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¿POR QUÉ A LA GENTE BUENA LE PASAN COSAS MALAS?

¿Quién no se ha hecho en su vida esta pregunta?


Incluso, el mismo Moshé Rabenu se la planteó a Di-s, cuando le pidió:
Odiení na et derajeja, “Explícame, Di-s, Tus caminos” (Shemot, 33:13); es
decir, ¿por qué al malvado le va bien y al justo le va mal? Nuestros Sabios
en el Talmud (Berajot 7a) amplían la pregunta y, aparentemente,
complican la respuesta. “¿Por qué hay malvados a los que les va mal, y hay
malvados a que les va bien? ¿Por qué hay justos a los que les va bien y hay
justos a los que les va mal?” Nuestros Sabios fueron realistas; no a todos
los malvados les va bien y no a todos los justos les va mal, por tanto, ¿cuál
es la fórmula y el sistema de comportamiento de Di-s con la gente? Si no
depende de la actitud espiritual, ¿de qué depende entonces?

La respuesta, como dije, complica más la pregunta y, además, no es


cierta… aparentemente. Responde el Talmud: “Al justo hijo de un justo le
va bien. Al justo hijo de un malvado le va mal. Al malvado hijo de un
malvado le va mal. Al malvado hijo de justo le va bien”.

Esta respuesta es difícil de comprender por varias razones:

1.-No parece justo que los hijos paguen los “platos rotos” de sus padres.
Di-s se comporta de manera recta con cada uno y, por tanto, la persona
debería vivir de acuerdo a lo que hizo o dejó de hacer, y no vivir con
cuentas pendientes de la generación pasada.

2.-En la realidad podemos comprobar que esto no es así. ¿A cuántos


malvados, hijos de malvados les va bien? ¿Cuántos justos, hijos de grandes
justos, sufren?

3.-Si esta fórmula fuera correcta, los hijos de un padre malvado tendrían
todos que sufrir, ya que todos los hermanos son hijos de un malvado; o
por el contrario, no debería haber ninguna diferencia entre los hijos de un
justo. Y sin embargo, sabemos que en la práctica no es así: los hermanos
son distintos unos de otros; a unos les va bien, y a otros no.

Todas estas preguntas son producto de la forma literal y superficial con


que estudiamos los textos de nuestros Sabios. Profundizaremos en ellos
para entender a qué se referían.
Explica el Ben Ish Jay en el libro Adéret Eliahu, que cuando decimos “Justo
hijo de…”, no nos referimos al padre biológico, sino a él mismo en su
reencarnación pasada. Es decir, si Moshé fue en su reencarnación anterior
Eliahu, se considera Moshé como hijo de Eliahu, ya que es su
continuación, al igual que un hijo es continuación de su padre.

De la misma manera que el hijo contiene, en sentido biológico, los genes


de su padre, Moshé contiene los “genes espirituales” de Eliahu, los cuales
vino a reparar. Por tanto, a una persona justa en este viaje, pero que en su
vida anterior fue malvada, es decir, tzadik hijo de rashá, le va ir mal, es
decir, va a tener mucha tarea de reparación, que consistirá en enfrentar
tentaciones, quizá algunas pérdidas monetarias o sufrimientos en general;
todo depende de cuán malvado fue en su vida anterior y cuán graves son
las manchas que contiene su alma.

Sin embargo, si en su vida pasada fue una persona justa, y esta vez
también es justa, es decir, lo que vino a reparar un solo pecado, digamos
que tal vez no quiso tener hijos en esa vida, esta vez tendrá que casarse
para cumplir con el precepto de traer hijos al mundo y educarlos bien. En
este tipo de misión no es necesario que el justo sufra y tenga una vida
difícil, ya que en esta vida y en la anterior, se ha portado bien.

Pero el malvado que fue justo quizá está gozando de una buena vida por
su viaje anterior, ya que no vino a reparar mucho porque era tzadik, pero
su mal comportamiento de hoy tendrá consecuencias en su próxima
reencarnación, a menos que aproveche su vida actual para reparar y
limpiar todo.

A eso se refirió la Torá cuando dijo: Poked avón avot al banim, al


shileshim, veal rebiím. “Di-s castiga a los hijos, a los nietos y a los bisnietos
por los pecados que cometió el padre” (Shemot 34:7). Ahora entendemos
que no se trata de que el nieto pague los platos rotos de su abuelo, ya que
no que se refiere a hijos, nietos y bisnietos biológicos, sino a
reencarnaciones de uno mismo. En su primer regreso es considerado hijo,
en el segundo, nieto, etc., y tendrá que reparar los pecados no de sus
padres, sino los pecados iniciales de él mismo de sus viajes anteriores
desde que fue catalogado como padre.

Ahora podemos empezar a entender las cosas buenas y malas que nos
pasan en la vida; o por lo menos, entender que no podemos entender,
pues nos falta la parte principal de la “película”. De algo estamos seguros:
todo está “fríamente calculado”.

Sólo mediante el concepto de las reencarnaciones podemos entender


muchísimas cosas en la vida. Por ejemplo, ¿por qué mueren bebés o niños
si todavía no han pecado? Esta pregunta contiene una alta carga
sentimental y emocional. Por consiguiente, les pido que dejemos de lado
por un momento los sentimientos y pensemos como Di-s “piensa” y
veamos cómo Él ve el panorama completo.

Supongamos que Eliahu falleció y sus hijos no hicieron nada para la


elevación de su alma: ni kadish ni rezos ni donaciones, etc. A Eliahu no le
faltaba mucho para terminar de reparar y con una pequeña ayuda de sus
hijos podría haberlo logrado; pero al ser ellos malagradecidos y apáticos a
la necesidad del alma de su padre, esta alma necesitó regresar al mundo y
vino como Moshé. Después de dos años, los hijos de Eliahu recapacitaron
y decidieron cumplir con su deber, e hicieron acciones que elevaron
mucho el alma de Eliahu, hasta conseguir el 100% de su pureza.
Analicemos: ¿quién está ahora “de más” en el mundo? Ciertamente
Moshé, ya que su alma, que es la misma de Eliahu, alcanzó ya su
perfección total, y dejar vivo a Moshé hasta los 120 años sería injusto de
parte de Di-s, porque:

1.-El alma quiere integrarse al porcentaje que ya se encontraba


depositado en el paraíso para gozar de su plenitud y reparación total, que
por fin se logró.

2.-La estadía de Moshé en esta Tierra no puede aportar más pureza al


alma porque ya alcanzó el 100%.

Lo que sí podría provocar es estropearla con los posibles pecados que


cometiera, lo cual implicaría otra reencarnación. Por tanto, decide Di-s
llevarse de este mundo al pequeño Moshé. Claro que para nosotros esto
es muy doloroso porque vemos todo con los “lentes terrenales”,
mundanos, y creemos que este mundo es el fin, y no el medio hacia el fin.
Pero para Di-s, que hizo todo desde la Creación y lo sigue haciendo en
nuestros días, y terminará de hacerlo con la llegada del Mashíaj, lo que
sucede es por el bien de las almas, independientemente del cuerpo.

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