Está en la página 1de 28

Raúl Alfonso

Mamá
Breve:

Mamá es una fábula.

Tal vez puede construirse una única atmósfera y a partir de ahí crear los diferentes ambientes, o no.

Al fondo, o en cualquier parte, existe una pintura primitiva de Papá esbozada en lienzo, madera o piedra, una
suerte de altar ante el que los personajes se inclinan incluso en las situaciones más dislocadas.

Iluminación rústica, de teatro perdido en el tiempo.

Y mucho más, como en todo juego.

El AUTOR.

PERSONAJES:

Mamá, mujer madura de edad indefinida.

Niño, hijo de mamá.

Niña, hija de Mamá.

(La acción transcurre en una torre de piedras negras).

1
PRÓLOGO

Mamá: (Graba y vigila) Anoche cacé un conejo. Cada día la caza es más difícil. Los
animales aprenden a protegerse. Con henequén y lianas tejí un vestido para mi niña y unas
sandalias para mi niño. Ya no deben andar desnudos. Ella es muy soberbia, ¡Ah, la
juventud, la divina diosa lampiña! Hoy cenamos sopa de coles, sembradas en el sótano por
mi hijo. Tiene las manos callosas de escarbar la tierra negra...
El día se ha dibujado demasiado gris para considerarlo hermoso, pero no llovió...
Hoy... ha sido un día como cualquier otro. Los días grises me remontan al principio,
cuando Papá y yo paseábamos por las escaleras, antes de la catástrofe...
Me colgué unos minutos y tampoco soñé.
Me aterra ser derrotada por el sueño. Debí nacer con ojos de pez. Debí nacer fuego, o mar.
¡No, no mar! Es demasiado infinito.
Hoy, un día más, una victoria más sobre el tiempo.
Hoy, un paso más en el camino de la eternidad.
Hoy…hoy…

CUADRO I

(Noche. Habitación de los niños en la torre. Ventanas y puertas cerradas. El Niño en su


saco de dormir. La Niña escucha pegada a una ventana).

Niño: (Horrorizado) De una mordida puede tragarse un caballo.


Niña: Sí, se mueve.
Niño: Su huella es tan profunda como un cráter. A su paso se marchitan los rosales.
Niña: Ahora no oigo nada.

2
Niño: Los ojos son dos espadas encendidas y de la boca le cuelga la lengua verdosa.
También tiene alas de murciélago, como los pájaros prehistóricos, y el olfato tan delicado
que percibe hasta el olor de una hormiga.
Niña: Algo se agita entre los helechos.
Niño: Puede oírlo todo. Desde el susurro de los amantes hasta el delirio de los muertos.
¡Puede Oírlo todo! ¡Oh, todo!
Niña: Bah, nunca has visto un dragón, ni un cráter, ni un pájaro prehistórico.
Niño: Tú tampoco.
Niña: Los he soñado.
Niño: ¿Sigues robándote los libros de la biblioteca?
Niña: ¡Chist! Se mueve de nuevo. Tun-tun-tun.
Niño: Loca. No oigo nada.
Niña: El miedo te nubla los oídos.
Niño: Mis oídos están cerrados a tus fantasmas.
Niña: Se acerca. Se acerca más. Y más. ¡Y más!
Niño: ¡Mamá!
Niña: ¡Chiiissst! Cobarde. No tiene por qué ser la cosa. Puede ser un ladrón. Dice Mamá
que los ladrones riegan polvo de muertos sobre el techo de la casa que van a robar, así los
moradores caen en un sueño parecido a la muerte.
Niño: ¡Estamos soñando y no nos damos cuenta! Yo no quiero soñar. Voy a tomarme la
pastilla.
Niña: Las pastillas embrutecen.
Niño: Te ayudan, te evitan despertar a media noche.
Niña: Y te envejecen. Estás lleno de arrugas.
Niño: Y tú pareces un papel estrujado.
Niña: ¿Oíste eso? ¡Fue un grito!
Niño: ¡Mamá!
Niña: ¡Chist, chist!
Niño: Estamos en peligro.
Niña: Era un grito de niño. No tiembles tanto y afina el oído.
Niño: No es el oído lo que hay que afinar sino la mente, para no enloquecer.

3
Niña: Tengo un hacha.
Niño: El hacha se romperá contra la piel del monstruo.
Niña: Si lo mato me convertiré en una heroína.
Niño: No se puede matar lo que no se ve.
Niña: Seré la salvadora de toda la humanidad.
Niño: ¡Ni tú ni yo sabemos cuán inmensa es la humanidad!
Niña: Le partiré el corazón. (Agita el hacha) La robé de la cocina. Mamá limpiaba un
conejo amarillo. “Mamá, ¿por qué la sangre de este conejo es negra y no roja?” “Porque
está muerto”. “¿Por qué el conejo salta y no camina como nosotros? ¿Por qué mueve tanto
el hocico? ¿Por qué comemos tanto conejo, Mamá?” “Es una carne muy nutritiva”. “Yo
preferiría comer toro, Mamá, o tigre, o tiburón. ¿Por qué lo descueraste?” “Para hacerte
unos guantecitos con su piel”. “¿Dónde aprendiste a manejar tan bien el hacha?” “¡En la
guerra, mi niñita, en la guerra!”
Niño: Te castigará por ladrona y a mí por cómplice. ¡No intentes abrir la ventana!
Niña: Quiero ver a ese bicho con mis propios ojos.
Niño: No son linternas para romper la oscuridad, es demasiado espesa para nosotros.
Niña: Tengo ojos de gata blanca.
Niño: (Traga una pastilla) ¡Adiós! No abras.
Niña: Un poquito.
Niño: Estoy dormido. No veo nada. Estoy dormido.
Niña: Llorón. (Abriendo suavemente) Una raya nada más. Del espesor de un cabello.
Menos que un cabello, del espesor de un hilo de luz. ¡Un rayito de luz verdadera en la
cueva del topo! ¿Es que no te das cuenta? ¡Somos topos, hermanito, topitos de juguete!
Niño: ¡No, por favor, nooo!
Niña: ¡Sííí!
(La ventana se abre de golpe. Luz intensa. Sirenas, aleteo, chillidos. Oscuridad.)

CUADRO II

(Noche. Habitación de los niños. Mamá, Niño, Niña.)

4
Mamá: (Exaltada, muy teatral) ¿Qué son tus hijos, Papá? Centenares de horas tiradas al
vacío. ¿Qué son? No, no voy a llorar. ¡No puedo llorar! ¡No me permitiré llorar! Las
lágrimas me conducirán a un blando callejón.
Niña: (Recita una letanía con pesadumbre) No se conversa a media noche pues eso destierra
el sueño.
Niño: (Letanía, aterrado) No se abren las ventanas.
Niña: (Letanía) No se duda nunca del peligro.
Niño: (Letanía) No se deja de tomar la pastilla.
Niña: No. No. No.
Mamá: Niña, tú No parece un Sí. Demasiado apagado para ser un buen No. Demasiado
dudoso, demasiado neblinoso.
Niño: (Suplicante) Mamita sacrificio. Mamita virtud, prudencia, paciencia.
Mamá: Tráele un poco de sopa caliente a tu hermana.
Niño: A ella no le gusta la sopa. No me mires así. ¡No, mamita, no me mires así!
(El Niño se orina)
Niño: ¡Perdón, perdón mamita!
Mamá: ¡Ooooh! No mereces que te perdone. Lo pensaré. ¡Vamos, corre a lavarte! Y no
olvides la sopa. ¡Cuando abra los ojos no quiero verte frente a mí!
(El Niño sale corriendo. Silencio largo)
Niña: Te ama tanto que no resiste que lo trates con dureza.
Mamá: ¿Y tú no me amas?
Niña: Fui yo la que abrió la ventana. Él dormía. Él se despertó cuando le dio la luz.
Mamá: Mi luz. ¿Tú no me amas, ni niña?
(Entra el niño con la sopera.)
Niño: Tu luz, Mamá, tu luz protectora.
Niña: No quiero tomarme eso. Tengo calor.
Mamá: Tómate la sopa, ¡sin remilgos! De no haber sido yo la que se movía en el jardín ya
no existirían en la torre sino en las tripas de la tremenda bestia.
Niño: Pero eras tú la que se movía en el jardín, Mamá, y no la tremenda bestia.

5
Mamá: Se agitarían en sus intestinos. La cabeza chocaría con un pie, con los deditos de las
manos horriblemente chupados, con el cuello marchito y vacío de sangre. ¡Espantoso! La
sola idea de perderlos en la boca del horrendo ser me trastorna. Por eso no duermo. Por eso
me muevo en las noches, saltando de la atalaya a la encina, y de la encina al surco de coles,
y del surco de coles a la tapia de piedras.
Niña: ¿Qué hay más allá de la tapia de piedras?
Mamá: ¡Oh, maravilla, esta sopa viene premiada con un delicioso corazoncito! Más allá de
la torre de piedra está la bestia. (Se descubre el pecho, le falta un seno. El Niño chilla y se
tapa los ojos) Papá y yo arábamos el surco de coles cuando sentimos el aleteo feroz. Papá
alzó la vista y vio la monstruosa mancha que se cernía sobre nuestras cabezas. “¡Parece una
mancha de tinta!”, gritó Papá. Yo exclamé: “¡No, amor, es el Iguandrago!” La bestia
aterrizó frente a nosotros echando fuego por la nariz. No sabíamos si era un amasijo de
escamas o de placas de acero. Papá alzó el azadón y corrió a su encuentro como buen y
valeroso caballero. “¡No, Papá, noooo!” Lo demás ya lo saben. Tuve que conformarme con
reunir lo que quedó de él y enterrarlo bajo la encina.
Niña: (Malévola) Creí que lo habías enterrado en el sótano.
Mamá: Recuerda bien que lo enterré bajo la encina.
Niño: (Recita) “El ritmo vital del Iguandrago es tan monótono que nadie sabe cuando
empezó y mucho menos cuando terminará”.
Mamá: ¡Es peor que la bestia Cinocroca, que ya es mucho decir! Ah, no se asusten. Los
dientes del monstruo no pueden quebrar estos muros.
Niña: Pero la bestia se pone vieja.
Mamá: Ustedes también.
Niña: Tiene que tener algún punto vulnerable, como Aquiles.
Mamá: ¿Qué Aquiles?
Niño: El que mataron de un flechazo en el talón.
Mamá: ¿Han entrado a la biblioteca? ¿Han tocado los libros? ¿Se atrevieron...?
Niña: Tú misma nos enseñaste que leer era de sabios.
Mamá: Todo lo vuelven al revés. ¿En qué he fallado? ¿Cuál ha sido mi error? ¡Ah, Papá,
Papá, cuánto te necesito!
Niño: El libro era demasiado largo.

6
Niña: No entendíamos todas las palabras.
Niño: A mí no me gustó ese cuento.
Mamá: Justificaciones.
(Silencio)
Niño: (Recita letanías) No se entra en la biblioteca.
Niña: (Recita letanías) No se lee sin el consentimiento de Mamá.
Mamá: Quiero... mil letanías... sin un borrón en el papel, ¡sin una mancha! Por cada borrón
habrá mil letanías más. Quiero... todo el arrepentimiento en esas letanías, toda la vergüenza,
toda la disculpa. Niño, trae papel y pluma. Ya que no les apetece dormir, emplearán las
horas de sueño en algo verdaderamente útil. ¡Y tú, desgraciada, tómate la sopa de una vez!

CUADRO III

(Habitación de los niños. La Niña copia letanías. Niña, Niño.)

Niña: “Merezco ser devorada por el Iguandrago. Merezco que el Iguandrago me triture
entre sus molares oxidados. Yo puedo ser un jugoso aperitivo para el Iguandrago. Debo
adorar a mi madre, víctima destetada por la fiera Iguandraga”.
Niño: (Canta) “Ya estamos a salvo, en nuestro tonel, del Iguandrago cruel”.
Niña: (Canta) “A salvo, a salvo, en viejo barril. Por mucho que quiera no lo puede abrir”.
Niño y Niña: (Cantan)
“Iguandrago de papel
Viejo, monstruo, bicho cruel
Si me vienes a matar
Te voy a descuartizar”.
Niño: Copia y purga.
Niña: Purga, puuuurrrrgaaaaa…. ¡Puaff!… ¿De qué libro robaste esa palabreja?
Niño: De uno muy antiguo... ¿Seremos antiguos? Ellos vivían en torres.
Niña: Quiero construir mi propia fortaleza.

7
Niño: ¿Roja o verde? Amarilla.
Niña: El amarillo me recuerda la piel de los conejos.
Niño: El rojo los ojos.
Niña: Negra se parecería demasiado a esta. ¡Blanca!
Niño: El blanco es un color muy sucio.
Niña: Es el color de la nubes.
Niño: Olvida tu proyecto. Mamá y Papá construyeron por nosotros. Nuestro destino es fluir
por el río madre.
Niña: Quizás lo que Mamá cuenta de Papá no es tan romántico como parece.
Niño: Papá es un héroe.
Niña: Quizás ella exagera un poco. O miente.
Niño: Mamá no miente nunca.
Niña: Acuérdate que soy más vieja que tú. (Se tapa la boca, se debate) Hice una promesa y
no puedo romperla. Realmente, los niños nunca prometemos nada en serio. No puedo.
Imposible. Me mataría. Tengo que cuidarme. Quiero viajar, conocer la nieve, el otoño, la
Gran Mezquita, la Muralla China.
Niño: Me conformo con ver el mar, nada más. ¡Ah, el mar!
Niña: Tengo espíritu viajero, como mi padre.
Niño: Prefiero quedarme en casa.
Niña: Porque eres pobre de alma. Ya conozco demasiado este país. La escalera es el paso
que conduce al norte, y la trampa del sótano es el vórtice que lleva al sur... Los terrenos
prohibidos son la cocina y la biblioteca, y el país del aburrimiento es el salón principal.
Copia un poco de letanías por mí. Estoy cansada.
Niño: Cuéntame.
Niña: ¿Contarte qué? Ya llegué a doscientas.
Niño: Cuéntame lo de Papá. (La abraza).
Niña: ¡Quita, pegajoso! No me hagas cosquillas.
(Retozan)
Niña: ¡Ay, ay, qué dolor! Vuelvo a sangrar. ¡Aparta!
(Le lanza un mordisco, juegan un poco más pero ella se zafa y empieza a lamerse)
Niño: ¡Te has puesto roja!

8
Niña: Cuando esto me pasa quiero que el hombre del libro me despedace. Ve a la biblioteca
y tráeme el libro con el dibujo del hombre. Tráelo y jugamos los dos con él. Si no me
complaces voy a morirme. Y si me muero saldré a chuparte la sangre. Seré peor que el
Iguandrago porque no te mataré, pero tampoco dejaré que vivas. Tráeme ese libro y te
enseño un poquito.
Niño: No puedo. Mamá me descuartiza si se entera que entré a la biblioteca.
Niña: Dale un beso a tu hermanita. Hoy quiero cantar. Esta sangre baja todos los meses
como un riachuelo. La espero, la deseo. Dicen los libros que esta sangre me anuncia que
puedo tener hijos. Cuando una mujer puede tener hijos está preparada para todo, hasta para
luchar contra el Iguandrago. Tenemos que apurarnos, estamos llenos de canas. Tú podrías
ser el padre de mis hijos. ¡Uff! ¿Qué saldrá de ti? A lo mejor un conejo o una niña boba.
No. Yo no pariré niñas. Mi simiente es de machos.
(La Niña lo besa, Se unen en un abrazo)
Niño: Si te traigo el libro, ¿me contarás lo de Papá?
Niña: Olvídalo, tú no lo conociste.
Niño: Algún derecho tendré, llevo su sangre.

CUADRO IV

(Habitación de los niños. Niña, Niño, Mamá.)

(Sirenas, aullidos, campanazos.)

VOZ DE MAMA: ¡Alarma! ¡Alarma! ¡Alarma!

(Himno patriótico. Los niños se separan rápidamente).

Niña: ¡Maldición!
Niño: ¡Qué mala suerte!

9
(Entra Mamá ataviada con atributos de guerra.)

Mamá: ¡Rápido, todos a sus puestos!


Niño: ¡Abajo el Iguandrago! ¡Abajo el monstruo que nos asedia!
Niña: (Desganada) Maldito Iguandrago tus dientes no podrán contra nosotros.
Mamá: ¡Más fuerte! ¡Cuidado, bajen la cabeza!
Los Niños: (Cantan) “¡Ya estamos a salvo, en nuestro tonel, del Iguandrago cruel!”
Mamá: ¡Se acerca!
Niño: ¡Parece un avión!
Mamá: ¡El Iguandrago puede parecer lo que quiera! ¡Vamos, pelea bestia!
Mamá: ¡Se acerca, ya está aquí! ¡Aaaaaahhhhhhhh!
(Mamá sale un instante para entrar con un enorme globo en forma de monstruo.)
Mamá: ¡Fuerte, hijo, demuestra tu clase! ¡Al mentón! ¡Al suelo! ¡Ahora se ha convertido en
una culebra! Creo que voy a desmayarme.
Los Niños: (Trotando) ¡Matemos, matemos, matemos la culebra!
Mamá: ¡Odio! ¡Odio profundo! ¡Odio eterno!
Los Niños: ¡Matemos, matemos, matemos la culebra!
Mamá. ¡Odio! ¡Odio infinito! ¡Odio cósmico!
Los Tres: (Marchando) ¡Te odiamos, Iguandrago! ¡Te abominamos! ¡Te despreciamos! ¡Te
insultamos!
Mamá: ¡Maldito Iguandrago!
Los Niños: ¡Nosotros te odiamos!
Mamá: ¡Cochino Iguandrago!
Los Niños: ¡Y te derrotamos!
Mamá: ¡Al corazón! ¡A la ingle! ¡A la cabeza!
Los Niños: ¡A los ojos! ¡A la nariz! ¡A la garganta!

(Estrambótica danza guerrera. El globo explota).

Mamá: ¡El entrenamiento ha sido un éxito, hijitos! Ahora podemos merendar.

10
CUADRO V

(Salón principal. Mamá, Niño, Niña.)

Mamá: “Una mesa bien servida por expertos


Es antídoto que resucita muertos”

( Con una vieja cámara, Mamá retrata a sus hijos. La merienda es muy pobre. Sopa, dos o
tres tubérculos y un montoncito de huesos)

Mamá: Las fotos familiares se hacen alrededor de la mesa. ¡Si siempre fuera así! Vamos,
sonrían. Sonríe, Niña. Y péinate un poco. No te muevas tanto. ¿A qué viene esa inquietud?
El juego ha sido memorable. Papá, tus niños no van a defraudarte. Esta era su merienda
favorita... Papá, aún jadeante, tomaba la sopa y luego recostaba su cabeza en mi regazo;
como todo gran guerrero descansaba en su amada y soñaba con la libertad. Venceremos,
amor, me decía, venceremos a la bestia y seremos felices. ¡Nuestro sacrificio no será en
vano! ¡Ah, Papá! ¡Ah, el pasado!
Niño: Me duele una muela, Mamita.
Mamá: Más tarde te la saco.
(Los niños extienden las manos. Mamá los revisa minuciosamente.)
Mamá: Te han crecido las uñas, Niña.
Niño: Tengo hambre.
Mamá: Sin embargo, no te has lavado la mano derecha... Por hoy usarás para comer la
mano izquierda. Recuerden que la mano que no maneje algún cubierto debe permanecer
quieta... Niña, maneja bien el tridente. ¡Quiero emocionarme viéndolos comer!
Niño: Qué dulce.Dice mi hermana que el dulce es malo para los dientes.
Mamá: No te prives de ese placer, lo otro tiene remedio.
Niño: Me encantan estos huesos que no se gastan nunca.
Mamá: Son tan duros como nuestra torre.

11
Niña: Pero los estamos comiendo...
Mamá: Piensen que estas pequeñas bestias que comemos pueden ser cazadas porque
abandonan su casa. No maduran. No luchan. No sueñan con el futuro. No resisten ni el
hambre ni las privaciones por el futuro. Había una vez, una familia que vivía en una torre
de piedras negras. Esta familia estaba muy unida y luchaba contra una criatura feroz que…
¿Pero qué te pasa, Niña?
Niña: ¿Eh?... Ah, sí, muy sabroso, mamita, muy rica la merienda.
Niño: (La moja con el refresco) Déjate de bobadas y atiende.
Mamá: ¿Qué le has hecho a tu hermana? Parece un surtidor. Si no me pareciera absurdo,
diría que es sangre.
Niño: Prefiero que no me saques la muela, Mami. La última vez tuve fiebre.
Mamá: Limpia a tu hermana.
Niño: Está temblando, Mamá.
Mamá: Dale un poco de agua.
Niña: Es... Como un vértigo...
Niño: Mira, mamacita, también le sale sangre por la nariz y por los oídos y por los ojos.
Mamá: Apártate de ella.
Niño: Relájate, hermanita, come un pedazo de dulce.
Niña: No quiero comer, quiero explotar.
Mamá: ¡Apártate de ella he dicho! Locura. ¡Locura! ¡Locura!
Niño: No te alteres, Má, puede hacerte daño.
Mamá: ¿No sientes que se te aprieta el pecho y a veces hasta te dan ganas de llorar?
Niña: Siento que quiero ser un insecto para escapar por cualquier rendija.
Mamá: ¿No sientes que las paredes se derrumban, que las sábanas te asfixian, que la piel de
tu hermano es agradable y húmeda?
Niña: Mi cuerpo no es suficiente para resistir tranquila.
Mamá: ¿No sientes, y lo haces, la necesidad de contradecirme? Responde. Piensa que soy
tu madre, que tengo derecho a preguntarte, que solo deseo lo mejor para
ti. ¡Responde a mis preguntas, Niña! Me taparé los ojos para que pierdas el miedo. Sé que
mis ojos son algo raros.
Niño: ¡Mi hermanita se ha convertido en una fuente!

12
Mamá: Estropeaste nuestra merienda.
Niño: ¡Pero si estás llorando, Má!
Mamá: Si el Iguandrago percibe tu olor se lanzará contra la torre con todas sus fuerzas.
Niña: (Heroica) Aquí estarán todas las mías esperándolo.
Niño: Si eres fuente quiero ser estatua de mármol.
Mamá: Ya eres casi una mujer, Niña.
Niña: Siempre me trataste como a una mujer.
Mamá: Eso te hacía más niña.
Niño: Cuando se inquieta el brote es mayor. No entiendo nada, pero me parece maravilloso.
Ella dice que su cuerpo es pequeño y su alma grande. Es un poquitín ambiciosa, pero eso
me gusta... Esa sangre es un escape. Es su alma que se fuga de nosotros ¿Qué te parece mi
conclusión, Mamá? Creo que es brillante.
Mamá: Tenemos que proteger la torre. (A la Niña) Te guardaré en el sótano.
Niño: Tanta humedad puede enfermarla.
Niña: No me encierres.
Mamá: En tu encierro está nuestra salvación.
Niña: El sótano me da miedo.
Mamá: Es un poco oscuro. Te pondré alguna luz.
Niña: El sótano me recuerda cosas...
Niño: ¿Hay fantasmas?
Niña: Me recuerda que... hace años...
Mamá: Hace años eras una bebita.
Niña: Siempre tuve ojos en la cara, Mamá.
Mamá: Y muy grandes. ¡Andando!
Niña: No respiraré, Má. Me volveré un arbolito seco y mustio en medio del desierto. Estaré
tan quieta que mis pies se fundirán al suelo y nadie sabrá si soy pie en el suelo o suelo en el
pie. Cerraré los ojos para no ver lo que ya conozco de memoria. ¡Si el Iguandrago nos ataca
sabré defenderme!
Mamá: ¡Infeliz! El Iguandrago es una fuerza superior. Niña, llevas en tu sangre el flujo de
la desobediencia. Esta noche el Iguandrago volará sobre la torre tratando de seducirte. A lo
mejor acecha ya, posado en la veleta.

13
Niño: Te pintaré un cielo en la pared del sótano.
Mamá: Siento un extraño perfume. ¡Vamos, Niño, guárdala en el sótano!
Niño: ¡Qué olor tan suave, tan delicioso! Iré a llevarte la comida, hermana.
Niña: No.
Niño: Camina. No seas tan dura.
Niña: ¡No!
Mamá: Es el olor de la bestia.
Niño: ¿No nos dijiste que olía a azufre? (Intenta cargar a la Niña) ¡No puedo, mamá!
Mamá: Cárgala.
Niña: (Seductora) ¿Por qué no me acaricias un poco? ¿Por qué no abres una gota aquel
postigo? Mira, hay cierto resplandor azul...
Mamá: No te dejes engañar. Está embrujada.
Niño: ¡Se ve tan linda!
Mamá: (Dispara al aire) ¡Cárgala!
Niño: Está sembrada.
Mamá: Déjate de malacrianzas y obedece.
Niño: Ese perfume me eleva. Pon de tu parte, Niña, relájate.
Mamá: ¡No la acaricies!
Niño: Es fuente y estatua al mismo tiempo.

( La Niña patea como una yegua, el Niño trata de agarrarla pero no puede)

Niño: Cuando te pones así tan brava eres mucho más hermosa.
Niña: Peón.
Niño: ¡Yo no soy un peón, yo soy tu hermanito adorado!
Niña: Tú tampoco me toques, Má.

(Silencio largo. El Iguandrago revolotea cerca.)


Mamá: ¿Vas a patear al único ser que te protege? ¿Vas a levantar tu pie contra tu salvadora,
tu proveedora, tu dietista, tu doctora, tu modista, tu peluquera, tu maestra? Mírate en el
agua de esa taza. Existes ahí porque yo existo aquí. Existes porque fabriqué esta torre y te

14
alumbré en ella. ¡Sí, te alumbré, porque tú flotabas en la oscuridad! Ahora te voy a llevar al
sótano para seguirte cuidando. ¿Y te atreverías a patearme? ¿No te basta con que perdí una
teta defendiéndote?
Niña: Es que ... en ese sótano... me parece como si todo el limo se me pegara, como un
sudario.
Mamá: Fantasías.
Niña: Y también me acuerdo de Papá. Yo te hice una promesa. Te prometí olvidar, pero la
sangre me activa los recuerdos... Cuando me asomo al sótano siento los gritos, las cadenas,
y te veo alimentando al condenado que apretaba los dientes para no comer.
Niño: ¿Qué dice, mamá, qué condenado es ese?
Mamá: Sueños.
Niña: No.
Mamá. Pesadillas de chiquilla rebelde y desobediente.
Niño: Sueña mucho porque no le gusta tomarse la pastilla. Perdóname, Niña, no quería
decirlo pero se me fue. ¡Se me salen las cosas de la boca, se me escapan! Tranco los dientes
para no hablar y las palabras rebeldes los separan con palancas hechas con eles, con tés, con
is.
Mamá: Vamos, corazón, será por unos días.
Niña: No puedo moverme.
Mamá: Trae un pico y desentiérrala.
Niña: Me encerrarás para siempre.
Mamá: ¡Qué imaginación! Soy tu madre, no tu carcelera. En eso te pareces a tu padre. ¡Y
no llores.
Niña. (Derrotada) ¡No, Mamá!
Mamá: Te desgarras tanto porque tienes alma de poeta.

CUADRO VI

15
Mamá: (Grabando) Anoche cacé un conejo. Cada día la caza es más difícil. ¿Dónde estás
ahora? ¿Cómo pudiste romper las cadenas y escapar? ¿En qué cama te revuelcas?
¿Cómo preferiste el hedor de una cualquiera a la pureza de mi seno? ¿Dónde está Papá, el
más hermoso de los guerreros? Tú eres una imagen heroica que me ayuda a criar a mis
hijos. Estaba enamorada. ¡Oh, sí, enamorada! Una mujer enamorada nunca cree en el
abandono.
Con henequén y lianas tejí un vestido para mi niña y unas sandalias para mi niño. Ya no
deben andar... desnudos... ¡No deben! ¡No pueden!
Mamá ha sido hombre y mujer. Mamá ladrillo cuida su burbuja. ¡Mi burbuja es un remanso
de paz en medio del caos! Si tengo que recortar lenguas, ripiar papeles y cercenar dedos,
corto, ripio y cerceno.
¡A todos! ME HARE ETERNA EN LA TORRE.
Pero la muerte llegará alguna vez, ella, la que todo lo iguala.
Hoy... ha sido un día común.
Cuando yo falte mis hijos se tirarán al pozo. Aunque no vuele el Iguandrago lo verán en el
cielo y morirán de pavor. ¡Son tan indefensos!
Papá, ¿puedes oírme, desertor? ¿Puedes alzar la cabeza desde el lodo y mirarme?
Hoy, un día, una victoria más sobre el tiempo...
Quizás, en mi agonía, segundos antes de partir, cuando ya lo vea todo como a través de un
vidrio empañado, mis hijos me pidan unos disparos para partir conmigo a las
estepas congeladas de la muerte. ¡Será mi mayor triunfo! Y a lo lejos repicarán los
carillones. Y se abrirán los portones de plomo de la historia, y nosotros sonreiremos...
Y ocuparemos por fin el sitial de los justos, de aquellos que supieron hurtarse
a las emanaciones repugnantes del mundo.
El día se ha dibujado demasiado gris para considerarlo hermoso, pero no llovió.
Hoy... ha sido un día como cualquier otro...
Hoy, un paso más en el camino de la eternidad...
Hoy... Hoy...

CUADRO VII

16
(Sótano. Puerta cerrada. Niña, Niño).

Niño: A través de la puerta me llega tu calor.


Niña: Ábreme.
Niño: Mamá tiene la llave colgada al cinto. Hay un orificio (Introduce el dedo) Déjame
tocarte. ¡No puedo más! Se me va a reventar la cabeza. ¡Qué lengua tan húmeda!
Niña: Estabas robando en la cocina. Hermano, el mundo es redondo. Lo malo que, como es
redondo, si le damos la vuelta, caemos aquí otra vez.
Niño: La torre es comodísima.
Niña: Es aburrida,
Niño: Pero segura.
Niña: Detesto la seguridad.
Niño: Si sales tu final será espantoso.
Niña: Es preferible un final espantoso que un espanto sin fin. Quiero llevarte conmigo.
Niño: No cuentes.
Niña: Me han atormentado tanto con el Iguandrago que ya le perdí el miedo.
Niño: Si mueres, Mamá sufrirá mucho. Se volverá agua de tanto llorar y luego se
secará al sol en la torre.
Niña: Dudo que ese Iguandrago sea tan fiero.
Niño: Robaste demasiados libros.
Niña: Haré como Papá. El rompió la puerta y escapó.
Niño: No me confundas más. Papá murió como un héroe. ¡Qué lástima! Nunca seré así.
Moriré de viejo. Sé que la pobre Mamá arrastra esa frustración, ¿pero qué puedo hacer? Me
faltan fuerzas.
Niña: Tú eres hijo de nadie. (Suena unas cadenas.)
Niño: ¿Qué es eso?
Niña: Un fantasma. Dice que va a morderte la cara.
Niño: ¡Mamá!
Niña: Ningún vivo puede contra los muertos. ¡Uuuhhh!
Niño: ¡Mamá!

17
Niña: Estas son las cadenas con que Mamá amarró a mi padre cuando empezó a sangrar. Tú
naciste de Papá encadenado, por eso eres tan cobarde.
Niño: Mentirosa… ¿Y Papá Sangraba también? ¿Y por qué yo no sangro?
Niña: Cuando tú naciste Mamá me hizo jurar que no te diría nada. Me dijo que era un pacto
entre mujeres, o mejor, entre serpientes.
Niño: Pretende volverme contra mi madre.
Niña: Ciego. No la amas, le tienes miedo.
Niño: Se lo contaré todo para que te dé una buena paliza.
Niña: Tú no eres mi hermano. Tú eres mi enemigo (Se lanza contra la puerta)
Niño: ¡Loca!
Niña: O me mata o me escapo.
Niño: Estás provocando una catástrofe. ¡No sigas! ¿Qué ganas con escaparte? Aquí lo
tienes todo: la comida, la tranquilidad...
Niña: Deja tu tranquilidad para los conejos. Tengo la fuerza de mi padre. Y mi padre era un
toro. ¡Más que un toro un elefante!
Niño: Cabezona.

(La puerta se abre.)

Niño: El Iguandrago te hará pedazos. Si te dejo pasar me convertiré en tu asesino. Razona,


hermana. ¡Soberbia! No me mires así. ¡No, hermana, no me mires así! (Se orina.)
Niña: ¡Jajajaja!Meón.
Niño: Por tu culpa, degenerada. Enciérrate. ¡Enciérrate o grito!
Niña: Si gritas te aplasto.

(El Niño abre la boca para gritar. Forcejean. La Niña lo tira al suelo y escapa escaleras
arriba. El Niño se arrastra trabajosamente hasta una campana, pero no se atreve
a tocarla. Finalmente lo hace. Aleteo. Aullidos. Sirenas. Oscuridad.)

CUADRO VIII

18
(Noche. Salón principal, decorado con un inmenso árbol. Mamá cose sentada
junto a la estufa, a sus pies, el Niño lee algunas postales.)

Niño: “A mamá de su hijo adorado”. “A mi príncipe de su reina”. No me siento extraño sin


los dientes, casi que me alegro. Me dolían demasiado. La carne de conejo es muy blanda y
la sopa no se mastica... Me duele la espalda. Dame un masaje, Má. Anoche me volvió a
doler el pecho.
Mamá: Es la columna. Esta túnica te va a quedar preciosa. ¿Qué hora es? Pues hora de
tomar la pastillita.
Niño: Últimamente se me traba en la garganta, siento como una postilla.
Mamá: Majaderías.
Niño: O chochez.
Mamá: ¿Quieres que te lea un cuento?
Niño: Prefiero jugar un poco más.
Mamá: Te voy a leer el cuento de La Bella Durmiente.
Niño: Busca otro, ese me lo sé de memoria.
Mamá: Difícil tarea. Desde que el Iguandrago ronda la comarca, se acabó la fantasía.
Niño: Tengo la boca arrugada.
Mamá: Mi niñito gruñón, mi abuelito. ¿Te traigo un poco de leche?
Niño: Quiero ver la noche.
Mamá: Hace frío.
Niño: En noches así la luna se tiñe de amarillo.
Mamá: El monstruo merodea por el cielo. Lo fascinan las atmósferas neblinosas, ejercen
sobre su cerebro una fascinación especial, creo que hasta lo excitan.
Niño: Me gustaría verlo.
Mamá: Mitad iguana, mitad dragón y, a veces, tiene cara de mujer, pero no siempre.
Niño: ¿Habla?
Mamá: Supongo que sí.
Niño: ¿Y come, duerme?
Mamá: Come mucho y duerme muy poco. La leche es muy pesada, mejor te traigo un poco
de caldo.

19
Niño: Tráeme las dos cosas.
Mamá: No mezcles, hijo.
Niño: Soy muy viejo, Mamá, puedo mezclar.
Mamá: Tontito de mamá.

(Mamá sale.)

Niño: Perdí el paladar. Da lo mismo leche que caldo.

CUADRO IX

(La puerta principal se abre sin ruido. Entra la Niña, viste ropa muy llamativa, lleva
gafas oscuras y va cargada de bultos.)

Niña: Las zarzas han crecido demasiado. Esta vez no se abrieron para dejarme pasar, tuve
que luchar con ellas. Me arañé, pero ya estoy aquí. ¡Al fin aquí! La torre ha cambiado poco,
quizás más descolorida, como la lámina de un libro viejo.
Niño: ¿Quién eres tú?
Niña: Estás demasiado pálido. Te traje una crema que acabará con ese color enfermizo. Te
la untas en todo el cuerpo, te acuestas bocarriba en la atalaya y te doras al sol como un
conejo al horno.
Niño: Si me acuesto en la atalaya no hago el cuento.
Niña: Delirios, invenciones de Mamá. ¿No piensas abrazar a tu hermanita?
Niño: ¿Y cómo sé yo que eres mi hermana y no una aparición? Déjame ver tus ojos.
Niña: No puedo. Cuando escapé el sol me dejó en penumbras. La luz me cortó los ojos.
Debo usar lentes. Con estos lo veo todo azul.
Niño: He pensado tanto en mi hermana que me volví loco. De ella solo me queda su letra
en las letanías. Beso el papel, trato de evocarla, pero no viene.
Niña: Quítate esa bata, pareces un demente. Te traje ropa nueva, juvenil. ¡Y cuántas
arrugas! Eso también tiene remedio. Compré cremas antiarrugas, son un

20
engaño que casi siempre funciona. (Saca un avión de juguete) Con esto puedes volar. Es
tuyo. ¡Si no lo aceptas me voy!
Niño: Quédate.
Niña: No vine a quedarme. Vine a buscarte.
Niño: ¿Y Mamá?
Niña: A ella también. Mi desgracia es que no la odio, la compadezco.
Niño: ¿No serás el Iguandrago disfrazado? Hermana... Hermana… Déjame olerte... ¡Eres
tú!... Hermana...
Niña: Te tiemblan las manos.
Niño: Mi mal es muy extraño, se llama tembladera.
Niña: ¡He vivido tanto que me he vuelto piadosa! Estoy llena de marcas. Marcas de pecado,
¿sabes?... Pero mi corazón se conservó intacto para ustedes, para ti. Hueles mal. Voy a
perfumarte.
Niño: Mejor vete.
Niña: Si no me obsesionara tanto saberlos aquí nunca hubiera regresado.
Niño: Mamá quemó todo lo tuyo, quemó incluso casi toda la biblioteca. Dijo que ya no era
necesaria, que ella era mi biblioteca. Creo que te olvidó.
Niña: Y el mundo se olvidó de ustedes.
Niño: Mientras no se caiga la torre, no me preocupa.
Niña: No se la divisa de ningún lugar. Salí corriendo y dejé de verla. Había un muchacho
en el campo. “¿Quién eres tú?”, “Vivo en la torre de piedras negras, aquella que se recorta
en la colina”, “No veo nada, ¿de qué hablas, muchacha? Tú estás medio chiflada, ¿te
escapaste de algún manicomio?”, “¡La torre! ¡La torre de Mamá!”. Entonces me desmayé...
y cuando abrí los ojos... Todo es muy borrascoso afuera, pero terriblemente bello.
(Entra Mamá.)
Mamá: El caldo está muy caliente, ten cuidado.
Niña: ¡Mamá! Ya no tendrás necesidad de descuerar conejos en la cocina. Traje carne
enlatada. Y mejor que la de conejo porque son animales más fuertes. No me gusta verte
descuerar conejos. Parece que te cortaras tus propias manos.
Niño: Le falta sal.
Mamá: La sal afecta el corazón.

21
Niña: ¿Mamá?
Mamá: ¿Quién abrió la puerta?
Niño: Se abrió sola.
Mamá: Imposible.
Niña: No tengan miedo. La torre está tan aislada que nadie se arriesgaría hasta ella, o, para
ser honesta, no creo que a nadie le interese venir a robar aquí. El mundo ofrece demasiadas
opciones para el robo.
Mamá: Tengo frío.
Niña: Te traje un abrigo de pieles, parecerás una estrella de cine.
Niño: ¿De cine? ¿Eso existe? No me gusta este caldo, Mamá.
Mamá: Oigo una respiración extraña, como asmática.
Niña: Allá, junto al mar, pensaba en ustedes. Pensaba en ti. Mamá, noche y día. “¿Es que
no podré dejar de pensar en ella?”, me decía. Pensaba en ustedes y en esa estúpida fábula
del Iguandrago. (Saca un libro y lee en alta voz.) “Los ratones que habitaban la isla, por
terror al Iguandrago, al que ninguno había visto de frente, solo en sueños, en pesadillas
contadas por abuelas ratonas en noches de parálisis y lágrimas y fantasmas y locuras mil,
llenaron un barril de comida, se introdujeron en él a media noche y se lanzaron al mar.Iban
cantando, los infelices: Ya estamos a salvo, en nuestro tonel, del Iguandrago cruel...
Niño: (Canta bajito)” Iguandrago de papel
Viejo monstruo, bicho cruel...”
Niña: “Pero una mañana, luego de muchísimo tiempo de travesía, descubrieron que las
provisiones habían terminado y que el barril estaba medio podrido. Comprendieron que el
Iguandrago era una fantasía remota. Descubrieron horrorizados que se habían entregado a
ella y que morirían sin haber vivido nada y que ...” (Agotada) . He leído cincuenta y tres
versiones de la fábula. ¡Cincuenta y tres! Con ilustraciones, sin ilustraciones... Un cuento
de niños. ¡Un pobre cuentecito! (Arroja el libro) Quiero que veas los colores, Má, aunque la
estridencia me deje medio ciega.
Niño: (Leyendo) “Los ratones que habitaban la isla...”
Mamá: ¡Cuidado, hijo!
Niña: Sé donde existe una pequeña aldea de pescadores. ¡Allí se pasa bien!
Niño: El mar.

22
Mamá: Presiento que el monstruo anda cerca, Niño. (Empieza a devorar el libro.)
Niña: Tengo que irme ya. Mis ojos empiezan a adaptarse a la oscuridad.
Niño: Cuidado con una indigestión, Mamá.
Niña: Te voy a llevar a un campo de girasoles. Vamos, la puerta que se abre una vez puede
abrirse dos. Vamos, Mamá.
Mamá: Iguandrago del demonio.
Niño: Ayúdame a levantarme. Estoy artrítico.
Mamá: Brillas de una manera rara.
Niño: Tú conoces el mundo, pero yo no.
Mamá: El mundo es una ciénaga en donde flotan los desperdicios de todos los días de la
tierra.
Niña: Me llamabas todas las mañanas, Mamá, necesitabas sentirme sobre tu regazo.
Mírame, parezco una ramera, lo sé. Tal vez debí llegar ante ti desnuda, indefensa. Sigo
siendo tu niñita, Mamá, sin odio, miedo. Soy feliz porque no te tengo miedo y porque ahora
puedo cuidarte. Se pierde tanto en el encierro. ¡La vida es tan breve!
Niño: Me duele el pecho. Me duele el corazón.
Mamá: Mi pobrecita, lejos de casa pasando frío, huyendo de la bestia, escondida como una
sabandija. (Se abrazan largamente, Mamá la besa) Mi niñita de seda... mi mujercita...
(Mamá la apuñala) ¡Bestiiiaaaaa! ¡Ah, mi maldita bestia...! ¿Cómo pudo penetrar el influjo
maligno en el cuerpo de mi hija? Debiste quedarte lejos, en esa aldea horrible. ¡No la mires,
Niño, es una visión! Son pruebas, hijito, pruebas. ¡Mira, mira ahora, mira la sangre! Esta
sangre es el veneno de la bestia que abandona su cuerpo. ¡Pronto, agua! ¡Agua! Vamos a
enterrarla bien hondo, en el sótano. La muerte es un sueño largo. Pero estamos a salvo en
nuestro tonel, como los ratones, Niño, como los ratones.
(Mamá sale arrastrando el cadáver de la Niña)

CUADRO X

23
(Noche. Salón principal. Niño. Mamá).

Mamá: No llores tanto y come. Mañana te cocinaré una liebre. Hoy no he sentido a la
bestia. Ya llegará. Oye... Parece un Canto. Tómate la pastillita, hijo, estás muy nervioso.
Me parece estar viendo a tu padre. Oigo un batir de alas secas y nuevamente el canto. Voy a
revisar la atalaya. (Lo besa, lo abraza, lo aprieta). Regreso enseguida.

(Mamá sale. Aparece el espectro de la Niña.)

Niña: ¡He bailado tanto que estoy mareada! Y lo que falta...Ellos me dijeron que la
iniciación dura noventa días. No puedo dejar de moverme, forma parte del
misterio. Primero, la oscuridad, después fue como si me sumergieran en una bañadera llena
de hielo. Un hombre muy flaco llenaba unos formularios azules. Yo lo veía desde el agua.
Te oía llorar, hermano. Había un pasillo, y al final del pasillo un resplandor rojo, como de
hoguera. A través del boquete veía pasar a Mamá. “Tienes que volver una vez más a la
torre. Niña, olvidaste darle algo a tu hermano”, me dijo alguien. Me di cuenta que estaba
desnuda. Ellos me vistieron a pedazos con lo primero que encontraron. No sé. No sé,
hermanito, sé que estoy aquí... Se encendió un fósforo y pude ver algunos de los rostros que
me escoltaban. Grité y comprendí. Hermano, yo siempre regreso y tú nunca partes. Somos
débiles por igual. No te asustes. No te puedo tocar.
Niño: ¿Quieres un pedazo de carne?
Niña: Nosotros nos alimentamos de otra cosa. Si no escapas de aquí ella te
matará.
Niño: ¿Y allá, en ese lugar, uno puede hacer lo que quiera?
Niña: Algún día lo sabrás.
Niño: Te dije que te fueras y no me hiciste caso.
Niña: Mira, hay una puerta.
Niño: ¿Cómo eran esos rostros?
Niña: El mundo es inmenso, hermano. No te aterres ante la grandeza, atérrate ante la
pequeñez. ¡Mira,ahora bate la puerta, bate para ti!
Niño: Nunca pensé que el otro mundo estuviera lleno de puertas.

24
Niña: (Le entrega el hacha del cuadro I) Cumple tu deber de hermano y de hombre.
Niño: Quisiera ir a ese pueblo de pescadores del que hablaste.
Niña: Cada día eres más viejo. Una mañana ya no podrás levantarte, y soñarás con ese mar
que nunca has visto, y te preguntarás por qué no corriste a él. ¡Corre, Niño, corre sin mirar
atrás!
Niño: Hermana... ¡perdóname!
Niña: Esa es una palabra de tu mundo. Ya vinieron a buscarme.
Niño: ¿Dónde están? No te vayas.
Niña: Te dije una vez que tenía espíritu viajero, adiós.

CUADRO XI

(Noche. Salón principal. Niño, Mamá.)


(Entra Mamá)

Mamá: No hay luna. He visto tenebrosas protuberancias en el cielo. Creo que voy a
clausurar esa puerta.
Niño: ¿Cómo se descuera un conejo, Mamá?
Mamá: Si vas a abrir la boca para decir locuras mejor permaneces en silencio. Estás
esclerótico. Mírame a mí, no envejezco porque no me atormento con delirios.
Niño: Quiero ver el mar.
Mamá: Cursi. Abre un libro.
Niño: El mar verdadero.
Mamá: Confórmate. No todo puede obtenerse.
Niño: Soy un asesino.
Mamá: No me gusta que hables así. Respira profundo, cierra los ojos. En la negrura de ti
mismo oye el silencio, los latidos de tu corazón, la paz de tu casa.
Niño: Hay un bulto en tu espalda, Mamá, como alas. Y tienes la piel escamosa.

25
Mamá: No tan deteriorada como la tuya.
Niño: Y el aliento fétido.
Mamá: Respétame, hijo, que solo quedamos dos.
Niño: Somos tres.
Mamá: Comprende que no es tu hermana quien descansa abajo sino una imitación de ella.
Niño: Te pareces al Iguandrago. Lo vi en ese libro que te comiste. Tú eres mi Iguandrago.
La bestia que lo ve y lo oye todo, la que está en todas partes, la quimera de mis pesadillas.
Mamá: Hijo... Arrodíllate y pídeme perdón.
Niño: No... No puedo... Me duelen las rodillas.
Mamá: ¡Arrodíllate!
Niño: No puedo.
Mamá: No quieres.
Niño: Eres muy injusta, Mamá.
Mamá: (Lo abofetea, lo patea, todo el texto es golpeándolo. El Niño intenta escapar) Te vas
a morir, por desobediente. Y te voy a enterrar con esa perdida. Y nunca bajaré a regar tu
tumba, allí no crecerá ni la hierba mala. Pídeme perdón. ¡Pídeme perdón! ¿Qué pretendes?
¿Qué quieres de mí? Muñeco de trapo. Débil, llorón. Sin mí no son nada. Ni tú, ni tú
cochino padre, ni tu hermanita. Sin mí no pueden ni dar un paso. (El Niño se arrastra)
¿Adónde vas? ¡No me hagas reír!
Niño: Voy a cerrar la puerta.
Mamá: Sé hombre alguna vez y reconoce que quieres huir.
Niño: Quiero ver el mar.
Mamá: El mar es la torre (lo patea) ¡El cielo es la torre! ¡Las montañas son la torre! ¡Los
vivos son la torre! ¡Los muertos son la torre!
Niño: ¡Mamá!
(El Niño le entierra el hacha.)
Niño: Yo soy hombre, Má. Mira, te pincho para demostrarte que no soy tan poca cosa.
Pensé que eras más recia, pero tu carne es como la de los conejos, o más blanda, pareces un
jabón. Da igual si te corto en pedazos o no. De todas maneras no existimos, Madre, ya lo
dijo la Niña. ¡No existimos!
Mamá: ¡Hijo! ¿Qué has hecho, hijo?

26
(El Niño le da otro hachazo)

Mamá: ¡Aaaaahhhhh! (arrastrándose, pero sin morir) ¡Escucha! ¡Oh, escuchaaaaa! ¡Ahí
está! ¿No sientes los graznidos? ¡Es el Iguandrago! ¡Ahhhhhh, hijo, cobarde, asesino de tu
madre! ¡AAAAHHHH! ¡El Iguandrago! ¡Ahhhh! ¡Párate ahí, Niño!

(Forcejean, el Niño grita espantado. Mamá aúlla de dolor y se ríe)

Niño: ¡Quita, monstruo, no me toques! ¡Fuera, bicho! ¡Toma, toma, toma!


Mamá: No abras la puerta, Niño. ¡No abras! Está afuera... ¡No salgas, hijo!
¡No salgas! ¡El Iguandrago, el Iguandrago!

( El Niño le da hachazos, le aprieta el cuello, le machaca la cabeza a patadas. Mamá cae y


resucita, cae y resucita, cae y resucita. Finalmente se queda quieta):

EPÍLOGO

(Noche. Salón principal. La puerta de entrada bate estruendosamente. Niño, Mamá muerta).

Niño: Tendré que decir adiós a las paredes, a las rejas, a la humedad, a los muertos. Y
quizás ellos me hagan hasta una fiesta de despedida. La vejez no me ha
carcomido mucho la imaginación... ¿Mamá? ¿Dónde estás, Mamá?
Mamá: ¿Qué quieres, hijo?
Niño: Me voy.
Mamá: Abrígate bien.
Niño: Hay sitio para dos.
Mamá: Este es mi lugar.
Niño: ¿Por qué no te mueres de una vez?
Mamá: Mátame.
Niño: Ya lo hice.

27
Mamá: No olvides las pastillas.
Niño: ¿Qué puedo hacer para no ver tus ojos, para no sentir tu respiración en mi cuello? En
cada pedazo de mí tatuaste tu imagen, Mamá.
Mamá: Niño...
Niño: ¡No me llames!
Mamá: Clava el hacha en tu cabeza, así no me verás más.
Niño: No puedo, le tengo miedo al dolor. La puerta se abre y se cierra como una boca
hambrienta. Quiere tragarme. Entonces el esófago es el camino entre las zarzas y luego...
La puerta tiene dientes, las paredes, la escalera, ¡todo tiene dientes! ¿Má, dónde estás?
¿Dónde estás? ¿Dónde estás, Mamá? ¿Mamá? ¿Mamá?

Fin.

28

También podría gustarte