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Cur So e Spirit Cristiana
Cur So e Spirit Cristiana
ESQUEMA DE ESPIRITUALIDAD
CRISTIANA
Edición privada
Santa Fe-San Miguel de Tucumán, noviembre 24 de 2011.
2
INTRODUCCIÓN GENERAL
1.- Definición
“Sagrada”, del latín: sacer, sacra, sacrum, importando alguna referencia hacia
Dios. En el caso, la palabra “sagrada”, remarca la referencia hacia Dios que ya se
contiene en “Teología”. Y esto, se realiza, para remarcar la diferencia que se da entre
Teología Sagrada y Teología Natural. Porque la Teología Natural procede a la luz de
la razón natural. En cambio, la Teología Sagrada, ya importa una iluminación
sobrenatural y revelada.
Usualmente, tiene este mismo sentido. La Teología Sagrada es un tratado con algo
de sagrado o de divino sobre Dios.
Objeto material de la Teología Sagrada: Todas las cosas, tanto naturales como
sobrenaturales.
Así se entiende la definición real, por sus objetos de la Teología Sagrada: ciencia y
sabiduría de Dios en cuanto Dios (objeto formal quod o terminativo), y de las cosas
de Dios (resto del objeto material), a la luz de la revelación virtual (objeto formal
quo o motivo).
La Sagrada Doctrina
Trino en personas
conservación y gobierno.
En general (I-II)
En especial (II-II)
Tercera Parte (III) (que importa un Suplemento): Sobre Cristo, quien, según que es
Cristo
Los sacramentos
Los novísimos
De hecho, en nuestro curso, trataremos del hombre, del pecado y de la gracia actual y
habitual, virtudes y dones, crecimiento espiritual. Siempre, en referencia a Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo y bajo la luz de la divina revelación.
Como ayuda manualística conviene leer a A. Royo Marín O.P.: Teología de la
Perfección cristiana (5). Del mismo autor, otras obras más accesibles: Ser o no ser
santo (6) y Doctoras de la Iglesia (7). Del P. R. Garrigou Lagrange: Las tres edades
9
de la vida interior (8). Del P. M. Eugenio del Niño Jesús, O.C.D.: Quiero ver a Dios
(9).
Conviene tener presente algo que enseña el Concilio Vaticano II, en la
Constitución Sacrosanctum Concilium (10):
CAPÍTULO I
5. Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad" (1 Tim 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de
diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas" (Hebr 1,1), cuando
llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el
Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como
"médico corporal y espiritual", mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su
humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por
esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud
del culto divino. Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de
Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza,
Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión.
Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, "con su
Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues el
costado de Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento admirable de la Iglesia
entera".
Es muy necesario, tener un contacto fluido, con el Magisterio de la Iglesia, que nos
proporciona la enseñanza correspondiente de la doctrina cristiana. (11)
Capítulo 3º. La gracia Las virtudes y los vicios. Virtudes naturales. Virtudes
sobrenaturales y dones del E. Santo.
Capítulo 4º. El crecimiento espiritual. Los medios del crecimiento espiritual. Los
sacramentos del Nuevo Testamento. La práctica de la caridad y de las distintas
virtudes cristianas. La oración.
Capítulo 5º. Grados o etapas de la vida espiritual.
Notas
1) Sagrada Biblia, Ed. Nacar-Colunga de la BAC, Madrid, Madrid 1955.
2) Ib.
3) Santo Tomás de Aquino: Summa Theol., ed. Marietti, Taurini-Romae, 1950,
I, 2, prol.
4) J.B. de Groot: Summa Apologetica de Ecclesia Catolica ad mentem S.
Thomae Aquinatis, ed. 3ª. Ratisbonae 1906, q. I, a.V, p. 32 s.
5) Antonio Royo Marín: Teología de la perfección cristiana, Ed. BAC, Madrid
2008.
6) Antonio Royo Marín: Ser o no ser santo, ed. BAC, Madrid 2000.
7) Antonio Royo Marín: Doctoras de la Iglesia, ed. BAC, Madrid 2007.
8) R. Garrigou Lagrange: Las tres edades de la vida interior, B. Aires 1944.
9) P.M. Eugenio del Niño Jesús O.C.D.: Quiero ver a Dios. Síntesis de la
espiritualidad a través de Las Moradas de S. Teresa, ed. El Carmen, Vitoria
(España), 1951
10) Documentos del Vaticano II, Ed. BAC (de bolsillo), Madrid 1972, Const.
Sacrosanctum Concilium cap. I, I., 5.
11) Cf. El Magisterio de la Iglesia, Manual de los símbolos, definiciones y
declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres, de Enrique
Denzinger, Barcelona, Ed. Herder, 1963. Se cita simplemente Denz, o D. y el
número correspondiente, Hay otra Ed. posterior de la misma obra,
completada por Adolphus Schönmetzer; utilizamos Ed. Herder, Barcinone-
Friburgi Brisgoviae, Romae, Neo-Eboraci, 1965; se suele citar Denz-S, o D-
Z. Hay otra edición posterior de la misma obra, completada por Peter
Hünermann.; utilizamos Ed. Herder, Barcelona, 1999; en el caso citamos
Denz-H, y el número correspondiente.
11
cosa de la naturaleza; como este hombre es cosa de la naturaleza humana. Pero según
que se supone para los accidentes, se dice hipóstasis o sustancia.
Pero lo que estos tres nombres significan comúnmente en todo el género de las
substancias, este nombre persona significa en el género de las substancias racionales”
II. Comentario
I. Dice en el Respondeo:
“en Dios es totalmente lo mismo el supuesto y la naturaleza. Pero en el ángel no es
totalmente lo mismo: porque algo se añade a él además de aquello que es de la razón
de su especie: porque el mismo esse del ángel es fuera de su esencia o naturaleza; y
otras cosas a él se añaden (quaedam ei accidunt) que totalmente pertenecen al
supuesto, pero no a la naturaleza”.
II. Y dice, en ad 2:
“Al segundo hay que decir, que no todo lo se añade a alguno fuera de la razón de la
especie, es determinativo de la esencia del mismo, de tal manera que sea necesario
ponerlo en su razón, como se ha dicho. Y por consiguiente, aunque el mismo esse no
sea de la razón del supuesto, sin embargo porque pertenece al supuesto, y no es de la
razón de la naturaleza, es manifiesto que el supuesto y la naturaleza no son
totalmente lo mismo en todos aquellos en los cuales la cosa no es su esse”.
cuanto es Dios y hombre, no puede ser dicha hipóstasis o supuesto: sino aquello
completo al cual concurre, se dice hipóstasis o supuesto”. (Cf. Summa Theol. op. cit.
I, 29,4)
Notas
1) S. Tomas de Aquino: In Boetium de Trinitate Expositio, q. I /V/, 1-3, In Opuscula
Theologica, II De Re Spirituali, Accedit Expositio super Boetium de Trinitate et de
Hebdomadibus, Ed. Marietti, Taurini-Romae, 1954, p. 363 s.
(2) S. Tomás de Aquino: De ente et essentia, ed. Marietti, Torino, 1957, c. I et II; In
V. Metaphysicorum, l. IX –textus Aristotelis,cap. VII- n. 435 s., ed. Marietti,
Taurini-Romae, 1964.
(3) Cf. S. Tomás de Aquino: Summa Theol. I, 29; III, 2, ad 2; q.17, a. 2; I Sent. Dist.
25, a.1, In Commento alle Sentenze di Pietro Lombardo, ed. Studio Dominicano,
Bologna, Italia, 2001; Quaestiones Disputatae, De Potentia, ed. Marietti, Taurini-
Romae 1965, q.9, a.2; Quaestiones Disputatae, ib. De Unione Verbi incarnati, a.1
(4) S. Tomás de Aquino: Quaestiones Quodlibetales, Ed. Marietti, IX, Italy 1956.
23
Es el hombre considerado con todo lo natural y con los dones de integridad, que
lo perfeccionaban especialmente. De facto, la condición de integridad de la
naturaleza, no se dio sin la gracia, sino con la gracia de la justicia original.
Adán, recibió la gracia santificante, no sólo para sí, sino también para transmitirla a
sus descendientes. Cf. Denz. 789 (Denz.-H. 1512)
4.- El hombre en estado de pecado.
Es el estado que corresponde al hombre después del pecado original.
Concilio de Trento, bajo Paulo III
“SESION V (17 de junio de 1546)
Decreto sobre el pecado original (1) Nota: (1) CTr v 238 ss; Rcht 13 ss; Msi
XXXIII 27 A ss; Hrd
X 27 C ss; Bar (Th) ad 1546, 75 s (33, 146 ss).
D-787 (Denz.-H. 1510) Para que nuestra fe católica, sin la cual es imposible agradar
a Dios
[Hebr 11, 6], limpiados los errores, permanezca integra e incorrupta en su
sinceridad, y el pueblo cristiano no sea llevado de acá para allá por todo viento
de doctrina [Eph 4, 14]; como quiera que aquella antigua serpiente, enemiga
perpetua del género humano, entre los muchísimos males con que en estos
tiempos nuestros es perturbada la Iglesia de Dios, también sobre el pecado
original y su remedio suscitó no sólo nuevas, sino hasta viejas disensiones; el
sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido
en el Espíritu Santo, bajo la presidencia de los mismos tres Legados de la Sede
Apostólica, queriendo ya venir a llamar nuevamente a los errantes y confirmar
a los vacilantes, siguiendo los testimonios de las Sagradas Escrituras, de los
Santos Padres y de los más probados Concilios, y el juicio y sentir de la
misma Iglesia, establece, confiesa y declara lo que sigue sobre el mismo
pecado original.
D-788 (Denz.-H.1511) 1. Si alguno no confiesa que el primer hombre Adán, al
transgredir el
mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y
justicia en que había sido constituido, e incurrió por la ofensa de esta
prevaricación en la ira y la indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con
que Dios antes le había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el
poder de aquel que tiene el imperio de la muerte [Hebr 2, 14], es decir, del
26
diablo, y que toda la persona de Adán por aquella ofensa de prevaricación fue
mudada en peor, según el cuerpo y el alma [v. 174]: sea anatema.
D-789 (Denz.-H. 1512) 2. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a
él solo y
no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él
perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él
por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la
muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea
anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el
pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó
la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12; v. 175]” Cf. Denz-
Hünermann 1510-1512
D-795 Mas, aun cuando El murió por todos [2 Cor. 5, 15], no todos, sin
embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se
comunica el mérito de su pasión. En efecto, al modo que realmente si los
hombres no nacieran propagados de la semilla de Adán, no nacerían injustos,
como quiera que por esa propagación por aquél contraen, al ser concebidos, su
propia injusticia; así, si no renacieran en Cristo, nunca serían justificados
[Can. 2 y 10], como quiera que, con ese renacer se les da, por el mérito de la
pasión de Aquél, la gracia que los hace justos. Por este beneficio nos exhorta
el Apóstol a que demos siempre gracias al Padre, que nos hizo dignos de
participar de la suerte de los Santos en la luz [Col. 1, 12], y nos sacó del
poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el que
tenemos redención y remisión de los pecados [Col. 1, 13 s].
Cap. 4. Se insinúa la descripción de la justificación
del impío y su modo en el estado de gracia
D-796 Por las cuales palabras se insinúa la descripción de la justificación del
impío, de suerte que sea el paso de aquel estado en que el hombre nace hijo
del primer Adán, al estado de gracia y de adopción de hijos de Dios [Rom. 8,
15] por el segundo Adán, Jesucristo Salvador nuestro; paso, ciertamente, que
después de la promulgación del Evangelio, no puede darse sin el lavatorio de
la regeneración [Can. 5 sobre el baut.] o su deseo, conforme está escrito: Si
uno no hubiera renacido del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el
reino de Dios [Ioh 3, 5],
Cap. 5. De la necesidad de preparación para la justificación en los
adultos, y de dónde procede
D-797 Declara además [el sacrosanto Concilio] que el principio de la
justificación misma en los adultos ha de tomarse de la gracia de Dios
preveniente por medio de Cristo Jesús, esto es, de la vocación, por la que son
llamados sin que exista mérito alguno en ellos, para que quienes se apartaron
de Dios por los pecados, por la gracia de El que los excita y ayuda a
convertirse, se dispongan a su propia justificación, asintiendo y cooperando
libremente [Can. 4 y 5] a la misma gracia, de suerte que, al tocar Dios el
corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni puede decirse
que el hombre mismo no hace nada en absoluto al recibir aquella inspiración,
puesto que puede también rechazarla; ni tampoco, sin la gracia de Dios, puede
31
moverse, por su libre voluntad, a ser justo delante de El [Can. 3]. De ahí que,
cuando en las Sagradas Letras se dice: Convertíos a mí y yo me convertiré a
vosotros [Zach 1, 3], somos advertidos de nuestra libertad; cuando
respondemos: Conviértenos, Señor, a ti, y, nos convertiremos [Thren 5, 21],
confesamos que somos prevenidos de la gracia de Dios” (Cf. Denzinger-Hünermann
1520 -1525)
El pecador por la gracia santificante obtiene el perdón de sus pecados. Pero debe
luchar contra las tentaciones de los pecados, para tener fidelidad a Dios y conseguir
la felicidad eterna.
6.- El hombre en estado de naturaleza glorificada.
Es el hombre en el cielo, por la visión beatífica, acompañada de multitud de virtudes
y dones. Luego de la resurrección gloriosa, se da la perfección de los dones de
integridad: santidad de la sensibilidad, no poder morir, ni sufrir, perfección del
conocimiento de raíz sensible. Todo esto supone el misterio de la predestinación
divina.
I. Textos importantes sobre la predestinación
1. En la S. Escritura
Ef 1, 3-12; Rom 8, 28-30; I Cor 4,7; Flp 2,13; Rom 9, 13-14; Os 13,9; Rom 5,19-
23; Is 64,8.
Ef 1,3-12
3 Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
Rom 8,28-30
28 Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo
aman, de aquellos que él llamó según su designio.
30 y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó;
y a los que justificó, también los glorificó
I Cor 4,7:
7 En efecto, ¿con qué derecho te distingues de los demás? ¿Y qué tienes que no
hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras
recibido?
Flp 2,13:
13 Porque Dios es el que produce en vosotros el querer y el obrar, según su
beneplácito.
Rom 9,10-33
10 Y esto no es todo: está también el caso de Rebeca que concibió dos hijos de un
solo hombre, Isaac, nuestro padre.
11 Antes que nacieran los niños, antes que pudieran hacer el bien o el mal –para que
resaltara la libertad de la elección divina,
12 que no depende de las obras del hombre, sino de aquel que llama– Dios le dijo a
Rebeca: El mayor servirá al menor,
33
16 En consecuencia, todo depende no del querer o del esfuerzo del hombre, sino de
la misericordia de Dios.
18 De manera que Dios tiene misericordia del que él quiere y endurece al que él
quiere.
20 Pero tú, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Puede el objeto modelado decir al
que lo modela: Por qué me haces así?
21 ¿No es el alfarero dueño de su arcilla, para hacer de un mismo material una vasija
fina o una ordinaria?
24 en nosotros, que fuimos llamados por él, no sólo de entre los judíos, sino también
de entre los paganos, ¿qué podemos reprocharle?
25 Esto es lo que dice Dios por medio de Oseas: "Al que no era de mi pueblo, lo
llamaré «Mi pueblo», y al que no era mi amada la llamaré «Mi amada».
26 Y en el mismo lugar donde se les dijo: «Vosotros no sois mi pueblo», allí mismo
serán llamados «Hijos del Dios viviente»".
27 A su vez, Isaías proclama acerca de Israel: "Aunque los israelitas fueran tan
numerosos como la arena del mar, sólo un resto se salvará,
29 Y como había anticipado el profeta Isaías: "Si el Señor del universo no nos
hubiera dejado un germen, habríamos llegado a ser como Sodoma, seríamos
semejantes a Gomorra".
34
30 ¿Qué conclusión sacaremos de todo esto? Que los paganos que no buscaban la
justicia, alcanzaron la justicia, la que proviene de la fe;
31 mientras que Israel, que buscaba una ley de justicia, no llegó a cumplir esa ley.
32 ¿Por qué razón? Porque no recurrieron a la fe sino a las obras. De este modo
chocaron contra la piedra de tropiezo,
33 como dice la Escritura: Yo pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca que
hace caer, pero el que cree en él, no quedará confundido
Rom 5,18-20
18 Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos,
también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la
justificación que conduce a la Vida.
20 Es verdad que la Ley entró para que se multiplicaran las transgresiones, pero
donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
Oseas 13,9:
2. En el Magisterio de la Iglesia
Denz 316-318; 816; 827; 828; 318; c.26, n.29
escrito: El que perseverara hasta el fin, ése se salvará [Mt 10, 22; 24, 13] lo
que no de otro puede tenerse sino de Aquel que es poderoso para afianzar al
que está firme [Rom. 14, 4], a fin de que lo esté perseverantemente, y para
restablecer al que cae nadie se prometa nada cierto con absoluta certeza,
aunque todos deben colocar y poner en el auxilio de Dios la más firme
esperanza. Porque Dios, si ellos no faltan a su gracia, como empezó la obra
buena, así la acabará, obrando el querer y el acabar [Phil 2, 13; can. 22] (1).
Sin embargo, los que creen que están firmes, cuiden de no caer [1 Cor. 10,
12] y con temor y temblor obren su salvación [Phil 2, 12], en trabajos, en
vigilias, en limosnas, en oraciones y oblaciones, en ayunos y castidad [cf. 2
Cor. 6, 3 ss]. En efecto, sabiendo que han renacido a la esperanza [cf. 1 Petr
1, 3] de la gloria y no todavía a la gloria, deben temer por razón de la lucha
que aún les aguarda con la carne, con el mundo, y con el diablo, de la que no pueden
salir victoriosos, si no obedecen con la gracia de Dios, a las palabras
del Apóstol: Somos deudores no de la carne, para vivir según la carne; porque
si según la carne, viviereis, moriréis; mas si por el espíritu mortificarais los
hechos de la carne, viviréis [Rom. 8, 12 s].
Nota: (1) Cf. la oración: «Te rogamos, Señor, que
prevengas nuestras acciones con tus inspiraciones y con
tu ayuda las prosigas, a fin de que toda oración y
operación nuestra, por ti siempre comience y por ti,
comenzada. termine» (Cf. Denz.-H. 1540-1541)
Canones:
D-825 Can. 15. Si alguno dijere que el hombre renacido y justificado está
obligado a creer de fe que está ciertamente en el número de los predestinados,
sea anatema [cf. 805].
D-826 Can. 16. Si alguno dijere con absoluta e infalible certeza que tendrá
ciertamente aquel grande don de la perseverancia hasta el fin, a no ser que lo
hubiera sabido por especial revelación, sea anatema [cf. 805 s].
D-827 Can. 17. Si alguno dijere que la gracia de la justificación no se da
sino en los predestinados a la vida, y todos los demás que son llamados, son
ciertamente llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que están
al mal por el poder divino, sea anatema [cf. 80
37
D-828 Can. 18. Si alguno dijere que los mandamientos de Dios son
imposibles de guardar, aun para el hombre justificado y constituido bajo la
gracia, sea anatema [cf. 804 (Cf. Denz.-H. 1565-1568.)
II. Textos importantes sobre la visión beatífica
1. En la S. Escritura
II Cor 5, 1-10
Capítulo 5
3 porque una vez que nos hayamos revestido en ella, ya no nos encontraremos
desnudos.
5 Y aquel que nos destinó para esto es el mismo Dios que nos dio las primicias del
Espíritu.
6 Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es
vivir en el exilio, lejos del Señor;
8 Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para
estar junto al Señor;
9 en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es
agradarlo.
10 Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida
mortal.
2. En el Magisterio de la Iglesia
un doble modo. En primer lugar, de un modo actual, en cuanto que se hace, entonces,
un uso real de los sentidos del cuerpo. Así tomada, la contemplación de esta vida no
puede en modo alguno llegar a ver la esencia de Dios. En segundo lugar, se puede
estar en esta vida de un modo potencial, y no en acto, en cuanto que el alma está
unida al cuerpo mortal como forma del mismo, pero sin hacer uso de los sentidos
corporales ni de la imaginación, como sucede en el rapto, y en este caso puede la
contemplación de esta vida alcanzar también a la visión de la esencia divina. De ahí
que el grado supremo de contemplación en la vida presente sea el que tuvo San Pablo
en el rapto, en el que su estado fue un término medio entre el de la vida presente y el
de la futura.
A las objeciones:
1. Como dice Dionisio en su Epistola ad Caium Monachum: Si alguien, al ver a
Dios, entendió lo que vio, no vio a Dios mismo, sino algo de lo que es propio de
Dios. Y San Gregorio, en Super Ez, dice que de ningún modo se ve al Dios
omnipotente en su claridad propia; pero el alma presiente algo bajo ella, con lo que
va rectificando y avanzando hasta llegar más tarde a la gloria de su visión. Por eso lo
dicho por Jacob, vi a Dios cara a cara, no ha de entenderse como si viera la esencia
divina, sino una aparición imaginaria en la que le habló. O, como dice la Glosa de
San Gregorio, llamó visión cara a cara al conocimiento de Dios, porque nosotros nos
conocemos por el rostro.
2. La contemplación humana, en el estado de vida presente, no es posible sin
imágenes, porque es connatural al hombre ver las ideas en las imágenes, como dice
el Filósofo en III De Anima. Pero el conocimiento intelectual no se para en las
imágenes, sino que ve en ellas la pureza de la verdad inteligible. Y esto no sólo a
nivel del conocimiento natural, sino de las verdades que conocemos por revelación,
pues dice Dionisio, en I De Cael. Hier., que la claridad divina nos manifiesta las
jerarquías de los ángeles mediante símbolos y figuras, por las que llegamos al simple
resplandor, es decir, al simple conocimiento de la verdad inteligible. Así ha de
entenderse lo que dice San Gregorio, que los contemplativos no llevan consigo las
sombras de las cosas corporales, porque su contemplación no se para en ellas, sino en
la consideración de la verdad inteligible.
3. De esas palabras de San Gregorio no se deduce que San Benito, en aquella
visión, viera la esencia divina, sino que quiere indicar que, dado que, a quien ve al
Creador, toda criatura le parece poca cosa, cualquier cosa puede ser vista fácilmente
41
a través de la luz divina. Por eso añade: En efecto, por poco que haya visto de la luz
del Creador, todo lo creado le parece pequeño.
D-531 Definimos además que, según la común ordenación de Dios, las almas
de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después
de su muerte bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales, y
que no obstante en el día del juicio todos los hombres comparecerán con sus
cuerpos ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de sus propios actos, a fin
de que cada uno reciba lo propio de su cuerpo, tal como se portó, bien o mal
[2 Cor. 5, 10] (Denz.-H. 1002)
“ARTÍCULO 2
GRACIA Y JUSTIFICACIÓN
43
I. La justificación
1987 La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de
nuestros pecados y comunicarnos “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 22) y por
el Bautismo (Cf. Rm 6, 3-4):
«Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo,
una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío
sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir
para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en
Cristo Jesús» (Rm 6, 8-11).
1988 Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado,
y en su Resurrección, naciendo a una vida nueva; somos miembros de su Cuerpo que es la
Iglesia (Cf. 1 Co 12), sarmientos unidos a la Vid que es Él mismo (Cf. Jn 15, 1-4)
«Por el Espíritu Santo participamos de Dios [...] Por la participación del Espíritu venimos a ser
partícipes de la naturaleza divina [...] Por eso, aquellos en quienes habita el Espíritu están
divinizados» (San Atanasio de Alejandría, Epistula ad Serapionem, 1, 24).
1989 La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación
según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: “Convertíos porque el Reino de los
cielos está cerca” (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del
pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. “La justificación no es solo remisión
de los pecados, sino también santificación y renovación del interior del hombre” (Concilio de
Trento: DS 1528).
1990 La justificación libera al hombre del pecado que contradice al amor de Dios, y purifica
su corazón. La justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga
el perdón. Reconcilia al hombre con Dios, libera de la servidumbre del pecado y sana.
1992 La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la cruz como
hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por
los pecados de todos los hombres. La justificación es concedida por el Bautismo, sacramento
de la fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su
misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida eterna (Cf.
Concilio de Trento: DS 1529)
paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser él justo y
justificador del que cree en Jesús» (Rm 3 ,21-26).
«Cuando Dios toca el corazón del hombre mediante la iluminación del Espíritu Santo, el
hombre no está sin hacer nada en absoluto al recibir aquella inspiración, puesto que puede
también rechazarla; y, sin embargo, sin la gracia de Dios, tampoco puede dirigirse, por su
voluntad libre, hacia la justicia delante de Él» [Concilio de Trento: DS 1525).
1994 La justificación es la obra más excelente del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús
y concedido por el Espíritu Santo. San Agustín afirma que “la justificación del impío [...] es
una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra” [...] porque “el cielo y la tierra
pasarán, mientras [...] la salvación y la justificación de los elegidos permanecerán” (San
Agustín, In Iohannis evangelium tractatus, 72, 3). Dice incluso que la justificación de los
pecadores supera a la creación de los ángeles en la justicia porque manifiesta una misericordia
mayor.
1995 El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al “hombre interior” (Rm 7,
22 ; Ef 3, 16), la justificación implica la santificación de todo el ser:
«Si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y al desorden
hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad [...] al presente,
libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna»
(Rm 6, 19. 22).
II. La gracia
1999 La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el
Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia
santificante o divinizadora, recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de
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«Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo
proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo» (2 Co 5, 17-18).
2000 La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que
perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe
distinguir entre la gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la
vocación divina, y las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas que están en
el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación.
«Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que
trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía
para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos
sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos
sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada» (San
Agustín, De natura et gratia, 31, 35).
2002 La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al
hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma
sólo libremente entra en la comunión del amor. Dios toca inmediatamente y mueve
directamente el corazón del hombre. Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien
que sólo Él puede colmar. Las promesas de la “vida eterna” responden, por encima de toda
esperanza, a esta aspiración:
«Si tú descansaste el día séptimo, al término de todas tus obras muy buenas, fue para decirnos
por la voz de tu libro que al término de nuestras obras, “que son muy buenas” por el hecho de
que eres tú quien nos las ha dado, también nosotros en el sábado de la vida eterna
descansaremos en ti» (San Agustín, Confessiones, 13, 36, 51).
2003 La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos
santifica. Pero la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede para
asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar en la salvación de los otros y en el
crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estas son las gracias sacramentales, dones
propios de los distintos sacramentos. Son además las gracias especiales, llamadas
también carismas, según el término griego empleado por san Pablo, y que significa favor, don
gratuito, beneficio (Cf. LG 12). Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como
el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen
por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia (Cf. 1
Co 12).
2004 Entre las gracias especiales conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el
ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la
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Iglesia:
«Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía,
ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio, la enseñanza,
enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud;
el que ejerce la misericordia, con jovialidad» (Rm 12, 6-8).
2005 La gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser
conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras
para deducir de ellos que estamos justificados y salvados (Concilio de Trento: DS 1533-34).
Sin embargo, según las palabras del Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 20), la
consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece
una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y
a una actitud de pobreza llena de confianza:
Una de las más bellas ilustraciones de esta actitud se encuentra en la respuesta de santa Juana
de Arco a una pregunta capciosa de sus jueces eclesiásticos: «Interrogada si sabía que estaba
en gracia de Dios, responde: “Si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si estoy, que
Dios me quiera conservar en ella”» (Santa Juana de Arco, Dictum: Procès de condannation).”
deben el ser buenos y no tienen en cuenta Aquel cuya gracia consiguen todos
los días y confían que sin El pueden conseguir tan grande bien?» (2).
Nota: (2) Epist 29 In requirendis 3 [PL 20, 584 B].
D-132 Cap. 3. Nadie, ni aun después de haber sido renovado por la gracia
del bautismo, es capaz de superar las asechanzas del diablo y vencer las
concupiscencias de la carne, si no recibiera la perseverancia en la buena
conducta por la diaria ayuda de Dios. Lo cual está confirmado por la doctrina
del mismo obispo en las mismas páginas, cuando dice (3): «Porque si bien El
redimió al hombre de los pecados pasados; sabiendo, sin embargo, que podía
nuevamente pecar, muchas cosas se reservó para repararle, de modo que aun
después de estos pecados pudiera corregirle, dándole diariamente remedios,
sin cuya ayuda y apoyo, no podremos en modo alguno vencer los humanos errores.
Forzoso es, en efecto, que, si con su auxilio vencemos, si El no nos
ayuda, seamos derrotados.»
Nota: (3) Ibid. 6 [PL 20, 586 C s].
D-133 Cap. 4. Que nadie, si no es por Cristo, usa bien de su libre albedrío,
el mismo maestro lo pregona en la carta dada al Concilio de Milevi [del año
416], cuando dice (4): «Advierte, por fin, oh extraviada doctrina de mentes
perversísimas, que de tal modo engañó al primer hombre su misma libertad,
que al usar con demasiada flojedad de sus frenos, por presuntuoso cayó en la
prevaricación. Y no hubiera podido arrancarse de ella, si por la providencia de
la regeneración el advenimiento de Cristo Señor no le hubiera devuelto el
estado de la prístina libertad.»
Nota: (4) Epist 30 Inter ceteras 3 [PL 20, 591 A].
D-134 Cap. 5. Todas las intenciones y todas las obras y merecimientos de los
Santos han de ser referidos a la gloria y alabanza de Dios, porque nadie le
agrada, sino por lo mismo que El le da. Y a esta sentencia nos endereza la
autoridad canónica del papa Zósimo, de feliz memoria, cuando dice
escribiendo a los obispos de todo el orbe (5): «Nosotros, empero, por moción
de Dios (puesto que todos los bienes han de ser referidos a su autor, de donde
nacen), todo lo referimos a la conciencia de nuestros hermanos y compañeros
en el episcopado». Y esta palabra, que irradia luz de sincerísima verdad, con
tal honor la veneraron los obispos de África, que le escribieron al mismo
Zósimo: «Y aquello que pusiste en las letras que cuidaste de enviar a todas las
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que la gracia de Dios, por la que nos justificamos por medio de nuestro Señor
Jesucristo, sólo vale para la remisión de los pecados que ya se han cometido, y
no también de ayuda para que no se cometan, sea anatema [v. 103].
D-137 E igualmente en el capítulo cuarto: Si alguno dijere que la gracia de
Dios por Jesucristo solamente en tanto nos ayuda para no pecar, en cuanto por
ella se nos revela y abre la inteligencia de los mandamientos, para saber qué
debemos desear y qué evitar; pero que por ella no se nos concede que también
queramos y podamos hacer lo que hemos conocido que debe hacerse, sea
anatema. Porque, como quiera que dice el Apóstol: la ciencia hincha y la caridad
edifica [1 Cor. 8, 1], muy impío es creer que tenemos la gracia de
Cristo para la ciencia que hincha y no la tenemos para la caridad que edifica,
como quiera que ambas cosas son don de Dios, lo mismo el saber qué hemos
de hacer que el amor para hacerlo, a fin de que, edificando la caridad, la
ciencia no pueda hinchamos. Y como de Dios está escrito: El que enseña al
hombre la ciencia [Ps 93, 10], así está escrito también: La caridad viene de
Dios [1 Ioh 4, 7; v. 104].
D-138 Igualmente en el quinto capítulo: Si alguno dijere que la gracia de la
justificación se nos da para que podamos cumplir con mayor facilidad por la
gracia lo que se nos manda hacer por el libre albedrío, como si aun sin
dársenos la gracia, pudiéramos, no ciertamente con facilidad, pero al cabo
pudiéramos sin ella cumplir los divinos mandamientos, sea anatema. De los
frutos de los mandamientos hablaba, en efecto, el Señor cuando no dijo: Sin
mí con más dificultad podéis hacer, sino: Sin mí nada podéis hacer [Ioh 15,
5; v. 105].
D-139 Cap. 8 (1). Mas aparte de estas inviolables definiciones de la
beatísima Sede Apostólica por las que los Padres piadosísimos, rechazada la
soberbia de la pestífera novedad, nos enseñaron a referir a la gracia de Cristo
tanto los principios de la buena voluntad como los incrementos de los
laudables esfuerzos, y la perseverancia hasta el fin en ellos, consideremos
también los misterios de las oraciones sacerdotales que, enseñados por los
Apóstoles, uniformemente se celebran en todo el mundo y en toda Iglesia
Católica, de suerte que la ley de la oración establezca la ley de la fe. Porque
cuando los que presiden a los santos pueblos, desempeñan la legación que les
ha sido encomendada, representan ante la divina clemencia la causa del género
51
humano y gimiendo a par con ellos toda la Iglesia, piden y suplican que se
conceda la fe a los infieles, que los idólatras se vean libres de los errores de su
impiedad, que a los judíos, quitado el velo de su corazón, les aparezca la luz
de la verdad, que los herejes, por la comprensión de la fe católica, vuelvan en
sí, que los cismáticos reciban el espíritu de la caridad rediviva, que a los
caídos se les confieran los remedios de la penitencia y que, finalmente, a los
catecúmenos, después de llevados al sacramento de la regeneración, se les
abra el palacio de la celeste misericordia. Y que todo esto no se pida al Señor
formularia o vanamente, lo muestra la experiencia misma, pues efectivamente
Dios se digna atraer a muchísimos de todo género de errores y, sacándolos del
poder de las tinieblas, los traslada al reino del Hijo de su amor [Col. 1, 13] y
de vasos de ira los hace vasos de misericordia [Rom. 9, 22 s]. Todo lo cual hasta
punto tal se siente ser obra divina que siempre se tributa a Dios que lo
hace esta acción de gracias y esta confesión de alabanza por la iluminación o
por la corrección de los tales.
Nota: (1) Este capítulo 8 concuerda, en el fondo,
plenamente con el de vocatione omnium gentium I, 12 de
San Próspero de Aquitania [PL 51. 664 C s]. Cf. las
oraciones en la Misa de presantificados.
D-140 Cap. 9. Tampoco contemplamos con ociosa mirada lo que en todo el
mundo practica la Santa Iglesia con los que han de ser bautizados. Cuando lo
mismo párvulos que jóvenes se acercan al sacramento de la regeneración, no
llegan a la fuente de la vida sin que antes por los exorcismos e insuflaciones de
los clérigos sea expulsado de ellos el espíritu inmundo, a fin de que entonces
aparezca verdaderamente cómo es echado fuera el príncipe de este mundo
[Ioh 12, 31] y cómo primero es atado el fuerte [Mt 12, 29] y luego son
arrebatados sus instrumentos [Mc. 3, 27] que pasan a posesión del vencedor,
de aquel que lleva cautiva la cautividad [Eph 4, 8] y da dones a los hombres
[Ps 67, 19].
D-141 En conclusión, por estas reglas de la Iglesia, y por los documentos
tomados de la divina autoridad, de tal modo con la ayuda del Señor hemos
sido confirmados, que confesamos a Dios por autor de todos los buenos
efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que desde el inicio
de la fe se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del
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hombre son prevenidos por la gracia de Aquel, por quien sucede que
empecemos tanto a querer como a hacer algún bien [cf. Phil 2, 13]. Ahora
bien, por este auxilio y don de Dios, no se quita el libre albedrío, sino que se
libera, a fin de que de tenebroso se convierta en lúcido, de torcido en recto, de
enfermo en sano, de imprudente en próvido. Porque es tanta la bondad de
Dios para con todos los hombres, que quiere que sean méritos nuestros lo que
son dones suyos, y por lo mismo que El nos ha dado, nos añadirá recompensas
eternas (1). Obra, efectivamente, en nosotros que lo que El quiere, nosotros lo
queramos y hagamos, y no consiente que esté ocioso en nosotros lo que nos dio
para ser ejercitado, no para ser descuidado, de suerte que seamos también
nosotros cooperadores de la gracia de Dios. Y si viéramos que por nuestra
flojedad algo languidece en nosotros, acudamos solícitamente al que sana todas
nuestras languideces y redime de la ruina nuestra vida [Ps 102, 3 s] y a quien
diariamente decimos: No nos lleves a la tentación, mas líbranos del mal [Mt.
6, 13].
Nota: (1) S. AUGUST., Epist. 194 ad Sixtum 5, 19 [PL 33,
880]
D-142 Cap. 10. En cuanto a las partes más profundas y difíciles de las
cuestiones que ocurren v que más largamente trataron (2) quienes resistieron a
los herejes, así como no nos atrevemos a despreciarlas, tampoco nos parece
necesario alegarlas, pues para confesar la gracia de Dios, a cuya obra y
dignación nada absolutamente ha de quitarse, creemos ser suficiente lo que nos
han enseñado los escritos, de acuerdo con las predichas reglas, de la Sede
Apostólica; de suerte que no tenemos absolutamente por católico lo que
apareciere como contrario a las sentencias anteriormente fijadas.
Nota: (2) VIVA, Theses damm. ab Alex VIII, XXX, lee:
"...trataron Agustín y otros...". Texto del Indículus, de Internet: www Mercaba.
Org/Ficha/Iglesia/magisterio de la Iglesia ol. htm.; Cf. Denz.-Hüner. 238-249
Ejemplos:
De la 1ª. Especie: la virtud de la justicia, la imprudencia.
De la 2ª. Especie: la inteligencia, la voluntad.
De la 3ª. Especie: el color, el sabor de una cosa.
De la 4ª. Especie: la forma esférica de una manzana, la forma de una pirámide, etc.
Aquí nos interesan especialmente la primera y segunda especie de cualidades.
II.- Sobre los hábitos y disposiciones
1.- En general
Se trata de la primera especie de cualidades: hábito y disposición.
El hábito y disposición se define como: accidente real modificativo o determinativo
del sujeto o sustancia, en sí misma, en orden a su propia forma o naturaleza.
“Accidente real modificativo o determinativo del sujeto o sustancia”. Así se
expresa la condición genérica de los hábitos o disposiciones en cuanto cualidades.
“en sí misma”. Es decir, en el propio sujeto o sustancia. Así se expresa la condición
que corresponde a los hábitos y disposiciones en cuanto distintos de la cuarta especie
de cualidades que es la forma o figura. La forma o figura afecta a la sustancia, no
inmediatamente en sí misma, sino suponiendo en ella a la cantidad. Así decimos, por
ejemplo: esto tiene una forma romboidal, esto otro una forma piramidal, etc. En
cambio, el hábito y disposición, en cuanto tales, no requieren necesaria y
primariamente una consideración de la cantidad; y así pueden considerarse hábitos
como el intelecto de los primeros principios o la caridad, que tienen esencialmente
una condición puramente espiritual
“en orden a su propia forma o naturaleza”. En los hábitos y disposiciones en cuanto
tales, siempre se da una comparación a la propia forma o naturaleza. Y esto es lo
característico de los mismos con respecto a cualquier otra cualidad accidental. Y así,
son buenos o malos, en cuanto convenientes o no a la naturaleza o sustancia. Por
ejemplo, la virtud es buena, el vicio es malo; la salud es buena, la enfermedad es
mala.
2.- Distinción de los hábitos y disposiciones.
Por ejemplo, la ciencia es un hábito. La opinión, es una disposición.
El hábito como distinto de la disposición se define como accidente real,
modificativo o determinativo de la sustancia, en sí misma, en orden a su propia
forma o naturaleza, difícilmente movible, según su esencia.
56
La disposición como distinta del hábito según su esencia se define como accidente
real modificativo o determinativo de la sustancia, fácilmente movible, según su
esencia.
La distinción entre unos y otros se encuentra en el “difícilmente movibles” y en el
“fácilmente movibles”. Y esto, porque, las causas de los hábitos son firmes o
difícilmente movibles. En cambio, las causas de las disposiciones son fácilmente
movibles. Por ejemplo, la ciencia requiere un objeto evidente y cierto que la cause.
En cambio, el que solamente opina no llega a una evidencia que determine al
intelecto; sino a algo menor: algo ve y algo no ve.
“según su esencia”. Esta expresión se pone para evitar una confusión. Porque a
veces los hábitos parecen disposiciones; y a veces las disposiciones parecen hábitos.
Por ejemplo, un alumno tiene una ciencia en el alma; pero, en un examen, acaso es
fácilmente barrido por un profesor. Algunos opinan con impresionante firmeza, a
pesar de que no tienen mucho argumento y hay muchas objeciones en contrario.
Así se distinguen: lo que es hábito o disposición según su esencia; de lo que es
hábito o disposición en estado habitual o en estado disposicional.
Ciencia (hábito según su esencia):/ en estado habitual: en un profesor en serio.
/
/ en estado disposicional: en un pobre alumno.
Opinión (disposición según su esencia):/ En estado disposicional: en una persona
. / normal.
/ En estado habitual: en un duro de
/ cabeza
Así también, la justicia natural es una virtud. Está por modo habitual (con firmeza,
etc.) en una persona que la ha practicado bastante. Está en estado disposicional, si
falta esta práctica.
3.- Distinción de hábitos y disposiciones entitativos y operativos.
El hábito y disposición se define como accidente real modificativo o determinativo
del sujeto o sustancia en sí misma, en orden a su propia forma o naturaleza.
La naturaleza es realmente la misma esencia de una cosa. Aunque se distingue de
la misma según la razón, en cuanto le añade un orden a las operaciones propias. La
naturaleza es la esencia, en cuanto dice un orden a las operaciones propias.
57
Por tanto, todo hábito o disposición en, cuanto tal, es de algún modo operativo.
Porque al ser “en orden a su propia forma o naturaleza”, dice un orden a las
operaciones que se incluyen en su propia naturaleza.
Sin embargo, se da la distinción entre hábitos y disposiciones, de tipo entitativo y
de tipo operativo. Razón de esto. Porque hay hábitos y disposiciones que son
remarcadamente operativos.
Así la salud es una disposición de tipo entitativo. Por la salud uno está bien.
La virtud de la prudencia es un hábito de tipo operativo. La prudencia es para obrar
el bien.
Pero hay que notar, que si uno está bien por la salud; esto ya lo dispone también
para obrar bien.
La razón de la distinción entre hábitos y disposiciones de tipo entitativo y operativo
se encuentra, en el sujeto inmediato de los mismos. Si el sujeto inmediato de los
mismos es inmediatamente operativo, entonces el hábito o disposición
correspondiente es también inmediatamente operativo. Porque se conforma con el
mismo. Es el caso, por ejemplo, de la prudencia y de la justicia que tienen como
sujetos inmediatos a las potencias del alma, razón y voluntad, que son
inmediatamente operativas.
En cambio, la salud se considera como una disposición de tipo entitativo, porque
ya es en la naturaleza misma del sujeto, aún antes de considerar a las potencias del
alma.
4.- Hábitos naturales y sobrenaturales.
Los hábitos y disposiciones se distinguen en naturales y sobrenaturales.
Los hábitos naturales son cualidades de la primera especie, del orden natural; es
decir, correspondientes a la naturaleza humana, según su potencia natural. Por
ejemplo, la justicia y la prudencia naturales.
Los hábitos sobrenaturales son cualidades de la primera especie, del orden
sobrenatural; es decir, correspondientes a la naturaleza racional, según su potencia
obediencial, en orden a Dios, primer principio y fin último sobrenatural. Por ejemplo,
la gracia santificante y las virtudes de la fe y de la caridad.
La potencia obediencial, es una potencia pasiva de la criatura en orden a Dios, en
orden a someterse al mismo, para todo lo que él quiere hacer, más allá de su
potencialidad propia natural.
III.- Sobre las potencias del alma humana
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/ /
/ / Apetito racional: voluntad
/
/Potencia locomotiva.
Sentido común: es el sentido interior que capta los sensibles externos, en cuanto ya
alcanzados por las sensaciones de los sentidos externos, y a las mismas sensaciones
de los sentidos internos.
Imaginación: sentido interior que se refiere a los sensibles captados por los sentidos
externos y el sentido común; los retiene o conserva y los reproduce pero abstrayendo
de su presencia o ausencia. En el hombre, por su apertura a la racionalidad, tiene una
especial plasticidad y un cierto poder creativo, para analizar y disociar distintos
sensibles propios y comunes y recomponerlos luego, en distintas formas. Tiene así el
nombre de fantasía.
Estimativa o cogitativa: Sentido interior que capta las llamadas intenciones
insensatas, en la realidad exterior, captada ya por los sentidos inferiores. Intenciones
insensatas son las que dicen lo conveniente o nocivo para el individuo o la especie.
Se dice cogitativa en el hombre, en cuanto participa intrínsecamente de la
racionalidad. La estimativa en el animal es puramente intuitiva y necesaria. En el
hombre, la cogitativa, en su juicio, está precedida por un cierto examen y tiene un
mayor margen de variabilidad.
La memoria o reminiscencia. Sentido interior que conserva y reproduce las
intenciones insensatas. No sólo reproduce el objeto como la imaginación, sino que
además lo reconoce, es decir, lo reproduce en cuanto pretérito.
La memoria en cuanto tal, opera de un modo intuitivo y espontáneo. En cambio, en
la reminiscencia –bajo la razón-, se da una búsqueda activa del recuerdo mediante
sus conexiones con el presente. Esta búsqueda empieza en algo memorado, se realiza
de modo cuasi discursivo y termina en algo memorado (2).
3- Potencia motriz
Para ir de un lugar a otro. Depende del alma en cuanto sensitiva.
III. Potencias intelectivas
Son para el descubrimiento del ser. Se distinguen el intelecto agente y el intelecto
posible o inteligencia.
El intelecto agente: Potencia intelectiva que hace inteligible en acto a la imagen
sensible o fantasma proporcionado por los sentidos internos superiores (cogitativa,
memoria, fantasía), iluminando la esencia que se encuentra implícita en la misma y
comunicándola al intelecto posible.
El intelecto posible o inteligencia: Potencia intelectiva que informada por la
especie inteligible –que contiene a la esencia- causada en ella por el intelecto agente
61
Razón de b). Porque además de su potencia natural, existe en el alma una potencia
llamada obediencial, para recibir todo lo que Dios quiere darle, por encima de sus
exigencias y posibilidades naturales. Lo que Dios concede, gratuitamente, en el
orden sobrenatural, por modo de hábito entitativo, es la gracia santificante. La gracia
santificante se define teológicamente como participación real, formal y análoga de la
naturaleza divina en cuanto divina.
Conclusión 4ª. El alma humana, en sí misma o en su esencia, no es sujeto
inmediato de hábitos operativos naturales.
Razón. Porque el alma no es inmediatamente operativa, sino sólo mediatamente
operativa. Opera mediante sus potencias. Está el principio: a aquel pertenece el
hábito al cual pertenece la operación.
Conclusión 5ª. Los hábitos operativos son en el alma según sus potencias, según
algunas potencias.
Razón. En cuanto estas potencias son diversamente determinables en orden a
distintas operaciones
Conclusión. 6ª. A) Las potencias vegetativas no son sujetos de hábitos operativos.
B) Los órganos de las potencias vegetativas pueden tener hábitos o disposiciones de
tipo entitativo. Se trata de las potencias generativa, nutritiva y aumentativa.
Razón de A). Estas potencias no son diversamente determinables en orden a
distintas operaciones. Sino que están determinadas ad unum, en el orden operativo,
por la naturaleza.
Razón de B). El cuerpo humano puede ser sujeto de hábitos o disposiciones de tipo
entitativo. Y los órganos de las potencias orgánicas son parte del cuerpo.
Razón. Por la diversa cualidad del imperio de la razón y de las mismas potencias
sensitivas.
. Conclusión 10ª. Las potencias apetitivas sensitivas son sujetos de hábitos o
disposiciones de tipo operativo –al máximo-.
Razón. El imperio de la razón procede en relación a ellas con dominio, no
despótico sino político. Este influjo importa que estas potencias apetitivas
sensitivas, sean diversamente determinables en orden a distintas operaciones. Hay
lugar para una plasticidad y universalidad operativa requerida para la existencia de
los hábitos o disposiciones de tipo operativo.
Conclusión 11ª. Las potencias sensitivas superiores: cogitativa, memoria e
imaginación, son sujetos de hábitos o disposiciones de tipo operativo.
Razón. De manera semejante a las anteriores. El imperio de la razón, con relación
a ellas no es despótico sino político. Estas potencias son diversamente
determinables en orden a distintas operaciones. Hay lugar para una plasticidad y
universalidad operativa requerida por los hábitos y disposiciones de tipo operativo
Conclusión 12ª. Los sentidos externos y el sentido común, propiamente, no son
sujetos de hábitos o disposiciones operativos.
Razón. Estas potencias están sometidas al imperio de la razón. Pero se trata de un
dominio no político, sino despótico. Este dominio despótico de las mismas
establece en ellas una determinación semejante a la determinación ad unum de la
naturaleza. No hay lugar suficiente para la plasticidad operativa requerida por los
hábitos y disposiciones de tipo operativo.
Objeción: Los navegantes suelen tener buena vista; y mejoría en la vista.
Respuesta a la objeción: El cambio se explica suficientemente por hábitos o
disposiciones de tipo operativo en la razón. Y también, por cambios en los órganos
de estos sentidos que formalmente corresponden a los hábitos y disposiciones de
tipo entitativo. No hay que olvidar que todos los hábitos y disposiciones tienen
algún sentido operativo.
Conclusión 13ª. La potencia motriz no es sujeto propio de hábitos o disposiciones
de tipo operativo.
Razón. Porque es movida de un modo despótico por la razón.
Conclusión 14ª. El intelecto agente no es sujeto de hábitos operativos.
Razón. Porque, en el orden operativo, ya está determinado ad unum por la
naturaleza.
66
Los hábitos sobrenaturales son análogos con respecto a los hábitos naturales. Es
decir, no son en el mismo modo, unívocamente; sino semejantes y de distinto
modo. En el caso de los hábitos operativos sobrenaturales, una diferencia notable
se encuentra en el hecho de que los mismos, tienen la riqueza del hábito operativo
y también la riqueza de la potencia. Así, por ejemplo, por la voluntad natural uno
puede querer hacer actos de justicia natural y puede hacerlos; pero para hacerlos
habitualmente, requiere el hábito de la justicia natural.
En cambio, para hacer un acto de justicia sobrenatural, la voluntad natural, con
su potencia natural, no puede hacerlo, queda superada. Tiene sólo una potencia
obediencial en orden a Dios; y esta es pasiva. En tanto Dios infunde la virtud
sobrenatural de la justicia, que es un hábito operativo bueno sobrenatural; en el
mismo se contiene el poder para obrar actos sobrenaturales de justicia.
2.- Características de las potencias habituadas y de los actos habituales
Potencias habituadas son las potencias con hábitos. Actos habituales son los actos
que se originan a partir de las potencias habituadas. Por ejemplo, la voluntad con la
virtud de la justicia es una potencia habituada. El acto justo que se origina a partir
de la voluntad con la virtud de la justicia es un acto habitual.
Los actos habituales son superiores a los actos de las potencias desnudas, es
decir, sin hábitos.
Razón. Porque los actos habituales son más intensos, porque son de un principio
operativo próximo más poderoso. Así, por ejemplo, si uno cultiva la amistad, los
actos amistosos que resultan son más intensos que los que resultan en un personaje
que no cultiva la amistad y tiene una llamativa frialdad.
Porque los actos habituales son más uniformes. Por la más completa y
acomodada disposición de la causa. Así, por ejemplo un buen matemático puede
estar mucho tiempo brindando continuas soluciones a problemas matemáticos; en
cambio un principiante matemático, no da para tanto; tiene intermitencias en sus
soluciones.
Porque los actos habituales son más connaturales. El acto se realiza partiendo de
una más proporcionada, adecuada y mejor disposición de la causa o principio
operativo, de manera que se elimina una posible brusquedad o violencia. Así, un
gran pianista toca muy connaturalmente, está como consustanciado con su
instrumento.
69
Porque los actos habituales son más deleitables. Porque son más perfectos y más
connaturales. Un filósofo goza filosofando; y un hombre virtuoso es feliz en sus
actos virtuosos.
Las potencias habituadas tienen una mayor prontitud, facilidad y firmeza en el
obrar. Consta por la experiencia.
VI.- Origen de los hábitos operativos
1.-Origen de los hábitos operativos naturales
El origen se encuentra en la naturaleza y en los actos. Puede darse una infusión
divina.
La naturaleza interviene causando parcial o incoativamente a algunos de ellos.
La naturaleza puede considerarse o en un orden específico o en un orden
individual.
En un orden específico y en relación con el orden del conocimiento intelectual
nos encontramos con que el conocimiento de los primeros principios especulativos
y prácticos, resulta en parte en razón de la misma naturaleza del alma y de la
inteligencia. Así, conocido que es el todo y que es la parte, se conoce naturalmente
que el todo es mayor que la parte. Pero para conocer al todo y a las partes, hacen
falta las especies inteligibles que se obtienen a partir de los sentidos, por la acción
del intelecto agente, y en ellas también consiste el hábito.
Los primeros principios del orden práctico, como el bien se ha de hacer y el mal
se ha de evitar, funcionan como raíces o semillas de las virtudes.
En el orden de la naturaleza singular, consta también, que algunas personas, por
su disposición orgánica son más aptas para entender que otras; y por tanto, más
aptas para tener mejores hábitos cognoscitivos intelectuales. Para entender, hay que
sentir, y el sentir requiere órganos convenientemente dispuestos.
En el orden específico de la naturaleza y con relación a la voluntad, no se
conceden hábitos de origen natural. Razón. En tanto la voluntad, por su propia
naturaleza ya se inclina suficientemente a los objetos comunes a toda la naturaleza
humana, como la propia felicidad. No obstante, requiere hábitos para ordenarse
más especialmente a objetos más especiales, como los correspondientes a la
justicia, la templanza, etc.
En el orden individual de la naturaleza y con relación al orden apetitivo, consta
que hay personas que naturalmente son más aptas que otras para la castidad, la
fortaleza, etc. Y esto, por razón de la condición corporal u orgánica.
70
es acerca del consejo; la sínesis que es en orden al juicio sobre aquellas cosas que
acontecen comúnmente; y la nome que es acerca del juicio que corresponde tener
cuando conviene apartarse de la norma común.
hombre cristiano, por ejemplo, debe ser más casto; hay derechos sobrenaturales que
requieren una justicia sobrenatural.
Las distintas virtudes morales infusas se agrupan en torno a las cardinales infusas:
prudencia, justicia, fortaleza, templanza sobrenaturales.
Prudencia infusa: virtud sobrenatural moral, infundida por Dios en el intelecto
práctico, por la cual el hombre impera la recta razón de los actos humanos, en orden
al mismo Dios, en el orden sobrenatural.
Justicia infusa: Virtud sobrenatural, infundida por Dios en la voluntad, por la cual
ésta se inclina a dar a cada uno su derecho, en un orden sobrenatural.
Fortaleza infusa: Virtud sobrenatural, infundida por Dios en el apetito irascible, por
la cual el hombre se inclina a buscar el bien, a pesar de los peligros de muerte, en un
orden sobrenatural.
Templanza sobrenatural: Virtud sobrenatural, infundida por Dios en el apetito
concupiscible, para una rectificación sobrenatural del mismo, especialmente en
relación a los gozos sexuales y de la comida y bebida.
Se dan también las virtudes morales anexas infusas, de modo análogo a las virtudes
morales anexas naturales.
2. Los dones del Espíritu Santo
Is 11, 1-2: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces.
Reposará sobre él el espíritu de Yahvé:
Espíritu de sabiduría e inteligencia
Espíritu de consejo y fortaleza,
Espíritu de ciencia y temor de Yahvé.
Y se inspirará en el temor de Yahvé.”
Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales buenos, infundidos por
Dios en las potencias del alma, por los cuales se opera el bien sobrenatural, por una
inspiración del Espíritu Santo.
Los dones del Espíritu Santo se destacan porque funcionan bajo el influjo del
Espíritu Santo; es decir, funcionan por una inspiración divina, sobrenatural.
Son algo intermedio entre las virtudes teologales y las virtudes morales infusas.
Perfeccionan a las virtudes morales infusas y disponen a las virtudes teologales, para
un mejor funcionamiento. Conceden un modo divino de obrar, que supera el modo
humano de obrar; es decir, supera los defectos y límites del obrar humano,
concediendo un acceso, a un modo divino de obrar.
80
Son siete: intelecto, ciencia, sabiduría, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios.
Don de intelecto: don del Espíritu santo, infundido por Dios en el intelecto, por el
cual se tiene una aprehensión de Dios y de las cosas divinas.
Don de ciencia: don del Espíritu Santo, infundido por Dios en el intelecto, por el
cual se tiene un juicio sobre las cosas creadas, en orden a Dios.
Don de sabiduría: Don del Espíritu Santo, infundido por Dios en el intelecto, por el
cual se tiene un juicio sobre Dios, y, a partir de Dios, sobre las cosas creadas en
orden a Dios.
Don de consejo: Don del Espíritu Santo, infundido por Dios en el intelecto
práctico, por el cual se tiene una divina dirección de las operaciones humanas.
Don de piedad: don del Espíritu santo, infundido por Dios en la voluntad, por el
cual se tiene hacia Dios un culto filial y una relación especialmente fraterna con las
otras personas.
Don de fortaleza: don del Espíritu Santo, infundido por Dios en el apetito irascible,
para tener una invicta fortaleza, ante los diversos peligros.
Don de temor de Dios: don del Espíritu Santo, infundido por Dios en el alma, en el
apetito concupiscible, por el cual se tiene una especial reverencia hacia Dios y su
omnipotencia.
Notas
(1) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, op. cit. P. 3ª. S.1ª., cap. 1, a.7, p. 408s.
,
81
La segunda, por parte del medio o camino por donde ha de ir el alma a esta unión,
lo cual es la fe, que es también oscura para el entendimiento, como noche.
La tercera, por parte del término adonde va, que es Dios, el cual, ni más ni menos,
es noche oscura para el alma en esta vida. Las cuales tres noches han de pasar por el
alma, o, por mejor decir, el alma por ellas, para venir a la divina unión con Dios.
2. En el libro del santo Tobías (6, 18-22) se figuraron estas tres maneras de noches
por las tres noches que el ángel mandó a Tobías el mozo que pasasen antes que se
juntase en uno con la esposa.
En la primera le mandó que quemase el corazón del pez en el fuego, que significa
el corazón aficionado y apegado a las cosas del mundo; el cual, para comenzar a ir a
Dios, se ha de quemar y purificar todo lo que es criatura con el fuego del amor de
Dios. Y en esta purgación se ahuyenta el demonio, que tiene poder en el alma por
asimiento a las cosas corporales y temporales.
3. En la segunda noche le dijo que sería admitido en la compañía de los santos
patriarcas, que son los padres de la fe. Porque pasando por la primera noche, que
es privarse de todos los objetos de los sentidos, luego entra el alma en la segunda
noche quedándose sola en fe (no como excluye la caridad, sino las otras noticias
del entendimiento –como adelante diremos-) que es cosa que no cae en el sentido.
4. En la tercera noche le dijo el ángel que conseguiría la bendición, que es Dios,
el cual, mediante la segunda noche que es fe, se va comunicando al alma tan
secreta e íntimamente, que es otra noche para el alma, en tanto que se va
haciendo la dicha comunicación muy más oscura que estotras, como luego
diremos. Y pasada esta tercera noche, que es acabarse de hacer la
comunicación de Dios en el espíritu, que se hace ordinariamente en gran
tiniebla del alma, luego se sigue la unión con la esposa que es la sabiduría de
Dios. Como también el ángel dijo a Tobías que, pasada la tercera noche, se
juntaría con su esposa con temor del Señor; el cual temor de Dios cuando está
perfecto, está perfecto el amor, que /es/ cuando se hace la transformación por
amor del alma /con Dios/.
5. Estas tres partes de noche todas son una noche; pero tiene tres partes como la
noche. Porque la primera, que es la del sentido, se compara a prima noche,
que es cuando se acaba de carecer del objeto de las cosas. Y la segunda, que
es la fe, se compara a la media noche, que totalmente es oscura. Y la tercera,
95
al despidiente, que es Dios, la cual es ya inmediata a la luz del día. Y para que
mejor lo entendamos, iremos tratando de cada una de estas causas de por sí”.
Con respecto a las noches oscuras, en tanto purificaciones o abandonos de las
creaturas, no hay que entenderlas en un sentido puramente material, lo que sería
imposible, porque las necesitamos al menos para la supervivencia. Sino que se
trata de algo afectivo o del corazón. Se trata de que el alma se despoje del afecto
desordenado hacia las mismas; y vaya conquistando un dominio de sí, para
someterse más a Dios y a sus distintos requerimientos; inclusive para dar un gran
salto hacia el mismo Dios, que trasciende a todas las creaturas. (Cf. Subida, L. 1,
c. 5); Royo Marín: Los grandes maestros de la vida espiritual, P. IV., C. 7, San
Juan de la Cruz, p.356-357).
La claridad aparece más que nada al final, en la perfección de la vida espiritual en
este mundo. Y sobre todo en la vida eterna.
En Noche oscura L. 2, cap. 10. 1. dice:
“1. De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que se ha de decir, conviene
aquí notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina que aquí decimos, de la
misma manera se ha en el alma, purgándola y disponiéndola para unirla consigo
perfectamente, que se ha el fuego en el madero para transformarlo en sí. Porque el
fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar,
echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le va
poniendo negro, oscuro y feo, y aún de mal olor, y, yéndole secando poco a poco, le
va sacando a luz y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene
contrarios al fuego; y, finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle,
viene a transformarle en sí y ponerle tan hermoso como el mismo fuego. En el cual
término ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia salva la
gravedad y cantidad más espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y
acciones tiene en sí; porque está seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro, y
esclarece; está ligero mucho más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades
y efectos.
2. A este mismo modo, pues, habemos de filosofar acerca de este divino fuego de
amor de contemplación, que, antes que una y transforme el alma en sí, primero la
purga de todos sus accidentes contrarios; hácela salir afuera sus fealdades y pónela
negra y oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía. Porque,
como esta divina purga anda removiendo todos los malos y viciosos humores, que
96
por estar ellos muy arraigados y asentados en el alma, no los echaba ella de ver, y así
no entendía que tenía en sí tanto mal; y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se
los ponen al ojo, y los ve tan claramente alumbrada por esta oscura luz de divina
contemplación (aunque no es peor que antes, ni en sí ni para con Dios), como ve en
sí lo que antes no veía, parécele claro que está mal, que no sólo no está para que Dios
la vea, mas que está para que la aborrezca, y que ya la tiene aborrecida. De esta
comparación podemos ahora entender muchas cosas acerca de lo que vamos diciendo
y pensamos decir”
En Subida al Monte Carmelo L. II, cap. 5, n 7. y 8., dice:
7. En dando lugar el alma (que es quitar de sí todo velo y mancha de criatura, lo
cual consiste en tener la voluntad perfectamente unida con la de Dios, porque el
amar es obrar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios)
luego queda esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser
sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el
mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al alma esta sobrenatural
merced, que todas las cosas de Dios y el alma son unas en transformación
participante. Y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por
participación; aunque es verdad que su ser naturalmente tan distinto se le tiene del
de Dios, como antes, aunque está transformada, como también la vidriera le tiene
distinto del rayo, estando de él clarificada.
8. De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta unión, como
decíamos, no es el entender del alma, ni gustar, ni sentir, ni imaginar de Dios ni
de otra cualquiera cosa, sino la pureza y amor, que es desnudez y resignación
perfecta de lo uno y de lo otro sólo por Dios; y cómo no puede haber perfecta
transformación si no hay perfecta pureza; y cómo según la proporción de la
pureza será la ilustración, iluminación y unión del alma con Dios, en más o en
menos; aunque no será perfecta, como digo, si del todo no está perfecta, y clara y
limpia.”
En Cántico Espiritual c. 39, n. 3-4 y 7 dice:
“3*. Este aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará Dios allí en
la comunicación del Espíritu Santo; el cual, a manera de aspirar, con aquella su
aspiración divina muy subidamente levanta el alma y la informa y habilita para que
ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el
Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella la aspira en el Padre y el
97
La inteligencia humana tiene por objeto formal a la esencia de las cosas sensibles;
También alcanza a las cosas sensibles en su accidentalidad y de un modo esencial;
esto es, por un modo superior al que corresponde a los sentidos. Y tiene una
capacidad de elevación, inclusive hasta conocer realmente a Dios. Este conocimiento
de Dios es imperfecto, a partir de las cosas sensibles que ya dicen una semejanza con
Dios, en base al principio de causalidad, y contiene negaciones de límites y defectos
incompatibles con Dios. Así, por ejemplo, conociendo lo que es la inteligencia de la
criatura puede llegar a conocer la inteligencia divina; pero este conocimiento, para
estar debidamente fundamentado requiere el empleo de la causalidad metafísica. Y la
negación de los límites de la inteligencia de la criatura; porque la inteligencia divina,
no puede ser, sino infinita y perfecta.
La fe sobrenatural es superior a la inteligencia natural. Y ésta no conoce lo que
conoce propiamente la fe. Queda, como anochecida, comparativamente a la luz de la
fe.
La fe sobrenatural tiene por objeto formal a Dios, verdad primera en su propia
Deidad. Y esto se hace no porque se perciba la evidencia intrínseca de la verdad
revelada, sino porque hay un influjo divino mediante una escucha espiritual. Uno le
cree a Dios que le habla. Se da en la fe una firmeza o certeza basada en la autoridad
divina y no en la evidencia intrínseca del objeto divino que se considera. Y esta no
evidencia o no luz importa también una noche. Se da un ingreso en la vida íntima de
Dios, que incluye especialmente la realidad de las tres divinas personas: Padre, Hijo
y Espíritu Santo. Pero es un conocimiento en el misterio, es decir, más allá de lo
cognoscible por cualquier inteligencia creada en su orden natural. Incluso la fe
incluye en su interior, como una cierta oscuridad. Es como una oscuridad en cierto
modo luminosa e iluminante.
El campo luminoso se extiende en la fe, con la ayuda de los dones del Espíritu
Santo y de la misma caridad. Pero en este mundo, nunca se disipa del todo la
oscuridad, de la fe (Cf. Summa Theol. II-II). Y en el cielo, la fe ya queda superada
por el lumen gloriae, que es el principio inmanente que Dios pone para la visión
beatífica.
La visión beatífica importa una visión directa e inmediata de Dios. Conocimiento
de la esencia divina por la misma esencia divina; y no simplemente mediante
imágenes creadas de Dios. Se conoce a Dios todo, pero no totalmente. Porque
nuestro intelecto, por elevado que esté, no deja de ser intelecto de una creatura, y por
99
cuanto a la unión con Dios. Y también a la esperanza, que de por sí importa una
cierta distancia
En la etapa final de la vida espiritual en este mundo se da mejor la claridad de la
contemplación. Se acentúa el aspecto de la caridad hacia Dios. Y esta caridad es
como un cierto fuego de amor que eleva y reconforta a la fe, incluso en el plano de su
conocimiento de Dios. La afectividad del alma cristiana se hace más objetiva y
divina, arrastrando a la persona creada del santo hacia las intimidades de Dios y de
su infinita bondad, verdad y belleza. Sacándola de un asentamiento indebido en sí,
por encima de Dios. Hay que amar a Dios sobre todas las cosas; incluso, por encima
de uno mismo.
En el amor perfecto de la divina contemplación se da la perfecta unión con Dios. Y
este divino amor, en cuanto supera a la luz de la fe, incluye como una noche. Aunque
a medida que se avanza y perfecciona en la unión con Dios, avanza también la
claridad. Aunque siempre es muy superior la visión de Dios del otro mundo.
Notas
(1) S. Juan de la Cruz: Obras Completas, ed. Monte Carmelo, Burgos 1990.
101
llevado otras-, mas quien tuviese de costumbre hablar con la majestad de Dios como
hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y
tiene deprendido por hacerlo otras veces, no la tengo por oración, ni plega a Dios que
ningún cristiano la tenga de esta suerte” (ib. 7).
Hay almas muy tullidas que requieren una especial intervención de Dios.
Pero hay otras almas que al fin entran en el castillo.
“Porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos y alguna
vez –aunque de tarde en tarde- se encomiendan a nuestro Señor y consideran quién
son, aunque no muy despacio. Alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios, el
pensamiento casi lo ordinario en esto, porque están tan asidos a ellos, que como
adonde está su tesoro se va allá el corazón, ponen por algunas veces de desocuparse,
y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no van bien para atinar a la puerta.
En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; más entran con ellas tantas
sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del castillo ni sosegar; harto hacen en
haber entrado” (ib. 8)
El alma en gracia, es como un castillo resplandeciente y hermoso, una perla
oriental, un árbol de vida plantado en las aguas vivas de la vida que es Dios. (Cf. cap.
2, 1.). Pero cuando cae en un pecado mortal. “No hay tinieblas más tenebrosas ni
cosa tan oscura y negra, que no lo esté mucho más” (ib.)
“Yo sé de una persona a quien quiso nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma
cuando pecava mortalmente. Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen,
no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden
pensar por huir de las ocasiones; y así le dio mucha gana que todos los entendieran.
Y así os la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que están en este
estado, todos hechos una oscuridad, y así son sus obras.” (ib. 2.)
“Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el
centro del alma, no pierde su resplandor y hermosura, que siempre está dentro de ella
y cosa no puede quitar su hermosura. Mas si sobre un cristal que está a el sol se
pusiese un paño muy negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no hará su claridad
operación en el cristal” (ib. 3.)
“¿Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo? ¡Qué turbados andan los
sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son los alcaldes y
maestresalas, ¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como adonde está
plantado el árbol que es el demonio, ¿qué fruto puede dar?”
105
todos estados es menester que nos venga de Dios. Su Majestad nos la dé por su
misericordia, amén” (ib. 12.)
“Habéis de notar que en estas moradas primeras aun no llega casi nada la luz que
sale del palacio donde está el Rey…Como si uno entrase en una parte adonde entra
mucho sol y llevase tierra en los ojos que casi no los pudiese abrir. Clara está la
pieza, más él no lo goza por el impedimento u cosas de estas fieras y bestias que le
hacen cerrar los ojos para no ver sino a ellas.
Así me parece debe ser un alma que, aunque no está en mal estado, está tan metida
en cosas del mundo y tan empapada en la hacienda u honra u negocios –como tengo
dicho-que aunque en hecho de verdad se querría ver y gozar de su hermosura, no le
dejan ni parece que pueda descabullirse de tantos impedimentos.
Y conviene mucho para haber de entrar a las segundas moradas, que procure dar de
mano a las cosas y negocios no necesarios, cada uno conforme a su estado; que es
cosa que le importa tanto para llegar a la morada principal, que si no comienza a
hacer esto lo tengo por imposible; y aun estar sin mucho peligro en la que está –
aunque haya entrado en el castillo-, porque entre cosas tan ponzoñosas una vez u otra
es imposible dejarle de morder” (ib. 14.)
Pone en guardia contra las penitencias desordenadas. Y contra el celo indiscreto.
La perfección está en el amor a Dios y al prójimo. A veces corresponde hablar sobre
las faltas de otros, con las personas correspondientes. (ib. 17., 18.)
2. Reflexiones complementarias
En estas moradas hay que darle mucha importancia a la lectura u oración vocal.
(4) Nota que la oración litúrgica está mucho en esto.
Hay que guardar especialmente la humildad y el temor de Dios.
El P. Royo Marín, en su Teología de la perfección cristiana, p. 274, de un modo
descriptivo señala las siguientes condiciones de las almas de la primeras moradas:
“Pecado mortal.- Débilmente combatido, pero sincero arrepentimiento y verdaderas
confesiones. Con frecuencia, ocasiones peligrosas voluntariamente buscadas.
Pecado venial.- Ningún esfuerzo por evitarlo. Se le concede muy poca importancia.
Prácticas de piedad.- Las preceptuadas por la Iglesia. Algunas omisiones. A veces,
algunas prácticas de supererogación.
Oración.-Puramente vocal, pocas veces y con muchas distracciones. Peticiones
humanas, de intereses temporales, rara vez de tipo espiritual”
107
5. Razones son éstas para vencer los demonios; mas, ¡oh Señor y Dios mío!, que la
costumbre en las cosas de vanidad y el ver que todo el mundo trata de esto lo estraga
todo. Porque está tan muerta la fe, que queremos más lo que vemos que lo que ella
nos dice. Y a la verdad no vemos sino harta mal ventura en los que se van tras estas
cosas visibles; más eso han hecho estas cosas emponzoñosas que tratamos, que como
si a uno muerde una víbora se emponzoña todo y se hincha, así es acá; no nos
guardamos
Claro está que es menester muchas cosas para sanar y harta merced nos hace Dios
si no morimos de ello. Cierto pasa el alma aquí grandes trabajos, en especial si
entiende el demonio que tiene aparejo en su condición y costumbres para ir muy
adelante, todo el infierno juntará para hacerle tornar a salir afuera.
6. ¡Ah, Señor mío! Aquí es menester vuestra ayuda, que sin ella no se puede hacer
nada. Por vuestra misericordia, no consintáis que esta alma sea engañada para dejar
lo comenzado. Dale luz, para que vea cómo está en esto todo su bien y para que se
aparte de malas compañías; que grandísima cosa es tratar con los que tratan de esto;
allegarse no sólo a los que viere en estos aposentos que él está, sino a los que
entendiere que han entrado a los de más cerca; porque le será gran ayuda, y tanto los
puede conversar que le metan consigo.
Siempre esté con aviso de no se dejar vencer; porque si el demonio le ve con una
gran determinación de que antes perderá la vida y el descanso y todo lo que le ofrece
que tornar a la pieza primera, muy más presto lo dejará. Sea varón y no de los que se
echaban a beber de buzos cuando iban a la batalla no me cuerdo con quién /Jud 7,5/,
sino que se determine, que va a pelear con todos los demonios y que no hay mejores
armas que las de la cruz.” (Las moradas segundas, cap. único, 3.-6.),
1. Reflexiones complementarias
Los que entran en la segunda morada ya están más afirmados en Dios, que los que
permanecen en la primera morada.
Se cuidan de no cometer pecados mortales, aunque a veces puedan caer en los
mismos. Tienen más oración. A ellos les corresponde la llamada meditación.
Entendida como un discurso de la razón, bajo el imperio de la fe sobrenatural, en
orden a obtener un afecto sobrenatural hacia Dios y el prójimo, y una mejor
operatividad sobrenatural.
Sin embargo, no cuidan mucho de evitar las ocasiones de pecado.
Consecuentemente, tienen bastantes pecados veniales. Y formidables luchas
109
espirituales. Ya tienen más capacidad para enfrentarse con las fuerzas del mal. Pero,
evidentemente, necesitan mucho apoyo de Dios y de los santos, para no caer en la
tentación.
Están más cerca de Dios. Pero no reciben mucho de la luz divina,
comparativamente a esa cercanía. Tienen los ojos como obnubilados. Y así, no
perciben mucho la Belleza divina y la de ellos mismos por estar en gracia, como
hubiera correspondido.
III. Las moradas terceras
1. El pensamiento de S. Teresa de Jesús:
“1. A los que por la misericordia de Dios han vencido estos combates y con la
perseverancia entrado a las terceras moradas, ¿qué les diremos? sino “bienaventurado
el varón que teme el Señor”/Sa 111, 1/ No ha sido poco hacer su majestad que
entienda yo ahora qué quiere decir el romance de este verso a este tiempo, según soy
torpe en este caso. Por cierto, con razón le llamaremos bienaventurado, pues si no
torna atrás, a lo que podemos entender, lleva camino seguro de su salvación. Aquí
veréis, hermanas, lo que importa vencer las batallas pasadas; porque tengo por cierto
que nunca deja el Señor de ponerle en seguridad de conciencia, que no es poco bien.
Digo en seguridad y dije mal, que no la hay en esta vida, y por eso siempre entended
que digo: si no torna a dejar el camino comenzado” (ib. Terceras moradas, cap. 1).
“Por eso digo, hijas, que la bienaventuranza que hemos de pedir es estar ya en
seguridad con los bienaventurados; que con esos temores, ¿qué contento puede tener
quien todo su contento es contentar a Dios? Y considerad que éste y muy mayor
tenían algunos santos que cayeron en graves pecados; y no tenemos seguro que nos
dará Dios la mano para salir de ellos y hacer la penitencia que ellos (entiéndase del
auxilio particular) (ib. 2.).
“De éstas, por la bondad del Señor, creo que hay muchas en el mundo; son muy
deseosas de no ofender a Su Majestad, y aún de los pecados veniales se guardan, y de
hacer penitencia amigas, sus horas de recogimiento, gastan bien el tiempo,
ejercítanse en obras de caridad con los prójimos, muy concertadas en su hablar y
vestir y gobierno de casa las que la tienen. Cierto, estado para desear y que al parecer
no hay por qué se les niegue la entrada hasta la postrera morada, ni se la negará el
Señor si ellos quieren, que linda disposición es para que las haga toda merced” (ib.
5.).
110
“7. Las penitencias que hacen estas almas son tan concertadas como su vida;
quiérenla mucho para servir a nuestro Señor con ella – que todo esto no es malo- y
así tienen gran discreción en hacerlas porque no dañen a la salud. No hayáis miedo
que se maten, porque su razón está muy en sí, no está aún el amor para sacar de
razón; más querría yo que la tuviésemos para no nos contentar con esta manera de
servir a Dios siempre a un paso a paso, que nunca acabaremos de andar este camino.
Y como a nuestro parecer siempre andamos y nos cansamos –porque creed que es un
camino abrumador-, harto bien será que no nos perdamos.
Más ¿paréceos, hijas, si yendo a una tierra desde otra pudiésemos llegar en ocho
días, que sería bueno andarlo en un año por ventas y nieves y aguas y malos
caminos? ¿No valdría más pasarlo de una vez? Porque todo esto hay y peligros de
serpientes. ¡Oh, qué buenas señas podré yo dar de esto!; y plega a Dios que haya
pasado de aquí, que hartas veces me parece que no” (ib. 7.)
Hace falta humildad y esfuerzo. (Cf. ib. 8.). Olvido de uno mismo (Cf. ib. 9.). En
cuanto a los gustos y consuelos, si los da Dios favorecen mucho; y si no se queda con
nosotros y no es por nuestra culpa también nos favorece: “…cuanto más que si son
de Dios vienen cargados de amor y fortaleza, con que se puede caminar más sin
trabajo e ir creciendo en las obras y virtudes.
No penséis que importa poco que no quede por nosotros, que cuando no es nuestra
la falta, justo es el Señor y su Majestad os dará por otros caminos lo que os quita por
éste, por lo que su majestad sabe, que son muy ocultos sus secretos; al menos será lo
que más nos conviene, sin duda ninguna”(ib. 11.) .
Importante la obediencia y dirección espiritual. Hay que evitar las ocasiones de
pecado (ib. 12.)
Cuidarse del exceso de críticas: “13. Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas,
que es mucho de personas tan concertadas espantarse de todo, y por ventura de quien
nos espantamos podríamos bien deprender en lo principal, y en la compostura
exterior y en su manera de trata les hacemos ventajas)” (ib.).
2. Reflexiones complementarias
Aquí se encuentran personas religiosas y cristianas más afirmadas en Dios, que las
personas que se encuentran en las moradas anteriores. Cierta seguridad espiritual
importante y llamativa.
112
Tienen más cuidado, no sólo de los pecados mortales, sino también de los veniales.
Tienen sus oraciones regularmente. Una vida sana y bastante ordenada. Gustan de su
condición cristiana.
Tienen dificultades para romper los esquemas. Demasiado racionales; no han
saboreado la locura de la cruz. Demasiado apego a los gustos de la vida espiritual.
Les cuesta demasiado entrar en las sequedades, y en el ejercicio de la fortaleza y
sacrificio del camino de la cruz. Deben insistir no en sus gustos, sino en el
cumplimiento de la bondad divina, que a veces toma camino por senderos
desacostumbrados. Deben poner atención y cuidado en la práctica de la humildad,
del espíritu de servicio, del amor a Dios y al prójimo. No recargarse humanamente
con cargas inútiles. Se trata de empezar a volar, hacia la trascendencia divina.
porque esta costumbre es recia cosa-, sino no son ya traidores y andan alrededor.
Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por si
gran misericordia quiérelos tornar a El y como buen pastor, con un silbo tan suave
que aun casi ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que no anden
tan perdidos, sino que se tornen a su morada, y tiene tanta fuerza este silbo del
pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados, y métense en
el castillo.
3. Paréceme que nunca lo he dado a entender como ahora; porque para buscar a
Dios en lo interior (que se halla mejor y más a nuestro provecho, que en las criaturas,
como dice san Agustín que le halló después de haberle buscado en muchas partes), es
gran ayuda cuando Dios hace esta merced.
Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar dentro de sí
a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto y excelente manera
de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es estar Dios dentro de nosotros
mismos; mas no es esto, que cada uno lo puede hacer –con el favor del Señor, se
entiende todo-; mas lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces, antes
que se comienza a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por
dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor, que no fue por los oídos –que no se oye
nada-, mas siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior, como verá
quien pasa por ello, que yo no lo sé aclarar mejor. Paréceme que he leído que como
un erizo o tortuga, cuando se retiran hacia sí; y debíalo entender bien quien lo
escribió. Más estos, ellos se entran cuando quieren; acá no está en nuestro querer,
sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced.
Tengo para mí que, cuando Su Majestad la hace, es a personas que van ya dando de
mano a las cosas del mundo. No digo que sea por obra los que tienen estado, que no
pueden sino por el deseo, pues los llama particularmente para que estén atentos a las
interiores; y así creo que, si queremos dar lugar a Su Majestad, que no dará sólo esto
a quien comienza a llamar para más.
4. Alábale mucho quien esto entendiere en sí, porque es muy mucha razón que
conozca la merced y el hacimiento de gracias por ella hará que se disponga para otras
mayores. Y es disposición para poder escuchar, como se aconseja en algunos libros,
que procuren no discurrir, sino estarse atentos a ver que obra el Señor en el alma, que
si Su Majestad no ha comenzado a embebernos, no puedo acabar de entender como
se pueda detener el pensamiento de manera que no haga más daño que provecho,
114
II La oración de quietud
1 Algunos textos de S. Teresa:
“De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy
regalada, que está el alma que no le parece le falta nada, que aun el hablar le cansa,
digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Dura rato y aún ratos” (Relación
primera al P. Rodrigo Álvarez n. 4 (cuentas de conciencia n. 54, 4).
115
aquella agua celestial de este manantial que digo de lo profundo de nosotros, parece
que se va dilatando y ensanchando todo nuestro interior y produciendo unos bienes
que no se pueden decir, ni aun el alma sabe entender qué es lo que se le da allí.
Entiende una fragancia –digamos ahora- como si en aquel hondón interior estuviese
un brasero adonde se echasen olorosos perfumes; ni se ve la lumbre ni dónde está;
mas el calor y humo oloroso penetra toda el alma, y aun hartas veces –como he
dicho- participa el cuerpo.
Mirad, entendedme, que ni se siente calor ni se huele olor, que más delicada cosa
es que estas cosas, sino para dároslo a entender. Y entiendan las personas que no han
pasado por esto, que es verdad que pasa así y que se entiende y lo entiende el alma
más claro que yo lo digo ahora. Que no es esto cosa que se puede antojar, porque por
diligencias que hagamos no lo podemos adquirir, y en ello mismo se ve no ser de
nuestro metal, sino de aquel purísimo oro de la sabiduría divina. Aquí no están las
potencias unidas –a mi parecer- sino embebidas y mirando como espantadas qué es
aquello.
8. La voluntad bien me parece que debe estar unida en alguna manera con la de
Dios; mas en los efectos y obras de después se conocen estas verdades de oración,
que no hay mejor crisol para probarse. Harto gran merced es de nuestro Señor si la
conoce quien la recibe, y muy grande si no torna atrás.
10. Dejemos cuando el Señor es servido de hacerla porque Su Majestad quiere y
no por más. El sabe el porqué; no nos hemos de meter en eso. Después de hacer lo
que los de las moradas pasadas, humildad, humildad; por ésta se deja vencer el Señor
a cuanto de El queremos. Y los primero en que veréis si la tenéis, es en no pensar que
merecéis estas mercedes y gustos del Señor, ni los habéis de tener en vuestra vida.
Diréis me que de esta manera, que cómo se han de alcanzar nos lo procurando. A
esto respondo que no hay otra mejor de la que os he dicho, y no los procurar por
estas razones: la primera, porque lo primero que para esto es menester, es amar a
Dios sin interese; la segunda , porque es un poco de poca humildad pensar que por
nuestros servicio miserables se ha de alcanzar cosa tan grande; la tercera, porque el
verdadero aparejo para esto es deseo de padecer y de imitar al Señor, y no gustos, los
que, en fin, le hemos ofendido; la cuarta, porque no está obligado Su Majestad a
dárnoslos, como a darnos la gloria si guardamos sus mandamientos, que sin esto nos
podremos salvar , y sabe mejor que nosotros lo que nos conviene y quien le ama de
verdad; y así es cosa cierta, yo lo sé, y conozco personas que van por el camino del
117
amor como han de ir, por sólo servir a su Cristo crucificado, que no sólo no le piden
gustos ni los desean, más le suplican no se los dé en esta vida; esto es verdad. La
quinta es porque trabajaremos en balde, que como no se ha de traer esta agua por
arcaduces como la pasada, si el manantial no la quiere producir, poco aprovecha que
nos cansemos. Quiero decir que, aunque más meditación tengamos y aunque más nos
estrujemos y tengamos lágrimas, no viene esta agua por aquí; sólo se da a quien Dios
quiere y cuando más descuidada está muchas veces el alma.
Suyas somos, hermanas; haga lo que quisiere de nosotras; llévenos por donde fuere
servido; bien creo que quien de verdad se humillare y desasiere …, que no dejará el
Señor de hacernos esta merced y otras muchas que no sabremos desear: Sea por
siempre alabado y bendito, amén” (Moradas cuartas, cap. 3)
2 Reflexiones complementarias
La oración de quietud es una oración sobrenatural, místicamente causada por Dios
en el alma, por la cual el alma queda muy junto a Dios, la voluntad queda como
absorta en el amor a Dios, y se establece una paz y gozo en ella, que tiende a
difundirse inclusive hasta el cuerpo.
El recogimiento infuso afecta más al intelecto. La quietud a la voluntad. La
voluntad queda como cautiva en Dios. El intelecto y la memoria, sosegados y
tranquilos, con cierta libertad, en dirección a Dios. La oración de quietud es más
intensa y elevada que la oración de recogimiento infuso. Importa un crecimiento de
la caridad y de las distintas virtudes. Empieza un cierto gozo fruitivo de Dios, como a
quien se empieza a alcanzar. Si se la compara a la oración y a sus gozos con el agua,
en la oración de recogimiento infuso y anteriores, es como si el agua viniera por
ciertos canales artificiales; en cambio, en la oración de quietud, es como si el agua se
recogiera de su propia fuente o manantial. El alma quisiera seguir estando en esta
situación, que por otra parte, la lleva a un progreso. Aunque, dada la libertad del
intelecto y la memoria, se pueden realizar si hacen falta, obras exteriores, en una
cierta unión espiritual de Marta y María.
Crece la libertad interior a favor del servicio divino. Se supera el temor servil,
aunque queda el temor filial de ofender a Dios. Hay gran confianza en la eterna
salvación. Se superan muchos temores en orden a encarar las penitencias. Se superan
muchos frenos con respecto al trabajo. Hay voluntad grande de hacer algo por Dios.
Mucha humildad. Se percibe la enorme superioridad de los gozos divinos, por
encima de los placeres terrenos.
118
II La embriaguez de amor
119
deshacer y morir por Él mil muertes. Luego le comienza a tener de padecer grandes
trabajos, sin poder hacer otra cosa. Los deseos de penitencia grandísimos; el de
soledad, el de que todos conociesen a Dios; y de aquí le viene una pena grande de ver
que se es ofendido.
¡Oh!, pues ver el desasosiego de esta mariposita, con no haber estado más quieta y
sosegada en su vida, es cosa para alabar a Dios. Y es que no sabe adónde posar y
hacer su asiento, que, como le ha tenido tal, todo lo que ve en la tierra le descontenta,
es especial cuando son muchas las veces que le da Dios de este vino; casi de cada
una queda con nuevas ganancias. Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo
gusano, que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas. ¿Cómo se ha de
contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso? Todo se le hace poco cuando puede
hacer por Dios, según son sus deseos. No tiene en mucho lo que pasaron los santos,
entendiendo ya por experiencia cómo ayuda el Señor y transforma un alma, que no
parece ella, ni su figura” ( c.2, n. 7-8)
2. Reflexiones complementarias
En las moradas quintas se da la oración de simple unión. Se trata de un ejercicio
muy intenso de la oración contemplativa, como un vuelo amoroso, que importa el
cautiverio de las distintas potencias interiores del alma, con un cierto desvanecerse
de la actividad de los sentidos exteriores y aún de otros aspectos de la actividad
corpórea. Esto dura algunos espacios de tiempo; y en su retorno, el alma nota mucho
la diferencia con el vivir común, en este mundo. Este vivir común queda como algo
muy inferior. Pero el alma está más elevada espiritualmente: con muchos deseos de
alabar a Dios y de sufrir trabajos por Él, grandes deseos de penitencia, de que Dios
sea conocido, mucha pena por las ofensas.
Estando en esta oración se da una absoluta falta de distracciones. Certeza absoluta
de estar con Dios, durante la oración. O de haber estado con Él, después de la
oración. Ausencia de cansancio, mucha paz y suavidad.
llamada de Dios, y tan entendido, que algunas veces –es especial a los principios- la
hace estremecer y aun quejar, sin ser cosa que le duele. Siente ser herida
sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió; mas bien conocer ser cosa
preciosa y jamás querría ser sana de aquella herida: Quéjase con palabras de amor,
aun exteriores, sin poder hacer otra cosa, a su Esposo, porque entiende que está
presente, mas no se quiere manifestar de manera que deje gozarse, y es harta pena,
aunque sabrosa y dulce; y aunque quiera no tenerla, no puede; mas esto no querría
jamás. Mucho más le satisface que el embebecimiento sabroso, que carece de pena,
de la oración de quietud”.
2. Deshaciéndome estoy, hermanas, para daros a entender esta operación de amor,
y no sé cómo; porque parece cosa contraria dar a entender el Amado claramente que
está con el alma, y parecer que la llama con una seña tan cierta que no se puede
dudar, y un silbo tan penetrativo para entenderle el alma que no se le puede dejar de
oír; porque no parece sino que en hablando el Esposo, que está en la séptima morada,
por esta manera –que no es habla formada-, toda la gente que está en las otras no se
osan bullir, ni sentidos ni imaginación ni potencias. ¡Oh, mi poderoso Dios, qué
grandes son vuestros secretos y diferentes las cosas del espíritu a cuanto por acá se
puede ver ni entender, pues con ninguna cosa se puede aclarar ésta, tan pequeña para
las muy grandes que obráis en las almas!”
3. Hace en ella tan gran operación, que se está deshaciendo de deseo y no sabe qué
pedir, porque claramente le parece que está con ella su Dios. Diréis me: Pues, si esto
entiende, ¿qué desea, o qué le da pena? ¿qué mayor bien quiere? No lo sé; se que
parece le llega a las entrañas esta pena y que cuando de ellas saca la saeta el que la
hiere, verdaderamente parece que se las lleva tras sí, según el sentimiento de amor
siente.
4. Estaba pensando ahora si sería que en este fuego del brasero encendido, que es
mi Dios, saltaba alguna centella y daba en el alma, de manera que se dejaba sentir
aquel encendido fuego, y como no era aún bastante para quemarla y él es tan
deleitoso, queda con aquella pena, y a el tocar hace aquella operación. Y paréceme es
la mejor comparación que he acertado a decir. Porque este dolor sabroso –y no es
dolor- no está en un ser; aunque a veces dura gran rato, otras de presto se acaba,
como quiere comunicarle el Señor, que no es cosa que se puede procurar por ninguna
vía humana: Mas aunque está algunas veces rato, quítase y torna; en fin , nunca está
estante, y por eso no acaba de abrasar el alma, sino ya que se va a encender muérese
122
la centella y queda con deseo de tornar a padecer aquel dolor amoroso que le causa”
(Las moradas sextas, cap. 2, 1-4).
(ib. cap. 4, I.-2) “1. Con estas cosas dichas de trabajo y las demás, ¿qué sosiego
puede traer la pobre mariposita? Todo es para más desear gozar a el Esposo. Y Su
Majestad, como quien conoce nuestra flaqueza, vala habilitando con estas cosas y
otras muchas, para que tenga ánimo de juntarse, con tan gran Señor y tomarle por
Esposo.
2. Reíros heis de que digo esto, y pareceros ha desatino; porque cualquiera de
vosotros os parecerá que no es menester y que no havrá ninguna mujer tan baja que
no le tenga para desposarse con el rey. Ansí lo creo yo con el de tierra; más con el
del cielo, yo os digo que es menester más de lo que pensáis; porque nuestro natural
es muy tímido y bajo para tan gran cosas, y tengo por cierto que, si no le diese Dios,
con cuanto veis que nos está bien, sería imposible.
Y ansí veréis lo que hace Su Majestad para concluir este desposorio, que entiendo
yo debe ser cuando da arrobamientos, que la saca de sus sentidos; porque si estando
en ellos se viese tan cerca de esta gran Majestad, no era posible –por ventura- quedar
con vida. Entiéndese arrobamientos que lo sean, y no flaquezas de mujeres, como por
acá tenemos, que todo nos parece arrobamiento y éstasi. Y, como creo dejo dicho,
hay complesiones tan flacas que con una oración de quietud se mueren, quiere poner
aquí algunas maneras que yo he entendido –como he tratado con tantas personas
espirituales- que hay de arrobamientos, aunque no sé si acertaré, como en otra parte
que lo escriví /V c. 20/ esto y algunas cosas de las que van aquí, que por algunas
razones ha parecido no va nada tornarlo a decir, aunque no sea sino por que vayan las
moradas por junto aquí”
“ Ib. ”cap. 4, 13. Pues tornando a lo que decía, manda el Esposo cerrar las puertas
de las moradas, y aun las del castillo y cerca, que, en queriendo arrebatar esta alma se
le quita el huelgo, de manera que, aunque dure un poquito más algunas veces los
otros sentidos, en ninguna manera puede hablar, aunque otras veces todo se quita de
presto, y se enfrían las manos y el cuerpo de manera que no parece tiene alma, ni se
entiende algunas veces si hecha el huelgo. Esto dura poco espacio –digo para estar en
un ser-, porque quitándose esta gran suspensión un poco, parece que el cuerpo torna
algo en sí y alienta para tornarse a morir y dar mayor vida a el alma; y, con todo, no
dura mucho este gran éxtasis.
123
y 12). A esto se llama “rapto” “Si el cuerpo se levanta del suelo y queda como
suspendido en el aire, se llama levitación (fenómeno extraordinario)”. (Royo Marín,
ib.)
Se habla para esta época de toques divinos sustanciales, de heridas de amor, de
impulsos e ímpetus que ponen al alma fuera de sí, de raptos y vuelos del espíritu, de
visiones y locuciones, de consuelos. (Cf. Juan de la Cruz: Obras Completas, Ed.
Monte Carmelo, Burgos, 2ª. ed. Minor, 1990, Llama de amor viva,, Canción 2ª.,
Declaración, p. 927 y s.)
Por estos tiempos se da “la noche del espíritu” que purifica místicamente al alma,
con mucha oscuridad y sufrimiento.
Se habla del desposorio espiritual, que prepara para el matrimonio espiritual. Al
respecto dice Royo Marín: “En medio de uno de esto éxtasis inefables tiene lugar el
llamado desposorio espiritual, que no es otra cosa que la promesa de Dios de llevar al
alma hasta la unión transformativa o matrimonio espiritual. Santa Teresa cree que es
indispensable el arrobamiento para no morir ante el esplendor de la divina Majestad.
Al recibir el alma la promesa divina de llegar algún día hasta la cumbre de la unión
con Dios, experimenta una alegría tan inefable, que la pone en trance de morir. “Este
dichoso día –escribe hermosamente San Juan de la Cruz- no solamente se le acaban
al alma sus ansias vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando
adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado de paz y deleite y de suavidad
de amor” /Cántico Espiritual anotación para la canción 14, n. 2/” (Teología de la
Perfección Cristiana, Ed. BAC. Madrid, 2008, P. III, L. II c. 3, p. 737).
En situaciones, por decirlo así, extremas de oración uno puede morir. (Cf. Moradas
sextas, cap. 11, nn. 10-11)
un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo
entiende el alma –podemos decir- por vista, aunque no es vista con los ojos del
cuerpo ni del alma, porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres
Personas y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que
dijo el Señor: que venía El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le
ama y guarda sus mandamientos.
8. ¡Oh, válgame Dios, cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a
entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta más esta alma,
porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve –de la
manera que queda dicho- que están en lo interior de su alma, en lo muy interior; en
una cosa muy honda –que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras- siente en sí
esta divina compañía.
9. Pareceros ha que, según esto, no andará en sí, sino tan embebida, que no pueda
entender en nada. Mucho más que antes, en todo lo que es servicio de Dios, y en
faltando las ocupaciones, se queda con aquella agradable compañía, y si no falta a
Dios el alma, jamás Él le faltará –a mi parecer- de darse a conocer tan
conocidamente su presencia. Y tiene gran confianza que no la dejará Dios, pues le ha
hecho esta merced, para que la pierda; y ansí se puede pensar, aunque no deja de
andar con más cuidado que nunca, para no le desagradar en nada.
10. El traer esta presencia entiéndese que no es tan enteramente, digo tan
claramente, como se le manifiesta la primera vez y otras algunas que quiere Dios
hacerle este regalo; porque si esto fuese, era imposible entender en otra cosa, ni aún
vivir entre la gente; mas aunque no es con esta tan clara luz, siempre que advierte se
halla con esta compañía, digamos ahora como una persona que estuviese en una muy
clara pieza con otras y cerrasen las ventanas y se quedase a oscuras; no porque se
quitó la luz para verlas y que hasta tornar la luz no las ve, deja de entender que están
allí” (Moradas séptimas, cap. 1)
2. Reflexiones complementarias
Es la última de las moradas. Llamada matrimonio espiritual, unión transformativa,
unión consumada.
Es una divina contemplación de Dios, con una transformación total en Dios amado,
una mutua entrega muy perfecta y una unión permanente.
Es una divina contemplación de Dios, la más subida que se da en este mundo, lo
que importa especialmente un ejercicio perfecto de la fe, bajo el imperio de la
126
Notas
(1) S. Teresa de Jesús: Obras Completas, ed. BAC, Madrid 1979.
128
ÍNDICE
ESQUEMA DE ESPIRITUALIDAD CRISTIANA. Autor: P. Fr. Marcos Rodolfo
González O.P. pag. 1
PRÓLOGO p.2
INTRODUCCIÓN GENERAL p. 3
I.- Intención general del curso p. 3
II.- Ubicación teológica p. 3
III.- La Sagrada Teología p. 3
IV.- División de la materia p. 8
Notas p. 8
Capítulo 1º. Sobre el hombre cristiano p. 10
I.- El hombre p. 10
Notas p. 13
II.- El hombre cristiano p. 14
III.- Los estados teológicos en el hombre p. 14
Notas p. 16
IV.- Los auxilios divinos p. 17
Notas p. 22
Capítulo 2º. Las cualidades p. 23
I.- Sobre la cualidad en general p. 23
II.- Sobre los hábitos y disposiciones p. 23
1.- En general p. 23
2.- Distinción de los hábitos y disposiciones p. 24
3.- Distinción de los hábitos y disposiciones entitativos y operativos p. 25
4.- Hábitos naturales y sobrenaturales p. 26
III.- Sobre las potencias del alma humana p. 26
1.- Las potencias del alma en general p. 26
2.- División de las potencias del alma humana. p. 27
3.- Las distintas potencias del alma humana p. 28
I. Las potencias vegetativas p. 28
II. Las potencias sensitivas p. 28
1. Sentidos externos p. 28
2. Sentidos internos p. 28
3. Potencia motriz p. 29
129
Notas p. 96
ÍNDICE p. 97