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Resumen de El cuervo (Edgar Allan Poe)

«El cuervo» es un poema de Edgar Alan Poe en donde sólo hay un narrador que
describe la escena de una noche en especial, cuando un cuervo toca a su puerta para
nunca jamás marcharse.

Una lúgubre noche, al filo de la medianoche, el débil y cansado narrador estaba sumido
en sus tristes reflexiones. Casi dormido, oyó de súbito un golpe tocando la puerta de su
cuarto. Recordaba un gélido diciembre y el dolor que sintió por la pérdida de Leonora,
la única virgen radiante para él. Acallando el latido de su corazón, pensó que algún
visitante quiere entrar a su cuarto a deshora. Ahora su ánimo cobraba bríos y sin
titubeos pidió perdón al señor o señora por quedarse adormilado cuando tocaron a su
puerta. Entonces abrió de par en par la puerta y sólo había oscuridad. Permaneció en la
negrura atónito, temeroso, soñando cosas que ningún mortal se hubiera atrevido a soñar
jamás, más sólo había silencio y quietud y la única palabra que sonaba era Leonora.

Volvió a su cuarto y pronto se volvió a escuchar de nuevo tocar con mayor fuerza.
Ciertamente, deseaba que penetrara el silencio y el misterio, pero pensó que quizá es el
viento y nada más. De un golpe abrió la puerta y con un suave batir de alas entró un
majestuosos cuervo, que con grandes aires de señor o dama, se postró en el busto de
Palas sobre el dintel de su puerta. Entonces cambiaron sus tristes fantasías por una
sonrisa y le preguntó cuál era su nombre, el cuervo contestó “Nunca más”

Cuánto le asombró que éste animal pudiese hablar tan claramente, aunque poco
significaba su respuesta y poco pertinente era. Pues ningún ser humano ha sido
bendecido con la visión de un pájaro o bestia, posado en el busto de Palas con semejante
nombre.

Mas el cuervo, posado solitario sobre el busto, nada más dijo entonces. Él se dijo a sí
mismo que otros amigos ya se han ido antes, mañana este cuervo también se marchará,
pero entonces dijo el pájaro “Nunca más”

Sin duda pensó que estas palabras son su único repertorio aprendido de un amo
infortunado y melancólico.

Se sentó en su sillón de terciopelo, enlazando una fantasía con otra, pensaba en el pájaro
hórrido y flaco y en qué quería decir su graznido: “Nunca más” Entonces pensó que
ella, Leonora, no oprimiría nunca más.

El aire se tornaba más denso y perfumado y él le reclamó al pájaro recordarle a


Leonora. El cuervo dijo: “Nunca más”

Exclamó: profeta, cosa diabólica, pájaro o demonio enviado por el Tentador, preguntaba
sobre el llamado de los ángeles a Leonora. Mas el cuervo sólo contestaba “Nunca más”

Gritó pidiéndole al cuervo que regresara a la tempestad, que abandonara el busto de


dintel de su puerta y que apartara su pico de su corazón. Mas el cuervo contestó “Nunca
más”
El cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado en el pálido busto de Palas, en el
dintel de la puerta de su cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio
que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre éste se derrama tiende en el suelo su
sombra. Y el alma del narrador no podrá liberarse ¡Nunca más!

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