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Jorge García Burgos (coord.

La cooperación española
con África subsahariana

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CON LA EDICIÓN DE TÍTULOS COMO ESTE, CASA ÁFRICA, EN COLABO-
RACIÓN CON LOS LIBROS DE LA CATARATA, SE MARCA COMO OBJETIVO
CONTRIBUIR A UN MEJOR CONOCIMIENTO DE LA ACTUALIDAD DE LOS
PAÍSES AFRICANOS ASÍ COMO DE SU HISTORIA RECIENTE Y LOS EFEC-
TOS EN LAS SOCIEDADES CIVILES A TRAVÉS DE LOS ENSAYOS Y TEXTOS
DE AUTORES AFRICANOS Y AFRICANISTAS. POR TANTO, ESTA COLEC-
CIÓN ABORDA TEMÁTICAS RELACIONADAS CON EL DESARROLLO Y EL
POTENCIAL DEL CONTINENTE DESDE UN PUNTO DE VISTA ALEJADO DE
LOS ESTEREOTIPOS CON LOS QUE TRADICIONALMENTE SE HAN ABOR-
DADO LAS REALIDADES AFRICANAS.

DISEÑO DE CUBIERTA: MARTA RODRÍGUEZ PANIZO

© GERMÁN SANTANA PÉREZ, REIMUNDO ROBREDO RUBIO, AINA CAL-


VO SASTRE, DAVID ÁLVAREZ RIVAS, ALFREDO LANGA HERRERO,
SERGIO COLINA MARTÍN, ALBERT ROCA ÁLVAREZ, JORGE GARCÍA
BURGOS, LUIS GUILLERMO PADILLA MACABEO Y ALBERT FARRÉ
VENTURA, 2019

© CASA ÁFRICA, 2019

© LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2019


FUENCARRAL, 70
28004 MADRID
TEL. 91 532 20 77
WWW.CATARATA.ORG

LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA CON ÁFRICA SUBSAHARIANA

ISBN: 978-84-9097-868-9
DEPÓSITO LEGAL: M-33.976-2019
IBIC: KCM/1HF/1DSE

ESTE LIBRO HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCIÓN


DE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MÁS AMPLIAMENTE POSI-
BLE, QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIÓN
DE OTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONSTAR
EL TÍTULO Y LA AUTORÍA.

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ÍNDICE

PRÓLOGO, por José Segura Clavell 5

INTRODUCCIÓN 7
Jorge García Burgos y José Ángel Sotillo Lorenzo

CAPÍTULO 1. ESPAÑA Y ÁFRICA SUBSAHARIANA,


¿DOS GRANDES DESCONOCIDOS? 13
Germán Santana Pérez

CAPÍTULO 2. LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESPAÑA HACIA


ÁFRICA SUBSAHARIANA: EL III PLAN ÁFRICA
Y SUS PRECURSORES 34
Raimundo Robredo Rubio

CAPÍTULO 3. LA COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO ESPAÑOLA


CON ÁFRICA SUBSAHARIANA: UNA VISIÓN DESDE LA AECID 52
Aina Calvo Sastre

CAPÍTULO 4. LA SOCIEDAD CIVIL ESPAÑOLA


EN ÁFRICA SUBSAHARIANA 66
David Álvarez Rivas

CAPÍTULO 5. LA ACCIÓN HUMANITARIA ESPAÑOLA


EN ÁFRICA SUBSAHARIANA: ALGUNAS NOTAS 78
Alfredo Langa Herrero

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CAPÍTULO 6. LA CULTURA COMO MOTOR DE DESARROLLO
HUMANO SOSTENIBLE EN ÁFRICA SUBSAHARIANA:
UNA VISIÓN DESDE ESPAÑA 93
Sergio Colina Martín

CAPÍTULO 7. LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA


AL DESARROLLO: UNA NECESIDAD PARA EL DESARROLLO
EN ÁFRICA Y ESPAÑA 108
Albert Roca

CAPÍTULO 8. SUBSAHARIANOS EN ESPAÑA:


COOPERACIÓN MIGRATORIA, EXTERNALIZACIÓN
DE FRONTERAS Y CODESARROLLO 127
Jorge García Burgos

CAPÍTULO 9. EL PAPEL DE CASA ÁFRICA EN LA CONFIGURACIÓN


DE LAS RELACIONES HISPANO-AFRICANAS 143
Luis Guillermo Padilla Macabeo

CAPÍTULO 10. ESTUDIOS AFRICANOS EN ESPAÑA:


ALGUNAS REALIDADES DISPERSAS 159
Albert Farré Ventura

SOBRE LOS AUTORES 171

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CAPÍTULO 8
SUBSAHARIANOS EN ESPAÑA: COOPERACIÓN MIGRATORIA,
EXTERNALIZACIÓN DE FRONTERAS Y CODESARROLLO

JORGE GARCÍA BURGOS

LA MOVILIDAD INTERNACIONAL
EN ÁFRICA SUBSAHARIANA

La movilidad de las poblaciones ha sido una constante en la confi-


guración del continente africano. Desde su papel simbólico como
cuna de la humanidad, hasta las recientes crisis migratorias en el
Mediterráneo, pasando por la expansión de los primeros impe-
rios, las conquistas y oleadas colonizadoras, los desplazamientos
vinculados al nomadismo y la trashumancia o la trata esclavista ha-
cia América, la historia de África podría narrarse como una suce-
sión de movimientos de población, tanto voluntarios como forza-
dos. De aquí que, con frecuencia, distintos autores se hayan
referido a África como el continente en movimiento (Carballo,
2013) o el continente de las migraciones (Moreno, 2012).
Atendiendo a las principales causas aducidas en los enfoques
teóricos para el estudio de las migraciones (Massey et al., 2008),
cabría esperar una alta incidencia de la migración africana hacia
Europa y, particularmente, hacia España. En lo que a las diferen-
cias económicas se refiere, la frontera entre España y África es una
de las más desiguales del mundo (Moré, 2007). Además, existen
factores históricos, como el establecimiento de rutas comerciales
desde finales del siglo XV o, a partir siglo XIX, la instauración de
colonias españolas en África. A estas razones se pueden sumar

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otras, como la proximidad geográfica —parte del territorio español
se encuentra en África, además de ser España un país de tránsito
hacia otros lugares de Europa—, las tendencias demográficas —se-
gún The World Factbook, África es el continente más joven del pla-
neta, con una media de edad de apenas 18 años, mientras que
Europa sería el más envejecido, alcanzando los 42 años de media—,
la falta de oportunidades —de los 38 países clasificados en 2018 por
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
como de desarrollo humano bajo, 31 se encuentran en África sub-
sahariana— o la inestabilidad que se vive en muchos países africa-
nos —según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados (ACNUR), se trata del continente con más conflictos
bélicos activos en el mundo—.
Sin embargo, la presencia de africanos fuera del continente
no es tan elevada como cabe imaginar. En torno a un 50 por ciento
de los migrantes internacionales africanos viven dentro del propio
continente, y la cifra asciende al 80 por ciento si se excluyen los paí-
ses del norte de África y se centra la atención en África subsahariana
(UNCTAD, 2018). La mayor parte de los movimientos de población
se producen en el interior del continente, ya sean desplazamientos
dentro de un mismo país o a países vecinos (Nin y Schmite, 2015).
Entre las posibles causas de la baja presencia de africanos fuera del
continente, se encuentran los mecanismos de contención que im-
ponen los países europeos —incluyendo, tanto el incremento de los
controles fronterizos como la externalización de fronteras a terceros
países—, pero también los bajos niveles de desarrollo de muchos
países: como señala Smith (2019), África subsahariana es todavía
demasiado desfavorecida como para que se produzcan desplaza-
mientos masivos de población a larga distancia.
En el gráfico 1 puede verse la composición de los migrantes en
España por región geográfica. De los 4.734.691 extranjeros residen-
tes en el país en 2018, 1.066.029 son nacionales de un país africano,
una cifra similar a la de la migración latinoamericana (1.099.203).
Sin embargo, si se excluyen los países del norte de África1, la cifra

1. A efectos de este cálculo, se incluyen como países del norte de África a Marrue-
cos, Argelia, Túnez y Egipto. No se ha considerado Libia, al ser una nacionalidad

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desciende considerablemente, hasta las 228.651 personas2.
Sorprende también la distribución por sexos de estas migraciones,
pues si bien la migración en España se caracteriza por tener una
proporción similar de hombres y mujeres —siendo el caso latino-
americano el más feminizado, con un 57,9 por ciento de mujeres y
un 42,1 por ciento de hombres—, la migración africana es espe-
cialmente masculinizada, con un 59,2 por ciento de hombres, lle-
gando al el 68,9 por ciento si se excluye a los países del norte de
África.

GRÁFICO 1
EXTRANJEROS RESIDENTES EN ESPAÑA EN 2018 POR ÁREA GEOGRÁFICA

2.000.000
1.800.000
1.600.000
1.400.000
1.200.000
1.000.000
800.000
600.000
400.000
200.000
0
Unión Europa Norte de Resto de América Asia
Europea no UE África África Latina
Ambos sexos Hombres Mujeres
Fuente: Instituto nacional de Estadística (INE).

Pese a la escasa representación de personas provenientes de


África subsahariana en la inmigración española, las migraciones
han tenido un fuerte impacto en la configuración de las relaciones
hispano-africanas. Entre estas se incluyen las políticas de coope-
ración en materia migratoria, pero también las de cooperación
para el desarrollo o las prácticas transnacionales implementadas

que no aparece desglosada en las cifras de población del INE, sino que se agrupa
bajo el epígrafe general “resto de África”, en el que se contabilizan un total de
5.649 personas.
2. Una cifra que se reduciría más todavía (hasta las 220.569 personas) si se excluye
a las 8.082 personas de nacionalidad mauritana.

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por las diásporas. A lo largo de este capítulo se analizarán los cam-
bios acaecidos en estos ámbitos, para dar cuenta de cómo, al tratar
sobre migraciones, las cuestiones demográficas quedan muchas
veces en un segundo plano, frente a los procesos sociales, econó-
micos y políticos que las acompañan.

LA IRRUPCIÓN DE LAS MIGRACIONES SUBSAHARIANAS


EN LA AGENDA POLÍTICA ESPAÑOLA

Una primera mirada a la evolución de las migraciones provenientes


de África subsahariana hacia España (gráfico 2) ayuda a identificar
algunos fenómenos relevantes al respecto. El primero es que, con-
trariamente a lo que cabría esperar, Guinea Ecuatorial no constituye
un foco importante de migrantes hacia España (22.869 personas en
2018). Pese a que al inicio de la serie la migración ecuatoguineana es
la más numerosa entre los subsaharianos, su incremento es muy
moderado hasta mediados de la década pasada, reduciéndose, tam-
bién moderadamente, durante los diez últimos años.

GRÁFICO 2
PRINCIPALES NACIONALIDADES DE SUBSAHARIANOS EN ESPAÑA
SEGÚN AÑO DE LLEGADA
80.000
70.000
Senegal
60.000
50.000
40.000
30.000 Nigeria
Mali
20.000 Guinea Gambia
Ecuatorial Ghana
10.000
0
1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010 2012 2014 2016 2018

Fuente: Instituto nacional de Estadística (INE).

En cualquier caso, se trata de un colectivo poco relevante en térmi-


nos numéricos si se compara con los senegaleses (68.135 perso-
nas) o nigerianos (34. 621 personas).

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Por otra parte, se aprecia un incremento de las principales
nacionalidades de subsaharianos residentes en España a partir del
año 2004, repuntando más todavía desde 2007. Se trata de un pe-
riodo caracterizado por una intensa percepción social de las mi-
graciones y por su consolidación como un tema central en las agen-
das políticas (Conejero, 2012).
En este proceso, jugó un papel importante la cobertura por par-
te de los medios de comunicación de determinados acontecimientos
relacionados con la inmigración africana, como los asaltos a las vallas
de Ceuta y Melilla en octubre de 2005 y la llamada “crisis de los cayu-
cos” en agosto del año 2006. La relevancia que se les dio a estos temas
en la prensa española no siempre se correspondió con su verdadera
magnitud demográfica. Por ejemplo, las llegadas en cayucos a las
costas canarias supusieron un porcentaje muy pequeño (en torno a
un cinco por ciento) de las entradas de inmigrantes a España en ese
año (Rodier, 2013), pero su visibilización y el tratamiento mediático
recibido llevó a que, por primera vez en la historia, la migración fuera
percibida en el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS) de septiembre de 2006 como el principal problema de los es-
pañoles, por encima incluso del paro (Rodríguez y Mena, 2008).
Lorenzo Cachón se ha referido, de manera más precisa, a este perio-
do como la “crisis del miedo a los cayucos” (Cachón, 2009).
La respuesta política a estas crisis vino de la mano de los pla-
nes África. El I Plan África (2006-2009) se enmarca en el debate
sobre la elaboración de una política migratoria común para todos
los países de la Unión Europea (el llamado Enfoque Global de la
Migración y la Movilidad). Se trataba de avanzar hacia un enfoque
preventivo, en el que la cooperación internacional y la colabora-
ción con los gobiernos de origen y tránsito de los migrantes juga-
ran un papel central como freno a la inmigración3.

3. En la misma línea, España participa en la Conferencia Ministerial Euroafricana


sobre Migración y Desarrollo celebrada en Rabat en julio de 2006. El objeti-
vo del Plan de Acción resultante de la conferencia fue el de promover la mi-
gración regular de acuerdo con el análisis de la situación demográfica, social
y económica de los países de origen y los de destino, así como las capacidades
de acogida de estos últimos. La Fundación Internacional y para Iberoamérica
de Administración y Políticas Públicas (FIIAPP) fue la encargada de poner en
marcha y dar seguimiento a la implementación del plan.

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En la práctica, se trata de un proceso de externalización de las
fronteras, redireccionando las políticas de control migratorio desde
los países receptores hacia los países de origen y de tránsito. Entre
las medidas más frecuentes al respecto, se encuentran la condicio-
nalidad de los acuerdos económicos y de cooperación para el desa-
rrollo a la implicación del país en la gestión de las migraciones; la
firma de acuerdos de repatriación a cambio de cuotas de migración
laboral; la colaboración policial con los países de origen y tránsito, o
la creación de centros de internamiento y campos para demandan-
tes de asilo en terceros países (García Burgos, 2019).
Durante el periodo de implementación del Plan África se in-
tensificaron las relaciones bilaterales con los países de origen de los
migrantes, aportando una dimensión exterior a las políticas migra-
torias. Principalmente se firmaron acuerdos con países de África
occidental que complementaban a los alcanzados previamente con
otros países de tránsito del continente, como el Acuerdo sobre mano
de obra entre el Reino de España y el Reino de Marruecos firmado
con Marruecos en 2001, el Protocolo entre el Gobierno de España y
el Gobierno de la República Argelina Democrática y Popular sobre
circulación de personas de 2002, el Acuerdo sobre readmisión de
personas en situación irregular alcanzado en 2002 con Guinea-
Bisáu y el Acuerdo entre el Reino de España y la República Islámica
de Mauritania, en materia de inmigración de 2003.
Mientras que los acuerdos anteriores eran concebidos como
instrumentos aislados para la gestión de aspectos puntuales de las
migraciones —principalmente la circulación de trabajadores y la
repatriación de personas en situación irregular—, los Acuerdos
Marco o de Nueva Generación proponían un abordaje integral de
las cuestiones migratorias, buscando establecer vínculos efectivos
entre migraciones y desarrollo (Asín Cabrera, 2008). Los prime-
ros fueron el Acuerdo Marco de cooperación en materia de inmi-
gración entre el Reino de España y la República de Gambia y el al-
canzado con Guinea Conakry, ambos en octubre de 2006, a los que
se suman los acuerdos con Cabo Verde (marzo de 2007), Mali
(enero de 2007), Níger (mayo de 2008) y Guinea-Bisáu (enero de
2008). A estos acuerdos se les deben añadir los memorandos de
entendimiento para luchar contra la inmigración ilegal entre

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España y Ghana de 7 de diciembre de 2005 y entre España y Senegal
de 24 de agosto de 2006.
Una de las críticas más frecuentes que se han realizado al Plan
África es la de subordinar la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) a la
lucha conta la inmigración irregular. Más aún, los países priorita-
rios para el Plan África no coinciden con los países africanos prio-
rizados en el II Plan Director de la Cooperación Española, vigente
en ese momento4, sino que se trataba de países estratégicos para
la gestión de los flujos migratorios (Azkona y Sagastagoitia, 2011).
Como indican Alberdi y Bidaurratzaga (2008), los acuerdos esta-
blecidos por España “instauran una nueva modalidad de condicio-
nalidad que, a cambio de la colaboración en la repatriación de
emigrantes ilegales o el mayor control en sus países de origen,
promete un incremento de la ayuda y de las inversiones”.
El Plan África se suma a otras iniciativas españolas de coope-
ración con países africanos para la externalización de fronteras,
como la constitución en 2003 del Grupo de Trabajo Permanente
Hispano-Marroquí —entre cuyas prioridades se encuentra la cola-
boración policial en materia migratoria y que desde 2004 realiza
patrullas marítimas conjuntas—; el proyecto Atlantis, puesto en
marcha en 2006 para facilitar la colaboración entre la Guardia
Civil y la Gendarmería de Mauritania, o el primer proyecto
SeaHorse (2006-2008), gestionado por el Ministerio del Interior
y dirigido a establecer cauces de cooperación policial con distintos
países Africanos (Marruecos, Mauritania, Senegal, Cabo Verde).
El proyecto SeaHorse tuvo dos fases adicionales, la Red Seahorse
(2008-2009), formada para intercambiar información por satéli-
te entre puntos de contacto, y los centros de coordinación SeaHorse
(2009-2010), que amplía la red a países como Gambia o Guinea-
Bisáu, y transforma los puntos de contacto locales en una red de
centros de coordinación para el monitoreo e interceptación de
embarcaciones ilegales (Altuna, 2018).
El segundo Plan África (2009-2012) es muy similar en cuanto
a objetivos y planteamiento general a su predecesor. No obstante,

4. De los países incluidos en el Plan África, solo Mauritania, Cabo Verde y Senegal
eran países de interés prioritario para la cooperación.

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su aplicación se produce en un contexto muy diferente: mientras
que durante la implementación del primer plan la AOD española
siguió un aumento progresivo (en el caso de África subsahariana,
de más del 200 por ciento entre 2004 y 2008), el segundo plan se
aplica en un contexto de crisis económica y reducción progresiva
de la AOD. Aun así, la ayuda dirigida a la cooperación policial se
mantuvo en aumento en ese periodo, dando continuidad a las po-
líticas de externalización de las fronteras españolas y consiguien-
do reducir casi en su totalidad las llegadas de cayucos a las Islas
Canarias (Azkona, 2013).
Habrá que esperar hasta 2019 para que se apruebe un tercer
Plan África. Sin embargo, no ha cesado el trabajo para controlar las
rutas migratorias desde África, principalmente por parte del
Ministerio del Interior. Con el cese de las llegadas de cayucos, el
proyecto SeaHorse dio paso a los proyectos West Sahel (2011 y
2013) y West Sahel II (2014-2016), que llevan las actividades con-
juntas iniciadas en el ámbito marítimo hacia el interior de los paí-
ses socios (siendo los socios principales Mauritania, Senegal y
Mali, junto con otros participantes como Níger, Cabo Verde,
Gambia, Guinea-Bisáu y Guinea Conakry), para interceptar las ru-
tas terrestres.
Desde enero de 2017 se desarrolla el proyecto Blue Sahel, de 36
meses de duración, coordinado por la Guardia Civil junto con los
participantes en las distintas fases de SeaHorse y West Sahel, y entre
cuyas acciones se encuentran la creación de patrullas transfronteri-
zas en los países asociados, la realización de acciones formativas
para la vigilancia de fronteras fluviales y marítimas, la creación de
unidades de inteligencia y el reforzamiento de la cooperación mutua
entre los cuerpos policiales implicados. En marzo de ese mismo
año, da comienzo el programa GAR-SI Sahel (Grupos de Acción
Rápida de Vigilancia e Intervención en el Sahel), gestionado por la
Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y
Políticas Públicas (FIIAPP), cuya finalidad es la de es formar unida-
des especializadas para la lucha contra las migraciones irregulares
en Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger.
Entre 2017 y 2019 se desarrollarán igualmente los proyectos
ECI-Níger (Equipo Conjunto de Investigación), coordinado por la

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Policía Nacional de España junto con las de Francia y Níger para la
lucha contra las redes de inmigración irregular, el tráfico y la trata
de personas; y el proyecto Al Ksar, en el que la Guardia Civil pro-
porcionará asesoría y formación en materia de seguridad aeropor-
tuaria y vigilancia de fronteras a la Gendarmería Nacional de
Mauritania.
A los acuerdos alcanzados con los países subsaharianos se les
deben añadir los firmados con países de tránsito, el último de ellos
con Marruecos en febrero de 2019. Los números dejan clara la efi-
cacia de este tipo de medidas, produciéndose importantes descen-
sos de las entradas por vía marítima5. Sin embargo, quedan en
entredicho otras cuestiones, como la calidad de un modelo de ayu-
da al desarrollo puesto al servicio del control migratorio o las im-
plicaciones que estas prácticas tienen para los derechos humanos
de las personas migrantes.

LAS MIGRACIONES EN LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA


PARA EL DESARROLLO

A la vez que se utilizaba la AOD como instrumento al servicio de las


políticas migratorias, las cuestiones migratorias entraban en la
planificación estratégica de la Cooperación Española en forma de
codesarrollo. El término fue presentado por Sami Naïr en 1997 al
gobierno francés, para proponer un modelo de gestión consen-
suada de las migraciones entre países de origen y destino, de ma-
nera que ambos puedan beneficiarse de los flujos migratorios en
términos de desarrollo (Naïr, 1997).
A pesar de las críticas recibidas y del desuso en el que ha caído
en los últimos años, el concepto gozó de una gran popularidad du-
rante la primera década del siglo XXI. A medio camino entre los
ámbitos de las migraciones y de la cooperación para el desarrollo,
el codesarrollo fue utilizado para referirse, de forma genérica, a

5. Los datos del Ministerio del Interior indican que las llegadas por vía marítima
a España se han reducido en un 49,3 por ciento entre enero y septiembre de
2019, que aumentaría hasta el 52,7 por ciento si solo se incluyen las llegadas a la
península y baleares.

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todas las iniciativas que tratasen de vincular positivamente la mi-
gración y el desarrollo. Entre estas, se incluye la cooperación para
el desarrollo en las zonas de emigración, pero también la realiza-
ción de proyectos de cooperación para el desarrollo con la partici-
pación de migrantes o las prácticas transnacionales implementa-
das por los propios migrantes capaces de producir desarrollo en
sus comunidades de origen (Lacomba, 2010).
Dentro de la tipología de acciones que se pueden clasificar
como codesarrollo, Malgesini (2007) distingue entre el codesarro-
llo espontáneo, que se produce como consecuencia de las interac-
ciones entre personas de las sociedades de origen y destino, sin
necesidad de que medie ninguna orientación política, y el codesa-
rrollo como instrumento político para la cooperación con el país
de origen y la integración en el de destino, o codesarrollo institucio-
nal. De manera similar, Jabardo (2012) distingue entre codesarro-
llo institucionalizado para referirse a las prácticas que se realizan
dentro del marco de la cooperación estatal y descentralizada y el
codesarrollo endógeno para referirse a las prácticas implementadas
“dentro de las lógicas de reciprocidad que operan en los campos
sociales transnacionales”.
En el ámbito institucional, desde principios del siglo XXI, el
codesarrollo fue entrando progresivamente en las políticas espa-
ñolas, tanto migratorias como de cooperación internacional. En el
periodo 2000-2004 entra en vigor el Programa Global de Regu­­
lación y Coordinación de la Extranjería (GRECO), entre cuyas me-
didas se encuentra el “codesarrollo de los países de origen y trán-
sito de los inmigrantes”, orientado esencialmente hacia el retorno
productivo de los migrantes a sus países de origen6. El codesarro-
llo aparece también como una de las secciones del Plan Estratégico
de Ciudadanía e Integración 2007-2010, y en el II y III Plan Di­­
rector de la Cooperación Española —coincidentes, respectiva-
mente, con el primer y segundo Plan África—.

6. Algunas medidas al respecto serían los cursos de formación para convertirse


en agentes de desarrollo, la ayuda a la reinserción en origen, la orientación del
ahorro hacia actividades productivas, o la concesión de microcréditos y asisten-
cia técnica en los países de origen.

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Bajo el paraguas del codesarrollo, la Cooperación Española
llevó a cabo distintas iniciativas en África subsahariana, y espe-
cialmente en los países prioritarios del Sahel. Entre las experien-
cias desarrolladas, cabe mencionar el proyecto REDEL (Remeses i
Desenvolupament Local), implementado por el Fons Català de
Cooperació al Desenvolupament (FCCD) y financiado por la
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo
(AECID) como proyecto piloto en Senegal, para promover la inte-
gración de los migrantes y el desarrollo de sus comunidades de
origen a través de las remesas y las microfinanzas. De esta manera
se daba un apoyo institucional desde el gobierno central a las ac-
ciones que venía desarrollando el FCCD desde mediados de los
años noventa bajo el programa MIDEL (Migracions i Desenvo­­
lupament Local), financiado por la Comisión Europea.
Desde 2007, empieza a funcionar la Consejería de Trabajo,
Migraciones y Seguridad Social de la Embajada de España en
Senegal, que participa en distintas intervenciones relacionadas
con la migración, como las políticas activas de empleo, la forma-
ción profesional ocupacional o la protección de menores.
Sin olvidar el enfoque preventivo contra la migración irregu-
lar, y como parte de los acuerdos negociados con Senegal en ma­­
teria migratoria, se concedió al país un crédito reembolsable del
Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD) de 20 millones de euros, la
mitad de los cuales irían dirigidos al Plan de Retorno a la Agricultura
(REVA) puesto en marcha por el entonces presidente Wade. El
Plan se había iniciado un año antes, con el fin de ofrecer alternati-
vas de arraigo a la población rural, posibilidades de retorno a los
emigrados y oportunidades de reinserción a los migrantes clan-
destinos (Martinez y Rivero, 2010). De manera similar y en el
marco de implementación del Plan de Acción de Rabat, España
apoyó a través de la AECID y el Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales la puesta en marcha en Mali del CIGEM (Centre
d’Information et de Gestion des Migrations), financiado por el
Fondo Europeo de Desarrollo.
La AECID financió también el primer convenio general de
MPDL (Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad) sobre
codesarrollo (2007-2011), en el que se integraban acciones en

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distintos países implicados en los procesos migratorios hacia
España, entre los que se encontraban Marruecos, Mali, Níger y
otros países limítrofes como Senegal, Mauritania y Burkina Faso.
La organización contaba con experiencia en el asesoramiento jurí-
dico a inmigrantes en España desde 1995, lo que la convertía en re-
ferente en este ámbito, y gran parte de la lógica de las acciones que se
comienzan a realizar en África subsahariana se sustentan en esta
experticia. La mayor parte del trabajo se concentró en Marruecos y
en Mali, apoyando en este último país el funcionamiento de las aso-
ciaciones tanto locales como de migrantes. Se trataba de potenciar y
desarrollar el tejido asociativo de la comunidad inmigrante en
España y de las asociaciones de desarrollo de las zonas de emigra-
ción en Mali. El convenio contemplaba también la realización de
una serie de proyectos piloto por parte de las asociaciones de inmi-
grantes en las zonas de origen de la migración.
Durante los años siguientes, el codesarrollo ganó presencia
en el ámbito de la cooperación gubernamental para el desarrollo.
La muestra más evidente es que en el binomio “migración y desa-
rrollo” fue incluido como una de las prioridades sectoriales del III
Plan Director de la Cooperación Española (2009-2012). No obs-
tante, buena parte de las acciones puestas en marcha desde el ám-
bito gubernamental tenían una dudosa adecuación a la realidad
africana, apostando por enfoques economicista en los que se daba
prioridad a las inversiones, las remesas o los proyectos de genera-
ción de ingresos.
A partir de 2009, con la llegada de las crisis y los recortes en
el ámbito de la cooperación, el codesarrollo fue desapareciendo de
las agendas de cooperación, ocupando su lugar los programas de
retorno voluntario productivo del Ministerio de Trabajo. Ni en el
IV ni en el V Plan Director de la cooperación se hace alusión alguna
al término, que es rescatado —tímidamente— en el III Plan África
entre las acciones a emprender para cumplir el objetivo de promo-
ver la movilidad ordenada, segura y regular.
A las acciones puestas en marcha desde el gobierno central,
se deben sumar aquellas propias del ámbito descentralizado
—siendo destacable el caso del Ayuntamiento de Lleida, tanto por
su apuesta firme por esta modalidad de cooperación como por la

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incorporación en sus propuestas de asociaciones de africanos— y
aquellas realizadas por entidades privadas y asociaciones de apoyo a
los inmigrantes. Organizaciones de apoyo a los inmigrantes como la
Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) o la Fundación
Cepaim, pusieron en marcha distintas iniciativas en África occiden-
tal, algunas de las cuales siguen funcionando en la actualidad.
En cuanto a las asociaciones de inmigrantes africanos, con
frecuencia han jugado un papel secundario en este tipo de iniciati-
vas, siendo antes interlocutores que actores principales (Jabardo,
2012). En algunos casos, se trataba de organizaciones creadas ad
hoc para la participación en los proyectos. En otros, se constituye-
ron asociaciones algo más sólidas y duraderas en el tiempo, como
la Casa de Senegal, la Asociación de Inmigrantes Senegaleses en
España (AISE) o el Alto Consejo de los Malienses en España
(ACME). Más recientemente, se han consolidado entidades con
un carácter eminentemente laboral, como el Sindicato Popular de
Vendedores Ambulantes de Barcelona o el Sindicato de Manteros y
Lateros de Madrid.
Se trata de asociaciones más orientadas hacia el apoyo a los
inmigrantes recién llegados que a la cooperación (Moncusí, 2015),
ofreciendo servicios como asesoría jurídica, programas de forma-
ción e inserción laboral, clases de idiomas o acciones dirigidas a
colectivos concretos. Además, participan en distintas prácticas de
carácter transnacional, no necesariamente económicas y con dife-
rente grado de institucionalización, como la organización de festi-
vales y celebraciones relacionadas con África, la participación en
iniciativas de cooperación con sus comunidades o la interlocución
política con las instituciones de sus países.
Junto con las asociaciones “formales” o registradas como ta-
les, existen otros muchos tipos de agrupaciones de africanos que
realizan prácticas con distintos niveles de impacto en origen. Se
trata de acciones puestas en marcha por los colectivos de inmi-
grantes sin tener en cuenta la agenda migratoria del momento, a
pesar de que ocasionalmente puedan contar con apoyos institu-
cionales. La tipología es amplia, abarcando desde la cofradía mu-
ridí, que mantiene lazos activos entre la diáspora senegalesa y la
ciudad santa de Touba (Carballo y Echart, 2008), hasta los seguros

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de repatriación de cadáveres (Solé, 2010), pasando por los comer-
cios étnicos que importan telas, instrumentos musicales o artesa-
nías. Como indica Crespo, “la dimensión transcontinental es una
constante de las migraciones africanas” (2006: 138), adoptando
distintas formas y modalidades de actuación para adaptarse a los
contextos concretos. En el caso español, la persistencia de este
tipo de acciones, más allá de la financiación pública, da cuenta de
la importancia de las prácticas transnacionales para las diásporas
subsaharianas y del potencial de estas para contribuir al desarrollo
sostenible de sus comunidades de origen.

CONCLUSIONES

No se pueden medir los impactos que suponen las migraciones en


términos meramente cuantitativos. Pese a que los subsaharianos
representan un porcentaje muy pequeño de los inmigrantes en
España, la mediatización de las entradas de migrantes irregulares al
país ha tenido importantes implicaciones en la política española ha-
cia el continente. Esta se ha dirigido principalmente a la reducción
de las llegadas, ya sea a través del refuerzo de los controles fronteri-
zos o externalizando las fronteras hacia terceros países. En este pro-
ceso, la AOD se ha puesto, de manera recurrente, al servicio de las
políticas de control y ordenación de los flujos migratorios.
A pesar de lo inquietante que resulta el vínculo entre el code-
sarrollo y la seguridad fronteriza, hay varios aspectos rescatables
de la experiencia española. En un tiempo relativamente breve, se
ha puesto en marcha una política exterior hacia África. Además, se
ha buscado un enfoque integral en el abordaje de las migraciones,
prestando atención tanto a sus efectos como a sus causas. Por últi-
mo, y tal vez más importante, se han establecido acuerdos de coo-
peración migratoria con los países de origen, fundamentales para
lograr una gestión ordenada de los flujos.
El reto ahora consiste en dar una mayor coherencia al mode-
lo, avanzando desde los enfoques securitarios hacia los más desa-
rrollistas, y poniendo en el centro la protección de los derechos
humanos de las personas migrantes. La coyuntura internacional

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no puede ser más oportuna, con la inclusión de las migraciones en
la Agenda 2030 y la firma, por parte de España, del Pacto mundial
para una migración segura, ordenada y regular. Los asuntos mi-
gratorios solo podrán gestionarse de manera adecuada desde el
multilateralismo y la cooperación en materia migratoria.
Un buen punto de partida puede ser el de rescatar el codesa-
rrollo, que parece haber sido apartado de las agendas migratorias
y de cooperación. A pesar de la ambigüedad del término, se trata
de un enfoque positivo desde el que coordinar a los distintos ac-
tores implicados en los procesos migratorios, tanto en los países
de origen como en los de destino. En el caso subsahariano, es im-
portante ampliar la mirada y escapar de las visiones fuertemente
institucionalizadas o politizadas, incorporando a la multitud de
organizaciones, tanto formales como informales, de las diásporas.
De esta manera se podrán dinamizar modelos de desarrollo soste-
nibles en el tiempo, en los que las migraciones estén al servicio del
desarrollo y no al revés.

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