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Las primeras investigaciones del Próximo Oriente y la formación del paradigma difusionista en la investigación
prehistórica
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BERNABÉU, J., AURA, J. E. Y BADAL, E., 1993: Al oeste del Edén, Ed. Síntesis, Madrid.
5
TRIGGER, B., 1992: Historia del pensamiento arqueológico, Ed. Crítica, Barcelona, 4043.
6
TRlGGER, B., 1992: op. cit., 42.
7
TRlGGER, B., 1992: op. cit., 61.
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Massachussetts defendían la idea de que, al igual que Dios había concedido Palestina a los
antiguos hebreos, ellos (los puritanos), tenían derecho a asentarse en el continente
americano como un nuevo Israel y esclavizar a los indios que serían el trasunto de los
cananeos. Lo que en ese momento no pasa de ser el establecimiento de un paralelismo, se
convierte en 1783 en la defensa de migraciones concretas. Ezra Stiles, presidente de la
Universidad de Yale, señalaba que los indios de Nueva Inglaterra eran descendientes
directos de los cananeos huídos de Palestina en el tiempo de la invasión de Josué 13 •
A finales del siglo xvn, el destino de algunos viajeros es el Próximo Oriente,
pasando a engrosar los objetos conseguidos allí y en otros lugares las colecciones de
nobles y anticuarios que, con el transcurso del tiempo y en algunos casos, constituirán el
núcleo de algunos museos europeos. No obstante, a pesar de que pudieran existir ya otros
términos de comparación, ciertos eruditos ingleses de este momento atribuyen la autoría de
Stonehenge a los fenicios una vez más 14 •
Las peregrinaciones a los países de los que habla la Biblia, fueron realizados por
personas de distinta condición. Sin embargo, la atracción de un mundo exótico y la
emoción del encuentro con lugares recorridos por figuras míticas o escenario de
acontecimientos trascendentales desde el punto de vista del credo cristiano eran
compartidas por todos ellos. Uno de los atractivos consistía, por ejemplo, en la
identificación de la torre de Babel (en realidad el zigurat babilónico), lo que explica que el
lugar donde se halla Babilonia fuera visitado ya en estos momentos. Una descripción de
este lugar es la que dejó Pietro della Valle en 1600 quien habiendo partido para una
peregrinación a Tierra Santa, permaneció varios años viajando por todo el Oriente. Fue
también el primero en describir las ruinas de Persépolis15 , a pesar de que al hallarse Irán
fuera de las rutas habituales de los peregrinos lo mismo que Mesopotamia, sería menos
visitado o lo sería más tardiamente que Palestina o que la zona mediterránea en general
(Egipto, Turquía, Siria o el Líbano).
Sin embargo, incluso a fmales del siglo XVIII y hasta las investigaciones
sistemáticas sobre el antiguo Egipto a partir de la campaña de Napoleón, no se sabía sobre
las civilizaciones de esta zona y el Próximo Oriente prácticamente nada más que lo que la
Biblia y los escritores griegos y romanos decían, así que los estudios clásicos conformaron
un modelo para la Egiptología y la Asiriología16 que se evidencia en la metodología
empleada en las primeras investigaciones.
Con todo, el siglo XVIII supone la ruptura del marco tradicional de los
conocimientos en general y también la aparición de las discrepancias más serias con la
tradición bíblica que, no obstante, continuará siendo defendida por algunos sectores de la
comunidad científica, al igual que en el siglo posterior e incluso, para determinados
aspectos, a principios del nuestro. Una serie de instituciones como Academias y
Sociedades fmanciarán investigaciones y proyectos de forma independiente a los gobiernos
y monarquías otorgando una mayor libertad a los estudiosos. Así, por ejemplo, la Society
of Dilettanti inglesa envía a R. Wood ya J. Dawkins a Grecia, Egipto, Asia menor, Siria y
Palestina. Fruto de este viaje son las obras Ruins of Palmyra y Ruins of Baalbec que ven la
luz en 1753 y 1757 respectivamente. La primera de ellas causará un gran impacto al
erudito español Antonio Ponz (miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando y correspondiente de otras extranjeras) y le animará a viajar a esta ciudad,
13
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 73.
14
DANIEL, G., 1977: op. cit., 20.
15
CERAM, C. W., 1959: En busca del pasado. Ed. Labor S. A., Barcelona, 186-189.
16
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 47.
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aunque por desgracia el viaje se frustre fmaLmente a causa de las previsibles dificultades l7 .
En general, parece existir una tendencia a buscar también los orígenes de España
en el Oriente bíblico. Pérez Bayer estudia las monedas hebreo-samaritanas y entre los
eruditos en general se plantea la polémica por el supuesto origen fenicio de ciertas
ciudades españolas basándose en la toponimia. Algunos de ellos protestan contra lo que se
considera la manía del origen oriental de España l8 •
A finales de este siglo, en el campo metodológico, se habían sentado las bases del
método estratigráfico y se valoraban los restos materiales como elementos de estudio más
fiables para la historia que los textos clásicos, aunque algunas escuelas los siguieran
considerando fundamentales. Tanto es así, que los primeros estudios sobre Egipto y la
zona mesopotámica tienen un marcado carácter filológico, seguramente también como
herencia de la metodología de trabajo de la Arqueología clásica. Sin embargo, por lo que
respecta al tema que venimos analizando, la postura de los estudiosos variará escasamente.
En el siglo XIX, podría señalarse una fase nueva en la forma de abordar la cuestión
que nos ocupa y que constituye precisamente el objetivo de estas páginas. En el transcurso
de la misma, se conjugan los distintos componentes que van a permitir desarrollar el
difusionismo clásico como la explicación más invocada por prehistoriadores y
arqueólogos. No obstante, no supondrá una ruptura total con los planteamientos anteriores,
como tendremos ocasión de analizar. Como ejemplo, cabe recordar que en ese siglo se
excavará Royal Tara en Irlanda en busca del Arca de la Alianza l9 • En opinión de TriggerO,
parece que el deseo de saber algo más sobre Mesopotamia y Egipto estuvo motivado en
sus inicios por querer profundizar en los conocimientos sobre las civilizaciones registradas
por el Antiguo Testamento. Pero, si durante la primera fase que hemos analizado, el
difusionismo se origina por la aceptación de una tradición religiosa que impone unas
coordenadas en las que moverse, ahora el paradigma difusionista responderá muy pronto al
deslumbramiento que producen determinados hallazgos, a avances metodológicos
concretos y a nuevos planteamientos ideológicos, aunque la tradición bíblica tenga todavía
un gran peso. De hecho, a juicio de B. Trigger2 1 habrá más vínculos entre los
investigadores del Próximo Oriente y Egipto y aquellos que trataban de demostrar al pié de
la letra los relatos de la Biblia que con el resto. Los primeros trabajos en Egipto
fmanciados por la Egypt Exploration Society parecen estar vinculados aún a yacimientos
del delta como Tell-el-Mushukta relacionados con la Biblia e, incluso, determinadas
investigaciones llevadas a cabo por Flinders Petrie todavía en 1896 tendrán como resultado
la identificación de la primera mención de Israel en los textos egipcios en una estela del
faraón Memeptah (1236-1223 a.c.i2 •
En el mismo sentido y siempre en opinión de Trigger, los hallazgos en Egipto y
Mesopotarnia que parecían confirmar los relatos de la Biblia aseguraban el apoyo a la
investigación. Así, cuando G. Smith da a conocer el relato sumerio del diluvio hallado en
una tablilla cuneiforme incompleta, el "Daily Telegraph" ofrece mil libras esterlinas para
organizar una expedición a Irak en busca de los fragmentos que faltaban de la tablilla en
17
MORA, G., 1998: op. cit., 47-48.
18
MORA, G., 1998: op. cit., 6l.
19
DANlEL, G., 1977: op. cit., 20.
20
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 52.
21
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 104.
22
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 104.
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cuestión . La expedición se realizará y los fragmentos serán hallados en el transcurso de la
misma.
En todo caso, se da un paso más en la configuración del paradigma difusionista en
el que pueden distinguirse distintos componentes. Los descubrimientos arqueológicos en el
área que venimos analizando serán uno de ellos.
La apertura del consulado inglés en Bagdad en 1808 supone un momento crucial
para el conocimiento europeo del Próximo Oriente. En la época del primer consul, C. Rich,
coleccionista de antigüedades él mismo, Rawlinson un oficial del ejército británico
destacado en la India, visita los monumentos de Irán, haciendo una primera valoración de
las inscripciones de Persépolis en 1833. La expansión colonial propicia asimismo esta
nueva perspectiva.
Sin embargo, estos primeros trabajos estaban más relacionados con la recuperación
de objetos artísticos y de tablillas para su desciframiento, como puede deducirse de
algunos textos. Así, por ejemplo, el propósito de A. Layard en Nirnrud era "obtener la
mayor cantidad posible de objetos de arte bien conservados con el menor gasto de tiempo
y dinero,,24. Similar era el de W. K. Loftus en Warka25 donde, según sus propias palabras,
le impulsaba "un deseo nervioso de hallar importantes piezas de museo mediante el menor
desembolso posible de tiempo y dinero" .
. No obstante, algunos lugares eran conocidos con anterioridad. En 1782, el botánico
A. Michaux había traído de Persia una "piedra" posiblemente proveniente de Ctesifonte (el
kudurru Michaux hoy en el Louvre), adquirida por el Gabinete de Antigüedades de la
Biblioteca Nacional de París que constituye el primer documento epigráfico babilónico
llegado a Europa. En ese mismo año, el abate y astrónomo Joseph de Beauchamp enviaba
a París una descripción de los principales monumentos próximo-orientales (Nínive,
Ctesifonte, Babilonia y Persépolis •
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Pero el punto de arranque para el estudio de este área se sitúa tradicionalmente a
finales del siglo xvrn cuando la East India Company ordena a su residente en Basra que
consiga fragmentos de "ladrillos escritos" y los envíe a Londres. En todo caso, es desde
mediados del siglo XIX cuando cabe citar investigaciones de envergadura y nombres como
los de P. E. Botta que trabaja en Jorsabad (donde le sucede V. Place), y Kuyunyik en 1843
sin demasiada fortuna. A. Layard lo hace en Nirnrud (1845-1847) y también en Kuyunyik.
Allí y en el montículo de Nabi Yunus, frente a Mosul, se hallaba la mítica Nínive y no en
Nirnrud ni en Jorsabad como tradicionalmente se había pensado. Excava el palacio de
Senaquerib y la biblioteca de Asurbanipal, pero el método de trabajo empleado y el
traslado a Londres de las piezas había de ocasionar la pérdida o el daño de un buen número
27
de tablillas . Este investigador desarrolló además una floreciente carrera política llegando
a ser miembro del Parlamento británico, Subsecretario de Estado y... embajador en
Madrid28 . W. K. Loftus, por su parte, excava en Warka algunos años más tarde (1850 y
1853-54).
Lamentablemente la guerra de Crimea supuso un freno a las excavaciones de cerca
de veinte años. Sin embargo, hacia 1870 hay un renacer de la Arqueología mesopotámica
con los hallazgos de G. Smith (entre ellos el relato sumerio del diluvio ya aludido) y la
lectura de los mismos ante la Sociedad de Arqueología Bíblica en 1872. Posteriormente, H.
Rassam, inicialmente ayudante de Layard lleva a cabo distintas excavaciones entre 1872 y
23
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 104.
24
DANIEL, G., 1987: Un siglo y medio de Arqueología, F.c.E., México, 144.
25
DANIEL, G., 1987: op. cit., 144.
26
FLON, Ch. (Ed.), 1988: The World Atlas of Archaeology. Portland House, Nueva York, 174.
27
LLOYD, S., 1980: Foundations in the dust, Thames and Hudson, Londres, 135-140.
28
CERAM, C. W., 1959: op. cit., 235-236.
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29
MARCOS, A. (Coord.), 1993: De gabinete a museo. Tres siglos de historiª, M.A.N., Madrid, 53-54.
30
GÓMEZ, F. 1. YPÉREZ, A., 1997: Egiptomanía, Alianza Ed., Madrid, 196-197.
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TRIGGER, B., 1992: op. cit., 77.
32
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 77.
33
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 92-97.
34
DANIEL, G., 1974: Historia de la Arqueología, Alianza Ed. Madrid, 122.
35
FLON, Ch. (Ed.), 1988: op. cit., 162.
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instrumentos de piedra enterrados en el suelo en casi todos los lugares habitables del
mundo, incluidos los que ocuparon las grandes civilizaciones antiguas de Egipto, Asiria,
India, China, Grecia, etc., puede aducirse como prueba que durante algún tiempo los
habitantes de esas regiones vivieron en la Edad de Piedra,,36.
Esta idea había sido ya avanzada en el siglo XVII (1655) por Isaac de La Peyrere,
quien puso en tela de juicio el relato bíblico, atribuyendo las "piedras del rayo" (hachas de
piedra prehistóricas) a la "raza preadamita" existente antes de la creación del primer
hebreo. En su opinión, la Biblia no era más que la historia de este pueblo del cual Adán era
el primer representante. Pero, por esa razón, debieron existir hombres anteriores. Dicho
ésto en plena Contrarreforma, la Inquisición ordenó quemar el libro, por lo que no hubo
ocasión de desarrollar esta explicación alternativa.
Sin embargo, nadie trata de poner en relación dichos hallazgos con los europeos y
viceversa. Quizá por la necesidad de probar esa antigüedad inimaginable hasta entonces,
pero también porque, según los criterios evolucionistas, la tecnología de estos primeros
pobladores de Europa no presentaba complejidad alguna, no se plantea la necesidad de
explicar su origen. Por tanto, el difusionismo no se invocará en la Prehistoria más antigua
europea hasta llegar al estudio del Neolítico (agricultura y domesticación de animales
como primera innovación importante). Recordemos, no obstante, que la polémica que
origina el descubrimiento de Altamira en tomo a su antigüedad y autenticidad, se debe
justamente a que rompe con la idea de evolución ligada a la de progreso que hacía
impensable una calidad artística semejante en grupos de gran primitivismo.
En el mismo sentido, a los monumentos megalíticos conocidos en Europa desde
siglos anteriores se les atribuía una autoría variada que, en la actualidad, nos parece
descabellada. En cambio, los entonces denominados palafitos suizos, estudiados en 1853
por F. Keller, se comparaban curiosamente con los descritos por el viajero C. Dumont
d'Urville en Nueva Guinea en una práctica corriente en la época como era la toma de datos
de la incipiente etnografía.
Con todo, los cimientos de los estudios prehistóricos en el Próximo Oriente no se
sientan hasta los años entre 1920 y 1937, cuando después de la 1 Guerra y con los
mandatos establecidos por las potencias europeas se crean departamentos de
antigüedades37 .
Si los estudios sobre el pasado más antiguo del hombre supusieron una ruptura
considerable con la tradición bíblica generando un importante debate y ampliaron el límite
cronológico superior de forma notable, también en la primera mitad del siglo XIX se puso
de manifiesto la ausencia del conocimiento del metal por los primeros hombres en
excavaciones de los concheros y de los dólmenes daneses a partir de 180638 .
Otra explicación complementaria responde aún a la vieja idea de que tanto los
hombres de la Edad de Piedra como los primitivos contemporáneos, suponían una
degeneración a partir de las civilizaciones de Egipto y Mesopotarnia. Sin embargo, ya en
1863, Ch. Lyell publica su obra Antiguity of man, donde con todo tipo de pruebas sitúa el
orígen del hombre en la antigüedad adecuada de acuerdo con la fauna, lo que descarta
totalmente la idea de la degeneración de los grupos de la Edad de Piedra y de los
primitivos contemporáneos a partir de las civilizaciones de Egipto y Mesopotamia: "No
obstante, geológicamente hablando y tomando como referencia la antigüedad de la primera
edad de piedra, estos restos del valle del Nilo pueden considerarse extremadamente
modernos. En todas las excavaciones que se han hecho en el barro del Nilo por debajo de
36
HARRIS, M. , 1983: El desarrollo de la teoría antropológicª, Siglo XXI Eds. , Madrid, 128.
37
FLON, Ch. (Ed.), 1988: op. cit., 162.
38
HARRIS, M., 1983: op. cit., 125.
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los cimientos de las ciudades egipcias, como por ejemplo, a sesenta pies por debajo del
peristilo del obelisco de Heliópolis y, en general, en las llanuras aluviales del Nilo, todos
los huesos que encontramos pertenecen a especies vivas de cuadrúpedos, tales como
camellos, dromedarios, perros, bóvidos y cerdos, sin que en ningún caso aparezcan
asociados a dientes o huesos de alguna especie desaparecida,,39.
Por tanto, queda establecida ya la modernidad de las civilizaciones próximo-
orientales con respecto a los primeros pobladores europeos y de la propia región.
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DANIEL, G., 1987: op. cit., 142.
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HOLE, F. y HEIZER, R.F., 1982: Introducción a la arqueología prehistórica, F.c.E., México, 39-40.
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Próximo Oriente y Egipto seguían siendo vistas como historia antigua, algo anteriores a
Grecia y Roma pero muy posteriores a la Prehistoria. Su principal interés era dotar de
nombre a los pueblos que estudiaban y encontrar alguna cronología absoluta para sus
periodos, ya que la cronología bíblica no cubría ni con mucho lo hallad052•
52
DANIEL, G., 1987: op. cit., 113-114.
53
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 155-156.
54
TRIGGER, B., 1992: op. cit., 146.
55
HARRIS, M., 1983: op. cit., 150.
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aquellos momentos.
En general, los difusionistas alemanes mayoritariamente católicos trataron de
armonizar estos planteamientos con el libro del Génesis, mientras que los ingleses
intentaban probar toda difusión a partir de Egipto, agregándose nuevos componentes a la
generación del paradigma difusionista para la investigación prehistórica, sobre todo en los
años 20 y 30 de nuestro siglo.
La corriente representada por E. Smith en Inglaterra y por escuelas como la
histórico-cultural de Viena constituirán una nueva fase en la formación de la corriente
difusionista. Sin embargo, no pervivirán después de la n Guerra Mundial ya que realmente
llevarán a posturas extremas difíciles de defender. No obstante, el difusionismo modificado
de V. Gordon Childe, por ejemplo, ejercerá una gran influencia y servirá de base a la
explicación de distintos fenómenos como el megalitismo en los años 30 Y 40. Los
investigadores españoles participarán de estos planteamientos en la primera mitad de
nuestro siglo.
Por lo que se refiere a los datos arqueológicos, hasta los años 20 no se produce la
excavación de yacimientos prehistóricos en el Próximo Oriente, estableciéndose los
periodos predinásticos en la xvm Conferencia Internacional de Orientalistas, celebrada en
Leyden en 1931. Pero no será hasta la década de los cuarenta y en adelante, cuando se
realicen estudios sistemáticos del mundo prehistórico del Próximo Oriente, hallando con
ello nuevos nexos de unión entre Oriente y Occidente y revalorizándose la explicación
difusionista para diversos procesos. La fase actual, al menos en nuestro país, supone un
resurgir de este paradigma, basándose en datos procedentes incluso del marco auxiliar
(origen de animales y plantas en el caso del Neolítico, por ejemplo), de modelos de
simulación por computadora ("wave of advance") o estrictamente arqueológicos. Sin
embargo, estas dos fases se sitúan ya fuera del ámbito tratado en estas páginas.
Como conclusión principal cabe señalar el largo proceso de formación y desarrollo
del paradigma difusionista desde la adopción de la tradición cristiana que identificaba el
Próximo Oriente con el Jardín del Edén bíblico por el mundo medieval hasta nuestros días.
Los componentes del difusionismo son de variado carácter: teórico-metodológicos,
políticos, religiosos y naturalmente arqueológicos. Pero, a pesar del distinto énfasis puesto
en cada uno de ellos en los diversos periodos de la investigación, este planteamiento
aparece de forma recurrente como explicación de diferentes procesos y fenómenos de la
Prehistoria.
El descubrimiento de la antigüedad del hombre y de las etapas más remotas de la
Prehistoria, así como la modernidad de las civilizaciones próximo-orientales con relación a
10 anterior, reorientaron los planteamientos básicos del mismo hacia la Prehistoria más
reciente, enlazando así con los presupuestos nacionalistas que buscaban pueblos
identificables en los textos con los que poder establecer un nexo histórico.
Sin embargo, las recientes excavaciones llevadas a cabo en el Próximo Oriente
(que ahora sí incluyen momentos prehistóricos), vuelven a mostrar un pasado realmente
esplendoroso que, en todo caso y considerado de forma absoluta, nos permiten constatar un
desarrollo temprano de la complejidad social y un mundo simbólico especialmente rico,
evidenciado esta vez por los mismos restos arqueológicos.
6. BmLIOGRAFÍA
BERNABÉU, J., AURA, J. E. Y BADAL, E., 1993: Al oeste del Edén, Ed. Síntesis,
Madrid.
CERAM, C. W., 1959: En busca del pasado, Ed. Labor, S.A., Barcelona.
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1. Rubio de Miguel
FLON, Ch. CEd.), 1988: The World Atlas of Archaeology, Portland House, New York.
HARRlS, M., 1983: El desarrollo de la teoría antropológica, Siglo XXI Eds., Madrid.
LLOYD, S., 1980: Foundations in the dust, Thames and Hudson, Londres.
RUBIO, l., e.p.: "El paradigma difusionista y la neolitización de la Península Ibérica: una
explicación recurrente", CuPAUAM.
TRlGGER, B., 1992: Historia del pensamiento arqueológico, Ed. Crítica, Barcelona.
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