Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En cuanto a la literatura, durante el siglo XVI era practicada en su gran mayoría por
nobles, de donde resulta que el público lector también pertenecía a la nobleza. En el siglo
XVII casi todos los escritores pertenecían a la burguesía y escribían para un público
cortesano, es decir, para nobles de sangre, entre los que se encontraban altos oficiales del
ejército, altos dignatarios de la Iglesia y la nobleza de toga, que eran burgueses ennoblecidos
en mérito a sus riquezas. Excepcionalmente se incluían burgueses cultos, entendiéndose en
esa época por burgués al habitante urbano que no se dedicaba a trabajos manuales. La masa,
constituida por los artesanos, obreros y campesinado no participaba en las manifestaciones
culturales. Los escritores, además de escribir respetando las exigencias literarias cada vez
más obligatorias, tenían que respetar en sus obras el código moral del siglo encarnado en el
ideal humano de la sociedad, el hombre honorable que goza de una cultura general, que sabe
vivir en sociedad y conversar sin jactarse de nada, ni exhibir un saber especializado. Debido a
esto se incluyen en el tradicional principio del decoro restricciones impuestas por las
costumbres de la sociedad aristocrática. Conviene resaltar, que la primera mitad del siglo se
caracteriza por innúmeras tensiones y luchas, ambiciones y pasiones enaltecidas por las
circunstancias políticas que poseen gran influencia en la literatura, especialmente en la
tragedia. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, van cesando. De esta forma, en las
reuniones se evita el tema político, La cour et la ville, es decir, la corte y la burguesía culta de
París suponen ser el público lector y espectador. Habría que añadir, además que brindan las
pautas para el gusto literario. El pueblo prácticamente no leía, no obstante, asistía al teatro de
feria y a los espectáculos populares del Puente Nuevo.
Desde mediados del siglo XVI, los humanistas franceses decidieron no darle
importancia a su pasado literario, ya que lo consideraban carente de gusto y de calidad
estética. Es entonces cuando optan por iniciar un nuevo estilo literario, inspirándose en el
legado de las letras grecolatinas. Aristóteles y Horacio serían los guías para todos los géneros,
inclusive el dramático. Los teóricos del Renacimiento italiano enumeraron los principios
aristotélicos. En Francia fue sobre todo Julio César Scaliger quien ejerció mayor influencia
para difundir presuntas leyes. Por casi dos siglos, los dramaturgos franceses adoptaran su
definición de tragedia: “La tragedia es la imitación, por medio de la acción, de un destino
ilustre, con desenlace desdichado, en estilo elevado y en verso.” En efecto, desde su
nacimiento en el siglo XVI, la tragedia moderna es considerada un género noble, cuyos
protagonistas son reyes, príncipes o dioses, y más tarde también jerarcas y guerreros,
colocados en situaciones difíciles que en su mayoría terminan en una catástrofe, la muerte.
Siguiendo la línea de análisis planteada por Emilio Náñez (1985) desde el momento
en que Luis XIV comienza a reinar, en 1661, el prestigio de la corona tiende únicamente a
crecer. “El Rey, como astro rey, como Rey Sol, es el dispensador de todo favor y de toda
gracia” (p.21). Como se mencionó anteriormente, quienes se mantenían más próximos al
monarca (en este caso la nobleza), eran quienes de alguna u otra forma determinan el carácter
de dicha época. En este sentido, la importancia que posee cada individuo depende
estrictamente de qué tan próximo se encuentre al rey. Todos estos datos están estrechamente
relacionados con la vida de Racine, ya que gozó del favor real.
Quizás lo más importante es el hecho de mirar una historia preexistente con nuevos
anteojos, como bien lo sostiene Náñez “...Hubo una vez una mujer ejemplar llamada
Andrómaca”, y posteriormente existieron diversos autores que han moldeado la historia
original. Que los autores escribieran sobre los mismos asuntos y temas era algo común de la
época, es por esto que aparecen más de una vez los mismos títulos en obras de distintos
escritores.
Si ya existía la historia ¿en qué consiste lo novedoso? pues en comparación con los
demás escritores, Racine destaca por la sencillez con la que ejecuta sus obras. De donde se
infiere el movimiento psicológico de los personajes. Además, resalta por:
“...la claridad de movimientos tanto anímicos como de situación, el
inevitable devenir de los acontecimientos, la fuerza trágica que de ellos
se desprende, la inevitabilidad de los hechos, la sensación de infinita
tristeza que plantea sobre los personajes presos en el dilema trágico, la
crueldad triunfante y el amor desgraciado, la sorda ferocidad frente a la
ternura y el sacrificio, las lágrimas contenidas o el alarido desgarrado
de la pasión, los sombríos deseos y la claridad diáfana, el peso de la
herencia frente al frío cálculo” (Emilio Náñez, 1945, p.31)
Siguiendo la línea de análisis planteada por Patricia Guerrero, Racine enfrenta a sus
héroes a situaciones de profundo dramatismo, en las cuales el conflicto se objetiviza.
Indudablemente, muestra a los personajes tal como los poetas antiguos, lo que sí nos deja en
claro es que se toma ciertas libertades. Podemos apreciarlo mediante sus propias palabras:
Una vez llegados a este punto, es posible deducir que el conjunto de las obras
racinianas constituyen la culminación del teatro clásico francés, y hacen del autor la
encarnación del ideal clásico. Habría que añadir, además que hemos podido observar cómo se
perfila la recreación del mito de Andrómaca.
Bibliografía
● Guerrero, Patricia (2001) “Una figura modélica clásica en el siglo XVII europeo” Revista
Signos.
● Pérez, Manuel (s/d) “La teoría teatral clasicista: unidades, catarsis y acción discursiva en
la Berenice de Racine”
Edicione Cátedra.