Está en la página 1de 10

POESÍA DE PREGUERRA

La trayectoria de la Generación del 27: etapas y obras

Su nombre proviene de la celebración del tercer centenario de la muerte de Góngora,


poeta al que reivindicaron.

A este grupo pertenecen Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis
Cernuda, Gerardo Diego, García Lorca, Jorge Guillén, Pedro Salinas…

Característico de su obra es el equilibrio entre la tradición poética (Jorge Manrique,


Garcilaso, Quevedo y, sobre todo, Góngora y la poesía popular) y el mundo de las
vanguardias. Ellos han hecho de la metáfora el eje del poema. Siguen la obra de Juan
Ramón Jiménez.

La época que les tocó vivir les hizo mostrar sus inquietudes sociales y políticas.
Mayoritariamente se mostraron partidarios de la República al iniciarse la guerra civil.
Tras la guerra, excepto Lorca fusilado en 1936, gran parte se fueron al exilio donde
mostrarán la nostalgia por la patria perdida.

En esos años en España la poesía muestra un humanismo angustiado, de tonos


existenciales (Dámaso Alonso en 1944, Hijos de la ira).

Se han señalado varias fases en la evolución del grupo que pueden reducirse a tres,
pero advirtiendo que no todos los poetas las cumplen en la misma medida ni al mismo
tiempo.

Primera etapa: hasta 1927 aproximadamente

Entre los tanteos iniciales, se nota la presencia de tonos becquerianos, junto a


resabios posmodernistas. Pronto se observa el influjo de las primeras vanguardias. A
la vez, el magisterio de Juan Ramón Jiménez los orienta hacia la “poesía pura”. El gran
instrumento de este arte “puro” es la metáfora. En este sentido, se les tildó de “fríos”,
“deshumanizados”, si bien lo humano había entrado por la influencia de Bécquer y de
la lírica popular.

Paralelamente, el interés por la perfección formal les lleva a los clásicos. A ello
responde el cultivo de estrofas tradicionales que, entre 1925 y 1927, se observa en
Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Cernuda, Guillén… A partir de lo dicho se desemboca
en el fervor por Góngora que tres siglos antes ya se había propuesto hallar un lenguaje
especial para la poesía, muy alejado del lenguaje usual.

Segunda etapa: de 1927 a la Guerra Civil

El culto por Góngora marca la cima y el descenso por los ideales esteticistas.
Comienza a notarse cierto cansancio del puro formalismo. Se inicia un proceso de
rehumanización en distinta medida entre los miembros del Grupo. Esto coincide con la
irrupción del Surrealismo, radicalmente opuesto a la poesía pura.

Los tiempos (caída de la dictadura y de la monarquía, vicisitudes de la República) traen


nuevas inquietudes. La mayoría refleja en su poesía las inquietudes sociales y políticas
del momento. Algunos -Alberti, Cernuda…- adoptan una militancia política concreta y, de
forma más o menos activa, todos se mostraron partidarios de la República al estallar la
guerra.
Tercera etapa: después de la guerra

Pasa la guerra civil. Lorca ha muerto en 1936. Los demás -salvo Aleixandre, Dámaso
Alonso y Gerardo Diego- parten a un largo exilio. Cada cual sigue su rumbo pero sin
abandonar una poesía entrañablemente humana.
En el exilio, algunos poetas manifiestan fuertes imprecaciones contra los vencedores y,
a la larga, la nota dominante será la nostalgia de la patria perdida. En España, la poesía
deriva hacia un humanismo angustiado de tonos existenciales.
A medida que los autores fueron superando la guerra, su poesía encontró el equilibrio y
se abrió a temas humanos universales.

Rafael Alberti vivió en el exilio hasta 1977 (fue diputado por el PCE en la primera
legislatura democrática). Entre sus obras podemos destacar Marinero en tierra (1924)
en el que recrea la lírica popular recordando la mar gaditana desde Madrid. Otra obra
suya, Sobre los ángeles (1929), es una buena muestra del Surrealismo. También
cultivó la poesía social y política desde 1931.

Luis Cernuda también vivió el exilio siendo profesor en universidades inglesas y


norteamericanas. En 1953 se trasladó a Méjico donde murió diez años después. Se
caracteriza por su personalidad solitaria y dolorida. Ni en su vida ni en su poesía ocultó
su homosexualidad. Su tema clave es la distancia entre sus deseos y los límites
impuestos por el mundo (La realidad y el deseo). Cernuda es uno de nuestros grandes
poetas del amor. Cultivó también poesía surrealista en el libro Los placeres prohibidos
que contiene algunos de sus mejores poemas.

García Lorca suma a su interesante obra como dramaturgo, una importante obra
poética. Su personalidad nos ofrece dos vertientes: un Lorca de vitalidad arrolladora y
otro más hondo que siente un íntimo malestar, un dolor de vivir, un sentimiento de
frustración. El tema del destino trágico, la imposibilidad de realización es el elemento
que da unidad a su obra poética y teatral. Lo popular y lo culto van también
hermanados en sus poemas. Entre sus libros destacamos Romancero gitano que nos
acerca a la marginación, a la frustración. Su visita a EEUU en 1929 le supuso una gran
conmoción que podemos apreciar en Poeta en Nueva York. Vemos el poder del dinero,
la injusticia social, la deshumanización, etc. Incorpora un acento social; la frustración y
la angustia no son solo del poeta sino que sintonizan con millones de seres humanos
que sufren. Su última obra es la colección de Sonetos del amor oscuro, publicados
mucho después de su muerte, en 1984.

Pedro Salinas, junto a su interesante labor como crítico, nos ofrece una interesante
obra poética. En 1936 se instaló en EEUU y allí permaneció hasta su muerte en 1951.
Trata de manera recurrente dos temas, el amor y la búsqueda de la perfección
(integración entre el yo y el mundo). El amor en su poesía es un amor rabiosamente
optimista, una fuerza que da sentido a la vida. Sus obras más conocidas son La voz a
ti debida (verso de Garcilaso), Razón de amor (palabras de nuestra poesía medieval) y
Largo lamento (tomado de Bécquer).

Dámaso Alonso, también excelente crítico literario, escribió el ya mencionado Hijos


de la ira, lo que él llama “poesía desarraigada”. La obra es un grito de protesta, una
queja contra la crueldad, el odio, la injusticia,… Realiza angustiadas preguntas a Dios
sobre el sentido de la vida y la condición humana.
Jorge Guillén, es el máximo representante de la poesía pura dentro de su
Generación. En sus poemas se observa una estilización de la realidad, una depuración
hasta quedarse con lo más esencial de las cosas. Posee un lenguaje muy elaborado,
muy selectivo, rigurosamente tratado, pulido, difícil, pero de gran calidad artística.
Guillén concibe su obra como un todo, al que da nombre de Aire nuestro, y que
está formada por las obras Cántico (1919- 1950), Clamor (1950-1963) y
Homenaje (1967).

Vicente Aleixandre, es uno de los que más fruto sacó del Surrealismo, pero
aprovecha de éste solo aquello que pueda serle útil para su proyecto poético que
consta en un entendimiento de la poesía como clarividente fusión del hombre con lo
creado, poesía como conocimiento. Su obra suele dividirse en etapas, la primera
(1928-1943) se caracteriza por una visión pesimista del hombre. Destacan Ámbito
(1928), Espadas como labios (1931), La destrucción o el amor (1933) y Sombras del
paraíso (1943).

Gerardo Diego, es otro de los exponentes generacionales que tan pronto elabora
teorías críticas como poemas de belleza infinita. Su poesía es rica y variada aunque,
desde sus mismas palabras, la crítica tiende a observar un movimiento pendular entre
su “poesía relativa” (la que se apoya directamente en la realidad) y “poesía absoluta”
(que se nutre sólo de sí misma). El conjunto de su poesía se suceden composiciones
con versos tradicionales con otras con versos raros, nuevos y diversos. Versos
humanos (1918-1924). Imagen (1922) y Manual de espumas (1923), los dos últimos,
exponentes del quehacer vanguardista. Tras la Guerra Civil se volvió más
tradicionalista. Trató todo tipo de temas: religioso, amoroso, taurino, musical, pueblos
de España…Gerardo Diego es la mejor imagen de la síntesis entre tradición y
renovación. Es un gran maestro en el arte de versificar, a lo que añade sensibilidad y
sabiduría.
Cristina Ballester Escribano

Miguel Hernández: El rayo que no cesa

Durante la guerra civil, en ambos bandos, la poesía desempeñó un papel importante


como vehículo de propaganda y de aliento para la lucha. Además de la obra de alguno
de los poetas del 27 mencionados destaca la obra de Miguel Hernández. Desde
Orihuela Miguel se trasladó a Madrid donde encontró la protección y la amistad de
poetas del 27 y de Pablo Neruda. Su compromiso con la República durante la guerra
civil hizo que fuera encarcelado. Murió en prisión en 1942 enfermo de tuberculosis.
Volvemos a encontrarnos con el equilibrio entre lo popular y lo culto. Su obra supone
una superación de la deshumanización, achacable a parte de las vanguardias, y es
una apuesta por el sentimiento y la implicación social. Su ejemplo fue un punto de
arranque para la poesía social que se desarrollará en los años 50. El rayo que no
cesa de 1936 es la obra con la que alcanza su madurez poética. Se compone de 27
sonetos y tres poemas en los que trata el tema del amor afectado por dos extremos: la
vida y la muerte. Se le atribuyen influencias de autores clásicos del siglo de oro
español -Góngora, Quevedo y Lope de Vega, entre otros-, pero también el arrebato
amoroso de los poetas del 27. Se interpreta el simbolismo del toro o del rayo, que
simboliza la pasión amorosa que consume al amante y, a la vez, sugiere la herida que
le provoca. El amor no cesa de atormentar su existencia y es presentado como un
destino trágico:

¿No cesará este rayo


que me habita el
corazón de
exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y
herreras donde el metal
más fresco se marchita?

¿No cesará esta


terca estalactita de
cultivar sus duras
cabelleras como
espadas y rígidas
hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

Este rayo ni cesa ni se agota:


de mí mismo tomó su
procedencia y
ejercita en mí mismo
sus furores.

Esta obstinada
piedra de mí brota y
sobre mí dirige la
insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.

4
Cristina Ballester Escribano

5
Cristina Ballester Escribano

A la vez, se trata de una obra colorista que sigue los preceptos impresionistas por su
enfoque sensorial: luz, color, aromas, sonidos e impresiones visuales. Al libro
pertenece la elegía escrita a su amigo Ramón Sijé -la muerte de su gran amigo
coincidió con la publicación del libro-. Luego, su compromiso social le inspira Viento
del pueblo (1937), una de las escasas obras de calidad escritas durante la contienda.
Algunos poemas de este libro como “El niño yuntero” o “Aceituneros” han sido
popularizados a través de versiones musicales de Joan Manuel Serrat, Víctor Jara…
Su última obra es Cancionero y romancero de ausencias (1941), compuesta casi
íntegramente en la cárcel. Se inspira en formas de la lírica popular para hablar
nuevamente de amor. Destaca uno de sus poemas más conocidos “Nanas de la
cebolla”, dedicado a su hijo.

POESÍA DE POSTGUERRA

Poesía social

1955 es un hito, con las dos obras de Blas de Otero y de Celaya: Pido la paz y la
palabra y Cantos íberos en las que ambos superaban su anterior angustia existencial
y se abrían a los sufrimientos de los demás. La solidaridad será una clave; “la poesía –
dice Celaya- es un instrumento para transformar el mundo”. La poesía, por tanto, debe
tomar partido ante los problemas del mundo que le rodea.

Blas de Otero (1916-1979). En una primera etapa, su poesía es existencial,


desarraigada: Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. Con la segunda
etapa da el paso “del yo al nosotros” (en palabras de Alarcos), es la etapa de su poesía
social: Pido la paz y la palabra, En castellano y Que trata de España. La aportación
esencial de este poeta es su profunda y personalísima renovación del lenguaje poético
en todas sus dimensiones (juegos fonéticos, sintaxis entrecortada, riqueza léxica, …)
que tiene como resultado una efectividad expresiva sin parangón en la literatura
española de posguerra.

Gabriel Celaya (1911-1991). En su primera etapa es un poeta con rasgos


neorrománticos y surrealistas: Las cosas como son. Hay en Celaya una etapa sencilla
y de temas humanos, donde alcanza su propia voz y que vemos reflejada en su obra
Tranquilamente hablando. Rompe con esta etapa y comienza a escribir su poesía
comprometida y de denuncia social, es este el período más rico e influyente de su
poesía: Las cartas boca arriba, Cantos íberos y España en marcha. En la última etapa,
en algunos versos se desnuda de todo lo personal y se acerca al puro experimento
lingüístico: El derecho y el revés o Penúltimos poemas.

Gloria Fuertes (1917-1998). Poetisa de voz personal e intransferible, con su fuerte


carga de profundidad social en los 50. Escritora mediática, se hizo especialmente
conocida en España a partir de los años setenta por sus colaboraciones en programas
infantiles y juveniles de Televisión Española, fama que eclipsó su reconocimiento como
poeta de la posguerra española. En su poesía abogó por la igualdad entre mujeres y
hombres, el pacifismo y la defensa del medio ambiente. En 2017, con motivo de la
celebración del centenario de su nacimiento se ha reivindicado su papel en la poesía

6
Cristina Ballester Escribano

española del siglo. Destacan sus poemarios Isla Ignorada, Antología y Poemas del
suburbio, Aconsejo beber hilo, Cómo atar los bigotes al tigre y Obras incompletas.

Ángela Figuera Aymerich (1902-1984). Se la considera una de las principales figuras


de la denominada poesía desarraigada de la Primera Generación de Postguerra
Española. Su primera obra poética Mujer de barro la escribe con cuarenta y seis años,
se trata de una obra de temática amorosa. Al igual que Gabriel Celaya y Blas de Otero,
escritores también vascos como ella, empieza su etapa de poesía social: Belleza cruel
y Toco la tierra. Letanías; este último es considerado por muchos su libro de mayor
madurez.

En cuanto a la temática hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de
España, más obsesivo que en los noventayochistas y con un enfoque bien distinto
(más político). Dentro de la preocupación general por España se sitúan temas
concretos: la injusticia social, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad, etc.

Las intenciones de estos poetas hacen que se dirijan “a la inmensa mayoría” con un
lenguaje claro, directo. Las preocupaciones estéticas quedan pospuestas. Muchos
caerán en una poesía “prosaica”, de escaso interés; otros aciertan a descubrir las
posibilidades y los valores poéticos de la lengua cotidiana. Además de los poetas ya
citados (Celaya y Blas de Otero) debemos citar como poetas sociales a Ángel
González, un poco más joven, y a muchos de los representantes (como Victoriano
Crémer, Eugenio de Nora o Carlos Bousoño) de la llamada poesía “desarraigada”, la
de quienes expresan –con un estilo bronco, directo y poco preocupado por recursos- la
desazón y angustia por vivir en un mundo que les parece caótico y doloroso; además
presentan una religiosidad conflictiva y un humanismo dramático cercano al
existencialismo y se agrupan en torno a la revista Espadaña, fundada en 1944.

7
Cristina Ballester Escribano

De la poesía social a una nueva poética (años 60). Generación de medio siglo.

Características.

Ya durante los años de auge de la poesía social, se observan otras corrientes


poéticas. Poetas como José Hierro o José Mª Valverde, aunque presenten a veces
acentos sociales, no pueden encasillarse en aquella tendencia. Y ya hacia el final de
la década de los 50 comienzan a aparecer poetas nuevos que representan la
superación de la poesía social.

En 1960 Celaya admitía que “aunque uno no lo quisiera, seguía siendo un


minoritario”, se comprende que era ilusorio querer “transformar el mundo” con libros
de poesía de tiradas muy limitadas. El despego de la poesía social irá creciendo en
los años 60. No se abandona la preocupación por el hombre, pero domina cierto
escepticismo que los aleja de la poesía social. Huyen de todo tratamiento patético
y se vuelve a una poesía de la experiencia.

Su temática se caracteriza por el retorno a lo íntimo: infancia, familia, amor y


erotismo, amistad, etc. En esta vuelta a lo cotidiano pueden surgir quejas, protestas
o ironías que dejan ver el inconformismo.

En el estilo se rechaza por igual el patetismo de la poesía “desarraigada” y el


habitual prosaísmo de tantos poetas sociales. Aparece un mayor rigor, una exigente
labor de depuración y de concentración de la palabra. Renace el interés por los
valores estéticos.

Destacan en esta línea Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel
Valente, Francisco Brines y Claudio Rodríguez, autores que ejercerán un
especial magisterio en posteriores promociones y que son conocidos como la
generación del cincuenta o del medio siglo y que se agrupan en torno a
Barcelona y Madrid. Coindicen en un desplazamiento d elo colectivo a lo personal,
en una refinada ironía, en el humor… Nos hablan del tiempo, de la fugacidad de la
vida, del “paraíso perdido”, de la infancia, del amor, reflexionan sobre la propia
poesía…

Ángel González (Oviedo, 1925-2008). Su obra presenta dos etapas, aunque, vistos
en su conjunto, sus versos constituyen un único libro en continuo desarrollo.
El primer ciclo comienza con Áspero mundo (1956) y se alarga hasta Tratado de
urbanismo (1967). Su poesía refleja una amarga decepción y un pesimismo de corte
existencial, que conjuga con una dura crítica del mundo que le rodea. El aspecto
fundamental de Áspero mundo es el paso del tiempo planteado con gran
dramatismo, y el dolor y la decepción son las notas predominantes. Otros libros:
Grado elemental (1962), Palabra sobre palabra (1965) y Tratado de urbanismo
(1967).
La segunda etapa comienza con Breves acotaciones para una biografía (1971) y
Prosemas o menos (1985), entre otros. Esta segunda etapa se caracteriza por una
mayor libertad expresiva que se traduce en distorsiones semánticas, rupturas de

8
Cristina Ballester Escribano

frases hechas, juegos de palabras, deformaciones y violaciones sintácticas; también


la ironía y el humor que, en ocasiones, lleva al chiste; y el uso de un léxico muy
poco poético (los “antipoemas”).

José Agustín Goytisolo (1928-1999). Se inicia con El retorno, elegía dedicada a su


madre muerta durante un bombardeo en Barcelona, tema que repite treinta años
después con Final de un adiós. Inició su poesía satírica con lenguaje sarcástico con
Salmos al viento, sigue con Algo sucede y Bajo tolerancia, obras en las que muestra
su irónica actitud ante la realidad española de entonces. En los años 80 publica tres
nuevas recopilaciones de poemas: Palabras para Julia y otras canciones donde
agrupa sus “letras para cantar”, A veces gran amor, antología de tema más o menos
amoroso y Sobre las circunstancias, donde recoge poemas de “circunstancias” con
un tono irónico o sarcástico.

Jaime Gil de Biedma (1929-1990). Es breve la trayectoria poética de este poeta


que abandona la escritura de la poesía –según él– porque ya no siente la necesidad
o la pasión de escribir. El tema central de su poesía es el paso del tiempo y el cómo
salvarse del tiempo se convierte en una obsesión: él mismo declara que los dos
temas esenciales de su poesía son “el tiempo y yo”. Su obra poética Compañeros
de viaje, Moralidades y Poemas póstumos se halla recogida en un breve volumen
titulado Las personas del verbo.
Un aspecto importante de la poesía de Gil de Biedma es el escenario urbano en el
que se sitúan la mayoría de sus poemas, lo que se interpreta no solo como un signo
de modernidad sino también como una actitud irónica del poeta hacia los moldes
poéticos tradicionales en los que la naturaleza era un escenario convencional.
Asimismo, es frecuente en su poesía el empleo de un tono conversacional que
acerca la expresión al plano oral y le da una impresión de viveza.

José Ángel Valente (1929-2000). La escritura de Valente ha sido una constante


indagación en el lenguaje en busca del conocimiento poético y de la propia
salvación a través de la palabra. Su poesía evoluciona desde una concepción
ascética hasta un planteamiento místico. Valente divide su obra poética en dos
grandes bloques o ciclos: el primero lleva el título global de Punto cero (1953-1976)
y abarca desde A modo de esperanza hasta Interior con figuras; el segundo, el más
compacto y unitario, es el fundamental y lo titula Material memoria (1977-1992) y
comprende desde el libro así titulado hasta No amanece el cantor; su último
poemario Nadie (1996) quedaría fuera de este segundo ciclo.

Francisco Brines (1932). Es el autor más homogéneo de su promoción, ya que su


visión poética ha cambiado muy poco desde su primer libro. Su poesía se
caracteriza por estar dominada por una gran preocupación metafísica y tono
meditativo y elegíaco, con el tiempo, el amor y la muerte serán sus ejes temáticos.

Como recursos expresivos: la implicación continua del lector y la abundancia de


escenas cotidianas. También en este autor el núcleo principal de la poesía es el
paso del tiempo y las consecuencias que ello provoca. Entre sus libros destacan
Las brasas, Palabras a la oscuridad, Aún no y El otoño de las rosas.

9
Cristina Ballester Escribano

Claudio Rodríguez (1934–1999). La breve pero singularísima obra de Claudio


Rodríguez se caracteriza por dotar de un enorme valor simbólico y expresivo los
elementos más corrientes de la vida rural.
En su obra poética se distinguen distintas fases, una por cada libro publicado, que
se corresponden con la trayectoria vital e intelectual del poeta. En su primer libro
Don de la ebriedad, el poeta canta la esencia de la poesía y utiliza un léxico rural y
natural. En Conjuros lo que domina es la indagación en las cosas, en los elementos
más comunes, naturales y sencillos. El vuelo de la celebración significa la unión del
poeta con la persona amada y con las cosas; el amor se revela como la más alta vía
de conocimiento, la que permite ver lo que habitualmente no se ve. Su último libro
publicado, Casi una leyenda, gira en torno a la dialéctica historia/leyenda referida a
la vida del autor y su diálogo con las cosas.

1
0

También podría gustarte