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El Cuidado del otro


Equipo multimedia de apoyo a la enseñanza

Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología


Material de distribución gratuita, prohibida su venta
Equipo multimedia de apoyo a la enseñanza

CINE Y CULTURA CONTEMPORÁNEA

El cuidado del otro


Carlos Skliar
Con la colaboración de Ricardo Foster
Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología
Lic. Daniel Filmus

Secretario de Educación
Lic. Juan Carlos Tedesco

Subsecretaria de Equidad y Calidad


Lic. Alejandra Birgin

Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente


Lic. Laura Pitman

Coordinadora del Área de Desarrollo Profesional Docente


Lic. Silvia Storino
Dirección Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente

Área de desarrollo profesional docente

Proyecto “Equipo multimedia de apoyo a la enseñanza”


Coordinación general
Silvia Storino
Esteban Mizrahi

Coordinación ejecutiva
Liliana Calderon
Martín D'Ascenzo

Supervisión
Patricia Bavaresco
Corina Guardiola
Mercedes Potenze
Claudia Rodríguez
Adriana Santos
Teresa Socolovsky
Verónica Travi

Producción editorial
Viviana Ackerman
Raquel Franco
Karina Maddonni
Adriana Martínez
Sergio Luciani
Liliana Santoro
Nora Raimondo

Agradecemos especialmente a Raquel Gurevich, Beatriz Masine, Javier Trímboli.Expresamos asimismo


nuestro agradecimiento por la lectura crítica de los módulos a los siguientes profesores de nivel
medio: Matilde Carlos, Sergio Carnevale, Horacio Fernández, Marcela Franco, Emilce Geoghegan,
Rubén Guibaudi, Julián Insúa, Gertrudis Muchiute, Claudia Paternóster, Andrea Paul, Mónica
Pianohoqui, Gustavo Ruggiero, Alfredo Sayus, Adriana Valle.

4 | Equipo multimedia de apoyo a la formación inicial y continua de docentes


Estimados colegas:

Una de las preocupaciones compartidas por los profesores de escuela secundaria es la de


generar en sus aulas mejores condiciones para la comprensión y apropiación de los sabe-
res que la institución está convocada a transmitir.
Los alumnos que habitan nuestras escuelas transitan una época en la cual la producción
audiovisual ocupa un lugar protagónico: los jóvenes y también los adultos formamos parte
de un mundo que se comunica, divierte, informa y conmueve por medio de las imágenes.
Desde esta perspectiva, nos hemos planteado la tarea de encontrar nuevos lenguajes y for-
matos que tornen posible un mayor acercamiento entre docentes, alumnos y contenidos
de enseñanza.
En esta oportunidad, buscamos poner a disposición de los docentes un conjunto de mate-
riales con los que se busca, por un lado, enriquecer la transmisión de contenidos curricu-
lares en humanidades y ciencias sociales y, por otro, facilitar la comprensión de problemá-
ticas específicas del mundo contemporáneo relativas al mundo del trabajo, las culturas y
los vínculos juveniles. Los mismos potencian el uso de la imagen como recurso para la
reflexión sobre temáticas clave que atraviesan nuestra época.
Creemos que introducir nuevas narrativas en la escuela puede ser una excelente ocasión
para abrir debates acerca de los múltiples cambios históricos, sociales, políticos, económi-
cos y de la vida cotidiana que se abordan como objeto de conocimiento en la escuela.
La Ley de Educación Nacional dispone la obligatoriedad de la Escuela Secundaria. El
desafío que se nos plantea como sociedad es garantizar la inclusión de los adolescentes y
jóvenes en la escuela desde una justa distribución de los bienes culturales de los que dis-
ponemos. En este sentido, esperamos que los materiales que aquí presentamos enriquez-
can la tarea de enseñar y aprender en la escuela media.

Cordialmente,
Lic. Daniel Filmus
Equipo multimedia de apoyo a la
enseñanza
La cultura audiovisual es mirada muchas veces con recelo por la escuela, cuya cotidianei-
dad transcurre entre escrituras y lecturas. Sin embargo, los avances producidos en el pen-
samiento pedagógico y en cada uno de los campos didácticos sugieren que es posible favo-
recer los procesos de aprendizaje en los alumnos introduciendo nuevos lenguajes en el
ámbito escolar.

Dado que el cine y otros medios de expresión visual han alcanzado un lugar destacado en
la cultura, pueden servir como vía propicia para acceder a las problemáticas cuyas múlti-
ples transformaciones afectan la vida cotidiana en las sociedades actuales y que se abordan
como objeto de conocimiento en la escuela.

Nos referimos a los medios audiovisuales como recursos para la enseñanza de contenidos
pero a la vez reserva espacio para realizar una alfabetización audiovisual en acto, en tanto el
encuentro que supone genera oportunidades de interacción entre los jóvenes y la imagen, en
un ambiente claramente marcado por la intencionalidad pedagógica.
El equipo multimedia de apoyo a la enseñanza que aquí presentamos, esta conformado
por ocho ciclos temáticos. Cada uno de ellos se compone de cuatro filmes y un cuaderni-
llo para el docente que profundiza los temas abordados en las películas, a saber:

Cine y literatura “el narrador y la ficción”


Cine e historia “Argentina: la segunda mitad del siglo XX”
Cine y ciencias sociales “trabajo y territorio”
Cine y filosofía “destino, azar y necesidad”

Además se incluyen cuatro ciclos de cine y cultura contemporánea:


“El cuidado del otro”
“Pasado argentino reciente”
“Los jóvenes y el mundo del trabajo”
“Los jóvenes de ayer y de hoy”

Esperamos que este material acompañe el trabajo de los docentes y colabore potenciando
los procesos de enseñanza.

Dirección Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente


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Índice

Introducción ............................................................................................................................... 11
El cuidado del otro. La responsabilidad por el otro. La ética a partir del otro

Capítulo 1 .................................................................................................................................. 23
¿Qué puede una identidad? Sobre la narración,
la experiencia y el cuidado de sí mismo (a propósito de Bonanza)

Capítulo 2 ................................................................................................................................... 51
La edad del borde: buscando al otro (a propósito de Nadar solo)

Capítulo 3 .................................................................................................................................. 73
Racismo, tolerancia y el cuidado del otro
(a propósito de Italiano para principiantes)

Capítulo 4 ................................................................................................................................ 103


La calle Azul y el caleidoscopio educativo
(a propósito de El señor Ibrahim y las flores del Corán)

Bibliografía ............................................................................................................................. 129

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I N T R O D U C C I Ó N
El cuidado del otro.
La responsabilidad
por el otro.
La ética a partir del otro
Creo que toda asimilación que no tenga en cuenta la diferencia es una
impostura.

Edmond Jabès
Del desierto al libro

Dejarse afectar por el sufrimiento de los demás y hacerse cargo de él es un


modo esencial de hacer trabajo civilizador.
Luigina Mortari
Apprendere dall’esperienza

texto se revela como más dependiente y


1. Acerca de la escritura y de la lectura de sigue más o menos fielmente las imágenes,
este material. Mirar y dar a mirar al otro y el tiempo, el movimiento y los discursos de
a la relación con el otro las películas sobre las cuales pensamos y
escribimos; así, nuestras palabras se verán
“¡Qué tragedia no creer orientadas, atravesadas por ellas, escritas,
en la perfectibilidad humana! […] entonces, con una mayor inmediatez, con
¡Y qué tragedia creer en ella!” mucha más sorpresa y con una entonación
más “corporal”, más “sensitiva” si se quiere.
FERNANDO PESSOA En otros momentos podrán apreciar más
Aforismos y afines. bien lo contrario: el texto tendrá una rela-
tiva autonomía y las imágenes y los discur-
A continuación tendrán ustedes en sus sos de las películas apenas si sobrevolarán,
manos algunas reflexiones, algunas mira- y serán apenas un telón de fondo para lo
das, ideas, sensibilidades y pensamientos que queremos pensar y decir.
acerca de la cuestión del cuidado del otro. Y En segundo lugar, tal vez sea necesario
nos parece interesante, en primer lugar, ser rendirse ante una evidencia que parecerá
muy explícitos acerca del tono con el que tan obvia como redundante: la cuestión del
hemos intentado escribir estas páginas. cuidado del otro excede largamente cual-
Digamos que en algunos momentos el quier pretensión de encerrarse en una

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temática más o menos bien definida; se Es cierto: para poner en cuestión el pro-
resiste a reducirse a una serie de reglas, blema del cuidado del otro se hace necesa-
principios y leyes que regulen y discrimi- rio un cierto no-conocimiento, o bien una
nen qué es y qué no es tal cuestión. Como cierta pérdida del conocimiento heredado
una piedra arrojada al agua, cada vez que que, tradicionalmente, ubica al otro en un
intentamos definir el lugar del dilema, éste lugar de poca jerarquía, de poca trascen-
se abre en más y más círculos que, a cada dencia, de poca entidad. En efecto, tal vez
segundo, impiden una concreción y una ese no-conocimiento se relacione con el
definición precisas. Y quizás eso ocurra jus- dilema de la alteridad: algo, alguien,
tamente por lo que nos ocupa: si entende- irrumpe imprevistamente, algo, alguien
mos “el cuidado del otro” como una doble altera el orden supuestamente preexistente
necesidad, esto es, la de pensar el otro por y algo, alguien, nos perturba en nuestra
sí mismo, en sí mismo y desde sí mismo, y identidad aparente. En otras palabras, el
la de establecer relaciones de ética, pues a término “alteridad” tiene mucho más que
cada relación de alteridad, a cada conversa- ver con la irrupción, con la alteración, con
ción, a cada encuentro, todo puede cam- la perturbación y de aquí se desprende, casi
biar, todo puede volver a comenzar, todo se por fuerza de ley, que por relaciones de
hace transformación, todo se recubre de un alteridad entendemos algo muy diferente
cierto misterio, todo conduce hacia la lla- que aquellas relaciones definidas a través
mada de un cierto no-saber. Como lo dice –y pretendidas como– de la calma, la quie-
Jacques Derrida: tud, la empatía, la armonía, la tranquili-
dad, y el no-conflicto. Por lo tanto, cada
La llamada tiene lugar en relación con vez que pretendemos asegurar y conservar
el no-conocimiento. Luego yo no tengo la expresión “cuidado del otro” algo,
respuesta. No puedo decir “es ésta”. De alguien, se nos escapa; algo, alguien, huye
verdad que no lo sé, pero este “no lo sé”, de las certezas; algo, alguien, se resiste a ser
no es resultado de la ignorancia o del conceptualizado, se resiste a ser transfor-
escepticismo, ni de nihilismo ni de mado en temática escolar, banalizado, sim-
oscurantismo alguno. Este no-conoci- plificado, atesorado en una o dos palabras
miento es la condición necesaria para más o menos aseguradoras y confiables. En
que algo ocurra, para que sea asumida síntesis: no nos gustaría contribuir a una
una responsabilidad, para que una deci- cierta fijación, a una cierta sistematización
sión sea tomada. 1 forzada y forzosa de los problemas implica-

1. Jacques Derrida, No escribo sin luz artificial, Cuatro Ediciones, Valladolid, 1999, p. 176.

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dos en el dilema del cuidado del otro sino tamos sino por nuestras propias limitacio-
más bien confiarles nuestras propias debili- nes para hacerlo. Aun así puntuaremos a
dades, nuestras propias afecciones y nues- continuación las principales dimensiones
tra propia alteridad al intentar hacerlo. que atraviesan esos dilemas, algunos de los
Por otro lado, si es verdad que “todo cuales serán profundizados en las páginas
está en todo”, que “todo puede encontrar- siguientes y otros, simplemente, serán ape-
se en todo”, esto es, que todo puede encon- nas esbozados; por ejemplo: las preguntas
trarse en un libro, en una música, en un acerca del otro y las preguntas que son del
gesto, en un silencio, pues entonces a veces otro; las identidades conocidas, las identi-
vale sólo una imagen, vale sólo una pala- dades silenciadas y las identidades ignora-
bra, vale sólo una mirada, vale sólo una das; las diferencias, los sujetos diferentes y
secuencia de las películas aquí incluidas la estrategia de diferencialismo; la acogida,
para poder pensar y sentir a qué hacemos la bienvenida, la atención y la hospitalidad
referencia cuando hablamos del cuidado hacia el otro; el racismo, la tolerancia, la
del otro. hostilidad; la experiencia irreductible del
En tercer lugar, nos interesaría ya desde otro; el nacimiento, la fecundidad, la con-
la introducción dejar claro que “cuidado tingencia, el límite, lo que sabemos y lo
del otro” significa detenerse en una exten- que no sabemos; el acontecimiento del
sa y compleja gama de dilemas, a veces otro y las pedagogías; la educación más
filosóficos, otras veces antropológicos, allá y más acá de la institucionalización; la
otras tantas veces culturales, políticos y ritualización y el dogmatismo en la educa-
educativos. No nos sería posible ni pensa- ción; la transmisión, la formación, la
mos que sea necesario abordar tal totali- transformación, la deformación; la perple-
dad, no sólo por el espacio con el que con- jidad con aquello que nos pasa, la falta de
lenguaje para narrar lo que nos pasa; el
otro como amenaza a nuestra existencia; el
otro como nuestra invención maléfica de
su mal; el otro que se pretende como un
invitado de piedra a una relación impues-
ta como tranquila, como de empatía,
armónica, de algún modo idílica, evitando

La cuestión del aprender no radica en un


reconocimiento fiel de los objetos, sino en un
movimiento de la sensibilidad, la memoria, el
pensamiento.

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así todo peligro (y al evitarlo, generar jus- Gilles Deleuze2 menciona como el “verda-
tamente otro peligro bien diferente: el dero aprendizaje”, es decir, lo que produce
peligro del no-conflicto, de la no-alteri- una conmoción y deja al alma perpleja:
dad); la inmediatez y la fugacidad del pre- algo, alguien, que nos sacude y pone en
sente, lo impostergable del presente y la juego nuestra sensibilidad, nuestra memo-
trampa del futuro educativo; la incomple- ria, nuestro pensamiento y, en fin, enton-
tud nuestra, el completamiento del otro; ces, nuestro aprendizaje.
la exclusión, la inclusión, la autonomía y
la independencia del otro con respecto al 2. Nuestras primeras preguntas,
“nosotros”; la experiencia y la narrativa del perplejidades y certezas acerca
otro; el lenguaje jurídico, la moralidad en del cuidado del otro
el cuidado del otro y la ética de la respon-
sabilidad. “La diferencia no se reduce a la diferencia de uno
consigo mismo, ni simplemente a la de uno con otro,
Por último, organizamos los textos de sino que es la experiencia viva de una irrupción –de
tal modo que encontrarán un desarrollo la palabra y de la mirada– que es la que hace posible
teórico más o menos ajustado a lo que esas otras formas de la alteridad […].”
cada película generó en nosotros y, hacia ÁNGEL GABILONDO
el final de cada uno de los cuatro capítu- La vuelta del otro.
los, un conjunto de sugerencias de traba-
jo. Como dijimos antes esas sugerencias Tal vez, aunque parezca demasiado
sólo pueden comprenderse como una grave y demasiado retórico, nos gustaría
invitación a sentir y a pensar. Ni más ni proponerles una serie de preguntas inicia-
menos que eso. Y en las direcciones y les acerca del cuidado del otro. Esas han
dimensiones que ustedes así lo entiendan sido “nuestras” primeras cuestiones lo que
en el marco de cada contingencia y expe- no significa que lo sean para ustedes.
riencia institucional.
Y ojalá que la lectura de estos textos ¿Qué es lo que se pone en juego al pen-
provoque un cierto tipo de aprendizaje. sar y sentir la cuestión del cuidado del otro?
Pero no nos referimos a esos aprendizajes
forzados que se proponen lograr determi- ¿Por qué se nos hace tan presente, tan
nar objetos de reconocimiento y confortar desgarrador, tan acuciante, tan particular-
al pensamiento; no, estamos pensando, mente actual?
más bien, en aquello que el filósofo francés

2. Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, Amorrortu, Buenos Aires, 2003.

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¿Acaso porque su contrario, el descuido mericanas, asiáticas, europeas, árabes, afri-


del otro, hizo imposible toda relación de canas, australianas, aunque en menor
alteridad, toda relación con el otro? medida las norteamericanas– suelen revelar
múltiples miradas acerca del cuidado del
¿Por qué parece que no podremos otro, desde la rápida, incontrastable y más
sobrepasar esa instancia más que mortífera que evidente frontera entre la exclusión y
del racismo, la discriminación, el estereoti- la inclusión, pasando por el problema de la
po y la violencia en la relación con los igualdad y la desigualdad, hasta la inestabi-
demás? lidad y la fugacidad enigmática y misterio-
sa que rodean a las identidades, las diversi-
¿Y por qué no nos conmueve ni nos dades y las diferencias. Es aquí, particular-
seduce del todo la idea de que “cuidar al mente, donde el cine se erige y se nos pre-
otro” sea un sinónimo, en estos tiempos, senta como un cierto tipo de ética: porque
del tener apenas que “tolerarlo”, del tener da a ver, sentir, escuchar, percibir y pensar
que sólo “respetarlo”, del tener que sólo un conjunto variado de miradas sustancia-
“reconocerlo” como otro? les que, a su vez, sugieren, producen, defi-
nen, determinan, diluyen, inventan, exa-
¿Se trataría, entonces, de una cuestión cerban, etiquetan y delimitan un conjunto
de orden moralizante y moralizadora, o de imágenes y discursos acerca de la alteri-
bien de una cuestión de naturaleza jurídica dad y de las relaciones de alteridad. Mucho
y de establecimiento de derechos o bien, se ha escrito ya sobre el posicionamiento
finalmente, de una cuestión de orden ético desde el cine (así como también
ético, de responsabilidad, de acogida y de desde el teatro). En relación específica con
atención al otro? el alcance ético de la cinematografía, nos
dice Alain Badiou:
Las películas aquí seleccionadas para
plantear los dilemas actuales en torno del El cine es un arte de las figuras […] no
cuidado del otro posibilitan abrir innúme- sólo de las figuras del mundo exterior,
ros cuestionamientos. Además, lo sabemos sino de las grandes figuras de la huma-
bien, tal vez el cine en general esté recu- nidad en acción, como una suerte de
bierto de una profunda indagación acerca escena universal de la acción. Son for-
de las relaciones con los otros. Como si mas fuertes, encarnadas, de los grandes
fuera la evidencia misma de la gravedad y valores que se discuten en un momento
el peso específico de esa cuestión, las imá- dado […] El cine es, ante todo, algo
genes y los movimientos de casi todas las que habla del coraje, de la justicia, de la
películas contemporáneas –sean latinoa- pasión, de la tradición. Y los grandes

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géneros cinematográficos, los más codi- Una mirada desde la alcantarilla


ficados […] son precisamente géneros Puede ser una visión del mundo
éticos, es decir, géneros que se dirigen a
la humanidad para proponerle una La rebelión consiste en mirar una rosa
mitología moral. 3 Hasta pulverizarse los ojos 4

El cine genera, también, una oportuni- Las películas que acompañan a estos
dad única para que podamos plantearnos escritos reflejan en buena medida ese dile-
algunas cuestiones que, en relación con el ma y, tal vez, permitan abordar muchos
cuidado del otro, podríamos expresar del otros problemas de nuestra compleja con-
siguiente modo: ¿de quién es esa mirada temporaneidad, pero que no podremos
que a veces ordena y otras veces confunde profundizar en estas páginas.
la presencia del otro? ¿Cómo se construye? Si miramos atentamente la variedad, el
¿Es una mirada antropológica y/o filosófi- carácter, la profundidad y la tipología de los
ca y/o política y/o moral, y/o educativa? personajes que componen y habitan este
¿Hay algo, alguien concreto, específico, material fílmico hay algo inmediato que
que mira, típicamente, tradicionalmente, debemos expresar: no es posible afirmar que
fijamente, a un otro concreto, específico, y exista un otro específico, concreto y mate-
siempre a ese mismo otro? ¿Y hay lugares rial, sobre el que podamos pensar y al que
ya destinados, ya trazados, ya estables, que podamos sentir como un otro arquetípico,
dejan transparentar dónde está el uno literal y lineal; es decir: no se nos impone
mismo y dónde está el otro? ¿O se tan acabada y peligrosamente esa figura del
trata más bien de presentar apenas otro al que Occidente y sus instituciones
los claroscuros, los vaivenes, las nos tienen ya demasiado acostumbrados y,
miradas oscilantes y pendulares, además, algo cansados. Se trata de ese otro
imágenes cuyos puntos de partida y que está siempre relacionado con la imagen
de llegada bien pueden intercam- ya desteñida y desaliñada (por engañosa,
biarse, trastocarse, que bien pueden torpe y reiterada) de la pobreza, la extranje-
diferir unas de otras, es decir, que ría, la marginación, la exclusión, la inmigra-
pueden multiplicarse hasta el infini- ción clandestina, la desesperación, la violen-
to? Y con respecto a la mirada, dice cia, el mal, la traición, el crimen, la homo-
Alejandra Pizarnik: sexualidad, el heroísmo y/o la victimización,

3. Alain Badiou, “El cine como experimentación filosófica”, en Pensar el cine 1. Imagen, ética y filosofía,
Gerardo Yoel (compilador), Bordes Manantial, Buenos Aires, pp. 34-35.
4 Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana, Sur, Buenos Aires, 1962.

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la falta de educación, la locura, el desampa- “Y aunque sea posible que cada uno de
ro, la orfandad, el olvido y la desidia, la dis- nosotros produzcamos siempre con nues-
capacidad, etc.; imágenes, en fin, que pro- tra presencia alguna perturbación que alte-
vocan y producen una permanente sospecha ra la serenidad o la tranquilidad de los
acerca de la humanidad del otro o, dicho en demás, nada hay de tan perturbador como
otras palabras, la sospecha acerca de si el aquello que a cada uno le recuerda sus pro-
otro puede ser “tan humano” como lo pios defectos, sus propias limitaciones, sus
somos, en apariencia, nosotros mismos. propias muertes: es por eso que los niños y
Y, digamos de paso, que está muy bien los jóvenes perturban a los adultos; las
que ello ocurra. Fundamentalmente para mujeres a los hombres; los débiles a los
que este material contribuya a que poda- fuertes; los pobres a los ricos; los deficien-
mos disolver (con una mirada tan vigilante tes a los eficientes, los locos a los cuerdos,
como paciente y pasional) esa tendencia los extranjeros a los nativos.” 5
secular a pensar y sentir al otro bajo la
forma de un otro exclusivamente vincula- Y es en función de la afirmación ante-
do a una debilidad “constitutiva” y una rior que mirar estas películas y leer estas
inferioridad “natural”; y para que nos sea páginas tal vez tengan como único objeti-
posible pulverizar, sobre todo, ese pensar y vo, como propósito crucial y urgente, el de
ese sentir el “nosotros” que parece reservar- ser una contribución para educarnos la
se, siempre, el papel del ser redentores, sal- mirada, para educarnos la memoria, la sen-
vadores, educadores, explicadores, inclui- sibilidad y el pensamiento en relación con
dos, benéficos, nativos, normales, masculi- los discursos y las imágenes tradicionales
nos, adultos, heterosexuales, etc. Sobre esa que configuran y producen todo tipo de
relación entre el “nosotros” y los “otros” alteridad; esto es, que sea una posibilidad
quizá pueda pensarse que se trata de una para deconstruir6 las imágenes y los discur-
relación de cierta utilidad, es decir, que sos que, como veremos más adelante, sólo
usamos al otro para definirnos a nosotros parecen ser capaces de reproducir, sostener
mismos en el lugar de lo correcto, lo nor- y diseminar un tipo de lógica más bien
mal. Así lo expresa Nuria Pérez de Lara: dualística, oposicional y binaria entre el

5 Nuria Pérez de Lara, “Identidad, diferencia, diversidad. Mantener viva la pregunta”, en Habitantes de Babel.
Políticas y poéticas de la diferencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), Laertes, Barcelona, 2001.
6 La idea de deconstrucción, que caracteriza el pensamiento y la obra del filósofo argelino-francés Jacques
Derrida, consiste básicamente en un deshacer, sin destruir, un discurso, un concepto, un sistema de ideas,
una lógica, etc. Si bien la deconstrucción no puede organizarse en torno de un sistema, o de una teoría, o de
un método, o de un dogma, es posible afirmar que consiste en deshacer un sistema de pensamiento que se
nos revela como único, como hegemónico o dominante.

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otro” amenazante, violento y simulador


que transforma al otro o en un mero espec-
tro de lo mismo y/o en una fabricación para
la propia satisfacción del nosotros y/o en
una invención que devora y mata al otro,
simbólica y materialmente. Así, el “descui-
do del otro” es, al fin y al cabo, la pérdida
“nosotros” (generalmente, como dijimos, del otro, la masacre del otro, la desaparición
hombres, saludables, profesionales, letra- del otro. Y, como consecuencia, la aliena-
dos, normales, blancos, adultos, correctos, ción de uno mismo, esto es, la intuición de
etc.) y “ellos”, los otros, los que permane- que hoy por hoy el ser alienado es, justa-
cen en la sombra, los que están en la peri- mente, aquel ser desprovisto de alteridad,
feria y que parecen constituir, así, una desprovisto de relaciones de alteridad, inca-
amenaza a nuestra integridad, a nuestra pacitado para ir al encuentro de los otros.
identidad, a nuestra normalidad, a nuestra El desafío inicial para el “cuidado del
humanidad; en otras palabras: la utiliza- otro” supone, entonces, la deconstrucción
ción del otro como una suerte de negativo de esa imagen determinada y prefijada del
de nosotros mismos. Así lo plantea con cla- otro, de ese supuesto saber acerca del otro,
ridad Roberto Esposito: de esos dispositivos racionales y técnicos
[…] el otro, lo externo, el fuera respec- que describen y etiquetan al otro. Y el
to del cual sólo es definible lo mismo, lo desafío inicial tiene que ver, también, con
interno, el dentro. Pues la autoidentifi- entender cómo la mirada del otro cambia
cación necesita una frontera estable, nuestra propia mirada, cómo la palabra del
segura, visible para poderse consolidar: otro cambia nuestra propia palabra y
un espejo frontal en el que poderse cómo, finalmente, el rostro del otro nos
reconocer; un negativo a través del que obliga a sentirnos responsables éticamente.
poderse afirmar. 7 Como bien lo dicen Jorge Larrosa y
Nuria Pérez de Lara:
Por eso, aunque no tengamos del todo
claro qué es lo que se entiende y hasta Se trata entonces de ver cómo la mirada
dónde se extiende el sentido del “cuidado del loco, del niño, del primitivo, del
del otro” sabemos, más o menos claramen- marginado, del extranjero o del defi-
te, qué no es: se trata de ese “descuido del ciente es capaz de inquietar el edificio

7Roberto Esposito, “Enemigo, extranjero, comunidad”, en Los filósofos y la política, M. Cruz (comp.), Fondo
de Cultura Económica, Madrid, 1999, pp. 69-83.

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bien construido de nuestra razón, de de figuras de alteridad y, en fin, de figuras


nuestra madurez, de nuestra cultura, de nuevas y novedosas de relaciones y cuida-
nuestra buena socialización o de nuestra dos del otro.
normalidad. El otro, al mirarnos, nos En ese sentido vale la pena que estemos
pone en cuestión, a lo que nosotros atentos a la enumeración de las figuras de
somos y a todas esas imágenes que alteridad y de las relaciones de alteridad
hemos construido para clasificarlo, que se despliegan en las películas en cues-
excluirlo, para protegernos de su pre- tión y ver qué nos ocurre con ello, qué sen-
sencia incómoda, para atraparlo en sibilidades, qué emociones, qué pensa-
nuestras instituciones, para someterlo a mientos, qué experiencias y qué aconteci-
nuestras prácticas y, en el límite, para mientos nos sugieren. Como sabemos, y ya
hacerlo como nosotros, es decir, para lo dijimos anteriormente, esa enumeración
reducir lo que puede tener de inquie- se agota, por lo general, demasiado rápido,
tante y de amenazador. La atención a la o bien descansa en un “etcétera” de dudosa
mirada del otro, pensábamos, acaso per- procedencia y significado. Y por eso,
mita la emergencia de otra forma del ahora, tenemos una posibilidad inédita de
pensamiento y, quizá, de otro tipo de alargar más y de extender toda esa configu-
práctica social. 8 ración habitual acerca de la alteridad.
Veamos bien. A lo largo de esas pelícu-
La mirada del otro nos pone en cues- las aparecen, desaparecen y reaparecen,
tión, dice el texto recién citado. Y, agrega- central y/o secundariamente, múltiples y
mos nosotros, pone en cuestión todo aque- cambiantes figuras de alteridad tales como,
llo que se ha naturalizado como normal y por ejemplo: vecinos y vecinas de casa, per-
habitual. El encuentro con el otro será, sonas extrañamente familiares, personas
entonces, un encuentro ético. próximas pero en cierto modo irreconoci-
De hecho, creemos que en las películas bles, coleccionistas de mariposas, ayudan-
que forman parte de este material: tes de enfermería, inmigrantes, turistas,
Bonanza, El señor Ibrahim y las flores del vagabundos, prostitutas, ancianos y ancia-
Corán, Nadar solo e Italiano para princi- nas, niños y niñas, hombres y mujeres pre-
piantes, se despliega una multiplicidad de tendidamente adultos, jóvenes, nativos,
imágenes de alteridad, lo que permite extranjeros, turistas, vagabundos, curas,
pensar en un caleidoscopio inédito y sacerdotes, camareros y camareras, porta-
variable de identidades y de diferencias, dores de sida, psicópatas, dementes, árabes,

8. Jorge Larrosa y Nuria Pérez de Lara, Imágenes del Otro, Editorial Virus, Barcelona, 1997, p. 12.

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turcos, dinamarqueses, argentinos, italia- rados, despiadados, incognoscibles, los via-


nos, madres (solteras, desatentas), padres jes hacia fuera y los viajes hacia dentro de
(ausentes, desatentos), borrachos y borra- uno mismo, la castidad, la virginidad, la
chas, amigos, enemigos, hermanos, herma- procacidad, la contemporaneidad, el tiem-
nas, hijos e hijas, maestros, discípulos, po de la disyunción, la irrupción, la pertur-
ignorantes, sabihondos, el Occidente y el bación, la alteración, las almas contempo-
Oriente, peluqueras, recepcionistas de ráneas, la mezcla de idiomas, las pérdidas
hotel, enamorados y enamoradas, solos y de patria, lo femenino, lo masculino, los
solas (por decisión, por razón y/o por nece- arrepentimientos, la imposibilidad, el mis-
dad), niños crecidos en orfanatos, niñas terio, la explicación, la comprensión, la
crecidas en reformatorios, enfermos de casi conversación, el vacío, las despedidas, los
todos los males, adolescentes violentos, reencuentros, los abandonos, la disputa, el
peluqueras, viudas y viudos recientes, pro- horror, la utopía, la moralidad, la ética, la
fesores de idioma, profesores legos, profe- hospitalidad, la hostilidad, el desasosiego,
sionales novatos, profesionales expertos, las asfixias, las distracciones, lo inconfesa-
pasteleras, conserjes de hotel, homosexua- ble, el encantamiento, los abrazos, los
les, heterosexuales, drogadictos y drogadic- besos, las ilusiones, la amorosidad y el
tas, cazadores de serpientes, vendedores de desierto de amorosidad, la vejez y la infan-
pájaros, chatarreros, ladrones, etc. cia, la más inquietante desesperación, la
Por lo tanto cabe aquí una pregunta más tierna y consciente soledad, etc.
más bien sin respuesta, o en todo caso una
pregunta más bien retórica: ¿quién es,
entonces, el otro? ¿Cómo suponer una
figura de alteridad al margen de la relación
que se establece y que establecemos con
ella? ¿Es la alteridad pura individualidad o
bien un entrecruzamiento caótico de figu-
ras múltiples? ¿Se trata de sujetos específi-
cos o, definitivamente, de relaciones que
están en permanente movimiento, en per-
manente cambio?
Por ello es interesante explicitar los
modos en que esas películas sugieren y
refieren las relaciones de alteridad y no
tanto la alteridad en sí misma; allí encon-
traremos: la tristeza, la desazón, los presen- El otro no es un ser con quien nos enfrentamos,
tes agobiantes, los futuros extraños, igno- que nos amenaza o que quiere dominarnos.

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Está claro que todo ello constituye, a la


vez, alteridad y todo ello constituye, tam- La relación con el otro es una relación con un misterio
bién, relaciones de alteridad. Y aquí sería
El otro en cuanto otro no es aquí un objeto que se torna nuestro o que se
interesante detenernos y extendernos un convierte en nosotros; al contrario, se retira en su misterio […] La relación
poco más. Lo que queremos decir al marcar con otro no es una relación idílica y armoniosa de comunión ni una empa-
tía mediante la cual podemos ponernos en su lugar; lo reconocemos
una distinción entre “alteridad” y “relacio- como semejante a nosotros y al mismo tiempo exterior: la relación con
nes de alteridad” es que una cosa es hacer otro es una relación con un misterio. 9
del otro simplemente un tema, una temáti-
ca (por ejemplo: la adolescencia, la droga-
dicción, la pobreza, la discapacidad), otra Es cierto que la relación yo-
cosa es particularizar en un sujeto las mar- nosotros/otro(s) suele interpretarse como
cas de una identidad específica (por ejem- una cuestión estrictamente acotada al
plo: el/la adolescente, el/la drogadicto/a, campo de la moral sin implicaciones direc-
el/la pobre, el/la discapacitado/a) y otra, tamente políticas, pero en el nivel de las
muy diferente, es comprender que nada es, relaciones entre grupos humanos pertene-
por sí mismo, en sí mismo, sino en relación cientes a diferentes culturas esta relación
con algo, con alguien (por ejemplo: la ado- adquiere un sentido directamente político.
lescencia y el/la adolescente en relación a De allí la importancia que tiene hacerse
otras edades y a otras generaciones, etc.). cargo de esta relación desde la perspectiva
Cabe aquí la pregunta, entonces, de si de la alteridad, porque aquí están en juego
por cuidado del otro entendemos el cuida- asuntos como la heterogeneidad, la singu-
do hacia una temática puntual y a la vez laridad y la diferencia. […] Efectos que se
escolarizada y/o escolarizable, o si entende- manifiestan en la exclusión del otro (la
mos por cuidado del otro el cuidado que amenaza) tanto exterior como interior y en
nosotros dirigimos hacia un sujeto concre- las diversas formas de violencia que acom-
to, o si entendemos por cuidado del otro el paña el desencadenamiento de los particu-
cuidado como un sinónimo de atención, larismos étnicos, racistas, religiosos, sexis-
de responsabilidad en torno de las relacio- tas, etc. En tal sentido, podría decirse que
nes de alteridad. O incluso, como lo seña- en el fondo de esta fabricación identitaria
la Magaldy Téllez, si la relación yo-noso- está el desgarro de los vínculos que aíslan a
tros/otro(s) implica una decisión que los individuos respecto de cualquier rela-
opone una cuestión moral frente a una ción auténtica con el otro: la relación de
cuestión política: alteridad. 10

9 Emmanuel Lévinas, El tiempo y el otro, Paidós, Barcelona, 1993, pp. 129-130.


10 Magaldy Téllez, “La paradójica comunidad por-venir”, en Habitantes de Babel. Políticas y poéticas de la dife-
rencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), ob. cit.

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duro, a veces tenso, casi siempre conflicti-


vo, casi siempre descuidado. Sobre ese
“nosotros”, tan violento como imprescin-
dible, vale la pena leer al poeta colombiano
José Manuel Arango en su poema
Grammatici certant:

El nosotros
Lo saben los gramáticos
Es un curioso pronombre.
Quiere decir tú y yo
Sin él
Y también él y yo
Sin ti
Y también él y yo
Contigo y contra el resto.
En todo caso excluye siempre a alguien
De esta parte nosotros
De la otra los otros que nosotros.
El trabajo con estos materiales no nos
permite trazar una frontera nítida entre el Tal vez para poner bajo sospecha la idea
nosotros y los otros. Agreguemos que toda de un “nosotros” cada vez menos claro,
pretensión a la representación del otro y muchas veces coercitivo y otras veces
toda palabra dicha en nombre de los otros excluyente, es que se nos ocurre encerrar
y por los otros se vuelve indigna e imposi- esta rápida presentación inicial con un
ble. Si el otro es, como veremos enseguida, fragmento de Fernando Pessoa extraído de
lo que nos altera, lo que nos perturba, en El libro del desasosiego. Un fragmento para
fin, aquello que irrumpe en nosotros, de sentir, para hacer memoria, para ponerse a
allí no se sigue que el otro sea necesaria- pensar:
mente una amenaza, un enemigo que debe
ser silenciado, ignorado, masacrado, desa- Una de mis preocupaciones constantes
parecido. Lo que se sigue, en cambio, bien es el comprender cómo es que otra
podría ser un pensamiento acerca de la gente existe, cómo es que hay almas
relación en sí misma, un pensar en ese que no sean la mía, conciencias extra-
“entre-nosotros”, a veces áspero, a veces ñas a mi conciencia, que, por ser con-

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ciencia, me parece ser la única. escenario pasan a través de los actores


Comprendo bien que el hombre que que los representan. Nadie, supongo,
está delante de mí y me habla con admite verdaderamente la existencia
palabras iguales a las mías y me ha real de otra persona. Puede conceder
hecho gestos que son como los que yo que esa persona está viva, que siente y
hago o podría hacer, sea de algún piensa como él; pero habrá siempre un
modo mi semejante. Lo mismo sin elemento anónimo de diferencia, una
embargo me sucede con los grabados desventaja materializada […] Los
que sueño de las ilustraciones, con los demás no son para nosotros más que
personajes que veo de las novelas, con paisaje y casi siempre, paisaje invisible
los personajes dramáticos que en el de calle conocida. 11

11 Fernando Pessoa, El libro del desasosiego, Ediciones El Acantilado, Barcelona, 2002, p. 123.

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C A P Í T U L O 1
¿Qué puede una identidad?
Sobre la narración,
la experiencia y el cuidado
de sí mismo
A propósito de Bonanza

“¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?


¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría, a todos, la voluntad.
¡Así, como soy, tengan paciencia!
¡Vayan al diablo sin mí,
O déjenme ir solo al diablo!
¿Para qué tenemos que ir juntos?”

Álvaro de Campos
Lisbon Revisited (fragmento).

“Si todos fueran siempre conscientes de su absoluta rareza y extravagan-


cia, del hecho que su normalidad se sostiene gracias a una ininterrumpida
serie de trucos que ellos mismos ocultan con precaución […]”

Peter Handke
Historia del lápiz.

1. Bonanza y el ajuste de la mirada Habría que decir, ante todo, que cree-
de uno hacia el otro mos saber por qué el documental Bonanza
ha impactado tan profundamente en varios
“Algunos seres no están ni en la sociedad ni en una
ensoñación. Pertenecen a un destino aislado, a una públicos diferentes. La clave habría que
esperanza desconocida. Sus actos aparentes se dirían buscarla, a nuestro entender, en aquello
anteriores a la primera inculpación del tiempo y a la que se nos presenta como la posibilidad, la
despreocupación de los cielos. Nadie se ofrece para
pagarles un salario. Ante su mirada se funde el porve- fuerza y la variación constante de la mira-
nir. Son los más nobles y los más inquietantes.” da sobre la narración de los personajes. Y si
RENÉ CHAR. bien eso es muy común en el género docu-
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mental,12 donde lo narrado parece despla- etiquetamiento de la personalidad, la iden-


zar hacia un segundo plano los paisajes, las tidad y el universo del personaje principal.
músicas y las cronologías, en este caso nos Pero esa efectividad no encontrará ninguna
parece advertir el celo extremo de una huella de diferencia y alteridad; es más, si
cámara que se convierte en un par de ojos lo que hacemos con Bonanza no supone
bien abiertos, atentos y móviles ante los nada más que situarlo en un juego oposi-
desplazamientos, la intimidad, la gestuali- cional y binario, donde el personaje en
dad y los ritmos del personaje central, cuestión es recubierto de un cierto halo de
Bonanza Muchinsci, un cazador de ser- maleficio y de extrañeza, pues perderemos
pientes, chatarrero, padre de familia y de vista nada más y nada menos que el
ladrón de bancos. misterio de una experiencia y la compleji-
La cámara es así una suerte de mirada dad de un lenguaje narrativo inéditos, o al
atenta al otro, a los otros. Y esa atención menos infrecuentes y, por cierto, más que
cuidadosa escapa todo el tiempo de la idea fascinantes. Habría que intentar mirar a
de presentar al personaje principal en una Bonanza Muchinsci a partir de la fuerza de
clave de ingenuidad o de exotismo o de su expresividad, sin la pretensión, vana
moralidad o, inclusive, de fácil monstruo- desde ya, de reducir su mundo a otros
sidad. No le concede a la mirada el benefi- mundos. Como lo dice Gilles Deleuze:
cio de simplificar su complejidad, ni de
exorcizar lo que parece ser políticamente “El otro no puede ser separado de la
incorrecto en él, ni de deleitarse con lo que expresividad que lo constituye. Ni siquiera
a primera vista pueda ser bizarro, sino que cuando consideramos el cuerpo del otro
simplemente intenta mirar al otro con la como un objeto, y sus orejas y sus ojos
mirada del otro, a partir de la mirada del como apéndices anatómicos, lo despoja-
otro, desde la mirada del otro: la cámara mos de toda su expresividad, aun cuando
que se instala en la mirada del otro, la simplifiquemos exageradamente el mundo
mirada del otro que nos mira, una mirada que expresan.” 13
sin concesiones, sin pausas, sin treguas.
Podría ser efectivo, claro está, el asistir Nos queda claro que pensar Bonanza es
al documental y luego, con la rapidez y la pensar en nuestras representaciones, es
liviandad que caracteriza nuestra cotidia- pensar en lo que es y lo que puede una
neidad, ponernos a hablar de Bonanza en identidad (y ya veremos más adelante si esa
términos descriptivos, de catalogación y identidad es homogénea, centrada, inmó-

12 Acerca de algunas de las diferencias entre el lenguaje del cine y del documental puede leerse, por ejemplo,
Jean Breschand, El documental. La otra cara del cine, Paidós, Barcelona, 2004.
13 Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, ob. cit., p. 234.

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vil o si, por el contrario, se trata de una Pero volvamos un instante a la mirada
identidad móvil, heterogénea y fragmenta- puesta en Bonanza y preguntémonos por
da); es pensar en el saber y el sabor de la qué y cómo nos viene a la mente la cues-
experiencia, en los recorridos de una expe- tión de la representación, la identidad, la
riencia irreductible a nuestra propia expe- narrativa y la experiencia.
riencia (esto es: que toda experiencia es En primer lugar habría que decir que
intraducible, inasimilable a otras experien- lo que se pone en juego es una cuestión de
cias), y es pensar, también, en los lenguajes representación y de identidad, de nuestra
que habitan en esa experiencia. representación y nuestra identidad, o, si
Digamos rápidamente que aquello que se quiere, de la entrada en una sala de
hay en Bonanza es el cuidado del otro, sí, múltiples espejos. En ese sentido, se
pero tal vez haya que reflexionar aquí puede ver Bonanza como quien acude a
mucho más acerca de lo que sugiere este un espectáculo de la distancia, de la leja-
documental como el “cuidado de sí nía, de lo extranjero, de lo diferente, de lo
mismo”, o bien, como el “cuidado hacia bizarro. Así, podremos conmovernos o
uno mismo”. Y ese cuidado de sí, como no, disgustarnos o no, decidir si esa vida
veremos, no es aquí sinónimo de autorrefe- tiene que ver o no con la nuestra, enredar-
rencia o de egoísmo puro, sino que se reve- nos en variadas discusiones acerca de los
la como un punto de partida necesario y territorios en los que transcurre la filma-
productivo para la posibilidad de consti- ción, sorprendernos o no por los modos
tuir una cierta vida en comunidad: de subsistencia de esos personajes, juzgar
“Cuidamos a la gente que nos cuida a o no los modos de relación que se estable-
nosotros”, dice en un cierto momento cen entre ellos, etc. Se puede ver, además,
nuestro personaje. como un espectáculo de la cercanía, de lo
semejante, de lo idéntico, de la identidad.
De ese modo podremos vincular las simi-
litudes, lo que se parece, lo que es recu-
rrente, lo que se repite entre las varias
vidas que tenemos y que conocemos y las
que se plasman en el documental. Y se
puede ver Bonanza, también, con una
mirada que se deja sacudir por la ambi-
Bonanza güedad, por el desconocimiento, por el
Muchinsci
y su expresividad misterio, por todo aquello que es imposi-
ble de ser juzgado, de ser clasificado, de
ser nombrado, de ser definido y ordenado
de una vez y para siempre.

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Entonces hay aquí, por lo menos, tres La narración, como se sabe, se ha visto
modos de pensar la representación y la sacrificada y subestimada en nombre de la
identidad. Ni mejores, ni peores. razón, de la ilustración y de los lenguajes
Disímiles, diferentes. Tres formas de sentir codificados de los medios y de los dispositi-
y pensar lo que se mira o, también, tres vos de saber institucionalizados. Y aunque ya
modalidades que tienen que ver con la comentaremos más extensamente esa afirma-
forma en que ponemos la mirada en el ción, digamos por ahora que la modernidad
espacio y en el tiempo: un antes que prede- la ha desconsiderado por encontrarla dema-
termina, que prejuzga, un ahora que sacu- siado próxima al sentido común, demasiado
de y que perturba, un después que, quizá, presa de la corporalidad, demasiado cargada
racionalice demasiado. de subjetividad, demasiado alejada del saber
Pero, digámoslo de una vez, toda pre- objetivo.
tensión de representación y toda pretensión Bonanza recupera la narración, expone
de otorgar identidad quedan invalidadas, o con claridad meridiana los cuerpos que la pro-
disminuidas, o distorsionadas frente a la ducen, no tiene miedo de situarse entre los
narrativa del otro, frente a la narración que lugares y los tiempos en que los personajes
es del otro. No queremos aquí plantearnos hablan de sí mismos y de los otros y posibili-
una idealización de la narración porque ta, así, la emergencia de una mirada sobre la
tenemos muy presente cómo esa narración experiencia del otro; una mirada que revela la
(sobre todo cuando juzgamos su provenien- conjunción entre lo vivido y lo pensado, lo
cia como la de las voces de las minorías, de que se siente y se padece, lo que se respira y lo
los individuos o grupos considerados subal- que asfixia, lo que inquieta y lo que sosiega, lo
ternos, de los disminuidos, de los margina- que se deja en el pasado y lo que apenas si se
les, etc.), muy frecuentemente, se vuelve vislumbra más allá del presente. Y por eso nos
lenguaje manipulado, lenguaje que no hace provoca toda una relectura de la idea misma
sino subrayar la desigualdad, o bien lengua- de experiencia. Porque la experiencia también
je que confirma que el otro es, efectivamen- ha sido sacrificada y malversada en nombre
te, “menor”. Tampoco queremos rodear la del experimento, de lo que debe ser, de la
narración del otro con la idea de que siem- regla, de la reglamentación, de las leyes, en fin,
pre es únicamente verdad, transparencia, de esa intención vana por ordenar el desor-
honestidad, lisura. Remarcamos, eso sí, den, por acabar con toda ambigüedad.
cómo el documental da a ver, oír, percibir Queda dicho, por lo tanto, por qué para
narrativas sin pedirnos nada a cambio. Se nosotros Bonanza nos conduce y nos obliga,
trata sólo de escuchar y sentir esas narrati- en menor medida, hacia los intrincados dile-
vas. No de medirlas con el ojo de la crítica, mas de la representación, de la identidad y,
ni de instalar sospechas acerca de sus sobre todo, por las huellas intensas que nos
dimensiones y contenidos. deja en cuanto a la narración y la experiencia.

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Está claro que podríamos disimular esas de convivencia tal vez volátiles, camarade-
cuestiones y, simplemente, sumergirnos en ría, cofradías, una ruta a lo lejos donde se
una débil discusión acerca de la exclusión adivina el paso de los autos desde y hacia
(los otros siempre están excluidos) y la alguna ciudad, cuerpos apenas vestidos,
inclusión (los otros siempre deben ser casillas de madera, gatos, perros juguetones
incluidos). O bien relacionar los paisajes y enfermizos, castores, avionetas que
del documental con una estética de la nunca descienden, que siempre sobrevue-
pobreza, la miseria, la marginación. O, lan, lluvias implacables, trastos viejos y úti-
inclusive, asumir una perspectiva que sólo les, los juegos casi siempre multitudinarios,
considere la autonomía y la independencia la risa abierta, la vida en común, los golpes
de los personajes como resultantes de un arteros y certeros, la risa socarrona, el fuego
cierto y simpático folklore de la diversidad que siempre crece, el balanceo sobre la
humana. fogata, los relatos de peleas, de amores, de
No estaría mal tomar también esos destierros, de negocios y negociados, la
caminos; y vale la pena aclarar que nuestras conversación alrededor de la bebida, de la
preferencias “temáticas” son aquí nuestras cocina, del mate, el río más que marrón, la
miradas posibles del documental. Otras amorosidad hacia los animales, la televi-
miradas sabrán tomar otras decisiones sión que habla de cosas ajenas y hasta ridí-
acerca de Bonanza. culas, la pesca, la intensidad del trabajo
compartido, la razón que se construye
2. El paisaje, el territorio, la cercanía, la pacientemente, el orden desordenado, el
distancia y el problema de las llanto, las palizas, la cumbia, la caza, el
representaciones de la alteridad conocimiento detallado de cada parte de
cada auto, lo que es, lo que vale, lo que
“Para ser sospechoso ya no es necesario manifestar sirve, los nombres, lo que falta, la limpieza
síntomas de peligrosidad o anomalía, basta con pre- puntual, la pintura, las noches que caen
sentar algunas particularidades que los especialistas,
responsables de la definición de una política preven- irremediablemente, el despertar irritante y
tiva, han instituido en factores de riesgo.” obligado, la amistad imperiosa, la laborio-
ROBERT CASTEL. sidad a cada instante, los cuentos a los
niños, la feria, la policía que pasa.
La vida en Bonanza parece transcurrir Y hacia el final, una hoguera inmensa,
entre loros, árboles, chatarra, desguace de una historia que regresa al punto de parti-
autos, niñas y niños movedizos, jóvenes a da, un camino que va y viene, la narración,
medio camino entre la infancia y la adul- la experiencia que se detiene entre los
tez, serpientes de todos los tamaños, paisa- dedos, recuerdos de mujeres, el tiempo que
jes suburbanos algo desolados, algo inhós- pasó, los hijos, lo perdido y lo irrecupera-
pitos, establecimiento de leyes particulares ble, la idea de finitud, el límite, el paisaje,

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el agua, las fotografías de todo aquello que Una mirada desde la alcantarilla
ya no está, de todo aquello que ya pasó, de puede ser una visión del mundo.
todo aquello que ya no se es y nunca se
podrá ser. La rebelión consiste en mirar una rosa
¿Cómo mirar Bonanza, cómo represen- hasta pulverizarse los ojos.14
tar lo que se ve en el documental y, sobre
todo, cómo desistir de la facilidad de cier- Tal vez esa distinción poética sea una
tas representaciones hechas, codificadas y forma para poder distinguir entre aquellas
monitoreadas a cierta distancia? representaciones que toman como punto
Nos interesa detenernos, primero, en de partida y como punto de llegada eso
esa cuestión. Hacer un sobrevuelo sobre que llamamos el uno mismo, lo mismo –la
aquello que se ha dicho acerca de las repre- alcantarilla, el refugio del propio cuerpo y
sentaciones. Sobre todo, por esa ligazón de la propia mirada–, de aquellas que
tan estrecha que se plantea entre represen- comienzan en el otro y se rinden a su mis-
tación y mirada, entre la representación y terio, a su lejanía, su rebeldía, su expresivi-
el poder de la mirada. dad, su experiencia irreductible y que,
¿Pero a qué hacemos referencia finalmente, nos transforman, nos pulveri-
cuando hablamos de representación? zan los ojos. Como si una mirada (y una
¿A la imagen de una mirada indivi- representación) dejara las cosas tal como
dual? ¿De un mirar colectivo? ¿Una estaban antes, como eran, y otra mirada (y
mirada desde un sitio protegido por otra representación) nos dejara sin poder
la propia identidad? ¿Una mirada y ser lo que éramos antes, afectados y pertur-
una acción y/o decisión consecuente bados por lo que apenas hemos visto. Por
hacia el otro? ¿Una mirada que pueda un lado, la persecución de una imagen que
ser también la rebeldía de la mirada, todo lo alcanza, que todo lo atrapa, que
otra mirada diferente a aquello que todo lo nombra y lo absorbe; por otro
Bonanza representa una hemos visto siempre, siempre igual, lado, otra imagen que retorna y nos inte-
travesía de experiencias siempre en el mismo espacio y en el rroga, nos conmueve, nos desnuda, nos
y narrativas. mismo tiempo? ¿Un calco de uno deja sin nombres, nos aleja de la posibili-
mismo en el otro? dad de dar concreción y materialidad a
Quizá ese poema bien conocido de toda y cualquier identidad.
Alejandra Pizarnik pueda ayudarnos a pensar, Cuando la representación insiste con su
por lo menos, en dos formas de miradas o de centralidad, ya sea individual o colectiva,
representaciones radicalmente diferentes: parece exacerbarse, multiplicarse, se vuelve

14 Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana, ob. cit.

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una repetición constante de lo mismo. Por ausente o sea invisible, es decir, negado
ello, una de las preguntas más acuciantes como tal: es el yo el que se proyecta y, tam-
acerca de la representación sería: ¿cómo bién, el que ocupa el espacio vacío. La ter-
mirar la mirada sobre nosotros mismos y cera y última dificultad se refiere a nuestra
sobre los otros? propia percepción del otro, percepciones
Hubo, y sigue habiendo, una tendencia entendidas generalmente como “erróneas”,
a considerar a la representación como un “distorsionadas”, como intentos de enmas-
conjunto de conceptos, afirmaciones y caramiento, desajustes, etc. 15
explicaciones originado en la “vida cotidia- En la misma dirección Denise Jodelet
na” y vinculado a formas específicas de realiza una ajustada descripción acerca de
adquirir y comunicar el conocimiento; una cómo los investigadores del campo de la
suerte de sentido común que se disemina, psicología social tendieron a abordar la
en apariencia, sin intención ni finalidad; representación de la alteridad ajustándola
contenidos descriptivos –es decir informa- siempre a un conjunto de sistemas externos
ciones, imágenes, actitudes, etc.– que no se de interpretación –sistemas tales como las
someten a una pura exterioridad, que no relaciones intergrupales, los preconceptos,
son un puro reflejo, que no son pura trans- etc.– imposibilitando así la elaboración de
parencia. un “modelo” que permitiera entenderla, en
Para Sergei Moscovici la representación todo caso, como un producto y un proce-
en torno de la alteridad –siempre social, so psicosocial. La alteridad sería, así, el
aunque difusa e inestable– carga consigo producto de un doble proceso de construc-
una serie de dificultades analíticas: la pri- ción y de exclusión social que mantiene su
mera de ellas se refiere a la fenomenología unidad por medio de un sistema de repre-
de aquello que se denomina como “el sentaciones. Sugiere la autora la existencia
otro”, ese otro que generalmente es consi- de una tendencia a distinguir entre la alte-
derado como un álter ego y que, de ese ridad de “afuera” –que se refiere a lo exóti-
modo, no es más que un yo dislocado para co en relación a una cultura determinada–
un individuo diferente. La segunda dificul- y la alteridad de “adentro” –que se relacio-
tad estaría relacionada con la especificidad na con aquellos quienes, marcados con el
de las relaciones intersubjetivas con el otro, sello de la diferencia, se distinguen en el
en el sentido de que ese otro tal vez esté seno de una comunidad. 16

15 Sergei Moscovici, “Introduçao”, en Representando a alteridade, Angela Arruda (Ed.), Vozes, Petrópolis,
1998.
16 Denise Jodelet, “Representation sociale: phénomène, concept et théorie”, en Psychologie Sociale, Sergei
Moscovici (Ed.), Presses Universitaires de France, París, 1999, pp. 357-378.

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Por las miradas que acabamos de descri- su categorización está sujeta, está atrapada,
bir transitan una serie de problemas acerca a la categorización del nosotros. Y en ese
de la representación que no pueden cierta- caso el otro no es el otro más que en el sen-
mente ignorarse y/o minimizarse. Nos tido de su alterización, es decir, como el
referiremos, en particular, a dos de ellos: el producto de un cierto orden que, como
primero, y tal vez el más evidente, es que, dice Claudia Briones, ha localizado a un
así planteadas, las representaciones parecen sujeto absoluto en un lugar coincidente o
ser automática e inevitablemente miradas no con el de los centros económicos y
que recorren al otro desde adentro hacia sociales. 17
fuera. En otras palabras, se trata de miradas Y es justamente por esa última razón
que siguen una dirección que arranca en el que representación y poder ya no pueden
sí mismo y que, manteniendo y producien- ser distinguidos o separados. Muy por el
do una cierta distancia, tienen como única contrario, ellos tienden a aproximarse y a
mira, como blanco permanente, a la alteri- fundirse en una ajustada intersección, ocu-
dad. De ese modo, la representación pare- pando casi toda la textualidad de los espa-
ce ser, más que nada, una representación cios. Porque ya no se trata de un otro alte-
del otro desde lo mismo y, por lo tanto, la rizado u objetalizado sino del porqué de su
conclusión de que ninguna representación “alterización” y su objetualización.
puede abstraerse del lugar desde donde se Y aunque ya volveremos sobre ello más
la produce. tarde, debemos señalar que, así entendido,
El segundo problema bien puede pare- el proceso de representación supone consi-
cer una extensión del anterior, pero con derar una doble dimensión de análisis: la
consecuencias un poco diferentes: la repre- primera es la cuestión de la delegación, es
sentación parece ocurrir en un cierto vacío decir, acerca de quién tiene el derecho de
cultural o, por así decirlo, en una espacia- representar a quién; la segunda se refiere a
lidad cultural sin gravedad ni conflictivi- la cuestión de la descripción, esto es, cómo
dad aparentes. Si la trayectoria de la repre- los sujetos y los diferentes grupos sociales y
sentación sale de uno mismo hasta hacer culturales son presentados en las diversas
suyo al otro, eso otro no es más que un formas de inscripción cultural, es decir, en
objeto; y de un objeto que ha sido siempre los discursos y en las imágenes a través de
objetalizado en un doble sentido: en pri- los cuales el mundo social es representado
mer lugar porque ha sido materialmente por y en la cultura. Esas dos dimensiones
integrado en una historia y un sistema que están relacionadas a través de un vínculo
lo transforma y, en segundo lugar, porque tan férreo como indisoluble.

17 Claudia Briones, La alteridad del cuarto mundo. Una deconstrucción antropológica de la diferencia,
Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1998.

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Delegación y descripción en las representaciones

Quien posee la delegación de hablar y de actuar en nombre del otro


–representación como delegación– dirige, en cierta forma, el proceso de
presentación y de descripción del otro –representación como descrip-
ción–. Quien habla por el otro controla las formas de hablar del otro. 18 difiere para otro
momento toda arro-
gancia, toda soberbia,
La definición anterior nos acerca a una toda omnipotencia de clasificación y repre-
idea expresada por Woodward: la represen- sentación.
tación podría ser entendida como el con- Aun así, el problema de la representa-
junto de las prácticas de significación y sis- ción no parece quedar delimitado sólo por
temas simbólicos a través de los cuales se las cuestiones de delegación / denomina-
producen significados que nos posicionan ción / descripción de la alteridad. Por eso
como sujetos. 19 Y puede ser comprendida, volvemos a Stuart Hall cuando nos dice
además, como un proceso por el cual los que la representación bien podría ser enten-
miembros de una cultura determinada uti- dida como: “un proceso de traducción, que
lizan la lengua para producir significados facilite la comunicación cultural en cuanto
específicos. 20 Ese posicionarse, ese posicio- siempre se reconozca la persistencia de la dife-
narnos como sujetos, parece sugerir el rencia y del poder entre los diferentes ‘hablan-
hecho de que nos interroguemos por el tes’ dentro de un mismo circuito cultural”. 21
lugar desde donde parte la mirada –y no Y si volvemos a la mirada –a nuestra
por aquello que se supone que es efectiva- mirada– existen, sobre todo, una regula-
mente mirado– y por los efectos culturales, ción y un control que definen hacia dónde
necesariamente vagos, imprecisos, que mirar, cómo nos miramos a nosotros mismos
supone la trayectoria consecuente del y a los otros y, finalmente, cómo nuestro
mirar y los significados que, entonces, se mirar acaba por sentenciar cómo somos
atribuyen. En una y otra definición queda nosotros y cómo son los otros.
implícito el hecho de que a los objetos, las Visibilidad e invisibilidad constituyen
personas, los acontecimientos del mundo, mecanismos de producción de la alteridad
etc., no se les puede atribuir, sin más, un y actúan simultáneamente con el nombrar
significado preestablecido, determinado de y/o el dejar de nombrar. Al respecto, es
una vez y para siempre, fijado en la histo- interesante lo que Griselda Pollock consi-
ria y, así, cosificado: la significación acerca dera como un llamado a la visión que
de quién es el otro supone, entonces, una impone la representación. Se trata de una
permanente y definitiva postergación, y relación social ejercida a través de manipu-

18 Tomaz Tadeu da Silva, Identidade e diferença. A perspectiva dos Estudos Culturais, Vozes, Petrópolis, 2000,
pp. 33-34.
19 Kathryn Woodward, Representations, Open University, Londres, 1997.
20 Stuart Hall, “The centrality of culture: notes on the cultural revolutions of our time”, en Media and cultural
regulation, Kenneth Thompson (Ed.), Open University, Londres, 1997.
21 Ibídem, p. 9.

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laciones específicas de espacios y cuerpos titución de nuestras narrativas y nuestras


imaginarios para nuestro beneficio del experiencias?
mirar hacia el otro. 22
¿Y qué miramos, entonces, cuando 3. Lo que parece ser la identidad. Lo que
miramos Bonanza? ¿Apenas trastos viejos? puede una identidad
¿Sólo la suciedad del barro? ¿El anegamien-
to de la casa? ¿Esa relación “extraña” con “En efecto, la diferencia, la desviación, la inclinación
los animales”? ¿Las ligaduras sociales para hacia lo no idéntico, que conforma la intimidad de cada
uno, nos aleja de la identidad que los otros nos dan y, en
las “actividades ilegales”? ¿Exclusivamente lo más íntimo de cada cual quizá todos sabemos que no
el “estar fuera” de la sociedad? ¿Un pasado somos nadie. Sin embargo, la educación se impone el
deber de hacer de cada uno de nosotros alguien: alguien
marcado por el alejamiento y el distancia- con una identidad bien definida por los cánones de la
miento respecto de la “vida normal”? ¿Un normalidad, los cánones que marcan aquello que debe ser
autoritario que mueve a su antojo una habitual, repetido, recto, en cada uno de nosotros.”
comunidad de niños y jóvenes más bien NURIA PÉREZ DE LARA.
débiles? ¿Todo lo contrario de “uno Cuando nos disponíamos a pensar acer-
mismo” y de un “nosotros mismos”? ca de la identidad recordamos, con nítida
Y si este conjunto de representaciones vehemencia, un fragmento de un texto del
fuera el único que predomina y gobierna filósofo Jacques Derrida, que se interroga
nuestras miradas, por un lado: ¿no hay no ya por la identidad (esto es, no ya por la
experiencia en Bonanza? ¿Sus narrativas definición y/o por la descripción de la
sólo sirven para ilustrar un mundo deshila- identidad) sino que instala la pregunta en
chado y miserable? ¿Lo que hay allí en sí de la identidad, esto es, la pregunta por
común debería ser negado por su exteriori- la pregunta de la identidad. Entonces: ¿por
dad a nuestra exterioridad? Y, por otro qué la identidad? ¿Por qué siempre la iden-
lado: ¿qué hacemos con lo que tenemos tidad? O bien: ¿por qué es tan insistente,
nosotros mismos de Bonanza? ¿Qué hace- “ahora”, la pregunta por la identidad? El
mos con nuestras sensaciones de no perte- trecho en cuestión es el siguiente:
nencia? ¿Con los deseos de estar fuera del
mundo? ¿Con el sabor amargo causado por Nuestra cuestión es siempre la identi-
el alejamiento y el distanciamiento de la dad. ¿Qué es la identidad, ese concepto
naturaleza? ¿Con la expropiación y la des- cuya transparente identidad consigo

22 Griselda Pollock, “Feminism/Foucault – Surveillance/Sexuality”, en Visual Culture. Images and


Interpretations, Hooly Bryson (ed.), Wesleyan University Press, Hannover, 1994.
23 El término “ipsidad” se refiere a un proceso de individuación, a aquello que hace que un individuo sea él
mismo y se distinga de cualquier otro.

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La diferencia está en nuestra mirada.

misma siempre se presupone dogmáti- cuando hablamos de “identi-


camente en tantos debates sobre el dad” y de “diferencia?” ¿Por
monoculturalismo o el multiculturalis- qué, además, ese par de térmi-
mo, sobre la nacionalidad, la ciudada- nos parece una oposición difícil
nía, la pertenencia en general? Y antes o imposible de desarticular? ¿Y por qué
que la identidad del sujeto ¿qué es la razón nos parece, también, que esas pala-
ipsidad? 23 Ésta no se reduce a una bras se han vuelto eufemismos que nada
capacidad abstracta de decir “yo”, a la nos dicen, como si fueran tópicos vacíos de
que siempre habría precedido. Tal vez realidad, conceptos vacíos de contenido?
signifique en primer lugar el poder de
un “yo puedo”, más originario que el En una rápida y superficial aproxima-
“yo” […]. 24 ción podríamos decir que la “identidad” es
simplemente aquello que se es, esto es:
El texto de Derrida pone en juego, ante aquello que yo soy, aquello que nosotros
todo, una duda acerca de la supuesta trans- somos, otorgándole al término un cierto
parencia del término identidad pero tam- valor positivo, afirmativo y también una
bién se interroga acerca del dogma que cierta autonomía e independencia; la iden-
supone su pronunciación y posesión. Y la tidad, así, es “aquello que soy” y esa expre-
duda no es menor si pensamos cómo se sión, “aquello que soy”, supone que la iden-
han instalado, ahora, en el debate cultural tidad se considera a sí misma como la única
y educativo, cuestiones tales como “recupe- referencia, como la única perspectiva a ser
rar” identidades, “reconocer” identidades, considerada. En esa misma dirección la
“configurar” identidades, “conformar” “diferencia” podría ser también una entidad
identidades, etc., y cómo todo ello vuelve a independiente: se trata de aquello que el
instituir los debates acerca de lo correcto o otro es, aquello que los otros son. Así pues-
incorrecto de una identidad determinada, tas las cosas no surgen mayores dudas, pues
de lo normal o lo anormal, de la legalidad la identidad define lo que es “propio”, lo
o la ilegalidad, de los límites y los fronteras que es “nuestro” (por ejemplo: soy blanco,
identitarias. soy hombre, soy heterosexual, soy adulto,
Intentemos entonces, en primer lugar, somos argentinos, somos docentes, etc.),
acotar nuestra discusión inicial centrándo- mientras que la diferencia define lo que es
nos en el binomio “identidad/diferencia”, “del otro”, lo que es de “los otros” (por
un problema más bien clásico para la filoso- ejemplo: es mujer, es homosexual, es vieja,
fía occidental. ¿Qué es lo que está en juego son niños, son gitanos, son alumnos, etc.).

24 Jacques Derrida. El monolingüismo del otro o la prótesis del origen, Manantial, Buenos Aires, 2001, p. 27.

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Una buena parte de los diccionarios con- tual a pensar que “aquello que soy”, “aque-
tribuye decididamente a fijar esas definicio- llo que somos”, constituye la norma, lo nor-
nes. Observemos, por ejemplo, cómo defi- mal, y que sólo a partir de allí es posible des-
nen esos términos el diccionario de la Real cribir, definir, evaluar y juzgar “aquello que
Academia Española o el de María Moliner: no soy”, “aquello que no somos”.
el término identidad supone “el hecho de ser
una persona o cosa la misma que se supone o Podríamos pensar, por otra parte, que la
se busca o bien la circunstancia de ser una per- identidad y la diferencia están mutuamen-
sona la que dice ser”; el término diferencia, a te determinadas y que, en oposición a la
su vez, es definido como: “cualidad o acci- idea anterior, es la diferencia la que ocupa
dente por el que una cosa se distingue de otra el primer lugar, esto es, aquella que a través
o variedad entre cosas de una misma especie”. de un proceso permanente y complejo de
Digamos, entonces, que toda afirma- diferenciación va creando múltiples y dife-
ción y toda definición de identidad, de rentes configuraciones de identidad.
cualquier identidad, es el resultado de una
larga serie de negaciones, de una larga serie Una vez presentada esa discusión inicial
de expresiones negativas acerca de la iden- es importante entender que identidad y
tidad: pensar en la identidad significa esta- diferencia no son sólo actos del lenguaje o
blecer “no soy tal o cual cosa”, “no somos bien que, justamente por ello, son también
tal o cual cosa”. Lo mismo ocurre con la actos de poder. A estos actos de poder
diferencia, pues cuando afirmamos la dife- podríamos denominarlos con la expresión
rencia en el otro lo que estamos queriendo “poder de representar identidades y dife-
decir es, en cierto modo, que el otro no es rencias”, un poder que se materializa en
lo que yo soy, que los otros no son lo que políticas de significación.
nosotros somos. Para el ya mencionado autor Stuart
Queda aquí claro que hay un principio Hall existen dos modos conflictivos y en
de interdependencia, y no de autonomía, lucha por las identidades. Si bien la distin-
entre identidad y diferencia. Aun así sería ción entre una y otra forma supone una
necesario explicar en qué sentido identidad oposición de hecho entre una mirada esen-
y diferencia dependen una de la otra; y nos cialista y otra antiesencialista, no cabe
parece oportuno presentar por lo menos duda de que se trata más bien de una dis-
dos versiones, en parte diferentes: tinción de orden histórico e, inclusive,
Podríamos pensar, por una parte, que la estratégico.
identidad es el origen, la referencia, el punto Habría un primer modelo de produc-
de partida inevitable e inexorable, a partir ción de identidades que considera que toda
del cual se hace posible definir la diferencia, identidad posee cierto contenido intrínse-
mecanismo que expresa la tendencia habi- co y esencial, definido por un origen

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El ojo, la mirada, el otro

La identidad es una representación estructurada que sólo alcanza su


carácter positivo a través del estrecho ojo de lo negativo. Antes de poder
construirse, debe atravesar el ojo de la aguja del otro. 25

común, una estructura común de expe- quién?, o mejor aún: ¿quién tiene el poder
riencia o bien ambas cosas a la vez. De lo de representar a quién?
que se trata aquí es de descubrir el conteni- Sabemos que el poder de representar, ese
do auténtico, el contenido original de una “quién representa a quién”, es crucial para
identidad determinada y proponer, así, la las “políticas de la diferencia”. En cierto sen-
existencia de una identidad plenamente tido lo que se pone en juego aquí es que, por
constituida, independiente de otras identi- un lado, el otro parece ser un simple resul-
dades y bien distinta de cualquiera de ellas. tado directo de aquello que el “yo” y el
El segundo modelo niega tal existencia “nosotros” se representan y, por otro lado,
identitaria, original y auténtica, enfatiza la que la consecuencia de ese proceso conduce
imposibilidad de existencia de esas identi- a una disputa, a una verdadera batalla de
dades plenamente constituidas y definiti- significados acerca de quienes ostentan el
vas y afirma que ellas son siempre relacio- poder de representar y, por lo tanto, acerca
nales e incompletas. Toda identidad de la identidad y del nombre de esa identi-
depende de su diferencia y de la negación dad que nos atribuimos a nosotros mismos
de algún otro término. y que le es atribuida a los demás.
Y sería interesante pensar en aquello
De un modo tal vez muy simplificado, que Clarice Lispector escribió acerca de la
digamos que no hay nada de ingenuidad, identidad, el poder de la identidad, el
nada de inocencia y nada de neutralidad en modo a través del cual otorgamos y fijamos
las definiciones de identidad y diferencia. identidad a los demás, el modo en que
Entonces, tal vez sea necesario que la pre- damos un nombre a los otros y, además, la
gunta: ¿qué es la identidad y/o la diferencia forma en que podemos negarnos a esa
representada? (por cierto un tipo de pre- identidad, a ese nombre que nos es atribui-
gunta que, como pueden ver, está orientada do. La escritora brasileña se pregunta: “¿Yo,
hacia la naturaleza, hacia el contenido reducida a una palabra? Pero ¿qué palabra
resultante de esa representación) sea despla- me representa? Una cosa sí que sé, yo no
zada y deje lugar a una pregunta totalmen- soy mi nombre. Mi nombre pertenece a los
te diferente, y que sería mucho más signifi- que me llaman”. 26
cativa para nuestra discusión, a saber: El proceso de diferenciación que hemos
¿quién tiene el poder de representar la iden- mencionado con anterioridad sugiere,
tidad y la diferencia? o bien, de una forma siempre, la presencia de mecanismos de
todavía más sintética: ¿quién representa a poder que pueden ser relacionados, por

25 Stuart Hall, “The local and the global: globalization and ethnicity”, en Culture, Globalization and the World
System, A. King (Ed.), Macmillan, Londres, 1991, p. 21.
26 Clarice Lispector, Un soplo de vida, Siruela, Madrid, 1999, p. 27.

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La escritora brasileña
Clarice Lispector.

ejemplo, con actos de demarcación de adulto/niño, etc. Y aquí vale la pena dete-
fronteras (“nosotros” y “ellos”), con actos nerse un instante en aquello que escribe
de clasificación o catalogación o etiqueta- Hélène Cixous, un ejemplo que muestra
miento (“normal” y “anormal”, “correcto” de forma cristalina el funcionamiento de
e “incorrecto”, “positivo” y “negativo”) y, las oposiciones binarias, particularmente
sobre todo, con actos de demarcación entre en lo que se refiere a la cuestión del géne-
la inclusión y la exclusión (“aquí” y “allá”). ro, es decir, a la posición “que les cabe a las
Esas separaciones, esas distinciones, mujeres”, a “lo femenino” en esa modali-
no son simplemente diferenciaciones gra- dad de pensamiento dualístico y binario.
maticales, sino modos efectivos de orga-
nizar individuos, grupos y comunidades ¿Dónde está ella?
en torno de aquello que denominamos Actividad/pasividad.
como “oposiciones binarias”, esto es, la Sol/Luna.
idea del privilegio de un primer término, Cultura/Naturaleza.
al que se le otorga un valor positivo, en Día/Noche.
desmedro de un segundo término al que Padre/Madre.
se le atribuye un valor negativo. Cabeza/Corazón.
Podríamos decir que todas las relaciones Inteligible/sensible.
de identidad y diferencia se organizan y Hombre/Mujer. 27
se ordenan alrededor de esas oposiciones
binarias, oposiciones que, reiteramos, no Si nos animáramos a jugar con Bonanza
expresan nunca una simple división del e intentamos repetir dogmáticamente la
mundo en dos clases simétricas. estructura de oposiciones anteriores, bien
Una característica común de la mayoría podríamos producir la siguiente disonan-
de los sistemas occidentales de pensamien- cia en nuestra mirada:
to parece ser, por lo tanto, una suerte de
compromiso ineludible con los dualismos, ¿Dónde está Bonanza?
a través de los cuales la diferencia se expre- Ciudad/Periferia.
sa en términos de oposiciones transparen- Cultura/Naturaleza.
tes, como por ejemplo, entre muchos Decencia/Indecencia.
otros: cultura/naturaleza, mente/cuerpo, Lo humano/Lo animal.
razón/pasión, experimento/experiencia, Inclusión/Exclusión.
salud/enfermedad, normalidad/anormali- Trabajo/Informalidad.
dad, eficiencia/deficiencia, adulto/joven, Hombre/Bonanza.

27 Hélène Cixous, “Sorties”, en La jeune née. Union Générale d’Editions, 10 / 18, París, 1975.

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Como se puede apreciar, el primer tér- vitable y definitivamente sólo un “exclui-


mino siempre es la clave, el máximo valor do”, un “marginado de la sociedad”? ¿No
de la jerarquía, el punto de partida a partir puede ser, entonces, otras cosas? ¿Y puede
del cual se hace posible definir el segundo ser algo más allá de ese deber ser o no ser?
término; sin embargo, y vale la pena expli- Quién sabe si las respuestas a estas pre-
citarlo, el segundo término, en ese pensa- guntas no estén encarnadas en las narrati-
miento dualístico, no existe fuera del pri- vas propias del personaje y, sobre todo, en
mero; es un término dependiente, de la complejidad y la multiplicidad de su
menor valor, de menor jerarquía, subalter- experiencia. De hecho, volvemos a decirlo,
no. Para sintetizar: mientras que el primer más que de representación y de identidad,
término constituye y determina la norma, de lo que se trata aquí es de experiencia y
el segundo parece vivir bajo su influjo, bajo narración.
su sombra; mientras que el primer término
lo es todo, el segundo sólo sobrevive gra- 4. La narración y la experiencia dentro y
cias al primero. Ese tipo de pensamiento, fuera de Bonanza
esa forma de organización conceptual,
pensémoslo, ha generado todo tipo de vio- “Es el loco que hay en nosotros el que nos obliga a
lencias, violencias tanto simbólicas como la aventura; es él quien nos invita a respirar, quien nos
fuerza a ello, y es también él quien empuja a la san-
materiales. Y, agregamos, nada de ese pen- gre a pasearse por nuestras venas […] No se puede ser
samiento puede ser considerado como normal y vivo a la vez”.
“natural”, como “normal”, sino como el ÉMILE CIORAN
resultado de un largo proceso histórico, Sobre una civilización exhausta.
político, cultural, lingüístico y educativo. Como venimos diciendo, Bonanza (el
De ello se trata, entonces, en la lógica de la documental) y Bonanza (el personaje) res-
identidad, una lógica que caracteriza aque- piran narración, se despliegan narrativa-
llo que se da en llamar pensamiento occi- mente y se constituyen como paisaje
dental. La (imposición de la) lógica de la humano en tanto y en cuanto se instalan
identidad supone en verdad la afirmación en un cuerpo decididamente narrativo.
de tres proposiciones, no necesariamente No nos parece útil señalar ejemplos de
consecutivas: a) lo que es, “es”; b) nada la narración porque nos parece que, de
puede ser y no ser a la vez, y c) todo debe hacerlo, caeríamos en la trampa de querer
ser o no ser. desmenuzar fragmento tras fragmento con
Si adoptáramos con rigurosidad y fijeza el objetivo imposible de hacer transparente
esa lógica identitaria, entonces, debemos lo que allí se dice, lo que allí se nos dice.
preguntarnos: ¿Es Bonanza, el personaje Creemos, eso sí, que hay tomar la narra-
central del documental (pero también ción en su totalidad, como algo que
todas y todos los que viven junto a él), ine- comienza y se esfuma a cada momento,

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Walter Benjamin establece


un vínculo directo entre la
pérdida de la experiencia,
el vacío del lenguaje y
el abandono de la narración.

había sido vivido, supuestamente, con una


intensidad única los había dejado mudos y
sin palabras capaces de narrar lo aconteci-
como lo vital que aparece y reaparece en do. De ese modo Benjamin establece un
cada palabra, en cada gesto, en cada entre- vínculo directo entre la pérdida de la expe-
cruzamiento, en cada conversación. En riencia, el vacío del lenguaje y el abandono
otras palabras: no quisiéramos convertir las de la narración. Remarca, así, ese pasaje his-
narrativas de Bonanza en un texto a ser tórico entre el lenguaje narrativo (donde
desmenuzado y, así, sometido a la lógica de aún es posible escuchar el eco de la expe-
otra narrativa, de otro texto. riencia vivida) y su usurpación por el len-
Lo que nos interesa, en todo caso, es guaje de la información, funcional y prag-
poder plantear la emergencia de esas narra- mático, donde la experiencia parece trans-
tivas en un contexto, político, cultural y formarse radicalmente. Lo que está claro es
educativo, donde ese lenguaje (como lo que la entrada del hombre al tiempo llama-
indicamos un poco antes) parece haberse do “modernidad” se hace sacrificando, jus-
evaporado por los efectos devastadores, tamente, el antiguo concepto de experien-
entre otros, del exceso de información y cia. Dice Benjamin: “Sí, confesémoslo: la
opinión, de la supremacía del experimento pobreza de nuestra experiencia no es sólo
y la experimentación, por la desconsidera- pobre en experiencias personales, sino de la
ción del cuerpo como lugar desde donde se generalidad de la humanidad. Se trata de
vive y piensa el saber. Por eso nuestra discu- una forma de nueva barbarie”. 28
sión recorrerá más bien los dilemas que En el libro Infancia e historia, Giorgio
apuntan a expresar la pérdida de la expe- Agamben, 29 retomando en buena medida
riencia y la narración. Es así, entonces, que las ideas de Benjamin, propone un recorri-
le damos la bienvenida a Bonanza como do histórico para mostrar cómo se ha
productor de otros sentidos y posibilidades. transformado el núcleo de la experiencia
En un texto ya muy conocido, en el pasaje de la Edad Media y el
Experiencia y pobreza, Walter Benjamin nos Renacimiento hacia la Modernidad.
dice que los hombres que regresaban de las Agamben nos habla de tres formas de la
trincheras de la Primera Guerra Mundial experiencia entonces destituidas: la expe-
carecían de palabras para expresar la expe- riencia como sentido común, como aque-
riencia recién vivida. Que el lenguaje se llo que se liga a lo vivencial; la experiencia
había caído y quebrado. Y que aquello que como sensibilidad, como aquello que se

28 Walter Benjamin, “Experiencia y pobreza”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973.


29 Giorgio Agamben, Infancia e historia, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2001.

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liga al cuerpo y a los sentidos, y, por últi- mecanismo a través del cual la vida vivi-
mo, la deformación de la experiencia en da, la vida particular, muchas veces
experimento. Veamos más detalladamente intransferible puede convertirse en
esas tres destituciones, esos tres quiebres de enseñanza para otros. Pero esa enseñan-
la experiencia. za no tiene ninguna garantía, ninguna
En el primer caso se trata de ese sentido posibilidad de universalizarse como
común que remite a la vida, a la particula- algo que siempre se volverá a repetir,
ridad de una existencia, a la posibilidad de sino que es hija de lo particular, de lo
tornar narrativa una determinada vida. La contingente, de esas vicisitudes de la
acumulación, los años, el paso de la vida se vida […] La experiencia no es aquello
vuelve experiencia. Hay aquí una asocia- que agota el sentido, no es aquello que
ción entre experiencia y sabiduría. Supone se vuelve ley, sino que es aquello que
la idea de ese hombre anciano que guarda trabaja en el interior de la fragilidad
en su lenguaje y en su memoria lo vivido humana. Es, esencialmente, la narra-
por él pero, también, lo que le fue transmi- ción de la fragilidad humana. 30
tido por otro para, ahora, transmitirlo a su
propia comunidad. En esas historias que En el segundo caso, hablamos de la
guardaban sus rasgos de fábula, que guarda- experiencia como sensibilidad, como
ban la posibilidad de ofrecer parábolas de la aquello que se liga a los sentidos o, dicho
existencia, enseñanzas, lo que se ponía en de otro modo, aludimos a la centralidad
evidencia es que la experiencia no es algo del cuerpo como portador de un saber
universal, abstracto, necesario, sino que la que, a través de los sentidos, describe y
experiencia es particular, contingente, frá- atesora el orden del mundo. Esa forma
gil, que su transmisión no está garantizada de la experiencia, que era una forma
pero que hace de la narración el vehículo clave en el conocimiento de la naturale-
indispensable para que generación tras za sin la cual, por ejemplo, toda la física
generación puedan ir recuperando y escu- de Aristóteles hasta el siglo XVI no hubie-
chando las palabras que se guardan, sin ra existido, estalla en mil pedazos cuan-
llave, en el tesoro de la experiencia. En ese do se produce la llamada revolución
sentido nos comenta Ricardo Forster: científica de la modernidad, esto es, el
advenimiento de un lenguaje matemáti-
En esa narración, de algún modo se co que reduce la experiencia sensible a
guarda ese gesto de la transmisión, ese error a la hora de formular leyes científi-

30 Ricardo Forster, Benjamin y los tejidos de la experiencia, Clase virtual del curso de posgrado “Experiencia
y Alteridad en Educación”, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Buenos Aires, 2006, p. 7.

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cas respecto de la naturaleza. La ciencia la experiencia, si acaso ello fuera posible,


de la naturaleza, desde Galileo en ade- nos habla clara y extensamente Forster en
lante, dice todo lo contrario a lo que los el siguiente párrafo:
sentidos nos dicen del mundo. Estamos
en lo cierto si decimos que el lenguaje […] la posibilidad de recuperar lo olvi-
matemático no es el lenguaje del cuerpo, dado no se da del lado de una artificiali-
no es el lenguaje de los sentidos. El cuer- dad llamada autenticidad y vivencia,
po ya no ocupa ningún lugar a la hora de sino que sólo puede darse donde se con-
fijar las condiciones y dimensiones del juguen, estallen mutuamente las tres
conocimiento; es más: se transforma en formas de experiencia. En realidad, las
el lugar mismo del error. tres formas de experiencia dejan un
En el tercer caso, el de la transforma- resto. Ese resto, vuelvo a insistir, no se
ción de experiencia en experimento, esta- puede completar, no se lo puede neutra-
mos hablando ni más ni menos que del lizar a partir de una cartografía racional,
dominio del lenguaje de la ciencia, de la pero tampoco se lo puede hacer apelan-
reducción matemática de toda la diversi- do a una supuesta vivencia espontánea,
dad y diferenciación del universo. Por no conceptual. Ni por la autenticidad
ejemplo: cuando mencionamos el método que nos remite a la esencia que hemos
experimental no nos referimos a lo que perdido pero que estaremos en condi-
experimentamos como cuerpo, como sen- ciones de recuperar […] pero tampoco
sibilidad, como imaginación. Hablamos, se acepta que la pérdida del arte narrati-
eso sí, de representación, de construcción vo sea una condición definitiva de la
de la ley científica como universal y nece- experiencia del sujeto. El sujeto es un
saria. Ya regresaremos a este punto en par- campo de batalla en el que el giro hacia
ticular. Por ahora digamos que con este atrás en términos de recuperación de lo
último desplazamiento la destitución de la perdido sólo puede darse como radical
experiencia acaba por completarse: fin de experiencia del presente. Y que la más
lo vivencial, fin del cuerpo, gobierno del radical de las experiencias del presente
experimento. es, a su vez, la crítica del modo como la
Y cabe entonces preguntarse si de lo que experiencia ha sido reducida a cenizas.
se trata es de intentar recuperar lo perdido, Asumir ese pasaje de una experiencia
lo que se ha olvidado, lo que se ha destitui- narrativa, de una experiencia de los sen-
do. Si de lo que se trata es de pensar en tidos a la experiencia como experimento
reinstalar la experiencia apelando a una es hacer la historia de la alineación
suerte de espontaneísmo y a una supuesta humana. Pero al mismo tiempo, como
autenticidad. De la recuperación de lo per- en el nombre, como en el lenguaje, algo
dido, de cómo hacer renacer las cenizas de de la unidad perdida se guarda también

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Giorgio Agamben: La experiencia no es algo


universal, abstracto, necesario, sino particular,
contingente y frágil.
en la experiencia expropiada del indivi- A partir de estos pocos pero intensos
duo en la sociedad contemporánea […] lineamientos teóricos, y atravesados aún
Y si lo que deseamos es ir a buscar hue- por la mirada desde y hacia Bonanza tal vez
llas, marcas, trazos, restos de esa expe- debiéramos indicar ahora las posibilidades
riencia perdida tenemos que ir a buscar de la experiencia en el campo educativo. Y
lo que Benjamin llama las “ensoñacio- no estaría mal insistir sobre algunas de las
nes”, los sueños utópicos, los fragmentos cuestiones recién mencionadas con un
de nostalgia, los deseos de felicidad pos- poco más de detenimiento y profundidad.
tergada. Todo aquello que en última ins-
tancia se ofrece como una utopía de la Al decir de Jorge Larrosa 32 la experien-
reconciliación. Para Benjamin esto no es cia es “eso que me pasa” lo que sugiere,
otra cosa que una petición de principios. ante todo, que se trata de un aconteci-
La reconciliación no tiene ninguna miento, de que se trata de un pasar de algo
garantía, la realización utópica carece de que no soy yo, que no depende de mí, que
toda garantía, la memoria puede desva- no es una proyección de mí mismo, que
necerse de una vez y para siempre. Pero no es el resultado de mis palabras, ni de
sin el esfuerzo de la rememoración, sin mis ideas, ni de mis representaciones, ni
volver a escuchar las narraciones olvida- de mis intenciones, que no depende ni de
das, sin auscultar lo no pronunciable del mi saber, ni de mi poder, ni de mi volun-
lenguaje, el destino cierto es la barbarie. tad. Larrosa denomina ese acontecimien-
Lo único garantizado es, como citamos to como el “principio de alteridad”, o
un poco antes, la barbarie. Pero, dice bien como el “principio de exterioridad”.
Benjamin, como la historia no es sólo y Porque no hay experiencia sin la aparición
puramente una acumulación necesaria, de un alguien, o de un algo que sea exte-
homogénea y lineal de acontecimientos rior a mí, que sea extranjero a mí, que sea
que nos llevan hacia el futuro sino que la extraño a mí, que esté fuera de mí mismo,
historia es sorpresa, inquietud, estado de que no pertenezca a mi lugar, que esté
catástrofe, estado de excepción, tal vez fuera de lugar. Y por eso mismo traduce
sin garantías, ese sujeto desarmado, per- un principio de alteridad, porque eso que
dido de sí mismo, expropiado, fragmen- me pasa tiene que ser otra cosa que yo:
tado, pueda encontrar en el otro –como algo otro, algo diferente, es decir, algo que
diría mucho después Emmanuel difiere, algo completamente otro, radical-
Lévinas– una oportunidad. 31 mente otro.

31 Ibídem, pp. 11-12.


32 Jorge Larrosa, La experiencia
de la lectura. Estudios sobre literatura y formación, Laertes, Barcelona, 1996.
Tercera edición ampliada en Fondo de Cultura Económica, México, 2004.

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La experiencia supone también que algo ral, a que la experiencia es siempre expe-
me pasa a mí. No que pasa ante mí, o fren- riencia de alguien o, dicho de otro modo,
te a mí, sino a mí, es decir, en mí. El lugar que la experiencia es, para cada cual, la
de la experiencia soy yo. Es en mí (o en mis suya, que cada uno hace o padece su pro-
palabras, o en mis ideas, o en mis represen- pia experiencia.
taciones, o en mis sentimientos, o en mis La transformación deviene del hecho de
proyectos, o en mis intenciones, o en mi que ese sujeto sensible, vulnerable y
saber, o en mi poder, o en mi voluntad) expuesto es un sujeto abierto a su propia
donde se da la experiencia, donde la expe- transformación o a la transformación de
riencia tiene lugar. Larrosa lo define como sus palabras, de sus ideas, de sus senti-
el “principio de subjetividad”, o “principio mientos, de sus representaciones, etc. Y es
de reflexividad”, o bien, “principio de por eso que existe una relación constituti-
transformación”. Veamos por qué. va entre la idea de experiencia y la idea de
La reflexividad tiene que ver aquí con formación, y es por eso mismo que el
la idea de que la experiencia es un movi- resultado de la experiencia sea la forma-
miento de ida y vuelta: de ida, porque ción o la transformación del sujeto de la
supone un movimiento de exterioriza- experiencia.
ción, de salida de uno mismo, de salida Por otro lado, la experiencia también
hacia fuera, un movimiento que va al alude a la noción de pasaje, de pasar, de
encuentro de eso que pasa, al encuentro recorrido, de trayectoria. La experiencia
con el acontecimiento. Y es de vuelta por- supone una salida de sí hacia otra cosa y
que la experiencia supone que el aconteci- supone también que algo pasa desde el
miento me afecta a mí, que tiene efectos acontecimiento hacia mí, que algo me
en mí, en lo que yo soy, en lo que yo pien- viene o me adviene. Ese paso, además, es
so, en lo que yo siento, en lo que yo sé, en una aventura y, por tanto, tiene algo de
lo que yo quiero, etc. incertidumbre, supone un riesgo, un peli-
La subjetividad apunta a que el lugar de gro. Por eso la experiencia deja una huella,
la experiencia es el sujeto o, dicho de otro una marca, un rastro, una herida. Así lo
modo, que la experiencia es siempre subje- comenta el propio Larrosa:
tiva. Pero se trata de un sujeto que es capaz
de dejar que algo le pase, es decir, que algo De ahí que el sujeto de la experiencia
le pase a sus palabras, a sus ideas, a sus sen- no sea, en principio, un sujeto activo,
timientos, a sus representaciones. Se trata, un agente de su propia experiencia, sino
por tanto, de un sujeto abierto, sensible, un sujeto paciente, pasional. O, dicho
vulnerable, expuesto. Además, la idea de de otra manera, la experiencia no se
subjetividad refiere al hecho de que no hace, sino que se padece […] Porque la
puede hablarse de una experiencia en gene- experiencia suena y resuena a finitud.

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Es decir, a un tiempo y a un espacio educación pero, sobre todo, con los modos
particular, limitado, contingente, finito. en que habitamos el mundo: la finitud, la
Suena también a cuerpo, es decir, a sen- corporalidad, la existencia contingente, la
sibilidad, a tacto y a piel, a voz y a oído, herida, la muerte, la paciencia, la pasión, el
a mirada, a sabor y a olor, a placer y a padecimiento, la vacilación, la vulnerabili-
sufrimiento, a caricia y a herida, a mor- dad, el temblor, la sensibilidad. Y de allí, lo
talidad. Y suena, sobre todo, a vida, a imprevisto, lo que no puede planificarse, lo
una vida que no tiene otra esencia que que no es utilitario, en fin, la alteridad.
su propia existencia finita, corporal, de Y cuidar al otro, en ese sentido, no es
carne y hueso. Tal vez reivindicar la cuidarlo de su propia herida, de su propia
experiencia sea también reivindicar un muerte, de su propia contingencia, de su
modo de estar en el mundo, un modo propia pasión, de su propio padecimiento,
de habitar el mundo, un modo de habi- de su propia vulnerabilidad. Es, ante todo,
tar, también, esos espacios y esos tiem- pensarlo y sentirlo como sujeto de su expe-
pos cada vez más hostiles que llamamos riencia. Es, más que nada, abrirse a su mis-
espacios y tiempos educativos. Unos terio, a su vacilación. Es, además, compar-
espacios que podemos habitar como tir la finitud de nuestras existencias.
expertos, como especialistas, como pro-
fesionales, como críticos. Pero que, sin 5. Para seguir sintiendo y pensando,
duda, habitamos también como sujetos entonces
de experiencia. Abiertos, vulnerables,
sensibles, temblorosos, de carne y Bonanza instala lenguajes narrativos que
hueso. Unos espacios en los que, a respiran a lo largo de todo el documental,
veces, sucede lo otro, lo imprevisto. con paciencia y padecimiento; y son refle-
Unos espacios en los que a veces vacilan jos claros de un conjunto de experiencias
nuestras palabras, nuestros saberes, que no pueden ser sino singulares, subjeti-
nuestras técnicas, nuestros poderes, vas, contingentes e individuales. Hay allí,
nuestras ideas, nuestras intenciones. por ejemplo, palabras que nos hablan de la
Como en la vida misma. 33 muerte (“Si mi hijo no me mata a mí pri-
mero, yo lo mato a él”, dice el personaje);
Así, podríamos entrever que la recupe- palabras que nos dicen cosas sobre su lugar
ración de la experiencia y la narración edu- y el lugar de sus hijos en el mundo (“Mirá
cativas tiene mucho que ver con ciertos que yo no estoy marginado, ¿eh? Nosotros
modos de habitar el mundo propio de la tenemos nuestra casa, nuestro motor, nues-

33 Ibídem, pp. 173-177.

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tro coche, trabajamos. Podés decir que ¿Cómo pensar en ese quiebre, en esa
somos locos porque en invierno pescamos ruptura, en esa pérdida del sabor y saber de
metidos en el agua con escarcha […] Pero la experiencia en manos del privilegio otor-
sabemos que, si no, llega el fin del día y la gado al experimento y a la experimenta-
que se viene es grossa”), sobre el propio cui- ción?
dado, sobre la realidad (“Juro, como que
me afeito la barba, que el noventa por cien- ¿Y cómo hacerlo, además, cuando los
to de los programas que muestran margina- planes y programas de nuestras institucio-
les está armado”), sobre el pasado, sobre el nes insisten cada vez más en la necesidad
presente y el futuro. de ciertas dotaciones cognitivas necesarias,
Y lo peor que podríamos hacer luego de de los alumnos y alumnas, respecto de lo
ver el documental es instalar demasiado que hay que saber (más allá y más acá de la
rápidamente un debate acerca de cómo nos experiencia vivencial y corporal), de lo que
representamos y configuramos la identidad se debe poseer para, más luego, alguna vez,
del otro, la identidad de los otros que allí ser algo y alguien en este mundo que nos
aparecen, es decir, apresurarnos a juzgarlo es incomprensible y que nos deja boquia-
todo bajo el mandato de lo correcto o lo biertos y perplejos?
incorrecto, lo normal o lo anormal, lo
excluido y lo incluido, etc. Queríamos pro- Y, por último: ¿cómo sería posible nave-
ponerles la posibilidad de sustraernos de gar entre el mar de la experiencia y la
ello y, más bien, alentar la posibilidad de narración y el oleaje furibundo del experi-
referirnos un poco más a la idea de destitu- mento y el lenguaje codificado, ese lengua-
ción de la experiencia, de la sensibilidad, je tan pretendidamente universal e imper-
de lo vivencial y sus narrativas en nombre sonal, como falto de vitalidad y de conver-
del experimento, pues nos parece que hay sación?
allí una cuestión particularmente álgida y
sensible para el campo de la educación y En primer lugar digamos que lo que
sobre la cual vale la pena sugerir otro tipo diferencia clara y ostensiblemente la expe-
de debate. Y acudiremos para ello, otra vez, riencia (y sus lenguajes) del experimento (y
a algunas ideas recientemente expuestas sus lenguajes) es su singularidad, su carác-
por Jorge Larrosa. 34 ter irrepetible, su pluralidad y su incerti-
Para comenzar, les dejamos tres núcleos dumbre. Revisemos más de cerca esos prin-
de preguntas: cipios diferenciadores.

34 Jorge Larrosa, Experiencia y alteridad en educación, Clase virtual del Curso de posgrado “Experiencia y alte-
ridad”, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2006.

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Así como un experimento tiene que ser rrencias, una experiencia es, por el contra-
homogéneo, es decir, tiene que significar lo rio, irrepetible.
mismo para todos los que lo leen, una En tercer lugar, si un experimento siem-
experiencia, en cambio, es siempre singu- pre se produce como generalidad, la expe-
lar, es decir: para cada cual la suya. Si todos riencia es para cada cual la suya o, en cada
nosotros asistimos a un acontecimiento o, caso otra o, lo que es lo mismo, siempre
dicho de otra manera, si a todos nosotros singular, de modo que la experiencia es,
nos pasa algo, por ejemplo, la muerte de entonces, plural. Ante el mismo hecho (la
alguien, o la lectura de un poema, o una muerte de alguien, la lectura de un poema,
relación de amor, el hecho es para todos el el amor hacia otro) hay siempre una plura-
mismo, lo que nos pasa es lo mismo, pero lidad de experiencias. La experiencia, por
la experiencia de la muerte, la experiencia tanto, es el espacio en el que se despliega la
de la lectura y la experiencia del amor, la pluralidad, produce la pluralidad y la sos-
manera como cada uno siente o vive o tiene como pluralidad.
piensa o dice o cuenta o da sentido a esa Por último, si un experimento es, por
muerte, a ese poema, a ese amor, es, en definición, anticipable (aunque ello depen-
cada caso, diferente, singular. Por eso da de uno o de varios cálculos de probabi-
podríamos decir que todos vivimos y no lidad) la experiencia no puede ser, jamás,
vivimos la misma muerte. La muerte es la anticipada. No puede saberse de antemano
misma desde el punto de vista del aconte- cuál va a ser el resultado de una experien-
cimiento, pero singular desde el punto de cia, adónde puede conducirnos, qué es lo
vista de la vivencia, de la experiencia; que que va a hacer de nosotros. Y eso porque la
todos vivimos y no vivimos la misma lectu- experiencia no tiene que ver con el tiempo
ra del poema, esto es, que el poema es el lineal de la planificación, de la previsión,
mismo, pero singular. Y que todos vivimos de la predicción, de la prescripción, sino
y no vivimos la misma relación de amor. con el tiempo de la apertura, de lo que se
Que el amor es el mismo, pero singular. abre. La experiencia siempre tiene algo de
Algo parecido nos dice Emmanuel Lévinas, imprevisible, de impredecible, de impres-
cuando sugiere que todo hijo es (en tanto criptible. La experiencia siempre tiene algo
que experiencia) el primer hijo, que todo de incertidumbre. Aún más: la incertidum-
hijo es, entonces, hijo único. 35 bre es constitutiva de la experiencia, por-
En segundo lugar, si un experimento que es apertura de lo posible, sí, pero tam-
tiene que ser repetible, esto es, si debe sig- bién de lo imposible, de lo sorprendente,
nificar lo mismo en cada una de sus ocu- de lo que no puede ser.

35 Emmanuel Lévinas, Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca, 1977.

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Y entonces explicitamos otro núcleo de zando algunos párrafos de Jorge Larrosa en


cuestiones para pensar y debatir: medio de nuestras interminables pregun-
tas.
¿Dónde quedan la singularidad, lo irrepe- Lo primero que proponemos para la
tible, la pluralidad y la incertidumbre de la discusión tiene que ver con la relación ínti-
experiencia en las instituciones educativas? ma entre la falta de experiencia y el exceso
de la información. Leamos:
¿Acaso son esos escenarios lugares
donde no puede haber experiencia, lugares
de anti-experiencia? “La información no es experiencia. Es
más, la información no deja lugar para la
Pero en ese caso: ¿qué hacer con aquella experiencia, es casi lo contrario de la expe-
idea que supone que: a) nadie puede dejar riencia, casi una anti-experiencia. Por eso,
de “tener” experiencias, y b) nadie puede el énfasis contemporáneo en la informa-
hacer una experiencia en lugar del otro? ción, en estar informados, y toda la retóri-
ca destinada a constituirnos como sujetos
¿Y qué obstáculos persisten, qué dificul- informantes e informados, no hacen otra
tades de la experiencia aún sobreviven en cosa que cancelar nuestras posibilidades de
las instituciones? experiencia. El sujeto de la información
sabe muchas cosas, se pasa el tiempo bus-
Nos parece más que adecuado dejarles cando información, lo que más le preocu-
espacios y tiempos para una discusión pa es no tener bastante información, cada
sobre la experiencia que, como se puede vez sabe más, cada vez está mejor informa-
apreciar, excede largamente el territorio do, pero en esa obsesión por la informa-
específico de la educación formal, aun ción y por el saber (pero por el saber no en
cuando adquiera en él una dimensión ori- el sentido de “sabiduría” sino en el sentido
ginal y específica. Lo que queremos dar a de “estar informado”) lo que consigue es
pensar es que la experiencia se ha vuelto que nada le pase. Lo primero que me gus-
rara por cuatro razones o, mejor dicho, por taría decir sobre la experiencia es que hay
cuatro excesos modernos: el exceso de la que separarla de la información. Y lo pri-
información, el exceso de opinión, la falta mero que me gustaría decir del saber de
de tiempo y el exceso de trabajo. Y para experiencia es que hay que separarlo del
ello vamos a concentrarnos en la idea de saber cosas al modo de tener información,
“impedimentos” para la experiencia, utili- de estar informados.”36

36 Jorge Larrosa, Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel, Laertes, Barcelona, 2003.

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El exceso de información coarta nuestras


posibilidades de experiencia.

Para nosotros, la opinión, como la infor-


mación, se ha convertido en un impera-
tivo. Nosotros, en nuestra arrogancia,
nos pasamos la vida opinando sobre
cualquier cosa sobre la que nos sentimos
informados. Y si alguien no tiene opi-
Y cabe preguntarnos y preguntarles: nión, si no tiene una posición propia
sobre lo que pasa, si no tiene un juicio
¿Cómo puede pensarse el hecho de que preparado sobre cualquier cosa que se le
el saber del estar informados no es el saber presente, se siente en falso, como si le
de la sabiduría? faltara algo esencial. Y piensa que tiene
que hacerse una opinión. Después de la
¿Cómo sienten aquello de que la obse- información, viene la opinión. Pero la
sión por la información resulta en un “no obsesión por la opinión también cance-
pasarle nada” al sujeto? la nuestras posibilidades de experiencia,
también hace que nada nos pase. 37
¿Y qué reflexiones pueden hacerse alre-
dedor de que, más que de estar informa- Entonces:
dos, de lo que se trata es de que nos pase
algo? ¿Cómo erosionar, cómo desactivar esa
identificación tan unitaria, tan cerrada y
Lo segundo, en este sentido, tiene que tan “natural” entre la información (gene-
ver con el vínculo entre la destitución de la ralmente del docente) y la opinión (gene-
experiencia y la abundancia de opinión. ralmente del alumno)?
Veamos.
¿Qué repercusiones traería esa desac-
[…] la experiencia es cada vez más rara tivación del par información/opinión
por exceso de opinión. El sujeto moder- en el cuerpo mismo de los programas
no es un sujeto informado que además de cada cátedra, de cada clase, de cada
opina. Es alguien que tiene una opinión actividad?
presuntamente personal y presuntamen-
te propia y a veces presuntamente críti- ¿Y cómo pensar que nada esencial
ca sobre todo lo que pasa, sobre todo hemos perdido si no ponemos en juego ni
aquello de lo que tiene información. la información ni la opinión?

37 Ibídem.

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La información es una anti-experiencia.

Lo tercero a discutir será la idea de que to que cada acontecimiento es inmedia-


la experiencia se ha vuelto cada vez más tamente sustituido por otro aconteci-
rara por la falta de tiempo. Leamos. miento que igualmente nos excita por
un momento, pero sin dejar ninguna
Todo lo que pasa, pasa demasiado huella. El sujeto moderno no sólo está
deprisa, cada vez más deprisa. Y con ello informado y opina, sino que es también
se reduce a un estímulo fugaz e instan- un consumidor voraz e insaciable de
táneo que es sustituido inmediatamente noticias, de novedades, un curioso
por otro estímulo o por otra excitación impenitente, eternamente insatisfecho.
igualmente fugaz y efímera. El aconteci- Quiere estar permanentemente excitado
miento se nos da en la forma del shock, y se ha hecho ya incapaz de silencio. Y
del choque, del estímulo, de la sensa- la agitación que le caracteriza también
ción pura, en la forma de la vivencia consigue que nada le pase. Al sujeto del
instantánea, puntual y desconectada. La estímulo, de la vivencia puntual, todo le
velocidad en que se nos dan los aconte- atraviesa, todo le excita, todo le agita,
cimientos y la obsesión por la novedad, todo le choca, pero nada le pasa. Por eso
por lo nuevo, que caracteriza el mundo la velocidad y lo que acarrea, la falta de
moderno, impide su conexión significa- silencio y de memoria, es también ene-
tiva. Impide también la memoria pues- miga mortal de la experiencia. 38

38 Ibídem.

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Y damos a cuestionar, entonces:

¿Cómo desacelerar ese tiempo de la


información y la opinión para que la
memoria y la sensibilidad den espacio al
acontecimiento y al pensamiento?

¿Qué debería ocurrir para que la vora-


cidad y el vértigo dejen paso al silencio, el
padecimiento del saber y a una actitud
más bien de “rumiar” las palabras que se
ponen en juego?

Y, por último, pensemos en la ligazón todo lo que percibe como un obstáculo a


que se esconde entre el quiebre y/o la infre- su omnipotencia. El sujeto moderno se
cuencia de la experiencia y el exceso de tra- relaciona con el acontecimiento desde el
bajo. Veamos. punto de vista de la acción. Todo es un
pretexto para su actividad. Siempre se
“El sujeto moderno, además de ser un pregunta qué es lo que puede hacer […]
sujeto informado que opina, además de Independientemente de que ese deseo esté
estar permanentemente agitado y en motivado por la buena voluntad o por la
movimiento, es un ser que trabaja, es mala voluntad, el sujeto moderno está
decir, que pretende conformar el mundo, atravesado por un afán de cambiar las
tanto el mundo “natural” como el mundo cosas. Y en eso coinciden los ingenieros,
“social” y “humano”, tanto la “naturaleza los políticos, los fabricantes, los médicos,
externa” como la “naturaleza interna”, los arquitectos, los sindicalistas, los perio-
según su saber, su poder y su voluntad. El distas, los científicos, los pedagogos y
trabajo es toda la actividad que se deriva todos aquellos que se plantean su existen-
de esa pretensión. El sujeto moderno está cia en términos de hacer cosas […] Y por
animado por una portentosa mezcla de eso, porque siempre estamos queriendo lo
optimismo, de progresismo y de agresivi- que no es, porque estamos siempre acti-
dad: cree que puede hacer todo lo que se vos, porque estamos siempre movilizados,
proponga (y que si no puede, algún día lo no podemos pararnos. Y, al no poder
podrá) y para ello no duda en destruir pararnos, nada nos pasa.” 39

39 Ibídem.

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Y preguntamos: nión que de la verdadera ciencia, por-


que la ciencia es siempre de lo que es,
¿Cómo se nos haría posible la inversión de lo inteligible, de lo inmutable, de
de esa lógica de la acción, de esa lógica del lo eterno. Para Aristóteles la experien-
trabajo sin que ello suponga la destrucción cia es necesaria pero no suficiente, no
(literal y metafórica) de la experiencia? es la ciencia misma sino su presupues-
to necesario […] Además, la filosofía
¿Y qué ideas surgen para que los peda- clásica, como ontología, como dialéc-
gogos no se sometan a la idea de que la tica, como saber según principios,
educación también tenga que ver con este busca verdades que sean independien-
“hacer cosas” que, justamente por hacerlas, tes de la experiencia, que sean válidas
se impide que algo “nos pase”? con independencia de la experiencia.
La razón tiene que ser pura, tiene que
Para terminar con este conjunto, por producir ideas claras y distintas, y la
demás impreciso y reiterativo, de supuestas experiencia es siempre impura, confu-
sugerencias, deseamos dejarles un último y sa, demasiado ligada al tiempo, a la
extenso párrafo de Larrosa, esta vez como fugacidad y la mutabilidad del tiem-
posible corolario de toda nuestra discusión po, demasiado ligada a situaciones
acerca de la historia, la pérdida y la posible concretas, particulares, contextuales,
recuperación de la experiencia. demasiado vinculada a nuestro cuer-
po, a nuestras pasiones, a nuestros
En la filosofía clásica, la experiencia amores y a nuestros odios. Por eso hay
ha sido entendida como un modo de que desconfiar de la experiencia cuan-
conocimiento inferior, quizá necesario do se trata de hacer uso de la razón,
como punto de partida, pero inferior: cuando se trata de pensar y de hablar
la experiencia es sólo el inicio del ver- y de actuar racionalmente. En el ori-
dadero conocimiento o incluso, en gen de nuestras formas dominantes de
algunos autores clásicos, la experiencia racionalidad, el saber está en otro
es un obstáculo para el verdadero lugar que en la experiencia […] En la
conocimiento, para la verdadera cien- ciencia moderna lo que le ocurre a la
cia […] La experiencia es, para Platón, experiencia es que es objetivada,
lo que se da en el mundo que cambia, homogeneizada, controlada, calcula-
en el mundo sensible, en el mundo de da, fabricada, convertida en experi-
las apariencias. Por eso el saber de mento. La ciencia captura la experien-
experiencia está más cerca de la opi- cia y la construye, la elabora y la expo-

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ne según su punto de vista, desde un menosprecia a la experiencia, por eso


punto de vista objetivo, con pretensio- el lenguaje de la ciencia tampoco
nes de universalidad. Pero con eso eli- puede ser el lenguaje de la experiencia
mina lo que la experiencia tiene de […] Entonces, lo primero que hay que
experiencia y que es, precisamente, la hacer, me parece, es dignificar la expe-
imposibilidad de objetivación y la riencia, reivindicar la experiencia, y
imposibilidad de universalización […] eso supone dignificar y reivindicar
La experiencia tiene algo de la opaci- todo aquello que tanto la filosofía
dad, de la oscuridad y de la confusión como la ciencia tradicionalmente
de la vida, algo del desorden y de la menosprecian y rechazan: la subjetivi-
indecisión de la vida. Por eso, en la dad, la incertidumbre, la provisionali-
ciencia tampoco hay lugar para la dad, el cuerpo, la fugacidad, la fini-
experiencia, por eso la ciencia también tud, la vida. 40

40Jorge Larrosa, Algunas notas sobre la experiencia y sus lenguajes, seminario organizado por el Ministerio
de Educación, Ciencia y Tecnología de Argentina, 2003.

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C A P Í T U L O 2
La edad del borde:
buscando al otro
A propósito de Nadar solo

“Mi responsabilidad para con el Otro supone un vuelco tal que no puede
señalarse más que por un cambio de estatuto de “yo”, un cambio de tiem-
po y quizá un cambio de lenguaje. Responsabilidad que me saca de mi
orden y, al apartarme de mí, al descubrir la otredad en lugar de mí, me
hace responder por la ausencia.”

Maurice Blanchot.

1. Nadar solo: los itinerarios de la las palabras pueden anclar decisivamente


adolescencia y el espejo que no miramos en la intimidad o pasar de largo sin dejar
huella. Todo se juega allí: el deseo y sus
“El alma es un velero en busca de su Icaria.” frustraciones, la aventura y sus mil posibi-
CHARLES BAUDELAIRE. lidades, la rebeldía y el desgano, la imagi-
nación desbocada y la fragilidad de todo
Pensar la adolescencia, atreverse a intro- hacer, el encuentro con los pares y la dis-
ducirse en sus laberintos sin caer en el tancia con los ídolos de la infancia. Si qui-
gesto soberbio del adulto que la observa siéramos buscar una palabra que dé cuenta
con cierto sarcasmo, como si esa edad de ese período del vivir, tal vez esa palabra
extraordinaria de la vida sólo pudiera sería “soledad”.
representarse desde aquella frase tan para- Y sin embargo Nadar solo no retrata el
digmática como obturante: “la edad del mundo de los púberes, de esos personajes
pavo”, tiempo del despiste, del soliloquio que apenas si van saliendo de la niñez y se
interminable, de la mirada ensimismada, encuentran con que su lugar en el mundo
del descuido y la confusión, del descon- no parece quedar en ningún sitio. Su pre-
cierto, de las pasiones abrasadoras, del sencia se juega en la ausencia. Nadar solo
impulso, del amor arrasador. La adolescen- nos cuenta la historia de esa otra edad del
cia como una peste del alma, como un borde y en el borde, el final de la adoles-
estado de desequilibrio permanente, como cencia, ese momento un tanto abismal en
un ámbito autorreferencial en el que se el que ya se dibuja el escenario de esa otra
clausuran los vínculos con el afuera, con etapa de la vida que, todavía, resulta tan
ese mundo amenazador e insoportable de ajena, la de los adultos. Tiempo de las des-
los adultos-padres que están allí para des- pedidas en el que de a poco lo vivido se va
nudar al púber, para señalarle sus faltas, sus convirtiendo en recuerdo, hilvanando los
olvidos, su irresponsabilidad. Difícil etapa aún delgados hilos de la memoria. Tiempo
de la vida en la que la mirada del otro en el que la palabra del otro, si no pertene-
quema hasta el fondo del alma, en la que ce a la misma tribu, carece de toda signifi-

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Momento abismal del fin


de la adolescencia.

cación, pero también época en la que esas y del inconsciente, aquello que expresa la
palabras que supuestamente remitían a la vida pero que, en Martín, parece querer
fraternidad, a los amigos, a la pertenencia bordear la muerte, el abismo. Cierto clima
inician su propio despiste; van quedando de ambigüedad rodea la presencia decisiva
atrás mientras el horizonte se acerca con del agua, a veces se la muestra como ele-
velocidad sorprendente. Un tiempo de la mento cobijador y otras, en especial frente
vida en el que hay que tomar decisiones al agua del mar, como capaz de remitir a lo
para las que no se está preparado. Bella e sublime y amenazante, a eso inconmensu-
impiadosa, la adolescencia constituye un rable que siempre ha significado el mar
desafío de primer orden, una dura prueba para los seres humanos. Vienen a nuestra
de la que no es sencillo salir indemne. A memoria aquellos cuadros de Turner o de
veces sin darnos cuenta solemos arrastrar a Friedrich, los dos maestros del romanticis-
lo largo de nuestras vidas las marcas deja- mo inglés y alemán de la primera mitad del
das por ese período. siglo XIX, en los que el mar, omnipresente,
nos recuerda nuestra fragilidad, el límite de
Nadar solo cuenta la historia de Martín la vida humana. Tempestad y naufragio.
Cánepa, y lo hace sin apresuramientos, sin Pero también sueño y viaje. Las dos cosas
acontecimientos decisivos, o colocándolos están, indirectamente, en Nadar solo.
–cuando aparecen– en una cotidianeidad Mientras que en Kids el mundo de los
nada desenfrenada ni urgente. Es el relato jóvenes se nos muestra como tierra devasta-
de una búsqueda, pero también de una da, como un ámbito en el que nada parece
despedida; es el itinerario hacia el encuen- quedar en pie cuando lo que gobierna es el
tro siempre postergado con el hermano desenfreno, la adicción, la violencia, el des-
ausente el que modela el viaje hacia su pro- conocimiento del otro, la despreocupación
pio interior. Desde la imagen inicial, la que que arrasa el alma de los jóvenes que apenas
nos muestra a Martín nadando bajo el si asoman de la infancia y ya nos transmi-
agua de una pileta, hasta la recurrente pre- ten una cruel desesperanza, en Nadar solo se
sencia del río y del mar, de lo líquido como trata de otra cosa, nos conduce hacia otra
metáfora que encierra muchas cosas, la experiencia: la de un camino que está por
película tiene que ver con el nacimiento y construirse, la de una vida que intenta bus-
con la muerte, con lo iniciático y con la car sus huellas, sus orientaciones, en medio
pérdida, con la apertura hacia lo nuevo y de una abrumadora sensación de vacío e
distinto y con el cierre de lo conocido. El indiferencia. Lejos del sabor amargo de
agua, que nos remite al líquido amniótico, Kids, de su aire apocalíptico, magnificado
al deseo de hogar, de vientre materno, pero en la escena del final en la que nadie parece
que también nos señala el orden de los quedar a salvo, Nadar solo quiere penetrar
impulsos, el vasto mundo de las pulsiones en la vida de un adolescente sin efectos

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Nadar solo. Los límites de la


amistad como refugio.

grandilocuentes ni acontecimientos que único que adquiere un rasgo propio, una


partan aguas (como, en Kids, cuando el relevancia lo suficientemente intensa como
saberse infectada por el virus del sida le para sacar al joven de la abulia, del sinsen-
otorga un particular dramatismo al itinera- tido en el que está sumido, es el deseo de
rio de esa muchacha que ha quedado com- encontrar a su hermano, de seguir sus hue-
pletamente sola ante los fantasmas de su llas hasta Mar del Plata, sitio que tendrá
propia muerte). Martín está incómodo una doble atracción: la de la presencia de
consigo mismo, con su cuerpo, al que sólo Pablo y la del mar.
parece disfrutarlo en los momentos en que Mientras en Martín crece el deseo de
nada libremente por debajo del agua, como encontrar a su hermano, su propia vida
si allí pudiera reencontrarse; tampoco lo parece deslizarse por un tobogán.
atrapan los ensayos algo fallidos de su Prácticamente no va al colegio, no estudia,
banda de rock que se va disolviendo, como deambula por las calles sin buscar nada en
muchas otras cosas en esa edad en la que particular; la música no parece compensar
nada parece durar demasiado tiempo. La esa sensación de vacío que lo rodea; con sus
amistad tampoco resulta un refugio, allí se padres prácticamente no hay diálogo, cada
van disolviendo los vínculos que, en el uno está en su propio mundo y ese hijo del
mundo de valores de la adolescencia, se cre- medio no parece ocupar un lugar significa-
ían eternos. Con sus padres la comunica- tivo entre la ausencia silenciada del mayor
ción está rota, ninguno se escucha, ningu- y su hermana menor. Finalmente, un día lo
no parece hablarle al otro. expulsan del colegio y antes de comunicar-
La historia comienza a encontrar su les la noticia a sus padres decide, quizá
rumbo cuando Martín recibe un llamado como un modo de huir de una situación
de un amigo de su hermano mayor (Pablo) sin salida, dominada por la abulia, viajar a
quien le pide que vaya a buscar las cosas Mar del Plata, creyendo que allí algo y
que ha dejado el hermano ausente, del que alguien lo está esperando.
nada sabíamos hasta ese momento, y del Una constante de la película, y volvere-
que los padres tampoco hablan. Como en mos sobre este detalle, es que ninguna de
muchas tramas familiares, hay un secreto las acciones emprendidas por Martín, ni
ominoso, una realidad silenciada, algo de nada de lo que le va ocurriendo, está atra-
lo que nadie quiere hablar. Y del hermano vesado por la intensidad expresiva, como si
mayor, quien hace más de dos años que se algo verdaderamente importante le estu-
ha ido de la casa, nadie habla. Mientras viera sucediendo. Todo lo contrario, su ros-
alrededor de Martín las cosas van perdien- tro por lo general permanece siempre
do sentido y se disuelven en una suerte de igual, casi sin gestos, como si todo, de
vacío que todo lo rodea: el colegio, la vida algún modo, le resbalase. Incluso cuando
familiar, la banda de rock, los amigos, lo en Mar del Plata se cruce con Luciana, la

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hermana de un amigo de la infancia de las relaciones humanas. Todo parece sinte-


Pablo que ha sido el último en verlo, no tizarse en la palabra spleen, escrita en la caja
descubriremos ni la pasión del amor ni el que contiene las cosas del hermano. Y sple-
deseo del cuerpo, aunque podamos intuir en nos remite a Baudelaire, a Las flores del
que algo les sucede, que sus caminos, en un mal, a ese horizonte de tedio y hartazgo
punto, comienzan a cruzarse y que cierta que tan genialmente alcanzó a describir el
atracción surge entre ambos. Sin embargo, poeta al pintar las circunstancias de la vida
no deja de ser notable que la presencia del en la París del siglo diecinueve. Como si
otro no alcance a conmoverlo; es casi como nada pudiera escapar de esa atmósfera de
una sombra que lo acompaña. aburrimiento y sinsentido, como si cada
Lejos de conducirnos hacia el encuentro vida experimentase el vacío, la nada, la
con el hermano, Nadar solo nos lleva hacia insignificancia, la rutina que lleva lenta-
el universo del final de la adolescencia, nos mente a la desesperación, pero no a una
confronta con su soledad, con esas gestua- desesperación flagrante, brutal, destructi-
lidades que parecen reduplicar el vacío que va, sino a la simple vacuidad, a la sensación
la rodea, no sólo, por supuesto, como vacío de que nada significativo acontece ni acon-
del alma sino, también, como vacío del tecerá, deslizándose la vida por una rutina
mundo, de la sociedad, de los adultos, de la que devora absolutamente todo: deseos,
escuela, del sentido. Nos plantea la gramá- sueños, convicciones, expectativas.
tica del desencuentro, de la incomunica-
ción, del deterioro educativo, de la frustra-
ción que sienten, simultáneamente, el pro-
fesor y los alumnos, en esa arquetípica
clase de geografía en la que todo parece dar
lo mismo, y que se simboliza en la confu-
sión de Martín y de su amigo al equivocar-
se de mapa: Austria por Australia, apenas
un par de letras para expresar el ahueca-
miento de la educación, el vacío de los
contenidos, el desconcierto de un vínculo
en estado de disolución.
Nadar solo es tanto la historia de
Martín, de sus vicisitudes existenciales,
como el retrato de la vida cotidiana en
nuestra sociedad. El aburrimiento, la repe-
tición mecánica de los actos, las conversa-
Charles Baudelaire.
ciones triviales, la indiferencia que rodea Atmósferas lúgubres de la ciudad moderna.

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La película recrea ese clima, lo exacerba, propia amarra a un orden del sentido capaz
lo lleva a su extremo y va rodeando al de sacarlo de tanto abismo. No es casual
espectador con una atmósfera que le que los adultos sientan cierto rechazo por
recuerda su propia realidad. En Las flores esos jóvenes desgarbados y ensimismados
del mal Baudelaire ha expresado este senti- que parecen ir por la vida sin que nada les
miento de pesadez, de aburrimiento y pér- interese, indiferentes a las señales que pro-
dida de sentido que envuelve la vida del vienen de la sociedad y que adquieren las
hombre en la ciudad moderna: formas amenazantes del “deber ser”. Los
“Nada es tan pesado como esos días padres, muchas veces, proyectan sobre sus
amorfos, cuando el tedio, que surge de una hijos sus frustraciones, el duro reconoci-
triste falta de curiosidad, al ir cayendo los miento de sus propias limitaciones. El ado-
gruesos copos de las nevadas toma las pro- lescente suele ser un espejo en el que no
porciones de la inmortalidad (Spleen).” 41 nos gusta mirarnos.
Nada más difícil, entonces, que estar en
2. El espejo de la adolescencia: vértigo e el cuerpo del adolescente, en ese cuerpo
identidad escindida incómodo de llevar, pleno de cambios per-
turbadores, de deseos que estallan pero que
“¡Ay, pobre enamorado de quiméricos países! no siempre encuentran realización. Difícil
¿Habrá que encadenar o al mar arrojar también el lugar del adulto que pasa gran
al marinero borracho, inventor de las Américas
y cuyo espejismo hace más amargo el abismo?” parte de su día con ellos, en las aulas, bus-
CHARLES BAUDELAIRE. cando un punto de encuentro que no siem-
pre está a la mano y que muchas veces se
El adolescente quizá pueda ser mirado pierde en la multiplicación del desinterés
como ese otro de nuestras vidas adultas que, como un cáncer, devora las horas de la
que permanentemente nos recuerda lo que enseñanza. La única escena de la película en
hemos olvidado, lo que hemos traicionado la que se muestra la relación entre los jóve-
de nosotros mismos, lo que se fue perdien- nes y un profesor está atravesada por el fra-
do con el correr de los años y de las grises caso, la rutina embrutecedora, el desgano
rutinas. En este punto, la adolescencia es que se manifiesta en las actitudes físicas de
un intento, no siempre logrado, por huir los estudiantes y en el propio desinterés del
de lo que se muestra en el horizonte a tra- profesor que se sabe derrotado por una rea-
vés de las vidas de los padres. Es una sub- lidad que lo sobrepasa. Nada más duro que
versión de lo establecido que, sin embargo, saberse mirado desde la indiferencia, y ésa
va en busca de su propia identidad, de su es muchas veces la sensación que tienen los

41Charles Baudelaire, Las flores del mal, Visor, Madrid, 1982, traducción de Jacinto Luis Guereña, p. 103.

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Nadar solo. La indiferencia.

profesores de colegio secundario ante esos sin el cual es muy difícil armar una vida,
rostros impávidos que lo observan desde alcanzar ese momento insustituible que
una lejanía inexpugnable e inalcanzable. tiene que ver con el descubrirse en la mira-
De ahí también el fastidio y la crispación da del otro, saberse interpelado por ella. Y
que rodea esa ardua tarea que es la de la eso es precisamente lo que el adolescente no
transmisión de conocimientos. Como si en suele encontrar en la mirada de los adultos,
el aula también se reprodujera esa mutua ya sean sus padres o, también, sus profeso-
dificultad que existe a la hora del reconoci- res, porque suele buscarla en sus pares, en
miento entre los adolescentes y los adultos, aquellos con los que puede construir una
como si el fracaso del vínculo con los cofradía, dándole a su identidad frágil la for-
padres llegase hasta el interior de la escuela. taleza que le otorga la pertenencia al grupo.
La realidad del adolescente es creada, Si bien no es novedosa la percepción de
como diría Arthur Schopenhauer, por “el la adolescencia como una etapa muy espe-
acto del deseo”, pero no de aquel que suele cial del crecimiento, de la formación del
venir de los mandatos adultos sino del que individuo, como un momento de comple-
nace en su interior y como búsqueda de sí jas acechanzas y equívocos, de oportunida-
mismo. Pero lo significativo de este deseo des y de pérdidas, como un momento
que conmueve las fibras íntimas del joven absolutamente clave que sin embargo no
es que, por lo general, sólo encuentra su suele contar con la comprensión de los
camino cuando se deja mover por el deseo adultos, hoy, entre nosotros, su fragilidad
del reconocimiento. Y ese deseo puede ser es más intensa, como lo son sus opacidades
puesto en distintas personas, incluso hasta y las dificultades que encuentra a la hora
pueden adquirir, esas personas, rasgos fan- de expresar sus propios deseos y necesida-
tásticos, ser el producto de una ficción que des. Como si en el cuerpo del adolescente
intenta plasmarse en la realidad. Así, se hubiera proyectado, con cierta saña, el
Martín, en parte, ha creado a su hermano vacío que suele rodear la realidad de los
Pablo, y esto independientemente de que adultos; como si el lugar de la falla estuvie-
no se trate de la emergencia de un delirio; ra situado en aquellos que salen en busca
lo ha creado como necesidad imposterga- de un sentido que no logran hallar en sus
ble ante sus propias dudas, sus sensaciones padres o en las instituciones educativas.
oscuras y cargadas de sinsentido. Así, para Martín será Pablo quien encarne
Pablo funciona, en todo caso, como la el núcleo más profundo de sus propios
referencia posible, como el norte que orien- deseos, de esa necesidad de salir a encon-
ta el camino a seguir, como el reemplazo de trarse con una parte de sí mismo que se ha
un padre indiferente que no logra entrar al extraviado y de la que no pueden dar cuen-
mundo de su hijo y que se desliza por su ta aquellos que, en la infancia, se ofrecían
propio ensimismamiento. Pablo es el otro como fuentes de identidad. Para el adoles-

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La adolescencia entre la dependencia y la independencia


Los cambios psicológicos que se producen en este período, y que son el
correlato de cambios corporales, llevan a una nueva relación con los
padres y con el mundo. Ello sólo es posible si se elabora lenta y dolorosa-
mente el duelo por el cuerpo del niño, por la identidad infantil y por la
relación con los padres de la infancia […] En este período fluctúa entre
una dependencia y una independencia extremas y sólo la madurez le per-
mitirá más tarde aceptar ser independiente dentro de un marco de nece-
saria dependencia. Pero, al comienzo, se moverá entre el impulso al des-
prendimiento y la defensa que impone el temor a la pérdida de lo
cente se trata, como diría Arminda conocido. Es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, dolo-
Aberastury, de atravesar la durísima expe- roso, caracterizado por fricciones con el medio familiar y social. 42
riencia de un triple duelo: del cuerpo
infantil, de los padres y de su infancia, y en
esa travesía son muy pocos los adultos que ocasiones, sin la compañía de los padres.
logran arrimarse a esa persona en carne Hay un poema de Rilke en el que se expre-
viva, doliente, que sale a buscar lo que se le sa ese extraño momento en el que la infan-
ha perdido, irremediablemente. cia deja de ser y la adultez todavía no llegó
Por eso la tristeza y la melancolía suelen para oscurecer las heridas o sublimarlas a
ser propias de la adolescencia, como si en través de diversas estrategias:
ellas, y a través de ellas, la persona pudiera
expresar, como quizás nunca vuelva a Va el largo tiempo y miedo de la escuela
hacerlo a lo largo de la vida, el dolor de la con su esperar, con sólo sordas cosas.
despedida, la certeza de que la muerte está Oh soledad, oh duro pasar el tiempo…
allí para sacarlo, de una vez y para siempre, Fuera las calles brillan y resuenan
de la tierra eterna de la infancia. De ahí ese y saltan surtidores en las plazas
continuo coqueteo con la muerte que suele y en los parques se ensancha tanto el
darse, en esa edad de transición, como si su mundo…
presencia constituyese todo un desafío e, y pasar por aquello, con este trajecito,
incluso, una puerta de salida ante las infi- tan diferente de como otros iban…
nitas angustias de esos duelos que van Oh tiempo de asomarse, oh gastar el
dejando sus cicatrices en el alma. Viaje y tiempo,
muerte son metáforas que rodean ese oh soledad.
momento de la vida, cada uno con sus […]
peculiaridades, con esa relación que ambos Y mirar, a lo lejos, todo aquello;
tienen con el nacimiento, con la novedad hombres, mujeres: hombres y mujeres
radical, con la entrada en una nueva geo- y niños, tan distintos, de colores;
grafía en la que se deja atrás el pasado y se y allí una casa, y un perro, a veces,
logra superar el duelo. Claro que para que y el miedo tan callado cambiando a
ello suceda primero hay que atravesar sus confianza…
exigencias y sus desafíos, ser capaces de Oh pena sin sentido, oh sueño, oh
aventurarse por tierras inéditas desprovis- espanto,
tos de las antiguas certezas y, en muchas oh qué profundidad sin asideros. 43

42 Arminda Aberastury y Mauricio Knobel, La adolescencia normal, Paidós, Buenos Aires, 1980, pp. 15-16.
43 Rainer Maria Rilke, “Infancia”, en El libro de las imágenes, Júcar, Madrid, 1984, pp. 144-145.

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Como siempre el poeta logra penetrar Martín viaja en pos de un horizonte,


más profunda e intensamente en lo que atreviéndose a saltar las vallas de lo permi-
intentamos decir; nos ofrece el cuadro de la tido, construyendo un puente necesario
vida entramado de palabras, capturando entre su incómodo presente, que le impide
ese instante del vivir en el que se juegan sentirse a gusto con aquello que constituye
tantas cosas y en el que se entremezcla lo su día a día, y la promesa que se guarda,
vivido, lo deseado y la dura realidad. De como si fuera una utopía a realizarse, en el
algún modo, Nadar solo nos remite al encuentro soñado con su hermano. El viaje
poema de Rilke, nos habla del duelo por la no guarda, en su inicio, el sentido de su
infancia perdida y por los padres que se final; es, antes bien, una pura posibilidad,
ausentan, pero también nos proyecta hacia una sorpresa que, a medida que va aconte-
la invención extraordinariamente rica y ciendo, va otorgándole a quien lo empren-
compleja de la vida que se realiza en el viaje de ciertos dones que antes ni siquiera ima-
de la adolescencia. Y sería más que intere- ginaba que pudieran ofrecérsele. El viaje
sante detenernos en lo que inaugura esa es, al mismo tiempo y sin contradicción,
travesía sin un puerto de llegada definido huida de lo conocido y excitación por lo
antes de partir. nuevo; metáfora que encierra la promesa
de lo diferente asociada con la negación de
3. El viaje y las cartografías de la lo dado. En él, a través de sus peripecias
identidad reales y soñadas, se manifiesta el deseo de
poner los pies en otra realidad, de escapar
“Para el niño, ansioso de mapas y estampas, de la rutina, de todo aquello que asfixia el
el Universo es igual a su apetito inmenso. espíritu del joven y que se expresa como
¡Ah, cuán vasto el mundo a la luz de las lámparas!
¡y cuán pequeño a la luz de los recuerdos! repetición, como el escenario que le impi-
de descubrirse descubriendo el mundo. El
Así, un día nos vamos, con ideas entusiastas viaje abre las puertas de un mundo otro,
y el corazón henchido de rencor y pesares,
vamos siguiendo el ritmo de las olas misterioso, espléndido, cargado de posibi-
meciendo nuestra infinitud en lo lidades que no aparecían en la sucesión
infinito de los mares;
cotidiana de los días en los que la casa y el
unos, felices por dejar una patria infame; otros, colegio constituían todo el horizonte, a
por huir de sus cunas horrorosas… veces cortado por la transgresión. El viaje
Pero los verdaderos viajeros son aquellos que se van quizá sea, en este punto, el núcleo de una
por irse; seres de corazón ligero, parecidos a los prohibición que, sin embargo, hace posible
globos,
y que jamás se apartan de su propia fatalidad, el crecimiento, la salida al mundo, incluso
y sin saber por qué, siempre dicen: ¡Adelante!” el reconocimiento de esa otra sociedad tan
CHARLES BAUDELAIRE. rechazada por el adolescente.

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Nadar solo. Viaje: pérdida y promesa.

El viaje es también peligro, abandono de formación de la geografía interior, un iti-


lo conocido; supone aventurarse por extra- nerario hacia el fondo de sí mismo, una
ños territorios en los que difícilmente uno sacudida extrema de lo aceptado y recono-
se pueda orientar apelando a los códigos cido, del orden de las cosas. El viaje es una
previos, a esa brújula que señala un norte caja de sorpresas que permanentemente
que ya no parece quedar en ningún lugar. toma desprevenido a quien lo emprende.
Todo viaje constituye un desprendimiento, Así como puede ser el inicio de una nueva
es, por lo tanto, una pérdida que guarda, etapa de la vida, también puede conducir a
sin embargo, la promesa de lo nuevo. la perdición, al definitivo desencanto de
Martín al viajar rumbo a Mar del Plata se quien no encuentra nada que le permita
aleja de aquello que hasta ese momento, salir de su abulia, de su desesperanza. En
para bien y para mal, había definido su un punto, Nadar solo tiene ambos ingre-
mundo de sentido, el núcleo de su identi- dientes: el del viaje como apertura al
dad. Pero viaja porque algo de esa identidad mundo, como descubrimiento de lo otro
se ha fragmentado y ya no puede volver a que culminará con el cambio de la propia
soldarse apelando a lo que se llevaba en la subjetividad del viajero, y que a su vez
mochila biográfica; ahora, y para el adoles- expresa la quimera que envuelve el deseo
cente que no se sabe a sí mismo, el viaje se “loco” de escapar de lo establecido, de lo
convierte en oportunidad. normal, de lo cotidiano para encontrarse
En una de las novelas más emblemáticas verdaderamente en ese paisaje completa-
y bellas de la literatura latinoamericana, mente otro. Cuando Martín regresa del
me refiero a Los pasos perdidos, de Alejo viaje, en el que no logra hallar a Pablo, lo
Carpentier, el protagonista quiebra su ruti- que hace es, en gran medida, volver a lo
na, el opaco transcurrir de sus días sin anterior. La escena de su madre y de su
horizonte, al aceptar, después de un hermana armando el árbol de Navidad,
encuentro azaroso con su ex maestro, como si nada hubiera pasado, supone el
emprender un viaje de investigación en pos eslabonamiento, la continuidad de lo
de las huellas de los instrumentos musica- mismo, aunque seguramente algo en la
les originarios que se esconden en lo pro- interioridad de Martín se ha transfigurado
fundo de la selva venezolana, en el interior para siempre.
del río Orinoco. El viaje no será sólo modi-
ficación de la geografía exterior, el pasaje
de la ciudad –metáfora de la civilización– a
la selva –metáfora de la vida palpitante, de
las pulsiones y los instintos, quizá de eso Nadar solo. Precariedad
de los viajes.
que se ha llamado barbarie–; será también,
y fundamentalmente, una profunda trans-

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Pero vayamos un poco más lejos, En este sentido, y pensando en ese com-
juguemos con las metáforas y pensemos plejo, difícil, pero maravilloso intercambio
la relación entre viaje y adolescencia. que se genera cotidianamente entre los
Quizás lo propio de esa etapa de la vida docentes y los alumnos, en esos cruces en
sea el deseo de salir de viaje, de escapar de los que se pone en juego, no sólo lo que es
las angustias que la rodean, de esas que del orden del conocimiento sino la apertu-
tienen que ver con el cuerpo y los senti- ra de un aspecto más intenso y profundo
mientos, con el duro trabajo de forjarse de la transmisión, una película como
una identidad que, en verdad, estará Nadar solo constituye una excelente opor-
siempre en estado de inquietud y crisis. tunidad para apreciar, sin prejuicios, aque-
La adolescencia como un mundo en ebu- llo que atraviesa la vida del adolescente, lo
llición, como un amasijo de experiencias que conmueve su sensibilidad y su inteli-
difíciles de traducir que invaden lo cono- gencia; aunque precisamente por las pecu-
cido y lo aceptado, pero que también liaridades de esa misma época de la vida,
confrontan con el sentimiento de abismo nada resulta lo suficientemente claro desde
y de pérdida de ese suelo nutricio y segu- la perspectiva de los gestos que nacen, en
ro que era la infancia. Por eso resulta tan este caso, de Martín. Se trata, por parte de
complicado construir puentes con los los adultos que interactúan con los jóvenes,
adolescentes, como si el permanente flujo de abrirse a esa sensibilidad, de compren-
de sus sentimientos cambiantes produje- der que muchas veces una mirada esquiva
ra una extraordinaria inquietud en los o un gesto corporal de supuesto desinterés
adultos. El viaje del joven tiene todos están guardando otra cosa, y que depende
esos condimentos, es siempre precario, de la mirada del otro que eso que se guar-
incompleto, intenso, de giros bruscos, da salga verdaderamente a la superficie.
novedoso, y pone en evidencia la fragili- Nuevamente es esa reflexión ya clásica de
dad constitutiva de eso que grandilo- Arminda Aberastury la que nos aclara esta
cuentemente denominamos “identidad”. situación:
En todo caso lo que pone en evidencia
esa experiencia vital del vivir es que los Lo específico del conflicto en este perí-
propios adultos están tocados por esa fra- odo es algo totalmente inédito en el ser:
gilidad, como si el adolescente tuviera su definición en la procreación y la
una extraña capacidad de interpelar los eclosión de una gran capacidad creativa.
interrogantes nunca cerrados y estuviera Buscan logros y encuentran satisfaccio-
allí para señalarnos nuestras dudas, nues- nes en ellos. Si estos logros son desesti-
tras faltas, nuestras frustraciones. Tal vez mados por los padres y la sociedad sur-
por eso nada sea más arduo que atravesar gen en el adolescente sufrimiento y
la mirada del joven. rechazo. Pero el diálogo del adulto con

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el joven no puede iniciarse en este perí- Nietzsche: “Dios ha muerto”, el filósofo


odo, debe ser algo que ha ido aconte- Martin Heidegger escribió palabras
ciendo desde el nacimiento; si no es así, esclarecedoras que van más allá de su
el adolescente no se acerca a los adultos. propia complejidad:
Un ejemplo evidente de esta incom-
prensión: al adolescente se le exige que Si Dios, como fundamento suprasensi-
defina su vocación y, al mismo tiempo, ble y meta de todo lo efectivamente
se le reprimen los primeros tanteos de real, ha muerto, si el mundo suprasen-
esa vocación. Éstos tienen el mismo sig- sible ha perdido toda fuerza vinculante
nificado que los primeros tanteos en la y sobre todo toda fuerza capaz de des-
vida genital, los que, generalmente, no pertar y de construir, entonces ya no
son valorados. 44 queda nada a lo que el hombre pueda
atenerse y por lo que pueda guiarse. Por
Lo difícil, entonces, es reconocer en el eso se encuentra en el fragmento citado
otro sus necesidades, sus inquietudes, lo la pregunta: “¿No erramos a través de
laberíntico de sus búsquedas e, incluso, una nada infinita?”. La fórmula “Dios
sus confusiones, que parecen, en muchas ha muerto” comprende la constatación
ocasiones, pasividad, abulia y conformis- de que esa nada se extiende. Nada signi-
mo. Nadar solo es, por eso, un espejo en fica aquí ausencia de mundo suprasen-
el que nos vemos sin mirarnos, en el que sible y vinculante. El nihilismo, “el más
nos cuesta reconocer que el vacío de la inquietante de todos los huéspedes”, se
vida rodea peligrosamente a la sociedad encuentra ante la puerta. 45
en su conjunto y que los adolescentes
son apenas un síntoma de ese vacío que Traduciendo a nuestro lenguaje cotidia-
crece y se expande peligrosamente. no algunos de los conceptos esgrimidos
Nietzsche hablaba del desierto que crece por Heidegger en este fragmento podre-
a nuestro alrededor, señalaba esa nada de mos comprender mejor el sentido de lo
sentido que constituye lo propio de la afirmado. Allí donde el filósofo escribe
modernidad, y lo hacía en la segunda “suprasensible” debemos pensar en el
mitad del siglo XIX. ¡Cuánto mayor es mundo de los valores y en su aguda crisis,
nuestra actual percepción del avance de y allí donde habla de “nihilismo” expresa la
la insignificancia! En un intento por pérdida del sentido, la esencial desorienta-
comprender aquella famosa frase de ción que atraviesa nuestro presente.

44 Arminda Aberastury, ob. cit., pp. 28-29.


45 Martin Heidegger, “La frase de Nietzsche ‘Dios ha muerto’”, en Caminos del bosque, Alianza Editorial,

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Nadar solo. La infancia, abismalmente separada


del presente adulto.

Tal vez uno de los méritos de Nadar solo obviamente, constituyen el meollo del vín-
sea, precisamente, el de mostrarnos esa culo entre docentes y jóvenes. Pero, en un
desorientación, ese deslizamiento hacia el sentido más amplio, nos confronta con el
vacío que parece rodear no solamente la cuidado del otro que puede manifestarse
vida y la acción de los adolescentes. Su en lo más pequeño e insignificante, en
impacto nos alcanza y nos cuestiona más aquello que pasa desapercibido, en ese
allá de que, aparentemente, se esté relatan- gesto mínimo que casi no alcanza a delatar
do la peripecia de un joven muy poco interés alguno. Aprender a mirar al otro, a
expresivo. En todo caso, la película tam- comprender sus necesidades, a descifrar sus
bién nos remite a ese magnífico libro de gestos y a percibir sus propios tiempos es,
Michael Ende, La historia sin fin, que tanto tal vez, la tarea más difícil pero imprescin-
éxito tuviera en el cine pero que guarda en dible de la educación.
la letra impresa su sentido más bello e
intenso. Allí, Michael Ende nos relata las 4. Para seguir sintiendo y pensando,
aventuras de un niño, Bastián Baltasar entonces
Bux, quien descubre que de él, de la com-
binación de su lectura e imaginación, Nadar solo nos ofrece, como dijimos, un
dependerá la salvación del reino de la fan- sinnúmero de cuestiones para el análisis,
tasía que está siendo arrinconado por el para el trabajo, para la discusión. Abre las
avance inclemente de la nada que todo lo puertas a ese abismo, a esa fractura del uni-
devora a su paso, allí donde los niños han verso adulto y a su propia infancia, sus pro-
perdido su relación con la fantasía. Ende pias ilusiones, sus propios anhelos.
penetra con maestría en uno de los sínto- Dijimos, además, que tal vez lo más intere-
mas centrales de nuestra época: el avance sante podría estar en esa mirada que hace
de la insignificancia, la caída en picada que el cuidado del otro no se disfrace de
libre de la fantasía, la falta de estímulos grandes discursos, de grandes obras, de
genuinos que rodea a la infancia y a la ado- grandes pretensiones, sino en un gesto
lescencia. Pero es también una reflexión quizá mínimo, ese guiño que le da a enten-
sobre el profundo abismo que separa el der al otro que nos sentimos responsables
mundo de los adultos de su propia infan- por él.
cia, de sus antiguos sueños. En todo caso, Muchos teóricos del campo de la educa-
nos habla de una incomprensión que suele ción y la cultura, así como muchos agentes
acabar en juzgamiento apresurado. políticos, consideran que cuidar al otro
puede ser sinónimo de pensar en su futuro,
Es, siguiendo esta huella, que creemos que en lo que vendrá. Sobre todo cuando de lo
una película como Nadar solo permite que se trata es de configurar al otro en un
penetrar en todos estos problemas que, presente cargado de desigualdad, de exclu-

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El filósofo alemán Peter Sloterdïjk nos


habla de un utopismo futurista.

sión, de marginación, de pobreza, etc. Y En ese sentido, el utopismo


por eso se ha venido estableciendo una futurista sería el contrapunto
lógica implacable que consiste en pensar la maníaco a las formas depresivas
educación, los ideales educativos, la razón de la vida echada a perder en el
misma educativa, como argumento de tiempo.” 46
futuro. Digámoslo más claramente: pare- El pensamiento del futuro, el pensa-
cería que toda razón de ser educativa lo es miento acerca de la mejora del futuro,
si instala inmediatamente una imagen de resuena aquí no sólo como utopía (en el
futuro distinta, más incluyente, más inte- sentido más turbio de esa expresión) sino
gradora, pero también de mayor control, además como una suerte de escapismo,
tutelaje y asistencialismo. un dejar para después, para otro momen-
No tenemos claro si cuidar al otro sig- to, el tiempo del otro en que todo estaría
nifica protegerlo de un presente en apa- un poco mejor.
riencia complejo y devastador y precons- Vamos a revisar juntos, entonces, la
truir, así, un futuro también aparentemen- expresión que utilizamos más arriba:
te paradisíaco. Más que nada porque tene- “puesta en el futuro de los ideales educati-
mos la impresión de que poner los ideales vos”. La propia fundamentación educativa,
educativos en el futuro supone, por un el cuerpo mismo de la educación, parecen
lado, la postergación del presente del otro estar puestos en otro tiempo, diferente del
y, por el otro, porque no sabemos si esa presente, y hacia allí, hacia el futuro, en el
imagen es del otro, si le pertenece, si la futuro, se dirigen todos los sentidos habi-
comparte, si forma parte de su deseo, de dos y por haber en la educación, por la
su lenguaje, de su cuerpo. educación y de la educación. De más está
La cuestión, a no dudarlo, es álgida. Y decir que la expresión futuro suele estar
trataremos, de aquí en adelante, de propor- vinculada a la de educación de una forma
cionarles un marco de discusión y algunas más que repetida, más que sistemática, lo
sugerencias para el trabajo institucional. Y que confiere a esa relación una cualidad
no estaría mal si comenzamos con una que no puede ser reflejo de un simple azar,
breve cita de Peter Sloterdïjk al respecto: arbitrariedad o coincidencia. Lo interesan-
te de esa sistemática ligazón es que futuro,
“Una parte históricamente influyente como una de las semánticas o metáforas
de la humanidad está desde entonces en del tiempo, da cuenta de dos perspectivas
el camino –¿o habrá que decir salida?– al educativas en parte disímiles, pero en
futuro como espacio de todas las mejoras. parte, también, complementarias: primero,

46 Peter Sloterdïjk, Extrañamiento del mundo, Pre-Textos, Valencia, 1998, p. 97.

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El concepto de “futuro” es complejo


y está en el cruce de la filosofía
y otras disciplinas.

porque ese futuro se refiere a un después Todos solemos depositar una gran
que es, ciertamente, un después de una expectativa en el carácter formativo, movi-
utopía, esto es, se refiere a la educación, a lizador y transformador de la escuela en la
la palabra educación a partir de un tono sociedad, apostando al hecho de que su
ciertamente utópico; y, en segundo lugar, efectividad dependería del esfuerzo, la
porque esa semántica temporal transfiere competencia, dedicación y voluntad políti-
todo significado, toda realidad y toda per- ca. La idea de que la escuela tiene poder
cepción del presente educativo hacia un para cambiar la vida de las personas y que
futuro educativo. puede contribuir para que la sociedad y el
Y quizás haya que pensar, también, en mundo se vuelvan mejores, todavía persis-
el uso abusivo de esta férrea asociación te con mucha vehemencia y vitalidad. Aun
entre educación y futuro, en el marco de así, tal vehemencia y vitalidad parecen
ciertas ideas o tradiciones de las políticas remitir, ya no al presente educativo y esco-
públicas (por “progresistas” o “liberales” lar, que es generalmente criticado, cuando
que sean) y de determinadas líneas edito- no denostado, sino a su inscripción en una
riales en educación. De hecho, hay una temporalidad futura, a un más que proba-
producción infinita de documentos, infor- ble y más que deseado futuro educativo.
mes, leyes, artículos, capítulos y libros que Lo plantea de este modo Cristina
contienen, casi necesariamente, casi como Corea:
obligación, esa idea de poner en el futuro,
esa idea del después del futuro educativo. Durante la modernidad, la infancia y la
En segundo lugar, deberíamos detener- escuela son, prácticamente, sinónimos.
nos un instante en la propia idea de futuro En el contexto del Estado Nación, la
como tiempo y como temporalidad, para niñez se percibe sólo bajo las figuras del
poder pensar en las marcas, los pliegues y hijo y del alumno: los dispositivos esta-
las metáforas utilizadas para expresarse en tales de institución de la infancia ope-
educación. Y esto no es un detalle menor, ran sobre el cuerpo de los cachorros a
pues poner en foco la idea temporal de través del discurso familiar y escolar. La
futuro ha sido objeto de vastos y casi inter- fórmula es bien conocida: si, para el
minables debates, no sólo en el campo de Estado, los niños son los hombres del
la educación, sino también, y fundamen- mañana, la familia y la escuela –por
talmente, en el de la filosofía. delegación estatal– tendrán que asegu-
Por último, podríamos inclusive poner rar el destino de esas semillas. ¿De qué
en discusión las diferencias entre la expre- modo queda asegurada la transforma-
sión una educación para el futuro y otra, ción de un niño en un buen ciudadano?
bien diferente: una educación abierta al La garantía de ese trabajo está asegura-
porvenir. Veamos. da por la educación. El dispositivo peda-

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gógico, término que marca la relación de ¿Por qué, entonces, repetimos tanto la
los niños y los adultos a lo largo de las idea de futuro en la educación? ¿Tal vez
instituciones del Estado, pauta una porque el presente se nos vuelve insoporta-
modalidad de relación con la infancia ble? Si fuera así, la educación se transfor-
que es decisiva para la institución de la maría en una relación con un presente que
niñez. Pero no sólo los niños quedan se posterga y se desdibuja. Un presente que
moldeados bajo el dispositivo pedagógi- se borra, que se niega, se oculta, se enreda
co: también los adultos, también el vín- en cientos de historias del después, del tal
culo entre los niños y los adultos, tam- vez nunca jamás. Un presente que hay que
bién el saber, la autoridad; también, dejarlo de lado, desarraigarlo, descuajarlo
incluso, una significación del tiempo: del presente. Un presente que parece no
todo lo que aprendas hoy ha de servirte servir como presente.
mañana. 47 ¿Qué decir, entonces, del argumento de
futuro que se establece alrededor de la pro-
¿Qué significa, entonces, hablar del mesa del trabajo, de la promesa de la ciu-
futuro de la educación, de la puesta en el dadanía, de la promesa de la lectura, de la
futuro de la educación, de la apuesta al promesa del conocimiento, de la promesa
futuro educativo? ¿Qué tipo de subjetivi- del ser-adulto, de la promesa profesional,
dades crea? ¿Cómo piensa, si lo hace, el de la promesa de emancipación, etc., pues-
presente educativo? tas no en el presente sino, repito, en el
Quizás haya que preguntarse qué ocurre futuro? ¿Y qué hacer con ese presente edu-
con la educación cuando, en vez de relacio- cativo que no es sino aquello que se reab-
narla con ese futuro despersonalizado, la sorbe en el seno de un futuro, que si bien
vinculamos a la función del porvenir, ese puede resultarnos nuestro es, también y a
tiempo que, al decir de Jorge Larrosa, la vez, ajeno, un futuro que puede ser de
nombra nuestra relación: “con aquello que los otros y que, al mismo tiempo, puede
no se puede anticipar, ni proyectar, ni pre- resultarles ajeno? Un futuro que nos es
ver, ni predecir, ni prescribir, con aquello anticipado, proyectado, predicho y, sobre
sobre lo que no se pueden tener expectati- todo, prescripto en la promesa educativa,
vas razonables, con aquello que se puede por la promesa educativa.
fabricar, con aquello que depende de nues- Ocurre que estamos demasiado habi-
tro saber, de nuestro poder y de nuestra tuados a pensar el tiempo y la temporali-
voluntad”. 48 dad no sólo como sinónimos, sino también

47Cristina Corea e Ignacio Lewkowicz, ¿Se acabó la infancia?, Lumen, Buenos Aires, 2000, p. 34.
48Jorge Larrosa, “Dar la palabra. Notas para una dialógica de la transmisión”, en Habitantes de Babel.
Políticas y poéticas de la diferencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), ob. cit., p. 408.

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en los términos de ciertas y determinadas Ya se ha escrito mucho sobre cómo la


semánticas y metáforas diseñadas a lo largo modernidad, ese tiempo que hoy denomi-
de la historia. Digamos que, entre otras, las namos modernidad, supone entre otras
ideas de recta, de línea o linealidad, de cosas la creación de una especie de punto
secuencia o de secuencialidad, de círculo, “cero” de partida, por tratarse de una ideo-
de ciclo, de espiral, de flecha, etc., tienden logía que elabora y determina una nueva
a gobernar –aun en sus ya conocidas y visi- idea de comienzo, de inicio e, inclusive, la
bles diferencias– nuestro modo de percibir puesta en marcha de una cierta idea de
y pensar el tiempo y la temporalidad. Y no novedad, de aquello que puede –y debe–
sólo eso: esas figuras tienden, además, a ser visto y pensado como lo novedoso. Así,
constituirse en lógicas explicativas del todo comienza aquí y ahora, aquí y ahora
mundo de lo social, lo psicológico, lo edu- en “nosotros” mismos.
cativo, lo cultural, etc. Nada habría antes de ese comienzo que
En términos más específicamente edu- acaba de inventarse y nada puede haber
cativos podríamos pensar, entonces, que durante nuestras acciones y determinacio-
la mayoría de las ideas tradicionales y nes. El tiempo y la temporalidad modernas
dominantes de la didáctica, del currículo, sugieren un progreso, una idea de progre-
de la evaluación, de la seriación, etc., so, que está asegurada por sí misma por la
reflejan con certeza, son como un calco y, representación que, de sí misma, hace la
además, aumentan decididamente la modernidad. La idea de progreso sugiere
espesura y la gravedad de esas semánticas que los cambios deben explicarse, no ya
y metáforas. por diferencias, sino por una continuidad
Lo que es necesario enfatizar o subrayar de identidades dispuestas de forma similar
es el hecho de que las ideas apenas mencio- en el orden de la naturaleza.
nadas de tiempo y temporalidad no son No está de más decir que tiempo-tem-
sino una expresión más o menos concreta poralidad, progreso y orden constituyen,
de un modo particular de organización y para la modernidad, un trinomio insepara-
producción social y cultural. De hecho, las ble e insustituible. El tiempo determina la
líneas, los círculos, las rectas, las flechas, composición del orden hacia adelante
etc., son modos eficaces de ordenar el (hacia el progreso) y el orden del progreso
desorden –o más bien la “idea” de desor- determina el sentido de la secuencia del
den– y de determinar, así, la construcción tiempo hacia atrás.
de historias y de narrativas, modos puntua- Aquí confluyen la ley universal del cam-
les de hablar, de escribir y de pensar sobre bio de los hechos naturales y la ley univer-
una suerte de secuencia –en apariencia no sal del progreso humano, lo que hace facti-
conflictiva– del pasado, el presente y el ble que se mantengan intactas las identida-
futuro, y sus múltiples relaciones. des o estructuras latentes de aquello que se

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ha transformado. Incluidas estas leyes en la decir, puede ser tratada como un proce-
dimensión temporal, el cambio y el progre- so de acomodar el futuro al pasado o
so se identificarían y servirían como sinó- como un recurso para desarrollar el
nimos de “tiempo”: “tiempo” como cam- futuro […] La idea de educación se
bio y “tiempo” como progreso. resume formalmente en la idea de la
Y si bien el pensamiento de finales del reconstrucción continua de la experien-
siglo XIX comienza a introducir una pers- cia, idea que es distinta de la educación
pectiva no naturalista sino histórica y cul- como preparación para un remoto futu-
tural, la clásica imagen de una supuesta fle- ro, como desenvolvimiento, como for-
cha direccional, lineal, homogénea y uni- mación externa y como recapitulación
versal del tiempo, apenas si se modifica: del pasado. 49
así, el binomio orden y cambio muta sólo
en parte y se sintetiza en el término inno- Pero al mismo tiempo en que la moder-
vación, apenas para introducir una cierta nidad crea esa temporalidad ordenada y
capacidad creativa humana. secuenciada del inicio, del comienzo y de
Si bien no constituye un objetivo de lo nuevo, también se crean alborotos, tor-
esta parte del texto, podríamos pensar por bellinos, neblinas, en fin, confusiones y
ejemplo en la lógica argumentativa del desorientaciones temporales, determinada
materialismo histórico, al explicar el cam- por todo aquello que no puede ser ordena-
bio progresivo de las sociedades en térmi- do y sujetado a la idea del tiempo original,
nos de leyes naturales y objetivas represen- el tiempo original de lo nuestro que, en su
tadas por relaciones de producción; idea de superficie, parece ignorar y desconocer
cambio progresivo que también puede ras- todo aquello que excede ese tiempo.
trearse en autores de los siglos XIX y XX, La historia, entendida como una simple
como por ejemplo, James, Durkheim, compilación de hechos, comienza a perder
Dewey, Mead, Weber, entre muchos otros. su mecánica de sistematicidad y rigurosi-
A propósito de ello es interesante la dad, es decir, comienza a desvanecerse a
siguiente cita de Dewey porque allí se resu- partir de la idea de que toda temporalidad
me la fórmula que plantea con precisión es discontinua y múltiple: la evolución,
las relaciones entre tiempo y educación: que antes se veía como inevitable, pautada,
progresiva y superadora, ya no se deja ni se
La educación puede concebirse como puede percibir como tan universal y prede-
retrospectiva o prospectivamente. Es cible. Quizá el cambio más interesante

49John Dewey, citado por Clara Romero Pérez en El conocimiento del tiempo educativo. Laertes, Barcelona,
2000, p. 66.

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producido en el interior mismo de la nosotros; la de salvaje para el otro y lo otro,


modernidad es la comprensión de que las y la de civilizado para el nosotros; la de
temporalidades (así, en plural, y no “la anormalidad para el otro y lo otro, y la de
temporalidad”, en singular) pueden ser normalidad para el nosotros.
tanto complementarias como también El colapso está, justamente, en la irrup-
opuestas. Sin embargo, la idea de duración ción del otro y de lo otro bajo la forma de
continúa como la metáfora más represen- acontecimiento que hunde la homogenei-
tativa de la idea de tiempo, y nada parece dad pretendida y pretenciosa, hasta desfi-
ser capaz de poner bajo sospecha o incluso gurarla. Dicho de otra manera: el colapso
de aniquilar la noción emblemática de pro- es la diferencia que irrumpe, imprevista-
greso. Hay, todavía, una normalidad y una mente, en el aquí y el ahora. En otras pala-
normatividad en las leyes del tiempo. bras: ¿todo aquello que el otro dice, pien-
Digámoslo así: el otro y lo otro irrum- sa, percibe y siente, puede ordenarse bajo
pen, por definición, en cualquier tentativa la secuencia de “nuestra” temporalidad?
de ordenamiento y provocan desfasajes, ¿Acaso el tiempo y la temporalidad es,
interrupciones, discontinuidades, escisio- entonces, un discurso hegemónico que
nes, duplicaciones, tensiones, cortocircui- captura al otro sólo para excluirlo y/o
tos, desorden y multiplicaciones en cada incluirlo en ellas a su gusto y placer?
línea del tiempo, a cada instante del tiem- La idea de entre-tiempo que acabamos
po, a cada paso del tiempo; de hecho, a ello de explicitar permite pensar en una nueva
se refiere la idea de la continuidad y la dis- noción de temporalidad, que podríamos
continuidad del tiempo, y a ello se refiere, denominar como diferencia o bien como
también, con más relevancia para nosotros, temporalidad disyuntiva. La idea crucial de
la noción de entre-tiempo. esta metáfora es la siguiente: más allá de la
Está claro que sólo un colapso podría percepción de que todo lo que ocurre ocu-
destituir la idea de un tiempo homogéneo rre simultáneamente, en esta idea de tempo-
y vacío, de un tiempo ordenado donde lo ralidad habría que pensar, más bien, en que
otro sólo entraría a formar parte de la his- todo lo que ocurre es diferencia y difiere de
toria destituido de su propia subjetividad e sí mismo y, además, que todo lo que ocu-
intencionalidad. Lo otro y el otro no exis- rre produce disyunciones a cada paso, a
ten fuera del dominio ordenado y progra- cada tiempo.
mado de lo mismo, del “nosotros” de la Pero: ¿en qué sentido podemos afirmar
modernidad, de ese nosotros violento y una relación más que estrecha entre dife-
despótico que, a la vez que crea el nosotros, rencia y disyunción temporal?
crea la alteridad, esto es, a la vez que crea la Desde una perspectiva política y cultu-
noción de irracionalidad para el otro y lo ral, la disyunción crea un tiempo de signi-
otro, crea aquella de racionalidad para el ficación en el cual las diferencias no pueden

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Salvador Dalí: La disyunción temporal


permite pensar en la existencia del otro,
independientemente de nuestra percepción
del presente y del aquí y ahora.

ser ni negadas ni totalizadas porque ocu-


pan, en cierto modo, el mismo espacio y
tiempo en que son enunciadas. La disyun-
ción radica en que hay un otro y hay lo
otro, que están ahí independientemente de
su identificación, su reconocimiento, orde-
namiento, etiquetamiento y clasificación.
La disyunción radica, además, en que lo
otro y el otro no pueden ser explicados Pues, ¿cómo comprender que esa entra-
temporalmente por lo mismo, por la mis- da es nueva y que el otro y lo otro existen
midad. Así, si la pretensión de la moderni- apenas ahora, ahora que definimos la
dad era subrayar el enunciado temporal que entrada como una entrada de la diversi-
anteponía el nosotros a los otros (primero dad? ¿El otro se inicia desde un punto cero
nosotros, después ellos, los otros) la tempo- determinado por la conciencia del noso-
ralidad disyuntiva arruina ese proyecto, tros, que se revela como actual? ¿No existe
pues otorga autonomía al otro en relación la irrupción de lo otro y del otro? ¿No hay
con el nosotros y, además, ofrece la perspec- otro que preexiste y subsiste al nosotros?
tiva de una vinculación inédita establecida ¿Será del otro que estamos hablando en
a partir de la idea del vínculo posible entre tales discursos y prácticas educativas?
el otro y los otros, sin la necesidad de un Nos parece oportuno sugerir aquí que,
pasaje temporal por el nosotros. más que pensar en un cambio o un destie-
No podemos sino hacer una rápida alu- rro del argumento del futuro de la educa-
sión a la contradicción más que notoria ción, de la puesta en el futuro de los idea-
entre esta temporalidad disyuntiva y aque- les educativos, habría que pensar cómo la
llas ideas educativas que anuncian y enun- dependencia de esa imagen de futuro está
cian la “entrada” actual de la diversidad en postergando al mismo tiempo, en ese
la escuela, y el carácter de reconocimiento mismo tiempo, el presente educativo, en
del otro que algunas de las políticas educa- cómo estamos postergando en verdad
tivas en boga parecen afirmar y vociferar a nuestro presente, la postergación de nues-
los cuatro vientos. tra vida (escolar y no escolar). Una tempo-
De hecho, podríamos pensar que esa ralidad del presente, que es la única con la
entrada corresponde más bien a un retorno que contamos, el único tiempo en el que
al comienzo, a una autopromoción de la estamos siendo, sintiendo, pensando y hacien-
novedad y al establecimiento de cierto do. Además, se trata de poder pensar en la
orden, tal como lo habíamos planteado en naturaleza misma de esa fabricación, en
relación con la naturaleza política, social y cómo se prefabrica el futuro, cómo se
cultural de la temporalidad moderna. inventa y se determina un tiempo que no

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está ni aquí ni ahora y que, tal vez, nunca En ese sentido Derrida hace surgir la
esté, nunca reaparezca en la vida del otro, idea de un quizá, que es a la vez un posi-
en cuanto fabricación hecha en cuanto tal, ble-imposible:
desde fuera, en cuanto modelaje del tiem-
po del otro, modelaje, fabricación, tan “El pensamiento del quizá involucra
improbable como imposible. quizá el único pensamiento posible del
La pregunta que aquí cabe nos parece acontecimiento. Y no hay categoría más
que sería: ¿el futuro educativo es una tem- justa para el porvenir que el del quizá. Tal
poralidad para alguien, para un otro, que pensamiento conjuga el acontecimiento, el
sólo va a adquirir sentido después, mien- porvenir y el quizá para abrirse a la venida
tras desconsideramos e ignoramos explíci- de lo que viene, es decir, necesariamente
tamente su presente? O bien, dicho de otro bajo el régimen de un posible cuya posibi-
modo: ¿nos interesa poner al otro en una litación debe triunfar sobre lo imposible.
subjetividad cargada de futuro que, al Pues un posible que fuera solamente posi-
mismo tiempo, rechace cualquier anclaje ble (no imposible), un porvenir seguro y
con su presente? ciertamente accesible, sería un mal posible,
Si el futuro se conjuga, siempre, sin un posible sin porvenir. Sería un programa
dubitación, sin hesitaciones; si se trata, o una causalidad, un desarrollo, un desple-
entonces, de un tiempo que es directo y garse sin acontecimiento.” 50
preconstruido; si el futuro es aquel tiempo
pensado desde fuera del otro, sin su cuerpo El quizá nos conduce, de ese modo, a
ni su pensamiento ni su deseo, tal vez haya pensar una suerte de interferencia, una
que pensar en la discontinuidad del tiem- interrupción entre el futuro y el porvenir,
po, en algo que pueda quebrar la hegemo- que consiste en una experiencia diferente
nía del rígido futuro, y abrirse desde y del tiempo y la temporalidad: la irrupción
hacia el porvenir. del acontecimiento.
Además, si –como hemos venido El quizá emerge cuando el porvenir
diciendo– la educación tiene que ver con el interrumpe la concepción “futurocéntrica”
acontecimiento, con lo nuevo, con lo que del tiempo, la orientación del tiempo hacia
irrumpe y desordena, la idea de tiempo el futuro, que entendemos como meta,
futuro, hasta aquí, no produce sino una objetivo, destino único, terminalidad o
masacre en lo impensable, obligando a los finalidad.
demás a una perpetua y programada Es en virtud de ello mismo que, en esa
“ascensión” hacia delante. noción “futurocéntrica” del tiempo, el sen-

50 Jacques Derrida, Políticas de la amistad, Trotta, Madrid, 1998, p. 46.

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tido de los acontecimientos está determi- Lo que quisiéramos proponerles a partir


nado exclusivamente por su finalidad y es, de ahora es que se instalen, dentro del
así, utilitaria. El porvenir, en cambio, pare- marco institucional específico, y junto con
ce abrir ante nosotros un acontecimiento los estudiantes, en el centro del dilema de
sin finalidad alguna, sin una finalidad que la temporalidad de unos y de otros, esto es,
podamos prescribir o prever; se trata, más en el corazón mismo de la cuestión de
bien, de un acontecimiento que surge, en cómo se perciben los tiempos a partir de su
apariencia, como un sinsentido, sobre todo intensidad y no tanto en su cronología.
si se lo piensa desde el punto de vista ine- Así, sería más que interesante un conjunto
xorable del futuro. de conversaciones sobre cómo se perciben,
Recordemos que la expresión quizá cómo se comprenden y cómo se sienten y
puede ser pensada, sin duda, como la piensan los diferentes pasados, los diferen-
expresión “¿quién sabe?”, o bien: “¿quién tes presentes y los diferentes futuros.
lo sabe?”; se vincula de ese modo un sujeto Para ello les proponemos diferentes
inexistente (quien) con un saber que no se modos de actividad y de lecturas.
posee, que no se tiene, a la vez que se abre
su posibilidad, la de un quien y la de un
saber. Así, el quizá quiebra e interrumpe el LA EDUCACIÓN COMO LO PORVENIR
doble juego de la determinación y la causa-
Si el futuro es el tiempo de la fabricación (y lo que se fabrica es “lo que va
lidad, esa naturaleza determinante del de lo posible a lo real”), cuando la educación se relaciona con el futuro,
pasado y ese carácter necesariamente nor- con la fabricación del futuro, se constituye en una figura de la continui-
mativo del futuro. dad del tiempo, en una figura de Cronos. Si el porvenir es el tiempo del
nacimiento (y lo que nace es “lo que va de lo imposible a lo verdadero”,
es decir, otro nombre para el acontecimiento, para el milagro, para la inte-
rrupción, para el quizá y para la venida de lo nuevo), cuando la educación
se relaciona con el porvenir, con la apertura del porvenir, se constituye en
una figura de la discontinuidad del tiempo, en una figura del aión
(“edad”, “época”, “tiempo de la vida”, en griego). La paradoja está en
que el tiempo humano es un tiempo a la vez continuo y discontinuo. Por
eso, la paradoja de la educación es que tiene que ver simultáneamente
con la continuidad y con la discontinuidad. El envite, entonces, es pensar
una transmisión en la que se ponga en juego esa paradoja de la continui-
dad y la discontinuidad. Porque la educación es una figura de la continui-
dad y del futuro, pero también una figura de la discontinuidad y del por-
venir. Cuando se hace capaz de acontecimiento es cuando la educación
aparece como una figura del buen posible, del posible con porvenir, y no
de ese posible sin porvenir, meramente futuro. 51

51 Jorge Larrosa, Dar la palabra, ob. cit., p. 421.

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ACTIVIDAD
f ) ¿Y cómo sienten los adultos que son representados,
1. Podríamos, para comenzar, pedir que esbo- definidos, pensados, percibidos y sentidos por los ado-
cen una definición breve sobre qué significa lescentes?
para cada uno la palabra “adolescencia” y la
palabra “adultez”. Sobre la base de las res- Está claro que la propuesta aquí planteada no supone
puestas sería más que interesante producir solamente el hecho de concluir en una comparación
los siguientes entrecruzamientos y/o cuestio- “estadística” de similitudes o diferencias a partir de las
namientos: definiciones de los dos grupos, sino más bien la posibili-
dad de descubrir tensiones, desencuentros, diferencia-
a) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, ciones, disyunciones, confusiones y ambigüedades entre
pensamientos y sentimientos asume el término “ado- el término “adolescencia” y “adultez”. Y les pregunta-
lescencia” entre los no-adolescentes? ¿Qué sería la mos a partir de ello: ¿Es que hay un único modo de
“adolescencia”, entonces, para la comunidad educati- entender la “adolescencia”? ¿Una única forma de inter-
va “adulta”? pretar la “adultez”? ¿Los adolescentes configuran con
sus respuestas una adolescencia singular, única y unifi-
b) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, pen- cada? ¿Hacen lo mismo con la “adultez”? ¿Los adultos
samientos y sentimientos asume el término “adultez” creen que la adolescencia es una experiencia común? ¿O
entre los adolescentes? ¿Qué sería la “adultez”, enton- más bien la suponen diversificada? ¿Y cómo se miran a sí
ces, para la comunidad educativa “adolescente”? mismos: como teniendo todos la sensación de que ser
adulto significa una misma experiencia? ¿O bien habría
c) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, pen- que estar hablando de “adolescencias” y de “adulteces”
samientos y sentimientos asume el término “adolescen- para poder comprender la complejidad y la multiplicidad
cia” entre los adolescentes? ¿Qué sería la “adolescen- de percepciones acerca de esas edades? ¿Se trata de
cia”, entonces, para la comunidad educativa adolescen- diferencias de edades y/o de generaciones? ¿Y qué con-
te? secuencias traería una respuesta en uno u otro sentido?
Y por último: ¿Con qué palabras se expresa con más fre-
d) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, pen- cuencia y queda asociada la idea de adolescencia y con
samientos y sentimientos asume el término “adultez” cuáles la idea de adultez entre los adolescentes y entre
entre los adultos? ¿Qué sería la “adultez”, entonces, para los adultos de la comunidad educativa?
la comunidad educativa adulta?
2.En el primer punto nos concentramos en las
e) ¿Cómo sienten los adolescentes que son representa- tensiones y diferencias de ideas alrededor de
dos, definidos, pensados, percibidos y sentidos por los la “adolescencia” y la “adultez”. Nos parece,
adultos? ahora, que podríamos plantearnos algunas

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cuestiones y preguntas en torno de las rela- tadas, sujetas a control permanente, negociadoras,
ciones educativas entre ellas y, también, alre- seductoras, excluyentes, violentas, de indiferencia, ner-
dedor de sí mismas. viosas, sugerentes, asimétricas, obligatorias, de domi-
nio, armónicas, idílicas, empáticas, conflictivas, necesa-
a) ¿Cómo ven y piensan los adolescentes las relaciones rias, tranquilas, etc.?
educativas que se dan con los adultos, si tuvieran que
concentrarse en aquello que los adultos “hacen con 3. Si en el primer punto les propusimos un
ellos”? ¿Se centran más, por ejemplo, en la idea de impo- debate acerca de las definiciones de los térmi-
sición o de libertad, de posibilidad o de imposibilidad de nos “adolescencia” y “adultez”, y si en el
conversación, de simetría o de asimetría, de jerarquías o segundo caso ampliamos la discusión hacia
de ausencia de jerarquías, de actitudes de paternidad- las probables relaciones entre “adolescencia”
maternidad-hermandad o a partir de actitudes diferencia- y “adultez”, nos interesaría ahora que abor-
das a las familiares, de exigencia o de condescendencia, den conjuntamente las cuestiones ligadas a
de obstaculización o de saber dar paso, de negación o de los diferentes registros de la experiencia del
afirmación, de control o de independencia, etc.? ¿Y qué presente y del futuro en los adultos y en los
otras imágenes establecen, qué otros matices explicitan, adolescentes.
qué otras miradas proponen los adolescentes acerca de
esa relación? a) ¿Qué preguntas, qué certezas, qué dudas, qué músi-
cas, qué libros, qué imágenes, qué películas, qué pala-
b) ¿Y cómo ven y piensan los adultos las relaciones edu- bras y/o expresiones, etc. posibilitan a los adolescen-
cativas que se dan con los adolescentes, si tuvieran que tes decir algo sobre el sentido y el significado de sus
concentrarse en aquello que los adolescentes “hacen presentes? ¿Cómo lo describen, cómo lo explican, cómo
con ellos”? ¿Se centran más, por ejemplo, en la idea de lo representan, cómo lo nombran, cómo lo piensan,
sumisión o de rebeldía, de interés o de desinterés, de cómo lo sienten, cómo lo imaginan? ¿Y cómo creen que
calma o de violencia, de inteligencia o de mediocridad, se relacionan esos sentidos de los presentes con sus
de pasión o de indiferencia, de creatividad o de abulia, pasados: como continuidad, como discontinuidad,
de cercanía o de distancia, de familiaridad o de peligro- como quiebre, como fractura, como abismo, como
sidad, etc.? ¿Y qué otras imágenes establecen, qué otros novedad, como desprendimiento, como oportunidad,
matices explicitan, qué otras miradas proponen los adul- como vacío, como soledad, como posibilidad, como
tos acerca de esa relación? deseo, etc.?¿Y qué relación encuentran entre todo ello y
c) Por lo tanto: ¿cómo caracterizar esas relaciones a par- el ámbito educativo específico?
tir de las preguntas anteriores y de sus probables res-
puestas? ¿Como relaciones posibles, practicables, abor- b) ¿Qué preguntas, qué certezas, qué dudas, qué
dables, utópicas, imposibles, impracticables, inaborda- músicas, qué libros, qué imágenes, qué películas, qué
bles, inciertas, en descomposición, echadas a su propia palabras y/o expresiones, etc. posibilitan a los adul-
suerte, negligentes, necesarias, intraducibles, a ser pac- tos decir algo sobre el sentido y el significado del pre-

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sente de los adolescentes? ¿Cómo lo describen, cómo 4. Por último, quisiéramos dejarles un peque-
lo explican, cómo lo representan, cómo lo nombran, ño relato adaptado por nosotros (que combina
cómo lo piensan, cómo lo sienten, cómo lo imaginan? algunos trechos escritos por Alan Lightman 52
¿Y cómo creen que se relacionan esos sentidos de los y otros por Peter Pál Pelbart) 53 y que nos per-
presentes con el pasado de los adolescentes: como mite avanzar en la idea de los múltiples pre-
continuidad, como discontinuidad, como quiebre, sentes y los múltiples futuros posibles. Nos
como fractura, como abismo, como novedad, como parecería interesante su lectura y poder regis-
desprendimiento, como oportunidad, como vacío, trar sensibilidades y pensamientos en torno
como soledad, como posibilidad, como deseo, etc.? ¿Y de ella:
qué relación encuentran entre todo ello y el ámbito
educativo específico? Son las seis y diez minutos en el reloj invisible que está
en la pared. A la luz clara de la aurora, el joven emplea-
c) ¿Qué sensaciones, percepciones, ideas, palabras, do está extendido sobre la silla, la cabeza recostada en
expresiones, permiten que los adolescentes hablen acer- el borde de su escritorio. Él sueña con el tiempo, su
ca del futuro, de sus futuros? ¿De negación, importancia, naturaleza, sus misterios. Entre las múltiples naturale-
ambivalencia, dolor, negligencia, desinterés, incertidum- zas del tiempo que imaginó, una parece imponerse. No
bre, interés, curiosidad, compromiso, impotencia, conti- es que las demás sean imposibles: podrían existir en
nuidad, irrupción, discontinuidad, quiebre, fractura, otros mundos.
abismo, vacío, anhelo, inquietud, inimaginable, indesci- Este hombre se llama Albert Einstein. En sus sueños, ima-
frable, desechable, etc.? ¿Y cómo lo relacionan con su gina mundos nuevos en los cuales el tiempo puede girar
educación? en círculo o fluir al revés, demorarse según la altura, inte-
rrumpirse bruscamente. En uno de los mundos soñados
d) ¿Qué sensaciones, percepciones, ideas, palabras, por Einstein hay dos tiempos: el mecánico, metálico y
expresiones, permiten que los adultos describan y pien- rígido como un péndulo, y el corpóreo, que ondula como
sen acerca del futuro, de los futuros de los adolescentes un pez. El primero es inflexible, el segundo se decide a
con los que trabajan? ¿De negación, importancia, ambi- medida que se mueve. Para mucha gente, el tiempo
valencia, dolor, negligencia, desinterés, incertidumbre, mecánico no existe. Ignoran los relojes, comen cuando
interés, curiosidad, compromiso, impotencia, continui- tienen hambre, hacen el amor a cualquier hora del día,
dad, irrupción, discontinuidad, quiebre, fractura, abis- saben que el tiempo anda a los saltos, que anda con difi-
mo, vacío, anhelo, inquietud, inimaginable, indescifra- cultad, que carga un gran peso, pero que vuela cuando
ble, desechable, etc.? ¿Y cómo lo relacionan con las están felices. La desesperación ocurre cuando los dos
acciones, programas, propuestas, diseños y finalidades tiempos coinciden, en vez de seguir cada uno su curso.
puestos en juego en el proceso educativo? En otro mundo causa y efecto son erráticos. A veces la

52 Alan Lightman, Os sonhos de Einstein, Companhia das Letras, San Pablo, 1993.
53 Peter Pál Palbert, O tempo não-reconciliado, Perspectiva, San Pablo, 1998.

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causa precede al efecto y otras veces es el efecto quien cuanto piensa, el primer hombre siente la presencia de
precede la causa. Los científicos se desesperan, nada es los otros y de sus músicas. ¿Cuál de ellas es la suya?
previsible, todo es irracional o ellos lo son. Los artistas En otro mundo un hombre duda si va a Friburgo a encon-
son felices. La mayoría vive el instante, porque es difícil trarse con cierta mujer, elegante pero ruda. Decide que-
prever el efecto de un acto presente en el futuro. Cada darse en Berna, donde conoce otra mujer con quien
acto es una isla en el tiempo, a ser juzgado por sí mismo. hace el amor muy lentamente, durante meses. Se casan,
Los empleados responden a cada insulto de sus patro- envejecen, son felices. En un segundo mundo decide
nes, cada beso es sin pasado ni futuro. encontrarse con la mujer de Friburgo, con quien hace el
En otro mundo no hay futuro, el tiempo es una línea que amor fogosamente, se casa y discute todo el tiempo.
se interrumpe en el presente. Nadie puede imaginar el Ella siempre se queja, se arrojan objetos, amenazan con
futuro, los sentidos son incapaces de concebir qué abandonarse y nuevamente hacen el amor atormenta-
pueda existir más allá de sí mismos. Cada separación damente. En un tercer mundo él resuelve ver a la mujer
entre amigos es una muerte, cada soledad es definitiva, de Friburgo, toman té, conversan, vuelve a Berna, sien-
cada risa es la última. te un vacío. Pero todo ocurre al mismo tiempo. En ese
En otro mundo, en cuanto un hombre toca el violín y pien- mundo, el tiempo tiene tres dimensiones. Así como un
sa en su esposa, otro hombre toca el violín y mira la calle, objeto puede moverse en tres direcciones, la horizontal,
un tercero toca el violín y […] Un número infinito de hom- la vertical y la longitudinal, cada futuro se mueve en una
bres se encuentran en la misma habitación tocando un dirección diferente. A cada momento decisivo, el mundo
número infinito de melodías. Esa hora en que tocan no es se trifurca, y cada mundo contiene las mismas perso-
una hora única, sino una multitud de horas. Pues el tiem- nas, pero con destinos diferentes. El tiempo contiene
po es semejante a la luz que se envían dos espejos. En una infinidad de mundos.

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C A P Í T U L O 3
Racismo, tolerancia
y el cuidado del otro

A propósito de Italiano para principiantes

“La relación con el Otro no anula la separación. No surge en el seno de una


totalidad y no la instaura al integrar en ella al Yo y al Otro. La situación del
cara-a-cara no presupone, además, la existencia de verdades universales
en las que la subjetividad pueda absorberse y que sería suficiente contem-
plar para que el Yo y el Otro entren en una relación de comunión. Es nece-
sario, sobre este último punto, sostener la tesis inversa: la relación entre
el Yo y el Otro comienza en la desigualdad de términos.”

Emmanuel Lévinas
Entre nosotros.

1. La extraña geometría de la alteridad: fin, la pérdida de esa separación tajante


de figuras, tiempos y espacios
entre el yo/nosotros y el otro/ellos, la
exclusión y la inclusión, la exterioridad y
“Todo hombre que ha decidido que otro es un la interioridad.
imbécil o una mala persona se enfada Está claro que Italiano para principian-
cuando el otro demuestra que no lo es.”
tes comparte con las demás películas de ese
movimiento cinematográfico llamado
FRIEDRICH NIETZSCHE Dogma (que produjo, por ejemplo, filmes
Todos los aforismos. maravillosos como: Mifune –de Søren
Quizá como pocas otras películas Kragh-Jacobsen–, Los idiotas –de Lars von
Italiano para principiantes constituye en sí Trier–, La celebración –de Thomas
misma un escenario único para pensar las Vintenberg–, El rey está vivo –de Kristian
relaciones de alteridad, y lo hace, eso sí, Levring–, entre otros) todo un conjunto
en todo aquello que tienen de cambian- de guiños y señales comunes acerca de
tes, de inestables, inéditas, tumultuosas, estas cuestiones; pero hay algo para apun-
descuidadas y cuidadosas, turbias, próxi- tar con particular interés, y es que esta
mas y distantes, violentas, tensas, descar- película fue la primera, dentro de ese
nadas, conflictivas. Allí se puede ver con movimiento, dirigida por una mujer. Y ese
total justeza y con cierta naturalidad el dato no es menor porque, aunque no
vaivén de esas relaciones, sus fluctuacio- podamos ni detenernos ni profundizar su
nes, sus movimientos incontrolables, en debida dimensión e importancia, está

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claro que hay una diferencia entre las o, dicho de otro modo, abrir la posibilidad
miradas masculinas y femeninas en lo que de que se pueda confesar lo inconfesable,
se refiere a la alteridad, a las relaciones de transparentar situaciones, jugar el juego serio
alteridad y al cuidado del otro. y determinante de la verdad. Noten, si no,
La historia de esta película, al menos la cómo inmediatamente el conserje del hotel,
cronológica, revela con inmediata claridad a quien le fuera solicitado unos minutos
los tres principios a los que aludimos en la antes que le pidiera la renuncia del trabajo a
presentación inicial de este cuadernillo: la su mejor amigo, encuentra en la gestualidad
alteridad tiene que ver con una irrupción, del sacerdote, en la presencia misma del otro
con una perturbación, con algo, con desconocido, un espacio para su preocupa-
alguien (tanto en singular como en plural) ción, desconcierto y desconsuelo.
que altera la aparente y relativa tranquili- Es que el otro, como dice Jacques
dad de un lugar, de un pensamiento, de Derrida es también aquel que, al plantear
una memoria, de una sensibilidad, de una la primera pregunta, nos pone en duda,
lengua, de una religión, de un aprendizaje, nos permite pensar, nos confunde, nos
de una ciudad, etc. Inclusive eso se revela interroga sobre la justicia misma de nues-
así desde el comienzo del filme porque la tros actos. Como si el extranjero encarnara
elección inicial tiene que ver con la llegada en sí mismo la posibilidad de sacudir el
de un nuevo sacerdote, reemplazante de dogmatismo, de poner en cuestión toda
otro, castigado por las autoridades eclesia- autoridad, todo autoritarismo. Así lo
les del lugar. Esa llegada inunda de descon- comenta Derrida:
fianza, de desconcierto, de amenaza y eso
configura una primera señal de alteridad: “El Extranjero trae y plantea la pregun-
el que llega de afuera, el que es en cierto ta temible […] La instancia paterna del
modo extranjero, el que es ajeno a lo esta- logos se apresta a desarticularlo, a tratarlo
blecido, es también portador de una ame- de loco, y esto en el momento mismo en
naza, de un peligro y, por más que sea un que se pregunta, la pregunta del extranjero
sacerdote, encarnará necesariamente la ¡sólo parece objetar con la intención de
figura del mal. A esa figura la llamaremos, recordar lo que debería de ser evidente
enseguida, la figura de un otro “maléfico”. incluso para los ciegos!” 54
Pero como toda figura de alteridad ella
también se recubre de una cierta ambigüe- Aquí está, entonces, la duplicidad que
dad, de una cierta duplicidad: de hecho, se materializa en toda figura del otro: la de
podría posibilitar una inmediata confianza ser pensado como enemigo y la de hacer-

54 Ibídem, p. 17.

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Afiche de Italiano para


principiantes. La película revela
los tres principios de alteridad: la
irrupción, la perturbación
y la alteración.

nos ver lo que es evidente (no para noso- La idea de temporalidad


tros, claro está, o no para una comunidad, disyuntiva crea otro tiempo
que no quiere ver lo que es evidente). Tal en lo que se refiere a la pre-
vez porque el otro encarna una evidencia es sencia del otro. Ya no es, ya
que lo tratamos como enemigo. no puede ser, aquel tiempo
Y esa duplicidad acompañará todo el mítico a partir del cual el
relato de la película. Pues de inmediato se otro existe porque nosotros le
percibe la proliferación de figuras y relacio- reconocemos su existencia, porque lo acep-
nes de alteridad. La cámara (que en el tamos, lo cotejamos, comparamos, exclui-
movimiento Dogma asume un papel prin- mos y/o incluimos, toleramos, examina-
cipal, ya que es en sí misma narradora de mos, respetamos, consideramos, etc. No es
historias, de espacios, de tiempos y de sub- que el otro exista a partir de nuestro saber
jetividades) se multiplica y se dirige hacia acerca del otro. El otro, aquí, ha estado
varios lugares simultáneos donde se traban siempre, pero en un tiempo quizá diferente
las relaciones, las conversaciones, los del que lo hemos percibido; sus historias,
encuentros y los desencuentros que aconte- sus narrativas, su propia percepción de ser
cen en un mismo lugar. Digamos, ante otro, no obedece de forma sumisa a nuestro
todo, que ese modo de narrar tiene tam- orden, a nuestra secuencia, a nuestra deter-
bién un notable parentesco con los modos minación cronológica y lineal del tiempo.
en que cierta filosofía de la alteridad y Para decirlo de otro modo: es la alteri-
algunas teorías culturales poscoloniales55 dad la que pone a prueba y refuta toda
configuran su discurso acerca del otro: intención y tentación de creer que lo que
aunque el “yo” no pueda percibirlo, aun- ocurre ocurre sólo ante nuestra mirada,
que el “nosotros” lo ignore, lo desconozca delante de nuestras narices, sólo dentro de
y lo pretenda ausente y vacío, la tempora- nuestros discursos, únicamente bajo el
lidad del yo/tú y del nosotros/ellos es bási- dominio de nuestros dispositivos raciona-
camente disyuntiva, esto es, como lo men- les. Lo que diremos, entonces, es, desde ya,
cionamos en el capítulo anterior, ocurren una suerte de obviedad, sí, pero común-
hechos y existencias simultáneas que se mente olvidada: el otro vive y vivió, el otro
ignoran entre sí, que se desconocen existe y existió, en su historia, en su narra-
mutuamente, lo que no supone que no ción, en su alteridad y en su experiencia,
existan, que no tengan su trayectoria, su fuera de nuestros dispositivos de control y
historicidad, su realidad, su experiencia, su disciplinamiento. Y para decirlo de un
contingencia, su devenir. modo más transparente, si acaso ello fuera

55 Como por ejemplo en Homi Bhabha, El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2002.

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posible: la alteridad se nos escapa, se nos – hay aquel sacerdote joven que llega a
diluye en nuestra pretensión de saber, de una peluquería;
conocimiento, control y domino; el otro, – hay una peluquera inquietante cuya
en fin, huye de la tiranía y del despotismo madre enferma y borracha, que acaba de
de lo mismo. salir del hospital, le exige y se lleva su poco
Y si no, veamos más detalladamente el dinero y, por último;
comienzo de Italiano para principiantes, esos – hay una empleada de aquella confite-
intensísimos ocho minutos iniciales, ese des- ría que vuelve a su casa y debe atender a su
file incesante de diferencias y más diferencias. padre, casi inválido y convaleciente, que la
– Hay un sacerdote joven y novato, define como una prostituta diciéndole: “Si
cuya esposa acaba de morir, que llega a su yo no estuviera aquí te acostaría con un
nueva iglesia; hombre diferente todas las noches”, y que
– hay una mujer distante y misteriosa la maltrata con la frase: “¿Crees que estoy
(que luego revelará haber pasado un tiem- aquí pudriéndome por gusto?”, a lo que
po en la cárcel) que lo recibe con dos frases ella responde, casi imperceptiblemente,
gélidas: “tenemos muchos problemas últi- como maldiciéndole, mientras le prepara la
mamente” y “no podremos darle la llave de comida: “Pues, lárgate”.
la vivienda de la iglesia”; Ese “hay” que estamos utilizando para
– hay un sacerdote anterior que lo des- cada una de las enumeraciones anteriores,
precia y le quita el saludo pues su llegada puede ser considerado como un sinónimo
anuncia, justamente, su propio retiro, su de “existe”, de “es”. Además, la reiteración
propio fin; intencional que hacemos del “hay” sugiere
– hay un gerente de hotel que le dice al que todas esas existencias, todos esos seres
conserje, su empleado más inmediato, que son y están al mismo tiempo, existen al
deberá echar a su mejor amigo de su pues- mismo tiempo.
to en un restaurante; Todo está allí, todo se nos presenta en
– hay ese amigo, criado en un orfanato, pocos minutos, como una suerte de
que le exige a la empleada de la confitería superposición de sujetos que habitan una
que le entregue todas las trufas por más misma ciudad y que se cruzan y entrecru-
que estén reservadas para otra persona; zan entre sí a través de sus desconoci-
– hay un par de comensales de aquel mientos, sus problemas, conflictos, deses-
restaurante que riñen con él por cualquier peración, agresividad, sueños y tensiones.
cosa y que le critican y se burlan por su Pero todos están allí, a la vez, y cada uno
modo de hablar italiano; constituye en sí un conjunto caótico de
– hay una empleada italiana de ese fragmentos de alteridad que, a su vez,
mismo restaurante que también discute están en relación con los fragmentos de
con él; alteridad de otros. Parecen ecos que rever-

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beran de modo diferente. Parecen trozos de Además, es probable que tanta irrup-
un rompecabezas que no podremos recom- ción y tanta disyunción de sujetos diferen-
poner jamás. ¿Y dónde está, en ese comien- tes nos plantee una cierta urgencia para
zo, la alteridad, el otro? ¿Quién asume la poder tejer relaciones, en cierto modo ins-
posición amenazante? ¿Y quién corporiza tantáneas tanto cuanto definitivas y esta-
la duplicidad apenas recién comentada? La bles: ¿Cómo hará el empleado de hotel
respuesta salta a la vista: todos son otros, para despedir a su amigo? ¿Qué destino
todos amenazan algo de otros, todos se tendrá esa terrible tensión entre la pelu-
revisten de duplicidad y ambigüedad, quera y su madre? ¿Qué hará la confitera,
todos son otros de otros, todos expresan sumisa y secreta, cuando no viva más bajo
diferencias entre diferencias. la tiranía de su padre? ¿Qué posibilidades
La dirección magistral nos envuelve tendrá el nuevo sacerdote de llevar adelan-
inmediatamente, disparando ese caleidos- te su vocación en esa iglesia desprestigiada
copio de imágenes de alteridad, cada una y silenciosa? ¿Qué se hará del viejo sacerdo-
distinta de la otra, cada una distante y cer- te? ¿Se sublevará, al fin, la empleada italia-
cana de la otra, cada una amorosa y desa- na del restaurante?
fiante a la vez, cada una próxima y radical-
mente diferente de la otra.
Esa presentación simultánea de los per-
sonajes puede jugar en nosotros de un
modo caótico, dejándonos intranquilos y
ansiosos, y es posible que inmediatamente
sintamos la necesidad de atribuir y de Italiano para principiantes: Todos son otros
determinar roles y de ordenar a cada uno y expresan diferencias entre diferencias.
de ellos en cuanto a sus probables virtudes
y sus probables defectos, en cuanto a la Hasta aquí, como vemos, parece no
determinación pura de sus identidades: haber nada en común entre los persona-
¿Quién es el bueno? ¿Quién es el malo? jes, son todas líneas fugaces y en fuga que
¿Quién es el perverso? ¿Quién desea la parecen construir una historia autónoma
muerte de otro? ¿Dónde está el racista y e independiente. A no ser por la amistad
dónde el que expresa tolerancia? ¿Quién entre el conserje del hotel y el encargado
será el más violento de todos? ¿Quién el del restaurante (al que, recordemos, pron-
más amoroso? Y, así, podríamos seguir to tendrá que despedir) y por las tensas
hasta el infinito atribuyendo identidades relaciones familiares, sólo vemos encuen-
firmes y fijas que permanezcan inalterables tros esporádicos, utilitarios, incluso efí-
y puestas en franca oposición, una con la meros y desconfiados. Y, en seguida, en
otra, a lo largo de la película. esas imágenes-movimiento y en esas imá-

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genes-tiempo que componen toda obra midades. La señora en cuestión cuenta su


cinematográfica, comienzan a rodar adicción a la heroína, cómo fue presa por
determinadas situaciones donde las rela- robar y cómo fue redimida, cobijada y
ciones podrán afianzarse o debilitarse, “corregida” por la presencia de Dios en su
sostenerse, prolongarse, hundirse, cons- vida. Y allí, también por vez primera, surge
truir comunión o ahogarse en el primer una invitación explícita que tiende un
cruce de palabras, ante el menor desatino, puente hacia lo común, esto es, la posibili-
frente a la primera tormenta. dad inédita de abrirse hacia el otro junto
La primera de esas escenas de reunión con el otro. Lo anecdótico de la invitación
entre los personajes nos muestra al nuevo es que a la pregunta del sacerdote sobre si
sacerdote dirigiendo su misa ante poquísi- está casada, ella responde: “No, pero hago
mos fieles. No cabe duda de que la iglesia un curso de italiano ¿No le gustaría
desierta le produce un impacto terrible de venir?”. Entonces sabremos que el encarga-
soledad, tal vez mayor que cualquier otro do del hotel le había hecho la misma invi-
espacio desierto. Uno de los asistentes es el tación un poco antes. Y esto despierta la
sacerdote anterior quien se demuestra curiosidad del joven sacerdote, le produce
impaciente, irónico y ofendido ante el dis- sorpresa, como si lo típico y lo habitual
curso timorato y “académicamente renova- fuera la individualidad, lo no-común, la
dor” del joven religioso; los otros asistentes disociación, la disyunción. Y como si lo
son dos feligresas impávidas concentradas extraño, lo atípico, lo poco frecuente fuera
en la lectura de un libro sagrado; al fondo la convergencia, la similitud, lo que se
está aquella señora que recibió al sacerdote puede poner en común.
el primer día; más arriba, aquellos parro- Con un ojo todavía puesto en la pelícu-
quianos que discutían, antes, con el encar- la y con el otro intentando hilvanar algu-
gado del restaurante. Una vez que el sacer- nas ideas acerca de la cuestión del cuidado
dote mayor le discute algunas de sus ideas del otro, nos da la impresión de que tene-
y se retira vociferando: “¡Sois todos culpa- mos delante un conjunto de imágenes que
bles!”, la incomodidad se torna mayúscula; pueden distribuirse a lo largo de tres gran-
la anciana feligresa sugiere, entonces, que des cuestiones: la primera tiene que ver con
se suspenda el servicio “pues sólo quedan la cita de Emmanuel Lévinas que prologa
dos personas”. Quedan solos y a solas el este capítulo y que nos permite plantear-
joven sacerdote y la señora. Allí comienza, nos toda una gama diferente de dilemas y
por primera vez en la película, casi después discusiones acerca de la configuración del
de interminables once minutos cargados otro, de las diferencias en la educación y
de tensiones y huracanes vinculares, una del cuidado del otro. En ese párrafo,
conversación abierta, frontal, un intercam- Lévinas nos instiga a pensar que la relación
bio de confesiones, una confesión de inti- con el otro no anula la separación entre el

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Para el filósofo francés Jean Baudrillard hay una


doble figura de alteridad siempre presente, siempre
latente: el otro próximo y el otro radicalmente
diferente de nosotros.

yo y el otro y que, además, esa relación está específicamente de ese otro que es produ-
constituida, está solidificada sobre una cido y fabricado en términos de ser siem-
desigualdad de términos, esto es, que el pre el blanco de todas y cada una de las
“yo” y el “otro” no son términos equivalen- modalidades del racismo; es ese otro al cual
tes sino, decimos nosotros, diferencias. Patricio Peñalver define como el otro pri-
La segunda imagen que se desprende de mero, esto es, un otro que se produce y
la película nos permite poner bajo sospe- fabrica (y se trata) como enemigo real o
cha dos grandes y complejas cuestiones: la potencial. 57
reducción del otro bajo el nombre de lo Lo que nos parece significativo aquí es
diferente, la de ser enemigo, la de ser, atraer la discusión hacia el problema que
entonces, maléfico. hace ya un cierto tiempo nos fuera sugeri-
Y la tercera, tiene que ver con la posibi- do por Jean Baudrillard y Marc
lidad de deconstruir la idea de que toda Guillaume58 y que podríamos comentar
relación con el otro debe someterse, nece- del siguiente modo: frente a la pérdida del
sariamente, a la oposición entre racismo y otro como un otro radicalmente diferente
tolerancia, como únicos modos de relación de nosotros y frente a su producción como
de alteridad. Noten cómo ya desde el ini- un otro que debe ser/parecer más bien
cio del filme esa tensión se manifiesta con como próximo (a nosotros) y previsible
entera crudeza: la hija que debe tolerar a (para nosotros), no habría ninguna posibi-
un padre que la discrimina y sobre la cual lidad de erradicar el racismo, de dejar de
ejerce todo tipo de violencias, el sacerdote ser racistas, de no poder ser otra cosa sino
joven denostado por el sacerdote viejo, el racistas; en síntesis, la inevitabilidad del
tratamiento discriminatorio que atraviesa racismo en la gestión cultural, política y
las relaciones del encargado del restaurante educativa.
con los demás, el oprobio que sufre la pelu- Seguidamente presentaremos algunas
quera al tener que tolerar a su madre borra- ideas preliminares acerca del problema del
cha y vagabunda, etc. origen del racismo, oponiendo una visión
Por todas esas imágenes y esas razones de naturaleza más bien sociológica (por
es que vamos a desarrollar en este capítulo ejemplo, aquella expresada por Michel
un rápido esbozo de la cuestión del otro, 56 Wieviorka), 59 con algunas de las ideas

56 Véase por ejemplo: Carlos Skliar, ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de
las diferencias, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2001.
57 Patricio Peñalver, Argumentos de alteridad, Caparrós Editores, Murcia, 2001, p 112.
58 Jean Baudrillard y Marc Guillaume. Figures de l’altérité, Descartes, París, 1994, p. 32. Hay traducción al
español, Figuras de la alteridad, Taurus, Barcelona, 1999.
59 Michel Wieviorka. El espacio del racismo, Paidós, Barcelona, 1993.

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contenidas en el conocido libro de Michel 2. La cuestión del otro


Foucault, Genealogía del racismo,60 para y la obsesión por el otro
luego discutir las formas actuales de encu-
brimiento visible del racismo, es decir, uti- “El yo es una ficción
lización impune de aquello que podríamos de la cual apenas somos coautores.”
denominar como los verbos democráticos IMRE KERTÉSZ
(tolerar, aceptar, respetar, reconocer, etc.) Yo, otro
–verbos que son siempre conjugados Es posible observar que buena parte de
desde el “yo” hacia el “otro”, del “noso- los discursos que se refieren hoy a la cues-
tros” hacia “ellos”–. tión del otro revelan una naturaleza textual
Dejamos apuntada aquí nuestra curiosi- más o menos parecida, más o menos trans-
dad y la necesidad de profundizar las suti- parente: una especie de luto, de melanco-
les actuaciones y actualizaciones del racis- lía, o bien de una suerte de tristeza paradó-
mo a través de sus aparentes y eufemísticos jica frente a un componente que, en el
opuestos; en particular, vamos a debatir en otro, ya habría dejado de existir o estaría en
esa parte del texto una antigua cuestión vías de desaparición. Baudrillard y
filosófica y religiosa que hoy se ve de algún Guillaume llamarán a ese componente
modo renovada (aunque no nos parece que alteridad radical.
reinventada) en los discursos que se dise- En toda configuración del otro 61 existi-
minan hacia el universo social, cultural y, ría un otro próximo o prójimo, esto es, un
más actualmente, hacia el universo peda- otro que yo no soy, un otro que es diferen-
gógico: la cuestión de la tolerancia o, aun- te de mí, pero que yo puedo ver, materiali-
que no sea lo mismo, la cuestión de las zar, comprender, e inclusive asimilar; tam-
políticas de la tolerancia. bién existiría un otro radicalmente diferen-
te de mí, un otro que es (in)asimilable,
El escritor Imre incomprensible y aún más, y sobre todo,
Kértesz sugiere que un otro impensable. La diferencia entre la
apenas somos
coautores en la idea de alteridad próxima y radical salta a
construcción de la vista: en la proximidad comprendemos,
nuestro propio yo, en la distancia no; y ese no-saber, esa
retomando la máxima
del poeta Rimbaud: angustia del no poder comprender en qué
“Yo es otro”. consiste la alteridad del otro conduce a

60 Michel Foucault, Genealogía del racismo, Caronte Ensayos, Buenos Aires, 1998.
61 En buena parte de la literatura filosófica y psicoanalítica francesa, a la que hacemos referencia a partir de
los trabajos Baudrillard y Guillaume, el término autre se refiere a todo otro y a todo lo otro, en términos gene-
rales; la palabra autri, por otro lado, podría traducirse por ser-próximo a otra persona.

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Italiano para principiantes. Y una


vez perdida la relación con el otro,
se inaugura un vínculo de pura
artificialidad.

estrategias políticas, culturales y educativas aquello que nos hace falta es, justamente,
radicalmente disímiles. el otro, la alteridad, las relaciones de alteri-
Aquello que Occidente, por medio de dad. Pues todo encantamiento con el otro
sus gobiernos y de sus instituciones, ha se funda, justamente, en la eliminación de
hecho con esa doble figura del otro no es las alteridades radicales. El otro radical-
otra cosa sino la intención de reducir todo mente diferente de mí desaparece; pero su
otro radical en un otro próximo. Y más que desaparición es sólo textual, sólo virtual,
reducirlo de lo que se ha tratado y se trata exclusivamente una operación ficticia,
es de borrarlo, extinguirlo y acabar con pues en esa gestión del otro próximo está
toda diferencia radical. Tenemos ahí, en esa siempre presente un resto, un residuo: de
operación de transformar al otro radical en hecho, en el otro se esconde una alteridad
un otro próximo, una primera posibilidad que es ingobernable, irreductible e irreme-
de pensar el racismo en el cuerpo mismo diable. Aquel otro que fue normalizado,
del pensamiento y las instituciones moder- corregido, domesticado, medicalizado –o,
nas: la reducción de todo otro en un otro lo que no es lo mismo: que ha sido pensa-
próximo o, en otras palabras –y reflejando do, imaginado o bien deseado como tal–
así las metáforas de los autores anterior- podría despertarse en cualquier momento.
mente citados–: la elipsis del otro, o bien, Por eso es posible afirmar que vivimos
el eclipse del otro. en una época de producción del otro, de
Traducir toda alteridad radical hasta fabricación del otro. No se trataría ya de
transformarla en próxima, hacer del otro matarlo (aunque se lo mate), ni de enfren-
una elipsis y eclipsarlo obligándolo a apro- tarlo o de rivalizar con él; tampoco se trata
ximarse a nosotros, es una tentación difícil de amarlo o de odiarlo; ahora, ante todo, se
e imposible de evitar, ya que toda alteridad trata de producirlo:
radical representa siempre una perturba- “El otro ha dejado de ser un objeto de
ción a nuestra identidad, una amenaza a pasión para convertirse en un objeto de pro-
nuestra construcción “armónica” de ima- ducción. ¿Podría ser que el otro, en su alte-
gen de grupo, de comunidad, de nación, ridad radical o en su singularidad irreducti-
de género, de raza, de edad, de clase social, ble, se haya vuelto peligroso o insoportable
de sexualidad, de etnia, de cuerpo, de y por ello necesario exorcizar su seducción?
generación, etc. ¿O será, simplemente, que la alteridad y la
Baudrillard y Guillaume sugieren que relación dual (antagónica/irreductible) desa-
en este mundo, caracterizado por la supe- parecen progresivamente con el aumento en
rabundancia material, lo que es en realidad potencia de los valores individuales y la des-
extraño, lo que es una verdadera rareza y trucción de los valores simbólicos?” 62

62 Jean Baudrillard y Marc Guillaume, ob. cit., p. 113.

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LA ALERGIA EN EL SÍ MISMO DE LA FILOSOFÍA

La filosofía occidental coincide con el develamiento del Otro en el que, al


manifestarse como ser, el Otro pierde su alteridad. Desde su infancia, la
filosofía ha estado aterrorizada por el Otro que permanece siendo Otro, cultura racista o, en otras palabras, a la pro-
ha sido afectada por una alergia insuperable. Por ello, se trata esencial- ducción de “una cultura autista con apa-
mente de una filosofía del ser: la comprensión del ser es su última pala- riencia de falso altruismo”. 65
bra y la estructura fundamental del hombre. 66
Se crea así la ilusión de que el otro radi-
calmente diferente desaparece, se esfuma,
no existe más en ese proceso de volverlo
La cuestión es que la alteridad comien- próximo, entendible, pensable, dócil. Esas
za a estar ausente, comienza a faltar, y tres consecuencias (el eclipse, la aproxima-
resulta ser imperiosamente necesaria la ción y la desaparición del otro radicalmen-
producción constructiva del otro como te diferente) sólo contribuyen a mantener
diferente. Pero se trata de una construcción la ficción de Occidente, ficción que se des-
artificial que se fundamenta en una erosión hace en pedazos cuando asistimos a la per-
de la singularidad de las culturas, esto es, petuación y repetición de las guerras y del
de su alteridad en relación con otras alteri- racismo en relación con todas y cada una
dades: es, en definitiva, la entrada en un de las figuras de alteridad que se convierten
sistema fetichista de la diferencia 63 o se inventan como radicalmente diferen-
Si hubiera alteridad y extrañamiento no tes de la idea de “nosotros”.
existiría racismo ya que, como dice Pero esto mismo también ha ocurrido
Baudrillard: “La alteridad arrastrada vuelve con la filosofía o, al menos, encontramos
bajo la forma de odio, de racismo y de en buena parte de ella esa violencia del
experimentación mortífera”. 64 querer apresar al otro en una existencia y
Y una vez perdida esta relación “natural” un saber dependiente del “nosotros”.
con el otro, se inaugura una relación espec- Y una vez perdida la relación con el
tral, una relación de puro artificio. Esos otro, pues, se lo ha querido asimilar, se lo
autores nos sugieren, inclusive, que no hay ha querido conquistar, se lo ha querido
nada en nuestra cultura que nos permita aproximar, se inaugura un vínculo de pura
pensar y hacer que el racismo desaparezca, artificialidad.
ya que todo el movimiento, toda las accio- Cabe hacernos aquí una nueva y difícil
nes de nuestra cultura están dirigidas a una pregunta: ¿por qué se hace necesaria esa
violenta construcción diferencial del otro; violencia al construir diferencialmente al
este proceso lleva a la producción de una otro? O dicho de otro modo: ¿por qué se

63 Fernando González Placer, “El otro hoy. Una ausencia permanentemente presente”, en Habitantes de Babel.
Políticas y poéticas de la diferencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), ob. cit., p. 141.
64 Jean Baudrillard, O intercãmbio impossível, Jorge Zahar, Río de Janeiro, 2002, p. 50.
65 Jean Baudrillard y Marc Guillame, ob. cit., p. 32.
66 Emmanuel Lévinas, La huella del Otro, Taurus, México, 2000, p. 49

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precisa y se rechaza, al mismo tiempo, esa de la tolerancia, bajo la forma de las políti-
figura de alteridad radical? Por una parte es cas de la tolerancia hacia los individuos y/o
posible afirmar que todo ello se vuelve hacia las comunidades. Nos detendremos
necesario para quitarnos de encima, para más adelante en esta cuestión; pero por
erradicar de nosotros, la perturbación que ahora sólo quisiéramos decir que para una
el otro provoca en nosotros; por otro lado, buena parte de los autores contemporáneos,
también es posible decir, que necesitamos al la tolerancia no es necesariamente lo contra-
otro para confirmar y dar positividad a rio del racismo e, inclusive, muchos la con-
nuestra identidad. Necesitamos del loco, sideran su antesala, esto es, entienden la
del deficiente, del niño, del extranjero, del tolerancia como una preparación consenti-
salvaje, del marginal, de la mujer, del vio- da para una violencia posterior.
lento, del presidiario, del indígena, etc., Hasta aquí, parecería que no hay víncu-
pues a una distancia prudencial todos ellos lo con el otro que no sea puesto en juego o
nos permiten reinventar y resguardar la a través de su desfiguración y aproxima-
identidad que nos auto-arrogamos, que nos ción o bien por medio del “tener que
auto-otorgamos. Necesitamos y utilizamos soportarlo”, del no haber más remedio
al loco, por ejemplo, para poder confirmar que, aunque odiándolo, “tener que aguan-
nuestra racionalidad; necesitamos y utiliza- tarlo”. Dicho de otra manera: parecería
mos al deficiente, por ejemplo, para poder que en la relación con el otro o se es un
confirmar nuestra normalidad; necesitamos dominador colonialista, o se es un estoico.
y utilizamos al extranjero, por ejemplo, Y es en este punto crucial de nuestro
para poder confirmar nuestra nacionalidad, texto donde sobreviene una suerte de para-
nuestra idea de nación, etc. doja o, si ustedes lo quieren, una suerte de
Nos queda claro, entonces, que hay una ambigüedad. Recurrimos una vez más a
relación de violencia con el otro, una violen- Emmanuel Lévinas para plantearla del
cia que en principio se produce a través de siguiente modo: no puede haber relación
su desfiguración y de su utilización con la con el otro si el otro no ingresa en esa rela-
única finalidad de garantizar nuestra identi- ción, justamente, en cuanto otro, como
dad. Nos queda claro también que disponer otro. Esto quiere decir, sin más, que toda
de “nuestra identidad”, garantizarla, hacerla relación con otro que esté basada en su pura
efectiva, supone siempre el hecho de haber invención, en su pura fabricación,
violentado “la identidad de los otros”. en su más que violenta aproxima-
La solución que Occidente (repetimos, a ción, no es una relación con el otro,
través sobre todo de sus instituciones y apa- no es una relación de alteridad.
ratos de gobierno coloniales) nos ofrece para
Italiano para principiantes:
refrendar toda esa violencia, toda esa masa- ¿Por qué se hace necesaria esa violencia
cre del otro surge hoy bajo el lema y el tema al construir diferencialmente al otro?

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3. ¿Qué es el racismo? O mejor aún: ¿De y jerarquía. Según el autor, se trata de una
quién es el racismo? forma rudimentaria de xenofobia ligada a
la defensa de una identidad colectiva o
“La relación con el ser que funciona comunitaria: el preconcepto es así puesto
como ontología consiste en neutralizar en el discurso más bien para no “herir” y
el ente para comprenderlo o para apresarlo.”
para “proteger” aquellas identidades consi-
EMMANUEL LÉVINAS
deradas apropiadas, esto es, las identidades
Totalidad e infinito
propias, es decir: las identidades normales.
Al poner en cuestión el problema del Peter McLaren entiende el preconcepto
racismo deberíamos tal vez obligarnos a como:
hacer referencia a dos tipos bien disímiles
de preguntas. La primera, y la más habitual “Un prejuzgar negativo de individuos y
de ellas, sería la siguiente: “¿qué es el racis- grupos con base en evidencias no reconoci-
mo?”; la segunda, radicalmente diferente das, no investigadas e inadecuadas. Como
de la primera –y en apariencia mal formu- esas actitudes negativas ocurren con mucha
lada gramaticalmente– debería ser esta frecuencia, ellas asumen un carácter de con-
otra: “¿de quién es el racismo?”. senso o sello ideológico que es muchas veces
En relación con la primera de las pre- usado para justificar la discriminación.” 68
guntas, Wieviorka 67 revela la existencia de
toda una serie de expresiones que represen- La segregación es un concepto que se
tan, dentro de una escala progresiva, dife- formula en cierto modo en su relación con
rentes grados del “peligro del fenómeno” una idea específica de la espacialidad
racista. Esas expresiones visibles en las que humana: del espacio y de la espacialidad
el racismo se manifiesta serían, a su juicio: relacional entre el “yo” y el “otro”, entre el
el preconcepto, la segregación, la discrimina- “nosotros” y el “ellos”. El individuo o el
ción y la violencia racial. Veamos, aunque grupo que es considerado el objeto del
de modo muy superficial, cuál sería el sig- racismo –es decir: “el otro” y “ellos”– son
nificado dado por el autor a cada una de confinados hacia espacios “propios” que no
esas palabras o niveles del “peligro” racista. podrán ser abandonados a no ser en condi-
El preconcepto confiere a sus portadores, ciones tan ambiguas como restrictivas.
a sus dueños –esto es: a los miembros de La discriminación, a su vez, es un tipo de
un grupo dominante– una forma de ser tratamiento diferencialista. Es una produc-
conscientes de sus posiciones de privilegio ción específica de alteridad, que penaliza

67 Michel Wievorka, ob. cit., p. 47.


68 Peter McLaren, Multiculturalismo crítico, Cortez, San Pablo, 1997, p. 123.

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aquello que en Occidente fue y es nombra- práctica social, cultural, política, pedagógi-
do, aún hoy, con el eufemismo “minorías”. ca, etc. Y, además, son lo que son: concep-
La operación de discriminación consiste, tos que describen el racismo, niveles de
primero, en una disminución, en la reduc- peligro que pueden ser contabilizados,
ción del otro –y también en la relación del medidos, cuantificados. Pero no son el
otro con “sus” otros– y, en segundo lugar, racismo. No explican cómo la cuestión
en dotar a todos esos otros, así “disminui- racial acaba transformándose en una cues-
dos”, de una única posibilidad de interpre- tión racista. Pues, así explicado, da la sen-
tación de sus valores y de sus normas. A una sación de que el racismo ya estaba ahí, que
minoría, a cualquier minoría, le es dado un ya formaba parte “naturalmente” de las
referente idéntico de representaciones: exis- relaciones culturales. Y no sólo ello: tam-
tiría así una única forma fija permitida, bién da la sensación de que las minorías ya
posible, de pensarse, de mirarse, de perci- estaban ahí desde siempre, y nada se dice
birse, de juzgarse, de nombrarse, etc., den- sobre cómo el otro comienza a ser produ-
tro de ese grupo. cido como un “otro minoritario”, como un
La violencia racial no sería otra cosa sino “otro disminuido”.
el hecho de tornar intencionales y explíci- El racismo parece deslizarse sin obstácu-
tas las tres expresiones anteriores. En tanto los desde el individuo o grupo “normal”
el preconcepto, la segregación y la discri- hacia el individuo o grupo “anormal”.
minación permanecen en un estado “laten- Resulta, así, una trayectoria inevitable; se
te” la violencia es su rostro material, su supone, en todos sus niveles, un fenómeno
movimiento exterior, su fuerza visible, su sin origen y sin historicidad.
acción última y final.
Pero, entonces: ¿de quién es el racismo?
Al volver a mirar bien el tipo de res- LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO
puesta que hemos dado a la primera pre-
La conciencia moderna tiende a otorgar a la distinción entre lo normal y
gunta planteada podría parecer que encon- lo patológico el poder de delimitar lo irregular, lo desviado, lo poco razo-
tramos en el preconcepto, en la segrega- nable, lo ilícito y también lo criminal. Todo lo que se considera extraño
ción, en la discriminación y en la violencia recibe, en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión cuando se
trata de juzgar y de la inclusión cuando se trata de explicar. El conjunto de
racial todo tipo de explicaciones a nuestra
las dicotomías fundamentales que, en nuestra cultura distribuyen a
pregunta más habitual acerca del racismo. ambos lados del límite de las conformidades y las desviaciones, encuen-
Esos fenómenos se van extendiendo, se van tran así una justificación y la apariencia de su fundamento. Lo normal se
diseminando, ocupan cada vez más las constituye como un criterio complejo para discernir sobre el loco, el
enfermo, el pervertido, el animal o el niño escolarizado. 69
espacialidades y las temporalidades de la

69 Michel Foucault, Enfermedad mental y personalidad, Paidós, Buenos Aires, 1991.

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Para Michel Foucault,


el racismo ocurre cuando la idea
de lucha de razas se transforma
en la idea de pureza de la raza.

Más allá de las razones que acabamos de Así, la cuestión de la raza fue absorbida
exponer, ese tipo de teorización no acaba por el Estado como una estrategia discursi-
de explicitar la violencia ya materializada va constituida por técnicas médicas y nor-
de aquello que se llama preconcepto, segre- malizadoras. El Estado comenzó a trans-
gación y discriminación, dejando implícita formar aquello que había sido hasta enton-
la sensación de una falaz tautología: sola- ces un sentido plural de las razas por el sen-
mente la violencia es violenta, sólo el racis- tido singular de raza. Y en virtud de ese
mo es racista. efecto discursivo es que, a fines del siglo
Veamos bien. En la introducción a la XIX, aparece el racismo de Estado, un racis-
versión española de Genealogía del racismo, mo que es, al mismo tiempo, de naturale-
el filósofo Tomás Abraham define el racis- za biológica y centralizadora. Para
mo, ni más ni menos, como la metafísica Foucault, hay dos ejemplos bien claros del
de la muerte del siglo XX. Y en la clase del racismo de Estado durante el siglo XX: el
7 de enero de 1976, Foucault considera racismo nazi, expresado en la protección
que el racismo es la condición de aceptabi- biológica de la raza y en la desaparición del
lidad de la matanza, en una sociedad en la otro como enemigo racial (judíos, gitanos,
cual la norma, la regularidad, la homoge- discapacitados, etc.); y el racismo soviético
neidad, constituyen sus principales funcio- que, en oposición al anterior, consiste no
nes sociales. ya en una transformación drástica de la
El racismo nació, en la genealogía idea de “razas” por la idea de “raza” sino en
que nos ofrece Foucault, en el momento un cambio silencioso, pausado, pensado en
en que la cuestión de “la pureza de la sus mínimos detalles y, por eso, de orden
raza” sustituye a la cuestión de la “lucha cientificista (desaparición del otro como
de las razas”, esto es, en el momento enemigo político). Pero en ambos casos
mismo en que se estaba por ejercer la hay algunos elementos en común que per-
conversión de una contra-historia 70 en miten responder a nuestras cuestiones
un racismo de tipo biológico. El racismo anteriormente formuladas: “¿de quién es el
surge, entonces: “como el pensamiento racismo”? Es el Estado el que es racista, el
invertido de la lucha de razas, el proyec- racismo pertenece al Estado; y “¿qué es el
to invertido, la profecía invertida de los racismo”?: es tener el derecho a la muerte,
revolucionarios”. 71 es tener el poder de la muerte.

70 Para Tomás Abraham, la expresión refiere al primer discurso histórico-político de Occidente, elaborado en
el siglo XVII por parte de una aristocracia ya decadente. Esta contra-historia es la que introduce el modelo de
la guerra para pensar la historia y es la que refuerza el sentido binario, de oposición, de los enfrentamientos
de las razas.
71 Michel Foucault. Genealogía del racismo, ob. cit., p. 72.

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4. Contra el racismo: ¿La tolerancia hacia –1320, aproximadamente–) y Bayle (en


el otro? Commentaire philosophique sur ces paroles de
Jésus-Christ: “Contrains-les d’entrer”
“El hombre es, ante todo, un animal que juzga”. –1686–), de la visión racionalista y demo-
FRIEDRICH NIETZSCHE crática de John Locke (con su Epistola de
Humano, demasiado humano tolerantia –1686–) y de la posición antidog-
mática y antifanatizada de Voltaire (con su
La tolerancia es una de esas palabras, Traité sur la tolérance –1763–).
entre muchas otras, diseminadas reciente- A diferencia de Bayle, quien funda-
mente por los discursos multiculturalistas, mentó la tolerancia en el marco de una
que ha resonado con particular rapidez y teología de la conciencia cristiana, esto es,
eficacia; más específicamente: creemos que de pensar la fe como un sentimiento inte-
la palabra tolerancia ha sido “administrada” rior que nos hace perseguir la verdad, y
en el discurso cultural, político y pedagógi- que la tolerancia es un ejemplo más de esa
co, para subrayar una posición claramente verdad, de esa fe que la precede, Voltaire se
antirracista. De hecho, así pensada, la pala- orientó hacia una visión más intelectual,
bra tolerancia se constituye como una opo- menos intimista y más universalista, rela-
sición y, también, como una forma de pre- cionada con el interés de las naciones y
vención del racismo. con el desarrollo moral de la sociedad: el
De todos modos, lo que nos interesa interés de las naciones es el bien físico y
aquí no es aquello que la palabra tolerancia moral de la sociedad y presupone, enton-
quiera decir o no en la fría literalidad de los ces, la existencia de la tolerancia, la necesi-
diccionarios sino, más bien, otra vez: ¿de dad de la tolerancia.
quién es la tolerancia? O bien: ¿quién dice Racismo. “Esta
“tolerancia”?, pues, como ya decía Facultad repudia toda
forma de fascismo y
Nietzsche: “No todas las palabras convie- racismo” (cartel fijado
nen a todas las bocas”. 72 en una pared de la
Aunque la cuestión de la tolerancia –y, Universidad La
Sapienza, Roma).
consecuentemente, la cuestión de la intole-
rancia– parezca resonar particularmente
hoy, es bien cierto que ha preocupado a
Occidente desde hace varios siglos, espe-
cialmente a partir de la visión cristiana de
Marsilio de Padua (en Difenditore della pace

72 Friedrich Nietzsche, Todos los aforismos, Leviatán, Buenos Aires, 2001, p. 132.

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Un ejemplo del tenor y del tono de la no es más que el resultado de un cierto ago-
discusión sobre la tolerancia presente en tamiento, de un cierto cansancio producto
Voltaire surge, por ejemplo, en el capítulo de las matanzas y de las masacres entre los
IV, donde expresa el siguiente raciocinio: pueblos. Así definida, la tolerancia podría
“Algunos dijeron que si usáramos de una ser entendida como una aceptación del
indulgencia paternal con nuestros herma- otro, pero en el sentido de una cierta resig-
nos errantes que rezan a Dios en mal fran- nación; de esto se trataría la tolerancia reli-
cés, estaríamos poniéndoles armas en las giosa típica de los siglos XVI y XVII.
manos” 73 y en el capítulo VI, en el que se En segundo lugar, el autor indica que la
lee: “El derecho de la intolerancia es, pues, tolerancia puede resultar también de un
absurdo y bárbaro; es el derecho de los tipo de actitud pasiva, relajada, inclusive
tigres, y bien más horrible, pues los tigres tal vez neutra, que es indiferentemente
sólo atacan para comer, en cuanto nosotros positiva frente a la diferencia.
nos exterminamos por parágrafos”. 74 Pero Una tercera posibilidad del significado
tal vez la expresión más contundente y pre- de la tolerancia nos revela un cierto tipo de
cisa de Voltaire acerca de la tolerancia surja “estoicismo moral”: el reconocimiento, por
de la siguiente cita: principio propio, de que los otros poseen
sus derechos, aunque los ejerciten de tal
“¿Qué es la tolerancia? Es un patrimo- modo que resulten poco atractivos para
nio de la humanidad. Estamos llenos de nosotros. En cierta forma, lo que aquí apa-
debilidades y errores: la primera ley de la rece como tolerancia es en realidad un tipo
naturaleza exige que nos perdonemos recí- de actitud no hostil que se establece en
procamente nuestras torpezas.” 75 relación con aquello que es inevitable: la
existencia y la experiencia del otro.
Michael Walzer produce una recons- Por último, una posibilidad de signifi-
trucción interesante de la historia y de los cación que expresa la abertura, la curiosi-
sentidos impresos en la idea de la toleran- dad, quizá el respeto, o tal vez la voluntad
cia. Entiende la tolerancia, en primer lugar, de escuchar y de aprender del otro, e inclu-
como un significado altamente variable y, al sive –en lo que sería la máxima expresión
ahondar en sus orígenes históricos, sugiere de tolerancia para este autor–: “una admi-
un primer hecho más que interesante: que sión entusiasta de la diferencia”. 76

73 Utilizamos para este trabajo la versión en portugués: Tratado sobre a tolerância, Cortez, San Pablo, 1993,
pp. 23-24.
74 Ibídem, pág. 37.
75 Voltaire, Dizionario filosofico, Einaudi, Turín, 1995.
76 Michael Walzer, Tratado sobre la tolerancia, Paidós, Buenos Aires, 1998, pp. 25-26.

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Italiano para principiantes.


Apertura para escuchar y aprender
del otro.

Pero el objetivo de Walzer no es sólo el posmoderna que opera en otro nivel al ins-
de cuestionar los sentidos de la palabra talar dos tipos de cambios discursivos: el
tolerancia, sino el de comprender el proble- primero, en el nivel de la representación de
ma de la política y las políticas de la tole- las identidades, y el segundo en el nivel de
rancia, subrayando así las ambigüedades de las espacialidades del “yo” y del “otro”, del
los diferentes regímenes de tolerancia que “nosotros” y “ellos”.
los hombres y sus gobiernos han construi- En el primer caso se sugiere la existen-
do a lo largo de la historia. cia de una transformación radical en la
La historia de la tolerancia se fue des- habitual oposición entre
plazando a partir del privilegio del indivi- “nativos” e “inmigran-
duo en detrimento del reconocimiento de tes”, disolviéndola en la
ciertos grupos o, por el contrario, desde el idea de “nosotros”, en
privilegio de determinados grupos, dejan- verdad, “ser todos
do de lado y sin resolver la cuestión de lo extranjeros” 77, ser todos
individual, de la autonomía, de la especifi- otros. En el segundo,
cidad y de la singularidad del sujeto. supone que ya no puede
Walzer observa que así se generaron dos mantenerse la separa- La “tolerancia” implica jerarquía
formas de tolerancia: la asimilación indivi- ción del “yo” y del “otro” en y despotismo.
dual y el reconocimiento del grupo. La con- la medida en que todo es
quista de la ciudadanía de los trabajadores, diferencia, todo es alteridad: alteridad en
de las mujeres, de los negros, de los inmi- mí y alteridad en el otro, alteridad en noso-
grantes, de los homosexuales, de los discapa- tros y alteridad en ellos.
citados, etc., significó un paso decisivo en la Hay una escena en Italiano para princi-
cuestión de los derechos humanos. Aun así, piantes que bien puede expresar todo lo
es interesante resaltar que el principio del que intentamos decir hasta ahora. Se trata
reconocimiento estaba sustentado en la idea del momento en que el gerente se dispone,
de homogeneidad, en el concepto de igual- finalmente, a despedir al encargado del res-
dad, no necesariamente localizado en la taurante. Si miramos con atención ese
dimensión de la(s) diferencia(s). momento, cargado de intensidad y de ner-
Pero Walzer incorpora otro sentido a la viosismo, veremos cómo trabaja sobre la
palabra tolerancia, el de una tolerancia idea del desplazamiento de la figura del

77 En este sentido, es interesante revisar algunos de los trabajos de Julia Kristeva (principalmente, 1993) que
discuten un conjunto de cuestiones psicológicas, morales y religiosas en relación con la alteridad y con la mis-
midad. De hecho, la autora retoma el conocido argumento bíblico al enfatizar que no debemos oprimir al
extranjero, ya que todos fuimos extranjeros en la tierra de Egipto.

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VECINOS Y EXTRAÑOS

La puesta en orden, ahora, se torna indiferenciada de la proclamación de


las siempre renovadas “anormalidades”, trazando siempre nuevas líneas
divisorias, identificando y separando siempre nuevos “extraños”.
“Vecinos” de al lado, completamente familiares y sin ningún problema,
pueden, de la noche a la mañana, transformarse en horrorosos “extra-
ños”, desde que un nuevo orden sea idealizado, “purificando” el lugar. 79

otro y cómo explicita un conjunto de redes tadora de una alteridad que escapa siempre
de relaciones de alteridad hasta allí no a lo mismo y a lo idéntico. Ese nuevo con-
totalmente delineadas: lo que deja en sus- cepto permite pensar en el proceso de dife-
penso el despido (suspenso que, luego, no renciación, más allá de toda suerte de lími-
será tal) es el surgimiento de un personaje tes, sean éstos culturales, nacionales, lin-
hasta allí escondido, irrelevante, extranje- güísticos, etc.
ro. Se trata de la ayudante de cocina italia- La différance no es una distinción, una
na. Pese a las apariencias, porque siempre esencia o una oposición, sino un movi-
parece ser un personaje objeto de litigio, es miento, una referencia a la alteridad, a una
ella la que comienza a hilvanar el tejido heterogeneidad que no es, primero, oposi-
fino de las relaciones: “si lo despide, él cional. Las diferencias son, para este autor,
desaparece y también desaparece Jorgen diferencias políticas y, por tanto, diferen-
Mortensen”, dice, anunciando un amor no cias de oposición, en oposición.
revelado hasta ahí. Y es la amorosidad de El problema de la obsesión por el otro
una extranjera, la que hace posible poner resulta de la transformación violenta de un
en carne viva un conjunto de relaciones otro específico en un otro específico, otro
nuevas, insospechadas, decisivas. material, portador de un trazo o de una
marca identitaria –que pensamos que es–
5. Entonces: la pregunta por el otro, particular, concreta y negativa. Digamos,
la pregunta acerca del otro, el cuidado del para comenzar, que ese otro específico
otro nunca es el mismo, aunque la obsesión sí
lo sea: es nuestra obsesión que va cambian-
“Más allá de breves y terroríficas iluminaciones, do de otro en otro, la que fabrica siempre
los hombres mueren sin haber siquiera sospechado lo y a cada día otro diferente.
que era el Otro.”
Si el otro se ha convertido en una obse-
JEAN-PAUL SARTRE
sión de lo que se está hablando es de un
El ser y la nada.
otro comprendido generalmente como
Jacques Derrida vuelve necesaria y cru- otro extranjero, inmigrante, marginal,
cial la distinción entre el término diferen- deficiente, vagabundo, analfabeto, etc., y
cia y el de différance. 78 La différance sería la que es pensado, siempre, en los términos
anarquía que improvisa, una anarquía por- de una oposición rígida entre exclusión e

78 Jacques Derrida y Elizabeth Roudinesco, Y mañana qué…, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, pp.
22 y ss.
79 Zygmunt Bauman, “Modernidad y ambivalencia”, en Las consecuencias perversas de la modernidad,
Josetxo Beriain (comp.), Anthropos, Barcelona, 1996, p. 77.

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inclusión, esto es, un otro que es percibido tes. Los diferentes obedecen a una construc-
como pura alteridad, como alteridad de ción y son un reflejo de un largo proceso
afuera, como una alteridad exterior. que podríamos llamar diferencialismo, esto
Por las razones hasta aquí expuestas, es, una actitud –sin duda racista– de separa-
cabría preguntar, entonces, si la escuela ha ción y de disminución de algunos trazos, de
intentado discutir sobre la cuestión del algunas marcas, de algunas identidades en
otro, o si bien aquello que le preocupa es, relación con la vasta generalidad de diferen-
más bien, su obsesión por el otro. cias. Las diferencias no pueden ser presenta-
En las últimas décadas numerosos tex- das ni descritas en términos de mejor o peor,
tos, documentos oficiales, discursos espe- bien o mal, superior o inferior, positivas o
cializados y dispositivos técnicos han anun- negativas, etc. Son, simplemente, crucial-
ciado un viraje educativo desde la más pura mente, álgidamente, diferencias.
hegemonía hacia la más pura diversidad. Pero el hecho de traducir algunas de
En ese pasaje, se dice, hay una profunda ellas como diferentes –y ya no como dife-
renovación de las prácticas escolares, básica- rencias–, vuelve a posicionar estas marcas
mente producida por el cambio de enfoque como contrarias, como opuestas y negati-
que pone en juego, no ya el aprendizaje, la vas a la idea de “norma”, de lo “normal” y,
lengua, el comportamiento único, etc., sino entonces, de lo “correcto”, lo “positivo”, de
la multiplicidad y la diferenciación de “for- lo “mejor”, etc. Lo mismo sucede con otras
mas de estar en el mundo escolar”. diferencias, con todas las diferencias, sean
Sin embargo, cabe la duda de pensar si lo éstas raciales, sexuales, de edad, de género,
que está en juego no sería más bien una de lengua, de generación, de clase social,
nueva retórica, matizada, eso sí, por una de religión, etnia, etc. Se establece, así, un
serie de eufemismos como “el respeto”, “la proceso de diferencialismo que consiste en
tolerancia”, “la aceptación del Otro”, pero separar, en distinguir, dentro de la diferen-
de cuyas raíces y sentidos todavía debemos cia, algunas marcas a las que podríamos
desconfiar. Y debemos hacerlo, en primer denominar diferentes y de hacerlo siempre
lugar, porque nos da la sensación de que la a partir de una connotación peyorativa,
educación en general no se muestra preocu- negativa, subalterna. Y es ese diferencialis-
pada con las diferencias sino con aquello mo el que hace que, por ejemplo, la mujer
que podríamos denominar como una cierta sea considerada el problema en la diferen-
obsesión por los “diferentes”, por los “extra- cia de género; que el negro lo sea en la dife-
ños”, o tal vez en otro sentido, por “los rencia racial; que lo sea el niño o el ancia-
anormales”. Me parece crucial trazar aquí no en la diferencia de edad; que el joven lo
un rápido semblante sobre esta cuestión, sea en la diferencia de generación; que el
pues se viene confundiendo –digamos trági- sordo sea el problema en la diferencia de
camente– la(s) diferencia(s) con los diferen- lengua, etc.

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Italiano para principiantes. El diferencialismo


insiste en señalar lo imposible: algo o alguien
diferente en medio de las diferencias.
Digamos que la preocupación por las nunciamos el pronombre personal que
diferencias se ha transformado, así, en en cada lengua nos identifica como
una obsesión por los diferentes. Y cabe humanos.
sospechar de esta modalidad de traduc- Así planteadas las cosas, las preguntas
ción pedagógica que se obstina desde que nos gustaría dejarles en este final del
siempre en señalar quiénes son los dife- texto bien podrían ser:
rentes, banalizando al mismo tiempo las
diferencias. De hecho, el problema no 1. ¿Cómo distinguir entre la imagen del
está en qué son las diferencias, sino en otro como diferente y el otro como dife-
cómo producimos, cotidianamente, a los rencia? ¿Es que los jóvenes son los dife-
diferentes. Por ello, hay que separar rigu- rentes? ¿O bien hay una diferencia
rosamente la “cuestión del otro” de la generacional “entre” los jóvenes y los
“obsesión por el otro”. Y, nos parece, la adultos?
escuela no se preocupa con la “cuestión
del otro” sino que se ha vuelto obsesiva 2. ¿Constituyen las ideas de la diferencia,
frente a todo resquicio de alteridad, ante del otro como diferente y las de la preo-
cada fragmento de diferencia. cupación, del respeto, la aceptación y la
tolerancia hacia los demás, un nuevo y
6. Para seguir sintiendo y pensando decisivo argumento educativo?

No nos parece que de lo que se trate 3. ¿O se trata de un viejo argumento ves-


ahora sea articular y pensar forzosa y artifi- tido apenas con un ropaje nuevo?
cialmente en una didáctica de la relación
con el otro, una suerte de enseñanza for- 4. ¿Se trata, entonces, una vez más, de ese
mal y moral acerca de cómo sería posible viejo y conocido argumento de oposición
aproximarnos al otro o aproximar al otro entre la exclusión y la inclusión?
hacia nosotros mismos.
Bien alejados de la tematización del 5. ¿Y de quién o de quiénes resulta ser el
otro y de la didactización de una preten- argumento del racismo y de la tolerancia?
dida relación con el otro podríamos ¿De nosotros, de los otros, del “sistema
recordar aquí que es el otro quien posibi- educativo”, de la “sociedad” en su con-
lita al sujeto decir “yo”, esto es, que no junto?
existiría ninguna identidad sin la presen-
cia del otro. Así, el otro estaría en el inte- 6. ¿Cómo podemos pensar la tolerancia
rior de nosotros mismos; somos nosotros sin tener que limitarnos a la idea de tener
mismos, desde el momento en que pro- que soportar, aguantar al otro?

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7. ¿Qué situaciones, momentos y expe- a Italia entre los estudiantes y el nuevo pro-
riencias de racismo se viven dentro de las fesor. Si ya nos referimos a la ligazón entre
viajar y pedagogía, ahora nos interesa lo
instituciones escolares? ¿Cómo pensarlas
relativo al “poner en común” y la pedagogía.
sin hacer recaer en el otro el origen de No nos cabe ninguna duda de que de
todos los males? eso se trata en pedagogía y de que en eso
consiste, además, uno de los problemas
8. ¿Y qué valor le damos a la tolerancia más acuciantes y temibles de la pedagogía,
dentro de la convivencia grupal en el el de no poder “poner en común”. De
interior de las instituciones educativas? hecho, transitando por los diferentes nive-
les de enseñanza, siempre recogemos esa
9. Por último: ¿piensan que “cuidar al inquietud, ese temor, esa dificultad y esa
otro” significa tener que tolerarlo? ¿O necesidad. En el caso de las escuelas
podemos pensar ese cuidado a partir de medias, las diferencias de generación, de
otras palabras, de otras relaciones, de edad, de clases sociales, de gustos musica-
otros modos de nombrar? les, de religión, de vestimenta, de lenguas,
etc., parecen ser siempre obstáculos insal-
Por último, quisiéramos proponerles vol- vables para ese “poner en común”. Y nóte-
ver un instante hacia Italiano para princi- se que no le atribuimos a la adolescencia el
piantes. Aunque la película nos parezca, origen del problema; no son los adolescen-
sobre todo, un interesante juego de imáge- tes los que se niegan a poner en común. Ni
nes sobre las diferencias, los diferentes, las tampoco son los profesores, está más que
relaciones de alteridad, el racismo y la tole- claro; no se trata de averiguar quién o quie-
rancia, también nos parece un excelente nes huyen del poner en común, pero la
material para poder pensar acerca de lo que cuestión es que tal cosa en común parece
pueda querer decir el “poner en común”. El difícil de instalarse, si no imposible. Y pre-
reemplazo del profesor de italiano por el guntamos: ¿qué momentos, qué activida-
encargado del restaurante constituye un des, qué estilos de acciones, qué temas y
buen ejemplo del poner en común. Las dife- qué circunstancias les hicieron ver que la
rencias se mantienen, no se trata de supri- cosa en común era imposible? ¿Y cuándo
mirlas, de borrarlas, de tolerarlas o de igno- sintieron que la cosa en común era posible?
rarlas. Se trata, eso sí, de encontrar algo que Y tal vez esas preguntas puedan desdoblar-
pueda ser puesto en común. Y no es casual, se en tanto y en cuanto pensemos “la cosa
entonces, que esa búsqueda de la cosa en en común” no sólo como una propuesta,
común predomine en la película, desde su bien o mal recibida, de los profesores, sino
mitad hacia el final, a través del curso de ita- en las relaciones de los profesores entre sí y
liano y de la propuesta de un viaje conjunto de los alumnos entre sí.

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C A P Í T U L O 3
La calle Azul
y el caleidoscopio
educativo

A propósito de El señor Ibrahim y las flores del Corán

“Abordar a Otro en el discurso es acoger su expresión en la


cual desborda en todo momento la idea de que él pudiera lle-
var consigo un pensamiento.”

Emmanuel Lévinas
Totalidad e infinito

“Quizás únicamente aquel que soporta sesenta. Su narrativa y su estética están sal-
la experiencia de la privación picadas de cierta nostalgia, esa que surge
de la casa puede ofrecer la hospitalidad.” cuando nos desplazamos con el recuerdo y
la imaginación hacia la trama de un tiem-
JACQUES DERRIDA po pasado en el que supuestamente acon-
La hospitalidad. tecieron sucesos inolvidables, de esos que
dejan una marca que nos acompaña a lo
largo de la vida. Entre la nostalgia y el
aprendizaje, la película nos va conducien-
1. La búsqueda de las identidades do por los caminos a través de los cuales se
quebradas va conformando el itinerario vital del joven
Moses Schmitt. Sus peripecias, sus difíciles
“¿Qué sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy? relaciones con un padre derrotado y depre-
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tanta cosa!” sivo, sus flirteos con las prostitutas que
pueblan esa calle habitada por inmigrantes
ÁLVARO DE CAMPOS de diversas geografías entrelazados con las
Tabacaria mujeres de la noche que se han vuelto un
paisaje cotidiano para Moses, sus visitas al
Ibrahim y las flores del Corán nos almacén de Ibrahim quien le irá mostran-
remonta en el tiempo y nos lleva a una do otro costado del mundo y de la vida,
pequeña calle parisina de principios de los constituyen el eje de una película en la que

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Afiche de El señor Ibrahim y las flores del Corán.


La película muestra que nuestro presente no es
eterno.

se irán desplegando, con suavidad y sin


urgencias, las vicisitudes existenciales de
quien busca, quizá sin saberlo, su biografía
ausente.
Tal vez de eso trate esencialmente la
película, de la insistente e inacabable bús- urbanos distintos de los nuestros, esa
queda de una identidad quebrada, de un comunicación extraña entre gentes que
deseo por saberse portador de un nombre supuestamente se odian y permanecen
genuino, de algo propio que permita ocu- incomunicadas, ese entrelazamiento del
par un lugar en el mundo. Pero es, tam- muchacho con las prostitutas sin que
bién, el juego de espejos de historias dife- podamos encontrar allí nada mórbido
rentes, opuestas, entramadas las unas con sino, apenas, el seguimiento de los influjos
las otras; de historias en las que todo pare- del deseo, nos está diciendo que es necesa-
ce mezclarse sin grandes dificultades en rio mirar esos otros momentos como si
un tiempo en el que todavía los odios fueran espejos invertidos que nos permi-
raciales y religiosos no se han instalado en ten discutirnos a nosotros y a nuestra
los suburbios parisinos ni es inimaginable época. A veces resulta imprescindible
la convivencia de judíos con musulmanes, abordarnos desde la distancia, escapando
o de pequeñoburgueses con prostitutas. de las limitaciones y los prejuicios que no
Hay un cierto gusto bucólico en la narra- nos dejan reconocer lo que ocurre a nues-
ción, como si en aquellos años la violen- tro alrededor.
cia, la marginalidad, las mutuas sospe- Para el adolescente que es Moses la calle
chas, los odios, no se hubieran instalado Azul constituye el eje de su vida, el centro
en aquella calle Azul que terminará sien- de sus deseos cristalizado en esas mujeres,
do el núcleo insustituible de la vida y los familiares que buscan sus clientes en aque-
deseos de Moses. lla calle que será, durante casi toda la pelí-
En este sentido, la película permite cula, el único escenario por el que se irán
confrontar distintos tiempos históricos, desplegando las tramas de un relato que
mostrar que el presente, el nuestro, no es perseguirá los hilos secretos y evidentes de
eterno, una suerte de temporalidad que lo la formación del carácter. Allí, dejándose
cubre todo y que reduce las diversidades capturar por los olores y los cuerpos insi-
del pasado a copia de la actualidad. Nos nuantes, Moses iniciará su verdadera edu-
abre a la posibilidad de descubrir que exis- cación, esa que se escapa de toda institu-
tieron otros modos de relacionarse, que la cionalización y se va forjando en las com-
sociedad no siempre fue igual y que esa plejas callejuelas que trazan caprichosos
diferencia abre la oportunidad de los cam- laberintos por los que el muchacho tendrá
bios de la misma historia. Esos paisajes que ir descubriendo lo importante.

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Moses vive solo con su padre en un la película, uno de los núcleos del viaje de
departamento cuyas paredes están cubier- Moses que partirá de la calle Azul, pasará
tas de libros. Mientras su padre trabaja, el por Turquía y regresará al punto de partida
adolescente se ocupa de los quehaceres señalando la profunda transformación
domésticos, ya que en sus vidas hubo un operada en su interioridad.
antes y un después convertido en relato Decíamos que el filme constituye una
mítico: el abandono de la madre que, aventura pedagógica, algo así como lo que
supuestamente, se fue con el hermano se consideraba, en siglos pasados, la forma-
mayor, Paulie, dejándolos solos al menor ción del carácter como eje alrededor del
con su padre, quien no hace otra cosa más cual debía girar la educación de un joven.
que recordarle lo inteligente y perfecto que Y, efectivamente, los espectadores asisti-
es ese hermano al que nunca conoció. A mos a un complejo viaje en el que Moses
escondidas de su padre, que parece vivir en irá descubriendo algunos de los significa-
su propio mundo, o en los restos de un dos del vivir; y lo hará conducido por un
mundo hecho de malos recuerdos y de viejo musulmán de origen persa y por la
frustraciones, Moses va juntando dinero sabia actitud de esas hetairas que se volve-
para realizar su sueño: acostarse con alguna rán maestras no sólo del deseo y del cuer-
de las prostitutas que pueblan sus días y po sino también de los sentimientos y la
con las que tiene un trato casi familiar. El ternura. Ahí vemos aparecer una de las cla-
dinero es el producto de pequeños engaños ves de la historia: el encuentro de un joven
hechos en la administración de la econo- judío que no tiene conciencia de su identi-
mía hogareña y de recurrentes robos reali- dad con Ibrahim, un antiguo inmigrante,
zados en el almacén de Ibrahim, que pare- el “árabe” del barrio, que le irá transmi-
ce indiferente ante las acciones de Moses. tiendo tanto su sabiduría, aquello que
Esa relación quebrada con el padre extrae de su Corán, del libro de su vida,
marca, en gran medida, el proceso interior como su afecto, su propia necesidad de un
de Moses, su búsqueda de otra experiencia hijo, de alguien, Moses, con el que cons-
que lo saque de esa repetición rutinaria en truir una relación sólida, esa que surge de
la que se encuentra y que se ha construido la capacidad de escu-
a partir del silencio o de la indiferencia del char y de aconsejar sin
padre. Será en el hueco dejado por la imponer, dejando que
“ausencia” del padre, que reduplica a la de las cosas se vayan
la madre, donde veremos desplegarse el dando naturalmente.
camino del muchacho, su encuentro con
aquellos adultos que sí posarán su mirada El señor Ibrahim. La solidez
de una relación surge de la
en él abriendo la posibilidad del reconoci- capacidad de escuchar y de
miento. Es ésta, quizás, una de las claves de aconsejar sin imponer.

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Una historia de pérdidas, de exilios, de extranjero, el recién llegado, es rechazado y


recuerdos brumosos, de ausencias que per- visto como una amenaza.
sisten espectralmente, que marcan a fuego, No es menor esta cuestión en la historia
de gestos de iniciación, de palabras mal que se nos narra; es uno de sus ejes princi-
dichas y de palabras justas, oportunas, de pales y golpea de lleno sobre nuestra reali-
esas que le otorgan a la vida una extraordi- dad que, hoy más que nunca, ve de qué
naria significación. Una historia en la que manera hemos olvidado el sentido y la
los huecos de la memoria serán llenados práctica de la hospitalidad. En los distintos
por aquellos destinados a ser diferentes y momentos del filme, a través de esos perso-
que, sin embargo, constituirán el eje de la najes que habitan el margen de la sociedad,
entrada de Moses en su nueva etapa. No el joven Moses irá descubriendo la expe-
deja de ser emblemático que esa entrada se riencia, para nada simple, del recibimien-
haga a través de dos formas de la inicia- to, de la hospitalidad que, y esa será otra
ción: la del cuerpo y la del espíritu. La enseñaza, se relaciona directamente con el
prostituta, la que acepta la responsabilidad reconocimiento del otro en uno mismo.
de ser la primera, la que le abrirá los secre- “La esencia del lenguaje, sostiene
tos del sexo, y el “árabe”, el que le mostra- Emmanuel Lévinas, es bondad, o aun […]
rá los complejos caminos que conducen al la esencia del lenguaje es amistad y hospi-
buen vivir. De algún modo, se trata de la talidad”.80 Y de eso se trata en Ibrahim y
hospitalidad, de ese gesto antiguo pero las flores del Corán, de esa apertura hacia el
muchas veces olvidado que significa recibir otro, de esa imperiosa necesidad de esta-
al otro sin imponerle condiciones, deján- blecer un vínculo entre la biografía perso-
dolo venir con sus dones y sus carencias, nal, la que porta cada uno, y la existencia
aceptándolo en su especificidad. Así como de ese otro que puede transmitirme su
la prostituta, la que lo inicia en los secretos propia experiencia. En un punto son
de la sexualidad, hace de su cuerpo un varios los encuentros que se nos ofrecen,
ámbito hospitalario, Ibrahim convierte su varias las formas de hospitalidad que vie-
abarrotado almacén en la casa por excelen- nen a conmover lo que domina la situa-
cia, la del acogimiento, ese lugar en el que ción contemporánea en la que tan difícil
el huésped recibe los dones de la hospitali- es saltar las barreras del prejuicio, de la
dad. Ese es otro de los registros del filme, sospecha, del rechazo para dejarse conmo-
abrir la discusión, hoy urgente e impres- ver y acoger por el otro. Y en el centro está
cindible, del recibimiento, de la hospitali- la educación experimentada, en el periplo
dad en una época en la que el otro, el de Moses, no como imposición ni como

80 Emmanuel Lévinas, Totalidad e infinito, ob. cit., p. 309.

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algo externo y ajeno, sino como parte de la entre el maestro y el alumno, un puente de
apertura al mundo de la experiencia, a esa ida y vuelta por el que cada uno transita
disposición, que está en Ibrahim, de trans- dándole algo al otro. Ese dar es, entonces,
mitir escuchando, de ofrecer sin violentar, recibimiento, acogida y se vuelve patrimo-
de acoger sin domesticar. En este sentido nio común.
el relato fílmico permite, en el espacio
complejo y muchas veces surcado de pre- 2. El vértigo ante el abismo de la
juicios del aula, inaugurar una discusión identidad
entre el profesor/a y los alumnos capaz,
precisamente, de quebrar esas barreras, “Nadie nace una sola vez. Si tenemos suerte, vol-
dejarse impregnar por las particulares vemos a la superficie en brazos de alguien; o podemos
visiones de los personajes y transferirlas al no tenerla, despertar cuando el largo rabo del terror
plano de la cotidianeidad real, la que viven te roce el interior del cráneo.”
los profesores y los alumnos, esa que los
confronta permanentemente con sus pro- ANNE MICHELS
pios prejuicios y su propia incapacidad Piezas en fuga
para ser hospitalario con el otro.
Es sugestiva, siguiendo esta huella, una Mientras la relación con el padre se
enseñanza que, como al pasar, le transmite empobrece cada vez más, hasta alcanzar su
Ibrahim a Moses cuando éste se siente final cuando Moses se queda solo, el vín-
dolido por la traición de quien considera culo con Ibrahim se despliega en el senti-
su primera novia, Myriam; el lector del do de una nueva experiencia de paterni-
Corán, el viejo almacenero simplemente le dad que no nace del lazo de sangre sino
dice que “lo que tú das es tuyo para siem- que se conforma entre los pliegues del
pre”; que ese amor que Moses le ha dado a afecto y la transmisión. Literalmente
Myriam lo hace mejor a él, constituye un Ibrahim se va transformando en el padre
núcleo irreductible de su interioridad, una que ha perdido o que quizá nunca tuvo
ganancia que nadie le podrá sacar aunque Moses, ese padre ausente que nunca se
él, en ese momento, se sienta traicionado. detuvo a escucharlo, que jamás intercam-
Es claro que Ibrahim está hablando de él, bio más que palabras formales o de repro-
de su relación con el joven, de ese dar que che y que dejará la casa para suicidarse
se vuelve hospitalario porque es abierto, (Moses le dirá a Ibrahim, cuando se ente-
generoso, genuino y que contribuye por un ra de la muerte del padre, que “suicidarse
lado a cultivar el espíritu de Moses y, por el es peor que abandonar a tu hijo”). De
otro, a acercarlo a su maestro. La enseñan- algún modo, Moses nace de nuevo en el
za verdadera, parece querer decirnos sentido en que lo plantea Gilles Deleuze
Ibrahim, es la que construye un puente cuando dice que “no se trata de buscar los

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No hay nada más preciado


que el nombre propio.

orígenes, perdidos o borrados, sino de quien era, pero ahora consciente de su par-
tomar las cosas allí donde nacen, en el ticularidad. Metáfora que nos recuerda que
medio, hender las cosas, hender las pala- no hay nada más preciado que el nombre
bras. No buscar lo eterno, aunque se trate propio y que precisamente es ese núcleo
de la eternidad del tiempo, sino la forma- clave de la biografía el que cada vez se
ción de lo nuevo, la emergencia”. 81 muestra más frágil, allí donde solemos ser
Dos escenas nos remiten a esa experien- portadores de nombres vaciados de toda
cia de nacimiento, a ese giro en la vida del significación, nombres ausentes de sí mis-
adolescente que lo llevará hacia una nueva mos, carentes de pasado.
comarca. Una es aquella en la que Ibrahim Insistimos sobre esta cuestión que cre-
le enseña el secreto de la sonrisa. La otra es emos muy importante y que marca una
la que muestra cómo, mientras el joven parte esencial de la experiencia de los ado-
pinta las paredes de su departamento, pare- lescentes: la obsesiva búsqueda de las raí-
des que han quedado vacías de libros y de ces, la interrogación respecto de la biogra-
la presencia del padre, aparece sorpresiva- fía allí donde lo que se muestra es lo ende-
mente su madre y, sin reconocerlo, le pre- ble, lo carente, lo que necesita ser llenado
gunta por Moses; mientras el espectador con algún contenido. Por eso la adoles-
está tal vez esperando una escena de reen- cencia y la primera juventud suelen ser
cuentro, el joven le dice que su nombre es una época de la vida en la que se apuesta
Mohamed y que lo único que sabe de ese fuerte, radicalmente, y se intenta ir a
otro joven es que tenía un hermano. La fondo como queriendo compensar el vér-
respuesta de la madre lo libera definitiva- tigo ante el abismo de la identidad, ante la
mente de la figura del padre y de sus anti- disolución de las estructuras conocidas
guos rencores, al responderle que ella sólo que suele acompañar a esa edad. Y por eso
ha tenido un hijo. Pero es también una también el rechazo respecto de aquellos
suerte de nuevo nacimiento que sólo podía adultos que o se muestran indiferentes o
surgir a partir de la desmitificación del quieren mostrarse como los detentadores
pasado, de esos orígenes misteriosos que le del único saber verdadero despreciando el
impedían a Moses encontrarse, adquirir un que portan los jóvenes. De ahí la perma-
nombre que lo representara genuinamente, nente tensión que atraviesa toda experien-
que diera cuenta de ese profundo cambio cia educativa y que la película pone, desde
que estaba experimentando. En realidad, distintos planos y perspectivas, en clara
nunca más en la película se volverá a pre- evidencia. Hay un poema de Rainer M.
sentar como Mohamed, seguirá siendo Rilke que nos habla de la niñez pero que

81 Gilles Deleuze, Conversaciones, Pre-Textos, Valencia, 1999, pág. 86.

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nos permite comprender la dificultad de hacia un horizonte que no se reduce al


ese tránsito por la adolescencia en la que puro instante pero que le otorga a éste su
el sujeto abandona la tierra hospitalaria y propia magia.
misteriosa de la infancia sin tener muy Ibrahim, el maestro de la vida, le ense-
claro hacia dónde está yendo. ñó la importancia de la sonrisa, su enorme
Escuchemos al poeta: capacidad de seducción, la alegría y la con-
fianza que transmite; su madre, al presen-
¡Ay, las horas de la niñez, tarse de improviso y al revelarle la verdad
cuando detrás de las figuras había algo de su origen, le permitió emprender,
más ahora, su propia vida, esa que de algún
que un pasado tan sólo, y el futuro ante modo ya se había iniciado en la calle Azul,
nosotros no existía! entre las putas y de la mano de las palabras
Cierto, nosotros crecíamos y a veces tení- sabias del viejo persa. Moses ha experimen-
amos la urgencia tado un doble acontecimiento, primero, el
de llegar pronto a ser mayores, en parte descubrimiento de lo que se guarda en el
por amor otro, de lo que ese otro puede ofrecer sin
a quienes ya no tenían nada, sino el pedir nada a cambio, dejando que las cosas
hecho de serlo. sigan su curso sin interrumpirlas con vio-
Y, sin embargo, en nuestro solitario lencia; segundo, ha logrado liberarse del
caminar espectro de un origen que lo retenía, que le
sentíamos el goce de lo duradero y nos impedía encontrar su propio camino. Hay
quedábamos ahí, allí un genuino aprendizaje entramado con
en el intervalo entre mundo y juguete, las circunstancias de la vida, como si la
en un lugar que desde los comienzos experiencia, la esencial, estuviera más allá
se fundó para el puro acontecer. 82 de toda reglamentación, huyendo de las
formas organizadas del conocimiento, y se
Ese puro acontecer de la infancia toda- manifestara en esos acontecimientos que
vía persiste en la adolescencia, suele mani- atesoran, en su interior y en su despliegue,
festarse en el dominio abrumador del aquí la posibilidad misma de un giro, ese
y ahora como temporalidad única, y es el momento en que aflora lo nuevo y los ojos
que se irá quebrando lentamente en la tra- se abren a un nuevo modo de mirar el
vesía existencial y pedagógica iniciada por mundo. Lo fenomenal de ese momento es
Moses: la posibilidad de desprenderse de la que no sólo cambia el modo de ver el
carga ominosa del pasado y la apertura mundo sino que, en ese instante, también

82 Rainer María Rilke, Elegías de Duino, Hiperión, Madrid, 1999, p. 49.

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LA EDUCACIÓN COMO ACONTECIMIENTO

Pensar la educación […] es pensar tres dimensiones esenciales de la


experiencia educativa. Un acontecimiento, que por su propia naturaleza
es una irrupción de lo imprevisto y extraordinario es, por un lado, lo que
da a pensar; no aquello acerca o sobre lo cual pensamos, sino lo que nos
da la oportunidad de pensar lo acontecido con un pensamiento nuevo,
con nuevas categorías y con un nuevo lenguaje. En segundo lugar, todo
acontecimiento no es aquello sobre lo cual experimentamos sino justo
eso otro que hace experiencia en nosotros, porque es algo que nos pasa
se transforma el y no nos deja igual que antes. Por último, un acontecimiento es lo que
mundo. Tal vez por rompe la continuidad del tiempo de la historia y del tiempo personal de
lo vivido. 84
eso toda enseñanza,
toda verdadera trans-
misión, produzca un
hondo sacudimiento con lo que piensa como con lo que le fuer-
en quien la recibe pero también en quien la za, le violenta y le provoca. Pensar de este
da. Ninguno permanece siendo el mismo modo es pensar abriéndose uno al mundo,
cuando algo esencial se ha transformado pensar dejándose afectar por lo que me
bajo la mirada renovada del otro. Así como pasa.” 83
Ibrahim le va enseñando cosas de la vida,
esas que se aprenden en la apertura del Es en este sentido que Ibrahim y las flo-
mundo, el propio maestro será transforma- res del Corán nos conduce hacia las fuentes
do por la transformación del discípulo, le del aprendizaje, constituye un camino de
ayudará a recorrer el camino de regreso a iniciación capaz de pintar con nuevos colo-
su tierra natal. res el escenario de lo conocido.
Siguiendo la pista del significado del
acontecimiento, y tratando de imaginar un
escenario en el que se abre el debate sobre Hay otras dos escenas que nos permiten
aquello que le fue sucediendo a Moses, un profundizar en esta perspectiva en la que la
debate entre el profesor/a y los estudiantes educación se cruza con el acontecimiento.
en el que de algún modo se entrelace lo Por un lado, la pregunta que Moses le hace
que la película ofrece y las circunstancias al padre respecto a qué es un persa una vez
propias de quienes están en ese ámbito, es que se ha enterado de que el “árabe” del
que resulta oportuno citar lo que dice al almacén, ese que puede “leerle el pensa-
respecto Fernando Bárcena: miento” y decirle cosas elementales pero
sorprendentes, es en realidad persa, hijo de
“El acontecimiento, siendo lo que da a “la medialuna del sol”. La respuesta lacóni-
pensar, tiene simultáneamente la forma del ca del padre no se hace esperar: “Allí tienes
verdadero pensar. Pensar el acontecimiento una multitud de libros, de enciclopedias,
es, ni más ni menos, pensar lo que nos da que te darán la respuesta”. Por supuesto
a pensar, porque el pensamiento tiene que que Moses ni siquiera abre un libro ni
pensar lo que le conforma, y se forma tanto busca la respuesta. En cambio, cuando

83 Fernando Bárcena, El delirio de las palabras, Herder, Barcelona, 2003, p. 83.


84 Ibídem, pp. 85-86.

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La mala educación. En el filme de Pedro Almodóvar se


puede reconstruir la relación que George Steiner
establece entre la mala enseñanza y el pecado.

Ibrahim le dice que él es un musulmán cuenta va descubriendo –mientras pierde


seguidor del sufismo, lo primero que hace irreversiblemente a su padre biológico, esa
Moses al regresar a su casa es abrir una sombra que se le disuelve– que en un
enciclopedia y leer, expectante y entusias- pequeño pero acogedor almacén, en ese
mado, lo que allí se dice sobre el sufismo lugar signado en su imaginario por el pre-
(no es menor que descubra que se corres- juicio (es el “árabe”) y por la transgresión,
ponde con un movimiento interior del se encuentra esa figura tan anhelada, la del
Islam que rechaza las formas instituciona- portador del reconocimiento, de aquel
les y que se coloca en una suerte de lógica que lo instituye como el hijo deseado. No
de la transgresión, del anonadamiento de es casual que la película que, insistimos en
la ley, dejándose llevar por la gramática de esto, relata un viaje de iniciación, lo haga
la experiencia y de la sensibilidad, abrién- a través de dos figuras despreciadas: la de
dose a las demandas de la vida y del deseo). la prostituta y la del inmigrante musul-
No hacen falta muchas palabras para com- mán, y que sean estos personajes los que
prender el significado de esas dos actitudes van trazando, por la vía del deseo y de la
distintas. El meollo de la educación se enseñanza, del cuerpo y de la palabra, de
juega allí. O, tal vez, la educación no sea la seducción y del libro, el pasaje de la
otra cosa que el saberse reconocido por el niñez a la juventud, de la ignorancia a una
otro, el encontrar las sendas de un diálogo nueva forma del saber. En la calle Azul,
en el que se abren las puertas de la interro- que se volverá el norte de
gación. Nada hay más grave que perder de sus añoranzas cuando
vista esto, por eso George Steiner dice que junto con Ibrahim
la “mala enseñanza es, casi literalmente, emprendan el viaje hacia
asesina y, metafóricamente, un pecado. Turquía, se encuentra lo
Disminuye al alumno, reduce a la gris ina- que verdaderamente
nidad el motivo que se presenta. Instila en importa, aquello que
la sensibilidad del niño o del adulto el más estando a nuestro alrede-
corrosivo de los ácidos, el aburrimiento, el dor no siempre alcanza-
gas metano del hastío”. 85 Si algo evidencia mos a ver. Aquello que El señor Ibrahim.
la relación entre Ibrahim y Moses es lo que su padre, a pesar de Tal vez, la educación no sea otra cosa
que el saberse reconocido por el otro.
podríamos definir como un elogio del tenerlo a su lado, nunca
aprendizaje. pudo reconocer porque
En esa edad en la que es tan decisiva la se dejó devorar por una pérdida transfor-
figura del padre, Moses casi sin darse mada en resentimiento y en proyección

85 George Steiner, Lecciones de los maestros, Siruela y Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p. 26.

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dio del padre gracias a esas nuevas relacio-


nes que lo confrontan con otra realidad.
Pero es también, y no nos cansamos de
destacarlo, el descubrimiento de un hori-
zonte en el que la diferencia del otro deja
de ser invisible o productora de prejuicios,
para convertirse en paridora de una nueva
imaginaria de un hijo deseado que no era
mirada de sí mismo y del mundo.
el que cotidianamente estaba junto a él.
Pedagogía de la palabra, del libro y del
Lo que no supo el padre, lo que lo llevó a
cuerpo, todo entrelazado potenciando su
su propia muerte, es que mirando al otro
fecundidad.
me encuentro a mí mismo, que soy en y a
través de esa mirada que, a su vez, se con-
vierte también en la del otro que me reco- 3. El extranjero, la extranjería, la
noce. hospitalidad y la hostilidad
Algo del extrañamiento adolescente se
manifiesta en la historia de Moses, esa “Compartimos con nuestros
época de la vida en la que todo parece arre- semejantes la perplejidad del ser.”
molinarse y colocar al sujeto como si estu-
viera siempre con la piel en carne viva, PETER SLOTERDIJK
abierto al tumulto de los deseos y a la Extrañamiento del mundo
intensa revolución hormonal que lo sacude
irresistiblemente. Es un tiempo de vertigi- Una película sobre el aprendizaje, un
noso aprendizaje en el que cristalizan, para recorrido en el que se ilumina de otro
el resto de la vida, los núcleos decisivos de modo la educación sacándola de sus
la personalidad. Por eso, también, la fragi- estructuras formales, eludiendo el peso de
lidad y la intemperie de esos años en los la institución, del “deber ser”, de la mora-
que caen los ídolos de la infancia y se sale lización de las conductas; pero también un
a la búsqueda de otros que puedan reem- relato sobre las marcas del pasado, aquellas
plazarlos. Es el encuentro decisivo de que permanecen insistentemente y aquellas
Moses con Ibrahim, alguien que desde otras que es imprescindible olvidar para
siempre estuvo allí, en la calle de enfrente, vivir o, mejor todavía, para abrirse a nue-
sentado eternamente en el interior de su vas dimensiones que nos desvíen de los
almacén, el que marca, junto con la inicia- daños sufridos en el pasado. Una historia
ción sexual de la mano de su vecina, el que logra cruzar las vidas, aparentemente
nuevo camino del adolescente que logra opuestas, de un anciano inmigrante que
sortear el trauma del abandono y del suici- siente nostalgia por su tierra y que se des-

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plaza por la vida amparado en las enseñan- (¿no alcanzamos a recordar, siendo ya adul-
zas del Corán y en su infinita capacidad tos, de qué modo nos sentíamos en aque-
para saborear los distintos momentos que llos años de la vida, como extranjeros en
le ofrece el día a día; y un adolescente cuyo nuestra casa?), y en el cruce de estas dos
pasado le pesa, cuya madre vive en su formas diversas de extranjería (si es que
ausencia y cuyo padre lo desconoce, pero vale esta palabra) se pone en juego la expe-
que siente los estímulos de la vida, los soni- riencia del reconocimiento y de la hospita-
dos, las formas y los olores de la calle, de lidad. No es casual, en este sentido, que los
sus mujeres, del deseo abierto que se vuel- personajes centrales de la película perte-
ve artesanía iniciática y que se deja decir nezcan a los márgenes de la condición
por ese anciano que parece guardar el teso- francesa y católica, que uno provenga del
ro de la experiencia, y que está dispuesto a mundo musulmán y el otro, aunque no
ofrecérselo, con la sola condición de ir tenga demasiada conciencia de ello, sea de
abandonando sus prejuicios. la saga de Moisés.
En el laberinto de estas figuras que se En un bello e intenso libro, Jacques
trazan en la película se puede encontrar el Derrida establece una relación entre el
marco para una aguda y necesaria proble- extranjero y la apertura a nuevas signifi-
matización de la educación, de los vínculos caciones:
entre las generaciones, de la importancia
del ver y del escuchar, de la difícil tarea de “Evocación de los lugares que creemos
reconocerse en el otro, de quebrar los pre- familiares: en muchos de los diálogos de
conceptos, de aprender a utilizar de otro Platón, a menudo es el Extranjero (xenos
modo las palabras. Tal vez una de las figu- en griego) quien pregunta. Trae y plantea
ras principales sea la del extranjero, la de la pregunta […]. El Extranjero sacude el
aquel que viene de lejos e interrumpe la dogmatismo amenazante del logos pater-
monotonía de lo conocido, de lo aceptado, no: el ser que es y el no-ser que no es.
de aquello que marca el derrotero de nues- Como si el Extranjero debiera comenzar
tras existencias afincadas, de algún modo, por refutar la autoridad del jefe, del padre,
en la repetición. El extranjero es el que del amo de la familia, del ‘dueño de la casa’
cuestiona la continuidad de esa mirada, el […] (es portador) de un desafío venido del
que en su relato introduce la diferencia, la extranjero.” 86
alteridad, el otro mundo de posibilidades.
Ibrahim es el extranjero, pero también lo Ibrahim, su figura extraña, la del
es Moses en su condición de adolescente “árabe”, la de ese otro que viene de lejos,

86 Derrida, Jacques y Dufourmantelle, Anne, La hospitalidad, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000, pp. 13-15.

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El señor Ibrahim: La educación se ocupa


de los vínculos entre las generaciones.

de un país que incluso se desconoce, repre-


senta ese rasgo del “extranjero” que tanta
importancia adquiere para Jacques Derrida
a la hora de imaginar el sacudimiento de lo
establecido, del mandato paterno, de los
dogmatismos que resultan incuestionables. da por la lógica del prejuicio y la discrimi-
Y resulta más que interesante que en su nación. En este sentido nos encontramos
reflexión sea Platón el que lo acompañe con otra de las claves principales que habi-
destacando ese lugar descentrante que litan una conversación imprescindible entre
ocupa el extranjero, precisamente el filóso- los maestros y los estudiantes, una conver-
fo del ser, de lo igual a sí mismo, de los sación que puede desnudar la lógica del
arquetipos, de las ideas absolutas. Como si prejuicio de la mano de personajes que nos
desde el comienzo de la historia de ofrecen la oportunidad de interrogar desde
Occidente la figura del extranjero hubiera otro lugar lo aceptado, lo normalizado.
sido portadora de peligrosidad, de subver-
sión, de cuestionamiento, de ahí también La película, entonces, nos confronta
su poder de seducción y los distintos meca- con distintas cuestiones que se vuelven más
nismos de violencia que se movilizaron que significativas a la hora de iniciar un
para impedir su intensidad contaminado- debate que debe desplazarse por los mun-
ra. El extranjero ha ocupado, tal vez por dos de la adolescencia, de la iniciación
eso, ese incómodo lugar de quien recibe la sexual, de las preguntas identitarias, de los
hospitalidad pero también el de quien reci- prejuicios asentados desde siempre, de la
be la hostilidad, allí donde lo que dice, lo nostalgia por la patria abandonada, el
que viene a traer desde su lejanía, es siem- amor perdido, la traición, los laberínticos
pre conmovedor de mis certezas, de mi caminos del aprendizaje, los personajes del
fondo cultural. Moses literalmente experi- margen, los desclasados, la experiencia
mentará este sacudimiento que, en él, como sabiduría de la vida… Podemos ima-
constituirá el núcleo de un nuevo aprendi- ginar la caja de Pandora que abre un deba-
zaje e, incluso, de un nuevo destino. te alrededor de todas estas cuestiones, y
No resulta casual que Ibrahim, el maes- también intuimos que ni el docente ni los
tro, sea musulmán –pero incluso un musul- alumnos saldrán indemnes de esas discu-
mán exótico, porque ni siquiera es árabe, la siones que puede suscitar el filme, en espe-
figura arquetípica del seguidor de cial si el propio docente se corre de su lugar
Mahoma–, y tampoco lo es que Moses sea de un saber inobjetable y alcanza a com-
judío. Dos mundos culturales y religiosos partir, con los estudiantes, la riqueza que
que han recibido de parte de la civilización trae aparejada toda experiencia de extrañe-
occidental la mirada y la violencia construi- za, de alteridad.

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4. El viaje, la educación y el encuentro La educación, la que elude la ritualiza-


con el otro ción y el dogmatismo, la que se escapa de
los límites estrechos de lo establecido, la
“Como alguien que ejecutara el gran molinete en que posibilita el encuentro con el otro, es,
la barra horizontal, así uno hace girar, por qué no, un viaje. En un magnífico
cuando muchacho, la rueda de la fortuna, libro que Gabriel Albiac le dedica a
de la cual tarde o temprano Spinoza nos dice el filósofo español, citan-
saldrá el premio mayor..” do a Joseph Conrad:
WALTER BENJAMIN
Dirección única. “Como los héroes desmoronados de
Conrad, sabe ya, desde muy pronto, el
La última etapa de la película, su última joven Spinoza que no hay viaje que
estación, es un viaje; no ya el viaje de la fic- merezca tal nombre que no venga a
ción, el que se guarda en los libros, o ese situarnos en los límites mismos de lo
otro viaje hacia el pasado de nosotros mis- inteligible, del delirio, en la frontera del
mos, hacia las comarcas del comienzo, las extravío y del no retorno, en el corazón de
que encierran tanto los recuerdos de la feli- las tinieblas.” 87
cidad como los del dolor. Se trata, ahora, de
un viaje hacia la tierra de Ibrahim; y como El viaje como abandono abre las fronte-
todo verdadero viaje será un itinerario de ras de lo nuevo, deja al viajero en medio de
aprendizaje y de transformación, la posibi- la incertidumbre, despuebla de referentes
lidad, para quien tiene los ojos abiertos, del familiares los lugares por los que deambu-
descubrimiento. Ibrahim sabe, aunque no la. Otra orilla, salvaje, desconocida, quizá
lo diga porque hay ciertas experiencias que peligrosa, que incita a “hablar desde otro
no pueden transmitirse a través de las pala- sitio”, con otras palabras. Apuesta y riesgo,
bras, que es el viaje del final, el que a él lo aventura y precipicio, porque vivir “en lo
devolverá al hogar y a la certeza de que el extraordinario” supone ponerse al descu-
tiempo del amor ha quedado para siempre bierto, perder las viejas amarras. De algún
atesorado en el pasado, pero que también modo, el viaje que emprenden Ibrahim y
sabe que para Moses es el viaje del conoci- Moses los lleva por la misma geografía pero
miento, la aventura de lo distinto que le hacia distintos sentidos; como si en él con-
permitirá regresar al punto de partida trans- fluyera lo propio y lo ajeno, lo compartido
formado irremediablemente. y lo irreductiblemente íntimo.

87Gabriel Albiac, La sinagoga vacía. Un estudio de las fuentes marranas del espinozismo, Hiperión, Madrid,
1987, p. 317.

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Todo viaje es un ejercicio, no consciente,


de alteridad y de pérdida de las referencias conocidas.

Viaje y educación se asemejan en ese dad, que una identidad se construye


permanente encuentro con la otredad, en sumando y no restando, ya que como le
esa deriva de descubrimiento que es más dice el viejo maestro-padre, “todos los ríos
profunda y decisiva allí donde no se busca desembocan en el mismo mar”. Ese último
ni se organiza el itinerario con un mapa del viaje fue precedido por dos anteriores sin
cual uno no se puede desviar. La sorpresa, los cuales probablemente este último no se
lo inesperado, lo fortuito son los condi- hubiera realizado: el primero fue el del
mentos de ambas dimensiones, el núcleo cuerpo, el del amor, el del deseo, el que lo
que comparten y que en la película se con- condujo por las dichas y las vicisitudes del
juga de un modo intenso y decisivo. Como corazón y de los instintos, de la mano de
la educación, la que no dogmatiza, la que una prostituta y en la intensidad frustrada
no se encierra en lo establecido y en la de su primer enamoramiento; el segundo,
jerarquía de un conocimiento ya dado, el doloroso pero indispensable, fue el de un
viaje es apertura y diferencia, es proyectar nuevo nacimiento que lo despoja de un
lo conocido sobre lo desconocido pero es pasado atravesado por la ausencia de la
también dejarse tocar a fondo por su abso- madre y la presencia vacía de un padre ven-
luta novedad, por sus misterios y por aque- cido por sus propias frustraciones; fue el
llo que nos lanza hacia nuevas y transfor- viaje del encuentro con Ibrahim, con sus
madoras experiencias. palabras, con sus consejos dichos como al
Todo viaje es, en el fondo, perturbador, pasar, con sus complicidades, las que fue-
es decir, un ejercicio muchas veces inespe- ron construyendo la posibilidad misma de
rado en el que los territorios conocidos y ese viaje de amor y de despedida.
aceptados, aquellos que nos ofrecen tran- Así como Ibrahim viaja para morir en
quilidad y certeza, son reemplazados por su tierra, cerca de sus recuerdos pero luego
esa dimensión otra que volverá quizás de haber cruzado los caminos de su vida
imposible el regreso a casa como si nada con los del muchacho, éste viaja en reali-
nos hubiera acontecido. dad para regresar al punto de partida, a la
Ese viaje que lo lleva lejos de la calle calle Azul, al almacén, al lugar de siempre
Azul, que le permite, de la mano de pero que, de un modo sutil pero definitivo,
Ibrahim, descubrir una cultura milenaria, se ha transformado. La última escena de la
que lo conduce sabiamente por las diversas película, la que nos muestra a Moses casi
formas y experiencias de la religión (entran como si fuera Ibrahim reproduciendo
en una Iglesia ortodoxa griega, luego en aquellos encuentros memorables del
una católica y, por último en una mezqui- comienzo, esos “robos” permitidos, nos
ta; tal vez hubiera faltado una sinagoga y el habla de cierta continuidad, del encadena-
periplo hubiera estado completo), mos- miento de las generaciones en una época
trándole que en las diferencias está la ver- en la que eso se ha vuelto cada vez más

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raro. No deja de ser un componente más comienza y termina en él, en su propia


que interesante para el debate contemporá- temporalidad. La enseñanza más lograda,
neo esa cuestión de la transmisión, de la la que vale la pena, es la que logra saltar las
herencia recibida, del vínculo entre el barreras que parecen separar a las genera-
anciano y el muchacho. ¿Es posible hoy esa ciones, y eso es lo que narra la película que
relación? ¿Se guarda algo de eso en el vín- estamos analizando.
culo que se establece entre el profesor y sus Quizá tengamos que decir, con
alumnos? ¿Puede la película abrir un deba- Nietzsche, “¡El camino, en efecto, no exis-
te alrededor de estas cuestiones o es apenas te!”,88 no es algo dado, previo, una guía ya
una pincelada cargada de nostalgia de un escrita; es, por el contrario, la trabajosa
tiempo perdido para siempre? construcción de experiencias, de encuen-
Si el recurso a la nostalgia es meramen- tros y de pérdidas. Y algo de eso se nos pre-
te estético, si persigue apenas un fin efectis- senta cuando vemos una película o cuando
ta, no tiene otra significación que la expo- leemos una novela o miramos un cuadro o
sición cristalizada y muerta de un pasado escuchamos música: que nada está trazado
que ya nada tiene que ver con el presente. unilinealmente, que es posible seguir dis-
Ahora bien, si el argumento nos lleva al tintos caminos, abrirse a múltiples signifi-
tiempo pretérito con otro ánimo, buscan- cados. Ibrahim y las flores del Corán está allí
do la interpelación del espectador, hacién- para generar debate, para que cada quien
dolo jugar y confrontarse con sus propios descubra su propia interpretación. Ya
recuerdos o con las memorias imaginarias desde el título, y en eso no nos detuvimos
de esa otra época; si logra crear una suerte hasta ahora, se nos está sugiriendo una
de contemporaneidad entre lo acontecido y relación con Las flores del mal de Charles
el presente del espectador, si vuelve actual Baudelaire, ese enorme poeta que a media-
lo que nos remite a décadas atrás o incluso, dos del siglo diecinueve francés, inició un
por qué no, a siglos lejanos, ya no se trata viaje extraordinario de la poesía, un viaje
de una nostalgia pasiva, voyeur, semejante a acompañado por sus fantasmas, por las
una visita guiada al museo, sino que inter- mujeres de la noche, por las oscuras formas
fiere en la experiencia actual, le coloca nue- del deseo y que, seguramente, está por
vas y significativas preguntas. Ese es uno de detrás de muchas de las enseñanzas de
los secretos del diálogo entre generaciones, Ibrahim, de ese sufismo experimentado
saber transmitir lo diferente y lo equivalen- como artesanía de la transgresión y de la
te, atravesar lo compartido e interpelar de apropiación voluptuosa de la vida. Pero ya
una forma disruptiva a quien cree que todo no es el viaje de Baudelaire, atravesado por

88 Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, M.E Editores, S.L, Madrid, 1993.

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sus propias ensoñaciones, por sus “paraísos como si todos los mapas ya hubieran sido
artificiales”, el que relata la película, es el trazados, como si los antiguos secretos
de Moses, del mismo modo que cuando la hubieran sido olvidados junto al deseo de
vemos y conversamos sobre ella ponemos explorar lo desconocido, como si las exi-
en juego nuestros propios viajes. gencias de la imaginación ya no encontra-
Hasta aquí llegamos, apenas un intento sen un lugar genuino en el tiempo del
por descubrir ciertas marcas, por colocar imperio de la razón técnico-instrumental.
algunas preguntas que nos sigan interpe- Un viaje hacia lo esperado, un viajero que
lando alrededor de nuestro eje, el que reco- sabe que cuenta con los dispositivos ade-
rre todo este material y al que regresamos cuados para eliminar las incertidumbres y
permanente y recurrentemente: el cuidado para satisfacer, en su travesía desencanta-
del otro. De un modo muy fecundo la pelí- dora, las exigencias de lo establecido, la
cula nos permitió profundizar en esa pers- pura lógica de la repetición que nos cierra
pectiva y encontrar nuevas posibilidades y el camino de la alteridad. Un viaje sin ries-
significaciones sin por eso sentir que go ni fantasía, simplemente un avance téc-
hemos llegado a puerto. En verdad, cuan- nico que va conquistando los últimos rin-
do ustedes lean estas páginas no habrán cones inexplorados.
hecho otra cosa que continuar su propio Así como la genuina obra de arte es
viaje, a veces en solitario y otras acompaña- siempre un viaje que nos sorprende, que
dos por sus alumnos quienes, por supues- nos conmueve conmoviendo nuestras cer-
to, serán portadores de sus propias pala- tezas, el corazón de ese vínculo de transmi-
bras, de sus propias interpretaciones y, eso sión-enseñanza que se ha construido entre
sería magnífico, querrán dar cuenta de sus Ibrahim y Moses nos regresa hacia esa
propios e intransferibles viajes. Algo de eso fuente inspiradora del viaje genuino, ese
es la educación, cuando recuerda que la que involucra el interior y el exterior, el
sabiduría es siempre algo más y distinto del que se abre a lo diferente, el que se deja
conocimiento. conmover por los paisajes de la vida, por
Tal vez nuestra época, la que comparten sus diversos colores e intensidades. Es el
profesores y estudiantes, ha dejado de via- viaje del aprendizaje que incluye, no puede
jar, o ya no lo hace en el sentido de ese ser de otro modo, la alegría y el dolor, la
periplo iniciado por Ibrahim y Moses. Esos pérdida y el descubrimiento, la melancolía
itinerarios desprovistos de brújulas orienta- por lo que ha quedado en el pasado y la
doras, esas derivas por territorios inéditos, expectativa de lo que guarda como prome-
aquellas aventuras de la imaginación capa- sa el mañana y que se va tejiendo en cada
ces de quebrar las fronteras de la realidad. instante del presente. Es el viaje que lleva
Todos esos viajes que vienen del fondo de dentro suyo la posibilidad del encuentro
los tiempos parecen haber llegado a su fin, con el otro, como si ése fuera el destino

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último de todo viaje: saberse reconocer en especial si el propio docente se corre de su


la mirada del otro. Insistimos una vez más, lugar de un saber inobjetable y alcanza a
¿acaso es diferente el viaje de la educación? compartir, con los estudiantes, la riqueza
¿Conduce hacia otro lado? Nos detenemos, que trae aparejada toda experiencia de
ahora sí, en la estela abierta por estas pre- extrañeza, la experiencia de alteridad.
guntas. En el interior de este capítulo, además,
nos hacíamos algunas preguntas que,
5. Para seguir sintiendo y pensando, ahora, vuelven a adquirir un nuevo senti-
entonces do y relevancia. Decíamos, entonces, que
no deja de ser un componente más que
Recuperemos algunos trechos del texto interesante para el debate contemporáneo
anterior para, entonces, ponernos a pensar, la cuestión de la transmisión, de la heren-
en cada ámbito institucional específico, cia recibida, del vínculo que apreciamos
algo de lo que nos ha pasado al ver y escri- entre el anciano y el muchacho. Y nues-
bir sobre la película Ibrahim y las flores del tras preguntas habían sido: ¿es posible hoy
Corán. esa relación? ¿Se guarda algo de eso en el
Decíamos un poco antes que esta pelí- vínculo que se establece entre el profesor
cula nos confronta con distintas cuestio- y sus alumnos? ¿Puede la película abrir un
nes que se vuelven más que relevantes en debate alrededor de estas cuestiones o es
el momento de iniciar un debate que, nos apenas una pincelada cargada de nostalgia
parece, tendría que desplazarse por los de un tiempo que se ha perdido para
mundos de la adolescencia, de la inicia- siempre?
ción sexual, de las preguntas acerca de las Pensemos, entonces, en las dos frases
identidades, de los prejuicios asentados en siguientes de Graciela Frigerio que nos per-
apariencia desde siempre, de la nostalgia miten abrir el juego hacia la cuestión de la
por la patria abandonada, del amor perdi- herencia educativa, de los herederos y de
do, de la traición, de los laberínticos las deudas impagables que, muchas veces,
caminos del aprendizaje, de los personajes la educación nos impone y que nosotros
del margen, de los desclasados, de la expe- imponemos a los otros. Dice Frigerio:
riencia como sabiduría de la vida. Y decí-
amos, también, que era posible imaginar 1. La educación como el acto político de
la caja de Pandora que abre una discusión distribuir la herencia, designando al colecti-
alrededor de todas estas cuestiones y tam- vo como heredero (para garantizar que no
bién intuimos que ni el docente ni los haya des-heredados) en un gesto signado por
alumnos saldrán indemnes de esas discu- el signo de un don, es decir, que no imponga
siones que puede suscitar el filme, en ni enmascare una deuda.

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2. Uno, la posibilidad de dar lo que se 1. La primera imagen se refiere al


sabe / lo que se tiene sin que el otro quede momento en que el joven pinta las paredes
colocado en la posición de deudor. En educa- de su departamento cuando, sorpresiva-
ción la posición del deudor es impertinente mente, aparece su madre que, sin recono-
dado que el acceso al archivo es un derecho. cerlo, le pregunta por Moses. Mientras el
Dos, la posibilidad de dar lo que no se tiene. espectador está tal vez esperando una esce-
Educar consiste, desde la perspectiva de un na de reencuentro el joven le dice que su
maestro emancipador, precisamente en dar nombre es Mohamed y que lo único que
ese plus, eso que no se tiene, sinónimo de sabe de ese otro joven es que tenía un her-
enseñar hasta lo que no se sabe. 89 mano. La respuesta de la madre lo libera
definitivamente de la figura del padre y de
sus antiguos rencores al responderle que
A partir de esos textos, les proponemos ella sólo ha tenido un hijo. Pero es también
algunas preguntas para iniciar una conversa- una suerte de nuevo nacimiento que sólo
ción en el seno de la comunidad educativa. podía surgir a partir de la desmitificación
del pasado, de esos orígenes misteriosos que
1. ¿Qué puede significar, entonces, que le impedían a Moses encontrarse, adquirir
educar sea un acto político consistente en un nombre que lo representara genuina-
distribuir la herencia? mente, que diera cuenta de ese profundo
cambio que estaba experimentando.
2. ¿Quiénes serían, en ese sentido, los posi- La escena nos sugiere un conjunto de pre-
bles “desheredados”, pasados y actuales? guntas que bien podríamos hacernos a partir
de una conversación grupal y, desde ya,
3. ¿Cómo es posible pensar en que ense- ampliarlas, modificarlas, y/o tal vez, sugerir
ñar tiene que ver, al mismo tiempo, con otras preguntas totalmente diferentes:
dar lo que se sabe y dar lo que no se tiene?
¿Por qué pensamos que Moses inicial-
Por otro lado, se nos ocurre la posibili- mente elude el encuentro con su madre e
dad de pensar en una serie de preguntas inventa la existencia de un hermano?
para hacernos y hacerse a partir de dos
imágenes que son claves en la película ¿Qué hace que un nombre permita una
Ibrahim y las flores del Corán, y que ya fue- identificación, una autorrepresentación
ron mencionadas y analizadas en cierto más genuina?
modo en páginas anteriores:

89 Graciela Frigerio, Acerca de lo in-enseñable, en Carlos Skliar & Graciela Frigerio, Huellas de Derrida. Ensayos
pedagógicos no solicitados, Del Estante Editorial, Buenos Aires, 2005.

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¿Qué representa una madre y qué un A partir de lo anterior: ¿la diferencia está
padre en cuanto a la propia herencia? en nuestras respuestas a las preguntas del
otro o justamente a la relación que nos
¿Un nuevo nacimiento supone, por fuer- liga con él?
za, la desmitificación del pasado?
Además: ¿podríamos pensar la enseñanza
¿Y necesitamos siempre de nuevos nom- como una respuesta a nuestra cuestión
bres para los nuevos cambios que se pro- acerca del otro? ¿O bien como una res-
ducen en nosotros? puesta a una cuestión que es del otro?
¿Ambas posibilidades? ¿El acento estaría
2. La segunda imagen surge en el puesto en una más que en la otra?
momento en que Moses le pregunta al padre
qué es un persa, ya que se ha enterado de que Y por último: ¿puede la acción educativa
el “árabe” del almacén, ese que puede “leerle ofrecer/dar/donar una enseñanza sin
el pensamiento” y decirle cosas elementales pedir nada a cambio, sin poner al otro en
pero sorprendentes, es en realidad persa. La una posición de deudor?
respuesta lacónica del padre no se hace espe-
rar: “Allí tienes una multitud de libros, de Y, finalmente, ya que Ibrahim y las flores
enciclopedias, que te darán la respuesta”. Por del Corán tiene que ver con viajar, con un
supuesto que Moses ni siquiera abre un libro viaje, con los viajes, quisiéramos dejarles, o
ni busca la respuesta. En cambio, cuando más bien ofrecerles, una frase de Joan-
Ibrahim le dice que es un musulmán segui- Carles Mèlich, acerca de los caminos, acer-
dor del sufismo lo primero que hace Moses ca de las variaciones presentes en los cami-
al regresar a su casa es abrir una enciclopedia nos, para poder ser pensada conjuntamen-
y leer, expectante y entusiasmado, lo que allí te en el ámbito institucional:
se dice sobre el sufismo.
Igual que en el caso comentado de la Entre lo dicho y lo imposible de decir,
imagen anterior, también aquí surgen pre- entre el azar y el destino, no tenemos otra
guntas para ponerse a pensar: alternativa que ir dibujando caminos que
no sabemos a dónde conducen porque qui-
¿Por qué la diferencia de actitud de zás son caminos que no llevan a ninguna
Moses frente a la búsqueda de cierto parte, porque son sendas perdidas, o
saber? ¿Por qué en un caso desecha los (quizá) simplemente porque son caminos
libros y en el otro se entusiasma fervien- que nadie nunca ha recorrido.90
temente por ellos?

90 Joan-Carles Mèlich, Del Símbolo, en Jorge Larrosa & Carlos Skliar, Entre pedagogía y literatura, ob. cit.,
p. 66.

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