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Dialnet ElGiroBarroco 3656860
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Si esto es así, no debería ser imposible esta- Pero en el caso del barroco las cosas se
blecer unos ejes ordenadores de esta arena de enrarecen. Contrariando la regla clásica
discusión, tomando como guía la diferencia que señala que “a mayor comprehensión
de lo histórico y lo conceptual, advirtiendo o denotación de un concepto, menor es
en cada caso el grado de inclinación hacia su extensión o connotación”, en el barroco
uno u otro polo como determinación de la connotación o extensión del concepto
última instancia. sería directamente proporcional a su com-
prehensión y denotación, lo que conduce
Tener un concepto de algo quiere decir, a la fragmentación de su identidad. Y por
tradicionalmente, contar con un saber más que se esmeren las clasificaciones en
determinado sobre algo determinado. De lograr una articulación estable, sólo subra-
modo que “si sé lo que busco, si reconozco yarán la discontinuidad. Si atendemos a
lo que encuentro, si entiendo lo que digo las caracterizaciones del barroco según la
cuando expreso algo con palabras es porque bibliografía que referimos, nos hundimos
tengo un concepto de lo que mis palabras en una miscelánea exuberante que amenaza 95
significan”. El concepto constituye la ob-
10
con lo inconceptuable: “coincidencia de los
jetividad del objeto, el artificio objetivo que opuestos”, “caracteres absolutamente hete-
recorta su comprehensión y su extensión, su rogéneos, aplicables a períodos distintos”,
denotación y connotación, como dicen los “elaboración cerebral, agudeza y paradoja”,
lógicos. La cantidad de individuos y especies “apoteosis del artificio, imaginería fantas-
que subsume bajo su unidad es proporcio- magórica”, “desborde de las emociones,
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negativa en el hombre gótico, que desempeña bitraria que corría el riesgo de adquirir a
hoy un papel perturbador y pasea su existen- pesar suyo, asistimos como reacción, a una
cia fantasmal por el universo intelectual de restricción del barroco”18, a una determina-
importantes historiadores; androides a los ción de los períodos y de los lugares cada
cuales hay que añadir el hombre barroco del vez más restrictiva, “o incluso a la negación
que Shakespeare sería un representante”.16 radical: el Barroco no ha existido”.19 “Pero
es extraño negar la existencia del barroco así
“Barroco”, por último, es algo que no se lle-
como se niega la existencia de los unicornios
va bien con la objetividad. Como si abordar
o de los elefantes rosa. Sobre todo porque en
el barroco con pretensiones de saber, pusiera
el caso del unicornio el concepto está dado;
al saber ante su límite, ante la verdad; como
mientras que en el caso del barroco se trata
si el saber fuera clásico y la verdad barroca,
de saber si puede inventarse un concepto
y cada vez que este intenta domesticarla, se
capaz de objetivar alguna existencia”.20
pierde a sí mismo, se vuelve barroco.
Es “fácil hacer que el barroco no exista –dice
Difícilmente podrá admitirse el hecho de
Deleuze– basta con proponer su concepto”21.
que nociones como Renacimiento o Barroco
Un concepto de barroco equivale a hierro de
sean capaces de dominar conceptualmente
madera, como se dice. Pero, a la inversa, sin
el objeto de estudio en cuestión. Y suponer
concepto barroco tampoco serían posibles,
que los esfuerzos modernos de comprensión
como sugeríamos, los fenómenos barrocos.
de los distintos períodos históricos puedan
Cuando hablamos del barroco, entonces, su
llegar a adquirir validez mediante eventuales
noción tiende a desestabilizarse sistemática-
discusiones polémicas en que las épocas se
mente según el uso, a incluir, transformar
enfrentan a cara descubierta, por así decir-
y transformarse en aquello que se le opone,
lo, “equivaldría a ignorar que la naturaleza
adoptando más el comportamiento de un
misma del contenido de nuestras fuentes,
suele estar determinado por intereses ex-
aleph, de un apeiron o de una mónada, que 97
de un concepto. Como si la cosa barroco
temporáneos...”17.
exigiera que su nombre coincidiera con su
“Los mejores inventores del barroco –señala performatividad; como si su nombre debiera
Deleuze– los mejores comentaristas, han ser la cosa, su traza, su tejido, su materia, y
dudado sobre la consistencia de la noción. nunca un significado. Una cosa lacunaria,
Espantados entonces por la extensión ar- ruinosa, inacabada, siempre incoincidente
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barroco y de ella se seguía una sucesión de nizado entre dos formas”32, una especie de
negaciones perentorias, alusiones mortifi- guerra de los mundos en que la totalidad
cantes27, su señalización como anti-estilo, de la existencia de uno (la del clásico), se
“hinchazón y corrupción lingüística”... ve amenazada por la del otro a lo largo y
“lo excesivo carente de esencias verdaderas ancho de su economía. Cosa que no ocurre
y profundas”28... “un gótico degenerado” a la inversa; porque lo barroco no se opone
como lo nombró a veces Worringer. Inclu- simplemente a lo clásico, sino, a la oposición
so en algunos casos se prefirió “ignorar el clásico/barroco. Lo que sugiero, sin posibili-
espacio propio del barroco y establecer un dad de desarrollarlo, es que sortear el sistema
puente directo entre el Renacimiento y el clásico de comprensión presupondría eludir
Clasicismo”.29 Pero el déficit del concepto, la diferencia, la oposición y la jerarquía
más que del barroco habla de los límites entre lo clásico y lo barroco, deconstruir la
que regulan la pre-comprensión con que se diferencia “metafísica/barroco”.
lo ha intentado elaborar. En efecto, lo que
con las desvaloraciones del barroco se co- Lo único novedoso de esta letanía ante el
rrobora, antes que un defecto o minusvalía sembrado barroco es el hecho de que la
del barroco, es la reacción auto-protectiva subjetividad de la cual proviene no logra sos-
de la precomprensión clásica que, en vez tenerse ante él. Y algo así creo que Benjamin
de activar una crítica de sí como aparato nos propone en El origen del drama barroco
de objetivación, acentúa su inercia auto- alemán. No por nada ese ensayo comienza
afirmándose en la misma proporción en que con una extensa crítica del modo clásico de
experimenta al barroco como amenaza de su comprender (pre-comprender) el método,
condición. Cosa que difícilmente dejará de la deducción del conocimiento, de las cate-
hacer. Porque dejar de hacerlo es disponerse gorías, del objeto, del funcionamiento del
a morir, pasar a otra cosa. Antes que eso:
inercia, narcisismo primero, autoafirmarse
concepto, de la representación, de la idea,
del símbolo, de la alegoría.
99
en “un desconocimiento del barroco”30,
Tal crítica no sólo aspira a desmarcarse
una “restricción extrema del ángulo para la
de la matriz clásica de manipulación del
visión del barroco”.31
barroco que cierra cualquier posibilidad a
Es difícil que tal crítica se active porque lo su acceso, sino que intenta poner en vilo
que está en juego “es una conflicto encar- la comprensión tradicional de acceso a la
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verdad. Pone en vilo la forma, la estética éste procura”... “proponiendo esa represen-
clásica de la verdad: “el método que para tación en sustitución de la verdad, desde el
el conocimiento es un orden que permite imperativo poseerla”35, “marcándola con
alcanzar el objeto de la posesión... para el carácter de cosa poseída”36, y no “como
la verdad consiste en la exposición de sí algo que se auto-manifiesta...”37, Benjamin
misma. ...Por tanto el método es algo dado da pábulo a la densa capa de mediaciones
con ella en cuanto forma”. Se trata no de
33
materiales, prejuicios, memorias y archivos
una nueva forma de abrirse paso hacia el que constituyen el heteróclito sedimento
barroco, sino más bien una forma barroca de la “testificación histórica”, del “conte-
de abrirse paso hacia las cosas. Esa maniera nido de verdad” que cada cosa, o porción
barroca de “exposición de la verdad”, antes de cosa (sujeto incluido) expresa con y sin
que apelar a múltiples artificios y órdenes intención. La voluntad de objetivar, por lo
para objetivarla, se propone neutralizar demás, arrebata al lector “entusiasmándolo
escépticamente los artificios, suspender la por una sola vía, sin que este se detenga en
intencionalidad del método, dejar que las los momentos de observación diversos y
materias mismas se auto-expongan en su dispersos, no sistematizables, no unifica-
inestabilidad y diferencialidad. Más que bles en un todo orgánico”.38 En el “amén”
el paciente trabajo de poner a distancia los escéptico que hace lugar y tiene lugar
prejuicios e intenciones, la densa capa de en esa densa capa de memorias, el juicio
mediaciones que automatizan y predeter- general es interrumpido, diferido, restado
minan el juicio (como apreciamos en la infinitamente.
primera de las Meditaciones Metafísicas de
Si “la teleología de la ilustración veía en la
Descartes, o en la primera parte del Discurso
felicidad humana el fin último de la natu-
del Método) para así, una vez librado de la
100 maraña de prejuicios, afirmarlo y sostenerlo
raleza y de la historia”39... “para el barroco
la finalidad de la naturaleza estriba en la
en su autonomía, su autoría e inmediatez
expresión de sí misma, expresión que, en
autofundada; más que “intentar capturar
tanto alegórica, nunca puede coincidir con
la verdad... como si viniera volando desde
la realización histórica de un sentido”.40
fuera”34 “haciéndola depender del albedrío
proyectivo del método”... “de modo coerci- Más que voluntad de saber y de asegurar los
tivo”... “aferrándose a la representación que conocimientos que él mismo hace posibles,
El giro barroco / Willy Thayer
cada fragmento”47 sin aferrarse a ninguna como será característico del materialismo
corriente, más bien lejos de muchas y en el benjaminiano, interesarse por corsés, plu-
cruce de varias. Y “no hay por qué temer en meros, peines, avisos publicitarios, fotogra-
ello una pérdida .. tal como no la hay en la fías viejas, réplicas artesanales de esculturas
majestad de los mosaicos, majestad la cual clásicas, botones, cuellos de camisa, modas
perdura a pesar de su despiece en capricho- obsolescentes, gasolineras, postes de alum-
sas partículas”.48 “Nada podría manifestar brado, etc. Porque los objetos almacenan, en
con más fuerza el alcance... de la verdad forma cosificada, constelaciones, memorias,
que el modo como la contemplación y el testificaciones históricas; y es en ellos donde
mosaico yuxtaponen elementos aislados y hay que enfocar si se trata de elaborar una
heterogéneos... El valor de los fragmentos filosofía no teleológica del tiempo, del
de pensamiento es tanto mayor cuanto espacio y de la historia. Es en ellos donde
menos inmediata resulte su relación con “anida también un potencial de fantasía para
la concepción básica correspondiente... La la transformación social”.
relación entre el trabajo microscópico y la
Sin embargo, la reivindicación de los fueros
magnitud del todo plástico e intelectual
de la verdad no es equivalente, en Benjamin,
demuestra cómo el contenido de verdad se
a la negación simple del conocimiento o de
deja aprender sólo mediante la absorción
la intencionalidad. No se trata de apartar lo
más minuciosa en los pormenores de un
conocido para afirmar una verdad más allá
contenido fáctico”.49 “En las ruinas de los
del saber o de la intención. La verdad como
grandes edificios la idea de su proyecto habla
muerte de la intención se consigue sólo a
con más fuerza que en los edificios.... bien
través de la manifestación heteróclita de las
conservados”.50 El “valor de los fragmentos
intenciones y los conocimientos como una
de pensamiento es tanto mayor cuanto
de las manifestaciones de la verdad que fluye
102 menos inmediata resulta su relación con la
concepción básica correspondiente”.51
en el piélago de aproximaciones y reflejos.
Más que intentar una síntesis abarcadora de
“Es común a las obras literarias de aquel su comprensión, se tratará, para Benjamin,
período acumular fragmentos incesante- de abrirse a la fragmentariedad, “seguir las
mente sin un propósito bien definido y el distintas gradaciones de sentido en la expre-
adoptar estereotipos con vistas a su realce a sión de un objeto. Así expuestas las cosas,
la espera permanente de un milagro”52; tal tejerán un paisaje irregular que interrumpe
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dado, terminado (cifra finita de infinita Cada uno de los lugares posibilitados en
predicabilidad). la inflexión (partiendo por la inflexión
misma) se desperfila topológicamente, dice
El concepto barroco de concepto se com-
Deleuze, no genera coordenadas estables, no
porta, entonces, más como suceso singular,
se sitúa ni a la derecha, ni de la izquierda, ni
dice Deleuze, en el sentido de la mónada.
al medio, ni arriba, ni abajo.67 Crecen por
Es conocido que “Leibniz aportó una nueva
el borde y sobre el borde en “la libertad de
concepción del concepto... y que esa con-
añadir siempre un rodeo, convirtiendo todo
cepción se opone a la unidad clásica”62, la
intervalo en el lugar de otro plegamiento
unidad (ev) platónica y la unidad (eneada)
o inflexión infinitesimal”68 ...sin producir
de Plotino. “Concepto” deja de referir un ser
corte o vacío. El despliegue de la inflexión
puramente lógico, deja de definirse por su
generalidad y universalidad; y se convierte “no es, ciertamente su atenuación sino la
en un individuo, una mónada63, un punto continuación... de su acto”69 ...“hacia los
de inflexión en que confluyen (panta koi- límites del marco, siempre excedido, ...mo-
non) las sombras de muchas mónadas que dulándose en dobleces que se insinúan en
son, a su vez, sombras de muchas mónadas, el interior y que desbordan el exterior”70...
que a su vez son... un rumor de Dios; de “afectando a todas las materias, que de ese
Dios como rumor. modo devienen materias de expresión,
según escalas, velocidades, y vectores dife-
** rentes”.71 Así “todo contorno se difumina
Deleuze nos propone como concceto ba- en beneficio de las potencias formales o
rroco, el “pliegue, en toda su comprensión manieras, que ascienden a la superficie y
y extensión”.64 Y define el pliegue, por la se presentan como otros tantos repliegues
escisión.65 Esta no es un corte simple que suplementarios”72 terminando siempre “en
crea polos binarios, diferencias representa- espuma o en crines”,73 series discontinuas 105
cionales. Se trata de una cisión que “relanza sin profundidad ni verticalidad. Lo único
los términos por ella creados unos sobre profundo es la superficie que no cesa. El
los otros”66, infectándolos mutuamente, paisaje se vuelve instalación que no acaba:
de manera que nacen ya sin la posibilidad “vestido, cuerpo, roca; las aguas, las tierras,
de constituirse como “mismos”, dislocados las líneas”74 ...“las montañas, los tejidos,
de la identidad o la presencia a sí de sí. los tejidos vivientes, el cerebro”75 ...“el con-
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Benjamin, como más recientemente Deleu- “una hermosa criatura duerme tras el seto de
ze, ha retomado el giro que Leibniz operó en espinas de las páginas que van a continua-
la comprensión clásica del concepto como ción. Que ningún príncipe afortunado se le
unidad lógica, igual a sí misma, cuya univer- acerque revestido de la cegadora armadura
salidad vale para muchos; convirtiéndolo en de la ciencia, pues ella le morderá al dar el
mónada. En la “Introducción” a El origen del beso de compromiso”.95
drama..., acercará la alegoría a un conjunto
Cuando Benjamin dice que “el objeto de
de nociones (idea, origen, mónada, imagen,
su investigación es la idea”96 o la alegoría,
cosa, nombre, constelación) que sobresalen
no hay que ilusionarse, entonces, con que
en el ensayo. Pero si sobresalen ello no
el asunto temático de la investigación serán
ocurre porque estas nociones constituyan
estas nociones. Más que abordarlas temá-
algo así como sus categorías articulantes de
ticamente estas nociones atemáticamete
última instancia. Tampoco resaltan porque
expresan el intento de volver temático el
constituyan el asunto que temáticamente el
orden clásico del comprender, orden que
ensayo se dedique a exponer y fijar. Contra-
como una estructura valorativa articula no
riamente a constituir nudos de articulación
sólo la comprensión tradicional del barroco,
del texto, o los objetos temáticos que éste se
sino la comprensión en general. Es desde
propone exponer, estas nociones irrumpen
ellas, como límite o muerte, como parálisis
en el texto como límites de la comprensión
de dicha comprensión (o pre-comprensión),
clásica. Constituyen, en el texto, aparicio-
que esta comprensión será expuesta, saltará
nes que no pueden ser reducidas a dicha
de una posición de sujeto que mira a la
comprensión, que la interrumpen; y que
posición de objeto mirado.
cumplen, respecto de ella, si puede decirse,
una función reveladora. Como aletas de una En ello reside la familiaridad que estas
criatura anasémica que asoman en la superfi- nociones guardan entre sí. Su familia- 107
cie del texto, análogas a pequeñas puntas de ridad no implica la reductibilidad o la
iceberg, estas nociones no se dejan reducir cambiabilidad entre ellas, sino que viene
a la comprensión clásica, y pincharán a dada por el hecho de que provienen de
cualquiera que intente domesticarlas de esa la misma criatura que yace a las espaldas
manera. A propósito de su libro El origen del texto. Y nos centramos, de paso, en
del drama barroco alemán dice Benjamin: la alegoría, por ser la inflexión que en el
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curso de nuestro recorrido exige cierta espacios de mundos posibles en que pudo
explicitación. y puede estar, como Sexto Tarquino al final
de la Teodicea de Leibniz.
La alegoría no está nunca en representación
de otro, no cumple una función metafórica Pese a todo, la calavera adopta en cierto
ni metonímica de representar conceptos, modo una función “representante” o “gene-
sentidos u objetos presentes o ausentes. ralizante” de todo objeto (sujeto incluido),
En este sentido la alegoría benjaminiana se en la medida en que toda cosa está afectada
desmarca de la alegoría en sentido tradicio- por la caducidad. Pero el carácter de cadu-
nal subsumida al sentido, a la unidad, a la cidad que todo objeto expresa (partiendo
categoría: en la alegoría, dice Benjamin, “no por el más novísimo), no dice relación a la
hay el más remoto vestigio de una espiritua- comprensión clásica de la muerte como cor-
lización de lo físico”.97 Es, entonces, testifi- te simple, como cisión que separa un tiempo
cación de sí misma y para sí misma, como de otro, un mundo de otro. Tampoco dice
la mónada. Pero este “sí misma” hay que relación a la caducidad como proceso de
tomarlo cum grano salis. Porque si de algo corrupción, envejecimiento, degeneración,
está originariamente eximida la alegoría, desestructuración y corrupción. La alegoría
según se dijo, es de la mismidad, aunque no o mónada (ya no las diferenciamos) no
así de la singularidad. Así, una calavera hu- puede ni generarse ni corromperse. Si nace,
mana expresa, a la vez, la condición mortal
nace hecha, y si muere, se aniquila completa.
de la especie como la muerte particular del
Comienza por milagro y termina por ani-
individuo98 de esa calavera. Expresa también
quilación99, dice Leibniz, como una fórmula
la caducidad en la naturaleza y en la histo-
matemática. Milagro y aniquilación, a la
ria; la relación de naturaleza y muerte, y de
vez, indecidiblemente, dirá Benjamin, por
historia y muerte; así como la relación entre
108 muerte natural y muerte histórica. También
cuanto son actualidad de obsolescencia, o
imagen. A su cifra finita de infinita variedad
expresa los contextos en que esa calavera
o predicabilidad infinitesimal, nada le falta y
históricamente testificó, la cita de tiempos
nada le sobra; nada le entra y nada le sale.
y de estratos, de huellas que la traman. En
tanto testificación de sí, la calavera lo es del Toda alegoría, cualquier objeto o sujeto en
mundo, de los tiempos y los espacios del tanto alegoría, es testificación de sí y del
mundo, así como de los tiempos y de los mundo, no como un proceso sumatorio
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gracias a una dialéctica que culmina en como algo sin terminar”.107 En términos de
ella, como síntesis o resultado final de un conocimiento, de intencionalidad y capital,
proceso. Tampoco es efecto espontáneo de la “la alegoría termina por quedarse con las
subjetividad, o de algún tipo de innatismo; manos vacías porque significa siempre algo
“no se induce a partir de principios comunes distinto de lo que es... el no-ser de lo que
observables en fenómenos parciales”; tam- representa”.108 Añade siempre un plus a la
poco se deducen desde una generalidad a expresión del caso. Testifican siempre más
una serie de ejemplos; no son “lo que llega de lo que en cada caso testimonian. “La
a ser de lo que ha surgido, sino lo que está ambigüedad, la multiplicidad de sentido,
surgiendo del llegar a ser y del pasar (...) se es su rasgo fundamental”109; y el rasgo tam-
localizan en el flujo del devenir como un bién del método alegorista del mosaico: “la
remolino que engulle en su ritmo el material alegoría, el barroco, están orgullosos de la
relativo a esa génesis”.106 Esto quiere decir abundancia de significados”.110
que no es autofundada ni soberana, en el
sentido del sujeto moderno. No comienza Su lacunariedad o fragmentariedad no
ni termina en sí misma, como la idea clara quiere decir defecto, que algo le falte, o
y distinta, en Descartes. Su interioridad algo le sobre. Constituyen una singularidad
es predicabilidad infinita sin sustantivo; o infinitesimal contingente y tautológica en su
donde el sustantivo es un predicado más. heterología, como piélago en el que en cada
Se constituye, más que a partir de un corte fragmento es a la vez un piélago en proceso.
simple con la exterioridad, como un pliegue Son perfectas en su tipo, como cifra singular
de la exterioridad sobre sí, como bolsillo o siempre incoincidente consigo misma.
guante, indecidiblemente interior y exterior,
Por su carácter esencialmente fragmentario,
como cinta de Moevius.
citacional, la alegoría diverge del concepto
110 La pluralidad infinitesimal que pliega es y del símbolo111, que presuponen la unidad
siempre lacunaria, en proceso heterológico. como principio que los rige, a pesar de la
En este sentido no se da nunca a conocer ambigüedad a que se encuentren sometidos:
en el modo manifiesto del objeto, y “su “es difícil imaginar algo que se oponga más
ritmo se revela solamente a un enfoque encarnizadamente al símbolo artístico o
doble que la reconoce como restauración o plástico, a la imagen de la totalidad orgánica
rehabilitación, por un lado, y debido a ello, (al concepto hay que añadir) que ese frag-
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mento amorfo y estricto en el que consiste la regla. Los principios del método lo son
la imagen gráfica alegórica, habitada por un originariamente, a la vez, de la política, de
“principio destructor” de la totalidad y la la episteme, de la sensibilidad.
unidad, que da siempre testimonio de lo in-
En el Discurso del método de Descartes, la
concluso como “inquietud petrificada”. Más
soberanía metodológica del gobierno están
que alegorías interpretativas, las alegorías
monopolizada por el geómetra, el arquitec-
barrocas –remontándose al origen griego de to114, el médico.115 Si el método es inten-
la alegoría, allos/agora– ponen en práctica cionalidad, juicio (y tomamos a Descartes
un principio performativo y una lógica de como ejemplo de la identificación entre
la dislocación, que interrumpe la dialéctica método e intencionalidad) tal intencionali-
del sentido. Gracias a ella el Barroco se dad –como decisión soberana– exige, antes
revela como “otro discurso” que jamás se que nada, y como una condición contigua
dejará asimilar por el discurso del otro, que de su soberanía, la neutralización de toda
es propio de la dialéctica clásica. heteronomía o pre-juicio. Demanda la sus-
Por último, si lo bello es una categoría pensión del juicio (la duda hiperbólica sobre
vinculada a la totalidad, a la forma cerrada, los principios del método). Tal suspensión,
la alegoría, como fragmento inacabable, “re- como apertura del estado de excepción de la
ley, de todo régimen de gobierno, de juicio,
conoce encontrarse más allá de la categoría
de orientación; como salida al tajo abierto
de lo bello”.112 En cuanto materialidad y
de la anomia, es escenificada en la Primera
archivo, es lenguaje. Pero un lenguaje que
Meditación mediante una serie exhaustiva
no puede pronunciarse desde fuera.
de reducciones (epoches) que en su hipérbole
**** (el genio maligno) terminan suspendiendo
la posibilidad misma del juicio, del prin-
El método clásicamente constituye el saber
de los principios (arjai) y desde los princi-
cipio de sujeción del sujeto. El sujeto, el
juicio, el método cartesiano, se constituye
111
pios. Quien detenta dicho saber es el prín-
en un doble movimiento: el movimiento de
cipe, el soberano, el arquitecto (architekton)
sujeción en la desujeción; y de desujeción
de la ciudad. El que gobierna porque está
en la sujeción.
del lado del principio, del origen (arche),
del mando (archein)113, como cetro y centro El movimiento de la suspensión del juicio y
del gobierno; el que decide el camino, la ley, la apertura al descampado; la destrucción de
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tar que el estado de excepción (como regla, presenta.... como una dicha rápida, como
como decisión) se produzca”.130 “El príncipe el akmé de los griegos: el fiel de la balanza
que tiene la responsabilidad de tomar una no oscila sino débilmente. Lo que espero
decisión durante el estado de excepción, en no es verla inclinarse nuevamente, menos
la primera ocasión que se le presenta para aún el momento de la fijeza absoluta, sino,
realizarla, se revela incapaz de tomarla”131, en el milagro de esta inmovilidad vacilante,
como verdadero soberano o príncipe sin el temblor ligero, imperceptible, que me
arbitrio; como excepción sin libre albedrío. indica que vive”.133 Eclecticismo de la de-
Lo cual no indica, necesariamente, una falta cisión que mantiene en vilo la anomia de la
de responsabilidad del príncipe. Indica, más excepción pura134, sin decisión; la anomia
bien, que un cambio en la constelación de la soberanía que ni instala ni conserva
de la responsabilidad se ha producido. La el derecho, sino que lo suspende, abrien-
responsabilidad se ha vuelto ahora barroca, do entre fuerza y derecho una inflexión
infinita. “Así como la pintura manierista suplementaria que ningún conato puede
desconoce por completo la composición colmar. El lugar de esa suspensión no está
sobre la base de una iluminación serena, así dentro ni fuera del derecho; dentro ni fuera
también las figuras principescas del teatro de la anomia, sino en la justa distancia de
de la época aparecen envueltas en el crudo ambos y de sí misma, como suspensión,
resplandor de su decisión mudable”.132 como destrucción.
Esta capacidad o poder de indecidir, este Ahí en la soberanía, donde se ha suspendi-
eclecticismo, este precipicio o melancolía do la norma general, y la singularidad en
de la decisión, sería propia del soberano cada caso es lo que cuenta, todo se ha vuel-
barroco, cuyo conato se congela en el ins- to excepcional, porque nada es excepcional.
tante de la decisión, en la inminencia de Ninguna cosa es más excepcional que otra;
114 su amago, como un “delirio de la contem- como si Sexto Tarquino (hacia el final de la
plación”. Si la decisión, en su despliegue Teodicea de Leibniz), en vez de decidir ser
clásico, es intencionalidad, corte, cisión, rey y asesinar a su familia; o no serlo y vivir
juicio, concepto, tal decisión adopta en el en feliz anonimato a la orilla del océano, se
príncipe barroco el temple de una pausa, sosegara en la contemplación de sus vidas
como el akmé o el cenit de Focillon: “breve virtuales, en la negociación infinita con
minuto de plena posesión de las formas, se las series espectrales de vidas posibles que,
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como vestigios, tejen la singularidad que una filosofía que experimenta, como en un
Sexto es, en tanto cifra finita de infinita treno, la historia desde la perspectiva de la
predicabilidad. caducidad.141 “Contemplada desde el lado de
la muerte la vida consiste en la producción
La melancolía barroca constituye el poder
del cadáver”.142 Este enunciado puede resu-
de paralizar la ejecución y abrir así la virtua-
mir la filosofía de la historia que envuelve al
lidad, la posibilidad: “la melancolía en per-
príncipe barroco. El cual, “por más alto que
sona habla: en ningún lugar hallo reposo/
esté entronizado sobre sus súbditos y sobre
me veo obligada a pelear conmigo misma/
el Estado (como estado de excepción)... es
estoy sentada/ me echo/ me pongo en pie.
el señor de las criaturas, que no deja de ser
Y todo ello sucede en mis pensamientos”.135
una criatura él mismo”.143 Lejos del pathos
A la inversa del príncipe cartesiano, que
heroico y comisarial de la medicina-política
cuando que enfrenta posibilidades opta por
inmanente contra la muerte, medicina-po-
una y elimina las otras, el príncipe barroco
lítica que “progresa en medio de la nada y
opta por todas, como el burro de Buridan,
dios”144; lejos de la constelación del progreso
o Ts´ui Pen, en El jardín de los senderos que
que dialectiza “el inmenso campo de ruinas
se bifurcan (Borges). “El príncipe, como
de la historia, el altar del sacrificio en el que
paradigma del melancólico”136, de la “pará-
resuenan los lamentos de los pueblos y de los
lisis contemplativa ... la apatheia estoica”137,
individuos arrasados, como dialéctica de la
“virtuosismo sin par de la reflexión que pasa
libertad”, dialéctica del progreso; dialéctica
revista a los destinos igual que se da vuelta a
que ensambla violencia y progreso como
una bola de cristal”138, como “quien padece
tempestad de la modernización, la chance
el luto sumido en una profunda meditación
fascista con que Benjamin caracteriza la
y se mueve con la misma lentitud y solem-
irresponsabilidad política de la socialde-
nidad con que se mueven los cortejos de los
poderosos”139, “reviste su oscilación infinita
mocracia. En ninguno de esos sentidos, 115
entonces, pero en el cruce de varios, como
con la dignidad del sosiego”.140 Su ataraxia es
“arte de las distancias mínimas.... el arte de
efecto de la quietud “esencialmente ambigua
acortar las distancias”145, para no clausurar
(vacilante) de su soberanía”.
el espaciamiento; arte de lo infinitesimal, lo
La indecisión barroca, su contemplatio infrafino (Duchamp). El arte de la interrup-
intempestiva, está vinculada, es cierto, a ción en cada inflexión: lejos de las corrientes
Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mímesis y política
pero en el cruce de ellas. La máxima soltura ria, la formulación más concisa de lo que da
de toda posición y el rigor máximo de la cabida a la chance fascista: la constelación
relación, porque permanentemente salva, sin del progreso y de la modernización, como
relación, la relación; sin posición, la posición. norma histórica.
En este sentido el príncipe barroco consti-
En la comprensión del “es” que en cada
tuye la soberanía que impide se declare la
caso predicamos de cada cosa, está siempre
catástrofe como decisión, como juicio, como
comprometida una determinada compren-
articulación de la excepción, como violencia
sión del tiempo. La comprensión vulgar
fundadora. El príncipe barroco, entonces,
del tiempo como instante continuo, ha
constituye la soberanía como retardo infinito
dominado el factum de la temporalidad
de la decisión, del juicio, de la representación.
Retardo infinito de toda victoria y de toda occidental. La lectura a contrapelo de esa
derrota correlativa; punto de inflexión entre comprensión que Benjamin expone, choca
“documento de cultura y documento de bar- con la cuestión metafísico-política que vin-
barie”. Y en este sentido el príncipe barroco cula internamente fascismo y progresismo
constituye la verdadera catástrofe, la catástro- (vanguardias históricas incluidas). En un
fe pura, la destrucción no contaminada con la contexto en que las aguas del fascismo han
decisión ni el derecho, que abre y persevera, subido hasta el límite de la respiración, to-
cada vez, en la virtualidad heteróclita contra dos aquellos que bajo dicha comprensión se
la homogeneización. disponen, por muy adversarios del fascismo
que se quieran, constituyen su chance, dice
La melancolía, la indecisión, la suspensión,
Benjamin: “la chance de éste (el fascismo)
la anomia, la soberanía están vinculadas
consiste, y no en última instancia, en que
temáticamente, en Benjamin, como se sabe,
sus adversarios lo enfrentan en nombre del
a una expresa confrontación no sólo con el
116 estado de sitio hitleriano, sino con la com-
progreso como norma histórica”.146
prensión vulgar del tiempo como instante La chance mesiánica, el verdadero estado
continuo, como tiempo homogéneo, que de excepción, exige la activación de una
dialectiza violencia y progreso, soberanía y pragmática de la alegoría147, que no se opone
progreso, excepción y posición autónoma simplemente al tiempo homogéneo, sino
de la ley. Tiempo homogéneo y vacío que que trabaja en él y con él su interrupción
constituye, desde Sobre el concepto de histo- preformativa.
El giro barroco / Willy Thayer
31
Ibidem.
Notas 32
Benjamin, El origen del drama..., p. 153.
1
Benjamin, Cf. El origen del drama barroco alemán.
33
Ibidem, p. 11.
Taurus, p. 22.. 34
Ibidem, p. 10.
2
Ibidem, p. 11. 35
Ibidem, p. 11.
3
Carmen Bustillo, Barroco y América Latina: un 36
Ibidem.
itinerario inconcluso. Monte Ávila Editores, 1984. 37
Ibidem.
4
Ibidem, p. 30. 38
Ibidem.
5
Ibidem, p. 30. 39
Ibidem, p. 163.
6
Ibidem, pág. 33. 40
Ibidem, p. 164.
7
Al menos hasta 1984, fecha en que se publicó el 41
Pablo Oyarzún, Dialéctica en Suspenso, Introduc-
libro. ción. Lom, 1997.
8
cf. Bustillo, ibidem, cap 1, Debate sobre el Barroco. 42
Benjamin, El origen del drama..., p. 15.
9
Ibidem, p. 41. 43
Ibidem, pag 10.
10
R. Descartes, Respuestas a las segundas objeciones. 44
Ibidem, pág. 18.
Alfaguara, 1987. 45
Ibidem.
11
F. Nietzsche, Introducción teorética sobre la verdad y 46
Elizabeth Collingwood-selby, Walter Benjamin, La
la mentira en sentido extramoral. Taurus, p. 107.
lengua del exilio, cap. 3. Lom, 1998.
12
J. Lezama Lima, El reino de la imagen. Biblioteca 47
Benjamin, El origen del drama..., p. 10.
Ayacucho, p. 384.
48
Ibidem.
13
G. Deleuze, El pliegue. Paidos, p. 51.
49
Ibidem, p. 11.
14
Cf. Benjamin, El origen del drama..., p. 21.
50
Ibidem, p. 233.
15
Ibidem, p. 23.
51
Ibidem, p. 11.
16
Benjamin citando a Burdach en El origen del drama
..., p. 23.
52
Ibidem, p. 171.
17
Ibidem, p. 24.
53
Benjamin, citado por G. Agamben en Infancia e
Historia, cap. 4. Ed. Adriana Hidalgo.
18
G. Deleuze, El pliegue, pp. 48-9.
54
Benjamin, El origen del drama..., p. 171.
19
Ibidem. 55
G. Leibniz, Escritos escogidos. Ed. Charcas, p. 630.
20
Ibidem. 56
Ibidem, pág. 619.
21
Ibidem, p. 49. 57
Ibidem, pág. 620.
Benjamin, El origen del drama..., p.151.
117
22
58
Ibidem, pág. 618.
23
Ibidem, p. 155. 59
Ibidem, pág. 621.
24
Ibidem, p. 169. 60
Ibidem.
25
Ibidem, p. 155. 61
Ibidem, p. 604.
26
Ibidem. 62
Deleuze, El pliegue, pág. 60.
27
J. Lezama Lima, El reino de la imagen, p. 384. 63
Ibidem.
28
J. Lezama Lima, El reino de la imagen. 64
Ibidem, p. 49.
29
Bustillo, ibidem, citando a James Jensen, p. 30. 65
Ibidem.
30
J. Lezama Lima, El reino de la imagen, p. 384. 66
Ibidem, p. 50.
Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mímesis y política
67
“La inflexión, o el punto de inflexión... no remite a como reflejo multiplicado infinitamente, y en
coordenadas; no está arriba ni abajo, ni a derecha ni progresión geomérica, por el espejeo mutuo de las
a izquierda, no es regresión ni progresión”. Ibidem, mónadas. Si cada mónada es una serie tautológica
p. 60. de reflejo infinitesimal de la contingencia perceptual
68
Ibidem, 51. y expresiva de las demás mónadas, la pérdida de una
rompería la condición tautológica de la serie de cada
69
Ibidem. una de las mónadas, así como de la serie en la cual
70
Ibidem cada una de las mónadas constituye un punto de
71
Ibidem, p. 50. inflexión, de percepción y de expresión singular.
72
Ibidem, p. 28.
100
Benjamin, El origen del drama..., p. 31.
73
Ibidem.
101
Benjamin, París, capital del siglo XIX, en Ilumina-
ciones II. Taurus, 1993, p. 174.
74
Ibidem, p. 50.
102
Benjamin, El origen del drama..., p. 31.
75
Ibidem, p. 51.
103
Ibidem, p. 11.
76
Ibidem, p. 50.
104
Ibidem, p. 17.
77
Ibidem.
105
Ibidem, p. 16.
78
Ibidem, p. 51.
106
Ibidem, p. 28.
79
Ibidem, p. 28.
107
Ibidem.
80
Ibidem, p. 51.
108
Ibidem, pp. 230-1.
81
Ibidem, p. 50.
109
Ibidem, pp. 169-70.
82
Ibidem.
110
Ibidem, p. 170.
83
Ibidem, p. 51.
111
Que se constituye desde su ambigüedad utópi-
84
Ibidem, p. 32.
camente en una unidad íntima entre la imagen
85
Ibidem, pp. 52 y 155. sensorial y la totalidad suprasensorial, la materia y
86
Benjamin, citando a Cysarz, en El origen del dra- la forma, el significante y el significado (Gadamer,
ma..., p. 155. Verdad y Método, citado por P. de Man, 209).Tal
87
Benjamin, citando a Schopenhauer, ibidem..., p. ajuste perfecto tiene lugar específicamente en el arte
154. escultórico griego. Es en la escultórica griega en don-
de la forma finita alcanza la perfección y la belleza
88
Benjamin, citando a Goethe, ibidem, p. 153. que acoge la infinitud de lo divino, coincidiendo en
89
Benjamin, citando a Yeats, ibidem, p. 155. ello lo sensible y lo suprasensible, lo finito e infinito
90
Benjamin, ibidem, p. 168. (K. Muricy, en Alegorías da dialéctica). No ocurre así
en el símbolo religioso. En éste el tiraje místico lleva
91
Benjamin, ibidem, p. 155.
finalmente al ahogo de la forma, al suspiro sordo e
118 Ibidem
92
informe de lo inefable, lo inarticulable.
93
Ibidem, p. 157. 112
Benjamin, El origen del drama ..., p. 168.
94
Ibidem, p. 155. 113
cf. Aristóteles, Metafísica, libro A.
95
Ibidem, p. 234. 114
cf. Descartes, Discurso del método, Segunda Parte.
96
Ibidem, p. 11. 115
cf. ibidem, Sexta parte.
97
Ibidem, p. 178. 116
cf. ibidem, Tercera parte.
98
Cf. Ibidem, p. 59. 117
Inquirir, oponer, contrabalancear, hacer equivaler,
99
La aniquilación de una mónada traería consigo la aporetizar, neutralizar, suspender, etc. Cf. Sexto
aniquilación de todas las mónadas, y del mundo empírico, ...pirrónicas.
El giro barroco / Willy Thayer
118
cf. Descartes, Discurso del método, Tercera Parte. 140
Ibidem, p. 132.
119
Descartes, Meditaciones metafísicas, Cuarta Medita- 141
Ibidem, p. 85.
ción. 142
cf. ibidem, pp. 171-2.
120
Descartes, Principios de la filosofía, Introducción 143
Ibidem, p. 214. De ahí que “la alegorización de
(Carta a Picot). la physis no puede llevarse a cabo con suficiente
121
Descartes, Discurso del método, Tercera Parte. energía más que gracias al cadáver. Y los personajes
122
Descartes, Investigación de la verdad según la luz del trauerspiel mueren porque sólo así, en cuanto
natural. cadáveres, pueden ser admitidos en la patria alegó-
rica” que no otorga a la trascendencia más que un
123
Descartes, Meditaciones metafísicas, Meditación rol inmanente que permite que esta “diga su palabra
Primera. secularmente disfrazada de teatro dentro del teatro”
124
Descartes, ibidem, Meditación Cuarta. (El origen del drama... 68).
125
Descartes, Discurso del método, Primera Parte. 144
Ibidem, p. 71.
126
Porque no se trata de “una filosofía especulativa” ni 145
Descartes, Meditaciones metafísicas, Meditación
“contemplativa”, sino de una filosofía que tiene sus Tercera.
verdaderos frutos en la “esfera de los negocios”, en 146
Benjamin, El origen del drama..., p. 51.
la “medicina”127, en la mecánica, en la moral, en la
política; que constituyen el fin último o primero
147
Benjamin, Sobre el concepto de historia, en Pablo
del saber. cf. Principios de la filosofía, Introducción, Oyarzun, Dialectica en Suspenso, fragmento 8. Lom,
Carta a Picot. 1997.
128
G. Agamben, Medios sin fin. Pretextos, 2003, p.
148
Una pragmática que incomoda sistemáticamente
107. cualquier performance clásica. Si la performance de
la categoría es la del emplazamiento (kata-agora); la
129
No se trata de morir, sino de vivir mejor. performance barroca se constituye más como des-
130
Benjamin, El origen del drama..., p. 51. emplazamiento, como alegoría, allos-agora; habitada
131
Ibidem, pp. 50-1. ésta por un “principio destructor” de la totalidad y
de la universalidad, de la homogeneidad y del con-
132
Ibidem.
tinum, que testimonia lo inconcluso. Más que un
133
Ibidem, p. 56. germen determinativo, la alegoría pone en ejercicio
134
Benjamin, Pasajes, Convoluto Ms, en Pablo Oyar- una performance de la dislocación, que interrumpe
zún, Dialéctica en Suspenso. Lom, 1997, p. 71. la dialéctica del sentido. “Es difícil imaginar algo
135
Que Benjamin interesantemente compara con el que se oponga más encarnizadamente al símbolo
Dios cartesiano, el Dios ocasionalista de la Corres- artístico, al símbolo plástico, a la imagen de la tota-
pondencia (cf. Benjamin, El origen del drama..., lidad orgánica (al concepto podríamos añadir) que
p. 84), que interviene sin motivos ni ley, sin regu- ese fragmento amorfo en el que consiste la imagen
laridad ni causalidad, Dios ante el cual sólo cabe gráfica alegórica. Gracias a ella el Barroco se revela
especular, rezar, contemplar o melancolizarse; y al
que Descartes opone el método que ha de gobernar
como el soberano antagonista del clasicismo” (168),
de la metafísica como clasicismo. 119
en una sola dirección, aunque yerre, porque es
preferible seguir una sola línea a andar de un lado
a otro.
136
Benjamin citando a Andreas Tscherning, El origen
del drama..., p. 131.
137
Ibidem, p. 134.
138
Ibidem, p. 132.
139
Ibidem, p. 70.