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EL REGRESO DE FRIJOLITO: UNA HISTORIA DE OH SENSEI.

Quisiera decir que esta es una historia de humor, pero a veces las cosas se salen de control y se
vuelven oscuras, eso fue lo que pasó con Frijolito, el chico de 12 años del dojo de karate yaky
chan…chan chan.

Ese día, el torneo nacional fue celebrado a muchísimos kilómetros de donde vivía Frijolito, esto
para cualquier niño se convertiría en un viaje interminable, sin embargo, la ventana del autobús y
la sensación de que las cosas afueras se movían, resultaron un entretenimiento útil por las 4 horas
que duró el viaje, pues lo que ocurría dentro del bus no era como atractivo para él.

La misma distracción que lo mantuvo al margen de sus amigos facilitó que al regreso estos se
olvidaran de él y las cosas se complicaran en el transcurso de la noche.

La hermana, que siempre lo acompañaba, ese día se quedó en casa, fue la única integrante del
dojo que no pudo asistir: Don Nestor, Milloneta, Star (el campeón del dojo), Senpai, El Sensei y por
supuesto Frijolito partieron guerreros por medallas y trofeos en día de competencia.

Esa tarde y al regreso celebraban 2 trofeos y entre gritos y chistes, Frijolito se bajo en una estación
de gasolina, callado sin decir nada, con la prisa que demanda la urgencia de hacer pupú, corrió al
baño y además de que tardó más de lo esperado, uso un baño que estaba más distante que el
resto, eso fue el inicio de una travesía surreal.

Su ausencia no fue notada, en verdad solo era el chico que iba distraído con la ventana y en el bus
no solo iba el dojo de Oh sensei, iban mas de 40 personas incluso unos iban de pie y ha decir
verdad no era el reino del orden.

Al salir del baño Frijolito notó que algo andaba mal, la verdad no había ruido y las personas eran
pocas. Sin darle mayor pensamiento al asunto y como era su manera de ser, no acudió a ningún
adulto para pedir ayuda, tampoco se le ocurrió llamar al 911, por alguna razón solo comenzó a
caminar, como hipnotizado avanzó quien sabe con que ideas en su cabeza y es que cada cosa del
atardecer lo cautivaba: el sol ocultándose, la carretera sin final, los pericos que vuelan a dormir,
las vacas en los pastizales que estaban a los lados de la carretera, había tanto que ver. Y en unos
minutos se vio alejado de la gasolinera en medio de la nada y cerca de la noche.

Fue el hambre lo que aun caminando hacia la nada lo hizo pensar en la cena, en casa, en su
hermana y su familia. Alrededor había ya oscuridad y por primera vez cayó en cuenta que algo
andaba mal, no era solo de caminar a casa, había decenas de kilómetros entre él y su hogar y no
solo eso, pronto seria de noche y apenas podría ver a donde andaba. Habían pasado algunos
carros, pero cada vez menos, la calle desolada estaba ahora en silencio y Frijolito sintió miedo.

En casa el maestro ya se había dado cuenta de la ausencia del chico y sin pensarlo pidió a don
Nestor ayuda con la búsqueda, ya que este tenía carro y sin pensarlo emprendieron viaje, no sin
antes dejar indicaciones a Star y Milloneta que avisaran a la familia de Frijolito que este venia en
carro con el maestro y Don Nestor, que por alguna razón se habían retrasado pero que pronto
estarían de regreso. Apagaron sus celulares y encendieron motores.
Frijolito se había salido del camino, al final solo había oscuridad y dando pasos en la oscuridad
pensó que escucho un ruido, no supo si era música o lamentos, pero era tétrico, decidió ir porque
en esa dirección había luz y encontró un pueblo, sin entrar en el y solo observando por las afueras
se dio cuenta que algo no andaba bien, había una especie de baile pero la gente parecía
convulsionando como cuando Don Néstor hacia kata pensó, y al centro una enorme olla con algo
hirviendo en su interior. En el parque llamaba la atención un señor sentado en una mecedora con
la barba muy larga y fumando un largo puro.

Quiso seguir indagando, pero el ruido de unos perros lo inquietó:

—¡Allí hay alguien! — dijo una voz.

Frijolito supo que eso tenía que ver con él e hizo lo que el sensei les había enseñado: Correr. Buscó
la calle puesto que ahí podría correr sin tropezar, pero el ruido de los perros era cada vez mas
corrió tanto como pudo, pero dos grandes perros iban tras él. De pronto una curva, unas luces,
Frijolito se puso de frente al carro que venía y levantando las manos esperó a que se detuviera.
Hecho, del carro bajaron dos siluetas conocidas: —¿Eh muchacho que andas perdido? —Dijo el
Sensei.

Don Néstor mas consciente de la situación le dijo al maestro sobre las fieras que avanzaban ya con
unos extraños ojos rojos y ladridos cada vez mas terroríficos.

El maestro entonces adopto un Shiko dachi, acomodó a frijolito detrás suyo y extendió su mano y
recordando una historia que leyó en un ejemplar de la revista cinturón negro sobre el maestro
Yamaguchi, emitió un sonoro grito: AAYLLUUUUUUUU ante el cual los perros no se detuvieron y se
lanzaron sobre él, puños, patadas mordidas la pelea duro unos segundos que parecieron
interminables y aunque el maestro era fuerte los perros eran unas bestias así que intentó usar la
fuerza de ellos contra ellos mismos pero….no funcionó.

Luego de imponerse sobre sus rivales el maestro regresó al carro donde Frijolito y Don Néstor
yacían seguros.

Ya de regreso se encontraron con la policía, que buscaban un niño a quien su familia había
reportado como desaparecido, los adultos explicaron el caso y cuando llegaron a la parte de los
perros, lo cual fue atestiguado por el niño, los policías dijeron que al menos en 40 kilómetros a la
redonda no había ni pueblos ni aldeas ni un caserío. Los golpes de Oh sensei le valieron parte de la
credibilidad pues de hecho al ser revisado en un hospital los médicos confirmaron que eran
mordidas de al menos dos perros distintos…en el expediente quedó registrado como ataque de
perros salvajes.

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