Está en la página 1de 6

DERECHOS INDIVIDUALES Y PROCESO PENAL. CAFFERATA NORES.

Introducción.
La persona es titular de DERECHOS propios de su condición de tal. Por encima de las posturas filosóficas sobre el
tema, el derecho internacional público y el interno de cada estado, reconocen al ser humano una serie de
atribuciones que se denominan "derechos humanos" o "derechos del hombre" o "derechos individuales”.
Trataremos de establecer los modos y fijar los límites en que la ley debe tutelar los derechos individuales del
sospechoso en el curso del proceso penal, tanto los que se le reconocen en general por ser persona, como aquellos
que se le acuerdan en el carácter de imputado.
Debemos dejar aclarado que: la enumeración es incompleta y el desarrollo elemental, con un sentido esquemático,
más descriptivo que analítico, y destinado a la divulgación general.

Interés social e interés individual.


La noticia de la posible alteración del orden jurídico mediante la comisión de un hecho delictivo genera una
inmediata reacción del estado que, invocando el interés social en el castigo del delincuente, intentará esclarecer la
verdad y actuar la ley penal en el caso concreto.
Pero el mismo orden jurídico establece (o debe establecer) la necesidad de asegurar que la satisfacción del interés
social en la represión del delito, se logre respetando los derechos de la persona que resulte sospechosa de su
comisión.
Este es el interés individual que radicará en lograr el reconocimiento, por las leyes y en la práctica procesal, de los
derechos inherentes a la persona humana como tal, y los acordados como garantías específicas frente a la
persecución penal.
El proceso penal tiene la delicada tarea de proteger simultáneamente ambos intereses, tratando de lograr un justo
equilibrio entre ambos; y los magistrados del fuero criminal, la enorme responsabilidad de evitar la injusta o ilegal
prevalencia del uno sobre el otro.
Cualquier restricción al interés individual en aras del interés social deberá emanar de alguna norma legal expresa: y
en caso de conflicto entre ambos, no resuelto expresamente en pro del último (el social), deberá decidirse en favor
del primero (el individual).
Garantía de legalidad.
El sometimiento a proceso de una persona sólo puede fundarse en la sospecha fundada acerca de su participación
en un hecho que se encuentre caracterizado como delictivo por la ley penal.
No podrá haber persecución penal si no concurre esta última condición, debiéndose en consecuencia disponer que
no se dará curso a una denuncia, comunicación policial, sumario de prevención policial, requerimiento fiscal o
querella, si el hecho que los determina no encuadra una figura penal.
Pero en relación al sometimiento formal de una persona al procedimiento (que puede determinar medidas de
coerción en su contra) será necesario, no sólo la existencia del requisito aludido (tipicidad) sino que, además pueda
sospecharse que su participación en el hecho típico es también antijurídica, culpable y punible.
Complementariamente deberá garantizarse que si luego de iniciado el proceso se advierte que el hecho no existió o
no fue cometido por el imputado, o no es punible por no encuadrar en una figura penal, o por existir causas de
justificación, inculpabilidad, inimputabilidad o excusas absolutorias, habrá que cerrarlo a favor de aquél en forma
definitiva e irrevocable (haciendo cesar las medidas de coerción que pudieran habérsele impuesto).
Si, en cambio, el trámite llega hasta el dictado de la sentencia posterior al juicio plenario, frente a iguales
circunstancias deberá adoptarse idéntico temperamento, absolviéndose libremente al acusado, aun por aplicación
del principio "in dubbio pro reo” (locución latina que expresa el principio jurídico de que, en caso de duda, por
ejemplo, por insuficiencia probatoria, se favorecerá al imputado o acusado)

Igualdad ante la ley.


El derecho a la igualdad ante la ley debe tener vigencia en el ámbito del proceso penal. Ello requiere que no se
consagren excepciones a la formación o prosecución de causas, derivadas de motivos puramente personales,
tolerándose sólo aquellos privilegios derivados del ejercicio de la función pública, como los que se acuerdan a altos
funcionarios del Poder Ejecutivo, Legisladores y Jueces.
Tampoco podrá admitirse un tratamiento diferencial de los imputados por razones políticas, sociales, religiosas o
económicas. En este último aspecto deberá tenderse a la más absoluta igualdad de trato en orden a las posibilidades
de defensa técnica (que será provista por el estado en caso de pobreza), y a las condiciones para obtener la
excarcelación (que no podrá denegarse por falta de recursos para pagar la fianza).

Debido proceso.
Existe generalizado reconocimiento que toda persona, antes de ser sancionada penalmente, tiene derecho a un
proceso previo en el que se encuentren garantizados los siguientes aspectos:

a. La intervención de un órgano jurisdiccional previamente designado por la ley para juzgar una categoría de
ilícitos o personas, que actúe en forma independiente e imparcial. Es el principio del Juez natural que tiene
como contrapartida necesaria la prohibición de comisiones especiales o la creación de tribunales ex-post-facto.
b. La fijación de un programa legalmente definido, de carácter general e inalterable, para la investigación y
juzgamiento de delitos
c. La resolución definitiva de la situación del acusado dentro de un término razonable, en juicio oral y público y
mediante el dictado de un fallo motivado.
d. La correlación entre acusación y sentencia, de modo que en esta no se pueda condenar por hechos delictivos
que no fueran intimados como integrantes de la acusación.
e. La posibilidad de lograr un nuevo examen de las resoluciones judiciales que afecten al imputado, sobre todo
cuando impongan sanciones de importancia.
f. La defensa material y la defensa técnica, que se analizan más adelante y en conjunto (N° VII).
g. Deberá reconocerse al imputado un estado jurídico de inocencia que no tendrá que acreditar, como tampoco
las circunstancias eximentes o atenuantes de responsabilidad que pueda invocar. Esta carga recaerá sobre los
órganos estatales encargados de la persecución penal quienes deberán demostrar su culpabilidad (y la
inexistencia de los eximentes o atenuantes argumentados).
h. Si aquellos no logran probar fehacientemente la responsabilidad del imputado, éste deberá ser liberado
definitivamente del proceso (in dubbio pro reo), sin que pueda perseguírselo nuevamente por el mismo hecho
(non bis in idem) (es un derecho fundamental reconocido por la Constitución que prohíbe que un acusado sea
enjuiciado dos veces por un mismo delito)

Seguridad personal.
Hay un reconocimiento universal del derecho a la integridad corporal, física y psíquica, y a la seguridad personal,
que se encuentra también reflejado en nuestro derecho positivo interno.
Como tales derechos pueden ser desconocidos (y frecuentemente lo son en la investigación criminal) es necesario
estructurar normas para garantizarlos, pues si bien hay sanciones concretas de carácter represivo que tutelan la
integridad y seguridad de las personas, estas deben ser reforzadas por disposiciones procesales que faciliten su
observancia práctica. Tales son las normas que imponen a los funcionarios policiales o particulares que lleven a cabo
detenciones, la obligación de presentar inmediatamente al aprehendido a la autoridad judicial.
Sera conveniente a los fines de una mayor garantía, que la ley procesal acuerde a los allegados al detenido, el
derecho de reclamar directamente ante la autoridad judicial el cumplimiento de la obligación policial de
presentación inmediata.
De esta forma podrá asegurarse, en la práctica diaria, el efectivo control de los jueces, en cada caso, sobre la
integridad personal de quien fuera privado de su libertad. Y como modo de contralor preventivo será aconsejable
establecer la concurrencia periódica de los jueces penales a las dependencias en donde se realizan investigaciones y
a los lugares de alojamiento de detenidos.
Defensa en juicio.
El derecho a la defensa en juicio presupone la intervención efectiva del imputado en el proceso y comprende la
actividad que éste puede desenvolver personalmente en descargo o aclaración de los hechos que se le atribuyen,
denominada defensa material, y la desarrollada por un abogado en la asistencia y representación de aquél, que se
conoce por defensa técnica. La ley procesal penal debe asegurar ambas manifestaciones del derecho en cuestión,
admitiendo sólo restricciones de carácter reglamentario y a condición de que no afecten su esencia. Los principales
aspectos son:
 Defensa material: Debe garantizarse al imputado el derecho a decidir libremente si quiere efectuar alguna
manifestación relativa a la imputación que se le formula.
a) Ello importará la necesidad de que se le informe detalladamente de los hechos que se le atribuyeron y
de las pruebas existentes en su contra.
b) Deberá garantizársele el derecho de abstenerse de prestar declaración, sin que su silencio pueda
interpretarse como una presunción de culpabilidad en su contra.
c) En caso de que opte libremente por declarar, habrá que permitírsele que exponga todo lo que considere
conveniente en su descargo o aclaración de los hechos, y que invoque todas las circunstancias que
estime idóneas para excluir o disminuir su responsabilidad. A tal fin, si fuere necesario, deberá
proveérsele al intérprete o traductor. Antes o durante la declaración no podrá requerírsele juramento ni
promesa de decir verdad, ni formularle cargos ni reconvenciones, ni utilizar medio alguno capaz de
inducirlo o determinarlo a declarar contra su voluntad. Tampoco podrá obligársele a participar
activamente en actos de prueba como reconstrucciones del hecho, careos, formación de cuerpos de
escritura, etc.
d) Habrá que permitir al imputado declarar cuantas veces quiera, incluso si se hubiere abstenido de
hacerlo con anterioridad. Además, se le permitirá la indicación de las pruebas que estime convenientes a
su derecho, asegurándose su recepción, y deberá investigarse la posible veracidad de sus alegaciones
defensivas
 Defensa técnica: Debe reconocérsele al imputado el derecho a hacerse defender —desde el inicio del proceso—
por un abogado de su confianza y elección, que actúe como un protector de sus intereses, integrando su
personalidad jurídica. Si no tuviere medios económicos para procurarse un defensor particular, el Estado deberá
proveerle un abogado –oficial. La misma solución deberá adoptarse si el imputado no quiere proponer un
defensor, salvo que, por saber mucho de derecho, se le autorice a defenderse personalmente. Deberá
garantizarse la comunicación personal y epistolar entre imputado y defensor y la reserva de las confidencias que
en ella se trasmitan. Así se permitirá al primero contar con el asesoramiento y asistencia profesional del
segundo, que no deberá ser retaceado en ningún momento del proceso. Se asegurará al abogado su actuación
como vocero del imputado ante los jueces, pudiendo representar a aquél en la actividad probatoria y alegar en
su nombre para contrarrestar los fundamentos de la acusación.

Libertad personal.
El derecho a la libertad ambulatoria se encuentra universalmente reconocido. Es uno de los más afectados por el
proceso penal.
a. En forma pacífica se acepta la posibilidad de restringir el derecho a la libertad ambulatoria como retribución por
la comisión de un delito, siempre que la decisión en tal sentido sea precedida por un juicio en el cual se haya
comprobado la culpabilidad del acusado.
b. Pero durante la tramitación de ese proceso, regirá también el derecho del sospechoso (inocente hasta que no se
declare su culpabilidad) a gozar de su libertad ambulatoria, porque si ésta sólo puede serle restringida recién
después de la sentencia condenatoria, antes de su dictado deberá regir en plenitud.
c. Será necesario considerar el posible abuso del derecho a su libertad en que puede incurrir el imputado,
utilizándola para impedir que se llegue a la comprobación de su culpabilidad y al castigo del delito que pudiere
haber cometido. El sospechoso podrá usar abusivamente de su libertad para tratar de obstaculizar el
descubrimiento de la verdad acerca del ilícito que se le atribuye, mediante la realización de actos que estorben
la investigación. También, cuando no se someta a la autoridad judicial a los fines de la prosecución del proceso, o
trate de evitar el cumplimiento de la pena.
d. Evitar los aludidos abusos a la libertad, que pueden llevar a provocar la impunidad del delito. La forma de evitar
aquellos excesos podrá ser la de limitar o restringir el derecho a la libertad personal, pero solo en la medida que
sea necesario para asegurar el descubrimiento de la verdad real y la actuación de la ley.
e. Límites y condiciones a la restricción de la libertad ambulatoria durante el proceso, que circunscriben la órbita
de plena vigencia de esta garantía personal:
 No puede imponerse como pena antes de la sentencia, sino tan solo como un medio para asegurar el logro de la
verdad sobre la imputación formulada, la realización del juicio y la ejecución de la pena que pudiera
corresponder. Es decir, tendrá naturaleza cautelar.
 Como durante el proceso tiene vigencia también el derecho a la libertad, su restricción por los motivos
apuntados es realmente excepcional y solo puede fundar se en la necesidad de asegurar la consecución de los
fines de verdad y justicia precedentemente señalados.
 Su aplicación debe ser proporcionada al grado de peligro que existe de un uso abusivo de su libertad por parte
del sospechoso.
 Por importar la limitación de un derecho de quien todavía no ha sido declarado culpable, deben ser de
interpretación restrictiva.
 Siendo su imposición una verdadera excepción al principio de plena vigencia del derecho a la libertad
ambulatoria durante el curso del proceso, serán aquellas restricciones y no este derecho las que requerirán
justificación en cada caso.

f. Autorizar una restricción a tal derecho como medida cautelar de la justa aplicación de la potestad represiva del
estado, importará un juicio sobre la posible existencia de esta potestad, pues, en caso contrario, la cautela no
tendría objeto sobre el cual recaer. Y como la potestad represiva solo encontrará justificación en caso de
culpabilidad comprobada, la medida restrictiva procesal requerirá, lógicamente, que concurran al caso indicios
de responsabilidad penal. Solo cuando exista fundada apariencia de culpabilidad por el delito atribuido que
permita pensar en la eventual existencia del poder estatal de reprimirlo, será razonable aplicar restricciones con
sentido cautelar de esta potestad. Y mientras más rigurosa sea la medida, mayor será la exigencia de pruebas
sobre la posible culpabilidad).
g. Conclusión: El derecho a la libertad ambulatoria debe tener plena vigencia durante el curso de un proceso penal.
Si bien es posible admitir excepcionalmente algunas restricciones, estas se condicionarán a la simultánea
concurrencia de dos requisitos:
 La existencia de indicios sobre la culpabilidad del imputado;
 El peligro, concretamente verificado, de que éste abuse de su libertad para obstaculizar el descubrimiento de la
verdad o la actuación de la ley.
Las medidas restrictivas de la libertad solo podrán aplicarse cuando sean indispensables para el logro de aquellos
fines, observando, por otra parte, su condición de cautelares, proporcionales, excepcionales y de interpretación
restrictiva.
h. Las restricciones a la libertad durante el proceso no pueden destinarse a otros fines. No será correcto utilizarlas
para tranquilizar a la comunidad inquieta por el delito, o con el fin de evitar que los terceros caigan o que el
imputado recaiga en el delito, pues ello importaría hacerlas funcionar como penas anticipadas a la sentencia de
condena. Tampoco será legítimo usarlas para evitar "que el imputado continúe su actividad delictiva", pues este
fin es propio de las medidas de seguridad previstas en las leyes penales como forma de neutralizar la
peligrosidad de ciertos delincuentes y que presuponen una declaración judicial cierta de participación delictiva.
i. El respeto al derecho de libertad ambulatoria durante el proceso estará indisolublemente ligado a la judicialidad
de la aplicación y el contralor de las medidas que lo restrinjan y a la razonable limitación legal acerca de su
duración.
Cohesión familiar.
Implica el derecho de crear y mantener una familia, así como el de evitar injerencias extrañas o abusivas en la vida
familiar. Esto último implica la necesidad de impedir actos imputativos o probatorios que aun cuando pudieran ser
de suma relevancia para lograr el castigo de un delito, por provenir de parientes directos de su autor, puedan poner
en peligro la unidad de su familia.
Para ello deberá establecerse la prohibición de denunciar a ascendientes, descendientes, cónyuges o hermanos,
salvo que el ilícito haya sido cometido en perjuicio del denunciante o de un pariente suyo de grado igual o más
próximo que el autor. La excepción se justifica pues éste, con su accionar delictivo, ya habría afectado la cohesión
familiar.
Habrá también que impedir el testimonio en contra del cónyuge y los parientes precedentemente señalados, salvo
que el delito aparezca ejecutado en perjuicio del testigo o de una persona ligada a él por alguno de esos vínculos,
casos en que se acordará a los primeros la facultad de abstenerse de declarar.
Idéntica posibilidad deberá otorgarse respecto de otros más lejanos en pro de lograr idéntica tutela, y habrá que
establecer la prohibición de requerir de todos ellos la exhibición de cosas o documentos relacionados con el delito o
que puedan servir como medios de prueba, o como medio de facilitar la producción de éstas.
En todos estos supuestos el estado debe preferir la obstaculización y aun la frustración de su potestad represiva, a
lograr su efectivizacion a costa de la destrucción de la unión de la familia del presunto culpable.
También cabe dentro de esta idea el reconocimiento a la familia de la víctima de un delito de homicidio de lograr, en
un plazo razonable y luego de las operaciones periciales del caso, la entrega de su cadáver para la realización de las
ceremonias fúnebres habituales.
Propiedad.
Deberán reducirse a los límites de la más estricta necesidad, las restricciones que puedan imponerse a la libre
disposición del patrimonio del imputado. El secuestro de bienes muebles podrá autorizarse sólo respecto de
aquellos que se encuentren relacionados con el delito, que puedan servir como medios de prueba, o ser objeto de
confiscación.
La clausura de inmuebles deberá limitarse a los casos en que hubiere vehementes indicios de que en su interior se
cometió un ilícito grave, para impedir la destrucción o adulteración de las pruebas del delito, o la alteración de las
huellas o rastros de su comisión. También podrá autorizarse para evitar que en el local clausurado se continúe
cometiendo un delito. Finalmente, el embargo y la inhibición deberán restringirse a los casos en que sea preciso
asegurar el cobro de las consecuencias económicas que pudieran emerger de la sentencia (pena pecuniaria,
indemnización civil y costas).
Buen nombre y honor.
Indudablemente resulta afectado por su sometimiento al proceso penal en calidad de sospechoso de la comisión de
un delito. Tal perjuicio se ve agravado con la imposición de medidas restrictivas a su libertad, la difusión pública de
su nombre o fotografías relacionándolos con el ilícito, etc. Es preciso, que las leyes procesales restrinjan al mínimo la
posibilidad de que la reputación del imputado sea afectada más allá de lo indispensable para el logro de los fines del
proceso.
El requisito básico que debe respetarse es el de preservar a las personas de arbitrarios sometimientos a proceso,
estableciendo ciertas exigencias que lo tornen razonable, relacionadas fundamentalmente con la concurrencia de un
mínimo de pruebas de culpabilidad. Habrá que evitar, por el contrario, que frente a una mera atribución delictiva
contenida en los actos iniciales de procedimiento (vgr. una denuncia) se disponga mecánicamente el sometimiento
del denunciado al proceso, sin que haya ningún otro motivo para sospechar fundadamente su participación en el
delito.
Deberá evitarse la privación de su libertad cuando tal restricción no sea absolutamente indispensable para lograr el
descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley. Cuando el encarcelamiento sea necesario, deberá practicarse
del modo que perjudique lo menos posible la reputación del afectado. Habrá que evitar procedimientos
innecesariamente espectaculares y alojarlo en un establecimiento diferente al de los penados, separándolo de otros
encausados por razones de sexo, edad, educación, antecedentes y naturaleza del delito que se le imputa. Se deberá
prever también la posibilidad de cumplir la prisión preventiva en sus domicilios.
De suma importancia será también el evitar la difusión pública del sometimiento a proceso o la privación de libertad
del imputado en los primeros momentos de la investigación, cuando su culpabilidad normalmente no aparece
fundada en pruebas de sólida envergadura, sino más bien en meros indicios. En tal sentido, deberá imponerse el
secreto del sumario en relación a quienes sean extraños al proceso, lo que importará la prohibición de la difusión
pública de los nombres y más aún de las fotografías de quienes resulten imputados. La publicidad por la prensa
configura, una verdadera condena anticipada a nivel de opinión pública que acompañará al afectado durante toda su
vida, aun cuando con posterioridad resulte sobreseído o absuelto.
Será conveniente, en caso de que se demuestre que el imputado ha sido indebidamente sometido a proceso, que la
resolución —que así lo reconozca— contenga la declaración de que la formación de la causa no afecta su buen
nombre y honor.
Pudor.
Como una manifestación de la dignidad de la persona, es necesario asegurar el respecto a su pudor cuando sea
objeto de la persecución penal del estado. Será preciso que se restrinja al límite de la más estricta necesidad
cualquier actuación judicial sobre su cuerpo, como sería la requisa personal, autorizándola solo cuando se sospeche
que oculta sobre sí cosas relacionadas con el delito, e instrumentando un trámite respetuoso de aquel aspecto.
El mismo cuidado deberá observarse en caso de inspección corporal y mental y en relación al lugar de cumplimiento
del encarcelamiento procesal (clasificando a los internos por razones de sexo, antecedentes y naturaleza del delito
atribuido, etc.)
Inviolabilidad del domicilio.
Se considera que el domicilio es como una proyección espacial del ámbito de intimidad de una persona, lo que ha
determinado el reconocimiento general de su inviolabilidad y la exclusión de injerencias arbitrarias en él. Sin
embargo, esta garantía puede admitir excepciones durante el proceso penal, cuando sean indispensables para
asegurar el descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley.
Por ejemplo, se podrá autorizar el registro y allanamiento del domicilio, cuando en su interior puedan encontrarse
cosas relacionadas con el delito que se investiga o con sus posibles partícipes. En este sentido habrá que señalar la
necesidad de que el allanamiento de domicilio sea dispuesto solo por el juez competente y en los casos
exclusivamente autorizados por la ley, mediante orden motivada y previa al acto, escrita y determinada. La ejecución
de la diligencia será diurna y permitiendo la presencia del titular del domicilio.
Inviolabilidad de papeles privados, correspondencia y comunicaciones.
La inviolabilidad de la correspondencia y papeles privados tiene un reconocimiento generalizado que tiende a
extenderse a las otras formas de comunicación.
Sus limitaciones deberán emanar de disposiciones concretas de las leyes procesales.
En relación con la inviolabilidad de la correspondencia, sus restricciones deberán permitirse sólo cuando siendo
dirigida al imputado, o remitida por éste, su interceptación sea útil para el descubrimiento de la verdad, salvo las
cartas o documentos que se envíen a los defensores para el desempeño de su cargo que deben considerarse como
una prolongación del secreto profesional. Una vez interceptada, su apertura sólo podrá ser realizada por un órgano
judicial que ofrezca garantías sobre la conservación del secreto si no hubiere relación entre la correspondencia y el
hecho investigado.
Debe establecerse la imposibilidad de utilizar como prueba la correspondencia o papeles privados que hubieren sido
sustraídos para de este modo desalentar su intercepción irregular.
Respecto de las comunicaciones telefónicas o telegráficas, como se consideran una extensión de la intimidad, su
intervención sigilosa debe restringirse a aquellos casos en que sea imprescindible para la investigación. Solo podrá
admitirse previa orden judicial y en relación a las comunicaciones del sospechoso
Secreto profesional.
El derecho a que las intimidades comunicadas a ciertas personas por requerimientos propios de su oficio, profesión o
estado sean mantenidas en reserva, debe también ser tutelado en el ámbito del proceso penal.
Habrá que establecer, respecto de los depositarios de las confidencias, la prohibición de denunciar los delitos que
puedan conocer a través de ellas, cuando tal conocimiento se encuentre, por la ley, al amparo del secreto
profesional.
Deberán abstenerse de declarar como testigos sobre los hechos de los que se hubieren enterado en razón del propio
estado, oficio o profesión, los ministros de un culto admitido, abogados, procuradores, escribanos, médicos,
farmacéuticos, parteras, demás auxiliares del arte de curar, salvo que sean liberados por el interesado en que se
guarde el secreto.
En todos estos casos el interés público en el descubrimiento de la verdad deberá ceder frente al derecho individual.
Revisión de sentencias firmes.
Quien haya sido injustamente condenado en un proceso penal, a de intentar que se revise la sentencia en su favor,
aun cuando se encuentre firme. La autoridad de cosa juzgada deberá ceder cuando haya sido lograda a consecuencia
de un error judicial, determinado por falsas pruebas o por prevaricato, cohecho, violencia u otra maquinación
fraudulenta.
Indemnización del error judicial.
Se relaciona indudablemente con el proceso penal el derecho, de quien ha sido condenado en virtud de un error
judicial, a ser indemnizado por los daños sufridos por la sentencia injustamente dictada.
El resarcimiento deberá ser afrontado, en principio, por el estado, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiera
recaer sobre los funcionarios judiciales actuantes en caso de prevaricato, cohecho, negligencia, etc.
El mismo principio deberá aplicarse en aquellos casos de evidente improcedencia de la detención o prisión
preventiva cuando, a pesar de ello, tales medidas coercitivas fueron aplicadas durante el curso del proceso.

También podría gustarte