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Nombre: Yoseline Castro

Asignatura: Corrientes Literarias


Profesora: Alejandra Rivero
Institución: Cerp del Norte

¿Por qué la tragedia


aflora en el Clasicismo
francés?
La pretensión de este ensayo es contemplar las principales manifestaciones de la
estética clásica francesa, en diálogo con el estudio de Andrómaca (1667), tragedia escrita por
Jean Racine (1639-1699). La siguiente interrogante: ¿Por qué la tragedia aflora en el
clasicismo francés? será el motor que impulse la apreciación y el desarrollo del respectivo
tema. Primeramente, se brindará una breve contextualización de la época y del autor.
Seguidamente se analizarán aspectos relevantes de la obra, con el fin de resaltar cuáles fueron
los cambios llevados a cabo por el autor.

En cuanto a la literatura, durante el siglo XVI era practicada en su gran mayoría por
nobles, de donde resulta que el público lector también pertenecía a la nobleza. En el siglo
XVII casi todos los escritores pertenecían a la burguesía y escribían para un público
cortesano, es decir, para nobles de sangre, entre los que se encontraban altos oficiales del
ejército, altos dignatarios de la Iglesia y la nobleza de toga, que eran burgueses ennoblecidos
en mérito a sus riquezas. Excepcionalmente se incluían burgueses cultos, entendiéndose en
esa época por burgués al habitante urbano que no se dedicaba a trabajos manuales. La masa,
constituida por los artesanos, obreros y campesinado no participaba en las manifestaciones
culturales. Los escritores, además de escribir respetando las exigencias literarias cada vez
más obligatorias, tenían que respetar en sus obras el código moral del siglo encarnado en el
ideal humano de la sociedad, el hombre honorable que goza de una cultura general, que sabe
vivir en sociedad y conversar sin jactarse de nada, ni exhibir un saber especializado. Debido a
esto se incluyen en el tradicional principio del decoro restricciones impuestas por las
costumbres de la sociedad aristocrática. Conviene resaltar, que la primera mitad del siglo se
caracteriza por innúmeras tensiones y luchas, ambiciones y pasiones enaltecidas por las
circunstancias políticas que poseen gran influencia en la literatura, especialmente en la
tragedia. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, van cesando. De esta forma, en las
reuniones se evita el tema político, La cour et la ville, es decir, la corte y la burguesía culta de
París suponen ser el público lector y espectador. Habría que añadir, además que brindan las
pautas para el gusto literario. El pueblo prácticamente no leía, no obstante, asistía al teatro de
feria y a los espectáculos populares del Puente Nuevo.

Desde mediados del siglo XVI, los humanistas franceses decidieron no darle
importancia a su pasado literario, ya que lo consideraban carente de gusto y de calidad
estética. Es entonces cuando optan por iniciar un nuevo estilo literario, inspirándose en el
legado de las letras grecolatinas. Aristóteles y Horacio serían los guías para todos los géneros,
inclusive el dramático. Los teóricos del Renacimiento italiano enumeraron los principios
aristotélicos. En Francia fue sobre todo Julio César Scaliger quien ejerció mayor influencia
para difundir presuntas leyes. Por casi dos siglos, los dramaturgos franceses adoptaran su
definición de tragedia: “La tragedia es la imitación, por medio de la acción, de un destino
ilustre, con desenlace desdichado, en estilo elevado y en verso.” En efecto, desde su
nacimiento en el siglo XVI, la tragedia moderna es considerada un género noble, cuyos
protagonistas son reyes, príncipes o dioses, y más tarde también jerarcas y guerreros,
colocados en situaciones difíciles que en su mayoría terminan en una catástrofe, la muerte.

De acuerdo a Elsa Tabernig de Pucciarelli no fue en Francia donde nació la tragedia


moderna. Sino que se inicia como primera producción en ese género La Sofonisba (1515) del
italiano Gian Giorgio Trissino (1478-1550), representada solo en 1556, y traducida en la
misma época a muchos idiomas, incluso el francés. Pero mientras que en Italia la tragedia
decae inmediatamente, en Francia los humanistas en su afán de desterrar el teatro medieval,
además de analizar las poéticas antiguas, fomentan la producción de tragedias construidas de
acuerdo a modelos antiguos. (p. 293)

“El clasicismo es una estética literaria que recoge


muchos elementos de esta última corriente del humanismo
renacentista (...). La doctrina clásica se define progresivamente
a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, en el fecundo
terreno de la cultura literaria italiana, y adquiere particular
cohesión e importancia en la literatura francesa del siglo XVII,
llegando sus principios fundamentales a dominar las literaturas
europeas en el siglo XVIII, a través de los llamados
movimientos neoclásicos.” (Aguiar e Silva, Vítor Manuel,
1986, p. 301)

Debido a esta serie de cambios y transformaciones en el ámbito literario, cabe


plantearse la siguiente pregunta: ¿Qué papel desempeña Jean Racine en el Clasicismo
francés? Pues bien, Racine llevó la tragedia clásica a la cumbre de su perfección. Nació en un
hogar burgués jansenista de la Ferté-Milon, un año después de Luis XIV. Su buena educación
familiar determinó en este, una definida concepción del hombre y una profunda cultura
helénica. Aún joven se liberó del ambiente jansenista, aunque no abandonó su cosmovisión, y
se dedica a la literatura, en especial al teatro. Se inició en 1664 con La Tebaida. Luego con
Andrómaca (1667). Posteriormente escribe y hace representar británico (1669), Berenice
(1670), Bayaceto (1672), Mitrídates (1673), Ifigenia (1674) y Fedra (1677), además de
escribir su única comedia: Los litigantes (1678). Amargado por sus enemistades, que en
muchos casos él mismo provocó por su carácter irritable y su excesiva ambición, resolvió
retirarse del teatro. Se casó y su esposa nunca conoció las obras de su marido. Luis XIV lo
llamó a la corte para que actuara como lector, Colbert lo nombró conjuntamente con el ya
sordo Nicolas Boileau, historiógrafo del rey. Madame de Maintenon le solicitó una obra
teatral apta para ser representada por las alumnas del colegio de Saint-Cyr. Respondió con
Esther (1689) y se encargó él mismo de los ensayos. Compuso luego otra tragedia de tema
bíblico, Atalia (1691), con la que cierra definitivamente su carrera de dramaturgo.

Siguiendo la línea de análisis planteada por Emilio Náñez (1985) desde el momento
en que Luis XIV comienza a reinar, en 1661, el prestigio de la corona tiende únicamente a
crecer. “El Rey, como astro rey, como Rey Sol, es el dispensador de todo favor y de toda
gracia” (p.21). Como se mencionó anteriormente, quienes se mantenían más próximos al
monarca (en este caso la nobleza), eran quienes de alguna u otra forma determinan el carácter
de dicha época. En este sentido, la importancia que posee cada individuo depende
estrictamente de qué tan próximo se encuentre al rey. Todos estos datos están estrechamente
relacionados con la vida de Racine, ya que gozó del favor real.

“En efecto, la carrera de Jean Racine, escritor, tuvo como meta


principal encumbrarse y gozar, como un cortesano más, del favor real.
Los privilegios que otros tenían por su ascendencia, por sus méritos
militares, por el ingenio, por su palmito o bello rostro -por lo que
respecta al bello sexo-, Racine los logró por su pluma. Su
nombramiento como historiógrafo del rey, después de haber sido lector
y escritor favorito, señala la cima de su ascensión cortesana.” (Emilio
Náñez, 1985, p.23)

Retomemos las siguientes palabras“Racine lo logró por su pluma”. Indudablemente,


gracias a sus primeras creaciones poéticas gana admiración y valoración por sus
contemporáneos. Sin embargo, si no fuera por su producción dramática este no sería tan
alabado. Siguiendo la línea de pensamiento de Náñez, Racine necesitaba ser conocido por
todos, ser aplaudido, esto de alguna forma lo lleva directamente al género en el cual el triunfo
es más notorio, es decir, el teatro. Habría que decir, también que toda su obra evidencia un
profundo conocimiento de la psicología humana.

A continuación, nos centraremos específicamente en Andrómaca, obra que marca una


nueva época para el teatro francés. El 17 de noviembre de 1667, la compañía del Hotel de
Bourgogne representaba por primera vez Andromaque, tercera tragedia de Racine. La edición
original corresponde a principios de 1668, aunque fue fechada el 28 de diciembre de 1667. La
importancia de lo cortesano se puede visualizar en la estructura de la misma obra. Racine
retoma elementos básicos de la tragedia griega, tiende al virtuosismo con un vocabulario
elevado. Por otro lado, plasma la moral imperante de la corte francesa.

Quizás lo más importante es el hecho de mirar una historia preexistente con nuevos
anteojos, como bien lo sostiene Náñez “...Hubo una vez una mujer ejemplar llamada
Andrómaca”, y posteriormente existieron diversos autores que han moldeado la historia
original. Que los autores escribieran sobre los mismos asuntos y temas era algo común de la
época, es por esto que aparecen más de una vez los mismos títulos en obras de distintos
escritores.

Conviene resaltar, que la tragedia de Andrómaca escrita por Eurípides no ha sido la


más elogiada por la crítica clasicista. Sin embargo, a partir del éxito de la versión raciniana
adquiere mayor relevancia en el arte. ¿Cuál es el mito original del cual se sirve el autor?
Cualquiera que haya leído la Ilíada, sabrá que Andrómaca, se nos presenta como la esposa de
Héctor, héroe máximo del pueblo troyano. En uno de los pasajes más conmovedores de la
Ilíada, Homero describe como Andrómaca es informada de la caída de su esposo en la
batalla. Dado este hecho, se lamenta por su esposo y por su hijo Astianacte:

“Ahora tú desciendes a la mansión de Hades, en el seno de la


tierra, y me dejas en el palacio viuda y sumida en triste duelo.
Y el hijo, aún infante, que engendramos tú y yo,
infortunados...Ni tú serás su amparo, oh Héctor, pues has
fallecido; ni él el tuyo. Si escapa con vida de la luctuosa
guerra de los aqueos, tendrá siempre fatigas y pesares; y los
demás se apoderarán de sus campos, cambiando de sitio los
mojones. El mismo día en que un niño queda huérfano, pierde
todos los amigos; y en adelante va cabizbajo y con las mejillas
bañadas en lágrimas” (2008, p.354)

Tanto la tradición como la literatura, transmiten las imágenes de heroicidad de


Andrómaca, esto se ve sustentado debido a sus rasgos de esposa y madre admirable. Según
Patricia Guerrero Baeza (2000) “su heroicidad nace de su actitud amante y maternal, tal vez
menos grandiosa, pero más accesible al común de los mortales”. Andrómaca es hija de
Ectión, rey de Tebas de Cilicia, quien junto a sus siete hijos fue ultimado por Aquiles cuando
tomó su ciudad, en los inicios del noveno año de la guerra. De su noviazgo y boda, nada se
dice, se ignora si fue por amor o por otros intereses, ya que, en ese tiempo, el matrimonio
podía servir como lazo de unión entre familias poderosas. En cuanto al caso específicamente
de Andrómaca una vez que desaparece su familia y al morir Héctor se encuentra sola.

De acuerdo a Eurípides, Andrómaca ha sido designada al hijo de Aquiles. La princesa


era el botín, ya que, desde el punto de vista de la conquista, el hecho de que se le asignara a
un guerrero una esclava, que hubiese sido hija o esposa de un guerrero de alta posición,
suponía ser una medida extra de prestigio para sí mismo y para su pueblo. “Pirro, el joven
guerrero”, era hijo de Aquiles y de Deidamia, cuyo padre era Licomedes, rey de Esciros.
Pirro fue engendrado cuando Aquiles, obligado por su madre, la diosa Tetis, vivió oculto en
el harém de Licomedes, haciéndose pasar por una doncella llamada Pirra (la rubia). Nacido
cuando su padre ya había marchado rumbo a la guerra de Troya, Pirro fue educado por su
abuelo materno. Después de la muerte de Aquiles, los griegos capturaron a Heleno, hijo de
Príamo, y a quien Apolo había dotado de poderes de adivinación. Mediante sus poderes se
enteraron los aqueos, que la ciudad de Troya no podía ser tomada hasta que el hijo de Aquiles
no luchara en su ejército. Fue así como los griegos encontraron a un nuevo Aquiles en la
persona de Pirro.

Si ya existía la historia ¿en qué consiste lo novedoso? pues en comparación con los
demás escritores, Racine destaca por la sencillez con la que ejecuta sus obras. De donde se
infiere el movimiento psicológico de los personajes. Además, resalta por:
“...la claridad de movimientos tanto anímicos como de situación, el
inevitable devenir de los acontecimientos, la fuerza trágica que de ellos
se desprende, la inevitabilidad de los hechos, la sensación de infinita
tristeza que plantea sobre los personajes presos en el dilema trágico, la
crueldad triunfante y el amor desgraciado, la sorda ferocidad frente a la
ternura y el sacrificio, las lágrimas contenidas o el alarido desgarrado
de la pasión, los sombríos deseos y la claridad diáfana, el peso de la
herencia frente al frío cálculo” (Emilio Náñez, 1945, p.31)

La concepción del hombre de Racine es pesimista, y corresponde a la de los


jansenistas: el hombre, heredero del pecado original, padece de una profunda debilidad, su
voluntad es incapaz de enfrentar eficazmente la fuerza de las pasiones. Amor y ambición
tiranizan al hombre y lo llevan a la caída y a la disolución. Pero lo trágico del hombre reside
en la clara conciencia que tiene de esa debilidad y lo hace sentir permanentemente culpable.
Su alma está desgarrada, embargada de una profunda tristeza y desesperación. Racine explora
los sentimientos en profundidad y prefiere encarnarlos en mujeres, por cuanto considera que
ellas son efectivamente menos cambiantes que los hombres, ya que estos, por sus
ocupaciones e intereses, están más comprometidos con la vida exterior y tienen, en el campo
de la acción, más ambiciones que la mujer. Esta, además se encuentra más desarmada frente
al destino, tal es el caso de la propia Andrómaca:

“¡Ah! ¡Con qué recuerdo me hieres el alma!


¡Cómo! Cefisa, ¿veré expirar también
a ese hijo, mi única alegría y la imagen de Héctor?
¡Él me dejó ese hijo como prenda de amor!
¡Ay!, recuerdo aquel día, en que su valor
le hizo buscar a Aquiles, mejor dicho, a la muerte;
preguntó por su hijo y lo tomó en sus brazos:
‘Cara esposa, me dijo, enjuagando mis lágrimas,
no sé lo que, en la lucha, me reserva el destino,
te dejo a mi hijo en prenda de mi fe:
si me pierde, pretendo que me recobre en ti.
Si guardas el recuerdo de un feliz himeneo,
muestra al hijo lo mucho que amabas a su padre’
¡Y he de ver derramar sangre tan preciosa!”
(1995, p.121)

El arte de Racine consiste en presentar los tormentos de la conciencia humana,


manteniendo formas y lenguaje armonioso y sobrio. El espacio del escenario, despojado de
elementos materiales, se llena en cambio de las miradas de los personajes, densamente
cargadas de intenciones y sentimientos. La tragedia es, para Racine, más que la imitación de
una acción, es la demostración de una esencia humana. En este sentido, los personajes pasan
sucesivamente del amor al odio, de los celos a la venganza, que muchas veces entraña la
autodestrucción, esto se puede percibir específicamente en Hermíone. En síntesis, los
personajes racinianos no pueden desprenderse de su destino, marcado en el pasado.

“Yo le he condenado. ¿No os basta?


¿No os basta que mi honor ultrajado
reclame una víctima a mí sola ofrendada?
¿que Hermíone es el precio de un tirano inmolado?
¿que le odio?, en fin, señor, ¿que antes le amaba?
No lo oculto: el ingrato supo agradarme,
porque así lo ordenara mi amor, o bien mi padre,
no importa; mas, en fin, pensad lo que queráis.
Contra mis deseos, señor, frustrados con vergüenza,
pese al justo horror que me inspira su crimen,
mientras viva, señor, temed que le perdone;
dudas hasta que muera de mi ira inconstante:
si no muere hoy, tal vez le ame mañana.”
(1995, p.129)

Si bien Racine retoma el mito, no se ciñe estrictamente a los dictámenes de la


antigüedad. Lo que supone ser una característica fundamental de los grandes clásicos de esta
época. Eurípides muestra a los protagonistas temerosos por la vida de Moloso, hijo que ha
tenido con Pirro y que Hermione se empeña en hacer morir junto a su madre. No obstante, en
la tragedia de Racine, no aparece Moloso. Andrómaca no tiene más marido que Héctor, ni
otro hijo que no sea Astianacte. El autor se empeña en hacer aparecer a Andrómaca como la
viuda y madre fiel, ya que la tradición la muestra de esa manera. Esta idea ya se encuentra en
la creencia del público, el simple hecho de modificarlo supone una mala recepción del
espectador. Recordemos que otra característica fundamental del clasicismo es agradar al
público. “Así, Andrómaca bajo sus velos de viuda, se constituye en la imagen acabada de la
piedad conyugal, del acatamiento a la tumba y del amor maternal” (Patricia Guerrero, 2001).

Siguiendo la línea de análisis planteada por Patricia Guerrero, Racine enfrenta a sus
héroes a situaciones de profundo dramatismo, en las cuales el conflicto se objetiviza.
Indudablemente, muestra a los personajes tal como los poetas antiguos, lo que sí nos deja en
claro es que se toma ciertas libertades. Podemos apreciarlo mediante sus propias palabras:

“No creo necesario este ejemplo de Eurípides para


justificar la pequeña libertad que me he tomado, en
efecto, hay una gran diferencia entre destruir las bases
principales de un relato, y alterar algunos incidentes de
él, los cuales, de hecho, cambian casi siempre de
aspecto, según qué manos la tratan... No hay que
entretenerse criticando a los poetas por algunos
cambios que hayan podido introducir en el relato; pero
que hay que detenerse a considerar el excelente uso
que han hecho de esos cambios, y el modo ingenioso
con el que han sabido acomodar el relato a su
argumento” (Racine, 01676, p.75)

Una vez llegados a este punto, es posible deducir que el conjunto de las obras
racinianas constituyen la culminación del teatro clásico francés, y hacen del autor la
encarnación del ideal clásico. Habría que añadir, además que hemos podido observar cómo se
perfila la recreación del mito de Andrómaca.
Bibliografía

● Aguiar e Silva (1986) Teoría de la Literatura. Gredos.

● Barthes, Roland (1992) Sobre Racine. Siglo veintiuno editores.

● Guerrero, Patricia (2001) “Una figura modélica clásica en el siglo XVII europeo” Revista

Signos.

● Guerrero, Patricia (2000) “Andrómaca en la literatura griega: las versiones de Homero y

Eurípides” Revista Signos.

● Homero (2008) La Ilíada. Ediciones Libertador.

● Pérez, Manuel (s/d) “La teoría teatral clasicista: unidades, catarsis y acción discursiva en

la Berenice de Racine”

● Peyre, Henry (1953) ¿Qué es el clasicismo? Fondo de Cultura Económica.

● Racine, Jean (1985) Andrómaca. Fedra. De la introducción: Emilio Náñez. Madrid,

Edicione Cátedra.

● Racine, Jean. (1995) Andrómaca. Fedra. Barcelona, Altaya.

● Sáez, María (2017) “El mito trágico de Andrómaca en el panorama dieciochesco:

traducciones, versiones y recreaciones”

● Tabernig Elsa (s/d) Capítulo Universal. La tragedia clásica: Corneille y Racine.

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