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SKLIAR El Cuidado Del Otro-Cine y Cultura
SKLIAR El Cuidado Del Otro-Cine y Cultura
la
a de apoyo a
di
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Equipo m
el otro
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El cu
Secretario de Educación
Lic. Juan Carlos Tedesco
Coordinación ejecutiva
Liliana Calderon
Martín D'Ascenzo
Supervisión
Patricia Bavaresco
Corina Guardiola
Mercedes Potenze
Claudia Rodríguez
Adriana Santos
Teresa Socolovsky
Verónica Travi
Producción editorial
Viviana Ackerman
Raquel Franco
Karina Maddonni
Adriana Martínez
Sergio Luciani
Liliana Santoro
Nora Raimondo
Cordialmente,
Lic. Daniel Filmus
Equipo multimedia de apoyo a la
enseñanza
La cultura audiovisual es mirada muchas veces con recelo por la escuela, cuya cotidianei-
dad transcurre entre escrituras y lecturas. Sin embargo, los avances producidos en el pen-
samiento pedagógico y en cada uno de los campos didácticos sugieren que es posible favo-
recer los procesos de aprendizaje en los alumnos introduciendo nuevos lenguajes en el
ámbito escolar.
Dado que el cine y otros medios de expresión visual han alcanzado un lugar destacado en
la cultura, pueden servir como vía propicia para acceder a las problemáticas cuyas múlti-
ples transformaciones afectan la vida cotidiana en las sociedades actuales y que se abordan
como objeto de conocimiento en la escuela.
Nos referimos a los medios audiovisuales como recursos para la enseñanza de contenidos
pero a la vez reserva espacio para realizar una alfabetización audiovisual en acto, en tanto el
encuentro que supone genera oportunidades de interacción entre los jóvenes y la imagen, en
un ambiente claramente marcado por la intencionalidad pedagógica.
El equipo multimedia de apoyo a la enseñanza que aquí presentamos, esta conformado
por ocho ciclos temáticos. Cada uno de ellos se compone de cuatro filmes y un cuaderni-
llo para el docente que profundiza los temas abordados en las películas, a saber:
Esperamos que este material acompañe el trabajo de los docentes y colabore potenciando
los procesos de enseñanza.
Índice
Introducción ............................................................................................................................... 11
El cuidado del otro. La responsabilidad por el otro. La ética a partir del otro
Capítulo 1 .................................................................................................................................. 23
¿Qué puede una identidad? Sobre la narración,
la experiencia y el cuidado de sí mismo (a propósito de Bonanza)
Capítulo 2 ................................................................................................................................... 51
La edad del borde: buscando al otro (a propósito de Nadar solo)
Capítulo 3 .................................................................................................................................. 73
Racismo, tolerancia y el cuidado del otro
(a propósito de Italiano para principiantes)
I N T R O D U C C I Ó N
El cuidado del otro.
La responsabilidad
por el otro.
La ética a partir del otro
Creo que toda asimilación que no tenga en cuenta la diferencia es una
impostura.
Edmond Jabès
Del desierto al libro
temática más o menos bien definida; se Es cierto: para poner en cuestión el pro-
resiste a reducirse a una serie de reglas, blema del cuidado del otro se hace necesa-
principios y leyes que regulen y discrimi- rio un cierto no-conocimiento, o bien una
nen qué es y qué no es tal cuestión. Como cierta pérdida del conocimiento heredado
una piedra arrojada al agua, cada vez que que, tradicionalmente, ubica al otro en un
intentamos definir el lugar del dilema, éste lugar de poca jerarquía, de poca trascen-
se abre en más y más círculos que, a cada dencia, de poca entidad. En efecto, tal vez
segundo, impiden una concreción y una ese no-conocimiento se relacione con el
definición precisas. Y quizás eso ocurra jus- dilema de la alteridad: algo, alguien,
tamente por lo que nos ocupa: si entende- irrumpe imprevistamente, algo, alguien
mos “el cuidado del otro” como una doble altera el orden supuestamente preexistente
necesidad, esto es, la de pensar el otro por y algo, alguien, nos perturba en nuestra
sí mismo, en sí mismo y desde sí mismo, y identidad aparente. En otras palabras, el
la de establecer relaciones de ética, pues a término “alteridad” tiene mucho más que
cada relación de alteridad, a cada conversa- ver con la irrupción, con la alteración, con
ción, a cada encuentro, todo puede cam- la perturbación y de aquí se desprende, casi
biar, todo puede volver a comenzar, todo se por fuerza de ley, que por relaciones de
hace transformación, todo se recubre de un alteridad entendemos algo muy diferente
cierto misterio, todo conduce hacia la lla- que aquellas relaciones definidas a través
mada de un cierto no-saber. Como lo dice –y pretendidas como– de la calma, la quie-
Jacques Derrida: tud, la empatía, la armonía, la tranquili-
dad, y el no-conflicto. Por lo tanto, cada
La llamada tiene lugar en relación con vez que pretendemos asegurar y conservar
el no-conocimiento. Luego yo no tengo la expresión “cuidado del otro” algo,
respuesta. No puedo decir “es ésta”. De alguien, se nos escapa; algo, alguien, huye
verdad que no lo sé, pero este “no lo sé”, de las certezas; algo, alguien, se resiste a ser
no es resultado de la ignorancia o del conceptualizado, se resiste a ser transfor-
escepticismo, ni de nihilismo ni de mado en temática escolar, banalizado, sim-
oscurantismo alguno. Este no-conoci- plificado, atesorado en una o dos palabras
miento es la condición necesaria para más o menos aseguradoras y confiables. En
que algo ocurra, para que sea asumida síntesis: no nos gustaría contribuir a una
una responsabilidad, para que una deci- cierta fijación, a una cierta sistematización
sión sea tomada. 1 forzada y forzosa de los problemas implica-
1. Jacques Derrida, No escribo sin luz artificial, Cuatro Ediciones, Valladolid, 1999, p. 176.
dos en el dilema del cuidado del otro sino tamos sino por nuestras propias limitacio-
más bien confiarles nuestras propias debili- nes para hacerlo. Aun así puntuaremos a
dades, nuestras propias afecciones y nues- continuación las principales dimensiones
tra propia alteridad al intentar hacerlo. que atraviesan esos dilemas, algunos de los
Por otro lado, si es verdad que “todo cuales serán profundizados en las páginas
está en todo”, que “todo puede encontrar- siguientes y otros, simplemente, serán ape-
se en todo”, esto es, que todo puede encon- nas esbozados; por ejemplo: las preguntas
trarse en un libro, en una música, en un acerca del otro y las preguntas que son del
gesto, en un silencio, pues entonces a veces otro; las identidades conocidas, las identi-
vale sólo una imagen, vale sólo una pala- dades silenciadas y las identidades ignora-
bra, vale sólo una mirada, vale sólo una das; las diferencias, los sujetos diferentes y
secuencia de las películas aquí incluidas la estrategia de diferencialismo; la acogida,
para poder pensar y sentir a qué hacemos la bienvenida, la atención y la hospitalidad
referencia cuando hablamos del cuidado hacia el otro; el racismo, la tolerancia, la
del otro. hostilidad; la experiencia irreductible del
En tercer lugar, nos interesaría ya desde otro; el nacimiento, la fecundidad, la con-
la introducción dejar claro que “cuidado tingencia, el límite, lo que sabemos y lo
del otro” significa detenerse en una exten- que no sabemos; el acontecimiento del
sa y compleja gama de dilemas, a veces otro y las pedagogías; la educación más
filosóficos, otras veces antropológicos, allá y más acá de la institucionalización; la
otras tantas veces culturales, políticos y ritualización y el dogmatismo en la educa-
educativos. No nos sería posible ni pensa- ción; la transmisión, la formación, la
mos que sea necesario abordar tal totali- transformación, la deformación; la perple-
dad, no sólo por el espacio con el que con- jidad con aquello que nos pasa, la falta de
lenguaje para narrar lo que nos pasa; el
otro como amenaza a nuestra existencia; el
otro como nuestra invención maléfica de
su mal; el otro que se pretende como un
invitado de piedra a una relación impues-
ta como tranquila, como de empatía,
armónica, de algún modo idílica, evitando
así todo peligro (y al evitarlo, generar jus- Gilles Deleuze2 menciona como el “verda-
tamente otro peligro bien diferente: el dero aprendizaje”, es decir, lo que produce
peligro del no-conflicto, de la no-alteri- una conmoción y deja al alma perpleja:
dad); la inmediatez y la fugacidad del pre- algo, alguien, que nos sacude y pone en
sente, lo impostergable del presente y la juego nuestra sensibilidad, nuestra memo-
trampa del futuro educativo; la incomple- ria, nuestro pensamiento y, en fin, enton-
tud nuestra, el completamiento del otro; ces, nuestro aprendizaje.
la exclusión, la inclusión, la autonomía y
la independencia del otro con respecto al 2. Nuestras primeras preguntas,
“nosotros”; la experiencia y la narrativa del perplejidades y certezas acerca
otro; el lenguaje jurídico, la moralidad en del cuidado del otro
el cuidado del otro y la ética de la respon-
sabilidad. “La diferencia no se reduce a la diferencia de uno
consigo mismo, ni simplemente a la de uno con otro,
Por último, organizamos los textos de sino que es la experiencia viva de una irrupción –de
tal modo que encontrarán un desarrollo la palabra y de la mirada– que es la que hace posible
teórico más o menos ajustado a lo que esas otras formas de la alteridad […].”
cada película generó en nosotros y, hacia ÁNGEL GABILONDO
el final de cada uno de los cuatro capítu- La vuelta del otro.
los, un conjunto de sugerencias de traba-
jo. Como dijimos antes esas sugerencias Tal vez, aunque parezca demasiado
sólo pueden comprenderse como una grave y demasiado retórico, nos gustaría
invitación a sentir y a pensar. Ni más ni proponerles una serie de preguntas inicia-
menos que eso. Y en las direcciones y les acerca del cuidado del otro. Esas han
dimensiones que ustedes así lo entiendan sido “nuestras” primeras cuestiones lo que
en el marco de cada contingencia y expe- no significa que lo sean para ustedes.
riencia institucional.
Y ojalá que la lectura de estos textos ¿Qué es lo que se pone en juego al pen-
provoque un cierto tipo de aprendizaje. sar y sentir la cuestión del cuidado del otro?
Pero no nos referimos a esos aprendizajes
forzados que se proponen lograr determi- ¿Por qué se nos hace tan presente, tan
nar objetos de reconocimiento y confortar desgarrador, tan acuciante, tan particular-
al pensamiento; no, estamos pensando, mente actual?
más bien, en aquello que el filósofo francés
El cine genera, también, una oportuni- Las películas que acompañan a estos
dad única para que podamos plantearnos escritos reflejan en buena medida ese dile-
algunas cuestiones que, en relación con el ma y, tal vez, permitan abordar muchos
cuidado del otro, podríamos expresar del otros problemas de nuestra compleja con-
siguiente modo: ¿de quién es esa mirada temporaneidad, pero que no podremos
que a veces ordena y otras veces confunde profundizar en estas páginas.
la presencia del otro? ¿Cómo se construye? Si miramos atentamente la variedad, el
¿Es una mirada antropológica y/o filosófi- carácter, la profundidad y la tipología de los
ca y/o política y/o moral, y/o educativa? personajes que componen y habitan este
¿Hay algo, alguien concreto, específico, material fílmico hay algo inmediato que
que mira, típicamente, tradicionalmente, debemos expresar: no es posible afirmar que
fijamente, a un otro concreto, específico, y exista un otro específico, concreto y mate-
siempre a ese mismo otro? ¿Y hay lugares rial, sobre el que podamos pensar y al que
ya destinados, ya trazados, ya estables, que podamos sentir como un otro arquetípico,
dejan transparentar dónde está el uno literal y lineal; es decir: no se nos impone
mismo y dónde está el otro? ¿O se tan acabada y peligrosamente esa figura del
trata más bien de presentar apenas otro al que Occidente y sus instituciones
los claroscuros, los vaivenes, las nos tienen ya demasiado acostumbrados y,
miradas oscilantes y pendulares, además, algo cansados. Se trata de ese otro
imágenes cuyos puntos de partida y que está siempre relacionado con la imagen
de llegada bien pueden intercam- ya desteñida y desaliñada (por engañosa,
biarse, trastocarse, que bien pueden torpe y reiterada) de la pobreza, la extranje-
diferir unas de otras, es decir, que ría, la marginación, la exclusión, la inmigra-
pueden multiplicarse hasta el infini- ción clandestina, la desesperación, la violen-
to? Y con respecto a la mirada, dice cia, el mal, la traición, el crimen, la homo-
Alejandra Pizarnik: sexualidad, el heroísmo y/o la victimización,
3. Alain Badiou, “El cine como experimentación filosófica”, en Pensar el cine 1. Imagen, ética y filosofía,
Gerardo Yoel (compilador), Bordes Manantial, Buenos Aires, pp. 34-35.
4 Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana, Sur, Buenos Aires, 1962.
la falta de educación, la locura, el desampa- “Y aunque sea posible que cada uno de
ro, la orfandad, el olvido y la desidia, la dis- nosotros produzcamos siempre con nues-
capacidad, etc.; imágenes, en fin, que pro- tra presencia alguna perturbación que alte-
vocan y producen una permanente sospecha ra la serenidad o la tranquilidad de los
acerca de la humanidad del otro o, dicho en demás, nada hay de tan perturbador como
otras palabras, la sospecha acerca de si el aquello que a cada uno le recuerda sus pro-
otro puede ser “tan humano” como lo pios defectos, sus propias limitaciones, sus
somos, en apariencia, nosotros mismos. propias muertes: es por eso que los niños y
Y, digamos de paso, que está muy bien los jóvenes perturban a los adultos; las
que ello ocurra. Fundamentalmente para mujeres a los hombres; los débiles a los
que este material contribuya a que poda- fuertes; los pobres a los ricos; los deficien-
mos disolver (con una mirada tan vigilante tes a los eficientes, los locos a los cuerdos,
como paciente y pasional) esa tendencia los extranjeros a los nativos.” 5
secular a pensar y sentir al otro bajo la
forma de un otro exclusivamente vincula- Y es en función de la afirmación ante-
do a una debilidad “constitutiva” y una rior que mirar estas películas y leer estas
inferioridad “natural”; y para que nos sea páginas tal vez tengan como único objeti-
posible pulverizar, sobre todo, ese pensar y vo, como propósito crucial y urgente, el de
ese sentir el “nosotros” que parece reservar- ser una contribución para educarnos la
se, siempre, el papel del ser redentores, sal- mirada, para educarnos la memoria, la sen-
vadores, educadores, explicadores, inclui- sibilidad y el pensamiento en relación con
dos, benéficos, nativos, normales, masculi- los discursos y las imágenes tradicionales
nos, adultos, heterosexuales, etc. Sobre esa que configuran y producen todo tipo de
relación entre el “nosotros” y los “otros” alteridad; esto es, que sea una posibilidad
quizá pueda pensarse que se trata de una para deconstruir6 las imágenes y los discur-
relación de cierta utilidad, es decir, que sos que, como veremos más adelante, sólo
usamos al otro para definirnos a nosotros parecen ser capaces de reproducir, sostener
mismos en el lugar de lo correcto, lo nor- y diseminar un tipo de lógica más bien
mal. Así lo expresa Nuria Pérez de Lara: dualística, oposicional y binaria entre el
5 Nuria Pérez de Lara, “Identidad, diferencia, diversidad. Mantener viva la pregunta”, en Habitantes de Babel.
Políticas y poéticas de la diferencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), Laertes, Barcelona, 2001.
6 La idea de deconstrucción, que caracteriza el pensamiento y la obra del filósofo argelino-francés Jacques
Derrida, consiste básicamente en un deshacer, sin destruir, un discurso, un concepto, un sistema de ideas,
una lógica, etc. Si bien la deconstrucción no puede organizarse en torno de un sistema, o de una teoría, o de
un método, o de un dogma, es posible afirmar que consiste en deshacer un sistema de pensamiento que se
nos revela como único, como hegemónico o dominante.
7Roberto Esposito, “Enemigo, extranjero, comunidad”, en Los filósofos y la política, M. Cruz (comp.), Fondo
de Cultura Económica, Madrid, 1999, pp. 69-83.
8. Jorge Larrosa y Nuria Pérez de Lara, Imágenes del Otro, Editorial Virus, Barcelona, 1997, p. 12.
El nosotros
Lo saben los gramáticos
Es un curioso pronombre.
Quiere decir tú y yo
Sin él
Y también él y yo
Sin ti
Y también él y yo
Contigo y contra el resto.
En todo caso excluye siempre a alguien
De esta parte nosotros
De la otra los otros que nosotros.
El trabajo con estos materiales no nos
permite trazar una frontera nítida entre el Tal vez para poner bajo sospecha la idea
nosotros y los otros. Agreguemos que toda de un “nosotros” cada vez menos claro,
pretensión a la representación del otro y muchas veces coercitivo y otras veces
toda palabra dicha en nombre de los otros excluyente, es que se nos ocurre encerrar
y por los otros se vuelve indigna e imposi- esta rápida presentación inicial con un
ble. Si el otro es, como veremos enseguida, fragmento de Fernando Pessoa extraído de
lo que nos altera, lo que nos perturba, en El libro del desasosiego. Un fragmento para
fin, aquello que irrumpe en nosotros, de sentir, para hacer memoria, para ponerse a
allí no se sigue que el otro sea necesaria- pensar:
mente una amenaza, un enemigo que debe
ser silenciado, ignorado, masacrado, desa- Una de mis preocupaciones constantes
parecido. Lo que se sigue, en cambio, bien es el comprender cómo es que otra
podría ser un pensamiento acerca de la gente existe, cómo es que hay almas
relación en sí misma, un pensar en ese que no sean la mía, conciencias extra-
“entre-nosotros”, a veces áspero, a veces ñas a mi conciencia, que, por ser con-
11 Fernando Pessoa, El libro del desasosiego, Ediciones El Acantilado, Barcelona, 2002, p. 123.
C A P Í T U L O 1
¿Qué puede una identidad?
Sobre la narración,
la experiencia y el cuidado
de sí mismo
A propósito de Bonanza
Álvaro de Campos
Lisbon Revisited (fragmento).
Peter Handke
Historia del lápiz.
1. Bonanza y el ajuste de la mirada Habría que decir, ante todo, que cree-
de uno hacia el otro mos saber por qué el documental Bonanza
ha impactado tan profundamente en varios
“Algunos seres no están ni en la sociedad ni en una
ensoñación. Pertenecen a un destino aislado, a una públicos diferentes. La clave habría que
esperanza desconocida. Sus actos aparentes se dirían buscarla, a nuestro entender, en aquello
anteriores a la primera inculpación del tiempo y a la que se nos presenta como la posibilidad, la
despreocupación de los cielos. Nadie se ofrece para
pagarles un salario. Ante su mirada se funde el porve- fuerza y la variación constante de la mira-
nir. Son los más nobles y los más inquietantes.” da sobre la narración de los personajes. Y si
RENÉ CHAR. bien eso es muy común en el género docu-
2cuidadodel otro 1/2/08 14:25 Página 26
12 Acerca de algunas de las diferencias entre el lenguaje del cine y del documental puede leerse, por ejemplo,
Jean Breschand, El documental. La otra cara del cine, Paidós, Barcelona, 2004.
13 Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, ob. cit., p. 234.
vil o si, por el contrario, se trata de una Pero volvamos un instante a la mirada
identidad móvil, heterogénea y fragmenta- puesta en Bonanza y preguntémonos por
da); es pensar en el saber y el sabor de la qué y cómo nos viene a la mente la cues-
experiencia, en los recorridos de una expe- tión de la representación, la identidad, la
riencia irreductible a nuestra propia expe- narrativa y la experiencia.
riencia (esto es: que toda experiencia es En primer lugar habría que decir que
intraducible, inasimilable a otras experien- lo que se pone en juego es una cuestión de
cias), y es pensar, también, en los lenguajes representación y de identidad, de nuestra
que habitan en esa experiencia. representación y nuestra identidad, o, si
Digamos rápidamente que aquello que se quiere, de la entrada en una sala de
hay en Bonanza es el cuidado del otro, sí, múltiples espejos. En ese sentido, se
pero tal vez haya que reflexionar aquí puede ver Bonanza como quien acude a
mucho más acerca de lo que sugiere este un espectáculo de la distancia, de la leja-
documental como el “cuidado de sí nía, de lo extranjero, de lo diferente, de lo
mismo”, o bien, como el “cuidado hacia bizarro. Así, podremos conmovernos o
uno mismo”. Y ese cuidado de sí, como no, disgustarnos o no, decidir si esa vida
veremos, no es aquí sinónimo de autorrefe- tiene que ver o no con la nuestra, enredar-
rencia o de egoísmo puro, sino que se reve- nos en variadas discusiones acerca de los
la como un punto de partida necesario y territorios en los que transcurre la filma-
productivo para la posibilidad de consti- ción, sorprendernos o no por los modos
tuir una cierta vida en comunidad: de subsistencia de esos personajes, juzgar
“Cuidamos a la gente que nos cuida a o no los modos de relación que se estable-
nosotros”, dice en un cierto momento cen entre ellos, etc. Se puede ver, además,
nuestro personaje. como un espectáculo de la cercanía, de lo
semejante, de lo idéntico, de la identidad.
De ese modo podremos vincular las simi-
litudes, lo que se parece, lo que es recu-
rrente, lo que se repite entre las varias
vidas que tenemos y que conocemos y las
que se plasman en el documental. Y se
puede ver Bonanza, también, con una
mirada que se deja sacudir por la ambi-
Bonanza güedad, por el desconocimiento, por el
Muchinsci
y su expresividad misterio, por todo aquello que es imposi-
ble de ser juzgado, de ser clasificado, de
ser nombrado, de ser definido y ordenado
de una vez y para siempre.
Entonces hay aquí, por lo menos, tres La narración, como se sabe, se ha visto
modos de pensar la representación y la sacrificada y subestimada en nombre de la
identidad. Ni mejores, ni peores. razón, de la ilustración y de los lenguajes
Disímiles, diferentes. Tres formas de sentir codificados de los medios y de los dispositi-
y pensar lo que se mira o, también, tres vos de saber institucionalizados. Y aunque ya
modalidades que tienen que ver con la comentaremos más extensamente esa afirma-
forma en que ponemos la mirada en el ción, digamos por ahora que la modernidad
espacio y en el tiempo: un antes que prede- la ha desconsiderado por encontrarla dema-
termina, que prejuzga, un ahora que sacu- siado próxima al sentido común, demasiado
de y que perturba, un después que, quizá, presa de la corporalidad, demasiado cargada
racionalice demasiado. de subjetividad, demasiado alejada del saber
Pero, digámoslo de una vez, toda pre- objetivo.
tensión de representación y toda pretensión Bonanza recupera la narración, expone
de otorgar identidad quedan invalidadas, o con claridad meridiana los cuerpos que la pro-
disminuidas, o distorsionadas frente a la ducen, no tiene miedo de situarse entre los
narrativa del otro, frente a la narración que lugares y los tiempos en que los personajes
es del otro. No queremos aquí plantearnos hablan de sí mismos y de los otros y posibili-
una idealización de la narración porque ta, así, la emergencia de una mirada sobre la
tenemos muy presente cómo esa narración experiencia del otro; una mirada que revela la
(sobre todo cuando juzgamos su provenien- conjunción entre lo vivido y lo pensado, lo
cia como la de las voces de las minorías, de que se siente y se padece, lo que se respira y lo
los individuos o grupos considerados subal- que asfixia, lo que inquieta y lo que sosiega, lo
ternos, de los disminuidos, de los margina- que se deja en el pasado y lo que apenas si se
les, etc.), muy frecuentemente, se vuelve vislumbra más allá del presente. Y por eso nos
lenguaje manipulado, lenguaje que no hace provoca toda una relectura de la idea misma
sino subrayar la desigualdad, o bien lengua- de experiencia. Porque la experiencia también
je que confirma que el otro es, efectivamen- ha sido sacrificada y malversada en nombre
te, “menor”. Tampoco queremos rodear la del experimento, de lo que debe ser, de la
narración del otro con la idea de que siem- regla, de la reglamentación, de las leyes, en fin,
pre es únicamente verdad, transparencia, de esa intención vana por ordenar el desor-
honestidad, lisura. Remarcamos, eso sí, den, por acabar con toda ambigüedad.
cómo el documental da a ver, oír, percibir Queda dicho, por lo tanto, por qué para
narrativas sin pedirnos nada a cambio. Se nosotros Bonanza nos conduce y nos obliga,
trata sólo de escuchar y sentir esas narrati- en menor medida, hacia los intrincados dile-
vas. No de medirlas con el ojo de la crítica, mas de la representación, de la identidad y,
ni de instalar sospechas acerca de sus sobre todo, por las huellas intensas que nos
dimensiones y contenidos. deja en cuanto a la narración y la experiencia.
Está claro que podríamos disimular esas de convivencia tal vez volátiles, camarade-
cuestiones y, simplemente, sumergirnos en ría, cofradías, una ruta a lo lejos donde se
una débil discusión acerca de la exclusión adivina el paso de los autos desde y hacia
(los otros siempre están excluidos) y la alguna ciudad, cuerpos apenas vestidos,
inclusión (los otros siempre deben ser casillas de madera, gatos, perros juguetones
incluidos). O bien relacionar los paisajes y enfermizos, castores, avionetas que
del documental con una estética de la nunca descienden, que siempre sobrevue-
pobreza, la miseria, la marginación. O, lan, lluvias implacables, trastos viejos y úti-
inclusive, asumir una perspectiva que sólo les, los juegos casi siempre multitudinarios,
considere la autonomía y la independencia la risa abierta, la vida en común, los golpes
de los personajes como resultantes de un arteros y certeros, la risa socarrona, el fuego
cierto y simpático folklore de la diversidad que siempre crece, el balanceo sobre la
humana. fogata, los relatos de peleas, de amores, de
No estaría mal tomar también esos destierros, de negocios y negociados, la
caminos; y vale la pena aclarar que nuestras conversación alrededor de la bebida, de la
preferencias “temáticas” son aquí nuestras cocina, del mate, el río más que marrón, la
miradas posibles del documental. Otras amorosidad hacia los animales, la televi-
miradas sabrán tomar otras decisiones sión que habla de cosas ajenas y hasta ridí-
acerca de Bonanza. culas, la pesca, la intensidad del trabajo
compartido, la razón que se construye
2. El paisaje, el territorio, la cercanía, la pacientemente, el orden desordenado, el
distancia y el problema de las llanto, las palizas, la cumbia, la caza, el
representaciones de la alteridad conocimiento detallado de cada parte de
cada auto, lo que es, lo que vale, lo que
“Para ser sospechoso ya no es necesario manifestar sirve, los nombres, lo que falta, la limpieza
síntomas de peligrosidad o anomalía, basta con pre- puntual, la pintura, las noches que caen
sentar algunas particularidades que los especialistas,
responsables de la definición de una política preven- irremediablemente, el despertar irritante y
tiva, han instituido en factores de riesgo.” obligado, la amistad imperiosa, la laborio-
ROBERT CASTEL. sidad a cada instante, los cuentos a los
niños, la feria, la policía que pasa.
La vida en Bonanza parece transcurrir Y hacia el final, una hoguera inmensa,
entre loros, árboles, chatarra, desguace de una historia que regresa al punto de parti-
autos, niñas y niños movedizos, jóvenes a da, un camino que va y viene, la narración,
medio camino entre la infancia y la adul- la experiencia que se detiene entre los
tez, serpientes de todos los tamaños, paisa- dedos, recuerdos de mujeres, el tiempo que
jes suburbanos algo desolados, algo inhós- pasó, los hijos, lo perdido y lo irrecupera-
pitos, establecimiento de leyes particulares ble, la idea de finitud, el límite, el paisaje,
el agua, las fotografías de todo aquello que Una mirada desde la alcantarilla
ya no está, de todo aquello que ya pasó, de puede ser una visión del mundo.
todo aquello que ya no se es y nunca se
podrá ser. La rebelión consiste en mirar una rosa
¿Cómo mirar Bonanza, cómo represen- hasta pulverizarse los ojos.14
tar lo que se ve en el documental y, sobre
todo, cómo desistir de la facilidad de cier- Tal vez esa distinción poética sea una
tas representaciones hechas, codificadas y forma para poder distinguir entre aquellas
monitoreadas a cierta distancia? representaciones que toman como punto
Nos interesa detenernos, primero, en de partida y como punto de llegada eso
esa cuestión. Hacer un sobrevuelo sobre que llamamos el uno mismo, lo mismo –la
aquello que se ha dicho acerca de las repre- alcantarilla, el refugio del propio cuerpo y
sentaciones. Sobre todo, por esa ligazón de la propia mirada–, de aquellas que
tan estrecha que se plantea entre represen- comienzan en el otro y se rinden a su mis-
tación y mirada, entre la representación y terio, a su lejanía, su rebeldía, su expresivi-
el poder de la mirada. dad, su experiencia irreductible y que,
¿Pero a qué hacemos referencia finalmente, nos transforman, nos pulveri-
cuando hablamos de representación? zan los ojos. Como si una mirada (y una
¿A la imagen de una mirada indivi- representación) dejara las cosas tal como
dual? ¿De un mirar colectivo? ¿Una estaban antes, como eran, y otra mirada (y
mirada desde un sitio protegido por otra representación) nos dejara sin poder
la propia identidad? ¿Una mirada y ser lo que éramos antes, afectados y pertur-
una acción y/o decisión consecuente bados por lo que apenas hemos visto. Por
hacia el otro? ¿Una mirada que pueda un lado, la persecución de una imagen que
ser también la rebeldía de la mirada, todo lo alcanza, que todo lo atrapa, que
otra mirada diferente a aquello que todo lo nombra y lo absorbe; por otro
Bonanza representa una hemos visto siempre, siempre igual, lado, otra imagen que retorna y nos inte-
travesía de experiencias siempre en el mismo espacio y en el rroga, nos conmueve, nos desnuda, nos
y narrativas. mismo tiempo? ¿Un calco de uno deja sin nombres, nos aleja de la posibili-
mismo en el otro? dad de dar concreción y materialidad a
Quizá ese poema bien conocido de toda y cualquier identidad.
Alejandra Pizarnik pueda ayudarnos a pensar, Cuando la representación insiste con su
por lo menos, en dos formas de miradas o de centralidad, ya sea individual o colectiva,
representaciones radicalmente diferentes: parece exacerbarse, multiplicarse, se vuelve
una repetición constante de lo mismo. Por ausente o sea invisible, es decir, negado
ello, una de las preguntas más acuciantes como tal: es el yo el que se proyecta y, tam-
acerca de la representación sería: ¿cómo bién, el que ocupa el espacio vacío. La ter-
mirar la mirada sobre nosotros mismos y cera y última dificultad se refiere a nuestra
sobre los otros? propia percepción del otro, percepciones
Hubo, y sigue habiendo, una tendencia entendidas generalmente como “erróneas”,
a considerar a la representación como un “distorsionadas”, como intentos de enmas-
conjunto de conceptos, afirmaciones y caramiento, desajustes, etc. 15
explicaciones originado en la “vida cotidia- En la misma dirección Denise Jodelet
na” y vinculado a formas específicas de realiza una ajustada descripción acerca de
adquirir y comunicar el conocimiento; una cómo los investigadores del campo de la
suerte de sentido común que se disemina, psicología social tendieron a abordar la
en apariencia, sin intención ni finalidad; representación de la alteridad ajustándola
contenidos descriptivos –es decir informa- siempre a un conjunto de sistemas externos
ciones, imágenes, actitudes, etc.– que no se de interpretación –sistemas tales como las
someten a una pura exterioridad, que no relaciones intergrupales, los preconceptos,
son un puro reflejo, que no son pura trans- etc.– imposibilitando así la elaboración de
parencia. un “modelo” que permitiera entenderla, en
Para Sergei Moscovici la representación todo caso, como un producto y un proce-
en torno de la alteridad –siempre social, so psicosocial. La alteridad sería, así, el
aunque difusa e inestable– carga consigo producto de un doble proceso de construc-
una serie de dificultades analíticas: la pri- ción y de exclusión social que mantiene su
mera de ellas se refiere a la fenomenología unidad por medio de un sistema de repre-
de aquello que se denomina como “el sentaciones. Sugiere la autora la existencia
otro”, ese otro que generalmente es consi- de una tendencia a distinguir entre la alte-
derado como un álter ego y que, de ese ridad de “afuera” –que se refiere a lo exóti-
modo, no es más que un yo dislocado para co en relación a una cultura determinada–
un individuo diferente. La segunda dificul- y la alteridad de “adentro” –que se relacio-
tad estaría relacionada con la especificidad na con aquellos quienes, marcados con el
de las relaciones intersubjetivas con el otro, sello de la diferencia, se distinguen en el
en el sentido de que ese otro tal vez esté seno de una comunidad. 16
15 Sergei Moscovici, “Introduçao”, en Representando a alteridade, Angela Arruda (Ed.), Vozes, Petrópolis,
1998.
16 Denise Jodelet, “Representation sociale: phénomène, concept et théorie”, en Psychologie Sociale, Sergei
Moscovici (Ed.), Presses Universitaires de France, París, 1999, pp. 357-378.
Por las miradas que acabamos de descri- su categorización está sujeta, está atrapada,
bir transitan una serie de problemas acerca a la categorización del nosotros. Y en ese
de la representación que no pueden cierta- caso el otro no es el otro más que en el sen-
mente ignorarse y/o minimizarse. Nos tido de su alterización, es decir, como el
referiremos, en particular, a dos de ellos: el producto de un cierto orden que, como
primero, y tal vez el más evidente, es que, dice Claudia Briones, ha localizado a un
así planteadas, las representaciones parecen sujeto absoluto en un lugar coincidente o
ser automática e inevitablemente miradas no con el de los centros económicos y
que recorren al otro desde adentro hacia sociales. 17
fuera. En otras palabras, se trata de miradas Y es justamente por esa última razón
que siguen una dirección que arranca en el que representación y poder ya no pueden
sí mismo y que, manteniendo y producien- ser distinguidos o separados. Muy por el
do una cierta distancia, tienen como única contrario, ellos tienden a aproximarse y a
mira, como blanco permanente, a la alteri- fundirse en una ajustada intersección, ocu-
dad. De ese modo, la representación pare- pando casi toda la textualidad de los espa-
ce ser, más que nada, una representación cios. Porque ya no se trata de un otro alte-
del otro desde lo mismo y, por lo tanto, la rizado u objetalizado sino del porqué de su
conclusión de que ninguna representación “alterización” y su objetualización.
puede abstraerse del lugar desde donde se Y aunque ya volveremos sobre ello más
la produce. tarde, debemos señalar que, así entendido,
El segundo problema bien puede pare- el proceso de representación supone consi-
cer una extensión del anterior, pero con derar una doble dimensión de análisis: la
consecuencias un poco diferentes: la repre- primera es la cuestión de la delegación, es
sentación parece ocurrir en un cierto vacío decir, acerca de quién tiene el derecho de
cultural o, por así decirlo, en una espacia- representar a quién; la segunda se refiere a
lidad cultural sin gravedad ni conflictivi- la cuestión de la descripción, esto es, cómo
dad aparentes. Si la trayectoria de la repre- los sujetos y los diferentes grupos sociales y
sentación sale de uno mismo hasta hacer culturales son presentados en las diversas
suyo al otro, eso otro no es más que un formas de inscripción cultural, es decir, en
objeto; y de un objeto que ha sido siempre los discursos y en las imágenes a través de
objetalizado en un doble sentido: en pri- los cuales el mundo social es representado
mer lugar porque ha sido materialmente por y en la cultura. Esas dos dimensiones
integrado en una historia y un sistema que están relacionadas a través de un vínculo
lo transforma y, en segundo lugar, porque tan férreo como indisoluble.
17 Claudia Briones, La alteridad del cuarto mundo. Una deconstrucción antropológica de la diferencia,
Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1998.
18 Tomaz Tadeu da Silva, Identidade e diferença. A perspectiva dos Estudos Culturais, Vozes, Petrópolis, 2000,
pp. 33-34.
19 Kathryn Woodward, Representations, Open University, Londres, 1997.
20 Stuart Hall, “The centrality of culture: notes on the cultural revolutions of our time”, en Media and cultural
regulation, Kenneth Thompson (Ed.), Open University, Londres, 1997.
21 Ibídem, p. 9.
24 Jacques Derrida. El monolingüismo del otro o la prótesis del origen, Manantial, Buenos Aires, 2001, p. 27.
Una buena parte de los diccionarios con- tual a pensar que “aquello que soy”, “aque-
tribuye decididamente a fijar esas definicio- llo que somos”, constituye la norma, lo nor-
nes. Observemos, por ejemplo, cómo defi- mal, y que sólo a partir de allí es posible des-
nen esos términos el diccionario de la Real cribir, definir, evaluar y juzgar “aquello que
Academia Española o el de María Moliner: no soy”, “aquello que no somos”.
el término identidad supone “el hecho de ser
una persona o cosa la misma que se supone o Podríamos pensar, por otra parte, que la
se busca o bien la circunstancia de ser una per- identidad y la diferencia están mutuamen-
sona la que dice ser”; el término diferencia, a te determinadas y que, en oposición a la
su vez, es definido como: “cualidad o acci- idea anterior, es la diferencia la que ocupa
dente por el que una cosa se distingue de otra el primer lugar, esto es, aquella que a través
o variedad entre cosas de una misma especie”. de un proceso permanente y complejo de
Digamos, entonces, que toda afirma- diferenciación va creando múltiples y dife-
ción y toda definición de identidad, de rentes configuraciones de identidad.
cualquier identidad, es el resultado de una
larga serie de negaciones, de una larga serie Una vez presentada esa discusión inicial
de expresiones negativas acerca de la iden- es importante entender que identidad y
tidad: pensar en la identidad significa esta- diferencia no son sólo actos del lenguaje o
blecer “no soy tal o cual cosa”, “no somos bien que, justamente por ello, son también
tal o cual cosa”. Lo mismo ocurre con la actos de poder. A estos actos de poder
diferencia, pues cuando afirmamos la dife- podríamos denominarlos con la expresión
rencia en el otro lo que estamos queriendo “poder de representar identidades y dife-
decir es, en cierto modo, que el otro no es rencias”, un poder que se materializa en
lo que yo soy, que los otros no son lo que políticas de significación.
nosotros somos. Para el ya mencionado autor Stuart
Queda aquí claro que hay un principio Hall existen dos modos conflictivos y en
de interdependencia, y no de autonomía, lucha por las identidades. Si bien la distin-
entre identidad y diferencia. Aun así sería ción entre una y otra forma supone una
necesario explicar en qué sentido identidad oposición de hecho entre una mirada esen-
y diferencia dependen una de la otra; y nos cialista y otra antiesencialista, no cabe
parece oportuno presentar por lo menos duda de que se trata más bien de una dis-
dos versiones, en parte diferentes: tinción de orden histórico e, inclusive,
Podríamos pensar, por una parte, que la estratégico.
identidad es el origen, la referencia, el punto Habría un primer modelo de produc-
de partida inevitable e inexorable, a partir ción de identidades que considera que toda
del cual se hace posible definir la diferencia, identidad posee cierto contenido intrínse-
mecanismo que expresa la tendencia habi- co y esencial, definido por un origen
común, una estructura común de expe- quién?, o mejor aún: ¿quién tiene el poder
riencia o bien ambas cosas a la vez. De lo de representar a quién?
que se trata aquí es de descubrir el conteni- Sabemos que el poder de representar, ese
do auténtico, el contenido original de una “quién representa a quién”, es crucial para
identidad determinada y proponer, así, la las “políticas de la diferencia”. En cierto sen-
existencia de una identidad plenamente tido lo que se pone en juego aquí es que, por
constituida, independiente de otras identi- un lado, el otro parece ser un simple resul-
dades y bien distinta de cualquiera de ellas. tado directo de aquello que el “yo” y el
El segundo modelo niega tal existencia “nosotros” se representan y, por otro lado,
identitaria, original y auténtica, enfatiza la que la consecuencia de ese proceso conduce
imposibilidad de existencia de esas identi- a una disputa, a una verdadera batalla de
dades plenamente constituidas y definiti- significados acerca de quienes ostentan el
vas y afirma que ellas son siempre relacio- poder de representar y, por lo tanto, acerca
nales e incompletas. Toda identidad de la identidad y del nombre de esa identi-
depende de su diferencia y de la negación dad que nos atribuimos a nosotros mismos
de algún otro término. y que le es atribuida a los demás.
Y sería interesante pensar en aquello
De un modo tal vez muy simplificado, que Clarice Lispector escribió acerca de la
digamos que no hay nada de ingenuidad, identidad, el poder de la identidad, el
nada de inocencia y nada de neutralidad en modo a través del cual otorgamos y fijamos
las definiciones de identidad y diferencia. identidad a los demás, el modo en que
Entonces, tal vez sea necesario que la pre- damos un nombre a los otros y, además, la
gunta: ¿qué es la identidad y/o la diferencia forma en que podemos negarnos a esa
representada? (por cierto un tipo de pre- identidad, a ese nombre que nos es atribui-
gunta que, como pueden ver, está orientada do. La escritora brasileña se pregunta: “¿Yo,
hacia la naturaleza, hacia el contenido reducida a una palabra? Pero ¿qué palabra
resultante de esa representación) sea despla- me representa? Una cosa sí que sé, yo no
zada y deje lugar a una pregunta totalmen- soy mi nombre. Mi nombre pertenece a los
te diferente, y que sería mucho más signifi- que me llaman”. 26
cativa para nuestra discusión, a saber: El proceso de diferenciación que hemos
¿quién tiene el poder de representar la iden- mencionado con anterioridad sugiere,
tidad y la diferencia? o bien, de una forma siempre, la presencia de mecanismos de
todavía más sintética: ¿quién representa a poder que pueden ser relacionados, por
25 Stuart Hall, “The local and the global: globalization and ethnicity”, en Culture, Globalization and the World
System, A. King (Ed.), Macmillan, Londres, 1991, p. 21.
26 Clarice Lispector, Un soplo de vida, Siruela, Madrid, 1999, p. 27.
La escritora brasileña
Clarice Lispector.
ejemplo, con actos de demarcación de adulto/niño, etc. Y aquí vale la pena dete-
fronteras (“nosotros” y “ellos”), con actos nerse un instante en aquello que escribe
de clasificación o catalogación o etiqueta- Hélène Cixous, un ejemplo que muestra
miento (“normal” y “anormal”, “correcto” de forma cristalina el funcionamiento de
e “incorrecto”, “positivo” y “negativo”) y, las oposiciones binarias, particularmente
sobre todo, con actos de demarcación entre en lo que se refiere a la cuestión del géne-
la inclusión y la exclusión (“aquí” y “allá”). ro, es decir, a la posición “que les cabe a las
Esas separaciones, esas distinciones, mujeres”, a “lo femenino” en esa modali-
no son simplemente diferenciaciones gra- dad de pensamiento dualístico y binario.
maticales, sino modos efectivos de orga-
nizar individuos, grupos y comunidades ¿Dónde está ella?
en torno de aquello que denominamos Actividad/pasividad.
como “oposiciones binarias”, esto es, la Sol/Luna.
idea del privilegio de un primer término, Cultura/Naturaleza.
al que se le otorga un valor positivo, en Día/Noche.
desmedro de un segundo término al que Padre/Madre.
se le atribuye un valor negativo. Cabeza/Corazón.
Podríamos decir que todas las relaciones Inteligible/sensible.
de identidad y diferencia se organizan y Hombre/Mujer. 27
se ordenan alrededor de esas oposiciones
binarias, oposiciones que, reiteramos, no Si nos animáramos a jugar con Bonanza
expresan nunca una simple división del e intentamos repetir dogmáticamente la
mundo en dos clases simétricas. estructura de oposiciones anteriores, bien
Una característica común de la mayoría podríamos producir la siguiente disonan-
de los sistemas occidentales de pensamien- cia en nuestra mirada:
to parece ser, por lo tanto, una suerte de
compromiso ineludible con los dualismos, ¿Dónde está Bonanza?
a través de los cuales la diferencia se expre- Ciudad/Periferia.
sa en términos de oposiciones transparen- Cultura/Naturaleza.
tes, como por ejemplo, entre muchos Decencia/Indecencia.
otros: cultura/naturaleza, mente/cuerpo, Lo humano/Lo animal.
razón/pasión, experimento/experiencia, Inclusión/Exclusión.
salud/enfermedad, normalidad/anormali- Trabajo/Informalidad.
dad, eficiencia/deficiencia, adulto/joven, Hombre/Bonanza.
27 Hélène Cixous, “Sorties”, en La jeune née. Union Générale d’Editions, 10 / 18, París, 1975.
liga al cuerpo y a los sentidos, y, por últi- mecanismo a través del cual la vida vivi-
mo, la deformación de la experiencia en da, la vida particular, muchas veces
experimento. Veamos más detalladamente intransferible puede convertirse en
esas tres destituciones, esos tres quiebres de enseñanza para otros. Pero esa enseñan-
la experiencia. za no tiene ninguna garantía, ninguna
En el primer caso se trata de ese sentido posibilidad de universalizarse como
común que remite a la vida, a la particula- algo que siempre se volverá a repetir,
ridad de una existencia, a la posibilidad de sino que es hija de lo particular, de lo
tornar narrativa una determinada vida. La contingente, de esas vicisitudes de la
acumulación, los años, el paso de la vida se vida […] La experiencia no es aquello
vuelve experiencia. Hay aquí una asocia- que agota el sentido, no es aquello que
ción entre experiencia y sabiduría. Supone se vuelve ley, sino que es aquello que
la idea de ese hombre anciano que guarda trabaja en el interior de la fragilidad
en su lenguaje y en su memoria lo vivido humana. Es, esencialmente, la narra-
por él pero, también, lo que le fue transmi- ción de la fragilidad humana. 30
tido por otro para, ahora, transmitirlo a su
propia comunidad. En esas historias que En el segundo caso, hablamos de la
guardaban sus rasgos de fábula, que guarda- experiencia como sensibilidad, como
ban la posibilidad de ofrecer parábolas de la aquello que se liga a los sentidos o, dicho
existencia, enseñanzas, lo que se ponía en de otro modo, aludimos a la centralidad
evidencia es que la experiencia no es algo del cuerpo como portador de un saber
universal, abstracto, necesario, sino que la que, a través de los sentidos, describe y
experiencia es particular, contingente, frá- atesora el orden del mundo. Esa forma
gil, que su transmisión no está garantizada de la experiencia, que era una forma
pero que hace de la narración el vehículo clave en el conocimiento de la naturale-
indispensable para que generación tras za sin la cual, por ejemplo, toda la física
generación puedan ir recuperando y escu- de Aristóteles hasta el siglo XVI no hubie-
chando las palabras que se guardan, sin ra existido, estalla en mil pedazos cuan-
llave, en el tesoro de la experiencia. En ese do se produce la llamada revolución
sentido nos comenta Ricardo Forster: científica de la modernidad, esto es, el
advenimiento de un lenguaje matemáti-
En esa narración, de algún modo se co que reduce la experiencia sensible a
guarda ese gesto de la transmisión, ese error a la hora de formular leyes científi-
30 Ricardo Forster, Benjamin y los tejidos de la experiencia, Clase virtual del curso de posgrado “Experiencia
y Alteridad en Educación”, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Buenos Aires, 2006, p. 7.
La experiencia supone también que algo ral, a que la experiencia es siempre expe-
me pasa a mí. No que pasa ante mí, o fren- riencia de alguien o, dicho de otro modo,
te a mí, sino a mí, es decir, en mí. El lugar que la experiencia es, para cada cual, la
de la experiencia soy yo. Es en mí (o en mis suya, que cada uno hace o padece su pro-
palabras, o en mis ideas, o en mis represen- pia experiencia.
taciones, o en mis sentimientos, o en mis La transformación deviene del hecho de
proyectos, o en mis intenciones, o en mi que ese sujeto sensible, vulnerable y
saber, o en mi poder, o en mi voluntad) expuesto es un sujeto abierto a su propia
donde se da la experiencia, donde la expe- transformación o a la transformación de
riencia tiene lugar. Larrosa lo define como sus palabras, de sus ideas, de sus senti-
el “principio de subjetividad”, o “principio mientos, de sus representaciones, etc. Y es
de reflexividad”, o bien, “principio de por eso que existe una relación constituti-
transformación”. Veamos por qué. va entre la idea de experiencia y la idea de
La reflexividad tiene que ver aquí con formación, y es por eso mismo que el
la idea de que la experiencia es un movi- resultado de la experiencia sea la forma-
miento de ida y vuelta: de ida, porque ción o la transformación del sujeto de la
supone un movimiento de exterioriza- experiencia.
ción, de salida de uno mismo, de salida Por otro lado, la experiencia también
hacia fuera, un movimiento que va al alude a la noción de pasaje, de pasar, de
encuentro de eso que pasa, al encuentro recorrido, de trayectoria. La experiencia
con el acontecimiento. Y es de vuelta por- supone una salida de sí hacia otra cosa y
que la experiencia supone que el aconteci- supone también que algo pasa desde el
miento me afecta a mí, que tiene efectos acontecimiento hacia mí, que algo me
en mí, en lo que yo soy, en lo que yo pien- viene o me adviene. Ese paso, además, es
so, en lo que yo siento, en lo que yo sé, en una aventura y, por tanto, tiene algo de
lo que yo quiero, etc. incertidumbre, supone un riesgo, un peli-
La subjetividad apunta a que el lugar de gro. Por eso la experiencia deja una huella,
la experiencia es el sujeto o, dicho de otro una marca, un rastro, una herida. Así lo
modo, que la experiencia es siempre subje- comenta el propio Larrosa:
tiva. Pero se trata de un sujeto que es capaz
de dejar que algo le pase, es decir, que algo De ahí que el sujeto de la experiencia
le pase a sus palabras, a sus ideas, a sus sen- no sea, en principio, un sujeto activo,
timientos, a sus representaciones. Se trata, un agente de su propia experiencia, sino
por tanto, de un sujeto abierto, sensible, un sujeto paciente, pasional. O, dicho
vulnerable, expuesto. Además, la idea de de otra manera, la experiencia no se
subjetividad refiere al hecho de que no hace, sino que se padece […] Porque la
puede hablarse de una experiencia en gene- experiencia suena y resuena a finitud.
Es decir, a un tiempo y a un espacio educación pero, sobre todo, con los modos
particular, limitado, contingente, finito. en que habitamos el mundo: la finitud, la
Suena también a cuerpo, es decir, a sen- corporalidad, la existencia contingente, la
sibilidad, a tacto y a piel, a voz y a oído, herida, la muerte, la paciencia, la pasión, el
a mirada, a sabor y a olor, a placer y a padecimiento, la vacilación, la vulnerabili-
sufrimiento, a caricia y a herida, a mor- dad, el temblor, la sensibilidad. Y de allí, lo
talidad. Y suena, sobre todo, a vida, a imprevisto, lo que no puede planificarse, lo
una vida que no tiene otra esencia que que no es utilitario, en fin, la alteridad.
su propia existencia finita, corporal, de Y cuidar al otro, en ese sentido, no es
carne y hueso. Tal vez reivindicar la cuidarlo de su propia herida, de su propia
experiencia sea también reivindicar un muerte, de su propia contingencia, de su
modo de estar en el mundo, un modo propia pasión, de su propio padecimiento,
de habitar el mundo, un modo de habi- de su propia vulnerabilidad. Es, ante todo,
tar, también, esos espacios y esos tiem- pensarlo y sentirlo como sujeto de su expe-
pos cada vez más hostiles que llamamos riencia. Es, más que nada, abrirse a su mis-
espacios y tiempos educativos. Unos terio, a su vacilación. Es, además, compar-
espacios que podemos habitar como tir la finitud de nuestras existencias.
expertos, como especialistas, como pro-
fesionales, como críticos. Pero que, sin 5. Para seguir sintiendo y pensando,
duda, habitamos también como sujetos entonces
de experiencia. Abiertos, vulnerables,
sensibles, temblorosos, de carne y Bonanza instala lenguajes narrativos que
hueso. Unos espacios en los que, a respiran a lo largo de todo el documental,
veces, sucede lo otro, lo imprevisto. con paciencia y padecimiento; y son refle-
Unos espacios en los que a veces vacilan jos claros de un conjunto de experiencias
nuestras palabras, nuestros saberes, que no pueden ser sino singulares, subjeti-
nuestras técnicas, nuestros poderes, vas, contingentes e individuales. Hay allí,
nuestras ideas, nuestras intenciones. por ejemplo, palabras que nos hablan de la
Como en la vida misma. 33 muerte (“Si mi hijo no me mata a mí pri-
mero, yo lo mato a él”, dice el personaje);
Así, podríamos entrever que la recupe- palabras que nos dicen cosas sobre su lugar
ración de la experiencia y la narración edu- y el lugar de sus hijos en el mundo (“Mirá
cativas tiene mucho que ver con ciertos que yo no estoy marginado, ¿eh? Nosotros
modos de habitar el mundo propio de la tenemos nuestra casa, nuestro motor, nues-
tro coche, trabajamos. Podés decir que ¿Cómo pensar en ese quiebre, en esa
somos locos porque en invierno pescamos ruptura, en esa pérdida del sabor y saber de
metidos en el agua con escarcha […] Pero la experiencia en manos del privilegio otor-
sabemos que, si no, llega el fin del día y la gado al experimento y a la experimenta-
que se viene es grossa”), sobre el propio cui- ción?
dado, sobre la realidad (“Juro, como que
me afeito la barba, que el noventa por cien- ¿Y cómo hacerlo, además, cuando los
to de los programas que muestran margina- planes y programas de nuestras institucio-
les está armado”), sobre el pasado, sobre el nes insisten cada vez más en la necesidad
presente y el futuro. de ciertas dotaciones cognitivas necesarias,
Y lo peor que podríamos hacer luego de de los alumnos y alumnas, respecto de lo
ver el documental es instalar demasiado que hay que saber (más allá y más acá de la
rápidamente un debate acerca de cómo nos experiencia vivencial y corporal), de lo que
representamos y configuramos la identidad se debe poseer para, más luego, alguna vez,
del otro, la identidad de los otros que allí ser algo y alguien en este mundo que nos
aparecen, es decir, apresurarnos a juzgarlo es incomprensible y que nos deja boquia-
todo bajo el mandato de lo correcto o lo biertos y perplejos?
incorrecto, lo normal o lo anormal, lo
excluido y lo incluido, etc. Queríamos pro- Y, por último: ¿cómo sería posible nave-
ponerles la posibilidad de sustraernos de gar entre el mar de la experiencia y la
ello y, más bien, alentar la posibilidad de narración y el oleaje furibundo del experi-
referirnos un poco más a la idea de destitu- mento y el lenguaje codificado, ese lengua-
ción de la experiencia, de la sensibilidad, je tan pretendidamente universal e imper-
de lo vivencial y sus narrativas en nombre sonal, como falto de vitalidad y de conver-
del experimento, pues nos parece que hay sación?
allí una cuestión particularmente álgida y
sensible para el campo de la educación y En primer lugar digamos que lo que
sobre la cual vale la pena sugerir otro tipo diferencia clara y ostensiblemente la expe-
de debate. Y acudiremos para ello, otra vez, riencia (y sus lenguajes) del experimento (y
a algunas ideas recientemente expuestas sus lenguajes) es su singularidad, su carác-
por Jorge Larrosa. 34 ter irrepetible, su pluralidad y su incerti-
Para comenzar, les dejamos tres núcleos dumbre. Revisemos más de cerca esos prin-
de preguntas: cipios diferenciadores.
34 Jorge Larrosa, Experiencia y alteridad en educación, Clase virtual del Curso de posgrado “Experiencia y alte-
ridad”, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2006.
Así como un experimento tiene que ser rrencias, una experiencia es, por el contra-
homogéneo, es decir, tiene que significar lo rio, irrepetible.
mismo para todos los que lo leen, una En tercer lugar, si un experimento siem-
experiencia, en cambio, es siempre singu- pre se produce como generalidad, la expe-
lar, es decir: para cada cual la suya. Si todos riencia es para cada cual la suya o, en cada
nosotros asistimos a un acontecimiento o, caso otra o, lo que es lo mismo, siempre
dicho de otra manera, si a todos nosotros singular, de modo que la experiencia es,
nos pasa algo, por ejemplo, la muerte de entonces, plural. Ante el mismo hecho (la
alguien, o la lectura de un poema, o una muerte de alguien, la lectura de un poema,
relación de amor, el hecho es para todos el el amor hacia otro) hay siempre una plura-
mismo, lo que nos pasa es lo mismo, pero lidad de experiencias. La experiencia, por
la experiencia de la muerte, la experiencia tanto, es el espacio en el que se despliega la
de la lectura y la experiencia del amor, la pluralidad, produce la pluralidad y la sos-
manera como cada uno siente o vive o tiene como pluralidad.
piensa o dice o cuenta o da sentido a esa Por último, si un experimento es, por
muerte, a ese poema, a ese amor, es, en definición, anticipable (aunque ello depen-
cada caso, diferente, singular. Por eso da de uno o de varios cálculos de probabi-
podríamos decir que todos vivimos y no lidad) la experiencia no puede ser, jamás,
vivimos la misma muerte. La muerte es la anticipada. No puede saberse de antemano
misma desde el punto de vista del aconte- cuál va a ser el resultado de una experien-
cimiento, pero singular desde el punto de cia, adónde puede conducirnos, qué es lo
vista de la vivencia, de la experiencia; que que va a hacer de nosotros. Y eso porque la
todos vivimos y no vivimos la misma lectu- experiencia no tiene que ver con el tiempo
ra del poema, esto es, que el poema es el lineal de la planificación, de la previsión,
mismo, pero singular. Y que todos vivimos de la predicción, de la prescripción, sino
y no vivimos la misma relación de amor. con el tiempo de la apertura, de lo que se
Que el amor es el mismo, pero singular. abre. La experiencia siempre tiene algo de
Algo parecido nos dice Emmanuel Lévinas, imprevisible, de impredecible, de impres-
cuando sugiere que todo hijo es (en tanto criptible. La experiencia siempre tiene algo
que experiencia) el primer hijo, que todo de incertidumbre. Aún más: la incertidum-
hijo es, entonces, hijo único. 35 bre es constitutiva de la experiencia, por-
En segundo lugar, si un experimento que es apertura de lo posible, sí, pero tam-
tiene que ser repetible, esto es, si debe sig- bién de lo imposible, de lo sorprendente,
nificar lo mismo en cada una de sus ocu- de lo que no puede ser.
36 Jorge Larrosa, Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel, Laertes, Barcelona, 2003.
37 Ibídem.
38 Ibídem.
39 Ibídem.
40Jorge Larrosa, Algunas notas sobre la experiencia y sus lenguajes, seminario organizado por el Ministerio
de Educación, Ciencia y Tecnología de Argentina, 2003.
C A P Í T U L O 2
La edad del borde:
buscando al otro
A propósito de Nadar solo
“Mi responsabilidad para con el Otro supone un vuelco tal que no puede
señalarse más que por un cambio de estatuto de “yo”, un cambio de tiem-
po y quizá un cambio de lenguaje. Responsabilidad que me saca de mi
orden y, al apartarme de mí, al descubrir la otredad en lugar de mí, me
hace responder por la ausencia.”
Maurice Blanchot.
cación, pero también época en la que esas y del inconsciente, aquello que expresa la
palabras que supuestamente remitían a la vida pero que, en Martín, parece querer
fraternidad, a los amigos, a la pertenencia bordear la muerte, el abismo. Cierto clima
inician su propio despiste; van quedando de ambigüedad rodea la presencia decisiva
atrás mientras el horizonte se acerca con del agua, a veces se la muestra como ele-
velocidad sorprendente. Un tiempo de la mento cobijador y otras, en especial frente
vida en el que hay que tomar decisiones al agua del mar, como capaz de remitir a lo
para las que no se está preparado. Bella e sublime y amenazante, a eso inconmensu-
impiadosa, la adolescencia constituye un rable que siempre ha significado el mar
desafío de primer orden, una dura prueba para los seres humanos. Vienen a nuestra
de la que no es sencillo salir indemne. A memoria aquellos cuadros de Turner o de
veces sin darnos cuenta solemos arrastrar a Friedrich, los dos maestros del romanticis-
lo largo de nuestras vidas las marcas deja- mo inglés y alemán de la primera mitad del
das por ese período. siglo XIX, en los que el mar, omnipresente,
nos recuerda nuestra fragilidad, el límite de
Nadar solo cuenta la historia de Martín la vida humana. Tempestad y naufragio.
Cánepa, y lo hace sin apresuramientos, sin Pero también sueño y viaje. Las dos cosas
acontecimientos decisivos, o colocándolos están, indirectamente, en Nadar solo.
–cuando aparecen– en una cotidianeidad Mientras que en Kids el mundo de los
nada desenfrenada ni urgente. Es el relato jóvenes se nos muestra como tierra devasta-
de una búsqueda, pero también de una da, como un ámbito en el que nada parece
despedida; es el itinerario hacia el encuen- quedar en pie cuando lo que gobierna es el
tro siempre postergado con el hermano desenfreno, la adicción, la violencia, el des-
ausente el que modela el viaje hacia su pro- conocimiento del otro, la despreocupación
pio interior. Desde la imagen inicial, la que que arrasa el alma de los jóvenes que apenas
nos muestra a Martín nadando bajo el si asoman de la infancia y ya nos transmi-
agua de una pileta, hasta la recurrente pre- ten una cruel desesperanza, en Nadar solo se
sencia del río y del mar, de lo líquido como trata de otra cosa, nos conduce hacia otra
metáfora que encierra muchas cosas, la experiencia: la de un camino que está por
película tiene que ver con el nacimiento y construirse, la de una vida que intenta bus-
con la muerte, con lo iniciático y con la car sus huellas, sus orientaciones, en medio
pérdida, con la apertura hacia lo nuevo y de una abrumadora sensación de vacío e
distinto y con el cierre de lo conocido. El indiferencia. Lejos del sabor amargo de
agua, que nos remite al líquido amniótico, Kids, de su aire apocalíptico, magnificado
al deseo de hogar, de vientre materno, pero en la escena del final en la que nadie parece
que también nos señala el orden de los quedar a salvo, Nadar solo quiere penetrar
impulsos, el vasto mundo de las pulsiones en la vida de un adolescente sin efectos
La película recrea ese clima, lo exacerba, propia amarra a un orden del sentido capaz
lo lleva a su extremo y va rodeando al de sacarlo de tanto abismo. No es casual
espectador con una atmósfera que le que los adultos sientan cierto rechazo por
recuerda su propia realidad. En Las flores esos jóvenes desgarbados y ensimismados
del mal Baudelaire ha expresado este senti- que parecen ir por la vida sin que nada les
miento de pesadez, de aburrimiento y pér- interese, indiferentes a las señales que pro-
dida de sentido que envuelve la vida del vienen de la sociedad y que adquieren las
hombre en la ciudad moderna: formas amenazantes del “deber ser”. Los
“Nada es tan pesado como esos días padres, muchas veces, proyectan sobre sus
amorfos, cuando el tedio, que surge de una hijos sus frustraciones, el duro reconoci-
triste falta de curiosidad, al ir cayendo los miento de sus propias limitaciones. El ado-
gruesos copos de las nevadas toma las pro- lescente suele ser un espejo en el que no
porciones de la inmortalidad (Spleen).” 41 nos gusta mirarnos.
Nada más difícil, entonces, que estar en
2. El espejo de la adolescencia: vértigo e el cuerpo del adolescente, en ese cuerpo
identidad escindida incómodo de llevar, pleno de cambios per-
turbadores, de deseos que estallan pero que
“¡Ay, pobre enamorado de quiméricos países! no siempre encuentran realización. Difícil
¿Habrá que encadenar o al mar arrojar también el lugar del adulto que pasa gran
al marinero borracho, inventor de las Américas
y cuyo espejismo hace más amargo el abismo?” parte de su día con ellos, en las aulas, bus-
CHARLES BAUDELAIRE. cando un punto de encuentro que no siem-
pre está a la mano y que muchas veces se
El adolescente quizá pueda ser mirado pierde en la multiplicación del desinterés
como ese otro de nuestras vidas adultas que, como un cáncer, devora las horas de la
que permanentemente nos recuerda lo que enseñanza. La única escena de la película en
hemos olvidado, lo que hemos traicionado la que se muestra la relación entre los jóve-
de nosotros mismos, lo que se fue perdien- nes y un profesor está atravesada por el fra-
do con el correr de los años y de las grises caso, la rutina embrutecedora, el desgano
rutinas. En este punto, la adolescencia es que se manifiesta en las actitudes físicas de
un intento, no siempre logrado, por huir los estudiantes y en el propio desinterés del
de lo que se muestra en el horizonte a tra- profesor que se sabe derrotado por una rea-
vés de las vidas de los padres. Es una sub- lidad que lo sobrepasa. Nada más duro que
versión de lo establecido que, sin embargo, saberse mirado desde la indiferencia, y ésa
va en busca de su propia identidad, de su es muchas veces la sensación que tienen los
41Charles Baudelaire, Las flores del mal, Visor, Madrid, 1982, traducción de Jacinto Luis Guereña, p. 103.
profesores de colegio secundario ante esos sin el cual es muy difícil armar una vida,
rostros impávidos que lo observan desde alcanzar ese momento insustituible que
una lejanía inexpugnable e inalcanzable. tiene que ver con el descubrirse en la mira-
De ahí también el fastidio y la crispación da del otro, saberse interpelado por ella. Y
que rodea esa ardua tarea que es la de la eso es precisamente lo que el adolescente no
transmisión de conocimientos. Como si en suele encontrar en la mirada de los adultos,
el aula también se reprodujera esa mutua ya sean sus padres o, también, sus profeso-
dificultad que existe a la hora del reconoci- res, porque suele buscarla en sus pares, en
miento entre los adolescentes y los adultos, aquellos con los que puede construir una
como si el fracaso del vínculo con los cofradía, dándole a su identidad frágil la for-
padres llegase hasta el interior de la escuela. taleza que le otorga la pertenencia al grupo.
La realidad del adolescente es creada, Si bien no es novedosa la percepción de
como diría Arthur Schopenhauer, por “el la adolescencia como una etapa muy espe-
acto del deseo”, pero no de aquel que suele cial del crecimiento, de la formación del
venir de los mandatos adultos sino del que individuo, como un momento de comple-
nace en su interior y como búsqueda de sí jas acechanzas y equívocos, de oportunida-
mismo. Pero lo significativo de este deseo des y de pérdidas, como un momento
que conmueve las fibras íntimas del joven absolutamente clave que sin embargo no
es que, por lo general, sólo encuentra su suele contar con la comprensión de los
camino cuando se deja mover por el deseo adultos, hoy, entre nosotros, su fragilidad
del reconocimiento. Y ese deseo puede ser es más intensa, como lo son sus opacidades
puesto en distintas personas, incluso hasta y las dificultades que encuentra a la hora
pueden adquirir, esas personas, rasgos fan- de expresar sus propios deseos y necesida-
tásticos, ser el producto de una ficción que des. Como si en el cuerpo del adolescente
intenta plasmarse en la realidad. Así, se hubiera proyectado, con cierta saña, el
Martín, en parte, ha creado a su hermano vacío que suele rodear la realidad de los
Pablo, y esto independientemente de que adultos; como si el lugar de la falla estuvie-
no se trate de la emergencia de un delirio; ra situado en aquellos que salen en busca
lo ha creado como necesidad imposterga- de un sentido que no logran hallar en sus
ble ante sus propias dudas, sus sensaciones padres o en las instituciones educativas.
oscuras y cargadas de sinsentido. Así, para Martín será Pablo quien encarne
Pablo funciona, en todo caso, como la el núcleo más profundo de sus propios
referencia posible, como el norte que orien- deseos, de esa necesidad de salir a encon-
ta el camino a seguir, como el reemplazo de trarse con una parte de sí mismo que se ha
un padre indiferente que no logra entrar al extraviado y de la que no pueden dar cuen-
mundo de su hijo y que se desliza por su ta aquellos que, en la infancia, se ofrecían
propio ensimismamiento. Pablo es el otro como fuentes de identidad. Para el adoles-
42 Arminda Aberastury y Mauricio Knobel, La adolescencia normal, Paidós, Buenos Aires, 1980, pp. 15-16.
43 Rainer Maria Rilke, “Infancia”, en El libro de las imágenes, Júcar, Madrid, 1984, pp. 144-145.
Pero vayamos un poco más lejos, En este sentido, y pensando en ese com-
juguemos con las metáforas y pensemos plejo, difícil, pero maravilloso intercambio
la relación entre viaje y adolescencia. que se genera cotidianamente entre los
Quizás lo propio de esa etapa de la vida docentes y los alumnos, en esos cruces en
sea el deseo de salir de viaje, de escapar de los que se pone en juego, no sólo lo que es
las angustias que la rodean, de esas que del orden del conocimiento sino la apertu-
tienen que ver con el cuerpo y los senti- ra de un aspecto más intenso y profundo
mientos, con el duro trabajo de forjarse de la transmisión, una película como
una identidad que, en verdad, estará Nadar solo constituye una excelente opor-
siempre en estado de inquietud y crisis. tunidad para apreciar, sin prejuicios, aque-
La adolescencia como un mundo en ebu- llo que atraviesa la vida del adolescente, lo
llición, como un amasijo de experiencias que conmueve su sensibilidad y su inteli-
difíciles de traducir que invaden lo cono- gencia; aunque precisamente por las pecu-
cido y lo aceptado, pero que también liaridades de esa misma época de la vida,
confrontan con el sentimiento de abismo nada resulta lo suficientemente claro desde
y de pérdida de ese suelo nutricio y segu- la perspectiva de los gestos que nacen, en
ro que era la infancia. Por eso resulta tan este caso, de Martín. Se trata, por parte de
complicado construir puentes con los los adultos que interactúan con los jóvenes,
adolescentes, como si el permanente flujo de abrirse a esa sensibilidad, de compren-
de sus sentimientos cambiantes produje- der que muchas veces una mirada esquiva
ra una extraordinaria inquietud en los o un gesto corporal de supuesto desinterés
adultos. El viaje del joven tiene todos están guardando otra cosa, y que depende
esos condimentos, es siempre precario, de la mirada del otro que eso que se guar-
incompleto, intenso, de giros bruscos, da salga verdaderamente a la superficie.
novedoso, y pone en evidencia la fragili- Nuevamente es esa reflexión ya clásica de
dad constitutiva de eso que grandilo- Arminda Aberastury la que nos aclara esta
cuentemente denominamos “identidad”. situación:
En todo caso lo que pone en evidencia
esa experiencia vital del vivir es que los Lo específico del conflicto en este perí-
propios adultos están tocados por esa fra- odo es algo totalmente inédito en el ser:
gilidad, como si el adolescente tuviera su definición en la procreación y la
una extraña capacidad de interpelar los eclosión de una gran capacidad creativa.
interrogantes nunca cerrados y estuviera Buscan logros y encuentran satisfaccio-
allí para señalarnos nuestras dudas, nues- nes en ellos. Si estos logros son desesti-
tras faltas, nuestras frustraciones. Tal vez mados por los padres y la sociedad sur-
por eso nada sea más arduo que atravesar gen en el adolescente sufrimiento y
la mirada del joven. rechazo. Pero el diálogo del adulto con
Tal vez uno de los méritos de Nadar solo obviamente, constituyen el meollo del vín-
sea, precisamente, el de mostrarnos esa culo entre docentes y jóvenes. Pero, en un
desorientación, ese deslizamiento hacia el sentido más amplio, nos confronta con el
vacío que parece rodear no solamente la cuidado del otro que puede manifestarse
vida y la acción de los adolescentes. Su en lo más pequeño e insignificante, en
impacto nos alcanza y nos cuestiona más aquello que pasa desapercibido, en ese
allá de que, aparentemente, se esté relatan- gesto mínimo que casi no alcanza a delatar
do la peripecia de un joven muy poco interés alguno. Aprender a mirar al otro, a
expresivo. En todo caso, la película tam- comprender sus necesidades, a descifrar sus
bién nos remite a ese magnífico libro de gestos y a percibir sus propios tiempos es,
Michael Ende, La historia sin fin, que tanto tal vez, la tarea más difícil pero imprescin-
éxito tuviera en el cine pero que guarda en dible de la educación.
la letra impresa su sentido más bello e
intenso. Allí, Michael Ende nos relata las 4. Para seguir sintiendo y pensando,
aventuras de un niño, Bastián Baltasar entonces
Bux, quien descubre que de él, de la com-
binación de su lectura e imaginación, Nadar solo nos ofrece, como dijimos, un
dependerá la salvación del reino de la fan- sinnúmero de cuestiones para el análisis,
tasía que está siendo arrinconado por el para el trabajo, para la discusión. Abre las
avance inclemente de la nada que todo lo puertas a ese abismo, a esa fractura del uni-
devora a su paso, allí donde los niños han verso adulto y a su propia infancia, sus pro-
perdido su relación con la fantasía. Ende pias ilusiones, sus propios anhelos.
penetra con maestría en uno de los sínto- Dijimos, además, que tal vez lo más intere-
mas centrales de nuestra época: el avance sante podría estar en esa mirada que hace
de la insignificancia, la caída en picada que el cuidado del otro no se disfrace de
libre de la fantasía, la falta de estímulos grandes discursos, de grandes obras, de
genuinos que rodea a la infancia y a la ado- grandes pretensiones, sino en un gesto
lescencia. Pero es también una reflexión quizá mínimo, ese guiño que le da a enten-
sobre el profundo abismo que separa el der al otro que nos sentimos responsables
mundo de los adultos de su propia infan- por él.
cia, de sus antiguos sueños. En todo caso, Muchos teóricos del campo de la educa-
nos habla de una incomprensión que suele ción y la cultura, así como muchos agentes
acabar en juzgamiento apresurado. políticos, consideran que cuidar al otro
puede ser sinónimo de pensar en su futuro,
Es, siguiendo esta huella, que creemos que en lo que vendrá. Sobre todo cuando de lo
una película como Nadar solo permite que se trata es de configurar al otro en un
penetrar en todos estos problemas que, presente cargado de desigualdad, de exclu-
porque ese futuro se refiere a un después Todos solemos depositar una gran
que es, ciertamente, un después de una expectativa en el carácter formativo, movi-
utopía, esto es, se refiere a la educación, a lizador y transformador de la escuela en la
la palabra educación a partir de un tono sociedad, apostando al hecho de que su
ciertamente utópico; y, en segundo lugar, efectividad dependería del esfuerzo, la
porque esa semántica temporal transfiere competencia, dedicación y voluntad políti-
todo significado, toda realidad y toda per- ca. La idea de que la escuela tiene poder
cepción del presente educativo hacia un para cambiar la vida de las personas y que
futuro educativo. puede contribuir para que la sociedad y el
Y quizás haya que pensar, también, en mundo se vuelvan mejores, todavía persis-
el uso abusivo de esta férrea asociación te con mucha vehemencia y vitalidad. Aun
entre educación y futuro, en el marco de así, tal vehemencia y vitalidad parecen
ciertas ideas o tradiciones de las políticas remitir, ya no al presente educativo y esco-
públicas (por “progresistas” o “liberales” lar, que es generalmente criticado, cuando
que sean) y de determinadas líneas edito- no denostado, sino a su inscripción en una
riales en educación. De hecho, hay una temporalidad futura, a un más que proba-
producción infinita de documentos, infor- ble y más que deseado futuro educativo.
mes, leyes, artículos, capítulos y libros que Lo plantea de este modo Cristina
contienen, casi necesariamente, casi como Corea:
obligación, esa idea de poner en el futuro,
esa idea del después del futuro educativo. Durante la modernidad, la infancia y la
En segundo lugar, deberíamos detener- escuela son, prácticamente, sinónimos.
nos un instante en la propia idea de futuro En el contexto del Estado Nación, la
como tiempo y como temporalidad, para niñez se percibe sólo bajo las figuras del
poder pensar en las marcas, los pliegues y hijo y del alumno: los dispositivos esta-
las metáforas utilizadas para expresarse en tales de institución de la infancia ope-
educación. Y esto no es un detalle menor, ran sobre el cuerpo de los cachorros a
pues poner en foco la idea temporal de través del discurso familiar y escolar. La
futuro ha sido objeto de vastos y casi inter- fórmula es bien conocida: si, para el
minables debates, no sólo en el campo de Estado, los niños son los hombres del
la educación, sino también, y fundamen- mañana, la familia y la escuela –por
talmente, en el de la filosofía. delegación estatal– tendrán que asegu-
Por último, podríamos inclusive poner rar el destino de esas semillas. ¿De qué
en discusión las diferencias entre la expre- modo queda asegurada la transforma-
sión una educación para el futuro y otra, ción de un niño en un buen ciudadano?
bien diferente: una educación abierta al La garantía de ese trabajo está asegura-
porvenir. Veamos. da por la educación. El dispositivo peda-
gógico, término que marca la relación de ¿Por qué, entonces, repetimos tanto la
los niños y los adultos a lo largo de las idea de futuro en la educación? ¿Tal vez
instituciones del Estado, pauta una porque el presente se nos vuelve insoporta-
modalidad de relación con la infancia ble? Si fuera así, la educación se transfor-
que es decisiva para la institución de la maría en una relación con un presente que
niñez. Pero no sólo los niños quedan se posterga y se desdibuja. Un presente que
moldeados bajo el dispositivo pedagógi- se borra, que se niega, se oculta, se enreda
co: también los adultos, también el vín- en cientos de historias del después, del tal
culo entre los niños y los adultos, tam- vez nunca jamás. Un presente que hay que
bién el saber, la autoridad; también, dejarlo de lado, desarraigarlo, descuajarlo
incluso, una significación del tiempo: del presente. Un presente que parece no
todo lo que aprendas hoy ha de servirte servir como presente.
mañana. 47 ¿Qué decir, entonces, del argumento de
futuro que se establece alrededor de la pro-
¿Qué significa, entonces, hablar del mesa del trabajo, de la promesa de la ciu-
futuro de la educación, de la puesta en el dadanía, de la promesa de la lectura, de la
futuro de la educación, de la apuesta al promesa del conocimiento, de la promesa
futuro educativo? ¿Qué tipo de subjetivi- del ser-adulto, de la promesa profesional,
dades crea? ¿Cómo piensa, si lo hace, el de la promesa de emancipación, etc., pues-
presente educativo? tas no en el presente sino, repito, en el
Quizás haya que preguntarse qué ocurre futuro? ¿Y qué hacer con ese presente edu-
con la educación cuando, en vez de relacio- cativo que no es sino aquello que se reab-
narla con ese futuro despersonalizado, la sorbe en el seno de un futuro, que si bien
vinculamos a la función del porvenir, ese puede resultarnos nuestro es, también y a
tiempo que, al decir de Jorge Larrosa, la vez, ajeno, un futuro que puede ser de
nombra nuestra relación: “con aquello que los otros y que, al mismo tiempo, puede
no se puede anticipar, ni proyectar, ni pre- resultarles ajeno? Un futuro que nos es
ver, ni predecir, ni prescribir, con aquello anticipado, proyectado, predicho y, sobre
sobre lo que no se pueden tener expectati- todo, prescripto en la promesa educativa,
vas razonables, con aquello que se puede por la promesa educativa.
fabricar, con aquello que depende de nues- Ocurre que estamos demasiado habi-
tro saber, de nuestro poder y de nuestra tuados a pensar el tiempo y la temporali-
voluntad”. 48 dad no sólo como sinónimos, sino también
47Cristina Corea e Ignacio Lewkowicz, ¿Se acabó la infancia?, Lumen, Buenos Aires, 2000, p. 34.
48Jorge Larrosa, “Dar la palabra. Notas para una dialógica de la transmisión”, en Habitantes de Babel.
Políticas y poéticas de la diferencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), ob. cit., p. 408.
ha transformado. Incluidas estas leyes en la decir, puede ser tratada como un proce-
dimensión temporal, el cambio y el progre- so de acomodar el futuro al pasado o
so se identificarían y servirían como sinó- como un recurso para desarrollar el
nimos de “tiempo”: “tiempo” como cam- futuro […] La idea de educación se
bio y “tiempo” como progreso. resume formalmente en la idea de la
Y si bien el pensamiento de finales del reconstrucción continua de la experien-
siglo XIX comienza a introducir una pers- cia, idea que es distinta de la educación
pectiva no naturalista sino histórica y cul- como preparación para un remoto futu-
tural, la clásica imagen de una supuesta fle- ro, como desenvolvimiento, como for-
cha direccional, lineal, homogénea y uni- mación externa y como recapitulación
versal del tiempo, apenas si se modifica: del pasado. 49
así, el binomio orden y cambio muta sólo
en parte y se sintetiza en el término inno- Pero al mismo tiempo en que la moder-
vación, apenas para introducir una cierta nidad crea esa temporalidad ordenada y
capacidad creativa humana. secuenciada del inicio, del comienzo y de
Si bien no constituye un objetivo de lo nuevo, también se crean alborotos, tor-
esta parte del texto, podríamos pensar por bellinos, neblinas, en fin, confusiones y
ejemplo en la lógica argumentativa del desorientaciones temporales, determinada
materialismo histórico, al explicar el cam- por todo aquello que no puede ser ordena-
bio progresivo de las sociedades en térmi- do y sujetado a la idea del tiempo original,
nos de leyes naturales y objetivas represen- el tiempo original de lo nuestro que, en su
tadas por relaciones de producción; idea de superficie, parece ignorar y desconocer
cambio progresivo que también puede ras- todo aquello que excede ese tiempo.
trearse en autores de los siglos XIX y XX, La historia, entendida como una simple
como por ejemplo, James, Durkheim, compilación de hechos, comienza a perder
Dewey, Mead, Weber, entre muchos otros. su mecánica de sistematicidad y rigurosi-
A propósito de ello es interesante la dad, es decir, comienza a desvanecerse a
siguiente cita de Dewey porque allí se resu- partir de la idea de que toda temporalidad
me la fórmula que plantea con precisión es discontinua y múltiple: la evolución,
las relaciones entre tiempo y educación: que antes se veía como inevitable, pautada,
progresiva y superadora, ya no se deja ni se
La educación puede concebirse como puede percibir como tan universal y prede-
retrospectiva o prospectivamente. Es cible. Quizá el cambio más interesante
49John Dewey, citado por Clara Romero Pérez en El conocimiento del tiempo educativo. Laertes, Barcelona,
2000, p. 66.
está ni aquí ni ahora y que, tal vez, nunca En ese sentido Derrida hace surgir la
esté, nunca reaparezca en la vida del otro, idea de un quizá, que es a la vez un posi-
en cuanto fabricación hecha en cuanto tal, ble-imposible:
desde fuera, en cuanto modelaje del tiem-
po del otro, modelaje, fabricación, tan “El pensamiento del quizá involucra
improbable como imposible. quizá el único pensamiento posible del
La pregunta que aquí cabe nos parece acontecimiento. Y no hay categoría más
que sería: ¿el futuro educativo es una tem- justa para el porvenir que el del quizá. Tal
poralidad para alguien, para un otro, que pensamiento conjuga el acontecimiento, el
sólo va a adquirir sentido después, mien- porvenir y el quizá para abrirse a la venida
tras desconsideramos e ignoramos explíci- de lo que viene, es decir, necesariamente
tamente su presente? O bien, dicho de otro bajo el régimen de un posible cuya posibi-
modo: ¿nos interesa poner al otro en una litación debe triunfar sobre lo imposible.
subjetividad cargada de futuro que, al Pues un posible que fuera solamente posi-
mismo tiempo, rechace cualquier anclaje ble (no imposible), un porvenir seguro y
con su presente? ciertamente accesible, sería un mal posible,
Si el futuro se conjuga, siempre, sin un posible sin porvenir. Sería un programa
dubitación, sin hesitaciones; si se trata, o una causalidad, un desarrollo, un desple-
entonces, de un tiempo que es directo y garse sin acontecimiento.” 50
preconstruido; si el futuro es aquel tiempo
pensado desde fuera del otro, sin su cuerpo El quizá nos conduce, de ese modo, a
ni su pensamiento ni su deseo, tal vez haya pensar una suerte de interferencia, una
que pensar en la discontinuidad del tiem- interrupción entre el futuro y el porvenir,
po, en algo que pueda quebrar la hegemo- que consiste en una experiencia diferente
nía del rígido futuro, y abrirse desde y del tiempo y la temporalidad: la irrupción
hacia el porvenir. del acontecimiento.
Además, si –como hemos venido El quizá emerge cuando el porvenir
diciendo– la educación tiene que ver con el interrumpe la concepción “futurocéntrica”
acontecimiento, con lo nuevo, con lo que del tiempo, la orientación del tiempo hacia
irrumpe y desordena, la idea de tiempo el futuro, que entendemos como meta,
futuro, hasta aquí, no produce sino una objetivo, destino único, terminalidad o
masacre en lo impensable, obligando a los finalidad.
demás a una perpetua y programada Es en virtud de ello mismo que, en esa
“ascensión” hacia delante. noción “futurocéntrica” del tiempo, el sen-
ACTIVIDAD
f ) ¿Y cómo sienten los adultos que son representados,
1. Podríamos, para comenzar, pedir que esbo- definidos, pensados, percibidos y sentidos por los ado-
cen una definición breve sobre qué significa lescentes?
para cada uno la palabra “adolescencia” y la
palabra “adultez”. Sobre la base de las res- Está claro que la propuesta aquí planteada no supone
puestas sería más que interesante producir solamente el hecho de concluir en una comparación
los siguientes entrecruzamientos y/o cuestio- “estadística” de similitudes o diferencias a partir de las
namientos: definiciones de los dos grupos, sino más bien la posibili-
dad de descubrir tensiones, desencuentros, diferencia-
a) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, ciones, disyunciones, confusiones y ambigüedades entre
pensamientos y sentimientos asume el término “ado- el término “adolescencia” y “adultez”. Y les pregunta-
lescencia” entre los no-adolescentes? ¿Qué sería la mos a partir de ello: ¿Es que hay un único modo de
“adolescencia”, entonces, para la comunidad educati- entender la “adolescencia”? ¿Una única forma de inter-
va “adulta”? pretar la “adultez”? ¿Los adolescentes configuran con
sus respuestas una adolescencia singular, única y unifi-
b) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, pen- cada? ¿Hacen lo mismo con la “adultez”? ¿Los adultos
samientos y sentimientos asume el término “adultez” creen que la adolescencia es una experiencia común? ¿O
entre los adolescentes? ¿Qué sería la “adultez”, enton- más bien la suponen diversificada? ¿Y cómo se miran a sí
ces, para la comunidad educativa “adolescente”? mismos: como teniendo todos la sensación de que ser
adulto significa una misma experiencia? ¿O bien habría
c) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, pen- que estar hablando de “adolescencias” y de “adulteces”
samientos y sentimientos asume el término “adolescen- para poder comprender la complejidad y la multiplicidad
cia” entre los adolescentes? ¿Qué sería la “adolescen- de percepciones acerca de esas edades? ¿Se trata de
cia”, entonces, para la comunidad educativa adolescen- diferencias de edades y/o de generaciones? ¿Y qué con-
te? secuencias traería una respuesta en uno u otro sentido?
Y por último: ¿Con qué palabras se expresa con más fre-
d) ¿Qué significados, sentidos, percepciones, ideas, pen- cuencia y queda asociada la idea de adolescencia y con
samientos y sentimientos asume el término “adultez” cuáles la idea de adultez entre los adolescentes y entre
entre los adultos? ¿Qué sería la “adultez”, entonces, para los adultos de la comunidad educativa?
la comunidad educativa adulta?
2.En el primer punto nos concentramos en las
e) ¿Cómo sienten los adolescentes que son representa- tensiones y diferencias de ideas alrededor de
dos, definidos, pensados, percibidos y sentidos por los la “adolescencia” y la “adultez”. Nos parece,
adultos? ahora, que podríamos plantearnos algunas
cuestiones y preguntas en torno de las rela- tadas, sujetas a control permanente, negociadoras,
ciones educativas entre ellas y, también, alre- seductoras, excluyentes, violentas, de indiferencia, ner-
dedor de sí mismas. viosas, sugerentes, asimétricas, obligatorias, de domi-
nio, armónicas, idílicas, empáticas, conflictivas, necesa-
a) ¿Cómo ven y piensan los adolescentes las relaciones rias, tranquilas, etc.?
educativas que se dan con los adultos, si tuvieran que
concentrarse en aquello que los adultos “hacen con 3. Si en el primer punto les propusimos un
ellos”? ¿Se centran más, por ejemplo, en la idea de impo- debate acerca de las definiciones de los térmi-
sición o de libertad, de posibilidad o de imposibilidad de nos “adolescencia” y “adultez”, y si en el
conversación, de simetría o de asimetría, de jerarquías o segundo caso ampliamos la discusión hacia
de ausencia de jerarquías, de actitudes de paternidad- las probables relaciones entre “adolescencia”
maternidad-hermandad o a partir de actitudes diferencia- y “adultez”, nos interesaría ahora que abor-
das a las familiares, de exigencia o de condescendencia, den conjuntamente las cuestiones ligadas a
de obstaculización o de saber dar paso, de negación o de los diferentes registros de la experiencia del
afirmación, de control o de independencia, etc.? ¿Y qué presente y del futuro en los adultos y en los
otras imágenes establecen, qué otros matices explicitan, adolescentes.
qué otras miradas proponen los adolescentes acerca de
esa relación? a) ¿Qué preguntas, qué certezas, qué dudas, qué músi-
cas, qué libros, qué imágenes, qué películas, qué pala-
b) ¿Y cómo ven y piensan los adultos las relaciones edu- bras y/o expresiones, etc. posibilitan a los adolescen-
cativas que se dan con los adolescentes, si tuvieran que tes decir algo sobre el sentido y el significado de sus
concentrarse en aquello que los adolescentes “hacen presentes? ¿Cómo lo describen, cómo lo explican, cómo
con ellos”? ¿Se centran más, por ejemplo, en la idea de lo representan, cómo lo nombran, cómo lo piensan,
sumisión o de rebeldía, de interés o de desinterés, de cómo lo sienten, cómo lo imaginan? ¿Y cómo creen que
calma o de violencia, de inteligencia o de mediocridad, se relacionan esos sentidos de los presentes con sus
de pasión o de indiferencia, de creatividad o de abulia, pasados: como continuidad, como discontinuidad,
de cercanía o de distancia, de familiaridad o de peligro- como quiebre, como fractura, como abismo, como
sidad, etc.? ¿Y qué otras imágenes establecen, qué otros novedad, como desprendimiento, como oportunidad,
matices explicitan, qué otras miradas proponen los adul- como vacío, como soledad, como posibilidad, como
tos acerca de esa relación? deseo, etc.?¿Y qué relación encuentran entre todo ello y
c) Por lo tanto: ¿cómo caracterizar esas relaciones a par- el ámbito educativo específico?
tir de las preguntas anteriores y de sus probables res-
puestas? ¿Como relaciones posibles, practicables, abor- b) ¿Qué preguntas, qué certezas, qué dudas, qué
dables, utópicas, imposibles, impracticables, inaborda- músicas, qué libros, qué imágenes, qué películas, qué
bles, inciertas, en descomposición, echadas a su propia palabras y/o expresiones, etc. posibilitan a los adul-
suerte, negligentes, necesarias, intraducibles, a ser pac- tos decir algo sobre el sentido y el significado del pre-
sente de los adolescentes? ¿Cómo lo describen, cómo 4. Por último, quisiéramos dejarles un peque-
lo explican, cómo lo representan, cómo lo nombran, ño relato adaptado por nosotros (que combina
cómo lo piensan, cómo lo sienten, cómo lo imaginan? algunos trechos escritos por Alan Lightman 52
¿Y cómo creen que se relacionan esos sentidos de los y otros por Peter Pál Pelbart) 53 y que nos per-
presentes con el pasado de los adolescentes: como mite avanzar en la idea de los múltiples pre-
continuidad, como discontinuidad, como quiebre, sentes y los múltiples futuros posibles. Nos
como fractura, como abismo, como novedad, como parecería interesante su lectura y poder regis-
desprendimiento, como oportunidad, como vacío, trar sensibilidades y pensamientos en torno
como soledad, como posibilidad, como deseo, etc.? ¿Y de ella:
qué relación encuentran entre todo ello y el ámbito
educativo específico? Son las seis y diez minutos en el reloj invisible que está
en la pared. A la luz clara de la aurora, el joven emplea-
c) ¿Qué sensaciones, percepciones, ideas, palabras, do está extendido sobre la silla, la cabeza recostada en
expresiones, permiten que los adolescentes hablen acer- el borde de su escritorio. Él sueña con el tiempo, su
ca del futuro, de sus futuros? ¿De negación, importancia, naturaleza, sus misterios. Entre las múltiples naturale-
ambivalencia, dolor, negligencia, desinterés, incertidum- zas del tiempo que imaginó, una parece imponerse. No
bre, interés, curiosidad, compromiso, impotencia, conti- es que las demás sean imposibles: podrían existir en
nuidad, irrupción, discontinuidad, quiebre, fractura, otros mundos.
abismo, vacío, anhelo, inquietud, inimaginable, indesci- Este hombre se llama Albert Einstein. En sus sueños, ima-
frable, desechable, etc.? ¿Y cómo lo relacionan con su gina mundos nuevos en los cuales el tiempo puede girar
educación? en círculo o fluir al revés, demorarse según la altura, inte-
rrumpirse bruscamente. En uno de los mundos soñados
d) ¿Qué sensaciones, percepciones, ideas, palabras, por Einstein hay dos tiempos: el mecánico, metálico y
expresiones, permiten que los adultos describan y pien- rígido como un péndulo, y el corpóreo, que ondula como
sen acerca del futuro, de los futuros de los adolescentes un pez. El primero es inflexible, el segundo se decide a
con los que trabajan? ¿De negación, importancia, ambi- medida que se mueve. Para mucha gente, el tiempo
valencia, dolor, negligencia, desinterés, incertidumbre, mecánico no existe. Ignoran los relojes, comen cuando
interés, curiosidad, compromiso, impotencia, continui- tienen hambre, hacen el amor a cualquier hora del día,
dad, irrupción, discontinuidad, quiebre, fractura, abis- saben que el tiempo anda a los saltos, que anda con difi-
mo, vacío, anhelo, inquietud, inimaginable, indescifra- cultad, que carga un gran peso, pero que vuela cuando
ble, desechable, etc.? ¿Y cómo lo relacionan con las están felices. La desesperación ocurre cuando los dos
acciones, programas, propuestas, diseños y finalidades tiempos coinciden, en vez de seguir cada uno su curso.
puestos en juego en el proceso educativo? En otro mundo causa y efecto son erráticos. A veces la
52 Alan Lightman, Os sonhos de Einstein, Companhia das Letras, San Pablo, 1993.
53 Peter Pál Palbert, O tempo não-reconciliado, Perspectiva, San Pablo, 1998.
causa precede al efecto y otras veces es el efecto quien cuanto piensa, el primer hombre siente la presencia de
precede la causa. Los científicos se desesperan, nada es los otros y de sus músicas. ¿Cuál de ellas es la suya?
previsible, todo es irracional o ellos lo son. Los artistas En otro mundo un hombre duda si va a Friburgo a encon-
son felices. La mayoría vive el instante, porque es difícil trarse con cierta mujer, elegante pero ruda. Decide que-
prever el efecto de un acto presente en el futuro. Cada darse en Berna, donde conoce otra mujer con quien
acto es una isla en el tiempo, a ser juzgado por sí mismo. hace el amor muy lentamente, durante meses. Se casan,
Los empleados responden a cada insulto de sus patro- envejecen, son felices. En un segundo mundo decide
nes, cada beso es sin pasado ni futuro. encontrarse con la mujer de Friburgo, con quien hace el
En otro mundo no hay futuro, el tiempo es una línea que amor fogosamente, se casa y discute todo el tiempo.
se interrumpe en el presente. Nadie puede imaginar el Ella siempre se queja, se arrojan objetos, amenazan con
futuro, los sentidos son incapaces de concebir qué abandonarse y nuevamente hacen el amor atormenta-
pueda existir más allá de sí mismos. Cada separación damente. En un tercer mundo él resuelve ver a la mujer
entre amigos es una muerte, cada soledad es definitiva, de Friburgo, toman té, conversan, vuelve a Berna, sien-
cada risa es la última. te un vacío. Pero todo ocurre al mismo tiempo. En ese
En otro mundo, en cuanto un hombre toca el violín y pien- mundo, el tiempo tiene tres dimensiones. Así como un
sa en su esposa, otro hombre toca el violín y mira la calle, objeto puede moverse en tres direcciones, la horizontal,
un tercero toca el violín y […] Un número infinito de hom- la vertical y la longitudinal, cada futuro se mueve en una
bres se encuentran en la misma habitación tocando un dirección diferente. A cada momento decisivo, el mundo
número infinito de melodías. Esa hora en que tocan no es se trifurca, y cada mundo contiene las mismas perso-
una hora única, sino una multitud de horas. Pues el tiem- nas, pero con destinos diferentes. El tiempo contiene
po es semejante a la luz que se envían dos espejos. En una infinidad de mundos.
C A P Í T U L O 3
Racismo, tolerancia
y el cuidado del otro
Emmanuel Lévinas
Entre nosotros.
claro que hay una diferencia entre las o, dicho de otro modo, abrir la posibilidad
miradas masculinas y femeninas en lo que de que se pueda confesar lo inconfesable,
se refiere a la alteridad, a las relaciones de transparentar situaciones, jugar el juego serio
alteridad y al cuidado del otro. y determinante de la verdad. Noten, si no,
La historia de esta película, al menos la cómo inmediatamente el conserje del hotel,
cronológica, revela con inmediata claridad a quien le fuera solicitado unos minutos
los tres principios a los que aludimos en la antes que le pidiera la renuncia del trabajo a
presentación inicial de este cuadernillo: la su mejor amigo, encuentra en la gestualidad
alteridad tiene que ver con una irrupción, del sacerdote, en la presencia misma del otro
con una perturbación, con algo, con desconocido, un espacio para su preocupa-
alguien (tanto en singular como en plural) ción, desconcierto y desconsuelo.
que altera la aparente y relativa tranquili- Es que el otro, como dice Jacques
dad de un lugar, de un pensamiento, de Derrida es también aquel que, al plantear
una memoria, de una sensibilidad, de una la primera pregunta, nos pone en duda,
lengua, de una religión, de un aprendizaje, nos permite pensar, nos confunde, nos
de una ciudad, etc. Inclusive eso se revela interroga sobre la justicia misma de nues-
así desde el comienzo del filme porque la tros actos. Como si el extranjero encarnara
elección inicial tiene que ver con la llegada en sí mismo la posibilidad de sacudir el
de un nuevo sacerdote, reemplazante de dogmatismo, de poner en cuestión toda
otro, castigado por las autoridades eclesia- autoridad, todo autoritarismo. Así lo
les del lugar. Esa llegada inunda de descon- comenta Derrida:
fianza, de desconcierto, de amenaza y eso
configura una primera señal de alteridad: “El Extranjero trae y plantea la pregun-
el que llega de afuera, el que es en cierto ta temible […] La instancia paterna del
modo extranjero, el que es ajeno a lo esta- logos se apresta a desarticularlo, a tratarlo
blecido, es también portador de una ame- de loco, y esto en el momento mismo en
naza, de un peligro y, por más que sea un que se pregunta, la pregunta del extranjero
sacerdote, encarnará necesariamente la ¡sólo parece objetar con la intención de
figura del mal. A esa figura la llamaremos, recordar lo que debería de ser evidente
enseguida, la figura de un otro “maléfico”. incluso para los ciegos!” 54
Pero como toda figura de alteridad ella
también se recubre de una cierta ambigüe- Aquí está, entonces, la duplicidad que
dad, de una cierta duplicidad: de hecho, se materializa en toda figura del otro: la de
podría posibilitar una inmediata confianza ser pensado como enemigo y la de hacer-
54 Ibídem, p. 17.
55 Como por ejemplo en Homi Bhabha, El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2002.
posible: la alteridad se nos escapa, se nos – hay aquel sacerdote joven que llega a
diluye en nuestra pretensión de saber, de una peluquería;
conocimiento, control y domino; el otro, – hay una peluquera inquietante cuya
en fin, huye de la tiranía y del despotismo madre enferma y borracha, que acaba de
de lo mismo. salir del hospital, le exige y se lleva su poco
Y si no, veamos más detalladamente el dinero y, por último;
comienzo de Italiano para principiantes, esos – hay una empleada de aquella confite-
intensísimos ocho minutos iniciales, ese des- ría que vuelve a su casa y debe atender a su
file incesante de diferencias y más diferencias. padre, casi inválido y convaleciente, que la
– Hay un sacerdote joven y novato, define como una prostituta diciéndole: “Si
cuya esposa acaba de morir, que llega a su yo no estuviera aquí te acostaría con un
nueva iglesia; hombre diferente todas las noches”, y que
– hay una mujer distante y misteriosa la maltrata con la frase: “¿Crees que estoy
(que luego revelará haber pasado un tiem- aquí pudriéndome por gusto?”, a lo que
po en la cárcel) que lo recibe con dos frases ella responde, casi imperceptiblemente,
gélidas: “tenemos muchos problemas últi- como maldiciéndole, mientras le prepara la
mamente” y “no podremos darle la llave de comida: “Pues, lárgate”.
la vivienda de la iglesia”; Ese “hay” que estamos utilizando para
– hay un sacerdote anterior que lo des- cada una de las enumeraciones anteriores,
precia y le quita el saludo pues su llegada puede ser considerado como un sinónimo
anuncia, justamente, su propio retiro, su de “existe”, de “es”. Además, la reiteración
propio fin; intencional que hacemos del “hay” sugiere
– hay un gerente de hotel que le dice al que todas esas existencias, todos esos seres
conserje, su empleado más inmediato, que son y están al mismo tiempo, existen al
deberá echar a su mejor amigo de su pues- mismo tiempo.
to en un restaurante; Todo está allí, todo se nos presenta en
– hay ese amigo, criado en un orfanato, pocos minutos, como una suerte de
que le exige a la empleada de la confitería superposición de sujetos que habitan una
que le entregue todas las trufas por más misma ciudad y que se cruzan y entrecru-
que estén reservadas para otra persona; zan entre sí a través de sus desconoci-
– hay un par de comensales de aquel mientos, sus problemas, conflictos, deses-
restaurante que riñen con él por cualquier peración, agresividad, sueños y tensiones.
cosa y que le critican y se burlan por su Pero todos están allí, a la vez, y cada uno
modo de hablar italiano; constituye en sí un conjunto caótico de
– hay una empleada italiana de ese fragmentos de alteridad que, a su vez,
mismo restaurante que también discute están en relación con los fragmentos de
con él; alteridad de otros. Parecen ecos que rever-
beran de modo diferente. Parecen trozos de Además, es probable que tanta irrup-
un rompecabezas que no podremos recom- ción y tanta disyunción de sujetos diferen-
poner jamás. ¿Y dónde está, en ese comien- tes nos plantee una cierta urgencia para
zo, la alteridad, el otro? ¿Quién asume la poder tejer relaciones, en cierto modo ins-
posición amenazante? ¿Y quién corporiza tantáneas tanto cuanto definitivas y esta-
la duplicidad apenas recién comentada? La bles: ¿Cómo hará el empleado de hotel
respuesta salta a la vista: todos son otros, para despedir a su amigo? ¿Qué destino
todos amenazan algo de otros, todos se tendrá esa terrible tensión entre la pelu-
revisten de duplicidad y ambigüedad, quera y su madre? ¿Qué hará la confitera,
todos son otros de otros, todos expresan sumisa y secreta, cuando no viva más bajo
diferencias entre diferencias. la tiranía de su padre? ¿Qué posibilidades
La dirección magistral nos envuelve tendrá el nuevo sacerdote de llevar adelan-
inmediatamente, disparando ese caleidos- te su vocación en esa iglesia desprestigiada
copio de imágenes de alteridad, cada una y silenciosa? ¿Qué se hará del viejo sacerdo-
distinta de la otra, cada una distante y cer- te? ¿Se sublevará, al fin, la empleada italia-
cana de la otra, cada una amorosa y desa- na del restaurante?
fiante a la vez, cada una próxima y radical-
mente diferente de la otra.
Esa presentación simultánea de los per-
sonajes puede jugar en nosotros de un
modo caótico, dejándonos intranquilos y
ansiosos, y es posible que inmediatamente
sintamos la necesidad de atribuir y de Italiano para principiantes: Todos son otros
determinar roles y de ordenar a cada uno y expresan diferencias entre diferencias.
de ellos en cuanto a sus probables virtudes
y sus probables defectos, en cuanto a la Hasta aquí, como vemos, parece no
determinación pura de sus identidades: haber nada en común entre los persona-
¿Quién es el bueno? ¿Quién es el malo? jes, son todas líneas fugaces y en fuga que
¿Quién es el perverso? ¿Quién desea la parecen construir una historia autónoma
muerte de otro? ¿Dónde está el racista y e independiente. A no ser por la amistad
dónde el que expresa tolerancia? ¿Quién entre el conserje del hotel y el encargado
será el más violento de todos? ¿Quién el del restaurante (al que, recordemos, pron-
más amoroso? Y, así, podríamos seguir to tendrá que despedir) y por las tensas
hasta el infinito atribuyendo identidades relaciones familiares, sólo vemos encuen-
firmes y fijas que permanezcan inalterables tros esporádicos, utilitarios, incluso efí-
y puestas en franca oposición, una con la meros y desconfiados. Y, en seguida, en
otra, a lo largo de la película. esas imágenes-movimiento y en esas imá-
yo y el otro y que, además, esa relación está específicamente de ese otro que es produ-
constituida, está solidificada sobre una cido y fabricado en términos de ser siem-
desigualdad de términos, esto es, que el pre el blanco de todas y cada una de las
“yo” y el “otro” no son términos equivalen- modalidades del racismo; es ese otro al cual
tes sino, decimos nosotros, diferencias. Patricio Peñalver define como el otro pri-
La segunda imagen que se desprende de mero, esto es, un otro que se produce y
la película nos permite poner bajo sospe- fabrica (y se trata) como enemigo real o
cha dos grandes y complejas cuestiones: la potencial. 57
reducción del otro bajo el nombre de lo Lo que nos parece significativo aquí es
diferente, la de ser enemigo, la de ser, atraer la discusión hacia el problema que
entonces, maléfico. hace ya un cierto tiempo nos fuera sugeri-
Y la tercera, tiene que ver con la posibi- do por Jean Baudrillard y Marc
lidad de deconstruir la idea de que toda Guillaume58 y que podríamos comentar
relación con el otro debe someterse, nece- del siguiente modo: frente a la pérdida del
sariamente, a la oposición entre racismo y otro como un otro radicalmente diferente
tolerancia, como únicos modos de relación de nosotros y frente a su producción como
de alteridad. Noten cómo ya desde el ini- un otro que debe ser/parecer más bien
cio del filme esa tensión se manifiesta con como próximo (a nosotros) y previsible
entera crudeza: la hija que debe tolerar a (para nosotros), no habría ninguna posibi-
un padre que la discrimina y sobre la cual lidad de erradicar el racismo, de dejar de
ejerce todo tipo de violencias, el sacerdote ser racistas, de no poder ser otra cosa sino
joven denostado por el sacerdote viejo, el racistas; en síntesis, la inevitabilidad del
tratamiento discriminatorio que atraviesa racismo en la gestión cultural, política y
las relaciones del encargado del restaurante educativa.
con los demás, el oprobio que sufre la pelu- Seguidamente presentaremos algunas
quera al tener que tolerar a su madre borra- ideas preliminares acerca del problema del
cha y vagabunda, etc. origen del racismo, oponiendo una visión
Por todas esas imágenes y esas razones de naturaleza más bien sociológica (por
es que vamos a desarrollar en este capítulo ejemplo, aquella expresada por Michel
un rápido esbozo de la cuestión del otro, 56 Wieviorka), 59 con algunas de las ideas
56 Véase por ejemplo: Carlos Skliar, ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de
las diferencias, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2001.
57 Patricio Peñalver, Argumentos de alteridad, Caparrós Editores, Murcia, 2001, p 112.
58 Jean Baudrillard y Marc Guillaume. Figures de l’altérité, Descartes, París, 1994, p. 32. Hay traducción al
español, Figuras de la alteridad, Taurus, Barcelona, 1999.
59 Michel Wieviorka. El espacio del racismo, Paidós, Barcelona, 1993.
60 Michel Foucault, Genealogía del racismo, Caronte Ensayos, Buenos Aires, 1998.
61 En buena parte de la literatura filosófica y psicoanalítica francesa, a la que hacemos referencia a partir de
los trabajos Baudrillard y Guillaume, el término autre se refiere a todo otro y a todo lo otro, en términos gene-
rales; la palabra autri, por otro lado, podría traducirse por ser-próximo a otra persona.
estrategias políticas, culturales y educativas aquello que nos hace falta es, justamente,
radicalmente disímiles. el otro, la alteridad, las relaciones de alteri-
Aquello que Occidente, por medio de dad. Pues todo encantamiento con el otro
sus gobiernos y de sus instituciones, ha se funda, justamente, en la eliminación de
hecho con esa doble figura del otro no es las alteridades radicales. El otro radical-
otra cosa sino la intención de reducir todo mente diferente de mí desaparece; pero su
otro radical en un otro próximo. Y más que desaparición es sólo textual, sólo virtual,
reducirlo de lo que se ha tratado y se trata exclusivamente una operación ficticia,
es de borrarlo, extinguirlo y acabar con pues en esa gestión del otro próximo está
toda diferencia radical. Tenemos ahí, en esa siempre presente un resto, un residuo: de
operación de transformar al otro radical en hecho, en el otro se esconde una alteridad
un otro próximo, una primera posibilidad que es ingobernable, irreductible e irreme-
de pensar el racismo en el cuerpo mismo diable. Aquel otro que fue normalizado,
del pensamiento y las instituciones moder- corregido, domesticado, medicalizado –o,
nas: la reducción de todo otro en un otro lo que no es lo mismo: que ha sido pensa-
próximo o, en otras palabras –y reflejando do, imaginado o bien deseado como tal–
así las metáforas de los autores anterior- podría despertarse en cualquier momento.
mente citados–: la elipsis del otro, o bien, Por eso es posible afirmar que vivimos
el eclipse del otro. en una época de producción del otro, de
Traducir toda alteridad radical hasta fabricación del otro. No se trataría ya de
transformarla en próxima, hacer del otro matarlo (aunque se lo mate), ni de enfren-
una elipsis y eclipsarlo obligándolo a apro- tarlo o de rivalizar con él; tampoco se trata
ximarse a nosotros, es una tentación difícil de amarlo o de odiarlo; ahora, ante todo, se
e imposible de evitar, ya que toda alteridad trata de producirlo:
radical representa siempre una perturba- “El otro ha dejado de ser un objeto de
ción a nuestra identidad, una amenaza a pasión para convertirse en un objeto de pro-
nuestra construcción “armónica” de ima- ducción. ¿Podría ser que el otro, en su alte-
gen de grupo, de comunidad, de nación, ridad radical o en su singularidad irreducti-
de género, de raza, de edad, de clase social, ble, se haya vuelto peligroso o insoportable
de sexualidad, de etnia, de cuerpo, de y por ello necesario exorcizar su seducción?
generación, etc. ¿O será, simplemente, que la alteridad y la
Baudrillard y Guillaume sugieren que relación dual (antagónica/irreductible) desa-
en este mundo, caracterizado por la supe- parecen progresivamente con el aumento en
rabundancia material, lo que es en realidad potencia de los valores individuales y la des-
extraño, lo que es una verdadera rareza y trucción de los valores simbólicos?” 62
63 Fernando González Placer, “El otro hoy. Una ausencia permanentemente presente”, en Habitantes de Babel.
Políticas y poéticas de la diferencia, Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comp.), ob. cit., p. 141.
64 Jean Baudrillard, O intercãmbio impossível, Jorge Zahar, Río de Janeiro, 2002, p. 50.
65 Jean Baudrillard y Marc Guillame, ob. cit., p. 32.
66 Emmanuel Lévinas, La huella del Otro, Taurus, México, 2000, p. 49
precisa y se rechaza, al mismo tiempo, esa de la tolerancia, bajo la forma de las políti-
figura de alteridad radical? Por una parte es cas de la tolerancia hacia los individuos y/o
posible afirmar que todo ello se vuelve hacia las comunidades. Nos detendremos
necesario para quitarnos de encima, para más adelante en esta cuestión; pero por
erradicar de nosotros, la perturbación que ahora sólo quisiéramos decir que para una
el otro provoca en nosotros; por otro lado, buena parte de los autores contemporáneos,
también es posible decir, que necesitamos al la tolerancia no es necesariamente lo contra-
otro para confirmar y dar positividad a rio del racismo e, inclusive, muchos la con-
nuestra identidad. Necesitamos del loco, sideran su antesala, esto es, entienden la
del deficiente, del niño, del extranjero, del tolerancia como una preparación consenti-
salvaje, del marginal, de la mujer, del vio- da para una violencia posterior.
lento, del presidiario, del indígena, etc., Hasta aquí, parecería que no hay víncu-
pues a una distancia prudencial todos ellos lo con el otro que no sea puesto en juego o
nos permiten reinventar y resguardar la a través de su desfiguración y aproxima-
identidad que nos auto-arrogamos, que nos ción o bien por medio del “tener que
auto-otorgamos. Necesitamos y utilizamos soportarlo”, del no haber más remedio
al loco, por ejemplo, para poder confirmar que, aunque odiándolo, “tener que aguan-
nuestra racionalidad; necesitamos y utiliza- tarlo”. Dicho de otra manera: parecería
mos al deficiente, por ejemplo, para poder que en la relación con el otro o se es un
confirmar nuestra normalidad; necesitamos dominador colonialista, o se es un estoico.
y utilizamos al extranjero, por ejemplo, Y es en este punto crucial de nuestro
para poder confirmar nuestra nacionalidad, texto donde sobreviene una suerte de para-
nuestra idea de nación, etc. doja o, si ustedes lo quieren, una suerte de
Nos queda claro, entonces, que hay una ambigüedad. Recurrimos una vez más a
relación de violencia con el otro, una violen- Emmanuel Lévinas para plantearla del
cia que en principio se produce a través de siguiente modo: no puede haber relación
su desfiguración y de su utilización con la con el otro si el otro no ingresa en esa rela-
única finalidad de garantizar nuestra identi- ción, justamente, en cuanto otro, como
dad. Nos queda claro también que disponer otro. Esto quiere decir, sin más, que toda
de “nuestra identidad”, garantizarla, hacerla relación con otro que esté basada en su pura
efectiva, supone siempre el hecho de haber invención, en su pura fabricación,
violentado “la identidad de los otros”. en su más que violenta aproxima-
La solución que Occidente (repetimos, a ción, no es una relación con el otro,
través sobre todo de sus instituciones y apa- no es una relación de alteridad.
ratos de gobierno coloniales) nos ofrece para
Italiano para principiantes:
refrendar toda esa violencia, toda esa masa- ¿Por qué se hace necesaria esa violencia
cre del otro surge hoy bajo el lema y el tema al construir diferencialmente al otro?
3. ¿Qué es el racismo? O mejor aún: ¿De y jerarquía. Según el autor, se trata de una
quién es el racismo? forma rudimentaria de xenofobia ligada a
la defensa de una identidad colectiva o
“La relación con el ser que funciona comunitaria: el preconcepto es así puesto
como ontología consiste en neutralizar en el discurso más bien para no “herir” y
el ente para comprenderlo o para apresarlo.”
para “proteger” aquellas identidades consi-
EMMANUEL LÉVINAS
deradas apropiadas, esto es, las identidades
Totalidad e infinito
propias, es decir: las identidades normales.
Al poner en cuestión el problema del Peter McLaren entiende el preconcepto
racismo deberíamos tal vez obligarnos a como:
hacer referencia a dos tipos bien disímiles
de preguntas. La primera, y la más habitual “Un prejuzgar negativo de individuos y
de ellas, sería la siguiente: “¿qué es el racis- grupos con base en evidencias no reconoci-
mo?”; la segunda, radicalmente diferente das, no investigadas e inadecuadas. Como
de la primera –y en apariencia mal formu- esas actitudes negativas ocurren con mucha
lada gramaticalmente– debería ser esta frecuencia, ellas asumen un carácter de con-
otra: “¿de quién es el racismo?”. senso o sello ideológico que es muchas veces
En relación con la primera de las pre- usado para justificar la discriminación.” 68
guntas, Wieviorka 67 revela la existencia de
toda una serie de expresiones que represen- La segregación es un concepto que se
tan, dentro de una escala progresiva, dife- formula en cierto modo en su relación con
rentes grados del “peligro del fenómeno” una idea específica de la espacialidad
racista. Esas expresiones visibles en las que humana: del espacio y de la espacialidad
el racismo se manifiesta serían, a su juicio: relacional entre el “yo” y el “otro”, entre el
el preconcepto, la segregación, la discrimina- “nosotros” y el “ellos”. El individuo o el
ción y la violencia racial. Veamos, aunque grupo que es considerado el objeto del
de modo muy superficial, cuál sería el sig- racismo –es decir: “el otro” y “ellos”– son
nificado dado por el autor a cada una de confinados hacia espacios “propios” que no
esas palabras o niveles del “peligro” racista. podrán ser abandonados a no ser en condi-
El preconcepto confiere a sus portadores, ciones tan ambiguas como restrictivas.
a sus dueños –esto es: a los miembros de La discriminación, a su vez, es un tipo de
un grupo dominante– una forma de ser tratamiento diferencialista. Es una produc-
conscientes de sus posiciones de privilegio ción específica de alteridad, que penaliza
aquello que en Occidente fue y es nombra- práctica social, cultural, política, pedagógi-
do, aún hoy, con el eufemismo “minorías”. ca, etc. Y, además, son lo que son: concep-
La operación de discriminación consiste, tos que describen el racismo, niveles de
primero, en una disminución, en la reduc- peligro que pueden ser contabilizados,
ción del otro –y también en la relación del medidos, cuantificados. Pero no son el
otro con “sus” otros– y, en segundo lugar, racismo. No explican cómo la cuestión
en dotar a todos esos otros, así “disminui- racial acaba transformándose en una cues-
dos”, de una única posibilidad de interpre- tión racista. Pues, así explicado, da la sen-
tación de sus valores y de sus normas. A una sación de que el racismo ya estaba ahí, que
minoría, a cualquier minoría, le es dado un ya formaba parte “naturalmente” de las
referente idéntico de representaciones: exis- relaciones culturales. Y no sólo ello: tam-
tiría así una única forma fija permitida, bién da la sensación de que las minorías ya
posible, de pensarse, de mirarse, de perci- estaban ahí desde siempre, y nada se dice
birse, de juzgarse, de nombrarse, etc., den- sobre cómo el otro comienza a ser produ-
tro de ese grupo. cido como un “otro minoritario”, como un
La violencia racial no sería otra cosa sino “otro disminuido”.
el hecho de tornar intencionales y explíci- El racismo parece deslizarse sin obstácu-
tas las tres expresiones anteriores. En tanto los desde el individuo o grupo “normal”
el preconcepto, la segregación y la discri- hacia el individuo o grupo “anormal”.
minación permanecen en un estado “laten- Resulta, así, una trayectoria inevitable; se
te” la violencia es su rostro material, su supone, en todos sus niveles, un fenómeno
movimiento exterior, su fuerza visible, su sin origen y sin historicidad.
acción última y final.
Pero, entonces: ¿de quién es el racismo?
Al volver a mirar bien el tipo de res- LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO
puesta que hemos dado a la primera pre-
La conciencia moderna tiende a otorgar a la distinción entre lo normal y
gunta planteada podría parecer que encon- lo patológico el poder de delimitar lo irregular, lo desviado, lo poco razo-
tramos en el preconcepto, en la segrega- nable, lo ilícito y también lo criminal. Todo lo que se considera extraño
ción, en la discriminación y en la violencia recibe, en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión cuando se
trata de juzgar y de la inclusión cuando se trata de explicar. El conjunto de
racial todo tipo de explicaciones a nuestra
las dicotomías fundamentales que, en nuestra cultura distribuyen a
pregunta más habitual acerca del racismo. ambos lados del límite de las conformidades y las desviaciones, encuen-
Esos fenómenos se van extendiendo, se van tran así una justificación y la apariencia de su fundamento. Lo normal se
diseminando, ocupan cada vez más las constituye como un criterio complejo para discernir sobre el loco, el
enfermo, el pervertido, el animal o el niño escolarizado. 69
espacialidades y las temporalidades de la
Más allá de las razones que acabamos de Así, la cuestión de la raza fue absorbida
exponer, ese tipo de teorización no acaba por el Estado como una estrategia discursi-
de explicitar la violencia ya materializada va constituida por técnicas médicas y nor-
de aquello que se llama preconcepto, segre- malizadoras. El Estado comenzó a trans-
gación y discriminación, dejando implícita formar aquello que había sido hasta enton-
la sensación de una falaz tautología: sola- ces un sentido plural de las razas por el sen-
mente la violencia es violenta, sólo el racis- tido singular de raza. Y en virtud de ese
mo es racista. efecto discursivo es que, a fines del siglo
Veamos bien. En la introducción a la XIX, aparece el racismo de Estado, un racis-
versión española de Genealogía del racismo, mo que es, al mismo tiempo, de naturale-
el filósofo Tomás Abraham define el racis- za biológica y centralizadora. Para
mo, ni más ni menos, como la metafísica Foucault, hay dos ejemplos bien claros del
de la muerte del siglo XX. Y en la clase del racismo de Estado durante el siglo XX: el
7 de enero de 1976, Foucault considera racismo nazi, expresado en la protección
que el racismo es la condición de aceptabi- biológica de la raza y en la desaparición del
lidad de la matanza, en una sociedad en la otro como enemigo racial (judíos, gitanos,
cual la norma, la regularidad, la homoge- discapacitados, etc.); y el racismo soviético
neidad, constituyen sus principales funcio- que, en oposición al anterior, consiste no
nes sociales. ya en una transformación drástica de la
El racismo nació, en la genealogía idea de “razas” por la idea de “raza” sino en
que nos ofrece Foucault, en el momento un cambio silencioso, pausado, pensado en
en que la cuestión de “la pureza de la sus mínimos detalles y, por eso, de orden
raza” sustituye a la cuestión de la “lucha cientificista (desaparición del otro como
de las razas”, esto es, en el momento enemigo político). Pero en ambos casos
mismo en que se estaba por ejercer la hay algunos elementos en común que per-
conversión de una contra-historia 70 en miten responder a nuestras cuestiones
un racismo de tipo biológico. El racismo anteriormente formuladas: “¿de quién es el
surge, entonces: “como el pensamiento racismo”? Es el Estado el que es racista, el
invertido de la lucha de razas, el proyec- racismo pertenece al Estado; y “¿qué es el
to invertido, la profecía invertida de los racismo”?: es tener el derecho a la muerte,
revolucionarios”. 71 es tener el poder de la muerte.
70 Para Tomás Abraham, la expresión refiere al primer discurso histórico-político de Occidente, elaborado en
el siglo XVII por parte de una aristocracia ya decadente. Esta contra-historia es la que introduce el modelo de
la guerra para pensar la historia y es la que refuerza el sentido binario, de oposición, de los enfrentamientos
de las razas.
71 Michel Foucault. Genealogía del racismo, ob. cit., p. 72.
72 Friedrich Nietzsche, Todos los aforismos, Leviatán, Buenos Aires, 2001, p. 132.
Un ejemplo del tenor y del tono de la no es más que el resultado de un cierto ago-
discusión sobre la tolerancia presente en tamiento, de un cierto cansancio producto
Voltaire surge, por ejemplo, en el capítulo de las matanzas y de las masacres entre los
IV, donde expresa el siguiente raciocinio: pueblos. Así definida, la tolerancia podría
“Algunos dijeron que si usáramos de una ser entendida como una aceptación del
indulgencia paternal con nuestros herma- otro, pero en el sentido de una cierta resig-
nos errantes que rezan a Dios en mal fran- nación; de esto se trataría la tolerancia reli-
cés, estaríamos poniéndoles armas en las giosa típica de los siglos XVI y XVII.
manos” 73 y en el capítulo VI, en el que se En segundo lugar, el autor indica que la
lee: “El derecho de la intolerancia es, pues, tolerancia puede resultar también de un
absurdo y bárbaro; es el derecho de los tipo de actitud pasiva, relajada, inclusive
tigres, y bien más horrible, pues los tigres tal vez neutra, que es indiferentemente
sólo atacan para comer, en cuanto nosotros positiva frente a la diferencia.
nos exterminamos por parágrafos”. 74 Pero Una tercera posibilidad del significado
tal vez la expresión más contundente y pre- de la tolerancia nos revela un cierto tipo de
cisa de Voltaire acerca de la tolerancia surja “estoicismo moral”: el reconocimiento, por
de la siguiente cita: principio propio, de que los otros poseen
sus derechos, aunque los ejerciten de tal
“¿Qué es la tolerancia? Es un patrimo- modo que resulten poco atractivos para
nio de la humanidad. Estamos llenos de nosotros. En cierta forma, lo que aquí apa-
debilidades y errores: la primera ley de la rece como tolerancia es en realidad un tipo
naturaleza exige que nos perdonemos recí- de actitud no hostil que se establece en
procamente nuestras torpezas.” 75 relación con aquello que es inevitable: la
existencia y la experiencia del otro.
Michael Walzer produce una recons- Por último, una posibilidad de signifi-
trucción interesante de la historia y de los cación que expresa la abertura, la curiosi-
sentidos impresos en la idea de la toleran- dad, quizá el respeto, o tal vez la voluntad
cia. Entiende la tolerancia, en primer lugar, de escuchar y de aprender del otro, e inclu-
como un significado altamente variable y, al sive –en lo que sería la máxima expresión
ahondar en sus orígenes históricos, sugiere de tolerancia para este autor–: “una admi-
un primer hecho más que interesante: que sión entusiasta de la diferencia”. 76
73 Utilizamos para este trabajo la versión en portugués: Tratado sobre a tolerância, Cortez, San Pablo, 1993,
pp. 23-24.
74 Ibídem, pág. 37.
75 Voltaire, Dizionario filosofico, Einaudi, Turín, 1995.
76 Michael Walzer, Tratado sobre la tolerancia, Paidós, Buenos Aires, 1998, pp. 25-26.
Pero el objetivo de Walzer no es sólo el posmoderna que opera en otro nivel al ins-
de cuestionar los sentidos de la palabra talar dos tipos de cambios discursivos: el
tolerancia, sino el de comprender el proble- primero, en el nivel de la representación de
ma de la política y las políticas de la tole- las identidades, y el segundo en el nivel de
rancia, subrayando así las ambigüedades de las espacialidades del “yo” y del “otro”, del
los diferentes regímenes de tolerancia que “nosotros” y “ellos”.
los hombres y sus gobiernos han construi- En el primer caso se sugiere la existen-
do a lo largo de la historia. cia de una transformación radical en la
La historia de la tolerancia se fue des- habitual oposición entre
plazando a partir del privilegio del indivi- “nativos” e “inmigran-
duo en detrimento del reconocimiento de tes”, disolviéndola en la
ciertos grupos o, por el contrario, desde el idea de “nosotros”, en
privilegio de determinados grupos, dejan- verdad, “ser todos
do de lado y sin resolver la cuestión de lo extranjeros” 77, ser todos
individual, de la autonomía, de la especifi- otros. En el segundo,
cidad y de la singularidad del sujeto. supone que ya no puede
Walzer observa que así se generaron dos mantenerse la separa- La “tolerancia” implica jerarquía
formas de tolerancia: la asimilación indivi- ción del “yo” y del “otro” en y despotismo.
dual y el reconocimiento del grupo. La con- la medida en que todo es
quista de la ciudadanía de los trabajadores, diferencia, todo es alteridad: alteridad en
de las mujeres, de los negros, de los inmi- mí y alteridad en el otro, alteridad en noso-
grantes, de los homosexuales, de los discapa- tros y alteridad en ellos.
citados, etc., significó un paso decisivo en la Hay una escena en Italiano para princi-
cuestión de los derechos humanos. Aun así, piantes que bien puede expresar todo lo
es interesante resaltar que el principio del que intentamos decir hasta ahora. Se trata
reconocimiento estaba sustentado en la idea del momento en que el gerente se dispone,
de homogeneidad, en el concepto de igual- finalmente, a despedir al encargado del res-
dad, no necesariamente localizado en la taurante. Si miramos con atención ese
dimensión de la(s) diferencia(s). momento, cargado de intensidad y de ner-
Pero Walzer incorpora otro sentido a la viosismo, veremos cómo trabaja sobre la
palabra tolerancia, el de una tolerancia idea del desplazamiento de la figura del
77 En este sentido, es interesante revisar algunos de los trabajos de Julia Kristeva (principalmente, 1993) que
discuten un conjunto de cuestiones psicológicas, morales y religiosas en relación con la alteridad y con la mis-
midad. De hecho, la autora retoma el conocido argumento bíblico al enfatizar que no debemos oprimir al
extranjero, ya que todos fuimos extranjeros en la tierra de Egipto.
VECINOS Y EXTRAÑOS
otro y cómo explicita un conjunto de redes tadora de una alteridad que escapa siempre
de relaciones de alteridad hasta allí no a lo mismo y a lo idéntico. Ese nuevo con-
totalmente delineadas: lo que deja en sus- cepto permite pensar en el proceso de dife-
penso el despido (suspenso que, luego, no renciación, más allá de toda suerte de lími-
será tal) es el surgimiento de un personaje tes, sean éstos culturales, nacionales, lin-
hasta allí escondido, irrelevante, extranje- güísticos, etc.
ro. Se trata de la ayudante de cocina italia- La différance no es una distinción, una
na. Pese a las apariencias, porque siempre esencia o una oposición, sino un movi-
parece ser un personaje objeto de litigio, es miento, una referencia a la alteridad, a una
ella la que comienza a hilvanar el tejido heterogeneidad que no es, primero, oposi-
fino de las relaciones: “si lo despide, él cional. Las diferencias son, para este autor,
desaparece y también desaparece Jorgen diferencias políticas y, por tanto, diferen-
Mortensen”, dice, anunciando un amor no cias de oposición, en oposición.
revelado hasta ahí. Y es la amorosidad de El problema de la obsesión por el otro
una extranjera, la que hace posible poner resulta de la transformación violenta de un
en carne viva un conjunto de relaciones otro específico en un otro específico, otro
nuevas, insospechadas, decisivas. material, portador de un trazo o de una
marca identitaria –que pensamos que es–
5. Entonces: la pregunta por el otro, particular, concreta y negativa. Digamos,
la pregunta acerca del otro, el cuidado del para comenzar, que ese otro específico
otro nunca es el mismo, aunque la obsesión sí
lo sea: es nuestra obsesión que va cambian-
“Más allá de breves y terroríficas iluminaciones, do de otro en otro, la que fabrica siempre
los hombres mueren sin haber siquiera sospechado lo y a cada día otro diferente.
que era el Otro.”
Si el otro se ha convertido en una obse-
JEAN-PAUL SARTRE
sión de lo que se está hablando es de un
El ser y la nada.
otro comprendido generalmente como
Jacques Derrida vuelve necesaria y cru- otro extranjero, inmigrante, marginal,
cial la distinción entre el término diferen- deficiente, vagabundo, analfabeto, etc., y
cia y el de différance. 78 La différance sería la que es pensado, siempre, en los términos
anarquía que improvisa, una anarquía por- de una oposición rígida entre exclusión e
78 Jacques Derrida y Elizabeth Roudinesco, Y mañana qué…, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, pp.
22 y ss.
79 Zygmunt Bauman, “Modernidad y ambivalencia”, en Las consecuencias perversas de la modernidad,
Josetxo Beriain (comp.), Anthropos, Barcelona, 1996, p. 77.
inclusión, esto es, un otro que es percibido tes. Los diferentes obedecen a una construc-
como pura alteridad, como alteridad de ción y son un reflejo de un largo proceso
afuera, como una alteridad exterior. que podríamos llamar diferencialismo, esto
Por las razones hasta aquí expuestas, es, una actitud –sin duda racista– de separa-
cabría preguntar, entonces, si la escuela ha ción y de disminución de algunos trazos, de
intentado discutir sobre la cuestión del algunas marcas, de algunas identidades en
otro, o si bien aquello que le preocupa es, relación con la vasta generalidad de diferen-
más bien, su obsesión por el otro. cias. Las diferencias no pueden ser presenta-
En las últimas décadas numerosos tex- das ni descritas en términos de mejor o peor,
tos, documentos oficiales, discursos espe- bien o mal, superior o inferior, positivas o
cializados y dispositivos técnicos han anun- negativas, etc. Son, simplemente, crucial-
ciado un viraje educativo desde la más pura mente, álgidamente, diferencias.
hegemonía hacia la más pura diversidad. Pero el hecho de traducir algunas de
En ese pasaje, se dice, hay una profunda ellas como diferentes –y ya no como dife-
renovación de las prácticas escolares, básica- rencias–, vuelve a posicionar estas marcas
mente producida por el cambio de enfoque como contrarias, como opuestas y negati-
que pone en juego, no ya el aprendizaje, la vas a la idea de “norma”, de lo “normal” y,
lengua, el comportamiento único, etc., sino entonces, de lo “correcto”, lo “positivo”, de
la multiplicidad y la diferenciación de “for- lo “mejor”, etc. Lo mismo sucede con otras
mas de estar en el mundo escolar”. diferencias, con todas las diferencias, sean
Sin embargo, cabe la duda de pensar si lo éstas raciales, sexuales, de edad, de género,
que está en juego no sería más bien una de lengua, de generación, de clase social,
nueva retórica, matizada, eso sí, por una de religión, etnia, etc. Se establece, así, un
serie de eufemismos como “el respeto”, “la proceso de diferencialismo que consiste en
tolerancia”, “la aceptación del Otro”, pero separar, en distinguir, dentro de la diferen-
de cuyas raíces y sentidos todavía debemos cia, algunas marcas a las que podríamos
desconfiar. Y debemos hacerlo, en primer denominar diferentes y de hacerlo siempre
lugar, porque nos da la sensación de que la a partir de una connotación peyorativa,
educación en general no se muestra preocu- negativa, subalterna. Y es ese diferencialis-
pada con las diferencias sino con aquello mo el que hace que, por ejemplo, la mujer
que podríamos denominar como una cierta sea considerada el problema en la diferen-
obsesión por los “diferentes”, por los “extra- cia de género; que el negro lo sea en la dife-
ños”, o tal vez en otro sentido, por “los rencia racial; que lo sea el niño o el ancia-
anormales”. Me parece crucial trazar aquí no en la diferencia de edad; que el joven lo
un rápido semblante sobre esta cuestión, sea en la diferencia de generación; que el
pues se viene confundiendo –digamos trági- sordo sea el problema en la diferencia de
camente– la(s) diferencia(s) con los diferen- lengua, etc.
7. ¿Qué situaciones, momentos y expe- a Italia entre los estudiantes y el nuevo pro-
riencias de racismo se viven dentro de las fesor. Si ya nos referimos a la ligazón entre
viajar y pedagogía, ahora nos interesa lo
instituciones escolares? ¿Cómo pensarlas
relativo al “poner en común” y la pedagogía.
sin hacer recaer en el otro el origen de No nos cabe ninguna duda de que de
todos los males? eso se trata en pedagogía y de que en eso
consiste, además, uno de los problemas
8. ¿Y qué valor le damos a la tolerancia más acuciantes y temibles de la pedagogía,
dentro de la convivencia grupal en el el de no poder “poner en común”. De
interior de las instituciones educativas? hecho, transitando por los diferentes nive-
les de enseñanza, siempre recogemos esa
9. Por último: ¿piensan que “cuidar al inquietud, ese temor, esa dificultad y esa
otro” significa tener que tolerarlo? ¿O necesidad. En el caso de las escuelas
podemos pensar ese cuidado a partir de medias, las diferencias de generación, de
otras palabras, de otras relaciones, de edad, de clases sociales, de gustos musica-
otros modos de nombrar? les, de religión, de vestimenta, de lenguas,
etc., parecen ser siempre obstáculos insal-
Por último, quisiéramos proponerles vol- vables para ese “poner en común”. Y nóte-
ver un instante hacia Italiano para princi- se que no le atribuimos a la adolescencia el
piantes. Aunque la película nos parezca, origen del problema; no son los adolescen-
sobre todo, un interesante juego de imáge- tes los que se niegan a poner en común. Ni
nes sobre las diferencias, los diferentes, las tampoco son los profesores, está más que
relaciones de alteridad, el racismo y la tole- claro; no se trata de averiguar quién o quie-
rancia, también nos parece un excelente nes huyen del poner en común, pero la
material para poder pensar acerca de lo que cuestión es que tal cosa en común parece
pueda querer decir el “poner en común”. El difícil de instalarse, si no imposible. Y pre-
reemplazo del profesor de italiano por el guntamos: ¿qué momentos, qué activida-
encargado del restaurante constituye un des, qué estilos de acciones, qué temas y
buen ejemplo del poner en común. Las dife- qué circunstancias les hicieron ver que la
rencias se mantienen, no se trata de supri- cosa en común era imposible? ¿Y cuándo
mirlas, de borrarlas, de tolerarlas o de igno- sintieron que la cosa en común era posible?
rarlas. Se trata, eso sí, de encontrar algo que Y tal vez esas preguntas puedan desdoblar-
pueda ser puesto en común. Y no es casual, se en tanto y en cuanto pensemos “la cosa
entonces, que esa búsqueda de la cosa en en común” no sólo como una propuesta,
común predomine en la película, desde su bien o mal recibida, de los profesores, sino
mitad hacia el final, a través del curso de ita- en las relaciones de los profesores entre sí y
liano y de la propuesta de un viaje conjunto de los alumnos entre sí.
C A P Í T U L O 3
La calle Azul
y el caleidoscopio
educativo
Emmanuel Lévinas
Totalidad e infinito
“Quizás únicamente aquel que soporta sesenta. Su narrativa y su estética están sal-
la experiencia de la privación picadas de cierta nostalgia, esa que surge
de la casa puede ofrecer la hospitalidad.” cuando nos desplazamos con el recuerdo y
la imaginación hacia la trama de un tiem-
JACQUES DERRIDA po pasado en el que supuestamente acon-
La hospitalidad. tecieron sucesos inolvidables, de esos que
dejan una marca que nos acompaña a lo
largo de la vida. Entre la nostalgia y el
aprendizaje, la película nos va conducien-
1. La búsqueda de las identidades do por los caminos a través de los cuales se
quebradas va conformando el itinerario vital del joven
Moses Schmitt. Sus peripecias, sus difíciles
“¿Qué sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy? relaciones con un padre derrotado y depre-
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tanta cosa!” sivo, sus flirteos con las prostitutas que
pueblan esa calle habitada por inmigrantes
ÁLVARO DE CAMPOS de diversas geografías entrelazados con las
Tabacaria mujeres de la noche que se han vuelto un
paisaje cotidiano para Moses, sus visitas al
Ibrahim y las flores del Corán nos almacén de Ibrahim quien le irá mostran-
remonta en el tiempo y nos lleva a una do otro costado del mundo y de la vida,
pequeña calle parisina de principios de los constituyen el eje de una película en la que
Moses vive solo con su padre en un la película, uno de los núcleos del viaje de
departamento cuyas paredes están cubier- Moses que partirá de la calle Azul, pasará
tas de libros. Mientras su padre trabaja, el por Turquía y regresará al punto de partida
adolescente se ocupa de los quehaceres señalando la profunda transformación
domésticos, ya que en sus vidas hubo un operada en su interioridad.
antes y un después convertido en relato Decíamos que el filme constituye una
mítico: el abandono de la madre que, aventura pedagógica, algo así como lo que
supuestamente, se fue con el hermano se consideraba, en siglos pasados, la forma-
mayor, Paulie, dejándolos solos al menor ción del carácter como eje alrededor del
con su padre, quien no hace otra cosa más cual debía girar la educación de un joven.
que recordarle lo inteligente y perfecto que Y, efectivamente, los espectadores asisti-
es ese hermano al que nunca conoció. A mos a un complejo viaje en el que Moses
escondidas de su padre, que parece vivir en irá descubriendo algunos de los significa-
su propio mundo, o en los restos de un dos del vivir; y lo hará conducido por un
mundo hecho de malos recuerdos y de viejo musulmán de origen persa y por la
frustraciones, Moses va juntando dinero sabia actitud de esas hetairas que se volve-
para realizar su sueño: acostarse con alguna rán maestras no sólo del deseo y del cuer-
de las prostitutas que pueblan sus días y po sino también de los sentimientos y la
con las que tiene un trato casi familiar. El ternura. Ahí vemos aparecer una de las cla-
dinero es el producto de pequeños engaños ves de la historia: el encuentro de un joven
hechos en la administración de la econo- judío que no tiene conciencia de su identi-
mía hogareña y de recurrentes robos reali- dad con Ibrahim, un antiguo inmigrante,
zados en el almacén de Ibrahim, que pare- el “árabe” del barrio, que le irá transmi-
ce indiferente ante las acciones de Moses. tiendo tanto su sabiduría, aquello que
Esa relación quebrada con el padre extrae de su Corán, del libro de su vida,
marca, en gran medida, el proceso interior como su afecto, su propia necesidad de un
de Moses, su búsqueda de otra experiencia hijo, de alguien, Moses, con el que cons-
que lo saque de esa repetición rutinaria en truir una relación sólida, esa que surge de
la que se encuentra y que se ha construido la capacidad de escu-
a partir del silencio o de la indiferencia del char y de aconsejar sin
padre. Será en el hueco dejado por la imponer, dejando que
“ausencia” del padre, que reduplica a la de las cosas se vayan
la madre, donde veremos desplegarse el dando naturalmente.
camino del muchacho, su encuentro con
aquellos adultos que sí posarán su mirada El señor Ibrahim. La solidez
de una relación surge de la
en él abriendo la posibilidad del reconoci- capacidad de escuchar y de
miento. Es ésta, quizás, una de las claves de aconsejar sin imponer.
algo externo y ajeno, sino como parte de la entre el maestro y el alumno, un puente de
apertura al mundo de la experiencia, a esa ida y vuelta por el que cada uno transita
disposición, que está en Ibrahim, de trans- dándole algo al otro. Ese dar es, entonces,
mitir escuchando, de ofrecer sin violentar, recibimiento, acogida y se vuelve patrimo-
de acoger sin domesticar. En este sentido nio común.
el relato fílmico permite, en el espacio
complejo y muchas veces surcado de pre- 2. El vértigo ante el abismo de la
juicios del aula, inaugurar una discusión identidad
entre el profesor/a y los alumnos capaz,
precisamente, de quebrar esas barreras, “Nadie nace una sola vez. Si tenemos suerte, vol-
dejarse impregnar por las particulares vemos a la superficie en brazos de alguien; o podemos
visiones de los personajes y transferirlas al no tenerla, despertar cuando el largo rabo del terror
plano de la cotidianeidad real, la que viven te roce el interior del cráneo.”
los profesores y los alumnos, esa que los
confronta permanentemente con sus pro- ANNE MICHELS
pios prejuicios y su propia incapacidad Piezas en fuga
para ser hospitalario con el otro.
Es sugestiva, siguiendo esta huella, una Mientras la relación con el padre se
enseñanza que, como al pasar, le transmite empobrece cada vez más, hasta alcanzar su
Ibrahim a Moses cuando éste se siente final cuando Moses se queda solo, el vín-
dolido por la traición de quien considera culo con Ibrahim se despliega en el senti-
su primera novia, Myriam; el lector del do de una nueva experiencia de paterni-
Corán, el viejo almacenero simplemente le dad que no nace del lazo de sangre sino
dice que “lo que tú das es tuyo para siem- que se conforma entre los pliegues del
pre”; que ese amor que Moses le ha dado a afecto y la transmisión. Literalmente
Myriam lo hace mejor a él, constituye un Ibrahim se va transformando en el padre
núcleo irreductible de su interioridad, una que ha perdido o que quizá nunca tuvo
ganancia que nadie le podrá sacar aunque Moses, ese padre ausente que nunca se
él, en ese momento, se sienta traicionado. detuvo a escucharlo, que jamás intercam-
Es claro que Ibrahim está hablando de él, bio más que palabras formales o de repro-
de su relación con el joven, de ese dar que che y que dejará la casa para suicidarse
se vuelve hospitalario porque es abierto, (Moses le dirá a Ibrahim, cuando se ente-
generoso, genuino y que contribuye por un ra de la muerte del padre, que “suicidarse
lado a cultivar el espíritu de Moses y, por el es peor que abandonar a tu hijo”). De
otro, a acercarlo a su maestro. La enseñan- algún modo, Moses nace de nuevo en el
za verdadera, parece querer decirnos sentido en que lo plantea Gilles Deleuze
Ibrahim, es la que construye un puente cuando dice que “no se trata de buscar los
orígenes, perdidos o borrados, sino de quien era, pero ahora consciente de su par-
tomar las cosas allí donde nacen, en el ticularidad. Metáfora que nos recuerda que
medio, hender las cosas, hender las pala- no hay nada más preciado que el nombre
bras. No buscar lo eterno, aunque se trate propio y que precisamente es ese núcleo
de la eternidad del tiempo, sino la forma- clave de la biografía el que cada vez se
ción de lo nuevo, la emergencia”. 81 muestra más frágil, allí donde solemos ser
Dos escenas nos remiten a esa experien- portadores de nombres vaciados de toda
cia de nacimiento, a ese giro en la vida del significación, nombres ausentes de sí mis-
adolescente que lo llevará hacia una nueva mos, carentes de pasado.
comarca. Una es aquella en la que Ibrahim Insistimos sobre esta cuestión que cre-
le enseña el secreto de la sonrisa. La otra es emos muy importante y que marca una
la que muestra cómo, mientras el joven parte esencial de la experiencia de los ado-
pinta las paredes de su departamento, pare- lescentes: la obsesiva búsqueda de las raí-
des que han quedado vacías de libros y de ces, la interrogación respecto de la biogra-
la presencia del padre, aparece sorpresiva- fía allí donde lo que se muestra es lo ende-
mente su madre y, sin reconocerlo, le pre- ble, lo carente, lo que necesita ser llenado
gunta por Moses; mientras el espectador con algún contenido. Por eso la adoles-
está tal vez esperando una escena de reen- cencia y la primera juventud suelen ser
cuentro, el joven le dice que su nombre es una época de la vida en la que se apuesta
Mohamed y que lo único que sabe de ese fuerte, radicalmente, y se intenta ir a
otro joven es que tenía un hermano. La fondo como queriendo compensar el vér-
respuesta de la madre lo libera definitiva- tigo ante el abismo de la identidad, ante la
mente de la figura del padre y de sus anti- disolución de las estructuras conocidas
guos rencores, al responderle que ella sólo que suele acompañar a esa edad. Y por eso
ha tenido un hijo. Pero es también una también el rechazo respecto de aquellos
suerte de nuevo nacimiento que sólo podía adultos que o se muestran indiferentes o
surgir a partir de la desmitificación del quieren mostrarse como los detentadores
pasado, de esos orígenes misteriosos que le del único saber verdadero despreciando el
impedían a Moses encontrarse, adquirir un que portan los jóvenes. De ahí la perma-
nombre que lo representara genuinamente, nente tensión que atraviesa toda experien-
que diera cuenta de ese profundo cambio cia educativa y que la película pone, desde
que estaba experimentando. En realidad, distintos planos y perspectivas, en clara
nunca más en la película se volverá a pre- evidencia. Hay un poema de Rainer M.
sentar como Mohamed, seguirá siendo Rilke que nos habla de la niñez pero que
85 George Steiner, Lecciones de los maestros, Siruela y Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p. 26.
plaza por la vida amparado en las enseñan- (¿no alcanzamos a recordar, siendo ya adul-
zas del Corán y en su infinita capacidad tos, de qué modo nos sentíamos en aque-
para saborear los distintos momentos que llos años de la vida, como extranjeros en
le ofrece el día a día; y un adolescente cuyo nuestra casa?), y en el cruce de estas dos
pasado le pesa, cuya madre vive en su formas diversas de extranjería (si es que
ausencia y cuyo padre lo desconoce, pero vale esta palabra) se pone en juego la expe-
que siente los estímulos de la vida, los soni- riencia del reconocimiento y de la hospita-
dos, las formas y los olores de la calle, de lidad. No es casual, en este sentido, que los
sus mujeres, del deseo abierto que se vuel- personajes centrales de la película perte-
ve artesanía iniciática y que se deja decir nezcan a los márgenes de la condición
por ese anciano que parece guardar el teso- francesa y católica, que uno provenga del
ro de la experiencia, y que está dispuesto a mundo musulmán y el otro, aunque no
ofrecérselo, con la sola condición de ir tenga demasiada conciencia de ello, sea de
abandonando sus prejuicios. la saga de Moisés.
En el laberinto de estas figuras que se En un bello e intenso libro, Jacques
trazan en la película se puede encontrar el Derrida establece una relación entre el
marco para una aguda y necesaria proble- extranjero y la apertura a nuevas signifi-
matización de la educación, de los vínculos caciones:
entre las generaciones, de la importancia
del ver y del escuchar, de la difícil tarea de “Evocación de los lugares que creemos
reconocerse en el otro, de quebrar los pre- familiares: en muchos de los diálogos de
conceptos, de aprender a utilizar de otro Platón, a menudo es el Extranjero (xenos
modo las palabras. Tal vez una de las figu- en griego) quien pregunta. Trae y plantea
ras principales sea la del extranjero, la de la pregunta […]. El Extranjero sacude el
aquel que viene de lejos e interrumpe la dogmatismo amenazante del logos pater-
monotonía de lo conocido, de lo aceptado, no: el ser que es y el no-ser que no es.
de aquello que marca el derrotero de nues- Como si el Extranjero debiera comenzar
tras existencias afincadas, de algún modo, por refutar la autoridad del jefe, del padre,
en la repetición. El extranjero es el que del amo de la familia, del ‘dueño de la casa’
cuestiona la continuidad de esa mirada, el […] (es portador) de un desafío venido del
que en su relato introduce la diferencia, la extranjero.” 86
alteridad, el otro mundo de posibilidades.
Ibrahim es el extranjero, pero también lo Ibrahim, su figura extraña, la del
es Moses en su condición de adolescente “árabe”, la de ese otro que viene de lejos,
86 Derrida, Jacques y Dufourmantelle, Anne, La hospitalidad, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000, pp. 13-15.
87Gabriel Albiac, La sinagoga vacía. Un estudio de las fuentes marranas del espinozismo, Hiperión, Madrid,
1987, p. 317.
88 Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, M.E Editores, S.L, Madrid, 1993.
sus propias ensoñaciones, por sus “paraísos como si todos los mapas ya hubieran sido
artificiales”, el que relata la película, es el trazados, como si los antiguos secretos
de Moses, del mismo modo que cuando la hubieran sido olvidados junto al deseo de
vemos y conversamos sobre ella ponemos explorar lo desconocido, como si las exi-
en juego nuestros propios viajes. gencias de la imaginación ya no encontra-
Hasta aquí llegamos, apenas un intento sen un lugar genuino en el tiempo del
por descubrir ciertas marcas, por colocar imperio de la razón técnico-instrumental.
algunas preguntas que nos sigan interpe- Un viaje hacia lo esperado, un viajero que
lando alrededor de nuestro eje, el que reco- sabe que cuenta con los dispositivos ade-
rre todo este material y al que regresamos cuados para eliminar las incertidumbres y
permanente y recurrentemente: el cuidado para satisfacer, en su travesía desencanta-
del otro. De un modo muy fecundo la pelí- dora, las exigencias de lo establecido, la
cula nos permitió profundizar en esa pers- pura lógica de la repetición que nos cierra
pectiva y encontrar nuevas posibilidades y el camino de la alteridad. Un viaje sin ries-
significaciones sin por eso sentir que go ni fantasía, simplemente un avance téc-
hemos llegado a puerto. En verdad, cuan- nico que va conquistando los últimos rin-
do ustedes lean estas páginas no habrán cones inexplorados.
hecho otra cosa que continuar su propio Así como la genuina obra de arte es
viaje, a veces en solitario y otras acompaña- siempre un viaje que nos sorprende, que
dos por sus alumnos quienes, por supues- nos conmueve conmoviendo nuestras cer-
to, serán portadores de sus propias pala- tezas, el corazón de ese vínculo de transmi-
bras, de sus propias interpretaciones y, eso sión-enseñanza que se ha construido entre
sería magnífico, querrán dar cuenta de sus Ibrahim y Moses nos regresa hacia esa
propios e intransferibles viajes. Algo de eso fuente inspiradora del viaje genuino, ese
es la educación, cuando recuerda que la que involucra el interior y el exterior, el
sabiduría es siempre algo más y distinto del que se abre a lo diferente, el que se deja
conocimiento. conmover por los paisajes de la vida, por
Tal vez nuestra época, la que comparten sus diversos colores e intensidades. Es el
profesores y estudiantes, ha dejado de via- viaje del aprendizaje que incluye, no puede
jar, o ya no lo hace en el sentido de ese ser de otro modo, la alegría y el dolor, la
periplo iniciado por Ibrahim y Moses. Esos pérdida y el descubrimiento, la melancolía
itinerarios desprovistos de brújulas orienta- por lo que ha quedado en el pasado y la
doras, esas derivas por territorios inéditos, expectativa de lo que guarda como prome-
aquellas aventuras de la imaginación capa- sa el mañana y que se va tejiendo en cada
ces de quebrar las fronteras de la realidad. instante del presente. Es el viaje que lleva
Todos esos viajes que vienen del fondo de dentro suyo la posibilidad del encuentro
los tiempos parecen haber llegado a su fin, con el otro, como si ése fuera el destino
89 Graciela Frigerio, Acerca de lo in-enseñable, en Carlos Skliar & Graciela Frigerio, Huellas de Derrida. Ensayos
pedagógicos no solicitados, Del Estante Editorial, Buenos Aires, 2005.
¿Qué representa una madre y qué un A partir de lo anterior: ¿la diferencia está
padre en cuanto a la propia herencia? en nuestras respuestas a las preguntas del
otro o justamente a la relación que nos
¿Un nuevo nacimiento supone, por fuer- liga con él?
za, la desmitificación del pasado?
Además: ¿podríamos pensar la enseñanza
¿Y necesitamos siempre de nuevos nom- como una respuesta a nuestra cuestión
bres para los nuevos cambios que se pro- acerca del otro? ¿O bien como una res-
ducen en nosotros? puesta a una cuestión que es del otro?
¿Ambas posibilidades? ¿El acento estaría
2. La segunda imagen surge en el puesto en una más que en la otra?
momento en que Moses le pregunta al padre
qué es un persa, ya que se ha enterado de que Y por último: ¿puede la acción educativa
el “árabe” del almacén, ese que puede “leerle ofrecer/dar/donar una enseñanza sin
el pensamiento” y decirle cosas elementales pedir nada a cambio, sin poner al otro en
pero sorprendentes, es en realidad persa. La una posición de deudor?
respuesta lacónica del padre no se hace espe-
rar: “Allí tienes una multitud de libros, de Y, finalmente, ya que Ibrahim y las flores
enciclopedias, que te darán la respuesta”. Por del Corán tiene que ver con viajar, con un
supuesto que Moses ni siquiera abre un libro viaje, con los viajes, quisiéramos dejarles, o
ni busca la respuesta. En cambio, cuando más bien ofrecerles, una frase de Joan-
Ibrahim le dice que es un musulmán segui- Carles Mèlich, acerca de los caminos, acer-
dor del sufismo lo primero que hace Moses ca de las variaciones presentes en los cami-
al regresar a su casa es abrir una enciclopedia nos, para poder ser pensada conjuntamen-
y leer, expectante y entusiasmado, lo que allí te en el ámbito institucional:
se dice sobre el sufismo.
Igual que en el caso comentado de la Entre lo dicho y lo imposible de decir,
imagen anterior, también aquí surgen pre- entre el azar y el destino, no tenemos otra
guntas para ponerse a pensar: alternativa que ir dibujando caminos que
no sabemos a dónde conducen porque qui-
¿Por qué la diferencia de actitud de zás son caminos que no llevan a ninguna
Moses frente a la búsqueda de cierto parte, porque son sendas perdidas, o
saber? ¿Por qué en un caso desecha los (quizá) simplemente porque son caminos
libros y en el otro se entusiasma fervien- que nadie nunca ha recorrido.90
temente por ellos?
90 Joan-Carles Mèlich, Del Símbolo, en Jorge Larrosa & Carlos Skliar, Entre pedagogía y literatura, ob. cit.,
p. 66.
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|Equipo multimedia de apoyo a la enseñanza
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Bibliografía