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El aire como mercancía

El aire es un bien libre, esto es que económicamente tiene “un precio cero” porque dada su
abundancia es imposible que su producción sea rentable. Ejemplos de bienes libres podrían
ser: la luz del sol, sin embargo, el cambio climático ha acrecentado y causado la emisión de
gases de efecto invernadero que no solo amenazan con subir las temperaturas medias sino
que además contamina el aire y lo vuelve cada vez menos respirable; por lo tanto puede
intuirse si cada vez hay menos aire no contaminado este puede adquirir un precio. A esto se
añade que, en 2014, la OMS cuantificó los efectos del aire tóxico. En resumen, se cree que
causa alrededor de 7 millones de muertes prematuras por año y es responsable de una
variedad de afecciones médicas que incluyen cáncer de pulmón y ataques cardíacos.

De hecho respirar aire puro es lo nuevo en ciudades supercontaminadas como Shanghái,


Pekín o Delhi. El sector privado ha aprovechado la oportunidad de obtener ganancias frente
a la crisis. Desde escuelas caras en Delhi, a las que asisten los niños de la élite local o de
expatriados ricos, hasta hoteles de lujo como el Cordis, aquellos que pueden permitírselo
están haciendo del aire limpio una comodidad.

No habría algo más esencial para la vida humana y por lo tanto mercancía más
imprescindible. Una de las razones de ese “retraso” de la apropiación del aire en relación a
la propiedad de la tierra o el agua es que esta permite una apropiación divisible en
dimensiones fijas, mensurables y de fácil delimitación, como lo es el ejemplo de la botella
de agua.

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