaciones diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales
favorecidos por una ubicación estratégica
Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al
papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los
recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones
climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar
poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer
conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres
especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en
el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los
terremotos; en general: la vida y la muerte.

En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la


“jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran
designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios
para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de
cohesión social (faenas comunales, fiestas y rituales).

Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los
aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales,
adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se
convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.

En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió
temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a
desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que
justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de
la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y
los excedentes de los aldeanos tributarios.

Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se


“requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales
de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar
el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin
la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto
mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía
una forma de especialización del trabajo”.

Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de
“jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo dirigente cuenta con
mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria;
pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de
protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.

En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta
pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando
Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas
avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no
es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la
continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al
Estado”.

Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno
respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo
Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica,
Nazca, Recuay).

Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico


Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es
decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad
proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en
la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas
femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al
sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los
incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.

Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y
fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la
vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la
dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la
simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en
muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos,
dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo
andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo
Formativo.

Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a


la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las
mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió
ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo, con el desarrollo de la agricultura de
regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de
agua, dio origen a violentos enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol
protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de
excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a
nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la
tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los
jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas
del Periodo Intermedio Temprano.

Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el
nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El
especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite
determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o
durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas
por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el
número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias,
de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en
forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde
piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como
batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en
la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor
indicador del grado de permanencia en el lugar”.

 CERRO PALOMA
Esta aldea se ubica cerca de Pucusana, al sur de Lima. Aquí el arqueólogo Federico Éngel
desenterró viviendas de pobladores sedentarios que usaban bloques de piedra y barro en
sus construcciones. Su antigüedad aproximada es de 4000 años a.C.

La mayor importancia de este sitio arqueológico está en sus recintos de servicio público.
Construcciones no usadas como viviendas domésticas, sino como centros destinados a un
grupo dirigente que planificaba las tareas agrícolas o artesanales y que convocaba y
organizaba a los aldeanos que las ejecutaban.

Las evidencias arqueológicas sugieren el inicio de una jerarquización social que, con el
incremento del excedente productivo, el crecimiento demográfico y la especialización
artesanal, se hizo cada vez más compleja.
 EL HOMBRE DE HUACA PRIETA
El descubrimiento de Huaca Prieta, en 1946, es un hito fundamental en la historia de la
arqueología peruana. Por primera vez se reconocía la existencia de un periodo de
agricultores pre-cerámicos que construían habitaciones semisubterráneas, practicaban el
arte textil y utilizaban mates pirograbados unos 2500 años a.C. Los restos arqueológicos
más antiguos descubiertos hasta entonces no sobrepasaban los 1200 años a.C. y eran
asociados a la Cultura Chavín. Huaca Prieta conmocionó la cronología arqueológica
peruana. Además, sus restos fueron los primeros en ser sometidos a la novedosa técnica
del Carbono 14, para precisar su antigüedad.

Huaca Prieta se ubica a 5 kms al norte de la desembocadura del río Chicama, provincia de
Ascope, departamento de La Libertad y fue descubierta por un equipo de arqueólogos
encabezados por Junius Bird.

El conjunto consta de pequeñas casas de piedra y barro semi-subterráneas, cuadradas u


ovaladas, con estrechas entradas y escalones de acceso. Se encontraron artefactos
líticos, restos de pallares, frijoles, calabazas, zapallos, y de abundantes recursos marinos.
También se encontraron 33 esqueletos en posición flexionada cubiertos con esterillas.

Los hallazgos más importantes corresponden a los restos de tejidos de algodón que
contienen bellas representaciones iconográficas. Es famosa la imagen del Cóndor de
Huaca Prieta con una serpiente enroscada en el estómago. También destaca la imagen de
la serpiente bicéfala estilizada con formas geométricas. Estos tejidos se realizaban con las
técnica del entrelazado, aún se desconocían los telares.

Asimismo, es famoso el mate pirograbado decorado con incisiones que dan forma a un
rostro felínico antropomorfizado. Eran utilizados como vasijas o recipientes ante el
desconocimiento de las técnicas alfareras propias del periodo Formativo.

 EL TEMPLO DE EL ASPERO
En la desembocadura del Río Supe, al norte de Lima, se ubica este centro ceremonial que
tiene como descubridor y principal estudioso al arqueólogo Robert Feldman.

Consta de varios recintos piramidales rodeados de terrazas y plazas construidas con


muros de piedras superpuestas unidas con barro. Destaca la “Huaca de los Ídolos”, donde
se descubrieron estatuillas femeninas de barro ligadas al culto a la fecundidad. También la
“Huaca de los Sacrificios” donde se encontraron esqueletos humanos que fueron parte de
complejos rituales propiciatorios de la productividad.

 LA CIUDAD SAGRADA DE CARAL

A 20 kilómetros del mar, en el valle de Supe (norte de Lima), un equipo de arqueólogos,


dirigido por Ruth Shady Solís, inició en 1994 una serie de excavaciones e investigaciones
cuyas conclusiones sorprendieron al mundo arqueológico internacional: Caral, con sus 65
hectáreas de construcciones monumentales, es la ciudad más antigua América.

El conjunto ceremonial consta de seis pirámides la mayor de las cuales tiene 18 metros de
alto. Además, se descubrió un gran “anfiteatro” donde se realizaban grandes ceremonias
religiosas públicas y un “altar del fuego sagrado”, posiblemente de acceso restringido.

Las evidencias arqueológicas indican que Caral fue la sede de un “estado prístino”, donde
se realizaban actividades gubernamentales, religiosas, administrativas, artesanales e
inclusive comerciales. A nivel socio-político, Caral fue una sociedad con sectores sociales
diferenciados de acuerdo a su papel en la producción, control y distribución de los
excedentes. Esta sociedad era dirigida por autoridades permanentes (sacerdotes-
astrónomos especializados) que contaban con un eficaz medio de control coercitivo
ideológico y religioso.

La base productiva estaba conformada por los ayllus –comunidades- dedicados


principalmente a la agricultura. Esta actividad tuvo gran desarrollo gracias a la
construcción de una red de canales de regadío. En los campos agrícolas del valle de Supe
se producía, principalmente, algodón, calabaza, zapallo, frijoles, camote, ají y pacae.

Se sabe que los habitantes de Caral aun no conocían las técnicas de cerámica, pero eran
excelentes fabricantes de mates, y sobretodo de tejidos y redes de pescar. El cultivo de
algodón y la fabricación de tejidos de calidad, habrían convertido a esta ciudad arcaica en
un gran centro manufacturero y núcleo de una amplia red mercantil interregional.

Otro descubrimiento importante del equipo dirigido por la Doctora Shady es el conjunto de
flautas traversas, instrumentos musicales hallados muy cerca del Anfiteatro. También
destacan las estatuillas de ídolos femeninos, posiblemente vinculadas a la Pacha Mama,
divinidad agrícola de gran difusión en el mundo andino.

Los fechados radiocarbónicos publicados en el año 2001 arrojaron una antigüedad de 2


600 años a.C. convirtiendo a Caral en la “cuna de la civilización andina”. Esta ciudad
sagrada fue contemporánea a otros grandes centros urbanos del mundo antiguo como Ur
y Uruk, en Mesopotamia; y Tinis y Menfis, en Egipto. Estas ciudades se desarrollaban
hace 4 500 años, en los albores de la civilización mundial.

Ruth Shady escribe: “Hace 5 millones de años que los seres humanos iniciaron el
poblamiento del planeta, pero sólo 5 mil años atrás empezaron a construir centros urbanos
y a integrar redes de interacción a largas distancias. Seis sociedades en todo el mundo
pudieron cambiar sus modos de vida y generar las condiciones que hicieron posible la
civilización, el Estado y la formación de las ciudades: Mesopotamia, Egipto, India, Perú,
China y Mesoamérica. Es importante conocer cada una de estas civilizaciones porque
ellas influyeron en el desenvolvimiento de otras poblaciones contemporáneas y tuvieron un
rol fundamental en el desarrollo de las sociedades que las sucedieron en el tiempo. Pero a
diferencia de las civilizaciones del viejo mundo, que mantuvieron entre ellas un sistema de
interacción e intercambio de bienes y conocimientos que les permitió aprovechar de las
experiencias del conjunto, en el Perú el proceso se dio en total aislamiento, pues Caral se
adelantó en, por lo menos, 1 500 años a Mesoamérica, el otro foco civilizatorio del Nuevo
Continente”.

A fines del año 2005 la arqueóloga Ruth Shady anunció el descubrimiento de un quipu en
las ruinas de Caral, que según todas las evidencias, corresponde al auge de esta famosa
Ciudad Sagrada, unos 2500 años a.C. Este descubrimiento revolucionará el estudió de la
historia andina. Los quipus son ramales de cordeles y nudos de diferentes formas y
colores que se utilizaban para guardar la contabilidad de las poblaciones y recursos, en el
antiguo Perú. Se sabe que también servían para guardar memoria de hechos de la historia
sagrada y real en el Imperio de los Incas. El quipu que se consideraba más antiguo, data
del año 600 de nuestra era. El hallazgo del “Quipu de Caral” ratifica el alto grado de
desarrollo cultural de nuestros ancestros del Arcaico, a la altura de los grandes focos
civilizatorios del planeta.
 TEMPLO DE BANDURRIA
Este yacimiento arqueológico se ubica a 10 kms. de Huacho (norte de Lima), cerca del
mar, las lomas y una albufera, ricos en flora y fauna costeñas. A fines del 2005 un equipo
dirigido por el arqueólogo peruano Alejandro Chu, descubrió en Bandurria un conjunto de
viviendas de piedra y barro que formaron parte de una gran aldea de pescadores y
marisqueros. La antigüedad de los restos es de 2 500 años a.C. Poco después se
confirmó el hallazgo de un centro ceremonial con plaza circular hundida. La construcción
piramidal era la residencia del grupo dirigente que administraba la región de Huacho y
oficiaba importantes rituales para los dioses.

El hallazgo a sido resaltado por la arqueóloga Ruth Shady, quien plantea que los hombre
de Bandurria abastecieron de recursos marinos a la Ciudad Sagrada de Caral. Hay
indicios de caminos que conectan Bandurria con Caral. Además, los habitantes de litoral
huachano usaban canastas y bolsos de junco y totora para transportar el pescado y los
mariscos a grandes distancias.

En Bandurria también se han desenterrado tres esqueletos humanos envueltos en fardos


de esteras y telas con grandes piedras encima. Los restos hallados cerca de los
pescadores (instrumentos, redes, sogas) evidencian que también fueron hábiles artesanos
y comerciantes.

 TEMPLO DE CHUQUITANTA
Conocido también como El Paraíso, fue uno de los establecimientos ceremoniales más
antiguos de la costa central del Perú. Fue descubierta por Federico Engel cerca de la
desembocadura del río Chillón, en el departamento de Lima.

Chuquitanta fue un centro religioso, político y administrativo de una sociedad de


agricultores y pescadores en las postrimerías del Periodo Arcaico Tardío. El sitio
arqueológico tiene una extensión de 50 hectáreas, consta de nueve grandes estructuras
con una gran plaza ceremonial en la parte central. El templo principal tiene más de 400
mts. de largo, 100 mts. de ancho y sus paredes de piedra, alcanzan hasta 5 m de altura y
en su etapa de apogeo, unos 1 800 años a.C. estaba enlucida y posiblemente con murales
policromados.
 TEMPLO DE KOTOSH
A 4 kilometros de la ciudad de Huánuco, en 1935, Julio C. Tello ubicó una antigua huaca
que en 1960 excavó un equipo de arqueólogos encabezado por Seichi Izumi descubriendo
las famosas y misteriosas “manos cruzadas”, las esculturas más antiguas del Perú.

El sitio arqueológico consta de varias fases de ocupación, de las cuales la más antigua se
denomina “Kotosh Mito” al que pertenece el famoso “Templo de las Manos Cruzadas”. El
templo fue construido con piedras semilabradas unidas con argamasa de barro. Tiene
forma cuadrangular y en su cámara principal cuenta con un fogón cilíndrico que recibía
aire a través de ductos de ventilación subterráneos. Los arqueólogos consideran que es
muy probable que el fuego haya sido objeto de un culto traído por grupos provenientes de
la floresta amazónica.

Las paredes del templo cuentan con nichos u hornacinas trapezoidales debajo de las
cuales se logró rescatar dos pares de “manos cruzadas” esculpidas en barro arcilloso y
secado al sol.

El estilo arquitectónico y religioso de Kotosh se difundió en diversas áreas de los Andes


centrales dando origen a la “Tradición Religiosa Kotosh" o “Tradición Mito”.
Otros templos contemporáneos que forman parte de la “Tradición Religiosa Kotosh” son:
La Galgada y Huaricoto (Ancash), Piruro (Huánuco) y El Áspero (Lima).

 TEMPLO DE LA GALGADA
Este complejo ceremonial se ubica en la provincia de Pallasca, al norte del departamento
de Ancash. Los arqueólogos Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder ubicaron e
investigaron este templo pre-cerámico desde el año 1981.

La Galgada consta de una pirámide escalonada de piedras, barro, cañas y madera. Tiene
patios circulares, tumbas y nichos trapezoidales con paredes revestidas de yeso.
Característico de este templo son sus plantas cuadrangulares con esquinas redondeadas.

En las tumbas se encontraron 27 esqueletos de personajes ligados a los rituales


religiosos.
Como en todos los templos del Arcaico Tardío también se practicaron rituales ligados con
el culto al fuego que tenía su altar en la parte central del recinto ceremonial.

En este sitio arqueológico también se descubrió los tejidos más antiguos de la sierra. Se
trata de telas de algodón con rica iconografía: variedades de aves y serpientes estilizadas
en forma geométrica. La antigüedad promedio de todas éstas evidencias arqueológicas es
de 2 300 años a.C.

 TEMPLO DE HUARICOTO
Este templo de origen pre-cerámico fue descubierto y estudiado por Richard Burguer en la
provincia de Carhuaz, en Ancash. Burguer ubicó varias fases de ocupación. La más
antigua, la fase Chaukayan, corresponde a la Tradición Religiosa Kotosh del Arcaico
Tardío.
La estructura principal cuenta con un fogón central alrededor del cual se practicaban
complejos rituales religiosos a cargo de los sacerdotes astrónomos que dirigían esta
sociedad de economía agrícola y pastoril.

 TEMPLO DE PIRURO
Este templo también presenta todas las características de la “Tradición Religiosa Kotosh”.
Se ubica en el valle de Tantamayo, provincia de Huamalies, departamento de Huánuco.
Su descubridora y principal estudiosa es la arqueóloga Elizabeth Bonnier.

Sus estructuras son de piedra semi-labrada y posee las esquinas redondeadas. Posee un
altar y un fogón central donde se realizaban incineraciones rituales a cargo de sacerdotes
astrónomos que dirigían una sociedad de agricultores y pastores pre-cerámicos.
SÍNTESIS DE LA ETAPA PRECERÁMICA

Unos dos mil años antes de la era cristiana llegó al Perú, procedente de tierras
ecuatoriales una innovación técnica muy importante: la elaboración de cerámica. Con su
implantación en el Perú se inicia el Periodo Formativo. El advenimiento de la cerámica
contribuyó a que en los Andes Centrales se desarrollen sociedades de compleja
organización socio-política y gran refinamiento artístico, las Altas Culturas.

La cerámica llegó al Perú cuando teníamos 5 mil años de economía productiva, con una
continua transformación del medio ambiente y un gran desarrollo tecnológico y artístico.
En tierras peruanas ya se desarrollaba agricultura de regadío, existían impresionantes
pirámides escalonadas donde residían reyes sacerdotes, expertos astrónomos y eficientes
administradores.

Los aldeanos se organizaban en ayllus y desarrollaban faenas comunales dirigidas por sus
respectivos jefes o curacas. Existían hábiles artesanos: tejedores, escultores, fabricantes
de mates, redes de pescar y ornamentos de piedras y conchas. Los principios de
reciprocidad y redistribución regulaban las relaciones socio-económicas y políticas. Las
sociedades eran dirigidas por jefaturas o estados prístinos con sede en hermosos
complejos urbanos y sagrados.

También se ha constatado la existencia de grandes redes de intercambio. Los centros


ceremoniales del Arcaico Tardío, eran centros de peregrinación y de trueque interregional.
Fastuosos rituales con ricas ofrendas se realizaban en los centros sagrados como La
Galgada, Piruro, Áspero y Caral. Ya se producía la rica mitología, iconografía y tecnología
agropecuaria que caracterizaron al mundo andino.

En suma, en el mundo andino ya se habían sentado las bases económicas, políticas,


sociales e ideológicas para el desarrollo de las impresionantes civilizaciones.

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