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Actividad no presencial N° 2

A partir de lo trabajado en el taller, retomar lo conversado para volcarlo


a la escritura.
   Escribe una narrativa personal teniendo en cuenta tu relato autobiográfico
¿Cómo influyó tu biografía escolar en tus prácticas docentes?, ¿Cómo influyó
tu formación general?, ¿Qué experiencias recuerdas de tu vida y de tus
prácticas docentes como muy significativas como acontecimientos importantes
para tu vida?  No más de una carilla.

Anexo de lecturas a continuación:

Confié, eso sí, en que la señorita Betty fuera justa (1990)


Graciela Montes

Hacía como una semana que veníamos preparando el Acto del 25 de mayo, porque nos tocaba
armarlo a los de sexto. Entre Federico y yo inventamos una obrita de teatro que por suerte no nos
salió demasiado tonta, y yo estaba contenta porque iba a hacer de Gerónima, que era una criolla
valiente, que no le tenía miedo a nadie. Ese papel me encantaba porque no tenía mucho que
decir, pero lo que decía era importante, y además, yo estaba de acuerdo con Gerónima. Yo
pensaba igual que ella, Gerónima entraba de golpe y decía: “-¡Yo también quiero ser libre!”.

La abuela Julia me prestó una blusita con volados, de esas que se usaban antes (estaba un poco
amarilla pero la pusimos en lavandina y quedó bastante bien), y mamá me estuvo cosiendo una
pollera de una cortina vieja. Además tenía una mañanita de lana blanca que hacía de pañoleta. No
estaba nada mal, porque Gerónima era una mujer del pueblo, una vendedora de velas. Además
Gerónima era un invento nuestro así que nosotros la hacíamos como queríamos.

Pero tenía que ser ese lunes nomás, y yo, con mi pollera amarilla y mi montón de bronca, tuve que
oír la voz chillona de Verónica que le decía a la señorita Betty que, en una de esas, era mejor que
ella (que Verónica) hiciese de Gerónima porque había conseguido un peinetón maravilloso, una
mantilla y ¡un traje verdadero de disfraz! “¡Pero Gerónima es una vendedora callejera! No tenía
traje de señora. Ni peinetón. Y además… ¡Gerónima soy yo!, quise decir yo, pero no dije nada (ya
les explique que a mí las palabras me salen mejor dibujadas que habladas). Confié, eso sí, en que
la señorita Betty fuera justa.

Verónica sacó de su mochila un peinetón maravilloso y una mantilla negra y explicó que el traje,
que no había traído porque era demasiado delicado, era celeste y ¡con encaje!
(…) Pero todavía me quedaba la última esperanza: La señorita Betty. Es una verdadera lástima,
pero últimamente los grandes me están fallando. No se dan cuenta. Casi nunca se dan cuenta.

-¡Qué maravilla Verónica! – dijo la señorita Betty-. Sería una lástima no aprovechar todo eso.

Mi alma rodaba por entre las patas de los bancos.

-Inés (Inés soy yo, por si no lo adivinan), ¿qué te parece si Verónica hace de Gerónima y vos buscás
otro papel o te inventás algo…?

Además, como sos muy tímida, en una de esas no te animás a hablar en voz bien alta, y ya sabés
que no tenemos micrófono…Lo que dice Gerónima lo tienen que oír todos, hasta los de la última
fila… Además vos figurás como autora principal de la obra y Verónica no tiene ningún papel.
Tenemos que ser justos, ¿no te parece Inesita?

Era la primera vez que la señorita Betty me decía “Inesita” y por eso la odié para toda la vida.

Mi alma seguía en el suelo y todos los que iban a ver el peinetón y a tocar la mantilla me la
pisoteaban que daba gusto.

Yo no dije nada pero para mí que la señorita Betty se dio cuenta de que algo malo pasaba porque
ella me miró y yo no la miré, ella me sonrió y yo volví a no mirarla.

En serie bicentenario Recursos para el aula


Fragmento extraído de “Cabezas rapadas y cintas argentinas”. En la máquina cultural. Maestras,
traductores y vanguardistas, Buenos Aires, Ariel, 1998 págs 52 y ss.
Beatriz Sarlo (1943) Ensayista y crítica literaria “Cabezas rapadas y cintas argentinas” reconstruye
y analiza el accionar de Rosa del Río, directora de una escuela primarias pública porteña hacia
1920
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Jorge Luis Borges


(1899–1986)

BORGES Y YO

         AL OTRO, A Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por


Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco
de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y
veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario
biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del
siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el
otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las
convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra
relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda
tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta
confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me
pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del
otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a
perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir
en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su
perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas
las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser
piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que
alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos
otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté
de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el
tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré
que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es
del olvido, o del otro.
         No sé cuál de los dos escribe esta página.

(El hacedor. Buenos Aires: Emecé, 1960)

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100226

Les dejo un link, para que puedan mirar el corto antes de encontrarnos el sábado.

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