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1.-No parece justo que los hijos paguen los “platos rotos” de sus padres.
Di-s se comporta de manera recta con cada uno y, por tanto, la persona
debería vivir de acuerdo a lo que hizo o dejó de hacer, y no vivir con
cuentas pendientes de la generación pasada.
3.-Si esta fórmula fuera correcta, los hijos de un padre malvado tendrían
todos que sufrir, ya que todos los hermanos son hijos de un malvado; o
por el contrario, no debería haber ninguna diferencia entre los hijos de un
justo. Y sin embargo, sabemos que en la práctica no es así: los hermanos
son distintos unos de otros; a unos les va bien, y a otros no.
Sin embargo, si en su vida pasada fue una persona justa, y esta vez
también es justa, es decir, lo que vino a reparar un solo pecado, digamos
que tal vez no quiso tener hijos en esa vida, esta vez tendrá que casarse
para cumplir con el precepto de traer hijos al mundo y educarlos bien. En
este tipo de misión no es necesario que el justo sufra y tenga una vida
difícil, ya que en esta vida y en la anterior, se ha portado bien.
Pero el malvado que fue justo quizá está gozando de una buena vida por
su viaje anterior, ya que no vino a reparar mucho porque era tzadik, pero
su mal comportamiento de hoy tendrá consecuencias en su próxima
reencarnación, a menos que aproveche su vida actual para reparar y
limpiar todo.
Ahora podemos empezar a entender las cosas buenas y malas que nos
pasan en la vida; o por lo menos, entender que no podemos entender,
pues nos falta la parte principal de la “película”. De algo estamos seguros:
todo está “fríamente calculado”.